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			30 Junio 2016 
			del Sitio Web
			
			GazzettaDelApocalipsis
 
 
 
 
  
 
			  
			Hay gente empeñada en crear productos que parecen una tontería, una 
			curiosidad o incluso una estupidez, pero que en su interior 
			contienen el germen de un gran mal, que la mayoría de veces no 
			sabemos intuir.
 
 Hace unas semanas, conocíamos la existencia de un producto bastante 
			absurdo, inventado en los EE.UU.
 
 Así es como nos presentan el producto
			
			un artículo de Melissa Dykes…
 
				
				Por lo visto, no sólo vivimos en una 
				sociedad de zombis tecnológicos, sino que ahora, 
				además, la gente está haciendo cola voluntariamente para comprar
				
				por 200 dólares su propia 
				pulsera que provoca descargas eléctricas para castigar al 
				usuario cuando tenga malos hábitos.
 De forma parecida a la educación mediante suministro de 
				recompensas y castigos, la pulsera suministra descargas 
				eléctricas dolorosas al portador para ayudarle a mejorar sus 
				hábitos.
 
 El dispositivo recibe el nombre de 
				
				The Pavlok y como habrán 
				adivinado, debe su nombre a Ivan Pavlov, el fisiólogo ruso que 
				estableció las bases del condicionamiento pavloviano, como 
				método de "educación" de la conducta.
 
     
				video     
				La aversión provocada por el shock eléctrico, tiene el objetivo 
				de programar a la persona para evitar cualquier mal hábito 
				contra el que deba luchar y la compañía fabricante afirma que el 
				dispositivo necesita tan solo cinco días o menos para "eliminar 
				la tentación" asociando una descarga eléctrica con el mal hábito 
				de una persona, reconfigurando su cerebro para que relacione 
				dicho hábito con la desagradable sensación de electrocutarse.
 
 Se desconoce qué efectos negativos a largo plazo puede tener el 
				uso continuado de un dispositivo Pavlok, pero evidentemente, la 
				marca fabricante indica que "ninguno".
 
 Paradójicamente, las noticias locales de Boston que ya han 
				presentado el producto a la audiencia, lo califican como "340 
				Voltios de Fuerza de Voluntad usable (o portátil)".
   
				De hecho, el dispositivo puede 
				realizar descargas de entre 50 y 450 voltios, equivalentes a 
				recibir la picadura de una abeja gigante.
 
				
  
			El Pavlok puede ser programado para ser activado por sensores, apps 
			de móviles, GPS o por control remoto.
 
 Entre sus funciones incluye, por ejemplo, programarlo para que 
			provoque descargas cuando se acerca la mano a la cara para comerse 
			las uñas u otro tipo de malos hábitos similares que se quieran 
			erradicar.
 
 En definitiva, el dispositivo es programable para eliminar 
			prácticamente cualquier tipo de mal hábito o vicio, asociando con él 
			una sensación desagradable.
   
			Una de las primeras cosas que nos ha 
			llamado la atención, es la frase o lema con la que el noticiero de 
			Boston presenta el producto:  
				
				"340 Voltios de Fuerza de Voluntad 
				usable (o portátil)". 
			Resulta especialmente paradójico que se 
			defina un producto de este tipo como "un moldeador de la fuerza de 
			voluntad", cuando de hecho, es exactamente lo contrario.
 
			  
			  
			video 
			  
			  
			La fuerza de voluntad implica precisamente "voluntad", es decir, que 
			seas tú el que luches conscientemente contra tus malos hábitos para 
			vencerlos y superarte.
 
			  
			El desarrollo de la fuerza de voluntad 
			significa que emprendes un camino interior, en el que te conoces a 
			ti mismo y derribas las paredes de tu mente y tus propias 
			limitaciones, tomando poco a poco el control sobre todos los 
			aspectos de tu persona.
 En cambio, aplicarte descargas para reprogramar tu conducta, es lo 
			opuesto a la fuerza de voluntad.
 
			  
			Es la sustitución de ese importante 
			proceso de interiorización y refuerzo del autocontrol, por un 
			castigo externo que, aunque te lo apliques tú mismo, nada tiene que 
			ver con la conciencia propia y con la superación de las propias 
			barreras.
 
			
  
 
			Es como si te programaras como un robot...
 
