Parte 6
	Los Ejércitos Secretos de La OTAN
	
	
	
	La guerra secreta en Italia
	por Daniele Ganser
	
	2 Marzo 2010
	
	Desde
	Bâle (Suisse)
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
		
			| 
			Estados Unidos, el país que se 
			presenta como el gran defensor de la democracia, organizó fraudes 
			electorales en Italia, así como dos golpes de Estado invisibles y no 
			vaciló en hacer ejecutar al primer ministro italiano Aldo Moro.  
			En esta sexta parte de su 
			estudio sobre el Gladio, el historiador suizo Daniele Ganser explica 
			cómo Washington controló la vida política en Italia, a espaldas de 
			los italianos, a lo largo de 50 años. | 
	
	
	
	
	
	
	
	
			En 1978, Estados 
			Unidos hizo asesinar al primer ministro italiano Aldo Moro. 
			
	
			Las Brigadas Rojas se 
			responsabilizaron con su ejecución, 
	
			pero la operación 
			estuvo manipulada por el Gladio.
	
	 
	
	El anticomunismo estadounidense ha dado origen a 
	muchas de las tragedias que marcan la historia de la I República Italiana 
	(1945-1993). 
	
	 
	
	Las pruebas descubiertas durante la última 
	década demuestran que el ejército Gladio, dirigido por los servicios 
	secretos italianos, participó activamente en esa guerra no declarada, con la 
	complicidad de los terroristas de extrema derecha. A falta de invasor 
	soviético, las unidades paramilitares anticomunistas entrenadas por la CIA 
	se dedicaron a la realización de operaciones internas destinadas a influir 
	sobre la vida política nacional. 
	
	 
	
	Una investigación parlamentaria a la que el 
	Senado italiano confió la misión de aclarar la cuestión del Gladio así como 
	una serie de misteriosos atentados concluyó al final de la guerra fría que, 
	en Italia, 
	
		
		«la CIA gozó de la mayor libertad» debido al 
		hecho que, durante la I República, Italia había vivido «en una situación 
		de división difícil e incluso trágica».
	
	
	En el marco de aquella división se enfrentaban 
	las dos ideologías dominantes de la guerra fría. A la izquierda, estaba el 
	muy popular e influyente PCI (Partido Comunista Italiano, secretamente 
	financiado por la URSS) y el poderoso Partido Socialista [1] 
	mientras que del otro lado del tablero actuaban la CIA, los servicios 
	secretos militares italianos y el ejército que estos habían conformado bajo 
	la apelación Gladio, así como diversos movimientos terroristas de extrema 
	derecha, que gozaban todos del apoyo político de la conservadora DCI 
	[2].
	
	Durante la Segunda Guerra Mundial, la Italia del dictador fascista Benito 
	Mussolini había conformado una alianza con Hitler. 
	
	 
	
	Después de la derrota de las potencias del Eje, 
	el presidente estadounidense Franklin Roosevelt, el primer ministro 
	británico Winston Churchill y el principal dirigente de la URSS Josef Stalin 
	se reunieron en Yalta (Crimea), en febrero de 1945, para discutir el destino 
	de Europa y tomaron la decisión, crucial para Italia, de incluir esa 
	península en la esfera de influencia estadounidense. En sus esfuerzos por 
	limitar el poder de los comunistas, la CIA no vaciló en aliarse con la mafia 
	y con los terroristas de extrema derecha. 
	
	 
	
	El agente de la CIA Victor Marchetti explicó al 
	respecto: 
	
		
		«La CIA se apoyó en el anticomunismo 
		visceral de la mafia para controlar Italia» [3].
	
	
	Incluso antes del fin de la guerra, el propio 
	jefe de la OSS en Italia, Earl Brennan, había mediado ante el secretario 
	estadounidense de Justicia para que éste último redujera la pena de 50 años 
	de cárcel contra Charles «Lucky» Luciano. Su objetivo era poner en práctica 
	un acuerdo secreto. 
	
	 
	
	A cambio de su libertad, Luciano proporcionaba 
	al ejército estadounidense una lista de los más influyentes mafiosos 
	sicilianos que apoyarían el desembarco estadounidense de 1943 en Sicilia
	[4].
	
	Después de la guerra, la CIA,
	
		
		«puso especial interés en conservar aquella 
		amistad secreta con la mafia siciliana» y fue así que «en nombre de la 
		lucha contra el comunismo en Italia y en Sicilia, los americanos dejaron 
		la isla en manos del hampa que todavía la controla hoy en día» [5].
	
	
	Las tropas estadounidenses que liberaron Italia 
	y reemplazaron la dictadura por una frágil democracia fueron recibidas por 
	los italianos con banderas, pan y vino. 
	
	 
	
	A pesar de ello, los Aliados «estaban inquietos 
	por la situación política en Italia y sobre todo por la amenaza del partido 
	comunista cuya influencia seguía creciendo, situación que ya habían 
	observado en el pasado en Grecia y en Yugoslavia».
	
	Fue por eso que Londres y Washington decidieron cambiar de política dejando 
	de aportar su ayuda a los partisanos italianos, en su mayoría comunistas, 
	que gozaban de cierto prestigio entre la población debido a su heroica 
	resistencia contra el fascismo. 
	
		
		«Ese cambio de política fue vivamente 
		desaprobado» por los oficiales de enlace británicos y estadounidenses 
		que habían luchado tras las líneas enemigas junto a los comunistas 
		italianos y «por los propios italianos» [6].
	
	
	El descontento creció todavía más cuando los 
	comunistas italianos vieron como sus antiguos aliados reclutaban en secreto 
	a fascistas, notaron la presencia de miembros de la extrema derecha en el 
	aparato del Estado y comprobaron que, 
	
		
		«el virulento anticomunismo que había 
		servido de base a los fascistas para alcanzar el poder era ahora una 
		cualidad muy apreciada» [7].
		 
		
		«Es probable que grupúsculos de extrema 
		derecha fuesen reclutados e integrados a la red stay-behind para que nos 
		avisaran si se preparaba una guerra», confirmó posteriormente Ray Cline, 
		director adjunto de la CIA desde 1962 hasta 1966, en un reportaje sobre 
		el Gladio. 
		 
		
		«Desde esa óptica, la utilización de 
		extremistas de derecha, no con fines políticos sino con fines de 
		inteligencia, no me parece representar un problema.» [8]
	
	
	Sin embargo, en vez de limitarse a la búsqueda 
	de información, esos elementos recibieron realmente las llaves del poder.
	
	 
	
	Estados Unidos convirtió la DCI (la Democracia 
	Cristiana Italiana) en una muralla contra el comunismo, 
	
		
		«una colección de colaboracionistas, de 
		monárquicos y de fascistas convencidos» [9].
	
	
	Alcide De Gasperi, proveniente de la DCI, fue 
	nombrado primer ministro y dirigió 8 gobiernos sucesivos entre 1945 et 1953
	[10]. 
	
		
		«A falta de una verdadera purga, la vieja 
		burocracia fascista logró mantenerse.» [11]
	
	
	El primer ministro De Gasperi y el ministro del 
	Interior Mario Scelba supervisaron personalmente, 
	
		
		«la reintegración de funcionarios 
		profundamente comprometidos con el régimen fascista» [12].
	
	
	
	
	El príncipe Valerio Borghese, 
	conocido como «el Príncipe Negro», 
	
	fue uno de los fascistas más 
	notorios reclutados por Estados Unidos.
 
	
	El príncipe Valerio Borghese, conocido como «el 
	Príncipe Negro», fue uno de los fascistas más notorios reclutados por 
	Estados Unidos. A la cabeza de la Decima MAS (XMAS), una fuerza de élite de 
	4 000 hombres creada en 1941 y puesta a los órdenes de los nazis, el 
	príncipe había dirigido una campaña de exterminio contra los miembros de la 
	resistencia bajo la República de Saló y se había especializado en la 
	persecución y ejecución de comunistas italianos.
 
	
	Al final de la guerra fue capturado por los 
	miembros de la resistencia y estaba a punto de ser ahorcado cuando, el 25 de 
	abril de 1945, el almirante Ellery Stone, procónsul estadounidense en la 
	Italia ocupada por los aliados y amigo de la familia Borghese, se puso en 
	contacto con James Angleton, un miembro de la OSS que se convertiría con el 
	tiempo en el más célebre agente de la CIA, y le ordenó que se ocupara de 
	sacarlo de aquella situación. 
	
	 
	
	Angleton le proporcionó al Príncipe Negro un 
	uniforme de oficial estadounidense y lo escoltó hasta Roma, donde debía 
	responder por crímenes de guerra.
	
	Gracias a la protección que Estados Unidos le garantizó, Borghese fue 
	finalmente declarado «no culpable» [13]. 
	
	 
	
	El agente de la CIA James Angleton fue 
	condecorado con la Legion of Merit del ejército estadounidense por actos 
	«excepcionalmente meritorios» y continuó su carrera en la dirección de 
	contraespionaje de la CIA, 
	
		
		«convirtiéndose en la encarnación misma del 
		control que ejercía Estados Unidos sobre los movimientos políticos y los 
		grupos paramilitares neofascistas y de extrema derecha de la Italia de 
		postguerra» [14]. 
	
	
	Al igual que para muchos otros soldados de la 
	guerra fría, después de la derrota del Eje, 
	
		
		«el enemigo simplemente había cambiado de 
		forma a los ojos de Angleton», como escribieron sus biógrafos, «la hoz y 
		el martillo habían reemplazado la cruz gamada» [15].
	
	
	En 1947 fueron creados en Washington el NSC [National 
	Security Council o Consejo de Seguridad Nacional. NdT.] y la CIA. 
	
	 
	
	Debido a «continuos ataques de su poderoso 
	partido comunista», Italia tuvo el triste privilegio de convertirse en 
	teatro de operaciones de una guerra secreta no declarada de la CIA. Era 
	clara la misión de la agencia: impedir que la izquierda italiana ganara las 
	primeras elecciones nacionales de la postguerra, que debían celebrarse el 16 
	de abril de 1948. 
	
	 
	
	El presidente estadounidense Harry Truman estaba 
	muy contrariado porque el PCI, que era el mayor partido comunista de Europa 
	occidental, y el PSI [Partido Socialista Italiano. NdT.] acababan de unirse 
	en una alianza para conformar el Fronte Democratico Populare (FDP).
	
	Basándose en los buenos resultados que la coalición de izquierda había 
	obtenido en las últimas elecciones municipales, en las que la DCI –apoyada 
	por los estadounidenses– a menudo había sido derrotada, los observadores 
	predecían una victoria del FDP en el parlamento. La OPC, el departamento de 
	operaciones especiales de la CIA, que –bajo la dirección de Frank Wisner– 
	había montado la red Gladio, le inyectó entonces 10 millones de dólares al 
	partido demócrata-cristiano.
	
	
	Al mismo tiempo, comunistas y socialistas fueron blanco de campañas de 
	difamación. Entre otros trucos sucios, la CIA recurrió a la publicación de 
	panfletos anónimos con calumnias sobre la vida sexual y la vida privada de 
	los candidatos del PCI y atribuyéndoles contactos con los fascistas y/o con 
	movimientos anticlericales. 
	
	 
	
	La estrategia que consistía en apuntar 
	específicamente a los puestos que podían garantizar una mayoría a la DCI en 
	vez de buscar una amplia victoria funcionó en cada una de las 200 
	circunscripciones seleccionadas, exceptuando sólo dos de ellas.
	
	La DCI obtuvo finalmente el 48% de los sufragios, obteniendo así 307 escaños 
	en el parlamento, mientras que el FDP tuvo que contentarse con el 31% de los 
	votos y 200 escaños [16].
	
	
	La brutal represión que dio respuesta a las protestas de la población y de 
	la izquierda en particular dejaron un «número considerable de víctimas 
	durante las manifestaciones y las ocupaciones de locales» [17].
	
	
	El presidente Truman quedó satisfecho con los resultados obtenidos y se 
	convirtió en un adepto de las operaciones clandestinas. 
	
	 
	
	En su famosa «Doctrina Truman» de marzo de 1947 
	había especificado: 
	
		
		«No debemos reconocer ningún gobierno 
		impuesto a una nación por una fuerza o una potencia extranjera», basando 
		así la política exterior de Estados Unidos en «el Derecho y la Justicia» 
		y rechazando todo «compromiso con el mal» [18].
	
	
	Sin embargo, si las elecciones italianas 
	hubiesen terminado con otro resultado que no fuese una victoria de la DCI, 
	que gozaba del apoyo de Estados Unidos, Italia se habría visto sumida en la 
	guerra civil, al igual que Grecia. 
	
	 
	
	Durante las elecciones y después de éstas, naves 
	de guerra estadounidenses patrullaban frente a las costas de la península y 
	fuerzas terrestres se mantuvieron en estado de alerta. George Kennan, jefe 
	del buró de planificación política del Departamento de Estado encargado de 
	desarrollar los programas a largo plazo que debían posibilitar la obtención 
	de los objetivos [estadounidenses] en materia de política exterior, 
	aconsejaba pura y simplemente una intervención militar de Estados Unidos en 
	caso de victoria de los comunistas en las elecciones [19].
	
	
	Después de las revelaciones sobre el Gladio, el presidente italiano 
	Francesco Cossiga confirmó que una facción paramilitar de la DCI estaba 
	lista para intervenir si aquello hubiese sucedido. 
	
	 
	
	Armado con un fusil automático Stern, varios 
	cargadores y «granadas de mano», el propio Cossiga formaba parte del 
	comando. 
	
		
		«Yo estaba armado hasta los dientes y no era 
		el único.» 
	
	
	El armamento de los paramilitares de la DCI 
	había sido, 
	
		
		«comprado gracias al dinero puesto a su 
		disposición por el partido» [20].
	
	
	Después de lograr apartar al PCI del gobierno, 
	la Italia gobernada por la DCI pro-estadounidense fue invitada, el 4 de 
	abril de 1949, a incorporarse a la OTAN, que acaba de ser creada, en calidad 
	de miembro fundador. 
	
	 
	
	Sólo unos días antes, el 30 de marzo de 1949, 
	Italia se había dotado de su primer servicio de inteligencia militar desde 
	1945, nacido de la colaboración con la CIA. Integrada al ministerio de 
	Defensa, aquella unidad secreta fue bautizada con la apelación SIFAR y 
	puesta bajo el mando del general Giovanni Carlo. 
	
