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			LOS JINAS 
			ISLÁMICOS
 
 Entre los hombres cultos de nuestra sociedad se da esta paradoja: la 
			mayor parte de ellos, cuando se les habla de «espíritus», de 
			«entidades no humanas», de «extraterrestres», etcétera, fruncen el 
			ceño y consideran todo el asunto como alucinaciones o como relatos 
			de ciencia ficción.
 
			  
			 Pero, por otra parte, vemos a esas personas 
			profesarse católicos o cristianos, si no fervientes, por lo menos 
			sinceros. O lo que es igual, se dicen seguidores de una religión en 
			donde la existencia de espíritus no humanos es cosa no sólo 
			admitida, sino obligadamente admitida. 
 Según la doctrina oficial, no se puede ser buen católico sin admitir 
			la existencia de los ángeles y de los demonios, tal como ha sido 
			definido en varios concilios y tal como la autoridad «infalible» del 
			Papa lo ha enseñado en muchas ocasiones y muy recientemente.
 
 Lo cierto es que estas escuelas de pensamiento universales y 
			milenarias llamadas religiones, que han creado culturas y que han 
			configurado a lo largo de los milenios la historia de la Humanidad, 
			admiten sin ninguna duda la existencia de inteligencias no humanas 
			que se entrometen en las vidas de los hombres.
 
 Y según algunas de ellas, los mismos hombres, cuando mueren o 
			«desencarnan» —como se dice en el espiritismo—, se convierten en 
			espíritus incorpóreos que tienen mucho que ver con las vidas de los 
			humanos vivientes. No hay religión que no tenga nombres, y en 
			abundancia, para designar a estos seres, lo cual quiere decir que no 
			sólo creen en ellos de una manera genérica, sino que hacen 
			distinción entre sus diversas clases y rangos.
 
 En el mismo cristianismo no se les llama simplemente ángeles, sino 
			que se hace distinción entre «Tronos», «Dominaciones», «Potestades», 
			«Querubines», «Serafines», «Ángeles» y «Arcángeles» que son los de 
			rango supremo.
 
			  
			 Y lo mismo sucede con los demonios, que tienen un 
			escalafón, muy ordenado hasta llegar a Luzbel o Satanás que es el 
			jefe de todos. En esto está muy clara desde hace siglos la teología 
			clásica cristiana y el Papa actual se ha encargado de recordárselo a 
			los fieles olvidadizos, que por cierto son bastantes y no le hacen 
			mucho caso. 
 Pues bien, de entre todas las religiones, el islam es el que más ha 
			profundizado en el conocimiento de estas entidades extrahumanas o 
			por lo menos el que mejor ha descrito sus manifestaciones.
 
 Cuando nos asomamos a la vastísima literatura de la cultura 
			islámica, escrita mayormente en árabe y de carácter eminentemente 
			religioso, nos encontramos con unos personajes no humanos que 
			coinciden en todo con otros que también nos salen al paso en la 
			moderna literatura ovnística. Ni los teólogos y ascetas del islam 
			que describieron estas entidades tenían idea de lo que siglos 
			después se llamaría en ovnilogía «extraterrestres», ni, hablando en 
			general, los investigadores del fenómeno OVNI conocen lo que ascetas 
			y teólogos mahometanos dijeron de sus «jins».
 
			  
			 Y, sin embargo, las 
			acciones que ambos describen son fundamentalmente las mismas. 
 La palabra árabe «jin» o «djinn», proviene, según Mario Roso de 
			Luna, de la misma raíz de la que proviene la palabra «genio», que 
			encontramos en todas las lenguas arias con el significado de 
			«divinidad menor» o «espíritu de la naturaleza», que puede ser 
			benévolo o malévolo y que con mucha frecuencia tiene un gran sentido 
			del humor, aunque no siempre de buen gusto.
 
 Roso de Luna, que por supuesto admite su existencia y que tanto 
			gusta hablar de ellos en sus interesantísimas obras, les llama 
			siempre con la palabra castellana «jina» que será la que nosotros 
			usaremos en adelante.
 
 Antes de proseguir tengo que decirle al lector que casi todo lo que 
			en este capítulo diré acerca de la idea que en el islam se tiene de 
			estas entidades, lo he tomado del profundo estudio que sobre ello 
			hizo mi querido amigo Gordon Creighton, editor de la más importante 
			revista del mundo sobre el fenómeno OVNI, la Flying Saucer Review de 
			Londres.
 
 La autoridad de Gordon Creighton sobre este particular es 
			incuestionable y sus años al frente de la revista Flying Saucer lo 
			avalan. Hombre de vastísima cultura, lector infatigable en diez 
			idiomas, ha sido capaz de recopilar un acervo de información acerca 
			del fenómeno OVNI y de todo lo que él conlleva, como probablemente 
			ninguna otra persona en el mundo. Cuando hace ya años le hice mi 
			primera visita en Londres, lo encontré a la puerta de su casa 
			leyendo un periódico en chino.
 
 Pues bien, Gordon Creighton, después de haber leído miles de páginas 
			en árabe a lo largo de su ya extensa vida, ha logrado compilar 
			valiosísimos textos que resumen lo que en el islam se cree de estas 
			misteriosas entidades.
 
 Los teólogos mahometanos creen que hay dos clases de espíritus 
			inteligentes:
 
				
					
						
							
							1) los ángeles 
							 
							2) los jinas 
			 Los ángeles, según ellos, son espíritus puros que intervienen menos 
			en las vidas de los hombres. Los jinas son inferiores en rango a los 
			ángeles, están más cerca de nosotros, y son capaces de 
			materializarse en nuestro mundo de mil maneras diferentes, que van 
			desde formas vivientes animalescas hasta objetos aparentemente 
			inanimados.  
			  
			 Pero su manera preferida es la forma humana. Y a 
			diferencia de los ángeles, gustan mucho de entrometerse en las vidas 
			de los hombres y lo hacen con unas características y preferencias 
			muy concretas, tal como veremos en seguida. En los cuentos de Las 
			Mil y una Noches encontramos ejemplos de estas interferencias y 
			poderes de los jinas. 
 Hasta aquí la teología islámica no nos dice nada fundamentalmente 
			nuevo o diferente de lo que nos dice la teología de otras 
			religiones, incluida la cristiana, en donde al demonio se le llama 
			«el imitador» o «el tentador», y lo vemos a todo lo largo de la 
			historia eclesiástica no sólo incitando a los hombres a rebelarse 
			contra Dios, sino apareciéndose bajo mil formas grotescas para presidir aquelarres y misas negras. Éstas, a pesar de que a las 
			autoridades tanto civiles como eclesiásticas nunca les han gustado 
			nada y las han castigado muy severamente con leyes y cánones, y a 
			pesar de que han tratado lo más posible de disimularlas o 
			encubrirlas, han existido siempre, no sólo en la Edad Media, sino en 
			nuestros días y a cada poco los periódicos y revistas —no las del 
			corazón, porque ésas tratan de otras brujas y aquelarres— se 
			encargan de recordárnoslo.
 
