5. CUSTODIOS DEL GRIAL


Según la «línea general» académica, las nociones ocultistas acerca de los templarios son absurdas: la mayoría de historiadores coinciden en que fueron los monjes-soldados que decían ser, y que cualquier hipótesis en cuanto su intervención en nada ni remotamente esotérico es resultado de una fantasía hiperactiva o de una investigación poco rigurosa. Al ser ésa la postura oficial, ningún historiador interesado en ese aspecto de la Orden se atreverá a confesarlo públicamente, porque se arriesgaría a perder el prestigio académico (y vería sustancialmente recortado el presupuesto de su departamento).

 

Así que prefieren evitar tal género de investigaciones, o si las realizan no las dan a conocer. (Algunos historiadores muy prestigiosos confiesan en privado que la relación entre los templarios y el esoterismo es importante, pero jamás lo dirían en público.)


De estas actitudes resulta cierto abandono de los estudios relativos a determinados asentamientos templarios importantes. Ya teníamos comprobado que una de las regiones que más han padecido dicho abandono —hasta extremos increíbles— era la que más nos interesaba a nosotros, el Languedoc-Rosellón. Fue el país de la Orden, si prescindimos de los Santos Lugares. En esa reducida superficie se concentra más del 30 por ciento de los castillos templarios y las encomiendas de toda Europa, pero a pesar de ello apenas se realizan allí excavaciones arqueológicas, y algunos emplazamientos fundamentales no han sido estudiados jamás.


Por fortuna, la desidia oficial queda contrarrestada por muchos investigadores privados, a los que anima un apasionado interés hacia esos misteriosos caballeros. Muchos naturales de la región se consideran en el deber de conservar y proteger los restos de los antiguos templarios. Y existen también varias organizaciones de «aficionados» (con esta palabra no calificamos su capacidad técnica para la investigación, sino que indicamos que no recibe fondos de ningún presupuesto oficial), como el Centro de Estudios e Investigaciones Templarias que dirige George Kiess en Espéraza (Aude), el cual ha sacado los colores a más de un académico de número.

 

Son impresionantes los descubrimientos realizados por esos entusiastas mediante el estudio de los emplazamientos mismos así como de la abundante documentación sobre los templarios que duerme intacta en los archivos locales, sobre todo si tenemos en cuenta la escasez de recursos y lo duro que es tener que luchar contra la apatía de los archiveros y los historiadores profesionales.


Otro de estos grupos de estudiosos es el llamado Abraxas, dirigido desde Rennes-les-Bains, población del departamento de Aude más conocida como balneario, por la pareja britanicotexana que forman Nicole Dawe y Charles Bywaters. Sus investigaciones y las de toda una red de grupos similares han permitido realizar descubrimientos incontrovertibles que reescriben literalmente la Historia de los templarios. En lucha contra la indiferencia oficial, por una parte, y contra el exceso de entusiasmo de los buscadores de tesoros locales —que representan un peligro real para la conservación de los lugares—, por otra, Nicole y Charles han visto emplazamientos templarios que jamás habían sido rozados por la piqueta de ningún arqueólogo. Buena parte de estos trabajos se hallan todavía inéditos, aunque proyectan publicarlos en un próximo futuro.


Como nosotros queríamos averiguar más cosas sobre los templarios en esta tierra de herejes que es el Languedoc-Rosellón, en vez de ir a consultar los oráculos de la Academia preferimos ver a Charles y Nicole.


Sentados en el apartamento que tiene Charles en la calle principal (que es casi la única) de Rennes-les-Bains, empezamos por preguntarles acerca de la posible relación entre los templarios y los cátaros. Según nos dijeron, habían existido claros vínculos entre uno y otro grupo, mucho más allá de los meros lazos familiares, y habitualmente no tenidos en cuenta por los historiadores. Por ejemplo, que ni siquiera en los momentos álgidos de la cruzada albigense dejaron los templarios de dar asilo a los cátaros fugitivos, y hay casos documentados de socorro a caballeros que habían sido combatientes activos a favor de los cátaros y contra los cruzados.


Como dijo Nicole:

No hay más que ir entresacando de las actas de la Inquisición los apellidos de los cátaros y compararlos con los de templarios de la misma época, para ver que son los mismos. Pero más concretamente, es innegable que algunos establecimientos templarios alojaron a cátaros, los escondieron e incluso los enterraron en sagrado.


Algunos escépticos sugieren que condescendían a eso porque los auxiliados hacían entrega de sus tierras y de todos sus bienes para ser recibidos como templarios. Pero nosotros hemos encontrado pruebas de que algunos templarios acogieron a los cátaros cuando éstos habían quedado despojados de todo, y no sólo fueron recibidos y escondidos entre ellos, sino que murieron y fueron enterrados allí. Y más adelante, los templarios hicieron a veces cuanto estaba en sus manos para que les fuesen devueltas las tierras a las familias de los cátaros, o los herederos.1

Charles continuó:

En un lugar concreto, que sepamos, los templarios permitieron que se lanzaran operaciones hostiles desde su encomienda. Los caballeros cátaros continuaron la lucha y luego se replegaron hacia la propiedad de los templarios. Es fácil documentarlo.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las acusaciones dirigidas contra los templarios debieron de ser ficticias, nos pareció de gran significación que su trato cercano con unos intocables como los cátaros no hubiese figurado entre aquéllas. Que los inquisidores estaban al corriente, nos lo indica el hecho de que rebuscaran en los fosares de los templarios para desenterrar los cadáveres de los cátaros y quemarlos, esto a título de escarmiento de herejes futuros, seguramente, porque habían pasado ya más de treinta años desde el final de la cruzada. (Y fueron los inquisidores quienes torturaron a los templarios, así que estaban en inmejorable situación para saber lo que hubiese de cierto en la relación de éstos con los cátaros.)


Ciertamente hubo algo más ahí, algo que tal vez supo la Corona francesa pero demasiado peligroso para publicarlo, de todas maneras, así que procuraron que no se escapara ni una sola palabra por más tiempo que transcurriese. Durante nuestras averiguaciones acerca de los templarios siempre tuvimos la sensación incordiante y cada vez más nítida de que había un secreto descomunal pugnando por asomar bajo la superficie de la crónica oficial. ¿Era posible que tanto los templarios como los cátaros hubiesen sido poseedores de un conocimiento potencialmente explosivo? ¿Y que dicho secreto fuese el verdadero motivo de Felipe el Hermoso cuando decidió asestar un golpe de mano tan bien planeado
contra los templarios?2


Pero no todos ellos fueron exterminados aquel fatídico viernes trece. A muchos se les permitió vivir y reconstituirse bajo otros nombres diferentes. Dos países en particular sirvieron como puertos de refugio a los freires fugitivos, Escocia y Portugal. (En este segundo país pasaron a llamarse caballeros de Jesucristo.) También la región del Languedoc y alrededores constituyó una curiosa excepción a la pauta general de la persecución, según Charles y Nicole. Al este, el Rosellón era territorio de la Corona de Aragón, excepto la parte septentrional de Carcasona, que pertenecía a Francia. Los templarios roselloneses fueron detenidos y juzgados, pero se les pronunció inocentes, y cuando el papa disolvió la orden oficialmente se incorporaron a otras órdenes militares parecidas, o se retiraron a sus tierras para disfrutar de rentas vitalicias.


Como han sugerido varios comentaristas,3 los templarios sobrevivieron al intento de exterminio total y siguen existiendo a estas fechas, sólo que según apuntan todos los indicios, sufrieron muchos cismas y han quedado divididos en organizaciones diferentes, todas las cuales pretenden ser herederas de la Orden originaria.


