Juan José Benítez

 


Periodista español dedicado a la ufología, entre cuyos libros se encuentran:

  • OVNIS, Documentos Oficiales del Gobierno Español (1977)

  • 100.000 kilómetros tras los ovnis (1978)

  • Existió Otra Humanidad

  • Los astronautas de Yahvé

  • El OVNI de Belén

  • Caballo de Troya (1984, con sucesivas continuaciones, basado en un supuesto experimento estadounidense de viaje de científicos al tiempo de Jesús, hecho que el autor no deja del todo claro en qué  medida es ficción o realidad)

  • La rebelión de Lucifer (1985), basado en el Libro de Urantia

La rebelión de Lucifer, ofrece una perspectiva del Libro de Urantia en la que, en especial acerca del "Manifiesto de la Libertad", la figura del supuesto ser diabólico es reconsiderada por el autor, en forma en cierto modo reivindicadora. 

 


 




 

La Rebelión de Lucifer

(Pág 100) 

-La primera llegada de seres, llamémosles «celestes», a nuestro mundo se produjo hace 900 millones de años. Formaban un grupo expedicionario y pionero, procedente de Jerusem, planeta-capital de Satania. Su misión era la siguiente: examinar el planeta y presentar un informe sobre las posibilidades de adaptación en el mismo de una «estación experimental de vida». Esa comisión, dicen los documentos, estaba integrada por 24 miembros. Entre ellos, «Portadores de Vida», «Hijos Lanonandeks», «Melchizedeks», «Serafines" y otras personalidades de la vida celeste dedicadas a al organización y administración inicial de los mundos evolucionarios. 


»Y, según la «Quinta Revelación», tras un minucioso examen de IURANCHA, el grupo retornó a Jerusem, presentando al Soberano del sistema un informe favorable y aconsejando inscribir al planeta en el «Registro de Experiencias de la Vida». IURANCHA, a partir de entonces, figuró en esos registros como un mundo «decimal»… 


Sinuhé notó la extrañeza de la hija de la raza azul. 
-Imagino que te preguntarás qué quiere decir «planeta decimal». Parece ser -manifestó el investigador- que, dentro de este «orden administrativo» de los superuniversos, por cada diez mundos o planetas habitables, los llamados «Portadores de Vida» eligen uno en el que la «siembra» de las primeras células vivientes puede ser manipulada, de cara a ensayar ciertas nuevas combinaciones mecánicas, eléctricas, químicas y biológicas destinadas a modificar eventualmente los arquetipos de la vida del universo local previstos para dicho sistema. En los otros nueve planetas, los tipos vivientes son más «normales»… 


Gloria argumentó al instante: 
-Entonces, ¿quiere esto decir que los humanos de la Tierra somos físicamente distintos a los «humanos» de otros mundos habitados? 
-No necesariamente. Esa «manipulación» de la Vida, a la que se refiere la «Quinta Revelación», provoca en los mundos «decimales» como IURANCHA unas combinaciones inéditas que los creadores observan, para beneficiar, si cabe, a los demás mundos de su universo local. Pero la gran «diferencia» no parece residir ahí, sino en la anarquía y en los peligros de rebelión que se derivan casi siempre de estos «ensayos» en los planetas «decimales» y que, según esto, no sucede habitualmente en el resto de los mundos evolucionarios… 
La hija de la raza azul empezaba a comprender el porqué de la agitación, de las tinieblas y de las constantes guerras que han asolado y asolan la Tierra. Y así se lo manifestó a su compañero. 

(Pág. 348) 
-Lucifer -empezó la voz- ha sido y es muy poco conocido en IURANCHA. Entre otras razones, porque , desde un principio, delegó en su primer lugarteniente: Satán. 


»Lucifer era (y es) uno de los más brillantes hijos de la Orden de los Lanonandeks primarios del universo local de Nebadon. Tenía una dilatada experiencia en los asuntos de la administración cósmica, destacándose como un alto consejero de su grupo. Su sabiduría, sagacidad y eficacia fueron siempre reconocidas. Llevaba el número 37 de los de su Orden. Y de él se había dicho: «eres perfecto en todas las vías, desde el momento en que fuiste creado, hasta el momento en que la iniquidad anidó en ti». Muchas veces había ocupado un sitial en el consejo de los Muy Altos de Edencia. Lucifer reinaba sobre la «santa montaña de Dios», el monte administrativo de Jerusem, ya que era el administrador en jefe de un gran sistema, formado por 607 planetas habitados, de los cuales IURANCHA hace el número 606. 


»Antes del estallido de la rebelión propiamente dicha, Lucifer y Satán habían reinado por espacio de 500.000 años terrestres sobre el sistema que tenían encomendado: Satania. Satán, por su parte, formaba parte de ese mismo grupo u Orden de los Lanonandeks primarios, aunque nunca llegó a ejercer las funciones de soberano sistémico. 


»Y es preciso hacer notar que, tanto Lucifer como Caligastía, el príncipe de IURANCHA, mucho antes de la consumación de la revuelta, ya habían sido advertidos por sus superiores celestes de sus respectivas tendencias a la crítica y a un peligroso engreimiento personal. 