			  
			Con ello, quizás consigues tomarle 
			aversión a un determinado mal hábito, como por ejemplo fumar, pero 
			al hacerlo con este método, no aprendes nada útil sobre ti mismo, no 
			utilizas la lucha contra el mal hábito para mejorar como persona y 
			jamás llegas a enfrentarte con la razón que te ha llevado a adquirir 
			ese mal hábito.
 Es el camino opuesto a la toma de conciencia y 
			a la mejora personal, por más que los vendedores del producto traten 
			de convencernos de lo contrario.
 
 Por lo tanto, resulta especialmente significativo que estos 
			"periodistas" sean incapaces de distinguir entre lo que es fuerza de 
			voluntad real y lo que es programación mental mediante el castigo.
 
 Aunque tampoco debería sorprendernos: este tipo de presuntos 
			periodistas y reporteros son el tipo gente idiotizada e inconsciente 
			que se dedican profesionalmente a lavarle el cerebro a los 
			espectadores.
 
 Y naturalmente, son los primeros en dar ejemplo con su necedad.
 
 Pero más allá de esta consideración, la cuestión es que se está 
			comercializando un producto de autocastigo para personas que por 
			ejemplo, quieran dejar de fumar o de beber, pero que tiene un enorme 
			potencial para convertirse en un producto de sanción ante cualquier 
			actitud que la sociedad califique como "negativa".
 
 
			
  
			
			
			Fuente
 
			Momentáneamente, es la propia persona que pretende "reprogramarse" 
			la que tiene el control sobre el dispositivo y la que toma las 
			decisiones.
 
 Sin embargo, una vez instaurado,
 
				
				¿cuánto tiempo tardaremos en ver que 
				el control de este producto de castigo y condicionamiento de 
				conducta esté en manos de actores externos a la propia persona 
				que recibe las descargas correctoras? 
			Si dejamos volar la imaginación hacia 
			los fecundos campos de la caricatura social, ya podemos imaginar un 
			futuro distópico, con alumnos en las aulas, llevando dispositivos 
			como estos y recibiendo descargas eléctricas de sus maestros cuando 
			realicen comentarios fuera de lugar o suelten los típicos 
			chistecillos graciosos.  
			  
			Y en lo que sería la culminación del 
			control sobre el individuo, ya podemos imaginar a posibles 
			"compañeros avanzados o de conducta intachable", siendo ellos los 
			que suministren los castigos a los que disturben el buen devenir del 
			grupo.
 
			
  
 
			Quizás en el futuro obliguen a todos los ciudadanos a llevar un 
			dispositivo de este tipo, para esculpir la conducta cívica que debe 
			tener un buen ciudadano, día tras día.
 
 Si dices una palabrota, descarga, si tiras un papel al suelo, 
			descarga, si maldices al ver a un policía, descarga. Y con cada 
			descarga, 3 créditos menos en tu cuenta de dinero digital. Sería la 
			evolución natural a lo que ya existe en la actualidad.
 
 El potencial de lavado de cerebro y control de un producto de 
			este tipo, sería enorme.
 
 Obviamente, estamos caricaturizando.
 
 
			
  
 
			No parece que el dispositivo vaya a tener demasiado éxito en estos 
			momentos y se hace difícil imaginar un futuro en el que la gente 
			vaya siendo castigada con descargas por la calle por "mala 
			conducta".
 
 Parece imposible que las personas puedan llegar a aceptar un control 
			de esta índole sin rebelarse contra sus opresores; un futuro de este 
			tipo parece más propio de un capítulo de los Simpsons que una 
			realidad plausible.
 
 Pero si analizamos esta posibilidad desde un punto de vista 
			diferente, veremos que no es algo tan imposible.
 
 Quizás la clave para que la sociedad llegue a aceptar métodos 
			represivos de este tipo no esté en el instrumento o vehículo 
			utilizado para aplicar dichas sanciones (en este caso un brazalete 
			electrónico), sino en la naturaleza de la autoridad que las aplique.
 
 Supongamos que salimos a la calle y hacemos una encuesta entre los 
			transeúntes.
 
 Les preguntamos a los ciudadanos que van pasando, si aceptarían 
			recibir castigos correctores inmediatos de este tipo por su "mala 
			conducta cívica", como por ejemplo, recibir una descarga de 
			advertencia al,
 
				
					
					
					tirar un papel al suelo
					
					cruzar un semáforo en rojo
					
					dañar mobiliario urbano o otros 
					recursos públicos
					
					escupir o orinar en plena calle
					
					agredir a alguien, etc. 
			A priori, podemos suponer que aún habrá 
			un altísimo porcentaje de gente que se negará a aceptar que se le 
			apliquen castigos de esta índole.
 Lo más probable es que estas personas justificaran su negativa a los 
			castigos esgrimiendo conceptos como "represión" o "tiranía" y 
			sobretodo argumentando que prácticas como éstas podrían conllevar 
			"abusos" por parte de los agentes de la autoridad encargados de 
			suministrar las correcciones.
 
