
	
			por Walter Graziano
			2007
			extraído de
			
			NADIE VIO MATRIX
	
 
	
	 
	
	
	Neo: ¿Por qué me duelen los 
	ojos? 
	
	Morpheus: Porque nunca los habías 
	usado. 
	
	Matrix
	
	
	Pan y Circo para el pueblo.
	Nerón
 
	
	
	
	Muchas veces se nos enseña la historia como una sucesión de hechos, guerras, 
	conquistas y revoluciones casi caóticas. 
	
	 
	
	Como sucesos desconectados entre sí. Como si los 
	factores económicos casi no hubieran existido como motivo de esa sucesión de 
	acontecimientos políticos a la que se suele denominar Historia. 
	
	 
	
	Cuando ello ocurre, se pretende que el público 
	piense que la historia no es más que una lucha personal por el acceso al 
	poder, en la que los intereses de las principales empresas y bancos no 
	serían más que notas accesorias a pie de página, casi irrelevantes a la hora 
	de iniciarse los sucesos trascendentales para la humanidad.
	
	Obviamente, quien siga con atención la apretada sucesión de acontecimientos 
	desde que comenzó la globalización, entiende fácilmente que no es así.
	
	
	 
	
	En tal sentido,
	
	la globalización económica y financiera ha 
	ayudado a advertir y despertar al público, el cual ahora sí comprende 
	claramente que tras cada uno de los principales acontecimientos hay factores 
	económicos preponderantes, que son el verdadero motor de la historia. 
	
	 
	
	Más bien, lo han sido siempre, aunque la 
	historia oficial no lo registre. Prácticamente en todas las épocas y en todo 
	el mundo ha sido de la misma manera. 
	
	 
	
	También fue así antes de la caída del Muro de 
	Berlín, aunque los historiadores e historiógrafos oficiales generalmente no 
	lo hayan registrado, manteniendo su carácter de sujetos funcionales al poder 
	económico de turno, el cual obviamente nunca debe ni desea aparecer 
	involucrado en el manejo de democracias, monarquías y todo tipo de 
	gobiernos.
	
	La causa de ello es clara, sobre todo en la era de la "democracia": 
	
		
		si la verdadera historia no es más que una 
		continua disputa de intereses económicos y de factores de poder, queda 
		entonces muy claro que la democracia, tal como se la conoce hoy en el 
		mundo, está muy lejos de ser el gobierno del pueblo y para el pueblo.
		
	
	
	Si se conocieran las verdaderas causas de los 
	acontecimientos, que generalmente se mantienen tras bambalinas, quedaría muy 
	claro que lo que hoy se suele denominar "democracia" en realidad no es más 
	que una fachada tras la cual se manejan otros intereses. 
	
	 
	
	Ocurre que con el barniz de una supuesta 
	legalidad popular, mediante procesos eleccionarios, se esconden los 
	intereses de los grupos económicos más poderosos. 
	
	 
	
	Los partidos políticos de las democracias suelen 
	estar abrumadoramente financiados por esos grupos económicos que también son 
	los que mantienen el sistema de prensa en una vasta cantidad de países.
	
	
	 
	
	Sistema - en singular - de prensa que tras la 
	supuesta competencia de diversos periódicos, radios y canales de televisión 
	esconde en realidad la verdadera causa de los acontecimientos históricos, lo 
	que está detrás de cada uno de los formidables sucesos que sólo cada tanto 
	nos muestran 
	los medios de comunicación. 
	
	 
	
	Además, es claro que cuando lo hacen casi 
	siempre presentan esos hechos desconectados entre sí.
	
	Si aceptamos la idea de que por factores económicos, sociales y 
	geoestratégicos el mundo se dirige a posibilidades inusitadas y desconocidas 
	hasta ahora, coincidiremos en que, para poder estar advertidos de lo que 
	puede llegar a ocurrir, es necesario en primer lugar establecer muy 
	claramente qué es lo que en realidad ha venido acaeciendo en el pasado.
	
	
	 
	
	Porque si el diagnóstico es incorrecto, sólo por 
	un raro azar el pronóstico podría no serlo.
	
	Las premisas generales de esa ley corren tanto para el público que desea 
	informarse realmente de lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá, como para quienes 
	están desinteresados en lo que ocurrió en el pasado y sólo focalizan su 
	atención en el futuro, sea éste personal o social.
	
	Por una doble causa, entonces, vale la pena comenzar con el desarrollo y 
	caída del Imperio Romano. 
	
		
			- 
			
			En primer lugar porque los paralelos 
			entre la Roma imperial y la actual estructura de la globalización 
			pueden ayudarnos a entrever qué puede deparar el futuro.    
- 
			
			En segundo lugar porque tal comparación 
			constituye una clara muestra para todos aquellos en principio no 
			interesados en la historia de cómo y cuando se ensamblaron la 
			globalización y la economía, con ella los procesos conceptualmente 
			se simplifican, son más fáciles de entender, y ya no es necesario 
			recurrir a una memoria atiborrada de nombres, batallas y fechas - al 
			revés de como el propio "sistema" nos enseña desde la niñez - para 
			comprender lo que en verdad ocurrió. 
	
	Cuando se ensamblan la historia y la economía, 
	la historia encuentra su hilván y cobra un sentido que en muchos manuales y 
	libros de texto suele, lamentablemente, permanecer muy oculto al lector.
	
 
	
	 
	
	
	La lección que la 
	historia oficial oculta
	
	¿Quién hubiera dicho, en pleno auge del Imperio Romano, que éste acabaría de 
	la manera en que lo hizo? 
	
	 
	
	Nada menos que en un total colapso económico y 
	político, con la propia Roma prácticamente despoblada, Italia dividida en 
	comarcas donde gobernaban familias locales, las tierras antes conquistadas 
	en Europa, Asia y África en manos de diferentes reyes, príncipes y señores 
	feudales.
	
	Los viejos caminos, rutas y acueductos, antes símbolos de esplendor y 
	grandeza, en pocos años convertidos en ruinas que resultaban refugio de 
	criminales y señoríos de bandoleros. 
	
	 
	
	El comercio internacional, otrora fuente de 
	poderío económico, transformado en un mero recuerdo. La economía opulenta 
	repleta de bienes de lujo y derroche de consumo de las clases altas, 
	transformada en poco tiempo en una lucha desesperada por la subsistencia.
	
	
	 
	
	El poder, antes concentrado en el emperador, 
	unos pocos clanes familiares ricos y un puñado de generales que decidían a 
	su antojo las cuestiones de un imperio que se extendía en tres continentes, 
	atomizado en una serie inacabable de luchas sangrientas entre dinastías 
	locales que, a veces, se disputaban territorios de unos pocos kilómetros 
	cuadrados. 
	
	 
	
	Quién hubiera predicho que ése era el destino 
	del Imperio Romano, y sin embargo, es lo que ocurrió.
	
	Hoy no estamos bajo la égida de Roma, sino bajo la del
	
	imperio del capitalismo a la manera norteamericana: 
	
		
		la que endiosa el individualismo, el libre 
		mercado, la libre competencia y el libre comercio. 
	
	
	Prácticamente el mundo entero lo está. 
	
	 
	
	Hoy también este sistema económico capitalista 
	al estilo norteamericano, que ha desembocado en la globalización, parece 
	indestructible y eterno. Sin embargo, sus contradicciones internas, fruto de 
	sus excesos, han llegado a un punto tal que no es difícil presagiar su 
	final, y aquí puede resultar muy útil una comparación histórica. 
	
	 
	
	Ocurre que el proceso económico mediante el cual 
	el Imperio Romano llegó a su triste final posee algunas similitudes muy 
	relevantes con el proceso que puede darse con el capitalismo. 
	
	 
	
	Veamos:
	
	 
	
		
		La opulenta expansión del Imperio Romano 
		estaba basada en la conquista de tierras ajenas. 
		 
		
		Cuando el ejército romano conquistaba un 
		lejano país, incautaba sus riquezas de oro y plata y las llevaba a Roma. 
		Con esos metales se podía acuñar moneda, y así gastar fortunas en caros 
		y exóticos productos de consumo traídos de Oriente, especialmente, del 
		Imperio Chino, y pagar los muy cuantiosos gastos del propio ejército.
		
		 
		
		A su vez, las poblaciones de las tierras 
		conquistadas eran esclavizadas y se las obligaba a trabajar para el 
		imperio. Los hombres debían labrar las tierras de sol a sol y las 
		mujeres más bellas eran obligadas a trabajar de esclavas sexuales.
		
		 
		
		Los ejércitos rivales, tras ser diezmados en 
		los campos de batalla veían cómo sus generales eran asesinados 
		sumariamente, sus hombres más valientes enviados a morir en el Coliseo 
		como gladiadores, y la soldadesca era asimilada para ser masacrada en 
		las primeras filas de próximas batallas contra otros pueblos.
		
		Todo el auge y expansión del Imperio Romano se dio bajo esos parámetros:
		
		
			
			el robo, el pillaje, el saqueo y la 
			expoliación de los vecinos conquistados. 
		
		
		Parecía un sistema infalible, y de hecho lo 
		fue hasta que todo el sistema económico entró en contradicción. 
		
		 
		
		Para pagar los inmensos costos militares 
		eran necesarias nuevas guerras. Si no las había, en tiempos de paz, 
		mantener las legiones en los límites del imperio significaba un costo 
		abrumador. Así, la guerra resultaba imprescindible para que el propio 
		ejército pagara, merced a los botines, sus propios costos. 
		 
		
		La guerra, era un negocio. La paz, no...
		
		Llegó un momento, entonces, en el que no era factible seguir intentando 
		conquistas, dado que mares, montañas y desiertos lejanos comenzaban a 
		resultar estorbos demasiado costosos de flanquear, de manera que los 
		botines de guerra comenzaban a resultar insuficientes para financiar los 
		propios costos de la guerra y los gastos administrativos que había que 
		sufragar cada vez que el imperio se instalaba en una lejana comarca.
		
		 
		
		Cuando esto ocurrió, los emperadores y el 
		Senado decidieron inventar un artilugio para poder seguir manteniendo la 
		situación claramente deficitaria del Estado sin por ello aminorar su 
		fastuoso consumo: alterar el valor de la moneda.
		
