por Peter Dale Scott

Septiembre-Octubre 2012
del Sitio Web RedVoltaire

Versión en ingles



En ocasión de la puesta en venta de la edición francesa del libro "La máquina de guerra estadounidense", la más reciente investigación de Peter Dale Scott, la Red Voltaire publica un detallado estudio de este diplomático canadiense sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001.

 

Peter Dale Scott resalta en este trabaja una serie de elementos que revelan la actuación premeditada de una facción del complejo militaro-industrial estadounidense.
 

 

 

 

 


Parte 1
La CIA, el 11 de Septiembre, Afganistán y El Asia Central
28 Septiembre 2012

 

 

 

"La fabricación de una serie de provocaciones destinadas a justificar

una intervención militar es realizable y podría concretarse

con ayuda de los recursos disponibles."

Informe del J-5 de la Junta de Jefes de Estados Mayores Interarmas

de los Estados Unidos (JCS), 1963 [1].
 

 

 

La guerra del terror de Bush y la manipulación de los datos de inteligencia

El 11 de septiembre de 2001, en las horas que siguieron a los mortíferos ataques perpetrados aquel día, George W. Bush, Donald Rumsfeld y Dick Cheney embarcaron a Estados Unidos en lo que posteriormente llamaron la "guerra contra el terrorismo".

 

En mi opinión, deberíamos llamarla más bien la "guerra del terror" ya que fue utilizada contra los civiles, de forma repetida y por todos los beligerantes, incluyendo a los actores representantes de los Estados.

 

Una guerra del terror se caracteriza por la preponderancia del uso de armas de destrucción que actúan de forma indiscriminada, ya sea de artefactos explosivos improvisados (AEI) emplazados al borde de las carreteras o de misiles disparados desde el aire por drones (aviones teledirigidos) de alta tecnología [2].

La guerra del terror podemos verla también como un elemento de un proceso más amplio, de alcance global. Con la guerra del terror todas las potencias importantes recurren al terror contra los civiles en el marco de campañas estrechamente vinculadas entre sí - China en la región de Xinjiang y Rusia en Chechenia, al igual que Estados Unidos en numerosas regiones del mundo [3].

 

En su contexto global, la guerra del terror puede verse como la última etapa de la extensión secular de la civilización transurbana a zonas en las que prevalece una resistencia rural. En esas regiones se ha podido comprobar que las formas convencionales de guerra no pueden llegar a un verdadero final, por razones geográficas y culturales.

La guerra del terror fue formalmente declarada por George W. Bush en la noche del 11 de septiembre de 2001, cuando anunció en su discurso a la nación que Estados Unidos no reconocería,

"diferencia alguna entre los terroristas que perpetraron estos actos y quienes los albergan" [4].

Pero la noción según la cual el objetivo de la guerra del terror de Bush era perseguir a los terroristas perdió su credibilidad en 2003, cuando se aplicó esa fórmula al Irak de Sadam Husein, país conocido no por albergar terroristas sino como blanco del terrorismo [5].

 

En 2005, aquella noción siguió perdiendo credibilidad como consecuencia de la publicación en Gran Bretaña de lo que se conoce como el Memo de Downing Street.

 

En ese documento, el director del MI6, los servicios británicos de inteligencia exterior, informaba - después de una visita a Washington, en 2002 - que,

"Bush quería derrocar a Sadam Husein mediante una acción militar, justificada por el vínculo entre el terrorismo y las ADM (Armas de Destrucción Masiva. NdlR.). Pero los hechos y los datos de inteligencia estaban falseados para responder a los objetivos políticos" [6].

Posteriormente, toda una serie de historias falsas que vinculaban a Irak con las ADM, el ántrax y el concentrado de mineral de uranio del Níger (el "yellow cake") aparecieron en la prensa en el momento oportuno.

El presente ensayo demostrará que antes del 11 de septiembre de 2001 una pequeña facción en el seno de la Unidad ben Laden de la CIA y de las agencias vinculadas a esta, el llamado "grupo Alec Station", ya venía maniobrando también para "falsear" los datos de inteligencia mediante su supresión.

 

Esa maniobra permitió iniciar la guerra del terror, de manera premeditada o no. Consistió en esconderle al FBI una serie de pruebas sobre 2 de los futuros presuntos piratas aéreos del 11 de septiembre, Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, para evitar que el FBI vigilara a esos dos individuos y a sus colegas antes de los atentados.

Los autores del Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre reconocieron ese fracaso en el intercambio de información. Pero lo consideraron un accidente que hubiera podido evitarse "si se hubiesen asignado más recursos" [7].

 

Esa explicación fue refutada posteriormente por Thomas Kean, el presidente de la Comisión sobre el 11 de Septiembre.

 

Recientemente, cuando dos realizadores le preguntaron si el fracaso alrededor de al-Mihdhar y al-Hazmi podía ser un simple error, Kean respondió:

"Oh, eso no fue una omisión motivada por la negligencia. Fue intencional. No cabe duda alguna. […] Nosotros llegamos a la conclusión de que esas agencias llevan el secretismo en su ADN. Y ese secretismo las lleva a no compartir su información con quienquiera que sea." [8]

En 2011, un importante libro de Kevin Fenton, Disconnecting the Dots ("Sembrando la confusión") [9], demostró de forma irrefutable que la retención de información había sido intencional, y que se había aplicado a lo largo de un periodo de 18 meses.

 

Aquella interferencia y manipulación se hicieron especialmente flagrantes y polémicas en los días anteriores al 11 de septiembre, al extremo de llevar a Steve Bongardt, un agente del FBI, a predecir el 29 de agosto de 2001 - o sea, menos de 2 semanas antes del 11 de septiembre - que "algún día, esto costará vidas" [10].

 

Como veremos posteriormente, las razones que motivaron esa retención de información siguen siendo un misterio. Hubo una época en que yo mismo estuve de acuerdo con las especulaciones de Lawrence Wright, quien creía posible que la CIA quisiese reclutar a los dos sauditas y que,

"estuviese protegiendo también una operación en el extranjero [posiblemente en coordinación con Arabia Saudita], y temiera por lo tanto que el FBI la revelara" [11].

El objetivo de este ensayo es sugerir que las razones que motivaron esa retención de información pueden haber estado vinculadas al objetivo, mucho más amplio, de los neoconservadores, objetivos que estos imponían por entonces a la política exterior de Estados Unidos:

la consolidación de la hegemonía global estadounidense mediante el establecimiento de bases avanzadas alrededor de los yacimientos petrolíferos del Asia Central.

En resumen, la retención de pruebas puede ser vista como un elemento del esquema, más amplio y siniestro, que venía desarrollándose en aquella época, incluyendo la ineficacia del gobierno de Estados Unidos en su respuesta a los ataques del 11 de septiembre, así como los envíos de cartas que contenían ántrax - todo lo cual facilitó el voto de la Patriot Act.

Hoy en día, los trabajos de Kevin Fenton me han convencido de que la explicación de Lawrence Wright - sobre el hecho que la CIA estaba protegiendo una operación secreta - puede explicar también por qué la retención de pruebas comenzó en enero del año 2000, pero no logra explicar su reanudación en los días anteriores al 11 de septiembre.

 

Fenton analiza una lista de 35 ocasiones diferentes en que los presuntos secuestradores aéreos fueron protegidos de esa manera - desde enero del año 2000 hasta el 5 de septiembre de 2001 más o menos [12].

 

Veremos que, según su análisis, esos incidentes pueden clasificarse en dos categorías esenciales. Los motivos que Fenton atribuye a la primera categoría eran "cubrir una operación de la CIA que ya estaba en marcha" [13].

 

Sin embargo, cuando ya "todas las alarmas del sistema [de seguridad nacional] estaban en rojo" en el verano de 2001, y la CIA esperaba un ataque inminente, Fenton concluye, al no poder encontrar otras explicaciones, que,

"el objetivo de la retención de información era, a partir de ahí, permitir el desarrollo de los ataques" [14].

Esta última citación de Fenton implicaría que los miembros del "grupo Alec Station" cometieron un crimen, aún si ese crimen no constituía un asesinato premeditado sino un homicidio involuntario.

 

Pudiéramos imaginar, en efecto, varias razones bien intencionadas para esa retención de información. Por ejemplo: quizás la CIA toleró las acciones de los dos sauditas para poder localizar a sus compañeros.

 

En ese caso, se trataría de un simple error de cálculo, aunque haya dado lugar a un homicidio.

 

 

 


La guerra del terror y el proyecto de dominación global

...de Donald Rumsfeld, Dick Cheney y Paul Wolfowitz

Sin embargo, en el marco de este ensayo, voy a detenerme en las actividades que realizó en Uzbekistán el director de la Unidad ben Laden de la CIA, Richard Blee. Uzbekistán era una zona que preocupaba mucho a Blee y su superior, Cofer Black.

 

Pero era también un lugar muy interesante para Dick Cheney. En efecto, Halliburton, la empresa que Chenye dirigió entre 1995 y el año 2000, participaba desde 1997 - incluso desde antes - en la explotación de las reservas petrolíferas del Asia Central.

 

En 1998, en un discurso ante los magnates del petróleo, el propio Cheney declaró:

"No recuerdo haber visto una región emerger tan bruscamente como zona de gran importancia estratégica como es el caso hoy para [la cuenca del] Caspio" [15].

Voy a demostrar que el objetivo y el resultado de la protección a los dos sauditas pudo haber sido alcanzar los objetivos de Dick Cheney, de Donald Rumsfeld y del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC según las siglas en inglés correspondientes a Project for the New American Century).

 

En efecto, el proyecto de esta facción de los neoconservadores consistía en establecer "fuerzas preposicionadas" en Asia Central [16].

 

Veremos que, el mismo 11 de septiembre, en una llamada telefónica del director de la CIA George Tenet a Stephen Cambone (una figura central del PNAC en el Pentágono), el propio Tenet parece haber transmitido a Cambone ciertos datos importantes que nunca llegaron al FBI.

Uno de los objetivos de ese plan de los neoconservadores era mantener la dominación de Estados Unidos e Israel en esa región, por razones de seguridad. Como vamos a ver, el proyecto de ese grupo consistía también en crear condiciones favorables para futuras acciones preventivas unilaterales contra varios Estados inamistosos, como Irak.

 

Ese plan del PNAC fue elaborado, en particular, para establecer nuevas bases militares permanentes en el Medio Oriente, anticipando el previsible anuncio que hizo Donald Rumsfeld en 2003 al afirmar que Estados Unidos retiraría de Arabia Saudita,

"prácticamente todas sus tropas, con excepción del personal destinado al entrenamiento [militar]" [17].

Sin embargo, otro objetivo de ese plan era reforzar la influencia estadounidense en los Estados del Asia Central que acababan de obtener la independencia y que disponían de importantes reservas - no confirmadas - de gas y petróleo.

En ese contexto, la alarmante conclusión de Fenton sobre los actos de la CIA que condujeron a los ataques del 11 de septiembre cobra mayor importancia en relación con el plan del PNAC.

 

Lo mismo sucede si nos detenemos en las otras 3 anomalías flagrantes de la guerra del terror de George W. Bush.

La primera anomalía es la paradoja que representa el hecho que esta supuesta lucha contra al-Qaeda se realizara junto a Arabia Saudita y Pakistán, precisamente las dos naciones más activas en el apoyo a esa organización a través del mundo. Veremos en este ensayo cómo los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de Arabia Saudita cooperaron para proteger a los agentes sauditas en el seno de al-Qaeda, en vez neutralizarlos.

Segunda anomalía: aunque la CIA pudo haberse movilizado para destruir al-Qaeda, Rumsfeld y Cheney tenían desde el principio la intención de iniciar una guerra a una escala mucho más grande.

 

En septiembre de 2001, ninguna información sobre el 11 de septiembre vinculaba a Irak con los atentados.

 

A pesar de ello, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, con el apoyo de su adjunto Paul Wolfowitz, observaba ya desde el 12 de septiembre,

"que no existían blancos convenientes que bombardear en Afganistán y [que había que] bombardear Irak, ya que en [ese país] había según él mejores blancos" [18].

El argumento de Rumsfeld estaba respaldado por un documento del Departamento de Defensa preparado para las reuniones que se desarrollaron en Camp David el 15 y el 16 de septiembre de 2001, documento que,

"proponía que ‘los blancos inmediatamente prioritarios para las primeras acciones’ debían ser al-Qaeda, los talibanes e Irak" [19].

Ese país ya estaba en el colimador Rumsfeld y Wolfowitz por lo menos desde 1998, año en que los dos firmaron una carta del PNAC, dirigida al entonces presidente Bill Clinton, en la que llamaban al "derrocamiento del régimen de Sadam Husein" [20].