	 
	
	Bajo la I República Italiana, el SIFAR se 
	inmiscuyó en numerosas ocasiones en los asuntos políticos de Italia y su 
	división «Buró R» se encargó de comandar el ejército stay-behind 
	anticomunista conocido como Gladio [21]. 
	
		
		«La coincidencia entre la adhesión de Italia 
		a la OTAN y el restablecimiento de su capacidad en el campo de la 
		inteligencia está lejos de ser fortuita», observó con toda razón el 
		experto en servicios secretos Philipp Willan, y «nos informa sobre los 
		objetivos fundamentales de los servicios secretos en la Italia de 
		postguerra y sobre las intenciones de quienes permitieron su 
		restablecimiento» [22].
	
	
	Desde su creación, el SIFAR estuvo «regulado por 
	un protocolo ultrasecreto impuesto por Estados Unidos que constituye una 
	total renuncia a la soberanía nacional». 
	
	 
	
	Según ese protocolo, implantado en coordinación 
	con el programa de la OTAN, las obligaciones del SIFAR para con la dirección 
	de la CIA en Estados Unidos incluían el compartir la información que se 
	recogía y observar un derecho de control en cuanto al reclutamiento del 
	personal, que tenía que contar con la aprobación de CIA [23]. 
	
	
	 
	
	En efecto, el SIFAR no era independiente sino 
	que se hallaba bajo el control de la CIA. O más bien, como lo describió 
	Paulo Taviani, ministro italiano de Defensa entre 1955 y 1958, los servicios 
	secretos italianos eran dirigidos y financiados por «por los tipos de la Via 
	Veneto», o sea la CIA y la embajada de Estados Unidos en Roma [24].
	
	
	Los senadores italianos también notaron esta hegemonía de la CIA: 
	
		
		«El Gladio fue creado como resultado de un 
		acuerdo entre dos servicios secretos. Uno de ellos, muy importante, el 
		estadounidense. El otro, mucho menos importante, el italiano» [25].
	
	
	En 1951, el general Umberto Broccoli fue 
	nombrado director del SIFAR y, en su calidad de miembro de un «Comité 
	Secreto», se reunió regularmente con representantes de la CIA, con el 
	responsable del comando de la OTAN para el sur de Europa y con responsables 
	del ejército, de la Marina de Guerra y de la Fuerza Aérea de Italia 
	[26]. 
	
	 
	
	Debido el temor de la OTAN por la influencia del 
	PCI, el objetivo del SIFAR era garantizar la estabilidad en Italia. El 
	ejército secreto Gladio era su herramienta fundamental para la realización 
	de esa tarea. El 8 de octubre de 1951, Broccoli escribía al ministro de 
	Defensa Efisio Marras sobre el entrenamiento de los miembros del Gladio en 
	el Reino Unido y el suministro de armas y explosivos provenientes de la CIA.
	
	
	En su carta, el general explicaba que el SIS había ofrecido entrenar a los 
	cuadros del Gladio italiano a cambio de que Italia comprara armamento 
	británico. Por su parte, la CIA proponía proporcionar las armas de forma 
	gratuita, pero no disponía de la capacidad necesaria para garantizar un 
	entrenamiento del nivel que proponían los ingleses.
	
	Los italianos decidieron… no decidir. Enviaron a sus oficiales a recibir la 
	prestigiosa formación de los centros de entrenamiento británicos y 
	concluyeron simultáneamente con Estados Unidos un acuerdo secreto que les 
	garantizaba la entrega gratuita de armas. Aquello no fue del agrado de los 
	británicos. 
	
	 
	
	Cuando el general Ettore Musco, sucesor 
	de Broccoli a la cabeza del SIFAR, viajó a Inglaterra para visitar Fort 
	Monckton, el recibimiento fue particularmente frío: 
	
		
		«En 1953, los británicos, furiosos de haber 
		sido engañados, le reprocharon al general Musco que “su servicio se 
		había entregado en cuerpo y alma a los estadounidenses”» [27].
	
	
	En el marco de su trabajo a favor de la política 
	anticomunista secreta de la OTAN, los representantes del SIFAR participaban 
	regularmente en las reuniones sobre el Gladio con el comando de la OTAN, el 
	ACC y el CPC [28]. 
	
	 
	
	Poco antes de dejar sus funciones, el presidente 
	Cossiga afirmó en una entrevista de televisión que el ejército secreto 
	Gladio había nacido en Italia, en 1951, debido al temor «por lo que pudiera 
	pasar si Europa era invadida». 
	
		
		«Se decidió que 3 países, Estados Unidos, 
		Gran Bretaña y Francia, serían miembros permanentes y que los demás 
		serían miembros asociados, lo cual incluía a Dinamarca, Noruega, 
		Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Grecia y Turquía», explicó Cossiga al 
		referirse al CPC, el comité de dirección de la red Gladio. 
		 
		
		«Italia fue invitada a participar en calidad 
		de miembro asociado. Declinó la proposición y pidió convertirse en 
		miembro permanente pero no recibió respuesta en aquel momento. En 1956, 
		Alemania se unió al grupo.» 
	
	
	El presidente insistía en el secreto que rodeaba 
	aquellas operaciones: 
	
		
		«La línea de conducta de la OTAN consistía 
		en negar la existencia de todo lo que se había decidido mantener en 
		secreto.» [29]
	
	
	En un documento altamente secreto del NSC (el 
	Consejo de Seguridad Nacional estadounidense), firmado por el propio Truman 
	el 21 de abril de 1950, el presidente subrayaba que «Italia es la llave de 
	la seguridad americana», Estados Unidos debe por lo tanto «estar dispuesto a 
	utilizar todo su poder político, económico y, de ser necesario, militar» 
	para combatir al PCI [30]. 
	
		
		«En caso de que los comunistas lograsen 
		entrar al gobierno de forma democrática o si ese gobierno tuviese que 
		dejar de oponerse firmemente al comunismo dentro y fuera del país, 
		Estados Unidos tiene que prepararse para tomar las medidas necesarias», 
		señalaba Truman e incluso mencionaba explícitamente la posibilidad de 
		una invasión si «parte del territorio italiano cayese bajo el dominio 
		comunista como consecuencia de una insurrección armada».
	
	
	Al aproximarse las elecciones, el plan concebido 
	por Estados Unidos preveía: 
	
		
			- 
			
			fase 1, el fortalecimiento de «la 
			presencia militar americana en el Mediterráneo» 
- 
			
			fase 2, «la fase de alerta», las tropas 
			estadounidenses tenían que invadir Italia a «petición del gobierno 
			italiano y después de consultar con Gran Bretaña y con los demás 
			países de la OTAN».  
	
	Tenían que desplegarse «en las zonas de la 
	península bajo control del gobierno en una demostración de fuerza». 
	
	Y finalmente estaba la, 
	
		
	
	
	
	
	¿Fue la CIA demasiado lejos? 
	se pregunta la publicación estadounidense «Time» 
	
	en su edición del 30 de 
	septiembre de 1974. 
	
	William Colby, entonces 
	director de la agencia, había organizado el Gladio en Italia.
	
	
	Los temores de Washington aumentaron aun más durante las elecciones de junio 
	de 1953 cuando la DCI, a pesar de las operaciones especiales de la CIA, 
	obtuvo solamente 261 escaños en el parlamento, o sea 46 escaños menos que en 
	1948. Mientras tanto, la coalición de izquierda obtenía 218 escaños, con el 
	35% de los sufragios. 
	
	 
	
	La CIA intensificó su guerra secreta ya que,
	
	
		
		«había razones para temer que si proseguía 
		aquella tendencia observada entre 1948 y 1953 (…) la coalición que 
		conformaban los comunistas y los socialistas acabaría convirtiéndose en 
		la principal fuerza política del país», según el análisis de William 
		Colby, posteriormente designado para dirigir la CIA bajo la presidencia 
		de Nixon [32].
	
	
	En primer lugar, se decidió que había que poner 
	un jefe más agresivo a la cabeza del SIFAR. 
	
	 
	
	En 1955, Carmel Offie, alto responsable de la 
	CIA y cercano colaborador del entonces director de la agencia, Allen Dulles, 
	viajó a Italia donde, junto con el director de la estación de la CIA en 
	aquel país, el COS [Chief of Station, en español Jefe de Estación. NdT.]
	
	
	 
	
	Gerry Miller, puso en manos de Claire Boothe 
	Luce, la hermosa embajadora de Estados Unidos en Roma, la misión de 
	convencer al ministro de Defensa italiano Emilio Taviano para que nombrara 
	el general Giovanni De Lorenzo a la cabeza del SIFAR. Al año siguiente, De 
	Lorenzo, feroz adversario del comunismo y defensor de las ideas de 
	Washington, asumía la dirección del SIFAR y de sus ejércitos secretos 
	[33].
	
	Con su bigote, sus espejuelos y su aire militar, De Lorenzo era la imagen 
	misma del general a la antigua. En un documento altamente secreto, con fecha 
	del 26 de noviembre de 1956 y firmado de su puño y letra, el jefe del SIFAR 
	menciona «acuerdos anteriores» concluidos entre la CIA y sus servicios y 
	precisa que la Operación Gladio va por buen camino. [34]
	
	
	Este documento, que contiene datos altamente sensibles, no fue revelado a 
	los senadores italianos a cargo de la investigación parlamentaria. 
	
		
		«El acuerdo concluido entre el SIFAR y la 
		CIA en 1956 sobre la organización stay-behind no puede hacerse público 
		en este momento ya que se trata de un acuerdo bilateral clasificado como 
		altamente secreto», explicó el almirante Fulvio Martin, director del 
		SIFAR, a los asombrados senadores que habían creído, erróneamente, que 
		el SIFAR tenía que rendir cuentas ante el parlamento italiano, no ante 
		la CIA. 
		 
		
		«La desclasificación del documento, que ya 
		solicité el 13 de diciembre de 1990», precisó el almirante, «exige 
		obligatoriamente la conformidad de la otra parte implicada». [35].
	
	
	Entre los proyectos prioritarios del SIFAR, el 
	general De Lorenzo incluyó la construcción de un nuevo cuartel general para 
	el ejército secreto, proyecto al que la CIA no vaciló en destinar 300 
	millones de liras. 
	
	 
	
	Estadounidense e italianos habían decidido que, 
	por razones de discreción y de funcionalidad, el nuevo centro del Gladio no 
	debía construirse en territorio continental sino en una de las grandes islas 
	de la costa occidental de Italia. Se seleccionó Cerdeña y se compró el 
	terreno. El coronel Renzo Rocca, jefe del Buró R que dirigía el Gladio 
	local, fue el encargado de supervisar la construcción de la nueva base en la 
	que los soldados anticomunistas iban a recibir su equipamiento y a 
	entrenarse con instructores de las Fuerzas Especiales estadounidenses y 
	británicas [36].
	
	
	El «Centro de Entrenamiento para Sabotaje» (en italiano CAG) estaba en Cabo 
	Marragiu, cerca de un pueblo llamado Alghero. Tras los muros y las cercas 
	electrificadas se construyeron un pequeño puerto y varios búnkeres 
	subterráneos, se instalaron poderosos transmisores de radio de largo alcance 
	así como instalaciones submarinas destinadas al entrenamiento de los buzos 
	de combate, además de dos pistas cortas de aterrizaje y un helipuerto.
	
	
	 
	
	A esto se agregaron otros edificios destinados 
	al entrenamiento en el uso de armas y explosivos y la formación ideológica 
	[37].
	
		
		«Fui por primera vez a Capo Marragiu en 
		1959», declaró en su testimonio el miembro del Gladio Ennio Colle, 
		después del descubrimiento de los ejércitos secretos. El 27 de noviembre 
		de 1990, Colle recibió una carta del director del SISMI informándole que 
		«el ejército secreto había sido disuelto».
	
	
	El ex combatiente afirmó que los miembros de la 
	unidad especial eran mantenidos en la ignorancia en cuanto a la dimensión 
	internacional de la red y que ignoraban dónde se habían entrenado: 
	
		
		«Yo no sabía dónde me hallaba ya que nos 
		transportaban en aviones que tenían las ventanillas tapadas.» 
		
	
	
	Decimo Garau, instructor del CAG y 
	entrenado a su vez en Gran Bretaña, confirmó a periodistas que los miembros 
	del Gladio italiano eran mantenidos en la oscuridad, en el sentido literal:
	
	
		
		«Llegaban a bordo de un avión enmascarado y 
		los llevaban después en vehículos con los cristales tapados que los 
		dejaban en su alojamiento. Entonces comenzaba el entrenamiento.» 
		[38]
		
		«En resumen, mi trabajo consistía en impedir que los comunistas lograran 
		apoderarse de Italia en las próximas elecciones de 1958», escribió en 
		sus memorias el agente de la CIA William Colby. 
	
	
	Durante el otoño de 1953, Colby fue enviado a 
	Roma, donde debía ponerse a las órdenes del COS Gerry Miller. 
	
	 
	
	Los ejércitos secretos Gladio debían permitirle 
	a la CIA, 
	
		
		«evitar que las defensas militares de la 
		OTAN se vieran bloqueadas políticamente por una quinta columna 
		subversiva, el Partito Communista Italiano (o PCI)» en el marco de lo 
		que Colby describe como «el más amplio programa de acción política 
		clandestina que la CIA haya emprendido jamás».
	
	
	Al igual que los comunistas, los socialistas 
	italianos también sufrían los ataques de la CIA, que orquestaba campañas de 
	difamación contra ellos mientras que seguía financiando la DCI. 
	
		
		«No íbamos a abandonar a la DCI, que 
		teníamos controlada, por los imprevisibles socialistas.» 
	
	
	Las maniobras de Colby dieron resultado y en 
	1958 la DCI consolidó su poder con el 42% de los votos y 273 escaños 
	mientras que los comunistas, con su 23%, tenían que conformarse con 140 
	escaños y los socialistas con 84. [39]
	
	Colby compartía el entusiasmo del presidente Dwight Eisenhower por las 
	operaciones secretas debido al éxito de los golpes de Estados, organizados 
	conjuntamente con el MI6, que derrocaron los gobiernos de Mossadegh en Irán, 
	en 1953, y de Arbenz en Guatemala, al año siguiente. 
	