»Pero la historia de vuestro mundo transcurrió brillante y esperanzadora hasta que (hace ahora unos 200.000 años) IURANCHA recibió una de las rutinarias visitas de inspección de Satán. Ése fue el histórico momento en que la Tierra, y más exactamente Caligastía, conoció los planes de Lucifer… 
-Quizá fuese necesario -argumentó el miembro de la Escuela de la Sabiduría- conocer primero en qué consistían esos planes… 
-En efecto -proclamó la voz-. Para entender el verdadero alcance de la rebelión, resulta imprescindible exponer primero el llamado Manifiesto de la Libertad, proclamado por Lucifer. 


»No existían condiciones especiales en el sistema de Satania que pudieran favorecer o justificar dicha revuelta. La idea de la sublevación nació en el espíritu de Lucifer. Nadie le instigó ni aconsejó. La voluntad de oponerse a los planes de Micael fue una iniciativa individual, lenta y firmemente madurada durante más de cien años del tiempo estándar. 


»Antes de decidirse a expresar sus pensamientos, Lucifer jamás se había manifestado en contra del sistema administrativo del universo. Su lealtad hacia los jefes supremos era sincera y sus relaciones con el Hijo Creador (Micael), profundas y cordiales. A lo largo de esos cien años, la Unión de los Días de Salvington, capital del universo local de Nebadon, había informado a las jerarquías celestes residentes en Uversa «que no todo se hallaba en paz en la mente de Lucifer». 


»Y poco a poco, el soberano del sistema de Satania comenzó a criticar el plan administrativo de Nebadón. Su primera y abierta insinuación de desobediencia se produjo pocos días antes de la citada proclamación de su Manifiesto de la Libertad, con motivo de la visita de Gabriel, jefe ejecutivo de Micael y supervisor de todos los soberanos sistémicos de Nebadon, a Jerusem. Gabriel quedó impresionado y, convencido del inminente estallido de una rebelión, se trasladó a Edencia, sede de la constelación, donde parlamentó con los Padres de Norladiadek, adoptando ya las primeras medidas perventivas, en caso de sublevación. 


»Y hace 200.000 años, durante el cónclave anual de Satania, en presencia de las multitudes reunidas en Jerusem, Satán (ganado para su causa por Lucifer) dio a conocer la llamada Declaración luciferina de Libertad o Manifiesto de la Libertad, que comprendía los siguientes puntos: 

»Primero: la realidad del Padre Universal. 
»Lucifer pretendía que el Padre Universal no existía y que la gravedad física y la energía espacial eran inherentes al universo. El Padre (decía el Manifiesto) era un mito, inventado por los Hijos del Paraíso para permitirles mantener su poder sobre todos los universos. Negaba también que la personalidad fuera un don del Padre Universal, insinuando que existía un complot con los Hijos del Paraíso para introducir un gigantesco fraude en toda la creación. Esta afirmación se basa en el hecho (según Lucifer) de que no existía una idea clara de la naturaleza y personalidad reales del Padre. La acusación fue categórica. 


»Segundo: el gobierno universal de Micael, el Hijo Creador. 
»Lucifer sostenía en su Manifiesto de la Libertad que los sistemas locales de planetas deberían ser autónomos, protestando contra el derecho de Micael a asumir la soberanía de Nebadon en nombre del hipotético Padre Universal Paradisíaco. Consideró que todo este plan de culto era sólo una estratagema para servir la ambición de los Hijos del Paraíso. Sin embargo, admitió también a Micael (vuestro Jesús de Nazaret) como su Padre-Creador, aunque no como su Dios y legítimo jefe. Atacó violentamente el derecho de los Ancianos de los Días, calificándolos de «potentados extranjeros» y acusándolos de entrometerse en los asuntos propios de los sistemas locales y universales. Los llamó «tiranos y usurpadores», instigando a sus partidarios a considerar que los mencionados Ancianos de los Días nada podían hacer para interferir en el lógico proceso de autonomía de los respectivos sistemas planetarios, siempre y cuando los humanos y los ángeles tuvieran el valor de reafirmar y reclamar sus derechos. Asimismo pretendió impedir a los agentes ejecutivos de los Ancianos de los Días que actuaran en aquellos sistemas locales en los que los mortales pudieran reivindicar su independencia. En cuanto a la inmortalidad, sostenía que era inherente a las personalidades del sistema y que la resurrección era igualmente natural y automática. Ni un solo mortal (aseguró) se verá privado de la vida eterna por el mero capricho de los Ancianos de los Días. 


»Tercero: el ataque al plan de educación de los mortales ascendentes. 
»Lucifer sostenía en este último apartado de su Manifiesto de la Libertad que el tiempo consumido en la instrucción de los mortales o humanos evolucionarios en los principios de la administración universal era excesivo, con un gasto desproporcionado de energía. Calificó estos principios como informales y nefastos. Y protestó igualmente contra el programa que obligaba a preparar a los mortales del espacio durante largas edades, para un destino tan desconocido como ficticio. Señalando a los «finalistas» residentes en Jerusem, anunció que aquéllos no habían encontrado otro destino más glorioso que el de ser devueltos a humildes planetas semejantes al de su origen. Sugirió que habían sido corrompidos por un exceso de disciplina y por un entrenamiento prolongado, acusándolos de traición a sus hermanos, los humanos, por prestarse a cooperar en aquel plan, que seguía manteniendo el mito de los «ascendentes» hacia un Padre inexistente. 