Si ocultaban algo tan peligroso que el rey francés creyó necesario proceder drásticamente contra ellos, ¿qué pudo ser? ¿Y quién de los dos, el papa o Felipe, manipuló al otro? Desde cualquier punto de vista que consideremos los sucesos, falta un eslabón esencial en la cadena.


Supongamos que ese elemento escurridizo tiene que ver con el Priorato de Sión. Como ya hemos visto, hay indicios de una presencia en la sombra desde el mismo instante de la fundación de los templarios; digamos que un grupo de manipuladores ocultos (quienquiera que fuesen) dirigió la función entre bastidores. Desde luego Charles y Nicole no dudan de la existencia de un «círculo interior» dentro de la estructura de mando de los templarios, y anterior en realidad a los comienzos oficiales de la orden. Incluso aseguran que todo el movimiento templario fue creado para dar público escaparate a ese grupo interior, aprovechando la circunstancia de que los Santos Lugares acababan de abrirse a los peregrinos de Europa.


Otros investigadores han llegado también a esa conclusión. Como dice el escritor francés Jean Robin (basándose en estudios de Georges Cagger):

En realidad la Orden del Temple estaba constituida por siete círculos «exteriores» dedicados a los misterios menores, y tres círculos «interiores» que correspondían a la iniciación en los grandes misterios. Y el «núcleo» lo formaban aquellos setenta templarios a quienes «interrogó» Clemente V [después de las detenciones de 1307].4

El autor británico Graham Hancock dice algo parecido en The Sign and the Seal:

[...] mis investigaciones sobre las creencias y conducta de ese extraño grupo de monjes-soldados me han persuadido de que tuvieron acceso a una sabiduría tradicional de muy remota antigüedad [...].5

Era posible mantener un grupo secreto porque los templarios fueron, en esencia, una escuela mistérica, es decir que funcionaban como una jerarquía basada en la iniciación y en el secreto. Pudo ocurrir, por consiguiente, que el templario «raso» supiera bastante menos que sus superiores, e incluso que las creencias de éstos fuesen diferentes de las de aquél. Visto así el asunto, es probable que la mayoría de los caballeros templarios no fuesen sino los sencillos soldados de Cristo que aparentaban, pero el círculo interior era otra cosa.


A lo que parece, ese círculo interior templario se creó para seguir activando los estudios de temas esotéricos y religiosos. El motivo para mantenerlos en secreto, o uno de los motivos, pudo ser que versaban sobre aspectos arcanos de los mundos judío e islámico. Buscaban literalmente los secretos del mundo dondequiera que sospechaban su presencia, y en el decurso de ese periplo geográfico e intelectual acabarían por tolerar todas las creencias, y quién sabe si abrazaron algunas pero que muy heterodoxas.


En aquellos tiempos el motivo que incitase a buscar el conocimiento pese a todas las dificultades tenía que ser muy fuerte. A los templarios nunca les interesó embarcarse en las dificultades de una investigación por amor a la ciencia; consta en la Historia que fueron gentes de intenso sentido práctico. Si emprendieron una pesquisa concreta tendrían sus buenas razones, y por eso mismo dejaron ciertas pistas en cuanto a lo que ellos consideraban especialmente importante.
 

Una de esas pistas puede hallarse en las obsesiones de Bernardo de Claraval, la primera éminence grise que tuvieron. Aquel monje intelectual, pero combativo, en apariencia fue un gran devoto de la Virgen María, como demuestran sus numerosos sermones. Pero se diría que no fue la Virgen el objeto auténtico del amor espiritual de Bernardo, sino más bien otra María, cuya identidad verdadera viene indicada por el hecho de su especial afecto a las Vírgenes negras.6

 

También escribió casi noventa sermones sobre el tema del Cantar de los Cantares, y en otras muchas prédicas suyas relacionó más explícitamente a la «Amada» con María de Betania;7 pero en aquellos tiempos nadie creía que ésta fuese otra persona sino la misma María Magdalena.


«Morena soy, pero hermosa», dice la Amada, y esa frase también vincula el Cantar de los Cantares con la veneración a las Vírgenes negras, de las que Bernardo (que era oriundo de Fontaines, cerca de Dijon, en cuyo centro hay también una Virgen negra) era excepcionalmente devoto. Él dijo que había recibido la inspiración cuando niño, al dársele tres gotas de leche milagrosa del pecho de la Virgen negra de Châtillon. Se ha especulado sobre si este comentario sería una alusión en clave a su iniciación en algún culto de ésta.8 Y cuando Bernardo predicó la segunda cruzada eligió hacerlo desde el santuario magdalaniense de Vézelay.9


Es probable, en consecuencia, que la aparente devoción mariana de Bernardo fuese simplemente la cortina de humo con que tapaba su indudable pasión por la Magdalena, aunque por supuesto la una no excluye la otra. En todo caso, cuando pergeñó la regla de los templarios les encomendó expresamente «la obediencia a Betania, el castillo de María y de Marta»,10 y se sabe que transmitió a la orden esa devoción particular.

 

Incluso mientras se enfrentaban a la extinción total, los freires que estaban presos con su Gran Maestre Jacobo de Molay en las mazmorras de la fortaleza de Chinon compusieron una oración dedicada a «Notre Dame», que elogiaba a san Bernardo como fundador de la devoción a la Santísima Virgen María.11 Pero teniendo en cuenta todos los demás indicios, esto bien pudo ser otra alusión en clave al culto de la Magdalena.


Llama la atención que los templarios jurasen «por Dios y Nuestra Señora», y también, con frecuencia, «por Dios y la Virgen Santísima».12 Por ahí se insinúa que esa «Nuestra Señora» de quien hablan en los juramentos no es la Virgen, como también lo dan a entender las palabras de la absolución templaria:

«Ruego a Dios que tus pecados te sean perdonados como Él perdonó a santa María Magdalena y al buen ladrón en la cruz».13

Al menos esto nos proporciona una demostración de la importancia que los templarios atribuían a la Magdalena. (Vale la pena observar que hallándose cautivos los del Rosellón, les fueron empeoradas deliberadamente las condiciones del encarcelamiento el día de la festividad de Santa María Magdalena, por orden expresa del papa.14 Se recordará que la matanza de Béziers se perpetró en esa misma festividad, a manera de recordatorio sobre la naturaleza de la «herejía».)


En efecto la noción de la Feminidad preocupó mucho a los templarios, lo cual no deja de sorprender habida cuenta de su imagen de guerreros. Pues bien, Charles y Nicole han descubierto que la Orden admitía mujeres. En los primeros años de su existencia, muchas mujeres tomaron los votos, aunque sólo como fámulas y nada indica que existiese un núcleo secreto de guerreras en el seno del Temple, como escriben Michael Baigent y Richard Leigh en The Temple and the Lodge (1989):

[...] una crónica de finales del siglo XII en Inglaterra menciona que una mujer fue recibida como Hermana en el Temple, lo cual parece implicar con bastante claridad una especie de ala o anexo femenino a la Orden. Pero no se ha encontrado nunca una explicación ni una digresión sobre el asunto, e incluso la información que contuviesen los autos inquisitoriales desapareció hace tiempo o fue eliminada.15

Tras estudiar detenidamente la documentación templaria, Nicole y Charles se muestran mucho más concretos:

Cuando vamos a los documentos del siglo XII encontramos muchos casos de mujeres que entraron en la Orden, al menos durante el primer siglo de existencia de ésta. Al ingresar prestaban juramento de donar «mi casa, mis tierras y mi cuerpo y alma a la Orden del Temple»; al pie de esos documentos se hallan firmas de mujeres así como de hombres. En ocasiones ambos cónyuges ingresaron juntos, así que las esposas debieron de jurar también. Tales documentos se encuentran principalmente en esta región [el Languedoc], y los ejemplos son lo bastante numerosos como para dar a entender que en algún momento dado la orden debió de contar con no pocas mujeres.

