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  por Ignacio Puig, S. I.
 1978
 
			del Sitio Web
			
			Scribd 
			contribución de 
			
			Daniel Piovezan 
			  
			  
				
					
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						Compilación de Estudios de eminencias médicas, zootécnicas y 
			agronómicas sobre los beneficiosos efectos del magnesio en el 
			hombre, en los animales y en las plantas  |  
			 
			  
			  
				
					
						
							
							Índice 
							
							
							Capítulo - ¿Posee El 
							Magnesio Virtudes Curativas?
							
							Capítulo - 
							El Magnesio 
							En El Organismo Humano
							
							Capítulo - 
							El Magnesio 
							En Zootecnia
							
							Capítulo - 
							El Magnesio 
							En Agricultura 
							
							
							Apéndice - ¿Como Debe 
							Tomarse El Magnesio?
							
							Apéndice - 
							Contenido De 
							Magnesio y De Calcio En Los Principales Elementos
							
							Apéndice - 
							Principales 
							Dolencias Para Las Que Se Recomienda El Empleo De 
							Las Sales De Magnesio
							
							Apéndice - 
							Bibliografía
 
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			  
			
			
 PRÓLOGO
 
 La presente obra recoge varios artículos de diferentes autores, 
			consagrados a divulgar el importante papel que desempeña el magnesio 
			en los organismos vivientes, como sus efectos curativos en el hombre 
			y en los animales, los prodigiosos resultados del mismo aplicado a 
			las plantas y, en general, su poderosa intervención en el 
			metabolismo vital.
 
			Sobre todo, los diez artículos de Francisco Manzanal, S. I., han 
			tenido la virtud de interesar a gran número de personas que han 
			practicado, con excelente resultado, la cura del magnesio en ellos 
			recomendada y que luego, espontáneamente, se han constituido en los 
			grandes propagadores de las virtudes curativas del magnesio.
 
			No se crea, sin embargo, que con estos artículos se descubre algo 
			totalmente nuevo o ignorado respecto al magnesio.
 
			  
			Desde hace años 
			se conocía su intervención en el metabolismo orgánico y no pocas de 
			sus virtudes curativas, según lo dan a entender los excelentes 
			preparados hechos a base de sales de magnesio, tales como, 
				
					
					
					DELBIASE (en forma de 
					comprimidos y de crema)
					
					LIDACRÓN (en forma sólida)
					
					LIDATINE (en forma líquida)
					
					MAGNOGENE (en grajeas)
					
					HALMAGNOL (en 
			ampollas)
					
					más recientemente HALÓGENOS JULIÁ-4 (en forma líquida), 
			etc. 
			Sin embargo, hablando en general, se había prestado escasa atención 
			a la importancia que el elemento tiene en el mundo orgánico, hasta 
			que recientes experiencias, llevadas a cabo principalmente en 
			Francia y en los Estados Unidos y recopiladas con gran maestría por 
			el Padre Manzanal, han tenido la virtud de llamar la atención del 
			público sobre lo mucho que puede esperarse del elemento magnesio, 
			ingerido, no en forma metálica naturalmente, sino en sales, 
			particularmente de cloruro y carbonato.  
			  
			Que, por lo menos en 
			Barcelona, son muchas las personas que, se sirven de las sales de 
			magnesio para alivio de sus males y aun como alimento (pues 
			autoridades médicas aseguran que el magnesio debería figurar en la 
			dieta ordinaria), lo demuestra la admiración de algunas droguerías 
			de dicha ciudad que en un mes venden más sales de magnesio que antes 
			vendían en diez años. 
			No vamos a extendernos, en este prólogo, haciendo la apología del 
			magnesio, puesto que ésta ya se hace - y por cierto bien cumplida, 
			según creemos - en el decurso del presente libro.
 
			  
			Solamente queremos 
			precisar, antes de terminar, el carácter del mismo, que es más bien 
			una complicación o refundición de lo que especialistas en las 
			respectivas materias (médicos, ganaderos y agricultores) han 
			observado y experimentado con respecto al papel biológico del 
			magnesio.  
			  
			Aunque el fondo básico de este libro, sobre todo en lo que 
			respecta al hombre, son los aludidos artículos del Padre Manzanal, 
			quien a su vez se ha servido principalmente de la obra del doctor Delbet, hemos de hacer constar, que en él figuran extractos de 
			otros varios autores.  
			  
			Asimismo, hemos utilizado los informes que nos 
			han proporcionado cuantos se han servido darnos a conocer los 
			efectos beneficiosos del magnesio que en sí han experimentado. 
			En esta complicación de datos o, si se quiere, refundición de 
			trabajos de otros autores, hemos procurado la mayor unidad y orden, 
			reuniendo en capítulos separados lo referente al hombre, a los 
			animales y a las plantas, lo que no siempre se encuentra bien 
			delimitado en otros autores.
 
			Esperamos que la presente obra servirá para ampliar el campo de 
			acción del magnesio.
 
 
			
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 CAPÍTULO PRIMERO
 ¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?
 
 Entendemos que, en todo libro, revista y, en general, en cualquier 
			escrito, lo primero que debería hacerse - y no siempre se hace - es 
			justificar el título que se le ha puesto, a no ser que él mismo se 
			caiga por su peso o que, en el decurso de la exposición, aparezca 
			claramente justificado.
 
			  
			Al encabezar esta compilación de escritos 
			sobre el magnesio le hemos puesto por título «Virtudes Curativas del 
			Magnesio», con lo cual parece queremos dar a entender que el 
			magnesio posee virtudes curativas, como así es en efecto.
 
				
				A) MARAVILLOSOS EFECTOS DEL MAGNESIOA no pocas personas que tan sólo habrán oído hablar del magnesio al 
			designar los polvos de que se sirven los fotógrafos para producir 
			chispazos de luz blanca deslumbradora, o al tratar del purgante 
			denominado magnesia, les ha de parecer raro que se pueda escribir un 
			libro que trate exclusivamente de las virtudes curativas del 
			magnesio.
   
				Por esto hemos creído del caso comenzar esta compilación 
			justificando el título que le hemos puesto, a fin de que nadie nos 
			pueda tildar de que no ponemos en práctica lo que creemos debe 
			hacerse en todo libro y de que en él caemos en el mismo defecto que 
			reprochamos en otros. 
				Dice el refrán que la mejor manera de demostrar el movimiento es 
			andando; pues esto es lo que ahora vamos a hacer en este capítulo 
			introducción:
 
					
					describiremos una serie de maravillosos efectos 
			curativos, obrados con el magnesio, no precisamente bajo la forma 
			metálica, sino de sales, como el cloruro, sulfato o carbonato en 
			lectores de esta obra, los cuales además de experimentar en sí sus 
			saludables efectos, nos lo han escrito o comunicado de palabra. 
				En 
			la imposibilidad de aducirlos todos, nos limitaremos a dar a 
			conocer en este lugar algunos pocos.    
					
						
						
						Cura la artrosis debida al ácido úrico 
						(De una carta fechada el 
			28 de octubre de 1956):  
						Un amigo mío me recomendó el libro las «Virtudes 
			Curativas del Magnesio», el que, una vez leído, me decidió a poner 
			en práctica el tratamiento a base de cloruro de magnesio. 
						»Los resultados no han podido ser más sorprendentes ni más 
			halagüeños, ya que, al poco más de un mes de tomarlo todas las 
			mañanas en ayunas, me vi casi totalmente restablecido (hoy 
			completamente) de las dolencias que me aquejaban. Me encontraba 
			excesivamente sobrecargado de ácido úrico y, como consecuencia de 
			ello, sufría una grave artrosis en ambos rodillas, particularmente 
			en la izquierda, y estaba decidido a dejarme operar, sabiendo que 
			me tenía que quedar la articulación rígida, o sea, cojo para toda la 
			vida; pero es que hacía cerca de cinco meses que me tenía 
			imposibilitado y con unos dolores terribles. Afortunadamente este 
			peligro desapareció tomando el cloruro de magnesio y hoy me 
			encuentro mucho mejor que diez años antes.
 
						»También sufría de dilatación de la aorta (tengo cincuenta y dos 
			años) y hoy puedo decir que ya no me inspira ninguna preocupación; 
			pues, en opinión del doctor que me ha mirado últimamente en la 
			pantalla, me encuentro perfectamente.
 
						«Aparte de lo que antecede, se siente uno a los pocos días de tomar 
			el cloruro, con una gran energía y vitalidad, que hace que hasta el 
			carácter se transforme, ya que le proporciona una euforia y 
			optimismo sin igual.
 
						»Me complazco en proporcionarle los detalles de este mi caso, para 
			que sirva de estímulo y de ejemplo a aquellos que sufren, no 
			solamente de las dolencias reseñadas, sino de todas aquellas que 
			son propias de las personas de edad.»
 
						
						
						Hace desaparecer el temblor senil 
						(De una carta fechada el 2 de 
			marzo de 1956):  
						«Desde que terminaron de publicarse los artículos 
			del P. Francisco Manzanal sobre «Virtudes Curativas del Magnesio», 
			he sido un propagandista del cloruro de magnesio. 
						»Yo lo tomo desde entonces y sus efectos han sido más y mejores de 
			lo que yo esperaba. Empecé por tomarlo para aliviarme del temblor 
			senil que me impedía escribir y hasta poner mi firma, si no era 
			sujetándome la mano derecha con la izquierda, y me temblaba la mano 
			al beber, y demás usos. A los cuatro días de tomar una dosis 
			bastante floja, ya noté sus efectos, pero no quise dar crédito, 
			hasta a los trece días en que, sin querer, di un grito de 
			entusiasmo al ver la facilidad y constancia en poder manejar la 
			pluma y demás enseres.
 
 
						«Padecía desde muchos años hemorroides constantes y se me han 
			curado totalmente, y esto que ya trataban de operarme. Ahora, a 
			pesar de los tiempos reinantes, esto era en febrero de 1956, sin 
			usar bufanda y saliendo de casa varias veces al día, no he cogido 
			ningún resfriado. Otra ventaja he observado en mi ya achacoso 
			cuerpo; optimismo, alegría de vivir, agilidad de mis piernas y 
			rodillas a mis 62 años.
 
						»Son muchas las personas que me agradecen les haya aconsejado el 
			cloruro de magnesio. Es un laxante eficaz y el más económico.» 
						
						
						Desvanece el agotamiento intelectual 
						(De una carta fechada el 17 
			de junio de 1957):  
						«Me dirijo a usted para solicitarle el libro «Virtudes 
			Curativas del Magnesio». Tengo interés en tenerlo; pues conozco el 
			resultado satisfactorio que ha obtenido con el tratamiento del 
			magnesio un señor que sufría desgaste y agotamiento intelectual y 
			ahora sigue trabajando incansable. Como soy enfermera y también 
			otros me han hablado de los efectos del magnesio, es por eso que 
			deseo tener este libro.» 
						
						
						Otros notables efectos beneficiosos del magnesio 
							
							
							Un hombre 
			de carrera, de unos 60 años de edad, padecía de cierta infección 
			intestinal crónica. Un amigo le proporcionó «Virtudes curativas del 
			magnesio». Después de dos meses, escribió estas textuales palabras: 
							 
							«Hace un mes que tomo magnesio y me he librado de un achaque que 
			hacía 35 años lo llevaba conmigo».
							
							Hace algún tiempo se presentó un individuo diciendo que, poco 
			antes, apenas podía valerse por el reuma; incluso le habían de 
			vestir. A los pocos días de tomar magnesio, le desapareció el mal y 
			«ahora - dijo - me siento como un atleta», y comenzó a gesticular como 
			tal. Todavía dijo más:  
							«Mi madre - añadió - que ya pasa de los 80 años, 
			desde que toma magnesio se encuentra como una joven».
							
							Un lector que toma magnesio y que está entusiasmado con él por 
			los buenos efectos que le ha producido, fue a visitar a un amigo 
			suyo que sabía estaba enfermo. Se lo encontró en cama aquejado de 
			fuertes dolores, pues padecía de la próstata y le habían de operar. 
			Le recomendó tomara magnesio, como efectivamente lo hizo. A los 
			pocos días, se lo encontró en la calle, tranquilo, sin haber sido 
			operado y como si nada hubiese tenido. 
				
 B) ¿EN LOS CASOS REFERIDOS NO SE TRATARÁ DE SUGESTIÓN?
 
 Antes de contestar directamente a esta pregunta, hay que saber qué 
			es sugestión, lo cual vamos a hacer aduciendo dos casos: uno 
			provocado por el profesor Slosson y el otro referido por el 
			psicólogo Gillet.
 
				Primer caso: Un día el profesor Slosson llega a clase con un frasco 
			de un líquido transparente. Sus alumnos, al entrar, concentran sus 
			miradas intrigantes en el frasco. El profesor, a su vez, fija sus 
			ojos centelleantes en los discípulos y les dirige unas breves 
			palabras de aclaración para justificar su modo de proceder. Se trata 
			de un experimento sumamente delicado para el que reclama la 
			cooperación de los jóvenes del aula.
 
 
				El doctor Slosson infunde a sus alumnos el convencimiento de que 
			jamás han percibido un olor tan fuerte como el del líquido que 
			conserva en el frasco; con todo, les advierte que, durante la 
			experiencia que piensa realizar, no se sentirán excesivamente 
			molestados por el olor del líquido.    
				Les ruega encarecidamente que, 
			una vez haya destapado el frasco, le vayan indicando cuándo 
			empiezan a percibir la acción odorífica del líquido, para que él 
			pueda precisar la velocidad de propagación de las partículas 
			existentes. 
				El profesor quita cuidadosamente el tapón del pequeño frasco, echa 
			unas gotas del líquido sobre un pedazo de algodón y se retira 
			convenientemente para no dejarse inficionar tan de cerca por el 
			influjo del líquido. ¿Qué sucede?
 
				A los quince minutos, los alumnos de la primera hilera de los 
			bancos levantan la mano: han notado ya el escozor del líquido. Unos 
			intervalos más, los de la segunda serie dan también señales de haber 
			respirado el aire contaminado por las partículas del líquido. Apenas 
			ha transcurrido un minuto, las tres cuartas partes de la clase se 
			sienten impresionados por el olor, hasta el punto de que muchos 
			pretenden abandonar el aula.
 
				La voz del profesor resuena de nuevo, entremezclada con una 
			sonrisa.
 
					
					«No han de temer los jóvenes universitarios: el líquido 
			del frasco que ha producido efectos tan alarmantes, no es sino agua 
			pura, de clara transparencia, cuyas moléculas gozan íntegramente de 
			las propiedades esenciales del agua.» 
				Los alumnos de aquella clase han sido víctimas, no de la peligrosa 
			contaminación de un líquido mefítico, sino de un fenómeno 
			psicológico, conocido vulgar y científicamente con el nombre de 
			sugestión.  
					
					«Este hecho - anota José O. Martínez, S.L., al 
			reproducirlo en su libro ¿Cómo curar la neurastenia? - que, tal como 
			acaba de ser escrito, parece extraordinario e increíble, en sus 
			caracteres generales es muy frecuente.» 
				Este primer caso es un ejemplo palpable de heterosugestión, es 
			decir, de sugestión provocada por otro.    
				El que a continuación 
			ofrecemos, presentado por Gillet, es de autosugestión, de sugestión 
			provocada por uno mismo. 
				A un hotel de ínfima calidad llega un hombre de mediana edad. Las 
			tinieblas densísimas de la noche se avecinan. El forastero, después 
			de haber cenado se retira al aposento.
 
				A altas horas de la noche, el huésped se despierta por el acceso de 
			tos. Es asmático y el ahogo le oprime. Anda a tientas por la 
			habitación, hasta que al fin llega a los cristales. La asfixia 
			aumenta. No puede hallar la falleba de la ventana.
   
				Impaciente, 
			acosado por el dolor, destroza con sus puños los cristales. 
				 
					
					¡Ah! 
			¡Qué diferencia! ¡Qué mejoría! - exclama.  
				Devora el aire puro de la 
			noche... La tos va desapareciendo. El forastero se calma. Se acuesta 
			de nuevo.    
				Pasa lo restante de la noche con normalidad
			absoluta. 
				Al día siguiente, al despertarse, advierte con horror que ha 
			aporreado el cristal del reloj de pared..., ¡cuyo aire apolillado 
			había estado respirando la noche anterior, y en el que había 
			encontrado el remedio para el asma que le asfixiaba!
 
					
					«Ejemplo notable de autosugestión» - exclama José O. Martínez, S. I. 
			al reproducirlo en el libro antes citado.   
					«Si bien es verdad - añade - que la sugestión es muy frecuente en todos los órdenes de la 
			vida, hay que tener, con todo, presente la posición de los que, 
			imbuidos en ideas psicológicas nada científicas y a las veces 
			supersticiosas, ensanchan desmesuradamente el campo de este hecho y 
			atribuyen a sugestión lo que, en realidad, no lo es. Ya que 
			hablamos de sugestión y tenemos ante la vista ese número de falsos 
			psicólogos... Se trata de los milagros de Lourdes.» 
				Al llegar a sus oídos las relaciones de esas curaciones, los 
			influidos de doctrinas perniciosas, sin detenerse a examinar, sólo 
			tienen unas palabras.  
					
					«¿Todo eso...? ¡Superchería...!, ¡no es sino 
			sugestión!»  
				Lean los tales, lo que escribe el doctor
				Boinerie 
			acerca de este particular:  
					
					«En Lourdes no hay sugestión, pues las 
			curaciones que allí suceden no corresponden a ningún tipo de 
			sugestión, pues las curaciones son súbitas, como las curaciones 
			funcionales, pero estables como las curaciones orgánicas.» 
				Y a todo esto se dirá: ¿qué es sugestión? 
				   
				Se han dado muchos 
			definiciones de sugestión, las más de las veces incompletas o 
			inexactas.    
				Una de las que más satisface es sin duda la que propone 
			el psicólogo Fernando María Palmes, S.I., en un artículo aparecido 
			en la revista madrileña «Razón y Fe»:  
					
					«Sugestión - dice - es un 
			proceso psíquico que se verifica con cierto grado de automatismo por 
			parte de las actividades inferiores, es a saber: de la razón y del 
			libre albedrío.» 
				He aquí delineados, según esta definición, los dos elementos 
			esenciales a toda sugestión.    
				En primer lugar se requiere: 
				 
					
						
						
						un 
			proceso psíquico inferior, que se reduce a un fenómeno más o menos 
			complicado de asociación, por el cual un fenómeno suscita a otro, 
			hasta llegar a un movimiento corporal interior o exterior, o a una 
			tendencia, a un sentimiento, a un conocimiento o a cualquier otro 
			fenómeno mental, sin exceptuar actividad mental alguna; y, además
						
						un grado más o menos pronunciado 
					en el psiquismo superior, 
			respecto de dicho proceso. Ni el primer elemento separado del 
			segundo, ni éste separado del primero son sugestión. Esta se halla 
			constituida esencialmente del complejo o junta de los dos. 
				A la vista de esta definición de sugestión y de los casos 
			particulares antes referidos, vean nuestros lectores, si las 
			curaciones anteriormente expuestas, obtenidas con el tratamiento de 
			sales de magnesio, pueden explicarse puramente por sugestión.
   
				C) SE DESCARTA QUE EL MAGNESIO OBRE SOLO POR SUGESTIÓN
 Por si alguno de nuestros lectores no queda, con lo hasta aquí 
			expuesto, enteramente convencido de que el magnesio obra física y 
			químicamente en el organismo humano y no puramente por sugestión, le 
			ofrecemos a continuación un caso notable, referido verbalmente por 
			el mismo interesado.
 
				El aludido relator enfermó de tifus cuando tenía unos 33 años de 
			edad. Salió bien de la enfermedad; pero el médico le advirtió que, 
			después de algún tiempo, experimentaría a media tarde fuertes 
			dolores intestinales debidos a fermentaciones provocadas por algún 
			alimento, que él entonces no podría prever cuál sería.
   
				Y así fue en 
			efecto: Algún tiempo después, le vinieron dichos dolores. 
				   
				Acudió a 
			otro médico, pues entonces residía en otra población, y éste le 
			dijo que debía averiguarse el alimento que se los ocasionaba; cosa 
			no siempre fácil, añadió. Le preguntó si solía tomar leche, y, al 
			responderle afirmativamente, le sugirió que pasase tres días sin 
			tomar otro alimento más que leche. Como no se le reprodujeron los 
			dolores, la conclusión fue que el responsable del mal no era la 
			leche.    
				Entonces el médico le dijo que añadiese pan a la leche, y al 
			primer día de hacer esto, le repitieron los dolores. El médico ya 
			no dudó de que el causante del mal era el pan y, en consecuencia, 
			que debía abstenerse de tomarlo. 
				Con esta abstención fueron pasando los meses y aun los años, sin que 
			nuestro informante fuera molestado de los dolores; con la 
			particularidad de que podía comer macarrones, fideos y sémola, sin 
			que le sobrevinieran los dolores intestinales, a pesar de estar 
			hechos de harina dichos alimentos: es que esta harina no ha sufrido 
			fermentación previamente como la del pan.
 
				Después de transcurrido mucho tiempo, un buen día le repiten los 
			dolores, no obstante estar persuadido de que no había comido pan. 
			Acudió de nuevo al médico.
   
				Éste le sugirió le fuese nombrando los 
			manjares que había comido y, al saber que uno de ellos eran 
			albóndigas, exclamó el médico:  
					
					«No diga más; es que una buena parte 
			de albóndigas están hechas de pan.» 
				Años más tarde, un cocinero, que sabía que nuestro individuo no 
			podía comer pan, quiso probar si esto era pura aprensión, dándole a 
			comer pan sin que el interesado se diese cuenta.    
				A este fin calentó 
			en el horno miga de pan sin que llegara a tomar el color tostado, y 
			la trituró de manera que pareciese sémola. Naturalmente, el 
			individuo en cuestión, ignorante de la treta, comió de aquella 
			sémola como lo venía haciendo con la sémola legítima, y esta vez le 
			volvieron los dolores. El cocinero, pues, pudo convencerse de que 
			los malos efectos del pan eran realmente debidos al pan y no fruto 
			de la imaginación. 
				En tiempo rojo y durante los primeros años de la posguerra, nuestro 
			comunicante podía comer pan sin dolor alguno: es que aquel pan 
			negruzco todo lo era menos pan legítimo. Volvió el tiempo del pan 
			blanco y ya no podía comer de él.
   
				En 1954, al enterarse de las 
			maravillas que obraba el magnesio, comenzó a tomar cada día alguna 
			de sus sales, y desde entonces puede comer todo el pan que quiera y 
			sin que se le reproduzca la pasada dolencia, después de más de 40 
			años que debía abstenerse de él: ahora tiene ya 77 años. 
				Que el magnesio tiene virtud intrínseca para actuar favorablemente 
			en el organismo humano y que no obra por pura sugestión, se deduce 
			también por los testimonios médicos de gran competencia que lo 
			aseguran y por los muchos casos que se refieren en el segundo 
			capítulo de este libro, como también científicamente estudiando las 
			propiedades inherentes a este elemento introducido en el organismo 
			bajo la forma de alguna de sus sales, es decir, no bajo la forma 
			metálica, sino iónica. 
			Y todavía queda descartado cualquier resquicio de sugestión sabiendo 
			que las sales de magnesio no sólo previenen y curan muchas 
			enfermedades en los animales como largamente se explica en el 
			capítulo 3.° de este libro, sino también en los vegetales, en los 
			que por testimonio de agricultores han obrado verdaderas 
			maravillas.
 
			  
			¿Va a hacer sugestión en los animales que ingieren sin 
			saberlo, o en las plantas que carecen de todo conocimiento? 
			  
			
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 CAPITULO II
 EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO
 
 Las carencias y desequilibrios en la parte orgánica de los 
			alimentos del hombre causan terribles estragos.
 
			  
			Conocidas de todos 
			son las carencias de vitaminas, las cuales han atraído de tal 
			manera la atención de los sabios, que han emprendido contra esas 
			carencias una lucha seguida de victorias. No así con respecto al 
			desequilibrio mineral del hombre que continúa haciendo estragos, sin 
			encontrar oposición.  
			  
			Pues, por una parte, este desequilibrio ha 
			sido menos estudiado por los sabios, y por otra, sucede que los 
			poderes públicos lo fomentan inconscientemente y la opinión pública 
			continúa ignorándolo.
 
				
				A) LA SALUD Y EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBREComo hace notar Francisco Manzanal, S. I., la atención de todo el 
			mundo se dirige a conseguir el don natural que juzga más precioso: 
			su salud.
   
				Es que la conservación de la salud, la preservación y cura 
			de las enfermedades infecciosas, admite una solución diversa y más 
			eficaz que la que se sigue ordinariamente, es decir, la de la lucha 
			contra los microbios por medio de antisépticos, vacunas y sueros. 
			Éstos van creciendo continuamente y no pocas veces dan lugar a 
			efectos perniciosos y aun contraproducentes, que ya no tratan de 
			ocultar los galenos que quieren ser sinceros. 
				Hoy día, desde hace algún tiempo, empieza a dirigirse más la 
			atención sobre el terreno donde se desarrolla el microbio, que 
			sobre el microbio mismo; en una palabra: atiende más a la 
			disposición del organismo que al microbio que lo invade 
			continuamente. Y con razón. Es que la fuerza del microbio, según 
			se ha comprobado, radica en la pobreza del terreno, cuya 
			resistencia natural queda frecuentemente paralizada por causas 
			diversas.
   
				Por esto, Pasteur pudo decir a este respecto: 
				 
					
					«El microbio 
			no es nada, el terreno es todo.» 
				Pues bien, una de las causas más importantes de la mala disposición 
			del terreno del organismo humano en su lucha contra los microbios 
			es el desequilibrio mineral.    
				He aquí un pasaje del doctor Alexis Carrel, que da luz sobre el particular: 
				 
					
					«Los microbios y los virus 
			se encuentran por doquier: en el aire, en el agua, en nuestro 
			alimento.    
					Se hallan siempre presentes en la superficie de la piel y 
			en las mucosas digestivas y respiratorias. Sin embargo, en mucha 
			gente permanecen inofensivos. Entre los seres humanos, unos están 
			sujetos a ciertas enfermedades y otros son inmunes a las mismas. 
			Este estado de resistencia proviene de una constitución especial de 
			los tejidos y de los humores, que impide la penetración de los 
			agentes patógenos o los destruye cuando han penetrado.   
					 Esta es la 
			«inmunidad natural».   
					»Ella preserva a ciertos individuos de casi todas las enfermedades 
				- prosigue diciendo el doctor Carrel.    
					Es una de las cualidades más 
			preciosas que el hombre puede desear. Ignoramos su naturaleza. 
			Parece depender, a la vez, de cualidades provenientes de los 
			progenitores y de otras adquiridas en el curso del desarrollo. 
					   
					Hay 
			razas sensibles o resistentes a ciertas enfermedades. Se observan 
			familias predispuestas a la tuberculosis, apendicitis, cáncer, 
			enfermedades mentales. Otras, en cambio, resisten a todas las 
			enfermedades excepto a las degenerativas que sobrevienen a la vejez. 
			Pero la inmunidad natural no se debe solamente a la constitución 
			hereditaria; proviene también del género de vida y de la 
			alimentación, como lo ha demostrado Reid Hundt hace tiempo. 
					«Nosotros no sabemos todavía qué modo de vida podrá producir en el 
			hombre la resistencia natural a las infecciones. La prevención de 
			cada enfermedad por inyección de vacunas o sueros específicos, los 
			exámenes médicos repetidos en la población, la construcción de 
			gigantescos hospitales y sanatorios son medios costosos y poco 
			eficaces para desarrollar la salud de una nación.
   
					La salud debe ser 
			una cosa natural de la que no hay que preocuparse. Además, la 
			resistencia innata a los individuos un vigor y una intrepidez de la 
			que carecen los que deben su vida a la medicina y a la higiene.
					   
					Las 
			ciencias médicas, en adelante, deberían orientarse a la búsqueda de 
			esos factores de la inmunidad natural.»  
				Tales son los nuevos puntos 
			de vista del doctor Carrel, respecto de la salud y la manera de 
			conservarla o de recuperarla cuando se ha perdido, que a más de uno 
			podrán parecer revolucionarios. 
				De dos fuentes principales hace provenir el citado médico la 
			inmunidad natural espontánea: de las propiedades hereditarias del 
			organismo y de las conseguidas en el curso de su desarrollo 
			continuo por el régimen de vida y de la alimentación. El terreno de 
			nuestro organismo, cualquiera que éste sea, se puede disponer mejor 
			o peor contra los agentes que le van a atacar por medio de las 
			segundas propiedades.
   
				Respecto de las primeras propiedades, las 
			ciencias no pueden nada: cada uno deberá contentarse con las que le 
			han caído en gracia. Las otras, sin embargo, son susceptibles de 
			perfección y mejoramiento, y los hombres de ciencia han dado pasos, 
			con sus estudios y experiencias, para encontrar esos factores de la 
			inmunidad natural. 
				Múltiples estudios y experiencias han llevado a la conclusión de 
			que, en la inmunidad natural, tiene una parte principalísima lo que 
			muy ajustadamente se ha dado en llamar equilibrio mineral. En este 
			capítulo nos esforzamos en divulgar, según lo hace el P. Manzanal, 
			los modos concretos de conseguirlo y fomentarlo.
 En el organismo humano hay dos clases de elementos químicos, 
			llamados respectivamente orgánicos y minerales.
   
				Los elementos 
			orgánicos son el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, por ser 
			los que principalmente constituyen los compuestos orgánicos. Los 
			elementos minerales, que en conjunto forman del 4.3 y 4.4 por 100 
			del peso del cuerpo humano adulto, son, por orden decreciente en 
			cantidad, el calcio, fósforo, potasio, azufre, cloro, sodio y 
			magnesio.    
				Todavía deben señalarse los llamados oligoelementos, por 
			hallarse en cantidades insignificantes, los cuales, por orden 
			decreciente en cantidad son: el yodo, flúor, hierro, bromo, 
			aluminio, cobre, manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro. 
				Los elementos minerales, considerados en conjunto, desempeñan un 
			triple papel: unos sirven a la formación del esqueleto y tejido; 
			otros intervienen en la formación de fermentos y diversos 
			catalizadores bioquímicos; otros forman disoluciones iónicas e 
			intervienen en sus condiciones de equilibrio, tan importantes en 
			los fenómenos vitales.
 
				Frecuentemente, cuando la proporción de los elementos minerales no 
			tienen el valor deseado en el cuerpo humano, las perturbaciones que 
			de ello se siguen puédense atribuir indiferentemente, ya al exceso 
			de uno de los elementos, ya a la carencia del antagónico, que no 
			está en cantidad suficiente para equilibrar al otro que es, 
			relativamente, demasiado abundante.
 
				Pongamos por ejemplo la proporción que hay en un terreno entre el 
			potasio y el magnesio (K/Mg), que es de especial importancia para 
			los vegetales. Si abunda mucho el potasio con relación al magnesio, 
			podemos decir que las plantas son envenenadas por un exceso de 
			potasio, o también que son envenenadas a causa de la carencia de 
			magnesio, que no contrarresta en las plantas la absorción de 
			potasio o sus efectos.
 
				Es una ley universal la necesidad de un equilibrio mineral 
			determinado para asegurar el desarrollo y funcionamiento armónicos, 
			tanto del hombre, como de los animales acuáticos y terrestres y de 
			las plantas. Si éste falta, vendrán trastornos del organismo. Un 
			desequilibrio pronunciado hace sentir prontamente sus efectos, pero 
			también un desequilibrio pequeño puede causar trastornos 
			considerables, si continúa durante mucho tiempo.
   
				Puede servir de 
			ejemplo el caso de aquellas regiones pobres en yodo; algunos de 
			sus habitantes, al faltarles este alimento insignificante, sufrirán 
			trastornos de la glándula tiroidea y tendrán el llamado vulgarmente 
			mal de «paperas» o bocio.
   
				B) DESEQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE POR FALTA DE MAGNESIO
 Entre los elementos minerales del organismo humano hay tres que 
			constituyen un interesante trío de mutua dependencia, a saber:
 
					
				 
				Estos tres elementos para formar 
			equilibrio deben encontrarse en el hombre, según se cree, tal como 
			se encuentran en la naturaleza, por ejemplo, en las cáscaras de los 
			huevos de pájaros salvajes.    
				Repetidas experiencias, de las que más 
			adelante se hablará, han llevado a la afirmación de que el magnesio 
			juega un papel importante en la vida de las plantas, de los animales 
			y, por extensión, del hombre, con el mismo derecho que otros tres 
			elementos más conocidos: el nitrógeno, el fósforo y el potasio. 
				En el hombre los huesos son el principal depósito de magnesio, 
			aunque contienen ocho veces más calcio que magnesio; también existe 
			en los tejidos muscular y nervioso y en la sangre.
   
				Copisarov señala 
			en el hombre la siguiente proporción de magnesio: huesos, 31.7 a 
			46.6 por 1000; hígado, 22.5 por 1000; bazo, 6.2 a 7.5 por 1000; 
			pelo, de 9.2 a 127 por 100. El plasma del hombre adulto contiene de 
			2.4 a 3 miligramos de magnesio por 100 centímetros cúbicos; los 
			glóbulos rojos, de 61 a 7.1 miligramos por 100 y la sangre completa, 
			4.5 miligramos por 100 centímetros cúbicos. 
				Es un hecho innegable que una gran parte de las personas se hallan 
			bajo los efectos del desequilibrio mineral, particularmente por 
			falta de magnesio en su organismo. Naturalmente que esta escasez 
			proviene de una alimentación deficiente en este elemento mineral.
   
