4 - DE DIOSES Y SEMIDIOSES

La decisión de Marduk de permanecer dentro o al menos cerca de las tierras en disputa e involucrar a su hijo en la lucha por la lealtad humana persuadió a los enlilitas a poner como capital central de Súmer a Ur, el centro de culto de Nannar (Su-en o Sin en acadio).


Fue la tercera vez que se escogió a Ur para servir como tal—de ahí la designación ‘Ur III’ para ese período.


La movida enlazó los asuntos de los dioses contendientes al relato bíblico—y el rol—de Abraham, y la entrecruzada relación cambió la religión hasta ahora.
Entre las muchas razones para la elección de Nannar/Sin como el campeón enlilita estuvo la comprensión que la contienda con Marduk había dejado de ser un asunto sólo de dioses, y se había convertido en una disputa en las mentes y corazones de la gente—de los terráqueos que los dioses habían creado, quienes ahora formaban los ejércitos que peleaban las guerras en nombres de sus creadores…

Diferente de otros enlilitas, Nannar/Sin no fue un combatiente en la Guerra de los Dioses; su elección fue transmitir a la gente en todas partes, incluso en las ‘tierras rebeldes’, que bajo su liderazgo comenzaría una era de paz y prosperidad. Él y su esposa Ningal (Fig. 23) fueron gratamente amados por la gente de Súmer, y Ur misma mostraba prosperidad y bienestar; su solo nombre, que significa ‘urbano, lugar domesticado,’ viene a expresar no sólo ‘ciudad’ sino La Ciudad—la joya urbana de las tierras antiguas.

Figura 23

 

El templo de Nannar/Sin ahí, un zigurat rascacielos, se elevaba en pisos dentro de un recinto sagrado amurallado donde una variedad de estructuras servían como morada de los dioses y residencia y edificios funcionales de la multitud de sacerdotes, oficiales, y sirvientes que atendían las necesidades de la pareja divina y organizaban las observancias religiosas para el rey y el pueblo.

 

Más allá de esos muros se extendía una magnífica ciudad con dos puertos y canales que los comunicaban con el Éufrates (Fig. 24), una gran ciudad con el palacio del rey, edificios administrativos (incluyendo tanto a los escribas y archivadores de documentos como a recaudadores de impuestos), viviendas privadas de varios niveles, talleres, escuelas, almacenes y bodegas mercantiles, y puestos—todo en amplias calles donde, en muchas intersecciones, se había construido ermitas de oración abierta a todos los viajeros.


El majestuoso zigurat con sus monumentales escaleras (Reconstrucción, Fig.25), aunque grande en ruinas, aun domina el paisaje después de más de 4000 años. Pero había otra razón indefectible.

 

Diferente de los combatientes Ninurta y Marduk, ambos ‘inmigrantes’a la Tierra desde Nibiru—él fue el primero de la primera generación de dioses nacidos en la Tierra—no era sólo el primogénito de Enlil en la Tierra— el fue el primero de la primera generación de dioses nacidos en la Tierra.

Figura 24
 


Figura 25
 

Sus hijos, los gemelos Utu/Shamash e Inanna/Ishtar, y su hermana Ereshkigal, que pertenecieron a la tercera generación de dioses, nacieron todos en la Tierra. Eran dioses, pero también nativos de la Tierra. Sin duda que esto fue tomado en consideración en la disputa emergente por la lealtad de la gente.
La selección de un nuevo rey, para reiniciar una dinastía fresca dentro y desde Súmer, también fue realizada con mucho cuidado. Ya no más ‘mano abierta’ como la dada (o tomada por) a Inanna/Ishtar, que escogió a Sargón el acadio para comenzar una nueva dinastía porque le placía su forma de amarla.

 

El nuevo rey, llamado Ur-Nammu (‘La Alegría de Ur), fue celosamente escogido por Enlil y aprobado por Anu, y no era meramente terráqueo. Era un hijo—‘el amado hijo’—de la diosa Ninsun; ella había sido, recordará el lector, la madre de Gilgamesh. Dado que su divina genealogía se repite en numerosas inscripciones durante el reinado de Ur-Nammu, en presencia de Nannar y otros dioses, uno debe asumir que el reclamo era factual.

