
	
	por Giulietto Chiesa
	
	traducido por Francisco José Justicia Cano
	
	
	15 Enero 2008
	
	del Sitio Web
	
	VolatireNet
	
	 
	
		
			| 
			Giulietto ChiesaParlamentario europeo y periodista. Italia
 | 
	
	
	 
	
	 
	
	Nuestra sociedad planetaria vive un cambio histórico sin precedentes. 
	
	 
	
	El 
	control del sistema informativo masivo mundial por una elite muy poderosa. 
	La mentira y la guerra son sus principales artimañas para llevarnos adonde 
	no queremos ir. El control del pensamiento y de la opinión mediante la 
	información mediática es su estrategia. 
	
	 
	
	El experimentado periodista italiano Giulietto Chiesa y actual eurodiputado nos explica como funciona esta 
	maquinaria.
	
	 
	
	
	
	El vicepresidente de los EEUU, Dick Cheney en una ceremonia militar de 
	alistamiento de tropas en el Fuerte Stewart, 21 de Julio 2006. 
	
	George W. 
	Bush y Dick Cheney han declarado que la guerra contra el terrorismo durará 
	generaciones. 
	
	¿Cómo lo saben? ¿Qué nos preparan?
	Foto Casa Blanca por David Bohrer.
	
	 
	
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	Primera parte
	
	El rol de la prensa
	 
	
	El siguiente texto fue concebido durante una conferencia que fue realizada 
	en el Círculo de Ágora de Pisa, el 21 de marzo 2002; ha sido corregido y 
	actualizado por el autor en agosto 2003. Publicación inédita en castellano.
	 
	
	 
	
	
	1. Comunicación y democracia
	
	Son pocas las personas capaces de esbozar un cuadro de la situación actual 
	del planeta. Pero eso no quiere decir que no haya nadie que vea dicha 
	situación. Aquellos que disponen de información tienen más oportunidades de 
	ver el presente, y también una parte nada desdeñable del futuro.
	
	De todos modos, es cierto que la gran mayoría de la población, incluyendo a 
	quienes toman decisiones y tienen cierto poder, no disponen de dichas 
	informaciones. 
	
	 
	
	¿Por qué? Porque vivimos en un sistema de comunicación, y no 
	sólo de información, que no da noticia del mundo en que vivimos, que incluso 
	nos proporciona una imagen completamente falseada y nos impide ver qué 
	ocurre.
	
	Pongamos un ejemplo. En Italia hemos conocido todos los detalles del crimen 
	de Cogne [1], el de aquella madre que posiblemente mató a su hijo.
	 
	
	Fue el tema principal de la prensa escrita, de los telediarios, de los 
	programas de cotilleo [en Italia] y de debates televisados. En fin, ha sido 
	el acontecimiento más comentado, analizado y discutido por los medios de 
	información durante los primeros meses del año 2002, y como resultado, 
	también por el público.
	
	¿Qué hay en juego en este tema? ¿Tiene alguna influencia sobre la «conciencia» 
	colectiva? 
	
	 
	
	Sin duda alguna ejerce una fuerte influencia en numerosos 
	aspectos. Pero lo que está en juego salta a la vista inmediatamente: al 
	ocupar las primeras páginas de la prensa durante todo un mes, la madre de Cogne (en esto, inocente) ha eclipsado el resto del planeta. El mundo entero 
	ha desaparecido bajo ese sudario, incluidos los bombardeos estratégicos 
	estadounidenses que ametrallaban por entonces los valles de Afganistán.
	
	Casos de ese tipo, incluso más sorprendentes todavía, son innumerables. 
	Pongamos otro ejemplo para ilustrar el hecho de que todo el sistema de 
	comunicación e información por completo está construido y funciona para 
	burlarse de todos nosotros y llevarnos adonde «ellos» quieren.
	
	
	A mediados de noviembre, cuando los tadjik llegaron a Kabul y la «conquistaron», 
	la prensa escrita y los telediarios italianos más importantes (y también los 
	menos importantes), la Repubblica, la Stampa, el Corriere della Sera, [los 
	telediarios] Telegiornale1, Tg2, Tg3, Tg4, Tg5, Tg6 y Tg7 nos informaron de 
	que las mujeres afganas se habían quitado «por fin» el burka y que los 
	hombres se habían afeitado «por fin» las barbas.
	
	Ahora, ya lo sabemos, esas noticias eran falsas; pero con eso no queda todo 
	dicho. Tampoco basta con decir que los que las escribían, las enunciaban y 
	las publicaban tendrían que haber sabido que se trataba de noticias falsas. 
	Yo también soy periodista y me ha ocurrido haber dado una información 
	errónea, llegar demasiado tarde a un hecho, proporcionar una interpretación 
	falsa, pero eso ocurre una vez y le ocurre a una sola persona.
	
	¿Es posible que el conjunto de los periódicos y los medios de comunicación 
	de masas nos hayan dado por casualidad, por negligencia, por incomprensión, 
	durante semanas enteras, dos noticias completamente falsas? No puede haber 
	sido un error.
	
	
	Los directores de todos 
	
	los periódicos y los telediarios han movilizado a 
	sus mejores editorialistas para que nos cuenten esas dos patrañas durante 
	semanas enteras.
	
	No es una casualidad. Es tan sólo la demostración más notoria de que el 
	sistema de comunicación en su conjunto no funciona sobre la base de la 
	verdad y de la información correcta, sino con el objetivo de difundir 
	noticias que proporcionan una cierta interpretación de la realidad o de 
	disimular ciertas partes de la realidad en beneficio de otras que hacen 
	mejor servicio a los mecanismos de la dominación y que son más cómodas de 
	contar.
	
	Se podría argüir que siempre ha sido así. Pues bien, yo digo que no ha sido 
	siempre así. Lo que ocurre hoy día en este terreno es muy, muy diferente de 
	lo que ocurría en el pasado. Actualmente vivimos una nueva época histórica, 
	nos encontramos en un viraje decisivo de la historia. Eso no ocurre a menudo. 
	A menudo sucede que durante largos periodos de tiempo no hay grandes cambios 
	estructurales. En primer lugar, es esencial entender esto. Y entender, en 
	segundo lugar, que la comunicación y la información constituyen los 
	instrumentos decisivos de esta mutación estructural histórica, constituyen 
	los cimientos, la base.
	
	Sin esta base, este cambio no hubiera tenido, y no tendría, tanta 
	importancia histórica. Es importante entender todo esto, porque o bien somos 
	capaces de hacerlo (y entonces podríamos defendernos), o bien no somos 
	capaces, y entonces estaríamos vencidos.
	
	Por otra parte, como dichos procesos se desarrollan tan rápidamente, hay que 
	comprender rápido, por así decirlo. El tema de la comunicación, y el de la 
	democracia en la comunicación, se ha vuelto esencial para cualquier lucha 
	que intente defender la democracia de nuestro país. O somos capaz de 
	tratarlo, o perderemos la democracia.
	
	Una comunicación indecente (es decir, desprovista de valor intelectual, de 
	decencia, de cultura) y manipulada (es decir, engañosa, bajo las múltiples 
	formas que pueden inducir al error a aquellos que la reciben) priva a la 
	población de medios intelectuales para defenderse. Un país no se puede 
	considerar una democracia si una gran mayoría de su población está sometida 
	a una comunicación manipulada y a una información fundamentalmente falsa.
	