 

Pero Irak no era el único blanco del plan de Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz - plan que, al menos desde 1992, tenía como objetivo nada más y nada menos que la dominación global de Estados Unidos, o lo que el ex coronel estadounidense Andrew Bacevich llamó "la hegemonía americana global y permanente" [21].

 

Era esa una importante prioridad de los neoconservadores. Incluso antes de que George W. Bush fuese electo por la Corte Suprema, en diciembre del año 2000, ya Cheney venía maniobrando para garantizar a los firmantes de la carta del PNAC de 1998 el acceso a puestos claves en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado y en el Departamento de Defensa.

 

Entre los firmantes de la carta estaban Richard Armitage, John Bolton, Richard Perle y otros miembros del PNAC, como Cambone, de quien hablaremos más adelante.

Ya desde sus inicios, la guerra del terror había sido concebida como una vía para concretar el proyecto de hegemonía global.

 

El 24 de septiembre de 2001, Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional,

"abordó la cuestión del apoyo estatal al terrorismo: ‘¿Cuál es nuestra estrategia hacia los países que apoyan el terrorismo, como Irán, Irak, Libia, Siria y Sudán?’" [22].

En sus memorias, el general Wesley Clark reveló que desde noviembre de 2001 aquella interrogante se había convertido en un plan quinquenal del Departamento de Defensa:

"Cuando volví al Pentágono en noviembre de 2001, uno de los principales oficiales entre los altos responsables del ejército me concedió tiempo para conversar. Sí, seguíamos en camino de atacar Irak, según me dijo. Pero eso no era todo.

 

Me hizo saber que aquel ataque estaba previsto en el marco de un plan quinquenal para la realización de una campaña militar. En total, había 7 países en la lista, empezando por Irak, y después Siria, Líbano, Irán, Somalia y Sudán." [23]

En aquella época, el ex oficial de la CIA Reuel Marc Gerecht publicó un artículo en The Weekly Standard apoyando la necesidad de un cambio de régimen en Irán y en Siria. [24]

 

(Desde ese semanario neoconservador, Gerecht sigue advirtiendo aún hoy a la opinión pública sobre la amenaza que supuestamente representan esos dos países.).

 

En tiempos de Clinton, Gerecht, al igual que Cheney y Rumsfeld, formaba parte del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC, siglas en inglés), facción belicista que exhortaba a una acción militar contra Irak en particular, y más generalmente pedía un importante presupuesto de Defensa, que hubiese,

"aumentado considerablemente los gastos de defensa" para favorecer "la causa del liderazgo [global] de Estados Unidos".

El informe del PNAC publicado en septiembre del año 2000 - Rebuilding America's Defenses (En español, "Reconstruir las defensas de América") - abordaba ampliamente el petróleo del Golfo Pérsico y la importancia de mantener y reforzar "fuerzas preposicionadas en esa región" [25].

Es interesante señalar que a finales de 2001, poco después del 11 de septiembre y del inicio de la guerra del terror, Estados Unidos ya había establecido nuevas bases militares en Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizia.

 

EE.UU. estaba así en una posición mucho mejor para influir en las políticas de los gobiernos recientemente emancipados del este de la cuenca del Caspio - región rica en hidrocarburos.

 

A través de este ensayo veremos que el acuerdo de 2001 que permitió la instalación de la primera y más importante de esas bases - la de Karshi-Khanabad (también llamada K-2), en Uzbekistán - se basó en un arreglo anterior del Pentágono, completado por un acuerdo de enlace de la CIA negociado en 1999 par Richard Blee, del "grupo Alec Station" (Blee es un personaje central en este ensayo).

 

La mayoría de los estadounidenses ignoran que el 11 de septiembre ya había Fuerzas Especiales de EEUU desplegadas en la base K-2 en el marco de una misión uzbeka de entrenamiento militar.

 

Tampoco saben que el 22 de septiembre de 2001, dos semanas antes de un acuerdo militar formal entre los ejércitos de Estados Unidos y Uzbekistán,

"la CIA ya estaba enviando sus equipos hacia la enorme base aérea de Karshi-Khanabad (o K-2) situada en el sur de Uzbekistán, donde ingenieros del US Army estaban preparando la pista de aterrizaje" [26].

La tercera anomalía de esta "guerra contra el terrorismo" es que condujo a un evidente aumento del uso del terror, léase la tortura, por parte de los propios Estados Unidos e incluso contra sus propios ciudadanos.

 

Hay que señalar, en ese aspecto, que Dick Cheney y Ronald Rumsfeld, a través de su participación en el ultrasecreto "Proyecto Juicio Final" del Departamento de Defensa, habían participado también en la planificación de la Continuidad del Gobierno (Continuity of Government o COG).

 

En Estados Unidos, la COG estaba destinada a socavar la Bill of Rights (En español, la Carta de Derechos. NdT.) mediante la vigilancia sin mandato y la detención arbitraria de los disidentes políticos Peter Dale Scott [27].

 

Esa planificación - cuyo origen proviene del temor a los comunistas, reflejado en el macarthismo de los años 1950 - sirvió de base a los complejos planes que desarrollaron el Pentágono y otras agencias para contrarrestar las protestas de los movimientos antibelicistas contra su objetivo común: instaurar la dominación global de Estados Unidos.

Como ya he explicado anteriormente, Estados Unidos gasta anualmente miles de millones de dólares en el sector de la seguridad interna. Esos gastos se deben en gran parte a la creencia - formulada por el coronel del US Marine Corps Oliver North - de que la guerra de Vietnam se perdió en las calles estadounidenses y que es necesario limitar esa capacidad civil de disuasión contra las operaciones militares de Estados Unidos [28].

 

Como miembros del llamado "Proyecto Juicio Final" para la planificación de la Continuidad del Gobierno (COG), Cheney y Rumsfeld contribuyeron a esos esfuerzos [29].

 

En resumen, el 11 de septiembre permitió la aplicación de programas que una pequeña facción de responsables estadounidenses ya había estudiado desde mucho antes, o sea permitió concretar nuevas políticas radicales en Asia Central, pero también permitió implantar cambios en los propios Estados Unidos.

Resulta a la vez difícil y doloroso estudiar la posibilidad del crimen de homicidio que sugieren las meticulosas investigaciones de Kevin Fenton. Estados Unidos atraviesa hoy una crisis provocada por las actividades de bancos considerados demasiado importantes para permitir su quiebra ("Banks Too Big to Fail").

 

Como se ha subrayado, esos bancos eran también demasiado importantes como para permitir el encarcelamiento de sus dirigentes ("Banks Too Big to Jail").

 

En efecto, castigar a sus dirigentes como a vulgares criminales pondría en peligro la estructura financiera, ya amenazada, de Estados Unidos [30]. El presente ensayo expone, de forma detallada, un fenómeno similar, lo que podría ser un crimen demasiado importante para ser castigado ("Crime Too Big to Punish").

Y finalmente, como veremos, el 11 de septiembre tiene puntos en común con el asesinato de John F. Kennedy.
La disimulación alrededor del 11 de septiembre y el papel de la CIA en la realización de los ataques

Diez años después es importante reevaluar lo que se sabe o no sobre los acontecimientos que condujeron al 11 de septiembre, especialmente en lo tocante a las acciones de la CIA o del FBI, así como la negativa de comunicar información crucial a la Comisión sobre el 11 de Septiembre.

Hoy podemos afirmar con confianza:

  1. que las verdades más importantes siguen sin conocerse, en gran parte porque los documentos cruciales se mantienen en secreto o considerablemente censurados

  2. que prosiguen los esfuerzos disimulatorios, incluso más agresivamente que antes

  3. que, además de la disimulación, debemos analizar lo que John Farmer, ex miembro de la Comisión sobre el 11 de Septiembre, llamó "una incompetencia administrativa sin precedentes o una mentira organizada" por parte de personajes claves en Washington [31]

Entre esos personajes se cuentan el presidente George W. Bush, el vicepresidente Dick Cheney, el general del NORAD Richard Myers y el director de la CIA George Tenet.

 

También podemos incluir a Samuel Berger, el ex consejero de Seguridad Nacional del presidente Bill Clinton, quien antes de prestar declaración sobre esos temas se presentó en los Archivos Nacionales para retirar de allí - y quizás destruir - documentos cruciales [32]. En su libro, Farmer confirma ambas posibilidades.

La primera, o sea "la incompetencia burocrática sin precedentes", es en realidad la explicación que ofrece la Comisión sobre el 11 de Septiembre sobre las evidentes anomalías vinculadas a los atentados y que marcaron los 20 meses anteriores a esos hechos, cuando la Unidad ben Laden de la CIA (la llamada Alec Station) ocultaba información importante al FBI.

 

Sin embargo, gracias al importante nuevo libro de Kevin Fenton, Disconnecting the Dots, ya no es posible seguir atribuyendo el comportamiento anormal de la CIA a "problemas sistémicos", o a lo que Tony Summers designa apresuradamente como la "confusión burocrática" [33].

Basándose en importantes libros de James Bamford, de Lawrence Wright, de Peter Lance y de Philip Shenon, Fenton demuestra de forma irrefutable que existía en la CIA una práctica sistemática que consistía en esconder información crucial para el FBI, incluso cuando el FBI normalmente tenía derecho a conocer esa información.

 

También demuestra, con más fuerza aún, que ese proceso de retención de información se mantuvo sistemáticamente a lo largo de las 4 investigaciones sucesivas realizadas después del 11 de septiembre: la investigación del Congreso presidida por los senadores Bob Graham y Richard Shelby (parte de la cual se mantiene clasificada como secreta), la de la Comisión sobre el 11 de Septiembre, la del Inspector General del Departamento de Justicia y la del Inspector General de la CIA.

Lo más determinante en los trabajos de Fenton es que demuestran que esas numerosas retenciones de información - tanto las anteriores como las posteriores al 11 de septiembre - fueron obra de un número de individuos relativamente restringido.

 

La disimulación de información que debía ser de conocimiento del FBI fue principalmente obra del llamado "grupo Alec Station" - una facción en el seno de la Unidad ben Laden de la CIA (que a su vez se conoce como "Alec Station" pero que es más amplia que el llamado "grupo").

 

El "grupo Alec Station" se componía mayoritariamente de personal de la Agencia, pero incluía también algunos elementos del FBI.

 

Las figuras claves de ese grupo eran el oficial de la CIA Tom Wilshire (al que la Comisión sobre el 11 de Septiembre llama "John") y su superior directo en Alec Station, Richard Blee.

La disimulación posterior al 11 de septiembre alrededor de la actuación de Wilshire fue principalmente obra de una sola persona, Barbara Grewe. Esta última trabajó primero en la investigación del Inspector General del Departamento de Justicia sobre el comportamiento de Wilshire.

 

Barbara Grewe fue trasladada después a dos puestos sucesivos en el equipo de la Comisión sobre el 11 de Septiembre, en cuyo seno, y bajo la autoridad de su director ejecutivo Philip Zelikow, logró desviar la atención de los investigadores, que se interesaban por los resultados de la CIA, hacia los resultados del FBI [34].

 

Independientemente de que Grewe haya dirigido o no las entrevistas con Wilshire y con otros funcionarios dignos de interés,

"seguramente se inspiró en ellas al redactar sus segmentos en los informes de la Comisión [sobre el 11 de Septiembre] y en los del Inspector General del Departamento de Justicia" [35].

Los sucesivos cambios de puesto de Barbara Grewe son sintomáticos de una disimulación voluntaria decidida a un nivel jerárquico superior.

 

Como vamos a ver, lo mismo sucede con el traslado - en mayo de 2001 - de Tom Wilshire, que pasó de Alec Station (la Unidad ben Laden de la CIA) al FBI, donde comenzó una nueva etapa de interferencias en el flujo normal de la información, organizando la obstrucción dentro del propio FBI [36].

Ese proceso comienza a partir de la información obtenida gracias a la vigilancia, por parte de la NSA y la CIA, sobre una importante reunión de la cúpula dirigente de al-Qaeda en enero del año 2000 - probablemente el único encuentro de ese tipo antes del 11 de septiembre.

 

En Estados Unidos, esa reunión llamó instantáneamente la atención de los responsables de la seguridad nacional debido a su vinculación indirecta con un elemento de apoyo logístico (un teléfono multilíneas basado en Yemen que al-Qaeda utilizaba). Se sospechaba que aquel elemento de apoyo había servido de centro de comunicación para los atentados con bombas realizados contra las embajadas estadounidenses en 1998.

