8 - Una Desconcertante «Mezcla de sangre»

"Hijo mío, ¿cómo podrás percibir las malignas intenciones de éste o su plan mortal para el alma? Debido a que sus maniobras son numerosas y también las intenciones de su malignidad. Cuiden sus entradas, es decir, a la forma en que querrá introducirse en tu alma y a las vestimentas con las cuales penetrará en tu casa…

 

No te hagas amigo de cualquiera, porque toda esta gente llegó a la existencia a través del engaño... No hay verdadero amigo fiel, ni siquiera un hermano, porque cada uno busca sólo su propio beneficio. "

Manuscrito de Nag-Hammadi, «La Sabiduría de Sylvain - The Teachings of Silvanus», Codex 7, extrs. 30 et 33



Girkù-Tila Nudîmmud / Min-ME-Ussu
Mam quiso acompañarme a Unulahgal, ya que temía que no fuera lo suficientemente reconocido sobre la superficie de nuestro mundo para llevar a cabo mi misión para las sacerdotisas.

 

Nos dirigimos hacia el estacionamiento donde se encontraban todos los aparatos volantes en la capital del Abzu y tomó un modelo reciente que nos condujo puntualmente a la superficie de nuestro planeta.

Cuando llegamos a nuestro destino, los últimos fuegos (luces) del astro de vida pintaban las paredes de la ciudad real de un color pálido, dando paso gradualmente a la noche tibia y ventosa. Unulahgal, la ciudad de todas las realezas, la joya de nuestro planeta, centelleaba con mil fuegos parpadeantes.

 

Los iluminados estandartes multicolores en la parte baja, adornados con el símbolo de dos Mus (serpientes) entrecruzadas que guardaban cada una de las puertas de la ciudad. Mamitu me señaló con el dedo las dos Unir (pirámides) de la ciudad, precisándome que eran el centro de ceremonias religiosas muy secretas. Mi guía acentuó formidablemente la pronunciación del "u" cuando me nombró ambas elevaciones.

 

Comprendí que se trataba otra vez de la utilización sutil del doble lenguaje de las sacerdotisas. Cojo algo como «el brillo que culmina»52

 

52. Este es el caso si UNITE U4-NIR se pronuncia "de alta luminosidad (o aumenta), con la partícula en vez de U4 U6-NIR" aspecto de alta (o aumenta).
 

 

Ambos gigantescos Unir (pirámides) con gradas se desprendían de la metrópoli gracias a un sutil juego de luces que alumbraba cada uno de los pisos. Sobre el más alto Unir brillaba un poderoso faro cuyas pulsaciones regulares barrían el horizonte desértico.

Mi compañera y yo nos abrimos camino por el pasillo central que incorporaba, entre otros, al desembarcadero dónde habíamos puesto nuestra unidad. Fuimos a lo largo de los estanques de perfumados olores bordeados por palmeras y nos dirigimos hacia los cuarteles improvisados para los Nungal.

 

Mam se había vuelto muchas veces a Unulahgal con el fin de favorecer la instalación de los machos(varones) en los antiguos cuarteles de la ciudad. Me contó que las sacerdotisas se habían hecho grandes esfuerzos para restaurar este lugar que estuvo prácticamente abandonado algún tiempo antes.

Su trabajo era admirable, los varones vivían en moradas principescas dignas de los monarcas más grandes. Estábamos ciertamente muy lejos de la época autocrática el desgraciado Sutum. Estaba orgulloso de Mamitu, porque sabía que era la responsable de muchos en estos importantes cambios.

Una Amašutum con una lanza larga, guardaba la entrada de los cuarteles Nungal y llevaba un vestido blanco cortado en el lino más fino y ceñido a la cintura. Un agua perfumada la envolvía de la cabeza a los pies. Sus ojos estaban pesadamente maquillados de azul y subrayados por un negro espeso escondiendo las características de sus ojos.

