
por
Guillermo Oglietti
07 Mayo 2025
del Sitio Web
CELAG

No debería
sorprender que
el 47avo
presidente de EE.UU., Donald Trump,
esté haciendo lo
mismo que empezó
el 45avo
presidente, Donald Trump...
¿Sorpresas?
-
No debería sorprender que el 47avo
presidente de EE.UU.,
Donald Trump, esté
haciendo lo mismo que empezó el 45avo presidente,
Donald Trump.
-
Debería sorprender que el presidente n°
45 y 47 de EE.UU., haya dado por terminada la globalización
neoliberal que parió el presidente republicano n° 40,
Ronald Reagan, también republicano, porque no es común
que el jinete que va liderando el derby decida cambiar el
caballo a mitad de la carrera
-
Sorprende el giro de 180 grados, porque
lo realiza el país hegemón, que sigue siendo el mayor
mercado mundial, representa el 25% del PIB global, tiene el
mayor ejército del mundo y una renta per capita
mayor a 75 mil dólares.
A pesar de su declive, tendría las
espaldas para sostener su liderazgo por varias décadas más
sin necesidad de cambios.
Globalistas vs.
Proteccionistas - Una Disputa en pleno Desarrollo
Sorprende que las élites beneficiadas por estos
años de globalización no hayan sido capaces de superar
electoralmente a las élites que anticipaban una decadencia.
Como lo viejo no termina de morir ni lo nuevo de
nacer, no sorprende que la disputa entre los dos modelos, el
globalizador y el proteccionista, esté en
pleno desarrollo.
Y no solo entre los dos partidos políticos
norteamericanos, sino también al interior de cada uno de estos
partidos e, incluso, dentro del propio Gobierno de Trump.
-
Entre los demócratas, las internas
favorecieron a los globalizadores, como Kamala Harris y
Joe Biden, frente a
importantes dirigentes del partido, como
Tulsi Gabbard y
Robert Kennedy Jr., quienes
llegaron a presentarse en las internas demócratas para las
presidenciales, terminaron pasándose a las filas de Trump y
actualmente ocupan importantes posiciones en su Gabinete.
-
Los republicanos tienen en sus filas a
candidatos globalizadores, como Nikki Haley, Chris Christie
y Ron De Santis, gobernadores de Carolina del Sur, Nueva
Jersey y Florida, respectivamente, quienes perdieron en las
internas frente a Trump.
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Dentro del Gobierno de Trump también hay
fisuras entre proteccionistas y globalizadores, entre los
cuales destaca
Elon Musk, el oligarca
multimillonario que está a cargo de la reforma del Estado.
-
En la sociedad la grieta no parece estar
cerrada.
En EE.UU. los presidentes se eligen a
través del colegio electoral, no es a través del voto
popular directo.
Si bien el triunfo de Trump en el colegio
electoral fue contundente (con 312 votos vs. los 226 de
Kamala Harris), el debate no parece haberse cerrado a favor
del fin de la globalización en el conteo de votos.
En la elección presidencial de 2024, más
de 77 millones votaron a favor de Trump y 75 millones a
favor de Kamala, una victoria ajustada de apenas 1,5 puntos
porcentuales de diferencia entre el 49,8% de los votos
populares que consiguió Trump vs. los 48,3% que sacó Harris.
La historia no termina de escribirse
nunca y está en pleno desarrollo.
-
El primer mandato de Trump no fue
suficiente para cerrar el debate a favor de los
proteccionistas, y menos lo fue la gestión de Biden para
hacerlo a favor de los globalistas.
Sin duda, el desenlace final dependerá de
los resultados económicos que alcance el Gobierno de Trump
con sus políticas arancelarias.
¿Puede el
Nacionalismo de Trump tener Éxito?
-
EE.UU. construyó su hegemonía global en
base a una combinación de la fuerza propia de sus
capacidades productivas, militares y el dólar, junto al
consenso que obtuvo tras la guerra al proponer un modelo, el
"American way of life", que le sirvió para ganar la
legitimidad en la batalla cultural.
