por Lautaro Rivara
Octubre 2025
del Sitio Web TodosLosPuentes





 



Analizamos a través

de varios indicadores

los objetivos,

las coartadas dominantes

y las probabilidades reales de

una intervención militar

de los Estados Unidos

en el Gran Caribe.


 

 

 

 

 

 


 

Primera Parte

15 Octubre 2025

 

 

 

 

 

Desde Caracas

El análisis geopolítico en general, y el de las doctrinas, estrategias y narrativas de la intervención, sigue necesariamente un método indicial, como el de los detectives.

 

Dado que las formas de intervención imperial y neocolonial son cada vez más complejas, indirectas, veladas y opacas, documentarlas mientras suceden es una tarea a veces imposible.

 

Lo que toca, entonces, es estudiar estas mismas doctrinas, analizar los contextos precisos, trazar tendencias de larga duración y fundamentalmente atar un sinnúmero de "cabos sueltos" - a veces aparentemente intrascendentes) - todo el con fin de llegar a hipótesis razonables y verosímiles.

Además, el riesgo de cualquier analista es convertirse en Pedro, el famoso pastor de aquella fábula que anunció tantas veces la llegada del lobo que cuando efectivamente el viejo depredador atacó el rebaño ya nadie creía en su palabra.

 

Por eso el sentido del rigor y la cautela deben acompañar la previsión de escenarios como las intervención militares, los golpes de Estado o los "cambios de régimen", incluso en los momentos de mayor urgencia.

 

Pero hay aún un tercer elemento:

la dimensión psicológica de la guerra y la desinformación planificada (la cognitive warfare según los manuales al uso de la OTAN) es consustancial al intervencionismo contemporáneo, por lo que la manipulación del tiempo y las subjetividades, las falsas alarmas y la tensión prolongada al infinito son otras tantas características que singularizan a estos fenómenos.

 



1) El Contexto - Transición Hegemónica y Repliegue Hemisférico

El primer indicio es el contexto geopolítico general, que parece propicio para emprender aventuras militares de este tipo.

 

Ya desde la primera administración Trump - pero más claramente en este segundo gobierno - se hizo evidente la disyuntiva estratégica de la política exterior estadounidense entre,

sostener el inviable sueño neo-conservador de un "nuevo siglo americano" (con el control unilateral de todo el orbe), o ceder algunas posiciones globales y replegarse de manera estratégica en el hemisferio definido por la Doctrina Monroe-Adams como un "área de exclusión imperial" para relanzar así la competencia inter-hegemónica.

Es evidente que esta última es la línea que se ha impuesto, no sin tensiones y ambivalencias, lo que se expresa con claridad meridiana en la investidura de Marco Rubio - representante de la mafia cubano-venezolana de Miami - como actual Secretario de Estado.

 

Cabe recordar que desde James Blaine (inventor del "panamericanismo") hasta John Quincy Adams (el verdadero autor intelectual de la Doctrina Monroe) los representantes de la política exterior han sido aún más importantes que los propios jefes de Estado a la hora de definir y actualizar la geopolítica imperial.

 

Las pruebas de este repliegue hemisférico son bastante claras, si atendemos a las prioridades de la política exterior estadounidense en estos últimos años,

Mientras tanto, del otro lado del mundo, la eventual 'terminación' de la guerra de Ucrania (o al menos su "estabilización" y la completa asunción del esfuerzo de guerra por parte de la Unión Europea), así como el "plan de paz" para Gaza y los previsibles nuevos equilibrios en Medio Oriente, prometen liberar recursos políticos, económicos y militares para redigirirlos al hemisferio occidental. 

 

Así, mientras más pronunciado el declive hegemónico, más importante es para los Estados Unidos hacer converger sus capacidades finitas en objetivos concretos y limitados sobre todo en su "zona de seguridad" inmediata,

en donde busca garantizar el abastecimiento de bienes comunes y mercados seguros en condiciones de dependencia y excluir de la competencia estratégica - comercial, tecnológica, militar, diplomática - a potencias rivales como China, Rusia y a algunos otros países emergentes.

 

 

 

2) El Ajedrez Caribeño y la Estrategia del Cerco Militar

 

En segundo lugar tenemos que atender a un rearme del Gran Caribe que no tiene precedentes desde los últimos años de la Guerra Fría, cuando las revoluciones gemelas de Nicaragua y Granada y la radicalización general de Centroamérica dieron la tónica de la contra-insurgencia en el hemisferio.

