por Carlos Sánchez
15 Septiembre 2025
del Sitio Web BrownstoneEsp









En un mundo

alevosamente convulso,

las élites del poder invisible

han entendido a la perfección

cómo provocar las

reacciones viscerales de las masas

y aprovecharlas en su beneficio...




En las últimas horas, asistimos a una verdadera ceremonia de la ignominia.

Otra más, en realidad, otro día en la oficina...

Cada semana, tenemos una nueva oportunidad de comprobar cómo las redes sociales, convertidas en el escenario de una guerra virtual entre rojos y azules, donde unos y otros muestran una visceral necesidad de exhibir sus peores cualidades, se convierten en la maquinaria perfecta para despertar en otros sus pulsiones menos civilizadas.

 

Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que mostrar la indecencia moral de celebrar la muerte de otro ser humano, era visto como un síntoma de comportamiento sociopático, y sin embargo, hoy es una absoluta tendencia global de la que es casi imposible no participar.

 

El asesinato de Charlie Kirk, y sobre todo, la reacción masiva en redes, no es más que un nuevo jalón en el camino hacia la indecencia colectiva, hacia la banalidad del mal 2.0.

Tal y como lo describía Hannah Arendt (una autora a la que muchos citan, pero no parecen comprender) en su obra Eichmann en Jerusalén.

 

Un estudio acerca de la banalidad del mal (1963), Eichmann, pretendido ideólogo de la "Solución Final", a ojos de Arendt,

era un mero funcionario gris y acrítico, cuya labor no era más que la pieza final de toda una maquinaria perfectamente engrasada.

Eichmann, según Arendt, no representaba el mal en sí mismo, o al menos, no todo el mal, sino que era simplemente un contribuyente más.

 

En definitiva,

Arendt describía a Eichmann como una víctima de la deshumanización propia de la fenomenología nazi, ya que, al asumir la deshumanización del otro como una ambición legítima de un artificio que le trascendía, acabó por deshumanizarse a sí mismo.

Y si hay un lugar en el que ese proceso de deshumanización es perfectamente palpable ese es las redes sociales...

Hoy día el mecanismo de la deshumanización se ha sofisticado considerablemente.

En un mundo alevosamente convulso, las élites del poder invisible han entendido a la perfección cómo provocar las reacciones viscerales de las masas, y aprovecharlas en su beneficio.

La desintegración moral, material, cultural e intelectual que se observa a nivel global no es accidental ni un acto divino, sino una crisis social deliberadamente inducida.

 

El actual escenario de abominación permanente no es producto de una sola persona, sino el esfuerzo compartido de muchos ideólogos y facilitadores, sin cuya contribución, este estado de cosas no sería posible.

 

Podríamos decir, por tanto,

que el juicio de Eichmann no supuso el final de nada, sino la mera constatación de la absoluta vigencia del modelo.

Desde el desarrollo de métodos de control político basados en pastorear a la mayoría de la población humana hacia la psicosis, alumbrados allá por los años 60 en el entorno del Instituto Tavistock de Relaciones Humanas, hemos llegado a la colosal factoría de propaganda actual, donde eso que Shoshana Zuboff llamaba "excedente conductual",

se ha convertido en el catalizador de nuevos métodos legitimadores de la barbarie.

Una sociedad abúlica, esclavizada por el scroll infinito, escribe su destino a golpe de clicks y de bajas pasiones inducidas.
 

Según un informe (British GCHQ uses Tavistock mass Mind Control Techniques in cyberspace) de Edward Snowden de 2014, en el contexto de las "primaveras árabes",

el GCHQ británico (Government Communications Headquarters), una organización de inteligencia británica socia de la NSA (National Security Agency) en la alianza FIVE EYES, comenzó a utilizar técnicas de control mental masivo desarrolladas por el Instituto Tavistock en operaciones de ciber-guerra psicológica.

Estas técnicas incluían,

  • la creación de identidades falsas online

  • el envío masivo de mensajes

  • la difusión de propaganda y noticias falsas para manipular la opinión pública...

El objetivo primordial de estas operaciones era el de vilificar al régimen que se pretendía deponer en el contexto de las "primaveras árabes", de cara a la opinión pública occidental.