 

Esto hacía a Ur-Nammu no sólo un semidiós sino—como en el caso de Gilgamesh—‘dos partes divino.’ Ciertamente, la afirmación que su madre era la diosa Ninsun, colocó a Ur-Nammu a la altura de Gilgamesh, cuyas hazañas eran bien recordadas y cuyo nombre permanecía reverenciado.


La selección fue así una señal, para amigos y enemigos, que los gloriosos días bajo la autoridad indiscutida de Enlil y su clan estaban de vuelta.
Todo esto fue importante, quizá crucial, debido a que Marduk tenía sus propios atributos para atraer las masas humanas.


Ese llamativo especial a los Terráqueos era el hecho que el suplente y jefe de campaña de Marduk era su hijo Nabu—que era no sólo nacido en la Tierra, sino que nacido de madre que ella misma era Terráquea, de hacía tiempo—en verdad, en los días antes del Diluvio—Marduk rompió todas las tradiciones y tomó a una terráquea y la hizo su esposa oficial.

Que los jóvenes anunakis tomasen hembras terrestres como esposas no debería ser una sorpresa escandalosa, porque está documentado en la Biblia para que todos lo lean.

 

Lo que es poco conocido incluso para los académicos, debido a que la información se halla en textos ignorados y tienen que ser verificados con las complejas Listas de Dioses, es el hecho que fue Marduk quién dio el ejemplo que siguieron los ‘Hijos de los dioses’:

Y ocurrió cuando

los hombres comenzaron a crecer

en número sobre la Tierra

y les nacieron hijas—
Que los Hijos de Elohim

vieron que las hijas del Adán

les venían bien;
Y tomaron como esposas

a las que escogieron.
Génesis 6: 1–2

La explicación bíblica de las razones para el Gran Diluvio en los primeros ocho enigmáticos versos del capítulo 6 del Génesis señala claramente el inter-maridaje y su descendencia resultante como la causa de la ira divina:

Los Nefilim estaban en la Tierra
en aquellos días y los posteriores
cuando los hijos de Elohim
tomaron a las hijas de Adán
y les nacieron hijos de ellas.

(Mis lectores pueden recordar que fue mi pregunta como niño escolar, de por qué Nefilim—que literalmente significa ‘Aquellos que descendieron,’ que bajaron ^[del cielo a la Tierra]—era usualmente traducido por ‘gigantes.’ Fue mucho más tarde que me di cuenta que la palabra hebrea para ‘gigantes,’ Anakim, era en verdad una interpretación del sumerio Anunnaki.)

 

La Biblia claramente cita tal matrimonio interracial—la ‘toma de esposas’—entre jóvenes ‘hijos de los dioses’ (hijos de los Elohim, los Nefilim) y hembras Terrestres (‘hijas de Adán’) como una de las razones de Dios para buscar el exterminio de la humanidad por el Diluvio:

‘Mi espíritu no permanecerá mucho tiempo en el Hombre, porque en su carne han pecado… Y Dios se arrepintió de haber creado al Adán en la Tierra, y estaba angustiado, y dijo: Dejen que limpie de la faz de la Tierra al Adán que he creado.’

Los textos sumerios y acadios que cuentan la historia del Diluvio explican que hay dos dioses involucrados en ese drama: era Enlil quién ideaba la destrucción de la Humanidad por el Diluvio, mientras que Enki se complicitó a prevenirla dándola instrucciones a ‘Noé’ para construir un arca de salvación. Cuando uno hurga los detalles, encontramos que el agriado ‘¡Esto se acaba aquí! de Enlil, y los esfuerzos contrarios de Enki no fue algo de principios nada más.

 

Porque fue el mismo Enki quién comenzó a copular hembras terrestres y tener hijos con ellas, y fue Marduk hijo de Enki quién mostró el camino y dio el ejemplo para verdaderos matrimonios con ellas…


Al tiempo que la Misión Tierra estuvo completamente operativa, los Anunnakis estacionados en Tierra eran 600; además hubo 300 que fueron conocidos como los IGI.GI (‘aquellos que observan y ven’) que manipulaban una estación planetaria—¡en Marte!—y los vuelos de transbordador entre ambos planetas.

 

Sabemos que Ninmah, la oficial médica jefa, vino a la Tierra como cabeza de un grupo de enfermeras (Fig. 26).

