SEGUNDA PARTE

 


Lo que nuestro amigo me narrara

No soy un científico especializado en los temas que se aborda en estas páginas. No pretendo hacer poses de astrónomo, de físico ni de profeta. Me limito, solamente, a transcribir los apuntes que tomara en mis largas conversaciones con Pepe, en aquello. días Inolvidables que precedieron a su extraordinaria partida de este mundo.


No deseo publicidad personal ni convertirme en "vedette" de la prensa... Todo lo contrario: anhelo hallar la paz y el silencio que requieren las instrucciones recibidas de mi amigo, para el rápido desenvolvimiento Individual, mío y de los míos...


Pero debo cumplir la promesa empeñada. Anunciar lo que se acerca y procurar que la Luz se haga en la mente de quienes estén ya preparados a recibirla, en estos momentos tan críticos para toda nuestra humanidad...


YOSIP IBRAHIM

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CAPITULO IV
Quiénes son los hombres de Ganímedes


Hace muchos siglos, muchos miles de años, en nuestro sistema solar existía otro planeta que giraba en tomo al Sol entre las órbitas que siguen Marte y Júpiter. Hoy en día, ese espacio está ocupado por el Cinturón de Asteroides, como se conoce entre los astronomos a la ancha estela de meteoros y meteoritos que se encuentra en aquella zona, girando constantemente en la misma órbita.


Nuestros hombres de ciencia conocen bien su existencia, y saben que está formada por cuerpos siderales de todo tamaño, desde simple polvo cósmico hasta masas como la del asteroide Ceres, cuyo diámetro alcanza a 780 kilómetros. Si tenemos en cuenta que el susodicho "cinturón" llega a extenderse, en la múltiple suma de las órbitas de todos sus incontables planetoides, hasta la respetable cifra de cerca de 250 millones de kilómetros de ancho, podemos imaginarnos la magnitud de cuerpos, o masas dispersas, que lo forman.

 

Ya los astrónomos suponen que puedan ser los restos de aquel planeta desaparecido... y aquí comienza, en verdad, el re. lato que me hicieran de tan maravillosa historia. Hace miles, muchos miles de años, repito, aquel planeta, al que llamaremos "Planeta Amarillo" por la clase de luz que despedía, era el hogar de una raza muy antigua, que en su larga evolución de milenios había alcanzado niveles de cultura semejantes, o quizá superiores a los que estamos llegando los hombres en la Tierra.

 

En esos remotos tiempos, nuestro planeta aún no era habitado por seres humanos. En cambio, los hombres del Planeta Amarillo volaban, ya por el espacio... Su ciencia y su técnica les permitía, entonces, iniciar las primeras expediciones a los otros mundos de nuestro sistema solar, y en esa forma, a través de muchos siglos, fueron conociendo la existencia y las características propias de todos y cada uno de los diferentes planetas.


Lo que hoy se proponen los hombres de la Tierra, lo habían logrado ellos cuando en la Tierra no había hombres... En tales condiciones de adelanto llegaron a visitar otros astros, como hoy lo estamos haciendo con la Luna. Y su sabiduría les permitió descubrir a tiempo, los síntomas precursores de la destrucción de su mundo. Cuando el terrible cataclismo cósmico redujo ese planeta a los restos que hoy forman el "Cinturón de Asteroides" muchos de ellos habían ya logrado establecerse en uno de los satélites mayores de los doce que posee Júpiter, bautizado por nuestro sabio Galileo con el nombre de Ganímedes.


Y en ese nuevo mundo, en esa nueva esfera, adaptada poco a poco, siguió progresando y desarrollándose la vida y la cultura de aquella civilización de superhombres. Pero no todos volaron a Ganímedes. Parece que algunos, quizás los más reacios a dejar su mundo o tal vez los postreros fugitivos del desastre, llegaron hasta la Tierra... Ya, por entonces comenzaba a florecer la humanidad en estos lares. Los hombres bajados del cielo fueron recibidos como dioses por las primitivas tribus de esas épocas, y su presencia explica el misterio de tantos seres mitológicos en la multitud de leyendas aborígenes en los más remotos pueblos de este mundo.


Pero no solamente hay leyendas al respecto. Recientes des. cubrimientos arqueológicos vienen a respaldar este aserto. Uno de los más asombrosos es, a no dudarlo, el realizado en México por el arqueólogo Alberto Ruiz Luillier, el año de 1952, en la Pirámide de Palenque, en el Estado de Chiapas, que ha merecido ser divulgado ampliamente, en todo el mundo, por la prensa, la radio y la televisión, conmoviendo profundamente a todos los círculos científicos especializados. Es el caso que muchos han denominado "enigma del Hombre de la Máscara de Jade".


En la mencionada Pirámide de Palenque, fue descubierto el sarcófago con los restos momificados de un ser a quien los Mayas habían adorado como el dios Kulkulkan. Estaba rodeado por todos los atributos de la divinidad en el culto milenario de esa raza, llevando el rostro cubierto por una fina máscara de jade y oro. Pero lo más notable del hallazgo lo constituye la piedra sepulcral que tapaba esa tumba: es una losa monolítica de 3.80 metros do largo por 220 metros de ancho, con un espesor promedio de 25 centímetros y un peso de seis toneladas, en la que se encuentra esculpida nítidamente la figura de un hombre sentado en el interior de una máquina que guarda extraordinario parecido con las cápsulas espaciales empleadas, actualmente, por nuestros cosmonautas.

 

La escultura maya muestra a ese hombre en actitud de manejar dicho artefacto; tiene ambas manos en las palancas de comando, claramente representadas, y el pie derecho pisando un pedal. Lleva la cabeza con un extraño casco y un vástago del mismo, a manera de tubo o manguera, está aplicado a la nariz. El diseño de todo el conjunto comprueba la evidente intención de reproducir los complicados mecanismos de una nave espacial, con sorprendente similitud a las que hoy usamos en la Tierra, pues se ha cuidado hasta el detalle de la expulsión de gases, o fuego, por la parte posterior del artefacto.


Por todo el mundo han circulado las fotografías y dibujos de tan extraordinario descubrimiento. Está demás decir que tanto la momia, como el sarcófago y los objetos encontrados en la tumba, fueron sometidos a todas las pruebas con que nuestra ciencia actual puede determinar la autenticidad y antigüedad de los mismos, y los resultados de esas pruebas, incluso las del carbono 14, rindieron un veredicto irrefutable y desconcertante: El Hombre de la Máscara de Jade y la piedra esculpida con tan extrañas figuras datan de hace 10 mil años...


Además, de las investigaciones realizadas se desprendió, también, que el personaje enterrado bajo aquella enigmática losa no era de raza maya. Su morfología y la estatura de la momia eran notablemente distintas a las de los mayas. El "Dios Kulkulkan" —como lo denominaban— tuvo una talla de 1.72 aproximadamente, y caracteres raciales marcadamente distintos a los de los antiguos pobladores de lo que, después, fue México y la América Central.
 

Pero no es el de la Pirámide de Palenque el único caso que nos prueba la visita a la Tierra, desde hace milenios, de seres de una raza y con una civilización muy superiores. Durante siglos, nuestra humanidad se creyó la única habitante del universo. Las distancias y los primitivos medios de comunicación en tiempos remotos de nuestro planeta, favorecieron la ignorancia de muchos núcleos, y el lento desarrollo de los pueblos, hasta hoy día, ha sido la base de conceptos erróneos y del olvido, para millones de seres humanos, de la existencia de otros hombres y de otras civilizaciones en diferentes mundos repartidos en el Cosmos.


Sin embargo, en distintas ¿pocas y en varios lugares han quedado las huellas irrefutables de esas visitas de seres y máquinas ex trate tres tres. Los arqueólogos y los eruditos en la materia poseen, ya, un copioso archivo de datos al respecto. Muchos se han rendido a la evidencia de pruebas irrefutables como la del Hombre de la Máscara de Jade.

 

Otros, aún dudan... Pero ¿cómo podrán explicar hechos y conocimientos de pueblos remotos cuyas pruebas se han mantenido a través del tiempo?


Otro de los casos maravillosos en los albores de la civilización terrena, es el de la famosa pirámide de Keops, en el antiguo Egipto, Ha sido estudiada por legiones de sabios en el curso de varios siglos, y el resultado de todos esos estudios llega a la conclusión de que tuvo que ser dirigida, en su construcción, por hombres que poseían una ciencia que, en materia de matemáticas, astronomía y metafísica, en ingeniería y arquitectura, igualan o superan todavía a las actuales. Los cálculos astronómicos evidenciados en la pirámide egipcia demuestran que, hace seis mil años, en el Egipto hubieron sabios conocedores de los secretos de nuestro sistema solar, de las constelaciones que nos rodean, de las estrechas relaciones entre los demás astros y la Tierra, de las fuerzas naturales y de las leyes cósmicas hasta el grado de permitirles predecir el futuro de nuestra humanidad y de su civilización en todo un ciclo de seis mil años, sin equivocarse...


Los viejos papiros egipcios contienen abundantes alusiones al respecto, y un papiro de la época del faraón Tutmosis III, escrito mil quinientos años antes del nacimiento de Cristo, relata los detalles de la visita de un "platillo volante" y describe al aparato en los pintorescos términos que el asombrado autor pudo expresar.


Las mitologías de Asiria, Babilonia, Persia, la India y el Tibet, además de los mayas y de los egipcios, abundan en referencias de este tipo. Todas ellas coinciden en mencionar las visitas de "dioses que bajan de las estrellas, en cairos o naves de fuego, que instruyen a los humanos y luego regresan al cielo, rodeados por grandes resplandores".

 

Los antiquísimos libros de la India, Samarangana Sutradara, el Mahabarata y el Ramayana, escritos ha. ce miles de años, contienen precisas descripciones de viajes realizados por "platillos volantes", denominados en sánscrito "Vimanas", conduciendo a dioses que bajaron a la Tierra.


Y en las legendarias tradiciones del pueblo chino, también, encontramos la explicación de su origen atribuido a la venida de seres divinos, bajados del cielo para enseñar a los hombres. Recordemos que los antiguos emperadores de China fueron llamados siempre, "Hijos del Cielo..." Y ¿qué explicación tendrían las pinturas encontradas por el explorador Henri Lothe en las cavernas de Tassili, en pleno desierto del Sahara?

 

Este descubrimiento tuvo lugar el año 1956 y aquellas figuras, que representan a seres muy parecidos a nuestros astronautas, tienen, igualmente, una antigüedad de más de diez mil años...
 

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CAPITULO V
Cómo son las Máquinas que llaman O.V.N.I.S.


En esos quince días en que estuve todo el tiempo con Pepe, preparando su partida definitiva de la Tierra, me narró muchas cosas que. a veces, no podía escribir, pues conversábamos constantemente. a todas horas, y muchas de sus explicaciones tuve que retenerlas en la memoria, por haber sido detalles que me daba en público, en el diario transitar en demanda de los arreglos necesarios para su partida.


Esto aclara que, en algunos pasajes de esta obra puedan deslizarse, tal vez, errores de concepto o de interpretación debidos a mi desconocimiento técnico o científico relativos a ciertos temas tratados con mayor autoridad por él, pero que sólo pude retener mediante rápidos y no siempre detallados apuntes. Hago esta salvedad porque deseo que mi versión logre ser sincera, aun cuando en ciertos aspectos de orden científico, no llegara a interpretar correctamente en todas sus partes, las sorprendentes explicaciones de mi amigo.


Ya he manifestado en la primera parte, la impresión que yo tuve al contemplar, junto con los míos, la enorme maquina que descendiera en el jardín de su casa la noche en que Pepe abandonó, para siempre, este planeta...


Era como una gigantesca lenteja metálica, de mas o menos quince a veinte metros de diámetro, con una cúpula central que podía tener hasta tres metros de altura, contando desde la base del aparato. En todo el contorno exterior, o filo de aquella "lenteja" que rodeaba la cúpula, se veía una hilera de huecos pequeños, como toberas de escape.

 

A ambos lados de la mencionada cúpula pude apreciar ventanas angostas y alargadas, algo así como los parabrisas de automóvil, sin lograr ver el interior por la distancia a que nos encontrábamos esa noche, pues ya expliqué cómo fue nuestra despedida: mi familia y yo, profundamente impresionados, permanecimos en la puerta de la casa que da al Jardín, sin acercamos al "platillo", cuando Pepe, después de abrazarnos, ingresó a la máquina.

 

Para hacerlo, subió por una escalerilla de metal que había descendido de la base de una puerta, o mamparo, que se abriera en la cúpula, frente a nosotros, en el centro de los dos ventanales ya descritos, abertura en que lo esperaron dos personas de estatura como la nuestra, que vestían escafandras, a mi entender, iguales o parecidas a las de nuestros astronautas.


Cuando el OVNI, se elevó, brotaron chorros de fuego de los huecos circundantes en toda la circunferencia exterior de la "lenteja", y me pareció que el metal de la estructura del platón, —no así la cúpula—, cambiaba de color con una brillante iridiscencia. También me llamó la atención que toda la maniobra se efectuara sin mayor estruendo, pues sólo escuchamos un leve zumbí. do, que se perdió rápidamente a medida que la nave se alejaba en el espacio.


Hasta aquí, lo que yo viera. Pepe me había explicado cómo fueron los dos viajes, de ida y vuelta, a Ganímedes, y su paso, las dos veces, por la base espacial, a que me he referido, en la primera parte de este libro. Me dijo, entonces, que había viajado en dos modelos de astronave diferentes en tamaño y poder, aunque similares en sus características esenciales: que de la Tierra a la base espacial y viceversa, emplearon un tipo más pequeño, con capacidad para seis personas; pero que de la base hasta Ganímedes usaron máquinas mucho más grandes y poderosas, en las que cómodamente podrían viajar más de veinte tripulantes.

 

Las características principales de esas naves se diferenciaban enormemente de las que estamos empleando en la Tierra, tanto en estructuras cuanto en energía, maniobras y velocidades.


Los dos modelos descritos por mi amigo estaban formados, estructural mente, por dos cuerpos concéntricos: la cabina de comando y la cámara de máquinas. La cabina de mandos ubicada en la cúpula central, era algo así como el cerebro electrónico de todo el conjunto, desde el que los tripulantes podían controlar y dirigir el funcionamiento de los complicados mecanismos productores de energía c impulsores de la nave espacial, repartidos, a su vez, en todo el espacio interior del otro cuerpo, o cámara de máquinas, llenando la circunferencia de forma lenticular que rodea al cuerpo central.


Los hombres de Ganímedes han llegado a producir y controlar, de manera absoluta, la energía atómica y la termonuclear. Poseen, también, el secreto de neutralizar a voluntad los efectos dañinos de las radiaciones y su conversión automática en nuevas formas de energía, que unidas, al aprovechamiento de energía proveniente de los rayos solares, de los rayos cósmicos y de las vibraciones lumínicas y sonoras, cuyo dominio llega en ellos a lo que en la Tierra nos parecería milagroso; es así como sus máquinas del espacio han podido alcanzar metas que aun nos falta mucho por lograr.


En primer lugar, cuentan con materiales completamente desconocidos en la Tierra. Han desarrollado aleaciones de metales que resisten a todas las fuerzas de la naturaleza, por poderosas que éstas sean y por adversas que fueran las circunstancias en que actúen. Tienen, también, productos moldeables o plásticos de propiedades tan maravillosas que nuestros químicos y físicos actuales se resistirían a aceptar.

 

Esto fue evidenciado por Pepe al comprobar las asombrosas velocidades que esas máquinas pueden alcanzar. Ya se ha dicho en la primera parte, del desconcertante asombro con que viera alejarse nuestro mundo en cuestión de minutos, y cómo, al calcular la posible velocidad con referencia al vertiginoso alejamiento de nuestro planeta, estuvo a punto de sufrir un síncope al darse cuenta de los resultados de su cálculo. El trayecto desde la Tierra hasta la base construida por ellos en el espacio. que, según le informaran, dista poco más de diez millones de kilómetros de nosotros, tardó sólo ¡una hora y minutos...!


Un simple cálculo basta para llegar a una cifra que, en la actualidad, nos produce escalofrío: ¡3.000 Km. por segundo! ¡Sólo cien veces menos que la velocidad de la luz! Cuando tratamos de esto, Pepe me manifestó que su primera reacción había sido de incredulidad. Pero sus acompañantes en el OVNI, leyendo su pensamiento, le dijeron que esperara a llegar a Ganímedes, con lo cual comprobaría aquello y mucho más.


