por Ricardo González
del Sitio Web LegadoCosmico

 

 

Desierto de Chilca,

24 de febrero de 2001

“El encuentro físico se producirá a su tiempo,
y será como cuando dos amigos se encuentran
en un mismo camino, caminando”
OSSIM

 

 

Esta experiencia fue difundida abiertamente hace seis años. Incluso publicada en uno de mis libros: “El Legado Cósmico”.

 

Pero para aquellos buscadores que no llegaron a conocer este testimonio de contacto, publicamos nuevamente el informe de tremenda vivencia al lado de nuestros hermanos mayores de las estrellas; así, su mensaje seguirá proyectándose, llegando a más mentes y corazones que vibran en la luz. Todo se está cumpliendo.

Nota: este texto fue redactado originalmente en el 2001. Para esta publicación en 'legadocosmico.com' el informe ha sido revisado por el autor, quien ha añadido algunas anotaciones para hacer más comprensible su lectura.

 

 

 

 

 

 

Parte 1

 

 

Cómo se fue dando todo

 

Había sido invitado a través de comunicaciones telepáticas para un encuentro físico. El lugar del contacto sería el desierto de Chilca, al sur de Lima. Y según los mensajes, el 31 de diciembre (corría el año 2000) era la fecha señalada para la experiencia.

Aprovechando que el 25 de diciembre iría al pueblo de Chilca para llevar unos juguetes que recolectamos en Lima para los niños más necesitados, decidí marchar al desierto para prepararme para la experiencia programada. Quería estar en su silencioso paisaje unos días previos al contacto.

Así, en Chilca contraté una movilidad que me llevase hasta la Base Militar, que en aquella época operaba cerca de la quebrada que los Guías extraterrestres habían demarcado como zona de contacto. Unos 22 Km. en dirección a las montañas. Luego me internaría a pie, en una caminata de casi dos horas.

Nunca había estado tantos días solo en el desierto. Y tal como lo preveía la experiencia fue extraordinaria.

 

En aquel silencio cósmico, en noches abiertas y despejadas, que en diversas oportunidades me permitieron contemplar el desplazamiento de las naves a gran altura - como anticipando lo que vendría - describiendo Zig-Zags y cruzándose otras veces, sentí no sólo la presencia de los visitantes de las estrellas, sino de Dios mismo. Es una sensación inexplicable.

Aquel cielo nocturno era muy especial, creando el ambiente idóneo para interiorizarme en la invitación que me hiciesen llegar para el día 31. Pero no estaría solo.

 

El día 30 ya me encontraba acompañado de mis buenos amigos de los grupos de contacto de Lima, quienes estaban al tanto de la invitación y deseaban apoyar la experiencia: Hans Baumann, Lida Martell, Magaly Fernández y Jhon Abanto.

Y fue en la noche del día 31, la “fecha del contacto” que había sido auspiciada por claros avistamientos programados por las comunicaciones, que hizo su aparición en un cielo cubierto de niebla un objeto alargado, con forma de puro, emitiendo poderosos fogonazos de luz plateada. La niebla se disipó en torno a él y vimos al aparato sorprendidos, en todos sus detalles. Incluso Hans llegó a observar un disco metálico cerca de la presunta nave nodriza. Era impresionante.

Mi reloj marcaba la medianoche. La hora que los Guías habían indicado en los mensajes para el contacto físico. Un contacto que, de acuerdo a las comunicaciones, me permitiría subir físicamente al interior de una de sus naves…

Mientras todos intercambiábamos opiniones en medio de la algarabía que se armó ante semejante avistamiento, personalmente no atiné a alejarme del grupo en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno” ­-llamado así por su apariencia-, en donde, según los mensajes telepáticos, abordaría la nave.

Pero de pronto algo sucedió conmigo. Mi actitud frente al posible contacto - una experiencia que me parecía tan maravillosa de vivir - me invitó a reflexionar. Me sentí muy pequeño para afrontar semejante vivencia. A pesar de la confianza y sabiduría de estos seres, era consciente de que mi preparación personal no había sido completada. Quizá por ello decidí estar en Chilca días previos a la invitación, para meditar y analizar cómo me encontraba. En otras palabras, si realmente estaba listo.

Pienso que no sólo debí orientar mi preparación a mantener un estado sensible y sutil, premeditadamente logrado a través del ayuno y las valiosas prácticas que desarrollamos en los grupos de contacto. Había olvidado liberar mis esquemas mentales sobre el encuentro cercano anunciado, un error importante teniendo en cuenta que ya en diferentes ocasiones había enfrentado experiencias de contacto físico, donde aprendí que el fluir con ellos y verlos como amigos - porque realmente lo son - y no como “extraterrestres”, me permitiría estrechar lazos con mayor conciencia y naturalidad.

 

A esto debo añadir, como una reflexión personal, que al tratarse de una experiencia diferente, donde no sólo los vería, sino que ¡abordaría una de sus naves!, había creado en mí gran expectativa.

En verdad me resultaba increíble hallarme a puertas de tan extraordinaria vivencia. El mensaje era claro: Tenía que aquietar mi mente, y dejarme fluir como en otras ocasiones.

Como si ellos hubiesen detectado mis pensamientos - de hecho lo hicieron -, comprendiendo que en esa ocasión no les acompañaría, aquella gran nave se marchó lentamente. Retrocedió por donde vino, ocultándose entre la niebla en un cuadro de película. Al día siguiente, uno de los militares que estuvo de guardia en la Base Chilca, sin que le comentáramos nada afirmó haber visto sorprendido el mismo objeto sobre la quebrada.

Cuando tomamos el bus en la carretera panamericana que nos llevaría a Lima, pensaba en la importancia y objetivo del contacto. Antes de abandonar el desierto, los Guías nos dijeron en una nueva recepción de comunicación - que se dio en simultáneo - que las condiciones para afrontar la experiencia seguían óptimas en los siguientes tres meses.

Habría que prepararse.

Una nueva invitación y el objetivo del encuentro físico

Según los mensajes, esta experiencia me permitiría entrevistarme con Joaquel, un importante miembro del Consejo de los 12 Menores, quien habría abandonado su estancia en la Base Azul del Alto Paititi para permanecer temporalmente en una base orbital de la Confederación, ubicada detrás de la Luna, antes de su retorno a Morlen (Morlen es el nombre que los extraterrestres dan a Ganímedes, una de las lunas de Júpiter).

La invitación, más allá de afinar mi preparación personal, como sería el hecho de conocer el interior de sus naves o sus bases en nuestro Sistema Solar -con el objetivo de familiarizarme más con ellos y el programa de contacto- procuraba acercarnos las claves necesarias para comprender los momentos de nuestra experiencia de contacto, los logros alcanzados, y todo aquello que aún podría estar pendiente para la consecución de los objetivos. Por si esto fuera poco, en esta experiencia, Joaquel - “Joaquín”, como le llamamos - ofrecería informaciones esclarecedoras sobre su propia persona y función dentro de la misión de contacto.

Ya en 1998 había tenido la oportunidad de conocerle en un contacto en Marcahuasi de San Juan de Iris, donde se me habló de la importancia de conectar enclaves de marcado significado para la Misión, y que no habían sido visitados antes por los grupos. Entre ellos la Sierra del Roncador en el Brasil - en agosto del 2000 los grupos del Uruguay realizaron la primera expedición, luego volvimos en agosto de 2004 - y el desierto de Gobi en la Mongolia, donde hace miles de años se estableció por primera vez la denominada “Hermandad Blanca”.

 

Ahora que reviso este informe que redacté hace seis años, me resulta increíble que el viaje a Gobi ya se concretó exitosamente el pasado mes de agosto de 2007.

A pesar que mantuvimos un prudente silencio para enfrentar con responsabilidad esta invitación a un nuevo encuentro físico, me llevé más de una sorpresa al comprobar que otros miembros de los grupos habían recibido información precisa sobre ello.

 

Hallándome en Uruguay, en una bella salida de trabajo en Punta de Yeguas, Alejandro Szabo compartió conmigo una extraordinaria confirmación:

En las comunicaciones que él había recibido, el mismísimo “Joaquín” afirmaba que abandonaría la Base Azul para volver a Morlen, y por si esto fuera poco, en el mensaje el Maestro advertía que entraría nuevamente en contacto directo conmigo:

“En Chilca o en Marcahuasi, las condiciones así lo permiten”.

En febrero me encontraba en los EE.UU. compartiendo con los grupos de Miami y San José de California, difundiendo el mensaje de fondo del contacto, en especial las profundas experiencias y enseñanzas que ha significado el encuentro y enlace con la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores.

Fue en Miami que los Guías a través de una comunicación recalcaron la vigencia de la invitación y su importancia:

“El Plan se halla en su justo proceso. De ello hablará el amado Maestro Joaquín. Chilca es un buen lugar. Está preparado. Fines de febrero, inicios de marzo. En esta ocasión vendrás solo y estarás con nosotros para comprobar una vez más los alcances de la Misión y las labores pendientes que los involucran”.
(Alcir y Guías de RAHMA Misión, 3 de febrero del 2001).

La fecha definitiva del contacto la recibiría en un trabajo de irradiación al pie del Monte Shasta. En la práctica, donde todo el grupo se sintió acompañado por proyecciones de la Hermandad Blanca, como si estuviesen abrazándonos y compartiendo su amor, tuve una fuerte visión donde se me mostraba la fecha del encuentro:

“24 de febrero”.

Inmediatamente después, me vería caminando en el desierto de Chilca, solo, en dirección a la cordillera. Cuando observé, y sentí con fuerza estas imágenes, mis pensamientos me asaltaron:

“Entonces iré solo. Pero me gustaría que un grupo de apoyo se encontrase en el desierto para apoyar la experiencia”.

Al volver a Lima, la confirmación no tardaría en aparecer.

El grupo de contacto de Miraflores - con quienes me une una gran amistad - para mi sorpresa, había programado una salida al desierto de Chilca para el sábado 24 de febrero. Lo más inquietante es que recibieron una comunicación de Alcir - el ser intraterrestre de Paititi - quien les afirmaba que irían al desierto para apoyarme con sus trabajos, ya que se daría un encuentro físico programado. ¡Realmente increíble!

Cuando Hans Baumann me comunicó todo esto, sin mayor duda y con una seguridad aplastante, decidí realizar finalmente la salida.

Era una nueva oportunidad para concretar la experiencia. Y esta vez ya me sentía listo.

 

 


 


 

 

 


Desierto de Chilca

24 de febrero de 2001

12:00 H.

Eran las 12:00 del mediodía cuando mis pasos se adentraban por la quebrada de Santo Domingo de los Olleros. Había dejado a mis espaldas el cerro “IV Convención” - hoy rebautizado como “33” - internándome según mi intuición e indicaciones de los Guías en dirección este, es decir, hacia la cordillera.

El Sol era abrumador. Un cielo azul con pocas nubes se mostraba como único acompañante de mi caminata.

Cuando dejé atrás el cerro “Los Anillos de Saturno”, una extraña sensación se apoderó de mí. Era como si alguien me estuviese abrazando, transmitiéndome amor y confianza. Entonces un agradable olor a flores impregnó el lugar donde me hallaba, emocionándome sin poder explicarme qué estaba sucediendo. Respiré una magia singular allí, y cual sería mi impresión al comprobar que este paraje lo había observado en sueños poco antes de la salida. ¿Me habían mostrado el lugar para que lo reconociera? Sea como sea, el mismo coincidía con el punto de contacto de la salida anterior (31 de diciembre del 2000), además que mi propia intuición me decía sin titubear que aquel era el lugar.

Me despojé de la mochila y tendí en el suelo la bolsa de dormir. Sólo llevaba la bolsa, un abrigo, agua, una pequeña linterna y un cuaderno de apuntes.

Pasé el tiempo explorando al detalle la zona - no se suele acampar allí - y luego realizando las prácticas de relajación y meditación. Durante el trabajo, procuré crear las condiciones para contactar con los Guías y consultarles sobre la invitación.

