por Francisco A. Violat Bordonau

Septiembre 2005

de Casanchi Website


1. EL MANUSCRITO VOYNICH


En 1912 el librero inglés Wilfrid Voynich descubrió en la vieja biblioteca del colegio jesuita de Mondragone, cerca de Roma, un extraño documento: un rarísimo manuscrito depositado allí 250 años antes por el famoso erudito, jesuita y criptólogo alemán Athanasius Kircher (16011680). El documento, al que según su numeración le faltaban 28 páginas, era un volumen con gruesas tapas de pergamino (en formato 27 por 15 cm) que conservaba todavía 230 páginas de texto manuscrito fácilmente legible; en él podían verse dibujos con tinta de color que representaban extrañas flores, esquemas astrológicos, “mujercitas” desnudas bañándose en extraños lagos de tinta, algo que semejaban intestinos o tubos, arabescos, estrellas y otros extraños diseños no identificados.


Según una carta que le acompañaba fechada en agosto de 1666, Kircher lo habría recibido de su antiguo alumno Johannes Marcus Marci, rector de la Universidad de Praga, ya que el libro habría formado parte de la biblioteca del emperador Rodolfo II (15521612), gran aficionado al ocultismo y las artes mágicas, quien lo habría adquirido en el año 1586 por la nada despreciable suma de 600 ducados. Kircher no logró traducirlo: lo mismo le había ocurrido años antes al sabio Johannes de Tepenecz (Jacobus Horcicky de Tepenecz alias Sinapius, 1575-1622), alquimista checo de humilde origen que llegó a ser responsable de la farmacia real y favorito del emperador Rodolfo II, quien incluso llegó a dejar su firma en uno de los márgenes cuando el libro pasó a ser propiedad suya a la muerte del emperador. Kircher, ante su completo fracaso, depositó el manuscrito en una biblioteca de los jesuitas para que los eruditos de tiempos posteriores lo estudiasen. Allí estuvo olvidado casi 250 años sin que nadie lo leyese.


El emperador Rodolfo, aficionado a la magia y a la alquimia, los relojes y las excentricidades, fue el mecenas de gran cantidad de sabios, místicos y eruditos de todo tipo (muchos de ellos simples estafadores sin escrúpulos) que pasaron por su corte en gran cantidad y con muy distintos propósitos; fue también el patrón del gran astrónomo danés Tycho Brahe —a quien cedió en 1599 el castillo de Benatek para sus estudios estelares— y posteriormente lo sería del matemático imperial Johannes Kepler. Algunos años antes (15841588) su corte habría recibido fugazmente al matemático, erudito, criptógrafo y espía inglés John Dee quien, posiblemente (aunque sin ninguna seguridad), fuese quien le hiciese entrega del manuscrito después de haber intentado traducirlo en vano.

El documento, según su aspecto y contenido superficial, parecía un completo herbario, una obra de alquimia o incluso un tratado astrológico tardomedieval aunque algunos detalles de los dibujos (como los peinados) parecían acotar el período de su elaboración entre los años 1470 y 1550 tal como D’Imperio hizo notar acertadamente en 1976. Tras reconocer en él un valioso documento Voynich pidió a los más afamados criptógrafos y especialistas de la época una traducción de su contenido, poniendo en circulación fotografías del documento; desgraciadamente ninguno de ellos logró encontrar una solución válida: en el manuscrito se podían reconocer constelaciones (como las Híades, Tauro y la brillante estrella Aldebarán), aparecían diagramas astronómicos y se representaban plantas desconocidas o imaginarias, pero no había nada que aportase pistas fiables o arrojase más luz sobre el asunto.

A la muerte de Voynich (1930) el manuscrito pasó a ser propiedad de su esposa Ethel Lillian quien, ajena a la controversia sobre su contenido, lo guardó en la caja fuerte de un banco hasta su fallecimiento en 1960. Ese año sus albaceas lo subastaron y fue adquirido por el librero Hans P. Kraus, quien lo puso a la venta por nada menos que 160.000 dólares de la época; quizá debido a que no encontró ningún comprador (era excesivamente caro si sólo contenía un herbario) en 1969 lo donó a la Biblioteca Beinecke de Manuscritos y libros raros (Universidad de Yale), en donde permanece custodiado y puede ser admirado en la actualidad.

 


2. LECTURA Y CONTENIDO


El análisis de una página del manuscrito pone de manifiesto que ha sido escrito en algún tipo de “clave” desconocida (esto es, ha sido encriptado), pero es que además el documento está cifrado: ha sido escrito en caracteres distintos a los latinos que todos usamos, idioma o lengua que ha sido bautizada con el nombre de voynichés. D’Imperio indicó que algunos de estos caracteres son de clara procedencia alquímica (como los signos 4, 4º, 8 ó 2), otros tienen relación con la astrología y otros pocos son abreviaturas latinas medievales sin duda alguna.