No necesito repetir lo expuesto en la primera parte acerca de la segunda etapa del viaje. La distancia de 760 millones de kilómetros que nos separa de Ganímedes fue cubierta, entre las dos etapas, en un total de ¡tres días y cuatro horas, aproximadamente!... Esto corroboró, de nuevo, los primeros cálculos efectuados y el promedio de vuelo a una velocidad media de diez millones, ochenta mil kilómetros por hora...!


Todo ello resulta increíble, y así opiné, en ese entonces. Por que, además de los problemas directamente relacionados con 1A fuerza impulsora necesaria para alcanzar una supuesta velocidad de ese tipo, había que tener en cuenta los diferentes problemas derivados de la resistencia de materiales, gravitación, inercia, problemas de orden térmico, biológico y funcional sobre los organismos vivientes. Todo ese cúmulo de barreras que nuestra ciencia y nuestra técnica calculan hoy ante posibilidades de tal envergadura.

 

Pero, a todas mis objeciones, Pepe se limitó a decir:

"Si hace, únicamente, dos siglos, a nuestros antepasados les hubiéramos hablado de la televisión, de los viajes a la luna, del control remoto de máquinas en el espacio y de los adelantos de la electrónica y de la energía nuclear, nos habrían tomado por locos..."

Y después me explicó lo que lograra conocer sobre esas naves espaciales prodigiosas. Me advirtió, sin embargo, que sus tripulantes no quisieron proporcionarle detalles minuciosos acerca de los mecanismos ni de ciertas particularidades sobre propulsión, fuentes de energía, aplicación de fuerzas y conversión o neutralización de las mismas, y que lo obtenido era sólo fruto de sus observaciones personales, a la luz de lo aprendido por él en la Tierra y de la comparación de sus conocimientos con los nuevos fenómenos comprobados en el viaje.


Ya se ha dicho que las estructuras y todas las piezas de que están formadas esas máquinas, son de materiales completamente desconocidos en la Tierra. Por tanto sus resistencias y reacciones a las fuerzas y leyes de la naturaleza por nosotros conocidas, son diferentes. Parece que su fuerza impulsora es el resultado de un complejo sistema en el que intervienen: energía termonuclear do minada y controlada en absoluto, el desarrollo de poderosos campos magnéticos y el auxilio y aprovechamiento simultáneo de nuevas fuentes de energía cósmica y lumínica hasta ahora desconocidas por nosotros.

 

Si un rayo de luz viaja en el espacio a 300.000 Km. por segundo, y si las microscópicas partículas que forman los rayos lumínicos pueden ser susceptibles de concentrarse y de dirigirse como, por ejemplo en los Láser, ¿quién se atreverla a negar que. dentro de condiciones especiales, a través de mecanismos todavía no imaginados por nuestra humanidad, y en el amplio campo de las onda) electromagnéticas y de los rayos cósmicos, otra humanidad haya alcanzado a encadenar la fuerza de esas partículas, obligándolas a proporcionar una parte de su energía cinética en provecho de todo el conjunto...


De las observaciones efectuadas, pudo deducir que los dos cuerpos concéntricos a que se ha hecho mención: la cúpula central o cabina de mandos, y la plataforma circular externa o cámara de máquinas, no obstante estar sólidamente unidos, quedaban aislados, automáticamente, por la inserción de materiales que, sin disminuir la solidez del conjunto, garantizaba la independencia y seguridad de la cabina interior, neutralizando fuerzas y posibles radiaciones. Aún cuando los tripulantes pudieran cometer algún error o descuido fortuito, el sistema de control electrónico del aparato los ponía, constantemente, a salvo de los riesgos propios de tan extraordinarios viajes.

 

Tal sistema abarcaba la solución total de los problemas que para nuestros físicos presentan los viajes espaciales, y muchos otros aún desconocidos en la Tierra. Uno de los más serios obstáculos que tienen que vencer nuestros coterráneos es el conjunto de fenómenos derivados de la ley de gravedad. Los astronautas de Ganímedes se ríen de esto: ellos han resuelto, hace mucho tiempo, todos los problemas relacionados con lo que nosotros llamamos "gravedad" según la definición de Newton. Sus máquinas pueden neutralizar, a voluntad, toda forma de atracción de masas, liberándose así, cuando conviene, de la influencia en tal sentido de cualquier cuerpo celeste o astro.

 

Esto les permite realizar las maniobras que han desconcertado a muchos técnicos que, alguna vez, llegaron a ver un OVNI. Explica el por qué pueden elevarse con toda suavidad y lentitud y alejarse del suelo a cualquier tipo de velocidad. Sabemos que nuestras naves espaciales deben iniciar su vuelo con determinada velocidad, según su tamaño y peso, para lograr la fuerza de "arranque" o sea la velocidad inicial que, contrarrestando a la fuerza de gravedad, permita a la máquina alejarse de la Tierra, sin la cual no podría continuar su trayectoria y caería de nuevo al suelo.


En cambio, los Ovnis suben y bajan con toda suavidad, pueden detenerse en el espacio a cualquier altura y permanecer inmóviles todo el tiempo que sus tripulantes deseen, y realizar toda clase de virajes en ángulos inverosímiles para nuestros aviadores, sin que la máquina o sus ocupantes sufran en lo más mínimo. Poderosos campos magnéticos y la combinación de fuerzas a que ya se ha aludido más arriba, logran esto, aparte de la calidad especial de los materiales mencionados.

 

En cuanto al organismo y funciones biológicas de sus tripulantes, sucede lo mismo: en los momentos críticos de ciertas maniobras, como ascensos y descensos, o en los cambios bruscos de velocidad o virajes violentos, toda la estructura y muy particularmente la cabina central son rodeadas por una fuerza cuya magnitud está en relación directa con las fuerzas naturales que ha de vencer, manteniendo así a la nave dentro de lo que podíamos llamar un "campo gravitacional propio".

 

En esta forma quedan anuladas todas las reacciones por gravedad o inercia, y han vencido todos los efectos desagradables y peligrosos provenientes de los cambios de presión, desgravación o pérdida de peso en el espacio exterior, y los consiguientes efectos fisiológicos y psíquicos para sus ocupantes.


Otro problema, que hasta ahora resulta una valla insalvable para nuestros sabios: el recalentamiento por la fricción de los cuerpos, que puede tener resultados terroríficos al atravesar las zonas de atmósfera, de la Tierra o de otros astros, ha sido, también, re. suelto por ellos.

 

Un sistema automático protector absorbe la energía térmica a medida que ésta se va generando en toda la cubierta exterior de la astronave, transformándola en refrigeración controlada y en fuerza propulsora; de tal suerte la capacidad del vuelo permite alcanzar velocidades muy superiores, dentro de la atmósfera, a todo lo calculado por nuestros científicos, aún cuando, en verdad, dentro de esas zonas no se llegue nunca a los límites asombrosos que más arriba se ha indicado.

 

Recordemos que, en la primera parte, nuestro amigo explicó cómo habla notado un apreciable cambio de velocidad entre el tiempo que permaneció ran en la atmósfera terrestre y cuando alcanzaron el espacio interestelar.


Otra de las características especiales observadas por él fue la referente al sistema de detección a distancia. Nosotros hemos desarrollado el radar Lo que ellos poseen al respecto reúne las condiciones de servicio, combinadas, del radar, la televisión y la telemetría telescópica. Una experiencia interesante fue presenciada por Pepe cuando atravesaban la zona conocida como Cinturón de Asteroides, ya mencionada anteriormente. En la respectiva pantalla de la cabina de mandos apareció de pronto la imagen de un meteorito que se aproximaba velozmente en la misma trayectoria seguida por la nave.

 

Por las ventanas del aparato no se distinguía nada. Los tripulantes le llamaron la atención y le dijeron, telepáticamente, que iban a eliminar ese obstáculo. Nuestro amigo seguía sin ver nada a través del ventanal. En la pantalla de control el asteroide continuaba acercándose y era visible en todos sus detalles. Uno de los astronautas reguló una llavecita y oprimió un botón. En la pantalla se vio estallar, en formidable explosión, al meteoro y, al mismo tiempo, nuestro amigo pudo ver por las ventanas, en la misma dirección en que viajaban pero a una distancia enorme, un destello fugaz que desapareció...

 

Al mirar de nuevo, inquisitivamente a sus acompañantes, la respuesta fue:

"Rayos cósmicos... y de Luz...".

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CAPITULO VI
Las Bases en el Espacio


Se ha dicho, en la primera parte, que en ambos viajes —a la ida y a la vuelta de Ganímedes— hablan hecho escala en una base espacial. La primitiva posición de esa base, a juzgar por los datos obtenidos por mi amigo, se encontraba a poco más de diez millones de kilómetros de la Tierra; pero en la segunda visita, los cálculos por él efectuados, a partir del tiempo que emplearon en el regreso, arrojaban casi el doble de aquella distancia.

 

Esto, y las observaciones más cuidadosas que pudo efectuar en esa nueva oportunidad, lo convencieron de que la mencionada base no mantenía una posición fija, sino que variaba de lugar.
 

Ampliando sus observaciones con los datos que pudo obtener de los mismos tripulantes de las astronaves, había llegado a la conclusión de que aquel artefacto espacial no sólo cambiaba de posición, sino que, para ello poseía los medios necesarios, la fuerza y las fuentes de energía suficientes para mantenerse en el espacio indefinidamente, cambiando de lugar a voluntad de sus ocupantes, dentro de un plan establecido y coordinado con el funcionamiento de otras bases similares, repartidas en diferentes puntos de nuestro sistema planetario.

 

No se le dijo cuántas eran esas bases; pero no le negaron su existencia. Aún más. le informaron que obedecían a un sistema y que integraban una organización de servicio permanentes, que permitía a los habitantes de "Su Reino" conocer y mantener información constante acerca del desenvolvimiento evolutivo de toda la familia de astros integrantes de lo que nosotros llamamos nuestro sistema solar.

 

También se le manifestó que todo el conjunto formado por esas bases, aparte de facilitarles su comunicación con los diferentes mundos que lo integran. eran estaciones de control, de regulación y de abastecimiento, que permitían almacenar transitoriamente determinadas substancias, obtenidas de la naturaleza de algunos de los planetas de esta familia sideral.


Todo esto fue comprobado, más tarde, por Pepe. Recordaba en efecto, que en el viaje de ida, efectuado, como se dijo, en una máquina mucho más grande, vio introducir buen número de bultos, algo así como cilindros de metal bruñido y parecido al acero inoxidable, en un Amplio compartimiento, o depósito de carga, bajo la cabina central de la nave. Se ha dicho, ya, que entre las bases y el mundo ocupado por ellos, se emplea tipos de astronaves mucho mayores de las usadas para lo que podíamos llamar los viajes cortos. Mi amigo vio máquinas con capacidad para conducir más de 40 o 50 personas, y además apreciable cantidad de carga en compartimientos especiales.

 

En informaciones posteriores a su partida, me proporcionó mayores detalles al respecto.


Las bases espaciales de esa raza de superhombres tenían dimensiones suficientes para contener todo un completo equipo de maquinarías capaz de proporcionar formas de fuerza y energía requeridas por el mantenimiento, permanente, en el espacio, de un grupo de personas que pasaba en ellas determinados períodos de tiempo. Generalmente eran turnos renovables cada lapso comparable con nuestros meses (porque las medidas de tiempo en Ganímedes son diferentes a las nuestras, como ya se explicará más adelante). Durante esos turnos las distintas tripulaciones disfrutan de todas las comodidades iguales a las que tienen en sus propios hogares, pues viven en edificios acondicionados como se explicó en la primera parte, en los que dentro de espacios, en verdad más reducidos, poseen todo el confort necesario para no hacer tediosa la misión en tales sitios.


Casi todo el trabajo allá es en recintos interiores. Sólo cuando se trata de efectuar o recibir viajes, requieren de sus escafandras para actuar al exterior. Y la labor desarrollada por ellos, en su mayor parte, es de control y supervisión de los equipos y maquinarias. Todo funciona automáticamente, y las fuerzas empleadas en todo el complejo conjunto de aquellos mecanismos, proviene de fuentes de energía termonuclear, combinadas con otras, como ya se dijo, en la que intervienen el dominio y aprovechamiento de los rayos gamma, cósmicos, fotones o corpúsculos de luz, iones, vibraciones sonoras y radiantes de varios tipos y todo un sistema mucho más avanzado que el nuestro para el aprovechamiento integral de protones, neutrones y electrones, además de nuevos corpúsculos atómicos desconocidos por nosotros...


Pepe me advirtió que muchos de estos aspectos científicos no pudo conocerlos en detalle, porque en esa primera etapa de contacto con la civilización de Ganímedes no se le dieron sino informaciones muy escuetas. Comprendía que deseaban mantener en reserva muchos de los secretos de sus conquistas y de su adelanto, hasta que él se estableciera, definitivamente, entre ellos; pero que le habían prometido enseñarle todo, una vez que estuviese formando parte de su mundo...


Sin embargo, con lo observado en ese lapso, hay abundante material de estudio y de comparación para los sabios de nuestra Tierra.


Por ejemplo, se ha dicho ya que, en lo referente a las energías de tipo atómico y termonuclear, en la fisión o fusión de los átomos, han alcanzado niveles tan superiores a los nuestros que las fuerzas emanadas de ambas fuentes son utilizadas amplia y permanentemente en todas las actividades de la vida diaria de ese mundo, y en todos los centros pertenecientes a esa raza, como en sus astronaves y bases espaciales. Han logrado dominar y controlar a voluntad cuanto se relaciona con esas fuerzas, tanto en sus aspectos positivos cuanto negativos.

 

Los problemas de su producción, control y aprovechamiento fueron resueltos desde los tiempos remotos a que se refieren las más antiguas alusiones que la historia de nuestra humanidad conserva sobre ellos. En el correr de los siglos perfeccionaron métodos y sistemas que les permitieron encadenar bajo sus manos aquella fuente universal de energía, convirtiendo la gigantesca fuerza de las estrellas en un dócil y obediente esclavo de su civilización, como si hubieran querido imitar, en la realidad, el fantástico y simbólico cuento de "Las Mil y Una Noches" que nos habla del Genio encerrado en la lámpara de Aladino...


Ya se ha dicho que la radioactividad ha sido controlada y aprovechada por ellos en variadas formas. Poseen un material, metal, aleación, o lo que sea, que no sólo impide el paso de las radiaciones, sino que las anula por completo. Delgadas láminas de dicho material bastan para neutralizarlas, y de tal suerte están protegidos todos los núcleos productores de fuerza y cuanto artefacto, mecanismo o ambiente sea menester aislar. Además, el mencionado material es relativamente liviano y muy versátil. Abunda en todas las instalaciones y aún en los accesorios o implementos de trabajo exterior, entra en la confección de los sistemas protectores, cuando éstos, en alguna forma, puedan estar expuestos a recibir la más mínima proporción radiactiva.


Si a todo esto añadimos que, en los miles de años durante los cuales aprovechan estas fuerzas, llegaron a descubrir medios y métodos aún no imaginados en la Tierra, no nos extrañaría saber que, también obtienen los mismos resultados y mejores en toda la línea de producción, con materia prima diferente. Ellos no necesitan ya de los primitivos sistemas a base de uranio o del plutonio. Utilizan varios elementos mucho más comentes y tan abundantes en la corteza de la mayoría de los astros que nos rodean, que se puede decir qui. son inagotables y baratísimos.

 

Tal vez los cargamentos como los que viera Pepe trasladar en la astronave que lo condujo a Ganímedes, tengan algo que ver con ésto... Y si tenemos en cuenta, igualmente, que han llegado a dominar todas las limitaciones térmicas, y a reducir al mínimo los espacios requeridos para la producción y transformación de esos tipos de energía, podremos comprender mejor los prodigiosos coeficientes alcanzados por sus naves interplanetarias y sus bases espaciales. Recordemos, en pequeño, el gran adelanto que entre nosotros ha representado, en electrónica, el descubrimiento y utilización de los transistores, en reemplazo de los anticuados y morosos tubos de vacío.


Otro de los detalles que llamó poderosamente la atención de Pepe, en la base, en los vehículos y, después, en la ciudad que conociera, fue el del sistema de iluminación. Ya dijimos en la primera parte cómo se sorprendió al no descubrir, en lugar alguno. interior o exterior, nada que pudiese parecerse a determinada forma de alumbrado, como nosotros lo entendemos o utilizamos.

