Tercera parte
ESPACIO Y TIEMPO

 

El chamanismo y otras áreas misteriosas de investigación similares han cobrado importancia porque proponen ideas nuevas sobre la mente y el espíritu.

 

Hablan de cosas como la vasta extensión del terreno de la consciencia..., las creencias, el conocimiento e incluso de la experiencia de que el mundo físico de los sentidos es una mera ilusión, un mundo de sombras.

 

Dicen que la herramienta tridimensional que llamamos cuerpo sirve sólo de contenedor o lugar de morada de Algo infinitamente más grande y comprensivo que el cuerpo, que constituye la matriz de la vida real.
HOLGER KALWEIT, Ensoñación y espacio interior: el mundo del chamanismo.

 


CAPÍTULO 7 - El tiempo se origina en la mente

El «hogar» de la mente, como de todas las cosas, es el orden implicado. En ese nivel, que es el plenum fundamental de todo el universo manifiesto, el tiempo lineal no existe. El dominio de lo implicado es atemporal; los momentos no están unidos en serie como las cuentas de un collar.
LARRY DOSSEY, Recovering the Soul.


Cuando el hombre levantó la vista, la habitación en la que se encontraba se volvió transparente y fantasmal y, en su lugar, se materializó una escena del pasado lejano.

 

De repente, se encontró en el patio de un palacio, ante una joven muy guapa de piel aceitunada. Vio que llevaba joyas de oro alrededor del cuello, de las muñecas y de los tobillos, así como un vestido blanco translúcido y el pelo negro y trenzado recogido regiamente bajo una alta tiara cuadrada. Cuando la miró, su mente se llenó de información sobre su vida.

 

Supo que era egipcia e hija de un príncipe, pero no de un faraón. Estaba casada. Su marido era esbelto y llevaba el pelo recogido en pequeñas trenzas que le caían a ambos lados de la cara.


El hombre vio también que la escena avanzaba rápidamente y recorría los hechos de la vida de la mujer como si fuera una película. Vio que murió de parto. Contempló los largos e intrincados pasos del embalsamamiento, la procesión del entierro, los rituales que la acompañaban mientras la introducían en el sarcófago; cuando terminó, las imágenes se desvanecieron y volvió a ver la habitación.


El hombre se llamaba Stefan Ossowiecki, un polaco nacido en Rusia y uno de los clarividentes más dotados del siglo XX, y la fecha era el 14 de febrero de 1935. Había evocado aquella visión del pasado cuando manipulaba un fragmento de una huella humana petrificada.


Ossowiecki demostró tanta destreza en la psicometría de útiles que acabó por atraer la atención de Stanislaw Poniatowski, catedrático de la Universidad de Varsovia y el etnólogo más famoso de Polonia en aquellos tiempos. Poniatowski le sometió a varias pruebas con herramientas de sílex y otras piedras encontradas en excavaciones arqueológicas del mundo entero.

 

La mayoría de aquellos «litos», que así se llaman, eran tan inclasificables que sólo alguien acostumbrado a verlos podía decir que estaban tallados por manos humanas. Varios expertos habían certificado su autenticidad previamente, de manera que Poniatowski conocía su antigüedad y sus orígenes históricos, pero ocultó esa información cuidadosamente para que no lo supiera Ossowiecki.


No importaba. Una y otra vez, Ossowiecki identificaba correctamente los objetos, describía la era a la que pertenecían, así como la cultura que los había producido y las localizaciones geográficas donde se habían encontrado.

 

En varias ocasiones, lo que mencionaba Ossowiecki no coincidía con la información que Poniatowski había escrito en sus notas, pero Poniatowski descubrió que el error siempre estaba en sus notas y no en la información que daba Ossowiecki.
 

Ossowiecki trabajaba siempre igual. Sostenía un objeto en las manos y se concentraba hasta que la habitación, y su propio cuerpo incluso, se cubrían de sombras y casi dejaban de existir. Una vez finalizada la transición, se encontraba viendo una película tridimensional del pasado. Entonces, podía dirigirse a cualquier parte de la escena que quisiera y ver todo lo que deseara.

 

Mientras miraba el pasado, Ossowiecki llegaba a mover los ojos de un lado a otro como si lo que describía tuviera una presencia física real que estuviera delante de él. Veía la vegetación, la gente y las moradas en las que vivían.

 

En una ocasión, tras sostener en la mano una herramienta de piedra de la cultura Magdaleniense, una cultura de la Edad de Piedra que floreció en Francia de 15.000 a 10.000 años antes de Cristo, Ossowiecki le dijo a Poniatowski que los peinados de las mujeres magdalenienses eran muy complejos. El comentario pareció absurdo en aquel entonces, pero descubrimientos posteriores de estatuas de mujeres magdalenienses con peinados muy decorados demostraron que Ossowiecki tenía razón.


Durante los experimentos, Ossowiecki dio más de cien datos semejantes, detalles sobre el pasado que no parecían exactos a primera vista y después se probó que eran ciertos. Dijo que pueblos de la Edad de Piedra utilizaban lámparas de aceite, lo cual quedó confirmado con el hallazgo de lámparas de aceite del mismo tamaño y estilo que las descritas por él en las excavaciones de Dordogne, Francia.

 

Realizó dibujos detallados de los animales que cazaban diversos pueblos, del estilo de las cabañas en las que vivían y de sus costumbres de enterramiento, declaraciones todas ellas confirmadas posteriormente por descubrimientos arqueológicos.


El trabajo de Poniatowski con Ossowiecki no es único.

 

Norman Emerson, catedrático de Antropología de la Universidad de Toronto y fundador y vicepresidente de la Canadian Archaeological Association, también ha investigado la utilización de clarividentes en trabajos arqueológicos. Centró su investigación en un conductor de camión llamado George McMullen.

 

Al igual que Ossowiecki, McMullen también tiene la capacidad de psicometrizar objetos y de usarlos para sintonizar con escenas del pasado. Asimismo, puede conectar con el pasado tan sólo visitando una excavación arqueológica. Una vez allí, camina de un lado a otro hasta que se orienta. Entonces, empieza a describir el pueblo y la cultura que antaño floreció allí.

 

En una de esas ocasiones, Emerson le vio saltar sobre un trozo de tierra vacío y medir con los pasos lo que según él correspondía al emplazamiento de una cabaña iroquesa. Emerson delimitó la zona con estacas y a los seis meses desenterró la antigua estructura exactamente donde McMullen había dicho que estaba.


Aunque al principio Emerson se mostraba escéptico, su trabajo con McMullen le convirtió en creyente.

 

En 1973, durante una conferencia anual de los arqueólogos más importantes de Canadá, hizo la siguiente declaración:

«Estoy convencido de haber recibido datos sobre útiles y emplazamientos arqueológicos de un psíquico, que me daba la información sin dar muestras de estar haciendo un uso consciente de la lógica».

Concluyó su conferencia afirmando que, a su juicio, las manifestaciones de McMullen abrían «un panorama completamente nuevo» para la arqueología y que se debería dar «prioridad absoluta» a estudiar la utilización de los psíquicos en las investigaciones arqueológicas.


En efecto, la retrocognición, o la capacidad que tienen ciertas personas para cambiar el foco de atención y contemplar el pasado literalmente, ha sido confirmada repetidamente en varias investigaciones.

 

En una serie de experimentos realizados en la década de 1960, W.H.C. Tenhaeff, director del Parapsychological Institute de la Universidad Estatal de Utrecht, y Marius Valkhoff, decano de la Facultad de Arte de la Universidad de Witwatersrand de Johanesburgo (Sudáfrica), descubrieron que el gran psíquico holandés Gerard Croiset podía psicometrizar hasta un fragmento mínimo de hueso y describir acertadamente su pasado.

 

El doctor Lawrence LeShan, psicólogo clínico de Nueva York, además de ser otro escéptico convertido en creyente, ha realizado experimentos similares con la famosa psíquica americana Eileen Garrett.

 

En la reunión anual de 1961 de la American Anthropological Association, el arqueólogo Clarence W. Weiant reveló que no habría hecho el famoso descubrimiento de Tres Zapotes, considerado universalmente como uno de los hallazgos arqueológicos de América Central más importantes que se han hecho jamás, si no hubiera contado con la ayuda de un psíquico.


Stephan A. Schwartz, antiguo miembro del departamento editorial de la revista National Geographic y miembro del Discusion Group on Innovation, Technology and Society de la Secretaría de Defensa del MIT, cree que la retrocognición no sólo es real, sino que acabará precipitando un cambio en la realidad científica tan profundo como los cambios que siguieron a los descubrimientos de Copérnico y Darwin.

 

Sus opiniones sobre el tema son tan firmes que ha escrito la voluminosa historia de la asociación entre clarividentes y arqueólogos, titulada The Secret Vaults of Time.

«La arqueología psíquica ha sido una realidad durante las tres cuartas partes del siglo - asegura Schwartz - El nuevo enfoque ha jugado un papel importante a la hora de demostrar que el marco temporal y espacial, tan crucial para la filosofía de la Gran Materia, no es bajo ningún concepto una idea tan absoluta como cree la mayoría de los científicos».

 

El pasado como holograma
Facultades como ésa sugieren que el pasado no se ha perdido, sino que existe y es accesible para la percepción humana.

 

La visión habitual del universo no acepta ese estado de cosas, pero el modelo holográfico sí. La idea de Bohm de que el fluir del tiempo es producto de una serie constante de envolvimientos y desenvolvimientos sugiere que el presente, cuando se envuelve y se convierte en parte del pasado, no deja de existir, sino que se limita a volver al almacén cósmico de lo implicado.

 

O, como dice Bohm,

«el pasado está activo en el presente como una especie de orden implicado».

Si la consciencia se origina también en lo implicado, como sugiere Bohm, significa que la mente humana y el registro holográfico del pasado existen ya en el mismo dominio, ya son vecinos, como quien dice.

 

Así pues, puede que lo único que se necesite para acceder al pasado sea cambiar el foco de atención. Quizá personas clarividentes como McMullen y Ossowiecki tengan simplemente una facultad innata para llevar a cabo ese cambio; en tal caso, lo que indica la idea holográfica es que esa facultad está latente en todos nosotros, como tantas otras aptitudes extraordinarias que hemos visto anteriormente.