 

La sacerdotisa, sacerdotisa se sorprendió visiblemente al percibir un varón y una hembra errando por las calles a una hora tan tardía. Le pregunté a Mam si esto planteaba un problema, me respondió que la reglamentación sobre los horarios nocturnos eran bastante estrictos con el fin de evitar eventuales complicaciones. La planificadora de Uras me recordó que las Amašutum eran siempre desconfiadas con respecto a los varones por las razones que ahora ya conocía.

 

Cuando nos enfrentamos a la sacerdotisa, me fijé en su cara fuertemente maquillada y respondí a Mam:

- El tiempo se cura poco a poco las cosas, las Amašutum aprenderán a abrir su corazón y confiar en los Nungal.

La sacerdotisa bajó los ojos, realizó sólo en este instante quiénes éramos.

 

Mam habló con ella en Emesà (lengua matriz). La guardiana, confusa, farfulló excusas. Nos hizo una cortés reverencia y nos llevó hacia el edificio donde estaban retenidos los Nungal defectuosos. Pasamos por algunas moradas adornadas de pequeños jardines cerrados, caminamos a lo largo de un interminable pasillo de ladrillos moldeados de múltiples formas para desembocar en un pequeño palacio de blancas fachadas.

 

La sacerdotisa nos señaló con el dedo la puerta de entrada deseándonos una estancia feliz a Unulahgal. Antes de separarnos, le pregunté secamente si temía a los varones.

La sacerdotisa, avergonzada, echó a Mamitû una mirada perdida, quien se apresuró a confiarle que conocía su secreto.

 

A la vez turbada y tranquilizada, me respondió brutalmente:

- ¡ Sí, como todas nosotras! Algunos de sus impulsos nos atormentan.
- ¿ Si temes tanto la efervescencia que los varones pueden causar, me pregunto por qué adoras tanto a uno de Nungal con quien secretamente pasas algunas de tus tardes?

El sacerdotisa abordó un aire decepcionado. No pude explicarle que la había descubierto sondeando su espíritu y encontré algunos argumentos pertinentes:

- La actividad de guardiana no requiere las vestimentas ligeras que portas. A primera vista, tu maquillaje particular simplemente podría simplemente ser el resultado de esta voluntad común que todas ustedes tienen de querer distinguirse de las demás. Pero para ti, es diferente, estás tan agotada por tus escapadas nocturnas que debes maquillarte pesadamente con el fin de esconder el cansancio impreso sobre tu cara. Además, tu voluptuoso perfume no es el de una guardiana, sino el de una sacerdotisa extraviada por estos mismos impulsos masculinos a los cuales te referías al momento.

La pobre se echó a los pies de Mamitu pidiendo gracia. Mi compañera le dijo que a ella no le pertenecía tomar esta decisión, sino a su compañero.

 

La guardiana se desplazó hacia mí de rodillas suplicándome de mil maneras.

- No es como otros, es gracioso, no tan encantador como tú, mi señor, pero tan sutil, se te parece, es diferente, como tú, exclamó

- Es inútil que me halagues, no te apures, le dije.

La levanté con suavidad, y agregué que nada le pasaría. En el momento en que la liberé, ella huyó bruscamente...

- Increíble, voy a escribir. ¡Ni siquiera dio las gracias, no puedo creer lo que veía, debe ser reprendida!

- No es grave, replicó Mam. No podemos evitar que se mezclen y se aprecien. Simplemente será necesario ser prudente con nuestros Nungal. Retomamos nuestra marcha y cruzamos la puerta triangular del pequeño palacio de fachadas blancas. Pensé en la frase de la sacerdotisa en lágrimas.

- Es asombroso como los sentimientos que demostró esta hembra embellecieron sus comentarios.

- Namkiâgna (el amor) hace eso a veces, dijo Mam, sonriendo.

Mi compañera pareció dudar un momento y volvió a hablar.