	 
	
	En Italia, la manipulación de las elecciones y 
	el financiamiento secreto de la DCI, 
	
		
		«eran tan eficaces que incluso los que se 
		beneficiaban con nuestra ayuda ignoraban a veces su procedencia», dijo 
		Colby, no sin cierto orgullo.
		 
		
		«Las operaciones políticas que la CIA 
		realizó en Italia y en otros países durante los siguientes años, por 
		ejemplo en Chile, son hoy objeto de críticas vehementes», observa Colby 
		retrospectivamente. 
		 
		
		«Ya no se puede negar hoy la ilegalidad de 
		ese tipo de “injerencia”. Las leyes en vigor en la mayoría de los países 
		del mundo, incluso en Estados Unidos, prohíben que cualquier gobierno 
		extranjero se inmiscuya en el proceso político interno del país en 
		cuestión.» 
	
	
	Este veterano de la guerra fría sostiene sin 
	embargo que, 
	
		
		«ayudar a los movimientos democráticos 
		italianos a responder a una campaña de subversión prosoviética se 
		justifica moralmente» [40].
	
	
	A través de la acción secreta, el Pentágono, que 
	visiblemente compartía ese punto de vista, ordenó a la CIA la realización de 
	la «Operación Demagnetize». 
	
	 
	
	Se trataba de la realización, en colaboración 
	con los servicios secretos militares franceses e italianos, de «operaciones 
	políticas, paramilitares y sicológicas» tendientes a debilitar a los 
	comunistas en ambos país. 
	
	 
	
	La orden directiva del Joint Chiefs of Staff, 
	con fecha del 14 de mayo de 1952, subrayaba: 
	
		
		«Limitar la influencia de los comunistas en 
		Italia y en Francia es un objetivo prioritario. Debe ser alcanzado por 
		todos los medios» incluyendo el recurso a una guerra secreta y a 
		operaciones terroristas. 
		 
		
		«No es indispensable que los gobiernos 
		italianos y franceses sean informados del plan “Demagnetize” ya que este 
		pudiera ser visto como una violación de su soberanía nacional.» 
		[41]
	
	
	Después del envío de Colby a Vietnam, el 
	director del SIFAR De Lorenzo prosiguió su lucha contra el PCI y el PSI.
	
	
	 
	
	Un documento altamente secreto titulado Las 
	Fuerzas Especiales del SIFAR y la Operación Gladio y fechado el 1º de junio 
	de 1959 describía cómo el programa de guerra no convencional de la OTAN y 
	las operaciones secretas anticomunistas se hallaban bajo la coordinación del 
	CPC, que a su vez estaba estrechamente vinculado al SHAPE [42].
	
	
	Indicaba que, además de una invasión soviética, la OTAN temía también «una 
	subversión interna» y, especialmente en Italia, un avance del partido 
	comunista. 
	
		
		«A nivel nacional, la posibilidad de una 
		situación de emergencia como la que se describe anteriormente ha sido y 
		sigue siendo lo que justifica las actividades especiales del SIFAR. 
		Estas son realizadas por la sección SAD del Buró R», especificaba el 
		documento, que se refería así al ejército Gladio. 
		 
		
		«Paralelamente a esa resolución, el director 
		del SIFAR ha decidido, con la aprobación del ministro de Defensa 
		[italiano], confirmar los acuerdos anteriores concluidos sobre ese tema 
		entre los servicios secretos italianos y estadounidenses, conforme al 
		principio de colaboración mutua convenido en el marco de las actividades 
		S/B (stay-behind)», con vistas a realizar una operación conjunta.»
		
	
	
	Como conclusión, el general De Lorenzo precisaba 
	que los acuerdos del 26 de noviembre de 1956 entre la CIA y el SIFAR 
	constituían, 
	
		
		«el documento de referencia de la Operación 
		“Gladio” (nombre que se daba a las operaciones desarrolladas por los dos 
		servicios secretos)» [43].
	
	
	Con la elección de John F. Kennedy como 
	presidente, en enero de 1961, la política de Estados Unidos hacia Italia se 
	modificó ya que, contrariamente a sus predecesores Truman y Eisenhower, 
	Kennedy no abrigaba hostilidad alguna hacia el PSI. 
	
	 
	
	El nuevo presidente estadounidense compartía un 
	análisis de la CIA según el cual,
	
		
		«el avance de los socialistas, incluso sin 
		intervención externa, prueba que, en Italia, la sensibilidad de 
		izquierda tiende hacia una forma democrática de socialismo» [44].
	
	
	Sin embargo, las ambiciones reformistas de 
	Kennedy encontraron la tenaz resistencia del Departamento de Estado y de la 
	CIA. El secretario de Estado Dean Rusk informó con horror al 
	presidente que Riccardo Lombardi, del PSI, había reclamado 
	públicamente el reconocimiento de la República Popular China y la retirada 
	de las bases militares estadounidenses de Italia, incluyendo la de la OTAN, 
	situada cerca de Nápoles, y que había declarado además que el capitalismo y 
	el imperialismo eran enemigos que había que combatir. 
	
		
		«¿Ese es el partido con el que Estados 
		Unidos debe negociar?» [45]
	
	
	En Roma, el embajador Frederick Reinhardt y el 
	COS Thomas Karamessines discutían sobre cómo detener a Kennedy. Se 
	dirigieron a Vernon Walters, de la CIA, un convencido partidario de la lucha 
	anticomunista, quien, 
	
		
		«había participado directa o indirectamente 
		en más golpes de Estado que cualquier otro en la administración 
		estadounidense». [46] 
	
	
	Declaró que si Kennedy permitía que el PSI 
	ganara las elecciones, Estados Unidos tendría que invadir Italia. 
	
	 
	
	Más sutilmente, Karamessines sugería fortalecer 
	los movimientos que se oponían a la izquierda en Italia [47]. 
	
	
		
		«Aquello llevó a una situación absurda en la 
		que el presidente Kennedy se encontraba en oposición con su secretario 
		de Estado y con el director de la CIA.» [48]
	
	
	Kennedy acababa de permitir que Italia se 
	inclinara hacia la izquierda. 
	
	 
	
	Al recibir los socialistas varias carteras 
	ministeriales, los comunistas italianos también exigieron entrar al 
	gobierno, invocando para ello los buenos resultados que habían obtenido en 
	las elecciones. En mayo de 1963, el sindicato de trabajadores de la 
	construcción organizó en Roma una manifestación con esa demanda. Aquello 
	inquietó a la CIA que encargó a miembros del ejército secreto Gladio 
	vestidos de policía y de paisano la tarea de reprimir aquellos movimientos. 
	Más de 200 manifestantes resultaron heridos [49]. Pero, para 
	Italia, lo peor estaba por llegar.
	
	En noviembre de 1963, el presidente Kennedy fue asesinado en Dallas, Texas, 
	en extrañas circunstancias. Cinco meses más tarde, la CIA, el SIFAR, el 
	ejército secreto Gladio y los carabineros protagonizaron un golpe de Estado 
	que obligó a los socialistas a renunciar a sus ministerios.
	
	
	Aquel golpe de Estado, designado como «Piano Solo», estaba dirigido por el 
	general Giovanni De Lorenzo, el ex jefe del SIFAR, quien había sido nombrado 
	jefe de los carabineros por orden del ministro de Defensa Giulio Andreotti, 
	un democratacristiano. En estrecha colaboración con el experto en guerra 
	secreta de la CIA, Vernon Walters; con el jefe de la estación CIA en Roma, 
	William Harvey, y con el comandante de las unidades del Gladio en el seno 
	del SID, Renzo Rocca, el general De Lorenzo intensificó la guerra 
	clandestina. 
	
	 
	
	La primera vez que Rocca utilizó su ejército 
	secreto fue para volar las oficinas de la DCI y la sede de varios 
	periódicos, para atribuir la acción a la izquierda con vistas a desacreditar 
	a los comunistas y los socialistas [50].
	
	El 25 de marzo de 1964, como el gobierno todavía no se tambaleaba, De 
	Lorenzo ordenó a sus soldados de las sombras,
	
		
		«ocupar a su señal las agencias 
		gubernamentales, los principales centros de comunicaciones, las sedes de 
		los partidos de izquierda, los locales de las publicaciones más 
		favorables a la izquierda así como los edificios de la radio y de la 
		televisión. Las agencias de prensa debían ser tomadas únicamente durante 
		el tiempo necesario para destruir las rotativas e impedir la publicación 
		de los periódicos» [51].
	
	
	De Lorenzo insistió en que la operación se 
	realizara, «con la mayor determinación y vigor posibles sin dejar lugar a la 
	vacilación o la duda» y, según los términos del informe de la investigación 
	sobre el Gladio, logró que sus soldados actuaran «rabiosos y exaltados» 
	[52].
	
	Los miembros del Gladio, a los que se había entregado una lista de varios 
	centenares de nombres, tenían orden de perseguir a los socialistas y 
	comunistas que figuraban en ella, arrestarlos y deportarlos a Cerdeña, donde 
	serían encarcelados en el CAG [el Centro de Entrenamiento para Sabotaje del 
	SIFAR]. 
	
	 
	
	El documento titulado Las Fuerzas Especiales del 
	SIFAR y la Operación Gladio especificaba que: 
	
		
		«Al igual que el cuartel general de 
		Operaciones, el Centro de Entrenamiento para Sabotaje CAG está protegido 
		por un sistema de seguridad particularmente eficaz y equipado de 
		instalaciones y de equipamiento especialmente concebidos para los casos 
		de urgencia» [53]. 
	
	
	En una atmósfera de gran tensión, el ejército 
	secreto se preparaba para entrar en acción.
	
	El 14 de junio de 1964, De Lorenzo dio la orden de inicio y penetró en Roma 
	con blindados, transportes de tropas, jeeps y lanzagranadas mientras que las 
	fuerzas de la OTAN realizaban en la región maniobras militares de gran 
	envergadura cuyo objetivo era intimidar al gobierno italiano. 
	
	 
	
	Hábilmente, el general De Lorenzo afirmó que 
	aquella demostración de fuerza tenía lugar la víspera del aniversario 150 de 
	la creación del cuerpo de carabineros y, en compañía del presidente italiano 
	Antonio Segni, proveniente del ala derecha de la DCI y fanático 
	anticomunista, asistió radiante al desfile de las tropas. Los socialistas 
	italianos notaron que, contrariamente a lo acostumbrado, los tanques y los 
	lanzagranadas no se retiraron al terminar el desfile sino que se mantuvieron 
	desplegados en Roma durante todo el mes de mayo y parte del mes de junio de 
	1964 [54].
	
	Extremadamente inquieto ante aquella situación, el primer ministro Aldo Moro 
	se reunió en secreto con el general De Lorenzo, en Roma. Fue, naturalmente, 
	una,
	
		
		«entrevista muy inhabitual entre un primer 
		ministro que se hallaba en el ojo de una tormenta política y un general 
		que soñaba con reemplazarlo para instaurar un régimen político más 
		autoritario» [55].
	
	
	Después de aquella entrevista, los socialistas 
	abandonaron sus ministerios sin protestar y propusieron a sus representantes 
	más moderados para conformar el segundo gobierno de Aldo Moro. 
	
		
		«Aquellos partidos políticos comprendieron 
		de pronto que podían ser expulsados del poder. De producirse un vacío 
		del poder debido a un fracaso de la izquierda, la única alternativa 
		habría sido un gobierno de crisis», recordó años más tarde el socialista 
		Pietro Nenni, «y en el contexto político del país aquello hubiera 
		significado un gobierno de derecha» [56].
	
	
	Después de aquel golpe, se procedió a esconder 
	las huellas del Gladio. Años después, en julio de 1968, varios 
	investigadores quisieron interrogar al comandante Renzo Rocca. Aquel miembro 
	del Gladio dijo que estaba dispuesto a cooperar, pero el día antes de su 
	comparecencia apareció muerto, con una bala en la cabeza, en su apartamento 
	de Roma. 
	
	 
	
	Un juez que trató de aclarar el asesinato fue 
	despojado del expediente por sus superiores [57]. 
	
		
		«No cabe duda que aquella operación 
		favorecía los intereses que perseguían ciertos servicios de la 
		administración estadounidense», se vieron obligados a reconocer los 
		investigadores mientras que el historiador Bernard Cook observó muy 
		justamente que Piano Solo «llevaba la marca del Gladio» [58].
	
	
	Como consecuencia del descubrimiento de los 
	ejércitos secretos, Ferraresi, un especialista en ese tema, concluye que,
	
	
		
		«por fin se reconoce hoy la naturaleza 
		verdaderamente criminal de ese plan» y denuncia las dramáticas 
		consecuencias que tuvo la Operación Piano Solo, que «contrarrestó e hizo 
		fracasar los esfuerzos de la primera coalición de izquierda –quizás el 
		único intento real de proyecto reformador en la Italia de postguerra»
		[59].
	
	
	Además de fomentar el golpe de Estado, el 
	general De Lorenzo también espiaba, por orden del jefe de estación de la CIA 
	en Roma Thomas Karamessines, a toda la clase dirigente italiana. 
	
	 
	
	Se interesaba especialmente en los 
	«comportamientos anormales», o sea las relaciones extraconyugales, 
	homosexuales y la utilización del sexo rentado, con hombres o mujeres.
	
	En la florida jerga de Langley, aquello permitía que la CIA y el SIFAR 
	tuvieran a las élites italianas agarradas «por las pelotas». Amenazándolos 
	con revelar ciertas informaciones comprometedoras, [la CIA y el SIFAR] 
	pudieron presionar durante años a políticos, eclesiásticos, hombres de 
	negocios, responsables sindicales, periodistas y magistrados. De Lorenzo 
	llegó incluso a instalar micrófonos en el Vaticano y en el palacio del 
	primer ministro, permitiendo así a la CIA escuchar y grabar las 
	conversaciones hasta en las más altas esferas del poder italiano.
	
	
	La revelación de la existencia de los ejércitos secretos provocó 
	considerable conmoción entre la población [italiana] y una investigación 
	parlamentaria reveló la existencia de expedientes muy documentados sobre las 
	vidas de más de 157 000 ciudadanos italianos. Algunos de esos expedientes 
	eran enormes. El del profesor Amintore Fanfani, un senador de la DCI que 
	había ocupado muy altos cargos, incluyendo el de primer ministro, se 
	componía de 4 volúmenes, cada uno de ellos del grosor de un diccionario.
	