En el holograma se puede encontrar también una metáfora que explica cómo se almacena el pasado en el orden implicado. Si se graban todas las fases de una actividad, pongamos una mujer soplando una burbuja de jabón, en un holograma de imágenes múltiples como una serie de imágenes sucesivas, cada imagen se convierte en un fotograma de una película.

 

Si el holograma es de «luz blanca» - una placa holográfica cuya imagen se puede ver a simple vista sin necesidad de una luz láser - cuando el observador se mueva junto a la película cambiando el ángulo de visión, verá el equivalente a una película tridimensional de la mujer soplando la burbuja de jabón.

 

En otras palabras: a medida que se oculten y se revelen las distintas imágenes, parecerá que fluyen todas juntas y crearán una ilusión de movimiento.


Una persona que no esté familiarizada con los hologramas podría suponer erróneamente que las diferentes fases del soplado de la burbuja de jabón son transitorias y que una vez percibidas ya no pueden volver a percibirse, pero no es cierto. En el holograma se graba siempre la actividad completa y lo que produce la ilusión de que se desenvuelve en el tiempo es la perspectiva cambiante del espectador.

 

La teoría holográfica da a entender que ocurre lo mismo con nuestro pasado. En vez de desvanecerse en el olvido, también se queda grabado en el holograma cósmico y siempre es posible acceder a él una vez más.


Otro rasgo de la experiencia retrocognitiva que denota una semejanza con el holograma es el carácter tridimensional de las escenas a las que se accede. La psíquica Rich, por ejemplo, que también puede psicometrizar objetos, afirma que sabe lo que Ossowiecki quería decir cuando declaró que las imágenes que veía eran tan reales y tridimensionales como la habitación en la que se encontraba, o incluso más reales todavía.

 

Según ella,

«es como si la escena asumiera el control. Es dominante y en cuanto empieza a desenvolverse me convierto en parte de ella. Es como si estuviera en dos sitios a la vez. Soy consciente de que me encuentro en una habitación, pero también estoy en la escena».

El carácter no local de la retrocognición es igualmente holográfico.

 

Los psíquicos son capaces de acceder al pasado de una excavación arqueológica en concreto, tanto si se encuentran en ella como si están a muchos kilómetros de distancia. En otras palabras: no parece que la grabación del pasado esté almacenada en una localización única, sino que, al igual que la información en el holograma, es no local y se puede acceder a ella desde cualquier punto del marco espacio/tiempo.

 

El hecho de que algunos psíquicos ni siquiera necesiten recurrir a la psicometría para sintonizar con el pasado subraya el carácter no local del fenómeno. El famoso clarividente de Kentucky, Edgar Cayce, podía meterse en el pasado simplemente tumbándose en un sofá en su casa y entrando en un estado semejante al sueño.

 

Dictaba páginas y páginas de la historia de la raza humana, con frecuencia con una exactitud asombrosa. Por ejemplo, indicó con toda precisión la ubicación de la comunidad esenia de Qumrán y describió su papel histórico, once años antes de que el hallazgo de los manuscritos del Mar Muerto (en las cuevas de Qumrán) confirmara sus declaraciones.


Es interesante señalar que muchas personas con capacidad retrocognitiva también pueden ver el campo de energía humano.

 

Cuando Ossowiecki era pequeño, su madre le puso gotas en los ojos para intentar librarle de las bandas de colores que según él veía alrededor de la gente; McMullen también puede determinar el estado de salud de una persona mirando su campo de energía.

 

Esto sugiere que la retrocognición podría estar relacionada con la capacidad de ver los aspectos más sutiles y vibratorios de la realidad. Dicho de otra forma: tal vez el pasado no sea más que otra cosa codificada en el dominio de frecuencias de Pribram, una parte de los patrones de interferencia cósmicos que la mayoría de nosotros elimina y solamente unos pocos sintonizan y convierten en imágenes parecidas a los hologramas.

 

Como dice Pribram,

«puede que en el estado holográfico - en el dominio de frecuencias - hace cuatro mil años sea mañana».


Fantasmas del pasado

La idea de que el pasado se queda grabado holográficamente en las ondas cósmicas y que la mente humana puede tirar de él de vez en cuando y convertirlo en hologramas puede explicar también al menos algunas apariciones fantasmales.

 

Muchas de éstas parecen ser poco más que hologramas o grabaciones tridimensionales de una persona o escena del pasado. Por ejemplo, una teoría sobre los fantasmas dice que son el alma o el espíritu de un difunto, pero no todos los fantasmas son humanos. Hay muchos casos registrados de individuos que también ven fantasmas de objetos inanimados, lo cual contradice la idea de que las apariciones son almas descarnadas.

 

Phantasms of the Living, un conjunto de informes bien documentados de apariciones y otros fenómenos paranormales, compilados por la Society for Psychical Research de Londres en dos grandes volúmenes, ofrece muchos ejemplos. Uno de ellos es el de un oficial del ejército británico y su familia que vieron llegar un coche de caballos espectral y pararse sobre el césped. Tan real era el carruaje fantasmal que el hijo del oficial se acercó y vio en el interior lo que parecía una figura femenina.

 

La imagen se desvaneció antes de que pudiera verla mejor y no dejó huellas del caballo ni de las ruedas.


¿Son muy comunes esas experiencias? No lo sabemos, pero sí sabemos que, en Estados Unidos y en Inglaterra, varios estudios han revelado que entre un 10 y un 17 por ciento de la población ha visto una aparición, lo que indica que esos fenómenos pueden ser mucho más comunes de lo que sospechamos la mayoría de nosotros.


La tendencia de las apariciones a producirse en lugares en los que ha ocurrido un acto de violencia terrible u otro acontecimiento con una carga emocional inusualmente intensa respalda la idea de que algunos acontecimientos dejan una impronta más profunda que otros en el registro holográfico. La literatura está llena de apariciones en escenarios de asesinatos, batallas militares u otras situaciones caóticas.

 

Esto indica que, además de las imágenes y los sonidos, las emociones que se sienten durante un acontecimiento también se quedan grabadas en el holograma cósmico. Además, parece que la intensidad emocional de tales acontecimientos es lo que les hace destacar en el registro holográfico, lo que posibilita su utilización involuntaria por parte de individuos normales.


Por otra parte, muchas apariciones, más que fruto de espíritus desgraciados ligados a la tierra, parecen simples destellos accidentales del registro holográfico del pasado. La literatura sobre el tema sustenta asimismo esta idea.

 

Por ejemplo, en 1907, un antropólogo de la UCLA especialista en temas religiosos llamado W.Y. Evans-Wentz, animado por el poeta William Butler Yeats, emprendió un viaje de dos años de duración por Irlanda, Escocia, Gales, Cornualles y Bretaña, para entrevistar a personas que supuestamente se habían encontrado con hadas y otros seres sobrenaturales.

 

Evans-Wentz acometió el proyecto porque Yeats le había dicho que, a medida que los valores del siglo XX reemplazaban a las viejas creencias, los encuentros con las hadas eran cada vez menos frecuentes y era preciso documentarlos antes de que la tradición se perdiera completamente.


Cuando Evans-Wentz fue de pueblo en pueblo entrevistando a las personas - ancianas habitualmente - que permanecían fieles a la fe en las hadas, descubrió que no todas las hadas que la gente se encontraba en cañadas y llanuras bañadas bajo la luna eran pequeñas. Algunas eran altas y parecían seres humanos normales, si no llega a ser porque eran luminosas y translúcidas y tenían la curiosa costumbre de vestirse con ropa de períodos históricos anteriores.


Por otra parte, las «hadas» aparecían con frecuencia en parajes con ruinas arqueológicas o en sus alrededores - túmulos funerarios, menhires, fortalezas derruidas del siglo XVI, etcétera - y participaban en actividades asociadas con el pasado.

 

Evans-Wentz entrevistó a testigos que habían visto duendes con aspecto de hombres, con atuendos isabelinos, participando en cacerías, o en procesiones fantasmales que entraban y salían de los restos de antiguos fuertes, o que tocaban las campanas mientras estaban en las ruinas de iglesias antiguas.

 

Una actividad por la que mostraban una afición desmedida era la guerra. En su libro The Fairy-Faith in Celtic Countries presenta el testimonio de docenas de personas que aseguraban haber visto conflictos espectrales, prados bañados por la luz de la luna abarrotados de hombres con armaduras medievales luchando, o pantanos desolados cubiertos de soldados con uniformes de colores.

 

A veces, las luchas eran misteriosamente silenciosas. Otras veces eran auténticas algarabías; y otras veces ocurría lo más inquietante de todo: podían oírlos pero no verlos.


Todo esto llevó a Evans-Wentz a concluir que al menos algunos fenómenos que sus testigos interpretaban como apariciones de duendes eran realmente una especie de imagen posterior de acontecimientos que habían tenido lugar en el pasado.

«La naturaleza misma tiene memoria - teorizó - Hay un elemento psíquico indefinible en la atmósfera de la tierra en el que quedan fotografiadas o grabadas todas las acciones o fenómenos humanos y psíquicos.

 

En ciertas condiciones inexplicables, personas normales que no son videntes pueden observar registros mentales de la naturaleza en forma de imágenes proyectadas sobre una pantalla, muchas veces como si fueran películas».

En cuanto se refiere al motivo de que los encuentros con los duendes o hadas fueran cada vez menos frecuentes, encontramos una pista en una observación realizada por uno de los entrevistados por Evans-Wentz.

 

Era un caballero de edad avanzada llamado John Davies que vivía en la isla de Man y que, tras describir numerosas visiones realizadas por personas buenas, declaró:

«Antes de que la educación llegara a la isla, mucha gente buena podía ver a los duendes; ahora, muy poca gente puede verlos».

Como la «educación» comprendía sin duda un anatema contra la creencia en duendes, el comentario de Davies hace pensar que fue un cambio de actitud lo que causó que se atrofiaran las extendidas capacidades retrocognitivas de los habitantes de la isla de Man.

 

Queda subrayada una vez más la enorme influencia de nuestras creencias a la hora de determinar qué dotes extraordinarias potenciales manifestamos y cuáles no.
 

Ahora bien, tanto si nuestras creencias nos permiten ver películas del pasado tipo hologramas como si hacen que el cerebro las elimine, los indicios apuntan a que existen pese a todo. Tampoco se limita esa clase de experiencias a los países celtas. Hay narraciones de testigos que han visto a soldados fantasmales vestidos con trajes hindúes antiguos en la India.

