CAPÍTULO 5 - Unos cuantos milagros


Los milagros no se producen en contra de la naturaleza, sino en contra de lo que conocemos de la naturaleza.
SAN AGUSTÍN


Todos los años, en septiembre y en mayo, se congrega una gran multitud en el Duomo di San Gennaro, la catedral principal de Nápoles, para presenciar un milagro.

 

El milagro tiene que ver con un frasquito de cristal que contiene una sustancia marrón costrosa que supuestamente es la sangre de san Jenaro, que fue decapitado por el emperador romano Diocleciano en el año 305 después de Cristo. Según la leyenda, después del martirio una sirvienta recogió parte de la sangre del santo y la guardó como reliquia.

 

Nadie sabe exactamente lo que pasó después, salvo que la sangre no volvió a aparecer hasta finales del siglo XIII, cuando se instaló en un relicario de plata, en la catedral.


El milagro consiste en que dos veces al año, cuando la multitud grita al frasquito, la sustancia marrón costrosa se convierte en un líquido rojo, brillante y burbujeante. Casi nadie duda que es sangre de verdad. En 1902, un grupo de científicos de la Universidad de Nápoles hizo un análisis espectroscopio del líquido pasando un rayo de luz a través del mismo y verificaron que se trataba de sangre.

 

Desgraciadamente, como el relicario que la contiene es muy antiguo y muy frágil, la Iglesia no va a permitir que se rompa para abrirlo y realizar más pruebas, así que el fenómeno nunca ha sido estudiado a conciencia.


Pero hay otros datos que demuestran que la transformación es algo más que un hecho ordinario. A lo largo de la historia (el primer informe escrito de la realización pública del milagro es de 1389), la sangre se ha negado a licuarse alguna vez. Aunque ocurre en raras ocasiones, los ciudadanos de Nápoles lo consideran como un mal presagio. En el pasado, el fallo del milagro precedió directamente a la erupción del Vesubio y a la invasión napoleónica de Nápoles.

 

Más recientemente, en 1976 y en 1978, presagió el peor terremoto de la historia de Italia y la elección de un gobierno comunista en el Ayuntamiento de Nápoles, respectivamente.


¿Es un milagro la licuación de la sangre de san Jenaro? Parece que sí, al menos en el sentido de que es imposible explicarlo con arreglo a las leyes científicas conocidas. La licuación, ¿la causa el propio san Jenaro?

 

Mi opinión es que la causa más probable es la gran fe y la gran devoción de la gente que contempla el milagro. Digo esto porque casi todos los milagros realizados por taumaturgos y santos de las grandes religiones del mundo han sido duplicados por los físicos. Esto sugiere que, al igual que los estigmas, los milagros los causan fuerzas que residen en las profundidades de la mente humana, fuerzas latentes en todos nosotros.

 

Herbert Thurston, el sacerdote que escribió Los fenómenos físicos del misticismo, era consciente de esa similitud y se mostraba reacio a atribuir cualquier milagro a una causa verdaderamente sobrenatural (por oposición a una causa física o paranormal). Otro dato que apoya esta idea es que muchos estigmatizados, como el padre Pío y Teresa Neumann, entre otros, eran también famosos por sus dotes psíquicas.


La psicoquinesia o PK es una capacidad psíquica que aparentemente desempeña un papel en los milagros. La PK es sin duda un sospechoso probable en el milagro de san Jenaro, puesto que implica una alteración física de la materia. Según Rogo, también se deben a la PK algunos de los aspectos más espectaculares de los estigmas.

 

En su opinión, hacer que se rompan pequeñas venitas bajo la piel y que produzcan un sangrado superficial entra dentro de las capacidades biológicas normales del cuerpo, no obstante, sólo la PK puede explicar la rápida aparición de grandes heridas. Está por ver que sea verdad o no, pero queda claro que la PK, en todo caso, es un factor que interviene en algunos fenómenos que acompañan a los estigmas.

 

Cuando la sangre manaba de las heridas de los pies de Teresa Neumann, siempre lo hacía hacia los dedos de los pies - exactamente como habría manado de las heridas de Cristo en la cruz - con independencia de la posición en que estuvieran. Esto significa que, cuando estaba sentada con las piernas estiradas en la cama, la sangre manaba hacia arriba, en contra de la fuerza de la gravedad.

 

Numerosos testigos observaron este hecho, entre ellos, muchos militares americanos destinados en Alemania después de la guerra que visitaban a Teresa Neumann para contemplar sus dotes milagrosas. En otros casos de estigmas se ha contado asimismo que la sangre manaba en contra de la ley de la gravedad.


Hechos como éstos nos despiertan la curiosidad porque nuestra visión actual del mundo no nos ofrece el contexto adecuado para entender la PK. Según Bohm, tendríamos ese contexto si contempláramos el universo como un holomovimiento.

 

Para explicar lo que quiere decir, nos pide que reflexionemos sobre la siguiente situación: imagina que vas andando por la calle de noche, ya tarde, y que de repente surge una sombra de la nada. Tu primer pensamiento podría ser que la sombra es un agresor y que estás en peligro. La información que contiene ese pensamiento dará paso a su vez a una serie de actividades imaginadas, tales como correr, resultar herido y luchar.

 

No obstante, la presencia de esas actividades imaginadas en la mente no constituye un proceso puramente «mental», porque son inseparables de un montón de procesos biológicos relacionados con ellas, como por ejemplo la excitación de nervios, el latido acelerado del corazón, la descarga de adrenalina y otras hormonas, la tensión de los músculos, etcétera.

 

Si, por el contrario, tu primer pensamiento es que la sombra no es más que una sombra, seguirá a continuación una serie de respuestas mentales y biológicas distintas. Por otra parte, una pequeña reflexión pondrá de manifiesto que nuestra reacción, ante todo lo que experimentamos, es tanto mental como biológica.


En opinión de Bohm, lo que hay que deducir de todo esto es un punto importante: la consciencia no es lo único que puede responder al significado. También puede responder el cuerpo, lo cual revela que la naturaleza del significado es mental y física al mismo tiempo. Y esto nos resulta raro porque normalmente pensamos que el significado sólo puede tener efecto en la realidad subjetiva, en los pensamientos que tenemos en la cabeza, y que genera una respuesta en el mundo físico de las cosas y los objetos.

 

El significado, por tanto, «puede servir de vínculo o puente entre los dos lados de la realidad - afirma Bohm.

 

Es un vínculo indivisible en el sentido de que la información que contiene el pensamiento, que nos parece que está en el lado mental, es al mismo tiempo una actividad neurofisiológica, química y física que es obviamente lo que entraña el pensamiento en el lado material».


Bohm afirma que se pueden encontrar ejemplos de significados activos en el mundo objetivo en otros procesos físicos. Uno de ellos es el funcionamiento de un chip informático. Un chip informático contiene información cuyo significado es activo en tanto en cuanto determina el modo en que fluyen las corrientes eléctricas por el ordenador.

 

Otro ejemplo es el comportamiento de las partículas subatómicas. De acuerdo con la visión ortodoxa de la física, las ondas cuánticas actúan mecánicamente sobre una partícula controlando su movimiento, de la misma forma en que las olas del mar podrían controlar una pelota de pimpón que flotara en la superficie.

 

Pero Bohm no cree que esta visión explique el baile coordinado de electrones en un plasma, por ejemplo, como tampoco el movimiento ondulatorio del agua podría explicar un movimiento asimismo bien coreografiado de pelotas de pimpón, en el caso de que fuera descubierto en la superficie del mar.

 

A su juicio, la relación entre partícula y onda cuántica es más parecida a un barco con piloto automático guiado por ondas de radar. Una onda cuántica no empuja a un electrón como tampoco una onda de radar empuja al barco. Más bien le da información sobre su entorno, información que luego utiliza el electrón para maniobrar por sí mismo.


En otras palabras, Bohm cree que un electrón, además de ser similar a la mente, es una entidad enormemente compleja, que no tiene nada que ver con la creencia tradicional de que un electrón es un punto simple, sin estructura.

 

La utilización activa de información por parte de los electrones y de todas las partículas subatómicas, indica realmente que la capacidad para responder al significado es una propiedad no sólo de la consciencia sino de toda la materia. La posesión en común de propiedades intrínsecas, dice Bohm, ofrece una posible explicación de la psicoquinesia.

 

Como dice él,

«sobre esa base, la psicoquinesia puede ocurrir si los procesos mentales de una o más personas se centran en significados que están en armonía con los significados que guían los procesos básicos de los sistemas materiales en los que ha de producirse».

Es importante señalar que ese tipo de psicoquinesia no se debería a un proceso causal, esto es, a una relación causa/efecto que implicara la participación de alguna de las fuerzas conocidas en física.

 

Al contrario, sería el resultado de una especie de «resonancia de significados» no local, o una especie de interacción no local similar, pero no igual, a la interconexión no local que permite que un par de fotones gemelos manifieste el mismo ángulo de polarización, como vimos en el segundo capítulo.

 

(Bohm piensa que únicamente la no localidad cuántica no puede explicar la PK ni la telepatía por razones técnicas, y que sólo podría explicarlas una forma más profunda de no localidad, una especie de «súper» no localidad).

 


El Gremlin de la máquina
Otro investigador que tiene ideas sobre la PK similares a las de Bohm, pero un poco más avanzadas, es Robert G. Jahn, profesor de ciencias aeroespaciales y decano emérito de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Princeton.

 

Su intervención en el estudio de la psicoquinesia se debió a la casualidad. Como antiguo asesor de la NASA y del Departamento de Defensa, lo que le interesaba en un principio era la propulsión en el espacio profundo, de hecho, es autor del mejor manual que existe en ese campo, Physics of Electric Propulsión.

 

Ni siquiera creía en lo paranormal cuando se le acercó una estudiante para pedirle que supervisara un experimento de PK que quería realizar como un proyecto de estudio independiente.

 

Jahn accedió de mala gana, pero los resultados fueron tan provocadores que le llevaron a fundar un laboratorio para la investigación de anomalías en la ingeniería (Princeton Engineering Anomalies Research, PEAR) en 1979. Desde entonces, los investigadores del PEAR han obtenido indicios convincentes de la existencia de la PK y son los que han recogido más datos sobre el tema de todo el país.


En una serie de experimentos, Jahn y su socia, la psicóloga clínica Brenda Dunne, emplearon un aparato llamado «generador de acontecimientos aleatorios», o REG.

 

Confiando en un proceso natural impredecible como pueda ser la desintegración radioactiva, un REG es capaz de producir una serie aleatoria de números binarios, una serie que podría ser como ésta: 1,2,1, 2,2,1,1, 2,1,1,1, 2,1.

 

En otras palabras: un REG es una especie de lanzador de monedas al aire automático, capaz de realizar una cantidad enorme de lanzamientos en muy poco tiempo. Como todo el mundo sabe, si lanzas al aire una moneda perfectamente equilibrada mil veces, lo más seguro es que obtengas un 50 por ciento de caras y un 50 por ciento de cruces. En realidad, de cada mil lanzamientos semejantes, el resultado puede desviarse un poco, tanto en una dirección como en la otra, pero cuanto mayor sea el número de lanzamientos, más se acercará el resultado al 50/50.


Lo que hicieron Jahn y Dunne fue sentar a unos voluntarios frente a un REG y pedirles que se concentraran para producir un número anormalmente grande de unos o de doses.

 

A lo largo de cientos de miles de pruebas, literalmente, descubrieron que los voluntarios influyeron sobre el resultado del REG simplemente con la concentración y causaron un efecto pequeño pero significativo estadísticamente hablando. Averiguaron también otras dos cosas. La capacidad de producir efectos PK no la tenían exclusivamente unos cuantos individuos dotados sino que estaba presente en la mayoría de los voluntarios a los que probaron.

 

Esto sugiere que la mayoría de nosotros posee aptitudes psicoquinéticas en algún grado. También descubrieron que voluntarios diferentes producían sistemáticamente resultados diferentes y distintivos, resultados tan idiosincrásicos que Jahn y Dunne empezaron a llamarlos «firmas».


En otra serie de experimentos, Jahn y Dunne emplearon un mecanismo semejante al pinball (la conocida máquina del millón), que permite que nueve mil canicas de casi dos centímetros de diámetro circulen alrededor de 330 clavijas de nailon y se distribuyan en 19 huchas recolectoras situadas en la parte de abajo.

 

El mecanismo está dentro de un bastidor vertical, poco profundo, de unos tres metros de alto por uno ochenta de ancho y tiene el frente de cristal transparente para que los voluntarios puedan ver las canicas cuando caen y se meten en las huchas. Normalmente, caen más bolas en las huchas centrales que en las de los extremos, y la representación del resultado en general es como una curva en forma de campana.


Como ocurrió con el REG, Jahn y Dunne hicieron que los voluntarios se sentaran frente a la máquina y trataran de que aterrizasen más bolas en las huchas laterales que en las centrales. Nuevamente, durante un gran número de partidas, los operadores consiguieron crear un cambio pequeño pero medible del lugar al que iban a parar las canicas.

 

En los experimentos con el REG, los voluntarios producían un efecto PK solamente en procesos microscópicos - la desintegración de una sustancia radioactiva - pero los experimentos con el pinball revelaron que los participantes podían utilizar la PK para influir también en objetos del mundo cotidiano.

 

Y, más aún, las «firmas» de las personas que habían participado en los experimentos REG resurgieron en los experimentos pinball, lo que sugiere que la capacidad de PK de un individuo determinado era la misma tanto en un experimento como en el otro, pero variaba de un individuo a otro, del mismo modo en que varían otras dotes.

 

A juicio de Jahn y Dunne,

«mientras que para justificar la revisión de los principios científicos dominantes sería lógico descartar pequeños segmentos de los resultados, porque se acercan demasiado al comportamiento del azar, el conjunto de resultados, tomados globalmente, confirma una anomalía incontrovertible de proporciones considerables».

Jahn y Dunne piensan que sus averiguaciones pueden explicar la propensión que parecen tener algunas personas a gafar maquinarias y a hacer que los equipos funcionen mal.

 

Una de esas personas era el físico Wolfgang Pauli, cuyas dotes en este campo son tan legendarias que los físicos las han bautizado en broma como el «efecto Pauli». Se dice que la mera presencia de Pauli en un laboratorio hacía que estallara un aparato de cristal o que un mecanismo de medición sensible se partiera por la mitad.

