9. UN TESORO CURIOSO


Los escépticos dicen que no hay tal misterio de Rennes-le-Château. Para ellos, Saunière hizo fortuna vendiendo misas, sencillamente, o tal vez con otros negocios turbios, y el cuento del tesoro fue una cínica invención para señuelo de turistas. En cuanto a la importancia que conceden al mito y su leyenda los Dossiers secrets, no es más que el afán del Priorato por darse un aire de misterio a sí mismo. Y que la historia tal como la conocemos hoy se retrotrae a 1956, a lo sumo, cuando Noël Corbu grabó un relato para entretener a los clientes de Villa Bethania, convertida por él en un hotel-restaurante.
 

Sin embargo las investigaciones han demostrado que sí debe de haber algún misterio. O mejor dicho, la población se ha convertido en un foco de indagaciones esotéricas desde entonces. En 1950, por ejemplo, alguien la visitó expresamente para buscar el fabuloso tesoro de los cátaros, creyendo que lo habían llevado allí tras sacarlo de Montségur.1 Quizás esto explica también la presencia de unos oficiales alemanes en Villa Bethania, donde se alojaron durante la segunda guerra mundial y que de otro modo no habría tenido ningún sentido.

 

Como se sabe hoy, los nazis andaban obsesionados con las reliquias de lo oculto y lo religioso, y durante la guerra estuvieron varios meses excavando en Montségur. Se rumoreó que buscaban el Santo Grial; lo seguro es que durante los años treinta anduvo por allí el arqueólogo nazi Otto Rahn, y concentró sus búsquedas en aquella región.


Noël Corbu es actor principal en la función de Rennes-le-Château. Su intervención va mucho más allá de la del hotelero que entretiene a sus huéspedes con historias del folclore local, como pudo verse cuando terció en la publicación de los famosos pergaminos en clave. Como hemos mencionado, la primera noticia de éstos fue un libro publicado por Gérard de Sède en 1967, pero más tarde un colega de Pierre Plantard de Saint-Clair y conmilitón del Priorato de Sión confesó que habían sido elaboración suya.


En su libro más reciente sobre el asunto de Rennes-le-Château (1988), Gérard de Sède dice que él publicó los textos de buena fe por habérselos comunicado una persona relacionada con Rennes-le-Château alegando que eran las copias entregadas por Saunière al alcalde del pueblo antes de llevarse los originales a París. Sin embargo, De Sède evita nombrar a esa «persona».2


Su identidad queda precisada en la obra de Jean Robin: fue Noël Corbu,3 y esto es significativo porque, si De Chérisey fabricó los pergaminos, entonces Corbu sólo pudo tenerlos si estaba relacionado con el Priorato de Sión.


Cuanto más se analizan las circunstancias en que Corbu llegó a hacerse con el domaine de Saunière, más intrigantes se nos antojan. De acuerdo con la versión habitual, durante la segunda guerra mundial él andaba casualmente por el pueblo, se hizo amigo de la envejecida Marie Dénarnaud y decidió que le gustaba la casona para convertirla en su hogar. Parece más cierto, sin embargo, que hacía tiempo le había llamado la atención el caso Saunière, y que hacia comienzos de los años cuarenta se tomó la molestia de trabar conocimiento con Marie para sonsacarla.4


Ahora es cuando la intriga se pone emocionante: por alguna razón, la Iglesia siempre quiso apoderarse de la antigua propiedad de Saunière, aunque procurando que nadie advirtiese su interés. Es verdad que varias veces se intentó persuadir a Marie, pero ella siempre se negó a vender. Dicen que intervino un cura llamado el abbé Gau, el cual convenció a Corbu para que actuase como intermediario, es de suponer que bajo la condición de que tan pronto como Marie le hubiese vendido la propiedad, él la revendería a su vez. Pero algo salió mal, por lo visto. Tal vez Corbu se echó atrás e incumplió la palabra dada a la Iglesia.5


Algún tiempo después solicitó una subvención directamente al Vaticano. Alguna importancia extraordinaria debieron de atribuirle, porque el Vaticano despachó al nuncio en persona, quien se presento en Carcasonne para solicitar informes a la diócesis. Y dicho nuncio no era otro sino el cardenal Roncalli, futuro papa Juan XXIII (el cual, según se afirma en The Holy Blood and the Holy Grail, también había sido hombre del Priorato de Sión). A lo que parece, los informes de la diócesis fueron negativos, pero curiosamente el Vaticano concedió la subvención pese a ello.


Una vez conocida la actuación de Corbu es obvio que la interpretación del caso de Rennes-le-Château cambia por completo: el misterio no terminó con la muerte de Saunière. Y puesto que Corbu convivió con Marie Dénarnaud unos siete años, no sería extraño que hubiese tenido oportunidad de descubrir el secreto.


Aunque no sepamos lo que era, desde luego él no lo inventó. (Se ha afirmado que Corbu fue, junto con Pierre Plantard de Saint-Clair, actor principal de la emergencia del Priorato ante la opinión pública durante los años cincuenta, y aunque esto también es interesante dichos rumores no han sido confirmados nunca.)6


En el capítulo anterior hemos visto que Saunière no fue más que un individuo implicado en un misterio más amplio que afecta a la región, tocante a unos acontecimientos en que se movilizaron grandes sumas de dinero y se recurrió en algún caso al crimen.


Indudablemente el misterio en cuestión concernía también al grupo de París con el que entró en contacto Saunière. Vale la pena observar que muchos de los personajes principales del entorno de Emma Calvé eran, como ella misma, de origen languedociano. Se ha comentado que Saunière no tenía ninguna necesidad de acudir a París, en realidad, si quería ver a estos individuos, porque la mayoría de ellos iban con mucha frecuencia a Toulouse, «la cuna de su círculo».7 Una vez más la pista nos reconduce a personas y grupos cuyos nombres y afiliaciones han llegado a sernos familiares en el decurso de esta investigación.


Estas conexiones son excepcionalmente significativas: no sólo arrojan algo de luz, muy necesaria, sobre el propio Saunière, sino que además demuestran que el caso de Rennes-le-Château pertenece en efecto a la presente investigación. Si consideramos que el cura estaba en relación con el complicado «árbol genealógico» de grupos ocultos que hemos explicado con anterioridad, se descubren atisbos completamente imprevistos y revelaciones acerca de la verdadera naturaleza del misterio languedociano más general, nada de lo cual se había publicado antes en nuestro idioma, que sepamos.


Es increíble teniendo en cuenta el tiempo y el esfuerzo dedicado por los muchos que han intentado desentrañar el misterio, pero algunas de las soluciones literalmente saltan a la vista del investigador. Las claves de la afiliación particular del propio Saunière se encuentran en su iglesia de Rennes. Porque, si bien los incrédulos han propuesto que toda esa ornamentación peculiar y estridente obedece sencillamente a mal gusto o aberración mental del cura, otras investigaciones han demostrado que no son pocos, sino muchos los misterios de ese lugar «terrible».