 

Cuando se acercaba, en el viaje de ida, a la estación espacial, de lejos había tenido la impresión de ver una estructura metálica esferoidal brillando fuertemente en medio de la tiniebla sideral. Sin embargo, cuando llegaron, pudo comprobar que se trataba de una gigantesca plataforma, de varios pisos, en la que estaban distribuidos equilibradamente los diversos compartimentos a que antes nos hemos referido. Lo que daba la sensación de esfera eran unos arcos ligeros vibrátiles, de material o substancia que no pudo precisar. aparentemente no sólidos; pero que limitaban en todo el contorno de la base, o mejor dicho, en todo su perímetro, una zona de luz azulada, suave a la retina pero lo suficientemente intensa como para mantener perfectamente iluminados los más apartados rincones de tan gigantesco artefacto espacial. Y la misma luz estaba presente en todos los recintos interiores.


Cuando inquirió al respecto, la información que le dieron fue parca y condicionada a una posterior enseñanza en su futura permanencia en "el Reino". No obstante, pudo comprender lo siguiente: El espacio interplanetario no está absolutamente vacío, la nada no existe en el Universo.

 

Aún los ilimitados espacios que separan las constelaciones, las galaxias, las nebulosas; todos esos millones de millones de millones de kilómetros que median entre unas y otras, aparentemente vacíos, contienen, aparte de polvo cósmico imperceptible, aparte de los distintos rayos invisibles que parten de los incontables mundos que los pueblan, en medio de todo ese páramo solitario de distancias astronómicas, una substancia tan sutil, tan imponderable, que no ha podido ser ni calculada por nuestros astrónomos: Llamémosla "substancia matriz universal" o "materia primigenia".

 

Si tal "substancia" es también, susceptible de estar formada por partículas tan infinitamente microscópicas que no puedan evidenciarse por ningún instrumento, pero que, no obstante, sirvan de medio comunicante para todas las formas ondulatorias o vibrátiles de la Vida o la Energía, el fenómeno de un tipo de iluminación como el que nos ocupa, sólo se reduce a encontrar los elementos y los medios para poder ionizar con energía fotónica las susodichas partículas...


Antes de terminar esta reseña sobre la red de bases mantenidas en el espacio por esa raza de superhombres, conviene referimos a otro aspecto interesante: el método de construcción y traslado de las mismas. En la Tierra se estudia, ya, la posibilidad de establecer estaciones o bases espaciales. Todavía no se calcula que puedan ser tan grandes como para servir de asiento a una tripulación permanente y numerosa, y para asegurar perfectas condiciones de servicio autoabastecido en largos períodos de tiempo, con garantía de permanencia indefinida y potencialidad suficiente para recorrer todos los espacios interplanetarios a voluntad de sus tripulantes. No creo que se haya imaginado todavía planes de tal magnitud.

A juzgar por los ensayos y estudios actuales, esas posibles bases serían reducidas a los alcances de nuestra técnica espacial actual, y dentro de sistemas conocidos de propulsión y mantenimiento, similares a los empleados en los viajes lunares. Además, tendrían que ser construidas en el espacio, mediante el acoplamiento de estructuras parciales, conducidas por los mismos medios de que hoy nos valemos para enviar a la Luna los módulos y equipos transportados, que no pueden sobrepasar determinados límites en tamaño y peso, porque seguimos siendo frenados por los problemas ya enunciados antes.


En cambio, los de Ganímedes pueden construir, tranquilamente sus gigantescas bases espaciales en los mismos talleres, o usinas, sobre la superficie de su astro, a suelo firme, con todo el tiempo y seguridad necesarios para garantizar el acabado perfecto de todas sus partes. Luego. por sus propios medios de propulsión y conducidas directamente por sus propias tripulaciones, son sometidas a ensayos previos de ascenso, maniobra y descenso, antes de enviarlas, definitivamente, al lugar de su destino.

 

Debemos tener en cuenta que, por lo ya explicado con respecto a materia-les, potencialidad, fuerzas propulsoras y demás detalles anotados anteriormente, se encuentran en situación sumamente ventajosa para poder superar, con creces, la velocidad de escape de su astro que, siendo la mitad de masa que la Tierra, es enormemente inferior a los 11,2 kilómetros por segundo que, en nuestro mundo tenemos que vencer para poder alejarnos de la gravedad del planeta ...
 

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CAPITULO VII
Cómo es Ganímedes


Para comprender mejor el ambiente que rodea a esa humanidad, es necesario conocer las condiciones reinantes en la familia de astros que forman el grupo joviano, como se denomina en astronomía al conjunto planetario integrado por Júpiter y sus doce satélites. Ya se dijo, anteriormente, que ese gigantesco planeta representaba, hasta cierto punto, un sistema planetario menor, dentro de la familia de astros que integral, nuestro sistema solar.

 

Y las enormes dimensiones jupiterianas, así como la gran distancia que lo separa del Sol, dan lugar a características especiales que diferencian, bastante, a ese grupo de mundos, si lo comparamos con la Tierra y los otros tres planetas interiores que conforman la serie llamada, también de "planetas terrestres", o sea a los cuatro cuerpos celestes más cercanos al Sol que giran en órbitas interiores con respecto a la zona de los asteroides, y que son: Mercurio, Venus, Tierra y Marte, además de sus respectivos satélites.


Júpiter recorre su órbita en torno al Sol en un lapso de casi doce años de los nuestro.. La distancia que lo separa del astro rey de nuestro sistema solar es de 778 millones de kilómetros y su diámetro se calcula en 143,000 kilómetros, lo que hace que tan gigantesco planeta sea más de ciento veinte veces mayor que la superficie de la Tierra.

 

Está rodeado por una espesa capa de nubes, de muchos miles de kilómetros de espesor, con temperaturas promedias de 110° centígrados bajo cero, que ofrecen el aspecto de franjas paralelas, claras y obscuras, que constituyen la característica más notable del astro, entre las cuales se ha venido observando en el último siglo una extensa mancha roja de unos 40,000 kilómetros de largo que parece desplazarse en torno al planeta y cuyo origen es todavía desconocido por nosotros.


Recientes observaciones han llegado a establecer que tras de esa compacta masa de nubes existe una superficie sólida que acusa altas temperaturas, hasta 330° centígrados, lo cual hace pensar en una intensa actividad volcánica y en la imposibilidad de la existencia de un tipo de vida orgánica y biológicamente considerada como la nuestra.


Ya hemos dicho que Júpiter posee un sistema de doce satélites, de los cuales ocho no tienen mayor importancia, por ser tan pequeños que podría considerárseles como simples asteroides. Pero los otros cuatro, entre los que figura Ganímedes, y que fueran descubiertos y clasificados por Galileo desde 1610, son ya de dimensiones apreciables. El orden en que giran en tomo al gigantesco planeta es: lo el más cercano, con un diámetro de 3735 kilómetros; Europa, con 3.150 Km. de diámetro; Ganímedes, con 5.150 Km. de diámetro; y Calisto, con 5.180 Km. de diámetro. Se ve, por tanto, que Ganímedes es notablemente más grande que el planeta Mercurio.


Ganímedes se encuentra a diez millones 70,000 Km. de distancia de Júpiter, girando en una órbita circular en torno a éste equivalente a 7 días, 3 horas, 42 minutos y 32 segundos de los nuestros, por cuanto las medidas del tiempo allá difieren mucho de las nuestras por razones obvias. Además, en aquel satélite joviano, cuya rotación sobre sí mismo se efectúa en un eje perpendicular a su órbita, presentando siempre la misma cara al planeta, no existe el día y la noche como en la Tierra.

 

Esto se debe a que recibe luz de dos fuentes: por un lado la recibe del Sol, que aún cuan. do sea en menor intensidad que nosotros por la mayor distancia, llega todavía con suficiente volumen de luz y calor, energías vitales que son acrecentadas por sus sabios habitantes como lo veremos más adelante. Y por el otro lado recibe la luz reflejada por Júpiter, como si fuera un gigantesco espejo, que desde Ganímedes se ve cual una monstruosa pelota luminosa, achatada y con franjas.

 

De tal manera, lo que nosotros conocemos como "día" dura allá casi cuatro de los días nuestros; y lo que llamamos "noche", que en ese astro es el tiempo empleado en recorrer el cono de sombra proyectada por Júpiter, o sea la parte posterior del planeta con respecto al Sol, es el saldo del período en que realiza su revolución completa según lo indicado más arriba.

 

Este lapso de obscuridad, de casi tres días y medio de los nuestros, transcurre dentro de un régimen de iluminación artificial de todas las zonas pobladas, como veremos según vayamos avanzando.


Por todo lo que acabamos de exponer, vemos que Ganímedes es, realmente, un mundo de contrastes muy marcados; hasta cierto punto, un mundo paradójico, en el cual se encuentra condiciones ambientales tan opuestas, fenómenos naturales tan antagónicos, en medio de una naturaleza tan agreste, que bien cabría decir que se trata de un mundo cuya naturaleza, violenta y explosiva, fue dominada por la inteligencia del hombre, al transformar lo negativo en positivo, lo absurdo en lógico, lo violento en dócil... Un mundo que nos prueba cómo es posible utilizar hasta las más adversas condiciones de existencia, cuando se cuenta con la sabiduría y el poder necesarios para ello.


En la primera parte se dijo que mi amigo había encontrado "un mundo de extraña belleza". Ahora trataremos de explicar el alcance y profundidad de esa expresión. Una visión panorámica del astro, que nos permitiese abarcarlo de cerca en todos sus detalles, nos mostraría el mapa de una superficie profundamente accidentada. Una topografía bastante parecida a la que nos mostraran algunas regiones montañosas de la Tierra tales como las imponentes moles de la Cordillera de los Himalayas.

 

La superficie de Ganímedes está formada por una serie ininterrumpida de grandes cordilleras que se entrelazan, en todas direcciones, elevando a considerables alturas sus majestuosos picos eternamente cubiertos por espesos mantos de nieve y hielo. Ese blanco y helado ropaje se extiende por doquier, a través de la abrupta maraña de aquel mosaico orogénico formado por la tremenda actividad volcánica del astro.

 

Pero, en medio de ese gélido conjunto de montañas, con su extenso sistema de glaciares y ventisqueros, notamos, ya, la abigarrada presencia de numerosos y profundos valles en los que la policromía del paisaje va desde los diferentes matices del verde, con azules y anaranjados tonos, producto de la vegetación y de fa actividad vital de sus pobladores, hasta los rutilantes destellos que las concentraciones urbanas, todas de aspecto metálico, proyectan hacia la altura, como si fueran las múltiples facetas de un formidable joyero de gigantescos diamantes.


La vida en Ganímedes se extiende a través de ese mosaico de profundos valles, enclavado entre las redes de aquel enjambre de sólidas montañas, entre muchas de cuyas nevadas cumbres se distinguen los penachos vaporosos de múltiples volcanes. Para los hombres de la Tierra, un mundo con tal proliferación volcánica resultaría catastrófico o, por lo menos,. terrorífico.

 

En cambio, para .los habitantes de ese gran satélite de Júpiter, es una bendición. Esa raza de superhombres ha sabido aprovechar al máximo todos los recursos naturales, y ha dominado de tal manera las fuerzas y energías enceradas en su astro, que la asombrosa cantidad de volcanes diseminada sobre toda la superficie ganimediana, representan, en realidad. otras tantas gigantescas centrales de fuerza, en las que se controla, se regula su funcionamiento, y se utiliza en diferentes formas todos los elementos físicos y químicos que en ellas intervienen convirtiendo así cada volcán en un centro productor de cuantiosos beneficios para la comunidad que lo trabaja y lo domina. No extrañará, por tanto, saber que buen número de ellos fueron "construidos" o "fabricados" (valga la expresión) artificialmente desde hace muchos siglos.


Una de las principales y más inmediatas ventajas que reportan a esa humanidad, es el aprovechamiento permanente de agua para las poblaciones. Esto, a primera vista, parece absurdo. Sin embargo, no lo es. Debemos tener en cuenta lo ya explicado con respecto a las bajísimas temperaturas reinantes en su atmósfera. Por tales temperaturas no existen océanos o mares, ni grandes ríos, en Ganímedes.

 

Todas las grandes extensiones de terreno, por lo general montañoso, están cubiertas por el manto de hielo a que nos referimos antes, capa helada que en muchos lugares alcanza varios kilómetros de espesor. Si no fuera por la intensa actividad volcánica manifestada en toda la superficie del astro no hubieran podido subsistir allá los seres que lo pueblan. Desde los tiempos más remotos, cuando colonizaron (permítasenos usar esta palabra) ese cuerpo celeste, en las postrimerías de la vida en su planeta de origen.

 

Su primera preocupación y las primeras labores realizadas fueron las de transformar los volcanes en centrales de fuerza y aprovechar las enorme cantidades de energía térmica fin ellos encerrada, para asegurar temperaturas saludables y agua corriente en el fondo de los profundos valles a que ya nos hemos referido. Por eso. uno de los contrastes más notables que asombran al visitante, es la proliferación de tantas y tantas bocas de fuego en medio de aquel helado conjunto de altísimas montañas, volcanes que no son otra cosa que gigantescas chimeneas de los formidables usinas creadas por esa raza de superhombres, en las entrañas rocosas de su pasmoso mundo...


Con el correr del tiempo, fueron conquistando y dominando toda la naturaleza del astro. Según la tradición narrada a mi amigo, cuando llegó el momento de abandonar, en masa, el "Planeta Amarillo", por la proximidad de su inminente destrucción, ya habían sido transformados muchos valles de Ganímedes en verdaderos lugares habitables. Fue obra de siglos. Pero esa raza formidable pudo conocer, con gran antelación, el cataclismo cósmico que se avecinaba, y trasladar a tiempo a sus habitantes, instalándose en el nuevo mundo que hoy habitan.

 

Tenemos que recordar que tal migración tuvo lugar hace más de diez mil años. En tan largo período de tiempo, continuaron desarrollando y adaptando su nueva morada, hasta alcanzar los maravillosos resultados que ahora comprueba nuestro amigo al llegar, por vez primera, a ese lejano satélite de Júpiter.


Se ha dicho que el agua y la temperatura ambiental en esos valles. donde se concentran los poblados, provienen del trabajo efectuado por cada una de esa. bocas volcánicas. Dentro de nuestro modo de pensar, según lo que conocemos en la Tierra, puede resultar algo difícil de entender. Tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación para comprenderlo.

 

Pero si partimos de la premisa de que los hombres de Ganímedes alcanzaron el conocimiento y el poder sobre la naturaleza, desde hace más de diez mil años, no nos será imposible pensar que poseen los medios, los sistemas y los equipos necesarios para llegar a dominar hasta las fuerzas interiores de un planeta, aprovechando esas fuerzas y todos los elementos que las generan, en la diversidad de fines que se propongan conseguir.

 

Por eso es que vemos, al llegar a cualquiera de sus valles, una vegetación lozana y abundante, cultivada con los más avanzados conocimientos de una ciencia y una técnica muy superiores a las nuestras, y regada con un sistema de canales que distribuye las aguas de grande reservorios, verdaderos lagos artificiales, mantenidos por las cristalinas vertientes que bajan por las laderas de cada volcán. Estos arroyos y pequeños torrentes son el fruto del deshielo constante producido por las altas temperaturas generadas en el fondo subterráneo y en las masas ígneas de cada uno, gran parte de cuya energía térmica es aplicada a través de una red de túneles, a la parte inferior de las espejas costras de hielo que envuelven las cumbres.

 

Es un proceso permanente de producción y recuperación del líquido elemento. Proceso que, como todo en Ganímedes, es regulado y controlado electrónicamente. Los niveles de los grandes reservorios no pueden pasar de ciertos límites, y su multiplicación con respecto a la multitud de valles, asegura la amplitud de superficies de evaporación necesarias para la recuperación, lo que se mantiene dentro de límites perfectamente calculados, que aseguran el constante abastecimiento de agua pura en todo ese mundo.


Otro de los aspectos curiosos y de marcada diferencia con la Tierra, es la ausencia absoluta de fauna en Ganímedes. Allá no hay animales... Sólo existen los reinos mineral, vegetal y humano, o superhumano. Esto fue explicado a nuestro amigo atribuyéndolo a las primitivas condiciones ambientales de ese astro, que no permitieron la vida animal antes de la llegada a él de sus actuales habitantes. Y estos no consideraron necesario ni prudente, llevar con. sigo animales, calculando las posibilidades de existencia de las primeras "colonias" en ese nuevo mundo que estaban adaptando a sus propias exigencias de vida.

