| 
			
			
 
 
  por Alejandro Martínez Gallardo
 
			16 Julio 2017del Sitio Web 
			PijamaSurf
 
			  
			  
			  
			  
			
			 
			  
			  
			  
			Coinciden filósofos y místicos 
			de todas las eras 
			en que el silencio es el 
			principio 
			del más alto conocimiento
 
			
			El silencio es el recogimiento del Ser
 
			en el retorno a su verdad.(Heidegger)
 
 
			
			El silencio es el sueño
 
			que nutre la sabiduría.(Francis Bacon)
 
 
			
			La mente recubre la realidad sin darse cuenta.
 
			Para conocer la 
			naturaleza de la mente 
			necesitas inteligencia, 
			 
			la capacidad de 
			observar a la mente en silencio 
			 
			con conciencia desapegada.(Nisargadatta Maharaja)
 
 
			
			Sé tan silencioso como un pez
 
			y sumérgete en el océano de la dicha.(Rumi)
 
 
			
			Permanezcamos en silencio
 
			para que así podamos escuchar 
			 
			el murmullo 
			de los dioses.(Emerson)
 
 
			
			El que habla no sabe;
 
			el que sabe no habla.(Lao-Tse)
 
			
 
 El silencio en todas las tradiciones místicas y gnósticas tiene un 
			lugar central.
 
			  
			Filósofos y místicos de todas las eras han reconocido 
			que para que la mente logre acceder a los aspectos más sutiles de la 
			existencia y pueda realmente conocer lo que es, es necesario 
			silenciar el pensamiento discursivo, conceptual o representacional.
			 
			  
			Un símil utilizado en las tradiciones de la India puede servir para 
			entender esto: 
			 
				
				si tenemos una imagen (por ejemplo, la Luna) 
			reflejada en un cuerpo de agua, podremos verla con mayor claridad si 
			la superficie está quieta; si en cambio existen agitaciones, ya sea 
			por el viento o por una roca que al caer genera ondas en el agua, no 
			podremos ver con la misma claridad la imagen. 
			El matemático y filósofo francés 
			Blaise Pacal escribió: 
				
				"La 
			infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de 
			quedarse quieto en su habitación".  
			Una frase que hay que leer a la 
			luz del silencio, tanto en su aspecto gnóstico como en su aspecto 
			más secular como un remedio para el estrés.
			 
			  
			En este artículo 
			intentaremos explicar por qué el silencio y la quietud son las 
			llaves que llevan no sólo a la felicidad sino, más aún, a la 
			sabiduría, que es al final de cuentas una felicidad serena y 
			duradera que conquista la mutabilidad del ánimo y de las 
			circunstancias.
			 
			  
			Es sólo el hombre que es capaz de aquietar su mente 
			y sus emociones quien puede ver la realidad.
			 
			  
			Podemos parafrasear: 
				
				"Quédate quieto y te conocerás a ti mismo y a los dioses". 
			La frase de Pascal también puede entenderse en relación al concepto 
			de Heidegger del "pensamiento meditativo" que piensa al Ser, a 
			diferencia del pensamiento superficial, representacional o 
			calculador.
			 
			  
			Heidegger sugiere que para para alcanzar este 
			pensamiento meditativo es necesario "esperar". Este esperar es estar 
			receptivo a la apertura del Misterio, al claro del Ser (que a su vez 
			también nos espera). 
			  
			Se trata de un esperar que no espera nada en 
			específico, una espera sin objeto o meta, una espera pura y 
			totalmente abierta, una espera meditativa.  
				
				"No debemos hacer nada en 
			absoluto, sólo esperar", dice Heidegger en el texto Diálogos en un 
			camino de campo.  
			Hay que aprender a no hacer nada, como dice Pascal, 
			y hay que aprender a esperar, que es también algo así como saber 
			estar en una habitación quietos (lo cual no significa no pensar; al 
			contrario, significa pensar y contemplar lo más cercano e íntimo que 
			es el Ser).
			 