Figure 26

 

No está dicho cuántas eran o si había otras mujeres entre los Anunnaki, pero está claro que en cualquier suceso las mujeres eran pocas entre ellos. La situación requirió estrictas reglas sexuales y supervisión de los mayores, tanto así que (de acuerdo a un texto) Enki y Ninmah tuvieron que hacer de casamenteros, escogiendo quién se casaba con quién.

Enlil, un estricto disciplinario, cayó él mismo víctima de la falta de hembras al violar a una joven durante una cita. Por tal cosa él, el Comandante en Jefe en la Tierra, fue castigado con el exilio; la pena fue conmutada cuando accedió a casarse con Sud y hacerla su consorte oficial, Ninlil. Ella fue su única esposa hasta el final.


Enki, por otro lado, es descrito en numerosos textos como un mujeriego con diosas hembras de todas las edades, y arreglándoselas para salir airoso. Además, una vez que las hijas del Adán proliferaron, no tuvo aversión a tener contactos sexuales con ellas, también… Los textos sumerios ensalzan al Adapa ‘el más sabio de los hombres’ que creció en casa de Enki, quién le enseñó a escribir y matemáticas, y fue el primer Terrestre en ser llevado arriba a visitar a Anu en Nibiru; los textos también revelan que Adapa era un hijo secreto de Enki, hijo de una madre terrestre.


Textos apócrifos nos informan que cuando nació Noé, el héroe bíblico del Diluvio, mucho acerca del niño y su nacimiento causaron que su padre, Lamec, se preguntara si el verdadero padre no había sido un Nefilim. La Biblia sólo afirma que Noé era un hombre genealógicamente “perfecto” que ‘Caminó con los Elohim’; textos sumerios, donde el héroe del Diluvio es llamado Ziusudra, sugieren que era un semidiós hijo de Enki.

 

Fue así que un día Marduk se quejaba a su madre que mientras sus compañeros tenían esposas, él no:

“No tengo mujer, no tengo hijos.”

Y continuó diciéndole que le había gustado la hija de un ‘alto sacerdote, un músico consumado” (hay razones para creer que era el escogido hombre Enmeduranki de los textos sumerios, el paralelo al bíblico Enoch). Después de verificar que la joven hembra terrestre—su nombre era Tsarpanit—estaba de acuerdo, los padres de Marduk accedieron a seguir adelante.


El matrimonio produjo un hijo. Fue llamado EN.SAG, ‘Noble Señor’. Pero diferente de Adapa, que era un semidiós terrestre, el hijo de Marduk fue incluido en las Listas Sumerias de Dioses, donde fue además llamado ‘el divino MESH’—un término empleado (como en GilgaMESH) para denotar un semidiós.

 

El fue así el primer semidiós que fue un dios. Más tarde, cuando condujo las masas de hombres en nombre de su padre, le fue dado el nombre-epíteto Nabu—El Que Habla, El Profeta—porque ese es el significado literal de la palabra, como cuando se refiere al paralelo hebreo bíblico ‘Nabih’, traducido a ‘profeta.’
Nabu fue por lo tanto el hijo-de-dios y un hijo-de-Adán de la escrituras antiguas, aquel cuyo nombre significaba Profeta.


Como en las profecías egipcias citadas con anterioridad, su nombre y función tuvieron relación con las expectativas mesiánicas.


Y fue tanto así, que en los días previos al Diluvio Marduk dio un ejemplo a los otros dioses solteros: encontró y desposó una hembra terrestre… El rompimiento del tabú atrajo en particular a los dioses Igigi quienes la mayoría del tiempo estaban en Marte, siendo su principal sitio en la Tierra el Sitio de Aterrizaje en el Bosque de Cedros.

 

Viendo una oportunidad—quizá una invitación para venir y celebrar el matrimonio de Marduk—tomaron hembras terrestres y las llevaron con ellos como esposas. Algunos libros extra-bíblicos, llamados Los Apócrifos, tal como el Libro de los Jubileos, el Libro de Enoch (Book of Enoch), y el Libro de Noé (Book of Noah), documentan el incidente del matrimonio interracial de los Nefilim con profusión de detalles. Unos doscientos ‘Observadores - Watchers’ (‘Aquellos que observan y ven’) se organizaron en grupos de veinte; cada uno tenía un líder.

 

Uno de ellos, llamado Shamyaza, era el comandante general.

 

El instigador de la trasgresión,

‘el que condujo al mal camino a los hijos de dios y los trajo a Tierra y los hizo extraviarse con las Hijas del Hombre,’ se llamaba Yeqon…

Sucedió, afirman estas fuentes, durante la época de Enoch.