	El cuadro que tenemos ante nuestros ojos nos muestra que están a punto de 
	robarnos la democracia, aunque no nos impidan ir a votar. Mejor; así 
	seguiremos yendo a votar sin darnos cuenta (u olvidando) que el ejercicio de 
	la democracia es algo muy distinto del ejercicio del voto. Este último no es 
	más que una parte necesaria, pero no suficiente, para que se pueda calificar 
	a una sociedad de «democrática».
	
	Pero es evidente que el ejercicio del voto pierde todo su sentido y se 
	convierte en un procedimiento puramente formal si los votantes ya no están 
	cualificados para elegir, para ver la diferencia entre las variantes, entre 
	los programas, entre las opciones. 
	
	 
	
	Y la información es lo que nos permite 
	saber qué nos conviene elegir.
	
	 
	
	
	
	El eurodiputado y periodista 
	
	Giulietto Chiesa en una conferencia de prensa 
	sobre su libro «Guerra y Mentira» 
	
	y como invitado del Club Suizo de Prensa. 
	
	
	Ginebra, 17 de febrero de 2005.
	Foto Humberto Salgado / para la agencia peruana IPI.
	
	 
	
	 
	
	
	2. El 11 de septiembre y el fin de la soberanía nacional
	
	
	Respecto al 11 de septiembre, resumiré la situación del la siguiente forma: 
	nunca conoceremos la verdad sobre el 11 de septiembre. No la conoceremos a 
	lo largo de los próximos cien años, como dice 
	Noam Chomsky.
	
	Pero de lo que podemos estar seguros por ahora, sin el menor riesgo de 
	error, es de que la versión que nos han proporcionado es falsa. Incluso lo 
	podemos demostrar. He reunido toda la información posible, y no ha sido 
	fácil. No por que hubiera poca, al contrario, había mucha. Pero se 
	encontraba enmarañada con un montón de estupideces e incoherencias tan 
	numerosas como manifiestas. Tenía que desenmarañar el enredo de 
	contradicciones antes de establecer unas circunstancias más bien simples.
	
	Así fue cómo llegué a la conclusión de que el 11 de septiembre tiene causas 
	y orígenes muy, muy diferentes a las que conocemos, las que conocéis, y que 
	el Enemigo, el Satanás del que todos debemos protegernos no es Osama Bin 
	Laden.
	
	
	Para ser más exactos, no es sólo 
	Osama Bin Laden.
	
	Este último probablemente haya participado en la operación, o bien estaba 
	informado de algún modo, directa o indirectamente. En todo caso, no lo hizo 
	solo, no desde la gruta afgana donde se encontraba confinado, no como 
	protagonista, sino, eventualmente, como personaje secundario. Todo lo que se 
	ha podido reunir para encontrar una explicación indica que el enemigo no es 
	el Islam, sino algo más complejo, tan complejo que es difícilmente 
	explicable a los millones de individuos que están obligados a sufrir las 
	consecuencias y que no lo podrán comprender jamás [2].
	
	Un fenómeno típico en las operaciones de terrorismo de estado es su carácter 
	complejo y la multiplicidad de los personajes que actúan unos a espaldas de 
	otros pero como concertados, unidos por mil hilos y al mismo tiempo 
	condicionados por unas estrategias que sólo unas cuantas personas en la 
	cumbre conocen integralmente. 
	
	 
	
	Mientras que, por debajo de ellos, los 
	subalternos empleados en distintos niveles tienen una idea parcial, y en el 
	nivel más bajo, los ejecutantes lo ignoran todo respecto a los propósitos de 
	quienes los dominan y dirigen, pero han sido convencidos de antemano de 
	actuar por el interés exclusivo de la causa a la que sirven.
	
	Explicar, desvelar todos los pasajes, toda la pirámide, es imposible en 
	pocas palabras. Pero es la emoción lo que vuelve más difícil todavía hacer 
	un análisis imparcial. Emoción alimentada por explotar y magnificar el dolor 
	y el miedo reales. Emoción nutrida por la agresividad que se desencadena 
	contra todos aquellos que intentan discernir lo verdadero de lo falso y a 
	quienes acusan de blasfemos por no doblegarse a la versión oficial: la más “evidente”, 
	la más “lógica”, la más “simple”, pero no por eso la más verdadera.
	
	Nos han anunciado el comienzo de una guerra que se prolongaría durante toda 
	una generación. Lo ha dicho Dick Cheney, lo ha dicho Donald Rumsfeld, lo ha 
	declarado George Bush. 
	
	 
	
	Y cuando los escuché pronunciar esas frases, sentí un 
	estremecimiento de inquietud:
	
		
		¡Pero qué diablos! ¿Han perdido la cabeza? Nos están diciendo que moriremos 
	todos en tiempo de guerra o moriremos todos en estado de guerra. Pero, ¿dónde 
	están mirando estos señores? ¿En una bola de cristal? ¿Puede creerse alguien 
	que para vencer a Osama Bin Laden haga falta una guerra que dure toda una 
	generación? ¿Habéis oído alguna vez a un mando militar llamar a su pueblo a 
	las armas anunciando previamente que no podrá poner fin a la guerra durante 
	los treinta años siguientes?
	
	
	Al inicio, esta guerra fue llamada “Justicia Infinita”. Daos cuenta de que 
	los atributos infinitos sólo pertenecen a Dios. Así que nos enfrentamos a 
	discursos religiosos, no políticos. Por lo que parece, estos señores piensan 
	(o nos quieren hacer creer que piensan) que están investidos de una misión 
	moral, de un magisterio religioso.
	
	Aquello no fue un error, fue un lapsus. No sé cuál de las dos cosas es peor: 
	ese lapsus o el anuncio en paralelo, repetido obsesivamente, de que la 
	guerra iba a durar “toda una generación”. ¿Y para qué? ¿Contra quién? ¿Para 
	qué se están preparando? ¿Por qué quieren aterrorizarnos? Como pienso que no 
	están locos, ni borrachos, no puedo pensar otra cosa sino que están hablando 
	en serio.
	
	Los hechos lo confirman. 
	
	 
	
	Veo al presidente de los Estados Unidos (a quien a 
	partir de ahora llamaré «Emperador sustituto»), quien a mediados de 
	noviembre de 2001 emite un decreto anunciando: que el presidente de los 
	Estados Unidos de América, basándose en informaciones transmitidas por sus 
	servicios secretos, instituye tribunales militares secretos; que éstos 
	podrán juzgar (sin obligación de presentar pruebas al acusado, y menos aún 
	al público) a ciudadanos extranjeros capturados en cualquier lugar, incluso 
	fuera de los Estados Unidos, que serán juzgados en cualquier lugar, incluso 
	fuera de los Estados Unidos, sin tener derecho a elegir un abogado defensor; 
	en fin, que podrán ser condenados sin apelación a la pena de muerte por el 
	voto de dos jueces militares estadounidenses de los tres que constituyen 
	dicho tribunal especial.
	
	Yo leo los periódicos estadounidenses y reflexiono [3]. 
	