 

En Hawai, las manifestaciones de fantasmas son muy conocidas y los libros sobre las islas están llenos de relatos de individuos que han visto procesiones espectrales de guerreros hawaianos con mantos de plumas desfilando con antorchas y bastones de guerra. Hasta en los textos antiguos asirios se mencionan visiones de ejércitos espectrales librando batallas igualmente fantasmales.


En alguna ocasión, los historiadores pueden reconocer el acontecimiento que se representa.

 

A las cuatro de la mañana del 4 de agosto de 1951, un ruido de cañonazos despertó a dos mujeres inglesas que estaban de vacaciones en el pueblo costero de Puys Francia. Se acercaron corriendo a la ventana pero se quedaron sorprendidas al ver que, tanto el pueblo como el mar que se extendía tras él, estaban en calma y no había actividad alguna que pudiera explicar lo que estaban oyendo.

 

La British Society for Psychical Research investigó y descubrió que la secuencia cronológica de los hechos relatada por aquellas mujeres reproducía exactamente los informes militares de una incursión de los aliados contra los alemanes que tuvo lugar en Puys, el 19 de agosto de 1942. Al parecer, las mujeres habían oído el sonido de una matanza ocurrida nueve años antes.


Aunque la negra intensidad de acontecimientos semejantes les confiere un perfil más alto dentro del paisaje holográfico, no debemos olvidar que la reluciente grabación holográfica del pasado contiene también todas las alegrías de la raza humana.

 

Constituye, en esencia, una biblioteca de todo lo que ha sido alguna vez; si aprendiéramos a utilizar ese tesoro escondido, asombroso e infinito, a gran escala y de forma sistemática, podríamos ampliar nuestros conocimientos, tanto sobre nosotros mismos como sobre el universo en aspectos y maneras que no nos atrevemos a soñar todavía.

 

Llegará el día en que podamos manipular la realidad como el cristal en la metáfora de Bohm, trocando lo real y lo invisible como en un caleidoscopio y reviviendo imágenes del pasado con la misma facilidad con que encontramos hoy un programa en nuestro ordenador.

 

Pero ni siquiera esto es todo lo que puede ofrecer una interpretación más holográfica del tiempo.

 


El futuro holográfico
Por desconcertante que resulte pensar que tenemos acceso al pasado, palidece ante la idea de que también podemos acceder al futuro en el holograma cósmico.

 

Sin embargo, hay una colección enorme de datos que prueban que al menos algunos acontecimientos futuros son tan fáciles de ver como los pasados.


Es un hecho que ha sido ampliamente demostrado en centenares de estudios. En la década de 1930, J.B. y Louisa Rhine descubrieron que los voluntarios podían adivinar las cartas que sacarían al azar de una baraja, con una estadística de aciertos que superaba el azar en una proporción tres millones contra uno.

 

En los años setenta, Helmut Schmidt, un físico del Boeing Aircraft de Seattle, Washington, inventó un mecanismo que le permitía probar si se podían predecir hechos subatómicos al azar. Con la ayuda de tres voluntarios y más de sesenta mil pruebas realizadas, obtuvo resultados de mil millones contra uno contra el azar.


En su trabajo en el Laboratorio del Sueño del Centro Médico Maimónides, Montague Ullman, junto con el psicólogo Stanley Krippner y el investigador Charles Honorton, consiguieron indicios vehementes de que se puede obtener información precognitiva acertada en los sueños. En su estudio, pidieron a los voluntarios que pasaran ocho noches consecutivas en el laboratorio del sueño y cada noche les pedían que intentaran soñar con una imagen que les enseñarían al día siguiente elegida al azar.

 

Ullman y sus colegas esperaban lograr un éxito entre ocho, pero descubrieron que algunos voluntarios podían tener hasta cinco «aciertos» de cada ocho.


Cuando se despertó un voluntario, por ejemplo, dijo que había soñado con «un gran edificio de cemento» del que intentaba escapar un «paciente». El paciente llevaba una bata blanca, como la de los médicos, y había conseguido llegar solamente «hasta los arcos».

 

La fotografía elegida al azar al día siguiente resultó ser la obra de Van Gogh Pasillo de hospital en St. Rémy, una acuarela en la que se ve a un paciente solitario, al fondo de un vestíbulo enorme y desierto, saliendo a toda prisa por una puerta bajo un arco.


En sus experimentos con la visión remota en el Stanford Research Institute, Puthoff y Targ averiguaron que los sujetos de los mismos, además de poder describir psíquicamente los lugares lejanos que visitaban las otras personas que participaban en los experimentos, podían describir también los lugares que dichas personas iban a visitar en el futuro, antes de que se hubieran decidido siquiera.

 

En una ocasión, por ejemplo, a una persona con dotes inusuales que se llamaba Helia Hammid y era fotógrafa vocacional, le pidieron que describiera el lugar que visitaría Puthoff media hora después. Ella se concentró y dijo que podía verle entrando en «un triángulo de hierro negro».

 

El triángulo era «más alto que un hombre» y aunque no sabía qué era exactamente, oía un sonido rítmico agudo que sonaba «una vez por segundo más o menos».


Diez minutos antes, Puthoff había emprendido un viaje de una media hora en coche, por la zona del Menlo Park y Palo Alto. Al cabo de la media hora y mucho después de que Hammid hubiera registrado su visión del triángulo de hierro negro, Puthoff sacó diez sobres sellados que contenían diez lugares diferentes.

 

Eligió uno al azar utilizando un generador de números aleatorios.

 

Contenía la dirección de un pequeño parque que distaba del laboratorio algo más de nueve kilómetros. Condujo hacia el parque y cuando llegó vio un columpio infantil (el triángulo de hierro negro) y caminó hasta el centro del mismo. Cuando se sentó, el columpio chirriaba rítmicamente mientras se balanceaba de delante hacia atrás.


Numerosos laboratorios del mundo entero han duplicado los descubrimientos de Puthoff y Targ sobre la visión remota precognitiva; entre otros, las instalaciones para la investigación, en Princeton, de Jahn y Dunne. En efecto, en 334 pruebas formales, Jahn y Dune descubrieron que los voluntarios podían dar información precognitiva acertada un 62 por ciento de las veces.


Aún más espectaculares son los resultados de las llamadas «pruebas de la butaca», una serie famosa de experimentos ideados por Croiset. En primer lugar, el experimentador elegía una butaca al azar sobre un plano de asientos para un acontecimiento público que iba a tener lugar en una gran sala o auditorio. La sala podía estar situada en cualquier ciudad del mundo y solamente servían aquellos acontecimientos en los que no hubiera asientos reservados.

 

Entonces, sin que Croiset dijera el nombre, ni la localización de la sala, ni la naturaleza del acontecimiento, el experimentador pedía al psíquico holandés que describiera la persona que se sentaría en la butaca durante la noche en cuestión.


En el curso de veinticinco años, numerosos investigadores tanto en Europa como en América sometieron a Croiset a los rigores de la prueba de la butaca y descubrieron que casi siempre conseguía dar una descripción acertada y detallada de la persona que se iba a sentar en el asiento, especificando entre otras cosas el género, los rasgos faciales, cómo iría vestida, su ocupación y hasta episodios de su pasado.


Por ejemplo, el 6 de enero de 1969, en un estudio dirigido por el doctor Jule Eisenbud, catedrático de Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, le dijeron a Croiset que se había elegido una butaca para un acontecimiento que se celebraría el 23 de enero de 1969.

 

Croiset, que estaba en Utrecht, Holanda, en aquel entonces, le dijo a Eisenbud que la persona que se sentaría en el asiento sería un hombre de un metro ochenta y cinco de altura, de pelo negro peinado hacia atrás, con un diente de oro en la mandíbula inferior, una cicatriz en el dedo gordo del pie, que trabajaba tanto en el campo de la ciencia como en la industria y que a veces llevaba la bata de laboratorio manchada por una sustancia química verdosa.

 

El 23 de enero de 1969, el hombre que se sentó en la butaca, que pertenecía a un auditorio de Denver, Colorado, se ajustaba a la descripción de Croiset en todos los aspectos salvo en uno: no medía un metro ochenta y cinco, sino un metro ochenta y siete centímetros.


Y la lista sigue y sigue.


¿Qué explicación tienen esos descubrimientos? En opinión de Krippner, la afirmación de Bohm de que la mente puede acceder al orden implicado es una explicación.

 

Puthoff y Targ creen que la interconexión cuántica no local juega un papel en la precognición, y Targ ha afirmado que, en una experiencia de visión remota, la mente parece ser capaz de acceder a algún tipo de «sopa holográfica» o dominio holográfico, en donde todos los puntos están interconectados infinitamente no sólo en el espacio, sino también en el tiempo.


El doctor David Loye, psicólogo clínico y antiguo miembro de las facultades de Medicina de Princeton y de UCLA, está de acuerdo.

 

Según él,

«la teoría de la mente holográfica de Pribram-Bohm parece ofrecer a aquellos que reflexionan sobre el enigma de la precognición, la mayor esperanza lograda hasta el momento de que estamos progresando hacia la solución tan buscada».

Loye, que actualmente es codirector del Institute for Future Forecasting de Carolina del Norte, sabe de lo que habla.

 

Ha pasado las dos últimas décadas investigando la precognición y el arte de predecir en general y desarrolla técnicas para permitir a la gente ponerse en contacto con su propia consciencia intuitiva del futuro.


La naturaleza tipo holograma de muchas experiencias precognitivas ofrece más indicios de que la habilidad de predecir el futuro es un fenómeno holográfico. Como ocurre con la retrocognición, los psíquicos cuentan que la información precognitiva se les muestra a menudo en forma de imágenes tridimensionales.

 

El psíquico Tony Cordero, nacido en Cuba, dice que cuando ve el futuro es como si contemplara una película en la mente.

 

La primera película de ese tipo la vio de niño y tuvo una visión de la toma del poder por parte de los comunistas en Cuba.

«Le conté a mi familia que vi banderas rojas por toda Cuba y que iban a abandonar el país y que iban a disparar contra muchos miembros de la familia - dice Cordero - En realidad vi cómo disparaban a mis parientes. Podía oler el humo y oír el ruido del tiroteo. Me parece que estoy allí ahora mismo. Oigo hablar a la gente pero ellos no pueden oírme ni verme. Es como viajar en el tiempo o algo así».