				El agricultor francés H. Vilain señala tres causas principales del 
			desequilibrio mineral en el organismo humano, en una conferencia 
			pronunciada en Lachapelle (Francia), donde posee y cultiva una gran 
			finca.
 
					
						
						
						Una ley mal hecha, que no conoce como abonos más que tres 
			elementos: nitrógeno, potasio y fósforo. Un abono que los contenga 
			es legalmente completo, de suerte que el cultivador es impulsado a 
			creer que a las plantas no les faltará sustancia útil, si han 
			recibido estos tres elementos. Somos un rebaño - dice - dirigido por 
			un pastor, bueno o malo, a quien seguimos con sus consecuencias. 
						   
						La 
			ley sobre los abonos - continúa el mismo autor refiriéndose a la ley 
			francesa - nos obliga a contentarnos con tres elementos, siempre los 
			mismos, para todos los terrenos, para todas las especies y 
			variedades de plantas. Esto es sencillamente absurdo.    
						Vosotros - dirigiéndose a sus conciudadanos 
					- habéis contactado conmigo este 
			error y yo soy feliz al mostraros que la aldea de Lachapelle 
			revive, aunque sea fuera de la ley.  
						
						El abono de la potasa y el empleo de sales de potasio puras: Por 
			todas partes se repite: «Cuanto más potasa empleéis, tanto más 
			abundantes serán vuestras cosechas». Y el resultado es que el 
			exceso de potasa ha creado un envenenamiento potásico crónico, 
			sobre todo allí donde, en lugar de silvinita, que aporta con la 
			potasa otros muchos elementos útiles, se han empleado sales puras: 
			cloruro, sulfato, nitrato. 
						El análisis ha revelado que los abonos ordinarios, con mucha potasa 
			o poco o nada de magnesio y de sodio, acarrean modificaciones 
			importantes en el equilibrio mineral de los vegetales, aumentando el 
			porcentaje del potasio con relación al del magnesio. Se han 
			obtenido, sin abonos, remolachas que contienen cinco veces más 
			potasa que magnesia. Con la aplicación de distintos abonos, las 
			remolachas de la misma variedad contenían 150 veces más de potasa 
			que de magnesia.
 
						
						El abuso del superfosfato como fuente de ácido fosfórico: El 
			superfosfato contiene un 50 por 100 de yeso. Donde el superfosfato 
			es empleado con exceso, las plantas absorben demasiada potasa del 
			suelo; de ahí la perturbación del equilibrio mineral y el riesgo de 
			intoxicación del ganado.    
						El «kuhima-phos» o «escorias Thomas», que 
			es superfosfato sin yeso, no tiene estos peligros últimos. 
						Descubierta la raíz de los males, ya se ve dónde debe aplicarse la 
			segur: evitar el exceso de potasa, yeso y amoníaco en los terrenos, 
			y suministrarles magnesio en forma de fosfato, nitrato, carbono y 
			sal marina no purificada. De este modo se asegura el equilibrio 
			mineral en los vegetales y animales y, consecuentemente, en el 
			hombre que se alimenta de ellos.
 
				La prodigiosa influencia que se atribuye al cambio de aires para la 
			salud, no puede explicarse por un mero cambio de éstos.    
				Pero, 
			teniendo en cuenta que cambiar de aires es cambiar también de agua, 
			suelo y de alimentos de composición mineral distintas, entonces se 
			explica fácilmente este influjo tan extraordinario sobre la salud. 
			La eficacia indiscutida de las estaciones termales es debida 
			primeramente a la mineralización característica de las aguas, y 
			también a los alimentos producidos sobre el suelo, que lleva consigo 
			algunos de los elementos tan raros que escapan a veces al análisis 
			corriente. 
				Por su parte el médico francés 
				Pedro Delbet aduce las siguientes 
			razones para demostrar que la alimentación de los pueblos 
			civilizados es actualmente menos rica en magnesio que en otros 
			tiempos.
 
				La primera es el refinamiento de la sal. Antes se usaba en la mesa y 
			en la cocina la sal gruesa y gris, es decir, la sal sin especial 
			refinamiento. En tiempo húmedo se licuaba, en tiempo seco y 
			caluroso se convertía en masa un poco dura. Esta delicuescencia de 
			la sal se debía a la presencia del cloruro magnésico.
   
				El análisis 
			de dicha sal gruesa y gris mostró que contenía por kilogramo 1.7 
			gramos de magnesio. Para evitar la incomodidad que representa el 
			humedecimiento de la sal, se comenzó a eliminar una gran parte del 
			cloruro magnésico, de suerte que ahora la sal refinada sólo contiene 
			de 0.35 a 0.45 gramos de magnesio, en vez de 17 que tenía antes, o 
			sea una cuarta parte. De sólo este hecho resulta que la ración 
			magnesiana ha disminuido unos 50 gramos cada año por persona.
 
				La segunda causa de la disminución del magnesio es el cernido de 
			las harinas, siguiéndose de ello un pan desmineralizado.    
				Sobre este 
			punto leamos, en primer lugar, estas líneas de Alexis Carrel: 
				 
					
					«Nuestra vida está influenciada en muy grande escala, por los 
			diarios. La publicidad está hecha únicamente en interés de los 
			productores y nunca de los consumidores. Por ejemplo, se ha hecho 
			creer al público que el pan blanco es superior al moreno. La harina 
			ha sido cernida de un modo cada vez más completo, y así ha sido 
			privada de los principios más útiles.    
					Se conserva mejor y el pan se 
			hace más fácilmente. Los molineros y panaderos ganan más dinero. Los 
			consumidores comen sin duda un producto inferior. Y en todos los 
			países donde el pan es la parte principal de la alimentación, las 
			poblaciones degeneran. Sumas enormes se invierten en la publicidad 
			comercial.    
					Gran cantidad de productos alimenticios y farmacéuticos, 
			inútiles y frecuentemente nocivos, han venido a ser una necesidad 
			del hombre civilizado.» 
				Alexis Carrel está perfectamente de acuerdo con Pedro Delbot, quien 
			nos dice:  
					
					«El pan era antiguamente el alimento más rico en 
			magnesio. Era la principal fuente de él para la humanidad occidental 
			que se alimentaba de pan. El pan y la sal solamente eran el símbolo 
			de la hospitalidad, eran los elementos fundamentales de ella. Ahora 
			bien, se ha llegado a eliminar del pan la mayor parte del magnesio 
			contenido en el trigo.    
					Esta falta grave contra la higiene 
			alimenticia no tiene otra explicación que la satisfacción de la 
			vista. La única razón de preferir el pan blanco es el agrado que su 
			blancura produce a la vista. Se paga esta elegancia con una 
			disminución de la energía y de la salud. El magnesio se acumula en 
			las envolturas del grano, envolturas a las que se aplica la 
			molinería perfeccionada, y las logra descartar.» 
				Se han analizado las distintas harinas y salvados. 
				   
				Los resultados, 
			por cada 100 gramos, en miligramos de magnesio, son:   
				 
				La aberración sobre esta cuestión es tal, que la harina que contiene 
			una notable cantidad de magnesio (62 miligramos por 100 gramos) 
			recibe el calificativo de baja.    
				Y por este error insospechado, la 
			mayor parte del magnesio está destinado a los animales en la harina 
			de baja calidad y en el salvado.    
				Por consiguiente, con razón se 
			puede decir que los perfeccionamientos de la molinería son una 
			causa importante de la degeneración, que es causada por la mala 
			mineralización de los alimentos. 
				Pedro Delbet viene de nuevo sobre este punto capital:
 
					
					«En este 
			asunto la molinería tiene la primacía, pues en nuestro país el pan 
			es el alimento principal. Por un error inimaginable, el cernido de 
			las harinas ha sido apurado tanto, que el precioso magnesio del 
			trigo ha sido eliminado del pan blanco. Yo he demostrado que el pan 
			blanco es cancerígeno.» 
				Por su parte, Schrumpf-Pierron nos notifica que, en el país donde se 
			come mucho pan, éste, si es bueno, suministra la mayor parte del 
			magnesio alimenticio.    
				Pero, he aquí que nuestro pan contiene siete 
			veces y media menos de magnesio (MgO) que el que toman los 
			campesinos de Egipto. Si nuestro pan europeo tuviese la conveniente 
			mineralización magnesiana, un individuo que consumiese 500 gramos 
			de pan ingeriría 830 miligramos de magnesio, mientras que ahora sólo 
			ingiere 320 miligramos. 
				La tercera causa de la pobreza del magnesio en la vida moderna 
			proviene de la agricultura. P. Delbet experimentaba que las patatas 
			degeneraban en cierta región al cabo de tres años que se habían 
			plantado en ella.
   
				Era preciso importarlas de los Países Bajos, 
			Flandes y Monte San Miguel, es decir, de terrenos particularmente 
			ricos en magnesio. 
				Es cosa enteramente averiguada que las plantas fijan el magnesio en 
			tiempo de su maduración; que unas especies lo fijarán más que otras, 
			supuesta siempre una relación proporcional entre el contenido de la 
			planta en magnesio y el del suelo.
 
   
				C) MANERA DE OBTENER EL EQUILIBRIO MINERAL EN EL HOMBRE
 Acabamos de ver que el organismo humano se halla en desequilibrio 
			mineral particularmente por la falta de magnesio.
   
				Ahora bien, este 
			desequilibrio mineral produce estragos sin cuento en los seres 
			humanos, por no encontrar apenas oposición, es decir, reacción para 
			alcanzar el debido equilibrio.    
				Hombres de ciencia que se han 
			preocupado de este grave problema y lo han estudiado a fondo han 
			estampado frases como éstas:  
					
					«Los microbios patógenos son muy 
			temibles en los organismos desequilibrados; pero en el mundo 
			equilibrado, no serían quizá más que una curiosidad de laboratorio.»
					 
				Pero es el caso que estos microbios llevan tras sí la mayor 
			atención de los médicos e impiden así - y por eso sobre todo son 
			temibles - descubrir la verdadera causa de las enfermedades que 
			aquejan al género humano: el desequilibrio mineral, y de poner ahí 
			el remedio. 
				Mientras que la lucha contra los microbios acapara una mayor 
			actividad de los sabios y la diligencia de los servicios sanitarios, 
			se asegura la multiplicación de estos mismos microbios a quienes se 
			pretende combatir, se aumenta su virulencia, ofreciendo por todas 
			partes una excelente disposición para su desarrollo: los organismos 
			desequilibrados del hombre, animales y plantas.
   
				Y los abonos 
			minerales que pueden restablecer, al menos en parte, un equilibrio 
			mineral más perfecto, se emplean frecuentemente de tal manera que 
			son responsables de un desequilibrio mineral que no cesa de 
			aumentar. 
				Y bajemos a casos concretos. El doctor 
				Hurfez-Sacleux ha constatado 
			cada año casos de enteritis graves en los niños, y ha establecido 
			una relación proporcional entre los casos de esta enfermedad y la 
			cantidad de leche de vaca que toman los niños.
 
				H. Vilain hace notar que precisamente se dan estas enfermedades 
			cuando el alimento de las vacas es a base de remolachas, cuya 
			composición mineral es muy poco variada, sobre todo si en los abonos 
			predominan las sales de potasio, como se aconseja desatinadamente 
			a los cultivadores. En consecuencia, que el desequilibrio mineral de 
			la leche de dichas vacas es la causa de las enfermedades graves de 
			estos niños que se alimentan de ella.
 
				Una buena y equilibrada alimentación mineral será la base de nuestra 
			salud y de la recuperación de excelentes cualidades en la sociedad.
 
				Para evitar la deficiencia alimenticia de magnesio, es preciso 
			intensificar el cultivo de las especies y variedades más aptas para 
			fijarlo, y poner a disposición de la planta todo el magnesio que 
			ella pueda fijar útilmente. Éste es el camino que se debiera 
			seguir. Pero se ha elegido otro camino, con la subsiguiente 
			perturbación del equilibrio mineral.
   
				Se siembran trigos híbridos 
			que se desenvuelven en terrenos pobres en magnesio, en vez de 
			enriquecer los terrenos con abonos de magnesio. Se siembran 
			variedades incapaces de fijar el magnesio del suelo en proporciones 
			convenientes. 
				Los ingenieros agrónomos han de determinar qué variedades son las de 
			mejor constitución para la salud. Cuando éstas estén bien 
			determinadas, quedará el trabajo de hacerlas adoptar. Las 
			variedades, incapaces de fijar el magnesio en las proporciones 
			debidas, deberían ser proscritas.
 
				Un punto muy importante para llegar a la obtención del equilibrio 
			mineral estriba en el conocimiento de su relación con las glándulas 
			endocrinas.
   
				Sabido es que estas glándulas rigen, en su mayor parte, 
			la salud y el desarrollo vital del organismo. En este punto podemos 
			asentar como cierto este principio: a todo desequilibrio mineral 
			prolongado corresponde un desequilibrio endocrino, que repercutirá 
			notablemente en los individuos sometidos a él.    
				De ahí no nos 
			extrañará que los individuos de una región presenten especiales 
			características respecto de los de otras regiones, que tienen un 
			influjo mineral distinto en las glándulas endocrinas, rectoras de la 
			vida y del desenvolvimiento del organismo. 
				Los nuevos planes a realizar son numerosos:
 
					
						
						
						determinar cuál es la 
			mineralización ideal, característica del alimento perfectamente 
			sano
						
						determinar cuáles son las plantas que pueden adquirir una 
			mineralización mejor
						
						precisar el modo de cultivo de las distintas 
			plantas y las fórmulas de abonos más aptas 
				La producción de tales 
			alimentos se generalizaría, haciendo ver a los cultivadores que 
			ellos pueden producir tales alimentos, que ellos deben producirlos 
			y que esto es en su provecho propio, consiguiendo frutos no sólo de 
			excelente calidad, sino también en mayor cantidad. 
				El pan, por ser primero de los alimentos, ha ocupado la atención de 
			H. Vilain. Insiste en que se siembren las mejores variedades de 
			trigo para la salud del consumidor.
   
				A estos trigos se les debe dar 
			un cultivo que mejore todavía las cualidades de su excelente 
			composición mineral, pues ésta puede variar entre límites no 
			pequeños. Y, por fin, hay que utilizar debidamente estos trigos. 
			Elimínese el salvado, que no es digerible; pero, sobre todo, de 
			ningún modo se quiten el germen y las envolturas internas, tan 
			ricas en vitaminas y minerales útiles, a fin de obtener un pan más 
			blanco. 
				La panificación directa es un excelente medio y muy poco conocido 
			por aprovechar perfectamente el trigo de buena calidad. El trigo no 
			se muele, sino que se pone en agua a temperatura conveniente 
			durante cierto tiempo.
   
				Los granos de trigo absorben agua, se 
			hinchan, se reblandecen, el germen pasa de la vida de letargo a la 
			vida activa, se enriquece en vitamina, segrega diastasas, que le 
			permiten digerir las reservas nutritivas del albumen. Entonces se 
			machaca y se transforma directamente en pasta de pan.    
				Se elimina el 
			salvado, pero las sales solubles del salvado quedan en la pasta. No 
			queda más que echarle sal, hacerlo fermentar y cocerlo. Este pan es 
			muy fácil de digerir, por contener las diastasas del germen y las 
			solubles del salvado. Este pan es además, más económico. 
				De todo lo dicho hasta aquí ya no puede dudarse de que nuestra 
			salud exige una alimentación más abundante en magnesio, sobre todo 
			si se tiene en cuenta los efectos saludables y el gran número de 
			enfermedades que previene o remedia las ingestión de las sales 
			magnésicas, según hemos de ver más adelante.
   
				Parece, pues, que para 
			evitar donde se pueda las enfermedades sin número, que son la 
			consecuencia directa o indirecta de la carencia o desequilibrio 
			mineral, es preciso y urgente asegurarnos una alimentación más rica 
			en magnesio. ¿Cómo obtenerla? Los medios son dos: uno artificial, 
			natural el otro. 
				Sin duda, cada uno puede añadir, en forma de sales, a su 
			alimentación los minerales deficientes. Este procedimiento tiene su 
			eficacia, como lo demuestran los enfermos curados que lo han tomado 
			siguiendo los consejos del doctor Delbet. Pero por dos razones este 
			método no es plenamente satisfactorio; pues así los beneficiarios 
			serían una minoría, y es un medio anormal, porque se tomarían como 
			medicamentos pedidos en la farmacia, ingredientes que deberían estar 
			en nuestra alimentación ordinaria.
 
				El medio que mejor conviene seguir es el natural.
   
				Dado que los 
			desequilibrios, o al menos su aumento cada día más acusado, son 
			consecuencia de algunos errores señalados por P. Delbet, el medio 
			mejor es corregir estos errores, de la siguiente manera: 
					
						
						
						Es preciso, en primer lugar, asegurarse un pan convenientemente 
			mineralizado. Un pan de esta clase sería suficiente para aumentar 
			nuestra ración magnesiana en proporciones considerables. 
						Para llegar a esto, se deberían tomar las siguientes medidas:
   
							
							
							No 
			usar para la panificación más que trigos ricos en magnesio (2 gramos 
			al menos por kilo) y relativamente pobres en potasio
							
							Prohibir 
			por una ley el cernido de las harinas por debajo del 80 por 100
							
							Volver a los procedimientos de panificación integral de antes. 
			Las personas robustas que deben hacer un trabajo fatigante, 
			preferirían el pan íntegramente completo. La generalidad de la gente 
			adoptaría el pan moreno. El pan blanco sería reservado para los 
			dispépticos
							
							Se debiera tener presente y estudiar la 
			panificación directa, sin harinas, de que hemos hablado antes. 
						
						
						Esta modificación del pan debería hacerse posible y ser 
			completada por una reforma de la agricultura. La agricultura debe 
			producir buen trigo, sin el cual no se puede hacer buen pan, y 
			procurar que las demás plantas, y consecuentemente los animales, 
			tengan la mineralización conveniente, el equilibrio deseado. 
						Hemos indicado antes que los abonos químicos pueden traer 
			perturbaciones perniciosas en la composición de los vegetales; pero 
			también se pueden obtener con otras fórmulas de abonos minerales de 
			una alta calidad mineral. Los señores Vilain y Kuck, curando a sus 
			animales con simple modificación de la fórmula de sus abonos, han 
			puesto de manifiesto la importancia de esta cuestión y lo que se 
			puede lograr en este punto.
 
						Parece urgente dar a este problema el lugar que se merece. Podría 
			tener lugar la institución de un control para el análisis de los 
			productos de la tierra. Aquellos cuya composición fuese juzgada 
			malsana, deberían ser apartados del consumo.
 
						
						
						La vuelta a la buena sal, gruesa y gris, a pesar de su ligero 
			inconveniente de la higroscopia, no debiera ser descuidada.
			Pedro Delbet ha sido el heraldo de estas ideas. El ha tomado el 
			trabajo de publicar libros, para dar a conocer estas verdades, 
			semillas de resurrección.    
						El no está contento con la sola 
			administración de las sales halógenas del magnesio, en forma de 
			comprimidos o de solución en agua. Este es un medio individual, no 
			la solución de este problema serio y universal de la sociedad 
			moderna, a que siempre ha aspirado.    
						A ésta conducirán los medios 
			últimamente expuestos. 
				Otro médico francés, el Dr. Víctor Pauchet, de la Facultad de 
			Medicina de París, se esfuerza como su connacional, el Dr. Pedro Delbet, en dar la receta para la incorporación de magnesio en el 
			organismo: el pan integral y la sal sin refinar.    
				Y así en su obra 
			«Permaneced jóvenes», escribe (págs. 56 y 57):  
					
					«El magnesio se 
			introduce normalmente en el organismo consumiendo pan integral o 
			salmuera, que lo contienen en abundancia. El pan blanco y la sal 
			blanca no contienen magnesio y, por lo tanto, el individuo se halla 
			privado de ese precioso auxiliar. Esta laguna puede colmarse 
			absorbiendo sales de magnesio, preparadas en los laboratorios; pero, 
			¿para qué recurrir a este medio artificial, cuando el uso del pan 
			integral y de la salmuera constituyen medios tan simples y 
			naturales?» 
				Y para que nadie se llame a engaño acerca del verdadero pan 
			integral, el mismo Dr. Pauchet explica claramente de qué pan 
			integral habla, cuando dice:  
					
					«Una palabra sobre el pan integral. Se 
			le desacredita mucho; se le echa en cara que es indigesto. A esto 
			respondo que hay pan integral de muchas maneras. El pan que se 
			vende generalmente bajo el nombre de pan integral no tiene de éste 
			más que la etiqueta. Lo hacen con harina blanca a la que añaden un 
			poco de centeno y de salvado.    
					Esta horrible e indigesta mezcla no 
			tiene nada de común con el pan integral, cuya fabricación es muy 
			difícil, si el panadero no posee una instalación especial. La 
			molienda de «Graham» necesita una manipulación especial y una serie 
			de tamizajes para obtener una harina fina. 
					»Los molinos actuales - continúa diciendo el doctor Pauchet 
				- no están 
			montados, por lo general, para poder llevar a efecto esta molienda. 
			Hace algunos años, bajo la influencia del Dr. Montennis, se creó en 
			París, en la calle Las Casas, una panadería moderna, pero quebró, 
			pues el filántropo que sostenía aquella obra se desalentó ante la 
			indiferencia de los parisienses. Más tarde Heudebert, e] gran 
			fabricante de productos alimenticios higiénicos, ha emprendido la 
			fabricación de un pan integral que corresponde a la fórmula 
			perfecta. Hace poco le preguntaba yo cuál era el resultado 
			comercial de sus ensayos.
   
					«Sí, sí, ya se vende el pan integral, 
			pero..., sobre todo, a los extranjeros. Es lástima que, ante el 
			esfuerzo de un compatriota, los franceses no se preocupen de 
			sostenerle y de aprovecharse de este alimento natural. El verdadero 
			pan integral recuerda, por el gusto y el aroma, el exquisito pan 
			moreno o campestre de otro tiempo. Todos cuantos padecen de 
			estreñimiento han de consumir pan integral.» 
				
 D) 
				EL MAGNESIO Y SU PAPEL EN TERAPÉUTICA HUMANA
 Por lo dicho, ya no es de maravillar que el magnesio haya 
			adquirido, desde hace algunos años, una importancia terapéutica cada 
			vez más considerable.
   
				Elemento de transición entre metales y 
			metaloides, presenta gran actividad como agente catalítico o de 
			fijación para los metales alcalinotérreos, especialmente para el 
			calcio y el fósforo. 
				La fijación del calcio sólo puede realizarse por intermedio de 
			ciertos agentes orgánicos, ayudados por agentes químicos en los que 
			se han fijado los fisiólogos en estos últimos años y han estudiado 
			su papel. En todos los trabajos, los autores, se han dedicado a 
			establecer el papel de fijador representado por el magnesio, y a 
			precisar, en los estudios sobre el raquitismo experimental, que el 
			magnesio ayuda enérgicamente a fijar el calcio sobre los huesos de 
			los animales hechos raquíticos.
   
				El magnesio, cuya acción sobre las 
			secreciones de las glándulas endocrinas es muy importante, parece 
			actuar como intermediario de las glándulas paratiroides, cuyo papel 
			sobre el metabolismo del calcio es primordial. Las glándulas 
			paratiroides contienen 5.8 por 100 de magnesio y la ingestión 
			experimental del magnesio aumenta claramente la actividad de las 
			glándulas paratiroides.    
				Hoy día está bien establecido que, entre 
			las substancias que poseen la secreción más fijativa sobre el 
			calcio orgánico, la que mejor papel desempeña, es la hormona 
			paratiróidica en primer plano. 
				La hipoparatiroidía conduce a una serie de trastornos entre los 
			cuales los principales caracterizan la tetania, y, a consecuencia de 
			la diferencia de la fijación del calcio orgánico y por aumento de la 
			excreción del calcio resultante, se ha observado la aparición de una 
			serie de estados patológicos caracterizados por estados convulsivos 
			en los niños, así como en los deprimidos, cualquiera que sea la 
			causa de la depresión general.
 
				El magnesio juega un papel considerable en el equilibrio de la 
			fijación paratiroídica y se puede igualmente considerar como el 
			verdadero regulador de esta secreción. Las experiencias han 
			mostrado que las sales magnésicas actúan en sentido inverso que 
			las sales de calcio.
   
				La hiperparatiroidía aumenta la excreción del 
			magnesio, mientras que disminuye la del calcio. La ingestión de las 
			sales magnésicas excita la secreción paratiroídica oponiéndose a la 
			descalcificación paratiroídica, derivada de la hiperparatiroidía, y 
			los trastornos convulsivos que se presentan. 
				Los trabajos de Tibberts y Arch muestran claramente que la 
			asociación del magnesio y del calcio favorece la eliminación del 
			calcio orgánico en- exceso, y puede concluirse de sus experiencias 
			que el magnesio y sus sales constituyen agentes terapéuticos de 
			primer orden contra los trastornos de la ateroma, favoreciendo 
			diferentes órganos, particularmente sobre las arterias y tejidos 
			articulares.
   
				Se ha podido comprobar, en el servicio hospitalario, el aclaramiento sobre pantalla de las aortas oscuras y la desaparición 
			de los ostiofitos, como consecuencia de un tratamiento de yoduro 
			magnésico. 
				La acción del magnesio sobre la asimilación del fósforo no es menos 
			importante. La experimentación ha demostrado que el magnesio 
			representa un papel considerable en la formación de los fosfatos. Es 
			necesario en la hidrólisis de las lecitinas, que dan el ácido 
			glicerofosfórico, y el ácido ortofosfórico. La mezcla de sales 
			cálcicas y de estos dos ácidos da origen al glicerofosfato de cal, 
			compuesto particularmente asimilable, tanto en cuanto al fósforo 
			como al calcio, utilizado para regular el equilibrio en fósforo y 
			calcio del organismo.
 
				No deja de ofrecer interés indicar aquí los resultados de algunas 
			experiencias. Mientras que la ingestión de fosfato tricálcico no 
			determinó ninguna absorción del calcio, la del fosfato 
			cálcico-magnésico permitió comprobar una disminución de un 50 por 
			100 de la cantidad de calcio eliminado por las orinas, demostrando 
			que la presencia del magnesio ayuda a la retención de la cal, tanto 
			alimenticia como medicamentosa.
   
				Por tanto, aquí para ayudar a la 
			medicación cálcica, es oportuno una indicación importantísima que 
			permita comprobar la necesidad de una asociación de sales magnésicas 
			con las de fósforo y de calcio para facilitar la absorción. Estas 
			experiencias, rigurosamente ejecutadas, permiten su comprobación y 
			establecimiento. 
				Por otra parte, el magnesio asociado al bromo o al yodo da origen a 
			dos productos halogenados (bromados y yodados) de magnesio, cuya 
			utilidad terapéutica es de las más importante. En el bromuro 
			magnésico, el magnesio aumento su buena tolerancia y refuerza su 
			actividad por su acción antiespasmódica. En lo concerniente al 
			yoduro de magnesio, la absorción es aún más prometedora.
   
				Su 
			actividad terapéutica es mucho más poderosa y también más durable 
			que la de los productos yodados utilizados por la acción hipotensora 
			del magnesio que refuerza la acción hipotensa del yodo. Así se han 
			podido expresar los resultados quimioterapéuticos obtenidos en las 
			sales yodadas de magnesio. 
				Inspirándose en esta importante documentación y en el tratamiento 
			quimioterápico del cáncer, por H. Hartmaan, se ha estudiado y 
			redactado la fórmula de un complejo yodoyodurado magnésico, en el 
			cual el magnesio debe ejercer una acción terapéutica.
   
				Este complejo 
			fue experimentado primero sobre animales en aplicaciones locales 
			para el tratamiento de diversas afecciones cutáneas, llagas 
			infecciosas, ulceraciones, etc.    
				P. Groulade, veterinario, dio a 
			conocer en una comunicación los resultados experimentales 
			constitutivos de una prometedora labor que pueda conseguir su 
			aplicación a la medicina humana. 
				También el doctor Graciansky, dermatólogo, ha experimentado 
			ampliamente la acción del yodoyodu-ro magnésico sobre las diversas 
			variedades de úlceras infecciosas de los miembros. Esta medicación 
			fue utilizada, sea en tintura diaria o bien en un día sí y otro no, 
			resultando indiscutible que el tratamiento determinó una 
			cicatrización de las úlceras.
   
				Según la citada comunicación del 
			doctor Graciansky, esta cicatrización fue a veces notablemente 
			rápida. La úlcera, hasta este momento abierta, se cerró 
			rapidísimamente.    
				Al cabo de un día o dos, la serosidad se concretó 
			en forma de costras, que se curaron rápidamente, dejando aparecer 
			una piel delgada, pero que desde el primer momento fue suficiente 
			para que la lesión pudiera considerarse como curada. Más 
			frecuentemente la curación fue más lenta. La costra se formó como 
			antes, pero más o menos rápidamente. La conclusión que se sacó fue 
			que, en general, se requieren tres semanas para conseguir la 
			curación de una úlcera de importancia media. 
				Recientes estudios han demostrado, en detalle, cómo el magnesio 
			interviene en acciones bactericidas y virucidas del organismo 
			humano.
   
				Lo daremos a conocer, según lo refiere el director del 
				Hospital de la Cruz Roja, de Madrid, doctor D. Carlos Blanc-Soler. 
				 
					
					«El organismo humano - dice - dispone de una serie de recursos para 
			luchar contra el paso de bacterias y virus al torrente circulatorio 
			a partir del intestino o de cualquier otro órgano, no sólo por la 
			acción macrófaga y destructora de los leucocitos, sino 
			principalmente por la acción bactericida de determinadas 
			substancias, como la lisozina, la espermina, etc.    
					Una de las últimas 
			substancias descritas con poder bactericida y virucida, que existe 
			normalmente en la sangre, es la «properdina».    
					Es ésta una globulina 
			que se une al «complemento» y al «ion magnesio», dando lugar así a 
			un sistema enzimático. Es suficiente la falta de una parte del 
			«complemento» o del «ion magnesio», para que el sistema enzimático 
			de la «properdina» deje de tener acción virucida, según se ha 
			demostrado recientemente por el virus de la enfermedad de 
			Newcastle».   
				E) DELBET, PALADÍN DE LA TERAPÉUTICA MAGNESIANA
 No cabe duda que el médico francés doctor 
				Pedro Delbet ha 
			contribuido como nadie a valorizar la terapéutica del magnesio.
   
				En 
			los apartados siguientes hemos de hacer desfilar una serie 
			impresionante de efectos curativos, obrados por medio de las sales 
			de magnesio. Por esto agradecerán sin duda nuestros lectores que les 
			demos a conocer al héroe de tantas hazañas curativas, al paladín de 
			la terapéutica magnesiana; lo que vamos a hacer presentándolo tal 
			como nos lo ofrece el doctor F.A. Cid.    
				Al leer esta descripción, no 
			podemos menos de representarnos al doctor Delbet, no ya como en una 
			foto estática, sino como en un película cinematográfica sacada a lo 
			largo de sus muchos años de vida (más de 90). 
				El famoso profesor Delbet, discípulo de Dastre, mantuvo tenazmente - a pesar de sus noventa y tantos años 
			- un férreo índice en dirección 
			al polo de la ciencia inexpugnable: la que trasciende al 
			conocimiento humano, la que cada día, en mayor cuantía, suma sus 
			misterios con más muertes.
 
				Las particularidades del cloruro de magnesio no podían menos que 
			fascinar, desde el primer instante, al abigarrado grupo de sus 
			contemporáneos. Y como el espíritu humano tiende constantemente a 
			buscar analogías, no es de extrañar que en un principio le 
			pretendieran asignar casi un papel, si se nos permite la palabra, 
			telepático.
   
				Pero, allí donde surgen regiones sombrías, comparece en 
			seguida el espíritu investigador de Delbet con su penetrante 
			mirada, saturada de curiosidad. Su voluble fantasía científica, ya 
			frívola, ya genial, pero siempre inquieta, transformó 
			inflexiblemente esta confusa hipótesis de sus contemporáneos en una 
			patética afirmación: las virtudes curativas de las sales halógenas 
			de magnesio. 
				Muchas cosas, si el espacio nos lo permitiera, podríamos decir de 
			este paladín de la ciencia, coronado, ahora, por una vejez 
			gloriosa. Mas, preferimos recordar aquel hombre de ancha frente y 
			bien formado, que ya exteriormente llamaba la atención por su 
			elevada estatura y porte imponente, que se establece - a fines de 
			siglo - en el laboratorio de su maestro, en la calle de Ulm.
 
				Sus rasgos reflejan un rostro armonioso y bien dibujado, labios 
			finos, mentón lleno y carnoso y frente magníficamente abombada 
			sobre unos indefinibles ojos de mirada de acero. Cuando por las 
			mañanas atraviesa, con su andar amplio y decidido, la puerta de la 
			trastienda de su laboratorio, irradia una seguridad bienhechora; 
			todos sus contemporáneos le reconocen una paciencia infinita, 
			incansable.
 
				De temperamento más melancólico que impetuoso, más tenaz que 
			impulsivo, el animoso Delbet - entonces joven sabio Delbet - observaba 
			cuidadosamente los fenómenos, y, de la misma manera que cruza por 
			sus habitaciones con grandes pasos firmes y rudos, así camina con 
			pausa y decisión en sus investigaciones, pasando de una observación 
			a otra, lenta, pero inflexiblemente.
   