		
		«Se espiaba a la gente con cámaras capaces 
		de filmar primeros planos a muy grandes distancias, se controlaba su 
		correspondencia, se grababan sus conversaciones y se acumulaban 
		fotografías sobre sus relaciones extraconyugales o sus hábitos 
		sexuales.» 
	
	
	La comisión parlamentaria que presidía el 
	general Aldo Beolchini confirmó también que «se conservaban de forma 
	prioritaria los datos que podían proporcionar un medio de presión» 
	[60].
	
	
	Al declarar ante los investigadores, De Lorenzo se vio obligado a reconocer 
	que había conformado expedientes por orden de Estados Unidos y de la OTAN 
	[61].
 
	
	Esa confesión provocó la indignación de los 
	parlamentarios que componían la comisión. 
	
		
		«Lo más grave de este asunto», insistieron 
		los miembros de la comisión investigadores, «es que la búsqueda de 
		información por cuenta de los países de la OTAN y del Vaticano se 
		convirtió en una de las principales actividades del SIFAR». 
	
	
	Los senadores estaban verdaderamente indignados.
	
	
		
		«Esta situación viola la Constitución. Es 
		una violación comprobada de la soberanía nacional, una violación de los 
		principios de libertad y de igualdad de los ciudadanos y una amenaza 
		constante para el equilibro democrático de nuestro país.» [62]
	
	
	La guerra secreta de la CIA quedaba, en cambio, 
	fuera del campo de investigación de los parlamentarios italianos. 
	
	 
	
	Después del escándalo, el SIFAR fue rebautizado 
	como SID y se confió su dirección al general Giovanni Allavena. El 
	parlamento ordenó a De Lorenzo la destrucción de todos los expedientes 
	secretos. De Lorenzo aplicó la orden… no sin tomar la precaución de entregar 
	copia al representante local de la CIA Thomas Karamessines y al 
	general Giovanni Allavena, el nuevo jefe de los servicios secretos 
	italianos. Se trataba de un regalo de inestimable valor que permitía 
	controlar Italia desde adentro.
	
	En 1966, Allavena fue reemplazado en sus funciones por el general Eugenio 
	Henke, pero no por ello renunció a la lucha anticomunista. 
	
	 
	
	En 1967 fue admitido en una logia masónica 
	anticomunista secreta llamada «Propaganda Due» [Conocida en español como la 
	logia Propaganda Dos. NdT.], o P2, y le entregó a su Venerable [Jefe de la 
	logia P2], Licio Gelli, una copia de los 157 000 expedientes 
	secretos.
	
	
	El Venerable Licio 
	Gelli.
 
	
	Años más tarde se descubrió hasta qué punto el 
	Venerable de la logia Propaganda Due, Licio Gelli, y la CIA habían 
	manipulado la vida política italiana con el objetivo de impedir que los 
	comunistas tuviesen acceso al poder. 
	
	 
	
	Nacido en 1919, Gelli había recibido solamente 
	una educación muy somera ya que fue expulsado de la escuela a los 13 años 
	por golpear al director. A los 17 años se enroló en los Camisas Negras y 
	participó en la guerra de España del lado de los franquistas. Durante la 
	Segunda Guerra Mundial, sirvió en la Waffen SS de Hermann Goering como 
	sargento mayor y, al final del conflicto, escapó a la justicia de los 
	partisanos de la izquierda italiana uniéndose al ejército estadounidense.
	
	Frank Gigliotti, miembro de la logia masónica estadounidense reclutó 
	personalmente a Gelli y le confió la misión de instaurar un gobierno 
	paralelo anticomunista en Italia con la ayuda de la estación de la CIA en 
	Roma. 
	
	 
	
	Según un informe interno del antiterrorismo 
	italiano, 
	
		
		«Fue Ted Shackley, el hombre que dirigió 
		todas las operaciones secretas de la CIA en Italia en los años 1970, 
		quien le presentó el jefe de la logia masónica a Alexander Haig». 
		
	
	
	El general Haig, consejero militar de Nixon y 
	jefe de las tropas estadounidenses en Vietnam antes de ocupar el cargo de 
	SACEUR de la OTAN entre 1974 y 1979, y el consejero para la Seguridad 
	Nacional Henry Kissinger,
	
		
		«autorizaron a Gelli, en el otoño de 1969, a 
		reclutar dentro de su logia a 400 oficiales superiores del ejército 
		italiano y de la OTAN» [63].
	
	
	Durante todo el periodo de duración de la guerra 
	fría, Gelli mantuvo excelentes relaciones con los Estados Unidos. 
	
	 
	
	En señal de confianza y respeto, en 1974 Gelli 
	fue invitado a asistir a la ceremonia de investidura del presidente Gerald 
	Ford, y también a la de Carter, 3 años después. Cuando Ronald Reagan resulto 
	electo para ocupar la Casa Blanca, en 1981, Gelli recibió con orgullo la 
	invitación a sentarse en la primera fila. 
	
	 
	
	Era el hombre de Washington en Italia y, a su 
	modo de ver, él estaba protegiendo al país del peligro que representaba la 
	izquierda y afirmaba que por ello «se merecía una medalla» [64].
	
	
	
	Recibo por el pago de la 
	cuota anual y la iniciación de Silvio Berlusconi 
	
	como miembro de la venerable 
	logia Propaganda Due, afiliada al Gran Oriente de Italia.
 
	
	En abril de 1981, en el marco de una 
	investigación criminal, magistrados milaneses realizaron un registro en la 
	residencia de Licio Gelli en Arezzo y descubrieron allí los expedientes de 
	la logia P2, cuya existencia se ignoraba hasta aquel momento. 
	
	 
	
	Una investigación parlamentaria dirigida por 
	Tina Anselmi reveló posteriormente, para sorpresa del pueblo italiano, que 
	la lista de miembros de la logia anticomunista secreta P2 incluía al menos 
	962 nombres y estimaba los efectivos de la organización en alrededor de 2 
	500 personas.
	
	En aquel verdadero «Who’s Who en Italia» no sólo se encontraban los 
	individuos más conservadores sino también los más influyentes del país:
	
	
		
			- 
			
			52 oficiales superiores del cuerpo de 
			carabineros 
- 
			
			50 altos oficiales del ejército italiano 
- 
			
			37 responsables de la brigada financiera 
- 
			
			29 oficiales superiores de la Marina 
			italiana 
- 
			
			11 prefectos de policía 
- 
			
			70 industriales extremadamente ricos y 
			poderosos 
- 
			
			10 directores de bancos 
- 
			
			3 ministros en funciones 
- 
			
			2 ex ministros 
- 
			
			1 presidente de partido político 
- 
			
			38 miembros del parlamento 
- 
			
			14 altos magistrados 
	
	En la lista figuraban también individuos 
	situados en categorías un poco más bajas dentro de la jerarquía social, como 
	alcaldes, directores de hospitales, abogados, notarios y periodistas. 
	
	 
	
	El nombre más célebre que figuraba en aquella 
	lista es el de Silvio Berlusconi, electo presidente del Consejo en 
	mayo de 2001 – ¡Vaya coincidencia! –, casi exactamente 20 años después del 
	descubrimiento de la existencia de Propaganda Due [65].
	
		
		«Hemos llegado a la conclusión definitiva de 
		que la soberanía italiana está limitada por la injerencia de los 
		servicios secretos estadounidenses y de la masonería internacional», 
		declaró Antonio Bellochio, miembro comunista de la comisión Anselmi, 
		quien también deploró, en época de la presidencia de Reagan, que los 
		parlamentarios no se hubiesen ocupado de investigar además los vínculos 
		que unían a la logia P2 con Estados Unidos. 
		 
		
		«Si la mayoría de los miembros de la 
		comisión hubiera aprobado nuestro análisis, no hubiesen tenido otro 
		remedio que admitir que no son más que títeres en manos de los 
		estadounidenses y dudo que lo acepten.» [66]
	
	
	El informe de la investigación resaltaba también 
	que si bien la masonería estaba presente en Alemania, España, Francia, 
	Argentina, Australia, Uruguay, Irlanda, Grecia, Indonesia y en la mayoría de 
	los países del mundo, su verdadera casa madre se encontraba en Estados 
	Unidos, donde contaba no menos de 5 millones de miembros [67].
	
		
		«Si la democracia es un sistema de reglas y 
		de procedimientos que definen el marco de la acción política, ¿qué 
		sucede cuando se inserta otro sistema, con sus reglas misteriosas, sus 
		procedimientos ocultos, su inmenso poder y su capacidad para protegerse 
		de las instituciones legales tras un muro de secreto?», se interrogaban 
		los parlamentarios al denunciar también «la peligrosidad de ese tipo de 
		actividad extraparlamentaria» [68].
	
	
	El gobierno paralelo anticomunista P2 y el 
	ejército paralelo anticomunista Gladio, financiados ambos por Estados 
	Unidos, trabajaron en estrecha colaboración durante la I República Italiana.
	
	
	 
	
	Licio Gelli, quien después del descubrimiento de 
	la logia P2 logró escapar al arresto refugiándose en Sudáfrica, confirmó con 
	orgullo al final de la guerra fría que el ejército secreto se componía de 
	anticomunistas furibundos. 
	
		
		«Buena parte de ellos habían combatido como 
		mercenarios en la guerra civil española o habían servido bajo la 
		república fascista de Saló. Sólo reclutaban anticomunistas comprobados. 
		Sé que se trataba de una organización muy estructurada. Si la influencia 
		de los comunistas se hubiese extendido en Italia, nosotros –con la ayuda 
		de los estadounidenses– habríamos librado una nueva guerra con las armas 
		que nos habrían sido proporcionadas en grandes cantidades.» [69]
	
	
	Los miembros del Gladio estaban bien pagados, 
	explicó Gelli, ya que Estados Unidos invertía en abundancia en la red:
	
	
		
		«Los estadounidenses les ofrecían mucho 
		dinero, el equivalente de un salario muy bueno. Además, garantizaban un 
		apoyo financiera a las familias de los miembros del Gladio muertos en 
		combate.» [70]
	
	
	Gelli explica también la doble función del 
	ejército secreto: 
	
		
		«El objetivo del Gladio y de las 
		organización similares que existían en todos los países de Europa 
		occidental era contrarrestar una invasión del Ejército Rojo o un posible 
		golpe de Estado de un partido comunista.» 
		 
		
		«El hecho que el PCI nunca lograra llegar al 
		poder en todos estos años, a pesar de sus repetidos intentos, se debe a 
		la organización Gladio.» [71]
	
	
	Haciendo referencia de forma implícita a los 
	numerosos atentados perpetrados en Italia, el documentalista Francovich le 
	preguntó a Gelli: 
	
		
		«¿Hasta dónde estaban ustedes dispuestos a 
		llegar en su campaña contra el comunismo?» 
	
	
	A lo que Gelli respondió vagamente: 
	
		
		«Ah, el comunismo era el enemigo número 1. 
		[Silencio] Nosotros éramos una asociación de creyentes. No tolerábamos a 
		los no creyentes. Queríamos frenar el impulso del comunismo, erradicar 
		el comunismo, combatir el comunismo.» [72]
	
	
	Como después de la muerte de Kennedy y durante 
	la presidencia de Lyndon Johnson, los comunistas y los socialistas italianos 
	seguían gozando de gran popularidad y seguían obteniendo buenos resultados 
	en las elecciones, la derecha italiana y la CIA prosiguieron su guerra 
	secreta. 
	
	 
	
	En 1965, después del éxito de la Operación Piano 
	Solo, el comandante del Gladio Renzo Rocca organizó, por orden de la CIA y 
	del SIFAR, un congreso de la extrema derecha en Roma sobre el tema de,
	
		
		«la contrarrevolución armada» y «la defensa 
		de Italia contra el comunismo por todos los medios necesarios».
	
	
	El Instituto Alberto Pollio, un grupo de 
	reflexión de derecha, sirvió de cobertura al SIFAR y a la CIA para la 
	celebración del congreso en el lujoso hotel Parco del Principi, en Roma, del 
	3 al 5 de mayo de 1965. 
	
	 
	
	Los militantes de extrema derecha allí presentes 
	concluyeron que,
	
		
		«la Tercera Guerra Mundial ya comenzó, 
		aunque se esté librando a un bajo nivel de intensidad militar». 
		
	
	
	Entre los oradores, Eggardo Beltrametti 
	subrayaba que: 
	
		
		«Es una lucha a muerte y estamos decididos a 
		erradicar el comunismo por todos los medios. Preferiríamos conformarnos 
		con métodos no violentos, pero no podemos excluir el considerar otras 
		formas de lucha.» [73]
	
	
	La investigación del parlamento italiano 
	permitió descubrir que los participantes de la tristemente célebre 
	conferencia del Parco dei Principi se habían referido sistemáticamente a una 
	misteriosa organización militar paralela, de la que más tarde se supo que se 
	trataba del Gladio [74].
	
	
	Richard Nixon, quien se convirtió en presidente de los Estados Unidos en 
	enero de 1969, y Richard Helms, director de la CIA de junio 1966 a febrero 
	de 1973, quien organizó el golpe de Estado que puso al dictador Pinochet en 
	el poder en Chile, compartían el análisis de la extrema derecha italiana.
	
	
	En efecto, los agentes de la CIA en Roma vivieron una nueva pesadilla 
	durante las elecciones de 1968, cuando la DCI resultó nuevamente derrotada 
	por la alianza de socialistas y comunistas mientras que las manifestaciones 
	no violentas contra la guerra de Vietnam iban en aumento en las calles.
	
	La respuesta se produjo en la noche del 7 diciembre de 1970, cuando Junio 
	Valerio Borghese, el célebre fascista italiano que James Angleton 
	había salvado en 1945, dio comienzo al segundo golpe de Estado del Gladio, 
	con el apoyo de la CIA. La operación secreta se llamaba «Tora Tora», en 
	referencia al nombre codificado del ataque japonés contra Pearl Harbor que 
	determinó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial el 7 de 
	diciembre de 1941.
 
	
	La fase final del plan incluía la intervención 
	de los barcos de guerra de la OTAN y de Estados Unidos, que se hallaban en 
	estado de alerta en el Mediterráneo.
	