 

El mensaje no tardó en llegar:

Sí, escribe: Nos hallamos cerca. Estate atento a las 9:00 pm.

 

Nada debe inquietarte. Vemos que ya te encuentras listo para afrontar la experiencia. Ahora podrás venir con nosotros.

Recuerda que la verdadera preparación no halla su único cimiento en los ejercicios y prácticas de meditación, sino en el auténtico compromiso y entendimiento de la Misión, así como una correcta actitud en armonía con el espíritu de ella.

Tu amor y honesta entrega te han traído aquí, al margen de tus dudas, que bien sabemos obedecen al esfuerzo que emprendes por ser objetivo y equilibrado frente al proceso. Pero será hoy y así ha sido dispuesto.

Estás listo Nordac, para que una vez más des un paso importante en representación de muchos.

Amor y Luz,

ANTAREL

(24 feb. 6:15 pm.)

El mensaje llegó con una claridad especial. Como si estuviesen muy cerca.

Hans Baumann y Ricardo González, antes de descender a la Cueva de los Tayos (Ecuador, 2002).


Luego de reflexionar en el contenido del mensaje, abandoné la zona del campamento en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno”, como volviendo por el camino. Así, ascendí el cerro y bajé a la explanada que se extiende tras él. Entonces observé a una persona acercarse.

Después de la primera sorpresa, identifiqué a Hans Baumann, mi gran amigo y compañero de tantas experiencias.

 

Sabía que él y los muchachos acamparían en otro sector del desierto para apoyar la experiencia, sin embargo me llamó mucho la atención hallarle de pronto en medio de la nada.

-Sabía que te iba a encontrar -se expresaba contento en la medida que nos dábamos un abrazo.

-¿Qué haces aquí? ¿No estabas con el grupo? ¿Qué te animó a venir donde yo me encontraba? -repuse.

-Tenía muchas ganas de verte antes de la experiencia -contestó.- Siento que se dará esta vez.

 

El grupo se encuentra en “La Terracita” - añadió - acampando y pendiente de la invitación que te han hecho los Guías. Antarel mismo me ha dicho que de todas maneras te suben...

 

-¿Cómo es eso? -Pregunté intrigado

-Lo que me impulsó finalmente a buscarte, fue un mensaje mental que recibí de Antarel. Me dijo que abordarías la nave. Incluso me dio una hora. Te la digo por sí acaso: Las 9:00 pm. Sentía que debía decírtelo.

-Hans, ¡es la confirmación de un mensaje que he recibido hace unos momentos! -Le decía con evidente emoción-. Tienes que marcharte amigo. Debo estar solo.

-Lo sé -contestó risueñamente-. Cuando veas a los Guías dales un abrazo de mi parte. (Risas).

Volví a la zona del campamento con mucha alegría. Estaba anocheciendo y en el cielo ya se mostraban las primeras estrellas.

Llegué sin dificultad y me senté en la bolsa de dormir. No tenía duda alguna que el contacto se daría aquella noche. El encuentro con Hans me dio mayor seguridad, como si los mismos Guías hubiesen querido darme una confirmación adicional para que me encontrase seguro y en confianza. Pero aún así, quise cerciorarme de la presencia de ellos.

Por alguna razón que no logró comprender, me inquietaba poderosamente un cerro frente a mi ubicación. Lo observaba con insistencia, como intuyendo que tras él hubiese “algo” escondido.

Sin pensarlo mucho, de pie y de cara al cerro, empecé a gritar como un chiquillo:

¡Sé que están aquí! ¡Pueden venir cuando quieran! ¡Finalmente he comprendido! ¡Pueden venir porque esta vez asumiré la invitación a mayor conciencia! ¡Me escuchan!

Y para mi sorpresa...

Detrás del cerro, se mostraron intensos fogonazos de luz plateada, disparándose de abajo hacia arriba. Tan fuerte fueron los resplandores, que incluso Hans y el grupo que acampaban al otro lado del desierto también los vieron.

Con esta palpable manifestación, me imaginaba salir una nave del cerro al mejor estilo de la película “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo”. Pero después de los fogonazos, el desierto nuevamente se encontraba en su aspecto normal.

No tuve mucho tiempo para analizar la situación cuando un objeto luminoso pasó a gran altura sobre la quebrada. Como su trayectoria era uniforme, y se mostraba al parecer muy lejos, estimé la posibilidad de un satélite. Pero inmediatamente aparece un segundo objeto, similar al anterior, como si lo estuviese siguiendo.

Pedí entonces mentalmente a los Guías que de tratarse de ellos hicieran una señal para advertirme. Inmediatamente el segundo objeto encendió con fuerza una luz dorada, pulsante, que luego se fue concentrando en la medida que se marchaba. Curiosamente, ambos se perdieron tras el cerro que me llamaba tanto la atención.
 

 


Al interior de la nave


Recostado en la bolsa consulté mi reloj: Las 9:00 pm. Esperé unos minutos, escudriñando el cielo, como buscando alguna señal. Pero no observé nada. Los minutos transcurrían y he de confesar que me puse nervioso. ¿Y si la experiencia, por alguna razón se postergaba nuevamente? De sólo imaginarlo no podía evitar pensar en la importancia de esta vivencia para todos nosotros.

 

Entonces sentí como si los Guías me estuviesen abrazando, y una voz en mi mente diciéndome:

“No te preocupes. Estaremos contigo en unos momentos”

Desconcertado por este mensaje, que reconozco catalogué en un inicio de “mentalismo consolador”, me senté en la bolsa de dormir mientras concentraba mi vista en las siluetas de los cerros.

Pero no tuve que esperar mucho.

Una luz, como nunca he visto, me “golpeó”, haciéndome brincar sobre la bolsa para ver de qué se trataba. Fue un fulgor blanco-plateado, pero no de arriba hacia abajo, sino como si alguien desde tierra me hubiese alumbrado con un potente reflector. La luz era extraña. Sentí que me tocó, como si fuese plasma o gelatina. Consulte nuevamente mi reloj. Eran las 9:22 pm.

Inmediatamente, caminando en mi dirección, una silueta de un ser muy alto se acercaba. De pie ante el personaje que de pronto irrumpía en la tranquila noche del desierto, pude observar que se trataba del Guía Antarel, vestido con un traje metálico, plateado, pegado al cuerpo. Llevaba un cinto y grandes botas que le llegaban casi a las rodillas. Su rostro tan expresivo, lleno de paz, y su cabello cano hasta los hombros me eran familiares. Ya lo conocía. Pero esta vez fue diferente. Me encontraba mucho más tranquilo, menos nervioso que en otras experiencias.

Antarel, con su característica mirada mágica, como si el Universo entero estuviese fluyendo a través de él, sonrió, y me dijo sin esperar mayor protocolo:

“Ya nos vamos...”

Como otras veces, escuché su voz sin que él moviese sus labios. Había enlazado su mente con la mía.

Lo seguí caminando prácticamente a su lado. Me hallaba muy sorprendido al ver mi reacción tan natural ante su cercanía. ¡Quién lo hubiera creído! Miré con detalle sus botas, esperando que dejase alguna huella para mostrarla a los muchachos del grupo en alguna ocasión. Pero me percaté que aquel gigante extraterrestre no pisaba el desierto, sino que flotaba a escasos milímetros. ¡No hacía contacto con el suelo!

Ascendiendo una pequeña colina nos hallamos en una explanada. El cielo que hasta hacía unos momentos se mostraba abierto y estrellado, se hallaba ahora cubierto por un extraño colchón de nubes.

 

Como si una gigantesca linterna hubiese sido colocada por encima de este “colchón”, una tenue luz amarillenta caía al suelo formando un círculo luminoso de unos diez metros de diámetro.
 

 


Psicografía de un Guía extraterrestre

Al lado izquierdo de este círculo que se hallaba frente a mí, se encontraba una persona de pie. Por la silueta advertí que se trataba de una mujer, de un 1.70 m. de estatura. Me acerqué un poco, viendo que llevaba un traje similar al de Antarel, pero más oscuro, y también ceñido al cuerpo.

 

Su rostro era triangular, dejando entrever una piel bronceada, como si hubiese estado expuesta al Sol.

 

El cabello rubio, muy claro y lacio, caía por detrás de los hombros. Aquella mujer, de unos 40 años de apariencia, mostró una dulce sonrisa, como dándome la bienvenida. Sabía quién era. Como si la conociese de siempre.

Reconocer a Anitac fue para mí uno de los momentos más intensos del contacto. En aquellos ojos claros, que luego pude comprobar eran de un color verde agua marina, fluía un amor profundo y conmovedor.

Noté entonces que llevaba un objeto en la mano derecha. Parecía una caja negra de plástico. Inmediatamente, Antarel se dirigió a mí, pidiéndome que ingresara al interior del círculo.

Al hacerlo, observé que en el centro del mismo había un círculo más pequeño, de unos dos metros, pero muy brillante, tanto, que me recordaba la luz que despiden las linternas halógenas. Aquella luz pulsaba. Era muy fuerte. Tuve cierto temor de pararme allí, más la sonrisa y tranquilidad que supo transmitirme ANTAREL, terminaron por darme el último impulso para dar el paso.

Ni bien ingresé, sentí que una fuerza me aplastaba, e inmediatamente, como si me cogiesen de las pantorrillas, la misma fuerza me arrancó a una velocidad increíble del suelo. Luego una intensa luz blanca que me obligó a cerrar los ojos. Todo fue en un instante. Y de pronto, me hallaba de pie en una especie de habitación, blanca, despidiendo luz por todas partes sin generar sombras.

Mi corazón empezó a latir a mil. Pensé que me iba a desmayar. No podía con tanto.

Empecé a acostumbrarme a la luz, observando que estaba en una especie de sala circular, con una puerta ovalada frente a mí, unos centímetros por encima del nivel del piso, que también era blanco, muy limpio, como las habitaciones de un hospital. El techo no lo recuerdo.

Bajé la vista, observando mis zapatillas beige sobre un círculo luminoso, con una estructura similar al de un panal de avispas, pulsando una débil luz celeste. Me moví de allí en dirección a la puerta. Pero no pude avanzar más. Estaba temblando. Entonces me tocaba el cuerpo, los brazos, mientras me decía:

“Vamos Richard, esto no puede ser verdad. No puedes estar aquí...”

Pero un hecho especial me sacó de mis cavilaciones. Una mano se apoyó en mi hombro derecho. Volteé de inmediato, observando que se trataba de Anitac. Sus dedos eran muy similares a los nuestros, salvo por la ausencia de uñas y la uniformidad de una piel sin manchas o marcas.

 

Su rostro de paz me tranquilizó, mientras me hablaba, llamándome por mi nombre cósmico que ella misma me dio mentalmente en 1994:

“Realmente estás aquí Nordac, realmente estás aquí...”

Entonces apareció Antarel, muy sonriente, y mirándome fijamente a los ojos me dice:

“Bienvenido a ORUM III. Acompáñanos que iremos a la sala de navegación”.

Le pregunté entonces, ingenuamente, si tenía que desnudarme -un hecho frecuente en otras experiencias de viajes al interior de una nave extraterrestres, con el objeto de “limpiar” al contactado de las toxinas de la Tierra y proveerle de un traje adecuado para la navegación. Recordemos por ejemplo el caso de Castillo Rincón, y el de Sixto Paz, cuando en 1987 acompaña a los Guías a Morlen.

 

Antarel, observándome con gracia, sencillamente me respondió:

“No es necesario en esta oportunidad”.

He hizo una seña para que lo siguiese por aquella puerta oval. Luego me explicarían que ellos ya habían alineado mi cuerpo a poderosas energías cósmicas desde el instante en que me hallaba en el desierto.