 

La flora, o reino vegetal, fue trasplantada, conduciendo desde su planeta de origen, todas las especies que estimaron conveniente aclimatar y propagar en la nueva morada en que habrían de quedarse. Tal proceder, también, influyó posteriormente en una serie de modificaciones y diferencias con la vida en la Tierra. Entre nosotros, acá, parecería imposible nuestra existencia, sin las numerosas especies zoológicas, muchas de las cuales forman parte de nuestro diario programa de vida. Los animales constituyen, para la humanidad terrestre, eslabones vitales en infinidad de aspectos.

 

Pero los hombres de Ganímedes, desde hace milenios, han sabido acomodarse para que no les hicieran falta, en forma alguna. Y en este aspecto han llegado a tales extremos, o mejor dicho adelantos, como la supresión absoluta de los microorganismos generadores de la mayor parte de nuestras enfermedades. Esta interesantísima faceta de su civilización, o sea la conservación de la salud, y también el secreto de la longevidad, lo trataremos de manera especial en el próximo capitulo.

Muchos pensarán que en un mundo con tal cantidad de volcanes, la atmósfera estaría envenenada por los gases; que las continuas emanaciones deletéreas la harían irrespirable. Esto sería lógico y posible en nuestro planeta con su actual humanidad. Pero en Ganímedes es otro problema resucito satisfactoriamente desde antaño. Se ha dicho, y se repite ahora, que el dominio de la actividad volcánica y el aprovechamiento de todas las fuerzas y de todos los elementos que en ella intervienen, son absolutos en esa civilización.

 

Los productos gaseosos de tal actividad, que entre nosotros escapan libremente a nuestra atmósfera, son absorbidos por un amplio y poderoso sistema, que, cual enmarañada red subterránea de ventilación y drenaje, va retirando, a diferentes niveles, en el corazón de la montaña, los productos sólidos, como lavas y cenizas, de los gaseosos; estos son tratados por medios mecánicos y químicos en grandes instalaciones, también subterráneas, en las cuales se aprovecha, íntegramente, todas las substancias, sean éstas sólidas, líquidas o gaseosas. De tal suerte, lo único que escapa de los cráteres es vapor de agua que al condensarse por las bajas temperaturas reinantes en las cumbres, cae sobre éstas en forma de copos de nieve.


Y en cuanto a las materias primas que así se obtienen, son transformadas en innumerables subproductos que aprovechan, después, las industrias manufactureras, junto con los derivados obtenidos en la conversión de los gases, dentro del mismo proceso químico.


En cuanto a las fuerzas telúricas y sísmicas generadas por una actividad volcánica de tal magnitud, en el próximo capítulo veremos cómo han sido dominadas, igualmente, por aquella asombrosa raza de supersabios.
 

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CAPITULO VIII
Cómo es la vida en ese Mundo


En el capitulo anterior, al comenzar, nos referimos a una de las características más notables presentadas al examen telescópico de Ganímedes por nuestros astrónomos: desde los tiempos de Galileo, este satélite de Júpiter ha sido conocido como el más brillante de los cuatro que forman el grupo de "las grandes lunas interiores jovianas" que ya sabemos llevan los nombres de lo, Europa, Ganímedes y Calisto.

 

Este fenómeno celeste llamó siempre la atención de quienes lo han observado, sin llegar, hasta hoy. a comprender su verdadera causa, pues según los cálculos y la lógica. la magnitud y por tanto el brillo de Calisto debían ser mayores, ya que Calisto posee un tamaño ligeramente más grande y gira en una órbita relativamente más cercana a nosotros. Sin embargo, el brillo demostrado siempre por Ganímedes, aún con los primitivos telescopios de Galileo. fue mucho más notable.


Ahora tenemos la explicación de este fenómeno. Se debe a la abundancia de centros poblados por la humanidad que lo habita. Claro está que tal afirmación requiere ser explicada.

 

Y vamos a hacerlo.

 

Ya hemos dicho que la vida se desarrolla en ese astro en todos y cada uno de los profundos valles ubicados entre las estribaciones de la intrincada red de cordilleras que forma la superficie ganimediana. A la luz natural reflejada desde el planeta primario, Júpiter, se une la que reciben desde el Sol. que no obstante ser menor que la recibida por la Tierra, en razón de la mayor distancia, es bastante apreciable.

 

Y si tenemos en cuenta que cada valle es el centro de una agrupación urbana, o población, cuya área depende del terreno disponible para las edificaciones y que éstas, en su totalidad, están construidas con un material brillante, de aspecto metálico destellante por los reflejos que produce, todo lo cual contribuye a aumentar la luminosidad del conjunto, podemos explicarnos fácilmente la razón, muy sencilla en realidad, de aquel fenómeno que siempre intrigara a nuestros astrónomos.


Las ciudades en Ganímedes no se parecen a las nuestras. Los métodos de construcción y los materiales empleados son distintos. Hubiera sido profundo error de sus habitantes proyectar elevados edificios, de muchos pisos, y emplear sistemas y materiales de construcción deleznables, como los nuestros, en un mundo expuesto, constantemente, a los movimientos sísmicos naturales en un cuerpo celeste de tan tremenda actividad volcánica.

 

Así como nosotros, en nuestras grandes urbes, construimos hacia arriba, ellos construyen hacia abajo... Tienen varios modelos de edificación. Pero en la generalidad, los edificios de varios pisos penetran en el suelo, sobresaliendo en la superficie uno o dos niveles a lo sumo. Además, todas las estructuras están diseñadas en forma cilíndrica empotrándose en el terreno cada bloque o unidad de vivienda, por grande que sea, en directa conexión con sus vecinas, lo cual contribuye a la mayor solidez total del conjunto.


Se pensará que tal sistema es demasiado oneroso. Que los costos y el tiempo resultan antieconómicos. Puede que tengamos razón, desde el punto de vista de la Tierra. Nuestra humanidad se afana y se enloquece por los coeficientes económicos, porque vive y piensa dentro de normas y costumbres diferentes a las que rigen la vida y el pensamiento de esa otra humanidad.

 

Cuando veamos cuáles son las bases fundamentales de aquella civilización, comprenderemos muchas de las profundas diferencias con la nuestra. En cuanto al aspecto que estamos describiendo; prima en ellos el concepto de la seguridad y de la permanencia estable, sobre el de mayor o menor costo. Porque, en primer lugar, ellos son seres que alcanzan un promedio de vida equivalente a varios siglos de los nuestros...

 

En segundo lugar, viven en un mundo en que han tenido que dominar continuamente, a la naturaleza. En un mundo en el que las condiciones económicas, sociales, políticas, religiosas y culturales, son diferentes a las nuestras... En un mundo en que ya no existen comerciantes... En un mundo en el que no se piensa ya en utilidades, sino en garantizar el máximo bienestar de sus habitantes...

 

En un mundo en que el trabajo y la dirección del mismo, alcanzan formas y sistemas enormemente superiores a los que nosotros conocemos. A este respecto, tratándose del tema de la construcción, debe saberse, también, que las máquinas empleadas por ellos para tales fines son tan poderosas y versátiles que la excavación de los terrenos más grandes, puede realizarla un sólo hombre, en poco tiempo, y con sólo controlar un tablero de comandos electrónicos...


De tal suerte, pueden ellos relegar el factor económico a un segundo plano, teniendo en cuenta, además, que toda la economía de ese mundo está dirigida y controlada por el Estado, como veremos más adelante, y por tanto lo que prima en este caso, como en todos, es la máxima garantía de todos y cada uno de los seres que lo habitan, dentro del amplísimo concepto de una perfecta fraternidad y de un régimen de vida que asegura a todos una verdadera felicidad integral...

 

Y antes de terminar lo referente a construcciones, debe decirse que la mayoría de esos conjuntos de viviendas presentan lo que nosotros llamamos "techos" o "azoteas" en forma ligeramente convexa y libre de obstáculos. Ello obedece también, a dos fines útilmente calculados: Primero, representa la proliferación de múltiples áreas para el descenso de máquinas aéreas de diferentes tipos y tamaños, ya que la mayoría de los habitantes puede requerir de ellas en cualquier momento, y en esa forma no se obstaculiza, como entre nosotros, el tránsito urbano, que para las distancias cortas se hace a pie.

 

Para recorridos mayores, cualquiera puede disponer de pequeños equipos individuales que adaptándose a la espalda permiten realizar vuelos personales de considerable alcance. Así, en todas las ciudades, está asegurada la movilidad sin entorpecer, en lo más mínimo, la circulación superficial de los peatones, que pueden discurrir libremente por todas las arterias y avenidas, sin la molestia y riesgos que vemos hoy en casi todas las ciudades de la Tierra.

 

El otro fin al que nos referimos al mencionar la forma superior de los edificios, es el permitir la eliminación inmediata de la lluvia o nieve (lo más común), que por un sistema automático de calefacción es licuada a medida que se va acumulando. Las superficies quedan constantemente limpias, despejadas, sin mayor trabajo para los ocupantes del edificio, y pueden, también, continuar reflejando los rayos luminosos de las dos fuentes siderales ya mencionadas, con lo que se asegura una mejor iluminación general del ambiente urbano.

A este respecto debe recordarse lo que se explicó al comienzo del capítulo anterior. Que en Ganímedes el día tiene una duración aproximada de cuatro de nuestros días, y la noche, tres. Mientras este satélite recorre la parte posterior de Júpiter, su paso por la zona denominada "cono de sombra" del planeta dura más o menos tres días y dos a tres horas de nuestro tiempo.

 

En este lapso, todas las zonas habitadas poseen el mismo sistema de luz artificial que mencionáramos al ocupamos de las bases en el espacio. Este sistema de iluminación está presente, siempre, en todos los recintos cerrados, junto con otro sistema automático de control y regulación permanente de la atmósfera interior de todos los recintos y edificios. Algo parecido, pero más perfecto, que nuestros sistemas de aire acondicionado.


Y al hablar de atmósferas ambientales, hemos de explicar, también. que tanto en los lugares abiertos, como las vías de circulación urbana, y en todo tipo de instalaciones industriales, general. mente subterráneas, reina la más absoluta pureza. No hay máquinas ni vehículos que contaminen el ambiente, porque la mayor par. te de las usadas en lo que diríamos el transporte menor, es accionada eléctrica y electrónicamente.

 

Han llegado a desarrollar formas de electricidad nuevas para nosotros, y equipos electromagnéticos de potencia tal que —ya lo hemos visto en el caso de sus naves espaciales— pueden anular y controlar a las fuerzas de gravedad y de inercia. Y en cuanto a todas las máquinas, equipos o instalaciones accionadas por energías atómicas, termonucleares o de otro orden, como dijéramos anteriormente, tienen los medios y elementos más perfectos para garantizar el uso permanente e inocuo de todas ellas.


Antes de terminar con lo referente a la construcción de edificios. a su seguridad y estabilidad permanentes, en vista de las condiciones volcánicas y sísmicas del astro, debe saberse que el material empleado para las estructuras y en general para todo tipo de paredes, suelos y techos, es una substancia plástica de aspecto metálico, liviana y resistente, con resistencia comparable al mejor de nuestros aceros, que no se altera ante ninguna de las reacciones provenientes de la atmósfera o de los distintos tipos de terrenos en que se empotren, y de tal solidez que puede resistir a los más fuertes movimientos sísmicos sin romperse ni perder su forma.

 

Además, el sistema de construcción es por acoplamiento de secciones prefabricadas, que al ser colocadas en su sitio van siendo ensambladas unas con otras en forma tal. mediante un proceso químico especial, que llegan a constituir un sólo bloque, lo mismo que si hubiera salido todo el edificio de un molde. No hay junturas. no hay amarres; después de ser sometidas al indicado proceso. todas las secciones quedan unidas como si hubiesen sido fundidas unas con otras en una gigantesca matriz. Puede imaginarse la solidez total del conjunto.


Pero no es esta la única manera de prevenir lo que, en la Tierra, causa tan catastróficos efectos. Ellos cuentan, además, con un vasto sistema de detección y control de los más imperceptibles movimientos de la corteza de su astro. Tal sistema, ampliamente re. partido en las entrañas mismas del subsuelo, observa y verifica, constantemente, el desarrollo de las fuerzas que pueden generar los movimientos.

 

Y si tenemos en cuenta que esos hombres poseen el sexto sentido, o sea la clarividencia, no nos extrañaremos que puedan conocer con mucha antelación las causas generadoras de toda clase de alteraciones hasta en los más recónditos lugares del interior de su mundo, pudiendo también, aplicar a tiempo, las formidables fuentes de fuerza y de energía por ellos dominadas, en los sitios y momentos que sea menester para detener un proceso, modificar una determinada tensión, o neutralizar en ciertos lugares peligrosos Índices de la continua actividad volcánica de su mundo.

 

 


 


Se ha dicho, anteriormente, que esa raza de superhombres alcanza promedio de vida equivalente a varios siglos de los nuestros.

 

Trataremos de explicar algunos aspectos relacionados con este punto. Tan prolongada longevidad obedece a una serie de factores, muchos de ellos que todavía desconocen la mayor parte de los hombres de la Tierra.

 

Es lógico el que la mayor sabiduría sea la base de todos los demás. La experiencia y el estudio, a través de los miles de siglos de existencia de su civilización, les dan el conocimiento perfecto di las Intimas relaciones entre su cuerpo y la naturaleza toda que los rodea. El funcionamiento de todo su organismo es conocido, al detalle, hasta por los niños. En ello influye, naturalmente, de manera notable aquel sexto sentido al que nos hemos referido varias veces.

 

La clarividencia, al permitir ver los más ocultos planos de la materia y además, los niveles de vida superior a la vida física, o sean los correspondientes a ese plano de la Naturaleza que ya, en la Tierra, empezamos a estudiar y calcular con el nombre de "la cuarta dimensión", los pone en condiciones de ver cómo se desarrollan todos sus procesos vitales, y si en algún sitio de su cuerpo se está generando la causa de un desequilibrio, de una alteración metabólica o de cualquier otro orden.

 

Pueden controlar en todo momento, el funcionamiento de sus aparatos digestivo, circulatorio, respiratorio; de la maravillosa red del sistema nervioso, o de las más pequeñas células de su cerebro. Así pues, aprenden desde la infancia a conocer y controlar personalmente cómo, por qué y para qué, trabajan todas las partes, todos los mecanismos de su cuerpo, y pueden, por tanto, escoger, sabiamente, las substancias más apropiadas que requiera para su conservación.


Pe ello se desprende que lleven un régimen de vida especial, una dieta alimenticia científicamente controlada y la abstención de cualquier elemento peligroso o impropio para el superior desarrollo integral de todo su ser- La mayor parte de sus alimentos provienen del reino vegetal; pero utilizan, también una serie de productos químicos de origen mineral que. en conjunto balanceado, mantienen en perfectas condiciones todos los órganos del cuerpo físico, aumentando su vitalidad y reforzando hasta limites increíbles la energía de su cuerpo etérico-vital, para la máxima captación de las energías provenientes del Cosmos...
 

Así logran, por ejemplo, mantener secularmente limpio todo el sistema vascular, evitando la tan común esclerosis que entre nosotros afecta desastrosamente nuestras venas y arterias y que es, en realidad, la causa principal de la vejez. Para ello, todos los adultos, a partir de una edad equivalente a nuestros cuarenta años, se someten a un tratamiento especial que consiste en la administración de pequeñas dosis de una esencia vegetal proveniente de una planta que Pepe no recuerda haber conocido en la Tierra.

 

Se trata de una especie parecida a algunas cactáceas, de hojas pequeñas y carnosas, de color entre verde y azulino, la cual es cultivada en invernaderos especiales, con muy poca luz y a temperaturas constantes que no deben sobrepasar los 30° centígrados, ni bajar de los 22° centígrados. El líquido esencial extraído de estas hojas después de un delicado proceso químico, es inyectado por vía endovenosa, en dosis mínimas, durante un período de quince días, en los cuales el paciente guarda absoluto reposo en hospitales del Estado, en los que recibe una dieta alimenticia de equilibrio constante con relación a las reacciones que se van observando y que nunca duran más de los mencionados 15 días.