				No procede por arranques 
			fulminantes y arrebatadores, sino por conclusiones prudentes y, por 
			lo mismo, irrecusables, y no hay impugnación ni encarnizamiento 
			capaces de alterar su profunda calma. 
				Esta tranquilidad, este tesón, esta grandiosa y perseverante 
			paciencia, esta entrega de la vida para la vida de la ciencia, este 
			ex profeso olvido del pensamiento en la penumbra del misterio, 
			tenían que resurgir. En 1891 demuestra que el lavaje del peritoneo 
			con antisépticos favorece la infección. La antisepsia, basada en 
			los descubrimiento de Pasteur, había revolucionado el campo de la 
			cirugía. Pero, si la esterilización de los instrumentos y de las 
			manos permanecía igual, la acción de los antisépticos sobre las 
			llagas era puesta en duda.
 
				El licor de Labarraque, el ácido fénico y un sin fin de productos 
			atacan los microbios y destruyen las células. Para el pensamiento 
			científico de su época, la segunda conclusión no reza la mayoría de 
			las veces.
   
				Pero Delbet va más lejos; sabe, desde Metchnikoff, el 
			papel de los glóbulos blancos en la lucha contra la infección, y 
			constata que una solución de cloruro de magnesio aumenta su poder fagocitario. En un momento, las obscuras horas de soledad en el 
			laboratorio y los días enterrado en sus estudios prorrumpen en un 
			estallido que hace volver todas las miradas hacia él. 
				Y es entonces cuando Delbet concreta parsimoniosamente un método 
			que bautiza de «citofiláctico». Su objeto: exaltar la vitalidad de 
			las células; un medio de acción: una síntesis de compuestos 
			órgano-magnésicos, que sus enfermos del Hospital Necker llaman su 
			«droga» y a la cual denomina «Delbiase».
 
				A partir de este momento, queda aparentemente oscuro dentro de su 
			gloria. Y de la misma manera que la vida de su juventud linda casi 
			en lo desconocido, los quince años que transcurrirán hasta la nueva 
			comunicación, serán de un íntimo recogimiento que le permitirá ir 
			desmenuzando la trascendencia de su eslabón.
 
 
				Y así en la Academia de Medicina expone que en el mundo civilizado 
			la ración magnesiana va disminuyendo: el pan es demasiado pobre de 
			magnesio, la sal refinada, las conservas se consumen con exceso. 
				   
				Y 
			habla de la desmineralización fisiológica magnesiana del hombre 
			hacia los cuarenta años, desmineralización agravada todavía por la 
			alimentación deficiente en magnesio. Llega a afirmar que el 
			agricultor debe incorporar el magnesio en sus abonos para mejorar 
			las cualidades higiénicas de los vegetales alimenticios y restituir 
			al suelo el magnesio sacado por sus cosechas.    
				Esto debe ser política 
			del Estado:  
					
					«Del Ministerio de Agricultura depende la salud 
			pública» - dice. 
				Y mientras sus estudios - sobre la enfermedad que agota más a la 
			humanidad: el cáncer - prosiguen infatigablemente consumiendo sus 
			horas, van surgiendo nuevas comunicaciones:  
					
					«Acción frenadora del 
			cloruro de magnesio en la multiplicación de las células atípicas en 
			el desarrollo anárquico (Academia de Medicina, 1.° de mayo de 
			1932).  
					«El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y 
			mejora la digestión» (Academia de Medicina, 1.º de mayo de 1936). 
					 
					«De la resistencia general conferida al organismo por las sales de 
			magnesio» (Academia de Medicina, con el Dr. Palios, 1.° de julio de 
			1939).  
					«Delbiase y prostatismo. Disminución de pH urinario» 
			(Academia de Ciencias, 25 de mayo de 1940).  
				Y citando obras y más 
			trabajos, trazaríamos la vida del profesor Delbet. 
				Como todos los hombres de ciencia, su existencia está alejada del 
			mundo y oscura entre su luminoso pensamiento. La humanidad sólo 
			premiará al descubridor del medicamento efectivo del cáncer, y es 
			muy posible que olvide en él uno de sus precursores.
   
				No querríamos 
			que ocurriera al profesor Delbet, el primero de los médicos modernos 
			que ha debido tomar sobre sí la suerte ingrata eternamente 
			reservada a los que llegan antes de tiempo, aquello de que en todas 
			las épocas los precursores han de ser sacrificados.    
				Este ha sido el 
			motivo de que hablásemos de él, a través de sus obras.
   
				F) MÚLTIPLES EFECTOS CURATIVOS DEL MAGNESIO
 Ante la multitud de efectos curativos atribuidos al magnesio, que 
			nuestros lectores podrán luego apreciar, si continúan leyendo este 
			libro, no ha faltado quien le haya llamado despectivamente 
			«panacea».
   
				Podemos, sin embargo, llamarle panacea - como advierte 
			el Padre Manzanal - en el verdadero sentido de la palabra, con una 
			pequeña acotación explicativa. 
				Si se consideran las sales de magnesio como medicamentos, entonces 
			con razón se las puede llamar en sentido peyorativo panacea; pero, 
			si se las considera como alimentos necesarios, a cuya falta se 
			deben muchas enfermedades, que desaparecen con la toma de cloruro 
			de magnesio o de otra sal magnésica, entonces la experiencia ha 
			demostrado que son una verdadera panacea, por la multitud de 
			enfermedades que curan.
   
				Esta son tantas, que si no las viésemos 
			confirmadas por los hombres de ciencia, nos parecerían sospechosas. 
				   
				Pero he aquí que son casos realmente sucedidos y comprobados por la 
			experiencia. Nos bastará para nuestro intento revisar los 
			comunicados que el doctor Delbet ha dirigido a la Academia de 
			Medicina francesa. P. Delbet, de la Academia de Medicina, es nombrado 
			Presidente de la Asociación Francesa para el Estudio del Cáncer.
			Por un camino distinto ha llegado a las mismas conclusiones que H. 
			Vilain.    
				Los dos proclaman la necesidad del magnesio en la economía 
			mineral del mundo actual.    
				Esta necesidad proviene, en parte al 
			menos, del refinamiento meramente caprichoso y poco racional de los 
			alimentos, que han sufrido menoscabo de su equilibrio mineral, 
			especialmente por la deficiencia del magnesio.    
				Vamos a exponer 
			brevemente cómo P. Delbet ha comprobado experimentalmente que el 
				
				cloruro de magnesio obra en multitud de curaciones, dejando para más 
			adelante tratar con detenimiento de las enfermedades infecciosas, 
			tales como la difteria y el cáncer, que también son curados o, 
			cuando menos prevenidas, por el cloruro de magnesio.   
					
						
						
						El cloruro de magnesio y la fagocitosis: 
						 
						En el año 1914, el 
			doctor Delbet se admira de los daños de la antisepsia (conjunto de 
			procedimiento destinados a eliminar, alejar y destruir los microbios 
			patógenos).  
						«Esta - nos dice - dirige sus tiros a los microbios y 
			mata las células».    
						Por eso, en vez de ir directamente a la 
			destrucción del microbio, se prefiere aumentar la resistencia y 
			actividad de las células, para que ellas triunfen de los microbios. 
			A esta acción protectora y exaltación de la actividad celular la ha 
			llamado citofilaxia; concepto que debe añadirse, si es que no 
					sustituir, al de antisepsia. 
						En el tratamiento de las llagas con diversas soluciones investiga 
			el doctor Delbet cuál de ellas exalta más las propiedades 
			citofilácticas de los glóbulos blancos, tan importantes en la lucha 
			contra la infección. Hasta entonces se creía que la solución del 
			cloruro de sodio al 8 por 100 era lo mejor.
   
						Las nuevas experiencias 
			del doctor Delbet han demostrado que el cloruro de magnesio 
			cristalizado en solución acuosa el 22 por 1.000, ejerce una acción 
			tal sobre los glóbulos blancos, que duplica la acción de éstos en la 
			destrucción de los microbios. 
						La solución de cloruro de magnesio ejerce benéfica influencia sobre 
			las llagas, y conserva esta influencia cuando es inyectada en el 
			sistema circulatorio. La experiencia se hizo en un perro. Se le 
			inyectaron en una vena 150 centímetros cúbicos de esta solución. Se 
			tomaron muestras de sangre antes y después de la inyección. A los 
			glóbulos blancos de estas muestras se les inyectaron microbios de un 
			mismo cultivo. De esta manera, los glóbulos blancos bajo la 
			influencia del cloruro de magnesio destruyeron triple número de 
			microbios que se habían tomado antes de inyectar la solución al 
			perro.
 
						Con las debidas precauciones el doctor Delbet ha hecho pruebas en el 
			organismo humano, y ha experimentado los mismos efectos: los 
			glóbulos de la sangre reaccionan más activamente contra los 
			microbios, invasores del organismo humano, si les ha sido inyectada 
			la solución del cloruro de magnesio.
 
						
						
						Euforia y resistencia a la fatiga: 
						 
						Además de estimular la acción fagocitaria de los glóbulos blancos, tanto externa como 
			internamente, se podría pensar si el cloruro de magnesio favorece a 
			otras células de distinta actividad.    
						Fue en el Hospital de Necker 
			cuando se usó, por primera vez, por vía bucal. Había un soldado 
			gravemente herido que rehusaba la inyecciones.    
						El doctor Delbet 
			dijo una mañana a las enfermeras:  
						«Probemos de darle la solución 
			por vía bucal».  
						A estas palabras las enfermeras insinuaron una 
			sonrisa.  
						«¿Por qué se ríen ustedes?», les pregunta el doctor.
						 
						«Todas 
			lo tomamos», respondieron ellas».  
						«¿Por qué lo toman?» 
						 
						«Es que nos 
			da ánimo en el trabajo. Hemos notado que los enfermos mostraban 
			cierto bienestar, y a nosotras nos ha producido el mismo efecto.» 
						Por este suceso, que podríamos llamar casual, el doctor Delbet 
			administraba esta solución a todos los heridos de su servicio. Las 
			enfermeras, satisfechas por la sensación de euforia, de energía y de 
			resistencia a la fatiga, hicieron propaganda de la solución. Muy a 
			menudo, un gran número de personas tomaban regularmente esta 
			solución. Este paso debía traer otros consigo.
   
						Sucedió que muchas 
			personas que buscaban el efecto tonificante del cloruro de magnesio, 
			sufrían distintos padecimientos que desaparecían. Se produjeron 
			curaciones en extremo variadas, que fueron relatadas al doctor Delbet. 
						El doctor Víctor Pauchet, de la Facultad de Medicina de París, en 
			su obra «Permaneced jóvenes», exalta de varias maneras el poder del 
			magnesio para el bienestar corporal. Así, por ejemplo, para gozar de 
			salud recomienda «consumir cloruro de magnesio» (pág. 51).
   
						Esta 
			recomendación es consecuencia de lo que antes había dicho (pág. 37): 
						«Los que consumen regularmente cloruro de magnesio excitan las 
			tiroides y experimentan una impresión legítima de rejuvenecimiento y 
			de vida. No consumáis sal blanca ni pan blanco, que no contienen 
			magnesio; consumid pan moreno y salmuera que lo contienen». 
						
						
						Desórdenes digestivos: 
						 
						Un médico envió al doctor Delbet su propia 
			observación. Tenía perturbaciones intestinales penosas y 
			persistentes. A pesar de un severo régimen y un tratamiento de 
			agentes físicos (diatermia, rayos infrarrojos), su estado no había 
			cambiado apenas.    
						Se somete, por fin, a la acción del cloruro de 
			magnesio con una dosis de 2 gramos por día, suprimiendo todo 
			medicamento. Los resultados fueron excelentes: desaparecen los 
			dolores de la región epigástrica y las perturbaciones 
			intestinales. Aumenta 10 kilos de peso, su aspecto exterior se 
			transforma y puede llevar las ocupaciones ordinarias sin fatiga. 
						El cloruro de magnesio, tomado de una manera continua, reduce las 
			evacuaciones en los diarreicos. En otros, aunque al principio traiga 
			algunas perturbaciones, el resultado de su acción habitual es una 
			regulación. Hace también que las materias fecales pierdan su olor 
			desagradable.
 
						El doctor Rodríguez Méndez, en su obra titulada «Apuntes sobre 
			Medicamentos», dice ponderando las ventajas de los bizcochos de 
			peróxido de magnesio (págs. 133 y 479), conocidos con los nombres de 
			«hopogán» y «perhidrol magnésico», que están destinados a combatir 
			muchos padecimientos gastrointestinales, y, al mismo tiempo, hace 
			constar expresamente que el peróxido «no irrita ni causa accidente 
			alguno».
 
						En una obra de los doctores S. Milne Edwards y P. Vacasseuh, 
			publicada nada menos que en 1835, con el título de «Manual de 
			Materia médica», al referirse al carbonato de magnesio calcinado, 
			se dice textualmente (pág. 289):
 
						«Es muy ventajoso su uso, en casos 
			de acidez de las primeras vías, que se observa mayormente de esta 
			manera como antiácido y absorbente para neutralizar los ácidos que 
			se desenvuelven con demasiada frecuencia en el estómago en ciertas 
			circunstancias. Ofrece igualmente grandes recursos, en casos de 
			envenenamiento por los ácidos, en razón de la facilidad con que se 
			combina con estos cuerpos y de no ser nocivas las sales que resultan 
			de esta combinación». Un poco más adelante (pág. 299), tratando del subcarbonato de magnesio, asegura que «sus usos son los mismos que 
			los de la magnesia calcinada y se emplea mucho en los mismos casos». 
						   
						Y termina diciendo: 
						 
						«En fin, se emplea con mucha ventaja en casos 
			de mal de piedra, que dependen de la superabundancia de ácido 
			úrico». 
						
						
						Acción sobre la piel: 
						 
						Es interesante la acción del cloruro de 
			magnesio sobre picores que quizá se deban a alteraciones de la piel 
			o a lesiones nerviosas.    
						Una criada no podía lavar sin sentir 
			después picazones en las manos, que no la dejaban dormir, 
			acompañados a menudo de eczema. Había sufrido muchos tratamientos 
			sin resultado satisfactorio. Tomando 2 gramos de cloruro de 
			magnesio diarios, le desapareció la molestia. Puede lavar sin 
			inconveniente ni molestia. 
						La señora de un médico sufría mucho de sabañones. Después de la 
			ineficacia de los tratamientos preventivos y curativos, renuncia a 
			ellos, comenzando a tomar un poco de cloruro de magnesio en el mes 
			de septiembre. Con este tratamiento se pasó el invierno sin 
			sabañones. Otras personas han constatado la eficacia del cloruro de 
			magnesio como preventivo de los sabañones.
 
						Hablando concretamente de una enfermedad de la piel curada por las 
			sales de magnesio, el doctor Delbet expone a qué se deben estos 
			efectos curativos, dentro de su teoría general de la citofilaxia.
   
						Se expresa en estos términos:
						 
						«Una dosis de 2 gramos de cloruro de 
			magnesio, tomada por vía digestiva, no puede tener ninguna acción 
			antiséptica sobre los microbios de las glándulas sebáceas. A causa, 
			pues, de una modificación de las células, las glándulas triunfan de 
			los agentes patógenos. Puede considerarse esto como acrecentamiento 
			de la actividad celular. Yo repito que el magnesio debe considerarse 
			como alimento, no como medicina».
  
						
						Operaciones quirúrgicas e intoxicaciones de cloroformo: 
						 
						Varios 
			efectos del cloruro de magnesio indicaban el uso de los enfermos 
			antes de sufrir una operación: una reacción más rápida y eficaz 
			contra las infecciones, desodorificación de las materias fecales y, 
			sobre todo, su acción sobre el sistema nervioso. 
						Se evita, ante una operación de esta clase, una emoción desordenada 
			y el agotamiento que ella trae, mediante el uso regulador del 
			cloruro de magnesio que, al cabo de unos cuantos días, proporciona 
			una especie de equilibrio del sistema nervioso. También modera las 
			sensaciones superexcitadas y, a la vez, da más energía.
 
						Un punto quedaba oscuro: su acción sobre el narcótico. Delbet hizo 
			la experiencia sobre el cloroformo, realizando la prueba con 
			conejos. En ella llegó a la conclusión de que varias dosis de 
			inyecciones de cloruro de magnesio, administradas en los días 
			anteriores a la operación, reducen la toxicidad del cloruro, por lo 
			cual Delbet recomienda se practiquen inyecciones de cloruro de 
			magnesio, como preparación a las operaciones quirúrgicas.
 
						El antes citado doctor Rodríguez Méndez, en su libro «Apuntes sobre 
			Medicamentos», dice, a propósito de las sales de magnesio (pág. 
			404):
 
						«Los estudios de Mcltzer prueban que sus sales (cloruro y 
			sulfato) poseen gran poder inhibitorio y anestésico. Bajo su acción 
			ha efectuado (Meltzer) intervenciones quirúrgicas».
  
						
						Los achaques de la vejez: 
						 
						Los avanzados en edad, por debilitación 
			del sistema nervioso, tienen cierta rigidez muscular que se 
			manifiesta en diversas acciones: la marcha es un poco sacudida, al 
			bajar de una escalera necesitan apoyo... Personas de esta clase han 
			recuperado, bajo la influencia del cloruro magnésico, la marcha 
			flexible y elástica de su juventud. 
						La primera manifestación de esta rigidez es una modificación de la 
			escritura, que se hace irregular. En un grado más avanzado está el 
			temblor senil. Todos estos inconvenientes, pequeños o grandes, 
			desaparecen bajo la acción del cloruro de magnesio.
 
						En un hombre de sesenta y nueve años, el temblor comienza a 
			disminuir a las tres semanas de tomar todos los días 2 gramos de 
			cloruro de magnesio. Al cabo de cinco semanas, la escritura, que le 
			era imposible desde hacía dos años, se hace normal.
 
						Una anciana de sesenta y siete años tenía, además de otros 
			temblores más pequeños, temblor de los miembros superiores, con 
			grandes oscilaciones, de manera que no podía llevar nada a la boca. 
			Toma una dosis de 3 gramos por día. El temblor disminuye 
			rápidamente. Cesa la dosis de cloruro magnésico, sobreviene a los 
			pocos días el temblor.
   
						El cloruro de magnesio se lo hace 
			desaparecer de nuevo y definitivamente. 
				Las sales de magnesio obran también sobre algunos temblores 
			patológicos y hacen desaparecer las sensaciones de calambres. 
				Entre las enfermedades más propias de la vejez figuran las 
			perturbaciones en la próstata, que se manifiestan en desórdenes 
			molestos, frecuentemente penosos, a veces graves. Pues bien, en 
			todos los desórdenes de micción, graves o leves, el uso regular de 
			comprimidos de magnesio ha hecho desaparecer o disminuir el mal.
   
				Un 
			anciano retentista completo se disponía a una operación de próstata. 
			Como preparación para ella toma cloruro de magnesio. Y he aquí que 
			comienza la mejoría, y sale curado del hospital, sin haber sido 
			operado, por el benéfico influjo del cloruro de magnesio. 
				El aumento de la ración de magnesio detiene la evolución de la 
			hipertrofia prostática, que es una plaga de la humanidad, y a veces 
			la hace desaparecer. Además, parece ser un preservativo de los 
			desórdenes prostáticos, pues los que lo usan comúnmente, no los 
			han tenido.
 
				Las investigaciones que se han hecho sobre órganos muy importantes 
			de los ancianos, nos dicen que las características de estos órganos 
			afectados por la edad son la disminución del magnesio y el aumento 
			del calcio; y, por consiguiente, la proporción, el equilibrio 
			debido, disminuye entre estos dos importantes elementos.
   
				En los 
			adultos el valor de esta proporción es doble que el valor de esta 
			misma proporción en los ancianos. Esta disminución del magnesio no 
			es un hecho secundario, ya que el aumento del calcio; y, por 
			consiguiente, la proporción de accidentes y caídas de la vejez. Por eso es 
			necesario que el contenido en sales magnésicas de los alimentos sea 
			tanto más rico, cuando la edad es más avanzada. 
				El magnesio favorece la fijación del calcio allí donde su presencia 
			juega un papel fisiológico normal, por ejemplo, en los huesos; 
			mientras que lo elimina de las partes donde su presencia es 
			patológica. Ejerce, pues, una acción reguladora.
   
				Al eliminar el 
			calcio patológico, el cloruro de magnesio es un excelente 
			preventivo de la hipertensión. Los depósitos de calcio, que hacen 
			perder su elasticidad a las arterias, desempeñan un papel 
			importante en ciertas hipertensiones y en los accidentes que de 
			ellas provienen. La eliminación de estos depósitos calcáreos tiene, 
			pues, una importancia grande en la práctica, que es favorecida por 
			el cloruro de magnesio. Según esto, el magnesio resulta un 
			medicamento muy indicado para evitar la arteriosclerosis. 
				No hay contradicción en que el magnesio fije en unas partes del 
			calcio y lo elimine de otras, pues el calcio se encuentra formando 
			distintos compuestos en las diversas partes del cuerpo.
 
				La acción del cloruro magnésico también se manifiesta en la 
			actividad cerebral. Un escritor agradecía al doctor Delbet el 
			efecto de las sales de magnesio; pues, gracias a ellas, escribió su 
			última obra con suma facilidad. El reuma también desaparece mediante 
			la toma de la solución del cloruro de magnesio. Se deberá tomar en 
			pequeñas dosis (una copita), mañana y tarde, hasta que se note la 
			curación, con alguna breve interrupción.
 
 
				En el organismo débil de los ancianos los efectos del magnesio son 
			magníficos; sin embargo, en el organismo lleno de vida de los 
			jóvenes puede aún acelerar el ritmo vital produciendo efectos no 
			saludables. Por eso, advertimos - dice Delbet - por bien de los 
			jóvenes, que no es conveniente que ellos abusen de ello, sino que 
			lo usen con moderación. 
				En las mismas ideas abunda el Dr. Pauchet antes aducido en su obra 
			«Permaneced jóvenes» (página 57), cuando escribe:
 
					
					«Y para acabar 
			este capítulo, dos palabras sobre el magnesio. Actualmente los 
			médicos se ocupan mucho de la cuestión del magnesio introducido en 
			el organismo como medio terapéutico. Se ha demostrado que, en todo 
			individuo, la presencia del magnesio está en relación directa con 
			el grado de vigor.    
					Rico en magnesio al principio de la existencia, 
			el organismo posee cada vez menos a medida que el individuo envejece 
			y se torna senil. Parece ser que, para prolongar el período de 
			vigor en el adulto, para combatir las diferencias orgánicas, la 
			absorción de sales de magnesio prestaría grandes servicios». 
				
 
				G) TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS
 Los efectos curativos del magnesio se extienden, en general, a todas 
			las enfermedades infecciosas.
   
				Podríamos narrar minuciosamente casos 
			de curación en distintas enfermedades, pero nos limitaremos a las 
			líneas generales de esta materia. Iremos extractando, según lo hace 
			el P. Manzanal, las observaciones y notas del doctor Neveu en las 
			principales enfermedades que ha tratado.   
					
						
						
						Gripe y afecciones de las vías respiratorias: 
						 
						El doctor Neveu atendía desde 
					1923 a 1939 a los enfermos de las Hermanitas de los Pobres 
					en Rochefort-sur Mer. La cuarta parte de los ancianos, 
			físicamente agotados, moría cada año de bronconeumonía, siendo 
			tratados por los medicamentos usuales.    
						El año 1934 comienza el 
			doctor Neveu el tratamiento magnesiano en el asilo. Daba a todos 
			los enfermos con fiebre la solución de cloruro de magnesio, en 
			dosis de 125 centímetros cúbicos cada seis horas. Los efectos fueron 
			excelentes: los enfermos curaban rápidamente. 
						En el invierno de 1934-1935 vino una fuerte epidemia de gripe, que 
			atacó a todos los ancianos. Todos salieron incólumes de ella por la 
			solución de cloruro de magnesio. Ésta les cortaba la fiebre. Los 
			que fueron atacados de bronconeumonía gripal, recibieron el mismo 
			tratamiento, además se les inyectaba aceite alcanforado. Curaban 
			todos en el espacio de tres a cinco días.
 
						En el mes de mayo, pasada la epidemia, había muerto en el asilo un 
			solo enfermo de bronconeumonía gripal, mientras que la mortalidad en 
			la ciudad había sido muy elevada. Este contraste inesperado fue 
			señalado en el Ayuntamiento de la ciudad. En lo sucesivo los 
			ancianos adoptaron este método curativo, y cuando se sentían 
			indispuestos o con fiebre, iban a pedir a la Hermana Enfermera la 
			solución de cloruro de magnesio a la que habían puesto el nombre 
			de «la bebida que corta la fiebre».
 
						El doctor Neveu nos narra su propia curación. Sintiéndose insomne y 
			con malestar general, aparecieron los síntomas claros de la 
			neumonía. Acostado en el lecho, se hizo llevar la solución. Era un 
			viernes cuando empezó a tomar la solución. Al domingo siguiente, 
			aunque no perfectamente curado, se levantaba para visitar a un 
			amigo suyo que estaba enfermo. A partir de este momento, se puede 
			decir que su neumonía había sido cortada por el cloruro de magnesio.
 
						Dice el doctor Neveu que ha tratado en su clientela desde 1934, no 
			pocos casos de gripe, neumonía y bronconeumonía por el cloruro de 
			magnesio, con un éxito constante: «He tratado en particular - son sus 
			palabras - niños, en bronconeumonías consecutivas a la gripe o a la tosferina, que sin duda no hubieran curado por un tratamiento 
			distinto del magnesio.
 
						Estas palabras del doctor Neveu se ven perfectamente confirmadas 
			por las distintas observaciones que de cada enfermedad nos 
			transmite. No es nuestro intento reproducirlas. Baste decir que la 
			curación, en general, es rápida; si se ha dado al paciente una 
			dosis suficientemente fuerte de la solución al principio de la 
			enfermedad, habrá que aumentar esta dosis en cantidad o en número, 
			hasta conseguir una mineralización magnesiana suficiente.
 
						Estas observaciones muestran el poder citofiláctico de la 
			mineralización magnesiana en las afecciones pulmonares agudas, ya 
			sean de gripe o bronconeumonía, pleuroneumonía o bronconeumonía. La 
			solución magnesiana cura, en efecto, las enfermedades agudas de las 
			vías respiratorias.
 
						La tosferina también ha sido tratada por la solución de cloruro 
			magnésico. La experiencia fue hecha en un orfelinato en 1935. Es 
			preciso comenzar el tratamiento muy a los comienzos, al notar la 
			primera tos. De esta manera el tratamiento magnesia-no corta la 
			tosferina. Comenzando un poco tarde, modera los accesos de tos y 
			corta la enfermedad.
 
						Estos resultados en la tos ferina se pueden tener por ciertos, dado 
			el suficiente número de casos tratados por el doctor Neveu. En un 
			caso desesperado cuando la penicilina y la estreptomicina se 
			mostraban impotentes para combatir la enfermedad, la. solución de 
			cloruro de magnesio salvó del inminente peligro a una niña de siete 
			meses.
 
						El tratamiento magnesiano posee igualmente una notable acción contra 
			el asma, bronquitis crónica y el enfisema. El doctor Neveu nos dice:
 
						«He obtenido resultados admirables en enfermos que habían agotado 
			todos los recursos de la terapéutica clínica, y que varias veces 
			habían tenido tratamientos de aguas medicinales».    
						A estos enfermos hacíales tomar por la mañana y por la tarde 125 centímetros cúbicos 
			de la solución durante veinte días. Este tratamiento era renovado 
			cuantas veces su estado de salud lo hacía necesario. En caso de 
			crisis aguda, de congestión o de fiebre, les hacía tomar la misma 
			dosis cada seis horas. 
						Para el doctor Neveu el mejor tratamiento contra el asma y la 
			bronquitis crónica es éste de la solución de cloruro magnésico.
 
  
						
						Afecciones de otros aparatos: 
						 
						Restan todavía muchas enfermedades 
			cuya curación puede realizarse por la solución de cloruro de 
			magnesio. Es suficiente para nuestro intento mencionar las más 
			principales.    
						Comenzaremos por el forúnculo. El tratamiento 
			magnesiano se opone a la evolución de un forúnculo, al principio de 
			su formación. (Forúnculo, en lenguaje vulgar, «divieso».) 
						Varios enfermos atacados de forúnculos y que habían ensayado todos 
			los remedios, se han curado con el siguiente tratamiento: 125 
			centímetros cúbicos de la solución de cloruro de magnesio, mañana y 
			tarde, durante veinte días. Los forúnculos que tenían tendencia a 
			renovarse, reventaban después de un corto período inflamatorio; 
			luego desaparecían definitivamente. El tratamiento magnesiano es, a 
			juicio del doctor Neveu, el mejor tratamiento de la forunculosis.
 
						El doctor Neveu también ha curado por este tratamiento varios 
			ántrax.
 
						La intoxicación alimenticia también ha desaparecido por la solución 
			de cloruro magnésico. Asimismo la enfermedad de eczema desaparece 
			mediante el tratamiento magnesiano. La dosis es de 125 centímetros 
			cúbicos, mañana y tarde.
 
						Se registran varios casos de poliomielitis curada por el mismo 
			tratamiento. La poliomielitis se distingue clínicamente como una 
			atrofia muscular. Dos observaciones nos muestran la eficacia del 
			cloruro de magnesio en el período agudo de la poliomielitis. Una 
			tercera observación nos muestra que, administrado dos meses después 
			de los primeros síntomas, ha hecho desaparecer una atrofia muscular 
			y una parálisis que, sin duda, hubieran sido definitivas.
 
						El doctor Neveu ha aplicado el tratamiento magnesiano a todos los 
			enfermos atacados de erisipela, ostiomielitis, escarlatina, 
			sarampión y adenitis, para los cuales ha sido consultado. Bajo la 
			influencia de este tratamiento, las curaciones son siempre rápidas. 
			En particular ha experimentado curaciones muy interesantes en 
			erisipela y ostiomielitis. Ningún enfermo de ostiomielitis ha 
			tenido que sufrir intervención quirúrgica; todos se han curado 
			perfectamente por el cloruro de magnesio.
   
						Los atacados de estas 
			cinco enfermedades últimas no tienen complicaciones con otras 
			enfermedades infecciosas, tratados por la solución del cloruro de 
			magnesio. 
				
 H) 
				TERAPÉUTICA MAGNESIANA DE LA DIFTERIA
 En las primeras horas de un jueves, el doctor Neveu es llamado 
			junto a una niña de nueve años atacada de una angina sospechosa.
   
				La 
			niña presenta señales claras de una difteria grave. El análisis de 
			los bacilos de sus amígdalas confirmó el diagnóstico. Para atacar la 
			enfermedad, había que inyectar a la niña suero a grandes dosis, como 
			lo había hecho el doctor Neveu en muchos casos con feliz resultado. 
			Con el fin de evitar las perturbaciones debidas al suero que 
			pensaban inyectar, el doctor Neveu prescribió la solución 
			siguiente: Cloruro de magnesio cristalizado, 28 gramos; agua 
			natural, como disolvente, medio litro.    
				Esta solución debía ser 
			tomada en tazas de café, cada cuatro horas. 
				El sábado por la mañana pasa por la casa de su enferma y comprueba 
			con admiración que está en vías de curación. A las cinco de la tarde 
			vuelve junto a la enferma. Había acabado de tomar la solución, y ya 
			estaba curada. Es preciso reconocer que el cloruro de magnesio 
			había curado una difteria, como lo hubiera hecho el suero, si se 
			hubiera administrado. Esto lo veremos confirmado a medida que se 
			multipliquen las experiencias del doctor Neveu y sus compañeros de 
			profesión.
 
				El cloruro de magnesio no ha obrado como antibiótico o como un 
			suero, los cuales, o bien atacan directamente la vitalidad de los 
			microbios, o bien neutralizan sus toxinas. No ha podido causar la 
			curación más que por una acción favorable ejercida sobre el mismo 
			organismo.
   
				Esta es la citofilaxia del cloruro de magnesio de que 
			hemos hablado antes, es decir, el aumento de vitalidad de las 
			células que las hace triunfar por sí solas de los microbios, según 
			la doctrina del doctor Delbet confirmada por muchas experiencias. 
				Y si éste es el método de obrar del cloruro de magnesio, es claro 
			que no es un remedio particular
			y específico de la difteria, como lo es el suero antidiftético, y 
			que la inmunidad que proporciona no debe ser limitada a la sola 
			difteria, ya que, fortaleciendo el organismo, lo dispone para 
			superar ésta y otra infección cualquiera que sea su clase.
 
				El doctor Neveu ha tratado con este método otros cinco casos con los 
			síntomas y exámenes positivos de los bacilos de la difteria (bacilos 
			de Loeffler).
   
				Todos se han curado rápidamente, después de haber 
			tenido gran cuidado de probar que se trataba de casos de difteria. Neveu, seguro de la eficacia de su método, ha suspendido los 
			exámenes bacteriológicos y la redacción de las observaciones 
			clínicas, que ya no tenían interés para él, y en los años siguientes 
			trató por la solución de cloruro de magnesio al 20 por 1.000 más de 
			60 casos de anginas diftéricas, siempre con feliz resultado. 
				Notemos solamente que el doctor Neveu, en un caso difícil de 
			difteria, en el que después de siete días de tratamiento por la 
			solución de cloruro de magnesio no aparecía franca mejoría, usó una 
			inyección antidiftérica de 10.000 unidades, continuando el 
			tratamiento por la solución de cloruro de magnesio con una sola 
			dosis.
   