 Y no sólo el demonio se presenta bajo formas grotescas, sino que, 
			según la misma teología, se puede transfigurar en «ángel de luz», 
			como nos dice san Pablo, para engañar a los creyentes.
 
 En otras religiones, esta capacidad que tienen los espíritus de 
			convertirse en animales es algo fundamental en sus creencias. El 
			nahualismo de los pueblos centroamericanos es un ejemplo bien 
			estudiado, pues a pesar de los siglos transcurridos tras su 
			«conversión» al cristianismo, todavía sigue vivo entre los 
			descendientes de aztecas y mayas entre otros.
 
 En el islam —más de 600 millones de personas— rebasa el ámbito 
			religioso y toma cuerpo en la vida social. En los tribunales de casi 
			todos los países de mayoría islámica, si una mujer acusada de 
			infidelidad conyugal dice que el padre del niño es un jina, el 
			tribunal lo tomará en consideración y se limitará a decirle que 
			tiene que probarlo. Pero los jueces no pondrán en duda la existencia 
			de semejantes seres ni de que éstos sean capaces de violar o seducir 
			a una mujer.
 
 En un tribunal occidental, semejante defensa sólo serviría para que 
			los asistentes soltasen una carcajada o para que el juez le llamase 
			la atención a la mujer y a su abogado por faltar al respeto al 
			tribunal. En la jurisprudencia mahometana la violación de una mujer 
			por un jina (y lo mismo se puede decir de la seducción de un varón 
			por un jina femenino) es algo perfectamente posible, aunque no sea 
			una cosa ordinaria, al igual que para la mentalidad de algunos 
			Padres de la Iglesia, de la Edad Media y de los principios del 
			cristianismo, no era ordinario pero era perfectamente posible que un 
			íncubo tuviese trato carnal con una mujer. La Inquisición alemana 
			llevó a la hoguera a millares de mujeres por semejante delito y san 
			Agustín creía que el anticristo nacería de la unión de un íncubo y 
			una mujer.
 
 No sólo en este particular la creencia en los jinas tiene cabida en 
			la vida civil entre los mahometanos, sino también en asuntos 
			relacionados con el derecho de propiedad. Los juristas mahometanos 
			hace ya siglos que estudiaron este tema a fondo y han elaborado toda 
			una jurisprudencia en la que estas entidades no humanas aparecen 
			como sujetos de derecho o como posibles causantes de acciones sobre 
			las que los tribunales se sienten con jurisdicción.
 
 He aquí cómo Gordon Creighton resume lo que en el islam se cree de 
			los jinas:
 
				
					
					
					En su estado normal, no son visibles para la visión humana 
			común.
					
					Sin embargo son capaces de materializarse y de presentarse 
			en nuestro mundo físico y se pueden hacer visibles o invisibles 
			alternativamente.
					
					Pueden cambiar de forma y aparecer en cualquier disfraz grande o pequeño.
					
					También pueden presentarse como 
			animales. 
			 Gordon Creighton añade sus comentarios a cada una de estas 
			capacidades de los jinas, relacionando lo que dice la teología y la 
			literatura islámicas con casos concretos y bien documentados 
			publicados por la revista Flying Saucer en sus más de 30 años de 
			existencia.  
			  
			 En concreto, tras el número 4, él añade entre paréntesis 
			(¿yetis?, ¿pumas?, ¿monstruos de Lago Ness?). 
 En este particular, desde hace bastantes años he llegado a Ia 
			convicción de que algunos de los animales «mitológicos», tanto de 
			tiempos pasados como de los presentes, pertenecen a este tipo de 
			manifestaciones.
 
			  
			 El monstruo del Lago Ness que Gordon Creighton pone 
			con interrogaciones, es uno de estos casos típicos a los que hay que 
			quitarle el signo de duda. Ha sido investigado larga y 
			repetidamente, en algunos casos con métodos científicos depurados, y 
			jamás se ha podido llegar a ninguna conclusión. Pero ahí están las 
			varias fotografías del extrañísimo animal y los testimonios bien 
			contrastados de testigos totalmente fidedignos, algunos de ellos con 
			unas excelentes credenciales científicas.  
			  
			 Su testimonio personal y 
			humano; es decir, el de sus sentidos y el de quien lo acompañaba, no 
			pueden tener menos valor que el testimonio de un instrumento. Pero 
			aun en este caso ahí está el repetido testimonio de los 
			instrumentos, tal como lo atestiguan las fotos obtenidas. 
 El no llegar a ninguna convicción y el que quede siempre alguna duda 
			es algo muy corriente en la investigación de estos casos y de otros 
			que pertenecen a otras áreas de la paranormalogía. No tenemos que 
			olvidarnos nunca de que estamos tratando con entidades inteligentes 
			(en algunos casos, mucho más inteligentes que el hombre) que quieren 
			positivamente disimular su presencia entre nosotros y que saben muy 
			bien cómo sembrar entre los humanos la semilla de la duda y cómo 
			desacreditar a aquellos que se atreven a tomar en serio la 
			investigación de su posible existencia.
 
 Los «científicos puros» que no creen en absoluto en la existencia de 
			estas entidades y que son los mayores enemigos o despreciadores de 
			semejantes investigaciones, achacándolas siempre a ignorancia, a 
			habladurías, a alucinaciones, a errores de apreciación o a 
			puras 
			tretas de algunos para hacer dinero, son los primeros en dejarse 
			engañar por la astucia de estos seres que deliberadamente mezclan, 
			en sus injerencias en nuestro mundo, «elementos confusionégenos» 
			—tal como ellos han dicho en alguna ocasión— para tener siempre en 
			duda el alma de los humanos acerca de su existencia.
 
 Ésta es la razón de por qué, después de miles de años de historia, 
			la Humanidad no se ha percatado todavía de que es manejada como si 
			fuese un rebaño de borregos por unos seres inteligentes que juegan 
			con ella y la usan lo mismo que nosotros hacemos con los animales. 
			El amor propio colabora para que no podamos comprender esta tremenda 
			verdad y para que nos neguemos a admitirla.
 
 La misma forma animalesca —con frecuencia los animales son deformes 
			o «especies» desconocidas por la zoología— contribuye a hacer más 
			inverosímil todo el asunto. La mente humana se niega a admitir 
			«animales inteligentes» y mucho menos «más inteligentes» que el 
			hombre. Sin embargo, hay cientos de testimonios que nos hablan de 
			«animales» actuando de manera inteligente.
 