Sospechábamos ya que la iglesia y sus alrededores se habían proyectado y realizado con arreglo a un plan muy concreto, aunque arcano. Sus temas principales parecen ser la inversión, la imagen refleja y el equilibrio de contrarios. Por ejemplo, la contrapartida de la Torre Magdala está en el mirador antaño acristalado de la parte opuesta de la muralla. Mientras la primera es de material macizo y tiene veintidós peldaños que llevan a la atalaya, el segundo es de material liviano y tiene veintidós peldaños que llevan a un sótano que está debajo.

 

El diseño del huerto de Saunière y el del tradicional Calvario contiguo a la iglesia responden claramente a una pauta geométrica preconcebida, y es de suponer que cargada de sentido.


Estas observaciones nuestras fueron confirmadas por Alain Féral,8 conocido pintor que reside en la aldea y que fue discípulo precisamente de Jean Cocteau. Desde comienzos de los años ochenta vive en Rennes y ha tomado medidas muy exactas para confeccionar los planos de la iglesia y de los edificios circundantes. De ello ha sacado la conclusión de que hay temas recurrentes (aunque cabe la posibilidad de que el responsable no fuese el mismo Saunière: pudo ser Henri Boudet, o el arquitecto a quien se encargó la obra, o incluso los superiores del grupo con el que tuviese que ver Saunière).


Corroborando nuestra noción del tema de la imagen refleja, Féral observa que Saunière había colocado fuera de la iglesia y puesto al revés el pilar visigótico que antes sustentaba el altar y que tiene una cruz en bajorrelieve. También cita la importancia del número veintidós: aparte los escalones de la torre y del mirador, aparece en otros muchos lugares del domaine. Del Calvario a la terraza van dos tramos de escalera con once peldaños cada uno.

 

Las dos inscripciones de la iglesia que más llaman la atención, terribilis est locus iste a la entrada del atrio y par ce signe tu le vaincras sobre la pila del agua bendita tienen veintidós letras cada una. (La frase latina se cita más comúnmente como terribilis est hic locus, y en la frase francesa extraña el le que introduce una ambigüedad; parece como si ambas hubiesen sido forzadas para totalizar las veintidós letras de cada una.) La importancia atribuida a los onces y a los veintidoses tiene su fundamento, porque ambos son «números maestros» del ocultismo y los estudios cabalísticos les atribuyen especial trascendencia.


Tenemos luego la pauta curiosamente heterodoxa que crean cuatro objetos, dos de ellos dentro de la iglesia y otros dos fuera de ella: el confesionario, que mira de cara al altar; el altar mismo; la estatua de Notre-Dame de Lourdes (con su inscripción «¡Penitencia! ¡Penitencia!») que está fuera, colocada sobre el pilar puesto al revés, y el Calvario ajardinado del que se ocupó Saunière personalmente y con gran minuciosidad. Estos cuatro objetos no sólo forman un cuadrado perfecto sino que además conllevan un mensaje simbólico.

 

El confesionario y la inscripción «penitencia» recuerdan la noción de arrepentimiento, y están de cara al altar y al Calvario, símbolos ambos de la salvación. Por tanto, cada uno de estos pares parece representar un camino espiritual, o vía de iniciación: ¿del arrepentimiento al perdón y a la salvación?9 El mensaje que se comunica de manera tan alambicada forzosamente debe de contener algo más: ¿intenta decirnos Saunière que también puede haber perdón y salvación fuera de la Iglesia? ¿Y se apunta quizás a alguien más, a algo relacionado con unos personajes que representan el arrepentimiento y la penitencia... como Juan el Bautista y María Magdalena?


La frase «¡penitencia! ¡penitencia!» se atribuye a la Virgen María durante las apariciones de La Salette. Una de las dos jóvenes visionarias era una pastorcilla llamada Melanie Calvet, pariente de Emma Calvé (quien había modificado la grafía de su apellido cuando se hizo cantante de ópera). Durante algún tiempo la visión de La Salette rivalizó con la de Lourdes, pero finalmente la Iglesia católica no reconoció la autenticidad de aquélla. Recordemos que hizo campaña a favor de La Salette el movimiento juanista/Naündorff/Vintras comentado en el capítulo 7.


También Saunière escribió un comentario laudatorio sobre las visiones de La Salette.10


Hemos intentado demostrar ya que las famosas ornamentaciones de la iglesia seguramente no son señales que indiquen la situación de ningún gran tesoro. Si Saunière descubrió algo que lo hizo rico, no querría decorar su iglesia con instrucciones en clave diciendo dónde lo guardaba. Más plausible sería que la ornamentación intentase ocultar algo, o por lo menos formular una declaración que sólo fuese entendida por otro iniciado.

 

La mejor comparación —y probablemente la más idónea teniendo en cuenta las circunstancias— sería el interior de una logia masónica. Para el no iniciado, los diversos símbolos utilizados en tal templo, los compases, las escuadras y demás paramentos no «decodificarían» dando una imagen coherente de las verdaderas intenciones masónicas. Hay que conocer la filosofía subyacente, la Historia y los secretos que se simbolizan ahí para saber por qué se han puesto en tal lugar.


En la decoración de la iglesia que nos ocupa muchos han creído ver símbolos de varias sociedades ocultas y secretas, los rosacruces, los templarios y los masones. Las rosas y las cruces del tímpano aluden con claridad a los rosacruces.


Una de las anomalías del vía crucis que más han llamado la atención es la de la octava estación (imagen derecha), en la que Jesús (que lleva la cruz sin aparentar esfuerzo) se encuentra con una mujer que lleva lo que parece un velo de viuda, y rodea con el brazo a un muchacho ataviado de tartán.

 

Esto se interpreta como una alusión a los francmasones, que se llaman a sí mismos «Hijos de la Viuda». (Y tal vez sería preciso traer también a colación la Casa Octava de los astrólogos, que es la que rige los misterios de la sexualidad, la muerte, el renacimiento... y lo oculto.) El suelo de la iglesia escaqueado en blanco y negro, el techo azul con estrellas doradas sobre el altar recuerdan y la decoración habitual de la logia masónica.


En nuestra opinión uno de los elementos principales de toda la iglesia es el que ve primero el visitante al entrar. El demonio recientemente mutilado por los vándalos se identificó siempre como «Asmodeo», el que según la tradición guarda los tesoros enterrados... aunque no hay nada que relacione explícitamente a la figura con el diablo de ese nombre. No obstante,

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

hemos discutido esta cuestión con Robert Howells, director de la librería ocultista más famosa de Londres y poseedor de extensísimos conocimientos sobre el simbolismo esotérico, cuyas propias investigaciones sobre el misterio de Rennes-le-Château son eruditas, sensatas y de gran alcance.

 

Él nos recordó la antigua leyenda judía sobre la construcción del Templo de Salomón en que este rey impidió que varios demonios sabotearan la obra por diversas maneras, y además consiguió «someter» a uno de ellos, precisamente el llamado Asmodeo, y obligarle a acarrear agua, que era el elemento por el cual se le dominaba.11

 

Es significativo que tales leyendas se hayan incorporado a la tradición masónica, y tampoco no será casualidad que aparezca en la iglesia de Saunière una escena en la que Asmodeo queda sometido obligándole a transportar agua, todo ello bajo la divisa «con este signo tú le vencerás». Además la ornamentación de la pila del agua bendita —ángeles, salamandras, concha y demonio— representa los cuatro elementos clásicos aire, fuego, agua y tierra, indispensables en toda obra oculta.