 

Como señala Kevin Fenton,

"[la] Agencia se dio cuenta de que aquella réunion era tan importante que puso al corriente a los directores del FBI y de la CIA [Louis Freeh y Dale Watson], al consejero de Seguridad Nacional Samuel Berger y a otros altos responsables sobre las informaciones recogidas en aquella ocasión" [37].

Sin embargo, en el seno de Alec Station, Tom Wilshire y su adjunta en la CIA (designada como "Michelle") [38] bloquearon los intentos de Doug Miller -un agente del FBI destacado en aquella unidad- de notificar al Buró que uno de los participantes en aquel encuentro tenía una visa estadounidense en su pasaporte (se trataba de Khaled al-Mihdhar) Fenton, [39].

 

Peor aún, en aquel momento, "Michelle" envió a otras estaciones de la CIA un cable que afirmaba - lo cual era falso - que "los documentos de viaje [de al-Mihdhar], incluyendo una visa estadounidense con entradas múltiples, habian sido copiados y transmitidos ‘al FBI con vista a más amplias investigaciones’" [40].

 

Alec Station se abstuvo también de incluir a los participantes en aquel encuentro en una lista de vigilancia, como exigían las directivas de la CIA [41].

Comenzaba así un proceso sistemático, y a veces mentiroso, a través del cual se ocultaba sistemáticamente al FBI las informaciones de la NSA y de la CIA sobre Khaled al-Mihdhar y su compañero de viaje Nawaz al-Hazmi. Aquellas informaciones fueron también deformadas, falseadas o manipuladas para evitar toda investigación del Buró sobre los dos sauditas y sus socios.

 

Ese proceso es un aspecto importante de la historia del 11 de septiembre. En efecto, el comportamiento de aquellos dos aprendices de piratas del aire era tan poco profesional que, sin aquella protección de la CIA, garantizada por el "grupo Alec Station", es casi seguro que hubiesen sido detectados y arrestados o expulsados, incluso mucho antes de que se preparan para tomar el vuelo 77 hacia hacia Washington [42].

Kevin Fenton termina su investigación con una lista de 35 ocasiones diferentes en que los dos presuntos piratas aéreos fueron protegidos de aquella manera - entre enero del año 2000 y el 5 de septiembre de 2001 más o menos, o sea una semana antes de los secuestros aéreos [43].

 

En el análisis de Fenton esos incidentes pueden clasificarse en 2 categorías principales. Los motivos que Fenton atribuye a la primera categoría, como la retención del cable de Doug Miller, eran "encubrir una operación de la CIA que ya estaba en marcha" [44].

 

Sin embargo, al referirse al momento en que "todas las alarmas del sistema [de seguridad nacional] estaban en rojo" en el verano de 2001, y en que la CIA esperaba un ataque inminente, Fenton concluye, al no poder encontrar ninguna otra explicación, que,

"el objetivo de la retención de información era en lo adelante permitir el desarrollo de los ataques" [45].

Después de su traslado al FBI, Tom Wilshire cambió ostensiblemente su manera de interferir. Mientras estuvo en la CIA, Wilshire maniobró para impedir la transmisión de información al Buró.

 

Cuando llegó al FBI, emprendió una serie de revisiones de aquella misma información, pero tan lentamente que esta no pudo tener efecto antes del 11 de septiembre. Fenton sospecha que Wilshire se anticipó a un posible control de los documentos que estaba manejando y que estaba sembrando en ellos una serie de pistas falsas para neutralizar sus embarazosos resultados [46].

Pienso que actualmente debemos aceptar la conclusión proveniente de las investigaciones de Kevin Fenton:

"Está claro que la retención de aquellas informaciones no fue consecuencia de una sucesión de extraños incidentes, sino que fue intencional." [47]

Yo sugiero, sin embargo, una explicación diferente para aquellas intenciones - explicación que, a primera vista, puede parecer más simple, más inocente y también más explicativa de otros aspectos del misterio del 11 de septiembre (a pesar de que esos aspectos puedan parecer no estar relacionados).

 

 

 

Referencias

[1] Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), "Courses of Action Related to Cuba (Case II)", Informe del J-5 para el Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas, 1º de mayo de 1963, NARA #202-10002-10018, p.21; conversación en Peter Dale Scott, American War Machine (Rowman & Littlefield, Lanham, MD, 2010), p.193, p.196. Edición francesa: La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).

[2] La guerra del terror se desarrolló desde los ataques aéreos contra la población civil que marcaron la Segunda Guerra Mundial, comenzando por Guernica y terminando con los bombardeos masivos contra ciudades alemanas y japonesas. A pesar de todo, aquella guerra aérea no era más que un componente de una guerra convencional mucho más amplia entre varias fuerzas armadas.

[3] Sin embargo, ni un solo acto de terror perpetrado desde el comienzo de esta década, ya sea por las tropas de Muammar el Kadhafi en Libia y de Bachar al-Assad en Siria, ha logrado sobrepasar o tan sólo acercarse a la devastación de la ciudad iraquí de Faluya por las tropas estadounidenses, en 2004.

[4] "Statement by the President in His Address to the Nation", 11 de septiembre de 2001. El 20 de septiembre de 2001, en una alocución pronunciada ante una session conjunta del Congreso, George W, Bush declaró: "[nuestra] ‘guerra contra el terror’ comienza con al-Qaeda, pero no se limita [a esa organización]. No se detendrá hasta que cada grupo terrorista dotado de capacidad de acción global sea hallado, detenido y destruido.

[5] Sobre ese aspecto, ver el Informe Final de la Comisión Nacional sobre los ataques terroristas contra Estados Unidos, cuya versión original se titula The 9/11 Commission Report (W.W. Norton, Nueva York, 2004), p.66: "Hasta el momento, no hemos visto ninguna prueba que indique que […] Irak cooperó con al-Qaeda en la planificación o la ejecución de ataque alguno contra Estados Unidos." (Este informe está disponible en francés con el título: 11-Septembre, Rapport final de la Commission d’enquête sur les attaques terroristes contre les États-Unis [Équateurs, París, 2004]. El autor estadounidense David Ray Griffin lo analiza críticamente en Omissions et manipulations de la Commission d’enquête [Éditions Demi-Lune, París, 2006]).

[6] Sunday Times (Londres), 1º de mayo de 2005; Mark Danner, The Secret Way to War: the Downing Street Memo and the Iraq War’s buried history (New York Review Books, Nueva York, 2006).

[7] 9/11 Commission Report, pp.266-72.

[8] Rory O’Connor y Ray Nowosielski, "Who Is Rich Blee?", 911Truth.org, 21 de septiembre de 2011, (documental transcrito y traducido al francés por la asociación ReOpen911); Rory O’Connor y Ray Nowosielski, "Insiders voice doubts about CIA’s 9/11 story", Salon, 14 de octubre de 2011 (artículo traducido al francés por ReOpen911 y publicado bajo el título "La réaction des initiés et leurs doutes à propos de la version de la CIA concernant le 11-Septembre"). Rory O’Connor y Ray Nowosielski agregaron a sus propias investigaciones la confirmación de Richard Clarke, el ex director del contraterrorismo en la Casa Blanca bajo la presidencia de Bill Clinton y la George W. Bush. Clarke les declaró que él suponía que ‘la orden de no comunicar la información venía de las altas esferas’ de la CIA. Cuando le preguntaron de quién podía venir semejante orden, Clarke respondió: ‘Pienso que viene del director’, refiriéndose a [George] Tenet y agregando que este último y algunos de sus colegas nunca admitirían la verdad ‘ni aunque les hiciesen sufrir el suplicio del ahogamiento’.

[9] Kevin Fenton, Disconnecting the Dots (TrineDay, Walterville, OR, 2011).

[10] 9/11 Commission Report, p.259, p.271; Lawrence Wright, The Looming Tower: Al-Qaeda and the Road to 9/11 (Knopf, Nueva York, 2006), p.352-54; Peter Dale Scott, American War Machine, p.203. Edición francesa: La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).

[11] Lawrence Wright, "The Agent", New Yorker, 10 y 17 de julio de 2006, p.68; cf. Wright, Looming Tower, pp.339-44; conversación en Peter Dale Scott, The War Conspiracy: JFK, 9/11, and the Deep Politics of War (Mary Ferrell Foundation Press, Ipswich, MA, 2008), p.355, pp.388-89.

[12] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.383-86.

[13] Ibidem, p. 48. Cf. Lawrence Wright, "The Agent", New Yorker, 10 y 12 de julio de 2006, p.68; citado con consentimiento en Peter Dale Scott, American War Machine, p.399. Edición francesa: La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).

[14] Fenton, ibidem, p.371, cf. p.95.

[15] Lutz Kleverman, "The new Great Game", Guardian (Londres), 19 de octubre de 2003.

[16] Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources For a New Century: A Report of the Project for the New American Century, septiembre de 2000, p.17, p.27 (traducido al francés y reproducido idénticamente por ReOpen911, p.17, p.27).

[17] "US Pulls out of Saudi Arabia", BBC News, 29 de abril de 2003.

[18] Richard A. Clarke, Against All Enemies: inside America’s war on terror (Free Press, Nueva York, 2004), p.31.

[19] Bradley Graham, By His Own Rules: The Ambitions, Successes, and Ultimate Failures of Donald Rumsfeld (Public Affairs, Nueva York, 2009), p.290.

[20] PNAC, Letter to President Clinton on Iraq, 26 de enero de 1998.

[21] Gary Dorrien, Imperial Designs: Neoconservatism and the New Pax Americana (Routledge, Nueva York, 2004). Bacevich se refería a un memo de 1992 redactado por Paul Wolfowitz y destinado a Dick Cheney, en aquel entonces secretario de Defensa. El memo exhortaba a Estados Unidos a conservar su capacidad para actuar unilateralmente. Ver Lewis D. Solomon, Paul D. Wolfowitz: visionary intellectual, policymaker, and strategist (Praeger, Nueva York, 2007), p.52; Andrew Bacevich, American Empire: The Realities and Consequences of U.S. Diplomacy (Harvard UP, Cambridge MA, 2002), p.44.

[22] Bob Woodward, Bush at War (Simon & Schuster, Nueva York, 2002), p.131. Mucho antes, en la tarde del 11 de septiembre, el oficial del Pentágono Stephen Cambone había tomado notas durante su conversación con Rumsfeld: "Necesidad de blancos inmediatos -  Actúen masivamente. Barran con todo eso, vinculado o no [a los ataques del 11 de septiembre]".

[23] Wesley Clark, Winning Modern Wars (PublicAffairs, Nueva York, 2003), p.130.

[24] Siria Nicholas Lemann, "The Next World Order", New Yorker, 1º de abril de 2002.

[25] Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources For a New Century: A Report of the Project for the New American Century, septiembre de 2000, p.17, p.27 (traducido al francés y reproducido idénticamente por ReOpen911, p.17, p.27).

[26] Ahmed Rashid, Descent into chaos: the United States and the failure of nation building in Pakistan, Afghanistan, and Central Asia (Viking, Nueva York, 2008), p.69, p.70; citando a Ahmed Rashid, "US Builds Alliances in Central Asia", Far Eastern Economic Review, 1º de mayo de 2000: "La CIA y el Pentágono habían colaborado estrechamente con el ejército y los servicios secretos uzbekos desde 1997, proporcionando equipamiento, entrenamiento y supervisión con la espereanza de utilizar las Fuerzas Especiales uzbekas para expulsar a Osama ben Laden de Afganistán - hecho descubierto durante un viaje a Washington, en 2000."

[27] "Le ‘Projet Jugement dernier’ et les événements profonds: JFK, le Watergate, l’Irangate et le 11-Septembre", Réseau Voltaire, 4 de enero de 2012.

[28] Peter Dale Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial: 50 ans d’ambitions secrètes des États-Unis (Éditions Demi-Lune, París, 2010), p.36.

[29] Algunos estimados sobre los gastos anuales en el sector de la seguridad interna alcanzan el billón de dólares (o sea, un millón de millones). Ver Stephan Salisbury, "Weaponizing the Body Politi", TomDispatch.com, 4 de marzo de 2012.

[30] Cf. Simon Johnson, "Too Big to Jail", Slate, 24 de febrero de 2012: "La principal motivación tras la indulgencia de la administración hacia ciertos crímenes graves es evidentemente el temor a las consecuencias que pudiera tener una acción firme contra banqueros. Y nuestros dirigentes quizás tienen razón en sentir ese temor, a la vista de las enormes dimensiones de los bancos para todo lo que tiene que ver con la economía. En efecto, estos son hoy más grandes de lo que eran antes de la crisis. Además, como James Kwak y yo mismo ya lo hemos demostrado ampliamente en nuestro libro titulado 13 Bankers, los bancos son mucho más grandes que hace 20 años."