 

De manera nada casual, un 15 de mayo de 2011, coincidente con los levantamientos pretendidamente populares y espontáneos de Madrid y Nueva York, una ola de protestas se manifestaba en el mundo árabe contra los gobiernos,

  • de Ben Ali en Túnez

  • de Mubarak en Egipto

  • de Bashar Al Assad en Siria

  • de Muanmar Al Gaddafi en Libia.

Singularmente en estos dos últimos, las protestas derivaron en sendas guerras, en las que los grupos insurgentes de corte islamista, eran financiados por los aliados de la OTAN, y fundamentalmente por EE.UU. y el Reino Unido, a través de una panoplia de operaciones secretas diseñadas ad hoc, como la Operación Timber Sycamore, entre otras.

 

El final de esta triste historia es bien conocido:

  • la Libia de Gaddafi, otrora el país con la mayor renta per cápita de la región, es hoy un sindiós en el que campan por sus respetos los señores de la guerra amigos de Occidente

     

  • en la próspera y laica Siria, tras más de 14 años de guerra, hoy gobiernan los rebana-pescuezos "moderados" de Al Julani con su peculiar interpretación de la sharía, no sin antes recortar escrupulosamente sus barbas de yihadista, enfundarlo en un traje caro y pasearlo con todos los honores por Europa, por aquello de la apariencia de respetabilidad

Sea como fuere, la campaña descrita por Snowden funcionó a la perfección:

pocos en Europa apoyaron la soberanía de esos territorios, y la mayoría de la opinión pública occidental respaldó por acción u omisión semejantes atrocidades, siempre en nombre de la democracia, claro está.

Los pocos que tuvieron las agallas de señalar la realidad de las cosas, fueron expulsados de platós de televisión.

 

Sin ir más lejos, nuestra compañera Beatriz Talegón fue expulsada del programa de Isabel Durán por señalar que el Frente Al Nusra, filial siria de Al Qaeda dirigida por el "demócrata" Al Julani, estaba siendo financiado por Estados Unidos y, por extensión, por las fuerzas de la OTAN.

 

Hoy, esto que decía Talegón allá por 2015, es prácticamente vox populi, pero ya a nadie le importa:

son noticias de ayer...

El vídeo no tiene desperdicio. Pueden verlo aquí.

 

Las campañas de propaganda actuales, beben de las mismas fuentes descritas en 2014 por Snowden, pero guardan una serie de peculiaridades.

 

Por no redundar en ejemplos ya escritos en anteriores artículos, remito a los lectores al artículo que escribí a cuenta de los disturbios de Torre Pacheco.

 

La estrategia ahora se lee en clave interna:

el objetivo actual de los perfiles falsos en redes sociales es hacer de cebo, aflorar todo el odio que sea posible, buscando que prenda la mecha y la polarización, y así utilizar las nuevas herramientas a disposición de los gobiernos para monitorizar las redes...

En el caso de España, las herramientas ya mencionadas en el artículo citado:

Intelion o ELISA.

En el caso de de Estados Unidos, ya tenemos el también citado Immigration Lifecycle Operating System, o ImmigrationOS.

 

Se ve que al otro lado del charco están entusiasmados ante cualquier posibilidad de amortizar la inversión:

el Secretario de Estado, Marco Rubio, ya ha planteado la posibilidad de prohibir la entrada a extranjeros por "tomarse a la ligera" la muerte de Charlie Kirk.

Este asunto es muy problemático, claro, porque implica tres cuestiones de gran importancia:

  • en primer lugar, muchos de los extranjeros a los que se denegaría la visa están ya en el país, lo que supondría la necesidad de deportarlos

     

  • en segundo lugar, de tal afirmación se presume una voluntad de control de las redes sociales, que deja en papel mojado la voluntad expresada por la Administración Trump de no censurarlas

     

  • en tercer lugar, y a mi juicio la más importante de las cuestiones, para poder segregar los comentarios en redes en que se haya "glorificado" el asesinato de Kirk será menester monitorizar a todos, lo que eventualmente suspendería la presunción de inocencia y nos convertiría a todos los usuarios en potenciales investigados

Sea como fuere, el objetivo de esta nueva maniobra de justificación de la censura y el control social ha encontrado una excusa inmejorable.