Si la identificación de Asmodeo es correcta, tanto más curioso: porque la escena del demonio y la del bautismo de Jesús, como hemos mencionado antes, se concibieron obviamente para contemplarlas juntas. Si el agua sirve para domeñar al demonio, ¿acaso ocurre lo mismo cuando Juan derrama el agua sobre Jesús? Está luego la peculiar inversión de las letras griegas alfa y omega, puestas en orden contrario al acostumbrado, por cuanto significan también «lo primero» y «lo último» y estos conceptos se relacionan con Jesús. Cabría esperar, por consiguiente, que la letra alfa correspondiese a Juan, el supuesto precursor, y la omega a Jesús, la culminación. Pero aquí se invierten los términos.


Las repetidas imágenes que evocan el Templo de Salomón dentro y fuera de la iglesia podrían aludir a los masones, o también a los caballeros templarios. Las letras anómalas en la frase desfigurada par ce signe tu le vaincras, colocada entre los cuatro ángeles y el demonio, son la decimotercera y la decimocuarta (ya que el «le» sobra y altera el sentido de la frase): según algunos evocan el año 1314, en que fue quemado vivo Jacobo de Molay, el Gran Maestre de los templarios.
 

Todos estos símbolos han sido meticulosamente analizados por docenas de investigadores entendidos desde hace años, lo que ha redundado casi en otras tantas interpretaciones. Pero la solución quizás es bien sencilla y tan obvia que viene a suponer casi un desengaño. Los versados en la tradición masónica nunca han visto en dicho simbolismo nada especialmente misterioso. Para ellos no es más que la indicación de la obediencia particular de Saunière, que era masónica.

 

Lo confirma su elección del escultor que realizó las estaciones del vía crucis y las demás imágenes, un tal Giscard que vivió en Toulouse y cuya casa y taller de extravagante ornamentación pueden verse todavía en la Avenue de la Colonne de dicha ciudad. Giscard era un conocido francmasón, si bien es cierto que se especializó en trabajos religiosos, por lo cual se hallan otros ejemplos de su arte en todo el Languedoc.

 

Es de particular interés la iglesia de San Juan Bautista de Couiza, que se encuentra al pie de la montaña donde está encaramada Rennes, porque también allí Giscard suministró las estaciones del vía crucis, sólo que en versiones monocromas y además convencionales, es decir que brillan por su ausencia las anomalías que presenta la iglesia de Saunière. Todo sucede como si las dos iglesias, que sólo distan un par de kilómetros la una de la otra, se ofreciesen a nuestra comparación para subrayar las anomalías de la versión de Saunière.


Jean Robin ha dicho en su libro sobre Rennes-le-Château que las afiliaciones masónicas de Saunière estaban documentadas en los archivos de la diócesis.12 No obstante, y como hemos visto, la francmasonería consiste en numerosas tradiciones separadas. ¿A cuál de ellas perteneció Sauniére? En esto están de acuerdo una vez más los estudiosos franceses bien enterados: su afiliación fue el Rito Escocés Rectificado, la rama de la francmasonería «oculta» que se pretende expresamente descendiente de los templarios.


Antoine Captier, nieto del acólito de Saunière e informante habitual de los investigadores que acuden a Rennes-le-Château para estudiar el célebre caso, nos dijo:

«Sabemos que pertenecía a una logia masónica. Se le envió a un lugar donde había algo [significativo]. Él descubrió ciertas cosas. Pero lo repito: no estaba solo. No actuó a solas».13

Una vez entramos en conversación se mostró un poco más explícito y dijo que la obediencia de Saunière había sido el Rito Escocés Rectificado, pero añadiendo: «Eso no es ningún secreto». A la misma conclusión llegó Gérard de Sède tras estudiar el asunto durante treinta años. Concretamente De Sède opinaba que algunos de los símbolos de la novena estación del vía crucis evocan el grado de Chevalier Bienfaisant de la Cité Sainte... eufemismo por «templario».14


Hay otra indicación de la posible afiliación de Saunière. Como todo lo demás, también se ha escrutado a fondo su elección de imágenes para la iglesia, Magdalenas aparte; están santa Germana, san Roque, dos Antonios —el de Padua y el Ermitaño—, y sobre el púlpito san Lucas. Proviene de Alain Féral la observación de que al unir las ubicaciones de los santos con un trazo en forma de «M» sobre el plano de la iglesia, las iniciales de sus nombres forman la palabra graal.15
 

Con los símbolos rosacruces sobre el tímpano y la abundancia de imágenes del Templo de Salomón, todo esto apunta a la Ordre de La Rose-Croix, du Temple et du Graal, fundada en Toulouse alrededor de 1850 y cuyo jefe no era otro sino Joséphin Péladan, el gran padrino de los grupos eróticos ocultos de la época.


Al comienzo de nuestras pesquisas nos parecía errónea la tendencia de tantos otros investigadores a creer que todos los caminos llevan a Rennes-le-Château. Pero en cierto sentido tenían razón, aunque no por las razones que ellos pensaban. Ciertamente no dejaba de ser asombroso que después de ocuparnos de la intrincada trama de grupos ocultos y masónicos, estos nos enviasen de nuevo a Saunière y su aldea. Pero no era coincidencia; eso formaba parte de un plan complicado y meticuloso, que había empezado a funcionar desde antes de que él naciese, y que todavía continúa.


Hemos mencionado que Saunière dedicó mucho interés a la sepultura de Marie de Nègre d’Ables, Dame d’Hautpoul de Blanchefort, erigida por Antoine Bigou el párroco de Rennes-le-Château en 1791. Fue la última del linaje heredero directo del título de Rennes-le-Château, aunque otras ramas de la familia tuvieron continuidad. Marie de Nègre d’Ables casó en 1732 con el último marqués de Blanchefort, que es el nombre del «château» cercano, más bien un torreón de algún tipo cuyas ruinas se ven allí todavía. Pero la familia de Marie tuvo relaciones muy interesantes. Al comentar el influyente Rito de Menfis, que luego fusionó con el de Misraïm, hemos dicho que fue fundado en 1838 por Jacques-Étienne Marconis de Nègre. Era de la misma familia que la Marie enterrada en Rennes-le-Château.16

 

Otro Hautpoul, Jean-Marie-Alexandre, intervino en la adopción por el Rito Escocés Rectificado del grado de Chevalier Bienfaisant de la Cité Sainte, es decir templario, en 1778.17 La misma familia estuvo representada entre las personalidades más salientes de la logia masónica La Sagesse de donde salió la Orden de la Rosa-Cruz, del Templo y del Grial.18 Y Armand d’Hautpoul, sobrino y heredero de Marie, indudablemente estuvo relacionado con algunos individuos a su vez vinculados al Priorato, como Charles Nodier, su Gran Maestre de 1801 a 1844.19

 

Además el mismo Armand d’Hautpoul fue preceptor del conde de Chambord, aquel cuya viuda se mostró tan generosa con Saunière.20


El Rito de Menfis creado por Marconis de Nègre estuvo estrechamente vinculado con los Philadelphians del marqués de Chefdebien, masón del Rito Escocés Rectificado, que los instituyó en Narbona en 1780.21 Era otra de las sociedades masónicas templaristas influidas por las ideas del barón Von Hund, por cuanto Chefdebien estuvo presente en la famosa convención de 1782 en Wilhelmsbad que intentaba zanjar de una vez por todas la cuestión del origen templario de los masones. Allí defendió las teorías de Von Hund. Lo mismo que los del Rito de Menfis, los filadelfos pretendían alcanzar el conocimiento oculto y varios de los grados de una y otra obediencia no tenían otra dedicación.