La particularidad más llamativa del Manuscrito Voynich, quizá su huella dactilar más reconocible y mencionada en todas las obras que tratan sobre él, es la alta repetitividad (redundancia) de sus palabras: es fácil encontrar frases en las cuales una misma palabra aparece escrita dos, tres o cuatro veces seguidas... ¿en qué idioma actual encontramos semejante repetitividad?: en ninguno.


A finales del pasado siglo se creó el Proyecto E.V.M.T. (European Voynich Manuscript Transcription) a cargo de Gabriel Landini y René Zandbergen, cuya misión ha sido transcribir a signos latinos el manuscrito entero; posteriormente se han unido al proyecto expertos de todo el mundo e incluso ha aparecido en Internet una lista de correo a la cual pertenece el autor. Este grupo ha creado E.V.A. (European Voynich Alphabet), un grupo de signos que permiten transcribir su contenido a caracteres latinos: gracias a E.V.A. y a las páginas y documentos depositados en Internet cualquier persona puede “leer” todas las página del manuscrito, elaborar su propia traducción del voynichés a otros idiomas (p. ej. el español) o incluso intentar encontrar sentido pleno al texto.


Al transcribir el Manuscrito Voynich utilizando este convenio es posible “leer” las páginas del mismo con mayor facilidad que con cualquier otro convenio anterior; al hacerlo así el lector comprobará que las palabras repetidas son comunes siendo una de las más abundantes la que se lee como qokedy (4oKc8g): el folio 78 (derecha- click) recto muestra dos “piscinas” de líquido verde en las que se bañan desnudas 7 y 8 ninfas respectivamente, pero es el texto que cubre toda la parte izquierda del folio el que más llama la atención. En efecto, basta con empezar a leer las primeras líneas para tropezar con llamativas repeticiones de la palabra qokedy o de su variante gemela (qokeedy) siendo la quinta línea una de las más curiosas —y citadas en todas las obras— por sus numerosas repeticiones y alteraciones fonéticas:

qokol otedy qokedy qokedy dal qokedy qokedy r dam
aunque algunas líneas más abajo tropezamos con:
qokeedy kedy qokeey qokedy olol

...esta última incluso presenta dos variantes de la misma palabra que se diferencian únicamente por la aparición de dos letras “e” en vez de una (pero, ¿por qué?) Hasta la fecha no hay ninguna explicación razonada sobre el comportamiento repetitivo del voynichés y este aparente “baile” de letras sin sentido, salvo que estemos ante una lengua sintética apriorística en la cual cada “letra” codifica —de algún modo— ideas lógicas. Yo mismo he elaborado algunas posibles explicaciones sobre esta codificación (hipótesis de los “grados de libertad” en las partículas que forman el voynichés) que, por su complejidad y extensión, están fuera del tema que trato ahora en este sencillo trabajo.

Los distintos expertos que lo han analizado (sin éxito hasta ahora) han emitido varias hipótesis muy distintas: según unos puede ser un galimatías sin sentido alguno fruto de un alquimista loco y que, por tanto, no contiene ningún mensaje; según otros puede tratarse de un documento de escaso valor (como un compendio de plantas y recetas del siglo XV) escrito en una lengua artificial codificada mejor o peor (los autores trabajaron a mano y cabe la posibilidad de errores al copiar o transcribir, aunque realmente no se aprecian correcciones en la obra). Una última hipótesis indica que puede ser sólo un timo muy bien elaborado, y mejor presentado, cuyo objetivo fuese embaucar al crédulo emperador Rodolfo II ofreciéndole algo que tenía el aspecto de contener información muy interesante pero que no valía nada...


El estudio estadístico del manuscrito por parte de Currier (1973) puso de manifiesto que existen dos tipos de “escritura” (que él llamó manos, pensando en las manos de los copistas que lo escribieron), en función de la mayor o menor aparición de ciertos signos; el análisis cuidadoso de las diversas páginas que lo forman ha demostrado que en realidad fue escrito por al menos tres, quizá cuatro o incluso cinco personas distintas que utilizaban una letra muy parecida: yo mismo he contado entre tres y cuatro caligrafías diferentes visionando a gran aumento las copias a color que la Biblioteca Beinecke tiene en Internet... la forma de ciertos caracteres, la “firmeza” de los mismos, la grafía de las terminaciones e incluso el tamaño de las “palabras” pone de manifiesto este hecho con toda claridad.

 


3. ¿DÓNDE SE ESCRIBIÓ?


