19 Abril 2023
del Sitio Web Kla.TV

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En el debate académico sobre el tema de la vigilancia,

se utiliza el término "totalitarismo llave en mano".

La idea subyacente es que la infraestructura de vigilancia

para un sistema totalitario ya se ha construido.

 

La "máquina" está lista, pero aún no se ha girado la llave.

Las tarjetas de vacunación son el último elemento

de esta infraestructura, el último engranaje

de la rueda de vigilancia y control.

 

¿Queremos permitir que se utilice esta llave?

 

Un extracto de la película

"Este Momento Clave - This Pivotal Moment"

(video en alemán - ver aquí, aquí y aquí)...


 

Actualmente, podemos hacer lo que queramos. A menos que nuestras acciones estén prohibidas por la ley.

 

Sin embargo, con la introducción de las tarjetas de vacunación, este concepto de libertad pasará a ser cosa del pasado y será sustituido por un sistema completamente nuevo en el que sólo se nos permitirá hacer aquellas cosas para las que hayamos recibido un permiso explícito.

 

Esto es lo que entiendo por una inversión fundamental de la libertad.

 

Casi de la noche a la mañana, nuestras libertades, antaño consagradas y protegidas, se convertirán en meros privilegios concedidos temporalmente a cambio del cumplimiento de las normas y el buen comportamiento.

¿Puedo ir a este restaurante, a este concierto, a este acontecimiento deportivo?

 

¿Puedo subir a este autobús, a este avión o a este taxi?

 

¿Puedo ir a esta tienda, a esta consulta médica o incluso a mi lugar de trabajo?

En el futuro, la participación en actividades cotidianas tan triviales dependerá de los permisos que nos concedan a través de nuestro smartphone, que, por cierto, también pueden cambiar de un día para otro.

 

Y, por favor, ¡no piense ahora que todo esto no se aplica a usted porque ya está vacunado y le han puesto también las inyecciones de refuerzo...!

Australia, un país de unos 26 millones de habitantes, ha firmado contratos para adquirir 195 millones de dosis de vacunas adicionales, ¡además de los millones ya comprados!

 

Esto corresponde a,

una vacunación de refuerzo cada seis meses durante los próximos cuatro años.

La situación es similar en Alemania, Austria y Suiza.

 

Así pues, si se retrasa dos días con la vacuna de refuerzo de la última variante de Covid, ¡ya puede olvidarse de cenar con los amigos en su restaurante favorito!

 

Porque entonces se le retirarán automáticamente este tipo de privilegios.

 

Y la cosa no acabará ahí, porque las tarjetas de vacunación son como un Caballo de Troya:

tras la fachada funcional aparentemente inofensiva se esconde un sistema digital de identidad e identificación construido sobre una plataforma de software que se irá ampliando con el tiempo.

Puede que hoy sólo sea un pequeño tick verde digital o una cruz roja lo que indica si te dejan entrar o tienes que quedarte fuera, pero mañana se evaluará toda tu vida.

 

Te darán puntos si tu comportamiento beneficia a las grandes empresas y gobiernos, y te los restarán si te desvías de las normas exigidas.

¿Cuántas veces has infringido hoy accidentalmente la norma de decencia de 1,5 m?

 

¿O qué me dices de tu comentario ligeramente crítico en las redes sociales sobre una determinada política gubernamental?

 

¿Y ese vídeo que compartiste con un amigo en el que hacías preguntas legítimas sobre la actual narrativa aceptada?

Entonces puedes ver cómo baja el valor de tu crédito social.

 

Entonces pierdes un privilegio tras otro y ya no tienes acceso a servicios que son importantes para tu vida diaria.

Al principio suena exagerado, pero en China este sistema de crédito social ya es una realidad.

 

Allí, la gente ya ni siquiera puede subir a un tren si su puntuación de crédito social es demasiado baja.

 

Y estén seguros:

todo esto está llegando, y pronto a todo el mundo - introducido de forma camuflada a través de un Caballo de Troya, el pasaporte de vacunación.

Un mundo así puede parecernos inimaginable.

 

Pero si nos paramos a pensarlo un momento, queda claro que COVID-19 ya nos ha dado un anticipo de un mundo en el que lo que está permitido, y por tanto los límites de nuestra libertad, cambian a diario.

 

El destete de nuestra libertad ya ha comenzado.

Aunque esta visión del futuro es bastante chocante, el verdadero poder distópico de este plan sólo se hace evidente cuando vemos las dos nuevas plataformas, Pasaporte de Vacunación e Identidad Digital, en el contexto del mundo de alta tecnología y vigilancia en el que ya vivimos.