	 
	
	¿Qué se le pasa al 
	Emperador por la cabeza cuando promulga un decreto de ese tipo que significa, 
	pura y simplemente, el fin de toda legalidad internacional salvo la del 
	Emperador? Significa que se acabó nuestra soberanía, la soberanía de Italia, 
	de Francia, de Alemania, de Pakistán, de Irak, de quien sea. 
	
	 
	
	En otras 
	palabras: hemos perdido nuestra soberanía.
	 
	
	 
	
	 
	
	3. El enemigo chino
	
	
	Si a alguien la cabe la duda de que allí, en Washington, estén de broma, que 
	no se haga ilusiones. Intentaré ahora mostraros el cuadro que se me presenta 
	en toda su evidencia mientras trabajaba en la redacción del libro La Guerra 
	Infinita [4]. 
	
	 
	
	Hasta el momento no he encontrado a nadie que haya podido dar 
	una reconstrucción, una interpretación a la medida de desmentir mi tesis o 
	de refutar sus aspectos de fondo. Empecemos con una pregunta esencial. ¿Quién 
	provoca un escándalo por atreverse a poner en cuestión lo que los 
	bienpensantes consideran como adquirido? ¿Quién es el enemigo?
	
	A finales del año 2002, el Pentágono difundió un documento que llevaba una 
	firma muy importante, la de Donald Rumsfeld [5]. En 2002, Donald Rumsfeld no 
	era todavía ministro de defensa, pero es importante no perder de vista el 
	hecho de que desde finales de 2002 el Pentágono calculaba que en 2017 el 
	enemigo principal de Estados Unidos sería China. 
	
	
	 
	
	Se puede preguntar, ¿por 
	qué en 2017 precisamente?
	
	Respuesta: porque es el resultado de los cálculos y las extrapolaciones 
	efectuados por los centros de investigación militar. Basta con introducir en 
	el ordenador, como seguramente lo habrán hecho los analistas del Pentágono, 
	los datos de tendencias demográficas, económicas, tecnológicas y militares 
	de China para constatar que si el crecimiento de China prosigue al ritmo 
	actual de 7-8% de su producto interior bruto como media anual (como lleva 
	haciendo durante unas dos décadas), hacia 2017 mil trescientos millones de 
	individuos comenzarán a consumir “demasiado”. Es decir, que comenzarán a 
	comer tanto pan como nosotros, a beber tanta agua como nosotros, a poseer 
	tantos coches como nosotros y a consumir tanta gasolina como nosotros.
	
	Y nosotros, los ricos (incluso si nosotros no somos todos ricos y 
	simplemente nos hemos aprovechado de las migajas que han caído de la mesa de 
	los ricos), que no somos más que mil millones de individuos, ya hemos dañado 
	gravemente la naturaleza que nos rodea por el tipo de consumición que vamos 
	arrastrando. Imaginémonos un poco lo que ocurrirá cuando mil trescientos 
	millones de personas adicionales hagan su aparición en la economía de 
	mercado para consumir con las mismas pretensiones de derroche que nosotros. 
	
	
	 
	
	Es evidente que no habrá sitio para ellos y para nosotros, a no ser que 
	destruyamos el fundamento mismo de la vida sobre el planeta.
	
	Además, ya en el día de hoy, un solo país puede tomar decisiones sin pedirle 
	permiso a los Estados Unidos y a su presidente; ese país se llama República 
	Popular de China. 
	
	 
	
	Para evitar malentendidos, hago la precisión de que no 
	estoy emitiendo ningún juicio de valor sobre el régimen político y social 
	que dirige China en este momento. Me limito a constatar los efectos actuales 
	y potenciales de su desarrollo. 
	
	 
	
	Y si las cosas se encuentran así, no se 
	puede eludir una pregunta: 
	
		
	
	
	
	 
	
	4. La guerra de los ricos
	
	
	Hay una enorme tensión social en el mundo, que ha crecido más allá de todo 
	límite precedente, entre ricos y pobres. El número de ricos se restringe, 
	mientras se vuelven más y más ricos, y el número de pobres aumenta, mientras 
	se vuelven más y más pobres. Esto representa el primer elástico, un elástico 
	terrible que durante los últimos veinte años se ha tendido más allá de lo 
	soportable.
	
	La diferencia entre la quinta parte de la población más rica y la de la 
	población más pobre se ha multiplicado por cuatro puntos y medio durante los 
	últimos veinte años. Una quinta parte sería el 20% de la población más rica 
	y la otra quinta parte, el 20 % más pobre. Cuatro puntos y medio por año. Es 
	decir, que la globalización estadounidense (la llamo así porque han sido los 
	Estados Unidos quienes han determinado esta fase de una manera absolutamente 
	predominante) ha producido una acumulación monstruosa de riqueza a manos de 
	una cantidad ínfima de personas.
	
	De todos modos, esto sólo representa una parte del problema. Hay una segunda 
	parte mucho más importante. Es el hecho de que hemos llegado hoy día a los 
	límites del desarrollo. Eso tampoco había ocurrido nunca antes. Hemos 
	conocido un siglo y medio de desarrollo (capitalista y no capitalista) que 
	ha tenido un fuerte crecimiento en el norte del planeta y un crecimiento 
	débil o inexistente en el sur.
	
	Sabemos el modo en que se ha desarrollado la humanidad y lo observamos de 
	forma distraída. Pero es nuestra vida cotidiana la que nos tendría que hacer 
	reaccionar. En efecto, en la historia de la humanidad nunca había ocurrido 
	que los hombres modificaran su entorno. Nosotros hemos llegado justo a ese 
	estado. Aquí no podemos analizar todas las causas. Una vez más, me limito a 
	constatar hechos. El límite, el techo de este desarrollo nuestro, a penas 
	está por encima de nuestras cabezas; si nos ponemos de puntillas, rozamos el 
	techo.
	
	En todo el Occidente ya estamos obligados a cerrar nuestras ciudades porque 
	no podemos respirar. Y ahora mismo, mientras hablamos, hay mil millones de 
	hombres que no tienen agua para beber. Los cálculos indican que dentro de 
	diez años habrá dos mil quinientos millones de hombres que no tendrán agua 
	para beber. La alimentación de tres de los seis mil millones de habitantes 
	del planeta ya es un problema.
	Hoy día. 
	
	 
	
	
	¿Qué ocurrirá entonces cuando los mil trescientos millones de 
	consumidores a los que aludíamos antes entren en escena? A esas personas que 
	querrán consumir tanto como nosotros, ¿cómo se lo podremos negar? ¿Y a los 
	otros tres mil millones de personas que viven con un dólar al día? ¿Y a los 
	millones de niños que mueren de hambre? ¿Cómo les explicaremos que no tienen 
	derecho?
	
	¿Y qué presidente de los Estados Unidos se levantará un buen día y explicará 
	a los doscientos cincuenta millones de estadounidenses:
	
		
		«Queridos ciudadanos, no podemos seguir así. Tenemos que cambiar este 
	sistema de vida, debemos concertar con el resto del mundo algún medio para 
	sobrevivir, tenemos que determinar con ellos nuestros niveles de consumición, 
	nuestra calidad de vida»?
	