 La presencia de formas animalescas en el mundo paranormal es muy 
			abundante. El autor ha tenido siempre muchas dudas acerca de un gran 
			perro negro que, aparecido inesperadamente, pasó ante él sin mirar a 
			un lado ni a otro, cuando se encontraba en un campo inspeccionando 
			unos cuantos animales muertos de una manera muy extraña, aquella 
			misma noche, en la que se habían visto muchos OVNIS a muy baja 
			altura. Todos los periódicos se hicieron eco de aquellas muertes 
			achacándoselas, entre otras raras causas, a «perros negros» que 
			algunos campesinos habían visto.
 
 Es mucho lo que se podría escribir sobre la relación que hay entre 
			los animales de este mundo o las formas animalescas que se nos 
			presentan del «más allá» y la parapsicología trascendente o mejor 
			aún, la paranormalogía, que estudia todo tipo de fenómenos 
			anormales, incluidos aquellos que la parapsicología académica no 
			quiere investigar.
 
 Pero sigamos con el resumen que Gordon Creighton hace de las 
			manifestaciones de los jinas según la tradición del islam:
 
				
					
					
					Son unos eternos mentirosos y engañadores; les encanta confundir 
			y llenar de estupor a los humanos mediante toda suerte de 
			invenciones y patrañas.  
			 Gordon Creighton pone como ejemplo de estos extraños gustos de los 
			jinas,  
				
				«buena parte de las sesiones espiritistas —que él parece 
			achacárselas a ellos— y la mayor parte de las "comunicaciones" que 
			reciben los contactados de los OVNIS».  
			 Efectivamente, en ambos casos hay un porcentaje enorme de falsas 
			informaciones, que en muchas ocasiones podrían considerarse como 
			bromas muy pesadas. A veces estas comunicaciones, seguidas al pie de 
			la letra por los humanos que las recibieron, han causado la muerte 
			de éstos o por lo menos les han acarreado muy serios inconvenientes. 
			De nuevo hay que decir que, por lo menos en el mundo de la 
			ovnilogía, hay no cientos sino miles de casos para probarlo y el 
			autor ha investigado personalmente docenas de ellos.  
			  
			 Y no deja de 
			ser curioso el que en la teología hebraica y cristiana a Satanás se 
			le llame repetidamente «el engañador».  
				
					
					
					Les gusta llevarse o raptar a los humanos.
					 
			 Sobre este particular todo lo que se pueda decir es poco y en 
			algunos países como Estados Unidos la desaparición de personas, y en 
			concreto de niños, comienza a ser un problema preocupante. 
 En ovnilogía hay libros enteros sobre este tema. En muchos casos no 
			ha habido testigos directos e inmediatos de que el secuestro haya 
			sido hecho por los tripulantes de un OVNI, pero se ha podido llegar 
			a esta segura conclusión basándose en hechos que no dejaban la menor 
			duda, lo mismo que el juez llega a la conclusión de que alguien es 
			culpable a pesar de que ni él ni nadie haya visto el crimen. Pero 
			hay un conjunto de circunstancias que son capaces de engendrar la 
			certeza en la mente de una persona inteligente y sin prejuicios. (A 
			los prejuiciados y a los no inteligentes, aunque se llamen o se 
			crean científicos, no hay prueba alguna capaz de hacerles cambiar de 
			opinión.)
 
 Pero en otros casos no es menester recurrir a las deducciones porque 
			ha habido testigos directos y abundantes —en un famoso caso en el 
			Brasil, todos los asistentes a un partido de fútbol— de cómo los 
			tripulantes de un OVNI se llevaban a la fuerza a un humano, que en 
			el caso brasileño fue precisamente el árbitro del encuentro.
 
 En el famoso caso de Cajamarca, en el Perú, citado ya por mí en otra 
			parte, varios vecinos fueron testigos de cómo un OVNI, bajando a 
			toda velocidad del cielo, sorbió en un segundo a Isabel Tuctá que 
			extendía ropa recién lavada, y a su bebé colocado cerca de ella, y 
			en pocos instantes se perdía en el espacio. Su marido, un modesto 
			trabajador, esperó en vano a que se la devolviesen, junto con el 
			bebé. La Guardia Civil de aquella ciudad, que hizo una seria 
			investigación, tiene todos los pormenores del caso.
 
 Como dije arriba, la desaparición de niños en Estados Unidos está ya 
			preocupando a las autoridades. Las cifras reconocidas por las dos 
			organizaciones que se encargan del asunto anda por los
 
 80.000 niños desaparecidos por año, aunque el número debe ser 
			bastante mayor, ya que muchos casos no llegan a su conocimiento dado 
			que sus padres lo ocultan por diversas razones. Otros 
			investigadores, en cambio, creen que los niños desaparecidos pasan 
			de los 200.000, tal como me aseguró John Keel, uno de los hombres 
			que más conoce de estos temas en el país de los rascacielos.
 
 Lo curioso del asunto es que a pesar de que ambas organizaciones 
			cuentan con abundantes medios para rastrear la pista de los niños 
			desaparecidos, el porcentaje de los que se encuentran es ínfimo, y 
			la mayor parte de los casos queda en el mayor de los misterios.
 
 Es cierto que se puede argumentar que existen varias causas 
			naturales para explicar estas desapariciones. Entre ellas dos son 
			las más obvias: el rapto por maníacos sectarios o sexuales o 
			traficantes de niños, y la huida del hogar paterno de muchos 
			adolescentes, por influencias de malos amigos y las drogas.
 
 Ambas posibilidades han sido estudiadas y son tenidas normalmente en 
			cuenta por los que se dedican a la búsqueda de estos desaparecidos, 
			y en algunos casos ésa ha sido efectivamente la causa de la 
			desaparición. Pero después de haber adquirido mucha experiencia 
			reconocen que si bien es cierto que esas razones existen, son la 
			causa de una ínfima parte de las desapariciones. Reconocen asimismo 
			que hay algo más profundo y misterioso que logra borrar todas las 
			pistas y que ellos no pueden identificar ni explicarse cómo lo 
			consigue en tantas ocasiones. (Ver 
			
			ilustraciones 11 y 12.)
 
 Aparte de esto está el hecho de que alrededor de la mitad de los 
			desaparecidos no llega a los cinco años, con lo que se excluyen las 
			causas que más podrían hacernos sospechar que se trata de una 
			desaparición natural; es decir, el que se hubiesen ido por 
			influencia de las malas compañías, o por amores prematuros o 
			simplemente por divergencias con sus padres. Ninguna de estas causas 
			es aplicable a un niño menor de cinco años.
 
