por Xavier Diez
19 Noviembre 2025

del Sitio Web BrownstoneEsp

 

 

Xavier Diez (Barcelona, 1965),

Historiador, escritor y articulista en diversos medios. Doctor en historia, ha sido también profesor, y publicado diversos libros de ensayo y narrativa.

Entre sus últimos libros destacan Una historia critica de les esquerres (El Jonc), L’escola: espai en destrucció (El Martell), El anarquismo individualista en España (1923-1938) (Virus editorial) y

El pensament polític de Salvador Seguí (Virus editorial).

 

 

 

 

 

 


El 5% de gasto

en Defensa que Washington

pretende imponer a sus aliados

carece de sentido militar.

 

Es una impuesto revolucionario

para cuadrar los presupuestos en el

Congreso y en el Senado americano...




Como historiador, tengo el deber moral de recordar que uno de los factores que precipitó el colapso de la URSS fue su irracional participación en la carrera armamentística impulsada por el presidente Reagan con la Iniciativa de Defensa Estratégica, popularmente conocida como "La Guerra de las Galaxias".

 

Se trataba de un sofisticado sistema de interceptación de misiles nucleares soviéticos, mediante un escudo tanto terrestre como satelital.

El objetivo era dejar a Moscú en desventaja y forzar un nuevo impulso en la carrera armamentística durante la década de 1980.

Sin embargo, la realidad es que el sistema de la "Guerra de las Galaxias" (en referencia a la película de George Lucas), como se supo después, era totalmente ineficaz e inútil desde el punto de vista tecnológico militar, ya que se comprobó que tenía escasas o nulas probabilidades de interceptar misiles nucleares.

 

No obstante, el objetivo no era derrotar militarmente a la Unión Soviética.

 

Como ya advirtió en 1986 el astrofísico Carl Sagan,

lo que se pretendía era provocar una guerra económica a través de esta carrera de armas defensivas.

Y los soviéticos cayeron en la trampa...

 

El hipotético peligro de quedar en inferioridad aérea y espacial les llevó a incrementar drásticamente el presupuesto militar en una economía ya debilitada.

Con esta inversión inútil, el sistema colapsó...

Así fue como Estados Unidos derrotó a la superpotencia comunista sin disparar un solo tiro, sino mediante un sofisticado engaño.

Resulta inevitable relacionar este episodio histórico con la obsesión del presidente Trump de exigir a sus aliados de la OTAN que inviertan el 5% de su PIB en defensa (la media actual de la UE es del 2,1%, mientras que España apenas alcanza el 1,3%).

 

Objetivamente, es un planteamiento absurdo. Para empezar, haría falta una amenaza real que justificara semejante aumento del gasto militar.

 

Actualmente, en la narrativa política dominante, se suele señalar a Rusia como el villano... Rusia invierte hoy 145 mil millones en su ejército, una cifra anecdótica si la comparamos con los 1,3 billones que destina la OTAN, es decir, nueve veces más.

 

Por ejemplo,

si Estados Unidos (que actualmente dedica el 3,4% de su PIB) redujera a la mitad su contribución, el presupuesto de la OTAN caería a unos 800 mil millones, lo que seguiría siendo cinco veces y media superior al gasto ruso.

En este sentido, la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto ante cualquier analista militar las vulnerabilidades del ejército ruso:

un inicio de campaña catastrófico, material militar obsoleto, graves dificultades para reclutar soldados y el inicio de una guerra de desgaste, de intensidad variable, donde la combinación de guerra de trincheras - que recuerda a la Primera Guerra Mundial - y el campo de pruebas que representa la nueva tecnología militar basada en,

  • drones

  • guerra electrónica

  • desinformación,

...ofrece lecciones interesantes sobre la obsolescencia de los grandes ejércitos y del material bélico sofisticado, caro y valioso, que a menudo es destruido por aparatos que cuestan apenas unos miles de euros y que son relativamente fáciles de fabricar.

Rusia ha ocultado como ha podido su armada y aviación para evitar mayores pérdidas. Y parece haber fracasado frente a un país que dedica 64 mil millones de dólares, es decir, 2,3 veces menos.

Es comprensible la inquietud de los países de Europa oriental ante la posibilidad de una invasión rusa.

 

Sin embargo, su pertenencia a la OTAN (incluso Finlandia y Suecia se han sumado como quien contrata un seguro) hace que una invasión rusa sea más que improbable...

 

Si Rusia no parece en condiciones de amenazar la integridad de los países de la UE, podríamos pensar... ¿en China?

 

Sin embargo, el único país europeo que comparte frontera y podría ser invadido por esta superpotencia asiática es precisamente… Rusia.

 

China, por su parte, tiene un gasto en defensa de 313 mil millones de dólares, más de cuatro veces inferior al de la OTAN.

 

En cualquier caso, al menos por ahora, los dirigentes chinos son lo suficientemente pragmáticos y pacientes como para no embarcarse en aventuras, y el principal peligro sería más bien su expansión en el Pacífico, demasiado lejos de Bruselas.

En resumen, el 5% que Washington pretende imponer a sus aliados carece de sentido, al menos desde la lógica militar.

 

Por tanto,

debemos entender que esta propuesta/exigencia persigue objetivos claramente distintos.

Porque, además de la perversión de gastar en defensa para guerras que no se van a librar, existen obstáculos estrictamente técnicos que hacen inviable la propuesta.