 

El asesinato de Charlie Kirk ha conmocionado a la opinión pública mundial, y no es para menos.

Kirk era un personaje público meticulosamente diseñado para destripar dialécticamente las esencias del "pensamiento mágico" woke.

Al estilo de otros oradores conservadores y tradicionalistas como Matt Walsh, Kirk debatía en entornos hostiles sin levantar la voz, sin insultar, colándose por cada grieta en la lógica del oponente para señalar la inconsistencia de sus postulados identitarios.

 

Era un referente generacional, y habida cuenta de su juventud, Kirk era la gran esperanza blanca de la continuidad del legado de Trump y Vance, y precisamente por ello, era el mártir perfecto.

Joven, cristiano, padre, y ciertamente inteligente, era venerado y repudiado a partes iguales, en un país más polarizado que nunca.

Por ello, su asesinato ha sido el perfecto casus belli y caldo de cultivo para toda clase de teorías sobre la autoría.

 

Con su cadáver aún caliente, cientos de opinadores de la órbita woke, probablemente alentados por otros agitadores en redes, se han lanzado a una campaña bastante sorprendente de justificación de su asesinato.

Ignasi Guardans, hijo y nieto de paniaguados del régimen de turno, nuestra ex ministra por cuota conyugal Irene Montero, Angels Barceló o Pedro Vallín, representan sólo una pequeña muestra del nutrido elenco de la cofradía del oprobio, que parecían encontrar en las palabras de Kirk una explicación plausible para su asesinato.

Pedro Vallín, el más creativo de todos ellos, catalogaba el asesinato de Kirk como "un premio Darwin de la política".

¿Cuándo empezó a ser respetable justificar el asesinato político?

Es evidente que, de un tiempo a esta parte, el desprecio y la deshumanización del contrario está de moda.

 

Quizás, la veda se abrió con la demencial campaña que, durante el COVID,

puso en el punto de mira del odio de las masas a los no vacunados, convertidos por obra y gracia de la propaganda covidiana en los depositarios de todo el mal del momento.

En aquellos oscuros meses, la escalada de violencia verbal llegó a tales extremos, que no había día en que algún amable perfil en redes sociales me desease que "Darwin hiciese su trabajo".

De nuevo Darwin...

Curiosa obsesión que tiene el wokismo identitario con el célebre "teólogo" eugenista, ¿no les parece?.

 

Pero no nos desviemos.

 

La cuestión es que, desde entonces, en el Occidente global, resulta trendy desear la muerte a cualquiera que ponga en duda los dogmas del pensamiento hegemónico, una suerte de ritual de pertenencia.

 

A menudo, meramente mostrar una posición ponderada puede resultar suficiente para ser señalado como "enemigo".

 

Es evidente que las masas están perdiendo el oremus, y como a estas alturas resulta difícil creer en las casualidades, prefiero centrarme en las causalidades.

 

De todo nuestro excedente conductual, el odio se está convirtiendo en el elemento de mayor utilidad para que la tecnocracia globalista afiance sus ambiciones de control.

 

A izquierda y a derecha brotan como setas en otoño los ejemplos escandalosos que ungen de necesidad nuevas y mejores medidas draconianas restrictivas de derechos fundamentales.

 

Cualquier excusa es buena, si se lo plantean, para justificar la mordaza digital:

  • bien sea el odio étnico, azuzado para opacar las razonables críticas a este hipócrita modelo migratorio

     

  • bien sea el delirante terraplanismo, que diluye cualquier crítica razonada y razonable a los abusos cometidos en nombre de la ciencia

Así, cientos de miles de ciudadanos de buena fe, ajenos a los manejos de la tecnocracia, acabarán por venerar los nuevos grilletes digitales que se nos pretenden imponer, como única vía plausible para evitar que el odio en Internet, oportunamente popularizado por los algoritmos de la polarización, acabe por anegar el ágora política de esa ilusión a la que llamamos "democracia"...