También señalan que más adelante fueron cambiadas las reglas, prohibiéndoseles expresamente admitir mujeres: de lo cual se deduce que antes lo hacían.


Cuando nos manifestamos algo sorprendidos de que esto no fuese más conocido —pues ciertamente, salvo alguna vaga insinuación la presencia de mujeres no se menciona en los tratados convencionales sobre la Historia de los templarios—, Charles explicó:

A veces parece que hayan dejado intencionadamente de lado muchas informaciones de ese género. Lo que hay en los libros es mucha información redundante, como si copiaran los unos de los otros. O están ciegos, o no se fijan en esos datos por algún motivo concreto. Si uno es un verdadero investigador, como se supone que deben de ser esos historiadores, el asunto salta a la vista. Pero prefieren no hacer caso.

También es notable que la encerrona del 13 de octubre de 1307 se ejecutase sin apenas derramamiento de sangre. En toda Francia los senescales del rey abrieron sus órdenes selladas, que les mandaban reunir tropas suficientes para arrestar a los soldados más aguerridos de toda la Cristiandad. Algo así como si una comisaría del Reino Unido recibiese orden de reunir a sus bobbies para detener a todos los miembros del SAS acuartelados en el pueblo. A lo que parece, la mayoría de los templarios de Francia permitieron que los enchiquerasen como a ovejas destinadas al sacrificio. También es extraño que no pidiesen refuerzos a las encomiendas de otros países.


Llama la atención que algunos, entre ellos el tesorero de la orden, consiguieran desaparecer por vías que nos obligan a preguntarnos si se les habría dado aviso.16 Por otra parte, la célebre flota de los templarios, surta en Francia, sencillamente se desvaneció. En las listas de los bienes incautados por el rey francés a los templarios no figura ni un solo barco. ¿Dónde quedó la flota? Evidentemente no debió de evaporarse en el aire.


En cualquier caso el círculo interior de la orden no escatimó esfuerzos por proteger sus conocimientos secretos. Un prestigioso especialista en estudios bíblicos, Hugh Schonfield, ha demostrado que los templarios utilizaron el sistema de codificación llamado la Cifra Atbash.17 Lo cual es verdaderamente notable porque el mismo procedimiento había sido utilizado por los autores de algunos de los Manuscritos del Mar Muerto por lo menos mil años antes de la fundación de la orden templaria.

 

Con independencia de lo que pueda significar además, el hecho por sí solo revela que el interés de los templarios por guardar sus secretos era tan grande que recurrieron a los métodos más ingeniosos, y también que tenían conocimientos de origen bastante exótico y esotérico. Schonfield explica cómo al aplicar el código al nombre del misterioso ídolo de cabeza cortada supuestamente idolatrado por los templarios, el Baphomet, resulta la palabra griega sophia. Como ha escrito Graham Hancock en The Sign and the Seal, «significa “sabiduría” nada más, pero también nada menos».18 En realidad significa bastante más que eso, y su pleno sentido aporta un matiz muy diferente a toda la raison d’étre de los templarios.


Aludida sencillamente como «Sabiduría», en hebreo Chokmah —es un personaje que figura en el Antiguo Testamento, concretamente en el libro de los Proverbios—, Sophia ha creado muchas dificultades a los comentaristas, tanto los judíos como los cristianos, porque aparece como pareja de Dios, que tiene influencia sobre Él e incluso le prodiga consejos.19


Es también figura central de la cosmología gnóstica. El texto de Nag Hammadi titulado Pistis Sophia la pone en íntima asociación con María Magdalena.


Y como Chokmah es la clave de la interpretación gnóstica de la Cábala (el importante y muy influyente sistema ocultista que sirvió de base a la magia medieval y renacentista). Para los gnósticos fue la diosa griega Atenea y la diosa egipcia Isis, que recibió a veces el nombre griego de Sophia.20


Considerado por sí solo, el uso que hacían los templarios de la palabra Sophia codificada en «Baphomet» no demuestra una especial veneración del principio femenino por parte de aquéllos. Bastaría decir que admiraban la búsqueda de la sabiduría. Pero hay otros muchos indicios de que formaba parte de una profunda obsesión por dicho principio, y de que ésta llegaba mucho más allá de lo semántico por lo que concierne a los templarios. Lo mismo que ocurre con otros grupos esotéricos, por cierto.


Como nos dijo el estudioso escocés Niven Sinclair, que tiene de ellos un conocimiento particularmente extenso, «los templarios eran grandes creyentes de lo femenino».21 Para él es indudable, y no ve nada extraño en ello.


Los templarios construyeron iglesias de planta circular, porque creyeron que ésa había sido la forma del Templo de Salomón. Lo cual, a su vez, simbolizó quizá la noción de la circularidad del universo, pero más probablemente representaba lo femenino. Las circunferencias y los círculos siempre se han vinculado a las divinidades femeninas y a todas las cosas de dicho género, en lo esotérico tanto como en lo biológico. Es un arquetipo que hallamos en muchas civilizaciones: los túmulos prehistóricos eran circulares porque representaban la matriz telúrica donde el difunto renacería a la vida espiritual. Y todos conocían la redondez del vientre grávido y el símbolo de la fase «Madre» de la divinidad femenina, la Luna llena.


Cualquiera que fuese el significado de la redondez para los templarios, desde luego no simbolizó jamás nada masculino. Una vez borrados del mapa los templarios, la Iglesia proscribió oficialmente por herética la construcción de iglesias redondas.22 Pero ya hemos observado una iglesia redonda, la French Church de Londres, y el rasgo se repite y corrobora en la ornamentación externa e interna de ese templo.


Parece, pues, que los templarios habían adquirido conocimientos exóticos y heréticos, pero ¿fue casualidad, o intención? Los indicios apuntan a lo segundo: que buscaron con asiduidad ciertos secretos, y una vez adquiridos quedaban en posición de divulgarlos o de retenerlos. Muchos de ellos quedaron retenidos; de otros dejaron pistas en forma de claves, incluso esculpidas en piedra.


De los caballeros templarios partió la iniciativa para la construcción de las grandes catedrales góticas, en especial la de Chartres. Como «promotores» principales, a veces únicos, en los grandes centros de cultura europeos, fomentaron gremios de los oficios de la construcción, sobre todo los de canteros, que eran admitidos como legos de la orden y participaban de los privilegios de ésta, particularmente la exención de tributos.23


En toda la larga Historia de las grandes catedrales ha intrigado a los expertos de muchas disciplinas el extraño simbolismo de la ornamentación y la puesta en planta de aquéllas; sólo en época reciente se ha empezado a comprender lo que indudablemente fueron: la codificación de unos conocimientos esotéricos que los templarios poseían. Al comentar la arquitectura sacra de los antiguos egipcios, Graham Hancock observa que «en Europa sólo ha sido igualada por las grandes catedrales góticas de la Edad Media, como la de Chartres», y se plantea la pregunta: «¿Fue por casualidad?». Y prosigue Hancock:

Hacía tiempo venía yo sospechando que existía en efecto una relación y que los caballeros templarios, por los descubrimientos realizados durante las cruzadas, pudieron constituir el eslabón perdido en la cadena de transmisión de un saber arquitectónico secreto [...] San Bernardo, el protector de los templarios, había definido a Dios como «longitud, anchura, altura y profundidad». Asombroso para un cristiano. Tampoco se podía olvidar que los mismos templarios fueron grandes constructores y grandes arquitectos, ni que la orden monástica cisterciense, que era la de san Bernardo, también sobresalió en este campo concreto de la actividad humana.24

La puesta en planta de las catedrales se proyectó teniendo en cuenta expresamente los principios de la geometría sagrada, o mejor dicho, para demostrarlos.25

 

Lo cual obedece a la idea de que la proporción geométrica contiene, en sí misma, una resonancia con la armonía divina, y ciertas proporciones concretas son más divinas que otras. En ello vemos un comentario a la rotunda afirmación de Pitágoras, «todo es número», y una reiteración del concepto hermético de que las matemáticas son la clave que utilizan las divinidades para hablar al Hombre. En particular fueron también adeptos de la arquitectura esotérica los pintores y arquitectos del Renacimiento, para quienes la «Regla Áurea» —en la que veían la proporción perfecta— era casi una panacea universal.