»Por último, desafió y condenó todo el plan de ascensión de los mortales hacia la Isla Eterna del Paraíso. 

-Un momento… 
La voz de Sinuhé vino a silenciar el sorprendente relato. Y en los corazones de la pareja se cruzaron los mismos pensamientos y sentimientos. 


Aquel Manifiesto de la Libertad no guardaba conexión con las pueriles explicaciones ofrecidas a lo largo de los siglos por las diferentes religiones y, muy en especial, por la católica. Teniendo en consideración lo que acababan de oír, el argumento esgrimido por tales iglesias -«Lucifer se rebeló porque quiso ser como Dios»- resultaba absurdo. 


Desde un punto de vista objetivo -suponiendo que toda aquella loca aventura encerrara algo de verdad-, las «nuevas razones» de la famosa rebelión dieron mucho que pensar a los «iuranchianos». Para Sinuhé aquel Manifiesto contenía, cuando menos, aspectos más concretos y hasta «lógicos» que la tradicional justificación católica… 


«El Gran Dios, el Padre Universal -decía el Manifiesto luciferiano-, es un mito. No existe. Nadie ha podido demostrar su existencia real…» 


La afirmación del soberano del sistema de Satania fue y sigue siendo blasfema, por lo menos para los que creen en esa Fuerza o Energía Suprema. Pero, ¿y para un ateo? Si se considera el planteamiento de Lucifer desde un ángulo racional y científico, ¿quién ha logrado demostrar la existencia del Padre? Uno de los argumentos que servía de apoyo a esta insólita postura hablaba de los «finalistas»: esas miríadas de seres evolucionarios que, según los planes cósmicos, van ascendiendo, como nosotros, hacia la Isla Eterna del Paraíso y que, lógicamente, deberían saber cómo es el Padre. Sin embargo -según Lucifer-, jamás hablaron de Él. Este silencio de los «finalistas» fue igualmente utilizado por el rebelde para marcar a dichos mortales «ascendentes» y «finalistas» como «traidores a sus propios hermanos», siguiendo así el juego de las personalidades del Paraíso. 


Por supuesto, partiendo de ese principio básico -«la no existencia de Dios»-, el resto fue fácil para Lucifer. ¿Qué sentido tenía entonces que Micael declarara su soberanía sobre el universo local de Nebadon, «en nombre de un Padre Universal hipotético»? Y de esta forma, al reclamar la autonomía y el autogobierno para su sistema de 619 planetas habitados y para el resto de los sistemas planetarios, Lucifer se convertía -hace 200.000 años- en el primer «separatista» y «nacionalista» de la Historia, según la concepción humana de tales conceptos… 


Nietihw y Sinuhé empezaban a intuir por qué la rebelión logró arrastrar a tantos miles de millones de criaturas… Por supuesto, sin entrar a enjuiciar la bondad o perversidad del soberano sistémico, lo que aparecía nítido es que Lucifer jamás pretendió ser como Dios. Entre otras razones -según el propio Manifiesto de la Libertad-, porque Dios no existiría para él. 


Aceptando por un momento que tales argumentos fueran ciertos, el entusiasmo y fidelidad que demostraron sus seguidores a partir de aquel cónclave en Jerusem se hallaban más que justificados… 
Pero Sinuhé deseaba conocer otros aspectos de la revuelta. ¿Se produjo en verdad la mítica batalla en los cielos? ¿Quiénes la protagonizaron? ¿Fracasó Lucifer? ¿Qué suerte corrió nuestro planeta? 
 

Y con sus manos extendidas sobre la transparente esfera formuló una nueva pregunta.

 

-Háblanos del estallido de la rebelión. 


-Tras la lectura y proclamación del Manifiesto de la Libertad -prosiguió la voz de los archivos de IURANCHA-, Satán se dirigió a las atónitas multitudes congregadas en Jerusem, la capital del sistema de Satania, manifestando que podía adorarse a las fuerzas universales, físicas, intelectuales y espirituales, pero que solamente se debía obediencia a Lucifer, el jefe actual y real, «amigo de los humanos y de los ángeles» y «Dios de la Libertad». Así fue calificado por su lugarteniente. Y estos fueron los gritos de guerra de los rebeldes. 


»Lucifer, a partir de ese momento, pregonó incansablemente la «igualdad de pensamiento» y la «fraternidad de la inteligencia», sosteniendo que la administración y el gobierno tenían que limitarse a cada planeta y, en todo caso, a la confederación voluntaria de los mundos en sistemas locales. Cualquier otro tipo de supervisión celeste fue rechazada. 


