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por Jordi Pigem
19 Marzo 2025
del Sitio Web
BrownstoneEsp
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Extraído de los capítulos 5-6 de Jordi Pigem, 'Conciencia
o Colapso', páginas 20-25.
(las
referencias se encuentran en las
páginas 130-131) |

La
"I.A." se hace llamar
"inteligencia artificial",
pero no es
inteligencia
(que
siempre requiere entender),
sino
cálculo mecánico...
En el libro que dedica al arte de la fotografía, La Cámara Lúcida
(1980), Roland Barthes recoge este comentario que le
hicieron en un café, refiriéndose a los otros clientes:
"Mire qué mates son; en nuestros días las
imágenes son más vivientes que la gente."
¿Cómo es posible que la imagen, la copia,
sea más viva, o sea más real, que el original?
Lo que en la experiencia del momento se nos
presenta, la imagen lo re-presenta, tal vez alterándolo para que
resulte más llamativo y espectacular.
Y de este modo la representación, el espectáculo,
acaba eclipsando la inmediatez del original.
Hoy millones de personas retocan sus selfis antes de
enviarlos a
Facebook o Instagram,
porque la imagen se valora más que la realidad, lo representado
cuenta más que lo presente.
Acostumbrados a las representaciones
sofisticadas, elegidas para impactar, la auténtica presencia de las
cosas o las personas puede saber a poco.
El "síndrome
de París" afecta cada año a turistas, sobre todo
japoneses, profundamente desilusionados porque en la ciudad del
Sena, idealizada como la ciudad romántica por excelencia, no
encuentran las personas y lugares encantadores que habían imaginado
a través de las fotografías de
Robert Doisneau y la publicidad
de Chanel...
El síndrome de París, que puede comportar
ansiedad, vómitos y alucinaciones, fue inicialmente diagnosticado
por un psiquiatra de origen japonés,
Hiroaki Ota, en 1989.
Y no solo sucede en París...
Vivimos en un mundo presidido por representaciones, una sociedad del
espectáculo.
Al principio de una obra con este título (La
sociedad del espectáculo, 1967), Guy Debord lamentaba:
"Todo lo que era directamente vivido se ha
alejado en una representación."
La representación siempre es lejana y secundaria:
nos aleja de la plena presencia, de la
experiencia inmediata, del latido del vivir.
En un mundo repleto de representaciones, dejamos
de estar plenamente presentes.
La pérdida de la presencia conlleva una
pérdida de orientación y nos hace más manipulables...
De ello se aprovecharon los totalitarismos
clásicos, como vio
Hannah Arendt.
La propaganda totalitaria sustituye el mundo
real por una gran representación ideológica, en la que no hay
lugar para los matices.
La gran representación de la propaganda
totalitaria tampoco permite que cada persona encuentre un
sentido propio a su vida.
Según Arendt, una clave del totalitarismo de
Hitler y Stalin fue 'fomentar la falta de sentido' (senselessness).
Los totalitarismos se construyen de forma
sistemática a partir de premisas rígidas que no concuerdan con el
dinamismo de la realidad.
Por eso son, en una expresión que la filósofa
alemana de origen judío repite a menudo,
"un pedazo de locura extraordinaria" (a
piece of prodigious insanity).
Lo que puede resultar sorprendente es que la
locura o la insania de estos sistemas ideológicos se
basa, como explica la filósofa,
"en el mismo carácter lógico (logicality)
con el que están construidos".
Aferrados a su lógica interna, los
totalitarismos ignoran los matices y evidencias que no
encajan con sus ideas fijas y proceden con una frialdad implacable:
-
una frialdad acerada, si pensamos en las
tecnologías de aquel momento
-
una frialdad algorítmica, si pensamos en
las tecnologías de hoy en día...
Los totalitarismos, como los
fundamentalismos, desprecian los hechos y el sentido común.
Despliegan lo que Arendt reiteradamente
describe como un "desprecio por la realidad" (contempt for
reality)...
Boris Souvarine, amigo de Lenin y
Trotski, testigo en Moscú de la "locura extraordinaria" de
las purgas estalinistas, escribe desde Francia en 1938:
La URSS es el país de la mentira, de la
mentira absoluta, de la mentira integral.
Stalin y sus súbditos siempre mienten, en
todo momento, en todas las circunstancias, y, a base de mentir
tanto, ya ni siquiera saben si mienten.
Poco después, la propia Francia se hunde en el
totalitarismo con el mariscal Pétain, colaborador de los
nazis.
Como explica
Koyré en su ensayo sobre la
mentira:
El régimen totalitario está esencialmente
vinculado a la mentira.
Y nunca se ha mentido tanto en Francia como
desde el día en que, inaugurando la marcha hacia un régimen
totalitario, el mariscal Pétain proclamó:
"Odio las mentiras."
Pero este proceso de desprecio por los hechos,
erosión de la honestidad y declive del sentido de la realidad no
empieza en el siglo XX.
En 1843, exactamente cien años antes de que Koyré
denuncie que nunca se había mentido tanto, el filósofo Ludwig
Feuerbach deplora que el interés por la realidad se está
perdiendo.
Constata que se empieza a valorar más lo ilusorio
que lo verdadero,
"la imagen más que la cosa, la copia más que
el original, la representación [Vorstellung] más que la
realidad, la apariencia más que la esencia".
Eso constituye, protesta, un "engaño" y un
descalabro sin comparación posible (una "aniquilación absoluta":
absolute Vernichtung...).
Y este proceso ha ido a peor.
Las nuevas tecnologías le dan alas...
Otro filósofo que escribe en alemán, el coreano
Byung-Chul Han, afirma hoy que,
la digitalización está debilitando "la
conciencia misma de la realidad".
No se trata solo de que la realidad inmediata se
debilite:
también se distorsiona su contenido...
Eso es lo que significa vivir en un mundo
dominado por las representaciones, en una sociedad centrada
en el espectáculo.
Las representaciones se nos presentan por todas
partes, las imágenes pasan a conformar la realidad que nos rodea.
Y hoy la mayoría de imágenes que imperan en los
medios digitales son imágenes de violencia:
violencia física, violencia sexual, violencia
contra la belleza, la bondad y la verdad, contra el sentido
común, contra el prodigio y la sacralidad de la vida.
Los contenidos mentales son lo que lleva al mundo
al colapso.
En la mitología griega,
Circe es un ser con un
extraordinario poder de seducción y de engaño.
Hoy, hechizados y enredados por los datos e
imágenes que circulan por las pantallas, nos hallamos ante las
seducciones de Circe 2.0...
Incluyen las promesas de la digitalización,
la robotización,
el metaverso y
el transhumanismo.
Incluyen el hecho de dar más valor a los
likes y los retuits que a las relaciones genuinas.
Incluyen el modo en que alegremente
permitimos que los algoritmos capturen nuestros
datos, rastreen nuestros movimientos, asedien nuestras
profesiones e invadan nuestras relaciones y nuestro espacio,
interior y exterior, con la denominada "I.A.".
La "I.A."
se hace llamar "inteligencia artificial", pero no es inteligencia
(que siempre requiere entender), sino cálculo mecánico...
Vertiginoso, pero sin experiencia o
conciencia...
No es inteligencia, pero puede llegar a
imitarla a base de algoritmos.
Por eso sería más exacto leer el acrónimo IA
(I.A.) como "Imitación Algorítmica", o "Invasión
Algorítmica", si tenemos en cuenta sus repercusiones.
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