			  
			Al hacer esto, dice Heidegger, nos volvemos sensibles a 
			la voz del Ser, y si la seguimos nos podemos transformar de tal 
			forma que todo pensamiento (Denken) se vuelve agradecimiento (Danken). 
			 
			  
			Aquí Heidegger cobra una dimensión mística similar a la de Meister 
			Eckhart, quien sugirió que si nuestra única oración es "dar las 
			gracias" eso es suficiente para el conocimiento de Dios. 
			 
			  
			Aunque este 
			esperar, este pensamiento meditativo no es exactamente lo mismo que 
			el silencio, sí es claramente un estado místico similar al wu-wei 
			taoísta, un hacer sin hacer, una especie de concentración meditativa 
			sin esfuerzo o voluntad. 
			 
			  
			El concepto clave aquí es
			Gelassenheit, que 
			ha sido traducido al español como "serenidad", "dejidad" o 
			"ecuanimidad" y que alude a dejar ser, a una liberación, a una 
			soltura; se trata, según el mismo Heidegger, de una disponibilidad 
			ante el Ser que deja que las cosas sean en sí mismas, "en su 
			misterio e incertidumbre". 
			 
			  
			Heidegger llama a esto una forma 
			"superior de acción", emparentada con la espera, que es a la vez "un 
			acto superior que sin embargo no es ninguna actividad".
			 
			  
			Así el Gelassenheit, 
				
				"yace más allá de la distinción entre actividad y 
			pasividad" y del "dominio de la voluntad", 
				 
			...algo que suena justamente 
			a una paradoja taoísta.  
			  
			En el Tao Te Ching leemos:
			 
				
					
					
					"El sabio actúa 
			sin hacer nada"
					
					"El Sendero es siempre inacción, y sin embargo nada 
			queda sin hacerse"
					
					"La más alta virtud es no hacer nada. Y, sin 
			embargo, nada necesita hacerse. La más baja virtud hace todo. Y, sin 
			embargo, mucho queda por hacerse" 
			
 
 El silencio en las tradiciones contemplativas de la India y el Tíbet
 
 La India es un país que quizás no haya aportado tanto a la evolución 
			de la tecnología y de la ciencia que permiten, entre otras cosas, 
			que sondeemos la profundidad del espacio cósmico con poderosos 
			aparatos.
 
			  
			Sin embargo, su aportación al nivel de lo que podemos 
			llamar ciencia interna o de una disciplina del conocimiento de la 
			naturaleza de la mente es difícil de igualar.
			 
			  
			Particularmente le 
			debemos a las tradiciones que se derivan del pensamiento védico el 
			desarrollo del "samadhi", un término que tiene numerosas acepciones, 
			pero que a grandes rasgos podemos traducir como "calma" y 
			"concentración", y que etimológicamente hace alusión a "unir" o 
			"perfeccionar" (en relación a la mente) - una acepción más que viene 
			de los Yoga-sutras de Patanjali es la de éxtasis o logro espiritual, 
			equivalente al nirvana.
			 
			  
			Podemos decir que el verdadero éxtasis es la 
			calma, la constante quietud de la cual emerge la dicha, que es una 
			especie de luminosidad creativa - esta es la imagen védica de la 
			creación, una luz que empieza a relumbrar en las aguas calmas de la 
			mente.
			 
			  
			El maestro de meditación y físico 
			Alan Wallace sugiere que el samadhi es el telescopio Hubble de la mente y que lograr amaestrar 
			lo que la tradición contemplativa budista ha mapeado como diferentes 
			etapas de absorción meditativa (de generación de samadhi) es el 
			requisito esencial para alcanzar los estados más altos de sabiduría. 
			 
			  
			En el budismo esto se lleva a cabo a través de la meditación
			shamata, 
			la cual al producir samadhi da pie al vipassana (la visión clara 
			introspectiva). 
			 
				
				"Una vez que la estabilidad se logra, entonces el 
			misterio puede ser revelado", escribe Wallace. 
			El gran maestro budista tibetano 
			Longchen Rabjam explica esta misma 
			idea de cómo son la quietud y la ecuanimidad lo que permite que 
			alcancemos el conocimiento de la verdad, algo que en el budismo 
			mahayana es representado como la diosa Prajnaparamita ("la diosa de 
			la perfección de la sabiduría trascendente"). 
			 