				Este tratamiento dio por resultado la curación del paciente. 
			Las 10.000 unidades de suero, dosis mínima y tardía, no bastan 
			según el doctor Rouche, para justificar la curación de este caso. 
			La dificultad provino de haber comenzado tarde el tratamiento, que 
			fue al cuarto día de la enfermedad, viniendo a aumentar la 
			dificultad el frío y la falta de higiene. 
				En 1943 el doctor Neveu se conmovió, al saber que sus colegas 
			estaban insuficientemente armados contra la difteria por la escasez 
			de sueros, y que ésta hacía estragos lamentables. Entonces creyó 
			deber suyo dar a conocer un tratamiento cuya eficacia había 
			experimentado.
 
				Reveló, pues, las observaciones clínicas de cuatro nuevos casos de 
			difteria, tres de los cuales eran extremadamente graves, 
			confirmados todos por el laboratorio, y dirigió estas observaciones 
			juntamente con las precedentes al doctor Duvic, Inspector-Médico de 
			la Charente-Marítima.
   
				Este comunicó los documentos al director 
			regional de la Salud y Asistencia de Poitiers.  
					
					«Ellos me impulsaron - escribe Neveu 
				- a publicar sin retraso un artículo en la prensa 
			profesional. El primero de enero de 1944, el diario de medicina 
			«Concours Medical», me incluía una nota sobre el tratamiento de la 
			difteria por el cloruro de magnesio...» 
				El quince de abril del mismo año publicaba otro artículo el 
			«Concours Medical».    
				He aquí una síntesis de sus ideas: 
				 
					
					Desde hace 
			diez años he tratado con éxito más de sesenta casos de difteria por 
			la solución siguiente:  
						
						
						Cloruro de magnesio cristalizado, 33 gramos
						
						agua ordinaria, como disolvente, 1 litro 
				Empleo esta solución en 
			dosis de 125 centímetros cúbicos que se toman de una vez o en el 
			espacio de cinco minutos. Después de dos horas, viene una segunda 
			dosis de 125 centímetros cúbicos. Esta dosis se renueva cada seis, 
			ocho o doce horas, según la gravedad del caso. 
				Las dos primeras dosis, bastante próximas, permiten obtener 
			rápidamente una concentración sanguínea suficiente. El intervalo de 
			las dosis siguientes tiene por fin mantener o disminuir 
			progresivamente esta concentración, según el estado del enfermo.
   
				Este tratamiento es sumamente sencillo y rápido. Frecuentemente el 
			análisis del cultivo de los bacilos llega del laboratorio, cuando el 
			enfermo está casi ya curado, pues el examen del cultivo se hace 
			después de diecisiete horas. 
				No he tratado niños menores de cinco años. La dosis para éstos 
			debería reducirse a 100, 80 ó 60 centímetros cúbicos. Hasta aquí la 
			exposición del doctor Neveu.
 
				Con este artículo comienza a extenderse, con feliz augurio, el 
			procedimiento del doctor Neveu. Llega a muchos médicos y será 
			presentada a la Academia de Medicina una comunicación sobre él. 
			Vamos, pues, ahora a decir algo sobre la acogida y resultados del 
			nuevo método expuesto en este artículo. Los mismos doctores nos 
			cuentan cómo lo recibieron y con qué resultados lo aplicaron.
 
				Naturalmente, la primera reacción no fue de franca acogida. Se 
			mostraban indecisos ante el tratamiento; pero, después que 
			experimentaron los mismos efectos que el doctor Neveu, la acogida 
			fue incondicional. René Fortin lo empleó, por primera vez, con un 
			poco de escepticismo. El resultado fue rápido y feliz. Cree que la 
			desaparición de las adenitis es más rápida que con el suero. 
			(«Adenitis» se llama a la inflamación de las glándulas y de los 
			ganglios linfáticos.)
 
				F. Bouyssi empleó con desconfianza el tratamiento en un joven. La 
			falta de suero le movió a emplearlo.
   
				Su impresión posterior, al 
			visitar al día siguiente al joven, la describe así en carta al 
			doctor Neveu:  
					
					«Yo me permito manifestarle mi gran satisfacción por 
			el método de la angina diftérica que Vd. ha preconizado. He quedado 
			muy satisfecho y, al mismo tiempo, sorprendido» (ante el efecto 
			curativo). 
				El doctor Roussi, inspector adjunto de la Salud, se expresa así:
				 
					
					«Hemos conocido con vivo interés su artículo sobre el tratamiento de 
			la difteria por el cloruro de magnesio... Después de pequeñas 
			epidemias que han castigado nuestro sector, y cuando comenzaban a 
			faltar los sueros, hemos avisado a los médicos y les hemos 
			aconsejado el tratamiento preconizado. Hasta ahora este tratamiento 
			parece haber obtenido muy buenos resultados en los adultos, los muy 
			pequeños absorben con dificultad la bebida.» 
				Otros doctores han experimentado el método del doctor Neveu en la 
			curación de la difteria, y han enviado también sus observaciones de 
			feliz resultado.    
				Entresacamos de ellas, siguiendo al P. Manzanal, 
			algunas ideas de especial interés e importancia. Este tratamiento 
			es en extremo interesante para aquellas personas a quienes es 
			perjudicial el suero, en general, por su complexión hipersensible. 
				El tratamiento magnésico no hay que cortarlo, tan pronto como el 
			paciente se encuentre bien; hay que prolongarlo algún día. Pues 
			pueden quedar todavía bacilos que, multiplicándose rápidamente y 
			encontrando al organismo sin la defensa que le proporcionaba el 
			cloruro de magnesio, puedan prevalecer y producir de nuevo la 
			enfermedad.
   
				Por eso conviene seguir el tratamiento, hasta que el 
			primer examen del cultivo de la flora bacteriológica sea negativo de 
			los bacilos de la enfermedad. Un segundo examen se hará siete días 
			después. 
				Esta última observación de tomar, por ejemplo, un litro de la 
			solución de cloruro de magnesio en la convalecencia de la difteria, 
			es aplicable a toda difteria, sea cualquiera el tratamiento 
			empleado.
 
				Sólo el doctor Couturier escribió al doctor Neveu diciéndole que su 
			tratamiento no había producido efectos satisfactorios en tres casos 
			de difteria. El doctor Neveu le escribió dudando de que hubiese 
			seguido sus prescripciones y comunicándole un consejo práctico 
			para tales casos.
   
				Dice así:  
					
					«Yo le agradecería que hiciese el favor 
			de responderme a lo siguiente. Como el medicamento suministrado 
			debe ser cloruro de magnesio desecado, si se emplea el cloruro de 
			magnesio cristalizado, es preciso emplear la fórmula de 43 gramos de 
			cloruro magnésico por un litro de agua. Así que, véase de nuevo con 
			el farmacéutico que ha hecho la preparación y pregúntele cuál era 
			la naturaleza del cloruro de magnesio empleado. 
					«Por otra parte - añade - le agradecería que, en el próximo caso de 
			difteria que haya de tratar, siga los consejos del doctor Metzquer, 
			es decir, prescribir el tratamiento de cloruro magnésico en la 
			primera visita, al mismo tiempo que hace una toma de la flora 
			bacteriológica, esperando el resultado del análisis para comenzar o 
			no la seroterapia, según el estado del enfermo. Esto no compromete 
			en nada su responsabilidad. Y comuníqueme sus resultados.»
 
				Al día siguiente el doctor Couturier respondió a Neveu: 
				 
					
					«Acabo de 
			ver al farmacéutico. Las tres veces ha empleado cloruro de magnesio 
			cristalizado. Quiero, pues, comenzar en la primera ocasión con 43 
			gramos de cloruro magnésico cristalizado, tanto más cuanto que he 
			tenido en octubre último una muerte cinco minutos después de 1.000 
			unidades de suero.» 
				En el mismo mes Couturier comunicaba a Neveu cuatro casos de 
			difteria curados rápidamente con el tratamiento del cloruro de 
			magnesio debidamente empleado.    
				A un niño que por los vómitos arrojó 
			el cloruro de magnesio, agravándose su estado, fue preciso inyectar 
			40.000 unidades de suero para conseguir su curación. El doctor Couturier llama la atención sobre las perturbaciones 
			gastrointestinales: vómitos, intolerancia del cloruro de magnesio 
			en el tubo digestivo.
 
				Dos causas principales explican estas frecuentes perturbaciones en 
			los enfermos del doctor Couturier:  
					
						
						
						1.a  No atenerse al horario de la 
			dosis señalado por el doctor Neveu. 
						
						2.ª  Un error de cálculo en los 
			gramos de cloruro de magnesio, según reconoció el doctor Neveu.
						 
				Con 
			la solución de cloruro de magnesio cristalizado (33 gramos por un 
			litro de agua), conformándose el horario con las directrices del 
			doctor Neveu, las reacciones digestivas no son frecuentes y se 
			reducen a poca cosa. 
				El doctor Neveu ha suministrado el cloruro de magnesio por medio de 
			comprimidos de 0.6 gramos de cloruro de magnesio desecado. La dosis 
			es de cuatro comprimidos con el mismo horario que la solución. Los 
			efectos son tan excelentes como los de la solución. Se cuentan 
			multitud de curaciones aportadas por muchos doctores que han 
			adoptado el método terapéutico del doctor Neveu.
 
				Vamos a concluir este punto dando la estadística de los casos de 
			difteria tratados por el método del doctor Neveu. El mismo la dio en 
			una comunicación a las «Jornadas Terapéuticas de París».
   
				Dice así: 
			 
					
					«He aquí, por orden cronológico, los nombres de los compañeros, que 
			con conocimiento mío, han ensayado el tratamiento de la difteria 
			por el cloruro de magnesio y la estadística:   
					 
					 
					«En resumidas cuentas, 59 curaciones en 62 casos tratados (por el 
			cloruro de magnesio sólo); un 95 por 100 de resultados favorables en 
			el procedimiento citofiláctico del tratamiento de la difteria por 
			el cloruro de magnesio.
   
					Los tres diftéricos que han recibido 
			suero, además de cloruro de magnesio, se han curado, lo que supone 
			un 100 por 100 en los dos procedimientos asociados: citofilaxia y 
			seroterapia.»    
					Hasta aquí el doctor Neveu en su comunicación. 
					Digamos dos palabras sobre la asociación de estos dos métodos. El 
			doctor Funeron tuvo siete casos de difteria en una familia. Tratado 
			el primero por la seroterapia en el hospital, el resultado fue 
			desfavorable y el niño murió. A los demás enfermos aplicó el método 
			del doctor Neveu, curándolos todos.
 
					«Después de esta experiencia - nos dice 
				- adopté definitivamente el 
			método propuesto por el doctor Neveu para el tratamiento de la 
			difteria, añadiendo con todo, en los casos más graves, 10.000 
			unidades de suero.» Todos los enfermos así tratados, que fueron 
			unos treinta, han curado.
   
					«¿Qué puedo sacar de esta experiencia? 
			Que, en la difteria, el tratamiento que actualmente (julio de 1950) 
			parece dar el máximun de garantías es el siguiente: Cloruro de 
			magnesio cristalizado, 33 gramos; agua común como disolvente, 1 
			litro. En los casos más graves añádase 10.000 unidades de suero»
					 
					(Doctor F. Funeron). 
				Estos dos métodos, en esta forma empleados, no se oponen, sino que 
			se ayudan y complementan.    
				La citofilaxia aumenta la resistencia y 
			vitalidad del organismo en general; la seroterapia tiene una acción 
			más propia y específica contra las toxinas de determinados bacilos 
			y microbios.
   
				I) EL MAGNESIO, PREVENTIVO DEL CÁNCER
 Como es sabido, el cáncer es un tumor maligno de células anárquicas, 
			que no se someten a la subordinación y correlación del organismo.
   
				Se multiplican excesivamente y segregan substancias tóxicas para las 
			células normales. Hay dos clases importantes de cáncer; unos que 
			proceden del tejido epitelial; otros, del tejido conjuntivo. Estas 
			dos clases de tumores son muy diferentes, y son mucho más abundantes 
			los del tejido epitelial, a los cuales nos referimos exclusivamente 
			en todo lo que vayamos diciendo. 
				Además de los tumores claramente cancerosos, hay lesiones o 
			vegetaciones de carácter precanceroso; hiperplasia epitelial, leucoplasia, etc. Las lesiones precancerosas no son ciertamente la 
			causa del cáncer que se desarrolla sobre ellas; ellas tienen la 
			misma causa que el cáncer.
 
				El estado interno del individuo se manifiesta primero en las 
			lesiones de este género; si el estado del individuo sigue 
			empeorando, al no poner remedio, aparecerá con signo trágico el 
			tumor maligno del cáncer; pero, si se pone remedio al aparecer las 
			primeras lesiones posibles de curar, se habrá detenido en muchos 
			casos el curso de un futuro cáncer.
 
				En primer lugar fijaremos nuestra atención en los efectos del 
			cloruro de magnesio sobre estas manifestaciones precancerosas, 
			siendo nuestro guía el competente médico doctor Delbet en todo lo 
			que vayamos diciendo. Después, entraremos de lleno en el estudio 
			del magnesio con relación al mismo cáncer.
   
				Nuestra conclusión será: 
			un mayor contenido de magnesio en nuestra alimentación disminuiría 
			notablemente el número de cánceres.   
					
						
						
						Curación de afecciones precancerosas:
						 
						Una auto-observación del 
			doctor Delbet nos hace pensar. Algunos de sus antepasados habían 
			muerto de cáncer por línea materna y paterna. Lo que, supuestas las 
			leyes mendelianas, implica una probabilidad de caer en esta misma 
			enfermedad o, al menos, tener una predisposición.    
						Delbet tenía 
			vegetaciones epidérmicas en las orejas, que venían a ser lesiones 
			de carácter precanceroso. Se hizo operar tres veces, pero al cabo 
			de las operaciones reaparecían las mismas lesiones. 
						Ante tal resultado se resigna a sufrirlas, sin aplicar 
			intencionadamente ningún remedio curativo. Por otras razones 
			comienza a tomar continuamente cloruro de magnesio. Y el resultado 
			fue que, al cabo de veinte meses, desaparecen las vegetaciones 
			epidérmicas, que no hicieron desaparecer las operaciones 
			quirúrgicas.
 
						Un hombre de 45 años se presenta al doctor Delbet para agradecerle 
			la curación de una leucoplasia afección netamente precancerosa, 
			gracias a las salas halógenas de magnesio. Vuelve a aparecer la 
			enfermedad al cesar el tratamiento de magnesio; pero reanudado 
			éste, desaparece enteramente. Sigue una observación de leucoplasia 
			lingüo-papilar completamente curada. En seis meses y medio las 
			sales de magnesio la hicieron desaparecer a una. dosis cotidiana de 
			2.40 gramos.
 
						Las mamitis crónicas han atraído la atención de P. Delbet. Es una 
			cuestión de importancia, pues, a su juicio, nadie puede ignorar que 
			haciéndolas desaparecer, disminuiría el número de cánceres. 
			Ninguno, de quince casos, se ha agravado al ser tratado con sales 
			halógenas de magnesio. De ellos se han curado doce y tres han 
			mejorado.
 
						Estos hechos clínicos permiten atribuir a las sales halógenas de 
			magnesio una acción preventiva contra el cáncer. Hechos 
			experimentales demuestran también una acción centra la célula 
			cancerosa. Animales tratados con magnesio han tendido hacia la 
			prevención contra sustancias cancerígenas y, al serles injertados 
			cánceres, éstos se han desarrollado más lentamente que en animales 
			ordinarios.
 
						No se vaya a creer que los compuestos halógenos del magnesio son 
			venenosos para las células cancerosas. Su acción es distinta, aunque 
			ciertamente va contra ellas. Su acción consiste en impedir que se 
			formen tales células o hacer que su proceso sea más lento. Su acción 
			es preventiva, aumentando la resistencia y actividad de las células 
			sanas.
   
						Sean éstas suficientemente aumentadas, y veremos un 
			enderezamiento de la dirección patológicamente viciada de las 
			células. Cerremos este apartado con las palabras de J. Lasage, 
			profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires.    
						Dice así: «A 
			título de medicamento anticanceroso el magnesio goza actualmente de 
			gran aceptación.»
  
						
						A menos magnesio en la alimentación, mayor número de cánceres. 
						 
						Una afirmación tan atrevida, aun apoyándose en pruebas clínicas y 
			experimentales, pide ser confirmada. ¿Dónde encontraremos esta 
			confirmación?    
						Si es posible probar: 
						   
							
							
							Que el aumento de número de 
			cánceres en todos los países civilizados marcha a la par con la 
			disminución de la ración magnesiana en estos mismos países. 
							
							
							Que, 
			en los países civilizados, las regiones más probadas por el cáncer 
			son precisamente aquellas donde el magnesio alimenticio es más 
			deficiente, y que, inversamente, allí donde la alimentación lleva 
			más magnesio, los cánceres causan menos estragos. 
							
							Que las 
			colectividades no civilizadas, en las que no ha entrado el 
			refinamiento de la civilización y en las que el cáncer es 
			prácticamente desconocido, tienen una alimentación rica en magnesio.   
						Será prueba de que esta inmunidad es consecuencia de la 
			alimentación, no de la raza, si se puede probar que los individuos 
			de estas mismas zonas son atacados como los blancos, cuando adoptan 
			su régimen alimenticio.    
						De todo ello parece que se podrá 
			legítimamente concluir que, actualmente, una carencia de magnesio 
			es, de hecho, no una causa cualquiera entre otras muchas, sino la 
			causa principal del cáncer, y que bastará asegurar una alimentación 
			más rica en magnesio para reducir, tarde o temprano, notablemente 
			el número de cánceres.   
							
							
							El aumento de cánceres marcha a la par con una disminución de la 
			ración magnesiana: El hecho del aumento del número de cánceres en 
			las regiones civilizadas no lo pone en duda ningún médico. 
							   
							En 1939 
			escribía el doctor Chirié:  
							«No es preciso que nos enteremos por los 
			médicos, sobre todo de los que se acercan a los sesenta años, que el 
			número de tuberculosos y cancerosos aumenta cada año, que el cáncer 
			hiere cada vez más a los individuos jóvenes.» 
							En los años anteriores a 
						1944, nos advierte P. Delbet que la media anual de 
						muertos por el cáncer en Francia era de 40.000. En 1948, 
						según el doctor Denoix, Director de la Sección del Cáncer en el 
			«Instituto Nacional de Higiene», morían 73.000 personas de cáncer 
			en Francia, mientras que de tuberculosis morían 30.000 personas.
 
							
							
							Las regiones más probadas por el cáncer son aquellas donde la 
			alimentación es más pobre en magnesio: En los países civilizados 
			hay unas regiones severamente atacadas por el cáncer, otras donde 
			esta enfermedad es relativamente rara. ¿Esta diferencia estará en 
			proporción con la diferencia de estas regiones en la riqueza 
			magnesiana?    
							Dice el doctor Delbet:
							 
							«Se oye decir, de vez en cuando, 
			acerca de un municipio, de un cantón, de una provincia: es un país 
			donde hay muchos cánceres, o, al contrario, donde los cánceres son 
			raros. Estas impresiones corresponden a la realidad. Las 
			investigaciones que se han hecho desde hace algunos años sobre la 
			repartición geográfica del cáncer, han mostrado que vastas regiones 
			del globo son casi inmunes a esta plaga, mientras que otras son 
			gravemente castigadas. Las diferencias de proporción son tales que 
			no podríamos ni sospecharlas: van de 1 a 10, 12 y aun a 14.» 
							M. Robinet ha establecido para Francia dos mapas: el uno 
			geográfico, el otro cancerológico.
   
							En el primero ha señalado en 
			amarillo las regiones ricas en magnesio, en azul las regiones 
			pobres. En el segundo ha señalado de amarillo las regiones donde la 
			mortandad por cáncer es baja; en azul, aquellos donde la mortandad 
			es elevada. La comparación de estos dos mapas es sorprendente. Se 
			les puede confrontar. Los colores amarillos y azules de cada mapa 
			superpuestos coinciden casi exactamente.    
							Lo que equivale a que, 
			donde el magnesio es abundante, el cáncer es raro; allí donde el 
			magnesio es raro, el cáncer es abundante.Tengamos presente que los vegetales alimenticios contienen más o 
			menos magnesio, según que el terreno donde se asientan sea más o 
			menos rico en este elemento.
   
							Y por consiguiente, también los 
			animales que se alimentan de los vegetales tendrán mayor o menor 
			proporción de magnesio, y como estas dos fuentes suministran el 
			alimento del hombre, la influencia del terreno en la salud o 
			enfermedad del hombre es muy posible y aun natural. Si el terreno 
			está debidamente equilibrado, el hombre gozará de salud; de lo 
			contrario, sufrirá debilidades o quebrantos en ella. 
							M. Robinet ha hecho el mismo trabajo en Inglaterra y en otras 
			partes. En todos los sitios el resultado es el mismo: las regiones 
			ricas en magnesio son pobre en cáncer, e inversamente.
 
							En Egipto, el suelo laborable, que es el limo del Nilo, es muy rico 
			en magnesio. A todos los médicos europeos que han ejercido en este 
			país, ha llamado la atención los raros que son los cánceres en los 
			campesinos egipcios.
 
							Tchermy muestra, por medio de una tesis, que en Argelia las regiones 
			más ricas en magnesio son las más pobres en cáncer.
   
							Bablet y Bader, 
			apenas comenzada una investigación de Indochina, ya sacaron esta 
			conclusión:  
							«Los primeros resultados de nuestra encuesta en las 
			zonas délticas de Cochinchina y de Tonkín parecen favorables a la 
			concepción de Delbet», que es la que vamos exponiendo.    
							Esta última 
			conclusión es tanto más importante, cuanto que la población 
			examinada pertenece a una raza distinta, que es la amarilla. 
			Apoyándonos en este conjunto de hechos, hemos de pensar que una 
			alimentación rica en magnesio reduciría el número de cánceres. 
							
							
							La alimentación de las colectividades poco atacadas por el 
			cáncer es rica en magnesio.  
							La encuesta de Schrunph-Pierron nos 
			muestra que en Egipto mueren 10 veces menos de cáncer en el 
			estómago que en los países supercivilizados de Europa y América.
							   
							Por otra parte, acabamos de ver que los campesinos egipcios, que 
			constituyen para nuestro intento el 90 por ciento de la población, 
			tiene una alimentación cuatro o cinco veces más magnesiana que la 
			media de las poblaciones de Europa y América. Y el hecho de que 
			estas razas son también tan atacadas como nosotros, cuando aceptan 
			nuestra alimentación, es suficiente para demostrar que la 
			inmunidad de que ellos gozan, no debe atribuirse a su raza, sino a 
			su régimen alimenticio. 
							Los negros que viven en la sabana africana, en vida llamada salvaje, 
			son poco más o menos inmunes al cáncer. Sin embargo, los negros que 
			viven en la vida llamada civilizada, ya sea en África o en América, 
			tienen tantos cánceres como los blancos. Esto ha conducido a Tripper 
			a afirmar que el cáncer es una enfermedad de la civilización.
   
						Médicos europeos que han ido a colonias africanas y no han 
			encontrado cánceres, han examinado los alimentos que forman la base 
			de la alimentación de sus habitantes, y los han hallado 
			notablemente ricos en magnesio.    
						La conclusión se impone: si la 
			alimentación de los blancos fuese tan rica en magnesio como la de 
			los negros que viven de los productos de sus suelos, el cáncer 
			sería tan raro en los blancos como en los negros.
  
						
						Relación entre el cáncer y el exceso de potasio en los alimentos: 
						 
						El abuso que se hace de abonos potásicos en los cultivos acarrea en 
			los alimentos un notable aumento de potasio con relación al 
			magnesio, que en las remolachas se ha encontrado ser de hasta 250 
			veces. Ahora bien, el exceso de potasio en la alimentación 
			predispone al cáncer, como se deduce de los hechos siguientes:   
						Se han analizado los productos procedentes de huertos abonados con 
			exceso de potasio, cuyos propietarios se alimentaban de ellos, y 
			murieron de cáncer. Todos los análisis revelaron un gran exceso de 
			potasio en relación al magnesio. Tenían hasta 18, 20 y 26 veces más 
			de potasio, y la causa estaba en que los abonos eran a base de este 
			mineral.    
						Las patatas, ordinariamente, tiene poco magnesio con 
			relación al potasio. Usando desde hacía mucho tiempo abonos 
			potásicos, se producían patatas que contenían 146 y 174 veces más 
			de potasio que de magnesio. Los propietarios que se alimentaban de 
			tales productos murieron de cáncer. 
				En resumen: el uso de abonos químicos en agricultura ha tenido por 
			consecuencia una notable disminución del magnesio en la 
			alimentación.    
				Esta causa, sumándose al refinamiento de la sal y, 
			sobre todo, el cernido de las harinas, nos ha conducido a un 
			empobrecimiento magnesiano, cuya importancia no se sospecha 
			generalmente. 
				En Egipto es fácil determinar la composición mineral de los 
			alimentos que, desde hace varios siglos, vienen consumiendo unos 
			trece millones de individuos, pues su régimen alimenticio no ha 
			variado. La alimentación suministra cada día a estos habitantes de 
			Egipto de dos a tres gramos de magnesio.
   
				La ración magnesiana en 
			los pueblos europeos, antes de los abonos químicos y del cernido de 
			las harinas, era inferior a la de los egipcios, pero la diferencia 
			no debía ser considerable, pues la composición mineral de los 
			vegetales no difería mucho de la que tienen las mismas plantas 
			cultivadas hoy en Egipto. 
				Notemos solamente que el pan europeo contiene siete veces menos de 
			magnesio que el pan de estos habitantes de Egipto. Mientras que los 
			campesinos de Egipto consumen de 2.5 a 3 gramos de magnesio por día, 
			contra 3 gramos a lo sumo de potasio, la alimentación de los 
			ciudadanos de Europa y América contiene a lo sumo 0.5 gramos de 
			magnesio contra 3 ó 4 gramos de potasio.
   
				Nuestra ración magnesiana 
			es unas cinco veces más débil que la de los campesinos de Egipto y 
			unas tres veces más débil que la nuestra de otro tiempo. 
			Estas últimas referencias son datos positivos de la Ciencia, que 
			ponen de manifiesto que el aumento del número de cánceres marcha a 
			la par con una disminución de la ración magnesiana.  
			  
			Queda bien 
			claro, con lo dicho, que la disminución del magnesio no es 
			despreciable por tres causas principales, y que a esta disminución 
			corresponde un mayor número de cánceres. 
			  
			
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 CAPÍTULO III
 EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA
 
 La salud del hombre depende, en gran parte, del equilibrio mineral 
			de su alimentación.
 
			  
			Ahora bien, como este equilibrio mineral falta 
			con frecuencia por deficiencia del magnesio en el organismo humano, 
			de aquí que este elemento, desde el punto de vista de la química 
			biológica, sea considerado como un elemento fundamental y del que no 
			se puede prescindir en la alimentación.  
			  
			Esto que hasta ahora suele 
			referirse al hombre tiene también su aplicación a los animales, y 
			por consiguiente, no puede menos que afectar al ganado y, en 
			general, a todos los animales domésticos según se podrá apreciar en 
			la exposición que sigue.
 
				
				A) PORCENTAJE DE MAGNESIO EN LOS ANIMALESAl tratar del porcentaje del magnesio en los animales, débese hacer 
			una distinción que no tiene razón de ser en el hombre, y es la 
			referente a los animales terrestres, a los acuáticos.
   
				Con respecto a 
			los animales terrestres, las variaciones de magnesio dependerán de 
			la especie zoológica de que se trate, y, dentro de la misma especie, 
			de que tengan más o menos magnesio los alimentos de que se 
			sustentan. 
				Copisarov señala en el perro las siguientes proporciones de 
			magnesio: suero de su sangre, 27 a 2.3 por 1000; hígado de 3.6 a 3.9 
			por 1000, este último en proporción muy inferior a la del hombre, 
			que es de 22.5 por 1000, según el mismo doctor.
 
				El doctor V.L. Ferrándiz, en su publicación «Armonías 
			alimenticias», señala para 100 gramos: en las carnes frescas 277 mg. 
			de óxido de magnesio o magnesia (MgO); en la leche sin azúcar, 13 
			mg:; en la nata, 4.5 mg; en la mantequilla, 1.0 mg.; en el queso 
			fresco, 132 mg.; en el queso fermentado, 141 mg.; en el huevo 
			completo, 6.1 mg.; y en la yema de huevo, 8.5 mg.
 
				La carne de pescado tiene un contenido mineral comprendido entre el 
			1 y el 2 por 100. En este porcentaje van incluidos, no sólo el 
			magnesio, sino también los otros elementos minerales, tales como el 
			calcio, fósforo, potasa, azufre, cloro y sodio; además de los 
			oligoelementos yodo, flúor, hierro, bromo, aluminio, cobre, 
			manganeso, cinc, arsénico, silicio y boro; con la particularidad de 
			que, en los animales marinos, dentro de cada especie, suele haber 
			mayor uniformidad que tratándose de los animales terrestres en los 
			porcentajes de los diversos elementos minerales.
   
				Esto se debe a que 
			el mar es el receptáculo en que van acumulándose todos los elementos 
			minerales conocidos, y, por tanto, los seres marinos, a diferencia 
			de los terrestres, tienen siempre a su disposición todos los 
			elementos necesarios para la constitución normal de los principios 
			inmediatos, sin el peligro de hallarse sometidos a carencia o 
			escasez de algunos de ellos, como les sucede a veces a los animales 
			terrestres. 
				Entre otros, el máximo interés de la parte mineral del pescado, de 
			los moluscos y mariscos, estriba en proporcionar a los seres humanos 
			magnesio, yodo, arsénico, manganeso, cinc, cobre y otros «elementos 
			trazas», en forma de combinación orgánica natural; todos ellos 
			reconocidos como esenciales a la vida, desde los trabajos de Armando Gautier y 
				Gabriel Bertrand; elementos que los alimentos de origen 
			terrestre no siempre proporcionan en cantidad suficiente.
 
 
				Diversos autores, entre ellos Lowern, MacCance, Winddewson y 
			Atwater, han determinado y hecho público el contenido de magnesio de 
			algunos pescados, moluscos y crustáceos.    
				Así, según Lowern, el 
			bacalao tiene 20 miligramos de magnesio por 100 gramos; la 
			pescadilla, 30; la merluza, 35; el róbalo, 25, y la platija, 25.
				   
				Según MacCane y Widdown, el rodaballo tiene 32 miligramos de 
			magnesio por 100 gramos; según Atwater, el esturión tiene 150 mg.; 
			la anguila, 48, y la robaliza, 86 mg. 
				Con respecto a los moluscos, Lowern señala 20 mg. de magnesio por 
			100 gramos en la almeja, 40 en la ostra, 50 en la coquina, 40 en la 
			venera, 160 en el bucino y 385 en el caracol. Por lo que hace a los 
			crustáceos, el mismo autor señala 50 miligramos de magnesio por 100 
			gramos en el cangrejo, 35 en la langosta, 40 en el camarón y 105 en 
			la quisquilla.
 
				Los animales domésticos son víctimas, en los actuales tiempos, lo 
			mismo que el hombre, de falta de magnesio en su organismo. Los 
			suelos, con el cultivo, intensivo tienen poco menos que agotadas sus 
			reservas de magnesio y la generalidad de los agricultores no las 
			incrementan con adiciones de compuestos magnésicos.
   
				Natural es que 
			los animales domésticos (ganado, aves de corral y conejos), que se 
			nutren casi exclusivamente de vegetales, estén también faltos de 
			magnesio y, en consecuencia, que experimenten los mismos o parecidos 
			efectos dañinos que esta misma falta ocasiona en el hombre.
   
				B) EL EQUILIBRIO MINERAL EN LOS ANIMALES
 La salud de los animales, al igual que en los seres humanos, no se 
			debe solamente a la constitución hereditaria; proviene también del 
			género de vida y de la alimentación, como lo ha demostrado Reid Hunt 
			hace tiempo.
   
				Así, se ha comprobado que cierta alimentación aumenta 
			la receptibilidad de los ratones a la fiebre tifoidea experimental. 
			Asimismo, la frecuencia de la pulmonía es también modificable por 
			el alimento, como lo demuestra la siguiente experiencia verificada 
			en el Instituto de Rockefeller. En el criadero de ratones de este 
			Instituto para fines experimentales, vivían ratones de raza pura 
			que, sometidos a un régimen habitual, eran atacados de pulmonía en 
			la proporción de un 52 por 100.    
				Un grupo considerable de estos 
			animales recibió una alimentación más variada. La mortalidad bajó 
			al 32 por 100, al 14 por 100 y hasta al cero por 100, después de 
			añadir a la alimentación ciertas substancias químicas. 
				Los fisiólogos sostienen que uno de los factores más importantes de 
			la resistencia natural de los animales a los agentes patógenos, es 
			el llamado equilibrio mineral; y, cuando hablamos de equilibrio 
			mineral, no nos referimos directamente a los animales, sino más bien 
			a los alimentos y medios por los cuales éstos logran conservar su 
			existencia, lánguida o pletórica de fuerzas.
   