- Namkiâgna es muy potente y puede incitar a cometer actos de locura irracional a la práctica real. Sabe… yo nunca te habría abandonado en la prueba del fuego del As. Si tu iniciación se hubiera desarrollado mal, te habría dado mi sangre, te habría dado mi Ûzug (sangre menstrual) para tratamiento.

Yo la miré con atención.

- ¿Incluso con el riesgo de ser severamente sancionada por el consejo Amašutum?

- Sí, sin vacilar me respondió.

Le tomé su mano, lo que pareció satisfacerle mucho. Lo que era emocionante con Mam, es que cada día era una fiesta llena de aprendizajes.

 

Dos sacerdotisas nos recibieron en el patio interior del palacio. Una de ellas ejecutaba idas y vueltas entre Gigirlah y el interior del edificio. Observé a los pies del aparato, seis bloques de recipientes envueltos con una sustancia verdusca en los cuales estaban inmersos cuerpos inanimados. Esta extraña aparición me recordó al primer día de mi creación, estos seres manifiestamente acababan de ser ejecutados en el golpe de Zirzi. Me presenté como rey del Abzu y pedí ser informado acerca de la identidad de estos.

 

Hasta antes de que me hubiera respondido, me incliné y constaté que se trataba de varones cuya fisonomía parecía ligeramente diferir de la de los Nungal.

 

Los seis seres poseían caras idénticas. Un escalofrío me recorrió la espalda. Este Alagni no podían proceder sino de un único lugar que era el final de una serie de producción, la dónde experimentaba del Nungal especiales a las físicas y caracteres modificadas.

 

Los había concebido a partir de varias células de las que había conseguido sacar la información genética que se programó de nuevo a continuación y se fusionó con el fin de elaborar del Alagni de los caracteres realizados. Una verdadera hazaña técnica que no pensaba llevar a tan largo plazo

De hecho, estos siete tipos de Alagni no estaban constituidos por el material genético de uno o dos padres, sino de diversos padres. Más concretamente de células y genes que me pertenecen y de genes Gina’abul que Mam poseía y que bondadosamente me proporcionó. También se había añadido el material genético del prototipo Nungal básico así como el de un éutum de primera generación procedente de los trabajos de Abzu-Abba.

 

El conjunto finalmente era una mezcla con varios otros genes de diferentes Gina'abul Ancestrales sacados de la biblioteca de nuestra herencia genética. Había cerca de un décimo de mi persona en estos ejemplares. De un cierto modo, eran un poco mis hijos biológicos.

¡Acompañando a las sacerdotisas algunos días antes, sólo pensaba ausentarme algún Danna, lo más, ¡pero no siete días! La prueba del fuego de As (luz) de Me lo(la) Tiene me aportó el conocimiento, y también mi primer error de clonación.

 

La sacerdotisa me lo confirmó:

- Son Nungal defectuosos que provienen del fin de una cadena de creación. Fueron elementos muy buenos, pero perdimos su control hace algunos Ud (días).

- Es debido a ellos que estamos aquí, respondió Mam. ¿Por qué han sido suprimidos sin nuestra autorización?

- Hemos sido informadas sobre su llegada por nuestra Eresgal (gran reina), pero no sabíamos cuando usted vendría. El tiempo apremiaba y se volvió urgente eliminarlos

- ¿Cuáles eran sus síntomas, le pregunté?

- Terriblemente sagaces, rebeldes, indisciplinados y algunos tenían la imposibilidad de hacer la distinción entre el acto de planificación y el de burlarse los Nindigir.

- ¿Burlarse?,¿ qué quieres decir?

- ¡Lo que quiero decirte Am (Señor), ello es que dos de estos Nungal, que a primera vista eran brillantes, no eran sino Kadistu violadores de Amašutum

- Diferían demasiado de los otros Nungal, añadió la otra sacerdotisa. Reaccionaban como mestizos, como seres fabricados a partir de varios materiales genéticos. Es difícilmente concebible, porque nadie todavía consiguió mantener en vida este género de Alagni más allá de varios Danna (días)... En todo caso, no quisimos tomar riesgos.