La puerta oval daba a un pasillo. Ingresó primero Antarel, lo seguí y detrás de mí se colocó Anitac. Por donde pasábamos, se encendía más la luz blanca que parecía salir de todas partes. Era increíble. Entonces no resistí la tentación de tocar las paredes del pasillo. Rocé con mis dedos la pared, percibiéndola como si fuese de un plástico compacto o fibra de vidrio. El pasillo tendría no más de 12 metros de longitud, y era curvo, siempre girando hacia la izquierda.

Entramos a un salón más grande, y también circular. Pero sus paredes parecían metálicas. Daba la impresión de ser una mezcla de plástico y aluminio. En realidad no sé cómo describir todo esto que era tan nuevo y diferente a lo que conocía. El techo, si se le puede llamar así, me recordaba la cúpula de una iglesia, con muchas luces y cristales de las más diversas apariencias y colores.

 

En el centro de este salón había una estructura semejante a un hongo, con una especie de casco de cristal, donde se mostraban unas varillas como de vidrio, empotradas verticalmente. Me llamaron la atención unas de estas varillas que se hallaban en un extremo del hongo.

 

Entonces Antares interviene diciéndome:

“Es Silicio procesado, lo extraemos de la Tierra”.

Frente a mí se encontraban sentados, dándome la espalda, cuatro seres calvos y delgados. Parecían estar controlando la nave. Unos de ellos, el más alto, se incorporó del asiento blanco que estaba frente a lo que estimo es un panel de controles, sin palancas ni botones, sino sólo luces y esferas como de cristal de roca hundidas hasta la mitad en un tablero que sobresalía a manera de un pequeño “escritorio”.

Aquel ser, de casi dos metros de altura, delgado, con los ojos -que parecían marrones claros- hundidos en el rostro, se me mostraba familiar. Su piel era de un cobre casi plomizo. Y sus brazos un poco más largos que los nuestros. Vestía también con un traje pegado al cuerpo, de una sola pieza. Su color era un celeste plateado, pero no de aspecto metálico, sino más bien “sintético”.

 

De inmediato supe que era Mardorx.

Era tan especial verle sonreír, teniendo en cuenta que prácticamente no tiene labios, sino una pequeña hendidura como boca. Sus ojos eran pequeñitos, pero transmitían tanto amor y conocimiento que cualquier hombre se vería conmovido.
 

Fotografía de Mardorx en Marcahuasi, Perú, 1982

Me llamaron la atención sus dedos, largos y de yemas abundantes. No pude evitar desear tocárselos. Pero no sabía cómo pedírselo. Entonces, como si hubiese escuchado mis pensamientos - lo suelen hacer - estiró su mano derecha para que lo tocase.

 

Volteé de inmediato para ver el rostro de Antarel, quien se hallaba a mis espaldas, como buscando una aprobación del Guía. El gigante extraterrestre asintió la cabeza sin perder la sonrisa.


Entonces me di valor y acerqué mi mano derecha, hasta tocar la palma y dedos de Mardorx. Aún me parece tan increíble esta vivencia. Recuerdo con claridad su textura, como la de un malvavisco, con un calorcito especial, una sensación de estar intensamente vivo.

 

Acerqué mi mano izquierda también, tomando la mano de aquel maravilloso ser con firmeza. El corazón se me detenía en aquel instante. Quería llorar de tanta alegría. ¡Estaba realmente allí!

Luego de ello, Mardorx me informa que los acompañaré a CELEA, una base orbital que posee la “Confederación” detrás de la Luna, y que en ella me aguarda Joaquel para entregarme un importante mensaje. Asentí con la cabeza y Mardorx volvió a ocupar su asiento.

Inmediatamente, Anitac se despidió y se alejó por otra puerta oval, dejándome a solas con Antarel en la sala de navegación. Los otros seres que eran parecidos a Mardorx, se hallaban muy concentrados en sus paneles de control. Apenas giraron el rostro como saludándome, volviendo a sus tableros.

Decidí aprovechar este momento para hacer una serie de consultas al Guía extraterrestre, quien se mostraba abierto y dispuesto a orientarme.

-Antarel -le dije- ¿Cuál es la explicación a una serie de visiones que me asaltaron antes del contacto, y que veo se han cumplido al detalle al precisar instantes de esta experiencia? ¿Fue mi premonición de todo esto? ¿O fueron ustedes?

-Sabes que la mente les puede advertir mediante visiones futuros acontecimientos de importancia -respondió con calma- pero las imágenes que observaste mostrando momentos de lo que sería nuestro encuentro, las insertamos en tu mente.

-¿Con qué objeto?

-Para que cuando ocurriese el encuentro, tu subconsciente reconociese las escenas y así puedas sobrellevar mejor la experiencia.

-Entiendo... Y dime, ¿por qué siempre me llaman por mi nombre cósmico? ¿Por qué no me llaman de otra manera?

-Cuando nos dirigimos a ustedes -respondió- procuramos hablar a la esencia que son en realidad, a la vibración espiritual que los empuja a realizar grandes cosas. Cuando les hablamos nos dirigimos a vuestro real ser, por ello les llamamos por el nombre cósmico, para precisar a quién destinamos nuestro mensaje.

-Es verdad... Sentía que era así... Y dime -emocionado al estar allí con él, seguía preguntando- ¿por qué te has ausentado por momentos en las comunicaciones que recibía?

-Tenemos diversas labores y funciones -me explicaba sin dejar de mirarme-, pero muchas veces con ello procuramos evitar un lazo de dependencia. Rotamos las conexiones mentales con ustedes para que no se identifiquen de manera especial con algún Guía, sino con el mensaje que les transmitimos.

-Antarel, qué me puedes decir de Apu, el planeta del cual provienes. ¿Se involucraron alguna vez en la Tierra?

-Apu es un planeta subterráneo -me hablaba en tono reflexivo-. Todo nuestro movimiento se concentra bajo la corteza montañosa del planeta. Pero debes saber que nuestra raza no es originaria de aquel lugar. Somos navegantes espaciales, viajeros…

Hace mucho tiempo -proseguía- colonias nuestras se establecieron en Maldek. En tiempos más recientes, mantuvimos cierto contacto con antiguas culturas Sudamericanas, a quienes les enseñamos nuestros antiguos códigos de almacenamiento de información.

-¿Te refieres al quechua y el aymará? -Pregunté de manera atropellada, procurando confirmar un hecho que ya veníamos rastreando.

-Lo hicimos para acelerar la comprensión del Universo que rodea a los seres humanos. Cuando descifren el significado profundo de estos códigos de expresión, tendrán una herramienta importante para comprender vuestro pasado.

Antarel estaba en lo cierto. Curiosamente Apu es una palabra quechua que se emplea para designar al espíritu protector de las Montañas.

 

Teniendo en cuenta que Apu es un planeta montañoso, es muy sugerente pensar en un vínculo entre los antiguos idiomas indígenas de Sudamérica con la civilización extraterrestre de Alfa Centauro.

-Empiezo a entender muchas cosas -repuse.

-Una vez que te encuentres en Celea, sabrás más de nosotros -afirmó con cierto aire a misterio.

-Antarel, háblame de Celea...

 

 

 

 

 

 

 

Parte 2




Instalaciones extraterrestres en la Luna

—Celea opera desde hace más de 10.000 años —contestó despacio y calmado el gigante extraterrestre—. Fue construida para cumplir dos funciones: Equilibrar la órbita lunar, y observar desde cerca la Tierra. Celea fue concebida para ser un punto de observación estratégico, y proteger al planeta frente a posibles intervenciones de civilizaciones extraterrestres negativas.

—¿Y la Luna? Tengo entendido que poseen instalaciones allí.

—La Luna fue readaptada por nosotros. La Confederación la halló prácticamente muerta, envejecida. Fue restituida, transformándola en una verdadera base satélite. Nuestras instalaciones aún funcionan allí, concentradas especialmente en amplias galerías subterráneas.

—¿Entonces es cierta aquella afirmación de que los soviéticos llegaron primero a la Luna, antes que la misión Apolo XI de los norteamericanos?

—Así fue.

—¿Cuándo ocurrió ello?

—En marzo de 1969

—Inaudito...

—Que ello no les sorprenda —respondió Antarel— ya en tiempos de la Segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi intentó alcanzar la Luna, estando muy cerca de lograrlo...

—Esto es difícil de digerir. ¿Por qué esta obsesión con la Luna?

—Por lo que tenemos en ella. Tecnología que se podría emplear para fines bélicos…

—Se habla incluso que los propios norteamericanos nunca habrían estado en la Luna, y que todo fue un montaje orquestado por la NASA —añadí—.

Sí estuvieron, pero no dijeron la verdad al mundo —aseveró—. Por ello se vieron obligados a fabricar imágenes de un descenso del módulo en la Luna ya que las fotografías originales los comprometían demasiado.

—Aquel encubrimiento de información —analizaba como queriendo atajar una idea—, manipulación mundial, y tanto que hemos venido conociendo... ¿Quién realmente está detrás de todo ello? Se habla incluso de una suerte de gobierno oculto que conspira a niveles impensables. Algunos creen que se trata de una conspiración judía.

—No es así. La verdadera conspiración es orquestada por fuerzas negativas atrapadas en este planeta, que han sabido infiltrarse e influenciar en grandes líderes del mundo, y también a tenebrosas organizaciones tras ellos para precipitar el caos y el desorden. Más como saben, vuestro trabajo está logrando inclinar la balanza hacia la luz. Hay muchos secretos, pero ninguno de ellos ajeno a la fuerza transformadora del amor.

Antarel se refería a la conspiración de los Illuminati, una secreta organización que procura hundir a la humanidad en el caos y la ignorancia. De acuerdo a los extraterrestres, su existencia no es un mito, y no necesariamente se halla relacionada a algún país específico o religión.

 

Se trata más bien de una conjura de origen cósmico contra la Tierra, un plan tenebroso que ha sabido mezclarse, cual poderoso virus, al interior de las más importantes organizaciones militares, medios de comunicación, y en más de un sillón presidencial para controlar a las masas. Parte de esta conspiración procura ocultar al hombre la existencia de avanzadas civilizaciones extraterrestres.

 

Por ello el sistemático ocultamiento y ridiculización de evidencias ovni.

—¿Los gobiernos saben de las bases que tienen en nuestro Sistema Solar? —pregunté.

—Sí, pero no en las dimensiones que teorizan.

—¿Cuántas bases tienen en el espacio, en nuestro Sistema?

—Poseemos 17 bases orbitales, sin tener en cuenta las bases de adaptación.

—¿Bases de adaptación? —Repuse intrigado—

—Satélites artificiales, como lo hemos hecho con Fobos en Marte...

Nota: en marzo de 1989, una sonda soviética (Fobos II) fotografió un enorme objeto cilíndrico de más de 27 Km. de longitud sobre la luna Fobos, durante sus vuelos sobre el planeta rojo.

Escuchar todo esto de Antares resultaba impresionante. Era palpar las reales dimensiones de un despliegue extraterrestre por asistir y ayudar un proceso de evolución que compromete de manera especial a nuestro planeta.

Y me parecía tan insólito estar a bordo de una nave extraterrestre...

No sentía movimiento alguno. Y el ambiente era como una sala provista de un sutil aire acondicionado.

—Antarel, ¿es posible que vea cómo es la nave por fuera?

Mardorx volteó y me hizo una seña con su mano derecha para que me acerque.

—Observa —me dijo—

Y sobre el tablero de luces que manipulaba, se mostró una pantalla que parecía rectangular, hecha, al parecer, de “luz” y “gas”. La claridad era impresionante. En ella vi un objeto con forma de disco, plateado, y ligeramente aplastado en la parte posterior, como una lampa o pala de excavación.

 

Contrastaba con un vacío oscuro y decenas de líneas blancas, luminosas y delgadas, que parecían ir en dirección opuesta a la trayectoria del aparato.