				Si los alimentos y 
			medios de vida suministran a los animales la variada gama de 
			elementos naturales que necesitan, diremos que en tales alimentos y 
			medios, hay equilibrio mineral para aquel determinado animal, que 
			desarrollará con ellos su existencia perfectamente.    
				Sin embargo, 
			estos mismos alimentos y medios de vida fácilmente no suministrarán 
			a otro animal los elementos necesarios y convenientes para vivir, y 
			entonces habrá desequilibrio mayor o menor para ese otro animal, que 
			morirá o tendrá menos salud. 
				Como se ve, hay que comprobar cada caso determinado, tratándose de 
			animales domésticos, si hay suficiente y completa alimentación 
			mineral; si la hay, habrá el equilibrio, si no, el desequilibrio. El 
			hombre, conocedor de estos desequilibrios minerales, los empleará 
			según le convenga: en los vivientes dañosos a los animales 
			domésticos empleará el desequilibrio, para hacerlos desaparecer; en 
			cambio, para los que les son útiles, procurará un buen equilibrio 
			para favorecer sus intereses.
 
				Se han llevado a cabo varias experiencias relacionadas con el 
			magnesio en la materia e ideas que acabamos de exponer. Las que a 
			continuación vamos a narrar, muestran, bien a las claras, la 
			influencia que tiene el cambio en la alimentación y medio de vida.
 
				El Gammerux pulex, o pulga de agua, vive en las aguas corrientes de 
			los ríos; pero su adaptación a ellas es reciente, viviendo unas 
			especies semejantes a él en el agua del mar. Por esto, la pulga de 
			agua puede vivir en una mezcla de agua de mar y agua dulce, y 
			también en agua de mar artificial que contenga las principales sales 
			marinas: cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de magnesio, 
			sulfato de magnesio y cloruro cálcico, en las mismas proporciones 
			que se encuentran en el agua del mar.
 
				Si a esta agua de mar artificial se le quita el cloruro de magnesio, 
			el medio se hace para este animal tóxico. Seguimos suprimiendo el 
			sulfato de magnesio, el cloruro cálcico y el cloruro de potasio, 
			dejando sólo el cloruro de sodio. A cada nueva supresión aumenta la 
			toxicidad del medio, que adquiere su máximo con el cloruro de sodio 
			solo.
 
				Hechas nuevas experiencias y en orden inverso, 
				J. Loeb ha anunciado 
			algunas leyes concretas:
 
					
						
						
						Todas las soluciones de una sal única 
			son tóxicas. 
						
						Toda solución de una mezcla de sales de catión 
			monovalente y toda solución de una mezcla de sales de catión 
			bivalente es tóxica.
						
						Si a una de estas soluciones tóxicas, las 
			de sales de catión monovalente, por ejemplo, se añade una solución 
			de sales de catión bivalente, se atenúa su toxicidad, y baja a cero 
			para una proporción determinada. En este caso la solución está 
			equilibrada. Todo desequilibrio equivale a una toxicidad. 
				En las experiencias que acabamos de referir, la notoxicidad, es 
			decir, el equilibrio se realiza para el Gammarus cuando la 
			proporción entre cationes monovalentes y bivalentes, tiene el mismo 
			valor que en el agua del mar.    
				Con cualquier otro valor, el medio 
			está más o menos desequilibrado y, por lo mismo, es también más o 
			menos venenoso. 
				Los elementos minerales que entran formando un medio, no tienen 
			valor meramente aditivo o absoluto, sino relativo. Éste depende de 
			la proporción, mayor o menor, en que estén con relación a otros 
			elementos que se oponen o favorecen a su acción.
 
				Clarke también hizo sus experiencias.
   
				Con diversas sales regaba 
			rosales plantados en arena, que llevaban hembras partenogenéticas y 
			sin alas del pulgón Aphis rosae. Con sales de magnesio obtuvo 
			pulgones con alas. De nuevo hizo estas experiencias Shinji, 
			obteniendo semejantes resultados: regando con sales de magnesio, 
			antimonio y níquel, obtuvo pulgones con alas; con sales de calcio, 
			potasio y estroncio, sin alas. 
				Para obtener estos resultados fue suficiente una variación en la 
			composición mineral de la savia de que se alimentaban los pulgones. 
			La variación mineral del alimento, bastó para modificar la 
			disposición del organismo de estos insectos.
   
				De donde se deduce 
			cuán grande es el influjo de una distinta composición mineral de los 
			alimentos.
   
				C) EL EQUILIBRIO MINERAL VISTO POR UN GANADERO NORTEAMERICANO
 Mr. 
				Kuck es el propietario de las granjas Brookside, en New 
			Knoxville (Ohío).
   
				Esta es una vasta explotación de producción de 
			leche y de cría de ganado, de un rendimiento considerable. Más que 
			esto, M. Kuck es un granjero de espíritu investigador y deseoso de 
			saber, de imaginación siempre despierta. Es uno de esos hombres 
			que, a lo largo de la historia de las ciencias, han ejercido una 
			acción estimulante, renovando los temas de discusión y abriendo el 
			camino a nuevas investigaciones científicas. 
				En cuanto Mr. Kuck ve surgir problemas en su explotación lechera, 
			quiere saber de dónde vienen estos problemas y cuál es su solución. 
			Muy a menudo ha triunfado por sus propios medios y fuerzas. Con 
			interés y entusiasmo ha montado su laboratorio y hecho 
			experiencias, sacando gran provecho de las observaciones y 
			conocimientos antes adquiridos.
   
				En la historia de Mr. Kuck hay un 
			episodio íntimamente unido con el tema que vamos tratando del 
			equilibrio mineral.    
				Expondrémosle a continuación, según ampliamente 
			lo refiere el P. Manzanal. 
				En 1933 fueron adquiridas las granjas Brookside y se inauguró un 
			plan que comprendía la explotación de vacas de leche de pura raza 
			Guernesey, de puercos y de gallinas. Primeramente la explotación 
			comprendía dos granjas de 72 hectáreas, a las que más tarde se 
			unieron otras tres granjas de 97 hectáreas. La mayor parte de los 
			terrenos se comenzaba a cultivar por primera vez, desde hacía cien 
			años.
 
				Teniendo su debida formación agrícola y naturalmente interesado en 
			los estudios científicos, introdujo en el tratamiento del terreno y 
			en la cría del ganado los métodos y las ideas más modernas que 
			habían llegado a su conocimiento. Se llevaba escrupulosamente nota 
			de cuanto se emprendía y de sus resultados.
 
 
				A pesar de la aplicación de los 
			principios científicos más 
			recientes, concernientes a las aves, cerdos y vacas lecheras, los 
			resultados no fueron mejores que los ordinarios de los vecinos. Un 
			porcentaje elevado de mortalidad en los pollitos obligó en 1939 a 
			renunciar al plan de las aves. La mortalidad elevada también hizo 
			abandonar la cría de cerdos en 1940. 
				Después, las granjas Brookside se consagraron enteramente a la cría 
			de vacas lecheras, y en esta empresa se han probado sinsabores de 
			todas clases: mortalidad elevada de terneros, enfermedades mamarias 
			en las vacas lecheras, y, naturalmente, el problema siempre actual 
			de la esterilidad.
   
				Había en Brookside unas 100 vacas lecheras, 50 
			novillos, 70 terneras y 49 terneros. Cada año nacían unos 120 
			terneros, de los cuales algún año murieron 49, lo cual no sólo era 
			motivo de desaliento, sino una verdadera pérdida. 
				Este porcentaje elevado de mortalidad hizo concebir y llevar a cabo 
			el plan de un establo moderno para los terneros y sus madres. Este 
			establo, de grandes dimensiones (8 metros de alto, 50 de largo y 22 
			de ancho), tiene asegurada la luz por grandes ventanales y una 
			ventilación perfecta por el techo. Además, está debidamente 
			dispuesto para la esterilización y fumigación. En abril de 1945 se 
			había terminado la construcción. Las paredes de 16 apartados 
			individuales para los terneros habían recibido una capa gruesa de 
			revocado.
   
				En seis de ellos este revocado estaba recubierto de capa 
			más fina. Todos estos apartados fueron ocupados rápidamente. 
				Se tenía especial cuidado en alimentar debidamente al ganado. En 
			todo tiempo se daba grano a los animales, añadiendo el complemento 
			conveniente, de manera que se aseguraba una ración con el 16 por 
			100 de prótidos. El complemento utilizado era suministrado por una 
			empresa nacional fabricadora de alimentos. Estos contenían, según 
			garantía, todos los elementos necesarios para una gran producción 
			de leche. Añadiendo, además, 18 kilos por tonelada de una mezcla de 
			creta pura, huesos y sal.
 
				A pesar de los esfuerzos por tener una habitación y alimentos 
			excelentes para las vacas y terneros, las desgracias continuaron 
			siendo las mismas: los terneros seguían muriéndose con los mismos 
			síntomas. Nacían débiles, sus actos reflejos eran lentos, no tenían 
			apetito; la descomposición era general, con un 50 por 100 de una 
			especie de neumonía que hacía toser mucho a los terneros.
   
				Convulsiones fuertes eran el prestigio de la próxima muerte. Se 
			gastaron miles de dólares en buscar un tratamiento eficaz. Remedios 
			de tales clases: sulfamidas, vitaminas, sueros, vacunas, etc. Todo 
			fue inútil; no se consiguió ningún cambio en los resultados 
			generales. 
				Advertimos antes cómo seis de los apartados para los terneros habían 
			sido recubiertos de un fino revestimiento. No se tardó en notar que 
			los terneros deterioraban con sus bocas estas paredes. Al principio 
			no hicieron ningún caso de esto. Más bien pensaron no terminar los 
			restantes; pues sería un gasto inútil.
   
				Hasta que un día Mr. Kuck se 
			hizo esta pregunta:  
					
					¿Por qué a los terneros les gusta comer el 
			revestimiento más fino de la pared, mientras el más grueso permanece 
			intacto? 
				Había quedado en un saco parte del material utilizado para el 
			revestimiento fino.    
				En seguida pidió al fabricante que le mandase el 
			análisis de las substancias del material. Éste se componía de 
			carbonato de calcio y de carbonato de magnesio principalmente. Por 
			otra parte, la sociedad fabricadora de este material envió a las 
			granjas de Mr. Kuck un químico que, durante varios días, hizo 
			exámenes completos de la composición mineral de los campos. 
			Prescindiendo de otros elementos menos importantes, aparecía claro 
			que había buena proporción de nitrógeno y fósforo, muy excesiva de 
			potasio y muy baja de magnesio. 
				Teniendo presente que en la alimentación mineral no entraba el 
			magnesio, la conclusión fluía por sí sola: la falta de magnesio en 
			la alimentación del ganado, que no lo recibía de las plantas ni de 
			las semillas, al no tenerlo el suelo, ni tampoco la alimentación 
			mineral. El alimento estaba desequilibrado en su composición 
			mineral: ésta es la raíz del mal.
 
				Sin más tardar, Mr. Kuck hizo un pedido grande de dolomita 
			(compuesto de magnesio): 4 toneladas molidas y cribadas como 
			complemento mineral alimenticio y 40 toneladas para abonar los 
			campos y pastizales.
 
				En seguida cambió la mezcla alimenticia mineral. Sustituyó el 
			carbonato cálcico puro por la dolomita, añadiendo 18 kilos por 
			tonelada, de modo que, quedando prácticamente el mismo calcio, 
			aumentase notablemente el magnesio.
 
				Los terneros eran alimentados por las vacas que habían recibido el 
			buen alimento. Al cabo de dos semanas, se atenuó el olor fétido del 
			establo de los terneros y se notó un cambio notable en la 
			mortalidad. Los terneros parecían más despiertos.
   
				Se terminaron de 
			revocar los apartados de los terneros con el mismo revestimiento 
			que los anteriores. Los terneros no tocaron ahora este 
			revestimiento, pues no tenían necesidad del magnesio que les venía 
			por otra parte. 
				Desde entonces se comenzó a hacer una larga serie de experiencias, 
			algunas de las cuales mostraban con evidencia clarísima, la 
			importancia de un equilibrio conveniente entre ciertos alimentos y 
			de la acción de unos respecto de los otros.
 
				Con los nuevos elementos desaparecieron las mamitis de las vacas. 
			Trece vacas estaban en cuarentena por mamitis: al cabo de 20 días, 
			las trece estaban curadas sin ningún tratamiento especial. En un 
			examen de todo el ganado sólo aparecieron dos vacas con un pequeño 
			toque en sus mamas, mientras que antes un 50 por ciento estaban con 
			mamitis en un tiempo u otro de su lactación.
 
				Desapareció la infecundidad. Un año entero dieron leche veintitrés 
			vacas, sin que se pudiera asegurar su fecundación. Fueron 
			conducidas a pastizales abonados con dolomita, que con oportunas 
			lluvias dieron excelente vegetación. Este fue el alimento de las 
			vacas.
   
				Además, tenían acceso libre en su establo a cajones de dolomita. Al tiempo debido, veinte tuvieron su ternero pudiéndose 
			comprobar que su fecundación había sido inmediata al cambio de 
			alimentación distintamente mineralizada. 
				Los nuevos terneros eran fuertes, normales, sin síntomas de 
			descomposición. Sin embargo, las vacas que para prueba no tomaron la 
			nueva alimentación, dieron terneros débiles, que presentaban los 
			mismos síntomas y evolución que antes.
   
				La prueba era bien clara: el 
			equilibrio mineral hacía prodigios en los animales.   
				
 D) 
				EL MAGNESIO COMO MEDICAMENTO DE LOS ANIMALES
 El magnesio desempeña en los animales vertebrados un papel 
			bioquímico de importancia parecida a la señalada en el hombre como 
			cofermento en varias reacciones de óxidorreducción y de 
			fosforilación de glúcidos.
   
				McCollum, experimentando con ratas 
			encontró que una dieta deficiente en magnesio engendra la llamada 
			«tetania por carencia de magnesio», caracterizada por fuerte 
			vasodilatación tan intensa que los animales adquirían color rosado, 
			taquicardia, convulsiones tetánicas y muerte. En esta tetania, el 
			contenido de magnesio en la sangre desciende a un décimo del normal. 
			El ganado vacuno padece también una tetania llamada del «heno», 
			debida, igualmente, a deficiencia de magnesio en la alimentación. 
			Ambas tetanias se curan con sales de magnesio.
 
				El sulfato de magnesio, como todas las sales de magnesio, ejerce una 
			acción abiertamente sedante en el sistema nervioso en inyección 
			intravenosa, subcutánea o intrarraquídea, o en aplicación local 
			sobre un tronco nervioso. Por todo ello se ha empleado en solución 
			al 10 por 100 en el tratamiento del tétanos del caballo, hasta la 
			dosis de 30 gramos por día en inyecciones intravenosas. También se 
			administra en brevaje y mezclado con la leche caliente en el perro.
 
				El agricultor francés H. Vilain, quien ha conseguido notabilísimos 
			éxitos agrícolas con el empleo de sales de magnesio, refiere él 
			mismo, en una conferencia dada a los habitantes de Lachapelle 
			(Francia), donde radica su granja, cómo ha curado enfermedades de 
			animales domésticos gracias a la utilización de compuestos 
			magnesianos. 
					
					Para mí - dice - el secreto de la salud de los animales es el 
			equilibrio mineral de sus alimentos. Noté que el veterinario 
			recetaba a mi ganado enfermo sales de sodio: sulfato sódico, 
			bicarbonato sódico, cloruro sódico. Y me vino a la idea de hacer 
			pasar estas sales por las remolachas destinadas a la alimentación. 
					   
					Así, además del nitrato de magnesio y calcio y de fosfato de 
			magnesio, eché 400 kilogramos de carbonato sódico; 300, de cloruro 
			de sodio (sal marina sin purificar), y 20, de borato sódico. La 
			calidad de estos alimentos preparados con estos minerales curó 
			enfermedades graves sin ningún medicamento. 
				Se curó radicalmente un caballo de enteritis crónica muy grave; un 
			buey, de enteritis paratuberculosa; una yegua, de mal de cruz 
			declarado incurable; una yegua, anémica-tifoidea, dada por perdida. 
				   
				Un caballo sano estuvo junto a ella y comió de su mismo pesebre. 
			Así queda también demostrado que la enfermedad declarada contagiosa 
			no lo es, si se puede comunicar al animal una resistencia natural a 
			los microbios. 
				La anemia tifoidea no es para mí más que un envenenamiento potásico 
			que podría ser remediado por un poco de sosa y magnesia en los 
			abonos. Vosotros decís - dirigiéndose a sus oyentes de Lachapelle - que las plantas tiernas vienen bien a vuestros animales. Y la causa 
			de ello es que las plantas tiernas son más ricas en sodio y en 
			magnesio, minerales que influyen benéficamente en la salud.
 
				Hice una encuesta entre los poseedores de vacas lecheras y observé 
			que no tenían fiebre aftosa las de los que habían puesto en sus 
			abonos sodio, cloro y magnesio. Es que no se había olvidado de los 
			elementos necesarios para la producción de leche, que contiene una 
			proporción no despreciable de cloro, sodio y magnesio.
 
				Por el descuido de estos minerales y excesivo empleo del 
			superfosfato, se produce en el ganado vacuno un desarrollo rápido 
			del volumen del vientre por la acumulación de gases, enfermedad 
			conocida con el nombre de meteorismo. El superfosfato contiene un 
			50 por 100 de yeso y éste es malo para la calidad de los forrajes, 
			que, entre otras especialidades, producen el meteorismo. La acción 
			del yeso es contrarrestada por la sal natural no purificada, que, 
			siendo del mar, contiene magnesio. Así, en los terrenos salados no 
			se da el meteorismo.
 
				He creído como muchos o como todo el mundo, en el contagio. Hoy ya 
			no creo en él; y cuando al cabo de algún tiempo, recibo una aviso 
			urgente: «Venid en seguida, epidemia en el rebaño», mi disgusto es 
			nulo. Voy a verlo; cambio el régimen alimenticio y la epidemia se 
			para.
 
				Como se ve, por esta conferencia, para Vilain el equilibrio mineral 
			es la base de la buena salud de los animales. Todo el desequilibrio 
			mineral crea un estado de menor resistencia, que deja al organismo 
			casi sin defensas contra los microbios y parásitos; y, cuando la 
			epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente andar a 
			la caza del microbio o del parásito y luchar contra él; lucha 
			ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral 
			que ha abierto la puerta el mal y poner allí el remedio.
   
				Microbios 
			y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya 
			empleado ningún otra remedio. 
				Antes de terminan este punto, queremos subrayar el papel del 
			magnesio como oligoelemento, por la acción específica que manifiesta 
			sobre la materia viva. Como advierte el doctor F.A. Cid, nuestros 
			conocimientos bioquímicos no son suficientes para permitir una 
			explicación adecuada de sus acciones referidas a propiedades 
			fundamentales; por esto, los hechos que el citado autor refiere 
			deben ser considerados como observaciones cuyo mecanismo no ha sido 
			todavía esclarecido, a pesar de haberse aventurado algunas hipótesis 
			para explicarlo.
 
				Entre los varios oligoelementos que se han hecho acreedores a ser 
			estudiados de una manera especial, figura, según el doctor Cid, el 
			magnesio y el potasio, por cuanto existen un buen número de hechos 
			que permiten afirmar la singularidad de su comportamiento, sobre 
			todo cuando se trata de sales haloideas, como son las que se 
			contienen en el producto farmacéutico conocido con el nombre de 
			«Delbiase».
 
				La carencia de magnesio influye sobre la membrana superficial de la 
			célula o actúa alternando la reacción actual del interior de la 
			misma. Experimentando sobre el corazón de la rana, si se suprime 
			experimentalmente el magnesio del líquido de perfusión, se producen 
			de un modo inmediato los típicos efectos debidos a la falta de 
			aquél, debilitándose la intensidad de las contracciones.
 
				Más notable son todavía a este respecto los efectos que se producen 
			por la acción del magnesio sobre el músculo del intestino del 
			conejo.
   
				Al añadir este oligoelemento, se produce un aumento de tono, 
			y, tan pronto el músculo se lava con solución salina corriente, 
			tiene lugar un segundo aumento de todo.    
				Esto se explica diciendo que 
			su efecto farmacológico se manifiesta mientras pasa a través de la 
			membrana, siendo el primer aumento de tono, debido al paso del 
			magnesio hacia el interior de la célula, y el segundo aumento de 
			tono que se produce al lavar el músculo con solución fisiológica, 
			exenta de magnesio, a consecuencia del paso de la droga detenida 
			dentro de las células musculares del exterior. 
				La solución pura de cloruro potásico (que aumenta paralelamente a 
			la disminución de magnesio) ejerce invariablemente una acción 
			paralizante sobre los tejidos contráctiles o conductores. En el caso 
			del músculo cardíaco, por ejemplo, la contracción cesa tan pronto 
			como se sustituye el líquido de perfusión normal con soluciones de 
			cloruro potásico químicamente puro.
 
				Todas estas disquisiciones han permitido aclarar que el magnesio, al 
			igual que otros oligoelementos, desempeña el papel de catalizador de 
			las funciones vitales de los organismos animales.
   
				Cuatro son los 
			procesos, de importancia fundamental para la vida, que se ven 
			influenciados por el magnesio:  
					
						
						
						La síntesis y destrucción de los 
			elementos de los tejidos, particularmente de las proteínas
						
						Los 
			procesos energéticos cuales son las oxirreducciones
						
						La 
			desintoxicación de venenos de origen endógeno
						
						La transmisión de 
			los estimulantes nerviosos 
				Estos hechos, como advierte el doctor 
			F. A. Cid, abren perspectivas nuevas en lo que se refiere a la 
			alimentación, tratamiento de las enfermedades en los animales y en 
			lo que concierne al problema del cáncer, es decir, el problema del 
			trastorno de la formación y variaciones hasta ahora oscuras del 
			epitelio y tejido conjuntivo. 
				No deja de ofrecer interés el conocimiento de la acción del magnesio 
			sobre los narcóticos aplicados a los animales.
   
				El médico francés Delbet quiso aclarar un punto oscuro con respecto al magnesio: su 
			acción sobre los narcóticos en animales, para luego deducir la que 
			podrían ejercer sobre el hombre. Para ello se sirvió del cloroformo 
			que suministró a dos conejos: a uno de los cuales había inyectado 
			previamente cloruro magnésico y al otro no, y fue repitiendo la 
			operación de dar al mismo tiempo igual dosis de cloroformo a los 
			dos conejos hasta que uno de ellos murió, lo que sucedió a las 
			siete veces.    
				Otro tanto hizo con otras binas de conejos. El 
			resultado de tales experiencias fue que murió doble número de 
			conejos de los que no habían tomado la solución magnesiana, que de 
			los que la habían tomado. 
				Estas experiencias han permitido concluir que el aumento de magnesio 
			en el organismo hace a los conejos más resistentes a la toxicidad 
			del cloroformo. Se ha probado que una sola inyección antes de la 
			operación no tiene ningún efecto. Son necesarias varias dosis en 
			los días anteriores. Otras experiencias han mostrado que el cloruro 
			de magnesio no aumenta la hemorragia de la operación.
 
				Antes de dar por terminado este punto vamos a señalar algunos de los 
			efectos sorprendentes que el tratamiento con sales de magnesio 
			produce en las principales enfermedades de los distintos animales 
			domésticos.
 
				Por de pronto la solución más corrientemente usada para estos casos 
			es la de 33 gramos de cloruro magnésico cristalizado en un litro de 
			agua. Esta solución se puede preparar con la antelación que se 
			quiera, pues se conserva indefinidamente.
   
				A continuación proponemos 
			en forma esquemática la dosificación veterinaria, según los 
			distintos tipos de animales domésticos. 
					
						
						
						GATOS: La enfermedad principal que suele afectar a los gatitos es 
			la gastroenteritis infecciosa y tifus; ésta se cura con dos 
			cucharaditas de las de café, de la citada solución, cada tres horas.
						
						AVES DE CORRAL:  
							
							
							Tratándose del cólera, tifus, difteria y pesie 
			aviar, el tratamiento para diez animales será de un litro de 
			solución por día, mezclado con el alimento
							
							En el caso de la 
			pepita, habrá que extirpar la parte córnea de la lengua y dar dos o 
			tres cucharaditas de la solución, de las de café, por ave.
						
						CERDOS: Si se trata de bronconeumonía o neumoenteritis, en animales 
			de 50 kilogramos, la dosis será de medio litro cada seis u ocho 
			horas, durante cuatro días; en animales de 100 kilogramos, un litro 
			en las mismas condiciones.
						
						CABRAS Y CONEJOS: El tratamiento que habrá de dárseles será poco 
			más o menos como el indicado para los cerdos, o sea de 50 
			kilogramos de peso.
						
						CABALLO Y JUMENTO: 
						 
							
							
							Si se trata de la erupción pustulosa 
			denominada usagre y el animal tiene un peso del orden de los 500 
			kilogramos, el tratamiento es un litro cada seis u ocho horas, 
			durante cuatro días, según la gravedad del caso y las reacciones 
			del animal enfermo
							
							En el aborto se les dará un litro mañana y 
			tarde, durante cinco días. Con todo, en animales de peso bastante 
			superior a 500 kilos, la dosis habrá de ser de litro y medio.
						
						BOVINOS:  
							
							
							Tratándose de fiebre aftosa y de vacas adultas de 400 a 
			500 kilos de peso, la dosis ha de ser de un litro cada seis u ocho 
			horas, según la gravedad del caso, durante cuatro días; para 
			becerros de 200 kilos, las mismas dosis; para terneros de leche, 
			medio litro cada seis u ocho horas, durante dos días
							
							La 
			mamitis requiere el mismo tratamiento que para la fiebre aftosa
							
							La enteritis exige idéntico tratamiento al de la fiebre aftosa, 
			renovándolo una o dos veces
							
							En el aborto, bajo la 
						influencia de este tratamiento, la vaca expulsa las 
						envolturas fetales ella sola, sin cólico y, hecho 
						notable, sin olor, a los pocos días que siguen el 
						tratamiento, y la lactación será normal. El tratamiento 
						curativo consistirá en un litro de solución magnesiana mañana y 
			tarde, durante cinco días. El tratamiento preventivo consistirá, 
			durante la gestación, en un litro cada dos días, si la vaca presenta 
			señales de aborto, y en un litro por día durante cinco días. 
				Unas atinadas advertencias del doctor Neveu servirán de colofón a 
			cuanto acabamos de exponer acerca del empleo de las salas de 
			magnesio por la cura y prevención de enfermedades de los animales. 
					
						
						
						El doctor Neveu ha observado la inocuidad absoluta de las dosis 
			altas del cloruro de magnesio, siempre que ha creído deber 
			prescribirlo. Por eso no es de temer traspasar las dosis que 
			parezcan suficientes para curar algunas enfermedades.
						
						Para movilizar, tan rápidamente como se pueda las reacciones de 
			defensa del organismo, la regla es, en los casos graves, comenzar 
			con dosis próximas, por ejemplo, cada seis horas. En los casos 
			excepcionalmente graves, las dosis iniciales serán prescritas con 
			dos horas de intervalo.
						
						Cuando una mejoría clara del enfermo muestre que éste reacciona 
			eficazmente, se pueden aplazar las dosis, al principio cada ocho 
			horas, después cada doce prolongando el tratamiento algún día 
			después de la curación aparente o quizá real, para consolidar los 
			resultados obtenidos. Estos ofrecen el máximum de garantías con las 
			dosis que se han prescrito.
						
						Dado el modo de obrar de la solución de magnesio, que consiste 
			en activar las reservas del organismo con el fin de disponerlo y 
			vigorizarlo para la lucha contra los microbios que lo invaden, 
			fácilmente se entiende que su acción es extensiva a otras muchas 
			enfermedades no mencionadas aquí. Por consiguiente, también lo 
			recomendamos para ellas, con las debidas proporciones y prudencia. 
			
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 CAPITULO IV
 EL MAGNESIO EN LA AGRICULTURA
 
 El magnesio, en la vida de las plantas, desempeña un papel 
			importantísimo, que no siempre ha sido debidamente valorado.
 
			  
			Por de 
			pronto, en las cenizas de todos los vegetales, y especialmente en 
			las de sus semillas, el análisis encuentra magnesio. Este hecho dio 
			una pista a los agrónomos sobre el papel que en la vegetación debe 
			desempeñar dicho metal. Fue en los comienzos del siglo cuando se 
			observó su presencia y de ella se dedujo que debía ser 
			indispensable en la vida vegetal, si bien entonces no se llegó a 
			aclarar su función específica.  
			  
			Se le solía confundir con el calcio y 
			se creía que su acción ignorada podría realizarse en presencia de 
			otras sales metálicas. 
			Experimentos realizados en estos últimos años en diferentes ensayos, 
			han comprobado de una manera evidente la gran eficacia del magnesio, 
			así como también el calcio, como fertilizantes de extraordinaria 
			importancia.
 
			  
			Esta confirmación experimental de sus valiosas 
			propiedades alimenticias para las plantas ha contribuido bastante a 
			su empleo, que se ha ido generalizando a medida que se han divulgado 
			los ensayos e investigaciones de destacados agrónomos. De sus 
			trabajos se deduce que el magnesio y el calcio no sólo deben 
			considerarse como los elementos que facilitan la asimilación del 
			amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas, sino que, además, 
			representan valiosos elementos para la vegetación. 
			E. Canals, en su tesis para el doctorado en ciencias físicas, 
			presentado en la Facultad de Ciencias de París, resume sus 
			investigaciones acerca del papel fisiológico del magnesio en los 
			vegetales diciendo que este metal, generalmente extendido en todas 
			las plantas, les es tan indispensable como los elementos 
			fundamentales carbono, hidrógeno, oxígeno, etc.
 
			  
			Más aún, según este 
			autor, el magnesio está dotado, además, de aptitudes especiales 
			comparables a las de los infinitamente pequeños elementos químicos, 
			conocidos con el nombre de «oligoelementos», gracias a su acción 
			catalítica establecida antes que nadie por G. Bertrand. 
			En nuestra exposición daremos cuenta, algún tanto detallada, de 
			cuanto se acaba de apuntar acerca de la importancia del magnesio en 
			la agricultura.
 
 
				
				A) EL MAGNESIO EN LAS TIERRAS DE CULTIVOComo es natural, el origen del magnesio de las tierras de cultivo 
			debe buscarse en los minerales y rocas de donde aquéllas provienen.
   
				Los principales minerales magnesianos son: la magnesita, el talco, 
			la serpentina, ciertas micas, los piroxenos y los anfíboles. Todos 
			estos minerales son silicatos de diversos metales (aluminio, hierro, 
			calcio, sodio, potasio, etc.), entre los que figura el magnesio, los 
			cuales forman parte de las llamadas rocas ígneas o eruptivas. 
				   
				Entre 
			las rocas magnésicas de origen neptúnico cabe señalar el carbonato 
			magnésico o dolomita, que en algunos puntos del globo constituye 
			enormes montañas, como en los Alpes del Tirol. La formación de esta 
			roca se debe a la acción del anhídrido carbónico sobre el calcio y 
			el magnesio de los silicatos antes mencionados. 
				También hay magnesio en el agua del mar y de algunos lagos, en aguas 
			minerales y en yacimientos salinos. En estos casos, generalmente lo 
			está bajo la forma de sulfatos y cloruros, y constituyendo también 
			sales dobles o triples con las de otros metales, en particular de 
			potasio y sodio.
 
				El magnesio se encuentra en la tierra en proporción relativamente 
			baja, pues sólo se halla en la proporción de 2 al 2.5 por 100 de la 
			masa de la corteza terrestre; proporción ésta análoga a la asignada 
			al sodio y potasio y ligeramente mayor que la del calcio. Pero, a 
			pesar de esta relativamente pequeña cantidad del magnesio, debido a 
			su gran actividad mineralizante respecto al silicio y anhídrido 
			carbónico, su difusión es tan extraordinaria que con mayor o menor 
			abundancia se encuentra en la mayoría de los
			terrenos.
 
				Sin embargo, esto no quiere decir que todos los terrenos de cultivo 
			tengan suficiente magnesio para las necesidades biológicas de las 
			plantas:
 
					
						
						
						En primer lugar, por la escasa solubilidad de la dolomita, 
			cuyos componentes calcio y magnesio tienen tan fuerte unión que 
			difícilmente se rompe por agentes naturales. Todo esto hace que los 
			terrenos cultivados, a pesar de contener compuestos magnésicos en 
			relativa abundancia, no puedan ser éstos utilizados por los 
			vegetales en proporciones necesarias.  
						
						En segundo lugar, la insuficiencia de magnesio se da en tierras que 
			primitivamente contenían este elemento en cantidad suficiente para 
			que las plantas se pudieran desarrollar normalmente en ellas. 
			Recientes investigaciones agronómicas han comprobado una constante 
			reducción del magnesio en los terrenos arenosos y en aquellos otros 
			donde las lluvias suelen ser torrenciales, cuyas pérdidas se han 
			manifestado en los trastornos experimentados por las cosechas. 
				Otra causa de la reducción del magnesio en las tierras se debe a las 
			mismas plantas que lo toman y, si no se restituye, puede, tras una 
			o varias cosechas, agotarse en detrimento de la fertilidad. 
				Todavía el investigador F.B. Johnston señala como factores que 
			contribuyen a la deficiencia de los suelos en magnesio, además de 
			los ya señalados, la elevada acidez del terreno (pH = 4.5 a 5.2), la 
			aplicación intensiva de fertilizantes acídicos (super) y el escaso 
			contenido en materia orgánica.
 
				Con todo, es de notar que la carencia total de magnesio en los 
			suelos es desconocida; pero la deficiencia en magnesio asimilable - como atinadamente observa el doctor L. Blas 
			- es más frecuente de lo 
			que podría suponerse, después de examinar los análisis químicos de 
			su composición.
   