Pero no hay que creer que se redujese a eso todo su pensamiento, teniendo en cuenta además que el concepto de geometría sagrada informó toda su vida intelectual. Todos los dibujos de Leonardo, sean de humanos o de máquinas, de la corola de una flor o el perfil de una ola del mar, comunican la convicción del artista en el sentido de que las formas y las proporciones tenían una armonía y un significado. Uno de sus dibujos, el muy conocido Hombre de Vitruvio, es literalmente una encarnación de la Regla Áurea.26


Para los templarios, así como más tarde para los francmasones, el legendario Templo de Salomón fue la fina flor y el paradigma de toda geometría sagrada. No sólo era una delicia para el ojo de quienes lo contemplaban o rezaban en su interior, sino que tenía algo que iba mucho más allá de los cinco sentidos: su resonancia especial y trascendental con la misma música de los cielos. En longitud, anchura, altura y profundidad mantenía las proporciones predilectas del universo, o si se quiere, el templo de Salomón era el espíritu de Dios plasmado en la piedra.

 

El visitante moderno suele quedarse perplejo al observar símbolos obviamente astrológicos en la ornamentación pétrea de las antiguas catedrales. Sin duda, diríamos hoy, ese inconfundible símbolo de Aries esculpido en la puerta principal de tan venerable edificio sería una aberración, un capricho personal del cantero que lo dejó ahí logrando que pasara casualmente desapercibido. Y sin embargo, una y otra vez, y en muchas catedrales diferentes se repiten esos signos, pero nunca por casualidad.


Todo el grandioso simbolismo que vemos en las catedrales era entendido por los iniciados, en su tiempo, como una enunciación del antiquísimo adagio hermético: Todo lo que está arriba también está abajo. Frase que se creía tomada de la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto, el legendario mágico o mago egipcio, aunque las palabras en sí es posible que sean mucho más antiguas. Significan que todo lo que hay en la tierra tiene una correspondencia celestial, y viceversa, noción que Platón popularizó con su concepto de los Ideales. Según éste, cualquier cosa existente, desde una cuchara hasta un ser humano, no era más que una copia imperfecta de su ideal, existente en una especie de dimensión alternativa donde residían los patrones perfectos.

 

Los magos iban más lejos y postulaban que todo pensamiento y toda acción tenían un reflejo en otro plano diferente, y que existía influencia mutua e irresistible entre ambas dimensiones. Hay un eco de esa noción en la moderna idea científica de los universos paralelos. De esa manera, las leyendas de los dioses antiguos, con sus envidias mezquinas y sus manías muchas veces sórdidas, podían tomarse como representaciones arquetípicas de la raza humana.

 

Los paganos no creían que tuviese nada de particular ni de humillante el posternarse ante un Zeus Olímpico, por más que éste adoptase a veces la figura de un animal para seducir a alguna doncella terrestre. Parecía lo más natural que un dios se comportase como un hombre, pero la recíproca de esa idea, que el hombre podía llegar a ser un dios, resultaba «herética» tanto para los judíos como para los cristianos.


De todo esto, nada era nuevo para los templarios. La realización de las catedrales manifiesta un conocimiento de los principios gnósticos por parte del cantero, y por la de los caballeros que encargaron la construcción.27 En la Edad Media, si alguien tuvo el sentido de la aplicación práctica de cualquier saber esotérico, fueron ellos. El codificar en la misma piedra de las catedrales los mensajes secretos fue para ellos más que un mero capricho. Como escriben Baigent y Leigh en The Temple and the Lodge:

«[...] el mismo Dios, en efecto, había enseñado la aplicación práctica de la geometría sacra por medio de la arquitectura».28

Una vez más, la referencia apunta al Templo de Salomón.


Hijo del rey David, el legendario héroe judío, el rey Salomón construyó un Templo de belleza insuperable, en el que se usaron los materiales más preciosos.29 Mármol y piedras suntuarias, maderas de olor y brocados costosos sirvieron para crear un lugar que fuese un regalo para los sentidos de los creyentes, y donde el mismo Dios pudiera sentirse como en casa. En su corazón estaba el Santo de los Santos, donde el sumo sacerdote podía recibir realmente al Todopoderoso por mediación de aquel instrumento tan sumamente misterioso que fue el Arca de la Alianza.

 

Este artefacto de temperamento famoso se sabía que dispensaba grandes bendiciones a los «justos», por una parte, y por otra era capaz de destruir a los malvados o los que no supieran cómo contrarrestar los efectos de su funesta presencia. A lo mejor esta descripción les pareció a los templarios la del arma definitiva, y por eso andaban tan empeñados en buscarla, como algunos han supuesto.


En la ornamentación de las catedrales nosotros a lo mejor encontraremos alguna pista en cuanto a lo que los templarios creían ser el significado del «Arca». Por ejemplo la catedral de Chartres, hija de la imaginación de quien fue la eminencia gris de la orden, Bernardo de Claraval, tiene un bajorrelieve que representa a la Virgen María, según parece, con la inscripción esculpida arcis foederis, es decir Arca de la Alianza.

 

Que no resulta demasiado significativa de por sí, habida cuenta de que ése fue un simbolismo convencionalmente utilizado por el cristianismo en la época medieval. Pero si Chartres fue un centro del culto a la Virgen negra, ¿no se estará comparando el Arca con aquella otra María, la Magdalena, o tal vez incluso con una diosa mucho más antigua, y pagana? O tal vez invocan el principio de lo Femenino bajo «las especies» del símbolo mariano.

 

No puede ser una alusión a la Virgen propiamente dicha, porque los arquitectos de la catedral gótica tenían su razón especial para evocar el arquetipo de una mujer sexualmente activa. (También es significativo que las primeras representaciones de la vida de María Magdalena según la leyenda que la sitúa en Francia se hallen en los vitrales de la catedral de Chartres.)


Es la disciplina de la alquimia en realidad, tan difamada y tan mal entendida, lo que se oculta detrás de la ornamentación a veces extraña de los monumentos góticos (y también parece la alquimia el denominador común de la mayoría de los Grandes Maestres del Priorato de Sión).30


Desde sus orígenes, que muchos sitúan en el antiguo Egipto, pasando por los árabes (la misma palabra «alquimia» es de origen árabe), llegó a Europa como algo más que una ciencia: la práctica comprendía una red sutil de actividades y sistemas de pensamiento interrelacionados, desde la magia hasta los procedimientos químicos, desde la filosofía y el hermetismo hasta la geometría sacra y la cosmología.