			  
			Lo que descubre el 
			practicante que logra el silencio de la mente es la vacuidad (la 
			interdependencia de todos los fenómenos) que tiene una cualidad 
			radiante, una cualidad cognitiva pese a que no es una cosa: 
				
				Entiende que los fenómenos [dharmas] del samsara y el nirvana no 
			tienen naturaleza propia y descansa ecuánimemente sobre eso. Asienta 
			la mente sin elaboración externa hacia las cosas sólidas ni interna 
			en retraimiento concentrativo.    
				Entonces, al no referenciar ningún 
			fenómeno que sea otro que eso, la mente dualista racional se subsume 
			en un estado igual al espacio, el cual se expande hacia todos los 
			confines, y es llamado "prajna-paramita".[Traducción de Tony Duff]
 
			Aquí Longchenpa hace referencia a una meditación sin esfuerzo, a un 
			estado ciertamente avanzado pero a la vez completamente natural en 
			el que la mente se ha aquietado y deja de colorear con sus propias 
			elaboraciones tanto los fenómenos externos que percibe como los 
			internos. 
			 
			  
			Al descansar en este estado la mente se torna naturalmente 
			amplia y luminosa como el espacio mismo, una expansión que contiene 
			todos los fenómenos pero que no se agarra de ninguno.
			 
			  
			Este estado, 
			que en realidad es la naturaleza prístina de la mente, es conocido 
			como rigpa en la tradición tibetana. 
			 
			  
			Longchenpa ahonda: 
				
				Dentro de la brillante vacuidad de 
				rigpa, mientras descansamos en la 
			suprema claridad natural sin involucrarnos con nada, la luminosidad 
			de las apariencias externas no tiene límites y los sentidos yacen 
			relajados y libres, y ya que no hay nada de qué asirse, los objetos 
			en el campo de las apariencias no se reifican.    
				En el vasto silencio 
			existencial de la luz clara innata, en la ininterrumpida matriz 
			radiante que no tiene principio, las apariencias son como reflejos 
			en un lago pelúcido.[traducción Keith Dowman, Natural Perfection]
 
			Esta misma idea en cierta forma se encuentra también en los Yoga-sutras 
			de Patanjali, quizás el texto más traducido en la historia de la 
			filosofía mística de la India. La frase sánscrita más conocida es 
			esta: 
			 
				
				yoga nirodha chitta vritti. 
				 
			Una traducción novedosa de 
			Christopher Wallis la vierte así: 
				
				"yoga es el estado en el que las 
			fluctuaciones mentales y emocionales se han aquietado". 
				 
			Aquí Wallis 
			define yoga (que podemos referir como la unión con lo divino) como 
			un estado y no como una práctica per se: 
			 
				
				el estado que resulta de 
			aquietar las fluctuaciones de la mente que impiden contemplar la 
			naturaleza esencial del ser, que para la tradición de Patanjali 
			tiene una identidad con lo divino, es decir, el ser individual tiene 
			una existencia temporal mayormente ilusoria, su naturaleza verdadera 
			es el Ser intemporal, inmutable e inefable.  
			De nuevo podemos evocar 
			la imagen del lago tranquilo en el cual podemos ver la realidad: 
				
				lo 
			que somos, más que la imagen que se refleja, es el agua que puede 
			acomodar toda imagen sin perturbarse.  
			
			
 
 El silencio en el zen
 
 No hay duda de que la tradición del budismo zen tiene una de las 
			relaciones más ricas e íntimas con el silencio.
 