				Es que no basta que el suelo contenga suficiente 
			cantidad de magnesio para la vida de las plantas; sino que es 
			necesario que éste sea asimilable; pero dicha asimilación es un 
			fenómeno bastante complicado, en el que intervienen factores 
			físicos, físicoquímicos y biológicos. Basta un exceso de cationes 
			más fuertes, cuales son los de potasio, sodio, calcio, etc., para 
			determinar una enorme disminución en la absorción de magnesio. 
				Garman y Markle han ideado un método para determinar la riqueza de 
			los suelos en magnesio, el cual se basa en la extracción de una 
			muestra de tierra por solución de acetato sódico 0.25 normal de pH 
			= 5 y valoración del magnesio en el extracto. Este método tiene 
			indudablemente un valor positivo para altos niveles de magnesio.
   
				Así, por ejemplo, riquezas del orden de 80 a 100 kilogramos de 
			magnesio por hectárea indican la no deficiencia de magnesio y 
			experimentalmente se comprueba la exactitud de ello; pero, cuando 
			los niveles son bajos, no puede este método definir carencia. Por 
			esto, al método de Garman-Markle sólo se atribuye un carácter 
			aproximado y un cierto valor informativo. 
				Algunos autores han dado, como cifra de deficiencia de magnesio en 
			los suelos, el valor de 50 kilogramos por hectárea; pero la 
			experiencia demuestra que mucha plantas pueden vivir con normalidad 
			en suelos con menor cantidad de magnesio determinado por el método 
			de los autores antes citados. Como conclusión de lo que se acaba de 
			exponer se deduce que el magnesio extraíble por la solución de 
			acetato es ciertamente un índice de seguridad; pero el recíproco no 
			es exacto siempre.
 
				Hablando en general, puede sospecharse la deficiencia de magnesio 
			en el suelo en todas las regiones sometidas a intensos riesgos o de 
			gran pluviosidad; particularmente las tierras arenoso-arcillosas en 
			regiones húmedas son las que muestran más destacados los fenómenos 
			de esta carencia.
   
				Esta disminución en rendimientos puede agravarse 
			aún más por el inadecuado empleo de ciertos abonos, tales como el 
			cloruro potásico, nitrato cálcico o sulfato amónico, cuyos aniones solubilizan rápidamente las escasas reservas de magnesio existentes 
			en el suelo, hasta el punto de poder llegar a producir la carencia 
			casi total del mismo. 
				Los agricultores desean, para poder obrar en consecuencia, que se 
			les señalen cifras o valores medios del contenido en magnesio de los 
			suelos, desde el punto de vista de su importancia con las 
			necesidades de las plantas. Pero deben hacerse cargo de que es 
			difícil, o poco menos que imposible, como se deduce de lo 
			anteriormente expuesto.
   
				Una información, que no pasa de aproximada, 
			se puede obtener por el método ya indicado de extracción con 
			acetato, para lo que pudiéramos llamar magnesio fácilmente 
			asimilable; pero el dato «magnesio total» deducido del análisis 
			posee un valor que, sin previa experimentación biológica, carece de 
			interés desde el punto de vista de su utilización y empleo por la 
			planta.
   
				B) PAPEL DEL MAGNESIO EN LA BIOQUÍMICA VEGETAL
 El magnesio y el calcio son indispensables para la vida vegetal, si 
			bien su papel fisiológico es diferente, según lo pone de manifiesto 
			el distinto predominio de uno y otro en las varias partes de los 
			vegetales.
   
				En general, las semillas, bulbos y tubérculos contienen 
			el magnesio bajo las formas de carbonato y fosfato, y esto en 
			proporción generalmente mayor al calcio, salvo algunas excepciones. 
				   
				El magnesio y el calcio de los vegetales se determinan en las 
			cenizas bajo la forma de óxidos, llamados magnesia (MgO) y cal 
			(CaO), respectivamente, en miligramos por 100 gramos : 
				 
				Una de las partes de la planta donde más abunda el magnesio son las 
			hojas, por razón del pigmento verde, llamado clorofila, que impregna 
			la materia protoplasmática incolora de los cloroleucocitos. 
				   
				La 
			riqueza de la clorofila es del 27 por 100. Una gran deficiencia de 
			magnesio en el suelo provoca necesariamente el amarilleamiento de 
			las hojas, llamado clorosis, y - lo que es más importante - una 
			disminución de la fotosíntesis clorofílica. Según Rabino-with, 
			pueden presentarse deficiencias en el fenómeno 
			clorofilo-fotosintético, antes de que aparezca la clorosis en las 
			hojas, si la cantidad de magnesio asimilable en el suelo no es 
			suficiente para las necesidades de la planta. 
				Para comprender el proceso biológico que en las hojas tiene lugar, 
			es de saber que, en el protoplasma de la célula vegetal, existen los 
			leucocitos, que son unos corpúsculos destinados a elaborar 
			principios esenciales necesarios para la vida vegetal. A los 
			leucocitos coloreados se les designa con el nombre de cromoleucitos 
			que, con distintas materias colorantes, producen la rica gama 
			cromática de flores y frutos.
   
				Los leucocitos incoloros, llamados cloroleucitos, son a los que colorea de verde la clorofila, substancia de vital interés para las plantas, por cuanto mediante 
			esa substancia los vegetales asimilan el carbono del anhídrico 
			carbónico contenido en la atmósfera. 
				La clorofila «trabaja» cuando se halla expuesta a la luz solar, pero 
			su actividad desaparece al desecarse las plantas. Está mezclada con 
			otras dos materias colorantes: la xantofila amarilla y la carotina 
			roja.
   
				Comparando la clorofila con la hemoglobina, que es el pigmento 
			colorante de la sangre, se observa que el núcleo fundamental de 
			aquélla es idéntico al de ésta, con la diferencia de que, así como 
			en la hemoglobina el metal principal y típico es el hierro, en la 
			clorofila el metal característico es el magnesio que forma parte de 
			un «derivado órgano-magnésico». 
				Ahora bien, como hay dos tipos de clorofila (a y b), resulta que el 
			total de los pigmentos de las hojas verdes son cuatro: clorofila a, 
			clorofila b, carotina y xantofila.
   
				La clorofila a se obtiene 
			sometiendo el polvo de las hojas secas a la acción de la acetona al 
			80 por 100 y al fraccionamiento sistemático en frío con el alcohol 
			metílico y un éter de petróleo, del que se separa en forma de un 
			polvo azul oscuro. La clorofila b se encuentra en el alcohol 
			metílico del tratamiento anterior; es menos abundante que la 
			clorofila a y se presenta como un polvo verde oscuro. 
				El conjunto de los dos productos de la clorofila es soluble en 
			alcohol absoluto, en éter, bencina, cloroformo y sulfuro de 
			carbono, a los que tiñe de color verde. El rendimiento total del 
			tratamiento que se acaba de exponer es de 6 a 8 gramos por 
			kilogramo de hojas secas.
 
				Ahora bien, se ha comprobado que los compuestos órgano-magnésicos 
			tienen afinidad de absorción del anhídrido carbónico, y la función 
			clorofílica se ha esquematizado de la siguiente manera en dos 
			reacciones de equilibrio:
 
					
						
						
						El gas carbónico es atraído por la 
			clorofila a que, por la energía lumínica absorbida, se transforma 
			en clorofila b y da lugar a la formación de productos hidrocarbonados.
						
						
						La clorofila b, formada, desprende oxígeno y 
			pasa a clorofila a, repitiéndose el ciclo, en el que el magnesio 
			actúa de agente catalítico. La absorción del anhídrico carbónico 
			llega a su límite, cuando el magnesio se separa del núcleo 
			clorofílico, porque entonces termina la reacción. Sin embargo, se 
			produce una reacción intermedia, por la que se regenera de nuevo la 
			clorofila. 
				Pero el magnesio clorofílico no es el único indispensable para la 
			planta; en las mismas hojas, en los tallos, frutos, etc., existen 
			otras cantidades de magnesio no clorofílico, que son también 
			esenciales para el normal desarrollo del vegetal.    
				La relación 
			magnesio total (magnesio clorofílico en las hojas, por ejemplo) 
			puede alcanzar hasta el valor 26 y, según Garret y colaboradores, la 
			deficiencia magnésica sólo se evita cuando esta razón es superior a 
			6 ó 10 como mínimo: es decir, normalmente en la hoja verde de una 
			planta debe haber, por lo menos, diez veces más magnesio no 
			clorofílico que el incorporado a esta molécula. Esta es la cifra 
			dada por Carolus.    
				Pero en las plantas de tabaco se ha demostrado, 
			que sólo el 0.03 por 100 del contenido total de magnesio de la 
			planta (hojas y tallos) era el necesario para satisfacer las 
			necesidades de magnesio clorofílico. 
				Para Jacks y Schesbatoff, toda deficiencia de magnesio en los suelos 
			se traduce inmediatamente en deficiencia de clorofila y disminución, 
			por tanto, de la importante función fotosintética, disminución de 
			glóbulos, almidón, etc.
   
				Más aún, se ha llegado a la conclusión de 
			que el hierro, a pesar de no encontrarse en las cenizas de la 
			clorofila, es indispensable para la formación de este producto, 
			cuando en la economía vegetal no haya pirrol. De aquí que la 
			ausencia de este último compuesto obligue a añadir una sal de hierro 
			para activar la acción clorolítica combatir la clorosis. La 
			conclusión de que todo este proceso sacan los biólogos es que en 
			formación de la clorofila se requiere el magnesio y el pirrol, o, en 
			defecto, de éste, el hierro. 
				En la obra titulada «En los próximos 100 años», de C.C. Furnes, 
			profesor de ingeniería química de la Universidad de Yale (EE.UU.), 
			al tratar de la granja perfecta, señala el magnesio entre los 
			alimentos indispensables para las plantas (pág. 369).
   
				Anteriormente 
			(pág. 45) había dicho:  
					
					«Unos pocos metales, como el hierro, cobre y 
			magnesio, intervienen en los procesos y prestan su ayuda a la tarea 
			constructiva de las plantas.»   
				C) EL MAGNESIO AGENTE ASIMILADOR DEL FÓSFORO
 Desde hacía tiempo existía la presunción de que una de las funciones 
			adscritas al magnesio en la fertilización de los vegetales es la de 
			ser agente que favorece la asimilación del fósforo, por cuanto es 
			indispensable para el normal metabolismo fosforado en los procesos 
			de síntesis de fosfolípidos, nucleínas, etc. de los vegetales.
   
				De 
			ser esto así se puede esperar una correlación entre el fósforo y el 
			magnesio contenidos en las plantas.    
				Pero los investigadores E. Trong, Goates y K.C. Berger, en una revisión de la literatura 
			acerca del magnesio, no lograron ver demostrada de manera 
			concluyente la existencia de esta relación. Esto les lleva a 
			realizar una serie de experiencias, que vamos a exponer en este 
			lugar. 
				Por de pronto, los citados autores se dieron cuenta de que, para 
			hacerse un exacto criterio sobre el particular, no es suficiente el 
			análisis químico de los tejidos de las plantas, sino que es 
			necesario el análisis de la semilla. Para comprobar estos extremos, 
			verificaron experimentos en un terreno que contenía el porcentaje 
			requerido en magnesio, o sea 30 kilogramos por hectárea, y 
			cultivaron en él melocotones y maíz.
   
				El abonado consistió en los 
			fertilizantes clásicos de nitrógeno, fosfatos, potasa. Pues bien, 
			los resultados de los análisis llevados a cabo en las semillas, 
			mostraron un aumento de 10 a 18 por 100 en el contenido del magnesio 
			cuando se utiliza como abono fosfatado. Esta constatación confirma 
			la suposición de que el magnesio es el agente asimilador del 
			fósforo. 
				Pero, a pesar de esta comprobación experimental, la teoría del 
			proceso permanece aún inexplicada.
   
				Esto sí, dicha comprobación 
			experimental ha sido siempre confirmada brillantemente, y de ella se 
			muestra que, al aumentar la cantidad de magnesio asimilable del 
			suelo, se produce simultáneamente un aumento de fósforo asimilado 
			por la planta, como lo han experimentado Bartolomew y otros 
			investigadores. 
				K.C. Berger, por ejemplo, ha cultivado guisantes en suelos 
			abonados con distintas proporciones de fosfatos y magnesio, y ha 
			comprobado de un modo irrefutable que, al incrementar el suministra 
			de magnesio, la respuesta del cultivo ha sido siempre un 
			enriquecimiento de fósforo en la semilla, superior al obtenido por 
			sólo incrementar el abono fosfatado.
   
				Estas definitivas experiencias, 
			realizadas con toda clase de cuidados y controles, han llevado al 
			autor a la conclusión, quizá no absoluta, de que la mayoría de los 
			fallos, que a veces se observan después del abonado con fosfatos, 
			pueda obedecer a faltas de magnesio asimilable en los suelos. 
				El doctor L. Blas sospecha que, con este fenómeno, tenga relación 
			otro hecho observado, cual es la mayor riqueza en magnesio no 
			clorofílico en los tejidos jóvenes, raíces y frutos; es decir, en 
			aquellos lugares donde el dinamismo bioquímico es más intenso.
 
				De no menos importancia práctica son los trabajos realizados sobre 
			semillas de judías en la Universidad de Wisconsin (EE.UU.).
   
				Diversos investigadores han cultivado dicha planta, en un suelo en 
			el que la relación magnesio-fósforo era variable, y también 
			comprobaron que, a mayor cantidad de magnesio asimilable en el 
			suelo, correspondía un incremento en fósforo absorbido por la 
			semilla. De estas experiencias se dedujo que la disminución del 
			valor nutritivo del fósforo en muchas cosechas, obedece 
			simplemente a no haber incorporado al abono fosfatado magnesio 
			asimilable por la planta.    
				Es decir: con esto ha quedado demostrado 
			prácticamente que el elemento magnesio es un transportador o movilizador del fósforo y, por tanto, imprescindible para el éxito 
			de los abonos fosforados. 
				Al conocer los rusos los trabajos que se acaban de relatar, se 
			pusieron a emplear en aquel país mezclas de superfosfatos con 
			silicatos de magnesio y los resultados han sido verdaderamente 
			satisfactorios. Las primeras experiencias hechas en Rusia 
			consistieron en adicionar al superfosfato ordinario un 8 a 9.5 por 
			100 del mineral «dunita», rico en olivino; luego, también lo 
			aplicaron al superfosfato triple.
   
				Esta adición, además de 
			incorporar sales de magnesio al abono, neutraliza el exceso de 
			acidez del superfosfato, absorbe la humedad y proporciona un abono 
			que, según estadísticas rusas, es superior al superfosfato aislado, 
			no obstante, la disminución efectiva de fósforo que supone su mezcla 
			con un 10 por 100 del mineral no fosforado. 
				Pruebas semejantes a las rusas se llevaron a cabo en Norteamérica y 
			Nueva Zelanda. En este último país el mineral magnesiano era 
			serpentina, la cual, finamente pulverizada, se mezclaba con el 
			superfosfato ordinario en la proporción del 10 por 100. La mezcla 
			tardaba de dos semanas a cuatro días, según la humedad, en fraguar y 
			quedar seca y homogénea.
   
				El producto así obtenido no ataca a los 
			sacos de yute, no se pega a las manos y se derrama con facilidad en 
			las máquinas distribuidoras de abonos, únicamente el análisis 
			químico revela una ligera disminución de la cifra del fósforo 
			soluble al agua, pero no al citrato. Los resultados experimentales 
			han demostrado que el abono llamado «serpentina-super» tiene igual 
			valor como abono fosfatado que el superfosfato ordinario, y a veces 
			algo superior.    
				En 1942 se emplearon en Nueva Zelanda 31.000 
			toneladas de «serpentina-super», y en 1943, más de 62.000 
			toneladas. 
				Este descubrimiento, reputado como de trascendental importancia en 
			la química de los abonos, explica hechos que hasta ahora eran 
			incomprensibles. Por ejemplo, en Alemania se había observado que 
			escorias básicas del desfosforado del acero daban mejores 
			resultados, como abono fosforado, que el superfosfato ordinario a 
			igualdad de riqueza en fósforo.
   
				Análisis cuidadosos han demostrado 
			que las citadas escorias contenían un 6 por 100, aproximadamente, 
			de óxido de magnesio. 
				Nuevas experiencias verificadas por la Universidad de Wisconsin, 
			posteriormente a las antes citadas, en hidrocultivos y tierras, han 
			comprobado una vez más, la enorme importancia de la adición de las 
			sales de magnesio, ya que la respuesta ha sido siempre un 
			incremento en el fósforo de la cosecha.
 
   
				D) EL MAGNESIO EN LAS SEMILLAS Y FRUTOS
 El magnesio que absorben las plantas por las raíces se redistribuye 
			de los tejidos viejos a las partes jóvenes, concentrándose 
			preferentemente en las semillas y en las hojas.
   
				De aquí que la 
			cantidad que de dicho elemento contiene cada uno de los órganos de 
			la planta, difiera mucho de uno a otro. Así, por ejemplo, en el maíz 
			el 34 por 100 se encuentra en el grano, el 32 por ciento en las 
			hojas, el 21 por ciento en el tallo y el resto en las raíces. 
				   
				Willsttater halló que el trigo contiene en sus cenizas más magnesio 
			que calcio, y Czapek amplió esta conclusión a casi todas las 
			semillas, lo cual hizo pensar a los fisiólogos en la posible 
			importancia del elemento magnesio como elemento modificador de la 
			cuantía de las cosechas. 
				Este hecho, de que el magnesio se acumule en las semillas y frutos 
			de las plantas, es considerado como el corolario de su papel antes 
			expuesto de elemento conductor del fósforo. Loew encuentra, como un 
			hecho general, que las semillas aceitosas contienen de ordinario 
			menos magnesio que las ricas en glúcidos, almidón, etc.; en una 
			palabra, en hidratos de carbono, e incluso señala el valor de 2.5 
			como relación normal.
 
				Durante la maduración de los frutos y semillas, se observa siempre 
			un incremento en la riqueza de magnesio y fósforo; más aún, parece 
			demostrado que este incremento se debe a una translocalización del 
			magnesio contenido en las hojas hacia el fruto. La clorosis de 
			muchas hojas y su caída, coincidente con la maduración de la semilla 
			y del fruto, obedece, según Reed y Haar, a este fenómeno.
   
				Para 
			otros autores, que consideran este hecho desde un punto de vista 
			demasiado simplista es evidente que el fruto o semilla, que 
			necesariamente precisa magnesio para su maduración, lo toma de las 
			reservas de dicho elemento existente en las hojas próximas. 
				Este proceso parece fuera de duda al iniciarse la fructificación, 
			según comprobaciones de Fudge. Este autor ha analizado hojas verdes 
			próximas a los frutos y hojas algo alejadas de los mismos, y ha 
			demostrado para las primeras valoraciones del 0.013 por 100 y en 
			las segundas hasta el 0.20 por 100 de magnesio. De aquí es dado 
			concluir que, haya o no clorosis y caída de hojas, las reservas de 
			magnesio de las hojas son las abastecedoras de dicho elemento para 
			el fruto.
 
 
				Algunos fisiólogos, basados en estos hechos, han querido ver, 
			precisamente en esta modalidad del magnesio, la explicación del 
			fenómeno de las cosechas alternativas de ciertas plantas y árboles: 
			por ejemplo, el caso del olivo. Como es sabido, la floración de 
			nuestros frutales y del olivo mismo se realiza preferentemente en 
			las ramas jóvenes del año anterior, y el magnesio se ha demostrado 
			que puede fácilmente transferirse de una rama joven sin fruto a 
			otro adyacente con él, pero no de una rama vieja sin fruto a otra 
			que lo tenga.    
				Por ello es frecuente ver en los árboles ramas con 
			frutos y hojas amarillas junto a vigorosas ramas con hojas 
			intensamente verdes, pero sin fruto. 
				En el caso particular del olivo se sugiere que las necesidades en 
			magnesio sean posibles responsables de la cosecha alternativa, Su 
			carencia, como se ha demostrado, produce la no fructificación.
   
				El 
			doctor L. Blas aduce, como ejemplo de esto, los olivos de algunas 
			regiones, que de jóvenes dieron abundante cosecha; pero que, al 
			transcurrir los años, la frecuencia alternativa de su 
			fructificación fue ampliándose de período, hasta que el labrador, 
			cansado de ver la inutilidad de sus esfuerzos, optó por la radical 
			medida de su talado.    
				En algunas tierras donde esto sucede, el 
			análisis demuestra carencia de magnesio asimilable. 
					
					«Si esta hipótesis se confirma - son palabras del referido autor; 
			si, en efecto, las cosechas alternativas del olivo en muchas 
			regiones españolas obedecen a la escasez de magnesio o a la falta 
			de movilidad del mismo en el suelo, y se consigue, por métodos 
			químicos de abonado, la disminución del período de no 
			fructificación, el resultado práctico de esta mejora representaría 
			para los olivares de España un incremento fantástico en su 
			importancia económica.    
					Pero - añade - no nos dejemos sugestionar por 
			ideas o teorías más o menos atrayentes; el análisis, la 
			experimentación sistemática y los estudios técnicos cuidadosos son 
			los únicos procedimientos de estudio, y sobre sus resultados es 
			solamente sobre los que se pueden formular hipótesis e ideas.» 
				Pero lo que sí ya está probado experimentalmente en muchos árboles 
			frutales es la importancia del magnesio como elemento modificador de 
			la calidad del fruto.    
				Harley, trabajando en perales, ha llegado a la 
			conclusión de que el mal desarrollo y calidad de ciertas especies 
			era sólo debido a las deficiencias de magnesio, acompañadas de 
			exceso de potasio en el suelo.    
				Damond Bounton, de la Cornell 
			University, publicó hace algunos años un extenso trabajo acerca de 
			la importancia del magnesio en los manzanos.    
				Las primeras noticias 
			acerca de esta deficiencia aparecieron el año 1939, siendo Hill y Wallace los primeros que estudiaron y diagnosticaron la presunta 
			enfermedad como carencia de magnesio, basándose en la semejanza de 
			síntomas con otros árboles cultivados en huertos arenosos y de bajo 
			contenido en magnesio. 
				Los investigadores de Nueva Zelanda corregían dicha deficiencia con 
			inyecciones de sulfato magnésico en el propio árbol. Pero, cuando 
			intentaban combatir la carencia por la adición de sales magnésicas 
			del suelo, los resultados eran totalmente negativos. Iguales hechos 
			ocurrieron en los Estados Unidos, y esta ineptitud del suelo para 
			suministrar magnesio asimilable está siendo en la actualidad 
			estudiada, ya que el sistema de corrección por inyecciones no es 
			práctico ni económico.
 
				Los síntomas visibles de la deficiencia magnesiana en los manzanos 
			son: palidez de las hojas entre las nervaduras de las hojas viejas y 
			de algunos brotes, y amarilleamiento subsiguiente, manchas morenas 
			de necrosis entre las venas que asemejan islas; las hojas se arrugan 
			y caen prematuramente, y los frutos de las ramas donde la 
			deficiencia aparece son pequeños, de pobre calidad y con frecuencia 
			caen prematuramente.
 
				Químicamente por su análisis, se puede diagnosticar y prevenir la 
			enfermedad de carencia, pues para ello basta analizar las hojas. Si 
			su riqueza en óxido de magnesio, es superior al 0.40 por 100 con 
			respecto a la sustancia seca, el árbol raramente muestra fenómeno 
			alguno de carencia y el fruto es normal.
   
				Riquezas comprendidas entre 
			0.25 y 0.40 por 100 de óxido de magnesio eran indicios de posible 
			aparición de la enfermedad, y, cuando el contenido en óxido de 
			magnesio era inferior a 0.25 por 100, entonces, sin excepción el 
			árbol acusaba claramente los síntomas de deficiencia anteriormente 
			indicados. 
				Ante hechos tan evidentes, se procedió al análisis sistemático de 
			los suelos donde el proceso de carencia apareció. Wallace, por 
			ejemplo, encontró la enfermedad en suelos ricos y pobres de calcio, 
			con lo cual eliminó este factor. Otros investigadores achacaron la 
			enfermedad a los suelos de baja acidez.
   
				Finalmente, se llegó a la 
			conclusión más probable de que lo que influye definitivamente en la 
			asimilación del magnesio por los manzanos es la relación 
			potasio-magnesio. Se comprobó, además, que siempre que hay 
			deficiencia de magnesio en dichos árboles se advierte, por el 
			análisis de sus hojas, enriquecimiento simultáneo en potasio y que, 
			fertilizando con exceso de sales potásicas, se producen 
			deficiencias de magnesio. 
				A.F. Camp, en un notable trabajo acerca de la importancia del 
			magnesio en el cultivo de los limoneros, hace resaltar el decisivo 
			papel que tiene este elemento en las cosechas de dicho fruto.
   
				Según 
			él, la causa de cosechas deficientes en algunas regiones de Florida, 
			Brasil, Argentina, etc., es sólo debida a deficiencias de magnesio 
			en el suelo donde se cultivan. El follaje del limonero tiene 
			normalmente dos tercios más de fósforo que magnesio, mientras que el 
			fruto es tres cuartas partes más rico en magnesio que en fósforo. 
				   
				Por esto dice el citado autor que resulta incomprensible el dar 
			tanta importancia al abono fosfatado solamente, cuando del magnesio 
			depende el éxito de la cosecha.    
				Los síntomas de deficiencia 
			magnesiana del limonero son: amarillo de las hojas, frutos de menor 
			tamaño y baja calidad, facilidad de invasión de las ramas por 
			hongos.
   
				E) EL MAGNESIO EN LA PRODUCCIÓN DE CARBOHIDRATOS Y VITAMINAS
 Una vez demostrado que toda deficiencia de magnesio se traduce por 
			inmediata disminución del proceso fotosintético determinado por la 
			clorofila, se comprende que la falta de magnesio asimilable ha de 
			producir menores rendimientos.
 
				Raume fue el primero que relacionó el transporte del almidón de las 
			hojas al tallo y, como para este proceso se necesita el fósforo como 
			coenzima, de aquí que el magnesio transportador del fósforo, según 
			antes se ha explicado largamente, sea teóricamente un elemento 
			indispensable para este fenómeno.
 
				Esto se ha comprobado prácticamente en cultivos de patata, por 
			ejemplo, ya que en esta planta la acumulación del almidón en los 
			tubérculos se realiza de una forma bien ostensible. Para esta 
			comprobación Chuck realizó múltiples cultivos en diversas 
			condiciones de abonado y observó que, en las plantas deficientes en 
			magnesio, con hojas ya cloróticas, una adición de sales solubles de 
			magnesio, y hasta de dolomita, provocaba a los pocos días (cinco o 
			seis), una respuesta favorable.
   
				Las hojas cloróticas no recuperaban 
			ciertamente su color verde, pero el proceso de amarilleamiento 
			cesaba de producirse y todos los nuevos brotes presentaban un 
			aspecto normal. Además, en las plantaciones testigo no tratadas, la 
			muerte de la planta ocurría siempre. El mismo investigador llegó a 
			la conclusión de que el abono magnesiano producía, en todas las 
			experiencias, un notable incremento en los rendimientos de las 
			cosechas de patatas. 
				No menos importante, sobre todo para la agricultura española, es la 
			intervención del magnesio en la producción de lípidos o aceites: 
			mejorar y aumentar la producción y rendimiento del aceite de oliva, 
			por ejemplo, supondría una adquisición de extraordinario interés 
			para la economía nacional.
 
				Se da como comprobado que el magnesio estimula algunos procesos 
			reductores. De aquí que se hayan realizado múltiples experiencias 
			para averiguar si las respuestas del cultivo de plantas oleaginosas 
			a adiciones de magnesio se traducían o no en aumentos de lípidos en 
			las semillas. Poca es la información experimental obtenida hasta 
			ahora al respecto, y ésta referida únicamente a un reducido número 
			de plantas oleaginosas.
   
				Con todo, en el caso particular del girasol, 
			por ejemplo, se ha demostrado experimentalmente y de un modo 
			indudable que la cantidad de aceite en los cultivos abonados con 
			sales de magnesio era superior a la cosecha testigo. 
				En estos últimos tiempos se han comenzado a realizar ensayos en 
			olivares españoles acerca de la influencia del abonado magnesiano en 
			la calidad y cantidad del aceite obtenido. Pero aún es pronto para 
			decir nada concreto, ya que las citadas experiencias precisan 
			varios años para su comprobación.
 
 
				Con respecto a la influencia del magnesio en la producción de 
			vitaminas, debemos manifestar que los resultados experimentales 
			hasta ahora obtenidos son incompletos, a pesar de hacer bastante 
			tiempo que han sido iniciados. Es que los trabajos de este género - como no puede ser menos 
			- se realizan en series y son largos y 
			laboriosos; además, se trata, no de una o pocas vitaminas, sino de 
			múltiples de ellas. 
				Por de pronto, está ya comprobado que, por ejemplo, la adición de 
			magnesio al suelo aumenta la riqueza en ácido ascórbico en las 
			naranjas, cereales, espinacas, repollos, etc., en cambio, apenas 
			tiene influencia su riqueza en la patata, tomate y remolacha.
 
				Sobre otras vitaminas, los resultados no son aún definitivos; pero, 
			desde el punto de vista bromatológico e industrial, estos ensayos 
			revisten la mayor importancia en ganadería, y su mejora o 
			corrección significaría un gran progreso en la economía ganadera.
 
   
				F) CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE MAGNESIO EN LOS VEGETALES
 Para apreciar las consecuencias perniciosas que la falta de magnesio 
			produce en los vegetales hay que saber los efectos beneficiosos a 
			que su presencia da lugar.
   
				Ante todo, se ha comprobado la virtud que 
			reúne de dotar a los vegetales de una extraordinaria resistencia a 
			las invasiones criptogámicas, y esto en mayor escala que el calcio, 
			sin duda alguna a causa de la más pronunciada basicidad del 
			magnesio. 
				En segundo lugar, este elemento facilita la asimilación del 
			amoníaco y del ácido fosfórico a las plantas. Asimismo, como el 
			magnesio transforma los silicatos de calcio, al ponerlos en 
			libertad, permite que las plantas aprovechen importantes cantidades 
			de potasio que, de otro modo, quedarían inutilizadas. Pero, para que 
			el magnesio surta todos estos efectos en grado máximo, debe ir 
			asociado al calcio, pues la incorporación combinada de ambos 
			elementos favorece las reacciones químicas, sin las cuales la 
			asimilación de los abonos minerales deja de producirse.
 
				El magnesio se encuentra en las plantas bajo tres formas diferentes: 
			constituyendo parte de la molécula de clorofila, según vimos 
			anteriormente; combinado o absorbido en el protoplasma celular, y 
			en forma iónica en la savia y jugos vegetales.
   
				En líneas generales, 
			las plantas más ricas en magnesio son las leguminosas, ya que su 
			contenido medio es del 0.3 por 100. Pero existen otras plantas en 
			que el contenido de magnesio es hasta cien veces menor. 
				Es de notar que, en estos análisis del total del magnesio contenido 
			en la planta, los resultados de distintos investigadores son muy 
			diversos, puesto que el proceso de absorción y emigración del 
			magnesio es muy variable y depende, además, de la vejez de la 
			planta. Hawkin, en su experiencia con tomates, ha demostrado que 
			esta planta absorbe del suelo el 3 por 100 de su riqueza total de 
			magnesio durante el primer mes, el 20 por 100 durante el segundo y 
			el 77 por 100 en el último mes.
   
				Las hojas marchitas, antes de caer, 
			transfieren su contenido de magnesio, hacia las semillas u otras 
			partes de la planta. Así se explica que, según sea la edad de la 
			planta, la cantidad de hojas caídas, etc., los resultados analíticos 
			referidos a la totalidad del peso de la planta puedan ser variables. 
				También es menester distinguir entre necesidades de magnesio para 
			la germinación y fase primera de la vida de la planta y necesidades 
			para la fructificación y desarrollo. En un interesante trabajo de 
			Walters, sobre las necesidades de magnesio para el desarrollo 
			normal de las semillas, se llega a la conclusión de que las plantas 
			inferiores (líquenes, musgos, etc.) son más sensibles a la carencia 
			magnesiana que no las plantas superiores.
   
				Esto viene confirmado por 
			los análisis de magnesio de los gérmenes o semillas de ambas, y, 
			como advierte el investigador citado, la deficiencia de magnesio se 
			deja sentir en las cosechas de cereales cuando el medio germinativo 
			adolece de escasez de magnesio. 
				La pobreza de magnesio determina en las plantas una decoloración 
			anormal, consistente en un tinte verde claro y hasta casi blanco, 
			que toman algunas zonas cloróticas y que terminan por invadir toda 
			superficie foliar. Como es natural, no todas las plantas sufren 
			con igual intensidad los efectos de la deficiencia del magnesio.
   
				Entre las más perjudicadas figuran el maíz, el tabaco y la espinaca. 
			Las gramíneas y las patatas presentan mayor resistencia, si bien 
			esto no quiere decir que se encuentren del todo libres de estos 
			perniciosos efectos, y así algunos investigadores agronómicos han 
			comprobado que la falta de magnesio en los terrenos de cultivo de 
			patatas ha dado por resultado numerosos casos de clorosis. 
				En la mayoría de los casos, el agricultor puede conocer por sí mismo 
			la falta de magnesio en los suelos que explota. Sin embargo, el 
			publicista agronómico don Luis Catalina advierte que el tal no debe 
			fiarse de una manera absoluta en sus propias apreciaciones, por lo 
			cual aconseja que se acuda a los laboratorios para cerciorarse, 
			mediante serios análisis, del porcentaje verdadero de magnesio 
			existente en las tierras de cultivo.
 