 

Como analizamos aquí, esta remilitarización del vital espacio caribeño (territorio poco analizado en lo que refiere a la transición hegemónica) no comenzó ahora, y ha sido de tipo incremental:

  • la refuncionalización de Guantánamo

  • la ocupación de Haití

  • la creación de la ASPAN

  • la Iniciativa Mérida

  • la reactivación de la Cuarta Flota

  • la Iniciativa de Seguridad para la Cuenca del Caribe,

...y otros tantos hitos y acuerdos señalan este derrotero.

 

Sin embargo, esto no quita que el despliegue de una flota de guerra y el estrechamiento del cerco militar a lo largo de los últimos dos meses no tenga características distintivas (y que no implique urgencias excepcionales).

 

En este sentido podemos mencionar el despliegue de 4.500 marines, un submarino de propulsión nuclear, helicópteros, aviones y varios destructores.

 

Para tomar noción de la estrategia de asfixia es interesante georeferenciar estos movimientos, que en las últimas semanas se han dado al menos en Guantánamo, en Panamá, en Puerto Rico, en Granada, en Guyana y en Trinidad y Tobago.  

 

Algunos hitos de importancia son:

  • el desembarco en febrero de nuevas tropas estadounidenses en Guantánamo, Cuba, para reacondicionar la base como "centro de migrantes"

     

  • la remilitarización del estratégico Canal de Panamá, violando la Constitución local y el Tratado de Neutralidad de 1977, que ya analizamos en abril

     

  • el despliegue de varios aviones F-35 en la reacondicionada base Roosevelt Roads, en Ceiba, Puerto Rico, que supo ser una de las instalaciones navales más grandes del mundo, así como los ejercicios aéreos y anfibios de los infantes de marina en el "Estado libre asociado"

     

  • el incremento del presupuesto militar en un impresionante 78% en Guyana, en el marco del diferendo territorial sostenido con Venezuela en relación al Esequibo

     

  • ahora también la expeditiva gira por el Caribe oriental de Alvin Holsey, flamante jefe del Comando Sur

Holsey solicitó a Granada la instalación de una base de radares y a Antigua y Barbuda "albergar activos militares en su territorio".

 

Cabe destacar que los dos Estados insulares son miembros de ALBA-TCP, lo que demuestra las líneas de fisura que se abren en un Caribe que supo ser hegemonizado por una activa e inteligente diplomacia petrolera en los tiempos de Hugo Chávez.

 

Si a esto sumamos los recientes ejercicios militares franceses en sus "departamentos de ultramar" (como el "Mediana-24") y las viejas bases emplazadas en los territorios holandeses no autónomos (Aruba, Curazao), ubicados a pocos minutos de Caracas y del epicentro petrolero de Maracaibo, el cerco es casi perfecto...

 

Cabe destacar que a diferencia de lo que sucedía hasta hace pocos años, el Brasil gobernado por el PT no representa ya una amenaza, como tampoco lo es la Colombia de Gustavo Petro - al menos a nivel estatal - antigua cabeza de playa de operaciones paramilitares como Gedeón.

 

Sin embargo, Estados Unidos mantiene aquí un importante ascendiente sobre grupos criminales y estructuras paramilitares que podrían ser movilizadas en pos de la intervención.

 

 

 

 

3) El Narcotráfico - El Falso Móvil

 

Que el móvil fundamental de la militarización del Gran Caribe no es la lucha contra las drogas se desprende de los informes de la Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), de centros de investigación independientes y hasta de la propia DEA norteamericana.

 

Todas las investigaciones coinciden primero en el lugar marginal de Venezuela en lo que a producción de estupefacientes se refiere, quedando muy lejos de países como,

Perú, Colombia, Ecuador o Bolivia (o incluso de los productores de opioides sintéticos en Asia). 

En segundo lugar, que las dos rutas principales de tránsito son las que se vuelcan desde los Andes al Pacífico y la que atraviesa todo el istmo centroamericano.

 

Pero incluso si consideramos las rutas caribeñas, otros países como Jamaica y los que se dividen la isla La Española (Haití y República Dominicana) tienen roles de intermediación fundamentales, con soberanías mucho más frágiles y porosas que las venezolanas.