 

No es ningún secreto que los gigantes tecnológicos mundiales vigilan y registran cada uno de nuestros actos en Internet, utilizando cada publicación que nos gusta, cada artículo que compartimos, cada anuncio en el que hacemos clic y cada vídeo que vemos para crear perfiles detallados de nosotros.

 

Estos perfiles psicográficos, creados mediante Big Data, no sólo se utilizan para averiguar qué productos queremos comprar.

 

Es aún más aterrador: se trata de nuestras preferencias políticas, nuestras opiniones, actitudes y creencias, e incluso nuestros impulsos y miedos más íntimos.

 

Se podría decir que, con su inteligencia artificial, Big Data y su potencia de cálculo casi ilimitada, Google, Facebook y Amazon nos conocen mejor que nosotros mismos.

Desde las revelaciones de Edward Snowden sobre los programas de vigilancia ilegales y omnipresentes de la NSA en Estados Unidos, que trabajan codo con codo con sus socios de Los Cinco Ojos en el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

 

La mayoría de las personas medianamente informadas saben que los gobiernos también recopilan y almacenan enormes cantidades de datos sobre todos sus ciudadanos, incluidas casi todas las llamadas telefónicas, los mensajes de texto y los correos electrónicos.

 

Los aparatos de seguridad de los gobiernos nacionales y las grandes empresas con ánimo de lucro que operan a escala internacional nos elaboran perfiles y controlan y analizan todos los aspectos de nuestras vidas.

 

Hasta ahora, el pacto fáustico que hemos hecho con "Big Tag" no parece tener mucho más impacto que un suave empujoncito aquí y allá de un anuncio en línea o una recomendación espeluznantemente precisa de Amazon incitándonos a comprar algo que ni siquiera sabíamos que queríamos.

 

Pero todo eso cambiará -para siempre- si permitimos la introducción de certificados de vacunación.

 

¿Por qué?

 

Porque el pasaporte de vacunación, y el sistema de crédito social en el que se está convirtiendo rápidamente, es la última pieza que falta en una arquitectura automatizada de vigilancia total y control social.

George Orwell nos introdujo a todos en muchos aspectos de la vigilancia y todos sabemos intuitivamente que ser vigilados ejerce cierta presión sobre nosotros y nos hace más propensos a obedecer ciertas reglas y normas.

 

Pensemos en los radares de velocidad de las carreteras y en las cámaras de vigilancia de tiendas y centros urbanos.

 

Pero hay otro aspecto de la vigilancia del que, aparte de la ocasional multa por exceso de velocidad, pocos de nosotros somos conscientes, y es el aspecto disciplinario de la vigilancia que aparece al final de cualquier arquitectura de vigilancia:

el castigo tras las infracciones...

Hasta ahora faltaba esta pieza del puzzle, pero con el pasaporte de vacunación, todo infractor de las normas llevará en el futuro en su bolsillo el mecanismo de su castigo automático.

En el debate académico sobre el tema de la vigilancia, se utiliza el término "totalitarismo llave en mano".

 

La idea subyacente es que la infraestructura de vigilancia para un sistema totalitario ya se ha construido a nuestro alrededor, pero aún no se ha encendido. La máquina está lista, pero aún no se ha girado la llave.

 

Las cartillas de vacunación son el último elemento de esta infraestructura, el último engranaje de la rueda.

 

Son la punta de lanza disciplinaria del sistema totalitario de vigilancia y control.

 

En cuanto permitamos que se introduzca esta última parte crítica de la infraestructura, en cuanto la aceptemos como parte normal de nuestra vida cotidiana, se girará la llave, se cruzará el Rubicón y no habrá vuelta atrás.

Entonces ya no hay lugar para el desacuerdo, ni para el debate, ni para la desviación de las normas o comportamientos prescritos.

 

Y en la medida en que desaparece también el importantísimo espacio para el debate, la alteridad y el inconformismo, desaparece también la oportunidad de que la gente corriente determine colectivamente la dirección en que debe evolucionar nuestra sociedad.

 

La máquina estará encendida, observará incesante y automáticamente, hará perfiles y evaluaciones, guiará nuestro comportamiento y, si es necesario, nos castigará.

 

Estaremos siempre a merced de nuestros gobernantes, los gobernantes que tienen la llave de la máquina.

 

Los que cuentan nuestros puntos, los que ponen las reglas, los que deciden si nos ponen una señal verde o una cruz roja.

 

Quienes deciden si nos integran en la sociedad o si nos empujan al peligroso borde de la existencia.

 

Si permitimos que esto ocurra, significará - como la llamó Aldous Huxley - la última revolución.

 

No habrá vuelta atrás...

 

La libertad tal y como la hemos conocido toda la vida y las generaciones anteriores se extinguirá para siempre...




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