-
Algunos autores estudiosos del declive
estadounidense, como (Giovanni)
Arrighi,
proponen que será difícil para EE.UU. sostener la hegemonía,
porque al abandonar ese modelo ha perdido la confianza de
sus aliados en su liderazgo.
Por lo tanto, difícilmente podría basar
la hegemonía en el consenso.
Para Todd, EE.UU. tiene la ventaja
de que el modelo contendiente, el de China, no es exportable
ni inspirador como lo fue el modelo americano.
El viejo modelo no termina de
desilusionar ni el nuevo modelo de convencer.
-
¿Podría el modelo nacionalista
estadounidense ser una fuente de inspiración global al igual
que lo fue el modelo neoliberal globalista?
Dependerá en gran medida de los
resultados que consiga en su propia economía y las de sus
aliados occidentales.
-
EE.UU. es una economía postindustrial,
con salarios relativamente altos, una economía
financiarizada y una cultura orientada al consumo y el corto
plazo.
Enfrentará dificultades para reconvertir
su cultura empresarial desde la predominancia del sector
financiero y el cortoplacismo hacia una de inversión,
largoplacismo y ahorro.
Es sensato dudar de que esta élite
proteccionista pueda persuadir a la sociedad para que haga
estos sacrificios que le permiten alcanzar un crecimiento
genuino. Sin duda, gran parte de la burguesía norteamericana
es globalista y difícilmente apoye el proyecto
proteccionista.
En este sentido, EE.UU. no cuenta con la
ventaja de China, que tiene un partido único para dirigir la
economía y la política en una dirección.
La polarización actual de la sociedad
norteamericana preanuncia que será difícil para Trump
encauzar la sociedad en pos del esfuerzo que propone.
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La economía global acumula 40 años
organizando la producción a través de cadenas globales de
valor, es decir, diseminando la producción de componentes
por el planeta.
No será fácil ni instantáneo nacionalizar
las cadenas de valor, incluso, para EE.UU.
Esta estrategia no está exenta de riesgos
de competitividad que podrían beneficiar a las empresas que
sostengan las cadenas globales frente a quienes las
nacionalicen.
El mundo empresarial podría dividirse en
estos dos bandos, las empresas de cadenas globales
dispersas, frente a las de cadenas nacionales integradas.
El final incierto dependerá de cuál sea
el impacto en los costos que tendrá la nacionalización vs.
las desventajas arancelarias para quienes las sostengan.
Los indicadores de rentabilidad de ambos
tipos de empresas y los indicadores de crecimiento del
comercio de bienes finales vs. el de partes y componentes,
nos mostrarán el devenir de esta disputa.
-
Uno de los aspectos que juegan a favor de
la propuesta proteccionista de Trump es el tamaño del
mercado norteamericano y su palanca financiera.
Si EE.UU. pone ese mercado y sus vastos
recursos financieros al servicio de la reindustrialización,
podría ser un combo atractivo para impulsar la lluvia de
inversiones que le darían la razón a Trump.
De todos modos, el riesgo de que no lo
consiga no es despreciable.
El Rol del
Mercado Norteamericano en la Locomotora Global
Gran parte del crecimiento mundial durante la
globalización se debió al impulso de la locomotora del consumo
norteamericano, que fue uno de los determinantes que le permitió a
Japón primero, Corea después y, finalmente, a China, subirse al tren
del desarrollo.
El consumismo anglosajón encajó a la perfección
con la austeridad y productividad asiáticas, permitiendo que estos
países se desarrollaran muy rápidamente, a la vez que EE.UU. cedía
capacidades y hegemonía productiva en manos de estos actores.
Es difícil imaginar la importancia del impulso
del consumo norteamericano, por eso es conveniente mostrar algunas
magnitudes.
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El saldo comercial de EE.UU. con el mundo
después de la segunda guerra y 1976 registró superávits,
salvo contadas excepciones.
1975 fue el último año en el que EE.UU.
registró un superávit comercial (balanza externa de bienes y
servicios).
-
El déficit comercial en porcentajes del
PIB acumulado desde 1976 en adelante suma un 173% del PIB de
EE.UU.
Anualizando, y teniendo en cuenta que
EE.UU. representa aproximadamente ¼ del PIB global, esto
significa que el déficit comercial norteamericano impulsó la
economía mundial un promedio del 1,3% anual, lo que, a
grandes trazos, representa un tercio del crecimiento
mundial.