[31] John Farmer, The Ground Truth: the untold story of America under attack on 9/11 (Riverhead Books, Nueva York, 2009), p.288; citado en Anthony Summers y Robbyn Swan, The Eleventh Day: the full story of 9/11 and Osama bin Laden (Ballantine, Nueva York, 2011), p.147.

[32] Summers, Eleventh Day, pp.383-84; cf. Farmer, Ground Truth, p.41. A pesar de ser miembro del Partido Demócrata, Samuel Berger fue protegido después por la administración republicana de George W. Bush, que le evitó tener que comparecer ante el Congreso para dar cuenta de sus actos (lo cual era una condición en su negociación de pena).

[33] Summers, ibidem, p.334.

[34] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.72-79. Barbara Grewe salió enseguida del gobierno para irse a trabajar a Mitre Corp., une firma privada que se ocupa de los contratos entre la CIA y otra firma llamada Ptech. Hace varios años, en un testimonio de Indira Singh sobre el 11 de septiembre, esta última planteó serias interrogantes sobre el trabajo realizado por Ptech y Mitre Corp. sobre los sistemas de interoperabilidad entre la FAA y el NORAD; voir Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, p.245.

[35] Fenton, ibidem, p.78. Una empleada de los Archivos Nacionales, Kirsten Wilhelm, declaró a Kevin que "parece que Barbara Grewe realizó las entrevistas con ‘John’ [Wilshire] y Jane [Corsi]", otra figura clave en este asunto. Wilhem no pudo encontrar "registro oficial" de la entrevista con Wilshire, entrevista que Fenton llama con toda razón "la audiencia probablemente más importante que haya dirigido la Comisión [sobre el 11 de Septiembre]" (p. 79). Al citar también una correspondencia con Kirsten Wilhelm, Summers desaprueba el hecho que no haya ningún rastro de aquella entrevista con Wilshire, y dice que existe un informe sobre aquel intercambio pero que "está censurado en su integralidad" (Summers, Eleventh Day, p.381, cf. p.552). Se trata de una cuestión importante en la que tendrán que concentrarse futuras investigaciones.

[36] Fenton, ibidem, p.225.

[37] Ibidem, p.38; citando 9/11 Commission Report, pp.181-82.

[38] "Michelle" fue identificada posteriormente por Internet pero, hasta el momento, por una sola fuente.

[39] ibidem, pp.42-45; resumiendo el informe del Inspector General del Departamento de Justicia, pp.239-42; cf. Wright, Looming Tower, pp.311-12.

[40] Fenton, ibidem, p.50; resumiendo el informe del Inspector General del Departamento de Justicia, pp.242-43; cf. Wright, Looming Tower, pp.311.

[41] Fenton, ibidem, p.45.

[42] Ignoro si realmente abordaron ese avión. Pero estoy convencido de que al-Mihdhar y al-Hazmi actuaron como si quisieran secuestrar una nave aérea, como lo demuestran sus contactos con al-Qaeda en Malasia y en otros lugares, y sus intentos de aprender a pilotear un avión, etc.

[43] Fenton, ibidem, pp.383-86.

[44] Ibidem, p.48. Cf. Lawrence Wright, "The Agent", New Yorker, 10 y 12 de julio de 2006, p.68; citado con consentimiento en Peter Dale Scott, American War Machine, p.399. Edición francesa: La Machine de guerre américaine (Demi-lune, 2012).

[45] Fenton, ibidem, p.371, cf. p.95.

[46] Ibidem, 239-42, 310-22. Fenton señala que Corsi trabajó en el cuartel general del FBI, que coordinaba "los enlaces con los servicios extranjeros" (p.313).

[47] Ibidem, p.310.

 

 

 

 

 

 

 

Parte 2

Servicios Secretos Paralelos

14 octubre 2012

 
En la continuación de su análisis, Peter Dale Scott muestra como los acuerdos de enlace entre los servicios secretos de los Estados aliados permiten el desarrollo de servicios secretos paralelos y la realización de operaciones no controladas.

 

Este ex diplomático canadiense pone así al descubierto el método que permitió a los conspiradores del 11 de septiembre de 2001 utilizar los mecanismos del aparato estatal estadounidense a espaldas de sus propios colegas.
 

 

 

Los acuerdos de enlace con otros servicios de inteligencia

 

Pienso que Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi posiblemente tuvieron protección desde el principio porque habían sido enviados a Estados Unidos por los servicios de inteligencia de Arabia Saudita (el GID, ver sitio oficial).

 

Eso explicaría por qué, después de su llegada, parecen haber sido financiados de forma indirecta por la embajada de Arabia Saudita en Washington.

 

Paul Church resume esos hechos en Asia Times Online (edición del 12 de febrero de 2012):

"Entre 1998 y 2002, hasta 73 000 dólares en cheques bancarios fueron transmitidos por Hayfa bint Faysal, la esposa de [l embajador de Arabia Saudita en Washington, el príncipe] Bandar, a dos familias californianas conocidas por haber financiado a al-Midhar [sic] y a al-Hazmi (Bandar describió un día a George H. W. Bush y su esposa como ‘mi madre y mi padre’). […]

 

La princesa Hayfa enviaba con regularidad pagos mensuales que iban de 2,000 a 3,500 dólares a Majeda Dweikar, la mujer de Osama Basnan - quien era un espía del gobierno saudita, según varios investigadores.

 

Numerosos cheques estaban [también] destinados a Manal Bajadr, la mujer de Omar al-Bayuni, a su vez sospechoso de trabajar en secreto para el reino [saudita]. Anteriormente, las familias Basnan, al-Bayuni y los dos piratas aéreos del 11 de septiembre que habían vivido en el mismo inmueble en San Diego.

 

Fue Omar al-Bayuni quien recibió a los asesinos cuando llegaron a Estados Unidos por primera vez y fue también él quien les proporcionó un apartamento y tarjetas de seguridad social (además de otras formas de ayuda).

 

Incluso los ayudó a inscribirse en varias escuelas de pilotaje aéreo en la Florida." [1]

Si los dos sauditas habían sido realmente enviados por el GID, es prácticamente seguro que fueron admitidos en Estados Unidos en el marco de un acuerdo de enlace entre el GID y la CIA [2].

 

El príncipe Turki ben Faisal, ex director del GID, declaró que él mismo intercambiaba con la CIA sus informaciones sobre al-Qaeda y que en 1997 los sauditas

"establecieron una comisión de inteligencia con Estados Unidos para intercambiar informaciones sobre el terrorismo en general y sobre […] al-Qaeda en particular" [3].

El Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre agrega que, como consecuencia del paso al año 2000, se emprendieron reformas en el Centro de Contraterrorismo (CTC), lo cual incluía a Alec Station (la Unidad ben Laden de la CIA).

 

En ese contexto, el CTC quería instaurar su plan, adoptado 6 meses antes, que consistía en,

"mejorar las capacidades de los servicios de seguridad extranjeros que habían proporcionado información a través del enlace" [4].

Esa era una especialidad de Richard Blee.

 

Steve Coll informó que Blee y su superior, Cofer Black, estaban muy entusiasmados con las posibilidades que se abrían gracias a los acuerdos de enlace, ya que permitían extender la influencia y la capacidad de acción de la CIA en regiones cruciales. Así que, en 1999, Cofer Black y Richard Blee volaron juntos a Taskent, donde negociaron un nuevo acuerdo de enlace con Uzbekistán [5].

 

Según Steve Coll y el Washington Post, aquel arreglo condujo al rápido establecimiento de un enlace de la CIA con la Alianza del Norte, en Afganistán, a través de Taskent [6].

 

Thomas Ricks y Susan Glasser reportaron en el Washington Post que después de los atentados con bombas contra las embajadas de Estados Unidos en Dar es Salaam y Nairobi, en 1998,

"Estados Unidos y Uzbekistán realizaron discretamente operaciones secretas comunes tendientes a contrarrestar el régimen taliban en el poder en Afganistán, así como a sus aliados terroristas […], según los responsables de esos dos países" [7].

Aquella implicación en Uzbekistán correspondía a un esquema regional mucho más amplio. Desde 1997, Estados Unidos había iniciado una serie de maniobras militares con las fuerzas armadas de Kazajstán, Kirguistán y Uzbekistán.

 

Aquellos ejercicios simulaban un posible despliegue de fuerzas de combate estadounidenses en la región:

"CENTRAZBAT’97, como se designaba, era claramente un test sobre la capacidad americana de proyección de fuerzas en la cuenca del Caspio en caso de crisis.

‘No existe sobre la faz del planeta ninguna nación que esté fuera de nuestro alcance’, declaró el general Jack Sheehan […] el oficial de más alto rango en este ejercicio.

Y para quien tenga dudas sobre la naturaleza de nuestros intereses en esta región, Catherine Kelleher, quien acompañaba a Sheehan como asistenta del secretario adjunto de Defensa, citó ‘la presencia de enormes recursos energéticos’ como justificación de la implicación militar de Estados Unidos.

 

La operación de 1997 fue la primera de una serie de ejercicios anuales [bautizados] CENTRAZBAT, concebidos para poner a prueba la rapidez con la que Washington podría directamente desplegar en esta región fuerzas basadas en Estados Unidos y emprender aquí operaciones de combate." [8]

En otras palabras, la actividad del Pentágono en Uzbekistán precedía en 4 años el acuerdo público firmado en octubre de 2001 por Donald Rumsfeld y el presidente Islom Karimov.

 

Volvamos al acuerdo de enlace que Richard Blee y Cofer Black negociaron con Uzbekistán. Como ex diplomático que soy, permítanme observar aquí que un acuerdo de enlace probablemente habría requerido acreditaciones especiales para quienes estuviesen al tanto de ese arreglo y para quienes intercambiasen información en el marco de ese enlace [9].

 

Eso explicaría la exclusión de los agentes del FBI no autorizados a tener acceso a aquella información, así como el comportamiento de los demás agentes no acreditados de la CIA que seguían recogiendo y diseminando información sobre los dos supuestos piratas aéreos. El "grupo Alec Station" necesitaba a las dos categorías de agentes para proteger la doble identidad del tándem de sauditas, y para garantizar que el FBI no les arrestara, lo cual hubiese traído complicaciones.

 

Es casi seguro que la CIA tenía importantes acuerdos de enlace, no sólo con el GID saudita y con Uzbekistán sino también con la Dirección de Inteligencia Interservicios de Pakistán (ISI, siglas en inglés de Inter-Services Intelligence). La CIA también había establecido acuerdos con los servicios de inteligencia de Egipto, y probablemente incluso con los de Yemen y Marruecos. Existen incluso razones para pensar que Ali Mohamed fue admitido para residir en Estados Unidos como agente de un servicio extranjero (probablemente egipcio) en el marco de algún arreglo de ese tipo [10].

 

Mohamed era un doble agente cuyo arresto en Canadá había sido impedido por el FBI, lo cual le permitió organizar los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses.

 

Figura simultáneamente entre las fuentes y el contenido del célebre Contacto Presidencial Cotidiano del 6 de agosto de 2001 (PDB, siglas en inglés de Presidential Daily Briefing), en el que la CIA avisó al presidente Bush de que "Ben Laden [estaba] decidido a atacar Estados Unidos" [11].

 

Según Jack Cloonan, el enlace de Ali Mohamed con el FBI,

"todas esas informaciones [contenidas en el contacto presidencial] venían de Ali", mientras que el PDB atribuía aquellos importantes descubrimientos a lo que "un agente operativo de la Yihad Islámica Egipcia (JIE, según sus siglas en inglés) declaró a un servicio [---]" [12].

(Es evidente que Ali Mohamed era miembro de la JIE y que el servicio en cuestión probablemente era egipcio), pero cuando Ali Mohamed fue inoportunamente admitido en Estados Unidos, al igual que Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, no fue la CIA sino "otra agencia federal" quien se hizo cargo de él [13].

 

Probablemente se trataba de una agencia del Pentágono ya que, entre 1987 y 1989, Ali Mohamed,

"estuvo destacado en el [SOCOM, el] Comando de Operaciones Especiales [del ejército] estadounidense en Fort Bragg, la base de los Boinas Verdes y de Delta Force - la unidad de élite del contraterrorismo" [14].

El SOCOM, que incluye el Commando Mixto para las Operaciones Especiales (JSOC, siglas en inglés del Joint Special Operations Command), tiene su propia división de inteligencia [15].