 

En todos los casos, son los estados fronterizos (y republicanos) de Texas y Florida los que fungen como centros de recepción y distribución, pese a que estos no sean militarizados ni fiscalizados con el mismo celo que nuestra región.

 

Además, los puertos del sur en la Florida son la principal usina del tráfico regional y global de armas.

 

Es decir que,

Estados Unidos no es sólo el principal consumidor de drogas del mundo, sino también el mayor proveedor de las armas que alimentan a los carteles.

Por otro lado hay que insistir no sólo en la existencia obvia de estructuras criminales locales que en Estados Unidos reciben la droga, la distribuyen y lavan sus activos en el sistema financiero pseudo-legal de las guaridas fiscales (también fuera del escrutinio público), sino en la vieja colusión entre la estatalidad norteamericana y el narcotráfico (los "narco-aliados" que analizamos aquí).

 

Así, podríamos mencionar hitos como,

  • el escándalo Irán-Contra, que implicó el apoyo a grupos narcotraficantes para armar y financiar la lucha contra la Revolución Sandinista en Nicaragua, como fue documentado por el senador Kerry en 1989

     

  • la alianza contrainsurgente sostenida con Manuel Noriega en Panamá hasta su derrocamiento

     

  • la instrumentalización de la lucha contra el crack para militarizar las comunidades afro-norteamericanas en tiempos de Reagan....

En lo que va del siglo podríamos referirnos a las "relaciones carnales" con gobiernos como los de,

  • Álvaro Uribe Vélez, aliado del Cartel de Medellín desde sus tiempos como jefe de la Aeronáutica Civil

     

  • al caso del ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado por narcotráfico a gran escala junto con su hermano Tony en la justicia estadounidense

     

  • la cercanía de la administración Trump con Daniel Noboa en Ecuador, cuya empresa familiar Noboa Trading es acusada de oficiar de pantalla para la exportación de cocaína en cajas de banano con destino a Europa

Por último, cabe señalar que la militarización de territorios y poblaciones nunca fue una estrategia eficaz para el combate a las economías ilícitas:

durante los 15 años de vigencia del Plan Colombia, y con un costo de 10 mil millones de dólares, las hectáreas cultivadas pasaron en el país de 163 mil a 204 mil en 2021, manteniéndose estable la producción de cocaína en todo el período, y ocasionando un enorme costo en términos de vidas humanas y de zonas agrícolas arrasadas por la aspersión indiscriminada de glifosato.

En México, la "guerra contra las drogas" de Felipe Calderón produjo un crecimiento exponencial de la violencia y los homicidios dolosos, mientras que escaló y diversificó la producción de estupefacientes, sobre todo en lo que refiere a heroína y meta-anfetaminas, ampliando el control de los carteles sobre la cadena regional de suministros. 

 

Por eso, y en resumen,

es inverosímil sostener que la militarización del Gran Caribe tiene un móvil relacionado a la lucha contra el narco...:

no sólo por el historial que repasamos, sino también por sus objetivos equivocados y por sus paupérrimos resultados a la fecha.

Aún dando por buenos los números por otra parte inverificables de Donald Trump y el Secretario de Guerra Pete Hegseth (dado que tanto las evidencias como los testigos volaron por los aires), las cinco lanchas rápidas abatidas en estos últimos dos meses representan un volumen de drogas absolutamente irrisorio, más aún si lo cotejamos con el oneroso costo de mantener en activo la flota caribeña.

 

En comparación, la política del gobierno colombiano, sin despilfarrar recursos militares ni celebrar la comisión de ejecuciones extrajudiciales, incautó el año pasado la cifra récord de 884 toneladas

 

Por lo tanto, si ni los medios ni los resultados se condicen con el objetivo declarado,

es forzoso suponer motivos inconfesables...

 

 

 

 

 

Segunda Parte

18 Octubre 2025

 

 

 

 

 

Desde Caracas

 

En la primera parte arriba, analizamos,

  • el contexto internacional de transición hegemónica y repliegue estratégico en que se da la agresión contra Venezuela

  • el movimiento de todas las piezas del ajedrez militar en el Caribe

  • la inverosímil coartada de la "lucha contra las drogas"

En esta segunda parte nos enfocamos en,

  • el rol de la economía petrolera y las vías aparentemente muertas de la negociación bilateral con los Estados Unidos,

  • en las operaciones de prensa y psicológicas desplegadas para anticipar y justificar la intervención

  • en los antecedentes y variantes concretas que podría expresar una eventual agresión...