A pesar de sus esfuerzos para encajar las fuentes sumerias (que hablan de la rivalidad y contradicciones entre Enlil y Enki) en una presentación monoteísta—la creencia en un solo Dios Todopoderoso—los compiladores de la Biblia Hebrea finalizan esa parte en el capítulo 6 del Génesis con un reconocimiento a las consecuencias factuales.


Hablando de la descendencia de estos matrimonios interraciales, la Biblia hace dos admisiones:

  • la primera, que estos intermatrimonios tuvieron lugar en los días antes del Diluvio, y también ‘de ahí en adelante’;

  • la segunda, que de la descendencia ‘vinieron los héroes de antaño, hombres de renombre.’

Los textos sumerios indican que los heroicos reyes postdiluviales fueron sin duda tales semidioses.


Pero ellos fueron no sólo la descendencia de Enki y su clan: algunos reyes de la región enlilita fueron hijos de dioses enlilitas. Por ejemplo, La Lista de Reyes Sumerios señala claramente que cuando la realeza comenzó en Uruk (un dominio enlilita), el escogido fue un MESH, un semidiós:

Meskiaggasher, hijo de Utu,

se convirtió en el sumo sacerdote y rey.

Utu era por supuesto el dios Utu/Shamash, nieto de Enlil.


Más abajo en la línea dinástica estaba el afamado Gilgamesh, ‘el dos tercios divino’, hijo de la diosa enlilita Ninsun cuyo padre era el sumo sacerdote de Uruk, un Terrestre. (Hubo algunos gobernantes más en la línea, tanto en Uruk como en Ur, que llevaron el título ‘Mesh’ o ‘Mes’.)


En Egipto, también, algunos faraones reivindicaron parentesco divino.


Muchos en las dinastías de los siglos 18 y 19 adoptaron nombres ‘divinizados’ con un prefijo o un sufijo MSS (modificado a Me, Mo, Mes), que significa ‘Asunto de’ tal o cual dios—tal como en los nombres A-mon o Ra-mses (RA-MaSeS—asunto de,’ descendencia del dios Ra).

 

La famosa reina Hatshepsut, que a pesar de su condición femenina llevaba el título y privilegios de un faraón, reclamó ese derecho en virtud de ser semidiosa—el gran dios Amón, estampó en inscripciones y descripciones en su inmenso templo en Dair-el-Bahri, “tomó la forma de su majestad el rey,” el esposo de su madre-reina, y tuvo una cópula con ella,” y derivó en que su hija Hatshepsut naciera como semidivina.

 

Textos cananeos incluyen la historia de Keret, un rey que era hijo del dios El.


Una variante interesante de tal patrón fue el caso de Eannatum, un rey sumerio en Lagash de Ninurta durante los tempranos tiempos ‘heroicos.’

 

Una inscripción del rey en uno de sus bien conocidos monumentos (‘La Piedra de los Buitres’) atribuye a este semidiós el estatus de inseminación artificial por Ninurta (el Señor del Girsu, el recinto sagrado), y ayudado por Inanna y Ninmah (aquí llamada por su epíteto Ninhursag):

El Señor Ningirsu, guerrero de Enlil,
implantó el semen de Enlil en Eannatum
En la matriz de [ . . . ].
 

Inanna acompañó su [nacimiento],
Lo nombró “Importante en el templo de Inanna,”
Lo dejó al sagrado cuidado de Ninharsag.
 

Ninharsag le ofreció su seno sagrado.
Ningirsu se regocijó con Eannatum—
el semen implantado en la matriz por Ningirsu.

Aunque la referencia al ‘semen de Enlil’ no aclara si es el semen de Ninurta o de Ningirsu el considerado ‘semen de Enlil’ porque él era el primogénito de Enlil, o realmente fue empleado semen de Enlil para la inseminación (lo cual es dudoso), las inscripciones afirman con claridad que la madre de Eannatum (cuyo nombre es ilegible en la piedra) fue fecundada artificialmente, de modo que un semidiós fue concebido sin una verdadera cópula sexual—¡un caso de concepción inmaculada en Súmer, tercer milenio a.C.!