			  
			De hecho, el 
			silencio es su fundación a la vez que su último florecimiento: 
			 
				
				el 
			principio y el final se encuentran en el silencio de la transmisión 
			del Buda y en el silencio de la realización del contemplativo, que 
			reconoce al practicar zazen que siempre ha sido Buda (se dice en el 
			zen que el silencio que se bebe cuando uno medita, incluso en la 
			mente de un principiante, es ya Buda). 
			En uno de los textos clásicos del zen, 
			Denkoroku (Crónicas de la 
			transmisión de la luz), el maestro Keizan narra: 
				
				Ante una asamblea de 80 mil monjes en el monte Grdhrakuta [monte 
			Buitre], el Buda sostuvo una flor en su mano y guiñó el ojo. Nadie 
			en la asamblea entendió lo que estaba haciendo, y permanecieron en 
			silencio.    
				Mahakashyapa sonrió... El Buda sostuvo una flor y mostró 
			que no estaba cambiando.    
				Mahakashyapa sonrió para mostrar que era 
			eterna. De esta forma Shakyamuni y Mahakashyapa se conocieron y sus 
			pulsos se entremezclaron. El entendimiento perfecto y puro no 
			involucra la mente que discrimina, así Mahakashyapa se sentó en 
			meditación y cortó la raíz del pensamiento.  
			Esta historia narra el origen del zen, una transmisión de la luz de 
			la sabiduría budista que ocurre en silencio, y continúa 2 mil 500 
			años después, en un linaje ininterrumpido de maestros y discípulos 
			que fundamentalmente se dedican a cultivar el silencio. 
			 
			  
			El silencio 
			es el secreto que al entenderse germina como la flor de la 
			iluminación, pero aquello mismo que se entiende no es más que 
			silencio.
 
 
			
			
 El silencio de la mente meditativa en la obra de Krishnamurti
 
 Aunque Jiddu Krishnamurti buscó separarse de las antiguas 
			tradiciones contemplativas de la India y forjó su propio camino, es 
			indudable que sus enseñanzas están fincadas profundamente en el dharma del país donde nació.
 
			  
			El silencio es fundamental en la visión 
			de Krishnamurti, incluso podemos decir que en Krishnamurti el 
			silencio toma el rol del gurú que es tan vital en el budismo y en el 
			hinduismo (y del cual Krishnamurti quiso distanciarse). 
			 
			  
			La propia 
			mente, cuando logra entrar en silencio, se vuelve el maestro que 
			muestra lo divino inmanentemente.
			 
			  
			A continuación, un hermoso pasaje 
			del libro La mente meditativa: 
				
				La meditación implica un completo y radical cambio en la mente y el 
			corazón. Esto sólo es posible cuando existe un extraordinario 
			sentido de silencio interno, y con eso solamente surge la mente 
			religiosa. Esa mente sabe lo que es sagrado…
 Una mente meditativa es silenciosa.
   
				No es este el silencio el cual 
			el pensamiento puede concebir; no es el silencio de una tarde 
			calmada; es el silencio en el cual el pensamiento - con todas sus 
			imágenes, palabras y percepciones - ha cesado. Esta mente meditativa 
			es la mente religiosa - la religión que permanece intocada por la 
			Iglesia, los templos o los cantos.    
				La mente religiosa es una 
			explosión de amor. Es este amor que no conoce separación. Para él, 
			lejos es cerca. No es lo uno o lo múltiple, sino el estado de amor 
			en el que no existe división. Como la belleza, no es la medida de 
			las palabras.    
				Sólo desde este silencio la mente meditativa actúa.
				
   
				...     
				Esa noche, particularmente en ese valle distante de antiguas colinas 
			que esculpían finamente las peñas, el silencio era tan real como el 
			muro que tocabas. Y veías las estrellas brillantes por la ventana. 
				   
				No era el silencio autogenerado; no era que la tierra estaba quieta 
			y los pobladores se habían ido a dormir, sino que venía de todas 
			partes - de las estrellas distantes, de esas colinas oscuras, y de 
			tu propia mente y corazón.    
				Este silencio parecía cubrir todas las 
			cosas desde el más pequeño grano de arena en el estero - que sólo 
			conoció el agua corriente cuando llovió - hasta el alto y expansivo baniano y una ligera brisa que ahora soplaba. 
				   