Me fijé que Mam que no se dio cuenta de mi desconcierto, por la razón que no le había hecho absolutamente ninguna mención de mis investigaciones sobre un nuevo tipo de planificador.

 

Justo acababa de proporcionarme una porción del material genético que había necesitado, es todo.

- ¿Cuántos eran? Le pregunté.

- Ellas me miraban, atónitas.

- Ciertamente, seis como podrá constatar.

Imposible, me dije interiormente, y con razón, ya que habían sido concebidos por grupos de siete.

 

Rogué que a Mam permanecer in situ y esperarme cerca de los cuerpos. Salté en el Gigirlah, se trataba del mismo modelo Amašutum que había tomado prestado de Ankida. El disco de luz se elevó despacio sobrevolando la entrada del cuartel Nungal. Dí un rápido vistazo, comprobé que la guardiana no estaba más en su puesto.

Rocé los indicadores y de un movimiento hacia arriba, el aparato se alzó y se hundió hacia el centro de la ciudad. Vistas desde arriba, las luces de la capital irradiaban la noche como minúsculas linternas

Lo que había podido distinguir al sondear el espíritu de la guardiana me había revelado que sus citas secretas se celebraban en un lugar donde se encontraban las innumerables placas en kùsig (en oro). Mi destino era la gran biblioteca que no tuve dificultad de encontrar gracias a su cúpula sobrealzada. Hice descender mi aparato, su brillo disminuyó progresivamente, y lo coloqué en silencio en los alrededores del edificio. Salvé las cuatro marchas de la biblioteca y me colé en el interior.

Un pesado silencio llenaba los lugares.

 

Tomé el pasillo central pavimentado con baldosas (cristales de ventana) verdes y azules, caminé a lo largo de sus paredes cubiertas de placas de alabastro esculpidas con árboles y con flores, y bajé la gran escalera que me llevó al primer piso. Dos estatuas gigantescas en jade representando a las Amašutum me hicieron frente en lo alto de la escalera.

 

Todo el piso estaba recubierto de tapices con motivos geométricos. Di la vuelta a eso hilvanándome entre las columnatas de mármol y la pared en la cual estaban empotradas las placas kùsig. Escuché murmullos frente a mí, por el otro lado.

Caminé por la habitación y me escondí detrás de una columna de mármol. La sacerdotisa que yo estaba buscando yacía sobre uno de los bancos con incrustaciones de piedras de colores. El vestido levantado hasta las caderas, parecía sujeta a brutales presiones dadas rítmicamente por un varón completamente desnudo, a quien se le distinguía de espalda desnuda.

 

Las dos personas que estaban experimentando algunas extrañas emociones cuyo significado no pude percibir.

 

La hembra, presa de dolor, comenzó a proferir gemidos entrecortados que no impidieron al Nungal proseguir su frenética lujuria. Vi el aura de sus cuerpos hincharse de un golpe y pasar del color azul al rosa. El varón parecía borracho por esta brutalidad bárbara. Con un ardor y vigor renovado, apretó gradualmente el intenso abrazo, aumentando así la intensidad del singular acto.

 

Crispada la boca por penosos sufrimientos, la sacerdotisa intentó pronunciar palabras, sin alcanzar a pronunciarlas. Completamente desconcertado, tuve que enfrentar los hechos.

 

No era un experto en la materia, sin embargo las valiosas informaciones que me había transmitido Mam respecto a las técnicas del arte sagrado me permitieron comprobar que estos dos seres no practicaban el acto de planificación.

 

Pensé entonces razonablemente en las palabras de mi San (maestra-ama), en el Namkiâgna, (el amor) y en el hecho simple de fusionar sexos por placer, sin embargo cuatro indicios me permitieron no fiarme de eso: La sacerdotisa no dirigía el acto, lo que era totalmente inconcebible para una Amašutum, además, ningún gesto tierno acompañaba su diversión.