Un documento tardomedieval como el Manuscrito Voynich hubo de ser escrito en alguna ciudad que contase con cierta tradición alquímica y astrológica, según se desprende del contenido; los análisis de la escritura, dibujos, estilo de los tocados y otros indicios hacen pensar en Europa Central como lugar más probable para su elaboración, aunque hay quien apunta al norte de Italia o incluso a España como lugar de origen de esta única y extraordinaria obra.


El que encontremos entre tres y cinco copistas distintos (aunque con una grafía muy similar) trabajando en el documento, el que todos conozcan la “clave” (o encriptado) de la obra, el hecho de que en el manuscrito aparezcan gran cantidad de plantas distintas (lo que haría pensar en un herbario medieval típico), diagramas astrológicos, lo que semejan “recetas” y otra información diversa hace pensar en un colectivo de personas eruditas o, cuando menos, que no sólo sabían leer y escribir correctamente sino que parecían poseer una amplia biblioteca a su disposición.


¿Qué tipo de colectivo sabía escribir con soltura, elaboraba manuscritos y poseía un amplio surtido de libros de consulta a su disposición?: un monasterio medieval, lugar de refugio de la cultura en tiempos de guerras y calamidades.


¿Es probable que un monasterio contase con un grupo de tres, cuatro o cinco monjes capaces de elaborar un sistema criptográfico complejo y utilizasen signos latinos, alquímicos o astrológicos para escribir en una “lengua extraña” un manuscrito misterioso? Yo no lo creo probable. Es muy dudoso que el abad de un monasterio, por muy tolerante que fuese, diese permiso a un grupo de hombres (quizá una parte importante de sus escribas y copistas) para elaborar una obra distinta a todas las demás, repleta de quién sabe qué extraordinarios (o diabólicos) contenidos utilizando un sistema de escritura extraordinario y, encima, encriptado de modo tan complejo que su lectura parezca absurda por la aparente repetitividad de sus ilegibles palabras...


La hipótesis del monasterio como colectivo de personas que trabajan juntas en la elaboración del manuscrito me parece, cuando menos, completamente descabellada; es preciso mirar en otra dirección para encontrar un colectivo similar que, ahora sí, llevase a cabo un trabajo de tales características cumpliendo los mismos requisitos: libros a su disposición, grafía muy similar entre ellos, conocimientos de alquimia, astrología y encriptado para ocultar “algo” que parece valioso.

 


4. PISTAS SOBRE SU ORIGEN


Analizando la historia conocida del Manuscrito Voynich podemos encontrar algunas “pistas” que nos pueden conducir, quizá indirectamente, hacia un ciudad y quizá hasta un probable autor.


En primer lugar la carta de Marci nos dice que la obra perteneció al emperador Rodolfo II de Habsburgo, quien trasladó su corte desde Viena a la vieja ciudad “mágica” de Praga en 1583 y en la cual residiría hasta que fue expulsado por su propio hermano poco antes de morir.


Otra pista nos dice que lo compró a un desconocido hacia 1586 por la suma de 600 ducados, lo que indica que alguien (el misterioso vendedor) se lo mostró con detalle convenciéndole a él, y a sus expertos, de que realmente contenía algo valioso; no se sabe nada de este extraño vendedor y por ello, tradicionalmente, se atribuye esta autoría al matemático inglés doctor John Dee quien le visitó en septiembre de 1584 en compañía de su ayudante Edward Talbot alias Kelley.

Edward Talbot alias Kelley

 

La hipótesis más extendida, que yo mismo he sostenido en mis diversos trabajos sobre el manuscrito, es que ambos hombres se lo vendieron: no está claro si Kelley (o Dee) lo traían ya de Inglaterra —en donde, según unos, se lo regaló el Duque de Northumberland tras haberlo encontrado en uno de los monasterios que expolió y, según otros, pudo haberlo escrito el propio Dee— o lo elaboraron en la propia Praga, quizá con la ayuda del atormentado erudito italiano Francesco Pucci a quien conocieron en esta ciudad en el verano de 1585. Sea como fuere un año más tarde el Manuscrito Voynich ve la luz por primera vez y entra en la Historia.

Estas dos pistas apuntan a Praga como ciudad en la que se da a conocer el libro a un posible comprador, quizá porque el autor del mismo considera que está terminado por completo y puede presentarse al mundo para su conocimiento, quizá por la acuciante necesidad de dinero o por otros motivos que ahora, a cinco siglos de distancia, es imposible mencionar sin equivocarnos.