 

Veamos un incidente especialmente famoso: un físico escribió a Pauli para decirle que no podía echarle la culpa de la desintegración reciente y misteriosa de un aparato complicado puesto que no había estado presente; sin embargo, se enteró de que Pauli había pasado junto al laboratorio en un tren ¡en el preciso momento del desgraciado accidente!

 

Según Jahn y Dunne, el famoso «efecto Gremlin», la tendencia que muestran algunos aparatos cuidadosamente probados a funcionar mal inexplicablemente, o a no funcionar en absoluto, en el momento más inoportuno y absurdo (efecto del que informan con frecuencia pilotos, tripulaciones aéreas y operadores militares), puede ser también un ejemplo de actividad psicoquinética inconsciente.


Si la mente es capaz de llegar al exterior y alterar el movimiento de una cascada de canicas o el funcionamiento de una máquina, ¿a qué extraña alquimia se debe dicha capacidad?

 

A juicio de Jahn y Dunne, dado que todos los procesos físicos conocidos poseen la dualidad onda/partícula, no es excesivo suponer que la consciencia también la tiene. La consciencia, cuando tenga apariencia de partícula, estará localizada en el interior de la cabeza, pero cuando tenga aspecto de onda podría causar efectos mediante una influencia remota, como hacen todos los fenómenos ondulatorios.

 

En opinión de Jahn y Dunne, la psicoquinesia es uno de esos efectos.


Pero no se detienen ahí. Piensan que la realidad en sí es el resultado del contacto entre la consciencia en su faceta ondulatoria y los patrones ondulatorios de la materia.

 

Sin embargo, al igual que Bohm, no creen que sea fructífero interpretar la consciencia o el mundo material como algo aislado, ni tampoco que se pueda pensar siquiera que la psicoquinesia es la transmisión de algún tipo de fuerza.

«El mensaje puede ser más sutil - dice Jahn.

 

Tal vez esos conceptos sean simplemente inviables, quizá no podamos hablar exitosamente de un entorno teórico ni de una consciencia teórica. Lo único que podemos experimentar es la interpenetración entre los dos, de un modo u otro».

Si no se puede concebir la psicoquinesia como la transmisión de algún tipo de fuerza, ¿qué terminología podría sintetizar mejor la interacción entre mente y materia?

 

Esto recuerda de nuevo la forma de pensar de Bohm; Jahn y Dunne plantean que la psicoquinesia implica un intercambio de información entre la consciencia y la realidad física y que ese intercambio debería concebirse, más que como un flujo entre lo mental y lo material, como una resonancia entre ambos. Hasta los voluntarios que participaron en los experimentos de PK sintieron y comentaron la importancia de la resonancia: al explicar el factor que asociaban con una actuación exitosa, el que mencionaron con más frecuencia fue alcanzar una sensación de «resonancia» con la máquina.

 

Un voluntario lo describió con las siguientes palabras:

«Un estado de inmersión en el proceso que me lleva a la pérdida de consciencia de mí mismo. No me parece que tengo un control directo sobre el mecanismo; cuando estoy en resonancia con la máquina es más como una influencia marginal. Es como estar en una canoa: cuando va donde yo quiero, fluyo con ella; .cuando no lo hace, intento romper la fluencia y darle la oportunidad de volver a estar en resonancia conmigo».

Las ideas de Jahn y Dunne son semejantes a las ideas de Bohm en otros aspectos clave.

 

Como Bohm, creen que los conceptos que usamos para describir la realidad - electrón, longitud de onda, consciencia, tiempo, frecuencia - sólo son útiles en cuanto «categorías para organizar la información» y no poseen un carácter independiente. También opinan que todas las teorías, la suya incluida, no son más que metáforas.

 

Aunque no se identifican con el modelo holográfico (y de hecho su teoría difiere del pensamiento de Bohm en varios aspectos significativos), sí admiten que existen algunas coincidencias.

«Entre la idea holográfica y lo que postulamos nosotros hay algún punto en común, puesto que estamos hablando de una dependencia muy básica del comportamiento mecánico de las ondas - dice Jahn.

 

Proporciona a la consciencia la capacidad de funcionar en un sentido mecánico ondulatorio y, por tanto, de aprovecharse, de un modo u otro, de todo el espacio y el tiempo».

Dunne está de acuerdo:

«En un sentido se podría pensar que el modelo holográfico trata del mecanismo por el cual la consciencia interacciona con esa inmensidad sensible, aborigen y mecánica y se las arregla de alguna manera para convertirla en información utilizable.

 

En otro sentido, si imaginamos que la consciencia individual tiene sus propios patrones ondulatorios característicos, podríamos contemplarla - metafóricamente, por supuesto - como el láser de una frecuencia particular que se entrecruza con un patrón específico del holograma cósmico».

Como era de esperar, la comunidad científica ortodoxa se resiste firmemente a aceptar el trabajo de Jahn y Dunne, que, sin embargo, está ganando aceptación por parte de algunos sectores.

 

New York Times Magazine le dedicó recientemente un artículo, y gran parte de los fondos del PEAR procede de la Fundación McDonnell, creada por James S. McDonnell III, de la McDonnell Douglas Corporation. Los propios Jahn y Dunne permanecen impertérritos ante el hecho de estar dedicando tanto tiempo y esfuerzo a explorar los parámetros de un fenómeno que la mayoría de los científicos considera que no existe.

 

Como afirma Jahn,

«la importancia de este asunto me merece una opinión mucho más elevada que cualquier otra cosa en la que he trabajado nunca».


La psicoquinesia a gran escala
Hasta ahora, los efectos PK producidos en el laboratorio se limitaban a objetos relativamente pequeños, pero hay datos que indican que al menos algunas personas pueden usar la PK para llevar a cabo grandes cambios en el mundo físico.

 

El biólogo Lyall Watson, autor del best seller Supernaturaleza: historia natural de los fenómenos llamados sobrenaturales y un científico que ha estudiado acontecimientos paranormales por todo el mundo, se encontró con una de esas personas mientras visitaba Filipinas.

 

Era uno de los llamados «sanadores psíquicos» filipinos que, en vez de tocar a un paciente, se limitaba a mantener la mano a unos veinticinco centímetros por encima de su cuerpo y después apuntaba a la piel y aparecía una incisión instantáneamente. Además de contemplar varias demostraciones de las dotes quirúrgicas psicoquinéticas del hombre, Watson sufrió una incisión en el dorso de su propia mano una vez que el hombre trazó con el dedo una hendidura más larga de lo habitual.

 

Todavía tiene la cicatriz.


Hay indicios de que la psicoquinesia podría servir también para curar huesos.

 

El doctor Rex Gardner, médico del Sunderland District General Hospital de Inglaterra, ha contado varios ejemplos de dichas curaciones. Un artículo publicado en 1983 en el British Medical Journal contiene un aspecto interesante: Gardner, ávido investigador de milagros, presenta curaciones milagrosas contemporáneas junto a ejemplos de curaciones prácticamente idénticas, recopiladas por Beda el Venerable, historiador y teólogo inglés del siglo XVII.


En una de las curaciones contemporáneas participó un grupo de monjas luteranas que vivían en Darmstadt, Alemania.

 

Cuando estaban construyendo una capilla, una de las monjas atravesó un suelo de cemento fresco y cayó sobre una viga de madera que había debajo. La llevaron inmediatamente al hospital donde las radiografías revelaron que tenía una fractura complicada de pelvis. Las monjas, en vez de confiar en las técnicas médicas normales, hicieron una vigilia de oración durante toda la noche.

 

Dos días después se la llevaron a casa, a pesar de que los médicos insistían en que la monja tenía que permanecer en tracción durante varias semanas; las monjas siguieron rezando y realizaron una imposición de manos, tras lo cual, ante el asombro de los médicos, la hermana se levantó de la cama, libre del dolor agudísimo de la fractura y aparentemente curada. Sólo tardó dos semanas en recuperarse plenamente, y entonces volvió al hospital y se presentó ante el médico, que se quedó atónito.


Aunque Gardner no intenta explicar ni esa curación ni cualquiera de las otras que trata en su artículo, la psicoquinesia parece una explicación probable.

 

Dado que la curación natural de la fractura es un proceso largo y que hasta una regeneración milagrosa de la pelvis como la de Michelli tardó varios meses en completarse, se insinúa que lo que llevó a cabo la tarea fue quizá la capacidad psicoquinética inconsciente de las monjas cuando hicieron la imposición de manos.


Gardner describe una curación similar ocurrida en el siglo XVII, durante la construcción de una iglesia en Hexham, Inglaterra, en la que participó san Wilfredo, obispo de Hexham a la sazón. Cuando estaban edificando la iglesia, un albañil llamado Bothelm se cayó desde una gran altura y se rompió los brazos y las piernas. Mientras yacía en el suelo angustiosamente, Wilfredo rezó sobre él y pidió a los demás obreros que se le unieran.

 

Ellos lo hicieron, «el aliento de la vida volvió» a él y Bothelm se curó rápidamente.

 

Como según parece la curación no tuvo lugar hasta que san Wilfredo pidió a los otros obreros que se le unieran en sus rezos, uno se pregunta si el catalizador fue san Wilfredo o si fue otra vez la psicoquinesia inconsciente del conjunto de personas allí congregadas.


El doctor William Tufts Brigham, conservador del Bishop Museum de Honolulu y célebre botánico que dedicó gran parte de su vida privada a investigar lo paranormal, relataba un incidente en el cual un kahuna o chamán nativo de Hawai curó instantáneamente un hueso roto. El incidente fue presenciado por un amigo de Brigham llamado J.A.K. Combs.

 

La abuela de la esposa de Combs estaba considerada una de las mujeres kahunas más poderosas de las islas y Combs pudo observar sus dotes de primera mano en una ocasión en que asistió a una fiesta en su casa.


Ese día en cuestión, uno de los invitados resbaló en la arena de la playa, se cayó y se rompió la pierna. La fractura era tan seria que se veía cómo presionaban contra la piel las astillas del hueso. Combs se dio cuenta de la gravedad de la fractura y recomendó llevar al hombre al hospital inmediatamente, pero la anciana kahuna no quiso ni oír hablar de ello.

 

Se arrodilló junto a él, le enderezó la pierna y apretó sobre la zona donde el hueso roto presionaba contra la piel. Rezó y meditó durante varios minutos y luego se levantó y anunció que la curación había terminado. El hombre se incorporó perplejo, dio un paso y después otro.

 

Estaba completamente curado y la pierna no mostraba la menor señal de rotura.

 


Psicoquinesia de masas en la Francia del siglo XVIII
Aparte de esos incidentes, una de las manifestaciones más sorprendentes de psicoquinesia y uno de los acontecimientos milagrosos más extraordinarios que se han registrado nunca tuvo lugar en París en la primera mitad del siglo XVIII.

 

Los hechos giraron en torno a una secta puritana de católicos, de influencia holandesa, conocidos como los jansenistas, y se precipitaron tras la muerte de uno de sus miembros, un diácono, hombre santo y reverenciado, llamado François de París. Los milagros jansenistas fueron uno de los sucesos de los que más se habló en Europa durante la mayor parte del siglo, aun cuando hoy en día muy pocas personas hayan oído hablar de ellos.


Para entender plenamente los milagros jansenistas, es necesario conocer un poco los hechos históricos que precedieron a la muerte de François de París. El jansenismo se originó a principios del siglo XVII y desde el comienzo estuvo enfrentado tanto a la Iglesia católica de Roma como al monarca francés. Aunque muchas de sus creencias se apartaban notablemente de la doctrina eclesiástica tradicional, era un movimiento popular que no tardó en ganar seguidores entre el pueblo llano francés.

 

Pero la mayor desgracia fue que tanto el papado como el rey Luis XV, que era un católico devoto, lo vieran como protestantismo disfrazado de catolicismo. En consecuencia, tanto la Iglesia como el Rey maniobraban constantemente para socavar el poder del movimiento. Un obstáculo para tales ardides, y uno de los factores que contribuyó a otorgar popularidad al movimiento, fue que los líderes jansenistas parecían tener el don especial de curar milagrosamente.

 

Sin embargo, la Iglesia y la Corona siguieron adelante, y consiguieron que se desencadenaran debates encarnizados por toda Francia. En pleno apogeo de aquella lucha de poderes, murió François de París, el 1 de mayo de 1727, y fue enterrado en el cementerio parroquial de Saint-Médard, en París.


Como el abate tenía fama de santo, se empezaron a congregar personas junto a su tumba para adorarle, y desde el principio hubo noticias de un gran número de curaciones milagrosas. Entre las enfermedades o dolencias curadas se contaban tumores cancerosos, parálisis, sordera, artritis, reumatismo, llagas ulcerosas, fiebres persistentes, hemorragias prolongadas y ceguera. Pero eso no fue todo.

 

Los dolientes también empezaron a experimentar extraños espasmos o convulsiones involuntarias y a realizar contorsiones asombrosas.

 

Pronto se demostró que tales ataques eran contagiosos y se extendieron como un reguero de pólvora hasta que las calles se atestaron de hombres, mujeres y niños, todos ellos retorciéndose y contorsionándose como si se hallaran bajo un encantamiento surrealista.


Mientras se hallaban en ese estado espasmódico de trance, los «convulsionarios», como llegaron a ser llamados, mostraban aptitudes extraordinarias. Una de ellas era la capacidad de soportar sin dolor una variedad de torturas físicas casi inimaginable, entre las que figuraban golpes muy fuertes, sacudidas o mandobles con objetos pesados y afilados, así como estrangulamiento, todo ello sin dejar señales de heridas ni magulladuras, ni un mínimo arañazo siquiera.
 

Lo que confiere a esos acontecimientos un carácter único es el hecho de que fueran contemplados por miles de observadores literalmente. Aquellas reuniones frenéticas en torno a la tumba del abate París no fueron efímeras en absoluto.

 

El cementerio y las calles que lo rodeaban estuvieron atestadas de gente, día y noche, durante años; dos décadas después incluso, todavía se contaban milagros (para dar una idea de la enormidad del fenómeno, en 1733 se registró en los informes oficiales que eran necesarios más de tres mil voluntarios simplemente para ayudar a los convulsionarios y para asegurarse, por ejemplo, de que las participantes femeninas no llegaran a exponerse inmodestamente durante sus ataques).

