por Jorge Alvarez
31 Marzo 2018

del Sitio Web LaBrujulaVerde



 


Imagen: Honeyguide Media
 

 


La miel, ese fluido viscoso y dulce que producen las abejas a partir, sobre todo, del néctar de las flores ha constituido un alimento fundamental para el Hombre ya desde tiempos prehistóricos, dando origen a una actividad como la apicultura.

 

Los recursos obtenidos de la caza y recolección, tanto de vegetales como de animales (moluscos, por ejemplo), se veían ampliados así con este producto que una vez salvados los obstáculos naturales (ahuyentar a las abejas de sus colmenas para acceder a ellas sin peligro) proporcionaba un importante aporte calórico.

 

Pero antes había que localizarlo y en ello pudo jugar un papel fundamental un tipo de pájaro, el llamado Indicador grande.

Sabemos que los hombres recogían miel al menos desde el Mesolítico, tal como atestigua una pintura rupestre de la Cueva de la Araña, en Bicorp (Valencia), que representa a una figura antropomorfa encaramada a un árbol y portando un cesto con el que recolecta miel con abejas zumbando a su alrededor, así como se ve en piezas de cerámica de otros rincones de Europa.

 

 


El recolector de miel mesolítico

de la Cueva de la Araña

Imagen: Achilea en Wikimedia Commons
 

 

En el Neolítico ya había actividad apicultora propiamente dicha y en el Período Predinástico Egipcio (equivalente al Calcolítico) se trataba de una explotación económica plenamente asentada, según muestran los papiros de la época.


Ahora bien, la existencia de pueblos que hoy en día siguen viviendo en condiciones similares a las de la Edad de Piedra constituye una valiosa fuente de información para imaginar cómo se desarrollaron aquellos primeros pasos entre las abejas.

 

Es lo que pasa en algunas regiones del África subsahariana cuyas condiciones algo extremas obligan a sus habitantes a no desaprovechar ninguna posibilidad alimentaria y los estudios revelan el importante papel que en ese proceso juega la citada ave para encontrar las colmenas.

El Indicador grande pertenece a la familia indicatoridae, una de las que forman el orden de los piciformes, al que pertenecen también el pájaro carpintero y el tucán, por poner un par de ejemplos (el término piciforme hace referencia al abanico de formas que tienen sus picos).

 

El género y especie serían Indicator indicator, aplicado al que habita en regiones arbóreas abiertas y secas de la franja central africana (excepto la selva occidental) y cuyo nombre en inglés resulta quizá un poco más descriptivo que en castellano:

greater honeyguide, es decir, el mayor guía de miel.

 


Un Indicator indicator

Imagen: Gisela Gerson Iohman-Braun

en Wikimedia Commons
 


La razón de esa denominación es la costumbre que tiene de conducir a algunos animales hacia donde hay colmenas en lo que sería un magnífico ejemplo de simbiosis.

 

Claro que es algo documentado siglos atrás, en el XVIII para ser exactos, por testimonio del naturalista sueco Anders Erikson Sparrman tras un viaje que hizo al sur de África, reflejado en su obra A voyage to the Cape of Good Hope, towards the Antarctic polar circle, and round the world: But chiefly into the country of the Hottentots and Caffres, from the year 1772 to 1776 (Un viaje al Cabo de Buena Esperanza, hacia el círculo polar antártico, y alrededor del mundo: pero sobre todo hacia el país de los hotentotes y cafres, del año 1772 a 1776) y que los biólogos actuales no han podido comprobar todavía, de forma que existe cierta controversia al respecto.

Esos animales beneficiarios serían mamíferos como los babuinos y, sobre todo, los rateles o tejones meleros (Mellivora capensis), unos mustélidos que viven en casi toda África, Península arábiga y entorno, franja sirio-palestina, Mesopotamia y subcontinente indio hasta Turkmenistán.

 

Aunque son carnívoros (devoran pequeñas piezas como roedores, reptiles, aves…) y hacen gala de una extraordinaria ferocidad (se enfrentan a pitones y leones), tampoco hacen ascos a algunos vegetales (bayas, bulbos, raíces) e incluso a la carroña.

 

 


Un Indicador grande

preparando el banquete en una lámina decimonónica

Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
 


Pero su comida favorita es la miel y cuando encuentran una colmena suelen destrozarla para conseguir su precioso contenido, protegidos de los picotazos por su denso pelaje.

 

La simbiosis con el Indicador grande viene de que hace honor a su nombre científico indicando al ratel la ubicación de colmenas y, una vez desechas por éste y retirado con el estómago lleno, los restos quedan a disposición del ave.

 

Porque ese pájaro se alimenta de huevos y larvas de abeja, así como de su cera (puede digerirla), si bien a veces asalta él mismo las colmenas en colaboración con otros individuos de su especie.

Y si, suponiendo que sea cierto, los rateles saben seguir las señales que les marca el ave, con más razón los humanos, que hace milenios que aprendieron a interpretarlas y esto sí que está comprobado científicamente.

 

Dichas señales son sonoras (cantos) y visuales (curiosos vuelos ascendentes sobre el sitio, despliegue de la cola para mostrar unas características manchas blancas), permitiendo a los nativos identificar el mensaje e ir en pos suyo hasta los nidos abejeros (en África muchos nidos de aves son reutilizados por las abejas para instalar colmenas) o los interiores de troncos (donde también suelen instalar panales esos insectos).

 

 


Un ratel guiado por el pájaro

Imagen: Pinterest
 


Algunos estudios realizados sobre los borana, una tribu seminómada de Etiopía y norte de Kenia, demuestran que cuando recurren a los Indicadores grandes para conseguir miel normalmente reducen el tiempo empleado en la búsqueda hasta dos tercios.

 

Ello ha impulsado la asociación de esfuerzos, de manera que los borana han aprendido a emitir un silbido parecido al trino de ese ave en el momento de salir en busca de miel como una especie de solicitud de ayuda.

No son el único pueblo africano que se beneficia de esa peculiar costumbre animal, pues los wayao (o yao) de la parte septentrional de Mozambique también han desarrollado un sonido similar que les permite establecer esa comunicación básica, se puede escuchar una grabación hecha por el Smithsonian en Soundcloud:

 

 



Hay más etnias que aprovechan los servicios del Indicador grande, como los san (bosquimanos).

 

Todos ellos agradecen la ayuda dejándole parte del botín; de lo contrario, sus leyendas dicen que la próxima vez los pájaros les engañarán y les llevarán hasta un león o una serpiente venenosa.
 

 

Un wayao con un Indicador grande

Imagen: Claire N. Spottiswoode en Smithsonian
 


Sería interesante determinar hasta qué punto influyó la simbiosis ave-humana en el desarrollo de la primitiva apicultura en esos lugares.

 

Curiosamente, la sustitución progresiva de la miel por el azúcar ha reducido considerablemente la relación del ser humano con el Indicador grande y, como si de una respuesta natural se tratase, éste parece ir perdiendo su comportamiento de guía.
 

 

 


Fuentes