 

 

 

1) El Petróleo y las Vías (muertas) de la Negociación

 

Desde hace un siglo, cuando Venezuela se convirtió en el mayor exportador de crudo del mundo, todo lo relacionado al país huele a petróleo.

 

A grandes rasgos, podríamos sintetizar la ambivalente relación de las sucesivas administraciones norteamericanas con el proceso bolivariano en base a una tensión constitutiva:

el deseo de garantizar un abastecimiento seguro, barato y de corto plazo de hidrocarburos venezolanos (que siempre ofreció condiciones comerciales ventajosas, incluso bajo gobiernos chavistas), y las tentativas - con mayor o menor brío según la etapa - de derrocar al principal adversario de la región en lo que va del siglo.

Es imposible exagerar el significado de la impugnación bolivariana al dominio estadounidense en América Latina y el Caribe, más cuando estamos conmemorando 20 años exactos de la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Mar del Plata en 2005, la iniciativa comercial más ambiciosa de los Estados Unidos en décadas.

 

Lo mismo si consideramos que buena parte del impulso integracionista y soberanista de la "primavera latinoamericana", de ALBA-TCP a Petrocaribe, desde la UNASUR a la CELAC, estuvo sobredeterminada por las fuerzas cinéticas de la Revolución Bolivariana y por el carisma y empuje desbordante de Hugo Chávez Frías.

 

Si bien Venezuela es "apenas" el tercer exportador de petróleo hacia los Estados Unidos (por debajo de Canadá y México) la nación gran-caribeña sigue teniendo las reservas probadas más importantes del planeta en la Faja Petrolera del Orinoco (1.300 millones de barriles).

 

Además, la economía hidrocarburífera norteamericana se desarrolló en estrecha simbiosis con la venezolana, hasta el punto de que las refinerías del Golfo de México, que abastecen a todo el sur del país, están especialmente diseñadas para refinar un petróleo pesado y extra-pesado como el venezolano.

 

La paradoja es que cada nuevo round de agresiones contra Venezuela ha empujado al país más y más al campo de los contendientes geopolíticos del gran hegemón en declive.

 

Si en la política no hay vacíos, en la geopolítica mucho menos.

 

Cada posición diplomática, comercial, tecnológica o militar perdida o abandonada por los Estados Unidos es reemplazada desde hace años por potencias rivales como China, Rusia o Irán, amén de otras menores.

 

Curiosamente esto sucede justo en el momento en el que la explícita reactualización de la Doctrina Monroe busca librar al hemisferio de "influencias malignas", como las define un importante think tank de la OTAN.

 

Si consideramos los flujos actuales, China se consolidó en apenas un lustro como el principal comprador de petróleo venezolano, muy por delante de los Estados Unidos.

 

Europa también aumentó drásticamente sus importaciones como resultado de la guerra de Ucrania y las trabas - en buena medida autoinducidas - al abastecimiento ruso, mientras que la India emergió también como un actor de peso.

 

Pero otra variable, más allá de la petrolera, ha ganado protagonismo en los últimos años, pese a que históricamente había sido marginal a la hora de definir la relación bilateral: la migración.

 

La crisis económica del año 2013, pero sobre todo el devastador impacto de más de 900 medidas coercitivas unilaterales a partir de 2015 indujeron a millones de personas a abandonar el país, muchos de ellos con destino a los Estados Unidos.

 

Más allá de la manipulación política de las cifras reales, y de la confusión deliberada entre migrantes económicos, exiliados y refugiados, la administración Biden concedió a los venezolanos en 2021 el Estatuto de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), que protege a los migrantes contra la deportación y les otorga una serie de beneficios en sintonía con la narrativa dominante de "emergencia humanitaria, colapso del Estado de derecho y crisis económica catastrófica" que habría atravesado el país.

 

Desde entonces, la posibilidad de renovar o la amenaza de suspender el TPS que hoy por hoy ampara a 300 mil ciudadanos venezolanos ha operado como otro elemento transaccional en las relaciones bilaterales.