 

En consecuencia, las dotes sobrenaturales de los convulsionarios se convirtieron en una cause célebre (asunto controvertido) internacional y miles de personas acudían en masa para verlos; entre ellos había individuos de todas las clases sociales y miembros de todas las instituciones educativas, religiosas y gubernamentales imaginables; los documentos de la época recogen numerosos informes de los milagros, tanto oficiales como no oficiales.


Por otra parte, muchos testigos tenían un interés personal en refutar los milagros jansenistas, como por ejemplo los investigadores enviados por la Iglesia católica romana y, sin embargo, los confirmaron (posteriormente, la Iglesia remedió aquella situación embarazosa admitiendo que los milagros existían pero que eran obra del diablo, con lo cual probaba que los jansenistas eran unos depravados).


Un investigador llamado Louis-Basile Carré de Montgeron, miembro del Parlamento de París, contempló los suficientes milagros como para llenar cuatro gruesos tomos sobre el tema, que publicó en 1737 bajo el título La Verité des Miracles.

 

Cuenta muchos ejemplos de la aparente invulnerabilidad de los convulsionarios a la tortura.

 

Un ejemplo: una convulsionaria de 20 años llamada Jeanne Maulet se apoyaba contra un muro de piedra mientras un voluntario de la multitud, «un robusto hombretón», le daba cien martillazos en el estómago con una maza de catorce kilos (los propios convulsionarios pedían que les torturaran porque decían que la tortura aliviaba el dolor atroz de las convulsiones).

 

Para comprobar la violencia de los golpes, el propio Montgeron agarró después la maza y la probó sobre el muro de piedra contra el que se había apoyado la chica. A los veinticinco golpes, la piedra sobre la que golpeaba, sacudida por los martillazos, se aflojó de pronto y cayó al otro lado del muro, abriendo «un boquete de más o menos medio pie».


Montgeron describe otro caso en el que una convulsionaria se inclinó hacia atrás formando un arco,

«sin otro apoyo que una estaca hincada en el suelo cuya punta sostenía el cuerpo por la región lumbar».

Después pidió que izaran con una cuerda una piedra de veintitrés kilos hasta una «altura extrema» y la dejaran caer a plomo sobre su estómago.

 

Levantaron la piedra y la dejaron caer sobre ella una y otra vez, pero no parecía afectarle en absoluto. Se mantenía sin esfuerzo en su difícil postura y no sufría daño o dolor, y salió de la dura prueba sin tan siquiera una sola marca en la carne de la espalda.

 

Montgeron anotó que mientras se desarrollaba la dura prueba la mujer no dejaba de gritar «¡Más fuerte! ¡Más fuerte!».


De hecho, parece que nada podía hacer daño a los convulsionarios. No les herían los golpes propinados con barras de hierro, cadenas o estacas. Los hombres más fuertes no podían estrangularlos. Algunos fueron crucificados y después no mostraban ni rastro de heridas. Lo más desconcertante de todo es que ni siquiera se les podía cortar o pinchar con cuchillos, espadas o hachas.

 

Montgeron cita un incidente durante el cual se apoyó la punta afilada de una barrena de hierro contra el estómago de una convulsionaria y luego se golpeó con un martillo tan violentamente que parecía «capaz de atravesarle las entrañas hasta el espinazo».

 

Pero no era así y la convulsionaria mantenía «una expresión de completo arrobamiento» y gritaba:

«Oh, me hace mucho bien. Valor, hermano, ¡golpea el doble de fuerte si puedes!».

La invulnerabilidad no era el único don que los jansenistas exhibían durante sus ataques.

 

Algunos se volvieron clarividentes y eran capaces de «discernir cosas ocultas». Otros podían leer incluso con los ojos cerrados y vendados fuertemente, y se contaron casos de levitación. Uno de los que levitaban, un cura de Montpellier llamado Bescherand, «se levantaba por los aires con tanta fuerza» durante las convulsiones, que aunque los testigos intentaban sujetarle tirando de él hacia abajo, no consiguieron impedir que se elevara por encima del suelo.


Aunque hoy los milagros jansenistas están casi olvidados, en la época distaban mucho de ser un fenómeno desconocido para los intelectuales.

 

La sobrina del matemático y filósofo Pascal consiguió que, a resultas de un milagro jansenista, le desapareciera en unas horas una úlcera grave que tenía en un ojo.

 

Cuando el rey Luis XV intentó infructuosamente detener a los convulsionarios cerrando el cementerio de Saint-Médard, Voltaire dijo humorísticamente:

«Por orden del Rey, se prohíbe a Dios hacer milagros allí».

Y el filósofo escocés David Hume escribió en Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano:

«Seguramente no se habrán atribuido jamás a taumaturgo alguno tantos milagros como los que se dice ocurrieron últimamente en París, junto a la tumba del abate París. La autenticidad de muchos milagros se verificaba inmediatamente en el sitio, ante jueces de crédito y distinción incuestionables, en una era científica y en el teatro más eminente que hoy existe en el mundo».

¿Qué explicación tienen los milagros realizados por los convulsionarios?

 

Bohm, si bien está dispuesto a considerar la posibilidad de la psicoquinesia y de otros fenómenos paranormales, prefiere no especular sobre acontecimientos específicos tales como las capacidades sobrenaturales de los jansenistas. Pero, si tomamos en serio el testimonio de tantos y tantos testigos, la psicoquinesia parece ser, una vez más, la explicación más probable, a menos que estemos dispuestos a conceder que Dios favorecía a los católicos jansenistas más que a los católicos romanos.

 

La aparición de otras aptitudes psíquicas durante los ataques, como la clarividencia, sugiere con fuerza que tuvo que intervenir de un modo u otro algún tipo de fenómeno psíquico.

 

Además, ya hemos visto varios ejemplos en los que la fe honda y la histeria desencadenaron las fuerzas más profundas de la mente y éstas también estaban presentes profusamente. De hecho, puede que los efectos psicoquinéticos, en lugar de ser obra de una sola persona, fueran producto de la combinación de fervor y creencias de todas las personas presentes, lo cual explicaría también el vigor inusual de las manifestaciones. Esta idea no es nueva.

 

En la década de 1920, el gran psicólogo de Harvard William McDougall sugirió que los milagros religiosos podrían ser consecuencia de los poderes psíquicos colectivos de una gran multitud de fieles.


La psicoquinesia podría explicar muchos casos de invulnerabilidad aparente de los convulsionarios. En el caso de Jeanne Maulet se podría argumentar que estaba usando la psicoquinesia de forma inconsciente para bloquear el efecto de los golpes de martillo. Si los convulsionarios la utilizaran inconscientemente para controlar las cadenas, los maderos y los cuchillos y parar su recorrido en el preciso momento del impacto, se explicaría también que tales objetos no dejaran marcas ni magulladuras.

 

De manera similar, cuando algunos individuos intentaban estrangular a los jansenistas, puede que la psicoquinesia les sujetara las manos y aunque ellos pensaran que estaban retorciendo el cuello, en realidad sólo estaban retorciendo las manos en el aire.
Reprogramar el proyector de cine cósmico


Sin embargo, la psicoquinesia no explica todas las facetas de la invulnerabilidad de los convulsionarios. Contemplemos el problema de la inercia: la tendencia de un objeto en movimiento a seguir en movimiento. Cuando un trozo de madera o una piedra de veintitrés kilos cae con fuerza y velocidad, lleva consigo un montón de energía y, si se para en plena trayectoria, la energía tiene que ir a alguna parte.

 

Por ejemplo, si se golpea con una maza de catorce kilos a una persona que lleva una armadura puesta, aunque el metal de la armadura pueda desviar el golpe, la persona sufre una sacudida considerable. En el caso de Jeanne Maulet, parece que la energía rodeaba su cuerpo de algún modo y se transfería al muro que tenía detrás, pues, como señaló Montgeron, la piedra se había «movido por los martillazos».

 

Ahora bien, la cosa no está tan clara en el caso de la mujer que se arqueaba y le caía una piedra de veintitrés kilos sobre el estómago. Uno se pregunta por qué no se clavaba en el suelo como un arco o por qué los convulsionarios no se caían cuando les golpeaban con mazos.

 

¿Dónde iba la energía desviada?


La visión holográfica de la realidad nos proporciona de nuevo una posible respuesta.

 

Como hemos visto antes, Bohm cree que la consciencia y la materia son sólo aspectos diferentes del mismo algo fundamental, un algo que tiene sus orígenes en el orden implicado. A juicio de algunos investigadores, eso sugiere que la consciencia puede hacer muchas más cosas que unos cuantos cambios psicoquinéticos en el mundo material.

 

Grof cree, por ejemplo, que si la descripción de la realidad que ofrecen los órdenes implicado y explicado es correcta, entonces,

«es concebible que ciertos estados inusuales de consciencia permitan mediar directamente e intervenir en el orden implicado. De este modo sería posible modificar los fenómenos del mundo físico influyendo en su matriz generadora».

Dicho de otra forma: además de mover objetos por psicoquinesia, la mente también puede llegar hasta el proyector de cine cósmico que creó esos objetos en un principio y reprogramarlo.

 

Así, no sólo se podrían eludir por completo reglas de la naturaleza reconocidas convencionalmente, como la inercia, sino que la mente podría llevar a cabo alteraciones y reformas en el mundo material mucho más espectaculares que las debidas a la psicoquinesia.


Que esta teoría o alguna otra semejante pueda ser cierta lo prueba otra facultad excepcional que han mostrado varias personas a lo largo de la historia: la invulnerabilidad al fuego. En su libro Los fenómenos físicos del misticismo, Thurston aporta numerosos ejemplos de santos que poseían esa facultad, de los cuales san Francisco de Paula es uno de los más conocidos.

 

Además de sostener ascuas ardiendo en las manos sin hacerse daño, en 1519, en las sesiones previas a su canonización, ocho testigos aseguraron que le habían visto andar a través de las llamas rugientes de un horno sin sufrir daños, cuando iba a reparar una pared del horno que se había roto.


Este relato trae a la mente una historia del Antiguo Testamento, la historia de Sidraj, Misaj y Abed-Nego.

 

Tras conquistar Jerusalén, el rey Nabuconodosor ordenó a todo el mundo que adorara una estatua de él mismo. Sidraj, Misaj y Abed-Nego se negaron, así que Nabuconodosor ordenó que les arrojaran a un horno tan «sumamente caliente» que las llamas quemaron incluso a los hombres que les echaron al horno. Ellos, sin embargo, sobrevivieron al fuego gracias a su fe y salieron ilesos, con el pelo sin chamuscar, las ropas sin quemaduras y sin tener siquiera olor a fuego.

 

Según parece, las persecuciones contra la fe, como la que Luis XV intentó imponer en contra de los jansenistas, han generado milagros en más de una ocasión.


Aunque los kahunas de Hawai no caminan a través de llamas rugientes, hay noticias de que pueden andar por lava ardiendo sin quemarse. Brigham contaba que tres kahunas que había conocido le prometieron realizar la proeza para él y él les siguió durante una larga caminata hasta una corriente de lava que había cerca del volcán Kilauea, que estaba en erupción.

 

Eligieron un río de lava de unos cuarenta y cinco metros de ancho que se había enfriado lo bastante como para poder soportar su peso, pero que seguía estando tan caliente aún que tenía en la superficie zonas incandescentes. Mientras Brigham les contemplaba, los kahunas se quitaron las sandalias y empezaron a recitar las largas oraciones necesarias para protegerse mientras andaban por la roca fundida apenas endurecida.


Resultaba que los kahunas le habían dicho antes a Brigham que si quería unirse a ellos, le podían conferir su inmunidad contra el fuego y él accedió con valentía.

 

No obstante, cuando estuvo frente al calor hirviente de la lava se lo pensó dos veces y hasta tres.

«El resultado fue que me quedé sentado sin moverme y me negué a quitarme las botas», escribió Brigham en su relato del episodio.

Cuando terminaron de invocar a los dioses, el kahuna más viejo se dirigió corriendo hasta la lava y cruzó los cuarenta y cinco metros sin sufrir daños.

 

Impresionado, pero todavía inflexible en su decisión de no correr, Brigham se levantó para ver al siguiente kahuna, cuando recibió un empujón que le obligó a ponerse a correr para no caer de cara sobre la roca incandescente.


Y Brigham corrió. Cuando llegó al terreno más elevado al otro lado del río de lava, descubrió que una de sus botas se había quemado y que sus calcetines estaban ardiendo. Pero, milagrosamente, sus pies estaban ilesos.

 

Tampoco los kahunas habían sufrido daño alguno y se revolcaban de risa ante el susto de Brigham.

«Yo me reí también - escribió Brigham - Jamás me sentí tan aliviado en toda mi vida como cuando descubrí que estaba a salvo. No hay mucho más que contar de aquella experiencia. Tuve la sensación de un calor intenso en la cara y en el cuerpo, pero apenas sentí nada en los pies».

También los convulsionarios mostraron ser totalmente inmunes al fuego alguna que otra vez.

 

De aquellas «salamandras humanas» - en la Edad Media el término salamandra se refería a un lagarto mitológico que vivía en el fuego según se creía entonces - las dos más famosas fueron Marie Sonnet y Gabrielle Moler.

 

En una ocasión y en presencia de numerosos testigos entre los que estaba Montgeron, Sonnet se tendió encima de dos sillas sobre un fuego abrasador y permaneció allí durante media hora. Ni ella ni su ropa mostraron consecuencias negativas. En otra ocasión, se sentó y puso los pies en un brasero lleno de carbones ardiendo.

 

Como le ocurrió a Brigham, se le quemaron los zapatos y las medias, pero los pies resultaron ilesos.


Las hazañas de Gabrielle Moler eran aún más inverosímiles. Además de ser insensible a los golpes propinados con espadas y palas, podía pegar la cabeza al fuego que rugía en la chimenea y mantenerla allí sin sufrir heridas. Según los testigos, después tenía la ropa tan caliente que apenas podían tocarla y, no obstante, el pelo, las pestañas y las cejas ni siquiera estaban chamuscadas. No hay duda de que debía de ser una persona muy divertida en las fiestas.
 

El hecho es que los jansenistas no fueron el primer movimiento convulsionario en Francia.