	Al igual que Piano Solo, la Operación Tora Tora incluía el arresto de 
	los líderes de los sindicatos y de los partidos de izquierda, así como de 
	conocidos periodistas y activistas políticos que serían inmediatamente 
	enviados por mar a Cerdeña y encarcelados en el centro del Gladio. Cientos 
	de hombres armados a las órdenes de Borghese se desplegaron en el país 
	mientras que unidades de élite se concentraban en Roma.
	
	Aprovechando la oscuridad, un destacamento de paramilitares bajo las órdenes 
	del conocido líder de extrema derecha Stefano Delle Chiaie logró tomar el 
	ministerio del Interior, con la complicidad de los guardias. 
	
	 
	
	Los conspiradores se apoderaron de 180 
	metralletas y utilizaron un camión para sacarlas del edificio y hacerlas 
	llegar a sus cómplices. La investigación parlamentaria sobre el Gladio 
	reveló que otra unidad, bajo las órdenes del paracaidista y partidario de la 
	extrema derecha Sandro Saccucci tenía a su cargo el arresto de los 
	funcionarios políticos.
	
	
	Un tercer grupo armado, que se componía esencialmente de carabineros que ya 
	habían participado en Piano Solo, estaba a la espera en un gimnasio de la 
	Via Eleniana, en Roma, listo para intervenir. En la capital, una unidad 
	clandestina al mando del general Casero debía ocupar el ministerio de 
	Defensa. Bajo las órdenes del general Berti, un escuadrón de hombres armados 
	hasta los dientes y equipados con esposas se encontraba a algunos cientos de 
	metros de los edificios de la televisión y de la radio.
	
	
	Otro grupo de golpistas, comandado por el general Amos Spiazzi, se disponía 
	a marchar sobre Sesto San Giovanni, un barrio obrero de Milán, feudo del 
	electorado comunista, donde la CIA esperaba encontrar fuerte resistencia
	[75].
	
	Italia se hallaba al borde del golpe de Estado. Pero nada sucedió. Durante 
	la noche del 7 al 8 de diciembre, poco antes de las 01h00, Borghese, el 
	líder del golpe, recibió una misteriosa llamada telefónica y la operación 
	fue cancelada. Los conspiradores se retiraron de sus estratégicas posiciones 
	y volvieron a sus cuarteles.
	
	
	En Chile y en Grecia, la extrema derecha había tomado el poder mediante un 
	golpe de Estado, después de un fuerte avance de los partidos de izquierda. 
	¿Por qué se canceló el golpe en Italia? 
	
	 
	
	Varios miembros de la mafia, reclutados por la 
	CIA para que apoyaran a los golpistas, testimoniaron posteriormente que los 
	servicios de inteligencia de la URSS habían descubierto el proyecto y que, 
	como consecuencia de ello, las fuerzas estadounidenses y de la OTAN habían 
	notado la presencia de un gran número de navíos de guerra soviéticos en el 
	Mediterráneo.
			 
			
	
		
		«Me dijeron que los servicios secretos y los 
		estadounidenses estaban a favor. Los mandé al diablo y, como 
		consecuencia, me condenaron a cadena perpetua.» [77]
	
	
	Según el plan que habían trazado la CIA y el 
	príncipe Borghese, el mundo e Italia hubiesen descubierto en la mañana del 8 
	de diciembre de 1970 que un nuevo régimen autoritario de derecha se había 
	apoderado del poder en la península. 
	
		
		«Los principios que rigen nuestra política 
		desde hace 25 años y que nos han puesto al borde de la bancarrota 
		económica y moral han quedado atrás», debía declarar Borghese en una 
		alocución dirigida a la población que iba a transmitirse aquella mañana.
		
		
		«Las fuerzas armadas, las fuerzas del orden, los hombres más competentes 
		y legítimos de esta nación están con nosotros y, pueden ustedes estar 
		seguros de ello, nuestros peores enemigos, aquellos que han querido 
		someter nuestra patria a las potencias extranjeras, han sido 
		neutralizados.»
	
	
	Después de aquello, Borghese y sus conspiradores 
	pretendían poner en aplicación su propio programa político que estipulaba,
	
	
		
		«que se mantengan los compromisos militares 
		y financieros con la OTAN y que se trace un plan con vistas al 
		fortalecimiento de la contribución de Italia en la alianza atlántica» 
		¡sin olvidar la nominación de una delegación especial que viajaría a 
		Estados Unidos para discutir una contribución militar de Italia a la 
		guerra de Vietnam! [78]
	
	
	¿Quién realizó la misteriosa llamada telefónica 
	que detuvo la marcha del ejército del Gladio poco después de la medianoche?
	
	 
	
	El director de la CIA William Colby insinuó que 
	fue el presidente Nixon en persona. [Colby] escribió en sus memorias: 
	
	
		
		«Por supuesto, [la CIA] intentó un golpe de 
		Estado militar en 1970, por orden directa del presidente Nixon» 
		[79].
	
	
	Para este presidente republicano, el mundo no 
	era otra cosa que un campo de batalla donde los comunistas amenazaban con 
	imponerse. Es por ello que, en la época de la Operación Tora Tora, y 
	mientras proseguía la guerra contra Vietnam, Nixon bombardeaba también, sin 
	muchos escrúpulos, la vecina Camboya, matando a miles de habitantes de éste 
	último país supuestamente neutral [80].
	
	
	Remo Orlandini, un rico hombre de negocios cercano a la derecha, afirmó que 
	el presidente de los Estados Unidos también estaba implicado en la Operación 
	Tora Tora. En 1973, en el cuartel general del SID, [Orlandini] sostuvo una 
	discusión cara a cara con el capitán Antonio Labruna.
	
	Cuando éste último lo interrogó sobre «el apoyo del extranjero», la 
	respuesta de Orlandini fue breve pero elocuente: 
	
		
		«La OTAN y Alemania, en lo que concierne a 
		los militares porque no confiamos para nada en los civiles.» 
	
	
	Labruna insistió: 
	
		
		«Necesito nombres y todo lo demás porque yo 
		conozco bastante bien el escenario internacional…». 
	
	
	A lo que Orlandini contestó: 
	
		
		«Escuche, en América teníamos el apoyo de 
		Nixon y de su gente.» 
	
	
	Para Orlandini, la orden que puso fin al golpe 
	del Gladio podía perfectamente provenir de un alto representante de la OTAN:
	
	
		
		«Por eso le digo que no tiene usted ni la 
		menor idea del alcance y de la importancia de la cosa», repitió ante 
		Labruna [81].
	
	
	Giovanni Tamburino, magistrado de la fiscalía de 
	Padua, realizó una profunda encuesta sobre la Operación Tora Tora y 
	descubrió, con gran sorpresa y mucho antes de las revelaciones sobre el 
	Gladio, la participación de un misterioso ejército secreto. Ordenó el 
	arresto de Vito Miceli, por entonces jefe del SID, quien había dirigido el 
	Buró de Seguridad de la OTAN en Bruselas.
	
	
	Tamburino inculpó a Miceli por haber, 
	
		
		«promovido, instaurado y organizado, con la 
		ayuda de cómplices, una asociación secreta conformada por civiles y 
		militares y destinada a provocar una insurrección armada tendiente a 
		modificar ilegalmente la Constitución y la composición del gobierno»
		[82].
	
	
	La información que obtuvo el juez sugería la 
	existencia, en el seno del SID, de una misteriosa organización armada.
	
	 
	
	Como todavía no se conocía la existencia del 
	Gladio, en las audiencias se denominó aquella estructura como «Súper-SID».
	
	 
	
	Durante su juicio, el 17 de noviembre de 1974, 
	Miceli exclamó: 
	
		
		«¿Disponía yo de un súper-SID bajo mis 
		órdenes. ¡Por supuesto! Pero no lo monté yo mismo en una noche para dar 
		un golpe de Estado. ¡No hice más que obedecer las órdenes de Estados 
		Unidos y de la OTAN!» [83]
	
	
	En 1977, mientras se prolongaba el proceso, 
	Miceli no tuvo más remedio que dar una explicación: 
	
		
		«Siempre ha existido cierta organización 
		altamente secreta, la conocen los más altos personajes del Estado, 
		activa en el campo de los servicios secretos e implicada en actividades 
		que no tenían nada que ver con la inteligencia (…) Si quieren detalles, 
		no cuenten conmigo.» [84]
	
	
	En 1990, cuando el primer ministro Andreotti 
	divulgó la existencia del Gladio, Miceli se sintió muy contrariado y hasta 
	el día de su muerto no dejó de criticar aquellas revelaciones [85].
	
	El coronel Amos Spiazzi también fue condenado a prisión por haber reunido a 
	los miembros del Gladio bajo sus órdenes para reprimir a los sindicatos 
	comunistas durante el golpe de Estado de Borghese.
	
		
		«El día del golpe de Borghese, el 8 de 
		diciembre de 1970, recibí la orden de realizar un ejercicio de 
		mantenimiento del orden público recurriendo a mis hombres de confianza», 
		contaba Spiazzi en un documental de la BBC dedicado al Gladio. 
		
		 
		
		«Se suponía que ocupáramos de antemano 
		ciertos lugares que serían particularmente sensibles en casos de 
		sublevación popular», explicaba, al ser entrevistado en su casa, ante 
		una foto en la que él mismo aparecía de uniforme y haciendo el saludo 
		nazi.
		
		«En aquella época, simplemente sabía que existía una estructura que se 
		componía de fervientes anticomunistas, pero que debía activarse sólo en 
		caso de invasión contra el país», precisaba el militante de extrema 
		derecha. 
		 
		
		«Cuando me arrestaron en 1974, me encontré 
		en una situación delicada. El juez me interrogaba sin descanso. En poco 
		tiempo comprendí que él creía estar descubriendo algo revolucionario o 
		anticonstitucional. Para mí se trataba de una organización de la 
		seguridad nacional.»
	
	
	El testimonio de Spiazzi era confuso. 
	
	
		
		«El juez pertenecía al mismo sistema que mis 
		superiores. ¿Podía yo decirle ciertas cosas? No, debido al secreto 
		militar.»
	
	
	Spiazzi solicitó entonces al juez que le 
	permitiera hablar con el director del SID, Vito Miceli, quien le orientó de 
	manera nada hábil que no hablara del Gladio. 
	
		
		«Me hizo señas de que no hablara [Spiazzi 
		imitó entonces el gesto que Miceli le hizo con la mano en el tribunal]. 
		Pero el juez vio aquella seña. Su “no” [sobre la existencia del Gladio] 
		equivalía a un “sí”.» [86]
	
	
	En total, 145 conspiradores que habían 
	participado en la Operación Tora Tora fueron inculpados, pero sólo 78 fueron 
	realmente juzgados. 46 de ellos fueron reconocidos culpables por el Tribunal 
	de Roma, pero todos salieron absueltos después de apelar. Todos los miembros 
	del Gladio quedaron así libres en aquella parodia de proceso.
	
	Para gran contrariedad de la CIA y de la administración Nixon, el frustrado 
	golpe de Estado de la Operación Tora Tora no logró detener a la izquierda 
	italiana. En las elecciones de 1972, la DCI pro-estadounidense sólo obtuvo, 
	con el 39% de los sufragios, una reducida ventaja frente a los comunistas 
	del PCI y los socialistas del PSI, quienes contabilizaron el 37% [87].
	
	
	Aquello sucedía a pesar de que, por orden de Nixon, el embajador 
	estadounidense en Roma, Graham Martin, había invertido 10 millones de 
	dólares en operaciones secretas y de corrupción a favor de la DCI, como 
	reveló una investigación parlamentaria estadounidense sobre la CIA dirigida 
	por Ottis Pike. 
	 
	
	Mientras que Moscú sostenía financieramente al 
	PCI, Washington financiaba a la DCI, como reveló Pike: 
	
		
		«La CIA evalúa el monto del financiamiento 
		de de Estados Unidos a campañas electorales durante los últimos 20 años 
		en unos 65 millones de dólares» [88].
	
	
	Como los comunistas y los socialistas italianos 
	seguían obteniendo muy buenos resultados en las elecciones y disponían de 
	numerosos escaños en el parlamento, lo natural era que se incorporasen al 
	gobierno. Pero el presidente Nixon se oponía firmemente a aquel tipo de 
	apertura hacia la izquierda porque temía que se divulgaran los secretos de 
	la OTAN.
	
	
	Como consecuencia del escándalo del Watergate, aquel decidido partidario de 
	las operaciones especiales se vio obligado a dimitir el 8 de agosto de 1974. 
	Al día siguiente, al asumir sus [nuevas] funciones en la Casa Blanca, su 
	vicepresidente, Gerald Ford, declaró: 
	
		
		«Esta larga pesadilla nacional ha terminado»
		[89].
	
	
	Aquellas palabras encontraron eco en Italia, 
	donde muchos esperaban un cambio en la política estadounidense. El ministro 
	interino de Relaciones Exteriores, Aldo Moro de la DCI, y el 
	presidente Giovanni Leone viajaron a Washington en septiembre de 1974 
	para conversar sobre la entrada de la izquierda italiana al gobierno.
	
	Sus esperanzas fueron barridas de un golpe. Ford perdonó todos los crímenes 
	cometidos bajo la presidencia de Nixon y conservó a los personajes claves de 
	su administración. 
	 
	
	En medio de un duro enfrentamiento, Henry 
	Kissinger, quien después de haber sido el consejero de Seguridad 
	Nacional de Nixon ocupaba entonces el puesto de secretario de Estado, dijo a 
	los representantes italianos que la izquierda no debía en ningún caso entrar 
	al gobierno.
	
	
	Italia tenía que mantenerse fuertemente implicada en la OTAN. 
	 
	
	Aquella visita oficial afectó a Aldo Moro quien, 
	después de las operaciones Piano Solo y Tora Tora, ya no se 
	hacía ilusiones en cuanto a la independencia de la I República Italiana 
	frente a Estados Unidos.
	
	
	
	El primer ministro italiano 
	Aldo Moro, prisionero de las Brigadas Rojas, 
	
	bajo el ojo vigilante de los 
	servicios secretos de la OTAN.
 
	
	A su regreso a Italia, Moro estuvo enfermo 
	varios días y evaluó la posibilidad de retirarse por completo de la vida 
	política. 
	