 

También se ocupaba de lo que hoy llamaríamos ingeniería genética y métodos para retrasar los procesos del envejecimiento, así como para alcanzar la inmortalidad física. Los alquimistas tenían hambre y sed de conocimientos; como la Iglesia prohibía la experimentación, ellos pasaron a la clandestinidad y siguieron con sus investigaciones a escondidas. No veían en ellos ninguna herejía; en cambio para la Iglesia un alquimista no podía ser sino herético y la práctica acabó denominándose «el Arte Negra», a título de descalificación global.


La alquimia tiene varios niveles; el externo, o exotérico, trabaja y experimenta con los metales. Pero hay otros más secretos, que culminan en la obtención de la misteriosa «Gran Obra». Ésta se ha entendido como coronación de la vida del alquimista, que es cuando por fin se convierte el vil metal en oro. En los círculos esotéricos, sin embargo, se define también como el punto en que alcanza la iluminación espiritual y la revitalización física por medio de una «obra» mágica que gira alrededor de la sexualidad (como veremos luego). A lo que parece, la Gran Obra representaba un acto de suprema iniciación.


A lo mejor se creía que ese rito confería la longevidad: Nicolas Flamel, que fue supuesto Gran Maestre del Priorato de Sión, culminó la Gran Obra en compañía de su esposa Perenelle el 17 de enero de 1382, y se rumoreó que después de eso alcanzó una edad excepcional.31


En alquimia el símbolo de la consecución de la Gran Obra es el hermafrodita, que como su mismo nombre indica es el dios Hermes y la diosa Afrodita confundidos en una sola persona. Los hermafroditas fascinaron a Leonardo, quien llenó muchas páginas de su cuaderno con dibujos de ellos, algunos bastante pornográficos. En un estudio reciente sobre el retrato más famoso del mundo, el de Mona Lisa con su sonrisa enigmática, se ha demostrado de manera convincente que «ella» es en realidad el mismo Leonardo.

 

Mediante avanzadas técnicas computarizadas, dos investigadores que han trabajado independientemente el uno del otro, el doctor Digby Quested, del hospital Maudsley de Londres, y Lillian Schwartz, de los norteamericanos Laboratorios Bell, intentaron la superposición del rostro retratado con el del artista y descubrieron una correspondencia perfecta.32

 

Quizá no fue más que una de sus bromas excepcionalmente hábiles, en este caso dirigida a la posteridad, pero también se puede interpretar que Leonardo, como entendido en alquimia, quiso expresar su idea de la obtención de la Gran Obra.


Algunos creen que ésta implica una transformación física tan profunda que el alquimista, en caso de tener éxito, incluso podría cambiar de sexo. Y tal vez sea ése el concepto que declara la Mona Lisa. Pero el símbolo del hermafrodita expresa también el instante del orgasmo, cuando ambos protagonistas del rito experimentan la sensación de fundirse el uno en el otro, de trascender los límites físicos en una conciencia mística de sí mismos y del universo.
 

Las catedrales góticas exhiben muchas figuras curiosas, desde los demonios hasta el Hombre Verde, pero algunas causan verdadera extrañeza. En un relieve de la catedral de Nantes aparece una mujer que se contempla en un espejo, pero la parte posterior de la cabeza representa a un anciano.33 Y en Chartres, la llamada «Reina de Saba» luce barba.34 Se ven símbolos alquímicos en muchas de las catedrales vinculadas a los templarios.


Son vínculos implícitos, aunque Charles Bywaters y Nicole Dawe han encontrado en el Languedoc-Rosellón establecimientos templarios provistos de un simbolismo explícitamente alquímico:

Nuestras investigaciones han demostrado, entre otras cosas, que fueron grandes conocedores de las propiedades del suelo. En una comarca concreta fundaron un hospital para los templarios que regresaban de los Santos Lugares porque el paraje tenía propiedades salutíferas. Hay signos alquímicos en ese lugar [...].

Queda bastante claro que estuvieron familiarizados con la alquimia. Esto se revela cuando uno encuentra un emplazamiento elegido expresamente por la constitución del suelo, con signos obviamente alquímicos en la construcción y con vínculos que apuntan a los cátaros así como a los musulmanes. Son indicios documentados, incontrovertibles. La demostración es fácil.


Durante nuestro periplo por Francia hemos visto repetidas veces que las ciudades que habían sido feudos de los templarios —como Utelle, en la Provenza, y Alet-les-Bains, en el Languedoc— se convirtieron luego en centros alquímicos.


También llama la atención que los alquimistas, lo mismo que los templarios, tuviesen especial devoción por Juan el Bautista.35


Hemos mencionado ya que las grandes catedrales y muchas iglesias famosas se construyeron en lugares anteriormente dedicados a divinidades paganas. Por ejemplo, Notre-Dame de París se construyó sobre los fundamentos de un templo de Diana, y también en París había uno consagrado a Isis donde ahora está Saint-Sulpice. En toda Europa los constructores de iglesias cristianas se atuvieron a esta práctica que era política deliberada de la Iglesia para significar el carácter definitivo de su triunfo sobre el paganismo.

 

Lo que sucedió en realidad, sin embargo, fue que las gentes adaptaron sus creencias politeístas absorbiendo en ellas el cristianismo, de manera que el nuevo edificio venía a complementar la vieja religión en vez de reemplazarla. Pero teniendo en cuenta lo que sabemos acerca de los designios más profundos de los templarios, ¿no es posible que la intención de las catedrales fuese la de prolongar el culto al principio femenino en vez de suprimirlo? Quizá las catedrales fueron himnos a la diosa esculpidos en piedra, y la «Notre-Dame» a quien se consagraron tantas de ellas era en realidad ese principio, la Sophia.


A muchos observadores actuales la arquitectura gótica les parece más bien «masculina» con sus agujas altísimas y sus plantas en cruz latina. Pero la ornamentación es predominantemente femenina, en especial los espléndidos rosetones.

 

Barbara G. Walter ha puesto de relieve los significados de la rosa:

[...] que era para los antiguos romanos la Flor de Venus y la insignia de la prostitución sagrada. Las cosas que se decían «bajo la rosa» (sub rosa) eran los misterios sexuales de Venus, y no se revelaban a los no iniciados [...].


En la gran era de los constructores de catedrales, cuando se veneró a María como la diosa en sus «Palacios de la Reina de los Cielos» o Notre-Dames, con frecuencia se le dirigían epítetos como Rosa, Rosario, Corona de rosas, Rosa mística [...]. Lo mismo que un templo pagano, la catedral gótica representaba el cuerpo de la Diosa, que era también el Universo y contenía dentro de sí la esencia de la divinidad masculina [...].36

La rosa, como veremos luego, fue también el símbolo que adoptaron los trovadores del sur de Francia, aquellos autores e intérpretes de canciones amorosas íntimamente conectadas con los misterios eróticos.


Existen en las catedrales góticas más símbolos que transmiten intensos mensajes subliminales acerca del poder de lo Femenino. Las telas de araña esculpidas —imagen que se reitera en la luz de la cúpula de la londinense Notre-Dame de France— representan a Arachné, la diosa que teje los destinos de la humanidad, función también asignada a Isis. De manera similar, el gran laberinto en el piso de la catedral de Chartres alude a los misterios femeninos, donde el iniciado sólo podrá guiarse por el hilo que la diosa ha hilado especialmente para él. No es la Virgen María quien recibe culto en este lugar, evidentemente, el cual contiene además una Virgen negra: Notre-Dame de Sous-Terre, o Nuestra Señora de la cripta, o de los sótanos. (imagen abajo)

 

Uno de los vitrales de Chartres representa la llegada de María Magdalena en barco, lo cual combina la alusión a esta leyenda con otra a la de Isis, quien solía preferir también dicho medio de transporte. (Y tal vez el título de Nautonnier, «timonel», que es uno de los atributos del Gran Maestro del Priorato, indica la supuesta función de éste en el Barco de Isis.) Esa ventana policromada es la representación más antigua de la leyenda de la llegada a Francia de la Magdalena; su presencia en una catedral tan alejada de la Provenza indica el poderoso significado que debían de atribuirle los arquitectos.