 

Pero los filadelfos tuvieron además el designio de dilucidar la complicada Historia de la Francmasonería con su proliferación de jerarquías rivales, grados y rituales, por si sacaban de ahí cuáles habían sido su intención y sus secretos originarios. De esta manera reunieron un gran acervo de información sobre la masonería y sociedades similares, sea que se les comunicase de buena fe, sea que lo averiguasen mediante tácticas de infiltración. Dicho esto resultará más significativo que Alfred, el hermano de Saunière y también sacerdote, fuese preceptor de la familia Chefdebien... pero luego lo despidieron por robar parte de los archivos de ésta.22


Es seguro que Alfred Saunière desempeño un rol principal en los extraños acontecimientos relacionados con su hermano mayor y más famoso. Valdría la pena un estudio más detenido, pero sería difícil porque no se sabe mucho de su vida, excepto que fue amante de la marquesa de Bourg de Bozas, una de las visitantes habituales de Villa Bethania. Murió alcoholizado y excomulgado en 1905.


Después de la muerte de Alfred su hermano, en una carta al obispo, aludió a un estado de ánimo existente entre los conciudadanos en el sentido de que le tocaría a él «reparar los errores de mi hermano el abbé tan prematuramente desaparecido».23


Una vez nos hubimos enterado de las relaciones de Saunière con la francmasonería de rito escocés, quedó despejada buena parte del panorama general. Lejos de ser una obsesión personal, la devoción especial de Saunière por la Magdalena se revelaba efectivamente como parte de la Gran Herejía Europea. La clave de sus afiliaciones estaba en las personas con quienes solía tratar.


En realidad podríamos ir más lejos y relacionar a Saunière con Pierre Plantard de Saint-Clair a través de una sola persona: Georges Monti.24 Conocido también bajo los seudónimos de conde Israël Monti y Marcus Vella, es uno de los personajes más desprovistos de escrúpulos y más poderosos de las sociedades secretas del siglo XX, aunque no el mejor conocido, ni mucho menos. De acuerdo con la postura inveterada de tales magi, prefirió ejercer su influencia desde la sombra en vez de buscar la publicidad como su colega Aleister Crowley.

 

En su vida escaló las jerarquías de muchas sociedades ocultas, mágicas y masónicas, con frecuencia para infiltrarlas por cuenta de otras. Fue también agente doble de los servicios secretos francés y alemán. Como ocurrió con el doctor John Dee y quizá también con Leonardo, el mundo del espionaje y el de lo oculto con frecuencia van de la mano. Su biografía es tan complicada que hoy resulta casi imposible saber para quién trabajaba en realidad. Muy probablemente, para sí mismo y para su afán de intriga y de poder personal.


Cualesquiera que fuesen los verdaderos móviles de Monti, tuvo una extraordinaria suerte en su vida secreta. Con frecuencia ostentó altas dignidades en sociedades entre las cuales había mutua hostilidad, a veces sin conocimiento de ninguna otra, y en ocasiones creyendo los correligionarios que había infiltrado otros grupos para ayudarles a ellos. Por ejemplo, y pese a que algunos de estos grupos eran, como el propio Monti, bastante antisemitas, alcanzó un cargo importante en la B’nai B’rith, una sociedad judía cuasimasónica existente en Estados Unidos... e incluso se convirtió al judaísmo para conseguirlo.
 

Natural de Toulouse, nacido en 1880 y abandonado por sus padres italianos, Monti se crió con los jesuitas. Desde muy joven le atrajo el tenebroso mundo de las sociedades secretas ocultistas. Viajó mucho por Europa y estuvo asimismo en Egipto y Argel. Se dice que formó parte, entre otras muchas sociedades, de aquellos tribunales secretos o Fehmgerichte de Alemania que acabaron especializándose en el asesinato político; y también que «tenía las llaves» de la francmasonería italiana.

 

Entre sus muchos conocidos estuvo Aleister Crowley, e incluso ha sido descrito como «representante de Crowley en Francia».25 También fue miembro de la OTO en la época en que el extravagante y audaz inglés era el Gran Maestre de la orden. Al final el dudoso régimen de vida se cobró su tributo, como tal vez era de esperar, y en octubre de 1936 Monti murió envenenado en París.

 
Aparece en esta investigación porque su primera misión en el mundillo ocultista de París fue la de secretario de Joséphin Péladan, y por tanto frecuentó el círculo de Emma Calvé. Ya hemos mencionado que Saunière tuvo demostradas relaciones con Péladan y su grupo, y conoció a Emma Calvé, así que indudablemente también debió de tratar con Monti. Además éste era oriundo del Languedoc y pasaba temporadas en Toulouse y otros lugares del Midi.


En 1934 Monti fundó la Ordre Alpha-Galates, de la cual Pierre Plantard de Saint-Clair llegó a ser Gran Maestre en 1942, a la tierna pero tal vez significativa edad de veintidós años. Y aunque Plantard sólo tenía dieciséis cuando murió Monti, llegó a conocerle. Anne Léa Hisler, ex esposa de Plantard de Saint-Clair, escribió inequívocamente en un artículo de 1960 que «conoció bien al conde Georges Monti».26 Es posible que Monti fuese su maestro y mentor en cuestiones de ocultismo.
Así pues, parece claro que hubo un eslabón entre Saunière y Plantard de Saint-Clair en la persona de Georges Monti, lo cual representa quizá la continuidad de una determinada tradición clandestina.


¿De qué nos sirve el caso Saunière? No es tarea menuda sacar algo en limpio de tantas maniobras de diversión, mitos y conjeturas sobre conjeturas, pero se diría que el clérigo buscaba algo, y que no estaba solo. Los indicios apuntan a la existencia de un pagador secreto, muy posiblemente relacionado con las influyentes sociedades ocultas de París y del Languedoc. No sólo es la explicación más lógica; es también la que dio el mismo Saunière. Cuando el sucesor de Billard en el obispado de Carcasona le pidió explicaciones por su extravagante estilo de vida, el testarudo sacerdote contestó:

No estoy obligado [...] a revelar los nombres de mis donantes [...]. Si los publicara sin su autorización correría el riesgo de llevar la discordia a ciertas familias u hogares [...] cuyos miembros dieron sin el conocimiento de sus consortes, sus hijos o sus herederos.27

Más tarde, sin embargo, prometió revelar los nombres al obispo... siempre que se hiciese bajo secreto de confesión. Los términos de una carta de apoyo enviada a Saunière por una persona amiga íntima en 1910 dan que pensar:

Vos habéis recibido el dinero. A nadie cumple penetrar el secreto del que sois depositario [...]. Si alguien os confió el dinero, naturalmente bajo reserva, estáis obligado a guardarla, y nadie puede dispensaros de tal secreto [...].28

Alfred, el hermano de Saunière, también estuvo en el secreto, a lo que parece. En respuesta a una indagación de la autoridad sobre sus dispendios, Saunière contestó:

Al ser predicador mi hermano, tenía muchas relaciones y actuó como intermediario cerca de esas almas generosas.29

Tal vez fue Rennes-le-Château el comienzo de la misteriosa búsqueda de Saunière, es posible que realizada por cuenta de otros que preferían permanecer en la sombra, pero podría ocurrir muy bien que lo buscado se hallara en otra parte.