 Rápidamente intuirían que las descargas podrían ser aplicadas de 
			forma injusta y arbitraria y que quizás algunos individuos o 
			colectivos, por su aspecto, por su raza o por la razón que fuera, 
			podrían ser objetivo de más castigos que otros.
 
 Pero,
 
				
				¿Qué sucedería si a esos mismos 
				ciudadanos les dijéramos que los castigos no serán aplicados por 
				policías uniformados ni por otras personas "imperfectas", sino 
				por un sistema de inteligencia artificial autónomo, que 
				detectara las conductas sancionables y aplicara los castigos 
				correspondientes de forma automática, igualitaria, basándose en 
				criterios fríos y bien estipulados, libres de todo prejuicio y 
				de toda posibilidad de error o mala interpretación? 
			
  
 
			Algo parecido a un árbitro de inteligencia artificial en un campo de 
			fútbol, que en lugar de ser un individuo que corretea por el césped 
			entre los jugadores cargado con sus limitaciones, fuera una suerte 
			de presencia omnisciente, capaz de ver y analizar todas las jugadas 
			desde diferentes ángulos simultáneamente, mediante múltiples cámaras 
			de alta resolución, dotado de unos algoritmos de análisis que le 
			llevaran a arbitrar los partidos sin posibilidad de error, 
			parcialidad o mala fe, como presumiblemente sucede con muchos de los 
			árbitros humanos.
 
				
				¿Cuánta gente aceptaría ser juzgada 
				y castigada en su vida cotidiana y de forma automatizada por un 
				juez artificial, presuntamente sin prejuicios, capaz de 
				recopilar infinidad de datos y de analizar cualquier acción 
				desde múltiples ángulos sin posibilidad de error? 
			Nos tememos que el porcentaje de 
			personas que aceptarían ser controladas por una "máquina imparcial e 
			infalible" aumentaría dramáticamente respecto a los que ya aceptaban 
			un sistema de castigo basado en criterios de análisis humanos.
 
			
  
 
			Y ese es, precisamente, el peligro que se oculta detrás de 
			tecnologías como estas.
 
 Cuando oímos hablar de productos como este "brazalete castigador", 
			tendemos a interpretarlos como un producto final y lo aceptamos o lo 
			rechazamos sin más, sin darnos cuenta de que en realidad, 
			estas ideas son una etapa intermedia que forma parte 
			de un proceso más largo, que se está desarrollando a nuestro 
			alrededor y que va a cambiar la vida humana de forma dramática en un 
			futuro no muy lejano.
 
 En realidad, el brazalete castigador Pavlok, no es un producto 
			final, sino un punto intermedio hacia un futuro en el que seremos 
			juzgados y castigados telemáticamente por una máquina con algoritmos 
			infalibles.
 
 Y lo más probable, es que ni sus propios creadores, ni aquellos 
			periodistas que lo publicitan con su proverbial superficialidad y 
			estupidez, sean conscientes de que el dichoso brazalete forma parte 
			de ese proceso tecnológico-social.
 
 Lo importante no es el producto en sí, sino la idea que el Pavlok 
			implanta en nuestro cerebro:
 
				
				la posibilidad de que una máquina 
				electrónica nos castigue, nos controle y moldee nuestra actitud 
				hasta corregirla por completo. 
			Una vez hemos aceptado el concepto como 
			algo plausible, una vez hemos aceptado sin alarmarnos y sin sentir 
			un profundo rechazo la posibilidad de ponernos en la muñeca un 
			artefacto que nos suministre una descarga "correctora", ya no 
			importa quién nos la aplique, ni bajo qué justificación.
 Pongamos un ejemplo:
 
				
				Al principio, el agua era gratuita 
				para todos, pues era un recurso natural disponible en el 
				planeta. Ningún hombre primitivo habría podido concebir la idea 
				que el agua del río de la que bebía, pudiera pertenecer a un 
				congénere suyo. 
			
  
				
				Sin embargo, ha acabado sucediendo...
 
			Y una vez se implantó en nuestro cerebro 
			el concepto de que alguien se pudiera
			
			apropiar de ese recurso natural que 
			es de todos y nos cobrara por su consumo, ya poco ha importado quién 
			lo hiciera.  
			  