 

Era la nave en la que íbamos…

—¿Cómo pueden ver la nave desde fuera? —Consulté—

—Nuestros vehículos no se mueven solos —contestó Mardorx—, siempre son acompañados por nuestras sondas de observación (Caneplas). En este momento nos acompañan tres. Estás viendo la imagen que transmite la sonda oeste. Sobre nosotros tenemos otra observando...

Entonces introdujo su mano en una luz que asemejaba una pompa de jabón azul, y la imagen en la pantalla cambió, mostrando ahora la nave desde arriba.

 

Luego hizo lo mismo y mostró la nave desde abajo...

—Está es la imagen que transmite la tercera sonda. Viaja debajo de nosotros —Mardorx parecía divertirse con la explicación y mi rostro de sorpresa—

—La gente no me va a creer esto, todo lo que estoy viviendo...

—No te preocupes por ello —intervino Antarel—. Tu estancia ahora con nosotros, y lo que te transmitirá Joaquel, llegará a quienes ha sido dispuesto. Relájate que ya estamos por culminar el desplazamiento.

Y en la pantalla, ahora veía parte de la Luna, como si la estuviésemos sobrevolando a baja altura. Vi de cerca los grandes cráteres lunares y en algunos de ellos luces, como si hubiese construcciones.

 

Estábamos en el denominado “lado oculto de la Luna”.

 

Pero la tripulación de la nave me aclaró que lo que estaba viendo era en realidad gigantescos cristales erguidos como columnas, hechos de un cristal similar al cuarzo, pero de propiedades poderosas. Habían sido colocados allí hacía mucho tiempo.

Tras la Luna un objeto flotaba en medio de la oscuridad. Era como su pequeño “satélite”. Emitía un brillo plateado. Lucía como una pelota de golf.

Nos dirigíamos hacia allí.

—Aquello es Celea —me dijo Antarel— en unos instantes estaremos dentro.


 

Celea - Base Orbital


No sentí movimiento alguno cuando la nave penetró en la Base Orbital. Todo fue muy tranquilo. Sólo supe que la nave se había estacionado cuando Antarel me lo indicó.

Luego ingresamos a través de la otra puerta oval. En ese instante me despedí de Mardorx. Al igual que Anitac, no le volvería a ver en el resto de la experiencia.

El pasillo conectó con otro más amplio, pero esta vez recto, y en la medida que avanzábamos, éste se tornaba cada vez más grande, hasta el punto de simular aquellos grandes corredores que se utilizan en los aeropuertos.

—Ya estamos dentro de Celea —intervino Antarel—.

—Pero... ¿En qué momento entramos? ¿En qué momento salimos de la nave?

Antarel sólo sonreía.

Todo era muy calmo. Apenas sentía una pequeña vibración, un sonido muy tenue, como un zumbido, que parecía envolver todo el lugar. Respiraba perfectamente. Era como estar en un edificio con un sutil “aire acondicionado”.

Me encontraba caminando con el gigante extraterrestre a través de un corredor de grandes proporciones. Estimo unos 10 metros de ancho, y posiblemente unos 15 de alto. Todo el corredor, piso y paredes, eran blancos como los de la nave que nos condujo a la base orbital. En algunos sectores se mostraban unas planchas plateadas, como placas en una pared; allí pude observar figuras, como ideogramas. Sentía que no eran decorativos, sino que cumplían algún tipo de función. El techo tenía estructuras similares al cristal de roca. Eran enormes y de muchos colores.

Luego, a ambos lados del corredor que transitábamos, advertí unas grandes vitrinas o “ventanales”. Entonces observé claramente un bello jardín, con flores bellísimas, de las más variadas formas y colores. Tan vivos, tan reales, que de sólo ver esto, sentí que estaba contemplando uno de los espectáculos más hermosos de mi vida. Nunca mis ojos habían visto algo tan especial…

Pensaba entonces en los mundos, en las regiones más bellas del Universo, de donde podrían haber traído estas flores y vegetación tan diversa para elaborar una especie de invernadero.

—Todo lo que ves Nordac... —me interrumpió suavemente el Guía, llamándome por mi nombre cósmico— lo hemos tomado de la Tierra...

Mi corazón dio un vuelco... ¡Todo era de la Tierra! Comprendí entonces, como nunca antes, toda la belleza que posee nuestro planeta, y de la cual no somos concientes y respetuosos.

En eso, en dirección opuesta a la nuestra, vienen caminando tres seres vestidos con trajes grises pegados al cuerpo. Calvos y delgados, de 1.60m de estatura aproximadamente. Pasan al lado nuestro asintiendo la cabeza como saludando. Luego siguieron como si nada.

 

No les llamó la atención mi presencia allí.

—Son científicos —se apresuró en explicarme Antarel— Están de paso. Vienen de “Epsilon”.

Nuevamente Antarel leía mis pensamientos e inquietudes. Poco a poco me habitué a ello, al punto de interactuar con rapidez en las conversaciones. Daba igual hablarles en voz alta o pensarlo. Inmediatamente respondían…

Tuve sensaciones muy fuertes en esta experiencia. Debo confesar que llegué a sentirme parte de ellos. No los veía ajenos a mí. Incluso, por alguna razón que no comprendo, conocía las instalaciones de esta base. “Sabía” dónde estaban ubicados los pasillos, las puertas que debíamos cruzar, todo. Hasta el punto de percibir qué ocurría en otros sectores de la estación orbital. Al principio me sorprendí en extremo, hasta que llegué a acostumbrarme.

De esta forma supe que Antarel me llevaba por un sector de Celea donde no existe mayor “tráfico”, por decirlo de algún modo. Interpreté que había sectores de la estación que no podían ser visitados sin una previa preparación.

Al margen de ello, en todo momento me sentí acompañado por un amigo de siempre que me conocía a la perfección.

—Debo mostrarte algo —intervino el Guía mirándome a los ojos—. Sígueme.

Giramos a la izquierda luego de avanzar un largo trecho. Antarel caminaba como en “cámara lenta”, quizá para recortar sus pasos debido a la importante diferencia de estatura con un humano normal.

Me llevó a un sector de la estación que albergaba varios cilindros y cajas octagonales de un color naranja, apiladas a un lado del área que visitábamos. Había otros objetos allí, pero no los recuerdo bien. A nuestra derecha, se ubicaba una gran puerta trapezoidal, que inmediatamente me recordó los ventanales de piedra en Machu Picchu y otros yacimientos arqueológicos que se atribuyen a los incas.

Estimo que la puerta medía unos cuatro metros de alto por unos tres de ancho. Su color era rojo, y tenía un símbolo semejante a una “W”, de color negro y hundido en la estructura que parecía metálica.

 

Antarel se dirigió a ella sin mayor detenimiento.

Yo seguía a mi gigante compañero cuando vi cómo la puerta se “desarmó” ante nosotros, obligándome en acto reflejo a retroceder. En verdad la puerta se había abierto con la sola aproximación del Guía —como si ésta estuviese “viva” y lo hubiese reconocido—; aquella estructura se dividió, por decirlo de alguna forma, en unas cinco secciones que se ocultaron en los extremos.

 

Luego que me repuse de esta situación sorpresiva, seguí al Guía a través de una especie de rampa con unos “pasamanos” —les llamó así, pero dudo de que cumplan esa función—, que nos conducía a un segundo nivel.

 

Allí nos encontramos ante una gran vitrina o cristal.

—Observa —me dijo señalando con su dedo índice el ventanal—.

Y he aquí que vi algo realmente increíble...

—¡Son humanos! —Exclamé— ¿Qué hacen aquí?

En una gran sala, decenas de personas de todas las razas y edades, vestidas con unos buzos blancos, caminaban despacio, en paz, como en estado de meditación. En sus rostros se veía una felicidad profunda. De pronto se cruzaban, y se tocaban suavemente las manos, un roce, muy sutil.

 

Todos hacían lo mismo…

—Fueron rescatados de tu planeta, de guerras, accidentes, desastres naturales y más, bajo su consentimiento, para ser preparados y ser nuevamente insertados en la sociedad bajo una nueva perspectiva —explicaba el Guía—.

—¿Qué hacen? ¿Por qué caminan y se tocan así?

—Están sintiéndose, reconociéndose... Es lo primero que les enseñamos cuando están con nosotros antes de entregarles cualquier tipo de información.

Antarel hizo una pausa y añadió:

—El ser humano olvida con facilidad su capacidad de conectarse con su propia especie, de sentir aquella conexión que los agrupa, y aún más el enlace consigo mismo. Los adiestramos en recuperar aquella sensibilidad, que pierden fácilmente en el modo de vida que han construido en la Tierra.

El gigante extraterrestre miraba con atención a través del “ventanal”.

—Entonces no todos eran llevados a Ganímedes —le dije.

—Y muchos no han tenido que abandonar la Tierra —contestó—. Se encuentran también en nuestras bases submarinas y subterráneas.

—¿Cómo y cuándo volverán? ¿Volverán todos? —Repuse intrigado—.

—Ya están volviendo. Y como también sabes, en silencio, con el objeto de precipitar un cambio desde dentro que no despierte sospechas, y ayudar al mundo en su proceso de transformación. Otros volverán en nuevos nacimientos. Pronto sabrás más de ello...

El Guía giró y me pidió que lo acompañase. Entonces caminamos hasta detenernos en un arco que marcaba la entrada a un gran salón.

—Te espero aquí —me dijo— Allí dentro te espera Joaquel. Abre tu corazón para comprender, y presta atención a todo lo que se te va a revelar...



Joaquel y los Discos Solares

Dejé a Antarel y cruce hacia un salón muy grande, de estructura semicircular. Parecía un pequeño coliseo en forma de herradura.

El ambiente se hallaba parcialmente iluminado. Era una luz verdosa. El techo, una suerte de bóveda con luces hexagonales de colores. El piso parecía “alfombrado”, suave, de un color similar entre el rojo y el terra cotta. Tengo la impresión que los colores que observaba eran en cierta medida diferentes a los que recuerdo haber visto en la Tierra. Los percibía más “vivos”.

Quedé de pie casi en el centro de este salón. Y allí, en una especie de estrado —muy similar a una pirámide de cima trunca—, pegado en la zona central de la pared circular, se hallaba Joaquel, y a su lado derecho Xendor, a quien reconocí de inmediato.

Joaquel estaba vestido con una suerte de túnica dorada y un casco medianamente alargado sobre la cabeza. Me recordó la apariencia de Alcir en los contactos físicos en Paititi. Joaquel es un ser de rasgos orientales, tipo mongol, de cierta ancianidad pero sin llevar barba. No es de contextura robusta. Es delgado y de baja estatura. Ojos pequeños pero dulces y penetrantes. Me observaba fijamente, como si hubiese estado esperando de hace mucho este encuentro.

Xendor es un hombre de cuerpo atlético y alto. Estimo algo más de 1.80 m. Moreno, y de ojos claros, aunque no puedo precisar el color. No mostraba cabello, y todo él se hallaba vestido con un traje pegado al cuerpo de un color celeste.

 

Al igual que Joaquel, se mostraba sonriente y complacido de hallarme allí.

—Amor y Luz —inició el diálogo Joaquel—.

—Amor y Luz... —respondí con cierta timidez—.

—Que no te llame la atención estar aquí. Tu testimonio será importante, generará una activación del recuerdo dormido en aquellos comprometidos con el programa de contacto. Ya lo iniciaron con vuestro trabajo en Paititi.

—¿Por qué Paititi es tan importante para ustedes? —consulté— ¿Cuál es la trascendencia de todo lo que hicimos en agosto del 2000 (expediciones simultáneas a Paititi, la Sierra del Roncador en Brasil y la Cueva de los Tayos en Ecuador)?

—Bien lo sabes... —habló despacio, mientras Xendor parecía disfrutar del momento—

Paititi es el Retiro Interior más importante de Sudamérica —aseveró Joaquel—, pues está activo, y custodiando una de las herramientas más trascendentales de ascenso interdimensional para el planeta.

—El Disco Solar... —intervine—.

