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	Por Sebastián Juan Pagano  | 
					 
				 
			 
			
	  
	El Cosmos es un desafío 
	constante que atrae la atención de todos nosotros, quizás porque somos 
	herederos de algún legado perdido en la noche de los tiempos y ello hace que 
	“naturalmente” nos sintamos atraídos por lo ignoto. 
	 
	Detrás de la leyenda 
	Cuando hablamos de Las 
	Pléyades, nos referimos a un notable cúmulo estelar en la 
	constelación del Toro, a modo de una mancha blanquecina o nube. 
	 
	Está formado por 74 mayores que se hallan a una distancia de casi 500 años 
	luz del planeta Tierra. A simple vista, se perciben las siete estrellas 
	principales conocidas por la Siete Cabras. El grupo constituye un 
	sistema físico dotado de movimiento idéntico para todas las estrellas que lo 
	integran. Hay en este grupo estelar un detalle que no pasó desapercibido en 
	la antigüedad; un número esotérico, el 7, que sé emparenta 
	estrechamente con el simbolismo bíblico de tal número y que posee una 
	significación de totalidad. 
	 
	Pero cuando depositamos nuestra mirada en la mitología griega referente a 
	estas Pléyades, vemos que según la leyenda, eran siete hermanas, hijas de 
	Atlas y Pleione, divinizadas y transformadas en 
	estrellas de la agrupación de ese nombre. Perseguidas por el cazador Orión, 
	imploraron ayuda a Júpiter, que las transformó en palomas y las colocó en el 
	cielo. 
				
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					Maya, 
					Electra y Taigeta fueron amadas por 
					Júpiter  
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					Alcione
					y Celene tuvieron a Neptuno 
					como amante  
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					Astérope 
					a Marte  
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					Mérope 
					eligió como amante a un moral y se casó con él. Ese mortal 
					se llamaba Sísifo y por su actitud 
					Mérope fue castigada siendo por eso la menos 
					brillante  
				 
			 
			
	Las citas bíblicas 
	Lo interesante de esto es que el 
	número de letras que integran cada nombre de Las Pléyades, 
	configura una especie de CLAVE. 
			 
				
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					3 de ellas 
					contienen 7 letras, Alcione, Electra y Taigeta  
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					2, poseen 6 
					letras, Mérope y Celena  
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					Astérope tiene 8 
					letras  
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					Maya solamente 4  
				 
			 
			
	Si ordenamos esa numeración 
	tenemos: 7-7-7-6-6-8-4, sale la cifra 777, que contrapuesta al
	famoso 666, el número de la Bestia o el Anticristo y que en el 
	Libro del Apocalipsis de San Juan, significaría LA DIVINIDAD. 
	La suma de todos estos números da la cifra 49, que es el 7 al cuadrado; y si 
	a 49 restamos el valor de Mérope que se casó con un moral, da 
	43 y nuevamente nos encontramos con el número 7. 
	 
	La madre de Las Pléyades, Pleione, también posee 
	7 letras; si seguimos con este razonamiento, las sorpresas también 
	aparecerán; si sumamos las letras de Atlas (5) y Pleione 
	(7), da 12. Y si realizamos la suma de 49, Las Siete Cabras más 12, nos 
	hallamos con el número 61, y nos da nuevamente el número mágico 7, 6 más 1. 
	 
	Las concomitancias para tener en cuenta 
	Cuando decíamos que el cazador 
	Orión las perseguía, y entonces Las Pléyades le solicitaron su 
	auxilio a Júpiter, éste las transformó en PALOMAS. 
	 
	El simbolismo de la paloma indica al Espíritu Santo, en la creencia 
	cristiana; el caso de Mérope, una divinidad que elige por 
	esposo a un mortal, tiene que ver mucho con la encarnación de Cristo 
	(Dios hecho hombre que habitó entre nosotros) y con aquella parte del 
	libro del Génesis que habla que “Los hijos de Dios tomaron por esposas a las 
	hijas de los hombres”. Siempre se da una constante la relación Divinidad - 
	Ser mortal. 
	 
	Otra interpretación de esta leyenda de las Pléyades, nos dice 
	que posee gran similitud con el Apocalipsis de San Juan. En este caso, 
	Orión equivaldría al Espíritu Maligno, el Ángel 
	Malo, Luzbel, que lucha contra las palomas, que son los Ángeles 
	Buenos, encabezados por Miguel. Júpiter sería el Dios Creador que ampara 
	a los buenos. Mérope con su matrimonio con Sísifo 
	se asemejaría a la Iglesia Militante que vaga por el desierto y por 
	eso, no brilla tanto como los ángeles amparados por el Dios Padre. 
	 
	Bosquejos de un pasado 
	Por años, nos venimos preguntado 
	por el valor y significado de las leyendas y mitologías. Es evidente que un 
	mito o una leyenda no se dan porque sí, nomás. Hay que tener en cuenta que 
	con el transcurso de los milenios es posible pensar que algunos hechos 
	auténticos han sido deformados en la transmisión oral y finalmente, fueron 
	plasmados como una ficción totalmente distorsionada. 
	 
	Sin embargo, del conocimiento de lo que cuenta la leyenda, siempre algo se 
	puede extraer; por que en ésta que nos ocupa, hay un detalle que no se puede 
	pasar por alto; Mérope, la divinidad casada con un mortal, al 
	parecer ha hecho una trasgresión grave, que en el mito se le castiga siendo 
	la estrella menos brillante del grupo. 
	 
	Esto de Mérope es significativo, porque sonsacamos que de la 
	divinidad (recordemos el número 7) alguien llegó hasta la Tierra y compartió 
	la vida con los hombres. El paralelismo con la creencia de la Encarnación de 
	Cristo es muy grande. 
	 
	Pero supongamos, por un instante, que no sea tan así, sino que, de alguna 
	manera, “Alguien” desde Las Pléyades llegó a nuestro 
	planeta y luego volvió a su punto de origen. Las posibilidades están dadas, 
	en la medida que la interpretación de la leyenda o mito se ajuste 
	perfectamente a algún hecho real. un hecho real. En ese aspecto, nuestro 
	mundo presenta tantas incógnitas referentes a su origen, que realmente 
	abruman. ¿Acaso alguien puede decir con exactitud cómo surgieron los 
	sumerios o de dónde emanó el conocimiento asombroso que denotan los 
	vestigios de la Antigüedad? 
	 
	El seguimiento minucioso 
	La constatación que muchas 
	leyendas no serán tales, sino referencias difusas de hechos auténticos, no 
	hace sino acicatear el espíritu investigativo de muchos estudiosos que 
	intuyen que detrás de la intrincada maraña de acertijos se oculta la 
	realidad de una verdad que acerca al hombre hacia el encuentro con su 
	destino 
	 
	Religión, leyenda, mito, historia, integran un curioso calidoscopio en el 
	que cada uno de nosotros iremos viendo aconteceres, que muchas veces nos 
	llegan a superar, pues estarían indicando que pasado y presente, vuelven a 
	confundirse, a tal punto, que de súbito brota la idea que cada vez que 
	deseamos conocer el futuro, debemos sumergirnos en el pasado, pues allí 
	están todas las claves que señalarían nuestro derrotero. 
  
			
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