Las pistas sobre los auténticos intereses y móviles de Saunière que últimamente van descubriendo muchos investigadores en diversos rincones de su domaine le dejan a uno perplejo. En 1995 nos acompañó durante una de nuestras excursiones a la región Lucien Morgan, presentador de televisión y autoridad en temas de Tantra, quien nos manifestó su asombro al descubrir que la Torre Magdala y la muralla se habían construido con arreglo a principios ancestrales de determinado tipo de rito sexual.

 

Quedó convencido de que Saunière y su círculo secreto practicaban rituales sexuales ocultos con la intención de fomentar la clarividencia, ponerse en contacto con los dioses —o lo que viene a ser lo mismo, realizar la Gran Obra de los antiguos alquimistas— y asegurarse poder e influencias en el plano material. No es el único que ha reconocido indicios de magia sexual: los autores británicos Lionel y Patricia Fanthorpe citan a la experta en ocultismo Bremna Agostini la cual dice que Saunière celebraba un rito mágico sexual llamado «la convocación de Venus», en el que participaban Marie Dénarnaud y Enmma Calvé.30


Por lo que concierne a esta investigación, lo que realmente importa de las construcciones de Saunière en Rennes-le-Château es la destacada importancia atribuida a la Magdalena. Antes de que él naciera la iglesia estaba consagrada a dicha santa, eso es cierto, pero tampoco responde a una coincidencia, porque había sido la capilla de los señores feudales de la localidad, y la de Marie de Nègre. Dada su íntima asociación con el Rito Escocés Rectificado, no elegirían la dedicatoria al azar. Saunière también dio su nombre a la torre donde instaló su biblioteca, y a la casa el del lugar donde según una interpretación del relato neotestamentarlo vivió ella con su hermano Lázaro y su hermana Marta. Y destaca en la ornamentación de la iglesia el bajorrelieve del frontis que representa a la Magdalena, al que aplicó él mismo los toques finales de pintura.
 

Descubrimos que además había encargado una figura en bronce de la Magdalena, que puso fuera de la iglesia, a la entrada de la gruta. Tenía poco menos de un metro de alto y pesaría unos ochenta y cinco kilos. Era réplica exacta de la Magdalena del bajorrelieve, salvo la inversión de los lados derecho e izquierdo.


Esa estatua desapareció hace tiempo, pero André Galaup, un periodista jubilado de Limoux, conserva fotografías de ella.31
La leyenda terribilis est locus iste destaca en el atrio. Fue Keith Prince quien nos indicó que es una cita del Génesis 29, 17 correspondiente al pasaje en que Jacob sueña una escala por donde suben y bajan los ángeles.

 

Al despertar le pone al lugar el nombre de Bethel, que significa la Casa de Dios. Pero en el Antiguo Testamento, Bethel rivaliza con Jerusalén como centro de poder, con lo que adquiere el carácter de alternativa o rival de la capital religiosa «oficial». En Francia la implicación es todavía más obvia; en un diccionario francés se define a «Bethel» como «templo de una secta disidente».32 ¿Tal vez era eso lo que intentaba comunicar Saunière?


Mencionemos que según los Dossiers secrets, en sus últimos años Saunière planeaba establecer «una nueva religión» y montar una cruzada por la comarca. Las últimas obras proyectadas para su domaine, la gran torre y el baptisterio exterior, formaban parte de esa ambición.33


Decidimos fijarnos en lo que hubiese descubierto Saunière cuando llegó a Rennes-le-Château, y cuáles pudieron ser las inspiraciones de su búsqueda. Tras descartar la pista falsa de los pergaminos quedamos sorprendidos por la contradicción evidente en su conducta. A muchos se les ha ocurrido pensar que intentó dejar pistas en la ornamentación de su iglesia, sin fijarse en otro hecho publicado: que se dedicó a destruir meticulosamente algunas de las cosas que había hallado, más concretamente las inscripciones de la sepultura de Marie de Nègre. Además desplazó la losa y la lápida como si hubiese querido ocultar incluso la localización exacta de aquélla.


Losa y lápida, como hemos mencionado, colocadas por el abbé Bigou unos cien años antes de la aparición de Saunière. Pero ya entonces pasaba algo insólito:

Bigou hizo erigir las piedras en 1791, diez años después del fallecimiento de la mujer supuestamente enterrada allí, al mismo tiempo que mandó poner del revés dentro de la iglesia la «losa del Caballero» (cuyo levantamiento parece ser un paso importante de las pesquisas de Saunière). Hay otro detalle que indica asimismo que Saunière estaba siguiendo, en cierto sentido, los pasos de Bigou: antes de ser párroco de Rennes, Bigou lo fue de otra aldea de montaña, Le Clat, a unos veinte kilómetros de distancia. Saunière también fue párroco de Le Clat antes de pasar a encargarse de la parroquia de Rennes-le-Château.

¿Era posible que estuviese buscando algo relacionado con Bigou y, por consiguiente, con las familias D’Hautpoul o De Nègre?


Es posible que Bigou hubiese apresurado sus obras en vista de los acontecimientos ocurridos en Francia entre la muerte de Marie y 1791, que fue el comienzo del período llamado del Terror en la Historia de Francia. Los revolucionarios eran hostiles a la Iglesia católica y muchas reliquias, imágenes y ornamentaciones quedaron destruidas durante dicho período. Vale la pena observar que poco después de las obras efectuadas en Rennes-le-Château, Bigou, que era de ideas antirrepublicanas, cruzó la frontera para refugiarse en España, donde murió en 1793.


Sigamos con los detalles insólitos del enterramiento de Marie de Nègre. Los señores de Rennes, es decir la familia D’Hautpoul, tenían su fosa, se dice, dentro de la misma iglesia. ¿Por qué se prescindió de la costumbre en el caso de Marie? Sabemos que la cripta existió porque está mencionada en un registro parroquial que abarca los años de 1694 a 1726 y está expuesto en el museo. Según éste, se accedía a la cripta desde el interior de la capilla. Pero esa entrada ha desaparecido, aunque parece seguro que Saunière supo dónde estaba; quizá los documentos encontrados le indicaron dónde debía buscar.


Según declaraciones sobre el caso Saunière tomadas a los hermanos Antoine y Marcel Captier y basados en los recuerdos familiares,34 el cura había descubierto la entrada de la cripta debajo de la Losa del Caballero, e incluso había bajado. Pero luego la tapió cuando reformó el suelo de la iglesia, lo cual da a entender que no deseaba que se supiera su localización. Ésa debió de ser también la preocupación de Antoine Bigou en 1791, cuando hizo poner la Losa del Caballero del revés y disimulando la entrada. ¿Por qué ambos sacerdotes, a cien años el uno del otro, tuvieron el mismo interés en que nadie más pudiese acceder a la fosa de los señores de Rennes-le-Château?