 

Luego, ambos seres respiraban muy mal, lo que impedía su èagra abrirse convenientemente y obtener así la comprensión del otro. ¡En cuanto al cuarto, y no menos importante, la hembra sufría el martirio, una cumbre para una sacerdotisa! Una sola conclusión automáticamente me vino a la mente: ¡el varón se burlaba de Ia Amašutum, era una violación!

¡Las sacerdotisas los habían transmitido de numerosa información sobre sus ritos y religión, pero prácticamente no habían revelado nada acerca del sexo por la buena razón que yo no lo poseía!

 

Decidí, pues, intervenir creando un efecto de sorpresa. Con la ayuda de mis facultades me subí 2 G/53 a una de las columnas de mármol y me coloqué ligeramente a un poco de más altura, frente a ellos.

 

Mi voz resonó en toda la biblioteca:

“No sabía que se practicaba durante la noche Unulahgal. Lo más inquietante es sorprender a un varón en este lugar sagrado donde sólo los Nindigiront tienen el derecho a penetrar”.

Los dos se sobresaltaron.

 

Me sorprendió que la Amašutum no parecía estar encantada de ser liberada del abrazo.

- No tienes nada que hacer en este lugar, replicó el hombre con firmeza.

Identifiqué su rostro. Yo estaba en lo cierto, tenía la misma fisonomía que los seis Alagni exterminados de golpe. Seguro de sí mismo se me enfrentó, su ùés (pene) todavía erecto.

 

La sacerdotisa me reconoció y se estremeció de inquietud.

- El capitán del Abzu es el nuevo Barag (soberano), exclamó.

Di un salto hacia adelante y me acerqué a ellos viendo fijamente al varón.

 

Hice una orden a continuación y me acerqué ellos fijando al varón de la mirada.

- Te encuentro muy arrogante Alagni, voy a donde me da la gana. Tú me debes respeto y obediencia, y no sólo soy tu Barag sino también tu Creador. ¿Qué voy a ser capaz de hacerles a los dos?

- Deseo ser juzgada por el consejo Amašutum, replicó la sacerdotisa.

Estas palabras me perturbaron, ya que me confirmaron que no se había ridiculizado a la hembra y que el acto había sido estando de acuerdo.

 

Estos dos seres sabían mejor que yo sobre lo que acababa de pasar. Exploré el espíritu de la hembra sin detectar nada en particular aparte del desconcierto de haber sido descubierta.

 

Las Amašutum eran innegablemente tenían gran experiencia en “el arte de no pensar en nada”.

- No te inquietes Nindigir, a Tiamata y a Mamitu-Nammu les interesará encontrarte. En cuanto a ti Alagni, vas a seguirme sin resistencia.

Un pánico frío invadió el rostro del Nungal.

 

Me empujó violentamente contra la balaustrada, tomó su cuello entre sus piernas y huyó a través de la escalera principal al final del camino de entrada. Salté al vacío, a la planta baja, y lo recibí 5 IG (quince metros) más abajo.

 

Sin embargo, el fugitivo, sorprendido al encontrarme en el piso bajo se dio la vuelta, le puse la cara contra la tierra.

- No podrás correr eternamente, le dije en un tono dogmático. No puedes nada contra mí.


53. IG es una medida de longitud Gina' abul que se encuentran entre los sumerios. 1 GL = 3 metros (nueve pies).
 


El prototipo varonil resistió de todas sus fuerzas, pero la invisible potencia de Niama lo apretó (ciñó) parsimoniosamente a un torno de hierro. Le pedí calmarse escudriñando su espíritu torturado; de ese modo, yo

Descubrí toda su historia.

Él era fugitivo un prófugo de ya cerca de seis días. Todo había empezado en el momento de su salida del Siensisâr (matriz artificial) que lo había engendrado. Formaba parte del fin de una cadena de creación, al final de una fila de Siensisâr.

