por John Lash

del Sitio Web MetaHistory
traducción de Adela Kaufmann
Versión original en ingles
 

 

 

Asumiendo la arrogante pose de una deidad solar, Yaldabaoth falsamente se cree a sí mismo ser el único dios en el cosmos entero.

 

Así, para los Gnósticos, la identificación de Yaldabaoth con Jehovah del Antiguo Testamento, una deidad que sufre de este gran complejo de egotismo cósmico, es una inevitable conclusión, prefigurada en el mito de origen Sophiánico.

 

Siendo ciego, el no puede percibir el Pleroma (núcleo galáctico), ni reconoce a Sophia, la corriente cósmica que surgió del núcleo y lo produjo a él en primer lugar.

Él se vuelve caprichoso, inflado de grandiosidad, causado que Sophia siente vergüenza y quiere esconderlo de la vista de los Aeones Plerómicos.

“Ella lo lanzó lejos de su resplandor, para que ninguno entre los inmortales lo pudiera ver… Ella se unió a una nube luminosa con el, y colocó un trono en medio de la nube.”

(Apoc Juan BG 38, 1-10)

La Aeon Sophia es aquella corriente cuyo impacto organiza el dema y produce los Arcontes.

 

Esto sucede porque Ella actúa unilateralmente en su conexión desde el centro galáctico, pero Sophia no causa unilateralmente el nacimiento del Sol. Este es un proceso continuo, ocurriendo en los miembros galácticos, debido a las físicas de la estructura misma de los miembros.

 

En una acción que puede ser comparada a las piedras moledoras de una rueda de molino, la armadura galáctica se agita y refina la materia elemental, constantemente produciendo el nacimiento de estrellas, la promesa de nuevos mundos de experiencia.

La clave para el estatus único de nuestro sistema planetario es la convergencia del impacto de Sophia con la expulsión nebular de una estrella recién nacida. El material de los Arcontes es incorporado a aquel vórtice de material que se forma alrededor de esta estrella, y Sophia misma fija centralmente el Arconte principal (lo “entrona”) en el centro del disco proto-planetario (“nube luminosa”).

Ignorados por Yaldabaoth, los Arcontes ahora proceden a fabricar el sistema planetario de los elementos inorgánicos de los cuales ellos mismos están compuestos. Como no tienen intencionalidad (Anoia) ni capacidad creativa (epinoia) propia, ellos solo pueden hacer esto por imitación.

El Apócrifo de Juan - Apocryphon of John (II, 10, 24-25) describe cómo el Señor Arconte,

“produjo por él mismo mundos cíclicos (cuerpos orbitantes) de la chispa luminosa que todavía brilla en el cielo.”

Así, el atrae hacia la energía del vórtice de la estrella central, el Sol recién nacido, para organizar la materia que se arremolina en el disco proto-planetario.

Sin embargo, Yaldabaoth no origina nada. El solamente puede copiar el modelo del Pleroma sin siquiera saber que lo hace:

Y el fue sorprendido por su propia arrogancia, ya que parecía engendrar material de energía (exousiai, “autoridades”) de su propio poder solitario, pero según los patrones del imperecedero Aeons… Y vino a existencia el stereoma (“firmamento”), correspondiendo a las formaciones cíclicas del Pleroma.

(II, 10, 26-28, and 12, 25)

Las enseñanzas gnósticas constantemente hacen énfasis en que los Arcontes son imitadores que no pueden producir nada original, y sin embargo, arrogantemente afirman que pueden.

 

El Señor Arconte es llamado antimimon pneuma, “espíritu falsificado” (Apoc. Juan III, 36:17. El término ocurre varias veces en diferentes textos.)

 

El cosmos que produce es descrito por el término cóptico, hal, “simulación”. El vasto sistema planetario de los Arcontes es un stereoma, una proyección de realidad virtual en simulación de un patrón dimensional más alto.

Típicamente, la estructura Arcánica del sistema planetario ha sido descrita por “bandas armillarias” que rodean la Tierra. (Ilustración de A. Cellarius, Armonía Macrocósmica, 1660). Tomada por muchos sistemas esotéricos (Hermética y Rosacrucianismo como la imagen preeminente de la armonía cósmica, el modelo de las esferas planetarias refleja una imitación sin inteligencia de diseño divino, no la realidad viva del cosmos.


Yaldabaoth, el supuesto creador todopoderoso Dios, realmente no crea nada; en vez de esto, el copia del “arquetipo” patrones en el Pleroma. El stereoma planetario de su hacer es como una copia plástica de una cáscara de (¿olmo?) abalone. Solamente alguien que no sepa la realidad de la cáscara del olmo, y que milagro viviente de la naturaleza es requerido para producirlo, aceptaría la sustitución plástica.

 

Aquí, de nuevo, aplica el paralelo cósmico-noético: Los Arcontes simulan en el cosmos en grande, y también simulan en la mente humana. Esta es la indicación clave de su efecto, una pista a sus sutiles tácticas de intrusión.

Los principales textos cosmológicos del NHL (Neg Hamadi Library), Sobre el origen del mundo (On the Origin of the World), La Hipóstasis de los Arcontes (The Hypostasis of the Archons), y El Apócrifo de Juan (The Apocryphon of John) son consistentes en describir cómo el sistema solar surge como una simulación inorgánica del patrón de vida de los eternos Aeones. Aquí hay más visión interna hacia “la generación de error”.

Uno podría ser excusado (pero solo un poquito) por confundir plástico con perlas, pero, de hecho sería una imperdonable ignorancia no estar conscientes de que toma un océano entero, y una biósfera simbiótica, viviente, para producir una perla.

 

Sin embargo tal es la ignorancia de los Arcontes que no pueden comprender el milagro viviente del orden divino, enraizado en el Pleroma, aun cuando lo están imitando.

El stereoma de los Arcontes es verdaderamente un logro grandioso, más bien como los palacios venecianos de muchas habitaciones de un señor mafioso afligido con la grandiosidad religiosa y un sentido militarista de la cadena de comandos:

Ahora, el padre principal (el archi generador), el creador principal de los Arcontes, puesto que él ordenó vastos mundos orbitantes, produjo cielos para cada uno de sus retoños… bellas moradas, y en cada cielo, Yaldabaoth produjo gloriosa decoración, siete veces excelente: tronos y mansiones y templos y también carrozas y vírgenes celestiales… consignando a cada una su propio reino como cielo y proveyéndolos con poderosos ejércitos de dioses y comandantes y mensajeros y vigilantes, en incontables miríadas, para que todos sirvan y sean servidos.
Sobre el Origen del Mundo, 19.

Los lectores familiarizados con la psicología arquetípica de C.G. Jung reconocerán en este pasaje todos los elementos del arquetipo común del cielo para las religiones de la corriente principal:

  • mansiones celestiales

  • ejércitos celestiales

  • carrozas en las nubes

  • vírgenes en orden

  • coros de ángeles arreglados con precisión militar

El stereoma está cargado con cursilería religiosa.

Si alguien necesita evidencia de cómo los Arcontes pueden infectar la imaginación humana, aquí está, siete veces excelente.