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por Lautaro Rivara
18 Diciembre 2025
del Sitio Web
TodosLosPuentes

Con
la nueva estrategia de "seguridad nacional",
la
militarización del Gran Caribe
y el
bloqueo marítimo decretado contra Venezuela,
el imperio
estadounidense termina de mostrar
todas sus cartas...
Es preciso comenzar con una autocrítica.
Quien escribe estas líneas pensó, erradamente,
que la nueva estrategia imperial de los Estados Unidos (codificada,
entre otras intervenciones y documentos, en la reciente estrategia
de "seguridad nacional") retrogradaba la política exterior del gran
hegemón hacia comienzos del siglo XX, a las presidencias de
Theodore Roosevelt, William Taft y Woodrow Wilson,
a los tiempos del "gran garrote", claro que bajo una fase del
capital y un momento geopolítico completamente distintos.
Pero los últimos acontecimientos,
el secuestro y robo de un carguero iraní que
transportaba crudo venezolano y el bloqueo marítimo decretado
contra Venezuela,
...parecen indicar que la regresión es aún más
profunda, con el retorno a tácticas de intervención y métodos de
presión más propios del siglo XIX, cuando corrían los tiempos de,
la teología colonial del "destino manifiesto" y
la diplomacia
se ejercía a través de las cañoneras,
...cuando eran moneda
corriente las patentes de corso, los actos de piratería a lo
William Walker y los bloqueos navales.
Así, por citar los casos más emblemáticos,
-
en 1825 la Monarquía francesa restaurada
impuso a la joven Revolución Haitiana la obligación ridícula
de pagar una multimillonaria deuda por la independencia
obtenida por los antiguos esclavos en el terreno militar
-
en 1838 una escuadra anglo-francesa
buscaba asegurar la "libre navegabilidad de los ríos" e
imponía a la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas
el cierre de la arteria fluvial del Río de la Plata
-
en 1866 el puerto chileno de Valparaíso
era bombardeado bajo las órdenes del Almirante español Casto
Méndez Núñez
La propia Venezuela sufrió un bloqueo naval, si
bien un poco más tarde, en el bienio 1902-1903, a través de la
acción conjunta del Imperio Británico, el Imperio Alemán
y el Reino de Italia, que buscaban forzar así el pago de los
adeudos contraídos por el país sudamericano, y que redundó en el
hundimiento de algunos barcos e incluso el bombardeo de puertos.
Estos hechos, que generaron una enorme ola de indignación en toda la
región, motivarían la formulación del Canciller
Luis María Drago
de la conocida
doctrina homónima, que establecía la
prohibición de utilizar la fuerza por parte de las potencias
acreedoras, privilegiaba la solución pacífica de controversias y
ratificaba los principios de soberanía e igualdad jurídica.
Ya desde el siglo XIX y a través de las formulaciones del gran
estratega e historiador
Alfred Mahan, el poder naval ha sido
la clave del predominio militar estadounidense, primero en el
hemisferio, y luego a nivel planetario, así como la palanca de sus
últimas intervenciones militares directas en la región:
Las últimas tres, no casualmente, sucedidas en el
Gran Caribe.
Así como la historia del hombre resume la historia del mono, los
últimos actos de la geopolítica norteamericana parecen sintetizar
toda su historia imperial desde su consolidación como potencia
hemisférica entre el fin de la Guerra de Secesión en 1865 y la
intervención/anexión de Puerto Rico, Cuba, Hawái, las Filipinas y
Guam en 1898.
Por eso es que hoy podemos encontrar narrativas y estrategias
propias,
-
de mediados del siglo XIX (la piratería y
el bloqueo naval)
-
de comienzos del siglo XX (las
intervenciones militares directas o la amenaza de
consumarlas)
-
de los tiempos del Plan Cóndor (la
contrainsurgencia, el anticomunismo y la promoción de golpes
de Estado)
-
también otras de manufactura
contemporánea (el estímulo al paramilitarismo y el crimen
organizado, las mal llamadas "sanciones" o la retórica
antiterrorista y anti-narcotráfico)
Con estos antecedentes en mente, es interesante
regresar a la estrategia de seguridad nacional recién publicada, que
llama "corolario Trump" a lo que en rigor es la mismísima
enunciación de la
Doctrina Monroe-Adams original, junto a la
reafirmación del viejo "corolario Roosevelt" de 1904.
Así como gusta de capitalizar procesos de paz que no encabezó en
conflictos que nunca terminaron, el mandatario estadounidense parece
intentar apropiarse de una porción nada despreciable de los méritos
de sus antecesores coloniales.
En síntesis,
el documento planteaba la cooperación forzosa de los
países subalternos y establecía un "área de exclusión" hemisférica
respecto a la presencia y competencia de otras potencias globales
(sobre todo
China y
Rusia), sobre todo en lo que hace a "activos
clave", cadenas de suministro críticas y ubicaciones
geoestratégicas.
Es decir que, en pocas palabras,
la 'estrategia de seguridad' renueva
los votos del derecho de intervención, le otorga una justificación
geopolítica y económica al intervencionismo y reserva a Estados
Unidos el viejo rol de gendarme internacional.
Nada nuevo en el
horizonte hasta aquí.
Pero conviene prestar mucha atención a la publicación de
Donald
Trump en su red Truth Social el día martes, porque ésta
si introduce un giro tan novedoso como potencialmente catastrófico.
Aquel breve posteo es el posicionamiento - con lejos
- más peligroso
de lo que va de las dos administraciones del magnate neoyorquino y
expresa por sí misma un cambio de paradigma.