 

Por otro lado, el SOCOM es el comando que estableció en 1999 el programa Able Danger para vigilar a los agentes de al-Qaeda, y que también detuvo ese mismo programa, sin la menor explicación, antes del 11 de septiembre y destruyó su base de datos [16]. Por otra parte, el SOCOM operaba en Uzbekistán con agentes de la CIA gracias al acuerdo de enlace que habían negociado Cofer Black y Richard Blee, ambos miembros del CTC, el Centro de Contraterrorismo de la CIA.

 

Por todas esas razones, yo sugiero reconceptualizar lo que Kevin Fenton llama el anormal "grupo Alec Station".

 

Pudiéramos considerar a esa facción como un equipo (o varios equipos) de enlace interagencias que disponía de acreditaciones especiales y que incluía miembros de Alec Station, colaboradores del FBI y probablemente elementos del SOCOM.

 

(Uno de esos colaboradores era la agente Dina Corsi, agente del FBI que, según Fenton, ocultó información vital a su colega el agente Steve Bongardt, incluso después de que la NASA autorizara el acceso de dicho agente.) [17]

 

 

 

 

Obligado recuento - el Safari Club y William Casey

 

Bajo diferentes formas, esos arreglos tienen su origen al menos en los años 1970.

 

En aquella época, importantes oficiales de la CIA, tanto en activo como ya retirados (entre los que se encontraba Richard Helms), estaban descontentos por los cortes de personal que el director de la CIA Stanfield Turner había realizado bajo la presidencia de James Carter. En respuesta, organizaron una red alternativa conocida como Safari Club.

 

Supervisado por los directores de los servicios de inteligencia de Francia, Egipto, Arabia Saudita, Marruecos e Irán (en aquel entonces bajo el poder del shah), el Safari Club se convirtió en una base para oficiales de la CIA que, como Theodore Shackley y Thomas Clines, habían sido marginados o despedidos por el director de la CIA Stanfield Turner.

 

Como explicara después el príncipe Turki ben Faysal, el objetivo del Safari Club no era el simple intercambio de información, sino también dirigir operaciones secretas que la CIA no podía seguir realizando directamente a causa del escándalo del Watergate y de las reformas que se realizaron como consecuencia de aquel escándalo [18].

 

En los años 1970, el director de la CIA William Casey tomó decisiones cruciales en la dirección de la guerra secreta en Afganistán. Pero todas aquellas decisiones se elaboraron fuera del marco burocrático de la CIA dirigida por Casey ya que habían sido preparadas con los directores de la inteligencia saudita - primeramente con Kamal Adham y después con el príncipe Turki ben Faysal.

 

Entre aquellas decisiones podemos citar la creación de una legión extranjera destinada a ayudar a los muyahidín afganos que luchaban contra los soviéticos - en otras palabras, la creación de una red de apoyo que posteriormente conocimos como al-Qaeda cuando finalizó aquella guerra entre la Unión Soviética y Afganistán [19].

 

Casey puntualizó los detalles de aquel plan con los dos jefes de la inteligencia saudita y con el director del Bank of Credit and Commerce International (BCCI), el banco pakistano-saudita en el que tenían acciones tanto Kamal Adham como el príncipe Turki ben Fayçal.

 

Al hacerlo, Casey estaba dirigiendo entonces una segunda Agencia, o una CIA de dos canales, construyendo con los sauditas la futura al-Qaeda en Pakistán, a pesar de que la jerarquía oficial de la Agencia, la que Casey tenía bajo su mando en Langley,

"pensaba [con toda razón] que aquello era una imprudencia" [20].

En American War Machine (edición francesa: La Machine de Guerre américaine), yo incluí al Safari Club y al BCCI en una sucesión de arreglos elaborados en el seno de una "CIA alternativa" o de una "segunda CIA" que databan de la creación, en 1948, del Buró de Coordinación Política (OPC, siglas en inglés de Office of Policy Coordination).

 

Es por lo tanto comprensible que George Tenet, el director de la CIA en tiempos de George W. Bush, haya seguido el precedente de Casey y que se reuniera casi mensualmente con el príncipe Bandar, el entonces embajador de Arabia Saudita en Washington, sin revelar el contenido de aquellas conversaciones a los oficiales de la Agencia a cargo de los temas sauditas [21].

 

El propio Kevin Fenton invocó el ejemplo del Safari Club para proponer una posible explicación del hecho que Richard Blee y Tom Wilshire utilizaban una "red paralela" para vigilar a al-Mihdhar y al-Hazmi en territorio estadounidense.

 

Según Kevin Fenton,

"retener las informaciones sobre Almihdhar et Alhazmi [sic] sólo tiene sentido si la CIA estaba vigilando a los dos hombres en los propios Estados Unidos, oficialmente o no" [22].

Sin embargo, pudiéramos analizar una tercera posibilidad.

 

En efecto, el GID pudiera haber estado vigilando sus movimientos, lo cual correspondería a las afirmaciones del príncipe Bandar de que los servicios de seguridad sauditas habían,

"seguido activamente los movimientos de la mayoría de los terroristas [,] de manera detallada" [23].

Joseph y Susan Trento oyeron decir a un ex oficial de la CIA - que había estado basado en Arabia Saudita - que "Hasmi y Mihdar eran ambos agentes sauditas" [24].

 

Si eso es cierto, es evidente que eran agentes dobles, que actuaban como terroristas (o se hacían pasar por terroristas) a la vez que actuaban como informantes (o se hacían pasar por informantes). En el campo del espionaje los agentes dobles son extremadamente valiosos y a veces útiles, pero confiar en ellos puede resultar peligroso - como lo demuestra el ejemplo de Ali Mohamed.

 

Y así resultó para la CIA en relación con Arabia Saudita.

 

En efecto, el GID respaldaba enérgicamente a al-Qaeda en países como Bosnia, en virtud de un acuerdo que estipulaba que esa organización yihadista,

"no interferiría en los asuntos políticos de Arabia Saudita ni de ningún otro país árabe" [25].

El ministro del Interior de Arabia Saudita, Nayef ben Abdelaziz, había negociado aquel compromiso con Osama ben Laden.

 

El ISI pakistaní estaba mucho más activamente implicado con al-Qaeda y ciertos elementos de esa agencia de inteligencia probablemente se sentían más cercanos de los objetivos ideológicos de esa organización que del gobierno nominalmente laico de Pakistán.

 

En todo caso, recurrir a informantes ilegales no sólo es peligroso y puede arrojar resultados imprevisibles sino que es además un factor de corrupción. En efecto, para desempeñar su papel los informantes tienen que violar la ley, y quienes los supervisan conociendo esa necesidad tienen que protegerlos absteniéndose a denunciarlos.

 

También sucede, con demasiada frecuencia, que los supervisores se ven obligados a intervenir para evitar que los informantes sean arrestados por otras agencias. Así que los supervisores se convierten constantemente en cómplices de los crímenes de sus informantes [26].

 

Incluso en las mejores circunstancias, la agencia interesada se ve obligada a decidir si autoriza al informante a perpetrar su crimen o si se lo impide, arriesgándose en ese último caso a que el informante deje de serle útil. Ante esa disyuntiva, las agencias tienden la mayoría de las veces a tomar decisiones contrarias al interés general.

 

Un buen ejemplo de lo anterior es el primer atentado con bomba cometido contra el World Trade Center, en 1993. Es un caso interesante porque Khalid Sheikh Mohamed, el supuesto cerebro del 11 de septiembre, también estuvo entre los organizadores del atentado de 1993, entre los que se hallaba también Emad Salem, informante del FBI.

 

Posteriormente, basándose en pruebas provenientes de las grabaciones de sus encuentros con el FBI, Salem declaró que el propio FBI había decidido - por propia iniciativa - no impedir el proyecto terrorista planeado contra el World Trade Center.

 

Ralp Blumenthal escribió para el New York Times un detallado recuento de aquella acción, anterior al misterio del 11 de septiembre de 2001:

"Se reveló a los funcionarios de las fuerzas del orden [el FBI] que había terroristas tratando de concebir una bomba, que fue finalmente utilizada para volar el World Trade Center.

 

Pensaron frustrar a los malhechores sustituyendo secretamente los explosivos por una pólvora inofensiva, declaró un informante después del atentado.


Este [informante] supuestamente debía ayudar a los malhechores a fabricar la bomba y proporcionales la pólvora falsa, pero aquel plan fue anulado por un supervisor del FBI que tenía otras ideas sur la manera de utilizar al informante, [llamado] Emad A. Salem.


Esta historia, sacada de la retranscripción de cientos de horas de grabaciones que el señor Salem realizó en secreto durante sus conversaciones con agentes de las fuerzas del orden, demuestra que las autoridades estaban en mejor posición de lo que dijeron en cuanto a tratar de frustrar los atentados con bomba del 26 de febrero contra los edificios más altos de todo Nueva York.

 

La explosión mató a 6 personas, hirió a más de 1 000 y provocó daños que sobrepasaron los 500 millones de dólares. Cuatro hombres están siendo procesados ante la Corte federal de Manhattan por aquel ataque." [27]

Lo que hace aún más interesante el complot de 1993 es el hecho que, según varias fuentes, Emad Salem era un agente del servicio de inteligencia egipcio enviado a Estados Unidos para espiar las acciones de Omar Abdel Rahman, a quien llamaban el "jeque ciego[28].

 

Es por lo tanto posible que el supervisor del FBI que tenía "otras ideas" sobre la manera de utilizar a Emad Saled fuese miembro de un equipo de enlace que no podía revelar lo que sabía a los demás agentes del FBI. Por ejemplo, es posible que ese supervisor estuviese al tanto de una posible negativa de la inteligencia egipcia a que se revelara la cobertura de Salem.

 

Esa posibilidad es a la vez hipotética y problemática. Pero permite dar una explicación relativamente coherente a un comportamiento del FBI que puede calificarse como desconcertante.

 

Esta explicación no excluye la posibilidad de que algunos funcionarios del FBI tuviesen motivaciones más siniestras para permitir la realización de atentados con bomba, y disimularlo posteriormente. En efecto, en aquel preciso momento, el jeque Omar Abdel Rahman era uno de los elementos centrales de un programa Saudita muy sensible, en el que también participaban funcionarios estadounidenses.

 

Aquel programa estaba destinado a reclutar y enviar combatientes muyahidín a Bosnia para luchar contra Serbia (incluyendo individuos, como Ayman al-Zawahiri, que posteriormente fueron acusados en el complot del 11 de septiembre) [29].

 

Después de haber visto el comportamiento de los investigadores y de las autoridades judiciales, resulta evidente que cierto número de agencias estadounidenses no querían interferir en las actividades del jeque Rahman. Incluso después de su inculpación, en 1995, en un caso de asociación de malhechores con vista a cometer atentados contra varios monumentos de Nueva York, el gobierno de Estados Unidos siguió protegiendo a Ali Mohamed, que era un personaje crucial en ese caso.

 

Peor todavía, el hecho que el FBI permitiera la realización de esos atentados con bomba forma parte de una serie de errores y de oportunidades no aprovechadas - todas vinculadas entre sí - que alcanzaron su clímax el 11 de septiembre de 2001. La serie comienza en 1991, con el asesinato de extremista judío Meir Kahane.

 

En ese caso, el FBI y la NYPD [siglas en inglés del Departamento de Policía de Nueva York. NdT.] arrestaron a dos de los asesinos y después los soltaron, permitiendo así que participaran posteriormente en los atentados con bomba de 1993 contra el World Trade Center.

 

Uno de los principales instructores de aquellos dos individuos era Ali Mohamed, quien por aquel entonces aún era miembro de las Fuerzas Especiales estadounidenses. Pero Patrick Fitzgerald, el fiscal a cargo del caso, evitó sistemáticamente que se diera a conocer públicamente el nombre de Ali Mohamed.

 

En 1994, cuando Ali Mohamed fue arrestado en el aeropuerto de Vancouver por la Policía Montada de Canadá, el FBI intervino para obtener su liberación. Aquella iniciativa del FBI permitió que Mohamed viajara a Kenia, donde se convirtió en el principal organizador del atentado con bomba de 1998 contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi [30].

 

Ali Mohamed fue finalmente arrestado por los estadounidenses en 1998, pero no fue encarcelado de inmediato. Es evidente que fue como hombre libre que Ali Mohamed confió sin reservas a Jack Cloonan, su contacto en el FBI, que él conocía al menos a 3 de los presuntos piratas aéreos del 11 de septiembre, y que incluso había ayudado a enseñarles cómo secuestrar aviones [31].

 

En un libro publicado en septiembre de 2011, Ali Soufan afirma que 12 años después de haber aceptado su culpabilidad, en mayo de 1999, Ali Mohamed seguía esperando su condena en 2011 [32].