	
	Eso supone sentarse todos juntos a la mesa (los representantes de Occidente, 
	de Europa, de América, de China, de la India, del mundo árabe, todos juntos), 
	sacarse las pistolas de los bolsillos y dejarlas a un lado. Supone que 
	comencemos a conversar de igual a igual, honestamente, sobre el modo en que 
	tenemos que vivir, salvar nuestro planeta, evitar poner en peligro nuestros 
	glaciares, nuestros recursos; que nos pongamos a pensar en el futuro de 
	nuestros hijos y de las generaciones por venir.
	
	Es una de las posibilidades. Desgraciadamente, no es la más probable.
	
	
	¿Cuál es la alternativa?
	La guerra. Por eso vamos a la guerra.
	
	Vamos a la guerra porque el grupo que dirige los Estados Unidos y todos los 
	grupos dirigentes occidentales son incapaces de decir la verdad sobre la 
	situación actual del mundo. Estos hombres no tienen ni las herramientas 
	culturales, ni la intención de hacerlo. Quizá sea una tarea demasiado grande, 
	demasiado difícil, incluso peligrosa, ya que si un presidente de los Estados 
	Unidos se alzara para decir cosas de este tipo, es probable que lo mataran 
	al día siguiente.
	
	Existen poderes igualmente fuertes que obtusos, cuyo único interés es seguir 
	así, como siempre lo han hecho, con la cabeza gacha, en busca de su propio 
	provecho.
	
	
	Pero hay que reconocer que en este asunto tampoco existe una alternativa 
	cultural de peso.
	
	El aspecto esencial es que no se trata sólo de una lucha entre los ricos y 
	los pobres del mundo. Nos enfrentamos a una lucha completamente inédita que 
	no puede contrastarse más con las viejas teorías del imperialismo, sino en 
	términos más bien de supervivencia pura y simple del ser humano.
	
	Habréis entendido que nos encontramos justo en la meollo de un viraje 
	decisivo en la historia. Y sólo la complejidad de este terrible viraje puede 
	explicar que el presidente de los Estados Unidos nos haya anunciado que 
	entramos en una guerra muy larga, tan larga que durará una generación entera, 
	incluso más. Es la guerra de los ricos contra los demás. Quieren llevarnos a 
	esta guerra porque creen que saldrán victoriosos; no han sabido entender que 
	ni siquiera los ricos resultarán vencedores. Una guerra sin vencedores.
	
	
	Y yo os pregunto y me pregunto: ¿qué podemos hacer nosotros para no entrar 
	en esta guerra? 
	
	 
	
	Personalmente no le veo sentido a ir a hacerse quemar, y 
	menos aún, ir a hacerse quemar sin razón alguna. Porque precisamente no 
	estoy convencido en absoluto de que esta guerra (una guerra que implica la 
	matanza de cientos de millones de hombres) sea de ninguna utilidad para el 
	destino de la raza humana. 
	
	 
	
	Y no nos ayudará tampoco a salvaguardar los 
	valores occidentales de los que, puestos por escrito, estamos tan orgullosos.
	 
	
	 
	
	Referencias
	
		
		[1] Pueblo del Valle de Aosta, en Italia (Nota del traductor).
		
[2] Tras el periodo de tiempo pasado desde que se pronunciaron estas 
	palabras, se han reconstruido muchos otros elementos de la situación, por 
	parte del autor y de otros observadores. Se han publicado numerosos libros, 
	en Italia como en el extranjero. Todos apoyan la interpretación que aquí se 
	avanza.
[3] Conviene señalar que esta noticia a duras penas ha sido difundida por 
	los periódicos italianos, y que ha pasado completamente en silencio por 
	parte de las televisiones italianas públicas y privadas.
[4] La Guerra Infinita (Feltrinelli, Milán) se publicó a comienzos del mes 
	de marzo de 2002.
[5] En realidad, como se ha sabido más tarde, este documento formaba parte 
	de un estudio mucho más amplio que llevaba la firma, junto con la de 
	Rumsfeld, de casi todos los miembros más destacados de la actual 
	administración estadounidense. Se trataba del PNAC (Project for a New 
	American Century), una especie de manifiesto estratégico de los new cons, es 
	decir, los que se definen como los «Nuevos conservadores».
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	Segunda parte
	El 11 de septiembre y la crisis económica en Estados Unidos
	 
	
	El asunto del 
	11 de septiembre tiene el aspecto de haber sido una gran 
	operación política. Los dirigentes de Estados Unidos se esperaban un gran 
	enfrentamiento, pero un poco más tarde. 
	
	 
	
	Hubo un imprevisto. Y el imprevisto 
	fue que Estados Unidos se detuvo. 
	
	 
	
	Durante veinte años nos han contado que el 
	modelo estadounidense era el mejor, que la locomotora estadounidense 
	dominaba el mundo y que lo único que se podía hacer era imitar a los Estados 
	Unidos, pero las cosas no han sido así...
	
	 
	
	
	
	
	
	 
	
	
	5. La oposición a la guerra (nuclear) infinita
	
	No estoy intentando vender esperanzas. Quien vende esperanzas en un momento 
	semejante no es más que un charlatán. Esperanza no hay más que una, la de 
	organizarnos para impedir que esta guerra continúe. Es muy difícil, sobre 
	todo porque tenemos poco tiempo en nuestras manos. La guerra contra Irak 
	todavía está humeando. Otras guerras vendrán, y serán guerras asimétricas.
	
	Entre ellas, las habrá grandes y las habrá menores. Después de Irak le 
	tocará el turno a Irán. Los planes de Washington lo exigen así porque los 
	Estados Unidos tienen que eliminar a todo adversario intermedio. A todos, 
	antes de enfrentarse con China. O mejor dicho, para ser más precisos, las 
	guerras intermediarias tendrán como función mantener un estado de tensión 
	permanente que a su vez permitirá a los Estados Unidos desarrollar un 
	terrorífico programa de rearme.
	
	China podría convertirse también en un adversario contra el que no se luche, 
	con la condición de que haya sido puesta previamente en un estado de 
	inferioridad absoluta y, en cualquier caso, en una situación en que le sea 
	imposible rivalizar con la potencia militar estadounidense y de acercarse (incluso 
	de lejos) a unas condiciones de igualdad. 
	
	 
	
	De ahí que la destrucción de los 
	obstáculos intermedios tiene por función el preparar estratégicamente el 
	gran enfrentamiento: de este modo podrá ser evitado por la rendición del 
	enemigo potencial. Rendición preventiva. Para ello hay que derribar Irak e 
	Irán.
	
	El señor Bush no bromea cuando habla de los responsables del «eje del mal». 
	Ya los ha designado, enumerado y puesto en su punto de mira. Ahora se trata 
	de encontrar el medio y los pretextos para liquidarlos, ya que resulta 
	evidente que la verdadera razón por la que lo harán será inconfensable.
	
	La nueva doctrina nuclear de los Estados Unidos lo confirma todo al declarar 
	abiertamente que las bombas atómicas serán utilizadas como armas 
	convencionales. Nos lo dijeron en marzo de 2002. La única condición impuesta 
	a su utilización serán evaluaciones de interés político, evidentemente no 
	según un criterio militar. Incluso enfrentándose a países que no poseen 
	tales armas, el uso de las armas atómicas es libre.
	