—Es el Disco Cósmico que fuese elaborado premeditadamente para este tiempo, cuando la Confederación decidió establecer la Hermandad de la Estrella en la Tierra. Por ello irán en su momento al desierto de Gobi, para hallar el último eslabón que los une con el Plan Cósmico y las Fuerzas de la Luz.

—No obstante —se expresaba con calma—, el Disco que protege la Hermandad Blanca del Paititi no es el único. Existen otros 12 discos repartidos en el planeta, custodiados por los guardianes en sus Retiros Interiores. Todos ellos están interconectados. Cuando el Disco Solar de Paititi sea activado, logrará una reacción en cadena con los otros Discos, formando una red de energía que permitirá al planeta Tierra dar un verdadero salto cósmico, y reconectarse con el Real Tiempo del Universo.

—¿Cuándo ocurrirá ello? —pregunté.

—Cuando estén listos. Y aquel momento deberá coincidir con un evento cósmico: La sincronía entre el Sol de este Sistema y el Sol Central de la Galaxia.

Joaquel hacía referencia a la energía del Hunab Ku o “Centro Galáctico”, tal como reza la profecía maya para el año 2012, y que ha podido ser constatada por la NASA debido a las recientes e inquietantes anomalías en el Sol.

 

Hoy por hoy no es un secreto que una extraña radiación de antimateria está llegando desde el mismísimo centro de la Vía Láctea a nuestro Sistema Solar…

—¿Qué ocurrirá con las esferas de energía que recibimos en Paititi? ¿Cómo activarlas? —Consulté.

—Al estar interconectadas, la activación de una de ellas puede comprometer a las otras. El despertar será progresivo, en la medida que vayan también activando lugares y comprendiendo.

Además de poseer información, que en un futuro podrán armar y entender para compartirla, aquellas esferas de energía les permitirán reunir los códigos de acceso a verdades más profundas, protegidas y reservadas en los lugares más sagrados de la Tierra.

—¿Tendremos que ir físicamente a todos esos “lugares”?

—Llegarás a los lugares más insospechados de tu mundo, Nordac —intervino Xendor—. Recién empiezan el verdadero trabajo… La puerta que cruzaron en agosto del 2000 con la Triangulación sugerida por nosotros, es de gran importancia para la misión de contacto. Pero a partir de ahora enfrentarán encargos más grandes.

—¡Más grandes! —Exclamé sorprendido—.

—Existen mecanismos muy profundos que van más allá de nuestra existencia —intervino Joaquel—, y ustedes los pusieron en marcha en vuestra última incursión al Paititi, donde debieron demostrarse a sí mismos hasta adónde estaban dispuestos a llegar. Con aquel acto de amor supremo, dieron un gran paso representando a todos. Y el proceso continúa. Aún hay mucho por hacer.

—¿Adónde conduce aquella puerta que cruzamos? —Consulté, vibrando como si fuese una campana, como intuyendo algo gigante—

—A una revelación que los conecta con Jesús...

 

 

 

 

 

 

Parte 3

ISHTACAR - Guardian y Vigilante de Mundos


—Como observas —proseguía Joaquel—, no sólo están cruzando puertas que ya fueron abiertas a lo largo del proceso de contacto. Están afrontando nuevas responsabilidades y compromisos. Nuevas experiencias. Todo estaba destinado para este tiempo, en que trabajarían directamente con el “Gobierno Interno Positivo del planeta”.

—La dinámica de nuestro despliegue es muy grande —apuntó Xendor—. Compromete diversos aspectos. Por esta razón estás aquí, para que lo puedas palpar y sentir por ti mismo, y luego lo transmitas a los grupos que están trabajando en el mundo.

En ese instante, por la puerta en forma de arco ingresó un ser al salón. E

 

ra un gigante. Pienso que más alto que el propio Antarel. Su aspecto era nórdico. Corpulento. Vestido con un mono metálico, plateado, pegado al cuerpo. Su cabello era muy blanco. Y me sorprendió observar que se desplazaba con los ojos cerrados. Al verle, sentí que todo mi cuerpo se estremecía. Pensé que no lo iba a soportar.

 

La sensación de estar frente a este personaje fue inenarrable.

—Él es Ishtacar —se apresuró en explicarme Joaquel, mientras trataba de controlar mis emociones ante el gigante que se había parado exactamente frente a mí—. Ishtacar es un Guardián y Vigilante. Es quien coordina la cuarentena de protección que la Confederación dispuso en la Tierra para protegerla de intromisiones de visitantes extraterrestres con propósitos hostiles.

Joaquel traía a mi mente todo lo que anteriormente se nos había dicho.

 

Dentro del orden de acción que reúne a las civilizaciones extraterrestres que nos contactan se hallan diversas jerarquías. Entre ellas se encuentra un grupo de seres que tienen la tarea de proteger y velar por mundos que se hallan en proceso de crecimiento y aprendizaje (como el caso de la Tierra).

 

Estos seres, conocidos como “Guardianes y Vigilantes” pueden bloquear el acceso a otras civilizaciones estelares si su intromisión podría suponer un riesgo para las criaturas vivientes de un planeta “protegido”.

 

Incluso se han registrado diversos enfrentamientos cuando se ha pretendido ingresar “por la fuerza” a la Tierra. De esto hay antecedentes desde épocas remotas al reciente caso Roswell, donde una nave de experimentación no autorizada fue “interceptada y abatida” por aquellos misteriosos guardianes cósmicos.

De acuerdo a estas informaciones, desde que el hombre empleó armas de destrucción masiva en la Segunda Guerra Mundial, la “Confederación” consideró conveniente establecer una suerte de cuarentena de protección a la Tierra, pues debido a nuestro desarrollo bélico podríamos “atraer” a civilizaciones extraterrestres de similar frecuencia vibratoria.

 

Era una amenaza que debía ser controlada de alguna forma.

—Dios...—me decía mientras no quitaba la mirada de aquel hombre extraterrestre, de unos 40 años de edad en apariencia, quien no se inmutaba, casi como si fuese un maniquí—.

—Tu planeta es muy especial —intervino el Vigilante, mentalmente, al igual que los Guías, pero la tonalidad de su voz era muy distinta, era como si fuesen en verdad muchas voces a la vez—. Ello está atrayendo a diversas civilizaciones, que intentan tomar de tu mundo todo cuanto puedan conseguir.

—¿De dónde es usted? —Me dirigí con timidez—.

—Ello no es importante, sino lo que voy a decirte... —respondió firme—.

Como saben, hace mucho tiempo —explicaba el Vigilante—, la Confederación dispuso la orientación del proceso terrestre a dos civilizaciones. Estas se encontraban en los grupos de estrellas que conocen como Pléyades y Orión.

Los seres de las Pléyades constituyen una avanzada cultura, dedicada a los estudios científicos, la compresión del tiempo y el espacio.

 

Orión, por su parte, es una civilización con tendencia bélica, situación que fue el caldo de cultivo para que el conflicto cósmico del cual se les ha revelado se precipitase desde allí.

 

 

 

 

Afortunadamente la Confederación reaccionó a tiempo y logró reducir la tensión, deportando a los disidentes a la Tierra. Y otro grupo, venciendo su pasado guerrero, halló su destino como guía y farol de la humanidad al trasladarse a las lunas de Júpiter, donde también se desplazó el consejo regente de la Galaxia, que antiguamente funcionaba en Orión.

Ishtacar hablaba de las colonias de Ganímedes, entre otras lunas de Júpiter, en donde se estableció una base importante de los colonos de Orión que llegaron a nuestro Sistema Solar hace más de 25,000 años.

—Después de todo ello —Ishtacar prosiguió con el relato, como si quisiese que redescubriera “algo” en el mismo— se designó una la civilización de lo que ustedes llaman Sirio para que observe y asista a la Tierra. Los seres de Sirio estaban calificados para emprender proyectos de inserción de conocimiento en el planeta, contribuyendo de manera importante en el desarrollo de antiguas civilizaciones. Funcionaron como instructores.

Los Oriones disidentes que se quedaron atrapados en la Tierra, en otro plano o dimensión paralelo al que ustedes se mueven, han procurado no sólo escapar en cuerpos nuevos a través de intentos de clonación humanos, sino que además alentaron a otras civilizaciones extraterrestres a venir a vuestro mundo con propósitos de colonización y depredación de vida. Pero hasta el momento todo ello lo hemos evitado.

Deben saber —añadió— que los avances científicos terrestres en el terreno de la clonación, son en extremo peligrosos porque precisamente a través de ello podrían corporizarse estas entidades, que ya se encuentran conspirando tras grupos que afirman estar en contacto con visitantes extraterrestres, cuando no se trata más que una manipulación de las fuerzas tenebrosas.

—¡Necesito preguntar! —Interrumpí— ¿Si están protegiendo la Tierra, porqué se siguen dando casos de raptos o abducciones como documentan algunos investigadores? ¿Acaso todos los casos son un fraude, o ustedes han tenido problemas para el bloqueo?

—Hasta el momento hemos anulado cualquier tipo de intromisión. Hemos actuado con firmeza cuando ha sido indispensable. Las abducciones, además que muchas veces han sido realizadas por humanos en la mente del testigo, con elementos claros de manipulación, lamentablemente también se han producido como raptos reales a manos de visitantes extraterrestres, y en una proporción más grande de la que imaginan. Los seres que la llevan a cabo ya estaban aquí...

—Es decir... ¿Llegaron antes que ustedes?

—La cuarentena definitiva de protección la aplicamos en la Tierra cuando vimos las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Al experimentar con armas de destrucción masiva se estaban exponiendo a que otras civilizaciones se acercasen a vuestro mundo. Entre más tecnología bélica posean y empleen, llamarán la atención de civilizaciones de similar condición vibratoria. Por ello la Confederación dispuso la cuarentena, para protegerlos ante la llegada de otras formas de vida extraterrestre con intenciones negativas.

Antes que se estableciera la cuarentena —continuaba— en la Tierra ya existían algunas bases de avanzada de la Osa Mayor, de donde vienen aquellas naves que procuran experimentos con vuestras poblaciones. Ellos supieron introducirse silenciosamente, aprovechando que aún no habíamos fortalecido el cordón de protección en la Tierra.

—¿Cuántas bases existen de estos seres?

—Poseen cuatro instalaciones submarinas y subterráneas. Dos de ellas cerca de los EE.UU.

—¿Y no pueden hacer algo? ¿No pueden intervenir?

—¡No en la Tierra! —contestó tajante— Ello no se nos está permitido. Además que alertaríamos demasiado al mundo con una intervención determinante de parte nuestra.

—Entonces, ¿qué pasará con estos seres?

—Ya está sucediendo —contestó con una calma aplastante—. Están desapareciendo al no poder controlar un virus que los degenera. Es cuestión de tiempo.

Los Vigilantes sabían que estos seres, conocidos dentro del estudio del contacto extraterrestre como “grises”, funcionaban en “colonias”.

 

Encontraron su punto débil en un elemento orgánico sintético que logró ser ingresado a sus bases para contaminarlos silenciosamente. El proceso fue lento para que ellos no advirtieran el virus y que éste pueda propagarse efectivamente a todas sus colonias en la Tierra.

 

El plan ha funcionado y ahora están desapareciendo…

—La humanidad debe ser más conciente de la tecnología que está desarrollando —enfatizó—. Cuando hemos interceptado sin mayor opción una astronave de procedencia negativa, procuramos que el vehículo se desintegre y no lleguen fragmentos del mismo a tierra. No lo hemos logrado en todos los casos, y he allí la tecnología recuperada por algunos gobiernos de vuestro mundo, sin saber que con ello están cavando un hoyo debajo de sus pies. Nuestras naves algunas veces han sido impactadas en enfrentamientos, y al ver que podíamos caer a tierra, y el peligro que se podría generar si nuestra ciencia cae en manos equivocadas, no dudamos en detonarlas...