 

A finales de 1600, Luis XIV intentó purgar el país de un grupo de hugonotes que resistían en el valle de los Cévennes conocidos como los Camisardos, y que exhibían aptitudes similares. En un informe oficial enviado a Roma, uno de los perseguidores, un prior al que llamaban «el cura de Chayla», se quejaba de que hiciera lo que hiciera no conseguía herir a los Camisardos.

 

Cuando ordenaba que les dispararan, les encontraban las balas de mosquete aplastadas entre las ropas y la piel. Cuando les acercaban las manos a carbones en ascuas, no sufrían daño, y cuando les envolvían de pies a cabeza con algodones empapados en aceite y les prendían fuego, no se quemaban.


Por si eso fuera poco, Claris, el líder de los Camisardos, mandó construir una pira y luego trepó a lo alto para pronunciar una arenga arrebatadora. En presencia de seiscientos testigos, ordenó que se incendiara la pira y continuó vociferando mientras las llamas se elevaban por encima de su cabeza. Cuando la pira se consumió por completo, Claris seguía ileso y no presentaba huellas del fuego en el pelo ni en la ropa.

 

El jefe de las tropas francesas enviadas a someter a los Camisardos, un coronel llamado Jean Cavalier, fue exiliado después a Inglaterra, donde en 1707 escribió un libro sobre el acontecimiento titulado A Cry from the Desert. En cuanto al cura de Chayla, al final le asesinaron los Camisardos durante un contraataque.

 

A diferencia de algunos de ellos, él no poseía ninguna invulnerabilidad especial.


Existen literalmente centenares de relatos creíbles de inmunidad al fuego. Dicen que cuando Bernardette de Lourdes estaba en éxtasis, también era insensible al fuego. Según testigos, una vez mientras se hallaba en trance puso la mano tan cerca de una vela encendida que las llamas le lamían los dedos. Una de las personas presentes era el doctor Dozous, el médico local de Lourdes.

 

Rápido de mente, Dozous cronometró el hecho y observó que pasaron diez minutos enteros antes de que saliera del trance y retirara la mano.

 

Después comentó:

«Lo he visto con mis propios ojos. Pero le juro, señor deán, que si intentara hacerme creer esta historia, me habría reído muchísimo de usted».

El 7 de septiembre de 1871, el New York Herald informó de que Nathan Coker, un anciano herrero de raza negra que vivía en Easton, Maryland, podía tocar metal al rojo vivo sin quemarse.

 

En presencia de un comité en el que figuraban varios médicos, calentó una pala de hierro hasta que se puso incandescente y luego se la colocó contra las plantas de los pies hasta que se enfrió. También lamió el borde de la pala al rojo y se derramó plomo fundido en la boca, dejando que corriera por encima de los dientes y encías hasta que se solidificó.

 

Los médicos le examinaron después de cada una de esas hazañas, pero no encontraron ni rastro de heridas.


En 1927, durante un viaje de caza a las montañas de Tennessee, K. R. Wissen, un médico de Nueva York, se encontró con un niño de 12 años que poseía la misma inmunidad. Wissen vio cómo el chico tocaba impunemente con la mano hierros al rojo sacados de la chimenea.

 

El chico le contó que había descubierto esa capacidad suya por casualidad, una vez que cogió una herradura al rojo en la herrería de su tío. El foso de ascuas ardiendo por el que los Grosvenor vieron caminar a Mohotty medía seis metros de largo y tenía una temperatura de 1.328 grados Fahrenheit (720 grados centígrados), según los termómetros del equipo del National Geographic.

 

En el ejemplar de mayo de 1959 del Atlantic Monthly, el doctor Leonard Feinberg de la Universidad de Illinois contaba que había presenciado otro ritual ceilandés que consistía en andar sobre el fuego, durante el cual los nativos llevaban vasijas de hierro al rojo vivo sobre la cabeza sin quemarse.

 

En un artículo del Psychiatric Quarterly, el psiquiatra Berthold Schwarz cuenta que vio a los pentecostales de los Apalaches introducir las manos en una llama de acetileno sin quemarse , etcétera, etcétera, etcétera.

 


Las leyes de la física como hábitos y realidades, tanto potenciales como reales
Tan difícil como imaginar dónde va la energía desviada en algunos de los ejemplos de PK que hemos visto, es también entender dónde va la energía de una vasija de hierro al rojo vivo mientras está posada directamente encima del pelo y de la carne de la cabeza de un nativo celandés.

 

Ahora bien, si es verdad que la consciencia puede intervenir directamente en el orden implicado, el problema es más fácil de resolver.

 

Entonces, más que deberse a un tipo de energía o una ley física no descubierta todavía (como por ejemplo un campo de fuerza aislante) que opere dentro del marco de la realidad, sería consecuencia de alguna actividad producida en un plano más fundamental aún, en la que participarían los procesos que crean el universo físico y las leyes de la física en primer lugar.


Otra forma de verlo sería la siguiente: la capacidad de la consciencia para cambiar de toda una realidad a otra sugiere que, quizá, la regla habitualmente inviolada de que el fuego quema la carne humana no es más que un programa del ordenador cósmico; ahora bien, un programa que se ha repetido tantas veces que se ha convertido en un hábito de la naturaleza.

 

Como se ha mencionado ya, según la idea holográfica, la materia es también un tipo de hábito y renace constantemente de lo implicado, al igual que una fuente se crea constantemente por el chorro de agua que le da forma.

 

Peat se refiere con humor al carácter repetitivo de tal proceso diciendo que es una de las neurosis del universo:

«Cuando tienes una neurosis tiendes a repetir lo mismo en tu vida diaria o a realizar la misma acción, es como si un recuerdo se agrandara y la cosa se quedara atascada en él».

Y continúa:

«Yo tiendo a pensar que pasa lo mismo con las cosas, como las sillas y las mesas, por ejemplo. Son una especie de neurosis material, una repetición. Pero lo que está ocurriendo es algo más sutil, es un constante plegarse y desplegarse. En este sentido, las sillas y las mesas sólo son hábitos de ese movimiento fluido, pero la realidad es ese movimiento fluido y, no obstante, tendemos a ver sólo el hábito».

En realidad, debemos considerar que el universo y las leyes de la física que lo gobiernan son hábitos también, puesto que son productos de ese fluir.

 

Son hábitos que están profundamente arraigados en el holomovimiento, evidentemente, pero como indican las dotes extraordinarias, como la inmunidad al fuego, se pueden suspender las reglas, al menos algunas, que rigen la realidad.

 

Esto significa que las leyes de la física no están grabadas en piedra; al contrario, son como los vórtices de Shainberg, remolinos con una fuerza de inercia tan enorme que parecen haberse quedado fijados en el holomovimiento, al igual que nuestros hábitos y nuestras convicciones más íntimas se encuentran grabadas en nuestros pensamientos.


La frecuencia con la que la inmunidad al fuego se asocia con la fe acentuada y el celo religioso atestigua la propuesta de Grof de que acaso se requiera estar en un estado alterado de consciencia para realizar cambios en el orden implicado. Prosigue el modelo que empezó a tomar forma en el último capítulo y su mensaje está cada vez más claro: cuanto más profundas sean nuestras creencias y cuanta más carga emocional tengan, mayores serán los cambios que podremos realizar tanto en nuestros cuerpos como en la realidad misma.


En este punto cabe preguntar: si la consciencia puede producir alteraciones tan extraordinarias en circunstancias especiales, ¿qué papel desempeña en la creación de nuestra realidad cotidiana? Hay opiniones sumamente variadas al respecto. En conversaciones privadas, Bohm admite que en su opinión el universo es todo «pensamiento» y que la realidad sólo existe en lo que pensamos , pero de nuevo prefiere no especular sobre acontecimientos milagrosos.

 

Pribram se muestra asimismo reticente a comentar hechos específicos, pero cree que sí existen varias realidades potenciales diferentes y que la consciencia tiene cierta libertad para elegir cuál manifiesta.

«No creo que valga cualquier cosa - comenta - pero hay muchos mundos ahí fuera que no entendemos».

Después de pasar años experimentando de primera mano con lo milagroso, Watson se muestra más audaz.

«No hay duda de que la realidad es en gran parte una construcción de la imaginación. No estoy hablando como físico teórico ni como alguien que sepa todo lo que pasa en las fronteras de la física de partículas, pero pienso que tenemos la capacidad de cambiar el mundo que nos rodea de varias maneras fundamentales».

(Watson, en un tiempo defensor entusiasta de la idea holográfica, ya no está convencido de que cualquier teoría física actual pueda explicar adecuadamente las dotes extraordinarias de la mente).


Gordon Globus, profesor de Psiquiatría y Filosofía en la Universidad de California, en Irving, tiene una visión diferente, aunque similar.

 

Cree que es correcta la afirmación de la teoría holográfica de que la mente construye la realidad a partir de la materia prima del orden implicado. Sin embargo, también le han influido notablemente las experiencias sobrenaturales, hoy famosas, vividas por el antropólogo Carlos Castañeda con su maestro, don Juan, un chamán indio yaqui.

 

A diferencia de Pribram, Globus cree que la impresionante colección de «realidades independientes», aparentemente inagotable, que Castañeda experimentó bajo la tutela de don Juan - y de hecho la impresionante colección de realidades, igualmente enorme, que experimentamos durante los sueños ordinarios - indica que hay un número infinito de realidades potenciales envueltas en lo implicado.

 

Por otra parte, como los mecanismos que utiliza el cerebro para construir la realidad de cada día son los mismos que emplea para construir los sueños y las realidades que experimentamos durante estados alterados de consciencia, a lo Castañeda, Globus piensa que los tres tipos de realidad son fundamentalmente la misma.

 


La consciencia, ¿crea o no las partículas subatómicas? Ésa es la cuestión
Esa diferencia de opiniones indica una vez más que la teoría holográfica es todavía una idea en ciernes, semejante a una isla del Pacífico que acabe de formarse, cuya actividad volcánica impida que sus orillas estén claramente definidas.

 

Aunque algunos podrían usar la falta de unanimidad para criticar la teoría holográfica, debemos recordar que también la teoría de la evolución de Darwin, ciertamente una de las ideas más influyentes y exitosas que la ciencia ha producido jamás, experimenta un cambio constante y que los teóricos evolucionistas siguen debatiendo su alcance y su interpretación, así como sus ramificaciones y los mecanismos que la regulan.


La diferencia de opiniones también pone de manifiesto que los milagros constituyen un enigma complejo.

 

Jahn y Dunne ofrecen aun otra opinión más sobre el papel de la consciencia en la creación de la realidad cotidiana y, aunque difiere de una de las premisas básicas de Bohm, merece la pena dedicarle atención puesto que proporciona una forma nueva y posible de ver el proceso por el cual se producen los milagros.


A diferencia de Bohm, Jahn y Dunne opinan que las partículas subatómicas no poseen una realidad visible hasta que la consciencia entra en escena. «Yo creo que hemos dejado atrás hace mucho tiempo la parte de la física que trataba la gran concentración de energía, en la que examinábamos la estructura de un universo pasivo - declara Jahn - Creo que hemos entrado en un dominio en el que la consciencia interacciona con el entorno a una escala tan primordial que verdaderamente creamos la realidad, con arreglo a cualquier definición razonable del concepto».


Como ya hemos dicho, ésta es la visión que sostiene la mayoría de los físicos. No obstante, la posición de Jahn y Dunne difiere de la línea general en un aspecto importante. La mayoría de los físicos rechazaría la idea de utilizar la interacción entre la consciencia y el mundo subatómico para explicar la psicoquinesia, y no digamos los milagros.

 

De hecho, la mayor parte de los físicos, además de hacer oídos sordos a toda posible consecuencia de esa interacción, actúan realmente como si no existieran.

«La mayoría de los físicos mantiene un punto de vista un tanto esquizofrénico - afirma el físico teórico Fritz Rohrlich de la Universidad de Siracusa: por una parte, aceptan la interpretación habitual de la física cuántica; por otra, insisten en la realidad de los sistemas cuánticos aun cuando no estén siendo observados».

La extraña actitud de «no voy a pensar en ello aunque sé que es verdad» impide que muchos físicos consideren incluso las repercusiones fenomenológicas de los descubrimientos más increíbles de la física cuántica.

 

Como señala David Mermin, físico de la Universidad de Cornell, los físicos se encuadran en tres categorías: una pequeña minoría a la que preocupan las repercusiones filosóficas; un segundo grupo que explica con razones minuciosas por qué no les preocupan, pero sus explicaciones tienden a «saltarse por completo el tema en cuestión», y un tercer grupo que carece de explicaciones detalladas al respecto pero que también se niega a decir por qué no están preocupados.

«Su posición es irrebatible», asegura Mermin.

Jahn y Dunne no son tan tímidos.

 

Creen que los físicos, en lugar de descubrir partículas, pueden estar creándolas. Como prueba, mencionan una partícula subatómica que ha sido descubierta recientemente, llamada «anomalon», cuyas propiedades varían de un laboratorio a otro. ¡Imagínate que tienes un coche que cambia de color y de características según quién lo conduzca!

 

Es un hecho muy curioso que parece indicar que la realidad de un anomalon depende de quién la encuentre/cree.


También pueden hallarse indicios similares en otra partícula subatómica. En la década de 1930, Pauli propuso la existencia de una partícula sin masa llamada «neutrino» para solucionar un problema no resuelto en relación con la radiactividad. Durante años, el neutrino fue sólo una idea, pero después, en 1957, los físicos descubrieron indicios de su existencia.

 

En los últimos años, los físicos se percataron de que si el neutrino tuviese masa, resolvería problemas más espinosos todavía que aquél al que se enfrentó Pauli y hete aquí que, en 1980, empezaron a aparecer pruebas de que ¡el neutrino tenía masa!, una masa pequeña pero medible. Y eso no es todo. Resultó que se descubrieron neutrinos con masa solamente en laboratorios de la Unión Soviética. En los laboratorios de Estados Unidos, no.

 

Así siguieron las cosas durante la mayor parte de la década de 1980 y hoy, aunque otros laboratorios han duplicado los descubrimientos soviéticos, la situación sigue sin resolverse.


¿Es posible que las diferentes propiedades mostradas por los neutrinos se debieran, al menos en parte, a las expectativas cambiantes y a las diferentes tendencias culturales de los físicos que las buscaban?