»Prometió a los príncipes planetarios de Satania que gobernarían sus respectivos mundos como supremos administradores. Rechazó a Edencia (sede de la constelación a la que pertenece Satania) como emplazamiento de las actividades legislativas, y a la capital del universo local de Nebadon, Salvington, como centro director de los asuntos judiciales. «Todas estas funciones -declaró Lucifer- deben concentrarse en los mundos-capitales de los sistemas.» Y él mismo inició la constitución de su propia asamblea legislativa, organizando los tribunales bajo la presencia de Satán. Y ordenó a los príncipes leales a su causa que hicieran lo mismo en sus planetas. Todo el gabinete administrativo de Lucifer se pasó en bloque a su campo y sus miembros fueron juramentados públicamente como agentes de la administración del nuevo jefe de «los mundos liberados». 


 


Caballo de Troya 6
Hermón

Conversación entre Jasón, Eliseo y Jesús de Nazaret
(Pag. 394) 


-… Si no he comprendido mal, tú, Señor, no estás aquí para redimir a nadie… 
Sencillamente, negó con la cabeza. Y afirmó: 
-En su momento lo escuchaste del propio Hijo glorificado: el Padre no es un juez. El Padre no lleva esa clase de cuentas. ¿Por qué exigir responsabilidades a unas criaturas que no tienen culpa? Cada uno responde a sus propios errores… 


Eliseo se mostró de acuerdo. 
-Eso sí tiene sentido. 


Y Jesús, señalándonos entonces con el dedo, remachó: 
-Estad, pues, atentos y cumplid vuestra misión: debéis ser fieles mensajeros de cuanto digo. Que el mundo, vuestro mundo, no se confunda. 
Mensaje recibido. 
-Conocer de cerca a tus criaturas. Vivir y experimentar en la carne. Pero, Maestro, ¿qué puedes aprender de nosotros? 


Mi compañero, perplejo, siguió preguntando y preguntándose. 
-… ¿Qué hay de bueno en unos seres tan mezquinos, brutales, necios, primitivos…? 
El Galileo le interrumpió. 
-¡Dios! 
-¿Dios? 
-Así es -explicó Jesús acariciando cada palabra-. Ésa es otra de las razones, la gran razón, por la que he descendido hasta vosotros. Revelar a Ab-bã. Recordar a éstas y a todas las criaturas de mi reino, que el Padre reside, per-so-nal-men-te, en cada espíritu. 


Eliseo, en esos momentos, no se percató de la importancia de la revolucionaria afirmación del Galileo. Y se desvió: 
-¿Otras criaturas? 
Jesús, comprendiendo, se resignó. Sonrió con benevolencia y asintió de nuevo con la cabeza en un significativo silencio. 
-Pero, ¿cómo otras criaturas? ¿Dónde? 
-Querido e impulsivo niño… Acabo de decírtelo: estás en los comienzos de una venturosa carrera hacia el Padre. Algún día lo verás con tus propios ojos. La creación es vida. No reduzcas al Padre a las cortas fronteras de tu percepción. Y te diré más: la generosidad de Ab-bã es tan inconmensurable que nunca, ¡nunca!, alcanzarás a conocer sus límites. 
-¿Estás diciendo -manifestó el ingeniero con incredulidad- que ahí fuera hay vida inteligente? 
-Mírame… ¿Me consideras inteligente? 


Eliseo, aturdido, balbuceó un "sí". 
-Pues yo, hijo mío, procedo de "ahí fuera", como tú dices… 


Eliseo, descolocado, cayó en un profundo mutismo. Él, como yo, amaba a Jesús de Nazaret. Habíamos visto lo suficiente como para no poner en duda sus palabras. El tiempo, por supuesto, seguiría ratificando este convencimiento. 


Aproveché el silencio de mi compañero y me centré en otra de las insinuaciones del Maestro. 
-Tu reino… ¿Dónde está? ¿En qué consiste? 
Jesús extendió los brazos. Abrió las palmas de las manos y me miró feliz. 
-Aquí mismo… 
-¿El universo es tu reino? 
-No, querido Jasón -matizó con aquella infinita paciencia-, los universos tienen sus propios creadores. El mío es uno de ellos… 
-Eso tiene gracia -reaccionó el ingeniero-. Tú, Señor, no eres el único Dios… 
-Te lo repito una vez más: la pequeña llama de tu entendimiento acaba de ser encendida. No pretendas iluminar con ella la totalidad de lo creado. Date tiempo, querido ángel… 


Pero Eliseo, de ideas fijas, comentó casi para sí: 
-¡Muchos Dioses!… Y tú, ¿eres grande o pequeñito? 
El Maestro y yo cruzamos una mirada. Y, sin poder remediarlo, terminamos riendo. 
-En los reinos de mi Padre, querido "pinche", no hay grandes ni pequeñitos… El amor no distingue. No mide. 
-Señor, hay algo que no sé… 
-¡Por fin! -me interrumpió socarrón-. ¡Por fin alguien reconoce que no sabe! 