En primer lugar, difícilmente se encontrará gente dispuesta a ser militar. Incluso Rusia tiene graves dificultades (y una multitud de desertores) para llenar sus filas.

 

Por otro lado, en un momento de grave polarización política, dejar armas en manos de civiles entrenados para la guerra, a menudo entre colectivos tan vulnerables como resentidos, supone una grave irresponsabilidad política.

 

 

En segundo lugar, la industria de defensa europea es anecdótica. Ni siquiera duplicando el presupuesto sería posible fabricar el doble de armas.

 

No hay suficiente industria, ni suficientes ingenieros, y mucho menos trabajadores cualificados para reconvertirlos en una actividad que requiere alta formación.

 

Haría falta al menos una década para alcanzar el nivel de chinos o estadounidenses.

 

 

En tercer lugar, como se ha visto en las desafortunadas experiencias bélicas de los últimos años, tanto en Ucrania como en Irán, o en la reciente guerra relámpago de esta primavera entre India y Pakistán,

pequeños y poco sofisticados dispositivos de guerra electrónica, drones, inteligencia militar, propaganda y tácticas de infiltración han sido más decisivos que disponer de grandes ejércitos con armas caras y sofisticadas.

Precisamente el conflicto de Cachemira ha permitido que un Pakistán con un presupuesto diez veces inferior al de la India haya humillado a su tradicional enemigo, y donde las armas chinas y estadounidenses han demostrado su superioridad frente al obsoleto armamento ruso y europeo de Nueva Delhi.

¿Por qué, entonces, esta obsesión por obligar a los aliados a más que duplicar su gasto militar?

 

Aquí, quizá debamos remontarnos al inicio del artículo y a los verdaderos objetivos de la "Guerra de las Galaxias" de Reagan, destinada a colapsar el imperio soviético.

Donald Trump nos dio una pista muy clara en la última reunión de junio del G7 en Canadá.

Una de las victorias políticas de los estadounidenses en la cumbre fue lograr la exoneración, para las grandes multinacionales norteamericanas, del impuesto mínimo del 15% a las grandes empresas globales.

Es decir, el gran capital que ha aplaudido al presidente de la MAGA quería lo de siempre:

La exención fiscal absoluta.

 

Que los ultrarricos no paguen.

Lo que inició Reagan hace más de cuatro décadas y que ha llevado al declive de la potencia americana (generar una clase de ultrarricos irresponsables que dejan en manos de unas explotadas clases medias el mantenimiento del Estado) ha provocado,

un grave déficit fiscal, comercial y, podríamos decir, también moral...

Teniendo en cuenta que el único país occidental con una industria armamentística capaz de producir, vender e innovar tecnológicamente sigue siendo Estados Unidos, deja entrever el objetivo de este anuncio / mandato.

Los estadounidenses han trasladado la fabricación de coches a México, los vaqueros a Tailandia, los microchips a Taiwán y los iPhones a China.

 

Sin embargo, sus aviones de combate, sistemas de defensa, guerra electrónica y espionaje, escudos antimisiles, los siguen fabricando allí.

Con las grandes empresas, y especialmente con una industria financiera que no paga impuestos, los niveles de vida han supuesto un empobrecimiento generalizado de los votantes trumpistas, resentidos por cómo les ha tratado el sistema y, especialmente, por el abandono del Partido Demócrata.

 

En realidad, el 5% en defensa debe entenderse como una especie de impuesto revolucionario para cuadrar los presupuestos en el Congreso y el Senado, una forma de prolongar el déficit antes de que el dólar deje de ser la divisa internacional y, por tanto, deje de funcionar la "impresora de billetes" que ha mantenido artificialmente la hegemonía política y económica de Washington.

Sin embargo, hay otro factor asociado.

 

Hasta ahora, la clase política estadounidense, con una eficaz técnica de propaganda y teología neoliberal, ha mantenido la ilusión de hegemonía, mientras los puentes y carreteras construidos por Eisenhower se agrietan y lo que queda del sistema de bienestar creado por Roosevelt y Johnson hace aguas.

 

Hasta ahora todo ha funcionado porque tanto republicanos como demócratas han mantenido la religión de los bajos impuestos. Sin embargo, muchos estadounidenses, a menudo más viajados, ven con cierta envidia que disponer de sistemas públicos de salud, educación y pensiones no es cosa de comunistas.

 

Es perfectamente posible una economía de mercado y tener médico gratuito, una educación aún no tan deteriorada y un sistema relativamente garantista que impide (cada vez menos) caer en la pobreza.

El 5%, como ocurrió con la Guerra de las Galaxias, es una herramienta para asestar el golpe de gracia al sistema de bienestar europeo.

 

Funcionaría como una bola de demolición para los sistemas de salud, pensiones y educación, que pasarían a ser gestionados por empresas privadas de capital estadounidense (como ya ha ocurrido en las últimas décadas en América Latina, con cierto espíritu colonial).

 

Por ejemplo, España, que gasta un 1,3% en defensa, si aumentara al 5% implicaría gastar 64.000 millones más, lo que equivaldría a una tercera parte del presupuesto anual de la seguridad social.

 

Por tanto, destinar fondos públicos a participar en el "Ikea" de las armas estadounidenses equivaldría a un colapso de dimensiones soviéticas.

 

De eso trata el 5%:

de protagonizar un suicidio político y social en Europa y de borrar del mapa la posible alternativa a la dictadura neoliberal impuesta por Wall Street...