		Fue así como antiguas monedas de oro y plata se fundían en nuevas 
		aleaciones que tenían cada vez menos oro y menos plata y más cobre y 
		estaño, respectivamente. Durante un tiempo el truco funcionó, debido, 
		sobre todo, a que el porcentaje de oro y plata de las nuevas monedas 
		todavía era muy alto. 
		 
		
		Pero rápidamente el sistema monetario entero 
		del Imperio comenzó a colapsar.
		
		Tanto es así que en un período de sólo cincuenta años el denario romano 
		pasó de tener un 70% de plata a sólo un 10%. En el año 218, el emperador 
		Heliogábalo decidió hacer la moneda romana sólo de cobre. 
		 
		
		Pero los comerciantes del Oriente no 
		aceptaron esa moneda, lo que representó un muy rudo golpe para Roma. 
		Sólo dos años más tarde, en el 220 d. C, la plata era tan escasa en Roma 
		que la depreciada moneda imperial no tenía ya respaldo alguno en ese 
		metal. 
		 
		
		Como consecuencia de ello, el imperio 
		repudió su deuda pública. 
		 
		
		Esto resultó en la definitiva caída de Roma 
		como gran comerciante mundial, y en la imposibilidad del gobierno de 
		pagar su fuerza militar.
	
	
	 
	
	Como puede observarse, el sistema económico 
	romano - volcado al militarismo y la conquista más que a la competitividad - 
	fue el "talón de Aquiles" del Imperio. 
	
	 
	
	Para mantener un opulento consumo, era necesario 
	expoliar a los vecinos. Para ello era necesario contar con una impresionante 
	maquinaria militar. Pero la maquinaria militar significaba otro enorme costo 
	que afrontar, y, con frecuencia, no generaba los suficientes recursos para 
	pagar sus propios gastos. 
	
	 
	
	
	
	Las aventuras militares se fueron 
	convirtiendo en fuente de pérdidas, en vez de aportar ingresos. Y como no 
	existía el papel moneda, ello produjo un flujo hacia afuera del Imperio de 
	todo el oro y la plata que los romanos habían conseguido como parte de sus 
	botines de guerra. 
	
	 
	
	A partir de ese punto, el destino del imperio 
	estaba sellado: 
	
		
		la fragmentación, la anarquía, la pérdida de 
		todo poder y autoridad y el inexorable declive económico hasta el punto 
		de que la subsistencia diaria constituía un problema.
	
	
	Pero los dislates económicos no concluyeron 
	allí. 
	
	 
	
	La falta de previsión para cuidar la ecología de 
	las tierras del imperio hizo declinar su fertilidad. Como durante largos 
	años se intentó obtener beneficios demasiado altos de las tierras 
	suprimiendo los períodos de descanso o "barbecho", los suelos conquistados 
	comenzaron a perder su riqueza, con lo que las cosechas comenzaron a 
	declinar. 
	
	 
	
	De tal manera, dado que ya no había oro ni plata 
	para poder importar alimentos del exterior, las alzas en el precio de los 
	alimentos, la carestía y la escasez en un pueblo con cada vez mayor cantidad 
	de habitantes, comenzaron a producir un clima social de pobreza y 
	desesperación.
	
	Para colmo de males, como tampoco se había hecho una adecuada planificación 
	de la administración de los recursos energéticos, comenzó a dificultarse, 
	incluso, cocinar y calefaccionar las casas. 
	
	 
	
	Ocurre que los romanos talaron los bosques de su 
	imperio con una rapidez alarmante. La madera y la leña, o sea, las fuentes 
	principales de energía de aquella época, eran en un principio bienes 
	baratos, dado que su disponibilidad era muy abundante. 
	
	 
	
	Sin embargo, con el paso del tiempo, y sobre 
	todo a medida que no pudieron continuar adelante con las conquistas de 
	nuevas tierras, en vastas zonas del imperio comenzaron a resultar bienes muy 
	difíciles de conseguir, de forma que amplios sectores de la población 
	quedaron sin poder cocinar sus alimentos y calentar sus casas.
	
	Así dadas las cosas, no sólo el imperio empezó a desmembrarse, sino que la 
	propia Roma terminó despoblándose. Hacia el siglo VIII era sólo un pobre 
	villorrio de unos pocos miles de habitantes que vivían en las viejas ruinas 
	de las construcciones imperiales. 
	
	 
	
	¿Quién hubiera podido predecir tal destino en la 
	época de su primer emperador, Augusto? Nadie, y sin embargo, repetimos, fue 
	lo que ocurrió.
 
	Un panorama relativamente similar quizás espera al actual sistema económico 
	capitalista al estilo norteamericano que hoy, instalado en el mundo entero, 
	muestra desequilibrios de todo tipo: 
	
		
		algunos, los sociales, evidentes a simple 
		vista en una gran cantidad de países, y otros económicos y financieros 
		un poco más ocultos para la población general del "Primer Mundo", pero 
		no por ello menos problemáticos y conflictivos, a punto tal que bien 
		pueden determinar el final de esta era de globalización en la que 
		imperan, supuestamente, el individualismo, el "libre mercado" y el libre 
		comercio.
	
	
	
	
	
	Crónica de una muerte 
	anunciada
	
	La caída del Muro de Berlín en 1989 significó el triunfo del capitalismo 
	norteamericano sobre el comunismo leninista y la aparición de un nuevo 
	sistema económico. 
	
	 
	
	Se trató de algo nunca antes visto: 
	
		
		la globalización, un fenómeno mucho más 
		problemático en sus posibles consecuencias que el individualismo, el 
		libre mercado y el libre comercio en una ciudad, un país, o un 
		continente. 
	
	
	En el pasado, cuando un país padecía una crisis 
	podía soportar una buena cantidad de años de "vacas flacas" con créditos de 
	otros países. 
	
	 
	
	En cambio, con la globalización se corre el 
	riesgo de que una crisis en un país de suficiente importancia tome 
	rápidamente proporciones mundiales, debido a que existe libre movilidad de 
	capitales y libre comercio de bienes en prácticamente todo el mundo. Países, 
	empresas y bancos se han hecho mucho más interdependientes en el mundo 
	actual. 
	
	 
	
	Mientras ningún país, ningún banco, o ninguna 
	empresa de suficiente magnitud sufran una crisis muy seria, los problemas de 
	una economía determinada reportan pingües ganancias para las grandes 
	corporaciones y para una parte de la sociedad (la más rica, que cuenta con 
	capital) de muchos países.
	
	Sin embargo, las mini-crisis internacionales de la serie que se ha vivido 
	tras poco más de una década y media de globalización nunca fueron originadas 
	en un país realmente grande. 
	
	 
	
	Las sucesivas devaluaciones, defaults y crisis 
	financieras experimentadas desde 1994 en México, Tailandia, Rusia, Brasil, 
	Turquía y Argentina, afectaron seriamente nada más que a sus vecinos y 
	socios más directos, pero no llegaron a afectar gravemente a los "tres 
	grandes": Ni en Estados Unidos ni en Europa ni en Japón se vivieron los 
	peores efectos de las crisis de países medianos o pequeños.
	
	Sin embargo, hay que remarcarlo, la globalización lleva sólo una corta - 
	aunque acelerada - vida, y hasta ahora no ha sido puesta a prueba por lo que 
	podría significar una crisis de gran importancia en uno de sus socios 
	grandes. 
	
	 
	
	Ésa es una posibilidad que, lamentablemente, se 
	hace cada día más factible a medida que los desequilibrios de la economía de 
	Estados Unidos se multiplican. 
	
	 
	
	Veamos las razones:
	
		
			- 
			
			Durante los años noventa y el comienzo 
			del nuevo milenio, más allá de períodos cortos de recesión, la 
			economía norteamericana ha venido creciendo a buen ritmo. Tasas de 
			crecimiento de 3% y 4% anual son muy frecuentes en las estadísticas 
			económicas de ese país.    
			Ello ha llevado a hacer pensar a muchos 
			que el papel hegemónico de Estados Unidos, tanto en lo económico 
			como en lo cultural, está garantizado por décadas y décadas enteras.
			   
			Sin embargo, quienes piensan así se 
			equivocan, y muy gravemente.
 
 
 
- 
			
			El comienzo del siglo XXI quizá se 
			recordará por los efectos de
			
			la 'caída' de las Torres Gemelas, 
			pero también por el recrudecimiento de los llamados "déficit 
			gemelos" en Estados Unidos. Solamente en el año 2006, el déficit 
			externo de Estados Unidos se aproximó a los 900.000 millones de 
			dólares.    
			Para todo el 2007 se proyecta una cifra 
			igual o superior, y se trata de cifras oficiales, quizás influidas 
			por necesidades y decisiones políticas. Un déficit de esa magnitud 
			implica una cifra muy peligrosa ya que supone que cerca del 7% del 
			PBI de ese país se encuentra comprometido.    
			Para que el público común tenga una idea 
			de lo que significa, es necesario decir que hoy los Estados Unidos 
			gastan en un año, en exceso de su producción interna, el equivalente 
			de toda la producción anual conjunta de Brasil, Argentina, Uruguay, 
			Paraguay, Bolivia y Chile.    
			En efecto, los Estados Unidos 
			literalmente han venido "tragándose" en los últimos tiempos, año 
			tras año, un monto superior a la producción anual del Mercosur a 
			cuenta de su exceso de gasto interno.    
			Vale decir que si las tasas de 
			crecimiento norteamericano han sido muy aceptables últimamente, 
			hasta 2006, es sólo porque ese crecimiento ha sido financiado con 
			endeudamiento público y privado.    
			Endeudamiento neto que se eleva 
			cómodamente a cifras superiores al 20% anual. 
	
	Como fácilmente se advertirá, nadie puede 
	endeudarse a ese ritmo en forma acumulada sin tener a la larga problemas 
	muy, pero muy serios. 
	
	 
	
	Cuando la serie de países que sufrieron crisis a 
	lo largo de la década de los 1990, comenzaron a padecer sus mayores 
	dificultades, sus déficits externos - que fueron en general el "gatillo" de 
	las crisis en casi todos los casos - no llegaban al 7% de sus PBI. Pues 
	bien, la economía norteamericana ya ha alcanzado esos niveles. 
	
