por José Zepeda
30 Abril 2021

del Sitio Web OpenDemocracy





Graffitti en Ayabaca, Piura, Perú,

durante las elecciones regionales y municipales del 2014.
Carlos Mora / Alamy

 

 

 

Gane quien gane el próximo 6 de junio,

lo tendrá difícil y necesitará más de un acuerdo

para garantizar el mínimo de estabilidad

ante un Congreso atomizado

y una sociedad hastiada...




Los peruanos decidirán el próximo 6 de junio quién será el presidente de la república.

 

Las opciones no pueden ser más singulares:

una mujer acusada de crimen organizado y un ultraizquierdista que amaga con cerrar el Congreso y sacar al país de la Corte Interamericana de Justicia...

El pasado 11 de abril, en la primera vuelta de elecciones, ante una enorme fragmentación política que elevó el número de candidatos a 18, ganó ampliamente la desconfianza, el hastío y la desesperanza.

A la crisis política y social que se arrastra desde el 2017 se suman las secuelas de la pandemia, agravadas por las profundas debilidades institucionales.

 

Según la primera encuesta postelectoral (19 de abril, IPSOS) Pedro Castillo se impondría ampliamente a Keiko Fujimori, por 42% contra 31%.

 

Otra encuesta (25 de abril) del Instituto de Estudios Peruanos sitúa una distancia 10 puntos mayor (41% Castillo, 21% Fujimori). Pero en pocas semanas, incluso en pocos días, la situación puede cambiar.

 

Hoy, el voto poco tiene que ver con convicciones ideológicas o programas de gobierno, se trata más bien de emociones, de sentimientos apasionados pero transitorios, de poca razón y mucha presunción.

Unos llaman a votar por Keiko porque dicen que Castillo lleva sin paradas a la realidad venezolana, lo que nadie quiere...

 

Otros proponen anular el voto para conseguir hacer realidad el artículo 184 de la constitución:

"El Jurado Nacional de Elecciones declara la nulidad de un proceso electoral, de un referéndum o de otro tipo de consulta popular cuando los votos nulos o en blanco, sumados o separadamente, superen los dos tercios del número de votos emitidos".

Gane quien gane, lo tendrá difícil y necesitará más de un acuerdo para tener el mínimo de estabilidad.

 

La atomización del Congreso es el anuncio a gritos de dificultades para sacar adelante cualquier proyecto. El aumento indiscriminado de partidos políticos es una daga clavada en el corazón de la democracia.

Entrevistamos al profesor Santiago Pedraglio, sociólogo político de la Universidad Católica del Perú.

 

José Zepeda: Después de la primera ronda del proceso electoral en su país, se ha abierto un camino que comienza, a mi juicio, con los optimistas que dicen:

bueno, mire, crisis hemos tenido muchas. Esta es una más...

Luego, en el trayecto, nos aproximamos al abismo, al final del camino están los apocalípticos que señalan peste o coronavirus.

 

¿En qué parte del trayecto se ubica usted?

Santiago Pedraglio: No sé si es fácil y cómodo lo que voy a decir.

 

Yo estaría en un punto intermedio. Evidentemente que es una situación difícil, no se puede discutir.

Pasan a la segunda vuelta una opción como la de Keiko Fujimori, que, según todas las encuestas, era la candidata que presentaba la mayor resistencia de todas.

 

Pero Keiko tiene un voto duro que le ha permitido sacar ese 13 por ciento y fracción (13,36%).

 

Se trata de una votación muy baja causada por la fragmentación del voto.

 

Y por otro lado está la candidatura de Pedro Castillo que representa una izquierda radical, poco conocida por la opinión pública nacional, entre comillas, porque él se había hecho conocido con la huelga magisterial del 2017.

 

Es una oposición bastante cercana a la de Evo Morales y a la de Rafael Correa. No mencionan para nada a Hugo Chávez en su programa. Lo he revisado con cierto detalle y no aparece Chávez.

 

De cualquier modo, es una polarización no sólo política, sino también social.
 


JZ: Usted ha mencionado una de las palabras clave. No hay respuestas fáciles para situaciones complejas como la que vive el Perú.

 

Sin embargo, es importante tratar de aclarar las causas que han generado esta realidad política y social.

SP: Hay varias. Primero, las que podríamos llamar, en jerga sociológica, causas estructurales.

 

Lo cierto es que hay diferencias sociales muy grandes en el Perú.

 

El crecimiento que tuvimos en los últimos 16 años, desde el 2000 más o menos hasta el 2016, fue importante en términos del PIB. Se redujo parcialmente la pobreza, pero son reducciones frágiles que ante una crisis pueden volver a incrementarse.

 

Hay un gran sector de la población que todavía vive en condiciones muy precarias.

 

Además, los servicios del Estado - no quiero generalizar porque eso es falso - pero algunos servicios siguen siendo precarios y son los que usan los pobres en un país como el nuestro.