 

En estos últimos años el lobby petrolero, y en particular la compañía Chevron, han hecho valer sus intereses en relación a Venezuela, logrando prorrogar sus licencias para operar en el país, limitando de esta manera el impacto de las sanciones energéticas, y morigerando de algún modo los intentos más radicales de propiciar el "cambio de régimen" a través de una larga saga de infructuosas aventuras intervencionistas, que incluyeron,

golpes de Estado, sabotajes, "guarimbas", intentos de invasión, "sanciones", incursiones paramilitares, "presidentes" autoproclamados y un largo etcétera.

Contra los sucesivos saltos al vacío - la mayoría de las veces sin red - propuestos por la oposición local o por el visceral antichavismo de Miami, el complejo petrolero ha operado por lo general con mayor mesura y pragmatismo.

 

¿Para que apostar a estrategias que podrían desestabilizar por completo el país y alterar el flujo del "excremento del diablo" (como supo llamarle el mentor intelectual de la OPEP, Juan Pablo Pérez Alfonzo)?

 

Las contradicciones del caso las ilustra el acuerdo establecido hace apenas una semana, por el que la administración Trump habilitó a Trinidad y Tobago a explotar gas natural con Venezuela, quedando eximida de las sanciones pertinentes.

 

En torno a estos elementos (la economía petrolera, el "cambio de régimen" y la cuestión migratoria) se han debatido las dos líneas fundamentales en que se divide el establishment norteamericano en relación al affaire Venezuela.

 

El primer ala - negociadora y pragmática - la expresa Richard Grenell, representante del riñón del del movimiento MAGA y enviado especial de Trump en Venezuela. La segunda - mucho más intransigente y belicosa - la encarna Marco Rubio, Secretario de Estado, hijo de inmigrantes cubanos y representante de los sectores más radicalmente anti-castristas y anti-chavistas del sur de los Estados Unidos.

La primera ala intentó retomar el espíritu de los fracturados Acuerdos de Qatar y prorrogar el alivio a las sanciones energéticas decretado por Biden en octubre de 2023, lo que dio a Venezuela un auténtico respiro y le permitió retomar el control de sus principales variables macro-económicas.

 

La segunda es partidaria de volver a la estrategia de "máxima presión", clausurar toda vía negociadora y consumar el tan ansiado cambio de régimen.

 

La novedad de esta etapa es que la línea Rubio y el lobby de Miami parece haberse impuesto a la estrategia Grenell y el lobby petrolero, lo que explica en parte el despliegue militar en el Caribe y lo que eleva exponencialmente las posibilidades de una intervención.

 

 

 

2) Las Operaciones de Prensa y la Guerra Psicológica - Un coro por la Intervención

 

La cognitive warfare, uno de los paradigmas emergentes de la guerra contemporánea, es definida como el intento de,

"atacar y degradar la racionalidad (del enemigo), para explotar sus vulnerabilidades y obtener su debilitamiento sistémico" a través de "actividades militares y no militares deliberadas y - esto es fundamental en el tema que nos ocupa - sincronizadas".

De lo que se trata, según los manuales al uso de la OTAN y las agencias de inteligencia, es de inducir y mantener una "ventaja cognitiva".

 

Para este enfoque, la guerra cognitiva,

"no es el arma con el que luchamos: es la lucha misma".

Aquí entra en acción un amplio abanico de tácticas que van desde la instrumentalización de medios y redes sociales, la fabricación masiva y segmentada de noticias falsas y la manipulación de la percepción a través de operaciones de guerra psicológica.

 

El dominio privilegiado de la guerra cognitiva no es tanto el raciocinio; sus dardos se dirigen al inconsciente, los prejuicios y las emociones.

 

Este paradigma nos permite comprender el perfecto nado sincronizado de agencias de inteligencia, dependencias de Estado, corporaciones tradicionales de prensa, "influencers" de redes sociales y actores políticos y diplomáticos que vienen desde hace más de dos meses instalando y legitimando la posibilidad de una intervención directa de los Estados Unidos en Venezuela...

 

La narrativa dominante, que ya analizamos en la primera parte de este texto, se desplazó en el último tiempo de la "ilegitimidad democrática" del gobierno venezolano (narrativa que ni es nueva ni empezó con las elecciones de julio de 2024, sino que data desde los tiempos de Chávez) a la lucha contra el narcotráfico y el fantasmático "Cartel de los Soles", aunque en general "dictadura" y "narco-gobierno" siguen siendo, articulados, los significantes predominantes en la narrativa imperial.

