por David Barreras Martínez
06 Enero 2024
del Sitio Web ABC

 

 

David Barreras Martínez,

nacido en París en 1976, es investigador en una spin-off del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, lo que compagina con su faceta de historiador.

Ha publicado con varias editoriales trabajos como 'Breve Historia de la caída del Imperio romano' (2017) o 'Carlomagno y la Europa medieval', entre otros.






La caída del Imperio romano,

según Thomas Cole.

Ubicada en el Metropolitan Museum of Art ABC



Trump y Biden

son nuestros Trajano y Adriano actuales:

uno mira hacia dentro, mientras que el otro

se centra en el exterior para

'hacer grande a América'...




El mundo está cambiando, y el mundo estaba cambiando también cuando Adriano ascendió al trono imperial en el año 117.

 

Su antecesor, Trajano, había llevado las fronteras romanas hasta los confines de Europa oriental.

 

Con la conquista de la Dacia, territorio la mayor parte del cual se corresponde con la actual Rumania, ingentes riquezas llegarían de nuevo a Roma, otras tierras podían ser explotadas, copiosas materias primas para ser transformadas y abundantes manufacturas susceptibles de ser vendidas en este nuevo mercado que también se inauguraba.

Así funcionaba, en definitiva,

la economía romana, a base de someter nuevos territorios militar y políticamente, para apoderarse de sus recursos, darles valor y enriquecerse el Imperio con todo ello.

 

Un modelo financiero de base productiva esclavista, mano de obra barata que requería, al igual que esta economía, reabastecerse a partir de la conquista de nuevos territorios.

Esto permitía a los romanos mantener su alto grado de civilización, conservar su elevado estado de bienestar, continuar con la lujosa vida de un nada despreciable porcentaje de población acomodada y pagar (bien pagado, además) a un ejército profesional que así podía emprender nuevas campañas militares en el exterior y, por lo tanto, retroalimentar los engranajes económicos del Imperio.

Pero con la llegada de Adriano, el sistema económico descrito comenzaba a mostrar signos de debilidad.

 

Alcanzado el máximo apogeo del Imperio, sus límites se habían estirado en exceso y era ya muy complicado gobernarlo de manera unificada y efectiva, por no hablar de la complejidad a la hora de mantener la seguridad tanto exterior como interior.

 

Resulta obvio entender que,

si su defensa resultaba harto complicada, los ejércitos imperiales debían empezar a preocuparse más por resguardarse de los enemigos que por atacarles.

Si los romanos querían preservar su Imperio debían, por lo tanto, actuar en consecuencia.

 

Y esto fue precisamente por lo que apostó Adriano,

soberano que en lugar de dar comienzo a una nueva campaña de conquista que diera impulso a su gobierno y que glorificara su paso por el trono, como hasta la fecha había sido habitual, fomentó una política defensiva, en la que todos los esfuerzos se centraron en afianzar las fronteras, fortificar puestos avanzados de vigilancia o incluso abandonar zonas ocupadas sin valor estratégico.

 

 


Problemas de ayer y hoy

Pero, por todo lo descrito en los párrafos anteriores, a partir de entonces el Imperio romano tenía un serio problema.

Sin guerras de conquista, la economía romana no podría ya sustentarse de la forma con la que lo había hecho los dos siglos anteriores.

El resultado sería catastrófico y así se revelaría con los siguientes emperadores, aunque, eso sí, el Imperio romano todavía tardaría más de tres siglos en caer definitivamente.

Qué duda cabe que,

al día de hoy, otro modelo económico, el capitalismo clásico, toca a su fin...

Que su principal 'abanderado', Estados Unidos, zozobra entre sus dos últimas administraciones presidenciales, las de Biden y Trump.

Biden, representante del clásico arquetipo político estadounidense, por el que aun apuesta el Partido Demócrata, llamémoslo el 'modelo de ataque', todavía trata de aferrarse al Imperialismo en el que éste siempre se ha basado, con un estricto control geopolítico que le permite mantener a toda costa su modelo económico.

Mientras que con Trump, el anterior presidente, representante de un nuevo modelo, llamémoslo 'modelo de defensa', 'neorrepublicano' o 'trumpista', sin duda también populista, la economía trata de salvarse a la desesperada, aferrándose a un feroz proteccionismo, y al día de hoy, sorprendente cierre de fronteras.

 

En definitiva, a un último intento por, empleando las mismas palabras que el propio ex-presidente, 'make America great again'...

En conclusión,

Trump se preocupa por 'mirar hacia dentro', mientras que Biden prefiere 'mirar hacia fuera'.

Así tendríamos, efectivamente a 'nuestros Adriano y Trajano contemporáneos', respectivamente.

 

Y, con la hipotética vuelta de Trump a la presidencia estadounidense, estaríamos asistiendo de nuevo a la política 'defensiva' como intento desesperado por salvar su imperio y por evitar la caída del Capitalismo.

Pero éste no parece ser el único paralelismo con la última etapa de la Antigüedad.

 

Ese mismo siglo II en el que Adriano se había ceñido la corona imperial, no acabaría sin que, además de afianzarse el final de un modelo económico, empezaran a generalizarse también las epidemias y las guerras, al tiempo que se hacían patentes,

  • los primeros signos de cambio climático

  • la inflación no paraba de crecer

  • las desigualdades sociales aumentaban cada día...

¿No nos recuerdan todos estos indicadores del 'Apocalipsis Romano' a lo qué exactamente ahora mismo nos está ocurriendo...?

Sin duda alguna, en el siglo II el mundo estaba cambiando.

 

Sin duda alguna, en el siglo XXI el Mundo está cambiando.

La Historia, una vez más, ¡se repite...!