			Primero le pagamos a las autoridades 
			públicas por el consumo y el suministro y ahora ya le pagamos a 
			grupos privados en muchos lugares, que se han apropiado 
			literalmente de la gestión de un recurso natural que debería ser de 
			todos.  
			  
			Y una vez hemos aceptado esto, ya nos 
			pueden cortar el suministro de agua si no pagamos, a pesar de ser un 
			recurso indispensable para nuestras vidas e incluso para nuestra 
			subsistencia, al que en un principio podíamos acceder libremente.
			 
			  
			El resultado final del proceso, es que a 
			final, ya no solo nos cobran por la gestión o el suministro del 
			recurso natural, sino que literalmente, hay grandes
			
			corporaciones y bancos que 
			se apoderan de los acuíferos en 
			propiedad.  
			  
			El agua es "suya"...
 
			
  
			
			
			Fuente
 
			Pues bien, con el concepto del brazalete de castigo (y otros 
			conceptos similares), seguimos un procedimiento similar.
 
 La clave de la manipulación está en aceptar el concepto base 
			inicial, su estructura básica, que reprograma y altera para siempre 
			nuestra concepción de la realidad. Después los aspectos que puedan 
			rodear a esa idea base, son mutables en el tiempo y en la forma.
 
			  
			Son meros accesorios, por más que 
			generalmente se conviertan en el foco central de las polémicas y las 
			discusiones.
 Ahora aceptamos el concepto de "máquina electrónica que a las 
			órdenes de un actor 'Y', nos aplica una descarga para corregir una 
			actitud ‘X'".
 
			  
			Y la mayoría de nosotros nos distraemos 
			discutiendo sobre la naturaleza de esas "X e Y", cuando en realidad, 
			no son más que variables que se irán adaptando a las cambiantes 
			circunstancias sociales de cada momento.
 Una vez aceptamos e incorporamos a nuestra psique la idea de que una 
			persona tenga un presunto "derecho" a ejercer su "dominio" sobre 
			nosotros, amparándose en una supuesta "ley", poco importa si a esa 
			persona la llamamos líder, césar, faraón, emperador, rey, papa, 
			presidente, director, jefe, general o capitán.
 
 Son solo denominaciones sucesivas para las variables X o Y, que van 
			adaptándose a las circunstancias histórico-sociales que nos afectan 
			a cada momento.
 
			  
			Esas circunstancias histórico-sociales 
			que van cambiando y por las que la gente ha luchado hasta la muerte 
			a lo largo de la historia, en realidad no son más que diferentes 
			manifestaciones externas de la misma estructura mental.
 Poco importa que luchemos hasta la muerte para cambiar la 
			"Monarquía" y el "Rey" y poner en su lugar una "República" con su 
			"Presidente".
 
			  
			En la estructura base que hay dentro de 
			tu psique, siempre hay "un tipo que tiene un presunto derecho para 
			ejercer su dominio sobre ti basándose en una supuesta ley que no 
			puedes poner en duda".
 Por esa razón, resulta tan preocupante que todos hayamos aceptado 
			con naturalidad la idea de,
 
				
				"castigo instantáneo para reconducir 
				una conducta errónea mediante dispositivo electrónico", 
				 
			...que es la idea base que rodea al 
			brazalete Pavlok.
 
			
  
 
			Esa falta de rechazo significa que el concepto base ya ha sido 
			incorporado a nuestra mente y con ello ha moldeado para 
			siempre nuestra percepción de la realidad.
 
			  
			Ha creado un nuevo escenario en nuestra 
			psique, al que podremos ir incorporando diferentes actores o 
			personajes.
 Por esa razón es tan importante tomar conciencia de la existencia de 
			estos conceptos base y la extrema importancia que tiene detectar su 
			significado profundo en un primer momento y oponerse a ellos con 
			todas sus fuerzas, antes de que alteren nuestra visión de la 
			realidad de forma inmutable.
 
 Estos mecanismos psíquicos son el esqueleto del Sistema y una 
			vez están inoculados en nuestra mente, por más inocuos que puedan 
			parecernos inicialmente, su evolución posterior ya está escrita y 
			será muy difícil impedir que evolucionen siguiendo el peor camino 
			posible.
 
 Son como un papelito redoblado en mil pliegues, que parece inocuo 
			cuando lo vemos por primera vez...
 
			  
			Pero que poco a poco y de forma 
			inexorable, se va desplegando ante nuestros ojos, hasta que al final 
			nos muestra la oscura maldición que llevaba escrita desde el 
			principio… y que no habíamos sabido ver...
 
  
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