				La dificultad en atribuir precisamente a la deficiencia de magnesio 
			determinadas anomalías observadas en los cultivos se debe a que, en 
			algunos casos, no es posible diagnosticar si los trastornos se 
			deben a la falta de unos o al exceso de otros, como bien dice Mc. 
			Murtey.
 
				Asimismo importa recordar que muchos elementos son tóxicos cuando 
			falta otro de los necesarios; pero, en presencia de algunos que 
			contrarrestan los efectos nocivos, desaparecen los síntomas, como 
			sucede con el magnesio y el calcio, pues el primero elimina las 
			influencias tóxicas del segundo. Además, se da la particularidad, 
			tratándose del magnesio, de que no sólo es el defecto del mismo lo 
			que produce efectos perniciosos en las plantas, sino también su 
			exceso, que llega a ser tóxico.
 
				Pero todavía hay más; y es la comprobación de síntomas de 
			deficiencia de magnesio en los cultivos de determinados terrenos, a 
			pesar de que el análisis químico revela cantidades de dicho 
			elemento más que suficientes para satisfacer las necesidades del 
			vegetal, lo cual puede deberse a condiciones desfavorables para que 
			pueda ser aprovechado por las plantas, como sucedería si la tierra 
			contuviese el magnesio en combinaciones químicas que no permitiesen 
			a las plantas el asimilarlo.
   
				Los síntomas visuales de la falta de 
			magnesio pueden aparecer en las raíces, tallos, hojas, flores, 
			frutos y semillas.
 
				El ingeniero agrónomo colombiano Mesa-Bernal dice haber comprobado 
			que la deficiencia del magnesio no afecta sensiblemente al 
			crecimiento de la raíz, como lo hace la pobreza de calcio; sin 
			embargo, otros investigadores opinan más bien lo contrario, cuando 
			afirman que el crecimiento queda interrumpido y que aparecen nuevas 
			ramificaciones. 
				En las tomateras de tierras pobres de magnesio, el crecimiento de la 
			raíz principal es normal, si bien con pocas ramificaciones; en 
			cambio, la corteza muere rápidamente y adquiere color de café. En 
			todas las especies los tallos son relativamente flexibles y débiles, 
			pobres en materia leñosa, y los nuevos brotes mueren muy pronto.
 
				En algunas plantas de jardín la falta de magnesio perjudica 
			sensiblemente la belleza natural de las flores, que les hace perder 
			sus vivos colores, a la vez que son más pequeñas. La deficiencia de 
			magnesio resulta asimismo nociva para los árboles frutales, cuyos 
			botones florales ofrecen reducido volumen y, si en algunos llegan a 
			formarse los frutos, la mayoría de ellos se desprenden antes de 
			llegar a su madurez, como le sucede al manzano.
 
				La carencia o pobreza de magnesio se revela principalmente en las 
			hojas. Ya hemos dicho algo de ello, pero ahora lo vamos a hacer con 
			más detalle, por tratarse del defecto más general y más fácilmente 
			reconocible. La tonalidad amarilla de las hojas comienza a 
			manifestarse por manchas verdes claras, que van extendiéndose hasta 
			cubrir toda la superficie foliar.
   
				Estas anomalías se inician en las 
			hojas más viejas, al paso que el tejido intranervioso se vuelve 
			amarillo o blanquecino, bronceado, rojo púrpura, hasta que, 
			finalmente, sobreviene la necrosis o muerte de los tejidos. La 
			clorosis se presenta en el ápice de las hojas y avanza con mayor o 
			menor rapidez, según los casos, hasta la base de las mismas, 
			mientras que a veces se curvan.    
				Otro pernicioso efecto es que las 
			hojas se tornan quebradizas, diferenciándose de las cloróticas más 
			resistentes.
   
				G) RESTITUCIÓN DEL MAGNESIO EN LAS TIERRAS
 Pocos son los agricultores que se preocupan del magnesio de sus 
			tierras de labor, lo que contrasta con la práctica adoptada por la 
			generalidad de los mismos de abonarlas con compuestos nitrogenados, 
			potásicos, fosforados y cálcicos.
   
				Es que no ha entrado todavía en 
			la generalidad de los agricultores la conciencia de la necesidad de 
			los abonos magnésicos. El mal no es de ahora, viene de hace muchos 
			años, pues se debe en gran parte a las manifestaciones del agrónomo 
			francés Jorge Ville.    
				Este investigador realizó, a mediados del 
			siglo XIX, amplios ensayos culturales, prescindiendo del empleo de 
			sustancias minerales.    
				De ellos dedujo:  
					
						
						
						sin fosfatos las plantas 
			mueren
						
						sin potasa, los tallos carecen de rigidez
						
						la 
			supresión del magnesio determina una vegetación pobre, hasta el 
			punto de llegar a reducir las cosechas en un 75 por 100 
				Pero 
			también afirmó que, con los compuestos magnésicos existentes 
			naturalmente en el suelo, había suficiente magnesio para nutrir la 
			vegetación, sin necesidad de nuevas adiciones.    
				Esto indujo a los 
			agricultores a que hicieran caso omiso de la fertilización 
			magnesiana. 
				Al hacer la afirmación que se acaba de recordar, Jorge Ville no tuvo 
			en cuenta que no todas las tierras tienen suficiente magnesio 
			nativo utilizable, bien sea porque se halla formando parte de 
			compuestos no asimilables para las plantas, bien porque 
			principalmente nunca lo tuvo en cantidad conveniente, bien porque, 
			aun cuando en otro tiempo lo tuvo, paulatinamente ha ido 
			desapareciendo por los agentes atmosféricos o por los mismos 
			cultivos.
 
				Pues, en efecto, de la tierra cultivada, se extrae, por cosecha y 
			hectárea, un promedio de 6 a 8 kilogramos de magnesio, en los 
			cereales, que llega a 10 kilogramos en las leguminosas, de 12 a 15 
			en las patatas, de 15 a 20 en los viñedos y de 30 a 35 en la 
			remolacha azucarera. Esta última, muy ávida de la potasa, se la 
			suministra el agricultor incluso con exceso; pero suele prescindir 
			del magnesio; que debe intervenir para dar al producto agrícola más 
			abundancia y riqueza, que naturalmente repercute en el rendimiento 
			industrial.
   
				Debido a esta paulatina ablación de magnesio, sobre 
			todo por determinados cultivos intensivos, se produce escasez de 
			magnesio que se advierte en sucesivas cosechas por un descenso de 
			las mismas, al principio imperceptible, pero que puede superar el 50 
			por 100. 
				Sin embargo, la propaganda sólo trata, y esto con insistencia, de 
			fertilizantes nitrogenados, fosfatados y potásicos y también 
			cálcicos (aunque de éstos mucho menos), pero no menciona los 
			magnesianos. No cabe duda de que los tres primeros son los que en 
			mayor proporción asimilan los vegetales y que los magnesianos y 
			cálcicos se necesitan proporcionalmente en menores cantidades.
   
				Estos 
			dos últimos, además de constituir un alimento indispensable para las 
			plantas, influyen ambos (magnesio y calcio) aumentando la eficacia 
			de los aportes de estiércoles y de los abonos minerales de uso 
			corriente, que son los tres primeros antes citados. 
				Existe en agronomía la ley de restitución del suelo de los elementos 
			que extraen de él sucesivas cosechas. Esta restitución se practica 
			de dos maneras: por enmiendas y por abonos. Las enmiendas modifican 
			las propiedades físicas de los campos, haciéndoles aptos para los 
			cultivos, mediante adición de tierras adecuadas que cumplan con la 
			finalidad deseada.
   
				Los abonos restituyen a los terrenos de cultivo 
			los principios nutritivos que de ellos extraen las cosechas. Ahora 
			bien, tratándose del magnesio, no es suficiente efectuarlo con 
			enmiendas; ha de hacerse empleando abonos magnesianos, al igual que 
			se hace con los potásicos, nitrogenados y fosfatados. 
				¿Qué clase de compuestos de magnesio pueden o deben emplearse?
   
				El 
			publicista de temas agrícolas, don Luis Catalina, dice a este 
			propósito:  
					
					«Se recomienda la agregación de los compuestos de 
			magnesio en cantidades variables y en relación con las necesidades 
			de los diferentes cultivos. Los más utilizados son los hidróxidos, 
			carbonatas, cloruros, nitratos, fosfatos y algunos silicatos». 
				Por las razones antes expuestas existía, hasta hace pocos años, una 
			gran resistencia por parte de los agricultores norteamericanos y de 
			casi todo el mundo al empleo de sales o compuestos magnésicos con 
			abono.    
				No obstante, sin darse cuenta, en muchas de las mezclas que 
			empleaban, o bien añadían magnesio en el suelo (sales potásicas 
			impuras, encalado con cales dolomíticas, etc.), o incorporaban 
			correctivos que unas veces contenían magnesio (cenizas de plantas, 
			yeso impuro), y otras inmovilizaban parte del magnesio insoluble del 
			suelo (sulfatos, cloruros, nitratos, etc.).    
				Es decir, aunque no se 
			reconocía como tal, el hecho es que abonaban con magnesio y como los 
			síntomas de las deficiencias magnesianas no son lo espectaculares 
			que otras carencias, el labrador suponía que nada más que los tres 
			clásicos fertilizantes conocidos (fósforo, nitrógeno y potasio) eran 
			los necesarios para el normal desarrollo de sus plantaciones y 
			cosechas. 
				Según McMurtrey, el tabaco fue la primera planta en que de un modo 
			experimental se reconoció la gran importancia del magnesio como 
			abono. Los síntomas de deficiencia magnésica en ella se llamaban 
			«sand drown», antes que el origen del mal fuera conocido, y 
			consistía en la pérdida del color verde en las hojas bajas, 
			comenzando por las puntas y luego extendiéndose en todas las fases 
			del desarrollo de las plantas, desde la semilla hasta la completa 
			madurez. Se presenta de preferencia en suelos muy permeables, 
			después de períodos de grandes lluvias.
 
				La consecuencia pronto se sacó, al comprobar los efectos perniciosos 
			observados en las plantas por efecto de la carencia o escasez de 
			magnesio aprovechable en el suelo, y fue la necesidad de añadir 
			magnesio al terreno laborable.
   
				Lo que aún no está muy claro es la 
			forma como se ha de añadir este magnesio. 
				Precisamente para llegar a una información práctica al respecto, 
			los investigadores McIntire, Shaw y Joung han llevado a cabo 
			experiencias, que han durado cuatro años, con dos minerales: la 
			serpentina y el olivino, como fuentes de magnesio. Entre las 
			ventajas que desde un principio vieron los citados investigadores 
			en estos silicatos son: ser abundantes y baratos y prestarse a 
			utilizarlos mezclados con los abonos clásicos.
   
				Sin embargo, no 
			pudieron precisar el grado de compatibilidad con el potasio, 
			nitrógeno y fósforo, utilizados como abono. Más bien sacaron la 
			conclusión de que ambos silicatos (serpentina y olivino) originan 
			un desequilibrio de los elementos propios del suelo y no garantizan 
			una aportación efectiva de magnesio en los terrenos desencalados. 
				Al principio, en los Estados Unidos, se adicionaba magnesio al 
			suelo en forma de enmiendas calcáreas, es decir, empleando calizas 
			dolomíticas, o sea de carbonato cálcico-magnésico. Pero pronto se 
			vio que tales calizas solamente debían aplicarse a suelos ácidos, de 
			un pH comprendido entre 4.5 y 5, pues sólo entonces producen 
			efectivamente un enriquecimiento del magnesio utilizable.
 
				After y Hartwel, estudiando experimentalmente el efecto de la 
			dolomita como abono en terrenos are-no-arcillosos, deficientes en 
			magnesio, han comprobado que esta forma de abono suple las 
			necesidades de magnesio a la tierra durante varios años, lo cual ha 
			hecho que pudiera llamarse tipo «standard» de abono magnésico. Dicha 
			adición dolomítica está particularmente indicada para cosechas de 
			gran período de desarrollo. Se considera que la adición de dos 
			toneladas de dolomita pulverizada por hectárea es suficiente abono 
			magnésico durante tres años.
 
				En el caso de cosechas de período corto, como tabaco, patatas, etc., 
			no es aconsejable alterar el pH del suelo por adición de carbonatos 
			de calcio y magnesio; es mucho mejor entonces, o bien el 
			supermagnesiano, con un 8 a 10 por 100 de silicato de magnesio, o 
			las sales solubles, tales como el sulfato de magnesio, la 
			kieserita, etc.
   
				De 20 a 30 kilogramos por hectárea son suficientes 
			una vez al año, aunque estas cifras, según otros autores, pueden 
			reducirse hasta 10 a 12 kilogramos solamente, cuando se emplean el 
			sulfato o el cloruro de magnesio, siendo además importante el 
			advertir que en estos casos de cosecha de período corto, la dolomita, a unas dosis diez veces mayores, no responde 
			satisfactoriamente. 
				Ciertas materias orgánicas, como raíces, residuos de industriales 
			forestales, algodón, etc., cuando se aplican en grandes cantidades, 
			pueden considerarse como abonos magnesianos y prevenir las 
			deficiencias de magnesio en el suelo. Pero la calcita sola, los 
			turtos de purificación del azúcar, por ejemplo, no sólo carecen de 
			magnesio, sino que actúan como insolubilizantes del magnesio 
			existente, por lo que su empleo debe ser proscrito en los suelos 
			deficientes del citado elemento.
 
				En suelos ácidos, un abonado excesivo con sales potásicas puede 
			provocar la carencia del magnesio sobre todo en los árboles 
			frutales; en estos casos se reducirá al mínimo el abonado potásico y 
			se aplicará la dolomita y el sulfato magnésico. No hay que olvidar 
			que el empleo del sulfato amónico en cantidad excesiva produce 
			marcada acidificación del suelo, y que el exceso de potasio impide 
			la absorción del magnesio por las raíces y hace decrecer las 
			cantidades de magnesio reemplazable del suelo.
 
				Según Croper, el abono magnesiano resulta singularmente efectivo en 
			las tierras margoso-arenosas; pero siempre, después de comprobar por 
			el análisis la deficiencia del magnesio asimilable y acidez o no 
			del suelo.
   
				Suelos calizos y de baja acidez no deben ser abonados con 
			óxido ni carbonato magnésico, pero sí con sulfatas amónico y 
			magnésico. El rociado con sal de Epson (epsomita, que es sulfato 
			magnésico) e incluso las inyecciones sólo deben realizarse cuando 
			los demás métodos fallan. 
				El ingeniero español don Luis Adelantado recuerda que, ya a fines 
			del pasado siglo, se aconsejaba mezclar con los abonos compuestos 
			sulfato magnésico, que se encontraba nativo cristalizado o se 
			obtenía de las aguas madres de las salinas marítimas o en el 
			beneficio de los yacimientos potásicos. Sucesivamente se elaboró el 
			nitrato cálcico-magnésico partiendo de dolomías, con lo que se 
			disponía de un fertilizante nitrogenado y magnésico a la par.
   
				También se utilizó el fosfato bimagnésico que, por su 
			insolubilidad en el agua y fácil reacción con ácidos débiles, 
			proporciona a los vegetales fósforo y magnesio en las mejores 
			condiciones de asimilación. 
				El cloruro magnésico llegó a ensayarse, pero no se generalizó su uso 
			a causa de la higroscopicidad y ser peligroso el ion cloro en 
			determinados cultivos.
   
				El producto que mayor éxito consiguió fue el 
			fosfato doble amónico-magnésico que, aparte de las características 
			esenciales de solubilidad, proporciona a las plantas tres elementos 
			muy apreciados en la fertilización, como son:  
					
					fósforo, nitrógeno y 
			magnesio, en la proporción respectiva de 28/29 de P2O5, 6/7 de NH3 y 
			15/16 de MgO, soluble en agua cargada de anhídrido carbónico y en 
			disoluciones al 2 por 100 de ácido cítrico, que equivale a decir 
			que es utilizable por los ácidos vegetales del suelo. 
				El fosfato amónico-magnésico, por ser insoluble en el agua, no es 
			arrastrable a las capas inferiores del suelo por las aguas de lluvia 
			y de riego.    
				Esto hace que su aprovechamiento sea casi integral, a 
			medida que se solubiliza, con un rendimiento fertilizante de 
			utilización mayor que el de los otros fosfatos y demás abonos 
			solubles en el agua.    
				Su proporción normal de empleo es de 100 a 200 
			kilogramos por hectárea, pudiéndose elevar entre los límites de 250 
			a 500 kilogramos cuando los terrenos son muy pobres y las plantas 
			que se trata de cultivar ricas en hidratos de carbono. Apenas habría 
			necesidad de decir que, si se emplea fosfato amónico-magnésico, su 
			contenido fosfórico y nitrogenado reduce la cantidad que haya que 
			emplear de dichos fertilizantes. 
				Como fórmula más adecuada para acelerar el crecimiento de las 
			plantas jóvenes y los rendimientos herbáceos, se recomienda la 
			siguiente composición: 150 gramos de nitrato de sodio, 200 gramos de 
			superfosfato mineral, 100 gramos de cloruro potásico y 10 de sulfato 
			de magnesio. Se distribuirá primero en dosis de 20 gramos por metro 
			cuadrado y, posteriormente, en forma de riego en una solución de 
			200 gramos por cada hectolitro de agua, alternando un riego con 
			fertilizantes con otro de agua pura.
 
				Para favorecer y desarrollar la floración, al mismo tiempo que 
			obtener un mayor rendimiento frutícola, la fórmula debe consistir 
			en 50 gramos de nitrato sódico, 300 gramos de superfosfato mineral, 
			150 gramos de cloruro potásico y 25 de sulfato de magnesio. La 
			distribución se practicará, en igual forma que la anterior y en las 
			dos etapas mencionadas.
 
				Para aquellos lectores que pretendan adquirir abonos magnésicos, les 
			indicamos a continuación algunas casas que les podrán facilitar 
			carbonato, cloruro o sulfato.
   
				El carbonato al por mayor puede 
			adquirirse en, 
					
					«Industrias Químicas del Carbonato magnésico y sus 
			Derivados», Aragón, 89, PALMA DE MALLORCA 
					«S. E. de Productos 
			Dolomíticos, S. A.», General Mola, número 24, SANTANDER 
				El cloruro 
			puede adquirirse al por mayor en, 
					
					«Aprovechamientos Salineros, S. 
			A.», Rambla Estudios, 109, BARCELONA 
					«Productos Toht, Sociedad 
			Limitada», Huertas de la Villa, 9, BILBAO 
				El sulfato,  
					
					en «Aprovechamientos Salineros» 
					en «Cándido García Vaquero» VILLACAÑAS (Toledo) 
					en «Agencia General de Productos Químicos», 
			Paseo de Gracia, 11, BARCELONA 
				Los productos magnésicos de esta última casa merecen los precisemos 
			más, ya que sobre ellos tenemos una mayor información.    
				El cloruro 
			magnésico cristalizado se entrega envasado en bidones tipo CAMPSA, 
			pues se trata de un producto muy delicuescente (higroscópico), el 
			precio es de 270 pesetas el kilogramo; el envase cuesta 225 pesetas 
			la unidad y su cabida es de 170 a 190 kilogramos.    
				El sulfato 
			magnésico se ofrece en tres tipos:  
					
						
						
						industrial, con 3 a 4 por 
			ciento de cloro (a 115 pesetas 100 Kg.)
						
						refinado, con un 
			máximo de 0.5 por 100 de cloro (a 200 pesetas los 100 Kg.)
						
						refinado, con un máximo de 0.2 por 100 de cloro ( a 250 pesetas los 
			100 Kg.) 
				Las tres categorías van ensacadas y el precio de cada saco 
			es de 14 pesetas.
   
				H) ÉXITOS AGRÍCOLAS GRACIAS A LAS SALES DE MAGNESIO
 Para apreciar en su justo valor la importancia del magnesio en la 
			agricultura, más que ponderaciones, nada hay tan aleccionador como 
			los éxitos obtenidos como su aplicación a los cultivos agrícolas; 
			por esto señalaremos algunos.
 
				Einsenmenger no circunscribe la necesidad de magnesio solamente a 
			determinados tipos de cultivos, sino a todas aquellas tierras de 
			este elemento.
   
				Este autor ha podido comprobar que no hay ninguna 
			planta de entre las malváceas, geraniáceas, papaveráceas y otras, 
			que no reaccione favorablemente a la aplicación del magnesio, sobre 
			todo en lo que respecta a los síntomas de clorosis. Este efecto - añade 
			- es muy marcado en las gramíneas. 
				En los Estados Unidos existen terrenos muy eficientes en magnesio, 
			precisamente aquellos donde se hallan las pomeradas más importantes 
			del Este de la Nación. Poco menos que agotados de magnesio aquellos 
			suelos, después de muchos años de sucesivas cosechas de manzanas, 
			comenzaron a presentarse en los frutales síntomas evidentes de 
			deficiencia de magnesio.
   
				Pero, gracias a los trabajos llevados a 
			cabo por Boyton y Cain, se ha logrado la completa normalización de 
			aquellas tierras, mediante la aplicación constante de sales 
			magnésicas en sus diversas formas (epsomita, kieserita, magnesia o 
			calizas dolomíticas). Especialmente la pulverización en verano de 
			disoluciones de sulfato magnésico ha hecho desaparecer los síntomas 
			perniciosos, incluso en la cosecha del año siguiente. 
				F.B. Johnston ha emprendido un estudio de las deficiencias en 
			magnesio de las provincias marítimas del Canadá, y por él ha 
			comprobado la importancia de este metal en las plantaciones de 
			patatas, tabaco, manzanas y otros frutales. Con respecto a las 
			patatas, ha demostrado ser indispensable el magnesio para lograr 
			buenos rendimientos; pues, aplicando de 75 a 750 kilogramos por 
			hectárea de caliza dolomítica, ó 60 a 120 kilogramos de sulfato 
			magnésico, ha conseguido incrementos insospechados.
 
				Con respecto a la aplicación de sulfato magnésico, señala dicho 
			autor la posibilidad de «sulfatar» las cosechas con un caldo 
			bordelés que contenga un kilogramo de aquel sulfato por cada 6.5 
			litros. Los resultados logrados - al decir de Johnston - han sido 
			sorprendentes.
 
				El mismo investigador ha logrado combatir la clorosis del tabaco, 
			mediante la adición de una cantidad prudencial de dolomita, 
			mezclada con los abonos ordinarios; pero advierte - al decir esto - que no se agregue demasiado producto magnésico, porque entonces se 
			perjudicaría a la combustibilidad del tabaco recolectado.
   
				Tratándose 
			del manzano, en suelos fuertemente ácidos, Johnston ha logrado 
			excelentes rendimientos con la aplicación de 50 a 70 kilogramos de 
			caliza dolomítica por hectárea; pero, al mismo tiempo, señala la 
			posibilidad de practicar pulverizaciones de una disolución de 
			sulfato magnésico al 2 por 100 sobre las hojas de los árboles. 
				No podemos omitir en este lugar los éxitos agrícolas obtenidos con 
			el empleo de compuestos magnesianos por Mr. Kuck, propietario de las 
			granjas Brookside, en New Knoxville (Ohío, EE. UU.). Las cosechas 
			obtenidas en sus campos abonados con dolomita dieron la prueba más 
			manifiesta de la acción del magnesio. Con una primavera 
			extraordinariamente húmeda, seguida de la sequía más rigurosa, los 
			resultados se podían apreciar a simple vista.
 
				Los campos de maíz, por el exceso de lluvia en la época de su 
			plantación presentaban toda una gama de colores variados, desde el 
			amarillo al verde intenso. Las plantas amarillas estaban en los 
			terrenos elevados y en las depresiones. Sin embargo, en los campos 
			abonados con dolomita, el maíz guardaba un mismo color verde, 
			excepto en algunos puntos aislados que habían estado tres o cuatro 
			días debajo de agua, con dolomita no tardaron en recobrar su color 
			verde.
 
				Y así, mientras casi todos los campos de la vecindad estaban muy 
			exhaustos, las 42 hectáreas de Mr. Kuck permanecieron verdes y 
			dieron una cosecha muy superior a la media de la región. Los tallos 
			de la alfalfa no abonada con dolomita estaban amarillos después del 
			tercer corte, mientras que la abonada con dicho mineral tenían, a 
			la entrada del invierno, un bonito color verde oscuro.
 
				Sin embargo, los éxitos agrícolas más espectaculares de cuantos se 
			conocen, logrados con el empleo de sales de magnesio, son los del 
			agricultor francés H. Vilain. Se trata de un hombre que ha 
			trabajado, experimentado y leído mucho. Su activismo le ha llevado a 
			cultivar unas 40 heredades de 15 departamentos franceses 
			diferentes, durante unos 50 años. Habiendo hecho sus primeras 
			experiencias agrícolas en terrenos muy pobres de Plachet, pasó más 
			tarde a Lachapelle.
 
				En 1918 Lachapelle era una región desolada entre todas.
   
				Sobre el 
			suelo, pobre y arcilloso, las plantas crecían difícilmente y eran 
			presa de los más variados parásitos. Los animales, mal alimentados, 
			eran arrebatados por las epidemias. Los campesinos, arruinados y 
			desalentados, abandonaron el terreno. H. Vilain se enteró de que por 
			3.500 francos le vendían 31 hectáreas de terenos y los edificios de 
			habitación. Así se lo anunció su amigo el abate Renand, antiguo 
			párroco de Lachapelle.    
				En seguida aceptó la oferta y se puso en 
			camino del nuevo domicilio. 
				En 1928 reinaba en Lachapelle la misma desolación en todas partes, 
			exceptuados los terrenos que cultivaba H. Vilain a «su manera». Allí 
			todo había cambiado: las cosechas eran magníficas, las plantas y las 
			bestias gozaban de una salud perfecta, y sin remedios, sin 
			pulverizaciones y sin vacunas, se defendían victoriosamente contra 
			la invasión de parásitos y contra el contagio de las enfermedades 
			que hacían estragos en todo el rededor. Más aún: si sobrevenía una 
			helada en el momento de la floración de los centenos, los de H. 
			Vilain quedaban intactos.
   
				Los campesinos, llenos de admiración, se 
			preguntaban cómo explicar este prodigio y H. Vilain les respondía: 
				 
					
					«Yo no tengo más que un secreto, un buen equilibrio mineral. Esto 
			es todo.» 
				El 24 de abril de 1938 todos los campesinos de Lachapelle se 
			reunieron en las casas consistoriales para escuchar una conferencia 
			de H. Vilain, que comenzó así:  
					
					«Hace varios años que estoy con 
			vosotros. Habéis seguido con interés mis experiencias, y hoy es el 
			día en que he llegado a tales resultados, que se puede hablar de un 
			verdadero resurgir de la tierra de Lachapelle y, por extensión, de 
			todas las tierras semejantes». 
				Expondremos a continuación las principales ideas de la conferencia 
			de H. Vilain, según la ha dado a conocer el P. Manzanal a los 
			lectores de lengua española:  
					
					«Comencé - dice - empleando los abonos 
			comunes y clásicos: superfosfato, nitrato de sodio, etc., llegando 
			a echar 1.200 kilogramos de superfosfato por hectárea. Las cosechas 
			fueron bien escasas. Después de muchas experiencias y fracasos, me 
			dije: la falta absoluta de magnesio soluble es perjudicial, y así 
			hice fabricar nitrato de magnesio y calcio. Con este abono mineral 
			hubo una gran mejoría en la vegetación, pero el rendimiento de 
			semilla no era proporcional a la paja. 
					»Fue preciso suministrar nuevos abonos al terreno. Hice fabricar 
			fosfato y superfosfato de magnesio, que se echó a la tierra a razón 
			de 200 Kg. por hectárea. El peligro de las heladas que amenaza a la 
			cebada desaparece si echan 100 ó 200 kilos de carnalita o cainita 
			por hectárea. La sal marina bruta, es también uno de los excelentes 
			abonos empleados. De esta forma los resultados fueron excelentes: 
			las cosechas muy abundantes, recogiendo, según años, 3.000 Kg. de 
			trigo, 50.000 Kg. de remolacha forrajera 2.400 kg. de guisantes y 
			20.000 kg. de patatas por hectárea.
 
					»Con la buena alimentación mineral yo evito los parásitos y las 
			epidemias. El brujo, por ejemplo, ese insecto que agujerea las 
			semillas, no hace en mis sembrados daño alguno. La misma teoría - la 
			alimentación mineral - hace frente a la enfermedad del corazón de la 
			remolacha. Para ello se echan 5 kg. de ácido bórico por hectárea. De 
			esta manera tampoco son temibles las enfermedades que, según 
			dicen, vienen por invasión: la caries, la roña, etc.
 
					»En el Canadá se trabajó durante muchísimos años en la destrucción 
			del espino agracejo, en el que se suponía vivía el parásito de la 
			roña. Al cabo de algunos años, cuando creían que habían 
			desaparecido, tuvieron más roña que antes. También en Francia 
			tenemos bastante roña. Yo os doy un remedio: la buena y adecuada 
			alimentación mineral. En caso de invasión, yo no temo más que las 
			invasiones guerreras, que no dejan nada tras de sí, pues he podido 
			comprobar en mis propios cultivos la verdad de aquellas palabras de 
			Pasteur: El microbio es nada, el terreno es todo.»
 
				Como se ve por su conferencia, para H. Vilain el equilibrio mineral 
			es la base de la buena salud en los vegetales.    
				Todo desequilibrio 
			crea un estado de menor resistencia que deja al organismo casi sin 
			defensas contra los microbios y parásitos; y cuando la epidemia o 
			la enfermedad hace estragos, no es lo más urgente andar a la caza 
			del microbio o parásito y luchar contra él, la lucha ruinosa y 
			decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral que ha 
			abierto la puerta al mal y poner allí remedio.    
				Microbios y otros 
			parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya empleado 
			ningún otro remedio. 
				Terminaremos esta exposición con unas atinadas recomendaciones de 
			don Luis Catalina, que vienen muy a propósito para el tema que hemos 
			tratado.
 
					
					«Los agricultores - dice - interesados en los rendimientos 
			de las cosechas deben cerciorarse si las deficiencias vegetativas 
			obedecen a falta de magnesio o a otras causas meteorológicas, para 
			en el primer caso efectuar las correspondientes correcciones. 
					   
					Se 
			trata de una cuestión de enorme trascendencia económica para la 
			economía agraria, que es preciso prestarle la debida atención, a fin 
			de que las fructificaciones sean remuneradoras para el cultivador.
					   
					Finalmente, no podemos olvidar que la explotación continuada e 
			intensiva de los tierras de labor provoca un acentuado y progresivo 
			agotamiento, que únicamente podrá ser contrarrestado con abundantes 
			aportaciones de adecuados abonos minerales.» 
			
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 EPÍLOGO
 
 Vamos a terminar esta compilación de trabajos acerca de las virtudes 
			curativas del magnesio, reproduciendo - pues nos las hacemos 
			nuestras - las palabras con que el P. Manzanal dio término a la 
			serie de sus artículos.
 
			En el transcurso de este estudio hemos relatado numerosos hechos que 
			muestran que la salud de las plantas, de los animales y del hombre 
			depende, en gran parte del equilibrio mineral de su alimentación.
 
			  
			Hemos visto asimismo cómo H. Vilian y Mr. Kuck obtuvieron buenas 
			cosechas y curaron a sus animales enfermos por medio de un mejor 
			equilibrio mineral, aportando particularmente magnesio. Este 
			elemento, pues, desde el punto de vista de la química biológica es 
			un elemento fundamental. En la producción vegetal no se puede 
			prescindir de la alimentación magnesiana de la planta. Lo mismo hay 
			que decir respecto de los animales y del hombre. 
			No vayamos a creer, que cualquier tenor de magnesio en el organismo 
			es bueno. También la proporción de magnesio tiene sus límites. Este 
			elemento parece estar en excelente proporción en la alimentación de 
			los campesinos egipcios, por los efectos de buena salud que en ellos 
			produce.
 
			El campesino egipcio, insuficientemente vestido tirita cuando hace 
			frío; pero no se constipa, ni enferma de gripe, neumonía ni 
			pleuresía. Sus dientes no se carian. Se sabe que las caries eran 
			antes desconocidas en los esquimales. Ha aparecido en ellos 
			solamente cuando ha penetrado en sus tierras el pan blanco y los 
			alimentos refinados de nuestra alimentación, que, por otra parte, 
			están más o menos desequilibrados.
 
			  
			El campesino egipcio resiste muy 
			bien a las enfermedades europeas. Sus mujeres dan a luz con mucha 
			facilidad, sin la fiebre subsiguiente, y alimentan a sus hijos 
			durante dos años o más. Los que escapan a las enfermedades 
			parasitarias, viven hasta una edad muy avanzada, conservando una 
			salud perfecta, física y psíquica. 
			Estos mismos efectos podemos nosotros conseguir mediante el buen 
			equilibrio mineral, que hemos propugnado en todas las páginas de 
			este estudio. Y, bajo este punto de vista, se han de considerar 
			todas las curaciones que hemos relatado. Este equilibrio estará en 
			el terreno de nuestro organismo.
 
			No olvidemos que la enfermedad es un verdadero drama en el cual 
			intervienen dos actores: el agresor (microbio o agente patógeno) y 
			el organismo del viviente (terreno), que el agresor intenta 
			invadir; pero que se apresta, con todas sus reservas, a la defensa. 
			Si su defensa es débil, el agresor la vencerá, que, en 
			circunstancias normales, el agresor no puede penetrar en él.
 
