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  por Mario Osava
 30 Octubre 
			2019
 del Sitio Web 
			IPS
 
 
 
 
			  
			
			 
			
			Lo que comenzó como protestas estudiantiles espontáneas  
			
			por un alza de las tarifas del metro en Santiago de Chile,  
			
			se ha transformado en una movilización general en las calles  
			
			contra el gobierno de Sebastián Piñera y la falta de  
			
			respuestas a demandas de la sociedad,  
			
			con el sustrato de la desigualdad como amalgama.  
			
			Crédito: ONU 
			  
			
 RÍO DE JANEIRO
 
			  
			Chile, con sus protestas 
			multitudinarias, de creciente adhesión y estallidos de violencia, 
			refleja mejor que otras rebeliones y los vuelcos electorales de 
			octubre en América del Sur, los dilemas del futuro latinoamericano.
 La región se destaca estos tiempos por la agitación en las calles 
			que se diseminó por el mundo en esta década a partir de la llamada
			Primavera Árabe (2010-2013), al poner en cuestión la 
			desigualdad recordista
			
			de América Latina, la sociedad y el 
			modelo económico vigentes.
 
 Sorprendió la profusión de participantes en
			
			la sublevación de los chilenos, 
			iniciada por la desobediencia estudiantil que paralizó el metro para 
			derivar luego en saqueos, batallas campales contra policías y 
			militares y la movilización de 1,2 millones de manifestantes en 
			Santiago, el 25 de octubre.
 
				
				El 'estopín', 
				el alza de 3,75 por ciento impuesto al pasaje del metro el 4 de 
				octubre, hace recordar las protestas brasileñas iniciadas en 
				junio de 2013 contra el aumento de 6,7 por ciento en los precios 
				de autobuses, metro y trenes de São Paulo.   
				La represión policial 
				no logró contener el movimiento, al revés fomentó actos cada día 
				más masivos en todo el país, con reclamos ampliados a mejores 
				servicios públicos y al rechazo a los gastos públicos para 
				construir o reformar estadios de la Copa Mundial de Fútbol 
				de 2014 y las Olimpiadas de 2016 en Río de Janeiro. 
			Las manifestaciones 
			callejeras en Brasil ganaron nuevo empuje por los 
			escándalos de corrupción entre políticos desde 2014 y, adueñadas por 
			la oposición derechista, contribuyeron a la caída de la presidenta
			Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los 
			Trabajadores, destituida por el parlamento en agosto de 2016.
 El proceso desacreditó el sistema político y condujo así a la 
			elección, en octubre de 2018, del presidente 
			
			Jair Bolsonaro, candidato de la 
			extrema derecha que se presentó como antipolítico y anticorrupción, 
			aunque estuviera hacía décadas en la política.
 
 En Chile la movilización ganó fuerza y amplitud, 
			aunque sea prácticamente espontánea, sin una articulación por una 
			gran organización, al despertar la lucha por objetivos más 
			profundos, como el demorado cambio de la Constitución y una sociedad 
			que ponga coto a la desigualdad en uno de los países menos 
			igualitarios del mundo.
 
 Se trata de finalmente superar los muchos vestigios aún vigentes en 
			el Estado, 29 años después del fin de la dictadura comandada por el 
			general 
			
			Augusto Pinochet, entre 1973 y 
			1990.
 
			  
			La Constitución que rige 
			la vida nacional sigue siendo la de 1980, impuesta por los 
			militares.
 Los indignados chilenos tienen el reordenamiento político, legal y 
			social por hacer, además de alzarse contra algunas medidas 
			económicas actuales y del pasado.
 
			  
			Muy distinto de los 
			cambios coyunturales que se están logrando por elecciones y 
			protestas populares en otros países sudamericanos.
 La rebelión de principios del sudamericano octubre caliente en 
			Ecuador se deshizo al conquistar la revocación de 
			brutales alza de los combustibles, motivo de la confrontación con el 
			gobierno del reformista 
			
			Lenín Moreno.
 
 En Bolivia la oposición sigue protestando contra un 
			supuesto fraude en las elecciones para forzar una segunda vuelta en 
			que podría poner fin a 13 años de gobierno del izquierdista e 
			indígena 
			
			Evo Morales, quien evitó por 
			mínimo margen esa instancia en los comicios del día 20.
 
 
			  
			
			 Protestas en la ciudad de La Paz, la capital política de Bolivia,
 
			en 
			demanda de que se realice una segunda vuelta  
			de las 
			elecciones presidenciales, celebradas el 20 de octubre.  
			
			Crédito: ONU
 
			Las elecciones presidenciales en Bolivia, y Argentina y Uruguay el 
			domingo 27, junto con las de Colombia en los municipios y los 
			departamentos, ese mismo día, aceleraron el sube y baja
			
			entre izquierda y derecha, 
			tendencias también denominadas de progresistas y neoliberales.
 
 La reelección o la continuidad de una misma corriente en el gobierno 
			se hizo más difícil en América Latina.
 
				
				"La inestabilidad es 
				profunda y amplía las incertidumbres", resumió para IPS el 
				politólogo Clovis Brigagão, ex-director del Centro de Estudio de 
				las Américas de la Universidad Cándido Mendes, de Río de 
				Janeiro. 
			En Argentina 
			el peronismo, inscrito en el populismo de centroizquierda, vuelve a 
			la presidencia con Alberto Fernández, al derrotar a Mauricio Macri 
			que fracasó en recuperar la economía nacional con su política 
			liberal.
 En Colombia, la derecha con veleidades de extrema 
			derecha que gobierna el país con el presidente 
			
			Iván Duque sufrió duras 
			derrotas en las elecciones municipales y departamentales, que son 
			vistas como un castigo a sus políticas y a su mentor, el 
			ex-presidente 
			
			Álvaro Uribe.
 