-… Esas criaturas, las que dicen que también forman tu reino, ¿son como nosotros? ¿Necesitan igualmente que les recuerdes quién es el Padre?
-Toda la creación vive para alcanzar y conocer a Ab-bã. Ésa es la única, la sublime, la gran meta… Algunos, como vosotros, están aún en el principio del principio. Ellos, no lo dudéis, están pendientes de este pequeño y perdido mundo. Lo que aquí está a punto de suceder los llenará de orgullo y de esperanza… 
Extrañas y misteriosas palabras. 


-¿Y por qué nosotros? -atacó de nuevo el incansable ingeniero-. ¿Por qué has elegido este remoto planeta? 
-Eso obedece a los designios del Padre…, y a los míos, como Creador. En su momento te hablaré de las desdichas de este agitado y confundido mundo. Nada, en la creación, es fruto del azar o de la improvisación… 

 

 

YAVÉ
(Pag. 293) 


Para comprender medianamente lo que representaba el kan del esenio era necesario regresar a un viejo y ya comentado concepto judío: pecado = castigo divino = enfermedad


En el fondo -fui explicando a mi compañero- era tan simple como dramático. Yavé era la clave. No exageraba. El Dios del Sinaí, en buena medida, era el responsable de tanta miseria, marginación y error. Naturalmente, con el paso de los siglos, "otros" contribuyeron también a endurecer la ya lamentable situación. 
 

Éste fue el arranque de la esclarecedora conversación que sostuvimos mientras ganábamos terreno. 
-¿Yavé?… ¿Y por qué Yavé? Se supone que es Dios… 
-Sí -argumenté-, un Dios extraño. Negativo. 


Y me centré en los hechos. 
-Recuerda algunos pasajes del Pentateuco. ¿Qué dice el Levítico? 
»«… Pero, si no me escuchareis, ni cumpliereis todos mis mandamientos, si despreciareis mis leyes y no hiciereis caso de mis juicios, dejando de hacer lo que tengo establecido, e invalidando mi pacto, ved aquí la manera con que yo también me portaré con vosotros: Os castigaré prontamente con hambre, y con un ardor que os abrasará los ojos, y os consumirá vuestras vidas…» (Levítico XXVI, 14-16).


Eliseo guardó silencio. Extraño Dios, sí… 
-… ¿Y qué sucedió cuando Aarón y María murmuraron contra Moisés por haber tomado por esposa a una kusita [etíope]? La cólera de Yavé se encendió contra ellos y María terminó leprosa, "blanca como la nieve". Aarón lo tuvo claro. Aquel ataque de zarâ´at (¿lepra?) era cosa de Dios. Y pidió a su hermano Moisés que intercediera (Números 12, 1-15). 
»En el Deuteronomio (28, 21-27) -continué- Yavé insiste: «Si no escuchas la voz del Señor…, entonces, el Señor traerá sobre ti mortandad… Te herirá de tisis y fiebre…, y con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón…» 
»Y más adelante (Deuteronomio 32-39), el despiadado Dios (?) aclara: «Yo he herido y yo sano… Si obras con rectitud, ninguna de estas enfermedades caerá sobre ti.» 
-Menos mal… -murmuró mi compañero, perplejo-. El Deuteronomio, como sabes, está plagado de avisos similares. 
»«… Yavé te castigará con la locura, con la ceguera y con el frenesí, de suerte que andarás a tientas en medio del día, como suele andar un ciego rodeado de tinieblas… Te herirá el Señor con úlceras malignísimas en las rodillas y en las pantorrillas, y de un mal incurable desde la planta del pie hasta la coronilla… el Señor acrecentará tus plagas y las de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, enfermedades malignas e incurables; y arrojará sobre ti todas las plagas de Egipto, que tanto te horrorizaron, las cuales se apegarán a ti estrechamente. Además de esto enviará el Señor sobre ti todas las dolencias y llagas, que no están escritas en el libro de esta Ley, hasta aniquilarte.» 


Guardamos silencio. Y creo que pensamientos y corazones volaron al unísono hasta el Hermón.


¡Qué hermosa y difícil «revolución» la de aquel Hombre! ¡Qué distintos el Yavé de los judíos y el Ab-bá de Jesús de Nazaret! 


Y continuamos… 
-Está claro -sentencié-. La salud ha sido, y sigue siendo, un patrimonio exclusivo de Yavé. La Biblia lo repite hasta la saciedad: «Yavé curó a Abimélej» (Génesis 20, 17). «Yo soy Yavé, tu sanador» (Éxodo 15, 26). «¡Ruegote, oh Dios, que los sanes ahora!» (Números 12, 13). Y así podríamos seguir hasta el infinito… 
»De hecho, como también sabes, los judíos no aceptan el título de médico. Sólo Dios es rofé. Ellos se contentan con una designación que no ofenda a ese «Señor». Se autoproclaman «auxiliares» o «sanadores». Assi, cuando lo conozcas, es uno de ellos. Los otros médicos, los gentiles, son despreciables usurpadores. Habrás notado que, en muchas ocasiones, me miran con repugnancia… 
»En resumen, de acuerdo a lo promulgado por Yavé, la enfermedad es un castigo divino, consecuencia, ¡siempre!, de los pecados humanos. Si un judío se equivoca, si infringe la Ley, ese Dios vigilante y vengativo no perdona… 
-¡Dios mío! -se lamentó Eliseo con razón-. ¿Y qué sucede con las enfermedades genéticas? ¿Qué pecado puede haber cometido el oligofrénico que acabamos de ver? 
-Todo está previsto y contemplado en esa retorcida y sibilina Ley, querido amigo. Todo… 
»Evidentemente, es muy difícil culpar de pecado a alguien que haya nacido con ese o con cualquier otro defecto. No importa. Los intérpretes de la Ley invocan entonces la culpabilidad de los padres. Y si éstos son sanos, retroceden en los ancestros… 
»Alguien, en definitiva, cometió un error. Y Dios, implacable, hiere y humilla. 
-No, eso no es un Dios… 