				Hay un silencio de la 
			mente que nunca es tocado por ningún ruido, por ningún pensamiento o 
			por el viento pasajero de la experiencia.    
				Es este silencio que es 
			inocente, y tan interminable. Cuando hay este silencio de la mente, 
			la acción brota de él, y esta acción no causa confusión ni miseria.
 La meditación de una mente que es completamente silenciosa es la 
			bendición del hombre que siempre está buscando.
   
				En este silencio 
			toda cualidad de silencio es. Hay ese extraño silencio que existe en 
			un templo o en una iglesia vacía en un pueblo remoto, sin el ruido 
			de turistas o fieles; y el silencio oneroso que yace en la 
			superficie del agua que es parte de aquello que está afuera del 
			silencio de la mente. 
 La mente meditativa contiene todas estas variedades, cambios y 
			movimientos del silencio. Este silencio de la mente es la verdadera 
			mente religiosa y el silencio de los dioses es el silencio de la 
			Tierra.
 
 La mente meditativa fluye en ese silencio, y el amor es la vía de 
			esta mente. En este silencio hay dicha y alegría.
 
			
			
 
			
			La voz del silencio en la cábala
 
 El místico y cabalista David Chaim Smith nos introduce al papel del 
			silencio en la vida contemplativa en su libro de cábala no-emacionista
			The Awakening Ground:
 
				
				La práctica contemplativa empieza con el amor al silencio. 
				   
				Silencio 
			en este caso no se refiere a la mera ausencia de sonidos audibles, 
			aunque este es uno de los aspectos que invitan a la mente a la gran 
			expansión de su naturaleza esencial. El gran silencio es pleno, 
			resonante y habla a través de todas las cosas.    
				Puedes empezar 
			llamándolo en tu interior, donde reside sin interrupción.
 El amor al silencio es una especie de hambre o sed. Cala 
			profundamente hondo. La urgencia de unirse a él es como el fuego que 
			intensifica la aspiración gnóstica.
 
			Smith habla de este amor al silencio como un fuego, un fuego que se 
			enciende en el corazón de un practicante con la aspiración gnóstica, 
			que es fundamentalmente el deseo de encontrar la libertad a través 
			de la sabiduría, una sed de lo absoluto, de contemplar siempre la 
			fuente. 
			 
			  
			Este fuego, el cual es descrito también como un fuego fluido 
			o un fuego líquido, va purificando la mente en una especie de baño 
			lustral en el cual el contemplativo va eliminando lo inesencial, 
			todo el ruido mundanal de conceptos y distracciones. 
			 
			  
			El silencio 
			además de purificar, de hacer la mente como el espacio primordial 
			sin mácula, es también para Smith el método más alto de 
			conocimiento, ya que la verdad no puede decirse, aunque sí puede 
			saberse: un saber que es un ser, un silencio, una oscuridad 
			luminosa.
			 
			  
			Así el tzadik, el equivalente al 
			bodhisattva de la 
			tradición mística judía, es aquel que se despersonaliza, aquel que, 
				
				"no tiene una psique individual, esto en el sentido de que ya no hay 
			más apego al significado de los fenómenos relativos", 
			...y se convierte 
			en una expresión viviente de ese silencio luminoso: 
				
				"El tzadik no es 
			más que esta centella del silencio asumiendo forma, la cual anula la 
			separación entre su singularidad y su infinita variación". 
			En la cábala, la mente en su estado primordial de sabiduría 
			indiferenciada es representada por la imagen de las aguas y la letra 
			mem (que representa la sefira chokmah, según el Sefer Yetzirah). 
			 
			  
			Esta es el agua en la cual sopla el espíritu de Dios su hálito de 
			deseo gnóstico (Ruach Elohim), unas aguas que son una sabiduría tan 
			profunda que no puede expresarse: 
				
				el silencio. 
				 
			Y sin embargo esta 
			totalidad indiferenciada, siempre pura, aparece como mundos y 
			cuerpos. Este es el sonido del silencio (el mundo en su 
			manifestación), expresado por la letra shin, un fuego crepitante 
			(equivalente a binah). 
			 