 

Lo anterior hace pensar que hay en Estados Unidos un grave problema de funcionamiento, muy anterior al 11 de septiembre.

 

Se trata en realidad de un problema que ha seguido existiendo bajo las dos mayorías políticas. Las condiciones de confidencialidad garantizadas por las acreditaciones especiales no sólo impidieron que se conociesen las anomalías de funcionamiento - como demostraré más adelante - sino que contribuyeron a engendrarlas. La historia del espionaje demuestra que el poder, cuando se ejerce en la esfera de las actividades ilegales, se convierte poco a poco en una fuerza contraria al poder público democrático [33].

 

Mientras más restringido es el grupo de planificadores especiales que dispone de sus propias acreditaciones, menos posibilidades hay de que sus decisiones correspondan a las exigencias de las legislaciones nacionales e internacionales, y menos aún a la moral y al sentido común.

 

Agréguense a esas ambiguas condiciones de confidencialidad las relaciones fundamentalmente malsanas y corruptas que mantienen las agencias de inteligencia estadounidenses con las de Arabia Saudita y Pakistán. Esas relaciones han sido hasta ahora profundamente antidemocráticas, tanto en Asia como en nuestro país.

 

Mediante un mecanismo de reciclaje de riquezas, la dependencia estadounidense del petróleo saudita ha subvencionado en realidad una propagación del islamismo por todo el mundo. Al mismo tiempo, el dinero que el 99,9% de los estadounidenses paga por su gasolina y su gas genera sumas gigantescas, sumas que los sauditas reciclan en las instituciones financieras del 0,1% que conforma la cúpula dominante en Wall Street.

 

De la misma manera, la oscura relación de Estados Unidos con el ISI pakistaní dio lugar a un considerable aumento del tráfico internacional de droga, esencialmente gracias a los clientes afganos de la CIA y del ISI [34].

 

En resumen, el mal funcionamiento burocrático que ya mencionamos al referirnos al 11 de septiembre es síntoma de un problema mayor.

 

Ese problema tiene su principal origen en la relación que Estados Unidos mantiene con Arabia Saudita, con Pakistán y - a través de esos países - con el resto del mundo.

 

 

 

 

Los acuerdos de enlace y la protección de Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi

 

Aún sin entrar a tener en cuenta el sugestivo precedente del atentado con bomba de 1993 contra el World Trade Center, resulta totalmente justificado pensar que ciertos acuerdos de enlace hayan podido impedir el arresto de Khaled al-Mihdhar y de Nawaf al-Hazmi.

 

Analicemos, en primer lugar, lo que descubrió Kevin Fenton:

"Es evidente que esas informaciones [sobre los dos individuos] no fueron retenidas como resultado de una sucesión de incidentes extraños sino de forma intencional" [35].

Yo pienso que se trata de un descubrimiento importante e irrefutable.

 

Pero no podemos estar tan seguros de la explicación que propone Fenton, según la cual,

"el objetivo de la retención de información era en lo adelante permitir el desarrollo de los ataques" [36].

En realidad, yo pienso que tras esa intención hay cierto número de posibilidades, que van desde la explicación relativamente inocente (los bloqueos provocados por un acuerdo de enlace) hasta la más espantosa.

 

Antes de analizarlas tenemos que estudiar la noción de "permitir el desarrollo de los ataques". Es evidente que si los presuntos piratas aéreos no eran arrestados en las puertas de embarque de los aeropuertos, la consecuencia sería que habría muertos.

 

¿Pero cuántos?

 

Recordemos que en los documentos de la operación Northwoods [37], sobre la planificación de ataques bajo bandera falsa [Las operaciones "bajo bandera falsa" (false flag) son provocaciones organizadas y realizadas secretamente con la intención premeditada de atribuirlas al adversario. NdT.] que debían justificar una intervención militar contra Cuba, varios responsables del Comité de Jefes de Estados Mayores Interarmas (JCS) habían escrito:

"Podríamos desarrollar una campaña de terrorismo [falsamente atribuida a los comunistas de Cuba]" durante la cual "podríamos hundir un barco lleno de cubanos" [38].

¿Sería acaso muy diferente a eso la pérdida de 4 aviones comerciales llenos de pasajeros?

 

Por supuesto, la dimensión trágica del 11 de septiembre se vio considerablemente amplificada cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y contra el Pentágono.

 

A pesar de ello es posible pensar que las personas que estaban al corriente del acuerdo de enlace sobre los dos sauditas no pensaran que dichos individuos fuesen capaces de concretar algo de aquellas proporciones. Debemos recordar que las lecciones de vuelo que recibieron, a pesar de ser simplemente a bordo de un Cessna, fueron tan desastrosas que terminaron prematuramente.

 

El instructor les dijo que "simplemente no estaban hechos para pilotear[39].

 

Permítanme sugerir que los ataques del 11 de septiembre se dividen en 3 etapas diferentes: los secuestros aéreos, los estrellamientos contra los edificios y los sorprendentes derrumbes de 3 edificios del World Trade Center. Es posible que el equipo de enlace del "grupo Alec Station" previera solamente la primera etapa, sin imaginarse la existencia de las 2 etapas siguientes.

 

Una explicación inicial de las retenciones de información sobre dos de los presuntos piratas aéreos - explicación a la vez simple y menos retorcida - sería la hipótesis que yo propuse en el caso de Emad Salem: las restricciones de acceso a la información impuestas por la existencia de las acreditaciones especiales requeridas en el marco de un acuerdo de enlace.

 

Sin embargo, al igual que en 1993, los poderes secretos constituidos tras la muralla de las acreditaciones restrictivas podían utilizarse para alcanzar otros objetivos. La peligrosa situación creada entonces - o sea, la existencia de posibles piratas aéreos protegidos del arresto precisamente en momentos en que se esperaba un ataque - pudiera haber incitado a ciertos individuos a explotar las condiciones de secreto ya creadas como una oportunidad para planificar un incidente necesario para justificar la guerra.

 

Hay que subrayar entonces un importante parecido entre el 11 de septiembre y el falso segundo ataque del Golfo de Tonkín, en agosto de 1964, utilizado para justificar la agresión contra Vietnam del Norte. Efectivamente, al igual que en aquella época, existía en la cumbre del Estado una poderosa facción que estaba decidida a desencadenar una acción militar unilateral.

 

Se trata de la camarilla del PNAC, que maniobraba en 2001 en el seno del gobierno de Estados Unidos [40].

 

Uno de los indicios de esa siniestra intención es el hecho que el modelo de disimulación que detalla Kevin Fenton no se limita a los dos sauditas y a sus supervisores de la estación de la CIA. También podemos comprobar una cadena de retenciones de información por parte de otras agencias. Para ser más precisos, se trata de las informaciones del grupo Able Danger que fueron destruidas por el SOCOM y de la disimulación - que evidentemente cometió la NSA - de una intercepción importante, que aparentemente tenía que ver con los presuntos piratas aéreos y con Zacarias Mussaui [41].

 

Si en aquel entonces la NSA disimulaba información a los responsables interesados, se trataría de un comportamiento que recuerda el papel de esa agencia en tiempos del segundo incidente de Tonkín, en agosto de 1964.

 

En un momento crucial, la NSA envió 15 segmentos de ROEM (datos de inteligencia de origen electromagnético) que indicaban - equivocadamente - un supuesto ataque de los norvietnamitas contra dos destructores estadounidenses. Al mismo tiempo, la NSA disimuló 107 segmentos de ROEM que demostraban - con toda exactitud - que no se había producido ningún acto hostil de parte de los norvietnamitas [42].

 

En aquella época, el comportamiento de la NSA encontraba su eco en la CIA. Ambas agencias estaban conscientes de la existencia de un poderoso consenso en el seno de la administración Johnson. En efecto, dicha administración ya había decidido que era necesario provocar a Vietnam del Norte con la esperanza de crear una oportunidad para una respuesta militar [estadounidense. NdlR.] [43].

 

Gracias a numerosos relatos provenientes de fuentes internas de la administración Bush, sabemos que antes del 11 de septiembre existía también en la cúpula del Estado un poderoso consenso a favor de la guerra.

 

Ese consenso orbitaba alrededor de Dick Cheney, de Donald Rumsfeld y de la llamada facción del PNAC (el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano), que antes de la elección de George W. Bush había desarrollado un enérgico cabildeo a favor de una acción militar contra Irak.

 

Sabemos también que la inmediata respuesta de Rumsfeld a los atentados del 11 de septiembre fue proponer un ataque contra Irak, y que la planificación de ese ataque se inició el 17 de septiembre de 2001.

 

Es por lo tanto necesario analizar la posibilidad de que los individuos que protegieron a los presuntos piratas aéreos hayan podido compartir esas ambiciones guerreristas [44].

 

 

 

Referencias

[1] El Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre minimizó la importancia de al-Bayumi (ver 9/11 Commission Report, pp.217-18). Pero el Informe de la Comisión Mixta del Congreso encargada de investigar lo sucedido el 11 de septiembre, a pesar de seguir estando considerablemente censurado, nos ofrece información que corrobora lo anterior (pp.173-77). Esa información incluye un informe que indica que Basnan organizó una fiesta para el "jeque ciego" Omar Abdel Rahman, implicado en el primer atentado con bomba contra el World Trade Center, cometido en 1993.

[2] Inicialmente, al igual que otros observadores, yo sospeché que aquellos 2 hombres eran agentes dobles sauditas. También es posible que hayan sido enviados a Estados Unidos como objetivos designados para ser vigilados individualmente o los dos a la vez por los sauditas y los estadounidenses. Uno de mis pocos desacuerdos con Kevin Fenton aparece cuando él llama a al-Mihdhar "uno de los agentes más experimentados [entre los piratas aéreos]" (Fenton, Disconnecting the Dots, p.205). A mí me parece, por el contrario, que al-Mihdhar era un espía inexperimentado o incompetente o que se exponía deliberadamente para poner a prueba la capacidad de respuesta estadounidense.

[3] Summers, Eleventh Day, p.396.

[4] 9/11 Commission Report, p.184.

[5] Steve Coll, Ghost Wars: the secret history of the CIA, Afghanistan, and bin Laden, from the Soviet invasion to September 10, 2001 (Penguin, New York, 2004), pp.456-57.

[6] Thomas E. Ricks y Susan B. Glasser, Washington Post, 14 de octubre de 2001.

[7] Ricks y Glasser, Washington Post, 14 de octubre de 2001.

[8] Michael Klare, Blood and Oil (Metropolitan Books/Henry Holt, New York, 2004), pp.135-36; citando a R. Jeffrey Smith, "U.S. Leads Peacekeeping Drill in Kazakhstan", Washington Post, 15 de septiembre de 1997. Cf. Kenley Butler, "U.S. Military Cooperation with the Central Asian States", 17 de septiembre de 2001.

[9] En 1957, como joven diplomático canadiense, yo mismo tuve a mi disposición un acceso especial, que era una acreditación de un nivel superior al "top secret", para consultar datos de inteligencia de la otan - un enlace relativamente abierto y directo.

[10] Para el recuento de Ali Mohamed, ver Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.213-225 (capítulo 8).

[11] Ibidem, 158; citando a John Berger, "Unlocking 9/11: Paving the Road to 9/11": "Ali Mohamed fue una de las principales Fuentes del tristemente célebre Contacto Presidencial Cotidiano (PDB, siglas en inglés de Presidential Daily Briefing) del 6 de agosto de 2001 titulado ‘Ben Laden decidido a atacar Estados Unidos’." En mi opinión, el PDB, frecuentemente citado como un ejemplo del buen resultado de la CIA, ilustra probablemente la forma como la CIA preparaba lo que se convertiría de antemano en los de los controles post 11 de septiembre. Sin mencionar su nombre, el PDB se refiere 3 veces a Ali Mohamed describiéndolo como una amenaza, a pesar de que este se hallaba bajo control de las autoridades federales y en espera de ser condenado debido a su papel en los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses. En otras palabras, el PDB parece haber sido redactado para adornar los archivos, al igual que el trabajo de Wilshire en el FBI, durante aquel mismo mes de agosto de 2001.

[12] John Berger, Ali Mohamed, p.20 (Cloonan); 9/11 Commission Report, p.261 (PDB).

[13] James Risen, New York Times, 31 de octubre de 1998; dans Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.439-41.

[14] Raleigh News and Observer, 13 de noviembre de 2001; en Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.440-41. Yo agregué la palabra "ejército". El Cuartel General del USSOCOM está en Fort MacDill, una base aérea de la US Air Force en la Florida.

[15] Dana Priest y William M. Arkin, "‘Top Secret America’: A look at the military’s Joint Special Operations Command", Washington Post, 2 de septiembre de 2011.