—Dios... ¿Pero por qué tanto cuidado con acceder a tecnología extraterrestre? ¿Por el mismo peligro que generamos en la Segunda Guerra Mundial al emplear bombas atómicas?

—Estás comprendiendo... Deben saber que hemos detectado un importante foco de tensión en los EE.UU. Ello podría precipitar decisiones de naturaleza bélica que afectarían la paz del planeta. Todo esto será generado desde oriente. Ya lo verán. El empleo de armas sofisticadas, puede conducirlos a un error muy grave…

El Vigilante trajo a mi mente una comunicación que recibiera en Monte Shasta el 11 de febrero, y que hablaba del trabajo de los grupos en los EE.UU y de eventos difíciles en la otra cara del mundo.

El mensaje decía textualmente:

“En EE.UU. se requiere la unidad y trabajo en enlace de los grupos para contrarrestar el foco de tensión que se emana desde esta región del planeta.


No olviden que se encuentran en una de las zonas más densas del mundo, donde es fácil olvidarse del camino a la luz, de sentir y comprender que existe un Plan emanado desde lo Alto y que espera la mayor conciencia y disposición del hombre. Desde esta región del mundo se tomarán importantes decisiones para la paz mundial ante eventos de marcada tensión en Oriente.

 

Por ello, más que nunca, la Misión requiere a los grupos trabajando en sintonía y generando un foco mental de irradiación positiva para enfrentar con amor todo esto”

(11 feb 2001).

Por alguna razón, el mes “Septiembre” y “Nueva York” se quedaron en mi mente cuando Ishtacar me hablaba. ¡El gigante extraterrestre estaba transmitiéndome una coordenada!

 

¿Qué significaba? ¿Qué ocurriría en esa fecha? ¿Ese sería el “foco de tensión” que nos llevaría a una escalada militar en Oriente Medio?

 

Cuando tuve todo más claro, descubrí que estábamos ante una advertencia.

 

Y debíamos evitar de alguna forma que ese incidente no se concrete pues afectaría al mundo entero.

 

Debo decir que hablé de esto abiertamente en conferencias públicas e inclusive en medios de comunicación masivos en California y Nueva York. Sin embargo, semanas más tarde, sucedía el lamentable incidente del 11-S.

 

Yo me encontraba en EE.UU. en ese momento, y fue un dolor tremendo ver todo lo pasó…

—Empiezo a comprender... —reflexionaba ante el gigante extraterrestre— ¿La Confederación no ha intentado nunca un diálogo más directo con los Gobiernos para alertarles de todo lo que está por venir?

—Tuvimos acercamientos directos con tres gobiernos de tu mundo: Francia, la Unión Soviética y los EE.UU. Pero como supusimos, no estaban preparados para comprender. Desde entonces, aprovechando la carrera espacial, hemos hecho llegar mensajes de alerta a diversos gobiernos a través de los astronautas terrestres, muchos de ellos aún en contacto mental con nosotros. Hemos avanzado mucho en este aspecto. Ya lo comprobarás por ti mismo, ya que uno de ellos te contactará en la Tierra…

—Qué peligrosos podemos ser los seres humanos... —pensaba—.

—¡Y que alto pueden llegar en actos de amor que observamos y aprendemos! —Intervino con firmeza el gigante guardián—. La naturaleza guerrera del ser humano es parte de la naturaleza extraterrestre que heredaron...

—¿Qué me tratan de decir con ello? —Miré a Joaquel, quien al igual que Xendor observaba la conversación en silencio—.

—En la sangre de los seres humanos existen patrones genéticos provenientes de Orión. Fueron insertados desde el principio como parte de un proyecto—habló Ishtacar, serio y firme—. Son, genéticamente, hijos de Orión...

—¿Tenemos genes que nos conecta con una raza extraterrestre guerrera? ¿Somos en cierta forma “descendientes” de aquellas civilizaciones de Orión? ¿Esto tiene que ver con el conflicto cósmico del cual nos hablaron, con el celo que algunos seres de Orión tuvieron del ser humano al desarrollarse el Plan Cósmico?

—Lo sabes, porque eres parte de todo ello... —Intervino hablando muy despacio, y siempre sin abrir sus ojos—.

—¿Qué sientes, Nordac...? —Era Joaquel quien me hablaba, como queriendo precipitar en mí un descubrimiento—.

—Siento que si logramos un estado de amor —le dije—, de integración absoluta con el Plan Superior, restituyendo aquel orden perdido del cual tanto nos han hablado, venciendo incluso nuestra naturaleza guerrera heredada de Orión... Demostraríamos que sí es posible alcanzar dimensiones superiores a través del amor y la fe. Se produciría una expansión, una redención cósmica... ¡Les demostraríamos que sí es posible!


—Has sentido y entendido... ¡Hecho está! —Apuntó Joaquel—.

Entonces Ishtacar abandonó el salón. Nunca abrió los ojos, sin embargo se desplazó como si los tuviese abiertos.

“Para conocer la verdad tienes que ser parte de ella” —se repetía en mi mente como un eco poderoso—.

En el diálogo, el Guardián y Vigilante también me habló de un tercer grupo de Orión, que logró escabullirse en el conflicto, quedando actualmente errante en el espacio. Estos seres se habrían transformado en una avanzada poderosa, con la intención de llegar en un momento a la Tierra y reclamarla como suya.

 

Según Ishtacar, en Egipto encontraría una clave que habla de este “retorno de Orión”. Más como me apuntó, el verdadero enfrentamiento que involucra al ser humano se está librando en un terreno totalmente distinto, y que no es el espacio, sino nuestro propio interior… Aunque parezca increíble, se espera que el ser humano despierte en sí mismo un “recuerdo” dormido que compromete un eslabón extraterrestre, y todo ello inclinaría la balanza hacia la luz, como hemos venido comprobando en la experiencia de contacto.

También se me explicó, que la creación de la Hermandad Blanca en la Tierra, no sólo apuntaba a la protección de la verdadera historia de la humanidad y el equilibrio de fuerzas manifiestas en el mundo. La Hermandad Blanca también tendría una función de “protección” de la humanidad. En su momento con menos restricciones que los propios Guardianes y Vigilantes, ya que al ser híbridos y poseer códigos genéticos humanos, pueden actuar con mayor libertad.

Según Ishtacar, me dijeron todo esto para que seamos concientes del real despliegue y dinámica del programa de contacto, en todas sus facetas. Y que debíamos seguir trabajando sin permitir distraernos por nada, ya que estábamos muy cerca de lograr una verdadera transformación. Que nuestro esfuerzo y trabajo estaba contribuyendo positivamente en el proceso.

 

Que no estamos solos…
 

 


Monasterios en los Andes y las Claves del Conocimiento Oculto

—¿Ahora entiendes por qué estás aquí? —Me habló Joaquel, notando que ahora el salón había perdido la luminosidad verdosa, tornándose de una luz dorada muy suave—.

—¿Cuál es el siguiente paso? ¿Qué nos resta hacer en Sudamérica luego de la Triangulación de agosto? —Consulté—

—Como parte de aquella preparación que los llevará al encuentro definitivo con la Hermandad Blanca —respondió Xendor ante una indicación del anciano—, conectarán en viajes guiados por nosotros “puntos intermedios” con el Gobierno Interior. Monasterios secretos que se hallan en la cordillera de los Andes y que guardan un enlace directo con el conocimiento perdido de vuestro mundo.

Estos monasterios —prosiguió—, son parte de misiones secundarias, que al igual que Misión Rahma hallan su esencia en los designios del Plan Cósmico. Los lugares donde iniciarán estas conexiones son tres, y se encuentran en Perú.

—¿Dónde está aquella gente? ¿Cuándo y cómo debemos hacer esto?

—Hallarán los monasterios al este de Marcahuasi, al norte de Cusco, y al norte de Puno. Tú sabes quiénes irán. Es una responsabilidad que comprometerá a diversos hermanos de los grupos a escala internacional. Espera con calma el momento, que sabremos asistirte —puntualizó—.

—¿Y el viaje al Monte Sinaí? —Consulté— ¿Es la consecuencia de nuestra reciente expedición a Paititi? ¿Qué encontraremos allí?

—Conectarán con una de las claves de acceso al conocimiento —intervino Joaquel—.

—Las Claves del Conocimiento Oculto... —repuse— ¿Qué son exactamente? ¿Ya hemos tenido acceso a ellas?

—Hay tres claves de acceso, y ya han conocido dos de ellas: La Clave del Recuerdo, y la Clave del Retorno —explicaba con voz suave el anciano Maestro—.

La Clave del Recuerdo es la etapa actual de la Misión en sí misma: El Séptimo de RAHMA. Un momento que fue predestinado para que pudiesen recordar quiénes realmente son, la esencia del programa de contacto y vuestra labor como misioneros en el mundo. La Clave del Recuerdo o Séptima Fase se activa en este tiempo en que accederán al instante de cómo llegaron a formar parte de la Misión.

 

La llave se las mostramos desde un inicio, y no es otra que el Nombre Cósmico (nuestra clave vibratoria personal).

La Clave del Retorno —prosiguió—, vibra en el número 14, que marca el regreso de aquello que debe volver. El puente de restauración. La Clave del Retorno involucra el arribo al mundo del Maestro de Maestros, del Cristo Cósmico...

Joaquel hablaba de claves que ciertamente habíamos venido observando, y que no supimos entender en toda su profundidad en un principio. Recuerdo bien una investigación que hicimos sobre la Puerta 14 o Clave del Retorno:

“De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación de Babilonia, catorce; y desde la deportación de Babilonia hasta Cristo, catorce...”
La Biblia (San Mateo 1: 17).

Jesús o la Puerta 14, “La Clave del Retorno”, puesto que el Maestro prometió volver, se refleja numéricamente en diversos relatos simbólicos del mundo antiguo, y siempre con la profecía de un retorno sagrado. Desde los 14 pasos o “Vía Crucis” que conducen al Maestro a su redención en el Gólgota, a Inkarri, el Inca 14 que volvería desde Paititi para restituir la luz en el mundo andino, el mensaje de esperanza y cambio eran más que evidentes.

 

Al margen de nuestras creencias religiosas, la Clave del Retorno habla del regreso de la luz al mundo, de una época de paz luego de las pruebas de transformación de todo el planeta y sus criaturas.
 

 


Jesús y La Clave de la Ascensión

—¿La tercera clave tiene que ver con Jesús? —Consulté emocionado—.

—¡Así es! —Contestó Joaquel—. La Clave de la Ascensión se encuentra en el Monte Sinaí, por ello debían mostrar un desprendimiento de amor en Paititi, y precipitar con ello la siguiente conexión que los llevaría a Egipto y la propia esencia de este mensaje.

El Arca de la Alianza... —pensaba— . De acuerdo a nuestras investigaciones el Arca fue devuelta al mismísimo lugar en donde se dieron las instrucciones para construirla: El Horeb. En una galería subterránea del Sinaí, bajo la montaña de Moisés, reposa aquel objeto que protagonizó diversos hechos sobrenaturales narrados en la Biblia. ¡La Clave de la Ascensión estaba relacionada a ella!

—Ahora entiendo por qué Alcir en el contacto físico de 1996 nos dijo que el verdadero secreto estaba dentro del Arca sagrada —reflexioné en voz alta.

Joaquel —pregunté— ¿Más allá del símbolo y su mensaje, qué hay exactamente dentro del Arca de la Alianza? ¿Está relacionado con la Clave de la Ascensión?

—En su interior se halla el archivo de información más importante que protege la Hermandad Blanca de la Tierra —contestó—. El Arca fue construida por indicaciones de seres de la estrella Taigeta (Pléyades) para que en su interior pudiese conservarse el testimonio genético de un proyecto cósmico.

En el Arca de la Alianza —añadió despacio y calmado— se protege una muestra de la sangre del Maestro, un archivo trascendental que contiene la información necesaria de cómo un ser humano puede alcanzar el séptimo nivel de consciencia.