			  
			Pero, aunque el mundo se manifiesta, aunque 
			las letras divinas se inscriben en el espacio con toda su serie de 
			correspondencias y emanaciones, la gnosis más profunda revela que 
			aquello que se manifiesta no es más que lo absoluto en su infinito 
			juego creativo.
			 
			  
			Cada una de las esferas del árbol de la vida 
			cabalístico y cada una de las apariencias no son más que Ein Sof (lo 
			Infinito, lo Absoluto).
			 
				
				"¿Cómo puede el infinito vaciarse o 
			dividirse? ¿Estas acciones sólo aplican a sustancias materiales 
			finitas, así que cómo pueden aplicarse a Ein Sof?...    
				El infinito se 
			refleja a sí mismo en cada detalle de sus apariciones", dice Smith. 
			La forma en la que el infinito irradia y se manifiesta como energía 
			en el mundo toma en la cábala un término sumamente sugerente: 
			 
				
				"chasmal", 
			literalmente "la voz del silencio", y que es traducido a veces como 
				ámbar o electrum, una referencia a una cualidad eléctrica o 
			radiante.  
			Este término es utilizado por el profeta Ezequiel para 
			describir su famosa visión mística de una carroza o rueda flamante 
			compuesta de cuatro bestias angelicales con los rostros de un buey, 
			un águila, un león y un hombre (asociados con signos astrológicos, 
			las cuatro direcciones y los cuatro mundos cabalísticos), que se 
			mueve de manera coordinada, centelleando con el espíritu de Dios.
			 
			  
			Esta visión es el origen 
			del misticismo del merkabah y el carro flamante es descrito a veces 
			como el trono de Dios, como un vehículo luminoso, como la 
			figura misma del hombre en su estado superno de iluminación.  
			  
			David Chaim Smith 
			sugiere que el merkabah representa el vuelo gnóstico de una mente 
			libre de fijaciones conceptuales que asciende hacia la contemplación 
			mística de lo divino.  
			  
			Poéticamente, escribe que, 
				
				"el merkabah debe seguir volando hasta que se convierte en el 
			cielo",  
			...esto es, eliminar toda dualidad entre un sujeto que percibe 
			y lo que se percibe. 
 Smith explica que chasmal, la voz del silencio, es la energía 
			espiritual que profiere a aleph, la primera letra del 
			alfabeto hebreo, y la cual simboliza la totalidad, una identidad con 
			Ein Sof.
 
			  
			En otras palabras, el 
			mundo surge como una corriente eléctrica en las aguas 
			indiferenciadas del silencio y aunque se manifiesta como diversidad 
			no es nunca más que ese fondo silencioso, una fuente ubicua.
 De alguna manera, la contemplación silenciosa lleva a contemplar 
			esta paradoja primordial de la manifestación divina (también 
			conocida como el tzimtzum, una manifestación que es a la vez un 
			ocultamiento de lo absoluto en lo relativo).
 
			  
			La mente es como esa agua 
			cuya sustancia no es otra que la gnosis.  
			  
			La mente que no se aferra a 
			sus propios constructos, presencia la voz del silencio que es la 
			luminosidad creativa que escribe mundos como hologramas sobre el 
			lienzo del espacio.
 
 
			
 La disciplina 
			del silencio en la escuela pitagórica
 
 Se dice que Pitágoras, el gran sabio que conjugó el 
			conocimiento científico con el conocimiento místico, en su escuela 
			de Crotona, requería que sus candidatos pasaran algo así como 5 años 
			en silencio antes de ser admitidos a sus misterios.
 
			  
			Esto ejemplifica de 
			manera explícita la tesis de este artículo de que el silencio y el 
			aquietamiento de las oscilaciones mentales es la base sobre la cual 
			se establece el más alto conocimiento.
 Dice Thomas Stanley, uno de los más grandes biógrafos de 
			Pitágoras, que los 5 años de silencio eran una prueba de conducta 
			por la cual,
 
				
				"el alma podía 
				convertirse en ella misma lejos de las cosas externas, de las 
				pasiones irracionales del cuerpo para asumir su propia vida que 
				es la vida eterna".  
			Sobre esta disciplina del 
			silencio, Clemente de Alejandría explica que, 
				
				"al abstraerse del 
				mundo sensible, el discípulo podía buscar a Dios con una mente 
				pura".  
			Luciano agrega sobre este 
			método que tenía la virtud de producir la reminiscencia.  
			  