 

En el momento de su salida, no hubo nadie para recibirlos, a él y a sus semejantes. Invadidos por un instinto de supervivencia, Ios Alagni hicieron volcar a duras penas su Siensisâr, lo que tuvo por resultado el colapso de las matrices entre sí. Se aprovechó la confusión para huir.

 

Luego se escondió durante vario Danna (horas) en canales de ventilación antes de intentar salir durante la noche. Finalmente se deslizó en un Mâga', un buque de carga que hacía el viaje de Ankida hacia Unulahgal.

 

A su llegada a la ciudad santa, la guardiana se encargó clandestinamente de él, encontrando en él a un individuo a quien hay que mimar, un varón para ella sola.

 

La intensidad del Niama calmó al fugitivo. Este último se sometió con docilidad, se prosternó a mis pies entregándose a un exceso de arrepentimiento. No supe por qué, pero su actitud me hizo pensar en Ninmah. Este ser me pareció peligroso. Me puse de pie, nos dirigimos hacia el piso superior para recuperar a la sacerdotisa y salimos los tres de la biblioteca.

 

Los primeros rayos de sol progresivamente irradiaban las paredes blancas de Unulahgal, aportando un poco de dulzura a la frescura matutina. El trayecto lo hicimos en Gigirlah hasta nuestra llegada al patio interior del palacio donde había dejado a Mam. Le expliqué el asunto en pocas palabras y devolví a la guardiana a las manos de las sacerdotisas.

Mam, el Nungal y yo tomamos un Gigirlah que nos llevó en nuestra casa, a èàlam, la capital del mundo subterráneo. Una vez llegamos a nuestros apartamentos, le pregunté a mi compañera lo que debía hacer con este individuo.

 

Su respuesta fue justa y sabia como siempre:

"toma tus responsabilidades, mi niño. ¡El ser al que creaste te pertenece, por lo que puedes decidir su vida o su muerte!".

Precisó, no obstante, que era lo que llamamos un mestizo, una mezcla de sangre, y que no conocíamos nada sobre este género de Alagni.

"Este Alagni puede ser peligroso" añadió.

Llevé al ejemplar varón a mi laboratorio para examinarlo.

 

El techo de un verde cristal iluminaba la habitación con una luz difusa. Le hice sentarse en un asiento especial Nungal que le ató ásperamente las muñecas y los tobillos, el ser se agitó, como toda criatura que sentía que su vida sólo pendía de un hilo. Tomé una actitud neutral con el fin de ocultar mi estado de ánimo. Lo analicé atentamente y escudriñé sus perturbados pensamientos.

Una cosa lo atormentaba terriblemente: su funesto origen, esta gigantesca paradoja de saberse Alagni al servicio de una raza que sacrificaba la libertad de sus propios hermanos para hacerlos marionetas disciplinadas.

Aún así decidió eliminarlo, activé el Zirzi y lo miré largamente, diciendo interiormente:

"Dime que es ahora o nunca!".

Su sangre se le heló a la vista de la máquina de matar y un frío pánico invadió los rasgos de su cara.

- Antes de desaparecer, oh Creador, debes saber que mi matrícula es Enimin ("el séptimo señor"), dijo con miedo.

De este modo audaz, el Alagni me estaba diciendo que era el séptimo ejemplar de mi famosa producción en serie de Nungals modificados, y que yo era responsable de su condición.

 

Este momento de lucidez y sinceridad me desafió. Por un breve momento me puse en su lugar pensando en el momento fatídico en que mi creador me quería borrar para eliminar a esta criatura era yo, que a primera vista, no era coherente con sus ambiciones.

 

Enimin me emocionó.

 

Tenía derecho a la vida tanto como yo, este ser era de buena salud y muy despierto. Tomé la decisión de dejarle la vida, diciéndome interiormente que al inculcarle disciplina sería un excelente sujeto a nuestro servicio... Este ser verdaderamente no era como otros.

 

En un cierto sentido, estaba bastante orgulloso de mi creación.
 

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