Para describir sus experiencias, los psíquicos utilizan palabras similares a las de Bohm.

 

Garrett describía la clarividencia como,

«una intuición extraordinariamente intensa de algunos aspectos de la vida en funcionamiento y, como en el plano de la clarividencia, el tiempo es un todo no dividido [las cursivas son mías], a menudo se percibe el objeto o el acontecimiento en sus fases pasada, presente y/o futura en una sucesión que cambia abruptamente».
 

Todos somos precognitivos
La afirmación de Bohm de que toda consciencia humana tiene su origen en lo implicado significa que todos poseemos la capacidad de acceder al futuro, y también hay pruebas que lo respaldan.

 

El descubrimiento de Jahn y Dunne de que hasta personas normales obtienen buenos resultados en las pruebas de visión remota precognitiva indica el carácter extendido de dicha aptitud. Hay muchos descubrimientos, procedentes tanto de experimentos como de anécdotas, que proporcionan datos adicionales.

 

En un programa de la BBC de 1934, Edith Lyttleton, dama de la Orden del Imperio Británico y miembro de la familia Balfour, una estirpe destacada política y socialmente en Inglaterra, así como presidenta de la British Society for Psychical Research, invitó a los oyentes a que enviaran relatos de sus experiencias precognitivas.

 

Recibió un aluvión de cartas y, tras eliminar los casos que no ofrecían pruebas demostrables, todavía le quedaron los suficientes como para escribir un volumen sobre el tema.

 

De manera similar, sondeos dirigidos por Louisa Rhine revelaron que la precognición es mucho más frecuente que cualquier otra clase de experiencia psíquica.


También hay estudios que demuestran que las visiones precognitivas tienden a ser visiones de tragedias y que las premoniciones de hechos desgraciados sobrepasan en número a los acontecimientos felices en una proporción de cuatro contra una. Los que predominan son los presentimientos de muertes, en segundo lugar están los accidentes, y la enfermedad ocupa el tercer lugar. La razón parece obvia.

 

Estamos tan absolutamente programados para creer que no es posible percibir el futuro, que nuestras capacidades precognitivas se han vuelto capacidades durmientes. Al igual que la fuerza sobrehumana que se exhibe en aquellas emergencias que ponen en peligro la vida, las capacidades precognitivas acuden a la mente en tiempos de crisis únicamente, cuando alguien cercano a nosotros está a punto de morir, cuando están en peligro nuestros hijos u otros seres queridos, etcétera.

 

El hecho de que las culturas primitivas casi siempre obtuvieran mejores resultados en las pruebas de percepción extrasensorial (PES) que las llamadas culturas civilizadas, pone de manifiesto que nuestra interpretación «sofisticada» de la realidad es la causante de nuestra incapacidad tanto para comprender como para utilizar la verdadera naturaleza de nuestra relación con el tiempo.


Podemos encontrar más indicios de que hemos relegado nuestras capacidades precognitivas innatas al interior del inconsciente en la estrecha relación que existe entre las premoniciones y los sueños. Hay estudios que revelan que entre un 60 y un 68 por ciento de las precogniciones ocurre durante el sueño. . Puede que hayamos desterrado de la mente consciente la capacidad de ver el futuro, pero todavía sigue estando muy activa en las capas más profundas de la psique.


Las culturas tribales son plenamente conscientes de este hecho y las tradiciones chamanísticas hacen hincapié casi universalmente en la importancia de los sueños en la adivinación del futuro.

 

Incluso nuestros textos más antiguos rinden homenaje al poder premonitorio de los sueños, como pone de manifiesto el relato bíblico del sueño del faraón con las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. La antigüedad de la tradición indica que la tendencia de las premoniciones a suceder durante el sueño se debe a algo más que al escepticismo actual hacia la precognición.

 

Quizá juegue un papel en este sentido la proximidad del inconsciente con el reino atemporal de lo implicado. Como nuestro ser soñador está más hondo en la psique que nuestro ser consciente - y por tanto más cerca del mar primordial, en el cual pasado, presente y futuro se convierten en uno - quizá le es más fácil acceder a la información sobre el futuro.


Cualquiera que sea la razón, no debería sorprendernos que otros métodos de acceso al inconsciente puedan proporcionar también información precognitiva. Por ejemplo, en los años sesenta, Karlis Osis y el hipnotizador J. Fahler averiguaron que los sujetos hipnotizados tenían más aciertos en las pruebas de precognición que los sujetos no hipnotizados, en un porcentaje significativamente más alto.

 

Otros estudios han confirmado asimismo que la hipnosis aumenta la percepción extrasensorial.

 

No obstante, los fríos datos estadísticos, por abrumadores que sean, jamás producen el mismo impacto que un ejemplo de la vida real. En su libro The Future is Now: The Significance of Precognition , Arthur Osborn recoge los resultados de un experimento de hipnosis/precognición en el que participó la actriz francesa Irene Muza.

 

Tras ser hipnotizada, le preguntaron si podía ver su futuro y ella contestó:

«Mi carrera será corta; no me atrevo a decir cuál será mi fin; será terrible».

Los investigadores se quedaron perplejos y decidieron no decirle lo que había contado y sugestionarla para que, tras la hipnosis, olvidara todo lo que había dicho.

 

Cuando se despertó, no recordaba la predicción que había hecho para sí misma. No obstante, aunque lo hubiera sabido, no habría causado la clase de muerte que sufrió: a los pocos meses, su peluquero derramó accidentalmente alcohol sobre una estufa encendida, provocando que se incendiara el pelo y la ropa de la actriz.

 

En unos segundos se vio rodeada por las llamas y murió en un hospital horas después.

 


Holosaltos de fe
Lo que le sucedió a Irene Muza suscita una cuestión importante.

 

Si hubiera sabido el destino que se había predicho a sí misma, ¿habría sido capaz de evitarlo? Dicho de otra forma: ¿está el futuro fijado y predeterminado totalmente o se puede cambiar?

 

A primera vista, la existencia de fenómenos precognitivos parece indicar que la opción correcta es la primera, pero supondría un estado de cosas muy inquietante. Si el futuro fuese un holograma con los detalles más nimios fijados de antemano, significaría que no tenemos libre albedrío. Seríamos meras marionetas del destino que se mueven mecánicamente siguiendo un guión que ya está escrito.


Afortunadamente, hay datos abrumadores que indican que no es así. La literatura está llena de ejemplos de personas que utilizaron sus visiones precognitivas del futuro para evitar desastres: personas que predijeron acertadamente que un avión se iba a estrellar y evitaron la muerte porque no lo cogieron, o que tuvieron una visión de que sus hijos se ahogaban en una riada y los pusieron a salvo justo en el último segundo.

 

Hay diecinueve casos documentados de personas que tuvieron destellos precognitivos del hundimiento del Titanic: entre ellos figuran viajeros que prestaron atención a sus premoniciones y sobrevivieron, pasajeros que no hicieron caso de sus presentimientos y se ahogaron, y personas que no entraban en ninguna de esas dos categorías.


Estos ejemplos sugieren poderosamente que el futuro no está determinado, sino que es flexible y se puede cambiar.

 

Esta opinión, no obstante, lleva consigo otro problema: si el futuro todavía está en estado de flujo, ¿qué utiliza Croiset para describir a la persona que se sentará en una butaca en concreto, con diecisiete días de antelación? ¿Cómo puede ser que el futuro exista y no exista?


Loye ofrece una posible respuesta. A su juicio, la realidad es un holograma gigante en el cual pasado, presente y futuro están fijados sin duda, por lo menos hasta cierto punto.

 

La cuestión es que no es el único holograma que existe. Hay muchas otras entidades holográficas similares flotando en las aguas de lo implicado, donde no existe el tiempo ni el espacio, nadando y chocando entre sí como tantas y tantas amebas.

 

Y Loye afirma que,

«esas entidades holográficas también podrían visualizarse como mundos paralelos, o universos paralelos».

Así, el futuro de un universo holográfico dado está predeterminado, y cuando una persona tiene un atisbo precognitivo del futuro, está sintonizando con el futuro de ese holograma en concreto solamente.

 

Pero como las amebas, esos hologramas también se tragan y se engullen unos a otros de vez en cuando, fundiéndose y bifurcándose como globos protoplásmicos de energía, que es lo que realmente son.

 

A veces esos empujones nos sacuden y causan las premoniciones que nos asaltan de vez en cuando. Y cuando actuamos siguiendo una premonición y parece que alteramos el futuro, lo que estamos haciendo realmente es saltar de un holograma a otro. A esos saltos intraholográficos Loye los llama «holosaltos» y en su opinión son ellos los que nos proporcionan nuestra verdadera capacidad para ser libres y perspicaces.


Bohm resume la misma situación de una manera ligeramente distinta:

«Cuando la gente sueña precisamente con un accidente y no coge el avión o el barco, lo que estaba viendo no es el futuro real, sino meramente alguna cosa del presente que está implicado y se dirige hacia la elaboración de ese futuro. De hecho, el futuro que vieron difería del futuro real porque lo alteraron.

 

Creo, por tanto, que es más plausible decir que, si esos fenómenos existen, hay una anticipación del futuro en el orden implicado del presente. Como se solía decir, los acontecimientos venideros ensombrecen el presente. Sus sombras se proyectan hasta el fondo del orden implicado».

Las descripciones de Bohm y de Loye parecen dos formas diferentes que intentan expresar lo mismo: una visión del futuro como un holograma lo bastante sustancial como para que podamos percibirlo, pero lo bastante maleable como para ser susceptible de cambio.

 

Otros han usado palabras distintas para resumir lo que parece ser la misma idea básica. Cordero describe el futuro como un huracán que se está empezando a formar y a cobrar impulso y que se hace más concreto e inevitable a medida que se acerca.

 

Ingo Swann, un psíquico de gran talento que ha obtenido resultados impresionantes en diversos estudios, entre otros la investigación de Puthoff y Targ sobre la visión remota, dice que el futuro está formado por «posibilidades cristalizantes».

 

Los kahunas hawaianos, muy estimados por sus poderes precognitivos, hablan del futuro como algo fluido, pero que está en proceso de «cristalización», y creen que los grandes acontecimientos del mundo cristalizan con mucha antelación, al igual que los hechos más importantes de la vida de una persona, tales como el matrimonio, los accidentes y la muerte.