Que a los dioses no les era desconocida la inseminación artificial se halla corroborada en textos egipcios, de acuerdo a los cuales después que Set matara y desmembrara a Osiris, el dios Toth extrajo semen del falo de Osiris y lo impregnó en la esposa de Osiris, Isis, consiguiendo el nacimiento del dios Horus.

 

Una descripción de la hazaña muestra a Toth y la diosa del parto sosteniendo las dos cadenas de ADN empleadas, y a Isis con el recién nacido Horus (Fig. 27).

Figure 27

 

Queda claro entonces, que después del Diluvio los enlilitas también aceptaron tanto el cruce con hembras terrestres como considerar a esa descendencia ‘héroes, hombres de renombre,’ escogibles para la realeza.


Así fue que comenzaron los linajes de ‘sangre real’ de los semidioses.


Una de las primeras tareas de Ur-Nammu fue lograr un renacimiento religioso y moral. Y para eso, también, fue emulado un rey anterior recordado y reverenciado. Fue realizado mediante a promulgación de un nuevo Código Legal, leyes de comportamiento moral y leyes de justicia—en adherencia, decía el Código, a las leyes que Enlil y Nannar y Shamash querían que el rey impusiera y la gente viviera así.

La naturaleza de las leyes, un listado de lo que hacer y lo que no hacer, puede juzgarse por el reclamo que Ur-Nammu hace debido a esas leyes de justicia,

“el huérfano no fue presa del rico, la viuda no fue presa del poderoso, el hombre con una oveja no cayó en manos del que posee un buey… la justicia fue establecida en la tierra.”

En eso fue emulado—a veces empleando las exactas mismas frases—a un anterior rey sumerio. Urukagina de Lagash, quién trescientos años antes había promulgado un código legal por el cual se instituyeron reformas sociales, legales y religiosas (entre ellas el establecimiento de casas seguras para mujeres, bajo el patrocinio de la diosa Bau, esposa de Ninurta). Esto, debe ser señalado, fueron los mismos principios de justicia y moralidad que los profetas bíblicos pidieron a los reyes y a la gente en el siguiente milenio.


Cuando comenzó la era de Ur III, obviamente hubo un deliberado intento de volver Súmer (ahora Súmer y Acadia) a sus viejos días de gloria, prosperidad, y moralidad y paz—los tiempos que precedieron a la última confrontación con Marduk.


Las inscripciones, los monumentos, y la evidencia arqueológica dan testimonio que el reinado de Ur-Nammu, que comenzó en 2113 a.C., fue testigo de grandes obras públicas, la restauración de la navegación fluvial, y la reconstrucción y protección de las carreteras del país:

“Hizo correr las carreteras desde las tierras bajas a las elevadas,” atestigua una inscripción.

Siguió un aumento del intercambio y el comercio.

 

Hubo un surgimiento de las artes, artesanía, escuelas, y otras mejoras en los campos social y económico (incluyendo la introducción de pesos y medidas más exactos). Tratados con los gobernantes vecinos del este y del noreste expandieron la prosperidad y la calidad de vida. Los grandes dioses, en especial Enlil y Ninlil, fueron honrados con magníficos y renovados templos, y por primera vez en la historia de Súmer, el clero de Ur fue combinado con el de Nippur, lo que condujo a un renacimiento religioso.


Todos los académicos concuerdan que virtualmente en todos los aspectos el período de Ur III alcanzó nuevas alturas en la civilización sumeria. Esa conclusión sólo aumenta el misterio generado por una hermosa caja artesanal descubierta por arqueólogos: sus paneles interiores, frente y espalda, describen dos escenas contradictorias de la vida en Ur.

 

Mientras uno de las paredes (ahora conocida como el ‘Panel de Paz’) dibujó banquetes, comercio y otras escenas de actividades sociales, el otro (el ‘Panel de la Guerra’) representa una columna de soldados armados y con yelmo, y carros de caballo marchando a la guerra (Fig. 28).

Figure 28

 

Un examen cercano de los registros de ese tiempo revela que ciertamente mientras bajo el liderato de Ur-Nammu el mismo Súmer floreció, la hostilidad hacia los enlilitas por parte de las ‘tierras rebeldes’ aumentó en vez de disminuir.

 

La situación aparentemente demandó acción, para lo cual de acuerdo con inscripciones de Ur-Nammu, Enlil le proporcionó,

“un arma divina que amontona a los rebeldes en pilas” con la cual atacar “las tierras hostiles, destruir las ciudades malvadas y limpiarlas de oposición.”