Mientras los constructores erigían sus catedrales la herejía encontraba otro camino de expresión para garantizar la perdurabilidad de su mensaje a través de la Historia... aunque, como sucede también con la Última Cena de Leonardo, muchas veces se hayan interpretado erróneamente los códigos de dicha expresión. Esa otra tradición herética es la de las leyendas del Grial.


Hoy día la expresión «Santo Grial» viene a significar un objetivo difícil de alcanzar, o el espléndido premio que corona la obra de toda una vida. Muchas personas saben que se refiere a un objeto muy antiguo, y de significado religioso, por ejemplo el cáliz del que bebió Jesús en la Última Cena. De acuerdo con una leyenda, José de Arimatea, el amigo rico de Jesús, recogió en dicho recipiente la sangre derramada en la Crucifixión, y luego se descubrió que tenía milagrosas propiedades curativas.

 

La búsqueda del Santo Grial se entiende como una peregrinación llena de peligros físicos y espirituales, durante la cual el buscador pelea contra enemigos de muchas clases, algunos de ellos pertenecientes a los dominios de lo sobrenatural. En todas las versiones del relato el cáliz es un objeto material y, al mismo tiempo, un símbolo de la perfección. Se diría que representa algo que pertenece simultáneamente a dos dimensiones distintas, la real y la mítica. Por eso ejerce un ascendiente incomparable sobre la imaginación.


El Grial puede ser visto como un objeto misterioso, un tesoro real escondido en alguna cueva de alguna parte, pero siempre le acompaña la idea implícita de que simboliza algo inefable y que no está en el mundo cotidiano. La aureola de búsqueda espiritual no sólo proviene de la leyenda originaria, sino también de la cultura en que aquélla floreció.


De los muchos miles de palabras que se han escrito sobre el tema en el decurso de los siglos, a nuestro entender algunas de las más acertadas se encuentran en The Holy Grail, obra de Malcolm Godwin publicada en 1994. Es un notable repaso a las distintas versiones de la leyenda, así como a sus múltiples interpretaciones; además ha sabido mirar con perspicacia a través de la verborrea para ir al grano del asunto. Aparte las pistas principales conducentes a los romances griálicos de finales del siglo XII y comienzos del XIII, que son la cristiana y la céltica, identifica una tercera y no menos importante, la alquímica.

 

Así revela que las versiones más primitivas de la leyenda del Grial remiten indudablemente a los mitos célticos del llamado cielo del rey Artús y su corte. Muchos elementos de estas leyendas manejan nociones de cultos a antiguas divinidades femeninas celtas. El ciclo del Grial redefinió estas antiguas leyendas celtas y, las amplió para incluir algunas de las ideas heréticas que circulaban hacia el siglo XIII.


El primer romance del Grial fue el inacabado Le Conte del Graal de Chrétien de Troyes (hacia 1190). Vale la pena observar que la ciudad de Troyes, cuyo nombre adoptó Chrétien, era un centro cabalístico y emplazamiento de la capitanía templaria fundacional, además de sede de la corte del conde de Champagne (de quien eran vasallos la mayoría de los nueve caballeros fundadores del Temple). Y la iglesia más famosa de Troyes está consagrada a María Magdalena.37


En la versión de Chrétien no dice que el Grial fuese un cáliz ni describe expresamente ninguna relación con la Última Cena ni con Jesús. En realidad no hay ninguna connotación religiosa obvia, o incluso algunos comentaristas han afirmado que el ambiente de la obra, en la medida en que se consigue concretarlo, es claramente pagano.38

 

Considerado como objeto, en este caso resulta ser una bandeja o un plato, lo cual como veremos en seguida es muy significativo. De hecho Chrétien se inspiró en un cuento céltico muy anterior cuyo protagonista fue Peredur,39 el cual durante su búsqueda se tropezó en un castillo con una procesión horripilante y de marcado carácter ritual. En la que transportaban, entre otras cosas, una jabalina goteando sangre y una cabeza cortada puesta en un plato.

 

Rasgo común de las leyendas del Grial es el momento crítico en que el héroe se abstiene de formular una pregunta importante, cuyo pecado de omisión le arrastra a graves peligros.

 

Como escribe Malcolm Godwin,

«en este caso la pregunta no dicha se refiere a la naturaleza de la cabeza. Si Peredur hubiese preguntado de quién era la cabeza y qué tenía que ver con él, habría sabido cómo anular el encantamiento del Yermo» (la tierra baldía sobre la cual había caído la maldición de la esterilidad).40

Pese a la falta del desenlace la narración de Chrétien conoció un éxito inmediato y suscitó una larga serie de imitaciones... muchas de éstas explícitamente cristianas. Pero como dice Malcolm Godwin refiriéndose a los monjes que las escribieron:

Envolvieron una obra de la más profunda herejía en tantas capas de misterio devoto, que tanto la leyenda como sus autores consiguieron escapar al ardoroso celo de los Padres de la Iglesia. Las mentes ortodoxas de la Roma pontificia, aunque jamás reconocieron en realidad la existencia del Grial, manifestaron una sorprendente debilidad a la hora de condonarla... Y lo que es más curioso, la leyenda no quedó afectada por la caída de los herejes cátaros... ni siquiera por la de los caballeros templarios, implícitamente aludidos en los diversos textos.41

Una de estas versiones cristianizadas fue el Perlesvaus, atribuido por algunos a un monje de la abadía de Glastonbury y fechada hacia 1205, mientras que otros creen que fue obra de un templario anónimo.42 En realidad este cuento narra, no una sino dos búsquedas entretejidas. El caballero Gawain busca la espada que sirvió para decapitar a Juan el Bautista y que sangra mágicamente todos los días a las doce. En uno de los episodios el héroe se encuentra con un carro que contiene 150 cabezas cortadas de caballeros, las unas selladas en oro, las otras en plata y algunas en plomo. También hay una extraña damisela que lleva en una mano la cabeza de un rey, sellada en plata, y en la otra la de una reina, sellada en plomo.


En el Perlesvaus los privilegiados sirvientes del Grial visten prendas blancas adornadas con una cruz roja, lo mismo que los templarios. Hay también una cruz roja erigida en medio de un bosque, y se apodera de ella un clérigo que la golpea con un bastón «por todas partes», episodio que vemos en evidente relación con el cargo formulado contra los templarios al acusarlos de escupir y pisotear la cruz. Una vez más aparece una curiosa escena en relación con las cabezas cortadas.

 

Uno de los custodios del Grial le dice al protagonista Perceval:

«Aquí están las cabezas selladas en plata, y las cabezas selladas en plomo, y los cuerpos a los que pertenecen esas cabezas: Os digo que traigáis aquí las cabezas del Rey y de la Reina».

El simbolismo alquímico asoma por todas partes: metal vil y metales preciosos, reyes y reinas. La misma imaginería retorna abundante en otra obra que reformula el mito del Grial, como veremos luego.