Sonreí para mis adentros. Eliseo, efectivamente, estaba poniendo el dedo en la yaga. Estaba aproximándose a otro de los «frentes de batalla» que debería sostener el Hijo del Hombre. Un «frente» que multiplicaría el número de enemigos y que contribuiría decisivamente a su arresto y ejecución. No conviene olvidarlo. 


-En otras palabras -maticé-: la salud, para este pueblo, depende directa y proporcionalmente del cumplimiento de la Ley. El problema, el gran problema, es que esa Ley es una diabólica tela de araña, imposible de memorizar. En consecuencia, según los rigoristas, siempre hay algo que se incumple. Esta demencial situación, como comprobarás en su momento, provoca dos realidades, a cual más absurda. Un hombre sano, para los judíos, es alguien puro, fiel cumplidor de los preceptos divinos. Esta suposición, en medio de ocasiones, arrastra a rabinos, doctores de la Ley y demás castas principales a una presunción y engreimiento más que notables. Ahí tienes, sin ir más lejos, a los llamados «santos y separados», los fariseos… Dios, sencillamente, está con ellos. 


»Con los enfermos, lisiados o locos, en cambio, ocurre lo contrario. Sus males son la demostración palpable de que Yavé los ha abandonado. Y así seguirán hasta que no reconozcan sus faltas y se purifiquen. 
-Absurdo… 
-Sí, pero real. Y el concepto en cuestión, querido Eliseo, se haya tan arraigado en sus corazones que muy pocas de las enfermedades psiquiátricas o mentales disfrutan de nombre propio (1). Para el judío, sobre todo para el extremista, la demencia no es una patología. Esa idea es extraña. No la concibe. 
-Entonces… 
-Con los desequilibrados, el problema empeora. No solamente son pecadores. Para colmo de desgracias, Yavé los castiga enviándoles un espíritu maligno, un ruah. Los locos, sencillamente, son poseídos. Es decir, doblemente infortunados. Por eso encienden una lámpara durante el sábado: para que los ruah no se acerquen. Opinan que estos demonios son invisibles y que están en todas partes, siempre al servicio de Yavé. Algunos, incluso, aseguran haber visto sus huellas, similares a las de gallos gigantes… 
-Entiendo. Según esto, el negro encadenado en el kan de Assi es un poseso… 
-El negro, los epilépticos, los autistas, los esquizofrénicos y, prácticamente, todos los que padecen trastornos mentales, de lenguaje, de audición, etc. 
»Estos pobres infelices, además, como habrás intuido, no tienen derechos. Son impuros y contaminan, incluso, «a distancia». 
-¿A distancia? 
-Yavé lo dejó claro en el Levítico (5, 3): «Si alguno, sin darse cuenta, toca a una persona impura, manchada con cualquier clase de impureza, cuando se entere se hace culpable». 


Mi hermano rompió a reír. 
-¡Dios!… ¡Vaya Dios! 
-Y no queda ahí la cosa. Para Yavé (Levítico 21, 17-22), cualquier impedido o inválido está desautorizado para hacerse sacerdote. Escucha lo que dice ese «Dios»: «Ninguno de tus descendientes en cualquiera de sus generaciones que tenga un defecto corporal podrá acercarse a ofrecer la comida de su Dios: sea ciego, cojo, con una pierna o un brazo fracturados, jorobado, raquítico, enfermo de los ojos, con sarna o tiña, o eunuco. Nadie con alguno de estos defectos puede ofrecer la comida de su Dios. Ninguno de los descendientes del sacerdote Aarón que tenga un defecto corporal se acercará a ofrecer la oblación en honor de Yavé. Tiene un defecto corporal: no puede acercarse a ofrecer la comida de su Dios.» 


-¡Dios!… ¡Qué Dios!… 
-Sí -comenté con desaliento-, en nuestro tiempo, Yavé sería calificado de «nazi»… 
»Hasta el rey David se vio contagiado por la intransigencia de ese «Dios» brutal y selectivo. Así lo confirma el segundo libro de Samuel (5, 8): «Y dijo David aquel día: "Todo el que quiera atacar a los jebuseos que suba por el canal…, en cuanto a los ciegos y a los cojos, David los aborrece."» Por eso se dice: «Ni cojo ni ciego entrarán en la Casa (Templo).» 