 

En caso de ser así, la situación suscita una cuestión interesante. Si los físicos no descubren el mundo subatómico sino que lo crean, ¿por qué algunas partículas, como los electrones, parecen tener una realidad estable sea quien sea el observador?

 

En otras palabras: ¿por qué un estudiante de física sin conocimientos sobre los electrones descubre las mismas propiedades que un físico avezado?


Una posible respuesta es que quizá nuestra percepción del mundo no se basa solamente en la información que recibimos a través de los cinco sentidos. Por fantástica que pueda sonar, se pueden exponer argumentos convincentes en defensa de esta idea. Pero antes me gustaría contar una anécdota que presencié a mediados de los años setenta. Mi padre había contratado a un hipnotizador profesional para entretener a un grupo de amigos en su casa y me invitó a asistir al acontecimiento.

 

El hipnotizador, tras determinar rápidamente la susceptibilidad hipnótica de las personas presentes, eligió como sujeto de la hipnosis a un amigo de mi padre llamado Tom. Era la primera vez que Tom veía a aquel hipnotizador.


Tom demostró ser un sujeto muy bueno y, en cuestión de segundos, el hipnotizador le sumió en un trance profundo. Luego pasó a hacer los trucos que suelen hacer los hipnotizadores en los espectáculos. Convenció a Tom de que había una jirafa en la habitación, dejándole maravillado y boquiabierto. Después le dijo que una patata era una manzana en realidad y consiguió que Tom se la comiera con gusto.

 

Pero el punto fuerte de la noche llegó cuando le dijo a Tom que, cuando saliera del trance, Laura, su hija adolescente, sería completamente invisible para él. Entonces, tras pedir a Laura que se pusiera delante justo de la silla en la que estaba sentado Tom, el hipnotizador le despertó y le preguntó si la veía.

 

Tom miró por la habitación y parecía que su mirada atravesaba literalmente a su risueña hija.

«No», contestó.

El hipnotizador le preguntó si estaba seguro y Tom volvió a responder que no, a pesar de las risitas cada vez más altas de Laura.

 

Entonces el hipnotizador se colocó detrás de Laura, de modo que Tom no pudiera verle, y sacó un objeto del bolsillo. Mantuvo el objeto cuidadosamente oculto para que nadie pudiera verlo y lo apretó contra la espalda de Laura.

 

Pidió a Tom que identificara el objeto. Tom se inclinó hacia delante como si viera directamente a través del estómago de Laura y dijo que era un reloj de pulsera. El hipnotizador asintió y le preguntó si podía leer la inscripción del reloj. Tom entornó los ojos como si se estuviera esforzando en leerla y recitó el nombre del propietario del reloj (que resultó ser una persona que ninguno de los que estábamos en la habitación conocía) y el mensaje.

 

El hipnotizador reveló entonces que el objeto era realmente un reloj y lo pasó por la habitación para que todos pudieran ver que Tom había leído la inscripción correctamente.


Cuando hablé con Tom después, me dijo que su hija había sido absolutamente invisible para él. Lo único que veía era al hipnotizador de pie, sosteniendo un reloj en la palma de la mano. Si el hipnotizador le hubiera dejado ir sin decirle lo que pasaba, nunca habría sabido que no estaba percibiendo la realidad consensuada.


Es obvio que la percepción de Tom del reloj no estaba basada en la información que recibía a través de los cinco sentidos. ¿De dónde sacaba la información?

 

Una explicación es que la obtenía telepáticamente de la mente de otra persona, en aquel caso, de la mente del hipnotizador. Otros investigadores han comentado la capacidad que los hipnotizados tienen para «aprovechar» los sentidos de otras personas. El físico británico sir William Barrett encontró indicios del fenómeno en una serie de experimentos que realizó con una chica joven.

 

Tras hipnotizarla, le dijo que iba a percibir el sabor de todo lo que él catara.

«Me puse de pie detrás de la joven, cuyos ojos estaban bien vendados, tome sal y me la metí en la boca; al instante ella escupió y exclamó:

"¿Para qué te metes sal en la boca?".

Después probé azúcar y ella dijo:

"Esto está mejor".

Le pregunté qué era y ella respondió:

"Dulce".

Después probé mostaza, pimienta, jengibre, etcétera; la chica nombraba y aparentemente probaba cada especia cuando yo me la metía en la boca».

En su libro Experiments in Distant Influence, el fisiólogo soviético Leonid Vasiliev cita un estudio alemán realizado en los años cincuenta que produjo hallazgos similares.

 

En él, la chica hipnotizada no sólo percibía el sabor de lo que el hipnotizador saboreaba, sino que guiñó los ojos cuando se proyectó una luz sobre los ojos del hipnotizador, estornudó cuando el hipnotizador olió amoniaco, oyó el tictac de un reloj que pusieron junto al oído del hipnotizador, todo ello realizado de manera que quedaba asegurado que ella no obtenía información a través de las entradas sensoriales normales.


La capacidad de aprovechar los sentidos de otras personas no se limita al estado hipnótico.

 

En una serie de experimentos, ahora famosos, los físicos Harold Puthoff y Russell Targ del Stanford Research Institute de California descubrieron que casi todas las personas que sometían a prueba tenían una aptitud, que ellos llamaban «visión remota», que consistía en describir exactamente lo que veía una persona a distancia. Averiguaron que un individuo tras otro podían ver remotamente por el mero hecho de relajarse y describir cualquier imagen que les venía a la mente.

 

Los descubrimientos de Puthoff y Targ se han duplicado en docenas de laboratorios de todo el mundo, lo que indica que la visión remota es probablemente una capacidad latente en todos nosotros.


El laboratorio Princeton Anomalies Research ha corroborado asimismo los descubrimientos de Puthoff y Targ. El propio Jahn hizo de receptor en un estudio e intentó percibir lo que un colega suyo estaba viendo en París, una ciudad que Jahn jamás había visitado. Además de una calle bulliciosa, le vino a la mente la imagen de un caballero con armadura.

 

Después resultó que el emisor estaba frente a un edificio gubernamental decorado con estatuas de figuras militares históricas, una de las cuales era un caballero con armadura.


Así pues, estamos profundamente conectados unos con otros aún de otra manera más, situación que no resulta tan extraña en un universo holográfico. Además, las interconexiones se manifiestan aunque no seamos conscientes de ellas. Hay estudios que demuestran que cuando una persona recibe una sacudida eléctrica en una habitación, aparece registrada en los resultados del polígrafo de otra persona que está en otra habitación.

 

Una luz proyectada en los ojos de un individuo se registra en el electroencefalograma de otra persona que participa en la prueba y que está aislada en otra habitación.

 

Incluso el volumen de sangre de un dedo de una persona - se mide con el pletismógrafo, un indicador sensible del funcionamiento del sistema nervioso autónomo - cambia cuando el emisor, desde otra habitación, encuentra el nombre de alguien que ambos conocen mientras lee una lista formada principalmente por personas que ellos no conocen.


Teniendo en cuenta nuestra profunda interconexión y nuestra capacidad para construir realidades convincentes a partir de información recibida vía dicha interconexión, tal y como hizo Tom, ¿qué pasaría si dos o más personas hipnotizadas intentaran construir la misma realidad imaginaria?

 

Lo fascinante es que esta pregunta ya ha sido contestada por un experimento dirigido por Charles Tart, profesor de Psicología del campus David, en la Universidad de California. Tart encontró a Anne y a Bill, dos estudiantes de licenciatura que podían sumirse en un trance profundo y que, a su vez, eran hipnotizadores expertos. Hizo que Anne hipnotizara a Bill y, una vez que Bill estuvo hipnotizado, hizo que él la hipnotizara a ella.

 

El razonamiento de Tart era que, con ese procedimiento tan inusual, se fortalecería la compenetración entre el hipnotizador y el hipnotizado, una compenetración intensa ya de por sí.


Y tenía razón. Cuando abrieron los ojos en un estado de hipnosis mutua, todo les parecía gris.

 

Sin embargo, aquel gris dio paso enseguida a colores vívidos y a luces brillantes y, en un momento, se encontraron en una playa de una belleza sobrenatural. Los granos de arena brillaban como diamantes, el mar estaba lleno de enormes burbujas espumosas y relucía como si fuera champán, y la orilla estaba salpicada de rocas cristalinas translúcidas que transmitían una luz interna.

 

Aunque Tart no podía ver lo que veían Anne y Bill, por el modo en que hablaban se dio cuenta rápidamente de que estaban experimentando la misma realidad alucinada.


Naturalmente, enseguida fue obvio también para Anne y Bill y se pusieron a explorar el mundo nuevo que acababan de encontrar, a nadar en el océano y a estudiar el brillo de las rocas cristalinas. Desgraciadamente para Tart, también dejaron de hablar, o al menos dejaron de hablar desde la perspectiva Tart. Cuando les preguntó por su silencio, le dijeron que, en el mundo de ensueños que compartían, ellos estaban hablando, un fenómeno que a juicio de Tart suponía que tenían un tipo de comunicación paranormal entre los dos.


Sesión tras sesión, Anne y Bill siguieron construyendo varias realidades; y todas eran tan reales, tan accesibles para los cinco sentidos, como la que experimentaban en su estado normal de vigilia, y poseían también las mismas dimensiones.

 

De hecho, Tart decidió que los mundos que visitaban eran más reales que la versión pálida y lunar de la realidad con la que tiene que contentarse la mayoría. Como él dice,

«tras comentar sus experiencias durante un rato y tras descubrir que habían discutido detalles de las experiencias que habían compartido de los que no existían estímulos verbales en las cintas, sintieron que debían haber estado de verdad en los lugares no físicos que habían experimentado».

El mundo oceánico de Anne y Bill constituye el ejemplo perfecto de la realidad holográfica, una construcción tridimensional creada a partir de la interconexión, sostenida por el fluir de la consciencia y finalmente tan plástica como los procesos de pensamiento que la habían generado.

 

La plasticidad era evidente en varios rasgos. Aunque era tridimensional, su espacio era más flexible que el espacio de la realidad cotidiana y a veces adquiría una elasticidad que Anne y Bill no podían describir con palabras. Y mucho más extraño aún era que pese a ser sumamente diestros en la creación de un mundo compartido fuera de ellos mismos, muchas veces olvidaban crear sus propios cuerpos y existían como caras o cabezas flotantes.

 

Anne contaba que una vez que Bill le pidió que le diera la mano, tuvo que crearse «una mano por arte de magia, como quien dice».


¿Cómo terminó aquel experimento de hipnosis mutua?

 

Tristemente, la idea de que aquellas visiones espectaculares eran reales de un modo u otro y quizá más reales que la realidad de cada día incluso, asustó tanto a Anne y a Bill que cada vez les ponía más nerviosos lo que harían. Al final, dejaron las exploraciones y uno de ellos, Bill, abandonó la hipnosis por completo.


La interconexión extrasensorial que les permitió construir una realidad compartida podría ser contemplada casi como un efecto de un campo que hubiera entre ellos, de «un campo de realidad», si se quiere. Me pregunto qué habría pasado si, en casa de mi padre, el hipnotizador nos hubiera puesto a todos en trance. A la luz de la información anterior, tengo razones para creer que si nuestra compenetración hubiera sido lo bastante profunda, Laura se habría vuelto invisible para todos nosotros.

 

Habríamos construido colectivamente el campo de realidad del reloj, habríamos leído la inscripción y nos habríamos convencido totalmente de que lo que estábamos percibiendo era real.


Si la consciencia juega un papel en la creación de las partículas subatómicas, ¿es posible que las observaciones del mundo subatómico sean también una especie de campos de realidad?

 

Si Jahn puede percibir una armadura a través de los sentidos de un amigo que está en París, ¿es más inverosímil creer que los físicos del mundo entero están conectándose inconscientemente unos con otros y utilizando un tipo de hipnosis mutua similar a la que usaron los sujetos del experimento de Tart para crear las propiedades consensuadas que se observan en un electrón?

 

Posiblemente esta cuestión puede sustentarse en otra característica inusual de la hipnosis. A diferencia de otros estados alterados de consciencia, la hipnosis no está asociada con ningún patrón inusual de EEG. Psicológicamente hablando, el estado mental de la hipnosis reviste un parecido mayor con la consciencia normal en estado de vigilia.

 

¿Significa esto que la consciencia normal en estado de vigilia es en sí misma una especie de estado hipnótico y que todos estamos aprovechando constantemente campos de realidad?


Josephson, galardonado con el Nobel, sugiere que puede estar pasando algo parecido. Al igual que Globus, se toma en serio la obra de Castañeda y ha intentado relacionarla con la física cuántica. Afirma que la realidad objetiva nace de la memoria colectiva de la raza humana, mientras que los acontecimientos anómalos, como los que experimentaba Castañeda, son manifestaciones de la voluntad individual.


Puede que la consciencia humana no sea lo único que participa en la creación de campos de realidad. Experimentos de visión remota han demostrado que se pueden describir posiciones lejanas aun cuando no haya observadores humanos presentes en ellas. De manera similar, se puede determinar el contenido de una caja sellada, seleccionada al azar entre un grupo de cajas selladas, cuyo contenido es, por tanto, completamente desconocido.

 

Esto significa que podemos hacer algo más que limitarnos a utilizar los sentidos de otras personas: también podemos usar la propia realidad para obtener información. Por raro que parezca, no debería extremarnos si recordamos que, en un universo holográfico, la consciencia impregna toda la materia y que el «significado» tiene una presencia activa tanto en el mundo mental como en el físico.


Bohm cree que la ubicuidad del significado ofrece una posible explicación tanto para la telepatía como para la visión remota. En su opinión, ambas pueden ser simplemente formas distintas de psicoquinesia.

 

A su juicio, así como la psicoquinesia es una resonancia de significados que se transmite de la mente al objeto, la telepatía se puede contemplar como una resonancia de significados transmitida de una mente a otra. De manera similar, la visión remota se puede contemplar como una resonancia de significados que se transmite del objeto a la mente.

 

Y añade:

«Cuando se establece la armonía o resonancia de significados, la acción funciona en ambas direcciones de modo que los significados del sistema lejano pueden actuar en el observador para producir una especie de psicoquinesia a la inversa que, en efecto, transmitiría una imagen del sistema al observador».

Jahn y Dunne sostienen una opinión similar.