Aquellas ‘tierras rebeldes’ y ‘ciudades del pecado’ estaban al oeste de Súmer, las tierras de los amoritas seguidores de Marduk, allá, el ‘mal’—la hostilidad contra Enlil—fue avivada por Nabu, quién se movió de ciudad en ciudad haciendo proselitismo para Marduk.

 

Los registros enlilitas lo llaman ‘El Opresor,’ de cuya influencia las ‘ciudades del pecado’ debían librarse.

Hay razones para creer que los Paneles de Paz y de Guerra describieron en verdad a Ur-Nammu—uno mostrando las celebraciones y cenas de paz y prosperidad, el otro en el carruaje real, conduciendo su ejército a la guerra.

 

Sus expediciones militares lo llevaron bastante más allá de las fronteras de Súmer dentro de las tierras occidentales. Pero Ur-Nammu—gran reformador, constructor, y ‘pastor’ que fue—falló en el liderazgo militar. En medio de una batalla su carro quedó atascado en el barro; Ur-Nammu cayó fuera, pero ‘el carruaje como tormenta siguió de largo,” dejando al rey atrás, ‘abandonado como una jarra rota.

 

La tragedia se agravó cuando la barca con los restos de Ur-Nammu,

‘naufragó en algún lugar; las olas lo hundieron, con él a bordo.’

Cuando llegaron a Ur las noticias de la derrota y la trágica muerte de Ur-Nammu, hubo gran lamento en la ciudad.

 

La gente era incapaz de comprender como tal religioso devoto rey, un pastor correcto que sólo siguió las directivas de los dioses con armas que ellos ponían en sus manos, podía perecer tan ignominiosamente.

“¿Por qué el Señor Nannar no lo tomó de la mano?” se preguntaban; ¿Por qué Inanna, Dama del Cielo, no puso su noble brazo alrededor de su cabeza? ¿Por qué el arrojado Utu no lo asistió?”

Los sumerios, que creían que todo lo que ocurre ha sido destinado, se preguntaban,

"¿Por qué estos dioses dieron un paso al lado cuando fue decidido el amargo fin de Ur-Nammu?"

De seguro aquellos dioses, Nannar y sus hijos gemelos, supieron lo que Anu y Enlil estaban decidiendo; sin embargo nada dijeron para proteger a Ur-Nammu.

 

Podía haber una sola explicación plausible, concluía la gente de Ur y Súmer mientras lloraban y se lamentaban:

Los grandes dioses habían faltado a su palabra—

¡Cómo ha sido cambiado el destino de un héroe!
Anu alteró su palabra sagrada.
¡Enlil falsamente cambió su decreto!

¡Estas son palabras fuertes, que acusan a los grandes dioses enlilitas de falsía y doble estándar! Las palabras antiguas trasmiten la fuerte decepción de la gente. Si eso fue así en Súmer y en Acadia, uno se puede imaginar la reacción en las rebeldes tierras del oeste.


En la lucha por el corazón y la mente de la Humanidad, los enlilitas fueron vacilantes. Nabu, el ‘que dice’, intensificó la campaña en nombre de su padre Marduk. Su propio estatus estaba cambiado y mejorado: su propia divinidad estaba ahora glorificada por una variedad de venerables epítetos. Inspirados por Nabu—el Nabih, el Profeta—las profecías del Futuro, de lo que va a suceder, comenzaron a barrer las tierras en lucha.


Sabemos lo que dicen porque se ha encontrado un número de tabletas de arcilla en los cuales tales profecías fueron inscritas; trabajadas en el cuneiforme Antiguo Babilonio, están agrupadas por los académicos como Profecías Acadianas o Apocalipsis Acadio.


Común a todas ellas es la visión del Pasado, Presente y Futuro como parte de un flujo continuo de sucesos; que dentro de un destino prefijado hay algo de espacio para el libre albedrío y por tanto a un Destino variado; que para la Humanidad, ambos fueron decretados o determinados por los dioses del Cielo y la Tierra; y que por tanto los eventos en la Tierra reflejan ocurrencias en los cielos. Para conceder credibilidad a las profecías, los textos a veces anclaron la predicción de hechos futuros a hechos o entidades históricos conocidos.