Otras dos pistas distintas que aparecen repetidamente a lo largo de todo el manuscrito son los signos astrológicos y alquímicos utilizados como “letras”, los cuales se unen entre sí para formar las palabras del voynichés tal como las conocemos en la actualidad. Estas dos pistas nos llevan, además, hacia una más en forma de varios amanuenses distintos (de dos a cinco, como he comentado) que conocían tanto los signos astrológicos como los alquimistas, escribían con una caligrafía muy similar y formaban parte, por tanto, de un colectivo cerrado (es cerrado en tanto en cuanto usan un lenguaje secreto para diferenciarse de los demás: si no buscasen esta diferenciación y, con ella, la protección de cierto “secreto”, escribirían en caracteres latinos reconocibles como cualquier persona normal hace usualmente).


Las “plantas” que aparecen al comienzo del documento y llenan bastantes páginas con lo que parece un completo herbario de vegetales inventados (ya que ninguno de ellos parece existir o al menos no han sido claramente identificados: son frankenplantas, vegetales fabricados con retazos de otros), en realidad parecen más bien plantas alegóricas alquímicas que reales: pocos vegetales contienen raíces que semejan, por ejemplo, perros, vulvas humanas, garras de animales o incluso serpientes con ojos...


Praga era famosa en aquella época por la obsesión del emperador Rodolfo de tener una corte repleta de magos, alquimistas y sabios de ciencias poco ortodoxas, repleta de curiosidades mecánicas
*, enanos y gigantes, relojes y otras excentricidades similares que le hicieron famoso**. La propia corte tenía una especie de “comité de sabios” que mantenía no sólo una extensa colección de plantas, sino un completo taller alquímico dedicado a la obtención de la piedra filosofal.
Las pistas anteriores apuntan inequívocamente, de nuevo, a Praga como lugar en el que pudo haber sido escrito el manuscrito.

 

*En mi opinión fruto de su contacto con el ingeniero italiano Juanelo Turriano (Gianello della Torre, 1501-1575) en Toledo, sede de la corte de su abuelo el emperador Carlos I, donde construyó para él diversos ingenios mecánicos.


**Este y otros extraños comportamientos del emperador Rodolfo se explican más detalladamente en mi obra “ABC del Manuscrito Voynich”.


¿En qué lugar podemos encontrar un grupo de escribas y copistas expertos en signos alquímicos, astrológicos y mágicos que tengan una grafía similar, con una amplia biblioteca a su disposición de la cual tomaron (posiblemente) diseños de plantas alquímicas alegóricas, capaces de inventar una “lengua” basada en estos signos extraños y elaborar un sistema de encriptado con el cual escribieron lo que parece un compendio de distintintas disciplinas que deseaban esconder de los demás?: evidentemente en el estudio de un alquimista que cuenta con un grupo de aprendices, colaboradores y ayudantes que procuran imitar su letra por respeto o por obligación.


¿Había en Praga un grupo de trabajo similar?: sí, el estudio del alquimista Simón Bakalar.

 


5. SIMÓN BAKALAR


Antes de ofrecer al lector más información sobre Simón Bakalar regresemos a la ciudad de Praga, concretamente al verano de 1584.


En esa época el matemático isabelino doctor John Dee (1527-1609) arribó a la ciudad junto con su esposa e hijos y su “mágico” ayudante el fraguador (o falso alquimista) Edward Kelley (1555-¿1597?), exmancebo de botica, excopista juzgado por falsificador de documentos de propiedad y actual “médium” (skryer) del crédulo Dee. Habían salido de Londres en septiembre de 1583 rumbo a Polonia, en donde residieron en el castillo de su patrón el Conde Laski (también gran aficionado a la alquimia) hasta que, despedido por éste debido a su falta de dinero, partieron rumbo a Praga para incorporarse a la excéntrica corte del emperador Rodolfo en agosto de 1584.

John Dee

 

Nada más llegar a la ciudad se alojaron en casa del doctor Tadeus (o Tadeas) Hájek de Hájek (1525-1600), a quien podemos encontrar en la bibliografía como Hájkovi z Hájku (en checo), Hagekc o Hayek dependiendo de la traducción (Dee le nombra en sus diarios con el apellido latinizado Hagecius), médico del emperador, erudito, astrónomo y autor de varios trabajos sobre la estrella nova del año 1572, el cometa de 1577, efemérides astronómicas y otros estudios científicos gracias a los cuales trabó amistad con el mismo doctor Dee que ahora recibía en su casa.