			Lo que parece razonable, 
			ya que el silencio parece hacernos olvidar nuestros pensamientos 
			superficiales para abandonarnos en la profundidad de la mente, 
			accediendo tal vez a capas más profundas del ser; siguiendo la 
			máxima platónica del conocimiento como recuerdo, podemos decir que 
			el silencio es una ciencia de la reminiscencia. 
 La vida pitagórica requería numerosos sacrificios además del 
			silencio, siempre moderación y frugalidad.
 
			  
			Pitágoras pedía a sus 
			discípulos que no bebieran vino, que comieran y durmieran poco, se 
			abstuvieran de la carne y en general de cualquier alimento de 
			difícil digestión. La idea general que se esboza aquí es que sus 
			hábitos estuvieran orientados siempre a no gastar energía en otra 
			cosa que no fuera el estudio de la filosofía y el cultivo de sus 
			facultades.  
			  
			Thomas Stanley dice que 
			Pitágoras, 
				
				"procuraba a sus 
				discípulos una conversación con los dioses en visiones y 
				sueños", 
			...lo que no podía 
			ocurrir a un alma perturbada por el placer o la ira, o cualquier 
			otro transporte inadecuado, o con la impureza o la ignorancia. 
			  
			Stanley precisa que no 
			todos los alumnos eran sometidos a 5 años de silencio; al parecer 
			Pitágoras personalizaba su instrucción y algunos de espíritu 
			naturalmente más tranquilo no tenían que pasar el lustro (a veces 2 
			años eran suficientes).  
			  
			Una vez que los pupilos 
			cruzaban este umbral de silencio se les llamaba Mathematici, 
			antes eran Acoustici.  
				
				"Si no has sido 
				cambiado, estás muerto para mí", era el lema que se aplicaba a 
				aquellos que no lograban superar el período de prueba. 
			  
			
 El silencio es 
			lo que hace al mago y al chamán
 
 En un artículo anterior escribí sobre la relación entre 
			el 
			chamanismo y el silencio, basándome en una edición de la revista
			Artes de México en la que se concluye por diversas fuentes que,
 
				
				"La habilidad 
				chamánica consiste en percibir y mirar lo ausente y escuchar lo 
				que el silencio revela".  
			Esta misma idea puede 
			aplicarse también a los magos (siendo la más alta magia el 
			misticismo y el conocimiento de lo divino). La mejor elucidación de 
			esta relación es la que hace el místico hermético Valentin 
			Tomberg en su libro Los arcanos mayores del tarot.  
			  
			Para concluir con este 
			acercamiento al silencio, que está impulsado por la inflamación 
			misma de la mente que desea el silencio como se desea a un amante, 
			como los ojos desean contemplar el cielo o como el fuego desea el 
			aire, descansamos en el ardor poético de estas palabras cuya riqueza 
			de matices lo mismo glosa los Yoga-sutras de Patanjali que 
			del wu-wei taoista o de "la noche del alma" de Juan de la 
			Cruz: 
				