 

Mediante ese tratamiento, que se repite una vez cada año, todo el sistema vascular es "limpiado" íntegramente de impurezas y los tejidos que forman dichos conductos, hasta en los vasos capilares, renuevan su elasticidad y lozanía. La mencionada substancia, además, contribuye igualmente a la depuración renal impidiendo la formación de posibles cálculos.


También se dijo, ya, que en Ganímedes hacía muchos siglos que dejaran de existir las dolencias por origen microbiano. Desde hace algunos milenios, todo tipo de bacteria, virus, o cualquiera otra forma de gérmenes patógenos, había sido eliminada totalmente. Por lo tanto no existen allá ninguna de las enfermedades que entre nosotros son comunes. Y si tenemos en cuenta que la alimentación es sabiamente administrada y controlada, según lo ya explicado, llegamos a comprender cómo la salud estable y perfecta puede alcanzar índices hasta de 95% del total de la población.

 

La mayoría de los casos, dentro del 5% restante, obedecen por lo regular a situaciones de emergencia, accidentes fortuitos de carácter imprevisible que por lo general requieren tratamientos de tipo quirúrgico. Y en este campo, como en el de la medicina general, han llegado a logros verdaderamente milagrosos. Baste decir que pueden reemplazar cualquier órgano del cuerpo, no con substitutos desechados de cadáveres, como se está comenzando a ensayar en la Tierra, sino con órganos nuevos "fabricados" (valga la expresión) a base de una pequeña porción, mínima porción, del mismo órgano que requiera reemplazarse.

 

En otra parte de este libro se dijo que poseían un séptimo sentido: el del "Verbo Creador" y que con el podían actuar sobre todas las formas de materia y, aún, sobre los elementos de la naturaleza... Supongo la expresión de incredulidad que mostrarán muchos al leer esto... Pero no olvidemos que hace dos mil años, en la vieja Galilea, la voz potente y divina de Jesús el Cristo, fue obedecida, varias veces, por los vientos y el mar, por las aguas que se transformaron en vino, o por los ojos y los oídos muertos de muchos enfermos de ese entonces; y aún más, por todos los órganos, ya descompuestos, de su discípulo Lázaro...


Muchos se reirán el leer esto, y la mayoría pensará que es pura imaginación o exceso de misticismo ciego. Porque los que ignoran las grandes verdades cósmicas, proceden lo mismo que lo que hubiera hecho nuestra humanidad del siglo pasado, si les hubiesen hablado de la televisión, de las computadoras electrónicas o de nuestros actuales viajes a la Luna.

 

Para seres acostumbrados a vivir en un mundo con sólo tres dimensiones y cinco sentidos, que únicamente alcanzan a percibir y conocer la vida física dentro de esas tres dimensiones, pasa lo mismo que sucedería a un ser que, supuestamente, siendo inteligente y pudiendo razonar, viviese, por ejemplo, una clase de vida igual a la existencia de los peces.

 

Si solamente puede apreciar las formas de vida submarina, sin alcanzar jamás a conocer el mundo terrestre que se extiende más allá de su mundo acuático, es lógico que aquel ser tan sólo pensaría de la vida según las condiciones reinantes en ese mundo acuático por él conocido. Para ese ser imaginario, como para los peces, todo el universo, todas las formas de vida y todas las posibilidades de existencia quedarían reducidas a las de tos seres que habitan en el fondo de los mares...


¿Cómo puede nuestra humanidad opinar certeramente sobre mundos y existencias que trasciendan a la cuarta, la quinta, o superiores dimensiones; sobre condiciones de vida, de conocimiento o de poder, a través de sentidos superiores a los cinco por nosotros conocidos...? ¿No estaríamos procediendo, en verdad, como aquel ser imaginario del mundo submarino?


Y cada mundo, cada plano de la Naturaleza o "dimensión", posee características propias, fuerzas y energías especiales, que se manifiestan y actúan de acuerdo con leyes fijas e inmutables, leyes y fuerzas imposibles de comprender por quienes, desconociéndolas, están impedidos de entenderlas. Debemos saber que aquellas "dimensiones" existen. Que en aquellos Planos de la Naturaleza moran seres diferentes a nosotros, entidades invisibles para el ojo físico e inaudibles por los oídos comunes al hombre de la Tierra.

 

Pero entidades, muchas de ellas tan poderosas, que su acción trasciende los limites de cada plano o dimensión, manifestándose como fuerzas en determinados aspectos del plano de materia física apreciado por los cinco sentidos de nuestra humanidad. En ciertas escuelas esotéricas y en el campo de la metafísica y de la metapsíquica, se enseña algo de esto y se denomina a muchos de tales seres como "Espíritus de la Naturaleza". Para los profanos, todo esto puede parecer absurdo, fantástico o supersticioso...

 

Pero no olvidemos que todas las religiones han reconocido y enseñado, veladamente es cierto, pero lo han tratado, presentando, con distintos nombres la existencia de aquellas entidades superiores, de aquellas formas de vida inteligente mucho más avanzadas y poderosas que nosotros, a quienes el cristianismo agrupa en las diferentes categorías de ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos y otras tantas que no han podido ser explicadas satisfactoriamente, por la misma falta de medios para ello en un mundo, o pía. no, de existencia y posibilidades inferiores.

 

Pero aún en nuestra Tierra hay algunos que lo saben, que han logrado penetrar, conscientemente, en esa "cuarta dimensión", y que, por tanto, están capacitados no sólo para comprenderla sino para llegar a comunicarse y hasta "trabajar" en contacto con las entidades de ese Plano.


Esto, que es común y normal en la humanidad que habita Ganímedes, da lugar a otra consecuencia directa de la vida en la cuarta dimensión: para los seres que pueden actuar, consciente y regularmente, en ese plano de la Naturaleza, deja de existir la muerte, según el concepto que de ella tenemos en la Tierra. Pero tan trascendental aspecto de la Vida, requiere para su comprensión, un mayor análisis y una explicación más detallada.

 

Trataremos de conseguirlo en el próximo capítulo...
 

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CAPITULO IX
La Cuarta Dimensión


Debo advertir que resulta muy difícil tratar de explicar fenómenos, o hechos, correspondientes a un mundo de cuatro o más dimensiones, con el lenguaje corriente estructurado por un mundo en que sólo se conocen tres. Pero ya que no tenemos otro, sigamos adelante. El genio investigador en algunos sabios modernos, como Albert Einstein entre otros de este siglo, ya han llegado a vislumbrar su existencia.

 

Pero la principal dificultad estriba en que el método y los cálculos matemáticos se basan en leyes y comprobaciones correspondientes a la física de un determinado plano de la Naturaleza: El plano de la materia concreta, de la física en tres dimensiones...

 

Y en los planos superiores al de la materia como la conocemos rigen otras leyes, existen nuevas fuerzas y la misma materia se nos presenta en nuevas formas, que en ciertos ni. veles puede llegar a confundirse con la energía. El concepto de la constitución atómica y molecular de la materia, que rige hasta ahora nuestra ciencia, no es un concepto absoluto, sino relativo, como todo en el Universo. Las teorías clásicas del átomo han tenido que ser modificadas, paulatinamente, a medida que se fue descubriendo la existencia, dentro del mismo, de partículas aún más pequeñas.

 

Ya se vislumbra la presencia, en la materia, de corpúsculos o partículas tan infinitamente microscópicas como para ser menores, aún, que los protones, electrones y neutrones...

 

Esto podrá acercar a nuestros físicos, más o menos pronto, a los linderos de esa cuarta dimensión. Pero no podrá solucionarse el problema hasta que no se encuentre los medios adecuados para su estudio, y se pueda comprender, primero, y trabajar después, en los planos de la Naturaleza que trascienden y dominan al más inferior de ellos, el de la materia física y concreta conocido por una humanidad que sólo cuenta con cinco sentidos en un mundo de tres dimensiones...


Esos otros planos, o dimensiones —pues los nombres importan poco— fueron conocidos, estudiados y comprobados, desde la más remota antigüedad, por determinadas ''escuelas" o centros de enseñanza esotérica, que en diferentes épocas y lugares impartieron su instrucción, dentro de normas y disciplina muy severas, a grupos muy seleccionados, por la índole especial de los conocimientos y la necesidad imperiosa de entregarlos, solamente, a quienes llegaran a capacitarse y probar su idoneidad para ello.

 

Porque el conocimiento de tales verdades, implica el desarrollo de nuevos poderes o facultades que, de estar en manos inexpertas o inmorales, podrían ocasionar verdaderos cataclismos. El dominio absoluto de la Materia y sus relaciones intimas con la Energía, dentro de los infinitos límites del Cosmos, sólo pueden ser obtenidos por quienes, a través de una larga evolución, hayan alcanzado los más altos niveles morales, intelectuales y mentales, para no hacer mal uso, en ninguna parte ni en ninguna forma, de esos mencionados poderes, que van implícitos en cada una de las grandes verdades ocultas que la Vida manifiesta en los diferentes niveles, planos o dimensiones en que se divide el universo físico y su contraparte, o Cosmos integral...


Cualquiera persona, con cierta cultura, tendrá, por lo menos, alguna noción o elemental conocimiento de la existencia de tales escuelas, fraternidades u órdenes, algunas mejor conocidas; otras en verdad tan secretas, que su existencia ha transcurrido, desde siglos, entre los herméticos límites de sus disciplinados miembros.

 

¿Quien no ha oído hablar, por ejemplo, de los Hermanos Esenios, de la época de Cristo; de los Rosacruces, o Fraternidad Rosa-Cruz; de los Magos de Zoroastro, en la antigua Persia; de las Sociedades o Escuelas Teosóficas; de los Misterios de Eleusis, en la antigua Grecia; de los misteriosos Lamasterios del Tibet y de la India; o de la moderna Fraternidad Universal de Hermanos Acuarianos u Orden de Acuarius...

 

Pero ¿habrá muchos qué puedan saber, algo, positivo, acerca de los Hermanos de la Esfinge, del antiguo Egipto, de la hermandad secreta de Antiguos Nazarenos; de los herméticos Caballeros de la Mesa Redonda; o de los invisibles Discípulos de la Gran Logia Blanca de los Himalayas...?

Mucho ha avanzado nuestra cultura en los últimos siglos. Es realmente encomiable el rápido y sorprendente desenvolvimiento de la ciencia y de la técnica, en especial lo que hemos alcanzado en las últimas décadas del presente siglo; pero ¿hemos avanzado, igualmente, en los dominios de la moral, de la ética, de la política regional o internacional, o simplemente en el desarrollo de los campos ilimitados de la mente y del espíritu...?

 

Y es, precisamente, en estos terrenos en los que necesita el hombre de la Tierra cultivarse, conquistar nuevos laureles, subir muchos peldaños en la Escala de la Vida, para poder conseguir la superación integral requerida para su ingreso consciente y voluntario a planos, reinos, dimensiones o mundos superiores al de la materia física...


No es una discriminación caprichosa.

 

En el Universo y en el Cosmos, nada se hace por capricho. Ya lo dijo, también, Einstein, al refutar la teoría del físico alemán Heisenberg sobre el "Principio de la Incertidumbre", que pretendía afirmar que algunos fenómenos ocurridos en los átomos eran fruto del azar.

 

El sapientísimo padre de la teoría de la relatividad manifestó, al respecto:

"No puedo creer que Dios juegue a los dados con el mundo".

Y en efecto, nada es fruto del azar ni de mera coincidencia, en el Cosmos. Fíjese bien que no decimos en el Universo, sino en el Cosmos; porque debemos entender que nos referimos al Cosmos como forma integral del Universo: Universo Físico, material, tangible, visible, audible y computable con los medios y los sentidos conocidos en un tipo de mundos como el nuestro.

 

Y ese otro Universo Suprafisico, etérico, extrasensorial, psíquico, inmaterial para el concepto que nosotros tenemos de la materia, pero material también, desde el punto de vista de las diferentes gradaciones en que se desarrolla la Materia, desde los niveles más bajos y pesa. dos hasta aquellos en que llega a confundirse con la Energía, en esos escalones supremos de la Vida que representan los reinos o Mundos del Espíritu, uno de los cuales es aquel al que se refiriera, varias veces. Cristo, cuando decía: "Mi Reino no es de este mundo".


Y en esos reinos, planos o dimensiones, como prefiramos llamarlos, se generan las causas de muchos efectos que, en planos inferiores tienen lugar, sin, a veces, una causa lógica aparente. Porque la lógica y la razón están subordinadas al conocimiento comprobado de los hechos. Y los hechos, o fenómenos en un mundo determinado han de suceder dentro de los limites de las fuerzas o leyes que rijan en ese mundo, para ser aceptados por la inteligencia o la conciencia común de las gentes de ese mundo.

 

Sin embargo, en nuestro planeta abundan los casos de hechos o fenómenos realizados, en todos los tiempos y lugares, que siendo innegables! escapan a toda lógica o razonamiento, a toda comprobación con los medios científicos acostumbrados o a toda forma de análisis común o corriente. ¿Cómo explicarlos?... Ahí está el problema. Cuando la existencia de tales hechos resultó comprobada, seriamente, a veces hasta por pueblos enteros, nadie se atreve a negarlos. Ejemplos, tenemos multitud a través de la Historia y de las tradiciones aceptadas por todos los pueblos y por todos los seres humanos.

 

Podría decirse que no hay una sola persona en la Tierra, a quien, por lo menos, no le haya ocurrido aunque sea una sola vez uno de estos hechos inexplicables. Y esto se multiplica por los millones de seres que pueblan nuestro mundo. Si esto ha sucedido, y continúa sucediendo, pese al gran adelanto de la ciencia y de la técnica actuales, sin que esa ciencia y esa técnica puedan encontrar respuesta satisfactoria al enigma planteado por uno de aquellos casos, ¿dónde hallar la solución?


Tiene que aceptarse, entonces, la presencia de causa o causas que generan esos hechos, y sutiles causas han producido fenómenos de cierta magnitud, y tanto los efectos cuanto las causas no tienen explicación dentro de los conocimientos de nuestra humanidad o de nuestro mundo, es forzoso reconocer que han de existir fuerzas o entidades generadoras de aquellas, por lo mismo de que la nada no genera nada, que la nada no existe en el Universo y que todo efecto, por extraño que parezca, supone una causa, y si esa causa escapa a toda posibilidad de explicación terrena, es debido a que nuestros conocimientos aún no llegaron al nivel en donde se mueven, reinan o se desarrollan tales fuerzas o entidades.

 

En otras palabras, estamos a la puerta, o en la frontera, de esos mundos superiores a que nos venimos refiriendo, planos o dimensiones, como nos plazca llamarlos, en los que se genera o tienen su evidente expresión los múltiples aspectos de la Vida Eterna todavía incomprensibles por nosotros...


Y uno de esos planos, el más cercano, es aquella "cuarta dimensión". Viene a ser, como si dijéramos, un puente entre nuestro mundo físico y los mundos superiores suprafísicos, o planos de materia y de energía superiores a todas las conocidas por humanidades del tipo de la nuestra.

 

La que habita en Ganímedes —ya lo hemos dicho— posee dos sentidos más, y con ellos, los medios c instrumentos para actuar, simultáneamente, en los planos inferiores y en el inmediato superior. El sexto sentido, o de la clarividencia y clariaudiencia, permite recibir, organizar y controlar, consciente y voluntariamente, la amplísima gama de fenómenos que se originan y tienen su cabal expresión en las nuevas formas que asume la materia en ese plano, y las diferentes clases de ondas y frecuencias vibratorias que se manifiestan en el mismo.

 

Vale decir que la Materia y la Energía ofrecen nuevos campos de experimentación y de trabajo a quienes poseen tal sentido, que, en cierto modo, es aquel "tercer ojo" del que nos han hablado antiguas escuelas esotéricas orientales. Pero ya dijimos, y debe tenerse presente, que los hombres de Ganímedes lo tienen por naturaleza. Es un sentido con órganos fisiológicos propios y de nacimiento. Se ha dicho, igualmente, que resulta difícil explicar en lengua je de otro mundo, realidades o fenómenos de un mundo diferente.

 

Procuraremos ayudarnos en la tarea con ejemplos del funcionamiento de tal facultad o sexto sentido.


En primer lugar hemos de recordar que la constitución atómica y molecular de todos los cuerpos, sean elementos o compuestos, según la clasificación de nuestro mundo, alcanza niveles cada vez más sutiles y actúa dentro de la influencia de fuerzas y energías, también diferentes, en varios aspectos, a las ya conocidas por nosotros. Todas ellas son captadas por el nuevo sentido, y esto no es difícil de entender si recordamos que entre nosotros, muchas ondas visuales y sonoras escapan a los límites de nuestra vista u oído. También, toda la variedad de ondas electromagnéticas, por ejemplo, las utilizadas en la televisión o la radio, habiendo existido siempre en torno a nosotros, sólo fueron conocidas cuando se las pudo evidenciar con el descubrimiento de modernos medios e instrumental adecuados.