 Como decía un ex director de una de estas dos instituciones que 
			reciben las denuncias de niños desaparecidos:
 
				
				«Después de diez años 
			me pregunto a dónde ha ido a parar una tan enorme cantidad de 
			personas. Si esto no es un monstruoso negocio muy bien organizado, 
			¿cómo es posible que no se hallen las pistas y se hagan más 
			descubrimientos? Y si es un negocio muy bien organizado, se supone 
			que de una manera general todas las personas tendrán un destino o un 
			fin parecido; pero ¿dónde están tantas personas? ¿Cómo es posible 
			que logren ocultarlas por tanto tiempo?» 
			 Éste es otro tema con el que podría llenar muchas páginas, pues lo 
			he estudiado bastante a fondo y conozco muy de cerca casos de niños 
			y personas desaparecidas en circunstancias muy extrañas, que encajan 
			perfectamente con todo lo que estamos diciendo.  
			  
			 Pero como mi 
			testimonio no dejaría de ser algo personal y el lector tendría que 
			fiarse ciegamente de mí, prefiero apoyarme en hechos públicos en los 
			que se puede comprobar que hay mucha otra gente cualificada que 
			piensa como yo, aunque no les atribuya a los hechos las mismas 
			causas. 
 Esta preocupación por la desaparición de tantos niños ha calado tan 
			hondo en algunos Estados de Norteamérica que en ciertas ciudades los 
			envases de cartón de leche fresca que cada mañana reparten los 
			lecheros por las casas, llevan impresas las fotos de las personas 
			—que casi siempre son niños— que han desaparecido en los últimos dos 
			meses. No sólo eso, sino que con cierta frecuencia los diarios y 
			revistas de aquel país publican en planas enteras las fotos de los 
			niños desaparecidos últimamente. En estas mismas páginas el lector 
			podrá ver la reproducción de dos de esas planas; una de un diario 
			comprado accidentalmente por mí en Nueva York, un día que pasé por 
			allí, y otra de la revista que la compañía «Eastern Airlines» 
			publica para distribuir entre sus pasajeros.
 
 ¿Es que sólo en Estados Unidos desaparecen personas?
 
			  
			 Ni mucho menos. 
			Lo que pasa es que en aquel país han caído antes en la cuenta de tan 
			extraño fenómeno y le están haciendo frente. En otros países, aunque 
			sucede poco más o menos lo mismo, primero tardarán más en darse 
			cuenta oficialmente de ello, y después lo negarán farisaicamente, 
			porque a las dignísimas autoridades nunca les ha gustado que sucedan 
			cosas que se escapan a su control o de las que no se puede dar 
			explicación «científica». 
 Pero las desapariciones son un fenómeno que se ha dado siempre y que 
			vemos reflejado no sólo en el folklore de hadas y duendes —una de 
			cuyas diversiones consistía en llevarse a niños y doncellas—, sino 
			en periódicos y revistas de nuestros días que de vez en cuando nos 
			presentan casos de esta índole, aunque por supuesto disimulados bajo 
			una gran parafernalia policíaca.
 
 Y para poner un ejemplo, hace sólo dos o tres meses de la fecha en 
			que escribo esto, hubo un choque de vehículos en la provincia de 
			Burgos con el resultado de varios muertos; y un niño llamado Juan 
			Pedro Martínez Gómez, de 10 años, que iba dentro de uno de los 
			coches siniestrados, desapareció sin que hasta la fecha se haya 
			sabido qué fue de él. Como no apareció entre las personas muertas, 
			se organizaron batidas en toda la región aledaña al lugar del 
			choque, no fuese que el pobre muchacho, aturdido, hubiese salido 
			caminando sin rumbo hasta caer exhausto. Pero nada se ha hallado y 
			la Policía está no menos desorientada que sus propios padres, pues 
			no se explican qué es lo que puede haber ocurrido, que en todo caso 
			está fuera de todo lo imaginable (1).
 
 Esto no quiere decir que yo crea, por el hecho de no haber 
			encontrado 
			al muchacho, que se lo llevaran los jinas. Únicamente quiero dejar 
			constancia, para los que afirman que tales desapariciones no se dan 
			entre nosotros, que en todas partes ocurren cosas por el estilo para 
			las que no hay explicación. En este caso no hay constancia alguna de 
			que su desaparición se haya debido a causas extrahumanas o 
			paranormales, pero en otros casos sí la hay y a veces testimoniada 
			por escrito por los mismos desaparecidos, o presenciada por otros. 
			(Ver ilustración n.° 13.)
 
 Aparte de este caso ha habido últimamente en España otros, que han 
			alcanzado notoriedad porque algunas revistas los han publicado con 
			lujo de detalles. Entre ellos están el del niño asturiano, perdido 
			en una excursión por los Picos* de Europa, que culminó con la caída 
			del helicóptero que lo buscaba, en la que perecieron sus siete 
			ocupantes.
 
 Muchas veces los casos que alcanzan mayor notoriedad no son los más 
			importantes desde nuestro punto de vista. Hasta ahora ha sucedido 
			que los más sospechosos han permanecido desconocidos, por ser sus 
			padres pobres campesinos sin fácil acceso a los medios de 
			comunicación.
 
 Cuando un caso de éstos salta al conocimiento público, lógicamente 
			se hacen toda suerte de conjeturas y más cuando en alguno de ellos 
			—en concreto en el de David Badía, otro niño «desaparecido» que 
			luego fue hallado ahogado en una acequia— una de sus amiguitas, de 5 
			años como él, dijo que «un señor se lo había llevado en un coche 
			para darle pasteles». Para muchos, esto es ya una solución total del 
			caso y no dudan de que se trata de un secuestro aunque se 
			desconozcan las intenciones finales del secuestrador. Y naturalmente 
			se habla en seguida de «venta de órganos para trasplantes» y de 
			«prostitución infantil, tráfico de drogas
			o venta para adopción» (revista Interviu).
 
 El periodista y las autoridades tienen todo el derecho a sospechar 
			de tales causas e intenciones, pero muy probablemente desconocen —y 
			aunque uno se lo diga no lo admiten— que en otros casos en que los 
			niños secuestrados han sido devueltos después de varios días, tras 
			«haber sido llevados a pasear por el espacio» y haber sufrido 
			profundos cambios en su psiquismo, el rapto también fue realizado 
			por individuos que desde sus autos les ofrecieron a los niños 
			golosinas o les prometieron dar un paseo muy bonito.
 
 A veces, los individuos que realizaron los secuestros caían de lleno 
			en la tópica caracterización de los famosos «hombres de negro», de 
			los que en la década de los 50 y 60 tanto se habló en la literatura 
			ovnística.
 