	 
	
	Si ha podido mantenerse a flote ha sido porque 
	los grandes bancos centrales y las megacorporaciones de Asia (principalmente 
	de Japón, China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur, entre otros) han venido 
	acumulando reservas en dólares en forma de bonos del Tesoro estadounidense, 
	depósitos bancarios en dólares, acciones de empresas y otros títulos 
	públicos y privados de deuda norteamericana.
	
	Pero esa situación está generando serias distorsiones internacionales: los 
	bancos centrales asiáticos vienen invirtiendo en bonos estadounidenses el 
	producto de sus superávits comerciales con los Estados Unidos, con lo cual 
	mantienen artificialmente subvaluadas sus propias monedas, y muy líquidos 
	sus propios mercados financieros, dado que generalmente compran con emisión 
	monetaria los dólares que ingresan. 
	
	 
	
	Todo eso les permite mantener un nivel de 
	actividad alto en relación con el que tendrían si los Estados Unidos 
	corrigieran su exceso de demanda de productos externos y no les compraran en 
	la magnitud que hoy lo hacen.
	
	Si el mundo ha crecido en conjunto aceptablemente bien en el inicio del 
	siglo XXI ha sido, entonces, merced a que fue posible mantener un equilibrio 
	que no puede ser estable en el mediano plazo: Estados Unidos ha liderado el 
	crecimiento mundial gracias a un enorme desequilibrio de balanza comercial, 
	especialmente con Asia, pero también con Europa y América latina. 
	
	 
	
	Así, han sido los socios comerciales y 
	financieros de Estados Unidos lo que han podido evitar que ese país cayera 
	en una cruenta recesión. Han utilizado sus enormes superávits para financiar 
	cada vez más a su deudor: el Estado y el sector privado norteamericanos.
	
	El gran problema es que este esquema no puede ser mantenido indefinidamente. 
	La deuda externa pública y privada de los Estados Unidos es ya demasiado 
	abultada, y para empeorar la situación no tiende a estabilizarse, sino a 
	crecer en forma de espiral. 
	
	 
	
	Como en el ejemplo de Roma, la raíz del 
	mal que consumió al antiguo imperio está también ya muy desarrollada en el 
	nuevo 
	imperio norteamericano: 
	
		
		un persistente déficit de la balanza de 
		pagos, que sólo se ha revertido en las dos últimas décadas en forma muy 
		transitoria (en 1991, exclusivamente) gracias a una fuerte recesión.
		
	
	
	En el caso actual, sólo ha sido posible llegar a 
	esta situación merced a que en el actual sistema internacional de pagos es 
	factible y fácil endeudarse, cosa imposible cuando la moneda de pago debía 
	ser el oro o la plata, y muy limitada en los viejos regímenes al estilo 
	"patrón oro" que dejaron formalmente de existir del todo en 1971 con la 
	caída del llamado "acuerdo 
	de Bretton Woods" de 1946.
	
	No hay ejemplos en el mundo de déficits de la balanza de pagos sostenidos de 
	manera persistente y creciente sin el advenimiento de bruscas crisis de 
	credibilidad respecto de la moneda del país en cuestión. 
	
	 
	
	Una de esas crisis, especialmente virulenta, se 
	aproxima a toda velocidad en el propio epicentro de la globalización: los 
	Estados Unidos. 
	
	 
	
	Es necesario señalar, entonces, que una eventual 
	crisis de credibilidad del dólar y una eventual corrección del déficit 
	externo norteamericano pondrían en jaque no sólo a la economía 
	norteamericana y con ella a aquellas dependientes de sus exportaciones hacia 
	los Estados Unidos, sino a la economía mundial en su totalidad, y a la 
	propia estructura de la globalización.
	
	Hay que pensar esto con mucho detenimiento, dado que no quedan armas en el 
	arsenal de la teoría imperante del librecambio que no hayan sido ya puestas 
	en práctica: 
	
		
		los mercados en general han sido 
		desregulados, los países se han deshecho de la propiedad estatal de las 
		empresas públicas, el comercio mundial jamás tuvo tan pocas regulaciones 
		como ahora, y los mercados de capitales se han abierto 
		considerablemente. 
	
	
	Si el discurso económico librecambista hoy 
	imperante intentara atacar cualquier atisbo de crisis con la muletilla de 
	una mayor disciplina fiscal, sólo se lograría empeorar una crisis global, 
	sin por ello solucionar absolutamente ninguna de las graves causas de los 
	problemas que se avecinan, dado que los actuales problemas tienen que ver 
	sólo minoritariamente con lo fiscal. 
	
	 
	
	Aplicar propaganda o disciplina "fiscalista" 
	sería como echar nafta al fuego. Supondría atacar una eventual recesión 
	mundial sin precedentes con más recesión.
	
	Sin embargo, es necesario tener en cuenta que este mecanismo financiero por 
	el cual los Estados Unidos se endeudan progresivamente con todo el mundo, 
	mientras el resto de los países financia el exceso de gasto norteamericano, 
	ha sido posible, al menos en parte, gracias a la aparición del "terrorismo 
	islámico internacional". 
	
	 
	
	Tal como el economista Kenneth Rogoff lo 
	señala en una nota aparecida en el diario La Nación del 8 de julio de 2005, 
	titulada
	
	La Economía del Miedo y publicada sólo un 
	día después del gran atentado de Londres, la situación de gran inseguridad 
	mundial que se vive a raíz del terrorismo favorece las inversiones en 
	activos financieros de riesgo mínimo, como pueden ser considerados los bonos 
	del Tesoro norteamericano. 
	
	 
	
	Ese factor contribuye a bajar las tasas de 
	interés de esos bonos y a subir sus precios, factor que ayuda a que los 
	países asiáticos, sea a través de sus bancos centrales o a través de sus 
	corporaciones, sigan proclives a mantener en sus balances cantidades muy 
	altas, casi exorbitantes, de esos activos de deuda norteamericanos. 
	
	 
	
	Tal como Rogoff lo señala, el mecanismo no es 
	nuevo, sino que es el mismo que hacía que durante los años 1950 y 1960, en 
	el apogeo de la "Guerra Fría", las tasas de largo plazo se mantuvieran muy 
	bajas en Estados Unidos, hecho que favorecía lo que en aquella época fue una 
	excelente era de crecimiento continuo. 
	
	 
	
	Como puede observarse, entonces, el terrorismo 
	no ha sido ajeno a este estado de cosas en la estructura financiera 
	internacional: 
	
		
		ha favorecido la posibilidad de que Estados 
		Unidos siga creciendo y gastando en exceso, gracias a la financiación 
		extra que se le otorga a través del miedo. 
	
	
	Claro que ello no puede durar para siempre por 
	más recrudecimiento que experimente el terrorismo internacional. 
	 
	
	El crecimiento de la deuda es tan grande y tan 
	rápido que se gestan grandes problemas financieros y económicos que bien 
	pueden estallar mucho antes del fin de la publicitada "guerra contra el 
	terrorismo".
	
	Para colmo de males, la posibilidad - cada vez más probable - de la 
	explosión de una 
	severa crisis financiera internacional, con 
	un enorme correlato recesivo en la economía global, se ve agravada por 
	factores que hasta hace poco no estaban en juego en el tablero, y que los 
	medios de comunicación anglosajones sistemáticamente esconden en toda su 
	envergadura: 
	
		
		el preocupante comienzo de la escasez de 
		hidrocarburos fósiles (petróleo y gas natural) de los cuales depende en 
		la actualidad más del 75% de la energía mundial (si se suma el carbón, 
		la cifra casi alcanza el 85%). 
	
	
	De más está decir que la confluencia de una 
	previsible crisis monetaria y del sistema de pagos internacionales con 
	epicentro en los Estados Unidos ya de por sí sola indica la probabilidad de 
	consecuencias impredecibles en todo el mundo. 
	
	 
	
	Pero si a ello se le agregan los efectos de una 
	probable crisis energética internacional, ¿qué es lo que puede quedar 
	indemne de la actual estructura de la globalización?
	
 
	
	 
	
	
	El petróleo
	
	Si bien los precios del crudo se han elevado apreciablemente desde inicios 
	de 2003, lo cierto es que una buena parte de la población mundial permanece 
	extrañamente impasible ante este dato clave, aun cuando la vida humana 
	entera, en las sociedades modernas, depende en enorme medida tanto de la 
	disponibilidad como del costo de la energía. 
	
	 
	
	La muy preocupante información en lo 
	concerniente a la posibilidad de que el mundo esté tocando su techo de 
	producción petrolera en estos años ha comenzado a circular en múltiples 
	libros, lo que de ser cierto impondría una serie de incrementos bruscos en 
	los precios del barril - por más que haya estabilizaciones transitorias o 
	incluso bajas pronunciadas - hasta que sean tomadas decisiones muy 
	importantes en cuanto a la modificación de la tecnología energética.
	
	 
	
	Lo cierto es que muy pocas voces se han 
	escuchado acerca de este tema, y cuando ha habido pronunciamientos, éstos 
	casi nunca han sido cubiertos por
	
	los medios masivos de comunicación, que 
	suelen juzgar que se trata de un tema embarazoso, y lo tratan 
	tangencialmente. 
	
	 
	
	Muchas veces el problema es abordado como si se 
	tratara simplemente de la falta de inversiones en el sector energético, 
	cuando en realidad se trata nada menos que del inicio de la fase del 
	agotamiento de los recursos energéticos fósiles. Las consecuencias de ese 
	agotamiento podrían ser enormes: un muy duro ajuste de cinturón en las 
	poblaciones de prácticamente todo el mundo resultaría ineludible. 
	
	 
	
	Sin embargo, la mera ilusión, muy irracional, de 
	que algo mágico sucederá e impediría la materialización de este problema 
	gravísimo que recién comienza, es lo que impide que las lógicas protestas 
	populares contra la tecnología petrolera se hayan concretado.
	
	Puede pensarse que en buena medida esas ilusiones se deben a la memoria de 
	las crisis petroleras de los años setenta, que fueron sucedidas por un largo 
	período de bajas en los precios del petróleo a niveles impensados sólo unos 
	pocos años antes. 
	