 

Otro ejemplo, más sencillo aún, nos lo da la fotografía con rayos infrarrojos. Sabemos cómo es imposible impresionar placas en la obscuridad; pero con la ayuda de los rayos infrarrojos, que no son visibles por el ojo humano, se logra hacerlo. Igual fenómeno acontece con los rayos X. La retina es incapaz de captarlos. Pero desde su descubrimiento por Conrado Roentgen, ha sido posible ver a través de ciertos cuerpos opacos. Claro que esta visión no es absolutamente clara ni alcanza, totalmente, a la materia toda universal ni menos a la cósmica.

 

Pero nos permite evidenciar objetos que, sin ellos, estaban fuera del alcance de nuestra vista común.

Algo parecido, en escala mucho mayor, en aquel sexto sentido, o "tercer ojo". Esta denominación, de origen oriental, no es propiamente exacta. No se trata, en realidad, de un ojo nuevo, sino de la facultad de percibir, claramente, los fenómenos, fuerzas y entidades que existen dentro de un plano en que la materia se encuentra en grados más sutiles que los conocidos en otro plano inferior de la Naturaleza, que es el nuestro.

 

Los descubrimientos, cada vez más notables en el campo de la electrónica, de las ondas electromagnéticas y otros, en el curso de este último siglo, nos demuestran la realidad de tales fenómenos. Y si tenemos en cuenta que, a cada plano de la Naturaleza, o dimensión en la escala de la Vida, corresponden ciertos grados o límites de sutileza, frecuencias de onda o manifestaciones de tipo etérico de la Substancia Cósmica Universal que interviene en las diferentes formas como se manifiesta la Vida en todos y cada uno de los planos o mundos que integran el Cosmos, podremos comprender que el problema se reduce a encontrar los medios de evidenciar tales formas de vida, como ya se ha obtenido en algunos casos, con los últimos descubrimientos, algunos de los cuales hemos mencionado.


El sexto sentido, por tanto, siendo una facultad nueva, que se manifiesta a través de todo el cuerpo, especialmente del cerebro, permite conocer la vida y los seres que viven dentro de aquellos límites, a los que no alcanzan las posibilidades materiales sensorias de un plano inferior. Así, quienes lo poseen, podéis ver a través de todas las formas de materia sólida. Las paredes, las más compactas rocas, metales, o cuanto conocemos en vuestro mundo, son como cristal transparente y limpio para ese "tercer ojo".

 

El interior del cuerpo humano, y de todos los cuerpos, de todas las substancias y de todos los seres, es perfectamente visible, comprensible y hasta audible. Nada puede permanecer oculto a tan poderosa visión. Ni siquiera el pensamiento. Porque el sexto sentido, ya lo dijimos, puede "ver" o alcanzar a percibir no sólo todas esas nuevas formas de materia, sino hasta las fuerzas que las mueven y el desarrollo y trayectoria que éstas siguen. De tal suerte el clarividente conoce, en su amplitud (relativa, pues todo se condiciona al mayor o menor. grado de potencia de dicha facultad) cuanto existe o vibra en un mundo nuevo, además del mundo físico por nosotros conocido.

 

Y en ese otro plano, o cuarta dimensión, tienen su morada muchos seres y entidades inteligentes, no sólo de tipo humano, sino también infrahumano y suprahumano, como aquellos "espíritus de la Naturaleza" ya mencionados; y también, junto con seres angélicos de nivel superior a toda humanidad, que pueden visitarlo con frecuencia para el cumplimiento de misiones cósmicas especiales, se hallan, de paso, las almas de quienes abandonaron la Tierra al morir,
Todos estos puntos requieren una mayor explicación. Vamos a darla en un próximo capítulo.

 

Pero antes de terminar éste, conviene exponer que tales hechos han sido conocidos y comprobados, en la Tierra, por todos los discípulos avanzados de aquellas escuelas esotéricas u órdenes iniciáticas secretas ya mencionadas. Y entre los sabios moderaos más connotados, aquel gran inventor norteamericano Tomás Alva Edison, también llegó a participar, secretamente, de tal conocimiento.

 

Antes de morir, estuvo empeñado en descubrir la forma de construir un mecanismo que pudiese evidenciar aquel plano de la Naturaleza, permitiendo comunicarnos con los muerto...
 

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CAPITULO X
Mundos en que no existe la Muerte


A! finalizar el capitulo anterior nos hemos referido al propósito de Edison de lograr un mecanismo para comunicarse con los espíritus de las personas fallecidas. Tal vez lo habría conseguido; pero la muerte detuvo sus investigaciones. No obstante, su afanoso empeño en tal sentido es una demostración de que aquel sabio conocía bastante ese terreno.

 

Y no es extraño, porque el hombre que inventara el fonógrafo, las lámparas incandescentes y más de mil otros inventos de gran utilidad para nuestra humanidad, fue miembro —en secreto como todos los demás— de la más rígida y hermética escuela iniciática entre las mencionadas en el capítulo anterior: la de "Los Caballeros de la Mesa Redonda"...


Porque en esas "escuelas", al llegar a ciertos grados, o estados evolutivos de propia superación, los más adelantados alcanzan a desarrollar la visión clarividente, no con órganos permanentes como en la humanidad de Ganímedes; pero de manera transitoria. consciente y voluntaria, con la cual pueden, también, conocer, comunicarse y actuar, hasta ciertos límites, en esa "cuarta dimensión". Y en ella comprueban que la muerte, según la conocemos, sólo existe en mundos como el nuestro, limitados por cinco sentidos y tres dimensiones...


Para poder comprender la gran amplitud de ese complejo fenómeno de la Vida que en nuestro mundo llamamos "la muerte", es indispensable conocer una serie de factores que intervienen en su desarrollo, verdades cósmicas íntimamente ligadas al sabio proceso de la Evolución Universal, que obedeciendo a las Grandes Leyes del Cosmos, buscan facilitar el alcance de la Perfección a todos los seres que viven y se desenvuelven en los vastos confines del Universo Integral.

 

Como una explicación detallada del tema requeriría, por si sola, de un amplísimo volumen; y teniendo en cuenta que tales verdades cósmicas han sido enseñadas desde antaño por todas las escuelas esotéricas ya mencionadas, existiendo una abundante bibliografía de distintas épocas para ilustrar a quienes lo deseen, nos concretaremos a presentar, ahora, un simple bosquejo esquemático, una síntesis clara pero sencilla, lo suficientemente explícita para que los profanos alcancen a tener una idea básica de los fundamentos sobre los que gira todo el proceso de la Evolución de la Vida en el Cosmos, pero sin ir más allá de los límites de un boceto elemental.

 

Los que, después de leer esto, desearan ampliar sus conocimientos sobre el tema, pueden encontrar en todas las bibliotecas y librerías especializadas en asuntos de metafísica y ciencias esotéricas, gran cantidad de libros que se ocupan, detalladamente, de este estudio.


Debemos comenzar por enunciar (para los profanos) que en el Cosmos, o sea el Universo Integral, todo evoluciona desde los aspectos o formas más simples, hasta los más complejos y avanzados niveles de Vida o de Existencia. En todos los reinos de la Naturaleza, y en todos los planos, mundos o dimensiones de la misma, se cumple esta eterna y gran verdad cósmica. Esta ley del Universo tiene su máxima expresión en la sapientísima fórmula que nos legara, hace miles de años, el padre de toda la formidable cultura esotérica del antiguo Egipto.

 

Hermes Trismegisto, uno de los grandes maestros extraterrestres mencionados en la primera parte, cuando escribió, para todas las Edades: "Como es Arriba, es Abajo"...

 

Y esto ha sido comprobado, con el correr de los siglos, por los más connotados sabios de la Tierra. Quería decir que así como la vida se manifiesta en lo más pequeño, en lo más íntimo y oculto del Universo y del Cosmos, así también actúa en lo más grande, en lo más evidente y magno de toda la Creación. Ejemplos, científicamente comprobados, existen por millares. Basta con uno solo, pero de fuerza contundente.

 

 Los átomos son verdaderos sistemas planetarios microscópicos, en donde las fuerzas y energías cósmicas y universales actúan de la misma manera que en esos otros átomos gigantescos, los magnos sistemas estelares o familias planetarias que pueblan los espacios infinitos...

Y otra de esas grandes verdades eternas es que nada se destruye totalmente. La Materia y la Energía pueden manifestarse en las más variadas formas, en la$ múltiples fuerzas que mueven los más variados mundos y a todos los seres que en ellos evolucionan. Nuestra ciencia, igualmente, ha comprobado esta otra ley universal. La Materia y la Energía pueden transformarse hasta lo infinito. Manifestarse en los niveles más distantes de la Vida, actuar y trabajar desde los aspectos microscópicos incalculables hasta las magnitudes astronómicas también inalcanzables, todavía, por nosotros...

 

Pero jamás se destruyen totalmente; aunque en apariencia creamos que un fenómeno determinado ha ocasionado la destrucción de cierta forma de materia o de energía, la ciencia nos demuestra que sólo ha habido un cambio, una transformación. en nuevos elementos o compuestos, en nuevas fuerzas o manifestaciones de energía, que siguen existiendo y trabajando en ese infinito e inconmensurable Sendero de la Vida Eterna...


Y la Muerte, que para los profanos de un tipo de mundos como el nuestro, ciego todavía para muchos aspectos de esa Eterna Vida, es la destrucción final, el término de la vida, es en realidad, una de aquellas transformaciones, fenómeno magistral con el que la Sabiduría Suprema proporciona al Ser las oportunidades necesarias de progresar, evolucionar desde los niveles ínfimos de primitivas existencias, hasta los más altos peldaños en esa escala que se manifestara en el sueño simbólico a Jacob, como alegoría del eterno camino de la evolución, sendero de la Vida, en que todos los seres van avanzando desde los estados más ínfimos hasta las supremas cumbres luminosas de la Sabiduría, del Poder y del Amor.

 

Y ese progreso paulatino, ese "Largo Camino de la Evolución", no puede alcanzarse en una sola existencia.

 

Basta mirar el mundo que nos rodea, con todas sus desigualdades, con todos sus extremos y contradicciones, con diferencias tan grandes entre unos y otros seres, para comprender que ese proceso de superación, si es cierto, no se puede lograr en el corto lapso de una vida. Por muchos que sean los años en la existencia de un hombre, es imposible que un salvaje, como los primitivos habitantes de las cavernas trogloditas, llegue a convertirse, en tan corto lapso, en un sabio como Edison, Einstein u otros tantos, o en un santo como Francisco de Asís, pongamos por caso.

 

Pero la misma historia nos demuestra que los pueblos han evolucionado, como evolucionaron los hombres. Y si los hombres han ido progresando desde los tiempos cavernarios, y si la humanidad, pese los muchos defectos que aún tiene, ha llegado hasta niveles de civilización tan altos como hoy ocupa, es lógico pensar que ese proceso de superación se cumple, y si se cumple, tiene que obedecer a un plan determinado, a un sistema en que se manifiesta una inteligencia capaz de proyectarlo, y a la concurrencia de un poder suficiente para mover las fuerzas que pongan en acción tan complicado plan.


Y si el plan tiene éxito, si esa humanidad va saliendo de los ínfimos niveles del salvajismo y alcanzando etapas cada vez más superadas, tenemos que aceptar que la inteligencia y el poder del proyectista han sido tan grandes como para transformar a toda una humanidad y cambiar todo un mundo.


Ahora bien, si ese proceso de superación constante, o fenómeno de evolución, vemos que se manifiesta no sólo en nuestro mundo sino en otros, como el caso que venimos estudiando en este libro, ante la innegable presencia de seres más adelantados que nosotros, tenemos que reconocer, pese a cualquier escepticismo —por consigna o por capricho— que esa inteligencia y poder de tan magno proyectista llega a otros mundos, a otras humanidades, con la misma potencia y la misma sabiduría comprobadas por nosotros.

 

Quien ha podido planear tales procesos y realizar sus planes con los efectos que evidencia cada caso, demuestra, innegablemente, la existencia de un ser o seres capaces de dirigir y controlar la vida en cualquiera de los mundos que integren nuestro sistema solar. Tal poder y tal sabiduría, lógicamente, supera todo nivel humano... Por tanto aquel ser, al que hemos presentado en el ejemplo como "el proyectista", podemos darle cualquier nombre, sin alterar en nada la existencia de tan supremas facultades.


Y nuestra humanidad, como también la de Ganímedes, lo han llamado DIOS...


En ambos mundos el concepto sobre DIOS implica la suprema sabiduría, la omnipotencia infinita, la suprema Bondad y el supremo Amor. Y ahora cabe preguntarse: Un Ser con tales atributos ¿sería capaz de hacer, a capricho, tan tremendas injusticias como nos muestran las enormes desigualdades reinantes en la humanidad que conocemos?... ¿es posible concebir a DIOS como la Suprema Perfección, al contemplar en nuestro mundo a seres de tan distinta condición, de tan extremos y apartados medios de vida, con tan opuestas facultades: perpetuos mendigos y afortunados millonarios; ignorantes y analfabetos frente a sabios de todo tipo; criminales empedernidos y hombres o mujeres cuya bondad y altruismo alcanza a la santidad; tiranos todopoderosos y humildes siervos oprimidos... toda esa polifacética expresión de nuestra humanidad, con sus vicios y virtudes, arrastrándose en el camino de la vida...?


Este doloroso panorama ha hecho dudar a muchos de la existencia de DIOS... Muchos ateísmos se han basado, precisamente, en el elevado anhelo de una mayor justicia, de una mejor nivelación, Y al no lograr la explicación razonable, cayeron en el rechazo de todo concepto de la Supremacía Divina y de la negación absoluta de esos mundos superiores predicados por las religiones...

 

Pero la respuesta a sus anhelos y preguntas estuvieron, siempre, en las profundas lecciones de esas escuelas iniciaticas, tantas veces mencionadas. En las antiguas y siempre nuevas enseñanzas que, al darnos el conocimiento de otros planos, de otros mundos y dimensiones en que se desenvuelve la Vida, y todas las fuerzas y leyes del Cosmos, explican, ampliamente, el por qué de ese acertijo.


En una sota existencia no se puede dar el gigantesco salto desde el primitivo salvajismo en que «tuvieran sumidos los contemporáneos del Pitecantropus Erectus, de los "Hombres de Cromagnón o del Neardenthal" hasta los de nuestro siglo XX. Esto es obvio.

 

Pero si pensamos que un espíritu cualquiera pueda disponer de tiempo, de los siglos indispensables para el lento desarrollo de toda la conformación, fisiológica y psíquica, que vaya transformando, poco a poco, todo el conjunto para poder adquirir los conocimientos que han de convertirse luego en facultades, desde las más simples y groseras formas de pensamiento, de asimilación de experiencias y de transmutación de efectos progresivos, hasta los niveles de nuestra humanidad contemporánea, llegaremos a aceptar que ese proceso, aunque sea milenario, sí puede ser un verdadero camino de superación, comparable, dentro de la máxima hermética, al proceso cultural que sigue cualquier hombre, en el corto lapso de una sola existencia para llegar a capacitarse en determinada actividad, empleo o profesión, con miras a un mejor nivel o standard de vida.

 

Esto significa la necesidad de aprender. Cambiar la ignorancia por el saber, por la adquisición de todos los conocimientos requeridos por la meta ambicionada, Y así, el niño ingresa en una escuela en donde adquiere, año tras año, la instrucción básica o primaria. Según sea la meta que se propone alcanzar, tendrá que seguir estudiando más o menos años, para aprender todos los cursos que la profesión, empleo u oficio pretendidos le exijan.

 

Es el común y siempre repetido camino que todos han seguido y siguen.

 

Y si comparamos este diario y general proceso de superación personal, en una simple existencia, o sea en lo pequeño, con la evolución progresiva que pueda transformar a ese salvaje cavernario en un sabio del siglo XX, pongamos por caso, estamos enfocando, en realidad, los amplios y profundos alcances que en este campo tiene aquella sabia fórmula de Hermes:

"Como es Arriba, es Abajo".