Las numerosas premoniciones que, como sabemos hoy, precedieron tanto al asesinato de Kennedy como a la guerra civil americana (hasta George Washington tuvo una visión precognitiva de una futura guerra civil relacionada de un modo u otro con «África», con la cuestión de que todos los hombres son «hermanos» y con la palabra «Unión») parecen corroborar la creencia de los kahuna.


La idea de Loye de que existen muchos futuros holográficos distintos y que, saltando de un holograma a otro, elegimos qué acontecimientos se van a manifestar y cuáles no, trae consigo otra secuela. Elegir un futuro holográfico en vez de otro es básicamente lo mismo que crear el futuro. Como hemos visto, hay una gran cantidad de indicios que sugieren que la consciencia juega un papel significativo en la creación del aquí y ahora.

 

Pero si la mente puede traspasar las fronteras del presente y acechar el paisaje nebuloso del futuro en alguna ocasión, ¿intervenimos también en la creación de acontecimientos futuros?

 

Dicho de otro modo: los caprichos de la vida, ¿son azarosos de verdad o desempeñamos un papel en la forja literal de nuestro propio destino?

 

Sorprendentemente, hay algunos datos intrigantes que insinúan que la segunda opción podría ser la correcta.

 


La materia nebulosa del alma
El doctor Joel Whitton, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Toronto, también ha utilizado la hipnosis para estudiar lo que la gente sabe de sí misma inconscientemente.

 

Sin embargo, en vez de preguntarles por el futuro, Whitton, que es licenciado en Neurobiología y un experto en hipnosis clínica, les pregunta por el pasado, por el pasado lejano para ser exactos. Durante las últimas décadas, en silencio y sin alharacas, ha estado reuniendo pruebas que apuntan a la reencarnación.


La reencarnación es un tema difícil porque se han dicho tantas tonterías sobre él que mucha gente lo descarta de antemano. La mayoría no se da cuenta de que, además de las pretensiones increíbles de las celebridades (y uno diría que a pesar de ellas) y de las historias de Cleopatras reencarnadas que atraen la atención de gran parte de los medios, también hay muchas investigaciones serias en marcha sobre ella.

 

En las últimas décadas, un grupo pequeño pero creciente de investigadores con magníficos historiales ha recopilado una colección impresionante de datos sobre el asunto. Whitton es uno de ellos.


Los datos no demuestran que la reencarnación exista, ni tampoco es el objeto de este libro discutirlo. De hecho, es difícil imaginar cuál sería la prueba perfecta de la reencarnación. No obstante, los hallazgos que trataremos aquí se plantean únicamente como posibilidades intrigantes y porque vienen al caso. Así pues, merecen ser considerados sin prejuicios.


La tendencia principal de la investigación de Whitton sobre la hipnosis se basa en un hecho simple y asombroso. Cuando una persona está hipnotizada, con frecuencia tiene lo que parecen ser recuerdos de vidas previas. Hay estudios que revelan que más del 90 por ciento de las personas hipnotizables pueden recordarlos.

 

Es un fenómeno ampliamente reconocido, incluso por los escépticos.

 

Por ejemplo, en el manual de psiquiatría Trauma, Trance and Transformation, se advierte a los hipnotizadores primerizos que no se sorprendan si recuerdos como ésos afloran de manera espontánea en pacientes hipnotizados. El autor del texto rechaza la idea del renacimiento pero constata que, con todo y con eso, ese tipo de recuerdos puede tener un potencial curativo extraordinario.


Naturalmente, el significado del fenómeno es objeto de arduas discusiones. Muchos investigadores argumentan que recuerdos tales son fantasías o elaboraciones del inconsciente y sin duda es así muchas veces, especialmente cuando la sesión hipnótica o «regresión» la realiza un hipnotizador inexperto que desconoce las técnicas adecuadas de interrogación requeridas para garantizar que no se provocan fantasías.

 

Pero también hay numerosos casos documentados de personas que, guiadas por profesionales expertos, han tenido recuerdos que no parecen fantasías. A este grupo pertenecen los datos recopilados por Whitton.


Para llevar a cabo su investigación, Whitton formó un grupo básico de unas treinta personas. Entre ellas había gente de todas las profesiones y condiciones sociales, desde conductores de camión a científicos informáticos; unos creían en la reencarnación y otros no. Después, les hipnotizó uno a uno y pasó literalmente miles de horas grabando todo lo que tenían que contar sobre sus supuestas existencias previas.


La información era fascinante, incluso a grandes pinceladas.

 

Un aspecto sorprendente era el grado de coincidencia que había entre todas las experiencias. Todos contaban muchas vidas pasadas, algunos hasta veinte o veinticinco, aunque en la práctica se llegaba a un límite cuando Whitton les hacía regresar a lo que él llamaba «existencia cavernaria», donde una vida se hacía indistinguible de la siguiente.


Todos decían que el género no era específico del alma y muchos habían vivido por lo menos una vida como sexo opuesto. Y todos contaban que el propósito de la vida era evolucionar y aprender y que vivir múltiples existencias facilitaba el proceso.


Whitton encontró también indicios vehementes de que las experiencias eran vidas pasadas reales. Un rasgo inusual era la capacidad de los recuerdos para explicar una amplia gama de acontecimientos y experiencias de la vida actual, aunque aparentemente no guardaban relación alguna con ellos. Veamos por ejemplo el caso de un psicólogo nacido y educado en Canadá que de niño tenía un acento británico inexplicable.

 

Tenía asimismo un miedo irracional a romperse una pierna, fobia a viajar en avión, un problema terrible con morderse las uñas y una fascinación obsesiva por la tortura. Cuando era un adolescente, poco después de utilizar los pedales de un coche durante una prueba de conducción, tuvo una visión breve y enigmática en la que se vio en una habitación con un oficial nazi.

 

Durante la hipnosis, el hombre recordó que había sido un piloto británico durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando estaba sobre Alemania en una misión, su avión fue alcanzado por una lluvia de balas, una de las cuales penetró en el fuselaje y le rompió la pierna. Aquello a su vez le hizo perder el control de los pedales del avión y le obligó a hacer un aterrizaje forzoso.

 

Posteriormente le capturaron los nazis, le torturaron para sacarle información arrancándole las uñas y murió poco tiempo después.


Como consecuencia de los traumáticos recuerdos de vidas pasadas que desenterraban, muchas personas del grupo experimentaron también profundas curaciones psicológicas y físicas; por otra parte, proporcionaban detalles históricos de una exactitud increíble sobre los tiempos en los que habían vivido.

 

Algunos hablaban incluso idiomas desconocidos para ellos. Un hombre, un científico conductista de 37 años, mientras revivía una aparente vida pasada como vikingo, vociferó unas palabras que posteriormente fueron reconocidas como noruego antiguo por autoridades lingüísticas.

 

Tras regresar a una antigua vida en la Persia antigua, el mismo hombre empezó a escribir con un tipo de letra parecida a la escritura árabe, de trazos delgados e inseguros, que un experto en lenguas de Oriente Próximo identificó como una muestra auténtica del pelvi sasánida, una lengua mesopotámica extinguida hace mucho tiempo que floreció entre los años 226 y 651 después de Cristo.


Pero el descubrimiento más extraordinario de Whitton se produjo cuando hizo regresar a los sujetos de su prueba al ínterin entre una vida y otra, un territorio deslumbrante y lleno de luz en el que «no existía el tiempo ni el espacio tal y como los conocemos».

 

Según ellos, parte del propósito de esa situación era permitirles planear su próxima vida, esbozar literalmente los acontecimientos y circunstancias importantes que les ocurrirían en el futuro. Pero este proceso no era simplemente un ejercicio fantástico de buenos deseos. Whitton averiguó que, cuando estaban entre una vida y otra, entraban en un estado inusual de consciencia en el que adquirían un perfecto conocimiento de sí mismos y un acentuado sentido moral y ético.

 

Además, dejaban de ser capaces de justificar sus faltas y delitos y se veían a sí mismos con total sinceridad. Para distinguir ese estado mental profundamente consciente de la consciencia normal cotidiana, Whitton lo denomina «metaconsciencia».


Así, cuando las personas planeaban su siguiente vida, lo hacían con un sentido de obligación moral. Elegían renacer con personas a las que habían tratado injustamente en una vida anterior, para tener así la oportunidad de enmendar sus acciones.

 

Planeaban encuentros agradables con «compañeros del alma», individuos con los que habían construido una relación amorosa y mutuamente beneficiosa durante muchas vidas; y programaban acontecimientos «accidentales» para cumplir otros propósitos y acciones nobles.

 

Un hombre contó que, cuando estaba planeando su siguiente vida, visualizó,

«una especie de instrumento de relojería en el que se podían insertar ciertas partes para que se produjeran consecuencias específicas».

Tales consecuencias no siempre eran agradables.

 

Tras regresar a un estado metaconsciente, una mujer que había sido violada a los treinta y siete años reveló que, en realidad, lo había planeado antes de llegar a esta encarnación. Explicó que para ella era necesario experimentar una tragedia a esa edad para obligarse a cambiar «toda su complexión anímica» y acercarse así a un entendimiento más profundo y más positivo del significado de la vida.

 

Otro individuo, un hombre afectado por una grave enfermedad hepática que entrañaba un riesgo para su vida, reveló que había elegido la enfermedad para castigarse por una transgresión que había llevado a cabo en una vida anterior. Sin embargo, desveló también que morir de la enfermedad del hígado no entraba en el guión y que antes de llegar a esta vida había dispuesto un encuentro con algo o alguien que le ayudara a recordar el hecho y le permitiera reparar su culpa y curar su cuerpo.

 

Fiel a su palabra, tras empezar las sesiones con Whitton, experimentó una recuperación completa y casi milagrosa.


No todos los sujetos de las pruebas de Whitton estaban tan deseosos de enterarse del futuro que les había preparado su ser metaconsciente. Varios censuraron sus recuerdos y pidieron a Whitton que por favor les diera instrucciones posthipnóticas de no acordarse de nada de lo que habían dicho durante el trance.

 

Explicaban que no querían tener la tentación de interferir en el guión que les había escrito su ser metaconsciente.


Es una idea pasmosa. ¿Es posible que el inconsciente no sólo conozca nuestro destino a grandes rasgos, sino que nos lleve a cumplirlo realmente?