Según relata Charlotte FellSmith en su clásica obra “John Dee” (1909), una de las mejores biografías del matemático isabelino que he leído, Hájek les cedió un “estudio” o gabinete de trabajo que había pertenecido a su padre. Dejemos que la autora nos lo relate con sus palabras:

The excellent little study or “stove” (from “stube”, German for study) in Dr. Hageck’s house had been since 1518 the abode of some student of alchemy, skilful of the holy stone. The name of the alchemist, “Simon”, was written up in letters of gold and silver in several places in the room. Dee’s eyes also fell daily on many cabalistic hieroglyphs, as well on drawing or carving of birds, fishes, flowers, fruits, leaves and six vessels, all the work, he presumed, of Simon Baccalaureus Pragensis.

Simon Baccalaureus Pragensis no es más que el nombre latinizado del padre del doctor Hájek, Simón Bakalar de Praga (14851551), cuyo verdadero nombre era Simón Hájek, famoso por el taller alquímico que desde 1518 (siete años antes del nacimiento de su hijo Tadeus), mantenía en su casa* y que contaba con la ayuda y colaboración de jóvenes aprendices de alquimista.

 

*Dicha casa, demolida hace tiempo, estaba situada en la Betlémské Námesti (Plaza de Belén) próxima a la Betlémská kaple (Capilla de Belén), no lejos del actual Náprstkovo muzeum (Museo Náprstek) en la Ciudad Vieja (Staré Mesto). En ella habitó el también alquimista David Pratner de Pratno (1622), quizá buscando la “clave” en ella contenida.

 

Simón sería también el nombre del joven hijo del doctor Hájek, Simón Hájek —con quien Kelley se correría cierta juerga etílica poco después— que rendía de este modo un póstumo homenaje a su famoso abuelo.

 

Según la escasa información disponible en Internet (¡parte de la misma escrita en checo!), Simón Bakalar Hájek contrajo matrimonio al siguiente año (agosto de 1519) con Katerina Kanhova, viuda del profesor universitario Mikulas Kanh; al parecer se graduó en la Universidad de Praga en 1509, en 1515 fue nombrado Administrador del colegio de San Miguel y alcanzó el grado de Alcalde en 1519: no estoy equivocado si afirmo que perteneció al círculo de eruditos, notables y académicos de la ciudad de Praga.

 

No he encontrado más información sobre su vida y obras por lo que, según el dicho “Si no está en Internet probablemente no existe”, poco puede añadirse sin entrar ya en el terreno de la especulación. Sí puede mencionarse que dejó escrito algunos libros sobre ortografía checa como Tabula de proprietate participiorum et eorum discrimine juxta genera et tempora (1547) o Tabula congruitatis quarundam locutionum Bohemicarum (1549) lo cual le convertiría en un experto lingüista que conocía el tema sobre el que escribía...


Dee, como ya hemos visto, se alojó en el que había sido durante muchos años el gabinete de trabajo de un erudito alquimista cuyas paredes, como hemos leído de la pluma de FellSmith, estaban cubiertas de todo tipo de signos, jeroglíficos y motivos alquímicos, alegóricos y mágicos grabados en costosas letras de oro y plata (esto nos hace reflexionar sobre su poder económico y la riqueza de su familia).


Aunque otros estudiosos ya han demostrado que Dee no pudo ser el autor del manuscrito, mis propias investigaciones apuntan en la misma dirección: los horóscopos elaborados por el matemético isabelino, conservados en la Bodleian Library de la Universidad de Oxford, o algunas de las páginas de la copia que poseía de Ephemerides Novae, repleta de anotaciones marginales, muestran a una persona extrovertida cuya letra se inclina a la derecha notoriamente; por otro lado la forma de los números (como el 4, el 8 o el 2) y ciertas letras (por ejemplo la “o”) que podemos leer en el manuscrito son muy distintas al modo en que Dee las escribía habitualmente. Creo, junto con otros estudiosos modernos, que el bueno del doctor Dee no fue realmente el autor de la obra.

 


6. ¿QUÉ ES REALMENTE EL MANUSCRITO VOYNICH?


No puedo decir que haya examinado el Manuscrito Voynich con mayor atención que los investigadores que me han precedido, pero sí lo he hecho con bastante cuidado desde que conseguí copias digitales de sus páginas, en color y alta resolución, en 2004: en la obra no se aprecian apenas las típicas correcciones o incluso los habituales errores que se cometen al escribir (sobre todo si se está pensando más deprisa de lo que se plasman los pensamientos), de manera que esta notoria ausencia de errores y correcciones apunta hacia una “copia en limpio” final: la transcripción de un documento escrito con un cuidado extremo de tal modo que la copia esté exenta de todo error; esto explicaría no sólo la cuidada caligrafía sino la ausencia de correcciones ya mencionada
*.
 