 

Los servicios privados son a los que recurre la gente de clase media para arriba. Entonces eso polariza todavía más el ambiente.

Es absolutamente inusual en Perú que el candidato más votado tenga 19% de votos válidamente emitidos, que Keiko Fujimori tenga 13% y el tercero y el cuarto tengan 12%.

A eso súmele la política que hemos tenido durante los últimos cinco años con la salida de gobierno de Pedro Pablo Kuczynski (28 de julio del 2016 al 23 de marzo del 2018), con la vacancia de Martín Vizcarra (hasta el 10 de noviembre del 2020), con un protagonismo muy fuerte de la bancada de Keiko Fujimori, que tenía setenta y tres congresistas, de 132.

 

Ella no soportaba haber perdido la elección del 2016.

Y, por supuesto, la Covid-19, que ha sido 'durísima'. Oficialmente tenemos cerca de '60 mil muertos', pero es evidente que la cantidad es mucho mayor.

 

Son realidades que crean un clima como éste, en el que los candidatos tampoco lograron seducir al electorado.

 

Es absolutamente inusual en Perú que el candidato más votado tenga 19% de votos válidamente emitidos, que Keiko Fujimori tenga 13% y el tercero y el cuarto tengan 12%.
 


JZ: Permítame insistir en un detalle más respecto a los candidatos que pasan a la segunda vuelta.

 

A riesgo de estar trazando una caricatura, tenemos a un candidato que asegura que va a cerrar el Congreso y el Tribunal Constitucional y seguramente derogar acuerdos internacionales con instituciones que están en el marco de la convivencia global.

 

Y tenemos a una candidata que está acusada de encabezar un crimen organizado.

 

¿Es una caricatura que coincide con la realidad?

SP: No es una caricatura, porque efectivamente en el programa de Pedro Castillo, por ejemplo, hay una posición sumamente crítica frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

 

Casi se dice que el Perú se retiraría. La presentan como un organismo muy influido por los norteamericanos.

 

No aceptan participar en la Convención de los Derechos del Mar, que me parece fundamental, en la que está una mayoría de países a nivel mundial.

 

Y algo que sí ha sido discutido desde hace muchos años, y creo que tiene mucho apoyo, es un cambio constitucional que permita que los contratos ley con las trasnacionales puedan ser modificados, como de hecho ya ha sucedido.

 

La actual Constitución permite modificarlos a pedido de partes y cuando haya acuerdo de las partes. Y la gran mayoría de veces se ha modificado a pedido a la empresa, no a petición al Estado, y se han aceptado.

 

Personalmente me parece que hay un manejo unilateral en esta cuestión.

En el caso de Keiko Fujimori, es cierto, tiene una acusación de varios cargos, el más difícil es uno en el que el fiscal considera que forma parte de una organización criminal.

 

Eso es lo que lo ha llevado a pedir hasta 30 años de reclusión.

 

También tiene otros casos, vinculados principalmente con el blanqueo de dinero. Acá se dice pitufo, o sea, habría "pitufeado" para poder meter capital al circuito legal.

 

Esas son algunas de las acusaciones que tiene Keiko.
 


JZ: El nuevo Congreso va a tener a lo menos once bancadas.

 

No es difícil suponer que esta fragmentación va a entorpecer cualquier gestión y lo más probable es que quien busque apoyo va a tener que pagar por él.

 

Esto es desalentador, no solo para el Perú, sino para todos aquellos países que viven esta ya consolidada crisis política, ¿no le parece?

SP: No me cabe ninguna duda.

 

Es un problema gravísimo, por dos razones principales.

Una, por la que usted dice, porque hay un fraccionamiento muy grande.

 

La bancada mayor, es la del señor Pedro Castillo, tiene 37 parlamentarios de 130.

 

Si llegase a triunfar tendría, necesariamente, que organizar una mayoría que no puede bajar de 50, o sea, es imprescindible para poder tener cierta estabilidad en el gobierno, caso contrario podría ser fácilmente destituido de su cargo.

Keiko Fujimori tiene solo 24 parlamentarios, con lo que tiene que hacer una alianza con las otras fuerzas de derecha.

Pero como usted sabe, esas alianzas tampoco son tan firmes, porque al interior de cada una de esas agrupaciones también hay diferencias. Tampoco son partidos consolidados.

 

Ella puede lograr una mayoría en el Congreso en el caso que gane la segunda vuelta, pero le va a ser costoso.

Vaya usted a saber ahora qué cosa es "incapacidad moral permanente".

Perú, como otros países de la región, posee un régimen presidencialista, aunque en el caso peruano, desde la Constitución del 79, incluso de antes, se introdujeron algunas figuras propias del parlamentarismo.

 

Por ejemplo, tenemos un premier, que no existe en otros países de la región, que es una especie de primer ministro. ¿Qué pasó?