	 
	
	Lo que no se suele tomar en cuenta cuando se cae 
	en ese razonamiento simplista es que en la década de 1970 existía la 
	posibilidad técnica de producir petróleo muy por encima de la demanda 
	mundial, y que el alza de precios de los combustibles se dio por motivos 
	políticos. 
	
	 
	
	¿Que ocurrió en 1973? ¿Por qué los precios del 
	barril se cuadruplicaron en pocos meses en aquella oportunidad?
	
	Desde 1971 Estados Unidos estaba perdiendo aceleradamente su supremacía como 
	centro del mundo financiero, a raíz de su apresurada salida del sistema de 
	Bretton Woods que ligaba el dólar al oro. 
	
	 
	
	Richard Nixon decidió un tanto 
	apresuradamente
	
	abandonar el patrón-oro en lugar de 
	devaluar fuertemente al dólar contra el metal y seguir con el mismo sistema.
	
	
	 
	
	A raíz de esa medida, una gran cantidad de 
	capitales se fugó a Europa y Japón. Wall Street corría el riesgo de perder 
	su lugar de supremacía financiera mundial, y lo propio ocurría con la City 
	de Londres. La elite anglo-norteamericana diseñó un esquema para consolidar 
	esa supremacía, el cual además le reportaría otras pingües ganancias. 
	
	 
	
	Se trataba de hacer subir el precio del petróleo 
	a niveles nunca antes vistos. 
	
	 
	
	De tal manera habría de producirse una gran 
	transferencia de ingresos principalmente de Europa y Japón - que importaban 
	e importan casi el 100% del petróleo que consumen - hacia los principales 
	países productores del mundo, la mayoría árabes. 
	
	 
	
	Al mismo momento de producida la crisis, 
	entonces, una gran masa de fondos iba a inundar los países árabes, que a su 
	vez tendrían que dirigir sus dólares hacia el exterior. Numerosos asesores 
	financieros, entre ellos David Mulford, fueron despachados en forma 
	permanente a los países árabes beneficiados por el alza del precio del 
	barril, a fin de que los diversos jeques y reyes supieran a ciencia cierta 
	cómo y dónde invertir el exceso de petrodólares. 
	
	 
	
	Esta verdadera task force financiera 
	invirtió los petrodólares solamente en Nueva York y Londres, con lo que así, 
	gracias a la crisis petrolera que angustiaba a vastas partes del mundo, Wall 
	Street y la City consolidaban su lugar como centros financieros mundiales.
	
	En aquella oportunidad entonces, se estuvo muy lejos de que se produjera una 
	crisis petrolera "natural". Se trataba de un proceso manipulado 
	políticamente por 
	la elite globalista, al punto de que 
	Henry 
	Kissinger jugó un papel central en su explosión. 
	
	 
	
	Según William Engdahl, Kissinger engañó 
	alternativamente a los enviados tanto de Israel como de los países árabes 
	enfrentados con el Estado judío, pues parecía conducirse como si estuviera 
	intentando evitar una guerra cuando en realidad su misión era producir todo 
	lo contrario. 
	
	 
	
	De tal manera, el secretario de Estado 
	norteamericano ocultó a ambos lados enfrentados los puntos más salientes de 
	la posición contraria. 
	
	 
	
	Así fue que la guerra de Yom Kippur de 1973, 
	entre Egipto y Siria por un lado, e Israel por el otro, se hizo inevitable, 
	y sirvió como verdadero pretexto a la crisis petrolera internacional. Su 
	directa consecuencia fue el embargo ordenado por los países árabes 
	productores de petróleo, el cual afectó en el mundo desarrollado a toda 
	Europa continental y a Japón. 
	
	 
	
	Estados Unidos aún producía internamente en 
	aquella época cerca del 80% del petróleo que consumía, por lo que nunca tuvo 
	verdaderos problemas de abastecimiento. 
	
	 
	
	Las compañías petroleras norteamericanas, a su 
	vez deseosas de incrementar sus ganancias, aprovecharon la vasta propaganda 
	que tuvo el bloqueo para elevar en forma inmediata los precios y producir un 
	auténtico fenómeno de histeria colectiva, que en sí mismo impidió que 
	alguien cuestionara el alza de los combustibles ante el justificado temor a 
	que la alternativa fuera carecer absolutamente de ellos.
	
	Como se ve, en 1973 la elite no se limitó a restituir a Wall Street y la 
	City londinense como centros financieros mundiales gracias a los 
	petrodólares. 
	
	 
	
	Las tasas de ganancias de
	
	los pulpos petroleros se multiplicaron dado 
	que el costo de extraer el barril prácticamente no había aumentado en 
	ninguna región del mundo. Lo que hubo fue una limitación transitoria en la 
	oferta de petróleo, mientras por un período de tiempo se dejaba que 
	existiera, en la industria petrolera, una gran capacidad productiva ociosa.
	
	
	 
	
	Una reducción de sólo el 5% en la producción 
	mensual árabe durante unos pocos meses produjo un aumento de precios del 
	orden de 400%. Nunca antes, ni después, las ganancias petroleras habrían de 
	pegar tal salto, pero los beneficios para la elite no quedaron allí. 
	
	 
	
	En segundo lugar, las empresas petroleras 
	inglesas, principalmente Shell y British Petroleum (BP), obtuvieron 
	beneficios adicionales muy importantes: por un lado, Gran Bretaña fue el 
	único país europeo occidental que pudo escapar completamente del bloqueo 
	árabe dado que firmó un tratado especial con los países árabes. 
	
	 
	
	Alemania intentó hacer lo mismo, pero su 
	canciller en aquella apoca, Willy Brandt, recibió una protesta formal 
	de Henry Kissinger por intentar saltar el bloqueo árabe en forma unilateral, 
	y debió tirar al cesto su proyecto de neutralidad germana en el conflicto 
	árabe-israelí. 
	
	 
	
	Finalmente, y de manera muy importante, con las 
	nuevas cotizaciones del barril de crudo empezaba a ser rentable, por primera 
	vez, extraer el petróleo que las citadas empresas británicas poseían en el 
	fondo del Mar del Norte, cuya explotación no era factible antes del aumento 
	de 1973.
	
	Resulta evidente que, lejos de ser las víctimas, las empresas petroleras 
	norteamericanas e inglesas fueron las grandes beneficiarias junto a las 
	elites de los países árabes y los centros financieros de Wall Street y la 
	City londinense. 
	
	 
	
	La historia oficial nada registraría de todo 
	esto, obviamente debido al dominio que sobre la prensa anglo-norteamericana 
	ejercen las agencias de noticias y los historiadores oficiales, financiados 
	unos y otros por la misma elite financiero- petrolera.
	
	Lo que hay que hacer notar, además de la artificialidad de aquella guerra 
	árabe-israelí urdida con objetivos claramente económicos por Henry Kissinger 
	como agente de la elite estadounidense, es el hecho de que esta vez, en 
	pleno 2007, las cosas son muy diferentes de las crisis petroleras de la 
	década de 1970. 
	
	 
	
	La causa del alza de los precios de los 
	combustibles esta vez no es la necesidad de recomponer la hegemonía 
	financiera de Wall Street, hoy aún indiscutible. 
	
	 
	
	El incremento en las cotizaciones del crudo, 
	aunque aumenta las ganancias de las empresas petroleras, también aumenta el 
	riesgo colectivo que enfrenta el sector respecto de la posibilidad de que se 
	incrementen las presiones sociales y políticas para reemplazar los 
	hidrocarburos fósiles por otras formas de energía. 
	
	 
	
	Ocurre que por primera vez el mundo como un todo 
	se asoma a una crisis petrolera de naturaleza estructural. 
	
	 
	
	A diferencia de 1973, esta vez no hay una 
	capacidad de oferta ociosa que se pueda poner en marcha firmando un tratado 
	de paz o mediante disposiciones unilaterales tendientes a volver a aumentar 
	el cupo de producción de crudo. Esta vez es muy diferente, y por primera vez 
	nadie, absolutamente nadie, tiene el verdadero control de lo que ocurre con 
	los precios y las cantidades de hidrocarburos fósiles que se extraen en el 
	mundo. 
	
	 
	
	Por lo tanto, la actitud complaciente de las 
	poblaciones mundiales ante lo que ocurre en el mercado petrolero y gasífero 
	bien puede resultar a la postre una actitud muy equivocada. Cuanto más 
	tardía sea la reacción social y popular en el mundo desarrollado respecto 
	del aumento en los precios del barril, más costos no sólo económicos, sino 
	también sociales y en número de vidas humanas habrá que pagar. 
	
	 
	
	Veamos por qué.
	
	Cuando ocurrieron 
	los atentados del 11 de septiembre de 2001 
	en Nueva York y Washington, el petróleo no era noticia en ningún medio de 
	comunicación importante. Los precios del barril oscilaban entre 20 y 25 
	dólares, y aunque geólogos y economistas especializados venían advirtiendo 
	sobre el inicio eventual de una era de escasez, poco y nada llegaba al 
	público común. 
	
	 
	
	Cuando el 11 de marzo de 2004 se produjeron en 
	Madrid los atentados en Atocha y otras estaciones de tren en los que 
	perdieron la vida más de 200 personas, si bien la cotización del barril ya 
	estaba en alza, el aumento de precio del "oro negro" todavía no era noticia.
	
	
	 
	
	Y hoy por hoy, en 2007, ello tampoco ocurre.
	
	
	 
	
	Si bien el costo del barril se ha triplicado con 
	relación a unos pocos años atrás, poco y nada dice acerca de las verdaderas 
	causas de este pronunciado ascenso. 
	
	 
	
	
	
	Los medios han confundido a la población en 
	todo el mundo, atribuyendo el alza a sucesos puntuales como,
	
		
			- 
			
			el juicio en Rusia a la petrolera Yukos 
- 
			
			los atentados terroristas en Irak 
- 
			
			los problemas políticos en Venezuela o 
			sindicales en Nigeria 
	
	Se trata, en todos los casos, de sucesos que son 
	habituales, dado que nunca ningún mercado del mundo está exento de 
	inconvenientes de esa envergadura. 
	
	 
	
	Por otra parte, la mayoría de esos problemas se 
	ha ido solucionando y de todas maneras el petróleo ha vuelto a subir. 
	
