abrieron un
misterio geológico aún sin resolver. Las técnicas modernas de tomografía sísmica revelaron una anomalía a 250 Km. de profundidad que coincidía con la zona del temblor de 1969 y que cambió el enfoque de los investigadores...
La magnitud estimada se situó entre 8,5 y 8,7, lo que lo convirtió en el sismo más destructivo de Europa en tiempos modernos.
Más de dos siglos después, en 1969, otro gran
temblor volvió a sacudir la misma región con magnitud 7,9, aunque
esta vez su epicentro se localizó bajo la
llanura abisal de Horseshoe.
Ninguna fractura visible en la corteza podía
explicar los sismos, y sin embargo las pruebas acumuladas señalaban
que algo extraordinario ocurría en las profundidades
Al analizar cómo las ondas sísmicas atraviesan la
región, los investigadores identificaron una anomalía de alta
velocidad que descendía hasta 250 Km. bajo la llanura de
Horseshoe, justo en la zona del terremoto de 1969. que marcaron Lisboa abrieron un misterio geológico aún sin resolver. CC0
En lugar de una corteza oceánica plenamente formada, lo que quedó fue un margen continental muy estirado donde el manto superior quedó expuesto y se transformó mediante serpentinización.
Según el estudio,
El hallazgo desató nuevas preguntas.
Si la losa detectada correspondiera a un proceso clásico de subducción, la corteza debería mostrar un acortamiento de más de 200 Km., pero las observaciones geológicas apenas registraban entre 20 y 50.
La conclusión era que la interpretación tradicional no cuadraba...
La revista Nature Geoscience publicó en 2025 (Seismic evidence for Oceanic Plate Delamination offshore Southwest Iberia) la respuesta que cambió la visión de este rincón del Atlántico:
Esa capa serpentinizada, de unos 10 km de grosor, junto con la existencia de dos grandes fallas verticales enmarcando la región, facilitó que un bloque completo de litosfera oceánica se desprendiera y comenzara a hundirse.
Las simulaciones numéricas confirmaron el
escenario. permitió que la litosfera se separara como un bloque independiente. CC0
Sin embargo, al introducir la serpentinización
y las fallas, el bloque empezó a despegarse hacia el norte
bajo
Eurasia, con una gran falla
inclinada que sería la fuente de los terremotos.
Según los cálculos, la superficie de ruptura de la falla podría alcanzar los 20.000 km2, suficiente para liberar una energía equivalente a la del terremoto de Lisboa de 1755.
Rupturas menores, de unos 80 Km., darían lugar a
magnitudes como la de 1969.
La delaminación oceánica nunca se había documentado antes y podría constituir el paso previo a la creación de una nueva zona de subducción.
Iniciar este tipo de estructuras en medio de un océano como el Atlántico siempre ha sido un reto para la teoría de placas, ya que implica doblar y fracturar superficies muy estables.
El hallazgo sugiere que la delaminación,
al requerir menos energía, puede abrir la puerta a ese proceso.
Ese escenario a largo plazo acabaría consumiendo
el fondo oceánico del Atlántico oriental, avanzando hacia un futuro
cierre del océano dentro de decenas de millones de años...
El propio Duarte advirtió que volverán a producirse en esta región, con capacidad de generar tsunamis que afectarían a comunidades costeras a ambos lados del Atlántico.
Y si algo demuestran los estudios recientes, es
que el fondo marino guarda todavía sorpresas capaces de sacudir con
fuerza tanto la geología como la memoria histórica de Europa...
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