 

Aunque creen que la realidad se establece solamente por la interacción de la consciencia con su entorno, su interpretación de la consciencia es muy amplia. Tal y como ellos la ven, cualquier cosa capaz de generar, recibir o utilizar información reúne las condiciones para merecer tal nombre. Así, los animales, los virus, el ADN, las máquinas (las artificialmente inteligentes y otras) y los llamados «objetos no vivos», todos ellos pueden tener las propiedades que se requieren para participar en la creación de la realidad.


Si tales afirmaciones son ciertas y podemos obtener información no sólo de las mentes de otros seres humanos sino también del holograma vivo de la realidad misma, se explicaría también la psicometría o capacidad de obtener información sobre la historia de un objeto tocándolo simplemente.

 

Ese objeto, más que ser inanimado, estaría impregnado por su propia clase de consciencia.

 

En vez de ser una «cosa» que existe separadamente del universo, formaría parte de la interconexión de todas las cosas; estaría conectado con los pensamientos de todas las personas que alguna vez se hayan puesto en contacto con él, conectado con la consciencia que impregna a todos los animales y a todos los objetos que hayan estado alguna vez relacionados con su existencia, conectado con su propio pasado vía lo implicado y conectado con la mente del psicómetra que lo sostiene.

 


Puedes obtener algo a cambio de nada
¿Juegan los físicos un papel en la creación de las partículas subatómicas?

 

De momento, el enigma permanece sin respuesta, pero nuestra capacidad para conectarnos unos con otros y para hacer que aparezcan realidades tan reales como la nuestra no es la única pista que indica que tal vez es así. En efecto, las pruebas de lo milagroso demuestran que apenas hemos empezado a desentrañar siquiera nuestras aptitudes en ese campo.

 

Consideremos la siguiente curación milagrosa que nos cuenta Gardner. En 1982, una doctora inglesa llamada Ruth Coggin que trabajaba en Pakistán, recibió la visita de una mujer pakistaní de 35 años llamada Kamro. Kamro estaba embarazada de ocho meses y había sufrido pérdidas de sangre y un dolor abdominal intermitente durante la mayor parte del embarazo.

 

La doctora Coggin le recomendó que acudiera al hospital inmediatamente, pero Kamro se negó. Sin embargo, dos días después tuvo una hemorragia tan grave que ingresó con carácter de urgencia.


La doctora Coggin la examinó y el reconocimiento reveló que había sufrido una pérdida de sangre «muy grande» y que tenía los pies y el abdomen patológicamente hinchados. Al día siguiente, Kamro tuvo otra gran hemorragia, lo que obligó a practicarle una cesárea.

 

Cuando la doctora abrió el útero, salió una cantidad aún más copiosa de sangre negra que continuó manando en grandes cantidades hasta que se hizo evidente que Kamro no tenía materialmente capacidad alguna de coagulación. Cuando Coggin entregó el bebé - una niña sana - a la madre, la cama estaba llena de «charcos profundos de sangre no coagulada» que seguía fluyendo de la abertura.

 

La doctora se las arregló para conseguir un litro de sangre y hacer una transfusión a la mujer, que tenía una anemia grave, pero no era suficiente para sustituir la cantidad asombrosa que había perdido. Como no tenía otra opción, la doctora recurrió a la oración.


Escribe:

«Rezamos con la paciente tras explicarle quién era Jesús y decirle que era un gran sanador y que habíamos rezado por ella en nombre de Jesús antes de la operación. También le dije que no debíamos preocuparnos. Yo había visto a Jesús curar ese mal antes y estaba segura de que Él iba a curarla a ella».

Después esperaron.


Durante las horas siguientes, Kamro siguió sangrando, pero su situación en general se estabilizó, en vez de empeorar.

 

Aquella noche la doctora Coggin rezó otra vez con Kamro y, aunque continuaba sin disminuir la «intensa hemorragia», parecía que la pérdida no le afectaba. Cuarenta y ocho horas después de la operación, la sangre empezó a coagular por fin y Kamro comenzó a recuperarse. Diez días después se fue a casa con su bebé.


Aunque Coggin no tenía forma de medir la pérdida real de sangre de Kamro, no dudaba de que la joven madre había perdido más de su volumen total de sangre durante la operación y el intenso sangrado que siguió. Gardner confirmó esa opinión tras examinar la documentación del caso. El problema que conlleva tal afirmación es que los seres humanos no pueden producir sangre nueva con la rapidez suficiente como para cubrir esas pérdidas fatales; si pudieran, muy poca gente se moriría desangrada.

 

Esto nos deja con la conclusión inquietante de que la nueva sangre de Kamro debió de materializarse de la nada.


La capacidad para crear una partícula infinitesimal o dos palidece en comparación con la materialización de los cinco o seis litros de sangre que se necesitan para rellenar un cuerpo humano medio. Pero la sangre no es lo único que podemos crear de la nada. En junio de 1974, mientras viajaba por Timor Oriental, una pequeña isla al este de Indonesia, Watson se encontró con un ejemplo de materialización igualmente desconcertante.

 

Aunque inicialmente se proponía visitar a un famoso matan do'ok, una especie de taumaturgo indonesio de quien se decía que podía hacer que lloviera cada vez que lo solicitaba, se desvió porque decían que un buan o espíritu maligno inusualmente activo estaba haciendo estragos en una casa de un poblado cercano.


En la casa vivía una familia formada por un matrimonio, sus dos hijos pequeños y una medio hermana del marido, soltera y más joven. La pareja y los niños eran de piel oscura y tenían el pelo rizado, un aspecto típicamente indonesio, pero la medio hermana, cuyo nombre era Alin, era muy distinta físicamente: tenía la piel mucho más clara y sus rasgos eran casi chinos, lo cual explicaba su incapacidad para conseguir un marido.

 

Además, la familia la trataba con indiferencia; Watson vio inmediatamente que ella era la fuente de la perturbación psíquica.


Mientras cenaba aquella noche en el hogar de la familia, una choza con tejado de paja, Watson contempló varios fenómenos asombrosos. En primer lugar, el hijo de ocho años se puso a chillar sin previo aviso y dejó caer la taza sobre la mesa cuando le empezó a sangrar el dorso de la mano inexplicablemente.

 

Watson, que estaba sentado junto al niño, le examinó la mano y vio que tenía un semicírculo de pinchazos recientes, como un mordisco, pero de un diámetro mayor que el de la boca del chico. Cuando ocurrió aquello, Alin, la persona que siempre sobraba, estaba atareada junto al fuego, enfrente del niño.


Mientras Watson le examinaba las heridas, la llama de la lámpara se volvió azul y produjo una llamarada repentina; bajo aquella luz más brillante empezó a caer una lluvia copiosa de sal sobre la comida hasta dejarla totalmente cubierta e incomible.

 

Como explicó después:

«No fue un diluvio repentino, sino una acción lenta y deliberada que duró lo suficiente como para permitirme mirar hacia arriba y ver que parecía empezar en medio del aire, justo por encima del nivel de los ojos, tal vez a un metro o algo más por encima de la mesa».

Watson se levantó de su asiento de un salto, pero el espectáculo aún no se había acabado.

 

De repente, una serie de sonidos fuertes y secos surgió de la mesa y ésta empezó a tambalearse. La familia se levantó también y vio la mesa saltar por los aires «como la tapa de una caja que contuviera algún animal salvaje».

 

Finalmente se volcó sobre uno de los lados. Al principio la reacción de Watson consistió en salir de la casa corriendo con el resto de la familia, pero, en cuanto recuperó el control, regresó y buscó por la habitación alguna prueba de algún truco que pudiera explicar lo ocurrido. No encontró ninguna.


Los hechos que tuvieron lugar en la pequeña cabaña indonesia constituyen ejemplos clásicos de actividad poltergeist, que se caracteriza por sonidos misteriosos y actividades psicoquinéticas más que por apariciones de fantasmas o aparecidos.

 

Como los poltergeist tienen a centrarse alrededor de personas (Alin en este caso) más que de sitios, muchos parapsicólogos creen que son manifestaciones inconscientes de la capacidad psicoquinética de la persona en torno a la cual se vuelven más activos. La materialización tiene también una historia larga e ilustre en los anales de la investigación sobre el fenómeno poltergeist.

 

Por ejemplo, A.K.G. Owen, profesor de matemáticas y miembro de la junta rectora del Trinity College de Cambridge, en su obra clásica sobre el tema, Can We Explore the Poltergeist? ofrece numerosos ejemplos de objetos que se materializan de la nada en casos de poltergeist, desde el año 530 después de Cristo hasta los tiempos modernos.

 

No obstante, los objetos que se materializan con más frecuencia son piedras pequeñas en vez de sal.


En la introducción comenté que he experimentado de primera mano muchos de los fenómenos paranormales que se tratan en el libro y que iba a contar unas cuantas experiencias propias.

 

Así pues, ha llegado el momento de desembuchar y confesar que sé muy bien cómo se debió de sentir Watson tras contemplar la repentina embestida de actividad psicoquinética en la pequeña cabaña indonesia, porque cuando yo era pequeño, la casa a la que se acababa de mudar mi familia (una casa nueva que habían construido mis padres) se convirtió en lugar de visitas activas de poltergeist.

 

Como nuestro poltergeist dejó la casa de mi familia y me siguió cuando me fui a la universidad, y como parecía que su actividad estaba conectada de un modo definitivo con mi estado de ánimo - sus travesuras eran más maliciosas cuando yo estaba enfadado o tenía bajo el ánimo y más endiabladas y caprichosas cuando me sentía de magnífico humor - siempre he aceptado la tesis de que los poltergeist son manifestaciones de la capacidad psicoquinética inconsciente de la persona alrededor de la cual son más activos.


La conexión con mis emociones era patente con mucha frecuencia. Si yo estaba de buen humor, podía despertarme y encontrar todos mis calcetines tendidos sobre las plantas de la casa.

 

Pero si mi estado de ánimo era más apagado, el poltergeist podía manifestarse lanzando un objeto pequeño por la habitación o incluso rompiendo algo, como ocurrió en alguna ocasión. Durante años, tanto yo como diversos amigos y miembros de mi familia fuimos testigos de una amplia gama de actividades psicoquinéticas. Mi madre dice incluso que cuando yo era un crío que empezaba a andar, un día se empezaron a caer cacerolas y sartenes al suelo inexplicablemente desde el centro de la mesa de la cocina.

 

He escrito acerca de esas experiencias en mi libro Más allá de la teoría cuántica.


No hago estas revelaciones a la ligera. Soy consciente de lo extraño que sucesos como ésos resultan para la mayoría de la gente y comprendo totalmente el escepticismo con el que serán recibidas en varios sectores. No obstante, me siento obligado a hablar de ellas porque creo que es de vital importancia que intentemos entender esos fenómenos y no nos limitemos a echar tierra encima de ellos.


Sin embargo, admito con cierto temor y agitación que mi poltergeist también materializaba objetos. La materialización comenzó cuando yo tenía 6 años y caían lluvias inexplicables de gravilla sobre el tejado, por la noche.

 

Posteriormente pasó a acribillarme dentro de casa con pequeñas piedras pulidas y trozos de cristales rotos con los bordes romos, como los fragmentos de cristal a la deriva que uno encuentra en la playa. Raras veces también materializaba otros objetos, entre ellos, monedas, un collar y diversas bagatelas extrañas.

 

Desgraciadamente, yo no solía ver las materializaciones reales, sino únicamente sus secuelas, como el día que me cayó en el pecho un montón de espaguetis (sans sauce) mientras dormía la siesta en mi apartamento de Nueva York.

 

Dado que estaba yo solo en una habitación en la que no había ninguna puerta ni ventana abiertas y dado que no había nadie más en el apartamento y que no había señales de que nadie hubiera hecho espaguetis, ni hubiera irrumpido en mi casa para lanzarlos sobre mí, solamente puedo suponer que, por razones desconocidas, el puñado de espaguetis fríos que me cayó del aire sobre el pecho se materializó de la nada.


Pero unas cuantas veces sí he visto materializarse algunos objetos. En 1976, por ejemplo, mientras estaba trabajando en el despacho, levanté la vista por casualidad y vi un pequeño objeto marrón que apareció de repente en el aire a unos cuantos centímetros del techo. En cuanto empezó a existir, bajó zumbando en un ángulo muy agudo y aterrizó a mis pies. Cuando lo recogí vi que era un trozo de cristal marrón que podría haberse usado originalmente para fabricar botellas de cerveza.

 

No fue tan espectacular como una lluvia de sal de varios segundos de duración, pero me enseñó que esas cosas eran posibles.


Quizá las materializaciones más famosas de los tiempos modernos sean las que producía Sathya Sai Baba, un hombre santo indio de 64 años que vivía en un rincón remoto del estado de Andhra Pradesh, en el sur de la India. Según numerosos testigos oculares, Sai Baba es capaz de producir muchas más cosas que un puñado de sal y unas cuantas piedras. Extrae de la nada medallones, anillos y joyas y los reparte como regalos.

 

También materializa una provisión interminable de golosinas y dulces indios y de sus manos surge una cantidad enorme de vibuti o ceniza sagrada. Esos hechos han sido contemplados por miles de individuos, literalmente, entre los que figuran tanto científicos como magos, y nadie ha detectado jamás el menor asomo de superchería.

 

Un testigo es el psicólogo Erlendur Haraldsson, de la Universidad de Islandia.


Haraldsson ha pasado más de diez años estudiando a Sai Baba y acaba de publicar sus averiguaciones en un libro titulado Milagros modernos: informe científico de los fenómenos psíquicos de Sai Baba. Aunque admite que no puede demostrar de forma concluyente que las producciones de Sai Baba no son fruto del engaño o juegos de manos, ofrece una gran cantidad de pruebas que indican convincentemente que ocurre algo fuera de lo normal.


Para empezar, Sai Baba puede materializar los objetos específicos que le pidan.

 

Una vez que Haraldsson y él tenían una conversación sobre asuntos éticos y espirituales, Sai Baba dijo que la vida diaria y la vida espiritual deberían «crecer juntas, como un rudraksha doble».

 

Cuando Haraldsson le preguntó qué era un rudraksha doble, ni Sai Baba ni el intérprete conocían el término equivalente en inglés.

