por Rosa

09 Enero 2014

del Sitio Web LosÁrbolesInvisibles

Información enviada por CFGO

 

 

 

 

 

 

 

Los árboles

en la naturaleza y la cultura...
 

 

"Los árboles me han dado siempre los sermones más profundos", escribió Hermann Hesse (1877-1962) en su obra El Caminante.

Para escuchar la verdad que irradian los árboles hay que pararse y desentenderse de las prisas y el ruido.

 

Hesse dedicó un tiempo a pasear por bosques y aldeas del sur de Suiza y "prestó atención largamente y en silencio" a los árboles hasta captar y comprender los mensajes que propagan, inaudibles para la mayoría de nosotros.

 

La verdad que oyó susurrar a los árboles en sus solitarias caminatas la recogió en "Árboles", uno de los trece textos contemplativos que, junto a diez poemas y trece acuarelas propias, publicó en 1920 con el título Wanderung (El Caminante).

 

En este post se reproducen tres de las acuarelas.
 

 


Acuarela de Hermann Hesse
 


En la aventura de vagabundear por parajes y textos para elaborar este blog, trato de seguir el rastro de autores y personas con sensibilidad para oír y desentrañar las enseñanzas que los árboles inspiran, para desvelar la sabiduría de los árboles que podamos aplicar en nuestra vida.

 

Ningún texto me ha impresionado y cautivado tanto como este de Hermann Hesse.

 

Desde que lo leí por primera vez no he dejado de vivirlo, de visitarlo, de recordarlo en muchos momentos.

Se ha convertido en uno de mis objetos de meditación, porque expresa con sencillez el misterio que se esconde en lo más profundo de nuestro ser, aquello que solo se revela en momentos de honda reflexión o contemplación, aunque una vez leído en palabras del genial artista parezca obvio.

 

Hesse abre una ventana en el corazón del árbol y por ella vemos nuestro corazón.

El texto brinda un buen número de imágenes y metáforas llenas de sentido, pero dos de ellas me parecen fundamentales.

La visión de la esencia de la vida que subyace en todas las criaturas vivientes y se manifiesta, desarrolla y despliega de forma única en cada individuo.

 

Y el poder y la fuerza de la confianza en la vida para alcanzar a vivir de forma reconfortada y feliz.

Con el lenguaje del alma, Hesse deshace las fronteras entre nosotros y los árboles, y nos abre la comunicación con ellos, nos une un poco más a esos sabios gigantes verdes.

 

Invito a escuchar lo que dicen los árboles y a reencontrar al maestro Hermann Hesse, en la exquisita traducción de Lorenzo Zavala y Ana María Carvajal.

 

Y si después de la lectura les parece que he exagerado, por favor, díganmelo.

 

ÁRBOLES

Los árboles me han dado siempre los sermones más profundos.

 

Los respeto cuando viven en poblaciones o en familias, en bosques o en arboledas. Pero aún los respeto más cuando viven apartados.

 

Son como individuos solitarios.

 

No como ermitaños que se hubieran recluidos a causa de una debilidad, sino como seres grandes y aislados, como Beethoven o Nietzsche.

 

En sus ramas más alta susurra el mundo y sus raíces descansan en lo infinito; pero no se abandonan ahí, luchan con toda su fuerza vital por una única cosa:

cumplir con ellos mismos según sus propias leyes, desarrollando su propia forma, representándose a sí mismos.

 

Hermann Hesse Acuarela

 

 

Nada es más sagrado, nada es más ejemplar que un árbol fuerte y hermoso.

 

Cuando se tala un árbol y se muestra desnuda al sol su herida mortal, puede leerse toda su historia en el tosco y lapidario disco de su tronco:

en sus anillos anuales y en sus cicatrices están descritos con exactitud toda lucha, todo sufrimiento, toda enfermedad, toda fortuna, toda recompensa.

Años flacos y años abundantes, agresiones soportadas y tormentas sobrevividas.

 

Y cualquier hijo de campesino sabe que la madera más dura y noble es la que tiene los anillos más estrechos, y que arriba en la montaña, en constante peligro, crecen las ramas más inquebrantables, las más fuertes y ejemplares.

Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar con ellos y sabe escucharlos, descubre la verdad.

 

Ellos no predican doctrinas ni recetas.

Predican, indiferentes al detalle, la originaria ley de la vida...

El árbol dice:

en mí hay escondido un núcleo, una luz, un pensamiento. Soy vida de la vida eterna. Único es el propósito y el experimento que la madre eterna ha hecho conmigo.

 

Únicos son mi forma y los pliegues de mi piel, así como único es el más humilde juego de hojas de mis ramas y la más pequeña herida de mi corteza.

 

Fui hecho para formar y revelar lo eterno en mis más pequeñas marcas.

El árbol dice:

mi fuerza es la confianza.

 

No sé nada de mis padres y no sé nada de los miles de hijos que cada año nacen de mí. Vivo, hasta el final, el secreto de mi semilla y de nada más me ocupo.

 

Confío que Dios está en mí. Confío que mi misión es sagrada. Y de esta confianza vivo.

Cuando estamos heridos y apenas podemos resistir más la vida, el árbol puede hablarnos:

¡Detente! ¡Detente! ¡Mírame! La vida no es fácil, la vida no es difícil.

 

Esas son ideas infantiles. Deja que Dios hable dentro de ti y tus pensamientos crecerán en silencio. Te sientes ansioso porque tu trayecto te conduce lejos de la madre y la patria.

 

Pero cada paso y cada día, te encaminan de regreso a la madre. Tu patria no está ni aquí ni allí. Tu patria está en tu interior o en ningún lugar.

 

Acuarela por Hermman Hesse

 

 

El deseo de caminar rasga mi corazón cuando escucho a los árboles susurrar con el viento del crepúsculo.

 

Si se le presta atención largamente y en silencio, esta añoranza revela su origen y su destino. No es tanto una cuestión de escapar del sufrimiento, aunque pueda parecerlo, es nostalgia de la tierra, de recuerdos de la madre y de nuevas enseñanzas para la vida.

 

Nos guía a casa...

 

Cada travesía nos conduce al camino de vuelta a casa, cada paso es nacimiento, cada paso es muerte, cada tumba es la madre.

Así susurra el árbol al atardecer cuando nos inquietamos con nuestros pensamientos infantiles.

 

Los árboles tienen un razonamiento más extenso, más apacible y de largo aliento, igual que tienen vidas más largas que las nuestras.

 

Son más sabios que nosotros mientras no les escuchemos. Pero cuando hemos aprendido a prestarles atención, la brevedad, la rapidez y el apresuramiento pueril de nuestro juicio, alcanza una alegría incomparable.

 

Quien haya aprendido a escuchar a los árboles no busca más ser un árbol. No querrá ser distinto de lo que es.

 

Ésa es la patria.

 

Eso es la felicidad...

Extraído de El Caminante - H.Hesse

 

 

 

Referencias

¹ Hermann Hesse - El Caminante - Ilustrado por el autor. Traducido por Lorenzo Zavala y Ana Mª. Carvajal. Edición de Ana Mª. Carvajal Hoyos. Editorial Caro Raggio. Madrid, 2012.