|

por Guillem Ferrer
04 Octubre 2025
del Sitio Web
UltimaHora
Articulo también AQUÍ
|
Guillem Ferrer
Activista mallorquín. Fundador del movimiento Poc a
Poc y de la fundación Educació per la Vida. |

Existen dos
mundos en uno,
la dimensión
espiritual y la visible.
No son
contrarias,
sino dos rostros
de la misma existencia y
dos modos de
habitar el misterio...
Rabindranath Tagore, escritor, educador y activista, accedía
a
una realidad invisible a través de
su poesía, de su música y de sus pinturas.
Una realidad que, aunque no siempre se ve,
está profundamente presente.
Descubría lo sagrado en la naturaleza, en las
personas, en los gestos sencillos y en los detalles cotidianos.
Para él lo trascendente no era algo lejano ni
reservado a lo religioso, sino la verdad de la felicidad
suprema.
No pertenece al futuro ni al más allá y se
manifiesta aquí y ahora en cada instante.
Ese misterio no se encuentra únicamente en libros
sagrados ni en templos.
Habita en cada palabra, en cada átomo, en
cada mirada ofrecida.
Cuando dejamos de reconocer lo eterno en cada
célula de la existencia es porque hemos perdido la imaginación y
con ella el sentido de lo sagrado.
Debemos recuperar la capacidad de intuir que
hay una realidad mayor en la flor, en el árbol, en el
río, en la mariposa, en el ser humano o en el sonido.
Tagore resumió su proyecto educativo en una frase luminosa que
afirmaba que,
lo esencial era descubrir en el interior de
uno mismo la presencia de Dios, la inteligencia creadora
del universo que da vida a todo y nos une en una gran familia.
Existen dos mundos en uno,
la dimensión espiritual y la visible.
No son contrarias, sino dos rostros de la misma
existencia y dos modos de habitar el misterio.
Vivimos inmersos en lo humano, respiramos,
trabajamos, hablamos, buscamos. Sin embargo también participamos de
la esfera interior, donde lo eterno susurra en cada silencio y se
revela sin palabras.
Habitamos la forma, la flor que se abre, la piel que roza, la
palabra que cruza el aire.
Pero en lo profundo,
cada forma es un velo que cubre una llama
sagrada.
La materia es recipiente y la esencia es el
contenido.
Vemos cuerpos y certezas, aunque lo invisible,
aunque no se mida ni se pese, permanece siempre ahí.
La cuestión no es si 'existen' esas dos
dimensiones, sino si estamos dispuestos a contemplar más
allá...
En una conferencia un médico forense dijo a
Louis Pasteur que había abierto miles de cadáveres y nunca había
visto el alma.
Pasteur respondió con calma que, cuando
muriera su abuela la cortara en mil pedazos e intentara
encontrar todo el amor que le dio en vida.
El alma no se disecciona, es la
presencia viva del amor.
Con los dos ojos percibimos lo físico.
Con el tercer ojo vislumbramos lo metafísico
y abarcamos la totalidad de la vida, no solo lo que aparece,
también lo que vibra detrás de lo aparente.
Alma, espíritu, imaginación, intuición y
conciencia son realidades que se
expresan a través de lo tangible.
Alma y cuerpo unidos nos hacen completos.
El espíritu es lo que sentimos y la materia
lo que medimos.
De esa percepción brota una certeza serena,
somos humanos en esta vida y
eternos en la otra orilla...
La flor también posee dos dimensiones.
La visible está en los pétalos, el tallo y
las hojas, lo que vemos con los ojos y tocamos con las manos. Lo
invisible es lo que sentimos, lo que conmueve el corazón.
Lo visible y lo oculto no se excluyen, se
abrazan.
Tal vez no podamos ver el alma con un microscopio ni medir el amor
en mililitros, pero sí sentir su presencia en la flor que se abre,
en el silencio que envuelve y en la luz que nace cuando abrimos los
ojos del corazón.
|