*Ciertos añadidos, como una corona a una ninfa o algunos adornos gráficos con tinta de color, pudieran ser muy posteriores a la terminación de la obra: sólo un estudio cromatográfico de las tintas, no llevado a cabo hasta la fecha, podría demostrar la edad de las mismas y, de paso, si es una falsificación moderna o un genuino documento tardomedieval.


¿Qué puede contener el manuscrito?: en mi opinión el Manuscrito Voynich es una especie de “compendio”, “enciclopedia”, “manual” o incluso “Diario de Laboratorio” con los conocimientos y experimentos llevados a cabo por Simón Bakalar y ayudantes en su gabinete alquímico. En este sentido el manuscrito sería una obra final o copia “en limpio”, transcrita por cuatro o cinco copistas que trabajaron con sumo cuidado y atención bajo la severa dirección del alquimista, que recogería los conocimientos y experiencias recopilados por Bakalar durante años. Quizá fuese un manual que los nuevos jóvenes aprendices tenían que leer (y copiar con parecida letra) no sólo para habituarse con el sistema de escritura secreta que utilizaban —utilísimo para esconder de ojos no iniciados los secretos de las prácticas que realizaban— sino para aprender de él los conocimientos que, más tarde, llevarían a cabo delante de las retortas, los hornillos y los alambiques.

 

Quizá en las paredes del gabinete de trabajo el propio Bakalar mandó inscribir, con letras de oro y plata que pudiesen ser consultadas en cualquier momento, la clave (entre otros “peces, flores, frutos, hojas y vasos”, dibujos que podemos apreciar en abundancia en el Manuscrito Voynich) que utilizaban para ocultar y proteger sus secretos...


El contenido exacto no ha sido posible conocerlo dado que carecemos de la “clave” con la cual se ha encriptado el texto y puede que jamás aparezca, pero bien pudiera ser muy similar al que se encuentra en otras obras alquímicas de la época
o algo posteriores; así sería posible que contuviese pasajes tan oscuros como este:

“Cuando el cuerpo del Rey Sol cambie de oro a negro, y comience a pudrirse en su propio sudor, habrás de mantener constante la temperatura del huevo durante dos semanas; entonces sus carnes se volverán rojas y sabrás que la Gran Obra está cercana. Por el oriente aparecerán los colores del arco iris y sabrás que el Altísimo te ha concedido la gracia de ver el final de tu obra. Rectifica varias veces tu rubí mientras rezas devotamente por esta dicha y acrecenta su poder varias veces, pero sin volverla excesivamente ígnea ni terrosa. Ya estará lista para diluir una pequeña porción en el espíritu de un vino que tú mismo hayas destilado y obtener así el licor que ansías. Que Dios te dé prudencia en todo tus días y obras. Amén”.

El pasaje anterior, escrito en el típico lenguaje alquímico hermético de la época, describe los distintos cambios de color —oro a rojo, rojo a negro, negro a tonos cambiantes— que ocurren a la materia prima cuando termina por convertirse en la tan ansiada “piedra filosofal”, descrita en la literatura alquímica como un polvillo vítreo de aspecto rojo o amarillo (polvos de proyección).

 


7. CONCLUSIONES


Varias pruebas indirectas apuntan, en mi opinión, hacia la ciudad checa de Praga como lugar en el que se escribió el Manuscrito Voynich; por otro lado del análisis de los tocados, ropas y aspecto de las distintas figuras representadas en el manuscrito los expertos deducen que fue escrito en algún lugar de Europa Central, aunque no hay consenso sobre el lugar, autor o época.


Un estudio estadístico de las abundantes páginas que lo forman apuntan a que fue escrito por, al menos, dos personas distintas (las “manos” A y B descubiertas por Currier) mientras que la lectura atenta de sus páginas —utilizando las imágenes de alta resolución de la Biblioteca Beinecke— muestra que este número ha de ampliarse a tres, cuatro o incluso cinco personas distintas que conocían la lengua en la que escribían, ya que prácticamente no existen en el documento correcciones o modificaciones.


Del contenido (plantas alegóricas de posible naturaleza alquímica, diagramas astrológicos, partes de plantas de posible naturaleza médica y lo que pudieran ser recetas) puede deducirse que los autores imitaban la escritura de su maestro, disponían de una biblioteca a su disposición, que conocían tanto la alquimia como la astrología y que, por la correcta caligrafía, estaban escribiendo una obra “en limpio” que —quizá— copiaban de documentos anteriores que podríamos llamar “borradores previos”.