—¡Esto es impresionante! —Exclamé— Esto podría explicar la conexión entre Egipto y Paititi, y porqué siempre nos dijeron que todo aquel que marchase al Paititi comprendería la misión de Jesús. Pero, ¿cómo llegó la sangre allí? ¿Cuál es el objetivo de mantenerla?

—Ello lo sentirán en el Sinaí más allá de todo lo que podamos transmitirte hoy —repuso—. En un futuro podrán asimilar estas revelaciones.

Pensé entonces en la obsesión de la Alemania Nazi en poseer objetos sagrados relacionados con el Maestro, tales como el Santo Grial, la Lanza del centurión romano Longinos, y la propia Arca de la Alianza. ¿Se procuraba acceder al registro de información genética del Maestro? ¿Con qué fines?

—Debes saber que en esta nueva etapa —me interrumpió Xendor—, entrarán en contacto con fuerzas de luz inteligentes, con seres del propio Universo Mental. Se acerca un momento de conexión cósmica para el cual deben estar preparados. Grandes cambios se acercan...

—¿Cómo serán aquellos cambios? ¿Qué signos se mostrarán en el mundo?

—Lo verán en los próximos acontecimientos mundiales —intervino Joaquel nuevamente—. Cuando nuestras naves sean detectadas con insistencia, inquietando el espacio aéreo de diversos países en una oleada de observaciones sin precedentes, la humanidad tomará mayor conciencia de nuestra visita y aproximación. A todo esto se sumará un hecho revelador desde el Vaticano, que remecerá los cimientos de una de las religiones más influyentes en tu mundo.

No olviden que vuestro trabajo como misioneros —enfatizó— apunta a una labor conjunta con la Hermandad Blanca del planeta: Preparar el advenimiento del Cristo. Nunca lo olviden...

En ese instante noté que una puerta se había abierto a unos metros de mi ubicación, ubicada a mi lado izquierdo en la pared circular. Era trapezoidal y parecía conducir a otro salón…

—¿Quieres conocer cuál es la llave de salvación de la humanidad? ¿Deseas verla? —Me hablaba Joaquel con firmeza—.

—Sí... —contesté—.

 

 

 

 

 

 

Parte 4

 

Entonces Xendor hizo una seña para que entrase por aquella puerta.

Caminé despacio. Con cierto temor porque no sabía con qué me iba a encontrar. Pero no me detuve y crucé el marco de aquella entrada que me conduciría a una revelación inesperada.

—Pero... ¡Son sólo espejos! —me decía—

Y ciertamente, me encontraba en una habitación “construida” de espejos hexagonales. No había nada en ella. Sólo mi imagen reflejada en los cristales...

Y fue allí que sentí lo que Joaquel deseaba que entendiese: Que la llave éramos nosotros mismos. Que nosotros mismos somos la propia salvación y futuro de la Humanidad.

Fue tan simple y sencillo, pero al mismo tiempo poderoso, que salí de la habitación con lágrimas en el rostro, profundamente conmovido. No me esperaba ello. Se había producido en mí una especie de expansión de consciencia.

 

Así, nuevamente frente a Xendor y Joaquel, me sinceré.

—Es verdad lo que me transmiten... —les decía, aún quebrado y emocionado—. ¿Pero no ven los errores que cometemos, y que muchas veces han decepcionado o hecho caer a otros hermanos, que esperan tanto de uno? ¿Por qué nos siguen contactando si hemos demostrado muchas veces inconsciencia e irresponsabilidad con los encargos que nos han compartido?

—Amado Nordac... —me habló muy despacio Joaquel, llamándome nuevamente por ni Nombre Cósmico, y Xendor, silencioso, me observaba fijamente sin perder la sonrisa—. Los seres humanos ven con mayor facilidad los errores de aprendizaje de sus hermanos. Identifican rápidamente los aspectos negativos del compañero, olvidando muchas veces las actitudes correctas y el potencial de servicio que nosotros detectamos.

Bien saben que nunca estarán libres de cometer errores —añadió—. Incluso de repetirlos en ocasiones. Pero hemos visto que han sido valientes para seguir adelante, y no desmayar en un proceso que gracias a ustedes se encuentra cerca de cumplir los objetivos.

 

El Amor, amado Nordac, es la capacidad de darlo todo. De entregar y servir. Ser una herramienta útil a los demás. Siempre les hemos dicho que Rama es Amar, y el Amor es la fuerza que mantiene en equilibro el Universo. Es el orden en sí mismo. ¿Lo sientes verdad? Pues está en ti y en cada ser humano. Es la fuerza que han sabido utilizar para emprender cada esfuerzo, para dar cada paso en la Misión que se les ha encargado. Todo ello, lo hemos visto.

Aún no eres consciente de todo lo que estás haciendo —prosiguió el Maestro—. A través tuyo han fluido las claves de acercamiento para conectar con la Hermandad Blanca en nuevos viajes de contacto, inspirando a que otros se interesen en aquel sendero que lleva a los Retiros Interiores. Has sido valiente para dar testimonio de nuestros encuentros contigo, y has arriesgado mucho por el mensaje, comprobando que la luz siempre prevalece y que todo lo aclara.

 

No es ti a quien hablo —puntualizó—, sino a las personas que representas en este instante. Los tiempos han llegado para que finalmente puedan reconocerse como caminantes predestinados de siempre...

 

 

 

En aquel momento una serie de imágenes, muy intensas y vívidas, aparecieron en mi mente. Lo primero que observé fue el OVNI que avistara en casa de mis padres en 1988, cuando tenía 14 años, experiencia que marcaría una etapa importante en mi vida y el contacto con ellos. Pero, para mi sorpresa, vi otras imágenes, pero cuando era más niño. Recordaba entonces los paseos en familia a un conocido club campestre de Chosica, al pie de la cordillera en Lima.

 

Y cómo me alejaba por la noche en dirección a los cerros, para ver danzar las “estrellas” sobre las crestas de los mismos...

—Siempre estuvimos con ustedes —intervino Joaquel—. Nunca han estado ni estarán solos. Y no dejaremos de recordarles la importante misión que tienen entre manos. No sólo al interior del programa de contacto, sino como raza, como seres humanos.

El hombre tiene una potencialidad extraordinaria. Una chispa de luz que al encenderse iluminará todos lo rincones del Universo. En el ser humano conviven muchas fuerzas. ¡Lo que necesitan es orientarlas en armonía con el Cosmos! Y armonía significa estar en perfecta sintonía con uno mismo.

Deben lograr una estabilidad espiritual que sólo conseguirán a través de la conexión con ustedes mismos —subrayó—. Todos los seres humanos desean alcanzar la paz y la felicidad, sin embargo sólo la logran y mantienen cuando las cosas están a favor. El hombre es más grande que el entorno que lo rodea. Es un ser multidimensional. En él no hay tiempo ni espacio, sino la clave de los tiempos que debe ser despertada. Misiones de ayuda como vuestra experiencia de contacto solo procuran acercarlos a todo ello... ¿Comprendes?

—Joaquel —intervine— ¿Cómo sabes tanto de los seres humanos?

—Porque también lo soy... —respondió—.

—No entiendo.... —dije confundido—.

—Deben saber que nací en la Tierra —se expresó con suavidad, mientras agachaba ligeramente el rostro, como si estuviese observando sus recuerdos—. Luego fui llevado a Ganímedes, donde crecí y fui educado. Inicialmente formé parte del primer grupo de seres humanos en arribar a las colonias. Luego fui Gobernador de Colonia, como actualmente lo es nuestro hermano Xendor —mirando al Guía con complacencia.

Más tarde, fui invitado a formar parte del Consejo de los 12 Menores, representando así a los miles de colonos que ya se encontraban en el satélite.

 

 

 

He estado mucho tiempo fuera de la Tierra —prosiguió, sin abandonar el tono reflexivo— hasta que en los últimos años de los vuestros me establecí en la Base Azul para seguir desde cerca el proceso de contacto con la Hermandad Blanca del Paititi. Tuve que adaptarme nuevamente a la vibración de mi planeta de origen luego de haber vivido bajo otro entorno energético y espacial.

—Ahora entiendo muchas cosas —repuse— incluyendo porqué te mostraste en aquel octaedro en el contacto de 1998.

—Vine a Celea como estación de paso para entrevistarme con Ishtacar —señaló—. En breve volveré a la Colonia, donde estaré aguardando el momento en que parte de la información del “Libro de los de las Vestiduras Blancas” que protegemos en Ciudad Cristal, pueda ser finalmente revelada en un viaje que les permitirá a 12 de ustedes llegar a la sala donde funciona el Consejo de los 24 Ancianos.

—¿Ello será luego del viaje al desierto de Gobi, verdad?

—Así es. Primero deberán concluir con vuestra parte en la Tierra.

—¡Comprendo! —exclamé— Por ello se te encargó la selección de los componentes potenciales que formarían parte de la misión de contacto, así como las llaves que conectan con la Hermandad Blanca y el Libro de los de las Vestiduras Blancas o archivo histórico terrestre… Entonces, ¡la Misión de contacto es dirigida por un ser humano!

—Sólo formo parte de un engranaje que compromete a muchas civilizaciones y entidades —aclaró—. Con el tiempo, accederán a más verdades que les ayudará a comprender. Comprobarán que más que recibir nueva y abundante información, deberán reflexionar, comprender y aplicar todas las piezas que han venido reuniendo en la experiencia.

Cerraron un ciclo en Paititi —puntualizó— pero aún les resta nuevas conexiones en la Cueva de los Tayos y la Sierra del Roncador.

—¿Cuándo? ¿Bajo qué objetivo?

—Agosto del 2002. Ya recibirán las pautas precisas. Más el objetivo ya lo conocen: Acceder a la historia de aquellos lugares. Ello les será revelado de manos de la propia Hermandad Blanca, por lo tanto deben estar preparados para un encuentro directo.

—Todo esto es tan increíble... —reflexionaba— Viajar en una nave extraterrestre hasta aquí, y escuchar...

—No es la primera, ni la última oportunidad que tendrás de subir físicamente a una de nuestras naves —intervino Joaquel con cierto aire a misterio—.

—¿No la primera? —Pregunté intrigado— ¿Ya estuve antes con ustedes?

—No fue exactamente la misma nave en la cual Mardorx te condujo hasta aquí —intervino Xendor risueñamente—, pero ya conociste el interior de las mismas en una experiencia que no fue conciente para ustedes, en enero de 1997 en Chilca.

Entonces recordé la experiencia con el Real Tiempo del Universo, el 31 de enero de 1997, en el desierto peruano de Chilca. Retornábamos con Sixto Paz y miembros del grupo de Maranga a los autos que habían quedado estacionados a un lado del camino afirmado, a sólo cinco minutos en coche de la tranquera de la Base Militar que en esa época funcionaba allí.

 

Eran las 10 de la noche cuando vimos en el cielo dos objetos luminoso, se acercaron al área donde estaba el grupo, y luego se “dividieron” en cuatro, marchándose en “fila india” por detrás de los cerros. Luego del avistamiento, subimos a los autos, y al llegar a la tranquera y consultar el reloj, vimos con sorpresa que eran las 12:00 de la medianoche...

 

¡Habíamos perdido cerca de dos horas!

—¡El grupo estuvo con ustedes! —Intervine emocionado.


—Y lo volverá a estar a conciencia en la medida que se encuentren listos —enfatizó Joaquel, quien se mostraba contento por haber confirmado una sensación que había quedado en nosotros luego de aquella inolvidable experiencia—. Aún les aguarda una conexión colectiva con el Real Tiempo del Universo. Las salidas programadas a Chilca y Marcahuasi les prepararán para todo ello.

—¿Cuándo podré compartir todo lo que me están transmitiendo? —Consulté—.

—Sé cauto para transmitir este nuevo encuentro —respondió el Maestro—. Te tomará tiempo asimilar la experiencia y la información. Pero que nada te preocupe. Nos hemos encargado que recuerdes todo.