				La concentración sin 
				esfuerzo - es decir, ese lugar en el que no hay nada que 
				suprimir y en donde la contemplación se vuelve tan natural como 
				la respiración y el latido del corazón - es el estado de 
				conciencia (i. e., pensamiento, imaginación, sensación y 
				voluntad) de calma perfecta, acompañada de la completa 
				relajación de los nervios y los músculos del cuerpo.    
				Es el profundo 
				silencio de los deseos, las preocupaciones, de la imaginación, 
				de la memoria y el pensamiento discursivo.    
				Uno podría decir que 
				todo el ser se vuelve como la superficie quieta del agua, 
				reflejando la inmensa presencia del cielo estrellado y su 
				armonía inefable. ¡Y las aguas son profundas, tan profundas! Y 
				el silencio crece, perpetuamente… ¡qué silencio!    
				Su crecimiento se 
				lleva a cabo a través de ondas regulares que pasan, una tras 
				otra, a través de tu ser: una onda de silencio seguida por otra 
				onda de silencio más profundo y luego otra vez una onda de 
				silencio aún más profundo…    
				¿Alguna vez has 
				bebido silencio? Si tu respuesta es afirmativa, entonces ya 
				sabes lo que es la concentración sin esfuerzo. 
 Con el tiempo, el silencio o la concentración sin esfuerzo se 
				vuelve un elemento fundamental siempre presente en la vida del 
				alma.
   
				Es como el servicio 
				perpetuo en la iglesia del Sagrado Corazón en Montmartre que se 
				realiza en París mientras uno trabaja, uno interactúa, uno se 
				divierte, uno sueña, uno muere…    
				De la misma forma que 
				"un servicio perpetuo" de silencio se establece en el alma, esto 
				continua siempre aunque uno esté trabajando o cuando uno está 
				conversando. Esta "zona de silencio", una vez establecida, es un 
				manantial del cual uno puede tomar tanto para el trabajo como 
				para el descanso.    
				Entonces tendrás no 
				sólo concentración sin esfuerzo, también actividad sin esfuerzo.
				   
				Es precisamente aquí 
				que encontramos la expresión de la segunda parte de nuestra 
				fórmula: 
					
					transformar el 
					trabajo en juego. 
				La transformación del 
				trabajo, que es obligación, en juego, ocurre como consecuencia 
				de la presencia de la "zona de silencio perpetuo", de la que uno 
				extrae una especie de secreta e íntima respiración, cuya dulzura 
				logra ungir el trabajo y convertirlo en juego.    
				Y es que la "zona de 
				silencio" no sólo significa que el alma está, fundamentalmente, 
				en reposo, sino, sobre todo, que existe un contacto con el mundo 
				celestial o espiritual, el cual colabora con el alma. 
				   
				Aquel que encuentra 
				silencio en la soledad de la concentración sin esfuerzo, nunca 
				está solo. Nunca carga solo el peso que debe llevar; las fuerzas 
				celestes, las fuerzas superiores, están ahí participando de 
				ahora en adelante.    
				Así en verdad se 
				cumple la tercera parte de la fórmula: 
					
					haz que todo yugo 
					que hayas aceptado sea sencillo y cada peso que cargas sea 
					ligero, 
				...se vuelve 
				experiencia en sí misma.    
				Puesto que el 
				silencio es el signo del contacto real con el mundo espiritual y 
				este contacto, a su vez, siempre engendra el influjo de las 
				fuerzas. Este es el cimiento de todo misticismo, toda gnosis, 
				toda magia y todo esoterismo práctico en general.
 Todo esoterismo práctico está fundado en la siguiente regla:
 
					
					es 
				necesario ser uno en uno mismo (concentración sin esfuerzo) y 
				uno con el mundo espiritual (tener una zona de silencio en el 
				alma) para que pueda ocurrir una verdadera experiencia 
				espiritual o revelatoria.  
				En otras palabras, si 
				uno quiere practicar algún tipo de esoterismo auténtico - ya sea 
				misticismo, magia o gnosis - es necesario ser el Mago, i.e., 
				concentrado sin esfuerzo, operando con soltura como si uno 
				estuviera jugando, y actuando en perfecta calma.  
				  
				Esta es, 
				entonces, la enseñanza práctica del primer arcano del tarot.    
				Es el primer consejo, 
				mandamiento o advertencia en lo que concierne a la práctica 
				espiritual; es el aleph del "alfabeto" de las reglas 
				prácticas del esoterismo.    
				Y de la misma forma 
				que los números son sólo aspectos (múltiplos) de la unidad, así 
				también todas las otras reglas prácticas comunicadas por los 
				otros arcanos del tarot son sólo aspectos y modalidades de esta 
				regla básica.     |