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 13 Marzo 2014 del Sitio Web EspaciosEuropeos 
 
	 
	No al Acuerdo Transatlántico 
	sobre Comercio e Inversión (ATCI) 
 
	 
 Es importante que, esta vez, a la hora de votar se sepa con claridad lo que está en juego. Hasta ahora, por razones históricas y psicológicas, la mayoría de los españoles - jubilosos de ser, por fin, "europeos" - no se molestaban en leer los programas y votaban a ciegas en las elecciones al Parlamento Europeo. 
 
	La brutalidad de la crisis y las despiadadas 
	políticas de austeridad exigidas por la Unión Europea (UE) les han obligado 
	a abrir los ojos. Ahora saben que es principalmente en Bruselas donde se 
	decide su destino 
 
	Este convenio se está negociando con la mayor 
	discreción y sin ninguna transparencia democrática entre la Unión Europea y 
	Estados Unidos (EE.UU.). Su objetivo es crear la mayor zona de libre 
	comercio del planeta, con cerca de 800 millones de consumidores, y que 
	representará casi la mitad del Producto Interior Bruto (PIB) mundial y un 
	tercio del comercio global. 
 Eso significa que la UE es el mayor mercado mundial y el principal importador de bienes manufacturados y de servicios, dispone del mayor volumen de inversión en el extranjero, y es el principal receptor planetario de inversiones extranjeras. La UE es también el primer inversor en EE.UU., el segundo destino de las exportaciones de bienes estadounidenses y el mayor mercado para las exportaciones estadounidenses de servicios. 
 
	La balanza comercial de bienes arroja, para la 
	UE, un superávit de 76.300 millones de euros; y la de servicios, un déficit 
	de 3.400 millones. La inversión directa de la UE en EE.UU., y viceversa, 
	ronda los 1,2 billones de euros. 
 
	Porque, para Washington, este acuerdo tiene un 
	carácter geoestratégico. Constituye un arma decisiva frente a la 
	irresistible subida en poderío de China; y, más allá de China, de las demás 
	potencias emergentes del
	
	grupo BRICS (Brasil, Rusia, la India, 
	Sudáfrica). 
 ¿Consecuencia? Estados Unidos perdió su liderato de primera potencia comercial del mundo que ostentaba desde hacía un siglo… 
 Antes de la crisis financiera global de 2008, EE.UU. era el socio comercial más importante para 127 Estados del mundo; China sólo lo era para 70 países. Ese balance se ha invertido. 
 
	Hoy, China es el socio comercial más importante 
	para 124 Estados; mientras que EE.UU. sólo lo es para 76. 
 También está cada vez más claro que las exportaciones chinas ya no sólo son productos de baja calidad a precios asequibles por su mano de obra barata. El objetivo de Pekín es elevar el nivel tecnológico de su producción (y de sus servicios) para ser mañana líder también en sectores (informática, finanzas, aeronáutica, telefonía, ecología, etc.) que EE.UU. y otras potencias tecnológicas occidentales pensaban poder preservar. 
 Por todas estas razones, y esencialmente para evitar que China se convierta en la primera potencia mundial, Washington desea blindar grandes zonas de libre cambio a las que los productos de Pekín tendrían difícil acceso. 
 En este mismo momento, EE.UU. está negociando, con sus socios del Pacífico, (4) un Acuerdo Transpacífico de Libre Cambio (Trans-Pacific Partnership, TPP, en inglés), gemelo asiático del Acuerdo Transatlántico (ATCI). 
 
 
	 
	 
 Y las negociaciones concretas se iniciaron inmediatamente después de que, en el Parlamento Europeo, la derecha y la socialdemocracia aprobaran un mandato para negociar (aceptado también, en España, en la proposición presentada conjuntamente, en el Congreso de los Diputados, por el PP y el PSOE…). 
 
	Un informe, elaborado por el Grupo de Trabajo de 
	Alto Nivel sobre Empleo y Crecimiento, creado en noviembre de 2011 por la UE 
	y EE.UU., recomendó el inicio inmediato de las negociaciones. 
 Y aunque las negociaciones están actualmente suspendidas debido a desacuerdos en el seno de la mayoría demócrata en el Senado de Estados Unidos, (6) las dos partes están decididas a firmar lo antes posible el ATCI. 
 
	De todo esto, los grandes medios de comunicación 
	dominantes han hablado poco, con la esperanza de que la opinión pública no 
	tome conciencia de lo que está en juego, y de que los burócratas de Bruselas 
	puedan decidir sobre nuestras vidas con toda tranquilidad y en plena 
	opacidad democrática. 
 Según los defensores de este proyecto librecambista, uno de sus objetivos será, 
 En cuanto a los servicios, la idea es, 
 Sobre la inversión financiera, las dos partes aspiran a, 
 
	Y sobre los contratos públicos, el acuerdo 
	pretende que las empresas privadas tengan acceso a todos los sectores de la 
	economía (incluso a las industrias de defensa), sin discriminación alguna. 
 Por ejemplo, Pia Eberhardt, miembro de la ONG Corporate Europe Observatory, denuncia que las negociaciones se han llevado a cabo sin transparencia democrática y sin que las organizaciones civiles hayan tenido conocimiento en detalle de lo que se ha acordado hasta ahora: 
 Eberhardt observa con inquietud una posible disminución de las exigencias para la industria alimentaria. 
 
	Añade que la industria agrícola-ganadera 
	estadounidense exige la supresión de los obstáculos europeos a ese tipo de 
	exportaciones. 
 
	Algunas ONG ambientalistas temen que se comience 
	también a introducir en Europa
	
	el fracking, o sea el uso de sustancias 
	químicas peligrosas para los acuíferos, con el fin de explotar el gas y el 
	petróleo de esquisto. (9) 
 Aquí lo que está en juego es sencillamente la soberanía de los Estados y el derecho de estos para llevar a cabo políticas públicas en favor de sus ciudadanos. 
 
	Para el ATCI, los ciudadanos no existen; sólo 
	hay consumidores, y estos pertenecen a las empresas privadas que controlan 
	los mercados. 
 
 
 
 
 
 
	 
 Referencias 
 
 
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