 Para que el lector vea que no hay nada nuevo bajo el sol, 
			transcribiré unos párrafos de mi libro Visionarios, místicos y 
			contactos extraterrestres en el que narro otras desapariciones de 
			niños, tanto en España como en otros países:
 
				
				«En 1969 se produjeron en el pueblo de Vila Velha (Espíritu Santo, 
			Brasil) varias desapariciones de niños, que si bien dieron alguna 
			luz no explicaron del todo el misterio. 
 En el mes de agosto, durante varios días, estuvieron desapareciendo 
			aisladamente niños. Nadie sabía adónde iban a parar. Al cabo de un 
			mes y medio, cuando ya los daban por desaparecidos, comenzaron a 
			reaparecer, también aisladamente, deambulando por el pueblo como si 
			fueran autómatas. Preguntados por sus padres y por las autoridades 
			dónde habían estado, no recordaban nada de lo que les había pasado 
			en todo ese tiempo.
   
				Sin embargo, hubo varios casos en que alguno de 
			los niños dijo que un señor vestido de negro lo había invitado a dar 
			un paseo en un automóvil muy elegante y que le había dado un 
			cigarrillo para fumar. A partir de ese momento ya no se acordaba de 
			más. Una niña dijo que un señor, también vestido de negro, la había 
			llevado a las afueras del pueblo hasta un aparato raro y brillante 
			que él dijo que era "su avión"; la había invitado a dar un paseo en 
			él, y cuando ella cogió miedo y le dijo que no quería ir, entonces 
			él le dio unos caramelos y le dijo que se volviese a su casa.»
				 
			 Pero el lector tiene que saber que si bien las personas que 
			desaparecen son preferentemente niños, también de vez en cuando los 
			jóvenes de ambos sexos se esfuman sin dejar rastro. En cambio, de 
			personas adultas y sobre todo de ancianos hay muchas menos noticias, 
			aunque tampoco faltan. 
 En España ha habido varios casos de jóvenes desaparecidos 
			misteriosamente en los últimos meses, descollando entre ellos el del 
			soldado José María Carnero, de 26 años, con la carrera de médico 
			terminada. Se esfumó el 8 de abril de 1978, cuando realizaba unas 
			maniobras con otros soldados en el campamento de Montelarreina, en 
			la provincia de Zamora.
 
 Comenzó a llover y sus compañeros se cobijaron bajo unos árboles; 
			José María se alejó algo del grupo y nunca más se le vio. El 
			Ejército, tras haber buscado intensamente por toda la zona, lo ha 
			considerado desertor, mientras sus familiares niegan rotundamente 
			esa posibilidad y acusan al Ejército por no suministrarles noticia 
			alguna.
 
 Ante hechos así, por una parte tan extraños y por otra tan 
			aterradores y tan humillantes para la raza humana, no deja de causar 
			estupor el comprobar que hace siglos que gentes, pueblos y culturas 
			habían caído ya en la cuenta de ello y así lo dejaron consignado por 
			escrito. No importa cómo ellos lo enjuiciaban o qué nombre le daban 
			a los causantes de tales desapariciones; lo importante es que habían 
			caído en la cuenta de ello, mientras que nuestra sociedad 
			tecnificada todavía no se ha percatado de tan preocupante fenómeno.
 
 Y bien mirado, la explicación que ellos le daban es en el fondo la 
			misma que nosotros pretendemos darle: unas entidades no humanas que 
			se dedican a llevarse seres humanos, en especial niños, a no se sabe 
			dónde ni para qué.
 
 Como dije anteriormente podría extenderme más sobre este tema de las 
			abducciones, pero como ya lo he tratado en mi libro citado, a él 
			remito al lector interesado.
 
 Sigamos ahora con las cualidades que los teólogos y escritores del 
			islam atribuyen a los jinas.
 
				
					
					
					Les encanta tentar a tos humanos en asuntos sexuales y para que 
			tengan relaciones de este tipo con ellos. La literatura árabe está 
			llena de tales relatos en los que vemos a los jinas «buenos» y a los 
			«malos» teniendo relaciones sexuales con los seres humanos. También 
			hay un considerable número de historias acerca de encuentros de 
			jinas «buenos» y santos mahometanos famosos; por ejemplo el libro 
			Manaquib al-Ara-fin tiene muchas referencias del trato de estas 
			entidades con Jalalpal-Din Rumi, el mayor poeta místico del islam, 
			que vivió desde 1207 hasta 1273.  
			 Las historias referentes al comercio carnal entre los jinas y los 
			humanos han atraído siempre grandemente la atención de los lectores 
			árabes y es importante decir aquí que en la literatura china —y los 
			chinos, salvo una pequeñísima minoría, no son musulmanes
			— también existe con relación a estos mismos hechos una gran 
			tradición que está esperando que alguien la investigue. 
 El gran catálogo de literatura árabe conocido como Fihrist compilado 
			el año 373 del calendario árabe (año 995 d. de C.) por Muhamad ben 
			Ishaq ben Abi Yaqub al Warraq, numera no menos de dieciséis obras 
			que tratan de este tema.
 
 De nuevo en este particular las creencias del islam están de acuerdo 
			no sólo con lo que leemos en el Génesis (c.G. v. 2 y 4) de los 
			«hijos de Dios uniéndose a las hijas de los hombres» —y los exégetas 
			tienen que reconocer que ésta ha sido una «palabra de Dios» muy 
			difícil de explicar—, sino con las tradiciones de íncubos y súcubos 
			a las que ya nos hemos referido de pasada y las de silfos, nereidas, 
			hadas y faunos de tiempos antiguos y de la Edad Media, que también 
			se enamoraban, raptaban y copulaban con los hijos y las hijas de los 
			hombres. Aunque no tuviésemos otras maneras de corroborar la 
			realidad de tales «leyendas», su sola presencia constante en todas 
			las culturas y a lo largo de los milenios tendría que hacernos 
			sospechar que algo hay de verdadero en ellas.
 
 Pero resulta que en nuestros días nos encontramos con los mismos 
			hechos, aunque esta vez no se los tengamos que atribuir a jinas ni a 
			silfos o faunos ni a «dioses» mitológicos ni a íncubos. En nuestros 
			días los tripulantes de los OVNIS —que son sucedáneos de todos 
			aquellos personajes «mitológicos, o mejor dicho sus modernos 
			disfraces— gustan de hacer exactamente lo mismo.
 
 Aunque los desconocedores del fenómeno OVNI piensen que afirmar esto 
			es forzar ya demasiado el paralelo, los que lo conocen bien saben 
			que éste es un tema, dentro de la ovnilogía, que ha intrigado 
			siempre grandemente, aunque a algunos investigadores «puristas» 
			—pero despistados— les resulte tabú. En capítulos pasados narré mis 
			conversaciones con alguna de las víctimas de tales contactos.
 
 Y ya fuera del terreno de la ovnilogía y por más que los espíritus 
			críticos se sonrían, el fenómeno se da con cierta frecuencia en 
			nuestra sociedad sin que de ordinario salga a la superficie y sin 
			que en muchas ocasiones se enteren los miembros de la propia 
			familia.
 
