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por Guillem Ferrer
30 Octubre 2025
del Sitio Web
BrownstoneEsp

Una
mente sin alma
produce
ciencia sin ética,
mientras
que
una
espiritualidad sin discernimiento
engendra
dogmas y división...
El activismo consciente es un acto de amor...
No nace del odio ni del miedo, sino de una
ternura radical hacia la Tierra, hacia la vida y hacia los seres
que la habitan.
Actuamos porque,
amamos los árboles que respiran por nosotros,
los océanos que nos enseñan profundidad, las montañas que nos
recuerdan el silencio.
Amamos al niño que seremos mañana, al anciano
que habita en nosotros, y a las generaciones futuras que aún no
tienen voz.
Por eso elegimos decir no a toda
forma de violencia, contra la naturaleza, contra los cuerpos y
contra el alma.
Este activismo no se limita a la protesta, es una espiritualidad que
camina. Una oración hecha acción. Como la mariposa que emerge de la
oruga gracias a las células imaginales que transforman su ser
desde dentro, también el cambio colectivo se gesta en la
revolución interior...
A pesar del ruido que provoca el miedo
o la codicia, cada vez más personas
despiertan y tejen redes de cuidado, justicia y conciencia.
Son esas pequeñas acciones cotidianas, firmes
y amorosas, las que transforman el mundo desde su raíz.
El activismo se eleva cuando encuentra equilibrio
entre la lucidez de la razón y la calidez del corazón.
Sin esta unión, volamos en círculos. Una mente
sin alma produce ciencia sin ética, mientras que una espiritualidad
sin discernimiento engendra dogmas y división.
Lo que necesitamos no es elegir entre pensar o
sentir, sino aprender a pensar con el corazón y a sentir con
sabiduría. Porque amar la vida exige protegerla, y protegerla
requiere actuar.
En las tradiciones indígenas,
los guerreros no eran los que hacían la
guerra, sino quienes velaban por el bienestar del pueblo.
Escuchaban a los ancianos, se ponían en la
primera línea y, si era necesario, arriesgaban la vida para que
otros pudieran vivir.
Hoy, ese espíritu vive en los activistas:
personas que caminan con el alma por delante,
que dan voz a los silenciados, que ayudan a despertar a los que
están durmiendo, que arriesgan para preservar la vida.
También la educación debe ser parte de este
renacer.
No basta con transmitir datos, hay que
encender el alma.
Devolver el asombro al aprendizaje y la
reverencia a la enseñanza.
Un verdadero educador no impone
respuestas, sino que acompaña a descubrir la luz que habita en cada
ser. El alma no se forma, se revela cuando hay presencia y respeto.
En un mundo que digitaliza emociones y medicaliza el
malestar, urge un activismo que recupere el arte de mirar a los
ojos, de escuchar el susurro de lo invisible.
Curar, educar, proteger, son también formas
de activismo cuando brotan de la compasión.
No se trata de conquistar, sino de cuidar.
No de controlar, sino de acompañar.
Este es el momento de recordar que el verdadero
cambio no empieza en las estructuras externas, sino en la intimidad
del alma.
Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo.
El mundo no necesita más banderas ni más ruido.
Necesita manos abiertas, ojos despiertos y
corazones en llamas.
Guerreros del alma que no teman sembrar luz
en medio de la sombra, que tejan un nuevo paradigma, justo,
amoroso y sostenible.
¿Dónde pondrás hoy tu energía?
¿Qué realidad vas a encarnar?
Porque vivir en la Tierra es un privilegio, y
actuar desde el amor, la forma más elevada de honrarlo...
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