[16] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.168-69; Summers, Eleventh Day, p.371, p.550.

[17] Ibidem, p.372.

[18] Scott, American War Machine, p.161; Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.101-03.

[19] Ahmed Rashid, Taliban: Militant Islam, oil, and fundamentalism in Central Asia (Yale UP, New Haven CT, 2000), p.129.

[20] John Prados, Safe for Democracy, p.489; conversación en Scott, American War Machine, pp.12-13.

[21] James Risen, State of War: the secret history of the CIA and the Bush administration (Free Press, New York, 2006), pp.188-89.

[22] Fenton, Disconnecting the Dots, p.104.

[23] Summers, Eleventh Day, p.397.

[24] Joseph J. y Susan B. Trento, citados por Summers, Eleventh Day, p.399. Desde que présenté este ensayo en la conferencia internacional de Toronto el 11 de septiembre de 2011, "Bob Kerrey [, ex senador] por Nebraska, un demócrata miembro de la […] Comisión sobre el 11 de Septiembre, [declaró] en un testimonio bajo juramento […] que ‘importantes interrogantes [seguían] sin respuestas’ en cuanto al papel de las instituciones sauditas. ‘Nunca se siguieron verdaderamente las pruebas que indicaban una posible implicación de agentes del gobierno saudita en los ataques del 11 de septiembre’, declaró el señor Kerrey" ("Saudi Arabia May Be Tied to 9/11, 2 Ex-Senators Say", New York Times, 29 d febrero de 2011.). Para más información sobre ese caso, no mencionado por la prensa francesa, ver "11-Septembre: Deux anciens sénateurs US déposent sous serment et mettent en cause l’Arabie Saoudite (+ Vidéo)", ReOpen911, 5 de marzo de 2012.

[25] Wright, Looming Tower, p.161; citado por Summers, Eleventh Day, p.216.

[26] Ese tipo de corrupción es previsible y está muy extendida. En los célebres ejemplos de Gregory Scarpa y Whitey Bulger, agentes del FBI destacados en las oficinas de Nueva York y de Boston fueron acusados de proporcionar a sus informantes de la mafia informaciones que dieron lugar a asesinatos de testigos y de rivales. Los agentes del antiguo Buró de Estupefacientes (FBN, siglas del Federal Bureau of Narcotics) en Nueva York se implicaron tanto en el tráfico de droga de sus informantes que hubo que cerrar el FBN y reorganizarlo.

[27] Ralph Blumenthal, "Tapes Depict Proposal to Thwart Bomb Used in Trade Center Blast", New York Times, 28 de octubre de 1993, acentuación agregada. Al día siguiente, el Times publicó una pequeña corrección: "Las transcripciones de las cintas secretamente grabadas por un informante, Emad A. Salem, muestran que este último había advertido al gobierno que se estaba fabricando una bomba. Sin embargo, las transcripciones no permiten determinar claramente si las autoridades federales sabían que el blanco era el World Trade Center."

[28] Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.205-06.

[29] Peter Dale Scott, "La Bosnie, le Kosovo et à présent la Libye: les coûts humains de la collusion perpétuelle entre Washington et les terroristes", Mondialisation.ca, 17 de octubre de 2011. Evan Kohlmann describió como una oficina de Zagreb, abierta para ayudar a los yihadistas respaldados por Arabia Saudita en Bosnia, recibía "directamente todas sus órdenes y sus fondos de la principal oficina de al-Kifah en Estados Unidos, situada en Atlantic Avenue [en Brooklyn] y controlada por el jeque Omar Abdel Rahman" (Evan Kohlmann, Al-Qaida’s Jihad in Europe, pp. 39-41; citando a Steve Coll y Steve LeVine, "Global Network Provides Money, Haven", Washington Post, 3 de agosto de 1993).

[30] Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.215-16, pp.440-41; citando el artículo "Canada freed top al-Qaeda operative", Globe and Mail de Toronto, 22 de noviembre de 2001.

[31] Scott, ibidem, pp.213-225 (capítulo 8).

[32] Ali Soufan, The Black Banners, pp.94-95, p.561.

[33] La corrupción parece ser inevitable para las superpotencias - Estados que han acumulado un poderío excesivo en relación con lo que en realidad se requiere para garantizar su defensa. Ese proceso es menos perceptible en Estados menos poderosos, como Canadá.

[34] Peter Dale Scott, "America’s Afghanistan: The National Security and a Heroin-Ravaged State", Asia-Pacific Journal: Japan Focus, N°20, 18 de mayo de 2009. Cf. "U.S. looks into Afghan air force drug allegations", CNN, 8 de marzo de 2012: "Estados Unidos está investigando sobre acusaciones contra miembros de la fuerza aérea afgana, que habrían utilizado sus aviones para transportar droga, según declaró el jueves un vocero del ejército estadounidense. Los investigadores quieren saber si esas acusaciones de tráfico de droga, inicialmente reportadas en el Wall Street Journal, tienen relación con el tiroteo en el que murieron 8 oficiales de la US Air Force en el aeropuerto de Kabul, la capital afgana. ‘Estamos verificando las acusaciones sobre uso indebido de aparatos de AAF’, declaró el teniente coronel Tim Staufer, refiriéndose a las alegaciones según las cuales el equipamiento de la fuerza aérea afgana ha sido utilizado en el transporte ilegal de armas y droga."

[35] Fenton, Disconnecting the Dots, p.310.

[36] Ibidem, p.371, cf. p.95.

[37] Ver "Quand l’état-major américain planifiait des attentats terroristes contre sa population", por Thierry Meyssan, y "Document déclassifié: L’Opération Northwoods (1962)", Réseau Voltaire, 5 de noviembre de 2001.

[38] Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), "Courses of Action Related to Cuba (Case II)" ; citado en Scott, American War Machine, p.196.

[39] Washington Post, 30 septiembre de 2001; en Summers, Eleventh Day, p.293; cf. 9/11 Commission Report, pp.221-22.

[40] Ver Scott, American War Machine, pp.199-203.

[41] Fenton, Disconnecting the Dots, pp.360-61, p.385. Es evidente que también hubo retención de información en las altas esferas del Comando Mixto Interarmas (USJFCOM, siglas de US Joint Forces Command): "El vicealmirante Martin J. Meyer, comandante en jefe adjunto (DCINC) del USJFCOM, fue uno de los responsables que asistieron al contacto del DO5 [una unidad de inteligencia del USJFCOM a cargo de la vigilancia del terrorismo contra Estados Unidos]. […] Sin embargo, dos semanas antes del 11 de septiembre, a pesar de las alertas emitidas durante aquel contacto, Meyer habría dicho al mayor general Larry Arnold - el comandante del NORAD para la región continental de Estados Unidos (CONR) - y a otros altos responsables del CONR que sus inquietudes sobre Osama ben Laden como posible amenaza para Estados Unidos eran infundadas y que, para citarlo, ‘todo el mundo dejara simplemente de mirar la CNN, no existiría una amenaza llamada Osama ben Laden’" (Jeffery Kaye y Jason Leopold, "EXCLUSIVE: New Documents Claim Intelligence on Bin Laden, al-Qaeda Targets Withheld From Congress’ 9/11 Probe", Truthout.org, 13 de junio de 2001).

[42] Scott, American War Machine, p.201.

[43] Ibidem, pp.200-02.

[44] Mark Selden ha descrito el proceso de "la exacerbación de las pasiones nacionalistas provocadas por ataques provenientes de no se sabe dónde" como el elemento que ha "respaldado el ‘modo de guerra americano’ desde 1898" (Mark Selden, "The American Archipelago of Bases, Military Colonization and Pacific Empire: Prelude to the Permanent Warfare State", que será publicado en 2012, International Journal of Okinawan Studies).

 

 

 

 

 

 

 

Parte 3

La Manipulación de los Datos de Inteligencia por el Estado Profundo

21 octubre 2012

 



En la tercera y última parte de su estudio, Peter Dale Scott demuestra que varias administraciones estadounidenses participaron en la preparación de la versión oficial del 11 de septiembre, ya sea mediante la fabricación de los indicios o reteniendo datos de inteligencia.

 

El ex diplomático canadiense pone así al desnudo la actuación de las instituciones profundas que actúan en Estados Unidos a espaldas de la opinión pública.
 

 

 

¿Perseguía Richard Blee algún objetivo desconocido con la retención de información?

Kevin Fenton menciona la posibilidad de que Richard Blee fuese uno de los individuos que buscaban un pretexto para intensificar la guerra contra al-Qaeda.

 

Ya hemos visto que, junto a Cofer Black, Richard Blee negoció con Uzbekistán un acuerdo de enlace para establecer un intercambio de datos de inteligencia. En el año 2000, el SOCOM comenzó a implicarse en aquella región y,

"las fuerzas especiales estadounidenses iniciaron una colaboración más visible con el ejército uzbeko, en el marco de misiones de entrenamiento" [1].

Como hemos podido comprobar, el acuerdo de enlace uzbeko se convirtió poco a poco en un enlace secundario con la Alianza del Norte en Afganistán.

 

En un encuentro con el comandante Massud, en octubre de 1999, Richard Blee aceptó presionar a Washington a favor de un apoyo más activo a la Alianza del Norte [2].

Después del atentado contra el USS Cole, realizado en Adén en octubre del 2000, Blee trató de ampliar la misión militar con Uzbekistán apoyando la creación de una fuerza ofensiva común, que se habría coordinado con las tropas de la Alianza del Norte del comandante Massud.

 

Aquel proyecto enfrentó importantes objeciones en momentos en que Bill Clinton todavía ocupaba la presidencia, esencialmente porque Massud luchaba - con apoyo de Rusia e Irán - contra los talibanes, que a su vez contaban con el respaldo de Pakistán, y porque se sabía que Massud financiaba su lucha con el tráfico de heroína [3].

 

Pero en la primavera de 2001, una reunión de los funcionarios adjuntos de los ministros de la nueva administración Bush reactivó los planes de Richard Blee y Cofer Black, para organizar una importante ayuda secreta destinada al comandante Massud - proyectos respaldados por Richard Clarke, el director de contraterrorismo de la Casa Blanca [4].

 

El 4 de septiembre de 2001, una semana antes del 11 de septiembre, el equipo del presidente George W. Bush autorizó la redacción de una nueva directiva presidencial, la NSPD-9, que autorizaba un plan de acciones secretas a realizarse en coordinación con Massud. Aquel plan se basaba en el proyecto de Richard Blee y Cofer Black [5].

Con la llegada de la administración Bush al poder, Richard Blee dejaba de estar en minoría.

 

Seis semanas después del 11 de septiembre, Blee fue nombrado jefe de la estación CIA de Kabul [6], obteniendo así un importante puesto. Kevin Fenton informa que, debido a su nueva categoría, Blee estuvo implicado en el programa de traslados ilegales de prisioneros de al-Qaeda ("extraordinary renditions").

 

Esos hechos sugieren que Blee pudo haber tenido como objetivo obtener de Ibn Cheikk al-Libi, a través de la tortura, falsas confesiones que demostrasen una complicidad iraquí con al-Qaeda.

 

Esas confesiones falsas fueron utilizadas de inmediato para "manipular" los datos de inteligencia y,

"constituyeron una parte determinante de la embarazosa presentación del secretario de Estado Colin Powell ante [el Consejo de Seguridad de] la ONU [,] tendiente a apoyar la invasión de Irak" [7].

 

 

 

¿Perseguía el SOCOM algún objetivo desconocido al detener el programa Able Danger?

Las operaciones emprendidas después del 11 de septiembre fueron mucho más lejos que el programa de Richard Blee a favor de una implicación paramilitar de la CIA con la Alianza del Norte.

 

El contingente de la CIA en Afganistán se convirtió rápidamente en algo insignificante al lado de las fuerzas del SOCOM.

 

En efecto, George Tenet informó que, a finales del año 2001, Estados Unidos tenía alrededor de 500 combatientes en Afganistán, lo cual incluía,

"110 oficiales de la CIA, 316 miembros de las Fuerzas Especiales y un gran número de comandos del Mando Mixto de Operaciones Especiales [, el JSOC,] sembrando el caos tras las líneas enemigas" [8].

En el seno de la administración Bush, Stephen Cambone había colaborado con Dick Cheney y con Donald Rumsfeld, firmando junto a ellos el programa del PNAC titulado Reconstruir las defensas de América (Rebuilding America's Defenses) y participando en su elaboración.

 

Después del 11 de septiembre, Cambone se convirtió en uno de las más activos partidarios del uso de las fuerzas especiales del SOCOM en la realización de las operaciones secretas contra al-Qaeda - no sólo en Afganistán sino "en cualquier lugar del mundo" [9].