 

Uno de los hitos más significativos fue la recompensa de 15 millones (después ampliada a 50) ofrecida por información que pueda conducir al arresto de Maduro, considerado el "líder de la organización terrorista global del Cartel de los Soles".

 

A esta declaración siguió toda una ronda de sanciones al propio Maduro y a varios otros altos cargos del gobierno.

 

También los cinco ataques a pequeñas embarcaciones con un saldo de al menos 27 víctimas fatales fueron publicitados por el mismo Trump y lanzados a la cámara de eco de la prensa occidental, así como su sugerencia de desplazar las operaciones del espacio marítimo al terrestre.

 

Lo mismo vale para todos y cada uno de los movimientos militares en el Gran Caribe que ya analizamos, hasta la reciente gira del Comando Sur por el Caribe oriental.

 

En los últimos días, la narrativa dominante y las Psy-Op pasaron de la eventualidad a la inminencia, publicitando el sobrevuelo de dos bombarderos B-52 en la Región de Información de Vuelo de Venezuela (un área técnica antes que un espacio soberano).

 

Mucho más reciente y paradojal fue la la aprobación pública de Trump a la realización de "operaciones encubiertas" de la CIA contra Venezuela, un hecho de origen más bien prehistórico.

 

Como ya analizamos, también el Nobel de la Paz entregado a María Corina Machado con un timing tan preciso debe ser entendido en el marco de esta campaña orquestada que busca moralizar a los propios y desmoralizar a los adversarios, así como las últimas "informaciones" que aseguran que la vicepresidenta Delcy Rodríguez negoció con Estados Unidos "una transición sin Maduro".

 

La confusión deliberada entre narcotráfico y terrorismo es una de las grandes - y peligrosas - innovaciones del período.

 

Trump y Rubio mezclan adrede los negocios ilícitos de redes delictivas descentralizadas como el Tren de Aragua con grupos armados organizados motivados por fines políticos o ideológicos que cometen actos de terror (tal es la de por sí problemática y laxa definición clásica de "terrorismo", estirada hoy al infinito).

 

Para el derecho internacional (y para el derecho norteamericano) los tratamientos debidos a uno y otro fenómeno son muy distintos; este es el quid del cuestionamiento hecho a Trump en el Congreso, al estar definiendo como entidades beligerantes y como combatientes enemigos a criminales comunes movidos por el lucro.

 

Por eso los protocolos de interceptación, las garantías procesales y las labores de inteligencia son reemplazados ahora por bombardeos indiscriminados y ejecuciones extrajudiciales que parecen no haber afectado sólo a lanchas narcotraficantes, sino a humildes barcazas de pescadores, y ya no tan sólo a ciudadanos venezolanos, sino también a colombianos y - según parece - a trinitenses.

 

Muchos creen que el carácter hiper-publicitado de la militarización del Caribe alcanza para considerar el hecho un bluff de Trump y para descartar como imposible todo peligro de intervención real.

 

Lo que esta mirada ignora es justamente lo que la guerra cognitiva prescribe: que las operaciones psicológicas no son la antesala o un anexo de la guerra, sino que son parte íntegra de la guerra misma.

 

Pero veamos qué formas podría tomar esta intervención, y con qué antecedentes históricos contamos para imaginarlo.

 

 

 

 

3) El Repertorio Intervencionista y sus Antecedentes

 

La mayoría de las personas con las que pudimos conversar (ministros, parlamentarios, comunicadores, analistas, comuneros, milicianos, oficialistas, opositores y desencantados) coinciden hoy en dos cosas:

que la intervención es plausible, pero que la opción más probable - al menos inicialmente - no es una invasión clásica como la de la Operación Furia Urgente (en Granada, en 1983) o la Operación Causa Justa (en Panamá, en 1989), más onerosa política y económicamente, sino una intervención al estilo guerra híbrida, que combine formas de la guerra no convencional con elementos de las llamadas "revoluciones de colores" (como la Revolución Naranja de Ucrania en 2004-2005), es decir con la movilización de un componente civil y paramilitar, como se ensayó - sin éxito - en las guarimbas de 2014 o 2017 o con la Operación Gedeón de 2020.

Una diferencia actual es que los Estados Unidos, pese al estrecho cerco caribeño, ya no cuentan con importantes fronteras bajo control aliado como en los tiempos del Brasil de Jair Bolsonaro y la Colombia de Iván Duque.