Pese al tácito desagrado que el Grial inspiraba a la Iglesia, la versión más cristianizada fue obra de un grupo de monjes cistercienses. Titulada la Queste del San Graal, es de destacar que recurre al Cantar de los Cantares en su poderoso simbolismo místico.43


Todas ellas son extrañas, pero la más extravagante —aunque también la más sugerente— es el Parzival del poeta bávaro Wolfram von Eschenbach, datado hacia 1220.44 En ella el autor declara expresamente su propósito de enmendar la versión de Chrétien de Troyes, que no contenía todas las informaciones disponibles. Y asegura que la suya es la más exacta porque ha recibido el relato auténtico de un tal Kyot de Provenza. El cual ha sido identificado como Guiot de Provins, monje que fue portavoz de la Orden templaria y también trovador.45 Como escribió Wolfram en el Parzival:

«El relato auténtico con la conclusión del romance fue enviado desde la Provenza a tierras alemanas».46

Pero ¿qué alcance tiene esa conclusión? En el Parzival el Castillo del Grial es un lugar secreto guardado por los templarios, a quienes significativamente Wolfram llama «los bautizados», que tienen por misión la propagación secreta de su fe. La Compañía del Grial se caracteriza por su afición al secreto y su aversión a ser preguntada.


Al final del relato, Repanse de Schoye (la portadora del Grial) y Fierefiz el hermanastro de Parzival parten hacia la India y engendran un hijo llamado Juan, el famoso Preste Juan, primero de un linaje cuyos miembros toman siempre el nombre de Juan... ¿Entenderemos esto como una alusión en clave al Priorato de Sión, cuyos Grandes Maestres supuestamente adoptan siempre dicho nombre?


Este concepto de linaje es fundamental para las teorías de Baigent, Leigh y Lincoln en relación con el Grial. Tal como indica el título de su primer libro, para ellos el «Santo Grial» era la «Santa Sangre» en realidad. Lo cual se basa en la idea de que el original francés sangraal, por «santo Grial» si se coloca el espacio para que diga san graal, debería escribirse más propiamente sang real, la sangre real que en la interpretación de ellos significa un linaje. Baigent, Leigh y Lincoln relacionan las leyendas del Grial interpretadas en función del linaje con lo que ellos creen es el gran secreto de Jesús y la Magdalena: que eran esposo y esposa, de donde resulta la hipótesis de estos autores, que el Grial de las leyendas era una referencia simbólica a los descendientes de Jesús y María Magdalena. Según esa teoría, los custodios del Grial eran los que conocían la existencia de ese linaje secreto y sagrado, como los templarios y el Priorato de Sión.47


Esta idea suscita una dificultad, sin embargo: en los relatos griálicos se hace hincapié en el linaje de los buscadores del Grial o el de los que lo encuentran; pero el Grial mismo es una cosa aparte. Aunque sería bien posible que las leyendas aludiesen a un secreto guardado por ciertas familias, y transmitido por ellas de generación en generación, en realidad se nos antoja implausible que se refieran a un linaje. Al fin y al cabo toda la idea descansa sobre un juego con una sola palabra francesa, sangraal, y ya hemos visto que es muy difícil sostener una hipótesis que postule la conservación de un linaje «puro» en el decurso de muchos siglos.


En cambio resulta muy real la conexión entre los relatos griálicos y el legado de los templarios. Se cree que Wolfram von Eschenbach fue gran viajero y que no desconoció los establecimientos templarios del Próximo Oriente; su relato es con mucho el más explícitamente templario de todos los romances griálicos. Como ha escrito Malcolm Godwin, «en todo el Parzival, Wolfram mezcla la narración con alusiones a la astrología, la alquimia, la cábala y las nuevas ideas espirituales procedentes del Oriente».48 También incluyó simbolismos obviamente tomados del Tarot.


En esa versión los custodios del Grial en el castillo de Montsalvatge son llamados templarios explícitamente.49 El castillo en cuestión ha sido identificado con Montségur, el último reducto de los cátaros,50 conviene observar que en otro poema suyo, Wolfram llama Perilla al señor del Castillo del Grial. El señor verdadero de Montségur en la época de Wolfram se llamaba Ramon de Perella. Una vez más hallamos relacionados a los templarios con los cátaros, y a ambos con un tesoro muy valioso pero del que no se dice con claridad en qué consiste.


En la versión de Wolfram no hay ningún cáliz de propiedades sobrenaturales, sino que el Grial es una piedra, lapsit exillis, lo cual significa posiblemente la Piedra de la Muerte, aunque esto es pura especulación. Nadie lo sabe realmente. Otras explicaciones quieren que esa piedra sea la que se desprendió de la corona de Lucifer cuando éste fue precipitado de los cielos a la tierra o la famosa Piedra Filosofal (lapis elixir) de los alquimistas. Dado el contexto, esta última interpretación es la más probable: el texto en conjunto abunda en símbolos alquimistas.


Según algunos autores el personaje Cundrie, la «mensajera del Grial» en Parzival, representa a María Magdalena.51 (En 1882 ciertamente lo entendió así Wagner, el autor de la ópera Parsifal, cuando Kundry saca un frasco de «bálsamo» y unge los pies del protagonista para enjugarlos luego con sus cabellos, como hizo la Magdalena.) Tal vez podría intuirse alguna resonancia entre el cáliz del Grial y la jarra de alabastro que lleva la Magdalena en la iconografía tradicional cristiana.
No obstante, en todas las narraciones la búsqueda del Grial es una alegoría del camino espiritual del héroe hacia la transformación personal y aun la superación de ésta. Como hemos visto, no otro fue uno de los motivos principales de los alquimistas serios. Pero el carácter «herético» de todas las leyendas del Grial, ¿se explica sólo por la presencia de ese subtexto alquímico?


A la Iglesia desde luego podía ofenderla gravemente la deliberada omisión o negación de su autoridad salvífica y de la sucesión apostólica que implican los relatos griálicos. El héroe actúa por su cuenta, aunque con algunas ayudas ocasionales, en la busca espiritual de la iluminación y la transformación. De manera que las leyendas griálicas son, en rigor, textos gnósticos, por cuanto subrayan que cada uno es responsable de la situación de su alma.


Además hay en todos los relatos griálicos otra cosa implícita y mucho más capaz de ofender la susceptibilidad de la Iglesia. Inevitablemente la experiencia del Grial se describe como reservada a los iniciados superiores, a los más distinguidos de entre los elegidos, y ello en un sentido que excede incluso la trascendencia de la Eucaristía. Es más, en todos esos relatos el objeto en sí, cualquiera que sea, lo guardan mujeres. E incluso en la leyenda céltica de Peredur, aunque los donceles ciñen espada, son las doncellas quienes llevan lo que podríamos llamar el Grial prototípico, la bandeja con la cabeza cortada. Pero ¿cómo es que se asigna a las mujeres un papel tan destacado en lo que era, a todos los efectos, una forma superior de la Misa? (Recordemos que los cátaros, cuya fortaleza de Montségur fue casi indudablemente el original del Castillo griálico de Wolfram, tenían un sistema de igualdad sexual en el sentido de que admitían tanto «sacerdotes» conio «sacerdotisas».)