Es posible que todo lo que hizo Richard Blee en Alec Station para preparar el terreno para el 11 de septiembre formara parte de una operación inter-agencias mucho más amplia, en la que el SOCOM desempeñó un papel similar cuando puso fin al proyecto Able Danger.

 

Lo anterior explicaría una nota manuscrita de Stephen Cambone, redactada hacia las 10 de la mañana del 11 de septiembre, después de recibir una llamada de George Tenet, el director de la CIA.

 

En aquella época, Cambone era uno de los miembros del PNAC que Dick Cheney había metido en el Pentágono - por entonces bajo la dirección de Donald Rumsfeld.

 

Veamos el contenido de aquella nota:

[Vuelo] AA 77 - 3 indiv[iduos] estuvieron bajo seguimiento desde [los proyectos de atentados de al-Qaeda en ocasión de las festividades del Milenio y [del atentado del 12 de octubre contra el USS] Cole
1 tipo rel[acionado] con el terrorista [que actuó contra el USS] Cole
2 entraron en US a principios del mes de julio
(2 de 3 arrestados e interrogados?) [10]

El "tipo" que se menciona en la nota es probablemente Khaled al-Mihdar, y el "terrorista [que actuó contra el USS] Cole" podría ser Wallid [o Tufik] ben Attach, un importante miembro de al-Qaeda vinculado no sólo al atentado suicida contra el USS Cole sino además con los ataques de 1998 contra las embajadas estadounidenses.

 

Sería útil saber por qué George Tenet transmitió a un halcón del Pentágono datos de inteligencia que, visiblemente, nunca habían sido dados a conocer a nadie fuera de la CIA.

 

Por otro lado, ¿puede ser casualidad que Cambone, al igual que Blee en la CIA, haya supervisado un programa durante el cual miembros de las fuerzas especiales del SOCOM utilizaron la tortura para interrogar personas detenidas en Afganistán? [11]

De la misma manera que Richard Blee puede haber sido un protegido de George Tenet en el seno de la CIA, Stephen Cambone era conocido por su lealtad a toda prueba primero hacia Dick Cheney y más tarde, después de su nominación en el Pentágono, hacia Donald Rumsfeld.

 

No sabemos si Cambone tuvo que ver con el proyecto de planificación de la Continuidad del Gobierno (COG), en cuyo marco Rumsfeld y Cheney - entre otros - prepararon la vigilancia sin mandato y las medidas de detención arbitraria aplicadas por vez primera en la mañana del 11 de septiembre (y que aún siguen en vigor, como ya lo demostré anteriormente) [12].

 

Tampoco sabemos si durante la primavera de 2001 estuvo vinculado, de una u otra forma, al grupo de trabajo de Dick Cheney sobre el contraterrorismo (conocido como Office of National Preparedness, o Buró de Preparación Nacional).

 

Ese grupo fue al parecer una fuente de los ejercicios militares del 11 de septiembre - que incluían simulacros de ataques con aviones secuestrados - ejercicios que acentuaron la confusión en la respuesta de la defensa estadounidense en el momento de los atentados [13].

 

 

 


Los acontecimientos profundos como hechos recurrentes en la implicación de Estados Unidos en la guerra

Me gustaría concluir este ensayo situando en una corta perspectiva histórica las fallas de funcionamiento que acabamos de observar.

 

En cierta medida, el 11 de septiembre fue un hecho sin precedentes - el mayor homicidio que se haya perpetrado en un solo día en el territorio de Estados Unidos. Pero es también un ejemplo emblemático del tipo de acontecimientos misteriosos que por desgracia se han vuelto frecuentes desde el asesinato de Kennedy.

 

Yo los llamo "acontecimientos profundos" en la medida en que tienen profundas raíces en las actividades ilegales y secretas de las diferentes ramas de las agencias de inteligencia estadounidenses.

 

Por otra parte, después de esos acontecimientos se produce un proceso de flagrantes disimulaciones oficiales, respaldadas por increíbles problemas de mal funcionamiento de los medios de prensa y por exitosos libros que contienen mentiras. Algunos de esos acontecimientos profundos, como el asesinato de Kennedy, los incidentes del Golfo de Tonkín y el 11 de septiembre, deberían ser considerados acontecimientos profundos estructurales debido a su permanente impacto sobre la historia.

Resulta impresionante comprobar que los acontecimientos profundos estructurales, de los que apenas se habla, estaban todos destinados a provocar una rápida implicación de las fuerzas estadounidenses en guerras inoportunas.

 

Desde una perspectiva inversa, todas las intervenciones militares importantes de Estados Unidos - desde la intervención en Corea, en los años 1950 - han estado precedidas de acontecimientos profundos estructurales:

  • Laos

  • Vietnam

  • Afganistán (por dos veces, primeramente en secreto y después abiertamente)

  • Irak

Como ya escribí en La Machine de guerre américaine, un informe de 1963, redactado por la Dirección de Planificaciones y Políticas (J-5) del Comité de Jefes de los Estados Mayores Interarmas (JCS), hizo saber a sus generales que,

"[l]a fabricación de una serie de provocaciones destinadas a justificar una intervención militar [era] realizable y [podía] concretarse con la ayuda de los recursos disponibles" [14].

Los incidentes del Golfo de Tonkín, el 11 de septiembre e incluso el asesinato de Kennedy pueden ser vistos como acontecimientos que en realidad fueron "fabricados" siguiendo el modelo expuesto en 1962 en el Proyecto Northwoods (el conjunto de proposiciones emitidas por el JCS para justificar una invasión contra Cuba mediante la organización de ataques bajo bandera falsa [15].

Por otro lado, a pesar de mi escepticismo inicial, dos libros recientes me convencieron poco a poco de confeccionar una lista de más de una docena de paralelos importantes entre el asesinato de Kennedy y el 11 de septiembre.

 

Gracias a las brillantes investigaciones de Kevin Fenton, hoy puedo agregar otro paralelo más a esa lista.

 

En efecto, los expedientes de la CIA sobre Lee Harvey Oswald, que habían estado más o menos inactivos durante 2 años, mostraron una súbita hiperactividad durante las 6 semanas anteriores al asesinato de Kennedy. Fenton demostró que el mismo incremento de actividad se produjo en los expedientes del FBI sobre Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi durante las semanas anteriores al 11 de septiembre.

 

Ese brusco aumento de actividad lo inició Tom Wilshire en un momento extrañamente cercano al instante en que los presuntos piratas aéreos fijaron una fecha final para su ataque.

 

En ambos casos es posible comprobar además la existencia de extraños retrasos que justifican su estudio cuando se producen acontecimientos profundos [16].

 

 

 


El impacto del 11 de septiembre sobre el Derecho Internacional y el derecho estadounidense

A través de este ensayo, hemos analizado dos niveles diferentes de funcionamiento de la política exterior de Estados Unidos, que en realidad se contradicen.

 

Al nivel visible de la diplomacia pública podemos observar un compromiso a favor del Derecho internacional y de la solución pacífica de los diferendos. A un nivel más profundo, representado por una conexión saudita de larga data y por arreglos secretos tendientes a controlar el petróleo mundial, observamos que se tolera - e incluso se protege - a grupos terroristas en el cumplimiento de los objetivos secretos de Estados Unidos y de Arabia Saudita.

 

Así vemos que, en 2000 y en 2001, la actuación del "grupo Alec Station" alrededor de los dos presuntos piratas aéreos Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi debe situarse en el contexto de la vieja conexión con Arabia Saudita. Y también se inscribe en el consenso secreto de 2001 que, al igual que en 1964, se centraba en la idea de que las necesidades de Estados Unidos en materia de petróleo y de seguridad exigían, al igual que las de Israel, una nueva movilización estadounidense hacia la guerra.

Por muy horrible que sea, el asesinato de más de 2 000 civiles durante los hechos del 11 de septiembre no ha sido el más importante de los crímenes perpetrados aquel día.

 

Aquellos ataques desencadenaron una serie de agresiones contra el Derecho Internacional y contra el derecho estadounidense. Existe un vínculo indisoluble entre el estado de derecho y la libertad, que fueron considerablemente extendidos en el siglo XVIII por los documentos fundadores de los Estados Unidos.

 

De ello se benefició el mundo entero.

 

Rápidamente aparecieron constituciones escritas en cada continente y los movimientos Joven Europa, inspirados en el ejemplo americano, iniciaron el difícil proceso hacia la actual Unión Europea.

Desde el año 2001, el estado de derecho, al igual que la libertad, han sufrido un proceso de progresiva erosión. La cortesía internacional, basada en el hecho de que un Estado no debe hacer a otros Estados lo que no quisiera que los demás le hiciesen a él - al menos así fue por un tiempo - ha sido suplantada por la implicación militar unilateral de Estados Unidos (que actúa sin temor a la desaprobación o a las sanciones).

 

Los asesinatos que cometen los drones en alejados lugares del planeta se han convertido en simple rutina.

 

Han matado a más de 2 000 pakistaníes (en su gran mayoría civiles) y más de 3 cuartas partes de esos ataques se han realizado bajo la presidencia de Barack Obama [17].

 

La guerra preventiva contra Irak, a pesar de haber resultado injustificada y contraproducente, fue seguida por el bombardeo preventivo contra Libia y por la perspectiva de nuevas campañas militares contra Siria e Irán.

Como canadiense, permítanme subrayar que yo creo en el excepcionalismo americano, y creo que hubo una época en la que Estados Unidos se distinguía por haber reemplazado un régimen autoritario por un gobierno enmarcado en una Constitución - lo cual no tenía precedente histórico.

 

Hoy en día, Estados Unidos sigue siendo una excepción… por su porcentaje de ciudadanos encarcelados, por las desigualdades en materia de riquezas y de ingresos (en proporciones que, entre las grandes naciones, solamente son superiores en China) y, para terminar, por su uso desmedido del la fuerza letal en el extranjero.

 

Sólo la última de esas tendencias comenzó con el 11 de septiembre.

 

Pero ese acontecimiento debería percibirse en sí mismo como el lógico resultado de la expansión imperial de Estados Unidos y de su simultanea decadencia - proceso que afecta de forma inevitable a los súper Estados que acumulan y conservan más poderes de los que requiere la gestión ordenada de sus propios asuntos.

 

 

 

Referencias

  1. Thomas E. Ricks and Susan B. Glasser, Washington Post, October 14, 2001. Significantly, the proposal for a joint attack force with Massoud’s Northern Alliance was also resisted by Massoud himself (Peter Tomsen, The Wars of Afghanistan, 597-98, 796n25). The problem of Massoud’s resistance to an American troop presence vanished when he was assassinated on September 9, 2001, two days before 9/11.

  2. Coll, Ghost Wars, 467-69.

  3. Coll, Ghost Wars, 513, 534-36, 553.

  4. Coll, Ghost Wars, 558.

  5. Coll, Ghost Wars, 573-74.

  6. Fenton, Disconnecting the Dots, 108.

  7. Fenton, Disconnecting the Dots, 110-14.

  8. George Tenet, At the Center of the Storm: my years at the CIA (New York: HarperCollins, 2007), 255.

  9. Jeremy Scahill, "Shhhhhh! JSOC is Hiring Interrogators and Covert Operatives for ’Special Access Programs,’" Nation, August 25, 2010.

  10. Fenton, Disconnecting the Dots, 127-30; Summers, Eleventh Day, 387-88.

  11. Jason Vest, "Implausible Denial II," Nation, May 31, 2004,.

  12. Peter Dale Scott, "Is the State of Emergency Superseding our Constitution? Continuity of Government Planning, War and American Society," November 28, 2010.

  13. Scott, Road to 9/11, 216-18.

  14. Joint Chiefs of Staff, "Courses of Action Related to Cuba (Case II)," Report of the J-5 to the Joint Chiefs of Staff, May 1, 1963, NARA #202-10002-10018, 21; Scott, American War Machine, 193, 196.

  15. Scott, American War Machine, 195-205; Northwoods document, Joint Chiefs of Staff Central Files 1962-63, p. 178, NARA Record # 202-10002-10104.

  16. Fenton, Disconnecting the Dots, 283-355; Scott, War Conspiracy, 341-96.

  17. Jason Ditz, "Report: CIA Drones Killed Over 2,000, Mostly Civilians in Pakistan Since 2006," AntiWar.com, January 2, 2011, Cf. Karen DeYoung, "Secrecy defines Obama’s drone war," Washington Post, December 19, 2011 ("hundreds of strikes over three years - resulting in an estimated 1,350 to 2,250 deaths in Pakistan").