Hay una respuesta sencilla. Si Saunière hubiese bajado a la cripta y hubiese encontrado la sepultura de Marie de Nègre donde teóricamente debía estar, habría descubierto inmediatamente algo muy extraño: que esa mujer tenía dos sepulturas. Pero la segunda, la del cementerio, fue erigida por Bigou diez años después del fallecimiento de ella. Siendo evidente que Marie no estaba enterrada en el cementerio, ¿quién o qué había en esta otra tumba?


Una hipótesis razonable es que Bigou, quizás amenazado personalmente durante los disturbios que acarreó la Revolución de 1789, decidió huir a España, pero antes ocultó algo en el cementerio de Rennes-le-Château. Pero ¿qué debió ser? ¿Otro difunto?, ¿un objeto?, ¿documentos de algún tipo? Sin duda, algo que difícilmente pudo llevarse Bigou a España, o que realmente pertenecía a Rennes-le-Château. Quizá no lo sepamos nunca, pero al parecer Saunière sí lo sabía, puesto que abrió la tumba para buscarlo. Y luego tuvo buen cuidado de hacer desaparecer el mensaje de las dos piedras, o por lo menos el de la losa, cuya inscripción consiguió borrar. ¿Tal vez daba alguna pista acerca de lo que contenía la sepultura en realidad?


En la tumba de Marie de Nègre, la inscripción de la lápida contenía tantos errores que no cabe atribuirlos a mera torpeza o desidia del escultor.35 Hay palabras mal escritas, letras que faltan y espacios omitidos o añadidos donde no corresponden. De veinticinco palabras que tiene la leyenda, no menos de once están equivocadas. Algunos de estos errores parecen bastante banales, pero hay uno en concreto que resulta incluso ofensivo para los deudos.

 

Se trata del convencional «REQUIESCAT IN PACE», «descanse en paz», pero lo que se lee en apariencia es REQUIES CATIN PACE. Ahora bien, en francés catin es argótico por «prostituta». Para colmo, hay otro error en el apellido de la familia del marido, y en vez de D’Hautpoul leemos DHAUPOUL. Lo cual no cambia mucho el sentido pero consigue llamar la atención sobre la palabra. Resulta que poule (polla, gallina) en jerga también tiene el significado de prostituta, y podríamos entender hautpoul como alta, o gran prostituta... 36

De manera similar los nombres de estas piedras sepulcrales evocan temas importantes de nuestra investigación. Incluso es tentador imaginar que Marie de Nègre sólo figura por la literalidad del nombre, y como clave que remite a algo bastante asombroso. Blanchefort responde ciertamente a la toponimia local y puede significar algo así como «Torreblanca», pero también «Blanco fuerte», y entonces sería un nombre alquímico. A su vez, «Marie de Nègre» evoca las Vírgenes negras y su asociación con María Magdalena, sentido corroborado por hautpoul si es que alude a la «alta prostitución» o sabiduría de la prostituta.

 

De nuevo encontramos rastros que evocan la sexualidad sagrada, y quizás en relación con los rumores que hablan de un «tesoro», aspectos sexuales de la Gran Obra alquímica. Más significativo todavía, quizás, es otro error de la lápida: en vez de D’ABLES dice D’ARLES y si esto, como sospechamos, es una alusión a la ciudad de Arles en la Provenza, tal vez viene a recordar que ésta fue un antiguo centro del culto a Isis. En cualquier caso, Arles está muy cerca de Saintes-Maries-de-la-Mer.


En cuanto al contenido de la otra piedra, la losa de Marie de Nègre, es incluso más discutible porque se hallan varias discrepancias en las versiones de la inscripción publicadas.37 Según la mayoría de éstas constaba de dos leyendas principales: una frase en latín, pero curiosamente transcrito al alfabeto griego y que dice Et in Arcadia ego, y las cuatro palabras latinas Reddis Regis Cellis Arcis en dos columnas.

 

Lo que éstas significan no queda nada claro, y ha dado lugar a muchas interpretaciones diferentes, pero al parecer se refieren a una cripta o tumba real quizá relacionada con Rhedae y/o la población de Arques. (La palabra Arcis puede tener muchos significados: desde una declinación de la palabra latina que significa «arco», hasta «dentro de» o «encerrado», o podría ser simplemente una alusión a Arques, bien por su antiguo nombre de Archis o por transliteración fonética del nombre actual.)


La leyenda Et in Arcadia ego se encuentra asimismo en la sepultura representada en el cuadro de Nicolas Poussin (1593-1665) Los Pastores de Arcadia, a su vez notablemente parecida a una que estuvo siempre bajo una forma u otra, a lo que parece, junto al camino de Rennes-le-Château y Couiza a Arques.

Nicolas Poussin - Los Pastores de Arcadia

 

(Pero la versión más reciente fue dinamitada en 1988 porque el propietario de las tierras estaba harto de que los cientos de visitantes curiosos le pisotearan los sembrados; aunque para desgracia suya, la drástica medida no le valió de nada porque los turistas continúan invadiendo su propiedad para fotografiar el lugar donde estuvo la tumba.)


Se ha dicho que durante su estancia en París, Saunière adquirió copias de varios cuadros y que uno de éstos fue el de Poussin, Los Pastores de Arcadia.38 Esta pintura, datada alrededor de 1640, representa un grupo de tres pastores que están examinando una tumba, contemplados a su vez por una mujer que se supone generalmente ser una pastora. La tumba lleva la inscripción latina Et in Arcadia ego, cuya extraña incorrección gramatical ha dado lugar a diversas interpretaciones, pero se entiende por lo general que significa un memento mori, una meditación sobre la mortalidad: incluso en las tierras paradisíacas de Arcadia está presente la muerte.

 

El lema se halla estrechamente relacionado con la peripecia del Priorato de Sión, y figura en el escudo de Pierre Plantard de Saint-Clair. Como hemos mencionado, también figuraba como inscripción de la losa en la sepultura de Marie de Nègre. Este lema del cuadro no lo inventó Poussin; el ejemplo más antiguo que se conoce en pintura es el de un cuadro de Giovanni Francesco Guercino, anterior en unos veinte años a aquél. Sin embargo, se cree que el cardenal Rospigliosi, que le encargó el cuadro a Poussin, también sugirió el mismo asunto al Guercino. Y la ocurrencia más antigua de la frase Et in Arcadia ego es un grabado alemán del siglo XVI titulado El Rey de la Nueva Sión destronado después de inaugurar la Edad de Oro...39


Y ya que hablamos de Poussin, sería interesante comentar una carta enviada por el abbe Louis Fouquet desde Roma a su hermano Nicolas, superintendente de Hacienda del rey Luis XIV, en abril de 1656:

[Poussin] y yo hernos planeado ciertas cosas que pronto os comentaré en detalle, [y] que os proporcionarán, por medio de M. Poussin, ventajas tales que hasta los reyes tendrían gran dificultad en obtenerlas de él, y después de él tal vez habrán de pasar siglos y quizá no vuelvan a presentarse; y lo que es más, todo esto puede conseguirse con gasto no grande y mucho beneficio, y son cosas tan difíciles de hallar que nada en este mundo podría ofrecer mejor fortuna, ni quizá siquiera comparable.40

Se observará que fue Charles Fouquet, hermano de Louis y de Nicolas, quien más adelante y siendo obispo de Narbona se hizo con el dominio exclusivo sobre Notre-Dame de Marceille durante un período de catorce años.41


El motivo por el cual esa pintura de Poussin interesa tanto a los estudiosos de los sucesos de Rennes es que el paisaje de fondo presenta gran parecido con el de los alrededores de la tumba de Arques, y se divisa a lo lejos la propia población de Rennes-le-Château. Ahora bien, el paisaje aunque parecido no es idéntico, lo cual ha sido tomado por algunos como prueba de que la semejanza era accidental. En nuestra opinión el paisaje tal como lo pintó Poussin se parece lo suficiente al original como para admitir la posibilidad de que quiso representar los alrededores de Rennes.


Pero aquí la trama se enreda otra vez: se sabe que la tumba de Arques databa de comienzos del siglo XX. La erigió en 1903 un fabricante local, Jean Galibert, quien luego la vendió a un norteamericano llamado Lawrence. No obstante, según los rumores dicha tumba simplemente reemplazó a otra que estaba allí antes y que a su vez suplantó a otra anterior. John Stephenson, un amigo nuestro que reside en la comarca desde hace muchos años, dice que según los oriundos «siempre ha existido una tumba en ese lugar». Por consiguiente, es posible que Poussin se hubiese limitado a pintar lo que veía. También nos dijo John Stephenson que la relación con el cuadro de Poussin era bien conocida en aquellas localidades desde siempre; esto contradice la noción de algunos escépticos según la cual todo es un montaje de los años cincuenta o sesenta. Es un lugar al que siempre se atribuyó alguna importancia.


Otros dicen que es también en el siglo XX cuando Plantard de Saint-Clair y el Priorato de Sión adoptan el lema de Arcadia, lo mismo que la supuesta relación con el cuadro de Poussin y la tumba de Marie de Nègre. Pero la frase viene relacionándose con esa región desde mucho antes de la época de Saunière: en 1832, un tal Auguste de Labouïse-Rochefort escribió un libro titulado Voyage a Rennesles-Bains en el que incluyó alusiones a un tesoro oculto relacionado con Rennes-le-Château y Blanchefort. En otro libro del mismo Labouïse-Rochefort, Les Amants, à Eléonore, el lema en cuestión figura en la página titular.


En la comarca dicen «la tumba de Arques», lo cual, si bien es más exacto que llamarla «tumba de Poussin» todavía incurre en una imprecisión, porque la población de Arques está a tres kilómetros más al Este siguiendo la carretera. La tumba en sí se encuentra mucho más cerca de la población de Serres, aunque naturalmente el nombre de Arques guarda demasiada senlejanza con Arcadie como para dejar de explotar el parecido.


Según Deloux y Brétigny en su obra Rennes-le-Château: capitale secrète de l’histoire de France, la losa de la sepultura de Marie de Nègre que hizo poner el abate Bigou provenía de una versión anterior de la tumba de Arques.42 Lo cual, de ser cierto, suscita una posibilidad llena de enigmáticas sugerencias: ¿Y si Poussin hubiese pintado no un asunto de fantasía sino lo que efectivamente estaba viendo, una tumba con la inscripción Et in Arcadia ego?


John Stephenson nos repitió una asombrosa leyenda del folclore local relativo a la tumba de Arques: que era el lugar del último descanso de María Magdalena, o bien servía a modo de indicador o puntero que remitía de algún modo a dicho lugar. En efecto, la inscripción de la losa de Marie de Nègre mostraba una especie de flecha. Lo malo es que al haber sido cambiada la piedra de lugar, no hay manera de saber hacia dónde apuntaba.


Resumiendo lo que dan a entender los indicios: Saunière creyó en la posibilidad de descubrir los restos de María Magdalena, sea que estuvieran en las inmediaciones de Rennes-le-Château, sea que esta población contuviese alguna clave sobre su localización. ¿Qué ocultaba la segunda tumba de Marie de Nègre?


¿Es de creer que la leyenda en clave que parece referirse a una «alta prostituta» alude a la Magdalena? (Siempre y cuando interpretemos la expresión como «alta» o «suma sacerdotisa», con lo cual el concepto de la sexualidad sagrada derivaría de prácticas ocultas antiguas, que no modernas.)


Ciertamente Saunière dio muestras de andar buscando algo especial, muy poderoso y precioso relacionado con su venerada María Magdalena... ¿y qué otra reliquia podría ser más preciosa que sus mismos huesos? Desde luego esto pudo ser mera obsesión personal por su parte, e imaginación suya que tales reliquias pudiesen hallarse por allí. Pero por otra parte, también sabemos que Saunière trabajaba para una organización más amplia en la sombra, probablemente la misma que le suministraba recursos financieros. ¿Acaso los miembros de ésta se engañaban también? Es posible que no. Todo sugiere que el cura actuaba con arreglo a una información de iniciados acerca de un objeto realmente existente.


Mientras progresábamos en nuestras indagaciones estábamos cada vez más persuadidos de esta hipótesis de la Magdalena, pero no tardamos en descubrir que éramos los únicos, al menos entre los estudiosos de habla inglesa. Fue un consuelo descubrir que algunos investigadores franceses trabajaban en la misma línea. Para ellos, como para nosotros, no era inconcebible que Saunière y sus misteriosos patrocinadores anduviesen buscando a la misma María Magdalena.
 

Durante una de nuestras excursiones a la región en la primavera de 1995, Nicole Dawe tuvo la amabilidad de organizar una cena para presentarnos a Antoine y Claire Captier, contando además con la presencia de Charles Bywaters. Antoine, nieto del sacristán que encontró el cilindro de madera conteniendo los manuscritos que entregó a Saunière, ha vivido toda la vida con el misterio a cuestas, lo mismo que Claire, la hija de Noël Corbu.


Antoine habló con franqueza: no le interesaba remover más el misterio. «No voy a decirles nada que yo no sepa», fue lo que dijo para iniciar la tertulia.43 Tras manifestar que difícilmente le preguntaríamos nada que no se le hubiese preguntado otras veces, se sorprendió cuando le interrogamos acerca de la posible relación de Saunière con el culto a la Magdalena. Es que hasta época bien reciente nadie había hecho caso de esta línea de investigación, aunque nuestro interés ha encontrado un extraño paralelismo con el de ciertos estudiosos franceses.


Antoine nos dijo que Saunière había buscado datos sobre la leyenda de la Magdalena, en efecto, para lo cual visitó Aix-en-Provence y alrededores, por ejemplo. Esto empezaba a saberse por vía de un periódico llamado Cep d’Or de Pyla, editado por André Douzet, residente en Narbona y el mismo que encontró la maquette a que nos hemos referido en el capítulo anterior. Pouzet y su círculo son entusiastas y competentes estudiosos de la Historia esotérica de Francia. Luego nos anunció Antoine que el próximo número del periódico en cuestión «les interesará a ustedes [...] porque se va a publicar una cosa más profunda en relación con la Magdalena».