Para obtener los conocimientos necesarios relativos a una determinada actividad, en el corto lapso de una "encarnación" (o manifestación de la vida del espíritu dentro de cierto límite de tiempo, en un determinado espacio y forma de materia) pueden vastar los años que dure esa existencia.

 

Pero si pensamos en la Sabiduría Absoluta, en el Poder Supremo Universal y en la Perfección, que es la meta macrocósmica del Ser Humano, hemos de comprender que sesenta, ochenta, cien o más años son muy pocos para poder conocerlo todo, adquirir la absoluta experiencia de todo el Universo Integral... los más sabios, entre todos los sabios de la Tierra, conocen muy bien cuánto les falta aún por aprender con sólo referirnos a los limites de nuestro sistema solar...

 

Si recordamos que nuestro sistema planetario es nada más que uno de los muchos millones de sistemas que forman el conjunto de astros de una sola galaxia: nuestra Vía Láctea.

 

Y que igual sucede en los miles de galaxias y nebulosas ya conocidas por la Astronomía, tenemos que rendirnos a la evidencia de que por mucho que se haya avanzado y se avance en la ciencia de este mundo, siempre hay y habrá un "más allá", porque sólo somos como una pequeña gota de agua en ese océano inconmensurable de la Vida que es el Cosmos...

 

Y para llegar, por lo menos, a conocer todo lo referente a nuestro pequeño sistema planetario ¿cuánto nos falta aprender todavía, pese a los milenios con que cuenta nuestra civilización? ¿cuántos millones y millones de años necesitaremos, si pretendemos extender nuestra sabiduría hasta los insondables limites de nuestra "Vía Láctea", o de las demás galaxias cuya presencia nos muestran los más modernos telescopios electrónicos...?


Pero la existencia de ese otro mundo habitado. La sabiduría alcanzada por los hombres de Ganímedes, y sus periódicas visitas a la Tierra, vienen hoy a demostrar muchas de las grandes verdades cósmicas que, desde antaño se enseñara en el seno de aquellas fraternidades ocultas, de esas "escuelas esotéricas" a que nos hemos referido.

 

Y una de las más comunes lecciones, la que podríamos llamar piedra fundamental de toda esa enseñanza, es la "Ley Cósmica de la Evolución Progresiva" de todos los seres y de todos los mundos, planos y dimensiones, en un eterno proceso hacia la Perfección Absoluta,.. Y como esto no lo puede lograr, nadie, en una sola existencia, llegamos al punto de explicar, también, cómo se desarrolla el proceso dentro de los Planes Cósmicos, o Divinos, para dar a todos, sin excepción, las oportunidades que requiera el largo peregrinaje a través de todo el Universo, hasta conquistar las cumbres gloriosas de la Luz, de la Verdad y de la Vida...

 

El desarrollo de tal proceso nos enfrenta con otra de las grandes verdades cósmicas: La de la pluralidad de existencias o Ley de la "Reencarnación".


Para comprenderla, vamos a usar, de nuevo, el ejemplo de los estudiantes comunes de los centros de instrucción repartidos en todo nuestro mundo. Según sea la meta que sé propone un estudiante, así ha de ser el tiempo que le demande el aprendizaje de los cursos requeridos, y la práctica o experiencia que los capaciten, eficientemente, en la actividad escogida.

 

Esos cursos y esa experiencia le han de tomar determinado tiempo. Más o menos años, según sea la importancia de los conocimientos necesarios y su aplicación al trabajo propuesto. Cada año de estudios, en este símil de la vida diaria, podemos compararlo, en la escala cósmica y en la proporción que la fórmula de Hermes nos indica, a una "encamación" en determinado mundo.

 

Vale decir al curso de una existencia, en determinadas condiciones de vida, para adquirir los conocimientos necesarios, o experiencia, acerca de esa forma de vida, de ese tipo de mundo o ambiente, dentro de los límites calculados por el volumen y calidad de las lecciones que se deba aprender, todo ello enmarcado entre las medidas de tiempo, espacio, materia y energía que constituyan el "programa de estudio", comparable al volumen de cursos que lleva en determinada clase y tiempo el estudiante de la vida diaria común.

 

Así como éste, s¡ atiende sus lecciones y trabaja con esmero, logra aprobar sus cursos y puede pasar, el próximo año, a una clase superior, o si es flojo, despreocupado y no estudia, será aplazado, tantas veces cuantas falle en el debido aprovechamiento; de igual modo, en esa Gran Escuela de la Vida que es el Cosmos, todos los espíritus tienen que afanarse por aprender, avanzar y superarse en procura de niveles cada vez mayores, en todas las actividades, en todos los campos del saber y del actuar con eficiencia.

 

Como el estudiante del ejemplo chico, si aprovechan bien su tiempo, ello les representará un progreso cada vez más sólido, más elevado, más noble y poderoso, a medida que vayan subiendo los peldaños de la simbólica "escala de Jacob".

 

Si cumplen a la perfección un "programa de estudios" (valga la expresión), pueden pasar a otro programa superior, como el alumno que aprobó sus exámenes. Pero si ha fallado en algunos puntos, o en todos, tendrá que repetir, tantas veces como sea necesario, porque en esa "Escuela de la Vida" que es el Cosmos no se puede engañar ni escudarse en "padrinos" o en "varas" complacientes.

 

Cada uno es el único responsable de su triunfo o su fracaso...

 

 


LA REENCARNACIÓN
 

Hemos visto que, en conformidad con la "Ley Cósmica de la Evolución Progresiva" todos los mundos y todos sus habitantes marchan por aquella "senda" o proceso de superación, a través de constantes mutaciones, cambios y depuraciones, hacia la meta de la Perfección. Esto es un axioma cósmico.

 

Pero la primera valla que se le presenta al profano para entender tal proceso es su creencia en que sólo se vive un vez.

 

La dificultad radica en el desconocimiento de lo que podríamos llamar la "mecánica" de ese proceso. Es natural el escepticismo en quienes ignoran cómo estamos formados todos los seres humanos, y cuáles son los medios que la Naturaleza emplea para realizar tan magno y sapientísimo trabajo.


Comencemos por describir, elementalmente, la conformación integral del sujeto evolucionante. Para ello tenemos que partir de la base fundamental, ampliamente explicada por la metafísica y la psicofísica del Cosmos, que toda entidad viviente, para poder actuar eficazmente en determinado plano de la Naturaleza, o mundo, requiere de un cuerpo construido con el tipo de materia correspondiente a ese mundo.

 

En nuestro mundo, la Tierra, tenemos el cuerpo físico visible y tangible; pero el espíritu, que pertenece a un tipo de mundo o plano muy distinto y superior, porque entre aquel y el nuestro existen más de siete dimensiones, cada una de ellas conformada por diferentes grados o tipos de substancia, no puede actuar en el plano físico Inferior si no posee todos los cuerpos que. escalonadamente, le permitan desenvolverse con toda eficacia a través de tal gradación de planos, entre el suyo y el de la materia física por nosotros conocida.

 

Como esto resulta bastante complicado para quienes no estén suficientemente versados en el tema, simplificaremos la exposición agrupando toda esa serie de cuerpos, de los que sólo son visibles para nuestros sentidos el más bajo o de primer plano, el de carne y hueso como lo llama el vulgo, y en cierta manera, en condiciones especiales, el segundo, o cuerpo etérico.

 

Este es una reproducción exacta de todos los órganos o partes que forman nuestro cuerpo visible, pero constituido por materia de tipo mucho menos densa, algo así como la mate-ria de que están formadas todas las ondas que se utilizan para la radio, televisión, radar, etc. No las vemos, pero sabemos que existen y las evidenciamos y utilizamos en diferentes usos. Así mismo. el cuerpo etérico puede evidenciarse de maneras diferentes y hasta llega a ser visible, por algunos con cierto adiestramiento de la vista, como una sutil fosforescencia en la obscuridad.

 

Su misión es captar las diferentes formas de energías cósmicas y sotar, vivificando todo nuestro sistema celular, el cual es impregnado a través de la constitución molecular de todos los órganos y de todos los tejidos, fluidos y demás que integran el cuerpo físico visible. Todos habrán sentido, alguna vez. el común fenómeno de adormecimiento de un miembro. "Se me durmió la mano o el pie" —decimos— al notar ese órgano pesado, insensible, paralizado momentáneamente.

 

Ello se debe a que, de momento, el cuerpo elenco se ha separado en esa región del cuerpo físico. Esto es, también la base de la anestesia, ya sea por medios químicos, magnéticos o psíquicos, los cuales al separar al etérico de alguna porción de nuestro organismo, o totalmente en el sistema nervioso. alejan toda sensibilidad.


Este cuerpo etérico también es conocido como "cuerpo vital" pues vitaliza, permanentemente, al físico al absorber y transformar las energías ya mencionadas, canalizándolas hacia todos los órganos del mismo. Y además sirve de puente o enlace con el inmediato cuerpo superior, en ese entrelazamiento o compenetración magistral de todos los elementos, cuerpos o vehículos de vi. da y de inteligencia, que permiten al espíritu participar del conocimiento y de la actividad de los diferentes planos de existencia entre su mundo y el de la materia inferior.

 

Aquel otro elemento cósmico, o vehículo intermedio, es quizá uno de los más importantes del conjunto: se trata del alma, Para los profanos resultará muy confuso todo esto. La mayoría de las gentes confunde "alma" con "espíritu". Son dos cosas o elementos diferentes. El espíritu es mejor llamarlo "Ego" (del latín) o "Yo". Es el "Yo Supremo", consciente, inmortal.

 

El que actúa, estudia y aprende. El que decide y adquiere, para siempre, toda la experiencia de su peregrinaje por la Senda de la Vida. Porque todos los conocimientos que se aprende, en todos los campos de experimentación, planos o mundos, y en todas las materias y sus diferentes grados, son asimilados por el Ego, quedando grabados en su conciencia para siempre, perpetuamente, pues siendo inmortal, al ser una emanación de la Fuente Eterna de la Vida o DIOS, una vez "nacido" o creado, vive a perpetuidad, hasta regresar y confundirse en la Eternidad con Su Padre Eterno.

 

Por eso es que el Espíritu necesita evolucionar, aprender todo lo relacionado con el Universo y con el Cosmos, conocer y experimentar todas las formas de vida, todas las grandes verdades o leyes cósmicas y universales, probar y manejar sabiamente cuantas fuerzas y energías actúan y se mueven en ese conjunto infinito, y de tal suerte, alcanzar la Perfección Suprema, única manera de poder regresar al Seno de Su Padre...


El Alma es solamente uno de los mencionados cuerpos, o vehículos. que sirve de puente o lazo intermedio entre lo que podíamos llamar "el reino del espíritu" o plano del Ego, y el plano de la materia más densa, nuestro mundo. Pero su importancia es muy grande por ser el elemento que. en todo el conjunto constituido por el hombre, es el que norma, dirige y controla todas las emociones, deseos y pasiones del sujeto.

 

Toda la vida emocional. todos los pensamientos, ambiciones, acciones y relaciones del hombre con el ambiente que lo rodea y con sus habitantes, sean éstos otros hombres o seres de reinos inferiores o superiores, son realizados a través de este cuerpo, influidos por él y dominados por la acción del mismo, y de las demás entidades vivientes que tienen su asiento en el plano correspondiente al tipo de substancia y a las frecuencias vibratorias de ese mundo, substancias y frecuencias vibratorias que tienen que formar parte del vehículo al ser construido dentro del conjunto integral del ser humano al comenzar una existencia. El alma es conocida con varios nombres entre las distintas escuelas esotéricas.

 

Las escuelas orientales, por lo general, la denominan "cuerpo astral" por ser el centro que más capta las influencias cósmicas de los diferentes sistemas estelares cercanos a nosotros. Otras escuelas como las rosacruces, lo llaman "cuerpo de deseos" o "vehículo emocional". Y su mundo, o plano de la Naturaleza, "Plano Astral", "Mundo del Deseo" o la "Cuarta Dimensión"...

 

Tal cuerpo y su correspondiente plano son, como dijimos, el puente inevitable o lazo ineludible entre el cuerpo físico y su contraparte etérica, y ese otro conjunto superior de vehículos —entre los que se encuentra la Mente, y su respectivo plano— que le sirven al Ego para poder manifestarse y actuar en ese peregrinaje periódico en busca de conocimientos y experiencia en su largo viaje por la senda de la vida y de la evolución. Hemos dicho que íbamos a aclarar el concepto sobre la muerte; y en todo este libro sólo nos interesa lo relacionado con la civilización de Ganímedes.

 

Por tanto no nos ocuparemos de aquel grupo de cuerpos superiores al "astral" o alma, pues con él tenemos suficiente para la explicación que nos interesa desarrollar. Los demás planos y sus correspondientes vehículos en el hombre, podemos agruparlos en tomo de la Mente para no complicar más el entendimiento de nuestros lectores con asuntos relacionados con la Vida más allá de la Cuarta Dimensión.


Cuando nace un ser humano en un mundo como la Tierra, tiene en sí mismo toda la serie de vehículos, o cuerpos, íntegramente compenetrados unos en otros, pues al ser cada uno de diferentes densidades, sus constituciones moleculares, de distinta graduación en substancia y en frecuencia vibratoria, permite el perfecto y estable acoplamiento y funcionamiento de todo el conjunto, dentro de los niveles que a cada plano le corresponden.

 

Hemos dicho que el Ego no pierde ni olvida nada de lo aprendido en cada existencia.

 

Pero esto se manifiesta, sólo, cuando el Ego se encuentra libre de los lazos de todo ese conjunto de cuerpos. Porque cada uno de ellos, por sutiles que sean los superiores, vienen a representar, en cierto modo, una limitación a la plenitud de facultades del espíritu. Y las más fuertes de esas limitaciones las ofrece el cuerpo físico, por la extremada condensación de sus materiales.

 

Es como si un hombre cualquiera tuviese que actuar en un medio ambiente metido en una pesada armadura, o dentro de varias escafandras superpuestas que limitarían grandemente la libertad y ligereza de sus movimientos. Además, al nacer con un cerebro nuevo no puede traer a ese cuerpo nuevo la memoria del pasado, porque el cerebro como si fuera una máquina electrónica, grabadora o computadora, solo puede saber lo que ha recibido en conocimiento y trabajo durante su existencia. Y ese cerebro no existía en las vidas anteriores, sino otros cerebros que se desintegraron al morir.

 

Y esta es la clave de todo el proceso de la Reencarnación. Como un cuerpo físico no pueda alcanzar más que limitados períodos de tiempo, y esos lapsos no bastan para adquirir la sabiduría, no digamos del Cosmos; ni de un sólo mundo en su totalidad, no hay otro m^dio para el Ego que cambiar de cuerpo una vez que el que estaba empleando ya no sirva.

 

El cuerpo físico, igual que toda máquina, se desgasta con el tiempo y el trabajo. Llega a resultar inútil con las enfermedades y la vejez, y su ocupante, el espíritu, se ve forjado a abandonarlo al término de esa existencia, que fue en realidad un "programa de estudios" como vimos en el ejemplo anterior de las clases y de los alumnos.


Ha llegado el momento de la partida. Esto es la Muerte. Al paralizarse el funcionamiento de la máquina por falla de alguna de sus piezas más debilitadas, o por cualquiera otra de las muchas causas que pueden intervenir en el deceso, comienza un proceso inverso al que sirvió en la construcción de todo ese conjunto. El cuerpo vital o etérico deja de funcionar y toda la estructura física, al faltarle su energía, entra en un período de desintegración total.

 

El Ego, después de un lapso de más o menos 20 a 30 horas, tiempo en la cual descansa en una situación parecida a un sueño profundo, requerida por la Naturaleza para permitir que el Ego asimile y fije en su memoria perpetua el total de las experiencias pasadas en esa existencia que acaba de terminar, se desprende del cuerpo físico llevando consigo a todos los demás vehículos enlazados a él por el cuerpo astral, o alma. Desde ese momento su actividad se desarrolla en la Cuarta Dimensión.

 

Sin embargo, según haya sido la influencia que la vida en el mundo físico tuviera para él, discurrirá algún tiempo recorriendo los lugares en que acostumbrara actuar durante la existencia que acaba de terminan Este período puede ser más o menos largo, de acuerdo con el grado de evolución alcanzado por el Ego, y generalmente es motivo de gran confusión para el mismo, pues al no tener ya el cuerpo de materia física resulta enteramente invisible, inaudible e intangible para los demás seres encamados.

