
	17 Mayo 2010
	
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
	 
	
	 
	
	La crisis que están viviendo algunos países mediterráneos 
	- Grecia (en 
	especial), Portugal y España - e Irlanda se está atribuyendo a su excesivo 
	gasto público, que se supone ha creado un elevado déficit y una exuberante 
	deuda pública, escollos que dificultan seriamente su recuperación económica. 
	
	
	 
	
	De ahí las recetas que el 
	
	Fondo Monetario Internacional, el Banco Central 
	Europeo (BCE) y el Consejo Europeo han estado imponiendo a aquellos países: 
	hay que apretarse el cinturón y reducir el déficit y la deuda pública de una 
	manera radical.
	
	 
	
	 
	
	
	
	 
	
	 
	
	Es sorprendente que esta explicación haya alcanzado la dimensión de 
	dogma, 
	que se reproduce a base de fe (el omnipresente dogma liberal) y no a partir 
	de una evidencia empírica. 
	
	 
	
	En realidad, ésta muestra lo profundamente 
	errónea que es tal explicación de la crisis. Veamos los datos.
	
	Todos estos países tienen los gastos públicos (incluyendo el gasto público 
	social) más bajos de la UE-15, el grupo de países más ricos de la Unión 
	Europea, al cual pertenecen. Mírese como se mire (bien gasto público como 
	porcentaje del PIB; bien como gasto público per cápita; bien como porcentaje 
	de la población adulta trabajando en el sector público), todos estos países 
	están a la cola de la UE-15. 
	
	 
	
	Su sector público está subdesarrollado. Sus 
	estados del bienestar, por ejemplo, están entre los menos desarrollados en 
	la UE-15.
	
	Una causa de esta pobreza del sector público es que, desde la Segunda Guerra 
	Mundial, estos países han estado gobernados la mayoría del periodo por 
	partidos profundamente conservadores, en Estados con escasa sensibilidad 
	social. Todos ellos tienen unos sistemas de recaudación de impuestos 
	escasamente progresivos, con carga fiscal menor que el promedio de la UE-15 
	y con un enorme fraude fiscal (que oscila entre un 20 y un 25% de su PIB).
	
	Son Estados que, además de tener escasa sensibilidad social, tienen escaso 
	efecto redistributivo, por lo que son los que tienen mayores desigualdades 
	de renta en la UE-15, desigualdades que se han acentuado a partir de 
	políticas liberales llevadas a cabo por sus gobiernos. 
	
	 
	
	Como consecuencia, la 
	capacidad adquisitiva de las clases populares se ha reducido notablemente, 
	creando una economía basada en el crédito que, al colapsarse, ha provocado 
	un enorme problema de escasez de demanda, causa de la recesión económica.
	
	Es este tipo de Estado el que explica que, a pesar de que su deuda pública 
	no sea descomunal (como erróneamente se presenta el caso de Grecia en los 
	medios, cuya deuda es semejante al promedio de los países de 
	
	la OCDE), 
	surjan dudas de que tales Estados puedan llegar a pagar su deuda, 
	consecuencia de su limitada capacidad recaudatoria. 
	
	 
	
	Su déficit se debe, no 
	al aumento excesivo del gasto público, sino a la disminución de los ingresos 
	al Estado, resultado de la disminución de la actividad económica y su 
	probada ineficacia en conseguir un aumento de los ingresos al Estado, debido 
	a la resistencia de los poderes económicos y financieros.
	
	Por otra parte, la falta de crédito se debe al excesivo poder del capital 
	financiero y su influencia en la Unión Europea y sus Estados miembros. Fue 
	la banca la que, con sus comportamientos especulativos, fue creando burbujas 
	que, al estallar, han generado los enormes problemas de falta de crédito. Y 
	ahora están creando una nueva burbuja: la de la deuda pública.
	
	Su excesiva influencia sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el 
	Banco Central Europeo (este último mero instrumento de la banca) explica las 
	enormes ayudas a los banqueros y accionistas, que están generando enormes 
	beneficios. 
	
	 
	
	Consiguen abundante dinero del BCE a bajísimos intereses (1%), 
	con el que compran bonos públicos que les dan una rentabilidad de hasta un 
	7% y un 10%, ayudados por sus agencias de calificación (que tienen nula 
	credibilidad, al haber definido a varios bancos como entidades con elevada 
	salud financiera días antes de que colapsaran), que valoran negativamente 
	los bonos públicos para conseguir mayores intereses.
	
	Añádase a ello los 
	
	hedge funds, fondos de alto riesgo, que están especulando 
	para que colapse el euro y que tienen su base en Europa, en el centro 
	financiero de Londres, la City, llamada el “Wall Street Guantánamo”, porque 
	su falta de supervisión pública es incluso menor (que ya es mucho decir) que 
	la que se da en el centro financiero de EE.UU.
	
	Como bien ha dicho Joseph Stiglitz, con todos los fondos gastados para 
	ayudar a los banqueros y accionistas se podrían haber creado bancos públicos 
	que ya habrían resuelto los problemas de crédito que estamos experimentando 
	(ver “¿Por 
	qué no banca pública?”).
	
	En realidad, es necesario y urgente que se reduzca el sobredimensionado 
	sector financiero en el mundo, pues su excesivo desarrollo está dañando la 
	economía real. Mientras la banca está pidiendo a las clases populares que se 
	“aprieten el cinturón”, tales instituciones ni siquiera tienen cinturón. Dos 
	años después de haber causado la crisis, todavía permanecen con la misma 
	falta de control y regulación que causó la Gran Recesión.
	
	El mayor problema hoy en la UE no es el elevado déficit o deuda (como dice 
	la banca), sino el escaso crecimiento económico y el aumento del desempleo. 
	Ello exige políticas de estímulo económico y crecimiento de empleo en toda 
	la UE (y muy especialmente en los países citados en este artículo).
	
	No ha habido una crisis de las proporciones actuales en el Siglo XX sin que 
	haya habido un crecimiento notable del gasto público y de la deuda pública, 
	que se ha ido amortizando a lo largo de los años a base de crecimiento 
	económico. 
	
	 
	
	EEUU pagó su deuda, que le permitió salir de la Gran Depresión, 
	en 30 años de crecimiento.
	
	El mayor obstáculo para que ello ocurra en la UE es el dominio del 
	pensamiento liberal en el establishment político y mediático europeo, 
	imponiendo políticas que serán ineficientes, además de innecesarias. 
	
	 
	
	Y todo 
	para asegurar los beneficios de la banca. 
	
	 
	
	Así de claro.