	Sin embargo existe una posibilidad para evitar esta guerra. En Italia había 
	un movimiento importante de la población que no quería entrar en ella. Y 
	también en Italia el 93% de los diputados, incluidos los de centro-izquierda, 
	votaron a favor de la guerra contra Afganistán, cuando todo lo que veo y 
	siento al recorrer el país es que una gran parte de la población no deseaba 
	esta guerra. Así que podemos sacar la conclusión de que el parlamento 
	italiano no representa de modo alguno a la mitad (una mitad abundante) de la 
	Italia real. 
	
	 
	
	Hay un enorme vacío de representación democrática.
	
	Hay que empezar por ahí con el fin de prepararnos para el futuro. Por 
	ejemplo, debemos pedir a todos los futuros candidatos de todas las futuras 
	elecciones, en todos los niveles institucionales (desde el consejo del 
	barrio hasta el parlamento italiano, y hasta el parlamento europeo) que nos 
	digan antes de ir a votar qué tienen la intención de hacer si resultan 
	elegidos, qué compromisos están dispuestos a adoptar para con nosotros. Y ya 
	que la guerra continuará y se multiplicará, tendremos que obligarlos a 
	firmar un pacto con nosotros.
	
	Nunca más a favor de la guerra. A los que no acepten firmar dicho pacto los 
	consideraremos adversarios políticos, sean cuáles sean los partidos o las 
	coaliciones a las que pertenezcan. Y tendrán que firmarlo públicamente, 
	porque tenemos que combatir contra todo aquel que se declare a favor de la 
	guerra, con todas las fuerzas de las que dispongamos y con la mayor 
	intransigencia, por el respeto debido a las reglas democráticas. 
	
	 
	
	En fin, 
	dicho de otro modo, tendremos que apoyar a todo aquel que se comprometa a no 
	defender la guerra. Creo que el tema de la guerra y de la paz es 
	fundamental, y a partir de ahí debemos comenzar a construir nuestra defensa. 
	
	
	 
	
	Esta es la primera tarea que se nos impone.
	 
	
	 
	
	 
	
	6. El fin del desarme: el papel de China y de Rusia
	
	
	Como protagonista, China. Los chinos han comenzado a rearmarse y lo hacen a 
	un ritmo bien constante. Construirán centenas de nuevos misiles, centenas de 
	nuevas ojivas nucleares. Disponen de la tecnología necesaria, y dentro de 
	diez años será una tecnología muy depurada: por una parte se desarrollan muy 
	rápidamente, y por otra disponen de los medios necesarios.
	
	Asistimos a una nueva carrera de rearme que inaugura una fase totalmente 
	inédita. Creíamos que aquella época ya había quedado atrás; pues bien, ha 
	vuelto con todas sus fuerzas. Como segundo protagonista, Rusia junto con 
	Putin. He definido la guerra en Afganistán de la siguiente forma: un nuevo 
	gran Yalta asiático del que los estadounidenses han salido vencedores, sin 
	condiciones, arrebatando de la influencia rusa a nada más y nada menos que 
	cinco repúblicas de la antigua Unión Soviética.
	
	La guerra afgana tuvo fin con la conquista estadounidense no tanto de 
	Afganistán como de bases militares en Asia Central, principalmente la nueva 
	base estadounidense de Kirguizistán, cerca de su capital, Bishkek, pero 
	sobre todo no muy lejos de la frontera con China: el observatorio más 
	próximo a Rusia y China que Estados Unidos haya tenido nunca en Asia. 
	
	 
	
	
	Es un 
	cambio geopolítico con consecuencias inimaginables hace todavía un año.
	
	La base de Kirguizistán servirá sobre todo para repara la interferencia 
	electrónica de China y controlar todas las comunicaciones. Se están 
	construyendo dos bases militares más en Uzbekistán y Tayikistán. Parece que 
	hay otra en construcción, muy en secreto, en Turkmenistán. No tengo ninguna 
	certeza sobre ello. He intentado varias veces obtener un visado para 
	Ashgabat, pero nunca me lo han concedido. 
	
	 
	
	El secreto es absoluto.
	
	 
	
	
	
	Giulietto Chiesa, periodista, autor de esta investigación y eurodiputado 
	italiano en la Unión Europea.
	Foto Humberto Salgado / para la agencia peruana IPI.
	 
	
	Al mismo tiempo, otras dos antiguas repúblicas soviéticas han pasado a estar 
	bajo el control directo de Estados Unidos: Azerbaiyán, con su parte de 
	explotación del Mar Caspio y su petróleo, y Georgia, donde los 
	estadounidenses han desplegado por primera vez tropas para armar e instruir 
	la armada georgiana, así como vigilar la frontera meridional de Rusia.
	
	Y pensar que todo había empezado como la gran guerra contra el terrorismo. 
	El resultado ha sido una geografía política de Asia Central cambiada por 
	completo. Putin se ha mordido la lengua y, en este sentido, ha sido prudente. 
	No pone el grito en el cielo porque sabe que es inútil. Pero no hay que 
	interpretar el silencio ruso como una aprobación. Hay gruñidos profundos y 
	amenazadores; oírlos será cuestión de tiempo.
	
	En diciembre de 2001 Putin lanzó el submarino Guepardo, el mayor submarino 
	de alta tecnología que nunca hayan diseñado los investigadores militares 
	rusos, es decir, soviéticos. Las mismas fuentes estadounidenses han escrito 
	que se trataba de una novedad. Lo cual quiere decir que este submarino 
	nuclear, armado al menos con 120 misiles de cabeza múltiple, se ha vuelto un 
	arma estratégica extremadamente peligrosa. 
	
	 
	
	Desde la caída de la Unión 
	Soviética es la primera vez que Rusia lanza un submarino nuclear, un año 
	después de la tragedia del Kursk.
	
	 
	
	 
	
	
	7. El abandono de los continentes pobres
	
	Respecto a los otros compañeros del mundo, no creo que tengan gran 
	importancia en este momento. 
	
	 
	
	El partido se juega en los términos que acabo 
	de indicar. África entera cuenta con mil millones de habitantes y 23 guerras 
	en curso. Como mucho, se producirá un aumento de desembarque de inmigrantes 
	en nuestras costas. Creo que la supersociedad global que se está 
	construyendo no tiene más que formar regiones marginales.
	
	El resto del mundo vivirá a un lado. Nosotros somos consumidores de energía 
	vital, y esos millones, o más bien miles de millones, de personas contra 
	quienes lucharemos por la energía serán, no sólo inútiles, sino también 
	nocivas para la sociedad del futuro. No se necesitará tanta mano de obra y, 
	como consumidores, serán demasiado pobres para suscitar ningún interés.
	
	Ese enorme «resto del mundo»”será abandonado a su suerte, y si los 250 
	millones de estadounidenses (para ser más precisos, el 10% de esos 250 
	millones) y los otros 800 millones de “ricos” que pueblan el planeta (los 
	que comen de las migajas, porque los verdaderos ricos y sus familias no son 
	más que unos sesenta millones) quieren seguir consumiendo lo que consumen 
	por ahora, el resto del mundo tendrá que resignarse a consumir mucho menos, 
	o sea, a vegetar o a morir.
	
	Tendrán que morir muchos, y ya están muriéndose. 
	