De nuevo gracias a Nicole, algo después conocimos a André Douzet quien nos contó que él y otros, en especial Antoine Bruzeau, habían emprendido investigaciones dirigidas expresamente a dilucidar el interés de Saunière por la Magdalena... pero al parecer, la clave del misterio se situaba a cierta distancia de Rennes-le-Château. En principio André no se había propuesto estudiar el misterio de Saunière, sino que se tropezó con éste siguiendo un camino bastante complicado y mientras se ocupaba de ciertos emplazamientos interesantes de su ciudad natal, Lyon.
 

La conexión se retrotrae a Gérard de Roussillon, quien fundó en el siglo IX la abadía de Vézelay en Borgoña y llevó allí, según se aseveró más tarde, los restos de María Magdalena. Recordemos (véase el capítulo 3) que esta pretensión quedó rebatida por Saint-Maximin-en-Provence cuando los monjes de Vézelay no pudieron presentar la reliquia. Y recordemos también que este suceso desencadenó una búsqueda febril por parte de Carlos II de Anjou, persuadido de que aquélla estaba todavía en algún lugar de la Provenza.


Gerardo de Roussillon fue conde de Barcelona, Narbona y Provenza. Era un señorío bastante extenso. Su familia también tenía tierras en la comarca de Le Pilat, hoy parque nacional al sur de Lyon. Todos eran devotos apasionados de la Magdalena y la región fue centro de su culto. (Se dijo que una capilla de Santa Magdalena de Le Pilat tenía unas reliquias de Lázaro.)


En el siglo XIII el conde reinante Guillermo de Roussillon murió en la cruzada y su desconsolada viuda Beatriz se retiró a las alturas de Le Pilat, donde fundó una cartuja, Sainte-Croix-en-Jarez, para recluirse en ella hasta el fin de sus días. Pero luego este monasterio entró en una extraña asociación con María Magdalena.


Aduce Bruzeau que la familia tuvo las auténticas reliquias de María Magdalena y que éstas fueron llevadas por Beatriz a Sainte-Croix. (O tal vez sólo depositó en la abadía el secreto de su localización.) También postula que el verdadero lugar del desembarco de la Magdalena en Francia no fue la Camargue, sino la costa rosellonesa, en un lugar que todavía se llama el Mas de la Madeleine.


De acuerdo con esa teoría, el resto de la peripecia terrenal de la Magdalena no se desarrolló en la Provenza sino en el Languedoc... en los alrededores de Rennes-le-Château.44


Por algún motivo la familia rosellonesa se creyó en el deber no sólo de guardar las reliquias, sino de guardarlas en secreto. Lo cual es extrañísimo cuando en aquella época las reliquias eran tan lucrativas, y sugiere motivos diferentes de la simple devoción a una santa del Nuevo Testamento. A lo mejor tuvo algo que ver con la verdadera función de la Magdalena.


En el siglo XIV se decoró la abadía de Sainte-Croix con un curioso mural que representa a Jesús crucificado en un árbol vivo. Lo cual quedó luego recubierto de escayola, pero la pintura original se redescubrió en 1896, poco antes de que Saunière se dedicase a iluminar personalmente el bajorrelieve de su altar, donde aparece representada la Magdalena contemplando una cruz hecha con un árbol vivo.


Vamos ahora al siglo XVII, cuando uno de los frailes de Sainte-Croix, el prestigioso erudito Dom Polycarpe de la Rivière, emprendió una restauración del monasterio y tal vez descubrió algo. Era especialmente devoto de la Magdalena y escribió un libro sobre ella que desgraciadamente se ha perdido. También escribió otro sobre la comarca de Aix-en-Provence, Saint-Maximin y Sainte-Baume, pero fue suprimido por el Vaticano. De la Rivière también estuvo relacionado con Nicolas Poussin y las averiguaciones de Bruzeau sugieren que ambos eran miembros de una sociedad secreta llamada la Société Angélique.45


En las alturas de Le Pilat una vieja pista asciende por el Mont Pilat hasta una capilla consagrada a María Magdalena. Dicho camino empieza en la aldea de Malleval, cuya iglesia tiene unas estatuas de san Antonio de Padua y santa Germana idénticas a las de Rennes-le-Château. En el recorrido hay una capilla dedicada a san Antonio el Ermitaño, otro de los santos que se veneran en la iglesia de Saunière: su festividad corresponde al 17 de enero. Y en la capilla de la Magdalena hay un cuadro de la santa en su gruta, asombrosamente parecido al de Rennes-le-Château. Bruzeau ha señalado que el frontis del altar de Saunière tiene un arco y una columna; el primero es pyla en céltico, la segunda pila en latín. Tendríamos ahí, pues, sendos punteros fonéticos que remiten a la comarca de Le Pilat. Y las montañas que se recortan en el horizonte también recuerdan el perfil de Mont Pilat y alrededores.


Desde el primer momento nos llamó la atención que Saunière, en su bajorrelieve, le hubiese quitado a María Magdalena el atributo más característico de su iconografía, la vasija del santo bálsamo o sainte baume... ¿No sería su manera de decir que a fin de cuentas las reliquias auténticas no estaban en Saint-Maximinla-Sainte-Baume de Provenza?


Desde luego, a tenor de los alquileres de coches de caballos por los alrededores de Lyon correspondientes a 1898 y 1899, cuyas facturas se han conservado,46 Saunière sí exploró la región de Le Pilat en busca de indicios de su amada María Magdalena.


La pregunta que se impone en este asunto es por qué se tomaría nadie tantas molestias para encontrar lo que, en esencia, no sería más que un relicario con unos huesos. Pues si bien los católicos siempre han sido muy devotos de los restos de santos, hay que recordar que muchos de los que, según parece, andaban buscando los de la Magdalena eran ocultistas o católicos rebeldes. Tampoco diríamos que fuesen individuos especialmente sentimentales, y además la época del gran negocio con las reliquias ya pasó, de modo que, ¿por qué dedicaron tanto tiempo y esfuerzo a la búsqueda?


Quizá no era un simple esqueleto lo que buscaban. Tal vez creyeron que el relicario o la sepultura contenían algún secreto sobre los restos mismos o sobre algo relativo a ellos. En unas declaraciones que se nos antojan no poco irónicas Henry Lincoln sugirió a la prensa francesa que ese «algo» tal vez era el certificado de matrimonio de Jesús y la Magdalena.47 Hablando más en serio, el secreto en cuestión tendría que ser algo de esa categoría, algo tan evidente e inequívoco que originaría un escándalo tremendo si se publicase.


Dados los intereses de los grupos concretos de que hemos venido tratando, sería sin duda algo herético, cuya naturaleza debe de ser profundamente inquietante para la Iglesia como institución. ¿En qué podría existir tal amenaza?


¿Es verosímil que un algo que debe tener posiblemente cerca de 2.000 años de antigüedad todavía presente alguna trascendencia para la sociedad contemporánea?

 

Regresar al Índice