 

Uno de los principales argumentos, sobre todo para los analistas militares, es que si bien la flota desplegada en el Caribe (que ya contempla 6.500 efectivos en mar y tierra) es evidentemente demasiado grande para justificarse en una operación anti-narcóticos, es aún demasiado pequeña para invadir un país,

  • con unas muy bien entrenadas Fuerzas Armadas

     

  • con estrechos lazos de cooperación y transferencia con grandes potencias armamentísticas

     

  • con un nada despreciable componente miliciano movilizado de 4 millones y medio de personas que vigila palmo a palmo el territorio y que produce una suerte de "inteligencia popular" (que en otras ocasiones supo desbaratar incursiones paramilitares).

Una de las eternas apuestas del establishment, y uno de las primeras hipótesis, es la de inducir la fractura de la cadena de mando de las FANB, así como la ruptura general de la unión cívico-militar, espina dorsal del proceso desde los tiempos fundacionales del chavismo.

 

Sin duda la militarización del Caribe y las cartas de la intervención colocadas - como nunca - sobre la mesa suman presiones a una corporación armada que sin embargo ha mantenido una unidad casi granítica y que fue fidelizada con importantes cuotas de poder asignadas en todos los niveles de la economía y el Estado.

 

Pero además de la acumulación de tensiones y la guerra psicológica, la guerra híbrida requiere de puntos de inflexión o catalizadores que induzcan la escalada.

 

Por eso es que la hipótesis de alguna operación de falsa bandera ha circulado y circula de manera profusa. Así podemos comprender las declaraciones del gobierno bolivariano, que el 6 de octubre anunció que un "grupo terrorista local" planeaba atacar con explosivos la embajada de los Estados Unidos en Caracas como una "acción de provocación".

 

Recordemos que este tipo de "falsos positivos" han sido frecuentes en la historia imperial de los Estados Unidos:

  • como la explosión del acorazado USS Maine en 1898, catalizador directo de la guerra de conquista por la que Estados Unidos arrebató a España sus posesiones coloniales en el Caribe

  • como Guam y las Filipinas

  • la no ejecutada Operación Northwoods, que planeaba fraguar ataques terroristas en Miami y Washington para en respuesta invadir Cuba y derrocar a Castro

  • el llamado "incidente del Golfo de Tonkin", que permitió a Lyndon Johnson escalar la guerra de Vietnam en 1964

  • las mundialmente célebres "armas de destrucción masiva" de Sadam Husein, el falso móvil de la Guerra de Irak...

Otra variante que se maneja es la de la "extracción", eufemismo para designar una operación quirúrgica - o no tanto - por la que un adversario es "removido", es decir depuesto, secuestrado y llevado a los Estados Unidos o alguna de sus instalaciones militares, pudiendo incluso cometer un asesinato extra-judicial in situ.

 

Vale la pena recordar aquí el caso de,

  • el antiguo aliado contrainsurgente y colaborador de la CIA Manuel Noriega en Panamá, llevado a Estados Unidos y condenado por narcotráfico en 1989

     

  • la captura, enjuiciamiento y ejecución expeditiva del propio Husein en 2006,

...así como otros casos de ejecuciones mediadas por fuerzas "rebeldes" aliadas a Estados Unidos, como sucedió con el asesinato,

  • de Patrice Lumumba en el Congo en 1961

     

  • de Muammar al-Gadaffi en Libia en 2011

Detrás de estas tácticas se encuentra el supuesto implícito de que capturar o aniquilar al liderazgo acabará con todo el movimiento, algo que al menos no sucedió en el golpe y secuestro de Chávez en abril de 2022.

 

Como sea, cualquier de estas estrategias, o una combinación de todas ellas, se valdría del apoyo militar y logístico del Comando Sur, que podría intentar establecer una cabeza de playa en territorio soberano venezolano o incluso atacar o intentar controlar objetivos selectivos como las sedes de gobierno, instalaciones militares, la infraestructura eléctrica o las refinerías del país.

 

En fin, nada nuevo - aunque sí combinado de maneras novedosas y sobre todo impredecibles - para los memoriosos de la historia colonial estadounidense, y muy a tono con lo que el antropólogo mexicano supo llamar el "terrorismo de Estado global"...