—Podrás compartir la experiencia en el encuentro internacional sugerido por nosotros en Monte Shasta —apuntó Xendor—. De allí en adelante se inicia una etapa diferente para la Misión en EE.UU. y el mundo, donde deben trabajar más fuerte, en unidad, buscando polarizar las energías que se manifiestan en la Tierra.

Entonces el salón cobró un brillo azul, y tanto Xendor como Jaquel cruzaron sus brazos en el pecho.

—Ya es momento de que vuelvas Nordac —habló Joaquel—. Transmite todo nuestro amor a los hermanos. Seguiremos apoyando tu labor y la de muchos otros comprometidos con el mensaje.

Crucé entonces mis manos, como despidiéndome. Luego abandoné el salón, pero diferente a como ingresé...

Entre otras cosas, Joaquel me pidió que trabajemos en equipo en los grupos de contacto, recomendándome puntualmente estrechar esfuerzos con aquellos hermanos que estamos involucrados en la difusión del mensaje y contacto con la Hermandad Blanca. Nuevamente señalaron España como punto estratégico para compartir desde allí los logros alcanzados en el contacto con el Gobierno Interior. Según Joaquel, uno de los motivos que compromete España es la planificación de los últimos viajes de la Misión, todos apuntando a Oriente, y de manera especial, al desierto de Gobi. Ese era el plan original.

También me consultó por algunos miembros de los grupos, sorprendiéndome el tipo de acercamiento e interés que evidenciaba el Maestro. Incluso me hizo llegar algunos mensajes de aliento para ellos, apreciando que los Guías no sólo están muy pendientes de nuestro avance y trabajo en la Misión, sino también como personas.

 


Retorno de CELEA

Al abandonar el salón, hallé a Antarel aguardando de pie a un extremo de la puerta. Salimos por el corredor que nos llevaría de regreso, pero esta vez empleando otra ruta, más corta y próxima a las naves.

Entonces le consulté por Ishtacar, sin duda una de las sorpresas más impactantes de este encuentro, y porqué no abría sus ojos:

“Lo que ocurre —me diría Antarel— es que ningún humano puede mirar los ojos de un Guardián y Vigilante...”

Subimos a una nave similar a la anterior, más sabías que no se trataba del mismo vehículo. No observé otros Guías conocidos, sólo seres similares en apariencia a Mardorx, aunque de diferentes estaturas y color de piel.

En la nave, Antarel me explicó que nuestra experiencia de contacto, Sol en la Tierra, además de representar la luz en el mundo en una misión extraterrestre de asistencia al planeta, encerraba en sí misma una suerte de profecía astronómica esperada por la Confederación: La sincronía del Sol Central de la Galaxia con el Sol de nuestro sistema.

 

Este acontecimiento cósmico, hoy conocido gracias al legado Maya, activaría nuestro Sol al punto de afectar el campo geomagnético de la Tierra y el propio campo aúrico de los seres humanos, activando códigos de información y en general un tránsito colectivo.

Me habló de que en los próximos meses comprobaríamos cómo nuestro Sol está siendo afectado con mayor frecuencia por este enlace con el centro de la galaxia.

 

Estos cambios cósmicos, que al parecer se han venido dando a lo largo de la historia del planeta, al comprometer el cinturón magnético que envuelve la Tierra, y que no es otra cosa que el Registro Akásico o memoria matriz del mundo, han justificado el almacenamiento de toda la información en registros físicos por parte de la Hermandad Blanca, ya sea en las famosas planchas metálicas que conocimos en las experiencias de contacto o en cristales (en otras palabras, el simbólico “Libro de los de las Vestiduras Blancas”) como si se tratase de un “Back Up” ante un riesgo de perder información en el computador.

Habían transcurrido sólo unos minutos desde que abandonamos Celea cuando Antarel me dice que quería mostrarme algo...

 

 

 

 

Entonces la estructura de la nave se tornó como transparente, dándome la sensación de estar flotando. Y allí, en medio de una oscuridad aplastante, brillando, como si fuese una joya, la Tierra...

El corazón se me estrujó en el pecho. Y una vez más, no pude contener las lágrimas. Era muy bella verla así, de esa forma, con esa sensación de estar flotando en el espacio…

 

Las fotografías de la astronáutica que había observado sobre nuestro planeta, realmente, no le hacen justicia...

“Cuando alguien viene con nosotros —señaló Antarel— le mostramos el planeta azul, para que tomen conciencia de la maravilla que han heredado...”

Luego de ello Antarel me pidió que me sentase en una suerte de “sillón”, un mueble sintético de color naranja. Parecía hecho de goma, y se ajustó suavemente a mi cuerpo.

“Descansa y relaja tu mente —me diría el Guía—. Has recibido mucho. Descansa...”

De allí solo recuerdo que estaba caminando en el desierto de Chilca, en dirección donde había dejado mis cosas y el saco de dormir. Mi mente retenía fugaces escenas en donde me veía descendiendo de la nave a través de una “rampa” de luz sólida, y el Guía despidiéndome. Recuerdo, también, que en al bajar el cielo estaba nublado. Luego tengo en mi mente una escena en donde escucho unos golpes metálicos, dejándose sentir sobre el grueso colchón de nubes, mientras la sombra de un objeto, al parecer muy grande y lenticular, se alejaba lanzando fogonazos de luz plateada. Era la nave marchándose…

Tomando conciencia de dónde me hallaba, consulté mi reloj, que en todo momento me acompañó durante el contacto: Eran las 11:07 p.m. Me parecía extrañísimo que mi reloj sólo haya registrado cerca de dos horas de ausencia cuando personalmente había estimado un tiempo mucho mayor. Este detalle me produjo una sensación rarísima de desconcierto.

Me costó mucho descansar. Para decir verdad, apenas pude dormir un poco. Cerraba mis ojos y veía todo nuevamente…

Al día siguiente, el grupo de apoyo, con Hans a la cabeza, me recibió contento y expectante.

Luego de compartir los alcances de esta inolvidable salida de contacto, nos encaminamos de regreso a la ciudad de Lima.
 

 


Reflexiones


En marzo del 2001, miembros de los grupos de contacto de España, Chile y Perú, visitamos las pirámides de Gizeh y finalmente el Monte Horeb en la península del Sinaí. Este viaje, que pudo llevarse a cabo gracias a la excelente disposición y organización de los grupos de contacto de Valencia, nos permitió acceder no sólo a nuevas e importantes informaciones sobre Egipto y su relación con Orión.

Hallándome en España, con miembros de los grupos vimos cómo en Antena 3 se difundía una noticia importante en el ámbito astronómico: La tormenta solar más intensa en los últimos 10 años, y que había captado la atención de los científicos ya que estaba afectando considerablemente el campo geomagnético del planeta. El mensaje de Antarel se cumplía…

Aquel mismo mes, Claude Vorilhon, líder francés del Movimiento Raeliano, anunciaba la primera clonación humana “oficial” para el mes de septiembre. Para ello fundaron en 1997 un laboratorio de experimentación que denominan “Clonaid”. El impacto de esta noticia fue de tal magnitud que The New York Times le dedicó ocho páginas.

 

El movimiento Raeliano, que tiene pensado hasta construir embajadas en Israel y Egipto para recibir a la raza extraterrestre que presuntamente los contactan —¿quiénes?— posee unos 55.000 adeptos en 85 países. No pude evitar asociar estas iniciativas con las advertencias de Ishtacar sobre la clonación.

En junio, alrededor de 70 personas de EE.UU. (San José, Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Miami, Washington, New York, Texas) México, Nicaragua, Perú, Chile, Uruguay, Bolivia y España, nos congregamos en Monte Shasta, dando cumplimiento a las recomendaciones de los Guías.

 

Allí compartí por primera vez abiertamente la experiencia.

Al mes siguiente, estuve en el programa de radio de Renán Armendáriz Coello (El Cucuy de la Mañana) el más escuchado de todo los EE.UU., hablando durante varias horas sobre la experiencia en Celea y precisando la recomendación de los extraterrestres de irradiar New York en septiembre porque algo podría ocurrir. También lo dije en radio WADo de New York. E incluso, con Maritza y Miguel Zelaya de San José de California, organizamos una salida para el 9 de septiembre para envolver en luz a la gran manzana, poniendo en práctica todo lo que habíamos aprendido.

Pero, penosamente, el 11 de septiembre, la humanidad se encontró conmovida ante los atentados terroristas en New York y Washington. “El foco de tensión” que mencionaban los extraterrestres se había desatado.

Como era de esperarse, casi de inmediato el gobierno norteamericano, con fuerzas de coalición de la OTAN, decidió enfrentar a lo que llamó “el enemigo común”: El Terrorismo Internacional. Diversas fuentes apuntaron entonces al multimillonario saudita Osama Bin Laden, oculto en alguna región de Afganistán, como el autor intelectual del atentado.

 

Esta situación ha creó gran expectativa en el mundo ante una posible guerra con armas de destrucción masiva. El resto de la historia la conocemos. Luego siguió la caída de Iraq, con una guerra terrible que empezó en marzo de 2003 y que aún no concluye.

 

Sobre Bin Laden, tampoco se sabe nada, y algunos periodistas sugieren que no se ha dicho toda la verdad sobre el 11-S pues el archibuscado terrorista fue en su momento agente de la propia CIA.

Otro hecho importante fueron las imágenes del atentado en las Torres Gemelas del World Trade Center, donde se podía advertir extraños objetos estacionados en el cielo. La presencia OVNI en New York, documentada en una serie de filmaciones y fotografías del incidente, nos invitó a considerar una posible intervención extraterrestre de rescate, como ha ocurrido en otros casos, por ejemplo, en 1986 cuando estalló el Challenger.

 

En aquel entonces también se dieron a conocer imágenes de un OVNI en las cercanías del trasbordador, antes que éste estallase ante las miradas de sorpresa de la NASA.

Para evitar mayor especulación, y aún más de cara a un tema tan serio y delicado, decidimos consultar en comunicación:

“Siempre procuramos asistirlos y protegerlos, bajo los límites de nuestra aproximación.

 

No obstante, deben saber que nuestra asistencia en desastres de origen natural o generados por la ignorancia humana, no necesariamente comprometen una labor de rescate de nosotros los Guías. La Confederación utiliza para ello las diferentes bases que se encuentran en la Tierra para las labores de acercamiento y apoyo en estos casos, actuando siempre la base más próxima al incidente.

En este caso que nos consultan, naves de la Base submarina de Puerto Rico asistieron a muchas de las víctimas. Quienes rescatamos, se encuentran ahora en nuestras bases, en perfecto estado físico, mental y emocional. Saben que ya hemos obrado así en otros eventos similares. Preparamos a estas personas para el retorno del cual les advertimos.

 

Muchos de ellos se auto-escogieron para contribuir en el cambio y transformación de la humanidad, condición que nos permitió intervenir para rescatarlos, adiestrarlos, e insertarlos en la Tierra bajo una perspectiva distinta...”

(Oxalc, 18 de septiembre del 2001).

Soy conciente de que la experiencia de contacto que viví en el desierto de Chilca resulta demasiado fantástica como para aceptarla. Mi intención es sólo compartir mi testimonio, y que su mensaje pueda llegar a quien tenga que llegar.

Lo cierto es que esa experiencia está conectada a ciertos acontecimientos mundiales que se dieron más tarde, y que fueron mencionados en importantes medios de comunicación antes de que todo se desencadenase. Nadie se hubiese imaginado lo que pasó en septiembre de 2001 en la Torres Gemelas. Era digno de una película de Ciencia Ficción. Sin embargo, ocurrió, y las secuelas políticas, económicas, bélicas y sociales, continúan hoy en día, a siete años del incidente.

Aún estamos a tiempo para cambiar lo que viene. Personalmente creo que tenemos esa posibilidad.

 

De hecho, ese es el mensaje.