 

Pero él, por la visión espiritual que posee, y manteniendo aún toda la gama de los demás cuerpos desde el astral, se ve, se siente, piensa igual como era hasta antes de morir y esto le produce una rarísima impresión de supervivencia, que en los menos adelantados no les permite comprender, al principio, la realidad de su nuevo estado. Al dirigirse a todas las personas con quienes alternara en esa encarnación y no ser percibido por ellas pasa por una larga serie de situaciones incomprensibles que pueden ser motivo de sufrimiento en mayor o menor grado.

 

Por eso es que todas las religiones piden a sus feligreses alejarse de los "lazos de la Materia"; pero son muy pocas las que explican el fenómeno en su positiva realidad. Tal situación, además, es la real explicación de muchos fenómenos telepáticos y apariciones post mortem, ya que en ese período el Ego, impulsado por vehemente deseo de comunicarse con los suyos, consigue muchas veces (aunque no posea todavía la clave para hacerlo) que la sutil materia de su cuerpo astral llegue a condensarse por la fuerza mental que su anhelo está generando en todo el conjunto de cuerpos que todavía lo acompañan, y esa condensación cuando alcanza los límites de la materia física, asume formas visibles y audibles para nuestros sentidos.

 

La aparición y los efectos sonoros son captados por las personas en el plano físico y tal fenómeno explica la presencia y realidad de tantos hechos a los que la humanidad encarnada ha denominado, vulgarmente, "fantasmas".


Tal materialización puede repetirse y obtenerse, voluntariamente, cuando el Ego conozca las leyes cósmicas y las fuerzas que en ellas intervienen. Pero en la generalidad de los casos, en los primeros días o meses posteriores al deceso, de ocurrir, obedecen únicamente al tremendo esfuerzo volitivo del Ego por comunicarse con los suyos en la Tierra, y en tales casos resulta un fenómeno fugaz, pues al faltarle el conocimiento y el poder necesarios para su logro consciente, sólo es el efecto de una materialización fortuita ocasionada por un despliegue, ciego, de las energías que intervienen en aquel proceso.
 

A medida que corre el tiempo, el Ego, siempre envuelto por el conjunto de sus otros vehículos atados por la fuerza del cuerpo astral, o alma, desarrolla su vida en los dominios de la Cuarta Dimensión, hasta que llegue el momento en que pueda liberarse, también, de los lazos que lo atan a ese mundo, y partir hacia los mundos superiores.

 

Pero esto lo vamos a explicar en el capítulo siguiente.
 

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CAPITULO XI
La Vida en la Cuarta Dimensión


La Cuarta Dimensión, o Mundo del Alma, es un plano de la Naturaleza con substanciales y subjetivas diferencias respecto de nuestro mundo físico.

 

En un capítulo anterior adelantamos conceptos que permitieran entender, principalmente, las diferencias de substancia, o tipo de materia, de que está formado. Ahora trataremos de dar una idea que, sin dejar de ser elemental, permita a los profanos enfocar los principales aspectos de la vida en ese mundo, y poder formarse un concepto más lógico, más comprensible, acerca del magno proceso evolutivo que siguen los espíritus en su largo peregrinaje desde el primitivismo hasta la perfección.


En primer lugar, debemos imaginar un plano o región dividido en varios niveles; pero no son niveles como los que podríamos pensar respecto a un edificio de varios pisos, por ejemplo. No; los niveles de los planos cósmicos no son, propiamente, posiciones superpuestas en sentido horizontal o vertical a manera de los diferentes planos o niveles que conocemos en el mundo físico. De ningún modo.

 

Son estados o condiciones distintas en el desarrollo de la materia y de la Energía, o mejor dicho, de la Substancia Cósmica Primigenia a que nos referimos en la primera parte de este libro, que, según sus graduaciones, frecuencias de onda o vibración, y tipo de fuerzas que en ellos se manifiestan, conforman un determinado nivel de vida.

 

Esto no es tan difícil de comprender, si tenemos conocimiento de los diferentes grados en que la materia, y sus distintas constituciones moleculares, son ya conocidas en nuestro mundo, y las diferencias de frecuencia y manifestación de energía que conocemos la utilizamos ya en la Tierra. Podemos decir más: en el campo de las ondas electromagnéticas tan minuciosamente investigado hoy por nuestros físicos, más allá de las empleadas por la radio. la televisión y todas las que se está utilizando en la moderna electrónica, se encuentra el límite o frontera en que operan esas otras fuerais, energías, ondas vibratorias correspondientes a la cuarta dimensión.

 

Las que norman el desenvolvimiento de la clarividencia y la clariaudiencia, que nos abren el conocimiento directo y comunicación con ese mundo, o plano cósmico, no están muy lejos de las ya conocidas por nosotros que acabamos de enunciar. Esto era la base de investigación del sabio Edison en su afán por lograr el mecanismo adecuado pira su evidente manifestación de nuestro plano.


Y de tal suerte, las divisiones o niveles a que nos estamos refiriendo, en ese mundo del Alma, corresponden no a posiciones superpuestas, sino a diferencias de grado en la substancia o constitución atómica y molecular de los tipos de materia que lo forman. y a la diferencia de vibraciones correspondientes a tales graduaciones. Lo mismo que en nuestro mundo físico, o de la materia más densa y pesada, a mayor densidad substancial corresponde una menor frecuencia vibratoria.

 

Por eso los seres humanos con menor evolución, con menor adelanto en los diferentes niveles de la vida, fruto de un estado menos avanzado en la senda del progreso integral o cósmico, presentan características diferentes en su comportamiento, en su capacidad intelectual, mental, moral, psíquica y hasta en su constitución molecular y vibratoria, con otros más adelantados en todos esos conceptos, por la progresiva transmutación de todos los elementos integrantes del conjunto de cuerpos que los forman.

 

Cuanto más vulgar, más torpe, inmoral, impulsivo o defectuoso es un ser en los distintos campos de la vida humana, también su cerebro, su sistema nervioso, su constitución molecular toda, son más groseros, más pesados, más densos, vibran más lentamente, necesitan de estímulos mucho más fuertes y violentos para reaccionar y comprender, son más propicios a las manifestaciones de la vida inferior o animal; y todo ello tiene su efecto directo, su nivel correspondiente en cada uno de los sub-planos, o diferentes regiones en que se divide esa cuarta dimensión, ese mundo del alma.


Para su mejor entendimiento, agruparemos en sólo tres niveles. o regiones, la variada graduación que se observa en el Plano del Alma: Región Inferior, Región Media y Región Superior.

Conste que son nombres que les estamos dando para facilitar su entendimiento, y que en esta división pretendemos abarcar la variadísima graduación de estados en que se encuentran todos los espíritus que viven, transitoriamente, en ese plano cósmico.


Cuando el Ego ingresa en él. por causa de su definitiva sepa. ración del cuerpo físico, (ya hemos dicho que también puede ser conocido y visitado en vida del cuerpo físico, dentro de condiciones de una especial preparación, esotérica c iniciática) lo hace, siempre, por la Región Inferior.

 

Esta es lo que en la religión cristiana se denomina "El Purgatorio", y en las religiones indostánicas llaman "Karaaloka".

 

Es la morada en que se encuentran las fuerzas más negativas de la vida. Los más bajos instintos, las más denigrantes pasiones, los más torpes, feroces, abominables apetitos; las formas de pensamiento más abyectas y absurdas tienen su asiento allí, Y los seres humanos, o Egos, que por esa región pasen, o tengan que permanecer en ella, se ven obligados a alternar con lo más inmundo de nuestra humanidad al mismo tiempo que con los más bajos espíritu. de la naturaleza, monstruosas entidades cuya repugnancia y maldad corren parejas y aún superan lo más horripilante de nuestra Tierra...


Una de las leyes del Cosmos, la de la Afinidad, o sea la que impele y une a todo lo semejante, que se basa, igualmente, en la recíproca atracción de similares condiciones moleculares y vibratorias, tiene allá la mas evidente y objetiva manifestación. Un Ego que no haya logrado alcanzar niveles de superación o vida, superiores a los que reinan en tal región, empieza a sufrir los efectos causados por todas las acciones delictuosas, por todos los variados fenómenos de su vida de errores, Y en ese plano de existencia nadie se puede sustraer, ni esquivar, ni esconder.

 

Desde el momento en que se penetra en la Cuarta Dimensión, ya lo dijimos, todo es visible, evidente en grado sumo, y nadie puede impedir que se manifiesten las consecuencias del mal generadas en el mundo físico, a manera de reflejos permanentes de potencia multiplicada por las nuevas condiciones ambientales, que siguen actuando en ese plano en el mismo sentido en que el Ego las ejerciera contra otros en la Tierra, pero en dirección contraria, o sea contra el mismo autor de los delitos, de los errores o desequilibrios de orden moral, material o cósmico, ocasionados por el Ego.

 

Según sea la mayor o menor gravedad de los mismos, es la mayor o menor intensidad conque el Ego sufre esos efectos. Pero debe tenerse en cuenta que siendo un mundo conformado por substancia y fuerzas más sutiles que las nuestras, en el mundo físico, así también, son mayores, más intensas, las repercusiones generadas por el hecho realizado en nuestro mundo inferior, por ser mucho más fuertes, más rápidas y potentes en ese medio ambiente, las energías vibratorias que lo mueven.


No vamos a entrar en mayores detalles, porque nos apartaríamos del tema principal de este trabajo, y además, volveremos a ocuparnos de este asunto cuando tratemos lo referente a la religión en Ganímedes. Bástenos saber, por ahora, que el Ego se ve obligado a permanecer en aquella región inferior todo el tiempo que su mayor o menor culpabilidad, o atraso en la escala de la vida, requieran para depurar las consecuencias malsanas de ese atraso. Como todo evoluciona hacia niveles superiores, los lazos, o fuerzas que lo atan a ese medio ambiente, van atenuándose progresivamente.

 

Además no está sólo. En toda la Cuarta Dimensión, como en todos los planos superiores, actúan constantemente diversas jerarquías de seres superhumanos. Aquellos espíritus superiores, custodios y guías de la Evolución a quienes las religiones cristiana y judía llaman "ángeles" en sus diferentes posiciones o niveles. Hemos dicho, también, que la libertad absoluta y el libre albedrío sólo operan en los planos de prueba, en este caso, el plano físico.

 

A partir de la cuarta dimensión, el control y la supervisión de entidades superiores, maestros, conductores o vigilantes, es permanente y adecuada al estado de superación de cada espíritu. Aquellas entidades superiores pueden discurrir por los diferentes planos cósmicos, según las limitaciones correspondientes a su mayor o menor jerarquía, sin verse afectados por las condiciones reinantes, pues su mayor adelanto, sabiduría y poder les proporcionan los medios adecuados para dominar todas las condiciones inferiores.

 

Esto se manifiesta ostensiblemente, desde la cuarta dimensión, en una aura o envoltura radiante, luminosa, cuyos destellos y potencia lumínica están en relación directa con el grado de adelanto a que han llegado, y por ende al poder que detentan. Algo de esto tiene relación con las aureolas con que en la Tierra se representa a los santos. Y los mencionados seres son los encargados de ayudar a los egos en su peregrinación, y enseñarlos a subir a niveles superiores, cuando el período de depuración, o paso por el "purgatorio" va llegando a su fin. El espíritu sube, así poco a poco, a los distintos grados de la Región Media, o del tipo de humanidad que ya desarrolló una vida más normal, equilibrada y con menos errores.

 

Y de tal modo el Ego sigue avanzando, en tiempos que dependen exclusivamente de sus propios esfuerzos y mejores Intenciones, hasta llegar a los niveles si.. perfores de la tercera reglón, donde se encuentran los egos cuyas almas alcanzaron, en existencias terrenas, los más puros y bellos aspectos de la vida humana. Hasta esta región, el espíritu sigue atado a todos sus vehículos superiores por los lazos del cuerpo astral, el alma. Y como la mente es uno de aquellos cuerpos, superior al astral, sigue aprendiendo y asimilando enseñanza! y experiencias en todo ese trayecto, más o menos duradero, por el mundo psíquico o del alma.


Cuando se ha eliminado las últimas impurezas, las fuerzas que lo retenían en el plano astral desaparecen, el cuerpo astral se desintegra, y el espíritu, libre ya de sus lazos y de la substancia inferior de ese vehículo, puede pasar a los mundos superiores, por las "puertas" del Mental. Desde este momento se abre para el Ego una etapa brillantísima, de paz y felicidad, en cuyo descanso, como la vacación en el ejemplo de los alumnos de la Tierra, puede valorizar toda la labor realizada en la última existencia y en las anteriores, porque en esas condiciones puede memorizar, contemplar y aquilatar los resultados de toda su evolución.

 

Y del balance que hace resulta la comprobación de resultados. Si ha tenido una larga evolución y ha aprendido cuanto en la Tierra es posible conocer y experimentar, se le mostrarán nuevos campos de experimentación y de prueba. Otros tantos mundos, superiores a la Tierra, en donde pueda continuar trabajando para aumentar su sabiduría, su moral y su poder.

 

Pero si su adelanto, aprovechamiento, desarrollo y nivel evolutivo generales, no son todavía suficientes, tendrá que volver a la Tierra, para vivir en condiciones que le permitan adquirir las nuevas lecciones, pasar por las pruebas necesarias, saldar las cuentas que, en los niveles cósmicos de la vida hayan quedado pendientes, pagando en situaciones parecidas por todos los errores, delitos o faltas de cualquier orden que hubiere cometido y que, sufriéndolos en sí mismo, le enseñarán a tomar conciencia del verdadero error, conciencia que una vez impresa indeleblemente en la memoria cósmica del Ego, llega a constituir norma de conducta permanente en las vidas sucesivas.


Apreciado todo esto por el Ego, llega el momento de preparar su regreso a la Materia, al mundo físico. Ayudado por sus Guías Superiores planea todo un nuevo programa de existencia y las entidades encargadas de su ejecución van elaborando todos los requisitos necesarios. Todos los detalles de la nueva encamación son estudiados y creados prolijamente. Desde la clase de hogar en que nacerá, los padres que ha de tener, el lugar y país, la educación que deberá recibir, las relaciones que lo rodeen...

 

Todos los detalles de la nueva existencia, hasta las pruebas que ha de vencer, accidentes, enfermedades y cuanto pueda servirle para nuevas y útiles experiencias, forman ese plan de la nueva encarnación. Y así preparado, se inicia el viaje de vuelta, pasando otra vez por todos los planos intermedios, en cada uno de los cuales, irá recibiendo la envoltura o cuerpo respectivo, hasta su ingreso al nuevo cuerpo físico, el que será adecuado a las nuevas actividades que su propietario o conductor necesita.


Pero en su nuevo tránsito por la Cuarta Dimensión, esta vez como observador, o estudioso espectador, mientras lo "impregnan" o construyen su nueva alma, tiene oportunidad de apreciar las tremendas fuerzas positivas y negativas que en ese mundo se mueven, y sus influencias y efectos en el mundo físico. Del mayor o menor impacto de esta nueva experiencia, y la forma como logre imprimirla en su conciencia de espíritu, dependerá mucho el temple con que, más tarde, enfrente las pruebas en que tales fuerzas actúen sobre él.

 

Lo que llamamos tentación, no es sino el influjo de aquellas fuerzas provenientes de los distintos niveles inferiores del astral. Y lo que conocemos o denominamos "la conciencia", es la voz interior del Ego que, en su recuerdo de las pruebas y experiencias pasadas, trata de hacerse oír a través de la maraña de cuerpos que lo envuelven.

 

Si ese recuerdo ha sido lo suficientemente evolucionado y fuerte para imponerse y vencer se evitará nuevos errores como los ya cometidos otras veces. Así va superando el Ego, poco a poco, la ignorancia, el error y la maldad, que no es sino el fruto de la ignorancia de todo esto.

 

Superando sus debilidades, sus defectos, sus pasiones y sus vicios, fortaleciendo sus aptitudes positivas, todas sus cualidades y virtudes, va dejando atrás, en el tiempo, la figura endeble y negativa de sus primeras encarnaciones, hasta llegar a niveles en que la cercanía a la superación terrena le abren las puertas de mundos habitados por humanidades más avanzadas y perfectas. En nuestro sistema solar, como en todos los demás sistemas planetarios, existe una gran variedad de mundos habitados por diferentes niveles de vida inteligente.

 

Entre nosotros, por el momento, que nos basten como ejemplo la Tierra y Ganímedes...

 

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