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En términos absolutos, el déficit
comercial a precios actuales (ajustado por la inflación de
EE.UU.) acumulado entre 1976 y 2024 representa 25 billones
de dólares (25.597.771.307.323), un 86% de su PIB actual.
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Por el contrario, EE.UU. es un país
superavitario en su balanza de rentas de la inversión.
Esta balanza superavitaria le ha
permitido compensar parcialmente el déficit de su desbalance
comercial.
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Desde 1976 hasta 2024 el superávit de
esta balanza a precios actuales representa 5.636.932.257
dólares, es decir, 5 billones de dólares,
aproximadamente 1/5 del déficit comercial.
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Considerando las dos balanzas, EE.UU.
desde 1976 hasta 2024 ha generado un déficit a valores
actuales equivalente a casi 20 billones de dólares
(19.969.839.050).
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En términos per capita, desde el
punto de vista financiero cada ciudadano de EE.UU. le ha
pedido prestado al resto del mundo desde 1976 hasta la
actualidad 57.000 dólares, y desde el punto de vista
comercial, esa es la demanda que cada estadounidense le ha
generado al mundo desde que comenzó la globalización.
-
Para tener un contraste de
magnitudes, en Argentina, el país más endeudado del
mundo con el FMI, cada ciudadano le debe unos 1.266
dólares a esta institución.

Déficits
Trimelos y el Dilema de Triffin
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Hasta 2023, EE.UU. combinaba un déficit
de su balanza comercial con un déficit casi permanente de su
balanza fiscal.
A partir de 2024 se añade el déficit de
la balanza de rentas de la inversión.
-
Entre las causas principales del déficit
de su balanza comercial se encuentra el conocido dilema de
Triffin.
-
(Robert)
Triffin
sostenía que, cuando la moneda nacional de un país
también funciona como moneda de reserva internacional -
como ocurre con el dólar estadounidense - la creciente
demanda global por esa moneda genera una apreciación de
su valor, encareciendo la economía doméstica y
provocando una pérdida de competitividad.
En un mercado cambiario donde la
moneda se demanda tanto por razones comerciales como por
su rol de reserva, el tipo de cambio deja de reflejar
los resultados comerciales: ya no baja para corregir un
déficit ni sube en respuesta a un superávit, sino que se
mantiene elevado debido a una demanda casi ilimitada.
Esto hace que el déficit externo sea
prácticamente inevitable, lo que lleva a un
desequilibrio creciente en las cuentas externas que, con
el tiempo, puede erosionar tanto la economía como la
credibilidad del dólar.
-
EE.UU. como proveedor de la moneda de
reserva internacional se transformó en un exportador de
dólares, provee de reservas internacionales al resto del
mundo y coloca esos dólares en el exterior al pagar con
dólares las importaciones, o al invertir en el exterior,
colocar títulos de deuda u otorgar préstamos y ayuda a
otros países.
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El déficit fiscal de EE.UU. responde
principalmente a factores internos, pero también se ve
agravado por elementos externos, como su constante gasto
militar a escala global y el dilema de Triffin.
-
Desde la Segunda Guerra Mundial, el
balance fiscal estadounidense rara vez ha sido positivo, y
la tendencia general ha sido de deterioro.
Este empeoramiento fue especialmente
evidente durante la crisis financiera de 2008 y la pandemia
de COVID-19.
Sin embargo, incluso en tiempos de paz y
relativa estabilidad, como en 2024, el déficit fiscal ronda
el 7% del PIB, lo que triplica los niveles registrados en la
década de 1970, cuando la economía enfrentaba la crisis del
petróleo.
-
El dilema de Triffin tiene
consecuencias fiscales, porque debido a que el dólar
sirve como moneda de reserva internacional, también los
bonos que emite EE.UU. son el activo de reserva de valor
por excelencia, que demandan tanto los bancos centrales
del mundo como los capitalistas para invertir en activos
de bajo riesgo.