Un grupo de trabajo que reuniese todos los requisitos del párrafo anterior podría encontrarse en un monasterio, aunque es poco probable (por no decir imposible) que los copistas y escribas de un monasterio dedicasen su esfuerzo y tiempo a componer una obra de aspecto extravagante escrita en una lengua no sólo desconocida, sino casi absurda por su alta redundancia. Sin embargo también podríamos encontrar un grupo de trabajo similar (con una nutrida biblioteca, conocimientos alquímicos y astrológicos, quizá también médicos o mágicos, con varios escribas y necesidad de pasar a “limpio” una obra escrita en una lengua secreta de aspecto extraña) en el gabinete o taller de un alquimista. Precisamente un gabinete así sería fundado en la ciudad de Praga, en 1518, por el alquimista y erudito Simón Bakalar Hájek, padre del médico y astrónomo Tadeus Hájek quien sería años más tarde una influyente personalidad en la corte del emperador Rodolfo II, monarca conocido por su desmesurada afición a la alquimia, la magia y todo lo extravagante o raro.

La visita de su amigo inglés Dee pudo ser aprovechada por Hájek para darle a conocer un “libro” que su padre escribió en algún momento entre 1518 y 1525 (quizá incluso algo después: lo que parece probable, en vista de la historia conocida del manuscrito, es que el hijo no pudo leer ya su contenido) y que heredó tras su muerte. Un libro con una escritura intraducible que quizá Dee, erudito y criptógrafo de reconocido prestigio, podría descifrar. De esta época data el comentario de Arthur Dee (1579-1651) quien dice que durante su viaje por Europa vio a su padre intentando traducir un libro “que sólo contenía jeroglíficos”, quizá el mismo documento que hoy llamamos Manuscrito Voynich y que, a modo de “Diario de Trabajo”, contenía los experimentos, hallazgos y errores alquímicos transcritos por Simón Bakalar, sus ayudantes y aprendices
* durante sus años como alquimista.

 

*Los ayudantes o aprendices de alquimista no podían ser iletrados o incultos: seguramente todos ellos serían jóvenes vástagos de nobles familias que estudiarían en el Karolinum, la Universidad fundada por Carlos IV de Luxemburgo (13161378) en el año 1347.

 

Es posible que ni Dee fuese capaz de traducirlo por lo cual, vencido y sin esperanza de encontrar una solución (una vez perdida para siempre la clave con la muerte de su padre), el doctor Hájek terminó por regalárselo o vendérselo al emperador con la esperanza de que alguno de sus expertos alquimistas y magos pudiese encontrarle algún sentido.


Esta hipótesis concuerda con el contenido actual del manuscrito:

  • una sección dedicada a plantas inventadas que parecen ser alegóricas

  • una sección astrológica

  • otra de contenido poco claro (que se ha dado en llamar cosmológica)

  • una más dedicada a lo que parecen ser diagramas biológicos (las famosas “ninfas” o mujercitas desnudas metidas en “tubos”)

  • otra destinada a remedios farmacológicos (con dibujos de partes de plantas y botes de farmacia)

  • finalmente la última, cuyo contenido puede reflejar bien recetas médicas, bien las operaciones a realizar para obtener un producto o remedio (¿la piedra filosofal quizá?)

El manuscrito actual está incompleto: quizá originalmente se unieron de modo ordenado pliegos y cuadernillos de pergamino pero luego se descosieron para añadir más; quizá en su origen estaba organizado de distinto modo (como se ha propuesto hace unos años) o quizá el autor tenía la intención de irlo ampliando con el tiempo pero, finalmente, no lo tuvo y “cosió” todo de modo apresurado poco antes de morir...

 


8. RESUMEN


Mi hipótesis de que el Manuscrito Voynich no es más que un “diario de laboratorio” (quizá incompleto, alterado exprofeso o incluso recopilado apresuradamente por algún motivo que ahora desconocemos) escrito en Praga por los ayudantes del alquimista Simón Bakalar Hájek con posterioridad al año 1518, es consistente no sólo con la idea que mantienen los expertos de que fue escrito en Europa Central entre 1470 y 1550, sino que es congruente con el aparente contenido de la obra tal como la conocemos: plantas alquímicas alegóricas, diagramas astrológicos o astronómicos, remedios médicos/farmacológicos basados en hojas y raíces vegetales así como bastantes recetas ¿alquímicas?

 

También es coherente con la presencia en el texto de la grafía de entre dos y cinco copistas distintos que imitaban la letra de su maestro, la disponibilidad de una biblioteca con abundante material escrito utilizado para realizar consultas y la utilización de signos alquímicos, abreviaturas latinas y símbolos astrológicos para elaborar una lengua artificial secreta (el voynichés) con la cual escribir dicho “diario” sin que pudiese ser leído más que por las personas iniciadas en la lectura y traducción de ese lenguaje; en este sentido los eruditos conocimientos gramaticales y lingüísticos de Bakalar serían cruciales para inventar dicha lengua intraducible...