	 
	
	Es entonces cuando aparece otra "cortina de 
	humo" desde la prensa: para muchos medios, el fuerte crecimiento de le 
	economía china sería el principal responsable.
	
	Pues bien, China consume hoy sólo el 8% del petróleo mundial, aun cuando su 
	población representa más del 20%. El consumo de petróleo per cápita 
	en China es menor a un décimo del de los Estados Unidos. 
	
	 
	
	¿Podría decirse entonces que es el fuerte 
	crecimiento de la economía norteamericana el responsable del incremento en 
	el costo de la energía? Pues bien: tampoco. 
	
	 
	
	Ocurre que tasas de crecimiento de 3 o 4% anual 
	son usuales en la historia económica norteamericana, y no por ello esos 
	índices desembocaron en el pasado necesariamente en alzas en el precio del 
	petróleo. A veces, y con relativa frecuencia, ocurría precisamente lo 
	contrario.
	
	¿Qué es lo que ocurre entonces? 
	
	 
	
	Pues bien, que aunque año tras año la producción 
	mundial de petróleo ha aumentado - y sigue aumentando - entre 1 y 2% anual, 
	y la de gas natural al 3% anual, aumentando además la eficiencia del uso de 
	ambos, no ha habido prácticamente descubrimientos importantes de petróleo en 
	los últimos quince años en ninguna región del mundo. 
	
	 
	
	De esta manera, aunque la producción aumenta en 
	el Golfo Pérsico, ha comenzado a descender en una vasta cantidad de países. 
	En medio de esa situación, el principal perjudicado es Estados Unidos, que 
	tocó su "techo de producción" en 1970 y hoy importa cerca del 65% de todo el 
	petróleo que consume. Se estima que ese porcentaje deberá seguir subiendo 
	año tras año hasta llegar al 100 por ciento.
	
	Son muchos los analistas internacionales que han venido advirtiendo, casi 
	siempre en círculos reducidos, sobre este problema. 
	
	 
	
	Al mismo tiempo, es muy poca la atención que se 
	les ha prestado en los más importantes medios de comunicación a escala 
	mundial, que normalmente reflejan la equivocada opinión de los analistas a 
	sueldo de las grandes petroleras oligopólicas mundiales, que "sedan" a la 
	población con la cantinela de que todo el problema se reduce a la falta de 
	inversión en áreas clave como la exploración petrolera en busca de nuevos 
	yacimientos.
	
	Es necesario advertir que es sumamente improbable que una gran cantidad de 
	nuevos yacimientos petroleros se descubran y entren en el circuito 
	productivo por la sencilla razón de que se sabe, gracias a la tecnología 
	moderna, que una vasta mayoría de la superficie mundial no cuenta con 
	reservas aptas para la explotación. Sencillamente, no existen...
	
	 
	
	El interés de los Estados Unidos por intervenir 
	o amenazar a países donde se sabe que hay petróleo no es entonces ningún 
	dato casual, sino que se buscan excusas cuyo interés primordial es el 
	petróleo, el gas, o las zonas de su paso: 
	
		
			- 
			
			Irak, Irán, Venezuela, entre otros, son 
			claras muestras de cómo gobiernos que no son dóciles a la elite 
			petrolera-financiera son crecientemente forzados - cuando no 
			reemplazados - para que sus líderes apliquen las políticas 
			funcionales a los Estados Unidos que son básicamente tres: 
			 
				
					- 
					
					en primer lugar, garantizar una 
					acelerada explotación de petróleo y gas y su puesta en 
					oferta en el mercado internacional   
- 
					
					en segundo lugar, garantizar el 
					rápido envío de hidrocarburos a los Estados Unidos y el 
					Reino Unido, para abastecer sus mercados nacionales al mejor 
					precio posible   
- 
					
					en tercer lugar, acrecentar lo 
					máximo posible la participación de los gigantescos pulpos 
					petroleros norteamericanos e ingleses en el proceso 
					productivo del gas y el petróleo, que de otra manera, a 
					medida que se van secando los pozos de Texas, Nuevo México, 
					California y el Mar del Norte, deberían ir saliendo del 
					mercado, lo que no sólo los condenaría a una rápida 
					extinción como empresas, sino que además pondría en jaque la 
					salud de los grandes bancos norteamericanos relacionados con 
					las petroleras no sólo a través de enorme cantidad de 
					préstamos y créditos, sino también societariamente 
 
 
- 
			
			O sea, las mismas familias que manejan 
			desde las sombras a las grandes petroleras anglo- norteamericanas 
			son las que manejan a los principales bancos norteamericanos. 
	
	En adelante, entonces, viviremos un preocupante 
	problema energético. 
	
	 
	
	Estamos hablando de petróleo y gas: 
	
		
		el 75% de la energía que hoy se usa en el 
		mundo. 
	
	
	Y aunque cambiar el sistema energético hacia 
	otros insumos es posible en forma teórica, no es menos cierto que resulta 
	sumamente difícil, tanto en cuanto al transporte como en el área de 
	generación de electricidad. 
	
	 
	
	Con la actual tecnología es sumamente arduo, y 
	muy improbable, que pueda reemplazarse a los hidrocarburos fósiles en tanto 
	fuente de energía. 
	
	 
	
	Cabe recordar que al hablar de petróleo y gas no 
	estamos hablando solamente de un elemento central para la globalización, 
	sino de un asunto vital para la vida urbana y el transporte de personas y 
	alimentos.
	
	Recapitulando entonces, tenemos a la vista dos grandes crisis en ciernes. 
	Una, financiera y económica, causada por la espiralización de consumo vía 
	crédito externo en Estados Unidos a niveles nunca antes vistos, y otra, 
	energética, de magnitud aún hoy imprevisible. Es muy probable que a la 
	globalización le cueste muchísimo solucionar los problemas ocasionados por 
	la primera. 
	
	 
	
	Su propia subsistencia estará cuestionada y 
	amenazada. Para enfrentar la segunda no hay planes oficiales que sean, al 
	menos, preliminares, más allá de la "propaganda" de Bush y otros políticos 
	de los dos partidos norteamericanos, realizada para consumo masivo a fin de 
	escaparle al tema.
	
	En realidad aunque parezca increíble, es natural que así ocurra y que nada 
	se planifique desde los gobiernos más importantes del mundo: 
	
		
		tanto George Bush padre como su hijo, Bill 
		Clinton, Tony Blair, Silvio Berlusconi, José María Aznar, José Luis 
		Rodríguez Zapatero, Vladimir Putin y muchos otros líderes accedieron al 
		poder, o se mantuvieron en él, gracias a sus contactos y acuerdos con el 
		establishment financiero-petrolero conformado por los grandes pulpos 
		anglo- norteamericanos y los bancos más importantes del mundo asociados 
		a la industria del petróleo. 
	
	
	Las campañas electorales son llevadas a cabo con 
	fondos provenientes de los grupos económicos más grandes e importantes del 
	mundo y esos fondos generalmente se destinan a apoyar a los candidatos que 
	les ofrecen más garantías de subsistencia y crecimiento a esos mismos grupos 
	económicos, no solamente en puestos presidenciables, sino también en los 
	cuerpos legislativos. 
	
	 
	
	Con mucha frecuencia se observa también que 
	hasta los candidatos opositores son financiados por los mismos intereses 
	económicos, como candidatos "suplentes", por resultar muchas veces 
	considerados menos "tropa propia" que quienes suelen ganar las elecciones, 
	generalmente con más presupuesto para las campañas, proporcionado por esas 
	megacorporaciones. 
	
	 
	
	Pero hay que tener muy en claro que hasta los 
	"suplentes" - generalmente perdedores en las elecciones - son también en 
	buena medida tropa propia de la elite financiero-petrolera.
	
 
	
	 
	
	
	Sociedades secretas 
	como metodología de poder
	
	Todo esto, sin embargo, no es nada nuevo, sino que ha sido llevado a cabo a 
	lo largo de muchísimas décadas. 
	
	 
	
	Vale la pena mencionar aquí que hace varios 
	siglos los principales empresarios y banqueros ya solían agruparse en 
	sociedades secretas - muchas veces logias masónicas - en las que tomaban 
	contacto con personas interesadas en la actividad política. 
	
	 
	
	En un principio ese movimiento empresario 
	constituía una estrategia defensiva: 
	
		
		el afán de lucro estuvo muy mal visto en 
		Europa Occidental durante toda la Edad Media, debido al tipo de moral 
		anti-empresaria que 
		la Iglesia Católica, factor 
		predominante de poder en aquella época, defendía. 
	
	
	Además, las propias monarquías europeas, más 
	allá de oscilar entre la obediencia al papado y una abierta rebeldía contra 
	éste, también constituían un factor de poder que miraba con recelo el 
	creciente avance de una burguesía comercial y financiera que, generalmente 
	sin antecedentes aristocráticos, comenzaba a disputar cuotas de poder a las 
	casas reales, que guerreaban entre sí con préstamos de esa burguesía 
	financiera. 
	
	 
	
	Por lo tanto, preso del papa y las casas reales, 
	entre esos dos factores de poder a los cuales en el fondo detestaba, el 
	incipiente empresariado comercial y financiero vio con buenos ojos la 
	asociación clandestina como forma de presentar un frente unificado contra un 
	poder político y otro religioso a los que se consideraba una verdadera 
	amenaza para sus intereses. 
	
	 
	
	Los movimientos que estuvieron detrás del propio 
	Renacimiento y de la llamada Ilustración estuvieron usualmente manejados por 
	esos intereses empresarios representados en
	
	sociedades secretas.
	
	A medida que el capitalismo fue desarrollándose más en Europa, banqueros y 
	comerciantes comenzaron a detentar una mayor cuota de poder, y la 
	organización en sociedades secretas comenzó a ser un factor preponderante en 
	la lucha subterránea que buena parte del empresariado llevaba a cabo contra 
	reyes y papas. 
	
	 
	
	En tal sentido, hay un año que representó un 
	verdadero quiebre en la correlación de fuerzas entre el empresariado y las 
	monarquías y el papado: 1776. 
	
	 
	
	Ese año, el fundador de la poderosa dinastía 
	financiera 
	Rothschild financió en Bavaria a un 
	oscuro ex clérigo jesuita para que fundara una sociedad secreta con el 
	propósito de liderar las logias masónicas que se habían reorganizado en 1717 
	y respondían a la monarquía inglesa. 
	