			  
			 Copio de mi libro El cristianismo, un mito más:  
				
				«Ciertas vírgenes, y también mujeres casadas, siguen siendo 
			visitadas por extraños personajes cuya existencia desconoce la 
			ciencia pero que, como antaño, siguen poseyendo la capacidad de 
			aparecer y desaparecer a voluntad, teniendo siempre en vilo y en 
			duda el alma de los humanos. Estos seres —auténticos "ángeles" o 
			"demonios"— son capaces de hacer que "una virgen conciba". Pero sus 
			motivaciones y sus últimos designios siguen siendo hoy tan confusos 
			y misteriosos como lo eran en tiempos pasados.»  
			 A veces las víctimas de tales ataques, sobre todo si son 
			adolescentes, acuden al psiquiatra obligados por sus padres, pero 
			aquél casi con certeza no creerá en absoluto en la objetividad de 
			los hechos y más bien sospechará del funcionamiento del cerebro de 
			la adolescente. Pero la mayor parte de las veces el adolescente no 
			dice nada, o, si lo dice, todo se queda en el secreto de la familia, 
			que a lo más se lo comunica a algún sacerdote de confianza que por 
			supuesto lo achacará a tentaciones del demonio en esa edad y dará 
			como único remedio invocaciones a la Virgen María y práctica 
			frecuente de los sacramentos. 
 En el caso de mujeres casadas que se sienten violadas — normalmente 
			por entidades invisibles, aunque en ocasiones también por entidades 
			visibles— es mucho más corriente que tal violación no sea comunicada 
			a nadie y si acaso a alguna amiga que le inspire mucha confianza 
			pero a la que se le exigirá un sigilo total. Es triste que 
			psiquiatras y sacerdotes no crean en esto y no sepan nada de ello y 
			por lo tanto sean completamente ineptos para ayudar a las víctimas 
			de éste y otros fenómenos parecidos, dejándolas sumidas en su 
			desesperación al no saber a quién acudir.
 
 En páginas anteriores citamos muy de pasada el caso de Mirassol, en 
			Brasil, en donde una mujer fue sometida a experimentos biogenéticos. 
			Como este tema es de una enorme y creciente importancia, al lector 
			que quiera profundizar más en él le recomendamos la lectura del 
			libro (que por el momento no ha sido traducido al castellano) 
			
			
			Intruders, de Budd Hopkins (1987).
 
 Por él se puede ver que el fenómeno OVNI tiene unas profundidades 
			insospechadas por todos aquellos que todavía andan buscando pruebas 
			de su objetividad. En relación al tema que tratamos en estos últimos 
			párrafos, el lector podrá encontrar en dicho libro casos como el de 
			Kathie, una joven casada a quien los «extraterrestres» le extrajeron 
			del útero un feto de unos cuatro meses causándole con ello un 
			tremendo trauma psíquico.
 
 La impresión general que uno recibe de la lectura del libro de Budd 
			Hopkins es deprimente y en cierta manera aterradora. Y lo mismo se 
			puede decir del libro 
			
			Comunion, de Whitley Strieber 
			(1988). Por ambos libros se puede ver que el fenómeno 
			OVNI, lejos de perder importancia o de haberse estancado, se 
			mantiene completamente vivo y se avanza sin cesar en su conocimiento 
			cuando se lo estudia sin prejuicios y con cabeza.
 
 Estos dos autores no son tercermundistas en busca de notoriedad. Son 
			dos neoyorquinos que nos narran hechos, sucedidos la mayor parte de 
			ellos en la misma ciudad de Nueva York; porque contra lo que los 
			«ufólogos» de primera enseñanza creen, la gran actividad del 
			fenómeno OVNI no se desarrolla en las montañas o en parajes 
			solitarios. Ésa es su actividad física, visible y rudimentaria. La 
			gran actividad del fenómeno OVNI y de sus tripulantes se desarrolla 
			principalmente dentro de las viviendas de los humanos y sobre todo 
			en el interior de sus cerebros.
 
 Prosigamos en el resumen de Gordon Creighton:
 
				
					
					
					Los jinas son muy aficionados a arrebatar a los humanos y 
			transportarlos por el aire, poniéndolos de nuevo en tierra —aunque 
			no siempre los devuelven— a muchas millas del lugar en que los 
			arrebataron. Y todo lo hacen en un abrir y cerrar de ojos. 
					 
			 A continuación G. Creighton dice que una confirmación de esto fue el 
			caso (sobre el que él escribió un artículo en la revista Flying 
			Saucer) de un soldado español que el 25 de octubre de 1593 fue 
			arrebatado en Manila (Filipinas) y llevado «en un abrir y cerrar de 
			ojos» a través de todo el Pacífico hasta la ciudad de México. 
			 
			  
			 Efectivamente, éste es un caso histórico, de cuando nadie hablaba de 
			«teleportaciones» de OVNIS, que documentado por los historiadores de 
			la época, frailes en su mayoría, ha permanecido siempre envuelto en 
			el misterio sin que nadie haya logrado darle una explicación 
			satisfactoria. 
 Si sólo existiese este caso no merecería la pena tomarlo en 
			consideración. Pero sucede que en nuestros mismos días y 
			atestiguados por todas las agencias de noticias del mundo, siguen 
			sucediendo casos parecidos y tan espectaculares en distancia como el 
			del soldado español del siglo XVI. En la década del sesenta se dieron 
			en Sudamérica alrededor de media docena de casos en los que las 
			personas, con sus vehículos, eran arrebatadas por los aires en 
			alguno de los países del Cono Sur y dejados preferentemente en 
			México; aunque también hubo otros casos en los que las distancias se 
			limitaban a unos cientos de kilómetros. De entre ellos se hizo 
			clásica la teleportación de la familia Vidal, que viajando en un 
			«Peugeot» fue llevada con automóvil y todo, en cuestión de horas, 
			desde Chascomús, en Argentina, hasta México.
 
 Aquí estamos de nuevo ante casos concretos y bien atestiguados que 
			para los «científicos» y racionalistas a ultranza no tienen ningún 
			valor; no porque no lo tengan en sí sino porque ellos se empeñan en 
			ignorarlos, demostrando una cerrazón de mente lamentable y muy poco 
			inteligente.
 
 Aunque tengo la tentación de poner una lista de nombres de personas 
			y de lugares concretos en donde han sucedido estos fenómenos, creo 
			sería un poco redundante ya que otros lo han hecho con más 
			detenimiento y yo mismo he escrito sobre ello en otra parte 
			(Parapsicología y religión) y el que esté interesado en el tema 
			puede leer los libros clásicos sobre OVNIS o acudir a las 
			colecciones de revistas de este tema, sobre todo a las de las 
			décadas del sesenta y setenta, en donde podrá hallar una buena 
			cantidad de relatos sobre teleportaciones.
 