		
		«Es una de las pocas veces en que mi marido 
		me comunicó lo que le habían dicho, sin decirme sin embargo de quién 
		venía aquello», testimonió posteriormente Eleonora Moro. 
		 
		
		«Trataré de recordar sus palabras: “Tiene 
		usted que renunciar a su política consistente en colaborar directamente 
		con cada una de las fuerzas políticas de su país. Hágalo ahora o le 
		costará muy caro.”» [90]
	
	
	En las elecciones legislativas de junio de 1976, 
	el PCI obtuvo el mejor resultado de su historia, un 34,4%, infligiendo una 
	dura derrota a la DCI. 
	 
	
	Como consecuencia de ello, Aldo Moro, primer 
	ministro democratacristiano, se decidió a ignorar la prohibición que le 
	habían formulado los estadounidenses.
	
	El 16 de marzo de 1978, con los documentos del «compromiso histórico» (compromesso 
	storico) en su cartera, ordenó a su chofer que lo llevara, junto a sus 
	guardaespaldas, a la sede del parlamento italiano, en Roma, donde tenía 
	decidido presentar su programa de integración de los comunistas al ejecutivo 
	italiano.
 
	
	El auto de Moro se aproximaba a la intersección 
	de la Via Fani y la Via Stresa, en el barrio residencial donde vivía, cuando 
	un Fiat blanco dio bruscamente marcha atrás y se atravesó en medio de la 
	calle.
	
	
	El chofer de Moro frenó tan violentamente que el auto de los escoltas 
	impacto el vehículo por detrás. Los 2 ocupantes del auto blanco y otros 4 
	individuos apostados en la calle abrieron fuego sobre los 5 guardaespaldas 
	de Moro. Éste último, que parecía inquieto desde su regreso de Washington, 
	había solicitado un auto blindado, pero su pedido había sido rechazado.
	
	Las balas atravesaron por lo tanto la carrocería matando instantáneamente a 
	los guardaespaldas. Uno de ellos logró disparar dos veces sobre los 
	atacantes, pero fue ultimado a quemarropa al mismo tiempo que sus colegas 
	sobrevivientes. Moro fue capturado y retenido como rehén en pleno centro de 
	Roma durante 55 días. 
	 
	
	Finalmente, su cuerpo acribillado a tiros 
	apareció en el portaequipajes de un auto abandonado en el centro de Roma, 
	estacionado simbólicamente a medio camino entre la sede de la DCI y la del 
	PCI.
	
	Italia estaba conmocionada. Los servicios secretos militares y el primer 
	ministro en funciones, Giulio Andreotti, acusaron a la organización 
	terrorista de extrema izquierda Brigadas Rojas y tomaron enérgicas medidas 
	contra la izquierda. Se establecieron 72 barreras de control y se hicieron 
	registros en 37 000 casas.
	
	
	En menos de 2 meses, más de 6 millones de personas fueron interrogadas. 
	Durante el cautiverio de Moro, sus familiares vivieron 5 semanas de 
	angustia. 
	 
	
	Su esposa Eleonora pidió incluso la ayuda del 
	Papa Pablo VII, viejo amigo de su esposo. 
	
		
		«Me dijo que haría todo lo que estuviera en 
		sus manos y yo sé que trató, pero encontró demasiada resistencia» 
		[91]. 
	
	
	El propio Aldo Moro, comprendió durante su 
	cautiverio que él era la víctima de un crimen político en el que las 
	Brigadas Rojas estaban siendo manipuladas por la derecha más dura y Estados 
	Unidos.
	
	En su última carta pidió que no se aceptara en su entierro a ningún 
	representante de la corrupta DCI. 
	
		
		«Besa a todos por mí», escribió a su esposa 
		y sus hijos, plenamente conciente de que iba a morir. 
		 
		
		«Transmíteles todo mi cariño. Sé fuerte, 
		cariño mío, en esta prueba tan absurda e incomprensible. Es esta la 
		voluntad del Señor. Alimenta mi recuerdo en el corazón de todos nuestros 
		amigos. Os abrazo cálidamente como muestra de mi eterno amor. Me 
		gustaría ver, con mis ojos de simple mortal, bajo qué forma habremos de 
		encontrarnos nuevamente en el otro mundo.» [92]
	
	
	La comisión senatorial encargada de investigar 
	sobre el Gladio y el terrorismo sospechó que la CIA y los servicios secretos 
	militares italianos, sobre todo sus escuadrones Gladio, podían haber 
	organizado el asesinato de Aldo Moro. Y por lo tanto reabrió el expediente.
	
	 
	
	Pero descubrió con estupor que casi todos los 
	documentos vinculados al secuestro y asesinato de Moro habían desaparecido 
	misteriosamente de los archivos del ministerio del Interior.
	
	
	Aquellos expedientes contenían todas las transcripciones de las 
	comunicaciones telefónicas oficiales, las cartas entre Moro y el gobierno, 
	los contactos que se habían establecido con las fuerzas de seguridad y los 
	apuntes de las reuniones organizadas durante los 55 días que duró el 
	cautiverio del primer ministro. 
	 
	
	El senado expresó su indignación por, 
	
	
		
		«la desaparición de los documentos de la 
		célula de crisis del ministerio del Interior» y subrayó que «el caso 
		Moro debe ser analizado en un contexto más amplio» ya que era necesario 
		«situar nuevamente los hechos en la realidad política de la época».
	
	
	Concluyó que el asesinato de Aldo Moro era,
	
	
		
		«un proyecto criminal en el que las Brigadas 
		Rojas fueron probablemente el instrumento de un juego político más 
		amplio» [93]. 
	
	
	Los senadores señalaron también que en 1978 «la 
	administración de los Estados Unidos se negó primeramente a cooperar en el 
	marco de la investigación sobre el secuestro y que envió posteriormente un 
	solo experto en casos de tomas de rehenes que trabajó con la dirección del 
	ministerio del Interior» [94].
	
	La tragedia de la historia italiana alcanzó su clímax durante los años de la 
	presidencia de Richard Nixon, cuando la derecha ensangrentó y sembró el 
	terror a través del país poniéndolo al borde de la guerra civil. 
	 
	
	Los terroristas ponían bombas en los lugares 
	públicos y responsabilizaban a los comunistas para debilitar así la 
	influencia del PCI y del PSI. 
	
		
		«Su presunta implicación en los atentados de 
		Bolonia [95] es potencialmente la más seria acusación contra 
		el Gladio», tituló la prensa en 1991, cuando la comisión parlamentaria 
		encargada de investigar sobre el Gladio y el terrorismo recibió un 
		memorando anónimo sugiriendo que los explosivos utilizados en Bolonia 
		provenían de un arsenal del Gladio [96].
	
	
	El general Gerardo Serravalle, quien 
	había dirigido las unidades del Gladio en el seno del SID entre 1971 y 1974, 
	confirmó después que, para su mayor pesar, algunos miembros del Gladio 
	«pasaron de una lógica defensiva postinvasión a una lógica ofensiva de 
	guerra civil» [97].
	
	
	Cuando un periodista de la BBC le preguntó por qué razón, a pesar de aquel 
	evidente peligro, no había decidido él desmantelar la red, Serravalle 
	contestó:
	
		
		«Bueno, desmantelarla era una decisión 
		política, que estaba fuera de mi esfera de competencia.» [98]
	
	
	Era la CIA la que controlaba el ejército secreto 
	italiano y cuando Serravalle expresó sus inquietudes sobre las operaciones 
	interiores de la red clandestina, chocó con el COS Howard Stone, el 
	jefe de estación de la CIA en Roma, quien suspendió las ayudas provenientes 
	de la CIA. 
	
		
		«Al asumir mis funciones, noté que el 
		financiamiento estadounidense, previsto en los acuerdos bilaterales, y 
		en particular el abastecimiento de armas y material, había sido 
		interrumpido.»
	
	
	Furioso, Serravalle convocó a Stone al cuartel 
	general del Gladio, en Cerdeña. Cuando llegó el COS, junto con un oficial de 
	la CIA llamado Mike Sednaoui, Serravalle dijo a los dos hombres:
	
	
		
		«Este es nuestro centro de entrenamiento, 
		etc… Ustedes pueden ayudarnos a alcanzar el máximo de nuestro potencial. 
		Entonces, ¿por qué nos cortan la ayuda? Si es una decisión de su 
		gobierno, la aceptamos. Pero nos deben ustedes una explicación.»
	
	
	Comprendió después que, 
	
		
		«a la CIA, representada por aquellos dos 
		agentes, no le interesaba tanto el nivel de nuestro entrenamiento como 
		las posibilidades de control interno. En otras palabras, nuestra 
		capacidad para reprimir levantamientos populares, sabotear huelgas 
		nacionales y, por sobre todo, controlar el avance del partido comunista. 
		El señor Stone explicó claramente que el apoyo financiero de la CIA 
		dependía únicamente de nuestra disposición para programar y poner en 
		aplicación lo que pudiéramos llamar “medidas internas”.» [99]
		 
		
		«Queda demostrado fuera de toda duda que 
		elementos de la CIA emprendieron, durante la segunda mitad de los años 
		60, una vasta operación tendiente a contrarrestar, por todos los medios 
		necesarios, el desarrollo de grupos y de movimientos de izquierda en 
		toda Europa», concluye, en 1956, el informe final de la investigación 
		del Senado italiano sobre el Gladio y el terrorismo. 
		 
		
		«Este análisis arrojó la imagen de un país 
		que, durante más de 40 años, ha vivido en un funesto clima de división. 
		Las tensiones que caracterizaron estas 4 décadas probablemente tienen su 
		origen en la realidad social interna del país. Sin embargo, esas 
		tensiones no hubiesen perdurado, no hubiesen alcanzado esta trágica 
		dimensión ni se hubiese dificultado tantas veces la búsqueda de la 
		verdad si la situación política interna no hubiera estado condicionada y 
		controlada por el sistema internacional en el que se insertaba Italia.» 
		[100]
	
	
	Dado el nivel de violencia que había 
	caracterizado la historia de la I República Italiana –las estadísticas 
	oficiales recogen la muerte de 491 civiles mientras que otros 1,181 
	resultaron heridos o mutilados entre 1969 y 1987– los miembros de la 
	comisión provenientes de la izquierda encontraron esta formulación demasiado 
	tímida. 
	 
	
	Pero prosiguieron sus investigaciones, bajo la 
	presidencia del senador Pellegrini, y siguieron oyendo testigos y analizando 
	documentos. 
	 
	
	En junio del año 2000 presentaron su informe 
	final, de 326 páginas, en el que concluían que: 
	
		
		«Estas masacres, atentados y operaciones 
		militares fueron organizados, instigados o apoyados por individuos 
		dentro del propio seno de las instituciones italianas y, como se ha 
		descubierto recientemente, por individuos vinculados a las estructuras 
		de la inteligencia estadounidense.» [101]
	
	
	Para sostener esta conclusión preñada de 
	implicaciones, el informe del año 2000 sobre el Gladio incluía varios 
	testimonios de miembros de la red. 
	 
	
	El soldado de las sombras Giuseppe Tarullo, 
	quien se había incorporado al SIFAR en 1961, había declarado bajo juramento 
	ante los senadores que, paralelamente a la preparación de una misión, la 
	tarea había consistido también en poner bajo control a los comunistas 
	italianos: 
	
		
		«Incluso entre nosotros hablábamos de misión 
		interna. Se decía que la estructura, con sus conexiones en el 
		extranjero, habría sido activada también para contrarrestar una 
		subversión interna, con el apoyo de las Fuerzas especiales. Por 
		subversión interna entendíamos un cambio de gobierno contrario a la 
		voluntad del poder establecido» [102] 
	
	
	El miembro del Gladio Giuseppe Andreotti 
	explicó aquello a los senadores ed la siguiente manera: 
	
		
		«La estructura Gladio respondía a una lógica 
		interna en el sentido en que, como ya expliqué, tenía que oponerse a la 
		toma del poder por parte de un régimen rechazado por la población, o sea 
		a una dictadura de derecho o de izquierda» [103].
	
	
	El miembro del Gladio Manlio Capriata 
	quien, con el rango de general, había dirigido el Buró R en el seno del 
	SIFAR entre febrero y junio de 1962, prestó testimonio ante los senadores:
	
	
		
		«Yo confirmo que la sección V, y por 
		consiguiente la organización S/B [stay-behind] y el CAG [eL Centro 
		Addestramento Guastatori, en Cerdeña] tenían una función antisubversiva 
		en caso de que las fuerzas políticas de izquierda llegaran al poder» 
		[104].
	
	
	Teniendo en cuenta las pruebas acumuladas, el 
	senador Valter Bielli concluyó: 
	
		
		«Estoy convencido de que la intervención de 
		Estados Unidos en Italia constituye ahora un hecho histórico 
		comprobado». 
	
	
	En Washington, la administración Clinton, más 
	bien incómoda, prefirió abstenerse de hacer cualquier comentario mientras 
	que una fuente anónima de la embajada estadounidense en Roma declaró: 
	
	
		
		«Son las mismas acusaciones que vimos oyendo 
		desde hace 20 años. No tienen absolutamente ningún fundamento.» 
		[105]
	
	
	Pero el senador Bielli se negaba a darse por 
	vencido y declaró: 
	
		
		«Ellos se inmiscuyeron para impedir una 
		victoria democrática del partido comunista. Ya no existe la amenaza roja 
		y sería bueno que los propios estadounidenses nos ayuden a aclarar lo 
		sucedido.» 
	
	
	Mientras que la ex Unión Soviética abría sus 
	archivos, Estados Unidos no dejaba filtrar nada.
	
		
		«Durante la guerra fría, el Este estaba bajo 
		el dominio comunista, pero el Oeste también se había convertido de 
		cierta forma en una colonia estadounidense», se quejaba Bielli. 
		