 

La investigación de Whitton no constituye la única prueba de que tal vez sea así. En un estudio estadístico de veintiocho accidentes graves de tren en Estados Unidos, el parapsicólogo William Cox averiguó que los días de accidentes cogía el tren mucho menos gente que el mismo día en semanas anteriores.
 

Los descubrimientos de Cox sugieren que, a lo mejor, todos estamos constante e inconscientemente preconociendo el futuro y tomando decisiones basadas en esa información: algunos optamos por evitar el percance y otros quizá elegimos experimentar situaciones negativas para cumplir designios y propósitos inconscientes, como la mujer que eligió vivir una tragedia personal y el hombre que optó por soportar una enfermedad hepática.

«Cuidadosamente o caprichosamente, elegimos nuestras circunstancias terrenales - afirma Whitton - El mensaje de la metaconsciencia es que la situación de la vida de cada ser humano no es aleatoria ni inapropiada. Vista de una manera objetiva desde la perspectiva entre vidas, cada experiencia humana es simplemente una lección más en el aula cósmica».

Es importante señalar que la existencia de esas agendas inconscientes no significa que nuestra vida esté predestinada rígidamente y que el destino sea inevitable.

 

El hecho de que muchos de los sujetos de las pruebas de Whitton pidieran no recordar lo que decían bajo hipnosis implica que el futuro sólo está esbozado a grandes rasgos y es susceptible de cambio.


Whitton no es el único que investiga la reencarnación y que ha descubierto indicios de que el inconsciente participa en nuestra vida más de lo que pensamos. Otro investigador es el doctor Ian Stevenson, catedrático de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia. En vez de usar hipnosis, Stevenson entrevista a niños que recuerdan espontáneamente aparentes vidas previas.

 

Lleva más de treinta años realizando esa actividad y ha recopilado y analizado miles de casos por todo el planeta.


Según él, el recuerdo espontáneo de una vida pasada es relativamente común entre los niños, tanto que el número de casos que parecen ser dignos de consideración excede con mucho la capacidad de su equipo para investigarlos.

 

Generalmente, los niños empiezan a hablar de su «otra vida» entre los 2 y los 4 años y con frecuencia recuerdan un montón de detalles, como su nombre, los nombres de los miembros de su familia y amigos, dónde vivían, qué aspecto tenía su casa, cómo se ganaban la vida, cómo murieron e incluso información oscura, como el lugar donde escondieron dinero antes de morir y, en los casos relacionados con asesinatos, a veces recuerdan incluso quién les mató.


De hecho, muchas veces sus recuerdos son tan detallados que Stevenson consigue localizar la identidad de su personalidad previa y verificar prácticamente todo lo que han dicho. Ha llevado a niños a la zona en la que vivieron en su encarnación pasada y les ha visto orientarse sin esfuerzo por vecindarios desconocidos, así como identificar correctamente su antigua casa y sus pertenencias, y parientes y amigos de su vida pasada.


Al igual que Whitton, Stevenson ha reunido también una cantidad enorme de datos que apuntan a la reencarnación y, hasta la fecha, ha publicado seis libros sobre sus averiguaciones. Y, como Whitton, ha encontrado pruebas de que el inconsciente interviene en nuestro modo de ser y en nuestro destino mucho más de lo que sospechábamos hasta ahora.


Ha corroborado el descubrimiento de Whitton de que muchas veces renacemos con personas a las que hemos conocido en existencias previas y que la fuerza que guía nuestras elecciones a menudo es el afecto, o el sentido de culpa o la sensación de estar en deuda. Está de acuerdo en que el árbitro de nuestro destino es la responsabilidad personal y no el azar.

 

Ha averiguado que, aunque las condiciones materiales pueden variar sobremanera de una vida a la siguiente, la conducta moral de una persona, así como sus intereses, aptitudes y actitudes son las mismas. Individuos que fueron criminales en una existencia previa tienden a verse arrastrados nuevamente hacia una conducta criminal. Las personas que fueron generosas y amables siguen siendo generosas y amables, etcétera.

 

De todo esto Stevenson deduce que lo más importante no son los símbolos externos de la vida, al parecer, sino los internos, las alegrías, las penas y el «crecimiento interior» de la personalidad.


Lo más significativo es que no descubriera indicios convincentes de un «karma punitivo», ni indicación alguna de que recibamos un castigo cósmico por nuestros pecados.

«Luego, a juzgar por las pruebas, no hay un juicio externo de nuestra conducta, ni un ser que nos lleve de una vida a otra de acuerdo con nuestros merecimientos. Si este mundo es "un valle donde se forjan las almas", como dijo Keats, nosotros somos los creadores de nuestras propias almas», declara Stevenson.

Por otra parte, Stevenson ha desvelado un fenómeno que no apareció en el estudio de Whitton, un descubrimiento que ofrece datos aún más espectaculares sobre el poder del inconsciente para elaborar las circunstancias de nuestra vida y para influir en ellas.

 

Lo que averiguó es que la encarnación previa de una persona afecta aparentemente a la forma y a la estructura misma de su cuerpo físico actual. Ha descubierto, por ejemplo, que los niños birmanos que recuerdan vidas previas como pilotos de las fuerzas aéreas británicas o americanas derribados sobre Birmania durante la Segunda Guerra Mundial tienen el pelo más rubio y la tez más clara que sus hermanos.


También ha encontrado ejemplos de rasgos faciales distintivos, deformidades de pies y otras características que se han llevado de una vida a la siguiente. Los casos más numerosos son los de heridas físicas que se traducen en cicatrices o marcas de nacimiento. Por ejemplo, un chico que recordaba que en su vida anterior le habían asesinado cortándole el cuello, tenía todavía una larga marca rojiza por todo el cuello que parecía una cicatriz.

 

Otro ejemplo, un chico que recordaba que se había suicidado de un disparo en la cabeza en su encarnación pasada, aún tenía dos marcas de nacimiento que parecían cicatrices perfectamente alineadas con la trayectoria de la bala: una de ellas por donde la bala había entrado y la otra por donde había salido. Y otro más, un chico tenía una marca de nacimiento similar a una cicatriz quirúrgica, completada con una línea de marcas rojas que parecían las marcas de los puntos, en el sitio exacto en el que a su personalidad anterior le habían practicado una operación.


De hecho, Stevenson ha recabado información de cientos de casos similares y actualmente está preparando un estudio en cuatro tomos sobre ese fenómeno.

 

En algunos casos, ha podido obtener informes hospitalarios y/o de la autopsia de la personalidad fallecida y muestran que las heridas no sólo se produjeron, sino que estaban exactamente en el mismo sitio que la deformidad o la marca de nacimiento actuales.

 

A su juicio, esas marcas, además de proporcionar una prueba fehaciente a favor de la reencarnación, sugieren la existencia de algún tipo de cuerpo no físico intermedio que haga de portador de los atributos desde una vida a la siguiente.

 

Como dice él,

«me parece que, entre una vida y otra, la impronta de las heridas de la personalidad previa debe ser transportada por una especie de prolongación del cuerpo que, a su vez, sirva de plantilla para la producción de un cuerpo físico nuevo con marcas de nacimiento y deformidades que se correspondan con las heridas del cuerpo de la personalidad previa».

El «cuerpo plantilla» teórico de Stevenson recuerda la afirmación de Tiller de que el campo de energía humano es un plano holográfico que guía la forma y estructura que tendrá el cuerpo físico.

 

Dicho de otra manera: es una especie de plano tridimensional con arreglo al cual se forma el cuerpo físico. De manera similar, sus hallazgos con respecto a las marcas de nacimiento sustentan la idea de que, en el fondo, sólo somos imágenes, construcciones holográficas creadas por el pensamiento.


Stevenson ha señalado asimismo que aunque su investigación sugiera que nosotros creamos nuestras propias vidas y, hasta cierto punto, nuestros propios cuerpos, nuestra participación en el proceso es tan pasiva que es prácticamente involuntaria. Al parecer, en esas elecciones participan los estratos más profundos de la psique, aquellos que están mucho más en contacto con lo implicado.

 

O como dice él,

«estos procesos deben estar gobernados por niveles de actividad mental mucho más profundos que los que regulan la digestión de la cena [y] la respiración normal».

Por poco ortodoxas que sean muchas de las conclusiones de Stevenson, se ha ganado el respeto de distintos sectores gracias a su reputación de investigador concienzudo.

 

Sus descubrimientos se han publicado en medios científicos tan distinguidos como el American Journal of Psychiatry, el Journal of Nervous and Mental Disease y el International Journal of Comparative Sociology.

 

Y el prestigioso Journal of the American Medical Association, en una crítica de uno de sus trabajos, afirmó que,

«ha recopilado minuciosa y objetivamente una serie detallada de casos en donde es difícil entender las pruebas a favor de la reencarnación con arreglo a cualquier otra base distinta... Ha aportado una gran cantidad de datos que no se pueden dejar de lado».

 

El pensamiento como constructor
Al igual que tantos «descubrimientos» que hemos visto anteriormente, la idea de que una parte de nosotros mismos, la parte espiritual diríamos y profundamente inconsciente, pueda transcender las fronteras del tiempo y ser la causante de nuestro destino se puede encontrar también en muchas tradiciones chamanísticas y en otras fuentes.

 

Según el pueblo batta, de Indonesia, el alma o tondi determina todo lo que experimenta una persona y se reencarna de un cuerpo a otro; es asimismo el medio de reproducir la conducta y los atributos físicos de su ser anterior. También los indios ochibúes o chipevés creen que la vida de una persona está escrita de antemano por un espíritu o alma invisible y preparada para promover el crecimiento y el desarrollo.

 

Si una persona muere sin aprender por completo todas las lecciones que tiene que aprender, su cuerpo espiritual vuelve renaciendo en otro cuerpo físico.


A esa faceta invisible, los kahunas la llamaban aumakua, o «ser elevado».

 

Es la parte inconsciente de la persona que, como la metaconsciencia de Whitton, puede ver las partes del futuro que han cristalizado o se han «fijado». Es también la parte de nosotros responsable de la creación de nuestro destino, pero no está sola en el proceso.

 

Los kahunas, como muchos investigadores mencionados en el presente libro, creían que los pensamientos eran cosas y estaban formados por una sutil sustancia energética que ellos llamaban kino mea, o «materia nebulosa del cuerpo».

 

De ahí que nuestras esperanzas, miedos, planes, preocupaciones, culpas, sueños e imaginaciones no se desvanezcan una vez que abandonan la mente, sino que se conviertan en formas y éstas, también, se transformen en hebras en bruto con las que el ser elevado teje nuestro futuro.