	 
	
	Según los datos de 
	Naciones 
	Unidas se había decidido reducir en un 20%, de ahora a 2015, los millones de 
	personas que pasan hambre. Pero han pasado seis años desde que comenzó ese 
	programa, y el número de personas muertas de hambre aumenta. Hoy día más de 
	ochocientos millones de habitantes comen poco y mal. 
	
	 
	
	El resto del mundo ha 
	quedado fuera de juego en esta perspectiva, en este proyecto.
	 
	
	 
	
	 
	
	8. El 11 de septiembre y la crisis económica en Estados Unidos
	
	
	Así pues, todo el asunto del 11 de septiembre tiene el aspecto de haber sido 
	una gran operación política. Los dirigentes de Estados Unidos se esperaban 
	un gran enfrentamiento, pero un poco más tarde. Hubo un imprevisto. Y el 
	imprevisto fue que Estados Unidos se detuvo. Durante veinte años nos han 
	contado que el modelo estadounidense era el mejor, que la locomotora 
	estadounidense dominaba el mundo y que lo único que se podía hacer era 
	imitar a los Estados Unidos; lo mejor es que a pesar de todo continúan 
	repitiéndonoslo.
	
	Pero ha habido un accidente, Estados Unidos se ha detenido. Nos han hecho 
	saber oficialmente en noviembre de 2001 que habían entrado en una fase de 
	recesión, y noviembre, como todo el mundo sabe, viene después de septiembre. 
	Pero a la vez que anunciaban la buena nueva, nos dijeron que ellos (los que 
	gobiernan) lo sabían desde abril de 2001, y abril, como todo el mundo sabe, 
	viene antes de septiembre. Cuando leí esta noticia me dije: ¡Por Dios, ocho 
	meses para dar al mundo la información más importante de los últimos veinte 
	años!
	
	Después me pregunté: aquellos ocho señores que se reunieron en Génova para 
	formar el G8 en junio de 2001, ¿sabían que Estados Unidos se había detenido 
	o no? Si lo sabían, nos han contado a todos un montón de tonterías. 
	
	 
	
	Se han 
	reunido sabiendo que Estados Unidos estaba en crisis y no nos lo han dicho. 
	Si por el contrario lo ignoraban, eso quiere decir que estos ocho señores 
	pertenecientes a la cúpula directiva del mundo no poseen las informaciones 
	esenciales sobre la situación mundial. Pero entonces, ¿quién tiene esas 
	informaciones?
	
	Si a eso le añadimos que durante aquellos meses fatales, de abril a 
	noviembre, hemos asistido al hundimiento de una de las mayores 
	multinacionales del sector energético, Enron Corporation, ¿qué debemos 
	pensar? 
	
	 
	
	40.000 personas en la calle de golpe; una empresa arruinada; dos 
	billones de dólares perdidos, arrebatados por un grupo cuyo jefe se llamaba 
	Kenneth Lay, amigo íntimo de George Bush y que también había financiado una 
	gran parte de las campañas electorales de Bush, de Dick Cheney y de Donald 
	Rumsfeld. 
	
	 
	
	¿Todo eso no os parece extraño? Hay demasiadas 
	coincidencias para 
	pensar que el 11 de septiembre haya ocurrido por casualidad.
	
	Tras este acontecimiento hay una gran maniobra. 
	
	 
	
	Terminada la época del gran 
	enemigo ruso, la Unión Soviética ha desaparecido hace diez años y la 
	globalización se ha detenido. ¿Quién la ha detenido? ¿Hay un culpable? No 
	puede haber sido Osama Bin Laden, él vino después. Eso quiere decir entonces 
	que Estados Unidos se ha detenido él solo. 
	
	 
	
	Estaban persuadidos (y habían 
	persuadido al mundo entero) de que su globalización habría de continuar tal 
	cual por toda la eternidad. La historia había acabado y ya no tendría por 
	qué haber crisis cíclicas. Pero de pronto la máquina estadounidense se 
	detuvo. Es decir, que la historia ha vuelto a la vida según parece. Y 
	siempre se acaba teniendo que rendir cuentas.
	
	Y henos aquí que un elemento de diversión hace su aparición en el momento 
	oportuno. Osama Bin Laden ha sido el deus ex machina que ha permitido 
	desviar la mirada del planeta entero, distraerlo del desastre y poner en 
	marcha al mismo un tiempo un motor que reemplaza al que ya se había 
	estropeado.
	
	Había que crearse un gran enemigo, y este enemigo intermediario ha sido el 
	Islam. Intermediario y transitorio. Se servirán de él mientras siga 
	probándose útil. Al verdadero enemigo ya lo describí más arriba y ya sólo me 
	queda volver a mi punto de partida: 
	
	el sistema de información funciona para 
	ofrecernos una versión de los hechos que no se corresponde en absoluto con 
	la verdad.
	
	Nos impide, pues, saber qué ocurre, a nosotros y a todos los millones de 
	individuos, de hombres y mujeres que se conmueven y sufren ante las 
	pantallas de sus televisores.
	 
	
	
	
	
	
	
	
	 
	
	
	
	Tercera parte
	El sistema de información y la guerra contra Irak
	 
	
	¿Cómo se podía justificar un ataque contra Irak? Había que proporcionar 
	previamente a la opinión pública internacional la prueba de que Saddam 
	Hussein estaba en posesión de armas nucleares y biológicas. 
	
	 
	
	Con este fin se 
	fundó en Estados Unidos los que algunos llaman el «gabinete para la 
	información y la desinformación», en inglés el 
	
	Department of Strategic 
	Influence.
	
	 
	
	
	
	Tropas de EE.UU. en Irak. Ver fotos de Rick Loomis.
	Foto cortesía: Rick Loomis/The Los Angeles Times.
	 
	
	 
	
	 
	
	9. El sistema de información y la guerra contra Irak
	
	
	Por primera vez en la historia de los Estados Unidos es el Pentágono el que 
	se ocupa de esos asuntos. Antes sí que existía una cosa del mismo tipo, pero 
	dependía del Departamento de Estado. Ahora el Department of Strategic 
	Influence está en manos de Donald Rumsfeld [el autor escribió este texto 
	cuando Donald Rumsfeld era todavía Secretario de Defensa de los EE.UU., hoy en 
	día ya no lo es más. Ha sido remplazado por 
	
	Robert Gates].
	
	El Pentágono emite una serie de documentos que 
	
	el sistema mediático mundial 
	se encarga de difundir inmediatamente. Preparan a sus amigos, como ellos 
	dicen. Les preparan (y nos preparan) diciéndoles muchas cosas de entre las 
	cuales algunas son ciertas, otras son medio ciertas, y otras son 
	completamente falsas.
	
	Así resulta muy difícil discernir entre la información y la desinformación. 
	Y además lo sabemos; la guerra de Vietnam comenzó con una gran invención, la 
	acusación hecha contra los pérfidos vietnamitas de haber atacado navíos 
	estadounidenses en el golfo de Tonkín. Sólo bastantes años después, cuando 
	la guerra ya había acabado, se descubrió que no había existido tal ataque.
	
	Hacer la lista de este tipo de manejos exigiría redactar libros enteros. Lo 
	que nos deja estupefactos es el hecho de que los periodistas (los italianos 
	los primeros) caigan siempre en la trampa y no aprendan la lección.
	