	
	
	Aldo Giannuli, un historiador que 
	trabajaba como consultante de la comisión parlamentaria, insistió con toda 
	razón en la necesidad de ampliar ahora la investigación llevándola al plano 
	internacional y examinando los documentos de la alianza atlántica:
	
		
		«El verdadero problema de hoy es tener 
		acceso a los archivos de la OTAN.» [106]
 
	
	
	
	Documentos adjuntos
	
		
	
	
	 
	
	 
	
	Referencias
	
		
		[1] Aunque se ha comprobado que el PCI 
		recibió un importante apoyo financiero de Moscú, la verdadera naturaleza 
		de las relaciones entre esa organización política italiana y el Partido 
		Comunista de la Unión Soviética durante la guerra fría sigue siendo 
		objeto de debate entre los historiadores. Sergio Romano, embajador de 
		Italia en la URSS de 1985 a 1989, informó que hasta el final de los años 
		1970 la mayoría de los recursos financieros del PCI provenían del 
		Partido Comunista de la Unión Soviética. Entre las investigaciones sobre 
		los vínculos entre el PCI y Moscú se encuentran las de Joan Barth Urban, 
		Moscow and the Italian Communist Party: From Togliatti to Berlinguer (Cornell 
		University Press, Ithaca, 1986); Gianni Cervetti, L’Oro di Mosca: La 
		Verita sui Finanziamenti Sovietici al PCI Raccontata dal Diretto 
		Protagonista (Baldini & Castoldi, Milán, 1993, reeditado en 1999) y 
		Valerio Rima, Oro da Mosca. I Finanziamenti Sovietici al PCI dalla 
		Rivoluzione d’Ottobre al Crollo dell’ URSS (Mondadori, Milán, 1999).
		
		[2] Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul 
		terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei 
		responsabiliy delle stragi: Il terrorismo, le stragi ed il contesto 
		storico politico. Redatta dal presidente della Commissione, Senatore 
		Giovanni Pellegrino. Roma, 1995, p. 20. Este informe del Senado italiano 
		es uno de los documentos de referencia sobre el Gladio y más 
		generalmente sobre las acciones clandestinas de Estados Unidos en 
		Italia. Aborda los temas del Gladio, el terrorismo y atentados no 
		aclarados. Para evitar cualquier confusión con el segundo informe 
		senatorial, también muy interesante, presentado en el año 2000, el 
		primer documento será designado como Informe de la Investigación 
		Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados.
		
		[3] Publicación italiana Panorama, 10 de febrero de 1976. Citado en el 
		Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los 
		atentados, p. 13.
		
		[4] Roberto Faenza, Gli americani in Italia (Editore Feltrinelli, Milán, 
		1976), p. 10–13. Las conexiones entre Estados Unidos y la mafia ya 
		habían sido reveladas en 1951 por una investigación del Senado 
		estadounidense dirigida por el senador Kefauver. Ver US Senate Special 
		Committee, Hearings on Organised Crime and Interstate Commerce, part 7, 
		p. 1181 (1951). El historiador italiano Roberto Faenza fue uno de los 
		primeros en apreciar el considerable impacto de las operaciones 
		clandestinas estadounidenses en Italia. Su primer libro sobre ese tema, 
		en coautoría con Marco Fini y publicado en 1976, se concentraba en los 
		años de postguerra y su título, muy sobrio, era Gli Americani in Italia. 
		El prefacio señalaba: «Para muchas personas a través del mundo, 
		incluyendo el ciudadano estadounidense promedio, resultó muy difícil y 
		doloroso admitir que Estados Unidos es la fuerza más conservadora y 
		contrarrevolucionaria del mundo. Pero eso es lo que se demuestra en este 
		libro al revelar las intervenciones secretas del gobierno estadounidense 
		en los asuntos internos del pueblo italiano (…) la situación es 
		comparable a lo que ya han revelado otras investigaciones en Grecia, 
		Irán, Guatemala, República Dominicana y muchos otros países (…) Es 
		particularmente difícil mirar esa verdad de frente.»
		
		[5] Diario británico The Observer, 10 de enero de 1993. Referencia al 
		documental Allied to the Mafia, transmitido en enero de 1993 a través de 
		BBC2.
		
		[6] Mackenzie, W. J. M., History of the Special Operations Executive: 
		Britain and the resistance in Europe (British Cabinet Office, Londres, 
		1948), p. 842 y 853. Estados Unidos aplicó esa estrategia en la zona del 
		Pacífico, esencialmente en Filipinas. Consistía en apoyar y debilitar a 
		las guerrillas de extrema izquierda durante la Segunda Guerra Mundial. 
		Japón había invadido Filipinas en enero de 1942. Estados Unidos apoyaba 
		y entrenaba a guerrilleros con diferentes orientaciones políticas que 
		luchaban contra la ocupación japonesa, como el movimiento izquierdista 
		Huk que podía representar una poderosa fuerza favorable a una revolución 
		social. Al igual que en Italia y Grecia, la decisión fue sacrificar a 
		los antiguos compañeros de armas. Después de la derrota japonesa, 
		Estados Unidos confiscó el armamento de la guerrilla y los Huks fueron 
		masacrados en presencia de oficiales estadounidenses en el marco de una 
		operación que duró, como mínimo, hasta 1945. El historiador 
		estadounidense Gabriel Kolko comenta: «Los dirigentes Huks creían 
		ingenuamente que los americanos iban a tolerarlos». Ver, Gabriel Kolko, 
		Century of War Politics, Conflict, and Society since 1914 (The New Press, 
		New York, 1994), p. 363.
		
		[7] Geoffrey Harris, The Dark Side of Europe: The Extreme Right Today (Edinburgh 
		University Press, Edimburgo, 1994), páginas 3 y 15.
		
		[8] Allan Francovich, Gladio: The Ringmasters. Se trata del primer 
		documental de una serie de 3 que Francovich dedicó al Gladio, 
		transmitido el 10 de junio de 1992 a través de BBC2.
		
		[9] William Blum, Killing Hope: US Military and CIA Interventions since 
		World War II (Common Courage Press, Maine, 1995), capítulo 2, p. 28. La 
		edición en francés se titula Les guerres scélérates (Parangon, 2004).
		
		[10] Sobre Alcide de Gasperi, ver «L’Opus Dei et l’Europe - Du recyclage 
		des fascistes au contrôle des démocraties», por Thierry Meyssan, 22 de 
		marzo de 1995. NdlR.
		
		[11] Martin Lee, The Beast Reawakens (Little Brown and Company, Boston, 
		1997), p. 100.
		
		[12] Jonathan Dunnage, «Inhibiting Democracy in Post-War Italy: The 
		Police Forces, 1943–48» en Italian Studies, n°51, 1996, p. 180.
		
		[13] Stuart Christie, Stefano delle Chiaie (Anarchy Publications, 
		Londres 1984), p. 6.
		
		[14] Ibid., p. 4.
		
		[15] Tom Mangold, Cold Warrior: James Jesus Angleton; The CIA’s Master 
		Spy Hunter (Simon & Schuster, Londres, 1991), p. 20. Mangold, biógrafo 
		de Angleton, desgraciadamente no proporciona ningún detalle sobre la 
		colaboración que este agente estableció con los fascistas después de 
		1945 y no explica cómo fue que Angleton salvó al príncipe de Borghese de 
		la justicia italiana al final de la guerra. James Angleton ha sido 
		interpretado en el cine por Matt Damon, en el film de Robert DeNiro The 
		Good Shepherd (2006), y en televisión por Michael Keaton, en la serie 
		The Company (2006). NdlR.
		
		[16] William Corson, The Armies of Ignorance: The Rise of the American 
		Intelligence Empire (The Dial Press, New York, 1977), páginas 298 y 299. 
		Debido a su carácter clandestino, la operación fue financiada a través 
		de una operación de lavado de dinero, ya que se trataba de dinero sucio. 
		Corson explica que se procedió a retirar 10 millones de dólares en 
		efectivo del Fondo de Estabilización Económica y que esa suma transitó 
		posteriormente por varias cuentas personales antes de ser entregada, en 
		forma de donaciones, a diferentes organismos que la CIA utilizaba como 
		tapaderas o pantallas.
		
		[17] Christie, delle Chiaie, p. 175.
		
		[18] Denna Frank Fleming, The Cold War and Its Origins 1917–1960 (Doubleday, 
		New York, 1961), p. 322.
		
		[19] Thomas Powers, The Man Who Kept the Secrets: Richard Helms and the 
		CIA (Weidenfeld and Nicolson, Londres, 1980), p. 30.
		
		[20] Diario británico The Guardian, 15 de enero de 1992.
		
		[21] Durante la I República Italiana, el servicio de inteligencia 
		militar tuvo que cambiar de nombre muchas veces debido a los numerosos 
		escándalos en los que estuvo implicado. Desde su creación, en 1949, 
		hasta el primer gran escándalo, en 1965, fue designado como SIFAR. 
		Después se llamó SID y conservó la mayor parte de su personal. En 1978, 
		como consecuencia de un nuevo escándalo, el SID se dividió en dos 
		servicios que todavía existen actualmente. 
		 
		
		La rama civil pasó al control del ministerio 
		del Interior y fue bautizada como SISDE (Servizio Informazioni Sicurezza 
		Democratica) mientras que la rama militar se mantuvo bajo control del 
		ministerio de Defensa bajo la denominación de SISMI.
		 
		
			
				| 
					
						
							| 
							
							
							Directores de los servicios secretos militares |  
						| 
						General Giovanni Carlo | 
						1949–1951 | 
						SIFAR |  
						| 
						General Umberto Broccoli | 
						1951–1953 | 
						SIFAR |  
						| 
						General Ettore Musco | 
						1953–1955 | 
						SIFAR |  
						| 
						General Giovanni De Lorenzo | 
						1956–1962 | 
						SIFAR |  
						| 
						General Egidio Viggiani | 
						1962–1965 | 
						SIFAR |  
						| 
						General Giovanni Allavena | 
						1965–1966 | 
						SID |  
						| 
						General Eugenio Henke | 
						1966–1970 | 
						SID |  
						| 
						General Vito Miceli | 
						1970–1974 | 
						SID |  
						| 
						General Mario Casardi | 
						1974–1978 | 
						SID |  
						| 
						General Giuseppe Santovito | 
						1978–1981 | 
						SISMI |  
						| 
						General Nino Lugaresi | 
						1981–1984 | 
						SISMI |  
						| 
						Almirante Fulvio Martini | 
						1984–1991 | 
						SISMI |  
						| 
						Sergio Luccarini | 
						1991 | 
						SISMI |  
						| 
						General Luigi Ramponi | 
						1991–1992 | 
						SISMI |  
						| 
						General Cesare Pucci | 
						1992–1993 | 
						SISMI |  
						| 
						General Sergio Siracusa | 
						1994-1996 | 
						SISMI |  
						| 
						Almirante Gianfranco 
						Battelli | 
						1996-2001 | 
						SISMI |  
						| 
						General Nicolò Pollari | 
						2001-2006 | 
						SISMI |  
						| 
						Almirante Bruno Branciforte | 
						2006-2007 | 
						SISMI |  
						| 
						Almirante Bruno Branciforte | 
						2008… | 
						AISE |  | 
		
		
		
		[22] Philip Willan, Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in 
		Italy (Constable, Londres, 1991), p. 34.
		
		[23] Mario Coglitore (editor), La Notte dei Gladiatori. Omissioni e 
		silenze della Repubblica (Calusca Edizioni, Padoue, 1992), p. 34.
		
		[24] Diario británico The Observer, 18 de noviembre de 1990.
		
		[25] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, p. 49.
		
		[26] Coglitore, Gladiatori, p. 133.
		
		[27] Pietro Cedomi, «Service secrets, Guerre froide et ‘stay-behind. 2e 
		partie’: La mise en place des réseaux», en la publicación belga Fire! Le 
		Magazine de l’Homme d’Action, septiembre/octubre de 1991, p. 80.
		
		[28] Allied Clandestine Committee (ACC) y Clandestine Planning Committee 
		(CPC).
		
		[29] Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
		
		[30] Memorandum, National Security Council to Harry S. Truman, April 21, 
		1950, Biblioteca de la Red Voltaire.
		
		[31] Al ser desclasificado en 1994, este documento desató una ola de 
		protestas en Italia. Ver el diario italiano La Stampa, 27 de noviembre 
		de 1994.
		
		[32] William Colby, Honourable Men: My Life in the CIA (Simon & Schuster, 
		New York, 1978), capítulo 4, p. 110. La edición francesa se titula 30 
		ans de CIA (presses de la Renaissance, 1978).
		
		[33] Roberto Faenza, Il malaffare. Dall’America di Kennedy all’Italia, a 
		Cuba, al Vietnam (Editore Arnoldo Mondadori, Milán, 1978), p. 312.
		
		[34] La existencia de este documento se dio a conocer en el momento de 
		las revelaciones sobre el Gladio, en 1990. Ver el informe de la 
		investigación senatorial sobre el Gladio y los atentados, p. 25.[[La 
		existencia de este documento se dio a conocer en el momento de las 
		revelaciones sobre el Gladio, en 1990. Ver el informe de la 
		investigación senatorial sobre el Gladio y los atentados, p. 25.
		
		[35] Publicación italiana Europeo, 18 de enero de 1991. La comisión 
		investigadora del parlamento sólo supo de la existencia del documento de 
		1956 sobre el Gladio cuando obtuvo un texto fechado el 1º de junio de 
		1959 que se refería a aquel documento en términos muy precisos, 
		señalando incluso que tenía como fecha el 26 de noviembre de 1956 y que 
		su título era Accordo fra il Servizio Informazioni Italiano ed il 
		Servizio Informazioni USA relativo alla organizzazione ed all’attivita 
		della rete clandestina post-occupazione (stay-behind) italo-statunitense. 
		[Acuerdo entre el SIFAR y la CIA sobre la organización y la actividad de 
		una red italo-estadounidense secreta postocupación (stay-behind).]. El 
		contenido del documento original aparece en Coglitore, Gladiatori, p. 
		118–130.
		
		[36] Publicación belga Fire, enero de 1992, p. 59.
		
		[37] Ibid., p. 62.
		
		[38] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers. Segundo documental de la 
		serie de 3 dedicada al Gladio, transmitido por la BBC2 el 17 de junio de 
		1992. La versión francesa se titula Gladio, les Marrionettistes.
		
		[39] Colby, Honourable Men, p. 128.
		
		[40] Ibid., p. 109–120.
		
		[41] Este documento aparece citado en Faenza, Malaffare, p. 313. En los 
		años 1970, el historiador italiano Roberto Faenza obtuvo, a través de la 
		FOIA, acceso al documento Demagnetize revelando así por vez primera 
		«esta grave desvío [de su misión] de los servicios secretos italianos».
		