La mayoría de la gente no controla sus pensamientos - decían los kahunas - y bombardean constantemente a su ser elevado con una mezcla incontrolada y contradictoria de planes, deseos y temores. Eso confunde al ser elevado y por eso las vidas de la mayoría de las personas se nos antojan igualmente arbitrarias y descontroladas.

 

Se decía que los kahunas poderosos que estaban en comunicación directa con su ser elevado podían ayudar a la gente a rehacer su futuro.

 

De manera similar, consideraban extraordinariamente importante tomarse un tiempo, a intervalos frecuentes, para pensar sobre la vida y para visualizar, en términos concretos, lo que uno desea que le suceda. Los kahunas afirmaban que así podemos controlar más conscientemente los hechos que nos ocurren y construir el propio futuro.


En una línea que recuerda la idea de Tiller y Stevenson del cuerpo sutil intermediario, los kahunas creían que la materia nebulosa del cuerpo forma una plantilla sobre la cual se moldea el cuerpo físico.

 

Por otra parte, se decía que los kahunas que tenían una sintonía extraordinaria con su ser elevado, podían conformar y reformar la materia nebulosa y, por ende, el cuerpo físico de otras personas y que así era cómo se realizaban las curaciones milagrosas. Esa visión ofrece asimismo una comparación interesante con algunas de las conclusiones que hemos sacado nosotros sobre la causa de que los pensamientos y las imágenes tengan un impacto tan poderoso sobre la salud.


Los místicos del Tíbet se referían a la «materia» de los pensamientos como tsal y sostenían que las acciones mentales producían ondas de esa energía misteriosa. Creían que todo el universo es producto de la mente y está creado y animado por el tsal colectivo de todos los seres. La mayoría de la gente no sabe que posee ese poder - aseguraban los seguidores del tantrismo - porque la mente humana media actúa «como un pequeño charco aislado del gran océano».

 

Se decía que sólo los grandes yoguis expertos en contactar con los niveles más profundos de la mente eran capaces de utilizar conscientemente esa fuerza y que una de las cosas que hacían para lograrlo era visualizar repetidamente la curación deseada.

 

Los tantras tibetanos están llenos de ejercicios de visualizados o sadhanas, ideados con esa finalidad; los monjes de algunas sectas, como los kargyupa, pasan hasta siete años en completa soledad, en una cueva o en una habitación sellada, perfeccionando su capacidad de visualización.


Los sufíes persas del siglo XII subrayaban asimismo la importancia de la visualización para alterar y reformar el destino propio y denominaban âlam al-mithâl a la materia sutil del pensamiento. Al igual que muchos clarividentes, creían que los seres humanos poseen un cuerpo sutil controlado por centros de energía como los chakras.

 

Sostenían también que la realidad está dividida en una serie de planos del ser más sutiles, o hadarât, y que el plano de existencia contiguo al nuestro era una especie de plantilla en la cual el âlam al-mithâl tomaba forma de ideas-imágenes que, a su vez, determinaban finalmente el curso de la vida. Los sufíes añadían además un giro de su propia cosecha.

 

Pensaban que el chakra del corazón, o himma, era el causante del proceso y que, por consiguiente, controlar el chakra del corazón era un requisito previo para controlar el propio destino.


También Edgar Cayce hablaba de los pensamientos como cosas tangibles, como una forma más sutil de materia, y cuando estaba en trance repetía una y otra vez a sus clientes que los pensamientos crean el destino y que «el pensamiento es el constructor». Según lo veía él, el proceso del pensamiento es como una araña que está tejiendo y ampliando constantemente su red.

 

En su opinión, en cada momento de la vida creamos las imágenes y las pautas que dan energía y forma a nuestro futuro.


Paramahansa Yogananda aconsejaba a la gente que visualizara el futuro que deseaba para sí y que lo cargaran con la «energía de la concentración».

 

Como dijo él,

«la visualización adecuada, ejercitando la concentración y la fuerza de voluntad, nos permite materializar los pensamientos, no sólo como sueños o visiones en el terreno mental, sino también como experiencias en el terreno material».

Lo cierto es que esas ideas se pueden encontrar en una gran variedad de fuentes.

«Somos lo que pensamos - decía Buda - Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos hacemos el mundo».

 

«Como un hombre actúa, así se vuelve. Como es su deseo, así es su destino», se afirmaba en el Upanishad hindú precristiano Brihadaranyaka.

 

«El Destino no controla todas las cosas del mundo de la Naturaleza, porque el alma tiene un principio propio», decía Jámblico, filósofo griego del siglo IV.

 

«Pedid y se os dará... Si tenéis fe, nada será imposible para vosotros», afirma la Biblia.

 

«El destino de una persona está asociado a las cosas que ella misma hace y crea», escribió el rabino Steinsaltz en la obra cabalística Thirteen-Petaled Rose.


Una señal de algo más profundo

Hoy incluso se sigue oyendo por todas partes la idea de que nuestros pensamientos crean nuestro destino.

 

Es el tema de libros de autoayuda que han sido éxitos de ventas, como el de Shakti Gawain, Visualización creativa, y el de Louise L. Hay, Usted puede sanar su vida. Hay, que dice que se curó a sí misma de un cáncer cambiando sus pautas mentales, imparte seminarios sobre sus técnicas con un éxito enorme. Es asimismo la principal filosofía inherente en muchas obras populares «canalizadas», como Un curso de milagros y los libros de Seth de Jane Roberts.


Algunos psicólogos famosos también están abrazando la idea.

 

Jean Houston, antigua presidenta de la Association for Humanistic Psychology y directora actual de la Foundation for Mind Research de Pomona, Nueva York, la discute ampliamente en su libro The Possible Human.

 

En él, figuran varios ejercicios de visualización, uno de ellos bajo el título «Orquestando el cerebro y entrando en el holoverso».


Otro libro inspirado en gran parte en el modelo holográfico con el fin de sustentar la idea de que podemos usar la visualización para reconfigurar el futuro es el de Mary Orser y Richard A. Zarro Changing Your Destiny. Zarro es además el fundador de Futureshaping Technologies, una empresa que organiza seminarios para ejecutivos sobre técnicas de «configuración del futuro» y cuenta entre sus clientes a Panasonic y a la International Banking and Credit Association.


El ex astronauta Edgar Mitchell, el sexto hombre en pisar la Luna y explorador tanto del espacio interior como del exterior desde hace mucho tiempo, utiliza una táctica similar.

 

En 1973, fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, una organización con base en California que se dedica a investigar los poderes de la mente. El instituto sigue en plena forma todavía y entre sus proyectos actuales figura un estudio a gran escala del papel de la mente en las curaciones milagrosas y en las remisiones espontáneas, así como otro estudio del papel de la consciencia en la creación de un futuro global positivo.

 

En su opinión,

«creamos nuestra propia realidad porque nuestra realidad emocional interior - el subconsciente - nos arrastra a situaciones de las que aprendemos. Las vivimos como cosas extrañas que nos pasan en la vida [y] conocemos a gente de la que necesitamos aprender. Así pues, creamos esas circunstancias en un nivel subconsciente y metafísico muy profundo».

La popularidad actual de la idea de que creamos nuestro propio destino, ¿es sólo una moda o su presencia en tantas culturas y en tantas épocas diferentes es una señal de que es algo mucho más insondable, un signo de algo que todos los seres humanos saben intuitivamente que es verdad?

 

De momento, la pregunta permanece sin respuesta, pero en un universo holográfico - un universo en el que la mente participa con la realidad y lo más recóndito de la psique se puede manifestar en el mundo objetivo como una sincronicidad - la idea de que somos arquitectos de nuestro destino no resulta tan rocambolesca.

 

Parece probable, incluso.

 


Tres últimas pruebas
Antes de concluir, hay tres últimas pruebas que merecen que les echemos un vistazo.

 

Aunque no son pruebas concluyentes, cada una de ellas permite atisbar otras facultades que puede tener la consciencia en un universo holográfico y que trascienden el tiempo.

 

Sueños multitudinarios del futuro
Otra investigadora sobre vidas pasadas que reveló datos que indican que la mente participa en la creación del propio destino fue la doctora, ya fallecida, Helen Wambach, una psicóloga que vivía en San Francisco.

 

Su enfoque consistió en hipnotizar a grupos de personas en pequeños seminarios de trabajo, hacerlos regresar a períodos de tiempo específicos y hacerles una lista de preguntas predeterminadas sobre el sexo, el estilo de vestir, la ocupación, los utensilios usados en las comidas, etcétera.

 

Durante los veintinueve años que duró su investigación sobre el fenómeno de vidas pasadas, Wambach hipnotizó a miles de individuos literalmente y acumuló una cantidad de datos impresionante.


Una de las críticas que se dirigen contra la reencarnación es que parece que la gente sólo recuerda vidas pasadas como personajes históricos o famosos. Sin embargo, Wambach descubrió que más del 90 por ciento de los sujetos de sus investigaciones recordaban vidas pasadas como campesinos, trabajadores, granjeros y recolectores primitivos de comida.

 

Menos del 10 por ciento recordaban haberse encarnado en aristócratas y ninguno recordaba haber sido alguien famoso; es un descubrimiento que contradice la idea de que los recuerdos de vidas pasadas son fantasías. Por otra parte, la información que daban sobre los detalles históricos, e incluso detalles oscuros, era extraordinariamente precisa.

 

Por ejemplo, los que recordaban haber vivido en el siglo XVIII decían que utilizaban un tenedor de tres púas para comer durante la cena, pero después de 1790 la mayor parte de los tenedores descritos eran de cuatro púas, lo cual refleja correctamente la evolución histórica del tenedor. La información relativa a la ropa y el calzado, a la clase de comida, etcétera, era asimismo exacta.


Wambach descubrió que también podía progresar a personas a vidas futuras. Las descripciones de siglos venideros eran tan fascinantes que dirigió un importante proyecto de progresión a vidas futuras en Francia y en Estados Unidos.

 

Desgraciadamente, murió antes de completar el estudio; no obstante, el psicólogo Chet Snow, antiguo colega suyo, continuó su trabajo y ha publicado los resultados recientemente en un libro titulado Mass Dreams of the Future.


