Objetos Relacionados con

El Jeroglífico de Shem

Extracto de "La Escalera Al Cielo"

de Zecharia Sitchin

El Segundo Libro de Crónicas de La Tierra

 

Las historias egipcias dicen que el santuario de Heliópolis fue destruido varias veces por invasores enemigos. De él, no queda nada en nuestros días; el Ben-Ben tampoco está. Pero en los monumentos egipcios se le representó como una cámara cónica en cuyo interior se podía ver a un dios. De hecho, los arqueólogos han encontrado un modelo a escala en piedra del Ben-Ben, en donde se ve a un dios delante de su escotilla abierta con un gesto de bienvenida. (Fig. 1)

Fig. 1 - Click para agrandar

 

La verdadera forma de la cámara celestial se pintó probablemente con más precisión en la tumba de Huy (Fig. 2); que los modernos módulos de mando - las cápsulas que albergan a los astronautas en la punta de los cohetes durante el lanzamiento, y en las cuales regresan a la Tierra (Fig. 3) - se parezcan tanto al Ben-Ben se debe, sin duda, a las similitudes de propósito y función.

Fig 2 - click para agrandar

Fig. 3


No disponiendo del verdadero Ben-Ben, ¿existe algún otro objeto físico que sirva de evidencia - y no meros dibujos o modelos a escala que se haya conservado del santuario heliopolitano?. Ya hemos mencionado anteriormente que, según los textos egipcios, hubo otros objetos secretos de Ra en exposición o bajo custodia en el santuario.

En el Libro de los Muertos, en la división correspondiente al santuario de Heliópolis, se representaban nueve objetos relacionados con el jeroglífico de Shem, de modo que bien puede ser que hubiera, en efecto, otros nueve objetos relacionados con el espacio o partes de una nave espacial expuestos en el santuario.


Los arqueólogos puede que hayan encontrado también una réplica de uno de estos objetos más pequeños. Es un extraño objeto circular con intrincadas curvas y recortes (Fig. 4), que ha desconcertado a los expertos desde que se descubriera en 1936. Lo importante es tener en cuenta que el objeto se encontró - entre otros «inusuales objetos de cobre» - en la tumba del príncipe coronado Sabu, hijo del rey Adjib, de la Iª Dinastía. Por tanto, existe la certeza de que el objeto fue colocado en la tumba alrededor del 3100 a.C. Podría ser más antiguo pero, ciertamente, no más reciente que de esa fecha.

Fig. 4

 

En sus informes sobre los descubrimientos en el norte de Saqqara (justo al sur de las grandes pirámides de Gizé), Walter B. Emery (Great Tombs of the First Dynasty) describía el objeto como un «recipiente de esquisto con forma de cuenco», y remarcaba que «no se ha hallado ninguna explicación satisfactoria acerca del curioso diseño de este objeto».

 

El objeto se talló a partir de un sólido bloque de esquisto - una roca que es muy quebradiza y que se escinde fácilmente en finas capas irregulares. Si se le hubiera dado cualquier tipo de uso, se habría roto con rapidez, por lo que es posible que se eligiera este tipo de piedra en particular por su idoneidad para la talla, habida cuenta de la inusual y delicada forma del objeto; como un medio para preservar la forma, más que para hacer uso de ella. Esto ha llevado a otros expertos, como Cyril Aldred (Egypt to the End of the Old Kingdom), a la conclusión de que el objeto «imitase posible-mente una forma hecha, originariamente, de metal».


Pero, ¿qué metal pudo haberse utilizado en el cuarto milenio a.C. para crear este objeto, qué procesos de precisión, qué hábiles metalúrgicos había entonces para crear un diseño tan delicado y tan complejo estructuralmente? Y, por encima de todo, ¿con qué propósito?

 

Un estudio técnico de su diseño único (Fig. 5) arroja un poco de luz sobre su uso u origen. El objeto, de unos 60 centímetros de diámetro y menos de 10 centímetros en su parte más gruesa, se hizo evidentemente para ser encajado en un eje y dar vueltas. Sus tres extraños recortes curvos sugieren una posible inmersión en un líquido durante su rotación.

Fig. 5

 

Desde 1936, no se han hecho más esfuerzos por desentrañar el enigma del objeto. Pero su posible función se nos ocurrió de repente en 1976, al leer en una revista técnica algunas cosas acerca de los diseños revolucionarios de volantes que se estaban desarrollando en California en colaboración con el programa espacial norteamericano. El volante, sujeto al eje rotatorio de una máquina o un motor, se viene usando desde hace al menos dos siglos para regular la velocidad de una maquinaria, así como para acumular energía para un empuje simple, como en una prensa metálica (o, más recientemente, en la aviación).


Como norma, los volantes han de tener los bordes pesados, puesto que la energía se almacena en la circunferencia de la rueda. Pero en la década de 1970, los ingenieros de la Lockheed Missile & Space Company idearon un diseño opuesto, una rueda de bordes ligeros, que afirmaban que era más adecuada para ahorrar energía en trenes de transporte de masas o almacenar energía en trolebuses propulsados eléctricamente. La Airesearch Manufacturing Company prosiguió con las investigaciones; el modelo que desarrollaron -pero que nunca se llegó a perfeccionar- debía estar encerrado herméticamente en el interior de una carcasa llena de lubricante. Que ese revolucionario volante (Fig. 6) se parezca a un objeto de 5.000 años de antigüedad descubierto en Egipto no resulta tan sorprendente como el hecho de que el perfeccionado objeto del 3100 a.C. ¡se parezca a una pieza de equipamiento que todavía tenían en fase de desarrollo los ingenieros espaciales en el 1978 d.C.!

Fig. 6 - click para agrandar

 

¿Dónde está el original metálico de este antiguo volante? ¿Dónde están los otros objetos que, según parece, se exponían en el santuario de Heliópolis? ¿Dónde, en definitiva, está el mismísimo Ben-Ben? Como tantos objetos de la antigüedad cuya existencia fue documentada por los pueblos antiguos más allá de toda duda, desaparecieron todos, quizá destruidos por catástrofes naturales o guerras, quizá desmantelados y llevados a algún otro sitio, como botín de guerra o para salvaguardarlos y ocultarlos en lugares largo tiempo olvidados.

 

Quizá fueron llevados de vuelta a los cielos; quizás estén aún entre nosotros, irreconocibles en su verdadera naturaleza, en los sótanos de algún museo. O, como podría sugerir la leyenda del Fénix que enlaza Heliópolis con Arabia, quizás esté oculto bajo la cámara sellada de la Qa'aba, en La Meca...


Sin embargo, podemos conjeturar que la destrucción, desaparición o traslado de los objetos sagrados del santuario tuvo lugar, probablemente, durante el llamado Primer Período Intermedio de Egipto. En aquel período se deshizo la unión de Egipto y reinó la anarquía. Sabemos que los santuarios de Heliópolis fueron destruidos durante los años de revueltas; quizás fue entonces cuando Ra dejó su templo en Heliópolis y se convirtió en Amón -el «Dios Oculto».

 

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