		[42] Supreme Headquarters Allied Powers in Europe (SHAPE), o sea el Gran 
		Cuartel General de las potencias aliadas en Europa.
		
		[43] Stato Maggiore della Difesa. Servizio Informazioni delle Forze 
		Armate. Ufficio R – Sezione SAD: Le forze speciali del SIFAR e 
		l’operazione Gladio. Roma, 1 Giugno 1959. Descubierto por el juez Casson 
		en los archivos del SIFAR, este documento dio origen a una larga serie 
		de revelaciones en Italia y a través de toda Europa. Disponible para su 
		descarga a través del vínculo que aparece al final de este artículo.
		
		[44] Cobly, Honourable Men, p. 136.
		
		[45] Telegrama del secretario de Estado a la embajada de Estados Unidos 
		en Roma, enviado el 18 de octubre de 1961. Su transcripción aparece en 
		Faenza, Malaffare, p. 311. Faenza hace un análisis muy acertado del 
		proyecto de Kennedy de favorecer una apertura hacia la izquierda en 
		Italia. Ver Faenza, Malaffare, p. 307–373 (“L’apertura a sinistra”).
		
		[46] Fragmento de Regine Igel, Andreotti. Politik zwischen Geheimdienst 
		und Mafia (Herbig Verlag, Munich, 1997), p. 49. El autor cita como 
		fuente la publicación estadounidense New Statesman sin proporcionar la 
		fecha de publicación.
		
		[47] Faenza, Malaffare, p. 310.
		
		[48] Igel, Andreotti, p. 50.
		La pesadilla de la CIA se hizo realidad en abril de 1963. El día de las 
		elecciones los comunistas ganaron terreno mientras que todos los demás 
		partidos perdían escaños. A pesar del apoyo de la CIA, la DCI cayó a un 
		38%, el peor resultado desde su creación al final de la guerra. El PCI, 
		con un 25% de los sufragios, y el PSI, con un favorable 14%, se unieron 
		en una alianza para conformar la primera mayoría de izquierda en el 
		parlamento italiano. Los electores de la izquierda italiana festejaron 
		en las calles la nominación, por vez primera, de varios socialistas como 
		miembros del gobierno del primer ministro Aldo Moro, proveniente del ala 
		izquierda de la DCI. Inmensamente satisfecho ante aquellos resultados, 
		el presidente Kennedy decidió en julio de 1963 viajar a Roma en visita 
		oficial, para alegría de muchos italianos. A su llegada, el aeropuerto 
		estaba repleto y una vez más los estadounidenses fueron recibidos con 
		banderas y aclamaciones. «Es un hombre formidable. No aparenta la edad 
		que tiene. Me invitó a visitar Estados Unidos», declaró con entusiasmo 
		el jefe del PSI, Pietro Nenni. (Faenza, Malaffar, p. 356).
		
		[49] Jens Mecklenburg (ed.), Gladio: Die geheime Terrororganisation der 
		Nato (Elefanten Press, Berlín, 1997), p. 30, y Coglitore, Gladiatori, p. 
		185. Fue un ex general del SID quien reveló, al declarar como testigo en 
		el marco del caso de la logia P2, en los años 1980, que aquellos 
		criminales eran miembros del Gladio.
		
		[50] Jean-Francois Brozzu-Gentile, L’Affaire Gladio (Editions Albin 
		Michel, París, 1994), p. 77, y Faenza, Malaffare, p. 315. Ver además 
		Willan, Puppetmasters, p. 84.
		
		[51] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, p. 85.
		
		[52] Ibid.
		
		[53] Le forze speciali del SIFAR e l’operazione Gladio, documento 
		disponible para su descarga a través del vínculo que aparece al final de 
		esta página. Las investigaciones sobre la operación Piano Solo indican 
		que 731 personas iban a ser deportadas. La comisión investigadora del 
		senado comprobó que eran más bien 1 100 o 1 200 ciudadanos influyentes 
		quienes debían ser encarcelados en el CAG, el cuartel general del Gladio 
		instalado en Cerdeña. Los servicios secretos militares se negaron a 
		entregar la lista a la comisión investigadora del senado. «La situación 
		es muy grave ya que se puede pensar razonablemente que la lista contiene 
		nombres de parlamentarios y de responsables políticos y que la 
		divulgación de esa lista permitiría contradecir definitivamente la tesis 
		de que los acontecimientos de 1964 eran operaciones de prevención 
		destinadas a evitar problemas de orden público», concluyeron los 
		senadores. Ver el Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre 
		el Gladio y los atentados, p. 89.
		
		[54] Richard Collin ofrece una descripción muy buena del golpe en The De 
		Lorenzo Gambit: The Italian Coup Manqué of 1964 (Sage, Beverly Hills, 
		1976). Graduado de Harvard, este especialista en cuestiones militares 
		ofreció conferencias en el Estado de Maryland antes de pasar a trabajar 
		para el ministerio de Defensa y, posteriormente, como consejero del 
		agregado militar de la embajada de Estados Unidos en Roma y convertirse 
		finalmente en consultante de las fuerzas armadas de Arabia Saudita. En 
		unas 60 páginas, Richard Collin ofrece un excelente recuento de la 
		operación Piano Solo. Sin embargo, oculta casi totalmente el papel de 
		Estados Unidos en aquellos hechos.
		
		[55] Collin, Coup, p. 60.
		
		[56] Ibid. Su fuente es la publicación italiana Avanti! del 26 de julio 
		de 1964.
		
		[57] Coglitore, Gladiatori, p. 186. Ver también Willan, Puppetmasters, 
		p. 85.
		
		[58] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, 1995, p. 87. Bernard Cook, «The Mobilisation of the 
		Internal Cold War in Italy» en History of European Ideas. Vol.19, 1994, 
		p. 116.
		
		[59] Franco Ferraresi, «A Secret Structure Codenamed Gladio» en Italian 
		Politics. A Review, 1992, p. 41. Sin la prensa de investigación nunca se 
		hubiese sabido nada del golpe de Estado silencioso del Gladio. Ya en la 
		primavera de 1967, Raffaele Jannuzzi (quien se convertirá más tarde en 
		diputado socialista) informó a los lectores de la publicación Espresso 
		que Italia había estado al borde del golpe de Estado («Complotto al 
		Quirinale», Espresso, 14 de mayo de 1967). El intento de De Lorenzo de 
		hacer callar a Jannuzzi mediante un proceso judicial por difamación 
		resultó contraproducente ya que la instrucción sacó a la luz tal 
		cantidad de pruebas que el gobierno no tuvo más remedio que autorizar la 
		apertura de una investigación parlamentaria sobre «los acontecimientos 
		de 1964». (Senado italiano. Commissione parlamentare d’inchiesta sugli 
		eventi del giungo-luglio 1964. Informe de 2 volúmenes publicado en Roma 
		en 1971).
		
		[60] Relazione della Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi 
		del giungno-luglio 1964, Roma 1971, p. 67. Citado en Igel, Andreotti, p. 
		51, y en Willan, Puppetmasters, p. 38.
		
		[61] Commissione parlamentare d’inchiesta sugli eventi del giugno-luglio 
		1964, Relazione di minoranza, Roma 1971, p. 307. Ver Igel, Andreotti, p. 
		53.
		
		[62] Fragmento de Igel, Andreotti, p. 52.
		
		[63] Después de comprobar la existencia de vínculos entre Licio Gelli y 
		varios terroristas de extrema derecha, el juez italiano Carlo Palermo 
		ordenó a la sección antiterrorista del SISMI que le aportara su ayuda a 
		la investigación. El 16 de abril, esta sección proporcionó información 
		sobre la intervención estadounidense en Italia. Era probablemente la 
		primera vez que la sección cumplía con su misión, y fue cerrada de 
		inmediato. La prometedora carrera de Emilio Santillos, el director de la 
		sección antiterrorista del SISMI, se vio bruscamente interrumpida y 
		varios de sus colaboradores tuvieron un trágico destino. El coronel 
		Florio, miembro del SISMI, murió en un misterioso accidente 
		automovilístico; el coronel Serrentiono abandonó el servicio por 
		«razones de salud»; el mayor Rossi se suicidó. El mayor Antonio de Salvo 
		fue el único que salió de la sección sano y salvo y se hizo masón. 
		Fuente: Igel, Andreotti, p. 232.
		
		[64] Diario británico The Observer, 21 de febrero de 1988.
		
		[65] Senato della Repubblica Italiana. Relazione della Commissione 
		Parlamentare d’Inchiesta Sulla Loggia P2, Roma 1984.
		
		[66] Proveniente de una entrevista con Willan. Fragmento de Willan, 
		Puppetmasters, p. 55.
		
		[67] Igel, Andreotti, p. 229.
		
		[68] Citado en la publicación británica The New Statesman, 21 de 
		septiembre de 1984.
		
		[69] Hugh O’Shaughnessy, «Gladio: Europe’s best kept secret». Se suponía 
		que aquellos agentes iban a quedarse detrás de las líneas enemigas si el 
		Ejército Rojo invadía Europa occidental. Pero aquella red, creada con 
		las mejores intenciones, degeneró en ciertos países convirtiéndose en 
		instrumento del terrorismo y de la agitación política de extrema 
		derecha. Diario británico The Observer, 7 de junio de 1992.
		
		[70] Gentile, Gladio, p. 28.
		
		[71] Ibid.
		
		[72] Televisión británica Newsnight, transmitido en BBC1 el 4 de abril 
		de 1991.
		
		[73] Willan, Puppetmasters, p. 41.
		
		[74] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, p. 97.
		
		[75] Ibid., p. 164.
		
		[76] Willan, Puppetmasters, p. 97. Buscetta hizo revelaciones al juez 
		Falcone en diciembre de 1984. Este valiente magistrado fue 
		posteriormente asesinado por la mafia.
		
		[77] Declaración de Liggio ante el tribunal de Calabria, en 1986. Citado 
		en Willan, Puppetmasters, p. 97.
		
		[78] Willan, Puppetmasters, p. 94.
		
		[79] Colby, Honourable Men, p. 395.
		
		[80] Ver, por ejemplo, McNamara, Robert, Retrospect: The Tragedy and 
		Lessons of Vietnam (Random House, New York, 1995).
		
		[81] Willian, Puppetmasters, p. 93.
		
		[82] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991.
		
		[83] Gentile, Gladio, p. 105.
		
		[84] Publicación política británica Statewatch, enero de 1991, y Gentile, 
		Gladio, p. 19.
		
		[85] Publicación política italiana Europeo, 16 de noviembre de 1990.
		
		[86] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers.
		
		[87] Resultados de las tres principales formaciones políticas italianas 
		(DCI, PCI y PCI) en las elecciones legislativas desde 1968 hasta 1994:
		 
		
			
				| 
					
						|   | 
						1968 | 
						1972 | 
						1976 | 
						1979 | 
						1983 | 
						1987 | 
						1992 | 
						1994 |  
						| 
						DCI (%) | 
						39 | 
						38 | 
						38 | 
						38 | 
						32 | 
						34 | 
						29 |   |  
						| 
						PCI (%) | 
						26 | 
						27 | 
						34 | 
						30 | 
						29 | 
						26 | 
						23 | 
						28 |  
						| 
						PSI (%) | 
						14 | 
						9 | 
						9 | 
						9 | 
						11 | 
						14 | 
						13 | 
						2 |  
						| 
						PCI + PSI (%) | 
						41 | 
						36 | 
						44 | 
						40 | 
						41 | 
						40 | 
						37 | 
						30 |  | 
		
		
		
		[88] Pike Report: Report of the House Select Committee on Intelligence [Pike 
		Committee], Ninety-fourth Congress (Village Voice, New York, 1976), p. 
		193 y 195.
		
		[89] Jœ Garner, We Interrupt this broadcast. The Events that stopped our 
		lives. From the Hindenburg Explosion to the Death of John F. Kennedy Jr 
		(Sourcebooks, Naperville, 2000), p. 87.
		
		[90] Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 220.
		
		[91] Willan, Puppetmasters, p. 325.
		
		[92] Fragmento de Willan, Puppetmasters, p. 219.
		
		[93] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, p. 294 et 295.
		
		[94] Ibid., p. 294
		
		[95] Sobre el mismo tema, ver «1980: carnage à Bologne, 85 morts», 
		Réseau Voltaire, 12 de marzo de 2004.
		
		[96] Diario británico The Guardian, 16 de enero de 1991.
		
		[97] Agencia internacional de prensa Associated Press, 20 de noviembre 
		de 1990.
		
		[98] Entrevista de Serravalle realizada por Peter Marshall, de la BBC, 
		en el marco de un reportaje especial sobre el Gladio que se transmitió 
		en el programa Newsnight el 4 de abril de 1991.
		
		[99] Allan Francovich, Gladio: The Puppeteers.
		
		[100] Informe de la investigación senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, p. 242 y 364.
		
		[101] Senato della Repubblica. Commissione parlamentare d’inchiesta sul 
		terrorismo in Italia e sulle cause della mancata individuazione dei 
		responsabili delle stragi: Stragi e terrorismo in Italia dal dopoguerra 
		al 1974. Relazione del Gruppo Democratici di Sinistra l’Ulivo. Roma, 
		junio de 2000. Documento designado aquí como Informe de la Investigación 
		Senatorial de 1995 sobre el Gladio y los atentados. Los 8 miembros de la 
		comisión eran: Valter Bielli, diputado; Antonio Attili, diputado; 
		Michele Cappella, diputado; Piero Ruzzante, diputado; Alessandro Pardini, 
		senador; Raffaele Bertoni, senador; Graziano Cioni, senador; Angelo 
		Staniscia, senador. Fuente: Philip Willan, «US ‘supported anti-left 
		terror in Italy’. Report claims Washington used a strategy of tension in 
		the cold war to stabilise the centre-right» en el diario británico The 
		Guardian, 24 de junio del año 2000.
		
		[102] Informe de la Investigación Senatorial de 1995 sobre el Gladio y 
		los atentados, p. 41.
		
		[103] Ibid.
		
		[104] Ibid., p. 42.
		
		[105] Philip Willan, diario británico The Guardian, 24 de junio de 2000.
		
		[106] Ibid.
	
	
	
	
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