-
La zona Euro posee 1,8 billones
de dólares en bonos del tesoro de EE.UU., Japón
tiene 1,1 billones, China 1 billón, Reino Unido 750
mil millones y Canadá 406.000 millones,
que en conjunto representan un 18% del PIB.
Esta capacidad de endeudarse a bajo
costo termina reforzando el déficit fiscal
norteamericano, porque puede endeudarse a tasas muy
bajas gracias a una demanda casi ilimitada de su deuda.
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Uno de los principales factores que
explican el déficit fiscal de Estados Unidos es su
elevado gasto militar.
Mientras que en los grandes países de
América Latina, como Brasil y México, este gasto se
sitúa en torno al 1,0% del PIB, y en China alcanza el
1,7%, en Estados Unidos representa el 3,4% del PIB.
Si se considera que el umbral del 2%
del PIB corresponde a un gasto militar estándar,
entonces el exceso puede entenderse como un gasto
extraordinario vinculado al rol global de EE.UU. como
protector de Europa y principal fuerza militar de la
OTAN.
Bajo esta lógica, ese gasto militar
extraordinario explicaría al menos un tercio del déficit
fiscal estadounidense.
De allí surge la insistencia de Trump
para que Europa asuma una mayor parte del costo de
defensa compartida.
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Al déficit de la balanza comercial que
EE.UU. sostiene desde 1976 junto al déficit casi sin
interrupciones de la balanza fiscal, por primera vez en 2024
se suma el déficit de la balanza de rentas de la inversión.
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La globalización neoliberal no solo
trasladó fábricas al resto del mundo, sino que al
hacerlo también trasladó capacidades productivas que
permitieron construir paulatinamente capacidades
financieras.
Aquellos países que administraron
mejor las inversiones extranjeras recibidas aprendieron
de estas tecnologías, que luego les permitieron competir
exitosamente en el mercado internacional.
Asimismo, los superávits acumulados
les permitieron transformarse gradualmente en acreedores
de EE.UU.
La combinación de ambos aspectos
explica que las rentas de la inversión en EE.UU. hayan
decaído paulatinamente hasta que, finalmente, en 2024
fue el primer año en que resultaron negativas.

Reflexiones
Finales
Sorprende que muchos de los que siempre fueron
detractores del modelo de globalización neoliberal, por los daños
que ocasionaba a nuestros trabajadores y posibilidades de
desarrollo, tomen posición contra el proteccionismo de Trump
a pesar de que pretende terminar con este modelo.
Desde la periferia era imposible optar por un
modelo a contracorriente de la globalización sin correr el riesgo de
transformarse en un paria despreciado por los mercados y sancionado
por la OMC,
el FMI y
el BM.
Fue necesario que la reforma proviniese desde las
entrañas del sistema, y fue Trump quien finalmente le demostró a
Margaret Thatcher, que su famoso
TINA no era más que un error
histórico de graves consecuencias.
En esa tensión entre proteccionismo y globalismo
se juega el futuro económico del planeta.
Para América Latina, la política arancelaria de
Trump confirma que EE.UU. no es un líder confiable, porque incluso
sus aliados pueden ser blanco de medidas unilaterales si no se
alinean con los intereses estratégicos de Washington.
Al decir de Arrighi, EE.UU. podría está
transitando desde una hegemonía a base de consenso, al dominio a
base del garrote.
Esto obliga a los países de la región a repensar
sus relaciones comerciales, diversificar mercados y ganar mayor
autonomía frente a los vaivenes políticos de la Casa Blanca.
El modelo de producción Off-Shore, que
consistió en fabricar en cualquier lugar del mundo con bajos
salarios para abastecer desde ahí a los mercados con altos salarios,
dio lugar a un deterioro paulatino de los niveles de vida de EE.UU.
que perdió capacidades industriales relativas y absolutas.
El descontento creciente terminó decantando en el
apoyo a Trump, que propuso un cambio.
El primer paso fue el Near-Shore,
apostando por cadenas cortas de valor que, por ejemplo, le
permitieron a México desplazar a China como el primer proveedor de
EE.UU. en 2023.
El siguiente paso para Latinoamérica será asumir
estos hechos y aprovechar estos cambios, si no lo hace, que al menos
No-Shore sus consecuencias.
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