 Pero la izquierda también sufre reveses...
 
			  
			En Uruguay 
			el Frente Amplio, en el poder hace 15 años, ganó los comicios 
			el domingo 27, pero va a la segunda vuelta el 24 de noviembre en 
			desventaja ante el tradicional Partido Nacional apoyado por 
			otras fuerzas de derecha y de la recién irrumpida extrema derecha.
 En Bolivia, Morales fue declarado vencedor por el Tribunal Electoral 
			al obtener por apenas décimas los 10 puntos sobre su principal 
			rival, lo que le salva de una segunda vuelta, pero tiene su tercera 
			reelección amenazada por sospechas nacionales e internacionales de 
			fraude y masivas manifestaciones de rechazo.
 
 Hay excepciones en la tendencia...
 
			  
			En Venezuela 
			el gobierno del izquierdista 
			
			Nicolás Maduro se sostiene 
			desde 2013, con una deriva autoritaria, en medio a las más 
			persistentes y masivas manifestaciones de rechazo, e incluso 
			tolerando desde enero un autodeclarado "presidente 
			paralelo", 
			
			Juan Guaidó, reconocido por 
			50 "gobiernos"...
 La llamada Revolución Bolivariana dura ya dos décadas, aunque 
			haya perdido su principal líder y fundador, Hugo Chávez 
			muerto en 2013, he "destruido 
			la economía" y provocado la migración de casi cinco 
			millones de personas desde ese año, en un país de 29 millones de 
			personas.
 
			  
			Elementos que lo han 
			convertido en un espantajo izquierdista para el discurso de 
			la derecha...
 Chile es el país latinoamericano que vivió las experiencias más 
			radicales de los dos polos que son referencias en las disputas de 
			poder.
 
				
				Entre 1970 y 1973 el 
				presidente Salvador Allende intentó desarrollar un 
				socialismo chileno por vía democrática.
 El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 puso fin a su 
				proyecto y a su vida.
 
					
					"Algo quedó en la 
					memoria popular de las medidas socializantes, como salud 
					para todos, leche gratis para niños, madres y lactantes, las 
					soluciones colectivas y solidarias, como las ollas comunes 
					cuando vino el desabastecimiento provocado por empresarios", 
					recuerda Maria do Carmo Brito, una brasileña que vivió esa 
					época en Chile. 
				Ya han pasado 46 
				años, pero son "hechos que cuentan los más viejos a los hijos y 
				jóvenes", plantea a IPS la socióloga que daba clases en la 
				Universidad Católica de Santiago.
 En 1997 ella volvió a Chile para hacer un curso de 
				administración pública y quedó "chocada" con los cambios 
				sociales.
   
				En lugar del anhelo y 
				acciones por igualdad y la vida comunitaria, el "lujo ostensivo 
				de los 'mall' y los barrios ricos", en contraste con los 
				miserables en las calles, además del silencio sobre el pasado.
 La dictadura militar impuso, junto con la Constitución de 1980, 
				el modelo económico dicho neoliberal, que luego ganaría difusión 
				internacional por medio de los gobiernos de Estados Unidos y 
				Gran Bretaña.
   
				De eso hace parte el 
				sistema previsional de capitalización, individual, que se apunta 
				como una de las principales razones de la rebelión chilena.
				   
				Las pensiones 
				recibidas por los ancianos son insuficientes, muy inferiores a 
				las esperadas y prometidas.
 Salud, enseñanza y otros servicios privatizados, de difícil 
				acceso para los más pobres es otra herencia, no superada de la 
				"revolución económica" impuesta por los llamados "Chicago 
				boys", economistas adeptos del ultraliberalismo, 
				formados en la estadounidense
				
				Escuela de Chicago.
 
			En consecuencia Chile se 
			incorporó a los países de mayor desigualdad económica y 
			social, no muchos años después de acercarse al sueño del 
			socialismo.
 Contra ese sistema se volvieron
			
			las protestas actuales en las 
			grandes ciudades chilenas, en una evolución desde los primeros actos 
			de rebeldía contra el alza del pasaje de metro en Santiago.
 
 Por eso la movilización prosigue, aún después del derechista 
			presidente Sebastián Piñera moderara su política económica,
 
				
				cancelando la medida 
				para el metro y anunciando otras, como el aumento de las 
				pensiones, un ingreso mínimo para complementar salarios, 
				contención de precios de electricidad y ayuda para 
				medicamentos... 
			La situación, de hecho, 
			forzó a Piñera este miércoles 30 de Octubre, a declinar acoger el 
			Foro de la APEC, que iba a celebrarse en el país en noviembre, y 
			la Conferencia de las Partes sobre el clima (COP25) 
			en diciembre, con que pretendía consolidar la imagen de empuje y 
			solidez del país, que se ha evaporado este mes.
 En Brasil, el actual gobierno de extrema derecha adoptó el 
			neoliberalismo. El ministro de Economía, Paulo Guedes, 
			intentó introducir la capitalización en la reforma previsional 
			recién aprobada por el parlamento.
 
 Pero los parlamentarios excluyeron ese y otros puntos que reducirían 
			las pensiones de discapacitados y trabajadores rurales. Su 
			disposición es atenuar el ajuste fiscal que intenta promover el 
			gobierno.
 
 De todas formas muchos analistas creen que Brasil 
			difícilmente escapará a un estallido social, ante el 
			alto desempleo y la política económica adoptada...
 
 
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