	 
	
	Se trató de la logia de
	
	los Illuminati de Baviera. 
	
	 
	
	Los Illuminati no eran, o mejor dicho, no son, 
	una sociedad secreta más, sino una sociedad con objetivos claramente 
	políticos, dispuesta a aplicar una metodología revolucionaria, utilizando 
	muchas veces golpes militares, actos de terrorismo y guerras para lograr sus 
	objetivos de dominación global y debilitamiento de las políticas nacionales 
	que han sido y son siempre una barrera para el empresariado financiero y 
	comercial.
	
	Con gran rapidez, la logia de los Illuminati de Baviera se infiltró en los 
	Estados Unidos, principalmente a través de sus universidades y colegios.
	
	
	 
	
	Primero lo hizo por medio de la red elitista de 
	estudiantes y graduados llamada Phi Beta Kappa, y luego, desde 1832, bajo la 
	forma de la sociedad
	
	Skull & Bones (Calavera y Huesos) afincada 
	en la Universidad de Yale. 
	
	 
	
	Es necesario mencionar que algunos de los más 
	prominentes miembros de Phi Beta Kappa participaron codo a codo con 
	importantes masones, como George Washington, y Benjamín Franklin para 
	producir la guerra de independencia norteamericana, suceso considerado 
	apetecible por una vasta parte del empresariado europeo, incluso parte del 
	inglés, dado que ayudaba a minar la autoridad de la Corona británica, y a 
	acrecentar sus negocios hacia y desde el Nuevo Mundo.
	
	¿Por qué mencionamos esto? 
	
	 
	
	El lector podrá deducirlo con facilidad si tiene 
	en cuenta que tanto 
	George W. Bush como John Kerry, 
	los contendientes en las elecciones norteamericanas de 2004, son miembros de 
	Skull & Bones, como también lo han sido - de esta y otras sociedades 
	secretas - otros presidentes norteamericanos y muchísimos otros miembros de 
	sus gabinetes, así como numerosos empresarios, diplomáticos, militares, 
	periodistas, etc., que han llegado a sus cargos merced al conocimiento 
	previo que la elite posee de ellos gracias a su pertenencia a dichas 
	sociedades.
	
	Sin embargo, a medida que las sociedades secretas avanzaban hacia el 
	objetivo de la elite que las domina, o sea, hacia un dominio político y 
	económico global y representado en un
	
	Nuevo Orden Mundial caracterizado por países sin políticas 
	económicas, educativas ni sociales realmente independientes, se toparon con 
	un problema imprevisto. 
	
	 
	
	Su actividad realizada clandestinamente fue 
	denunciada en una vasta cantidad de naciones, y la gente en aquellas épocas 
	comenzó a presentir y pensar que había mucho de verdad en la idea de que 
	muchos de los grandes sucesos políticos habían sido en realidad manipulados 
	desde las sombras y carecían de la espontaneidad que muchas veces la 
	historia oficial les adjudica. 
	
	 
	
	El peor de estos momentos se dio en torno de la 
	Primera Guerra Mundial, donde las denuncias de las actividades de estas 
	sociedades se realizaban muy seguido en,
	
		
			- 
			
			Francia 
- 
			
			Alemania 
- 
			
			Inglaterra 
- 
			
			Italia 
- 
			
			Estados Unidos  
- 
			
			Rusia,  
	
	...entre otros países.
	
	Fue por este motivo, y por el efectivo control que las clases empresariales 
	de Estados Unidos e Inglaterra ya ejercían tras la Primera Guerra Mundial 
	sobre los recursos energéticos mundiales, que los principales empresarios 
	advirtieron la necesidad de que una buena parte de los objetivos económicos, 
	políticos y sociales se trazara en forma menos secreta, aunque no totalmente 
	pública. 
	
	 
	
	De esta manera nacieron el Consejo de 
	Relaciones Internacionales (Council on Foreign Relations:
	CFR) 
	y el Instituto Real para los Asuntos Internacionales (Royal Institute 
	for International Affairs: 
	RIIA). 
	
	 
	
	Ambos centros de poder fueron fundados en 1919 y 
	1921, con base en Nueva York y Londres, con el fin de elaborar las políticas 
	que los gobiernos - del partido político que fuere - deberían adoptar en 
	prácticamente todos los terrenos: economía, educación, cultura, etcétera. 
	Esos centros de poder trabajan en forma muy silenciosa, pero para nada 
	clandestina. 
	
	 
	
	En sus reuniones suele haber miembros 
	prominentes de todas las disciplinas, y también dueños de los principales 
	medios de comunicación y los principales periodistas. 
	
	 
	
	De tal manera, los medios de comunicación 
	posteriormente realizan lobby, o al menos hablan en forma benevolente - 
	cierto disenso acotado siempre se permite - de lo que se acuerda como 
	"saludable" para que sea encarado tanto por Estados Unidos como por el resto 
	del mundo en el marco de sus políticas de acción.
	
	Estos centros de poder, que luego desarrollaron los llamados
	
	Grupo Bilderberg y
	
	Comisión Trilateral con el fin de incluir en algunas de sus 
	deliberaciones a los principales empresarios y políticos de Europa 
	Continental y Japón, elaboran sus políticas con un complaciente silencio de 
	prensa sobre sus reuniones, sus debates y sus objetivos, aunque sin la 
	clandestinidad de sus antecesores, las sociedades secretas, que obviamente 
	siguen existiendo y gozando de enorme poder, dado que sólo los "pretextos 
	científicos y políticos" son dejados en manos de,
	
		
			- 
			
			el CFR 
- 
			
			el RIIA 
- 
			
			el Grupo de Bilderberg  
- 
			
			la Comisión Trilateral 
	
	No hay tema importante sobre las áreas de 
	petróleo, finanzas, políticas comerciales, invasiones a países "díscolos", o 
	negociaciones de países con 
	el FMI o el Banco Mundial, que escape al 
	discreto control del CFR y el RIIA, grupos que ejercen un verdadero 
	"gobierno mundial en las sombras" y que son los reales "apuntadores de 
	letra" para los gobiernos de los Estados Unidos y muchísimos otros países.
	
	Pero ese poder de influir en el país más poderoso del mundo no ha sido 
	siempre igual, sino que se ha acrecentado en forma de "saltos cuánticos" 
	primero con Jimmy Carter en 1976 y luego de nuevo muy fuertemente en 
	especial desde que George Bush padre ganó las elecciones en 1989.
	
	
	 
	
	Se observará entonces que tanto el CFR como el 
	RIIA no son entidades tras un único partido político, sino que influyen en 
	forma predeterminante en los dos partidos políticos del país más poderoso 
	del mundo. La creación de los servicios secretos como el FBI y la CIA, 
	copiando el modelo del espionaje inglés de principios del siglo XX, 
	corresponde al mismo fenómeno. 
	
	 
	
	Esos servicios son una especie de "hijos 
	naturales" de dichos centros de poder, con el fin de que sean tales agencias 
	las que lleven a cabo los procedimientos que estiman necesario realizar, 
	pero que no pueden ser aplicados por gobiernos legítimos sin despertar la 
	indignación de las masas populares.
	
	Desde los años ochenta, la elite financiero-petrolera viene prefiriendo, en 
	general, a los políticos más conservadores del Partido Republicano, ya 
	totalmente corrompido por esos intereses, pues se han demostrado como 
	mejores ejecutores de sus políticas. 
	
	 
	
	Sin embargo, llegado el caso, tienen una gran 
	cantidad de "hombres de reserva" en el Partido Demócrata - como lo fue en su 
	momento Bill Clinton - para ser puestos en movimiento en momentos en los 
	cuales resulta necesario "apretar el freno" y mostrar la cara más gentil de 
	la globalización, sin dejar de avanzar en ella, pero en forma más 
	encubierta.
	
 
	
	 
	
	
	Hitlerismo sin Hitler
	
	El ala conservadora del Partido Republicano - hoy muy predominante en éste - 
	ha venido nutriéndose de la filosofía política de un alemán emigrado por 
	motivos raciales durante el Tercer Reich: 
	
	Leo Strauss. 
	
	 
	
	Afincado en los Estados Unidos, Strauss fue muy 
	bien recibido en la Universidad de Chicago (fundada y dirigida por los 
	intereses del petróleo, donde además trabajaban los economistas más 
	conservadores como Milton Friedman y los físicos que habían llevado a 
	cabo los estudios para desarrollar la bomba atómica). 
	
	 
	
	En Chicago, Strauss desarrolló sus teorías 
	políticas que han inspirado no sólo al Partido Republicano sino también al 
	CFR, de la misma manera que en el pasado más lejano las sociedades secretas 
	se nutrían de la filosofía de la historia hegeliana para llevar a cabo sus 
	actividades revolucionarias.
	
	Las teorías de Strauss pueden resumirse en una premisa básica y tres líneas 
	de acción para lograr los objetivos. Strauss era un lector acrítico de 
	Nicolás Maquiavelo y fue, de hecho, su continuador, o quien reformuló sus 
	tesis. 
	
	 
	
	Su premisa básica es la siguiente:
	
		
		Por derecho natural, los fuertes deben 
		gobernar sobre los débiles.
		
		Sus tres líneas de acción representan una verdadera metodología para 
		lograr objetivos de dominio a través de la globalización. Éstas han sido 
		y siguen siendo las siguientes:
		
			
				- 
				
				Dado que no existen verdades 
				absolutas, sino sólo relativas, es necesario que los gobiernos 
				mientan.    
				Los gobiernos deben dar a la 
				población a través de la prensa sólo un mínimo indispensable de 
				información fidedigna, pues en general, no cabe otra opción que 
				la mentira y el engaño, a fin de mantener lo más monolíticamente 
				posible la fe de las masas en un futuro mejor y en una escala de 
				valores.    
				La mentira y el engaño deben ser las 
				armas para impedir todo atisbo de escepticismo o nihilismo por 
				parte de las masas, lo que bien podría llevar a la anarquía.
 