 

Sai Baba intentó seguir con la discusión, pero Haraldsson seguía insistiendo, y cuenta:

«Entonces, de repente, con un signo de impaciencia, Sai Baba cerró el puño y agitó la mano durante un segundo o dos. Cuando la abrió, se volvió hacia mí y me dijo: "Esto". En la palma de la mano tenía algo similar a una bellota. Eran dos bellotas que habían crecido juntas, como las naranjas gemelas o las manzanas gemelas».

Cuando Haraldsson dijo que quería conservar la doble semilla como recuerdo, Sai Baba accedió, pero antes le pidió que la volviera a mirar.

«Encerró la bellota en ambas manos, sopló sobre ellas y abrió las manos hacia mí. Dos escudos dorados unidos por una pequeña cadena dorada cubrían la doble bellota por la parte de arriba y por la de abajo. En la parte superior tenía una cruz dorada con un pequeño rubí y una argollita para poder colgarla de una cadena alrededor del cuello».

Haraldsson descubrió después que las rudrakshas dobles eran anomalías botánicas extraordinariamente raras.

 

Varios botánicos indios con los que consultó le dijeron que nunca habían visto una, y cuando al final consiguió un espécimen pequeño y deformado en una tienda de Madrás, el tendero quería por ella el equivalente en moneda india a casi trescientos dólares. Un joyero inglés confirmó que el oro de la decoración tenía una pureza de 22 quilates por lo menos.


Regalos como ése no son raros. Sai Baba entrega con frecuencia joyas y anillos costosos, así como objetos de oro, a las multitudes que le visitan a diario y que le veneran como a un santo.

 

También materializa enormes cantidades de comida y, cuando le caen de las manos las diversas golosinas que produce, están tan sumamente calientes que a veces la gente ni siquiera puede cogerlas. Puede hacer que manen siropes dulces y aceites fragantes de sus manos (e incluso de sus pies) y, cuando acaba, no le queda en la piel ni una señal de la sustancia pegajosa.

 

Puede producir objetos exóticos tales como granos de arroz con diminutas imágenes de Krishna perfectamente grabadas en ellos, o frutas fuera de temporada (cosa casi imposible en una zona rural que carece de electricidad y refrigeración) y frutos anómalos, como manzanas que, cuando las pelas, resulta que son manzanas por un lado y otra fruta por el otro.


Igualmente increíbles son sus producciones de ceniza sagrada. Cada vez que anda entre las masas que le visitan, le salen de las manos cantidades prodigiosas de ceniza. Él la reparte por todas partes: en los recipientes que le ofrecen, en las manos que se extienden hacia él, sobre las cabezas y formando largas estelas serpenteantes por el suelo.


En un solo paseo por los terrenos que rodean su ashram puede producir la ceniza suficiente como para llenar varios bidones.

 

En una de sus visitas, Haraldsson y el doctor Karlis Osis, director de investigación de la American Society for Psychical Research, vieron parte de la ceniza en proceso de materialización.

 

Como relata Haraldsson,

«abrió la palma de la mano, la volvió hacia abajo y sacudió la mano haciendo unos cuantos círculos pequeños y rápidos. Cuando lo hizo, apareció una sustancia gris en el aire, justo debajo de la palma.

 

El doctor Osis, que estaba sentado un poco más cerca, observó que la materia apareció primero en forma de gránulos (que al ser tocados se desmenuzaban convertidos en ceniza) y podrían haberse desintegrado antes si Sai Baba los hubiera producido mediante un truco de manos que nosotros no pudimos detectar».

Haraldsson señala que las manifestaciones de Sai Baba no son producto de una hipnosis masiva, pues él permite que se filmen libremente sus exhibiciones al aire libre y en la película aparece todo lo que hace.

 

Asimismo, la producción de objetos específicos, la rareza de algunos de ellos, lo caliente que está la comida y el puro volumen de las materializaciones parecen ir en contra de la posibilidad del engaño. Haraldsson señala también que nadie nunca ha salido con alguna prueba creíble de que Sai Baba está amañando sus aptitudes.

 

Además, Sai Baba ha estado produciendo un chorro continuo de objetos durante medio siglo, desde que tenía 14 años, hecho que atestigua tanto el volumen de materializaciones como su reputación intachable.

 

¿Produce Sai Baba objetos de la nada? El veredicto está en el aire, de momento, pero Haraldsson dice claramente cuál es su posición.

 

Cree que las demostraciones de Sai Baba nos recuerdan el,

«enorme potencial latente en algún sitio que acaso tenemos todos los seres humanos».

En la India no son desconocidas las noticias de personas capaces de materializar objetos.

 

En su libro Autobiografía de un yogui, Paramahansa Yogananda (1893-1952), el primer santón eminente de la India que estableció su residencia permanente en Occidente, describe sus reuniones con varios ascetas indios que podían materializar frutas fuera de temporada, platos de oro y otros objetos.

 

Es interesante que Yogananda advirtiera que tales poderes, o siddis, no constituyen siempre una prueba de que quien los posee es una persona evolucionada espiritualmente.

«El mundo no es sino un sueño objetivizado - dice Yogananda - y aquello en lo que crea intensamente tu mente poderosa, ocurrirá al instante».

¿Han descubierto esas personas una forma de aprovechar el mar inmenso de energía cósmica que según Bohm llena cada centímetro cúbico del espacio vacío?


Una serie extraordinaria de materializaciones que ha sido objeto de una verificación mayor aún que la que Haraldsson otorgó a Sai Baba fue la producida por Teresa Neumann. Además de los estigmas, Neumann poseía también el don de la inedia: la capacidad, fuera de lo normal, de vivir sin comer. Empezó en 1923, cuando «transfirió» la enfermedad de garganta de un joven sacerdote a su propio cuerpo y subsistió sólo con líquidos durante varios años.

 

Después, en 1927, dejó totalmente la comida y el agua.


Cuando el obispo local de Regensburg oyó hablar del ayuno de Teresa Neumann, envió una comisión a su casa para que investigara. Del 14 al 29 de julio de 1927 y bajo la supervisión de un médico llamado Seidl, cuatro enfermeras franciscanas examinaron todos sus movimientos. La observaron día y noche y medían y pesaban cuidadosamente el agua que usaba para lavarse y para aclararse la boca.

 

Las hermanas descubrieron varias cosas inusuales sobre ella. Nunca fue al baño (después de un periodo de seis semanas sólo evacuó el vientre una vez y el excremento, examinado por un tal doctor Reismanns, contenía únicamente una pequeña cantidad de moco y bilis, pero ningún resto de comida). Tampoco mostraba signos de deshidratación, aun cuando el ser humano expele una media diaria de unos cuatrocientos gramos de agua en el aire que exhala y una cantidad similar a través de los poros.

 

Y su peso permanecía constante; aunque perdía casi cuatro kilos y medio (de sangre) durante la apertura semanal de los estigmas, su peso volvía a la normalidad un día o dos después.


Al final de la investigación, el doctor Seidl y las hermanas estaban completamente convencidos de que Teresa Neumann no había comido ni bebido nada durante catorce días completos. La prueba parece concluyente, porque mientras que el cuerpo humano puede sobrevivir catorce días sin comer, es muy raro que pudiera sobrevivir sin agua la mitad de ese tiempo.

 

No obstante, eso no era nada para ella: ni comió ni bebió nada durante los siguientes treinta y cinco años. Así pues, según parece, no sólo materializaba la enorme cantidad de sangre que necesitaba para perpetuar los estigmas, sino que también materializaba regularmente el agua y los nutrientes que necesitaba para estar viva y con buena salud.

 

La inedia no es una capacidad exclusiva de Neumann. En Los fenómenos físicos del misticismo, Thurston cita varios ejemplos de estigmatizados que estuvieron años sin comer ni beber.


La materialización puede ser más común de lo que pensamos. En la literatura sobre hechos milagrosos abundan los informes convincentes de cosas que sangran, como estatuas, pinturas, iconos y hasta rocas con significación histórica o religiosa. También hay docenas de relatos de Madonnas y otros iconos que derraman lágrimas.

 

En 1953 una epidemia literal de «Madonnas llorosas» barrió Italia.

 

Y en la India, unos seguidores de Sai Baba enseñaron a Haraldsson imágenes de ascetas exudando ceniza sagrada de forma milagrosa.

 


Cambia todo el panorama
En cierto modo, la materialización pone en cuestión las ideas convencionales sobre la realidad, sobre todo porque, aunque no nos cuesta mucho ir encajando cosas como la PK en nuestra visión actual del mundo, la creación de un objeto de la nada sacude los cimientos mismos de dicha visión.

 

No obstante, eso no es todo lo que la mente puede hacer. Hasta ahora hemos visto milagros que afectaban sólo a «partes» de la realidad, ejemplos de personas que movían partes de la realidad mediante la psicoquinesia, o que alteraban partes (las leyes de la física) para hacerse inmunes al fuego, o que materializaban partes (sangre, sal, piedras, joyas, ceniza, alimentos y lágrimas).

 

Pero si la realidad es un todo continuo, ¿por qué los milagros aparentemente sólo afectan a partes de la misma?
 

Si los milagros son ejemplos de capacidades mentales latentes, la respuesta es que estamos programados internamente para ver el mundo en términos de partes. Esto significa que si no tuviéramos tan inculcado el pensar en términos de partes, si contempláramos el mundo de forma diferente, los milagros también serían diferentes.

 

En vez de encontrar tantos ejemplos de milagros en los que se transforman partes de la realidad, encontraríamos más ejemplos en los que se transformaría la realidad entera. De hecho, existen unos cuantos ejemplos, pero son raros y ponen en entredicho nuestras ideas convencionales sobre la realidad más seriamente aún que las materializaciones.


Watson nos proporciona uno de tales ejemplos. Mientras estaba en Indonesia, se encontró también con otra mujer joven que tenía poderes. El nombre de la mujer era Tia y sus poderes, a diferencia de los de Alin, no parecían ser una manifestación de dotes psíquicas inconscientes. Por el contrario, estaban controlados conscientemente y surgían de la conexión natural de Tia con las fuerzas que yacen latentes en la mayoría de nosotros.

 

En resumen: Tia era una chamán en proceso de formación.

 

Watson fue testigo de muchos ejemplos de sus aptitudes. La vio hacer curaciones milagrosas y, una vez que estaba metida en una lucha de poder con el líder religioso de los musulmanes locales, la vio usar el poder de la mente para prender fuego al alminar de la mezquita local.


Una de sus demostraciones más pasmosas la presenció por casualidad cuando se encontró a Tía hablando con una niña en un bosquecillo sombrío de kenaris. Aun desde la distancia, Watson pudo deducir por los gestos que Tía estaba intentando comunicar algo importante a la niña. Aunque no podía oír la conversación, su aire de frustración le permitió colegir que no estaba teniendo éxito. Al final, pareció que tuvo una idea y empezó un baile misterioso.


Watson siguió observando hechizado mientras ella gesticulaba hacia los árboles, y aunque parecía que apenas se movía, había algo hipnótico en sus gesticulaciones sutiles. Entonces hizo algo que sorprendió y consternó a Watson. Hizo que el bosque entero de árboles desapareciera de repente. Como afirma Watson, «en un momento, Tia bailaba en un bosquecillo umbrío de kenaris; en el siguiente, estaba sola bajo la luz brillante y cegadora del sol».


Unos segundos después hizo que el bosquecillo reapareciera y, por la forma en que la niña empezó a saltar y a correr tocando los árboles, Watson estaba seguro de que también había compartido la experiencia. Pero Tía no había acabado. Hizo que el bosquecillo desapareciera y apareciera varias veces más, mientras ella y la niña unían las manos y bailaban y, se reían ante toda aquella maravilla.

 

Watson se alejó caminado, devanándose los sesos.


En 1975, cuando estaba en el último curso en la Michigan State University tuve una experiencia igualmente misteriosa que puso en cuestión la realidad. Fui a cenar con una de mis profesoras a un restaurante local y estuvimos discutiendo las repercusiones filosóficas de las experiencias de Carlos Castañeda. Nuestra conversación se centraba en un incidente en particular que Castañeda revela en Viaje a Ixtlan.

 

Don Juan y Castañeda están en el desierto una noche buscando un espíritu cuando se encuentran con una criatura que parece un ternero pero que tiene orejas de lobo y un pico de pájaro. Está hecho un ovillo y chilla como si estuviera en mitad de una muerte agonizante.


Al principio Castañeda está aterrorizado, pero después de decirse a sí mismo que lo que está viendo seguramente no es real, su visión cambia y ve que el espíritu moribundo es en realidad la rama de un árbol caído que tiembla en mitad del viento. Castañeda señala la verdadera identidad de la cosa con orgullo, pero, como siempre, el viejo chamán yaki le reprende.

 

Le dice que la rama era un espíritu moribundo mientras estaba vivo, pero se transformó en una rama de árbol cuando Castañeda dudó de su existencia. Sin embargo, recalca que ambas realidades eran igualmente reales.


En mi conversación con la profesora, le confesaba que me intrigaba la afirmación de don Juan de que dos realidades mutuamente excluyentes pudieran ser reales y que me parecía que la idea podía explicar muchos acontecimientos paranormales. Momentos después de discutir ese incidente, abandonamos el restaurante y decidimos dar un paseo puesto que hacía una noche clara de verano.

 

Mientras seguíamos hablando, me percaté de que había un pequeño grupo de gente andando delante de nosotros. Hablaban en un idioma extraño e irreconocible y parecía que estaban borrachos, a juzgar por su conducta ruidosa y bulliciosa. Además, una de las mujeres llevaba un paraguas verde, lo cual era extraño porque el cielo estaba totalmente despejado y no había predicciones de lluvia.


Como no queríamos chocar con el grupo, retrocedimos un poco, y cuando lo hicimos, la mujer empezó de repente a balancear el paraguas de una forma salvaje y errática.

 

Trazaba enormes arcos en el aire y varias veces estuvo a punto de rozarnos con la punta del paraguas cuando giraba en redondo. Aflojamos el paso aún más, pero cada vez era más evidente que su actuación estaba destinada a captar nuestra atención. Finalmente, tras conseguir atraer y fijar nuestra mirada en lo que estaba haciendo, sostuvo el paraguas por encima de su cabeza con las dos manos y lo lanzó teatralmente a nuestros pies.