 

Los mismos signos que inscribió en las paredes de su estudio (“pájaros, peces, flores, frutos, hojas y seis vasos o recipientes”, tal como indica FellSmith*) pueden verse más o menos profusamente en el Manuscrito Voynich; el que viviese en ella en 1622 el alquimista David Pratner no parece casual sino intencionado: también podría buscar en sus paredes la clave secreta de Bakalar para descifrar el manuscrito que Tepenecz, recién fallecido, había intentado traducir previamente en vano.

 

*Plantas, frutos, hojas y pájaros que bordean una imagen central, que muestra a un alquimista y sus ayudantes, pueden verse en una de las láminas de la famosa obra Theatrum Chemicum Britannicum de Elias Ahsmole (1652), conservada en la British Library (239, K. 6).

El documento aparece en Praga hacia 1586 al poco de la visita del criptógrafo inglés Dee al doctor Hájek en 1584, lo que puede explicarse de modo sencillo: sería a consecuencia del estéril intento de Dee por encontrar una traducción al voynichés (de ahí el comentario posterior de su hijo Arthur sobre el libro que contenía jeroglíficos), trabajo que incluso con la clave delante de sus ojos —los símbolos y signos representados con letras doradas y plateadas en las paredes del gabinete de Bakalar que el propio Hájek puso a su disposición confiando en que le serían de utilidad— el erudito Dee no pudo llevar a cabo: Bakalar, fallecido muchos años antes, se había llevado su valioso secreto a la tumba.


Esta hipótesis (el manuscrito es una obra alquímica escrita por alquimistas utilizando una lengua sintética) se ve reforzada por el interés que Tepenecz, responsable de la biblioteca del emperador y también alquimista, demostró por el manuscrito y el estéril esfuerzo que derrochó en su traducción durante años: después de estudiarlo sin poseerlo sería su propietario desde la muerte de Rodolfo II (1612) hasta la suya propia (1622), aunque no consta que lograse traducir una sola palabra de la obra. También explica el desmesurado interés que George Baresch (c. 1590c. 1665), otro alquimista que también trabajó en la corte de Rodolfo II, mostró por ella: a la muerte de Tepenecz quedó como único propietario del Manuscrito Voynich el cual trató de traducir en vano, hasta el día de su muerte, invirtiendo en él ¡casi cuarenta y tres años!


Es muy posible que con la demolición de la casa del doctor Hájeck haya desaparecido la clave para traducirlo y que, por tanto, ya no podamos conocer jamás sus secretos aunque éstos fuesen de escaso o nulo valor...

 


Agradecimientos


Quisiera agradecer la ayuda prestada por varios compañeros de la Lista Voynich en la elaboración de este artículo, especialmente los mensajes de JeanYves Artero con útiles direcciones web en las cuales consultar los escasos datos disponibles sobre Simón Bakalar Hájek.


Cáceres (España), 19 de septiembre de 2005.

 


OBRAS CONSULTADAS

  • Enciclopedia Universal Ilustrada. EspasaCalpe (1908).

  • John Dee, Charlotte FellSmith. Constable, Londres (1909).

  • Los libros condenados, Jacques Bergier. Plaza & Janés (1973).

  • El Tesoro de los Alquimistas, Jacques Sadoul. Plaza y Janés (1973).

  • El Misterio de las Catedrales, Fulcanelli. Plaza y Janés (1973).

  • The Voynich Manuscript. An Elegant Enigma, Mary E. D’ Imperio. Aegean Park Press (1980).

  • Lo Inexplicado, Volumen VI, pág. 134145 y 13981400. Editorial Delta (1981).

  • Diccionario enciclopédico Larousse. Editorial Planeta (1990).

  • El mito del mago. E. M. Butler. Cambridge University Press (1997).

  • Enciclopaedia Britannica. (2000).

  • The Queen’ s Conjuror: The Life and Magic of Dr Dee, Benjamin Woolley. Flamingo (2002).

  • Historia de la Filosofía Oculta, Sarane Alexandrian. Enokia, S.L. (2003).

  • The Voynich Manuscript, Gerry Kennedy y Rob Churchill. Orion Books (2004).

  • El misterio del manuscrito Voynich, Gordon Rugg. Investigación y Ciencia (septiembre de 2004).

  • En Internet (2005): diversas y abundantes páginas web dedicadas al Manuscrito Voynich, estudios estadísticos de su contenido, detalladas y densas bibliografías para ampliar los comentarios aquí expuestos así como sobre la vida y obras de John Dee, Edward Kelley, Courrier, D’Imperio, Tadeus Hàjek, Simón Bakalar (muy escasas) y otros personajes que aparecen en este trabajo.