 Yo he estado con dos amigos diferentes en los lugares exactos en 
			donde, después de haber visto una gran luz que venía detrás de ellos 
			por la noche en la carretera, sintieron que su coche dejaba de estar 
			en contacto con el suelo y era depositado varios cientos de metros 
			más adelante. A los dos los dejaron en la misma carretera por la que 
			iban, pero a uno de ellos le dieron en el aire la vuelta al coche y 
			lo dejaron mirando en la dirección contraria a la que llevaba. 
			Recordaba muy bien que, pasado el susto, tuvo mucho trabajo para dar 
			la vuelta allí mismo, porque era una carretera muy estrecha, y 
			seguir en la dirección que traía.
 
 En España, según me contó el gran investigador del fenómeno OVNI don 
			Manuel Osuna, se habían dado varios casos de este tipo en el 
			Aljarafe sevillano v en el colindante Condado onubense, de los que 
			él tenía datos concretos. Desgraciadamente su muerte, además de 
			arrebatarnos a un entrañable amigo, nos privó de conocer hechos 
			interesantísimos acaecidos en aquellas regiones que él conocía tan 
			bien y que tan fecundas son en manifestaciones de este tipo.
 
 En Portugal, y fuera de la ovnilogía, está en la actualidad el caso 
			de la vidente de Ladeira do Pinheiro, que en no menos de 16 
			ocasiones ha sido arrebatada por el aire en presencia de cientos de 
			devotos que rezan el rosario, y a veces se ha perdido entre las 
			nubes, estando por allá un buen rato, hasta que la han visto bajar 
			por el aire a cierta distancia, corriendo todos hacia el sitio en 
			donde ella era depositada en el suelo no sin cierta violencia.
 
 En una ocasión, en mi presencia, empezó a levantarse en el aire, 
			pero a muy poca altura y como por impulsos, optando por subirse a 
			una silla en la que estuvo en trance por más de una hora.
 
 En Costa Rica, un campesino que acudió a mí en busca de consejo, 
			dadas las cosas extrañas que constantemente le pasaban, me llevó a 
			un lugar en el campo en donde estando él solo cierto día, sentado en 
			el suelo, vio encima de sí, a poca altura, una gran bola, y cuando 
			la estaba mirando con curiosidad, sin saber de qué se trataba —nunca 
			había oído hablar de OVNIS— comenzó a sentir que se elevaba como 
			atraído por una fuerza desde arriba. Muerto de miedo empezó a gritar 
			con todas sus fuerzas, de modo que lo oyeron otras personas que 
			estaban a cierta distancia y que también observaban la bola, y a 
			protestar que no quería que se lo llevasen.
 
			  
			 Cuando estaba como a 
			metro y medio de altura sintió que repentinamente lo soltaban y cayó 
			violentamente al suelo. Naturalmente él, a pesar de su 
			desconocimiento del tema, relacionaba su levantamiento con la bola 
			que estaba en el aire encima de él. 
 Dejemos aquí el tema porque no quiero hacer de este capítulo una 
			recopilación de casos de teleportación, técnicamente quiero que quede 
			claro que aunque no salga todos los días en los periódicos, y aunque 
			en las universidades no se enseñe, lo cierto es que hay alguien o 
			algo que en determinadas ocasiones levanta tanto los cuerpos humanos 
			como los de animales y los transporta por el aire sin que sepamos 
			quién, cómo, por qué ni para qué. Y muchas veces ni para dónde, 
			porque no vuelve a saberse de ellos.
 
 La siguiente creencia islámica acerca de los jinas, tal como la 
			resume G. C. es de gran importancia y tiene un aspecto 
			predominantemente positivo, si la comparamos con la mayor parte de 
			lo que hasta ahora hemos reseñado:
 
				
					
					
					La tradición arábiga atestigua, a través de toda su historia, que 
			ha habido algunos humanos que gracias a un extraño favor han vivido 
			en muy buena armonía con los jinas o tenido con ellos algún pacto 
			gracias al cual recibieron «poderes preternaturales» o, ¡o que es lo 
			mismo, «poderes psíquicos». Estos humanos se convirtieron, 
			lógicamente, en grandes taumaturgos, profetas o magos.  
			 A continuación G. C. nos dice que recordemos los personajes de la 
			tradición europea que fueron famosos porque descubrieron cómo 
			colaborar con el «reino de los silfos» o de las hadas. Y cita el 
			caso, de hace alrededor de unos setenta años, de un librero de París 
			especializado en libros raros y agotados, que tenía una 
			especialamistad con un silfo.  
			  
			 Éste le decía dónde estaban los libros 
			que él quería, de modo que el librero no tenía más que ir a donde él 
			le indicaba y ofrecerle un precio a su propietario. Los Cagliostro, 
			conde de Saint Germain, etc., son personajes de este estilo que 
			ciertamente no escasean en la reciente historia europea. 
 El lector recordará ciertamente la historia del doctor Torralba que 
			podría muy bien ser adscrito a estos personajes famosos en la 
			tradición europea a la que se refiere G. Creighton. En páginas 
			posteriores narraremos las historias de tres individuos diferentes 
			con los que me une una verdadera amistad —en uno de los casos podría 
			hablarse de una verdadera fraternidad— que por una razón u otra han 
			logrado tener una íntima colaboración con su jina, con el que se ven 
			físicamente a veces a pocos pasos de donde yo estoy.
 
			  
			 Estos no son 
			hechos de la Edad Media que tenemos que aceptar «por fe»; son 
			personas actuales, conocidas nuestras, cuyas vidas y testimonios 
			podemos investigar. Negarse a admitir casos cuya autenticidad está 
			en nuestras manos verificar, es pecar de una tozudez indigna de una 
			mente inteligente. 
 Dije que este punto 9 era importante porque con frecuencia da la 
			impresión de que estos jinas son siempre perjudiciales para el 
			hombre, y no es así. Es cierto que su interferencia en nuestras 
			vidas es un poco incierta y con frecuencia ilógica e inesperada, 
			pero al lado de muchos casos en que el trato ha resultado negativo y 
			aun mortal, hay otros en que el humano ha salido grandemente 
			beneficiado.
 
 Da la impresión de que estos seres son muy temperamentales y cuando 
			se encaprichan con un humano hacen cualquier cosa por ayudarlo. Algo 
			así como los humanos hacemos con los animales; con frecuencia nos 
			encaprichamos con un perro y hasta nos sacrificamos por él, pagando 
			veterinarios y hasta dándole un sitio en la casa, mientras que a 
			perros de la misma raza y hasta de la misma carnada los espantamos 
			si se acercan a nuestra puerta.
 