	 
	
	 
	
	
	10. La sociedad civil estadounidense
	
	En lo que respecta a los Estados Unidos, es difícil esperar que los que se 
	oponen a esta guerra se vuelven los suficientemente numerosos como para 
	obligar a la administración a que cambie el rumbo. 
	
	 
	
	Las razones son múltiples 
	y profundas, y debemos reflexionar sobre ellas a fondo. Durante décadas nos 
	han presentado a los Estados Unidos como modelo de la democracia occidental. 
	
	
	 
	
	¿Son así las cosas? ¡No! Estados Unidos ya no es el modelo de la democracia 
	occidental. Hace bastante que dejó de serlo.
	
	Respecto al desarrollo de la sociedad civil Europa está mucho más avanzada 
	que los Estados Unidos. Mirando las cosas detenidamente, incluso el sistema 
	electoral estadounidense (que hemos intentado copiar sin comprender que cada 
	democracia tenía su propia historia) se muestra mucho menos democrática que 
	nuestros escrutinios proporcionales obsoletos. Incluso en los países 
	europeos donde se practica el escrutinio mayoritario, se trata de sistemas 
	electorales mucho mejor articulados y menos embalsamados que el bipartidismo 
	absoluto de los estadounidenses, donde las diferencias entre los dos 
	partidos son ahora tan imperceptibles que elegir entre ellos parece 
	desprovisto de todo sentido.
	
	Es por ello que, con toda lógica, la mayoría ni siquiera va a votar. Por 
	otra parte, el nivel de formación democrática (y de información política) 
	del ciudadano estadounidense es muy bajo.
	
	No se trata de estar en contra o a favor de los Estados Unidos. En cuanto a 
	mí, yo he vivido y he trabajado allí. Conocí una sociedad dinámica y muy 
	diversificada, pero también replegada sobre ella misma, reducida a la 
	adoración del rendimiento y de la carrera profesional y, en la mayoría de 
	los casos, incapaz de defender sus propios derechos. En todo caso, 
	desprovista de organizaciones que le den la posibilidad de defenderse. No es 
	una casualidad que entre todos los países del Occidente avanzado Estados 
	Unidos sea el único que mantenga la pena de muerte.
	
	El hecho es que vivimos en un mundo donde un porcentaje importante de los 
	artículos publicados en las páginas de nuestros periódicos está consagrado a 
	la exaltación de la democracia estadounidense. Reflexiones como las que 
	estoy exponiendo no tendrían lugar en las páginas de un periódico de gran 
	tirada en Italia.
	
	Unos diez días después del 11 de septiembre, cuando el presidente ha 
	transmitido su mensaje al pueblo, en todas las cadenas de televisión, no 
	encontró nada mejor que decir que la siguiente frase: 
	
		
		“volved a ir de 
	compras”. 
	
	
	Al oírlo sentí un escalofrío. ¿No tenía nada mejor que hacer que 
	una llamada a llenar los centros comerciales, los templos del consumismo? 
	
	
	 
	
	Algunos días después vimos las colas de miles de consumidores 
	estadounidenses que se habían levantado a las seis de la mañana para ir a 
	las rebajas de fin de temporada. Anticipadas para la ocasión. Así que, si lo 
	que nos dicen es verdad, que Estados Unidos nos lleva siempre veinte años de 
	adelanto, lo que nos arriesgamos a ver en ese espejo es a nosotros mismos. 
	Horror.
	
	Talvez también los chinos se reflejan ahí, unidos por la idea de que hay que 
	consumir siempre más, derrochar siempre más, divertirse siempre más y así 
	del mismo modo en una especie de compulsión repetitiva. Y la compulsión es 
	el síntoma de una grave enfermedad mental, por lo que me resulta difícil no 
	tener la impresión de que millones de estadounidenses han llegado a un alto 
	nivel de lobotomización. 
	
	 
	
	Mirad sus ciudades, construidas a la medida y en 
	función de los centros comerciales, de los “malls”. Yo no se va de paseo, se 
	va a comprar algo en los centros comerciales, se va a visitar los centros 
	comerciales, como antiguamente se iba a visitar un museo.
	
	Por eso me parece improbable esperar de parte del pueblo estadounidense una 
	respuesta masiva y hostil en contra de la guerra. Quien ha sido tocado por 
	el virus del hiperconsumismo, quien ha recorrido hasta el final el camino 
	para convertirse en un consumidor impenitente, difícilmente concibe ni 
	siquiera la existencia de los problemas que tratamos aquí. Nos lo ve, así de 
	simple. Se ha vuelto ciego. 
	
	 
	
	Si bien es verdad (como lo hemos resumido 
	eficazmente) que durante la última década los estadounidenses se han 
	enriquecido mientras dormían, ¿cómo hacerles entender que tienen que 
	despertar? Para ellos es difícil. Para nosotros también, dentro de poco, 
	será difícil.
	
	También se ha dicho precisamente que Estados Unidos era el único país del 
	mundo donde la idea de ahorro ya no existía y donde la gente gasta más de lo 
	que gana. Es una situación completamente anormal. La deuda de los Estados 
	Unidos con el resto del mundo se eleva a unos doce billones 
	(12.000.000.000.000) de dólares y 
	continúa creciendo a razón de unos mil doscientos o mil quinientos millones 
	de dólares por mes. 
	
	 
	
	¿Cómo se puede imaginar vivir en paz en un mundo donde 
	un país de 250 millones de habitantes consume él solo un tercio de los 
	recursos mundiales, y es el origen de casi un cuarto de la polución del 
	medioambiente, nuestra casa común?
	
	 
	
	
	
	Giulietto Chiesa, periodista italiano y eurodiputado en Bruselas, autor de 
	esta investigación. 
	
	Encargado de una comisión de defensa de la Unión Europea.
	Foto Humberto Salgado / para la agencia peruana IPI.
	
	
	 
	
	
	11. La supersociedad global
	
	
	La verdad es que nos dirigimos hacia una supersociedad global dirigida por 
	una superclase global de súper ricos de todas las partes del mundo, que 
	vivirán en ciudades reservadas, vigiladas por sus policías privados, porque 
	los policías nacionales estarán destinados exclusivamente a controlar a los 
	pobres. Ya asistimos a ese tipo de organización urbanística. 
	
	 
	
	En 
	Johannesburgo, Sudáfrica, las ciudades de ricos separadas ya existen. En 
	Moscú hay barrios enteros concebidos expresamente para los ricos, con 
	grandes edificios donde se encuentra de todo (campo de golf, gimnasios, 
	tiendas, paseos, jardines de infancia, colegios) con una entrada única 
	vigilada por agentes privados y muros altísimos. Esa es la imagen del futuro.
	
	Las élites ya no necesitarán vivir en un solo país, vivirán en el mundo 
	entero, en los lugares que les estarán reservados. Ya no será posible 
	mezclar las clases porque será demasiado peligroso para ellas. Así es la 
	idea que se impone en el mundo hoy día. La idea de los que podrán consumir, 
	y consumir en abundancia, mientras que el resto, la aplastante mayoría, 
	permanecerá fuera.
	