Ambos lo miramos en silencio, preguntándonos por qué lo había hecho, cuando de pronto empezó a suceder algo extraordinario. El paraguas hizo lo que sólo puedo describir como «titilar», como la luz de una linterna cuando está a punto de extinguirse.

 

Emitió un ruido extraño y crujiente, como el sonido del papel de celofán cuando se arruga y, en medio de un despliegue asombroso de luces multicolores y centelleantes, se curvó, cambió de color y acabó transformado en un bastón nudoso de color marrón grisáceo. Yo me quedé tan perplejo que no dije nada durante unos segundos.

 

Mi profesora fue la primera en hablar y dijo con una voz baja y conmocionada que creía que el objeto era un paraguas. Le pregunté que si había visto que pasaba algo extraordinario y ella asintió con la cabeza. Ambos escribimos lo que pensábamos que había ocurrido y nuestros relatos coincidieron punto por punto.

 

Lo único que difería levemente en nuestras descripciones era que, según mi profesora, el paraguas había «crepitado» cuando se transformó en bastón, un sonido que no es tan distinto del que produce el celofán cuando se arruga.

 


¿Qué significa todo?
Ese incidente suscita muchas preguntas para las que no tengo respuesta.

 

No sé quiénes eran las personas que arrojaron el paraguas a nuestros pies, ni si fueron conscientes siquiera de la transformación mágica que tuvo lugar mientras se alejaban paseando, aunque la representación extraña y aparentemente intencionada de la mujer sugiere que no estaban totalmente ajenos.

 

La transformación mágica del paraguas nos dejó tan paralizados a mi profesora y a mí que, cuando tuvimos la presencia de ánimo necesaria para preguntarles, hacía tiempo que se habían ido. No sé por qué pasó aquello, salvo que parece obvio que estaba relacionado de alguna manera con nuestra charla sobre la vivencia de Castañeda de un acontecimiento similar.


Ni siquiera sé por qué tengo el privilegio de experimentar tantos sucesos paranormales, salvo que parece estar relacionado con el hecho de haber nacido con grandes aptitudes psíquicas innatas.

 

De adolescente empecé a tener sueños vívidos y detallados sobre hechos que sucedían posteriormente. A menudo sabía cosas de otras personas que no tenía derecho a saber. Cuando tenía 17 años, desarrollé espontáneamente la capacidad de ver un campo energético o «aura» alrededor de cosas vivas y, hasta la fecha, muchas veces puedo determinar cosas sobre la salud de una persona por la forma y el color de la niebla luminosa que veo a su alrededor.

 

Por encima y más allá de eso, todo lo que puedo decir es que todos estamos dotados de aptitudes y cualidades diferentes. Algunos son artistas naturales. Otros bailarines. Parece que yo he nacido con la química necesaria para provocar cambios en la realidad, para catalizar de alguna manera las fuerzas requeridas para precipitar acontecimientos paranormales.

 

Estoy agradecido por tener esa aptitud, pues me ha enseñado mucho acerca del universo, pero no sé por qué la tengo.


Lo que sé es que «el incidente del paraguas», como he acabado llamándolo, implicó una alteración radical en el mundo. En este capítulo hemos visto milagros que han implicado cambios de la realidad cada vez mayores. Para nosotros es más fácil comprender la psicoquinesia que la capacidad de crear un objeto de la nada y, para la mayoría de nosotros, es más fácil aceptar la materialización de un objeto que la aparición y desaparición de todo un bosque de árboles, o la aparición paranormal de un grupo de gente capaz de transformar la materia como por encanto.

 

Esos incidentes insinúan cada vez con más fuerza que la realidad es, en un sentido muy real, un holograma, una construcción mental.


La cuestión pasa a ser la siguiente: ¿es un holograma relativamente estable durante largos periodos de tiempo y sometido únicamente a alteraciones mínimas por la consciencia, como sugiere Bohm? O ¿es un holograma que solamente parece estable, pero que en circunstancias especiales puede cambiar y reformarse de maneras ilimitadas literalmente, como sugieren los indicios de los milagros?

 

Algunos investigadores que han abrazado la idea holográfica creen que la última opción es la correcta. Grof, por ejemplo, no sólo se toma en serio la materialización y otros fenómenos paranormales extremos, sino que cree que la realidad está verdaderamente formada por nubes y es flexible ante la autoridad sutil de la consciencia.

 

Como él dice,

«el mundo no es necesariamente tan sólido como lo percibimos».

El físico William Tiller, jefe del departamento de Ciencia de Materiales de la Universidad de Stanford y partidario de la idea holográfica, está de acuerdo con él.

 

Cree que la realidad es semejante al «simulador» que aparece en la serie de televisión Star Trek: la nueva generación. En la serie, el simulador de realidad virtual es un entorno en el que los ocupantes pueden hacer aparecer una simulación gráfica prácticamente de cualquier realidad que deseen, como un bosque exuberante o una ciudad bulliciosa.

 

También pueden cambiar cada simulación como se les antoje, como hacer que una lámpara se materialice o que desaparezca una mesa que no quieren. Tiller cree que el universo es también una especie de entorno de realidad virtual creado por la «integración» de todas las cosas vivas.

 

Afirma que,

«lo hemos creado como instrumento de la experiencia y hemos creado las leyes que lo gobiernan. Y cuando alcanzamos el límite de lo que entendemos, podemos efectivamente cambiar las leyes, de modo que también estamos creando la física a medida que avanzamos».

Si Tiller tiene razón y el universo es un enorme cuarto de la realidad virtual, la capacidad de materializar un anillo de oro o de hacer que un bosquecillo de kenaris desaparezca y reaparezca ya no nos resulta tan extraña.

 

Hasta el incidente del paraguas se puede contemplar como una aberración temporal de la simulación holográfica que llamamos realidad ordinaria. Aunque mi profesora y yo no éramos conscientes de que poseíamos esa capacidad, puede ser que el fervor emocional de nuestra discusión sobre Castañeda hiciera que nuestros inconscientes cambiaran el holograma de la realidad para que representara mejor lo que ambos creíamos en aquel momento.

 

Dada la afirmación de Ullman de que la psique está tratando constantemente de enseñarnos cosas que no sabemos cuando permanecemos en estado de vigilia, puede que el inconsciente esté programado incluso para producir semejantes milagros de vez en cuando, con el fin de ofrecernos destellos de la verdadera naturaleza de la realidad, para que veamos que el mundo que creamos para nosotros mismos es, en última instancia, tan infinitamente creativo como la realidad de nuestros sueños.


Decir que la realidad se crea por la integración de todas las cosas vivas no difiere realmente de afirmar que el universo está compuesto por campos de realidad.

 

Si esto es verdad, explica por qué parece estar relativamente fijada la realidad de algunas partículas subatómicas, como los electrones, mientras que la realidad de otras partículas subatómicas, como los anomalones, parece ser más flexible.

 

Puede que los campos de realidad que percibimos ahora como electrones se convirtieran en parte del holograma cósmico hace mucho tiempo, quizá mucho antes de que los seres humanos formaran parte siquiera de la totalidad integrada de todas las cosas. Por tanto, es posible que los electrones estén tan profundamente arraigados en el holograma que ya no sean tan susceptibles de ser influidos por la consciencia humana como otros campos de realidad más nuevos.

 

De manera similar, puede que los anomalones varíen de un laboratorio a otro porque son campos de realidad más recientes y todavía son rudimentarios y titubean confusos buscando su identidad, como quien dice. En un sentido, son como la playa de champán que percibían los sujetos del experimento de Tart cuando todavía se encontraba en un estado gris y no se había desplegado completamente de lo implicado.


Esto puede explicar asimismo por qué la aspirina ayuda a prevenir el ataque al corazón a los americanos y no a los británicos.

 

Quizá sea también un campo de realidad relativamente nuevo, que se está formando todavía. Hay indicios incluso de que la capacidad de materializar sangre es un campo de realidad relativamente reciente.

 

Rogo observa que se empezó a hablar de milagros de sangre en el siglo XIV, con el milagro de san Jenaro. El hecho de que no se conozcan milagros de sangre anteriores parece indicar que la facultad apareció en aquella época. Una vez establecida, facilitó a otros la utilización del campo de realidad de su posibilidad, lo que explicaría por qué ha habido numerosos milagros de sangre desde san Jenaro, pero ninguno antes.


Si el universo es un cuarto de la realidad virtual, habría que contemplar todas las cosas que parecen estables y eternas, desde las leyes de la física a la sustancia de las galaxias, como campos de realidad, como quimeras ni más ni menos reales que los accesorios de un sueño gigante, mutuamente compartido. Habría que considerar ilusoria toda permanencia y sólo sería eterna la consciencia, la consciencia del universo vivo.


Naturalmente, hay otra posibilidad. Tal vez los únicos campos de realidad sean los acontecimientos anómalos, como el incidente del paraguas, y tal vez al mundo en general no le afecte la consciencia y siga siendo tan estable como nos han enseñado a creer.

 

Lo malo de esta suposición es que nunca se puede demostrar. La única prueba de fuego que tenemos para determinar si algo es real, pongamos un elefante púrpura que acaba de entrar en el cuarto de estar, es averiguar si otra gente puede verlo también. Pero una vez que admitimos que dos personas o más pueden crear una realidad - sea un paraguas que se transforma o un bosquecillo evanescente de kenaris - ya no tenemos otra forma de demostrar que la mente no crea todo lo demás que hay en el mundo.

 

En resumidas cuentas: todo es una cuestión de filosofía personal.


Y las filosofías personales varían. Jahn prefiere pensar que sólo es real la realidad creada por las interacciones de la consciencia.

 

En su opinión,

«la pregunta de si hay un "ahí fuera" ahí fuera es una pregunta teórica. Y una cuestión teórica, si no hay forma de verificarla, no sirve de nada intentar formularla».

Globus, que admite de buena gana que la realidad es una construcción de la consciencia, prefiere pensar que hay un mundo más allá de la burbuja de la percepción.

 

Dice:

«Me atraen las buenas teorías y una buena teoría postula la existencia».

Reconoce, sin embargo, que eso es meramente lo que se inclina a pensar él, pero que no hay forma empírica de demostrar una suposición semejante.


En cuanto a mí se refiere, como resultado de mis propias experiencias, estoy de acuerdo con don Juan cuando afirma: «Somos perceptores. Nos damos cuenta; no somos objetos; no tenemos solidez. No tenemos límites. El mundo de los objetos y la solidez es una forma de hacer nuestro paso por la tierra más conveniente.

 

Es sólo una descripción creada para ayudarnos. Nosotros, o mejor dicho, nuestra razón, olvida que la descripción es solamente una descripción, y así atrapamos la totalidad de nosotros mismos en un círculo vicioso del que rara vez salimos en vida».


Dicho de otra forma: no hay ninguna realidad por encima o más allá de la realidad creada por la integración de todas las consciencias; el universo holográfico puede ser creado potencialmente por la mente de un sinfín de maneras.


En caso de que eso sea cierto, las leyes de la física y la sustancia de las galaxias no son las únicas cosas que son campos de realidad. Deberíamos considerar que nuestro cuerpo incluso, el instrumento de nuestra consciencia en esta vida, no es ni más ni menos real que los anomalones o las playas de champán.

 

O como afirma Keith Floyd, un psicólogo del Virginia Intermont College y otra de las personas que respaldan la idea holográfica, «en contra de lo que todo el mundo sabe que es así, quizá no sea el cerebro el que produce la consciencia, sino más bien la consciencia la que crea la apariencia del cerebro, la materia, el espacio, el tiempo y todo lo que nos gusta interpretar como universo físico».


Esto es quizá lo más perturbador de todo, porque estamos tan profundamente convencidos de que nuestros cuerpos son sólidos y objetivamente reales, que nos cuesta incluso prestar atención a la idea de que tal vez también nosotros no somos sino quimeras. Ahora bien, hay datos concluyentes de que es así. Otro fenómeno que se asocia muchas veces con los santos es la bilocalización, o capacidad de estar en dos sitios a la vez.

 

Según Haraldsson, Sai Baba la supera: numerosos testigos han contado que le han visto chasquear los dedos y desaparecer para reaparecer instantáneamente unos cien metros más allá, o más. Hechos como éste indican claramente que nuestros cuerpos no son objetos, sino proyecciones holográficas que pueden desaparecer de un lugar y reaparecer en otro en un abrir y cerrar de ojos, con la misma facilidad con que una imagen puede desaparecer y reaparecer en una pantalla de vídeo.


Hay otro episodio que pone de relieve la naturaleza holográfica e inmaterial del cuerpo y se puede encontrar entre los fenómenos que llevó a cabo un médium islandés llamado Indridi Indridason.

 

En 1905, varios científicos destacados de Islandia decidieron investigar lo paranormal y eligieron a Indridason como uno de los sujetos de sus investigaciones. En aquella época, Indridason era un patán sin experiencia en cosas psíquicas, pero pronto demostró que era un médium extraordinariamente dotado. Podía entrar en trance rápidamente y realizar demostraciones espectaculares de psicoquinesia.

 

Pero lo más extraño de todo era que a veces, mientras estaba sumido en un trance profundo, se le desmaterializaban por completo diferentes partes del cuerpo. Como contemplaron atónitos los científicos, se le desvanecía un brazo o una mano hasta que dejaba de existir, para volver a materializarse antes de que se despertara.


Hechos semejantes nos ofrecen de nuevo un destello seductor de las inmensas potencialidades que podrían estar latentes en todos nosotros. Como hemos visto ya, la ciencia se muestra completamente incapaz de explicar los diversos fenómenos que hemos examinado en este capítulo con arreglo a su interpretación actual del universo y, por tanto, no le queda otra opción que prescindir de ellos.

 

No obstante, si investigadores como Grof y Tiller tienen razón y la mente es capaz de interferir en el orden implicado, la placa holográfica que da origen al holograma que llamamos el universo, y crear así la realidad o las leyes físicas que quiera, entonces no sólo son posibles todas esas cosas, sino prácticamente todo.


Si esto es verdad, la solidez aparente del mundo es sólo una pequeña parte de lo que nuestra percepción tiene a su disposición. Aunque la mayoría de nosotros estamos verdaderamente atrapados en nuestra descripción actual del universo, hay unas cuantas personas con capacidad para ver más allá de la solidez del mundo.

 

En el siguiente capítulo echaremos un vistazo a algunas de ellas y examinaremos lo que ven.
 

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