			Siendo esto así, tenemos dos modos de intervenir en este drama, para 
			prevenir la enfermedad o para curarla; o bien atacar al asaltante, 
			sea fuera o dentro del terreno, para debilitarlo o destruirlo, si 
			es posible, o bien reforzar la defensa del organismo, mejorar el 
			terreno, para que él, por sí mismo, supere fácilmente al asaltante.
 
			  
			Fuera del terreno la lucha contra el agresor presenta notables 
			ventajas; pero dentro del terreno esta misma táctica, si el terreno 
			es deficiente, por ejemplo, en su equilibrio mineral, no puede dar 
			más que resultados fragmentarios y rara vez definitivos, después de 
			un período más o menos largo. 
			Pero el agresor no puede dejar de perder mucha de su importancia, si 
			nos acordamos menos de él, para dar una mayor importancia al 
			perfeccionamiento del terreno. Y este es el segundo modo de 
			combatir al agresor.
 
			  
			¿No es, en efecto, la débil resistencia del 
			terreno, de la cual el desequilibrio mineral es actualmente, una de 
			las principales causas, que, no activando su defensa, transforma 
			enemigos ocasionales e inofensivos en parásitos peligrosos o en 
			microbios virulentos?  
			  
			Y, por el contrario, en un terreno 
			resistente los microbios pierden poco a poco su virulencia agresiva. 
			Recientemente, la importancia del terreno ha sido puesta a plena luz 
			por los trabajos de médicos que estudian enfermedades misteriosas 
			hasta entonces incurables, y por los trabajos de sabios biológicos 
			que han estudiado el problema de la alimentación.
 
			  
			Éstos trabajos han 
			revelado que muchas enfermedades - y de las más graves - tienen por 
			causa, 
				
				«no la presencia de un elemento nocivo que el organismo ha 
			dejado penetrar en su seno, sino la ausencia en la alimentación de 
			una o varias substancias indispensables a la vida o a una de las 
			manifestaciones de la vida».  
				(Randoin) 
			La trascendencia de mirar la defensa del organismo desde el punto 
			de vista de su perfecto estado de resistencia y de explotar las 
			energías latentes que puede desarrollar, más que perseguir o 
			destruir el microbio con medios venidos de fuera, una vez 
			introducido en el organismo, es de unos límites insospechados. Un 
			organismo en tal disposición triunfa solo y fácilmente de sus 
			enemigos. 
			Un cultivador francés, un ganadero norteamericano, un eminente 
			cirujano y biólogo, un médico de mucha práctica hacen pasar a 
			segundo plano la lucha directa contra el agresor, para tener 
			delante y en primer término el perfecto estado del terreno y 
			explotar sus energías.
 
			  
			Y precisamente el equilibrio mineral es uno 
			de los factores de ese perfecto estado. 
			A esto se han dirigido nuestras líneas, a presentar este punto de 
			vista menos atendido, no precisamente a despreciar y rebajar en su 
			importancia otros medios que, estudiados por los sabios, dan lugar a 
			muy apreciables éxitos, pero sí a decir que éstos no son exclusivos 
			de ellos, porque hay otros medios que proceden de otra dirección y 
			que también dan excelentes resultados.
 
			Creemos haber puesto en claro la importancia de que los organismos 
			tengan en sí la excelente defensa de un equilibrio mineral perfecto, 
			que los defienda de muchos ataques por sí mismos, sin requerir 
			ninguna defensa extraña, que a veces, entrando en conflicto con el 
			organismo, le puede perjudicar.
 
			  
			
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 APÉNDICE PRIMERO
 ¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?
 
 En los varios trabajos extractados para componer este libro, hemos 
			podido advertir tres cosas:
 
				
					
					
					que se preconiza casi exclusivamente 
			la ingestión de cloruro de magnesio; 
					
					que las más de las veces 
			no se indican las dosis
					
					que, cuando la señalan, no coinciden 
			los diversos autores en la cantidad.  
			Para orientar en este punto a 
			nuestros lectores, vamos a presentar unas normas de orientación. 
			Efectivamente, la sal magnesiana más comúnmente aconsejada es el 
			cloruro de magnesio; y ésta es, por consiguiente, la que deberían 
			tomar las personas que tratan de practicar la cura del magnesio y 
			que la pueden tolerar, ya que para algunos les resulta muy laxante. 
			Otras sales magnesianas, que en ciertos casos se aconsejan en la 
			cura del magnesio, son: el sulfato y el carbonato de magnesio.
 
			  
			Vamos, pues, a explicar en qué consisten estas tres sales, cómo se 
			deben tomar y dónde se pueden adquirir. 
			En el comercio se presenta el cloruro de magnesio bajo tres formas:
 
				
					
					
					cristalizado
					
					desecado
					
					anhidro 
					
					
					el cloruro de magnesio 
			cristalizado contiene seis moléculas de agua llamada de 
			cristalización y tiene por fórmula Cl2Mg6H20
					
					el cloruro de 
			magnesio desecado tiene sólo dos moléculas de agua, por haber 
			perdido gran parte de ella al ser sometido a la temperatura 
			comprendida entre 200° y 300°, y su fórmula es Cl2MgH20
					
					el cloruro 
			de magnesio anhidro carece de agua, por haberla perdido totalmente 
			al ser calcinado a una temperatura superior a 700°, y su fórmula 
			química es simplemente Cl2Mg 
			De estas tres formas de cloruro la más 
			corriente es la cristalizada y ésta es la que ordinariamente deberá 
			usarse.  
			  
			Puede adquirirse en farmacias o en droguerías algo bien 
			surtidas, como suelen serlo las de poblaciones importantes. Se 
			expende en frascos de 100 ó 250 gramos muy bien tapados, y en la 
			misma forma se han de conservar, por tratarse de un producto 
			delicuescente (higroscópico), es decir, que toma la humedad del 
			aire y se licua. Es inodoro y de sabor amargo. 
			La otra sal magnésica es el sulfato de magnesio, que cristaliza con 
			siete moléculas de agua y tiene por fórmula S04Mg7H20. Expuesta al 
			aire enflorece, perdiendo agua. Es inodora y de sabor muy amargo. 
			Puede adquirirse también en farmacias o en droguerías.
 
			La tercera sal magnésica es el carbonato de magnesio, C03Mg. Se 
			presenta bajo la forma de un polvo blanco, insípido, inodoro, 
			inalterable al aire y sumamente ligero. Al igual que las otras 
			sales de magnesio, puede adquirirse en farmacias o en droguerías.
 
			Todavía debemos mencionar los comprimidos 
			
			DELBIASE, que contienen 
			las cuatro sales halogenadas del magnesio (cuales son el fluoruro, 
			el cloruro, el bromuro y el yoduro de Mg), y la crema DELBIASE, de 
			composición parecida a la de los comprimidos del cloruro, para ser 
			aplicada a la piel, como regeneradora de los tejidos y frenadora 
			del desarrollo anárquico de las células. Estos preparados se venden 
			exclusivamente en las farmacias.
 
			  
			Lo mismo puede decirse del MAGNOGENE, del HAL-MAGNOL y de los HALÓGENOS JULIA-4H. 
			En el empleo de sales de magnesio, débese distinguir, según se 
			trate de curar alguna enfermedad o achaque ya contraído, y entonces 
			reviste carácter medicinal, o sólo como preventivo, y en este caso 
			debe considerarse, no como medicamento, sino simplemente como 
			alimento poco menos que necesario. Por regla general, cuando se 
			trata de curar alguna enfermedad, se recomienda tomar doble dosis 
			al día.
 
			Una de las maneras prácticas de tomar el cloruro magnésico es 
			sirviéndose de una solución dispuesta previamente al efecto, que 
			puede prepararse disolviendo 33 gramos de cloruro magnésico 
			cristalizado en un litro de agua. Si se tratase de sulfato 
			magnésico, la solución se habría de preparar con 50 gramos de esta 
			sal en un litro de agua.
 
			  
			Si no se desea preparar previamente la 
			solución de sales, entonces se toma una cucharita de café, no muy 
			colmada, de cloruro sódico o una cucharita de café, esta vez bien 
			colmada, de sulfato magnésico.  
			  
			En ambos casos se disuelve cualquiera 
			de estas sales en un poco de agua, lo que se obtiene muy 
			rápidamente, por tratarse de sustancias muy solubles. 
			Si la sal que se toma es carbonato, se ha de desleír una cucharada 
			sopera, colmada, en un poco de agua en un vaso (como dos dedos) o 
			bien en la leche del desayuno, pues no le comunica ningún sabor. 
			Cada toma de comprimidos DELBIASE consiste en dos comprimidos en 
			medio vaso de agua. La aplicación de la crema DELBIASE a la piel 
			comporta un masaje, a fin de hacerla penetrar bien en la epidermis.
 
			Téngase presente que las cantidades indicadas se refieren a una 
			dosis; por tanto, en los casos de utilizar las sales de magnesio 
			como medicinas, se habrían de tomar dos dosis al día: una por la 
			mañana y otra por la tarde. Con todo, por razón de la edad, las 
			dosis para obtener los efectos curativos deberán atenerse a otras 
			cantidades, según lo ha expuesto el doctor Neveu y nosotros 
			reproducimos a continuación.
 
			  
			Las cantidades que a continuación se 
			expresan se refieren a la solución de 33 gramos de cloruro de 
			magnesio cristalizado en un litro de agua. 
				
					
					
					Adultos y niños hasta 5 años: 125 centímetros cúbicos de la 
			solución de cloruro antes indicada para seis horas. En casos muy 
			graves: dos dosis iniciales, con dos horas de intervalo; las 
			siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
					
					Inferiores a 5 años: 100 centímetros cúbicos para los de 4 años, 
			80 para los de 3,60 para los de 2, y 40 para los de 1 año. El 
			horario es el mismo que para los anteriores.
					
					Inferiores a un año: Dos cucharadas (30 centímetros cúbicos) a 
			los de más de seis meses, una cucharada muy llena (20 cm cúbicos) a 
			los seis meses, una cucharada (16 cm. cúbicos) a los de menos de 
			seis meses. La separación de estas dosis es de tres horas. 
			Las dosis que acabamos de mencionar se refieren a las fases agudas 
			de la enfermedad.  
			  
			Se les irá desplazando progresivamente, cada 8 
			horas, más tarde cada doce, a medida que el enfermo mejore. Después 
			de la curación aparente, es necesario continuar el tratamiento 
			algunos días, para que el enfermo no se exponga a recaídas. 
			Tratándose de los HALÓGENOS JULIÁ-4H, se señala como dosis 
			preventiva o de conservación una cu-charadita de las de café (5 
			c.c.) cada día, mezclada con dos dedos de agua natural, mineral, 
			sifón o gaseosa, que se tomará antes o después de una comida, sea 
			la que sea.
 
			  
			Pero, cuando se trata de atacar en su fase aguda, los 
			adultos y niños de más de 5 años deberán tomar dos cucharaditas 
			cada 6 horas; en casos muy graves, 2 cucharaditas iniciales, y a las 
			dos horas otras 2; las siguientes dosis, con seis horas de 
			intervalo. 
			Repetimos que la sal magnésica más recomendada de los médicos es el 
			cloruro. Sin embargo, a algunos les resultará molesta de tomar. En 
			primer lugar por ser amarga; con todo, a la larga uno se 
			acostumbra y ya nota menos el amargor. Otra propiedad del cloruro 
			magnésico es la de ser bastante laxante y, para algunos, poco menos 
			que purgante.
 
			  
			Con todo, este efecto suele ser más pronunciado en los 
			primeros días; después, el cuerpo ya se habitúa y se regularizan 
			las evacuaciones. A los tales, les convendrá ingerir el cloruro 
			magnésico, no en ayunas, sino poco después de la comida, pues 
			entonces el efecto laxante es menos pronunciado. En cambio, en las 
			personas que padecen de estreñimiento, el cloruro de magnesio 
			resulta un excelente regularizador de las evacuaciones.  
			  
			A las 
			personas que no pueden tomar cloruro magnésico por resultarles 
			demasiado laxante, les convendrá ingerir el magnesio en forma de 
			carbonato, de la manera que luego se explica. 
			El carbonato de magnesio, por ser insoluble en el agua, no es 
			directamente asimilable por el organismo; pero sí lo es 
			indirectamente, por convertirse en cloruro dentro del estómago, 
			gracias al ácido clorhídrico que de ordinario contiene el jugo 
			gástrico.
 
			  
			Para las personas, pues, que por padecer de 
			hiperclorhidria (exceso de ácido) suelen tomar bicarbonato de sodio, 
			el carbonato de magnesio resulta ser un excelente neutralizador de 
			la acidez para calmar el dolor de estómago, sin los inconvenientes 
			del bicarbonato, que suele ser desaconsejado por los médicos; 
			porque, si bien de momento quita el dolor, fomenta la causa de la 
			acidez y, por consiguiente, el que se vaya reproduciendo con más 
			intensidad en adelante.  
			  
			En cambio, a las personas que padecen de 
			hipoclorhidria (falta de acidez) no es aconsejable que diariamente 
			ingieran este neutralizador, que es el carbonato de magnesio. 
			El sulfato de magnesio conviene más a las personas que padecen del 
			hígado, dado que precisamente los sulfates suelen recetarse para 
			este género de dolencia.
 
			Se dirá, ¿no ha salido últimamente otro producto que hace en el 
			organismo humano lo mismo y tal vez más que las sales de magnesio, 
			la jalea real?
 
			  
			Así, por lo menos, se anuncia, si bien no parece que 
			tenga carácter de tanta universalidad como las sales de magnesio. 
			Una diferencia grande hay entre ambos productos y es lo referente al 
			precio: Cada cajita de jalea real viene a costar unas 500 pesetas, y 
			cada toma, de 30 a 35 pesetas; en cambio, el precio del cloruro de 
			magnesio, cuando menos en Barcelona, es de 10 pesetas el frasco de 
			100 gramos, comprado en droguería; el precio del sulfato es por el 
			estilo, y un kilo de carbonato de magnesio a granel cuesta sólo 25 
			pesetas comprado en droguerías. 
			Todavía debemos hacer resaltar entre los preparados magnesianos, 
			citados en el decurso de esta obra (DELBIASE, HAL-MAGNOL, MAGNOGENE, 
			LIDATINE...), los llamados HALÓGENOS JULIA-4H, de Villanueva y 
			Geltrú (Barcelona), definidos como «estimulante biológico general, a 
			la vez que sustancia plástica, base de toda célula».
 
			  
			En el 
			prospecto de este preparado farmacéutico se señalan unas 
			orientaciones, con respecto a su uso, que conviene tengan presentes 
			cuantos toman sales de magnesio, sea en forma de cloruro, de 
			carbonato o de sulfato, sea en cualquiera de los preparados 
			farmacéuticos que se acaban de citar. 
				
					
					
					Después de los 40 años, este alimento o medicina es conveniente 
			tomarlo todos los días sin interrupción, a pesar de que parezca 
			hallarse el individuo orgánicamente perfecto. De esta necesidad se 
			habrá dado cuenta el lector por lo que precedentemente se ha 
			expuesto.
					
					Naturalmente que su uso no crea hábito; puede dejarse en 
			cualquier momento, sin perjuicio orgánico; pero, al abandonarla, 
			queda el sujeto sin la protección hasta entonces conseguida.
					
					Esta medicación es compatible con cualquier otra que se pueda 
			hacer, y no hay que suspenderla, aunque se vayan a tomar otros 
			medicamentos.
					
					No crea el que tome sales magnésicas que quedará exento de 
			dolencias y contratiempos; habrá enfermedades y trastornos entre los 
			consumidores; pero buena parte de ellas, y no despreciable, serán 
			atenuadas y muchas eliminadas. 
			
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 APÉNDICE II
 CONTENIDO DE MAGNESIO Y DE CALCIO EN LOS PRINCIPALES ALIMENTOS
 
 A continuación presentamos una lista, bastante completa, del 
			contenido de magnesio de un gran número de alimentos, de origen 
			animal y, sobre todo, de origen vegetal, y para que esta información 
			sea más completa, hemos añadido el contenido de calcio de los mismos 
			alimentos, ya que este elemento es necesario también para el 
			organismo humano, tanto o más que el magnesio.
 
			  
			La diferencia que hay 
			entre el uno y el otro estriba en que, modernamente, los vegetales 
			suelen contener el calcio requerido para su buen desarrollo, porque 
			si las tierras no lo tienen se les añade en forma de abonos o de 
			enmiendas, al paso que los vegetales y también los animales que se 
			alimentan de aquéllos, suelen ser deficitarios de magnesio, puesto 
			que las tierras lo tienen en gran parte agotado por los cultivos 
			sucesivos, y entre los agricultores no ha entrado hasta ahora, si no 
			es con raras excepciones, el abonado con compuestos magnesianos, 
			como se hace con los de fósforo, nitrógeno y potasio. 
			El contenido de magnesio que se señala en la lista que a 
			continuación presentamos se refiere al que suelen tener los 
			vegetales que se han desarrollado en tierras dotadas de suficiente 
			magnesio.
 
			  
			Pero debemos advertir que, de hecho, muchas veces no se 
			aprovecha este magnesio de los alimentos, por cuanto, al 
			prepararlos, se deja perder miserablemente.  
			  
			En efecto: la mayor 
			parte de las materias minerales y también de las vitaminas de los 
			vegetales se hallan en las frutas y, muy particularmente, en las 
			verduras; por lo cual es una mala costumbre, reprobada con razón 
			por los higienistas y dietéticos, desechar el agua de cocción de las 
			mismas, porque en ellas están disueltas las materias minerales y las 
			vitaminas, y así se desperdicia lo que más conviene para evitar la 
			desmineralización del organismo.  
			  
			Por lo tanto - y así lo recomienda 
			el doctor V. L. Ferrándiz - se ha de aprovechar, para confeccionar 
			sopas, el caldo resultante de la cocción de las verduras, y no 
			tirarlo al fregadero, como frecuentemente se hace.  
			  
			Esta inveterada 
			y mala costumbre tiene en algunos casos su justificación, y es 
			cuando el caldo resultante ofrece gusto desagradable, como sucede 
			al cocer garbanzos secos y judías tiernas; pero, en otros casos, no 
			hay nada que lo justifique, si no es la rutina, como, por ejemplo, 
			tratándose del caldo resultante de hervir las patatas y las judías 
			secas, pues ambos caldos, además de ser muy sustanciosos, porque 
			contienen la mayor parte de las materias minerales y las vitaminas 
			de los respectivos vegetales, dan lugar a sopas de gusto delicioso 
			para la mayoría de paladares. 
			Los valores de magnesio y calcio se dan en miligramos de óxido, es 
			decir, de magnesia (MgO) y de cal (CaO) por 100 gramos de sustancia.
 
			  
			El orden escogido es el de porcentaje de magnesia. 
			  
			  
			 
			 
			  
			
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 APÉNDICE III
 PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE
			RECOMIENDA EL EMPLEO DE SALES DE MAGNESIO
 
 Con objeto de que, cuantos se sienten aquejados de alguna dolencia 
			puedan saber inmediatamente si en este libro se citan autoridades 
			médicas que recomiendan las sales de magnesio para alivio de su mal 
			o si efectivamente se han dado casos que lo han prevenido, aliviado 
			o curado, nos ha parecido poner en este apéndice un catálogo de las 
			dolencias que en él se citan. Y al hacer esto, mucho nos tememos que 
			alguno de los lectores tilde, despectivamente, de Panacea a las 
			sales de magnesio.
 
			  
			Si hubiese alguno que así procediese, le diríamos 
			que efectivamente las sales de magnesio pueden llamarse panacea - y 
			no en sentido despectivo—, por cuanto es un hecho bien comprobado 
			que a su falta se deben muchas enfermedades que desaparecen con la 
			ingestión de cloruro de magnesio o de otra sal magnésica. 
			 
			  
			Precisamente en farmacia, desde tiempo antiguo, se llama «panacea 
			inglesa» - y no ciertamente en tono despectivo - el carbonato de 
			magnesio mezclado con carbonato de
			calcio. 
			He aquí, pues, la serie de dolencias que se citan en el libro, con 
			indicación de la página o páginas en que esto se hace:
 
				
					
						
						Aborto de los caballos y bovinos (El Mg previene el), 96.Adenitis (El Mg cura la), 61, 64.
 Aftosa (El Mg cura la fiebre), 96.
 Agotamiento intelectual (El Mg desvanece el), 12.
 Alimento (El Mg es considerado como), 53.
 Anginas diftéricas (El Mg cura las), 62, 64.
 Antrax (El Mg cura el), 60.
 Arterias (El Mg da elasticidad a las), 56.
 Arterioesclerosis (El Mg evita la), 56.
 Artrosis (El Mg cura la), 10.
 Asma (El Mg suaviza el), 59.
 Atrofia muscular (El Mg hace desaparecer la), 60.
 
 Bactericida del magnesio (Acción), 43.
 Biliar (El Mg favorece la evacuación), 46.
 Bioquímica vegetal (Papel del Mg en la), 104-108.
 Bronconeumonía (El Mg evita y cura la), 57, 58.
 Bronquitis (El Mg reduce la), 59.
 
 Calcio patológico (El Mg elimina el), 56.
 Cáncer (El Mg preventivo del), 46, 69-77.
 Cicatrización de úlceras por el Mg, 42.
 Citofiláctico (Método), 45, 49.
 Citofilaxia del magnesio, 62, 68.
 Cloroformo (El Mg cura las intoxicaciones del), 53,
 
 Desequilibrio mineral (El Mg remedia el), 22.
 Desodorante (El Mg como), 52.
 Difteria (El Mg cura la), 60-68.
 Digestivos (El Mg modera los desórdenes), 50.
 
 Enfisema (El Mg reduce el), 58.
 Enteritis del ganado (El Mg cura la), 91, 96.
 Equilibrio mineral (El Mg contribuye al), 30-38.
 Erisipela (El Mg cura rápidamente la), 60.
 Escarlatina (El Mg cura rápidamente la), 60.
 Euforia (El Mg produce), 49.
 Eczema (El Mg cura el), 60.
 
 Fagocitario (El Mg aumenta el poder), 43, 48, 49.
 Fatiga (El Mg alivia la), 49.
 Fiebre aftosa (El Mg cura la), 95.
 Forúnculo (El Mg se opone a la evolución del), 60.
 Fósforo en las plantas (El Mg asimilador del), 108-111.
 
 Gastroenteritis de los gatos (El Mg cura la), 95.
 Gripe (El Mg previene la), 57, 58.
 
 Hemorroides (El Mg cura las), 11.
 Hiperclorhidria (El C03Mg modera la), 50.
 Hipertensión (El Mg previene y rebaja la), 55.
 Hipertrofia prostática (El Mg detiene la), 54.
 
 Infección intestinal crónica (El Mg cura una), 12.
 Infecciosas (El Mg cura las enfermedades), 56.
 Inmunidad natural (El Mg confiere), 23.
 Intestinales (El Mg suprime perturbaciones), 50.
 Intoxicación alimenticia (El Mg cura la), 59.
 
 Juventud (El Mg alarga la), 50.
 
 Laxante (El Mg es un excelente), 12.
 Leucoplasias (El Mg cura las), 69-70.
 
 Magnesio virtudes curativas (Posee el), 9-20.
 Mal de piedra (El Mg alivia el), 51.
 Mamitis crónicas (El Mg. cura las), 70, 88.
 Meteorismo del ganado (El Mg evita el), 91.
 
 Narcóticos en los animales (El Mg da resistencia a los), 93, 94.
 Neumonía (El Mg cura la), 58.
 
 Olivo (El Mg suprime la cosecha alternativa del), 113.
 Ostiomielitis (El Mg cura rápidamente la), 61.
 
 Panacea de todos los males? (¿Es el Mg), 47.
 Parálisis (El Mg hace desaparecer una), 60.
 Paratiroidea (El Mg determina la fijación de la), 39.
 Peste aviar (El Mg da resistencia contra la), 94.
 Piel (El Mg cura los picores de la), 51.
 Poliomielitis (El Mg cura la), 60.
 Próstata (El Mg previene y cura la), 13, 54.
 
 Rejuvenecimiento por el magnesio, 50.
 Reuma (El Mg hace desaparecer el), 12, 55.
 
 Sabañones (El Mg cura y previene los), 52.
 Sarampión (El Mg cura rápidamente el), 61.
 Sugestión? (¿El Mg obra por), 13-20.
 
 Temblor senil (El Mg cura el), 11, 54, 55.
 Terapéutica humana (El Mg en la), 38, 42.
 Tifus de las aves (El Mg previene el), 95.
 Tonifica (El Mg), 50.
 Tosferina (El Mg cura y previene la), 59.
 
 Usagre de los caballos (El Mg cura la), 96.
 
 Vejez (El Mg aleja la), 50.
 Virucida del magnesio (Acción), 43.
 
			
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 APÉNDICE IV
 BIBLIOGRAFÍA
 
 Para cuantos quieran estudiar algo más a fondo las virtudes 
			curativas del magnesio y su acción sobre los animales y las plantas, 
			nos ha parecido bien añadir un cuarto apéndice dedicado a 
			bibliografía sobre estas cuestiones.
 
			  
			Sin pretender, ni mucho menos, 
			haber agotado la materia, podemos ofrecer a nuestros lectores una 
			lista de libros y artículos de revista acerca de los efectos 
			salutíferos del magnesio. 
				
				ADELANTADO (L.) : Fertilizantes magnesianos. («Revista Industrial y 
			Fabril, abril 1953, pág. 210, Madrid).ANÓNIMO: El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo 
			1950, pág. 172, Madrid).
 ANÓNIMO: El magnesio regulador del calcio, fósforo y halógenos en el 
			organismo de ciertas especies de plantas. («Ion», noviembre 1946, 
			Madrid.
 ANÓNIMO: El magnesio y el calcio. («El Monitor de la Farmacia, 20 
			mayo 1947, pág. 193, Madrid.)
 ANÓNIMO: Sales de magnesio y manganeso en el crecimiento del trigo. 
			(«El Cultivador Moderno», agosto 1954, pág. 302, Barcelona.)
 ANÓNIMO: Virtudes curativas del magnesio. («Ibérica», volumen, 20, 
			1954-II, pág. 252, Barcelona.)
 BLAS (L.): El magnesio como abono. («Ion», marzo 1949, pág. 137, 
			Madrid.)
 BOYTON Y CAÍN: El magnesio en la manzana. («Ion», febrero 1941, pág. 
			106, Madrid.
 CAMP (A. F.): El magnesio en la fertilización del limón en Florida. 
			(«Ion», marzo 1947, pág. 193, Madrid.)
 CANALS (E.): Du role physiologique du magnesium chez les végétaux. 
			134 págs. Montpellier, Roumegous et Déhan, 1920.
 CID (F. A.): Una página sobre el profesor Delbet, investigador del 
			cáncer. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 26, Barcelona.)
 CID (F. A.: Los oligoelementos son catalizadores de nuestras 
			funciones vitales. («Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 104, 
			Barcelona.)
 COOPER (E. H.): Factores que modifican la asimilabilidad del 
			magnesio en el suelo.
 DELBET (P.): Acción frenadora del cloruro de magnesio en la 
			multiplicación de las células alípicas, en el desarrollo anárquico. 
			(«Academia Francesa de Medicina», París, 1.° de mayo de 1932.
 DELBET (P.): El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y 
			mejora la digestión. («Academia Francesa de Medicina, París, 1.° de 
			mayo de 1936.)
 EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo las plantas y la 
			necesidad de magnesio. («Ion», noviembre 1946, pág. 619, Madrid.)
 EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo de de las plantas 
			en los cultivos de sementera y la necesidad del magnesio. («Ion», 
			febrero 1947, pág. 105, Madrid.)
 FAVIVE (J.): Equilibre mineral et Santé. 403 págs. París, Librairie 
			«Le François» (Boulevard Saint-Germain, 91), 1951.
 GOYTISOLO (José M.a): El magnesio fulminante vital. «Ibérica», vol. 
			11, 1950-I, pág. 100, Barcelona.)
 GOYTISOLO (José M.a): El magnesio y el calcio en el metabolismo 
			vital. (Ibérica», vol. 14, 1951-II, pág. 32, Barcelona.)
 JOHNSTON (F. B.): El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», 
			marzo 1950, pág. 172, Madrid.)
 KRAUSE (M.): Magnesio para el diagnóstico diferencial de las 
			enfermedades agudas. (Arzt. Weschr.», 9, 283, 1954.) En este trabajo 
			se habla de la sedación de los espasmos viscerales abdominales, pero 
			no de los procesos inflamatorios, con respecto al tiosulfato de 
			magnesio.
 MANZANAL, S. I. (Francisco): ¿Qué se entiende por equilibrio 
			mineral? («Ibérica, vol. 19, 1954-I, pág. 302, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un 
			agricultor. («Ibérica», vol. 19, 1954, pág. 314, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral del hombre. 
			(«Ibérica», vol. 19, 1954-I, pág. 387, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un 
			granjero norteamericano. («Ibérica, vol. 19, pág. 425, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): Multitud de efectos curativos del 
			cloruro de magnesio. («Ibérica», vol. 19 pág. 462, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): El magnesio y el cáncer. («Ibérica», 
			vol. 20, 1954-I, pág. 28, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): Deficiencia de magnesio en la 
			alimentación actual de los pueblos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, 
			página 68, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de la difteria. 
			(«Ibérica», vol. 20, 1954, pág. 105, Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de las 
			enfermedades infecciosas. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 146, 
			Barcelona.)
 MANZANAL, S. I. (Francisco: Las enfermedades infecciosas de los 
			animales domésticos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 187, 
			Barcelona.)
 MC INTIRE, SHAW y YOUNG: Empleo de silicatos magnésicos en el 
			abonado de tierras. («Ion, mayo 1953, pág. 280, Madrid.)
 MC MURTREY: Efectos del magnesio sobre el crecimiento y composición 
			del tabaco. («Ion, marzo 1947, página 193, Madrid.)
 MATONS (A.) y ROSELL-VITA (M.): Magnesio. («Diccionario de 
			Agricultura, Zootecnia y Veterinaria», vol. II, pág. 506, Salvat 
			Editores, Barcelona.)
 NEVEU (Dr.: El tratamiento de la poliomielitis por el cloruro de 
			magnesio. (Revista «L.Ouest medical», Francia, 10 noviembre 1951.)
 PALIOS (Dr.) De la resistencia general conferida al organismo por 
			las sales de magnesio. («Academia Francesa de Medicina», París, 25 
			de mayo de 1940.)
 PEVEN (Dr.): Traitement cytophylactique des moladles infectieuses 
			par le chlorure de magnésium. A propósito de este libro ha escrito 
			el Dr. A. L.: «Se puede afirmar que este mineral (el magnesio) 
			protege contra toda infección y ciertamente abrevia siempre la 
			convalecencia reduciendo la astenia tan molesta.»
 PRIECH (J.) y CONSTANT (J. P.), dan cuenta de los resultados 
			favorables obtenidos por el glutanato de magnesio en sujetos 
			afectados de «petit mal» epiléptico y en niños deficientes 
			mentales. Con este tratamiento - añaden - disminuye la frecuencia de 
			las crisis mentales, se normaliza el comportamiento, se eleva el 
			coeficiente intelectual y se mejora el estado somático. 
			(«Medicamenta», número 265, pág. 45, 15 mayo 1955.)
 PUIG, S. I. (L): 
				.Posee el magnesio virtudes curativas? («Ibérica», 
			vol. 26, 1957-II, pág. 95, Barcelona.)
 PUIG, S. I. (I.): El magnesio en zootecnia. («Ibérica», vol. 26, 
			1957-II, pág. 135, Barcelona.)
 RIBAS MARQUES (I.): Los bioelementos del pescado. («Ion», octubre 
			1944, pág. 603, Madrid.)
 ROCASOLANO (C): La cal y la magnesia en fruticultura. («El 
			Cultivador Moderno», noviembre 1956, página 118, Barcelona.)
 SCHLIEPHAKE (E.): Empleo de preparados de magnesio en trastornos 
			circulatorios. («Deustch. Med. Wschr.», 77, 1508, 1952). En este 
			artículo se dice estar indicadas las combinaciones de tiosulfato y 
			nicotina-to de magnesio en inyecciones intramusculares o 
			intravenosas en varias afecciones y trastornos circulatorios.
 SUÁREZ-GARCÍA (B.): El magnesio en agricultura («Ibérica, volumen 
			25, 1957-I, pág. 343, Barcelona.)
 SYMPOSIUM OF THE AMERICAN CHEMICAL SOCIETY: El contenido en magnesio 
			de los fertilizantes. «Ion», febrero 1947, página 105, Madrid.) 
			TRIGO MEZQUITA (A.): Importancia del magnesio en la vida de las 
			plantas. («Ibérica», vol. 3, 1946-I, pág. 39, Barcelona.)
 TROUG (E.), GOATES Y BERGER (K. C): Relación magnesio/fósforo en la 
			nutrición de las plantas. («Ion», marzo 1947, página 193, Madrid.)
 VIDAL FREIRE (A.): Catión magnesio en la terapéutica. (La Prensa 
			médica argentina, XLII, 3.075, 1955.) En este trabajo se dice ser el 
			magnesio muy importante para la vida, por cuanto desempeña en ella 
			un decisivo papel en los procesos de síntesis y oxidación del 
			organismo, y da cuenta de los alentadores resultados de su empleo.
 VITORIA, S. I. (E.): Los elementos químicos y su olio-godinamia en 
			los seres vivos. («Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes 
			de Barcelona», vol., XVIII, núm. 4, 1946.)
 
			
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