La relación con los templarios es la más corriente en los relatos del Grial. Tal como han señalado varios estudiosos,52 la acusación de que los caballeros rendían culto a una cabeza cortada —que sería tal vez lo que llamaban Baphomet— tiene sus ecos en los romances del Grial, por donde circulan cabezas cortadas en abundancia. como hemos visto. Los poderes que los templarios atribuían al tal Baphomet, según la inculpación, eran de tipo griálico: que era capaz de hacer florecer los árboles y devolver la fertilidad a las tierras.53 De hecho no sólo se les acusó de reverenciar esa cabeza sino que además tenían, se dijo, un relicario de plata en forma de cráneo femenino sin más rótulo que un simple caput (cabeza) 54


Al considerar las implicaciones de esa cabeza femenina y tras «descifrar» Baphomet como Sophia, Hugh Schonfield escribe:

Parece poco dudoso que la cabeza de una bella mujer representaba para los templarios a Sophia en su aspecto femenino y de Isis, y que la vinculaban a María Magdalena en la interpretación cristiana.55

Entre las reliquias de los templarios figuraba también, según se ha dicho, un dedo índice derecho atribuido a Juan el Bautista. También esto puede ser más significativo de lo que parece a primera vista. Como hemos dicho en el capítulo primero, las escenas religiosas que pintó Leonardo suelen presentar un personaje que levanta dicho dedo en actitud intencionada, casi ritual, ese gesto tiene que ver con Juan el Bautista, según todas las apariencias. Veíamos por ejemplo que en La Adoración de los Magos dicho personaje se halla en actitud reverente mirando un algarrobo al tiempo que hace el ademán. Ambos, árbol y gesto, están vinculados a ese Juan. Y si Leonardo creyó que la reliquia que decíamos estuvo en poder de los templarios, quizá fue esa la razón material de que adoptase tal imaginería en sus cuadros.


(En su Leyenda dorada, Jacobo de Voragine recogió una tradición según la cual el dedo de Juan el Bautista, única parte del cuerpo decapitado que se salvó de su destrucción a cargo del emperador Juliano, fue llevado a Francia por santa Tecla; de manera que podría existir algún motivo para creer que la reliquia de los templarios y la de la leyenda fueron la misma cosa. En una tradición también recogida por De Voragine, la cabeza del Bautista fue enterrada debajo del templo de Herodes en Jerusalén. Y los templarios excavaron allí.)56

 

Son numerosas las asociaciones de los templarios con el Grial. La británica Nina Epton, autora de libros de viajes, ha descrito en The Valley of Pyrene (1955) cómo subió a ver las ruinas del castillo templario de Montréal-de-Sos en Ariège para ver unos murales que representaban una lanza de la que se desprendían tres gotas de sangre, así como un cáliz: imágenes directamente tomadas de las leyendas griálicas.57

No menos sorprendentes fueron los graffiti encontrados en un castillo de Domme que sirvió de cárcel a numerosos templarios. Ean y Delke Begg describen una extraña escena de Crucifixión en la que aparece a la derecha José de Arimatea (llevando además una cruz de Lorena) que recoge unas gotas de la sangre de Jesús. A la izquierda se veía una mujer desnuda y embarazada portando una vara o bastón.58


Hay otras asociaciones, todavía más curiosas. En Saint-Martin-du-Vésubie, en Provenza, lugar renombrado por su Virgen negra y porque tuvo un establecimiento templario, hay una tradición que incorpora elementos interesantes de los relatos griálicos.59 Dice que todos sus templarios fueron ejecutados por decapitación —historia muy improbable atendida la total ausencia de verificación oficial—, pero ellos antes de morir maldijeron la tierra, los hombres se volvieron impotentes o estériles, y las tierras se convirtieron en eriales.

 

Cualquiera que sea la verdad del asunto, consta históricamente que el duque Manuel Filiberto de Savoya mandó exorcizar aquellas tierras en 1560 porque se hallaban en un estado desastroso. Y hay una montaña vecina que lleva todavía hoy el nombre de Maledia (aproximadamente traducible por «enfermedad»). Pero lo más significativo de esa lamentable historia es que vincula a los templarios decapitados con la esterilidad que afligió al país, siendo éstos dos elementos principales del canon griálico. Algo tenían las cabezas cortadas para los autores de esos relatos, o tal vez una sola cabeza cortada, que traía la desgracia a la tierra, aunque también podía favorecer a algunos y hacerlos ricos.


Desconciertan un poco, diríamos, tantas historias sobre el Santo Grial y sus diversos hilos colaterales, pero en su monumental estudio sobre las leyendas griálicas, The Hidden Church of the Holy Graal (1902), el gran entendido en ocultismo A.E. Waite supo distinguir la presencia de una tradición secreta dentro del cristianismo, que subyace en todo el concepto de dichas leyendas. Waite fue de los primeros que identificaron sus elementos alquímicos, herméticos y gnósticos.


Aunque estaba seguro de que las leyendas del Grial contenían fuertes indicios de la existencia de tal «Iglesia oculta», no aventuró ninguna conclusión definitiva acerca de su naturaleza, si bien concedió lugar destacado en ella a lo que él llamaba «la Tradición Juanista [o Johánnica]».60 Con esto nos remite a una idea sostenida desde hace mucho tiempo en los círculos esotéricos y que se refiere a una escuela mística del cristianismo fundada por Juan el Evangelista y basada en las enseñanzas secretas que éste recibió de Jesús. Ese conocimiento arcano nunca apareció en el cristianismo externo o exotérico transmitido por las enseñanzas de Pedro. Según Waite, y vale la pena reparar en ese detalle, dicha tradición llegó a Europa por la Galia meridional, es decir el sur de Francia, antes de filtrarse a la primitiva Iglesia céltica de las islas británicas.61


Pese a los elementos célticos que contienen los relatos del Grial, él opinaba que la influencia juanista había tenido su origen en el Oriente Próximo y que fueron los templarios quienes la transmitieron. Astutamente se abstuvo de postular que ésa fuese la única conexión posible. ya que ésta no tiene ninguna prueba concluyente que la corrobore, si bien admitió que era la más plausible. En cualquier caso estaba seguro de que los romances del Grial se basaban en algún tipo de «Iglesia oculta» y relacionada con los templarios.


La insistencia de Waite en esto de una tradición «johánnica» produce algo de frustración en el lector, porque no desarrolla el tema y sus fuentes quedan envueltas en el misterio. Pero es obvio que aporta una idea seductora, la de la relación entre los temas griálicos y un cierto san Juan... aunque todavía no se ha dicho cual de ellos, y su identidad, que veremos en el capítulo siguiente, confiere sentido a buena parte de la aparente confusión que rodea el asunto.


Los relatos del Grial vienen a ser una manifestación más de las ideas clandestinas que circulaban por la Francia medieval bajo los auspicios de los templarios, como también la veneración de Vírgenes negras. Entre lo uno y, lo otro hay conexiones sorprendentes, por ejemplo la derivación de temas paganos anteriores: la mitología céltica en el caso de las leyendas del Grial, los santuarios de antiguas diosas paganas en el culto de las Madonas negras. Y ambos florecieron en los siglos XII y XIII como resultado del contacto con los Santos Lugares a través de los templarios.


Éstos fueron un conservatorio de conocimientos sacados de muchas fuentes esotéricas, entre ellas las alquímicas y la sexualidad sacra. (La relación entre Vírgenes negras, templarios y alquimia fue estudiada por el historiador francés Jacques Huynen en su libro L’énigme des Vierges Noires, 1971) Y el «puente» entre esas ideas exóticas y esotéricas y el mundo cristiano de su época lo encarnó la imagen de una mujer: María Magdalena.


De todo eso han pasado muchos siglos. Los cátaros desaparecieron y los templarios no tardaron mucho en seguirlos. ¿Habrá quedado enterrado también bajo las cenizas de los siglos aquel conocimiento secreto, aquella conciencia mística y alquímica de lo Femenino?


Tal vez no. Tal vez se ha convertido en el secreto más emocionante y peligroso, todavía vivo en los subterráneos de la Europa de hoy.
 

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