Hasta aquí, la justificación intervencionista - al menos en su faz
militar - se fundaba principalmente en,
el combate a los carteles de
la droga, las economías ilícitas en general y las "organizaciones
terroristas trasnacionales" (una amalgama confusa entre la "guerra
contra las drogas" de Richard Nixon y la "guerra contra el
terror" de
George W. Bush).
Aun cuando esta remanida definición se aplicara a un gobierno y a
una formación estatal completa como la Venezolana bajo la
imaginativa definición del improbable "Cartel de los Soles" o a
través de la insostenible y contradictoria figura del "narco-terrorista",
digamos que hasta aquí la intervención imperial aparentemente
"legítima" (aunque ilegal y extraterritorial según todos los
estándares del derecho internacional y del derecho internacional
humanitario) tenía aún un límite verificable.
De hecho, el debate público en Estados Unidos versa hoy sobre,
la
legalidad o ilegalidad de los asesinatos extra-judiciales en el Mar
Caribe en un conflicto que no fue declarado ni aprobado por el
Congreso.
Nadie o casi nadie en el establishment pone en cuestión la
legitimidad y la necesidad de operar de forma extraterritorial para
combatir al narcotráfico y el terrorismo (algo que Estados Unidos
siempre hizo a través de la DEA y sus gobiernos vasallos, como
sucedió durante décadas en Colombia o México con resultados
particularmente funestos).
Pero la última intervención de Trump acaba de abrir otra caja de
Pandora, escribiendo ahora sí, un nuevo y original corolario a la
Doctrina Monroe-Adams.
El posteo decreta un bloqueo militar naval, de
carácter ilegal, al principal rubro económico de un país soberano,
que no sólo afectará de manera crítica a Venezuela (cuyo ingreso de
divisas depende en más de un 80 por ciento de la exportación de
petróleo y derivados) sino a los países que compran este recurso.
Lo vimos ya con el secuestro y robo del carguero iraní, y veremos en
lo sucesivo si Trump, Marco Rubio y Pete Hegseth
se atreven a hacer lo propio con embarcaciones chinas (o incluso
indias, españolas o rusas), considerando que el gigante asiático es
hoy el principal importador de crudo venezolano, luego de haber
absorbido buena parte de la cuota de mercado que Estados Unidos
cercenó en virtud de su política de guerra económica.
Lo más grave, insistimos, es que Trump y el Departamento de Estado
consideran oficialmente como propios y "robados" los recursos
petroleros de Venezuela, quizás en virtud de que el país rescindió
hace medio siglo las concesiones a compañías norteamericanas en
campos, refinerías, terminales, etcétera, nacionalizando la
industria e indemnizando a los capitales estadounidenses durante la
presidencia de Rafael Caldera (en un proceso que se
profundizaría luego con la denominada "renacionalización" operada
por Hugo Chávez a comienzos de este siglo).
De manera incomprensible,
Trump menciona también la presunta
enajenación de otros de "sus" activos, como los minerales (¿acaso
los que sus rivales geopolíticos explotan con el Estado venezolano
en el Arco Minero del Orinoco?) e incluso ¡las propias tierras del
país...!
¿Puede acaso una potencia imperial, a 80 años de la elaboración de
la Carta de Naciones Unidas, reclamar derechos de propiedad sobre
las tierras de otra nación?
En este caso la involución histórica amenaza con
llevarnos a los tiempos virreinales, o al Congreso de Berlín y el
reparto de África por parte de las potencias coloniales europeas a
fines del siglo XIX.
Este giro copernicano de la política imperial estadounidense
confirma un hecho crucial:
que Venezuela es apenas el primer eslabón
a fracturar del conjunto de la soberanías - hoy amenazadas - de
América Latina y el Caribe...
¿Cómo deja este nuevo corolario a otras
repúblicas que como México, Bolivia, Ecuador, Panamá, Cuba,
Chile, Perú, Guyana u otras tuvieron procesos de nacionalización
análogos, ya sea de recursos estratégicos (petróleo, gas, cobre,
bauxita, electricidad), de infraestructuras (como ferrocarriles
o puertos), de tierras, empresas o bancos, e incluso procesos de
retroversión de la soberanía en zonas geoestratégicas, como el
Canal de Panamá tras los acuerdos Torrijos-Carter de 1977?
¿Considerarán la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el
Departamento de Guerra que México "robó" el petróleo de Estados
Unidos durante la presidencia de Lázaro Cárdenas y que éste debe
ser "devuelto" a su "legítimo dueño"?
¿Que la Guyana de Forbes Burnham cometió un crimen análogo con
la bauxita, la Bolivia de Víctor Paz Estenssoro con el estaño y
el Chile de Salvador Allende con el cobre?
¿Allí desembarcarán los cuerpos de marines y
aterrizarán las unidades de paracaidistas?
¿Impondrá Trump un bloqueo marítimo a Ecuador, invadirá (de
nuevo) Panamá o bombardeará los Andes peruanos?
¿Planteará la "devolución inmediata" de Cuba
(en virtud de la vieja
Enmienda Platt), del agua y la
biodiversidad del Amazonas o acaso del Triángulo del Litio por
pura necesidad geopolítica?
¿Tratará como terroristas y ladrones a los jefes de Estado de
los países mencionados, sancionándolos y derrocándolos?
¿Se embarcará, por fin, en una guerra
generalizada y eterna en toda la región, capaz de desestabilizar
al hemisferio y al planeta entero de una forma aún más notoria
que
la Guerra de Ucrania o el genocidio palestino en Gaza...?
Se escuchan estruendos a lo lejos...
Es otra vez el ruido de las viejas cañoneras,
aunque algunos insistan en convencerse de que son fuegos de
artificio.
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