 

Cuando se planteó el tema en los últimos meses del año pasado, al señor Vizcarra, que estaba como presidente terminando la gestión del gobierno de Kuczynski, se planteó la vacancia.

 

La causal utilizada está en la Constitución:

incapacidad moral permanente...

Vaya usted a saber ahora qué cosa es "incapacidad moral permanente".

Ese es el gran tema, porque cuando se ha planteado este asunto ante el Tribunal Constitucional, éste dijo, no, ya no hay causa, porque Vizcarra había sido vacado, pero dejó sin resolver la interpretación de fondo:

¿qué tenemos que entender por incapacidad moral permanente?

Porque puede ser incapaz moral permanente alguien que está mal de la cabeza, o que tiene una crisis psicológica especial, o que físicamente padece un problema que no lo deja gobernar, o tiene una conducta moral que se puede considerar inaceptable, porque en su vida privada no se comporta como debe hacerlo un presidente de la República.

 

Entonces usted lo puede bajar, como así lo dijeron algunos congresistas:

este es un problema político.

Así, es el Congreso el que define qué cosa es incapacidad moral permanente.

De tal manera que esta posibilidad hace aún más precaria la situación de los futuros gobernantes.
 


JZ: Pasemos al tema de los derechos y los deberes.

 

Se supone que los ciudadanos en una democracia tienen derecho a saber cómo piensan los candidatos enfrentar la larga lista de urgencias que aguardan solución.

 

Voy a nombrar sólo algunas:

Pobreza. Crisis sanitaria. Combate a la corrupción. Independencia de los poderes del Estado. Desarrollo.

¿Usted cree que los candidatos en liza están dispuestos a dar respuesta antes de la segunda vuelta a ese tipo de cuestiones?

SP: Creo que deberían.

 

No le puedo decir si van a hacerlo o no, pero creo que sería una obligación política moral, o como la quiera llamar. Vivimos una crisis no sólo peruana, por supuesto, en otros países también, pero el caso peruano tiene particularidades muy graves.

El 'drama' de la Covid es tremendo.

 

En este momento en el país están vacunadas como máximo 600 mil personas de una población de 33 millones.

El gobierno que asuma debe enfrentar una crisis extrema. Entonces una propuesta de anticrisis es ineludible. O sea, los primeros dos años o tres años van a ser para resolver la crisis que tenemos hoy.

 

El drama de la Covid es tremendo.

 

Faltan vacunas, las que llegan, lo hacen a cuentagotas. En este momento en el país estamos vacunados como máximo 600 mil personas de una población de 33 millones. El sistema de salud es muy frágil.

El segundo desafío es la reactivación de la economía, porque el año pasado el PBI cayó entre el 12 y el 13%. Como consecuencia, la recesión es bárbara. Hemos perdido empleos tanto en el sector formal como en el informal, cuya envergadura es muy significativa.

 

(Según la OIT en 2019, alrededor de 12,5 millones de personas trabajaban de manera informal. Es decir, siete de cada diez, un 72,7%).

Y por último, el tercer gran tema es el de la independencia de los poderes.

 

Esto es clave, sobre todo con el sistema de justicia, no sólo con el Poder Judicial, sino también con el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional.
 


JZ: Para el tema de los deberes acabo de acordarme de algo que dijo en su momento Santa Teresa de la Cruz:

"Lo que nosotros podemos hacer en relación con lo que se nos da es realmente poco, pero debemos hacer ese poco".

Profesor, ¿cuál es ese poco en el ámbito de los deberes de la sociedad en el Perú?

SP: No todos vivimos en las mismas condiciones.

 

Seamos claros, yo soy una persona de clase media, que no puedo pedirle a una persona en la informalidad absoluta, con ingresos precarios, que tiene que trabajar en el día a día para poder sobrevivir él y su familia, no puedo pedirle, digo, que no salga a la calle.

 

Lo que hay que pedirle, es que se cuide, que se proteja, que trate de guardar la distancia, que tome en serio el uso de la mascarilla.

Lo que quiero decirle es que en el ámbito de la salud, es una responsabilidad mayor de todos nosotros, pero en la medida en que cada uno puede.

El otro gran tema que tenemos es que no podemos seguir manejando la política permanentemente como si fuésemos enemigos.

 

Como dice una socióloga muy conocida, Chantal Mouffe, hay que relacionarse como adversarios, no como enemigos.

 

Por supuesto, la democracia es también conflicto, polémica, pero dentro de ciertas reglas políticas de respeto al que piensa diferente. Es algo previo que compete a unos más que a otros.

 

De hecho, hay más responsabilidad de la gente que tiene más poder. El propósito es evitar que el desequilibrio de poderes no juegue siempre a favor de los poderosos.

 

Hay que pedirles que tengan una prudencia mínima, mínima, para manejarse en situaciones de crisis profunda como la que vivimos.