»Más aún: según la tradición, estos desheredados de la fortuna no tienen derecho a participar en los rituales de las grandes fiestas, en las ofrendas e, incluso, en determinados matrimonios. 
»Tres veces al año, como sabes, los israelitas varones deben peregrinar al Templo y ofrecer varios sacrificios a Yavé (2). Pues bien, esto no cuenta para los niños, hermafroditas, mujeres, esclavos, sordomudos, imbéciles, individuos de sexo incierto, enfermos, ciegos, ancianos y, en suma, para todos aquellos que no estén capacitados para llegar a pie. 


-¿Individuos de sexo incierto?
-Si, aquellos cuyos órganos genitales aparecen ocultos o no desarrollados. 
-Entonces, Sitio… 
-Si fuera judío, tampoco podría presentarse en el Templo. Entraría en la difusa categoría de los hermafroditas. Es decir, los que reúnen los dos sexos. 
-¿Y qué entienden por «imbéciles»? 
-No lo que tú crees… No se trata de gente con escasa inteligencia, sino de personas como las que has visto en el kan: deficientes mentales y desequilibrados. 


-¿Sordomudos?… ¿Por qué Yavé les prohíbe acercarse al Templo? 
-En este caso, en honor a la verdad, la culpa no es de Yavé, sino de los retorcidos intérpretes de sus palabras. Todo procede de un texto del Deuteronomio (31, 10-14). Escucha y deduce: 
»«… Y Moisés les dio esta orden: "Cada siete años, tiempo fijado para el año de la Remisión, en la fiesta de las Tiendas (Tabernáculos), cuando todo Israel acuda, para ver el rostro de Yavé tu Dios, al lugar elegido por él, leerás esta Ley a oídos de todo Israel. Congrega al pueblo, hombres, mujeres y niños, y al forastero que vive en tus ciudades, para que oigan, aprendan a temer a Yavé nuestro Dios, y cuiden de poner en práctica todas las palabras de esta Ley. Y sus hijos, que todavía no la conocen, la oirán y aprenderán a temer a Yavé vuestro Dios todos los días que viváis en el suelo que vais a tomar en posesión al pasar el Jordán." » 
-Increíble… 


-Sí, esas expresiones: «Leerás esta Ley a oídos de…», «para que oigan» y «la oirán», han dejado fuera a los sordos. Para los doctores de la Ley, y demás rigoristas, está claro que, al no poder escuchar, no tienen derecho. 
»Y otro tanto sucede con la ofrenda y el famoso diezmo. Ninguno de los infelices del kan de Assi está autorizado a dichas prácticas. A ésos, además, se unen los mudos, ciegos, borrachos, desnudos y, asómbrate, los que han tenido una polución nocturna, emisión involuntaria de semen durante el sueño (3). 


-Pero… 
-Así lo dice Yavé en el Levítico (15, 16-17): «El hombre que tenga derrame seminal lavará con agua todo su cuerpo y quedará impuro hasta la tarde. Toda ropa y todo cuero sobre los cuales se haya derramado el semen serán lavados con agua y quedarán impuros hasta la tarde.» 


-¿Y qué mal hacen un ciego o un borracho? ¿Por qué no pueden presentar el diezmo? 
-La decisión, una vez más, fue tomada por los «sabios» de Israel. Basándose en Números (18, 29), donde Yavé fija la obligación del diezmo, estos «intérpretes» dedujeron que ciegos y borrachos no están capacitados para «ver» y seleccionar «lo mejor de lo mejor», tal y como ordena su Dios. 
Mi hermano, desconcertado, hizo entonces un comentario. Un acertado comentario… 
-Empiezo a entender a qué clase de pueblo tuvo que enfrentarse el Maestro… 
-Apenas has visto nada, querido amigo. Nada… 


-¿Y qué sucede con los matrimonios? 
-Ésa es otra larga y prolija historia. Poco a poco irás descubriéndola. Te podré un ejemplo. En la extensa normativa dedicada a las cuñadas (yemabot) se especifica que si un hombre se casa con una mujer sana y, al cabo de un tiempo, se vuelve sordomuda, el marido está legitimado para repudiarla. 
-¿Y si ocurre lo contrario? 
-Eso, que yo sepa, no lo contempla la Ley. 
-Machistas, cretinos e ignorantes… 
-Querido Eliseo -puntualicé-, en el fondo no son culpables. Simplemente, han heredado una situación creada por Yavé. Además, no olvides que el concepto «pecado = castigo divino = enfermedad» ha terminado convirtiéndose en un excelente negocio… 


Y procuré resumir. 
-Tal y como señala la Ley, la curación está en manos de los sacerdotes. Yavé sana a través de ellos. Yavé perdona los pecados por mediación de esas castas. ¿Qué significa esto? Beneficios. 
Eliseo sonrió malicioso. 
-Entiendo… 
-Cada vez que alguien se cura, o considera que ha pecado, está obligado a pagar en dinero o en especie. ¿Imaginas lo que esto supone para las arcas del Templo y para los bolsillos de los astutos representantes de Yavé? 