 Sin embargo no sería sincero si no dijese que hay más casos en que 
			el humano ha resultado perjudicado que beneficiado. Por eso, a quien 
			por la razón que sea se vea envuelto en una amistad o en un trato de 
			este tipo, le recomiendo mucha prudencia y que no caiga en la fácil 
			tentación de sentirse «elegido», entregándose ciegamente en manos de 
			su amigo o «protector».
 
			  
			 Hablaremos más sobre esto en la conclusión 
			final.  
				
					
					
					Estas características y gustos de los
					jinas van unidos a un 
			tremendo «poder telepático» y a una capacidad de «encantamiento», 
			por usar un término clásico, sobre sus víctimas humanas. Los 
			modernos relatos de OVNIS están llenos de ejemplos de esto. 
					 
			 Efectivamente, la mayor parte de los contactados que he conocido y 
			conozco —que no son pocos— pierden la capacidad de juicio ante sus 
			«hermanos mayores» y dejan de usar su propia cabeza. Si la usasen, 
			verían que algunos de los consejos que de ellos reciben son funestos 
			para sus vidas como hombres de este planeta y para su propia 
			sociedad o familia. 
 Comúnmente se desarrolla en el humano un apego y un amor desmesurado 
			hacia el no-humano, que hace que las cosas de este mundo le parezcan 
			ya pequeñas y despreciables, incluidas las personas y los intereses 
			de su propia familia. Éste es el «encantamiento» a que se refiere G. 
			C. y que se refleja en toda la literatura árabe sobre el trato de 
			los humanos con estas misteriosas entidades.
 
 Gordon Creighton termina su artículo en la Flying Saucer saltando de 
			la tradición islámica a la cristiana y a la religión de Zoroastro. Y 
			nos dice que a pesar de que los cristianos de hoy han perdido todo 
			interés por estos temas, tanto Jesús como Pablo conocían muy bien la 
			existencia de estos seres, tal como se puede ver en los textos 
			griegos del Nuevo Testamento.
 
 Efectivamente, san Pablo, en el texto que copiamos en la 
			Introducción, demuestra que conocía muy bien la existencia de toda 
			una serie de «espíritus malignos que viven en las alturas». Sin 
			embargo, aquel texto tan intrigante es comentado con esta ingenuidad 
			y desparpajo por los teólogos y comentaristas modernos de la Biblia 
			de Jerusalén, como si ya todo quedase explicado y como si con el 
			comentario no surgiesen todavía más dudas:
 
				
				«Se trata de los espíritus que en opinión de los antiguos gobernaban 
			los astros y por medio de ellos todo el universo. Residen "en las 
			alturas" o "en el aire" entre la Tierra y la morada divina. 
			Coinciden en parte con lo que Pablo llama en otro lugar "los 
			elementos del mundo". Fueron infieles a Dios y quisieron hacer a los 
			hombres esclavos suyos...»  
			 En cuanto al mazdeísmo, la religión de Zoroastro, toda ella está 
			llena de la presencia de estos «espíritus», que tienen por una parte 
			unos gustos muy parecidos a los de los jinas, aunque por otro lado 
			sean bastante más crueles en sus relaciones con los hombres. 
 No me resisto a reproducir el comentario final que G. C. hace:
 
				
				«¡Cuánto de lo que hoy está sucediendo en nuestro mundo a los más 
			altos niveles de la política internacional y en los acontecimientos 
			de cada día se puede atribuir a este sutil control e interferencia 
			en nuestras vidas que llevan a cabo estas fuerzas invisibles e 
			insidiosas! Ciertamente es una de las principales razones del 
			lamentable estado en que hoy se encuentra la Humanidad.»  
			 En las conclusiones finales profundizaremos en estas ideas en las 
			que hace tiempo coincido con Gordon Creighton. 
 Ahora sólo me resta decirles a los «ufólogos» de primera enseñanza 
			que todavía se dedican a llevar estadísticas de las horas de los 
			avistamientos y a recopilar «pruebas científicas» de que el fenómeno 
			existe, que acaben de convencerse de que los OVNIS o la mayoría de 
			ellos no son exclusivamente unas simples naves tripuladas por 
			habitantes de otros planetas, sino que mayormente son una de las 
			manifestaciones de estos variadísimos mundos extradimensionales e 
			invisibles que nos rodean.
 
 Y quisiera decirles también que éstas no son invenciones mías, sino 
			que hace ya miles de años ciertos humanos las han descubierto y han 
			tratado de comunicárselas a sus congéneres, pero siempre hay «algo» 
			que impide que éstos las tomen en serio y caigan en cuenta de la 
			importancia de tan grandes realidades.
 
 Podría, siguiendo a la insigne H. P. Blavatsky, citar cantidad de 
			autores de la antigüedad que tratan este mismo tema, coincidiendo en 
			el fondo con lo que decimos. Pero como sería demasiado largo, me 
			limitaré a citar a Porfirio, un filósofo del siglo III cuyas obras 
			fueron ferozmente perseguidas y en gran parte destruidas por los 
			censores de la Iglesia, por los certeros ataques que este autor 
			hacía a los dogmas cristianos.
 
 He aquí lo que nos dice el discípulo del gran Plotino en su libro De 
			los sacrificios a los dioses y a los demonios, en el capítulo II:
 
				
				«Los "dáimones" son invisibles pero saben revestirse de variadísimas 
			formas y figuras a causa de que su índole tiene mucho de corpórea. 
			Moran cerca de la tierra y cuando logran burlar la vigilancia de los 
			"dáimones" buenos, no hay maldad que no se atrevan a perpetrar, ya 
			por fuerza ya por astucia...    
				Es para ellos juego de niños excitar en 
			nosotros las malas pasiones, imbuir en las gentes doctrinas 
			perturbadoras y promover guerras, sediciones y revueltas de que 
			solemos culpar a los dioses... Pasan el tiempo engañando a los 
			mortales y burlándose de ellos con toda suerte de ilusorios 
			prodigios, pues su mayor ambición es que se les tenga por dioses o 
			por espíritus desencarnados.»  
			 Mayor coincidencia con todo lo que llevamos dicho no se puede dar. Y 
			de una manera semejante pensaban autores tan importantes como 
			Herodoto y Hornero y hasta el mismo Sócrates, tal como hemos visto 
			anteriormente. 
 (1) 
			Últimamente se ha lanzado la hipótesis de que Juan Pedro fue 
			literalmente derretido por el ácido que transportaba el 
			camión-cisterna en que viajaba, o que su desaparición está 
			relacionada con el alijo de heroína descubierto en el camión. Todo 
			es posible. Pero de todas maneras la solución de un caso no borra la 
			realidad de miles de otras desapariciones misteriosas.
 
			  
			
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