 
 
- 
				
				Contrariamente a lo que establece la 
				mayoría de las constituciones democráticas en lo que respecta a 
				la necesidad de separar el Estado de la Iglesia, Strauss 
				pensaba, al igual que los políticos conservadores 
				norteamericanos con Bush a la cabeza, que la fe religiosa y las 
				invocaciones a un dios todopoderoso ayudan en buena medida a que 
				ese escepticismo o nihilismo se reduzca a un mínimo posible.
				   
				La religión entonces, cualquiera que 
				sea, es una potente arma de dominio, al igual que la mentira y 
				el engaño, para lograr encolumnar al pueblo tras un líder y tras 
				la clase dominante que debe gobernar un país por "derecho 
				natural".    
				Las sociedades secretas anotaron muy 
				bien esta indicación, como veremos en el capítulo cinco.
 
 
 
- 
				
				La base de cualquier Estado y de 
				cualquier gobierno es la existencia de un enemigo.    
				La lucha contra un enemigo común 
				sirve para aglutinar más a las masas. Un peligroso enemigo 
				externo muchas veces aparece de manera espontánea o 
				imprevisible, pero según Strauss, y los políticos que han caído 
				bajo su influencia, si ese enemigo no existe, es necesario 
				crearlo.    
				Si no hay uno a mano, éste debe ser 
				fabricado, porque sin un enemigo poderoso se corren riesgos de 
				que se den las condiciones para que aparezcan importantes 
				niveles de disenso interno que pongan en riesgo la conducción 
				del Estado y el dominio de un país por los "elegidos" a través 
				del derecho natural, o sea los más fuertes.    
				Obviamente es necesario entender que 
				en un régimen capitalista global, los más fuertes no son otros 
				que los más ricos. 
		
		Puede resultar curioso, pero a pesar de ser 
		un perseguido de Hitler por motivos raciales, Strauss terminó por imitar 
		a su odiado enemigo. 
		 
		
		Si sustituimos "los más fuertes" por "la 
		raza aria", nos encontraríamos con idénticas percepciones acerca de una 
		raza o una clase "elegida" para gobernar el mundo por derecho natural.
		
		Asimismo, la frase más famosa que se recuerda del ministro de Propaganda 
		de Hitler, Joseph Goebbels, era "miente, miente, que algo quedará", y es 
		casi idéntica a la primera premisa straussiana de gobierno. 
		 
		
		Durante el Tercer Reich no había una 
		religión considerada de Estado, aunque las creencias paganas y los 
		símbolos hindúes utilizados por el nazismo (como la cruz gamada), así 
		como todas las creencias y leyendas sobre el origen indoeuropeo de la 
		raza aria, constituían un sistema de creencias al estilo de las 
		religiones, que cohesionaba a los alemanes, aun cuando Hitler no dejara 
		de apoyar al catolicismo y al cristianismo en general. 
		 
		
		Finalmente, en la idea de crear un enemigo 
		si éste no está a mano, Strauss no hace más que copiar algunas de las 
		propias tácticas de Adolf Hitler, cuando por ejemplo en 1933 el Führer 
		habría ordenado incendiar el Reichstag (Parlamento) y luego culpar del 
		atentado a un comunista con la finalidad de suspender totalmente la 
		actividad de los partidos políticos, acabar con el Parlamento y gobernar 
		dictatorialmente el país, siempre en guardia contra el posible avance 
		del "comunismo" y el "pueblo judío".
	
	
	En síntesis, Leo Strauss no ha propuesto otra 
	cosa que un régimen hitleriano sin Hitler bajo la apariencia de una 
	democracia, donde la gente cree que vota por candidatos e ideas diferentes 
	cuando en realidad los dos candidatos han sido cooptados de antemano (aunque 
	siempre hay un preferido como lo ha sido Bush), o bien las propias tácticas 
	straussianas llevadas a cabo desde los centros de poder, se encargan de 
	borrar todo atisbo de posible salida hacia un esquema verdaderamente 
	democrático.
	
	Si se lo piensa bien, es difícil saber qué régimen encierra una dosis mayor 
	de perversión: 
	
		
		si los totalitarismos de izquierda o 
		derecha, o si el straussianismo dominando las democracias desde las 
		sombras. 
	
	
	Se sabe perfectamente bien que tanto la Unión 
	Soviética de Stalin o el Tercer Reich de Hitler eran sistemas en los que no 
	había libertad alguna y se vivía en un clima totalmente opresivo. Sin 
	embargo, ésa era la ley en ambos sistemas, y quedaba clara para toda la 
	población. 
	
	 
	
	Bajo la actual apariencia de democracia, en 
	cambio, los medios de comunicación adormecen a poblaciones enteras a través 
	de noticiarios vacíos de verdaderas noticias, repletos de casos policiales 
	(presentados para que el televidente desconfíe del vecino o del desconocido 
	y nunca del propio Estado o del sistema) y saturados de banales 
	entretenimientos escapistas o de deportes, en los cuales se suele depositar 
	falazmente lo poco del nacionalismo que puede quedar en la era de la 
	globalización.
	
	Desde la caída de las Torres Gemelas hay pocas dudas de que el mundo entero 
	se ha sumergido - con más o menos fuerza según cada país - en una cruel 
	dictadura travestida de democracia, con centro en Nueva York y Londres, 
	hacia la cual los gobiernos sólo pueden presentar una obediente sumisión, 
	como la de los países que se encolumnaron tras los Estados Unidos y el Reino 
	Unido para invadir Irak, o bien apenas pueden entablar negociaciones 
	estratégicas de relativa oposición en el marco de una situación de muy clara 
	debilidad.
	
 
	
	
	
	Bibliografía
 
	
		
		LIBROS
		
		Allen, Gary, The Rockefeller File, Pr. Atlanta, 1976. Allen, Mark, The 
		Founding Fortunes, E. P. Dutton, 1987. 
		 
		
		Bagdikian, Ben, The Media Monopoly, Beacon, 
		2000. Bamford, James, A pretext for War, Doubleday, 2004. Barnouw, 
		Robert, Corporate Media, New Press, 1998.
		
		Beaty, John, The Iron Curtain over America, Wilkinson, 1952. 
		 
		
		Beeby Thomson, Arthur, Black Gold, 
		Doubleday, 1961.
		
		Behnegar, Nasser, Leo Strauss, Max Weber and the Scientific Study o f 
		Politics,
		
		University of Chicago, 2003.
		
		Bonner, William, Empire o f Debt, Wiley, 2004.
		
		Bromley, Simon, American Hegemony and World Oil, Penn State Univ., 1991.
		
		 
		
		Burnat, Patrice, Les Franc-Maçons des Années 
		Mitterrand, Grasset, 1994. 
		 
		
		Burnett, Richard, Global Dreams, Touchstone, 
		2002.
		
		Campbell, J. C, The Coming Oil Crisis, Multi-Science, 2004.
		
		Carr, Guy, Pawns in the Game, Tab Books, 1970. 
		 
		
		Chomat, Pierre, Oil Addiction, Universal 
		Publ. 2004.
		
		Chomsky, Noam, Hegemony or Survival, Metropolitan, 2003.
		
		Clark, William, Petrodollar Warfare, 2005. 
		 
		
		Coleman, John, One World Order, Bridger, 
		1998.
		
		Coston, Henri, Les 200 Familles au Pouvoir, Coston, 1980.
		
		Deffeyes, Kenneth, Beyond Oil, Hill & Wang, 2005.
		
			
			- Hubbert's Peak, Princeton University 
			Press, 2003. 
		
		
		Domhoff, William, Who Rules America?, 
		McGraw-Hill, 2001.
		
		Drury, Shadia, Leo Strauss and the American Right, Palgrave, 1999.
		
		 
		
		Duncan, Richard, The Dollar Crisis, Wiley, 
		2005.
		
		Dye, Thomas, Who is Running America?, Prentice, 2001.
		
		Easton, Loyd, Hegel's First American Followers, Ohio University Press, 
		1966. 
		 
		
		Engdahl, William, A Century of War, Pluto 
		Press, 2005.
		
		Engler, Robert, The Politics o f Oil, The University Press of Chicago, 
		1969.
		
		Fontaine, Pierre, La guerre occulte du petrole.
		
		Fukuyama, Francis, State Building, Cornell University Press, 2004.
		
		 
		
		Gaylon Ross, Robert, Who is who in the 
		Elite, RIE, 2000. 
		 
		
		Goldsborough, Robert, Lines of Credit, 
		Washington Dateline, 1989. 
		 
		
		Hall, Manly, Unseen Forces, Philosophical 
		Research, 1978. 
		 
		
		Heinberg, Richard, Powerdown, New Society, 
		2004.
		
			
			- The Party is Over, New Society, 2003.
		
		
		Herbert, Vivian, Secret Societies Old and 
		New, Thornton, 1927. 
		 
		
		Hitchens, Cristopher, Blood, Class and 
		Empire, Nation, 2004. 
		 
		
		Hoar, William, Architects o f Conspiracy, 
		Nueva York, 1984. 
		 
		
		Howard, Michael, The Occult Conspiracy, 
		Destiny, 1999.
		
		Howe, John, The End o f Fossil Energy, Mclntire, 2004.
		
		Jacob, Margaret, The Origins o f Anglo-American Radicalism, Humanities 
		Press 1991.
		
		Johnson, Chalmer, The Sorrows o f Empire, Metropolitan, 2004. 
		
		 
		
		Kefauver, Estes, In a Few Hands, Pantheon 
		Books, 1965. 
		 
		
		Kunstler, James, The Long Emergency, 
		Atlantic, 2005.
		
		Leeb, Stephen, The Coming Economic Collapse, Warner, 2006.
		
			
			- The Oil Factor, Warner, 2004.
		
		
		Lepper, John, Famous Secret Societies, 
		Sampson Low. 
		 
		
		Louis, Paul, Ancient Rome at Work, Barnes & 
		Noble, 1965. 
		 
		
		Lowe, Janet, The Secret Empire, Business One, 
		1992.
		
		Lundberg, Ferdinand, The Rich and the Super-Rich, Bantam, 1973.
		
		Mazzocco, Dennis, Networks o f Power, South End, 1994.
		
		McChesney, Robert, Corporate Media and the Threat to democracy, Open 
		Media, 1997.
		
		McConaughy, John, Who Rules America?, Longmans, 1934.
		
		McCoy, Alfred, The Politics o f Heroin in South East Asia, Harper, 1972.
		