Y le proporcioné un simple y elocuente ejemplo. 
-Según la Ley, el número de preceptos negativos que «Dios» encomendó a Israel asciende a trescientos sesenta y cinco. ¿Quién es capaz de controlar semejante pesadilla? ¿Quién puede recordarlos en su totalidad? Los «pecados», por tanto, están en todas partes y se cometen, según Yavé, por los asuntos más nimios e inconcebibles. 


Tiré de la memoria y recordé algunos… 

-«El judío no debe vestir con tejidos donde la lana y el algodón aparezcan mezclados.» Eso, para Yavé, es «pecado»… 
»«El judío no debe dañar su barba» (!). 
»«El judío no debe apiadarse de los idólatras.» 
»«El judío no debe volver a morar en Egipto.» 
»«El judío no debe permitir que se le echen a perder los frutales.» 
»«El judío no debe consentir que la noche sorprenda al ahorcado.» 
»«El judío no debe dejar que el inmundo se acerque al Templo.» 
»«El judío no debe comer espigas ni trigo tostado.» 
»«El judío no debe arar con buey y asno juntos.» 
»«El judío no debe chismorrear…» 

-Todo un negocio, sí… 
-Una «sociedad limitada», «Yavé y compañía», que, como comprenderás, no vio con buenos ojos la «competencia» del Galileo… 


Y procedí a sintetizar otro capítulo clave en la vida pública del Maestro. 
-Espero que lo veamos con nuestros propios ojos, pero lo adelantaré. Cuando Jesús inicie las espectaculares curaciones masivas, ¿cómo crees que reaccionarán esos «legítimos y autorizados sanadores oficiales»? 
-Nunca reparé en ello… 
-Se revolverán como víboras. Como te dije, sólo ellos tienen capacidad para sanar. Sólo ellos disfrutan de las prerrogativas de perdonar los pecados. Así lo dice Yavé. 
-Y aparece Jesús y rompe con lo establecido… 
-Más que romper, desintegra. No olvides que el Galileo no es sacerdote. Legalmente no tiene derecho. Y, sin embargo, devuelve la salud y, lo más importante e insufrible para esas castas, ¡perdona las culpas! La perplejidad, indignación y odio de los «santos y separados» no conocerá límites. 
»El Maestro, al inmiscuirse en el «territorio» de los sacerdotes, violará la normativa y, de paso, hará peligrar el saneado «negocio» del Templo. 
-Conclusión… 
-La ya sabida: muerte al impostor. Pero observa algo interesante. Los dirigentes judíos caerán en su propia trampa. Si Yavé es el único rofé, el único «médico» y «sanador», y el único con potestad para redimir al hombre de sus pecados, ¿quién es este humilde carpintero de Nazaret que hace lo mismo?. Si aceptaban sus prodigios tenían que admitir igualmente que Jesús se hallaba capacitado para perdonar los pecados. En otras palabras: el Hijo del Hombre era de origen divino. 
-O lo que es lo mismo: Yavé y tradición…, pulverizados. 
-Afirmativo. 

(Página 306) 
Si Yavé no era el justiciero administrador de las enfermedades, y si todo dependía de «átomo» o «desajustes orgánicos», ¿qué hacían con las categóricas afirmaciones contenidas en la Biblia? 
El «negocio» de los sacerdotes, además, según las hipótesis griegas, era fraudulento. 
Y rabinos y doctores de la Ley se rasgaron las vestiduras. 
¿Desplazar a Yavé en beneficio del raciocinio? 
Ni pensarlo… 
¿Renunciar a la prestigiosa prerrogativa de perdonar las culpas a los míseros mortales? 
Nada de eso… 
Y la saludable filosofía griega fue condenada por sacrílega…, e inoportuna. 
«Yavé y cía.» era intocable. Y continuó alimentándose de citas bíblicas, conjuros, posesiones demoníacas y con el fructífero monopolio de la curación «previo pago». 
Un «monopolio» que sería duramente cuestionado por un nuevo y magnífico «Yavé»: el Hijo del Hombre. 

(Pág. 426) 
Él, aunque ahora no podáis comprenderlo, os necesita. Él será Él cuando toda su creación sea Él. 

(Pág 427) 
-No he venido a imponer. Sólo a revelar. A recordar cuál es el verdadero rostro de Dios y cuál la auténtica condición humana. Mi mensaje es claro y fácil de entender: Ab-bã es un Padre entrañable, amoroso, que no precisa de leyes escritas, ni tampoco de prohibiciones. El que lo descubre sabe qué hacer… Sabe que todo consiste en amar y servir, empezando por el prójimo. 

(Pág 429) 
-Pero Yavé no es Ab-bã. Yavé castiga, persigue…
-Os lo repito. Dejad que se cumplan los planes del Padre. Tienes razón, mi querido «pinche». Yavé no es Ab-bã, pero ha cumplido con lo dispuesto: el hombre respeta la Ley. Ahora es el turno de la revelación. Por encima de la Ley está siempre la verdad. Y la verdad es sólo una: sois hijos de un Dios-Amor.