Cuando se compararon los informes de las 2.500 personas que participaron en el proyecto, salieron a la luz varias características interesantes. En primer lugar, prácticamente todas convenían en que la población de la Tierra había descendido de forma espectacular. Muchas ni siquiera se encontraban en cuerpos físicos en los diversos períodos del futuro especificados, y las que sí lo estaban, observaron que la población era mucho más pequeña que en la actualidad.


Por otra parte, las personas que respondieron a las preguntas se dividieron claramente en cuatro grupos, relacionados cada uno de ellos con un futuro diferente.

 

Un primer grupo describía un futuro yermo y sin alegría en el que la mayoría de la gente vivía en estaciones espaciales, llevaba trajes plateados y comía comida sintética.

 

Otro grupo, el de la «New Age» (Nueva Era), contaba que llevaba una vida más feliz y más sencilla, en entornos naturales, donde vivían en armonía unos con otros, dedicados al aprendizaje y al desarrollo espiritual.

 

El tercer grupo, los «urbanitas de alta tecnología», describían un futuro mecánico e inhóspito, en donde se vivía en ciudades subterráneas o encerradas en cúpulas y burbujas.

 

Las personas del cuarto grupo se referían a sí mismos como supervivientes del desastre y vivían en un mundo que había sido devastado por un desastre global, posiblemente nuclear. Los hogares en los que vivían comprendían desde ruinas urbanas hasta cuevas o granjas aisladas; sus ropas a menudo eran de piel y estaban totalmente cosidas a mano, y obtenían gran parte de la comida cazando.


¿Cuál es la explicación?

 

Snow acude al modelo holográfico para encontrar la respuesta y, como Loye, cree que tales conclusiones insinúan que hay varios futuros potenciales, u holoversos, que se están formando en las nieblas crecientes del destino.

 

No obstante, y al igual que otras personas que investigan vidas pasadas, también piensa que creamos nuestro destino tanto individual como colectivamente y que, por lo tanto, los cuatro escenarios futuros constituyen en realidad un destello de los diversos futuros en potencia que la raza humana en masa se está creando.


En consecuencia, Snow recomienda que, en vez de construir refugios contra bombas o de trasladarnos a zonas que no serán destruidas por los «cambios venideros de la Tierra» (como predicen algunos físicos), deberíamos dedicar tiempo a creer en un futuro positivo y a visualizarlo.

 

Menciona la Comisión Planetaria - un grupo formado por millones de personas de todo el mundo que ha acordado dedicar una hora (de 12 a 1 de la tarde, en el huso horario de Greenwich) todos los 31 de diciembre, unidos en oración y meditación por la paz y la sanación del mundo - como un paso en la dirección correcta.

«Si estamos formando continuamente la realidad física del futuro con los pensamientos y las acciones colectivas de hoy, entonces ahora es el momento de tomar consciencia de la alternativa que hemos creado - afirma - Están claras las distintas clases de Tierra que podemos elegir, representadas por los cuatro grupos. ¿Cuál queremos para nuestros hijos? ¿Cuál queremos para nosotros por si acaso volvemos algún día?».

 

Cambiar el pasado
Tal vez el futuro no sea lo único que puede formar y reformar el pensamiento humano.

 

En la convención anual de 1988 de la Parapsychological Association, Helmut Schmidt y Marilyn Schlitz anunciaron que varios experimentos que habían realizado indicaban que la mente podía ser capaz de alterar también el pasado.

 

En un estudio, utilizaron un proceso de distribución aleatoria por ordenador para grabar 1.000 secuencias de sonido diferentes.

 

Cada secuencia consistía en 100 tonos de duración variable; algunos tonos eran agradables al oído mientras que otros eran meras explosiones de ruido. Dado que el proceso de selección era aleatorio, según la ley de probabilidad, cada secuencia debería contener aproximadamente un 50 por ciento de sonidos agradables y un 50 por ciento de ruido.


Después enviaron por correo casetes con las secuencias grabadas a unos voluntarios. Les dijeron que, mientras escuchaban las casetes grabadas previamente, intentaran incrementar por psicoquinesia la duración de los sonidos agradables y disminuir la duración del ruido. Cuando los voluntarios completaron la tarea notificaron los resultados al laboratorio.

 

Schmidt y Schlitz examinaron después las secuencias originales y descubrieron que las grabaciones que escucharon los voluntarios tenían tramos de sonidos agradables significativamente más largos que los tramos de ruido. En otras palabras: era como si los sujetos hubieran retrocedido en el tiempo «psicoquinéticamente» y hubieran influido en el proceso de distribución utilizado para elaborar las casetes pregrabadas.


En otra prueba, Schmidt y Schlitz programaron el ordenador para que produjera secuencias de 100 tonos compuestas al azar por cuatro notas diferentes; luego dieron instrucciones a los sujetos de la prueba para que intentaran conseguir por psicoquinesia que aparecieran más notas altas que bajas en las cintas.

 

De nuevo, se descubrió un efecto PK retroactivo. Schmidt y Schlitz averiguaron también que los voluntarios que meditaban con regularidad ejercían un efecto PK mayor que los que no lo hacían, lo que sugiere nuevamente que el contacto con el inconsciente es clave para acceder a la parte de la psique que estructura la realidad.


La idea de que podemos alterar psicoquinéticamente hechos que han ocurrido ya es perturbadora, porque estamos tan profundamente programados para creer que el pasado está fijado como una mariposa tras un cristal, que nos cuesta mucho imaginar lo contrario.

 

Sin embargo, en un universo holográfico, un universo en el que el tiempo es una ilusión y la realidad no es sino una imagen creada por la mente, es una posibilidad a la que acaso tengamos que irnos acostumbrando.

 


Un paseo por el jardín del tiempo
Por fantásticas que sean las dos ideas anteriores, no suponen un cambio demasiado grande en comparación con el último tipo de anomalía temporal que merece nuestra atención.

 

El 10 de agosto de 1901, dos catedráticas de Oxford, Anne Moberly y Eleanor Jourdain, rectora y vicerrectora del St. Hugh's College respectivamente, estaban dando un paseo por el jardín del Petit Trianon de Versalles cuando vieron pasar por el paisaje que tenían delante un efecto deslumbrante, no muy distinto de los efectos especiales de una película cuando cambia de una escena a otra. Una vez que pasó el brillo resplandeciente, se dieron cuenta de que el paisaje había cambiado.

 

De repente, la gente a su alrededor llevaba trajes y pelucas del siglo XVIII y se comportaba con mucha agitación. Como las dos mujeres se quedaron atónitas, se les acercó un hombre repulsivo con la cara picada por la viruela y les instó a cambiar de dirección.

 

Ellas le siguieron hasta que pasaron una fila de árboles y entraron en un jardín en el que oyeron flotar por el aire compases de música y vieron a una dama aristocrática pintando una acuarela.


Finalmente, la visión se desvaneció y el paisaje volvió a su estado normal, pero la transformación había sido tan espectacular que, cuando las mujeres miraron tras ellas, vieron que el camino por el que acababan de andar estaba bloqueado por un viejo muro de piedra.

 

Cuando volvieron a Inglaterra, buscaron informes históricos y llegaron a la conclusión de que habían sido transportadas hacia atrás en el tiempo, hasta el día en que tuvo lugar el saqueo de las Tullerías y la masacre de la Guardia Suiza - lo que explicaba la agitación de la gente del jardín - y que la mujer del jardín no era otra que María Antonieta. La experiencia fue tan vívida, que las mujeres escribieron un texto sobre lo ocurrido tan extenso como un libro y lo presentaron a la British Society for Psychical Research.


Lo que hace que la experiencia de las señoras Moberly y Jourdain sea tan significativa es que no fue simplemente una visión retrocognitiva del pasado, sino que retrocedieron al pasado de verdad, se encontraron con gente y pasearon por el jardín de las Tullerías, tal y como estaba más de cien años antes.

 

Es difícil aceptar que la experiencia fuera real, pero teniendo en cuenta que no les proporcionó ningún beneficio evidente sino que, con toda certeza, puso en riesgo sus reputaciones académicas, a uno le cuesta imaginar por qué motivo inventarían semejante historia.


Y no es la única experiencia acaecida en las Tullerías que ha sido relatada a la British Society for Psychical Research.

 

En mayo de 1955, un abogado de Londres y su esposa se encontraron también con varios personajes dieciochescos muy elegantes en el jardín. Y en otra ocasión, el personal de una embajada cuyas oficinas daban a Versalles, afirmó que había observado que el jardín retrocedía a un período histórico anterior.

 

En Estados Unidos, el parapsicólogo Gardner Murphy, antiguo presidente tanto de la American Psychological Association como de la American Society for Psychical Research, investigó un caso similar de una mujer identificada sólo por el nombre de Buterbaugh que miró por la ventana de su despacho en la Universidad Wesleyan de Nebraska y vio el campus tal y como era cincuenta años antes.

 

Habían desaparecido las calles bulliciosas y la residencia femenina y en su lugar estaba el campo abierto y unos cuantos árboles cuyas hojas se mecían en la brisa de un verano que había pasado hacía mucho tiempo.


¿Es tan delgada la línea que separa el presente y el pasado como para que, en las circunstancias adecuadas, podamos adentrarnos en el pasado con la misma facilidad con que paseamos por un jardín?

 

De momento, simplemente no lo sabemos, pero acontecimientos como ésos tal vez no sean tan imposibles como parecen, en un mundo formado no tanto por objetos sólidos que viajan por el espacio y por el tiempo, como por hologramas fantasmales de energía sostenidos por procesos relacionados, al menos en parte, con la consciencia humana.


Y si esto nos parece perturbador - la idea de que la mente y el cuerpo están mucho menos limitados por restricciones temporales de lo que imaginábamos previamente - deberíamos recordar que la idea de que la Tierra es redonda fue una vez igualmente aterradora para una humanidad que estaba convencida de que era plana.

 

Las pruebas presentadas en este capítulo indican que todavía somos niños en cuanto se refiere a entender la verdadera naturaleza del tiempo.

 

Y como los niños en el umbral de la edad adulta, deberíamos apartar nuestros miedos y aceptar cómo es el mundo en verdad. Porque en un universo holográfico, un universo en el que todas las cosas no son más que centelleos fantasmales de energía, tiene que cambiar algo más que nuestro entendimiento del tiempo.

 

Aún tienen que cruzar nuestro paisaje otros brillos resplandecientes y quedan profundidades aún más hondas que explorar.

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