		 
		
		McKilop, Andrew, The Final Energy Crisis, 
		2005.
		
		McManus, John, Financial Terrorism, John Birch Society, 1993.
		
			
			 - The Insiders, John Birch Society, 
			1992.
		
		
		Meier, Heinrich, Carl Schmitt and Leo 
		Strauss, University Of Chicago, 1995.
		
		Meier, Heinrich, Leo Strauss and the Theologico-Political Problem, 
		Cambridge, 2006.
		
		Millegan, Robert Kris, Fleshing out Skull & Bones, Trine Day, 2005.
		
		Mitterrand, Jacques, La politique des Francs-Maçons, 2004.
		
		Murley Kenneth, Leo Strauss, the Straussians and the American Regime, 
		Rowman, 1999.
		
		Neustadt, Richard, Thinking in Time, Free Press, 1986.
		
		Norton, Anne, Leo Strauss and the American Empire, Yale, 1994. 
		
		 
		
		O'Connor, Harvey, The Empire o f Oil, 
		Monthly Review Press, 1955. 
		 
		
		Ownby, David, Secret Societies Reconsidered, 
		Armonk, 1993. 
		 
		
		Pangle Thomas, Leo Strauss, John Hopkins, 
		2006.
		
		Pauly, Louis, Who elected the Bankers?, Cornell University Press, 1998.
		
		Perloff, James, The Shadows o f Power, Western Island, 1988. 
		 
		
		Philips, Kevin, American Theocracy, Viking, 
		2006.
		
		Piper, Michael Collins, The High Priests o f War, American Free Press, 
		2004.
		
		Queenborough, Lady, Occult Theocrasy, Christian Books, 1976. 
		 
		
		Quigley, Carrol, Tragedy and Hope, CGC, 
		1975.
		
		Roberts, J. M., The Mythology of Secret Societies, Scribner Sons, 1972.
		
		Roberts, Paul, The End o f Oil, Houghton, 2004. 
		 
		
		Robertson, Pat, The New World Order, Word 
		Publ., 1991.
		
		Ruppert, Michael, Crossing the Rubicon, New Society, 2004.
		
		Schoonmaker, Edwin, Democracy and World Dominion, RR Smith, 1939. 
		
		 
		
		Simmons, Matthew, Twilight in the Dessert, 
		Wiley, 2005.
		
		Solomon, Norman, War Made Easy, Wiley, 2005.
		
		Spencer, Robin, The Cult o f the All Seeing Eye, Christian Books, 1964.
		
		 
		
		Spiro, David, The Hidden Hand o f American 
		Hegemony, Cornell, 1999. 
		 
		
		Springmeyer, Fritz, Bloodlines of the 
		Illuminati, Ambassador House, 1998. 
		 
		
		Stauffer, Vernon, New England and the 
		Bavarian Illuminati, Russell, 1967. 
		 
		
		Stockwell, John, The Pretorian Guard, South 
		End, 1990.
		
		Strauss, Leo, Liberalism, Ancient and Modern, University of Chicago 
		1995.
		
			
			- Natural Right and History, University 
			of Chicago, 1965.
			
 - On Tyranny, University of Chicago, 1995.
			
			, Thoughts on Macchiavelli, University of Chicago, 1995. 
		
		
		Sutton, Antony, America's Secret 
		Establishment, Trine Day, 2002. 
		 
		
		Tenney, Frank, An Economic History o f Rome, 
		1926.
		
			
			- A history of Rome, Holt, 1928.
		
		
		Tertzakian, Peter, A Thousand Barrels a 
		Second, McGraw-Hill, 2006. 
		 
		
		Thorn, Victor, The New World Order Exposed, 
		Sisisphus, 2004. 
		 
		
		Tilton, John, On Borrowed Time?, RFF, 2002.
		
		Toynbee, Arnold, America and the World Revolution, Oxford University 
		Press, 1962. 
		 
		
		Van Helsing, Jan, Secret Societies and their 
		Power in the 20th Century, Ewert Verlag, 1995.
		
		Wala, Michael, The Council on Foreign Relations, Berghahn Books, 1994.
		
		 
		
		Webster, Nesta, Secret societies and 
		subversive movements, A & B, 1994. 
		 
		
		Wilgus, Neal, The Illuminoids, Sun Books, 
		1981.
		
		Williamson, Harold, The American Petroleum Industry, Northwestern Univ., 
		1959. 
		 
		
		Wise, David, The American Police State, 
		Random, 1976.
		
		Wright Mills, C, The Power Elite, Oxford University Press, 2001. 
		
		 
		
		Youngquist, Walter, Geodestinies, National 
		Book Co., 1997.
		
			
			- Mineral Resources and the Destiny o f 
			Nations, National Book Co., 1990.
		
		
		Zweigenhaft, Richard, Diversity in the Power 
		Elite, Yale University Press, 1999.
 
		
		
		
		INTERNET
		
		"How The Secret Societies Got That Way", www.mail-archive.com/ctrl@listserv.aol. 
		com/msg117521.html.
		
		"The truth about «Peak Oil», The future revisited from a past that never 
		happened",
		
		http://iraqwar.mirrorworld.ru/tikiread_article.php?articleId=32754.
		
		"Leo Strauss' Philosophy of Deception", http://www.alternet.org/story/15935. 
		"Nous aurions intérêt à entreprendre des réformes, avant une guerre 
		mondiale plutôt qu'après!", http://www.recim.org/dem/attali.htm.
		
		"Republicans Debate Dollar Policy and the US Trade Deficit", http://www.cfr.org/pub/roger_mkubarych/republicans_debate_dollar_policy_and_t 
		he_us_trade_deficit.php
		
		"Leo Strauss Chronology", www.larouchepub.com/pr/site_packages/2003/leo_strauss/3015strauss_chronology.html.
		
		"The Strauss-Schmitt Correspondence", http://laroitchein2004.net/pages/other/2003/030409cosart2c.htm.
		
		"Dick Cheney Has a French Connection To Fascism", www.larouchepub.com/other/2003/3018cheney_fr_conx.htm.
		
		"Where the Chickenhawks Got Their Love of War", 
		www.larouchepub.com.other/ 2003/3018kojeve_strau.html.
		
		"The Secret Kingdom of Leo Strauss", www.larouchepub.com/pr/site_packages/ 
		2003/leo_strauss/3015secret_kingdom_ap_.html.
		
		"The Enemy Within - Neocon Criminals Promote NWO", http://conspiracyplanet.com/channel.cfm? 
		channelid=67&contentid=1187&page=2.
		
		"De la Revolución Permanente a la Conquista Permanente", http://eldiariony.com/ 
		noticias/columnistasdetail.aspx?sectionId=39&Txtid=663394.
		
		"El Petróleo entre los Aliados (1930-1945)", http://exordio.com/19391945/civilis/ 
		industria/petroleoALIADOS.html.
		
		"How Scary Is the Deficit?", www.foreignaffairs.org/20050701faresponse84415/brad-setser/how-scary-is-the-deficit.html.
		
		"Freddie Mac and Fannie Mae: Where the Domain of the Housing Bubble and 
		the Domain of the Derivatives Bubble Intersect", www.larouchepub.com/pr/2003/030610freddie_mac.html.
		
		"George W. Bush, The Neocons, & The Nazis: Ties That Bind", 
		www.spiritone.com/~gdy52150/bushadmintext.html.
		
		"Soaring house prices have given a huge boost to the world economy. What 
		happens when they drop?", www.economist.com/opinion/displayStory.cfm? 
		story_id=4079458.
		
		"The Secret Order of The Illuminati", http://www.illuminati-news.com/moriah.htm
		
		"Iraq and the Problem of Peak Oil", http://www.spinninglobe.net/iraq&oil.htm.
		
		"Leo Strauss and the Noble Lie: The Neo-Cons at War", http://www.logosjournal. 
		com/issue_3.2/mason.htm.
		
		"Las finanzas y el poder", http://www.movimientocondor.com.ar/libros/ 
		finanzaypoder.htm.
		
		"El recuerdo de Florida y las dudas sobre las máquinas de votación", 
		http://www. lanacion.com.ar/edicionimpresa/exterior/Nota.asp?nota_id=855585.
		
		"From World Banker to World Venture Capitalist", http://www.nber.org/books/curracct/cas05/rey.pdf.
		
		"Operation Mockingbird: CIA Media Manipulation", http://www.apfn.org/APFN/ 
		cia-media.htm.
		
		"Origin of the Order of Illuminati", http://www.cephasministry.com/history_of_ 
		masonry_3.html.
		
		"Bush Says CIA’s Detainees Transferred to Guantanamo", www.cnn.com/2006/ 
		POLITICS/09/06/bush.speech/.
		
		"Profile: Leo Strauss, Fascist Godfather of the Neo-Cons", 
		www.larouchepub.com/other/2003/3011profile_strauss.html.
		
		"Leo Strauss and Intelligence Strategy", http://rightweb.irc-online.org/analysis/ 
		2004/0402nsai.php.
		
		"The U.S. governments bubble blowing machine", http://depthome.brooklyn.cuny. 
		edu/economics/BarcelonaStockmarketPaper.htm.
		
		"Secret Societies/ New World Order", http://illuminati-news.com/secret-societies-nwo.htm.
		
		"The Seven Sisters", http://history.sandiego.edu/gen/wwl/oil.html.
		
		"Whatever Happened to Standard Oil?", http://www.us-highways.com.sohist.htm. 
		"The global housing boom: In come the waves", www.economist.com/displaystory. 
		cfm?story_id=4079027.
		
		"The Nazi Hydra In America", www.spiritone.com/~gdy52150lnoon.html.
		
		"Welcome to Trade Ticker- the webs only up-to-the-second counter for the 
		U.S. Trade Deficit", www.americaneconomicalert.org/ticker_home.asp.
		
		"The European Illuminati", http://freemasonry.bcy.ca/anti-masonrylstauffer.html.
		
		"Iraq and the euro-dollar war", http://cyberjournal.org/cj/show_archives/?id='972'&batch='16'&lists='cj'.
		
		"World Energy: Areas To Watch", www.eia.doe.gov.
		
		"War with Iran has started", http://globalresearch.ca.myforums.net/index.php.