 

Lo que está mal en el presente, por qué se necesita un cambio, es entonces narrado. Los hechos desplegados son atribuidos a decisiones por uno o más de los grandes dioses. Un divino Emisario, un Heraldo, aparecerá; pueden ser sus palabras, transcritas por el escriba, o anuncios esperados; tan manudo como no, ‘un hijo hablará por su padre.’

 

El hecho(s) predicho será puesto con los presagios—la muerte de un rey, o signos celestiales:

  • un cuerpo celeste aparecerá y hará un sonido horroroso

  • ‘un fuego ardiente’ descenderá de los cielos hasta el horizonte como una antorcha,’

  • y, más significativo, “un planeta aparecerá antes de aquel tiempo.”

Malas cosas, Apocalipsis, precederán a los hechos finales.


Habrá lluvias calamitosas, inmensas olas devastadoras—o sequías, los canales llenos de cieno, langostas, y hambrunas. La madre se volverá contra la hija, el vecino contra el vecino. Rebelión, caos, y calamidades ocurrirán en las tierras.


Las ciudades serán atacadas y despobladas; morirán los reyes, serán destituidos, y capturados:

"un trono derrocará al otro”

Los oficiales y sacerdotes serán muertos; los templos abandonados; cesarán los ritos y las ofrendas. Y entonces el hecho predicho—un gran cambio, una nueva era, un nuevo líder, un Redentor—vendrá. La buena voluntad prevalecerá sobre la maldad, la prosperidad reemplazará los sufrimientos; las ciudades abandonadas serán restauradas, los remanentes de la gente dispersada volverán a sus hogares.


Serán restaurados los templos, y la gente practicará los correctos ritos religiosos.


No inesperadamente, estas profecías babilónicas o pro-Marduk pusieron el dedo acusador de la maldad en Súmer y Acadia (y también sus aliados Elam, Hattiland, y las Sealands), y nombraron a los Amurru del oeste como el instrumento de retribución divina. Son nombrados los centros de culto enlilitas Nippur, Ur, Uruk, Larsa, Lagash, Sippar, y Adab; serán atacadas, saqueadas, abandonados sus templos.

 

Los dioses enlilitas se describen como confusos (‘incapaz de dormir’). Enlil llama a Anu, pero desatiende su consejo (algunos traductores leen la palabra como ‘orden’) que promulgue un edicto misharu—un poner las cosas en orden. Enlil, Ishtar, y Adad serán forzados a cambiar la realeza en Súmer y Acadia.


Los ‘ritos sagrados’ serán trasladados a Nippur. Celestialmente, ‘el gran planeta’ aparecerá en la constelación del Carnero.

 

La palabra de Marduk prevalecerá:

"él sojuzgará las Cuatro Regiones, la Tierra completa temblará a la mención de su nombre… Después de él su hijo reinará como rey y será maestro de la Tierra entera.”

En algunas profecías, ciertas deidades son objeto de predicciones específicas:

‘Un rey se levantará,’ un texto profetizó en consideración a Inanna/Ishtar ‘sacará a las diosas protectoras de Uruk de Uruk y las hará morar en Babilonia… Él establecerá los ritos de Anu en Uruk..’

También los dioses Igigi están mencionados específicamente:

‘Las ofrendas regulares para los dioses Igigi, que han cesado, será restablecida,’ señala una profecía.
 


 


Como fue el caso con las profecías egipcias, la mayoría de los académicos trataron también las ‘Profecías Acadias’ como ‘seudo-profecías o textos post aventum—que fueron escritos de hecho, mucho después de los sucesos ‘predichos;’ pero como hemos reiterado en asuntos de textos egipcios, decir que los sucesos no fueron profetizados porque ya habían ocurrido es sólo reafirmar que los acontecimientos ocurrieron per se (sea o no que hayan sido predichas), y aquello que más nos importa a la mayoría.

 

Significa que las profecías se hicieron realidad.

 

Y si así es, lo más escalofriante en la predicción (en el texto conocido como Profecía “B”):

La Espantosa Arma de Erra
sobre las tierras y la gente
vendrá en juzgamiento.

Una profecía muy aterrante sin duda, porque antes del final del siglo veintiuno a.C., ‘el juicio sobre las tierras y la gente’ ocurrió cuando el dios Erra (‘El Aniquilador’)—un epíteto para Nergal—explotó ARMAS NUCLEARES en un cataclismo que hizo reales las profecías.

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