	Una parte relacionada con los servicios indispensable tendrá acceso al 
	interior y podrá beneficiarse de los restos de ese bienestar. Los otros 
	podrán palmarla, porque son inútiles. Y la prueba del hecho de que serán 
	inútiles es una tautología: serán inútiles porque habrán perdido el tren que 
	lleva al éxito.
	
	Ahora bien, los que pierdan en esta supersociedad de poderosos ávidos 
	estarán de todo modos equivocados y ningún capitalismo compasivo vendrá a 
	ayudarles. 
	
	 
	
	Así que, ¿por qué seguir dejándoles impunemente consumir aire, 
	agua y alimentos?
	
	 
	
	 
	
	
	12. Tras la guerra de Irak
	
	Sabíamos que la sangre iba a correr, mucha sangre: nos la han enseñado, 
	mezclada con el polvo del desierto.
	
	
	Esta vez han decidido que las cosas funcionarían mejor así. Ya no se trataba 
	de una misión humanitaria, que hubiera exigido mayor delicadeza. Iban a Irak 
	para darles miedo a los réprobos que continúan poblando el mundo. Era 
	necesario, pues, que la sangre se viera y que estuviera seguida de un 
	castigo ejemplar, duro, implacable. Una guerra emblemática, una guerra 
	ejemplar, un aviso.
	
	La segunda guerra de Irak de los Estados Unidos ha tenido su necesaria 
	coreografía imperial, previamente reglada, ejecutada con la mayor precisión.
	
	En realidad ha habido algún que otro error. Las cadenas imperiales debían 
	contentarse con instilar el miedo. No se había previsto ningún otro mensaje. 
	Pero las televisiones árabes han venido a arruinar las fiesta de esta cuarta 
	guerra del Imperio. Por primera vez en la historia de los medio de 
	comunicación globales (Kabul no fue más que un modesto preestreno) han 
	comenzado a contarnos la dolorosa historia de los vencidos.
	
	Peor todavía: no la de los perdedores ingenuos que entretienen en secreto la 
	esperanza de David, poder derrumbar a Goliat de una sola pedrada entre los 
	ojos. No, la televisión árabe nos ha contado la guerra a través de los ojos 
	de los perdedores que saben que no pueden ganar, que no se hacen ilusiones; 
	que son conscientes de que en el peor de los casos morirán como perros, y en 
	el mejor, salvarán sus vidas y las de sus hijos para vivir esclavizados.
	
	Y como las televisiones occidentales no podían mostrar gran cosa, encerrados 
	como estaban en grandes hoteles cuidadosamente alejados del blanco (aunque, 
	como ya se sabe, hubo algún que otro fallo en el punto de mira), el mundo 
	entero ha visto durante las dos primeras semanas la imagen de los perdedores 
	más que la de los vencedores. Eso produjo en efecto fantástico. 
	
	 
	
	Era como 
	asistir a Hiroshima del lado de los japoneses. Una primicia absoluta, 
	incluso si bajo este punto de vista el heroísmo de los pilotos de Enola Gay, 
	los que lanzaron la Bomba, resultaba menos evidente.
	
	Sea como fuere, resultaba difícil interpretar aquello que teníamos frente a 
	los ojos como heroísmo. Porque todas aquellas tropas de ataque tan bien 
	equipadas, con todas aquellas máquinas suspendidas alrededor, con todos esos 
	aviones arriba y helicópteros a los lados, tenían el especto de robots 
	programados para llevar una libertad sin manual de instrucciones.
	
	Como personas que hubieran aterrizado en la Luna completamente equipados 
	para la plantación de manzanos y perales. Y lo más extraño era descubrir que, 
	entre las cavidades de la Luna, había gente que permanecía allí y combatían 
	sin ninguna esperanza de vencer. No querían aquellos manzanos ni aquellos 
	perales.
	
	¿Podían haberlo previsto? Ciertamente, George Bush y Tony Blair
	no lo habían 
	previsto.  
	
	 
	
	Mientras redacto estas líneas finales, el escándalo de 
	las falsas 
	armas de destrucción masiva, las mentiras proferidas al mundo entero para 
	declarar la guerra contra Irak, ya han explotado. Ganada en mayo, la guerra 
	iraquí se transforma en derrota en el mes de agosto. La guerra en Afganistán 
	continúa. La idea de una paz palestina concebida como una capitulación de 
	los palestinos ante Sharon se ha desvanecido. Ya pueden tirar el plan 
	trazado a la basura.
	
	En fin, ninguno de los objetivos declarados por George Bush se ha cumplido.
	
	
	La única, la verdadera, la gran guerra emprendida por Bush ha sido la 
	dirigida contra Europa, dividiéndola (por el rasero de la guerra de Irak) y 
	preparando los diez caballos que se dispone a hacer entrar en sus muros. 
	Europa, Troya mal guardada e ignorante del peligro, albergará muy pronto a 
	diez aqueos más estadounidenses que los Estados Unidos.
	
	En dicho contexto, el papel que podría haber representado para frenar la 
	estrategia imperial estadounidense se vuelve extremadamente problemático. 
	Francia y Alemania aguantan, pero Bush tiene de su lado a Blair, a 
	Berlusconi y a Aznar, quienes en la “vieja Europa” representan el papel de 
	aliados de los “diez aqueos de la nueva Europa”. París y Berlín están 
	aplastados.
	
	Respecto a la Rusia de Putin, ha perdido antes de empezar. Ejemplo sin 
	precedentes en la historia de un país que se suicida, ha contemplado su 
	propia caída sin hacer un gesto. Aceptó la anulación del tratado ABM en 1972 
	aportando su firma bajo la declaración formal del fin de su poder, incluso 
	parcial. La ampliación de la OTAN hacia el Este tan sólo le ha hecho hacer 
	una mueca. Finalmente, ha perdido Asia Central sin rechistar.
	
	Dentro de quince años Rusia se verá reducida a menos de cien millones de 
	habitantes y flotará sobre sus fronteras actuales como las ropas de un 
	gigante sobre las espaldas de un enano. Quizá tenga todavía misiles, pero ya 
	no le servirán (como sucede actualmente) para ejercer una presión política 
	sobre el Emperador, utensilios herrumbrosos e inútiles.
	
	De China todavía tendremos que hablar durante un largo tiempo. El destino y 
	la historia le han dado un papel preponderante en el siglo que acaba de 
	comenzar. China es el verdadero problema de Washington. 
	
	 
	
	A China se consagró 
	el 
	
	PNAC, el “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano”. Los dirigentes chinos 
	lo saben a ciencia cierta. Y ninguna recuperación, o recuperación parcial, 
	de Wall Street permitirá desembarazarse del problema, que se opondrá al 
	axioma de Bush, que también fue el de Reagan: el nivel de vida 
	estadounidense no es negociable.
	
	Muy pronto ya no habrá sitio en el planeta para dos Américas, una blanca y 
	otra amarilla. Incluso la hipótesis de englobar a China (como subalterna de 
	los Estados Unidos, claro está) en el mercado occidental no resolvería el 
	problema.
	
	Este es el verdadero perfil de la situación a la que deberán enfrentarse 
	nuestra generación y la siguiente: hemos llegado al término. El desarrollo 
	que el mundo ha conocido no se puede prolongar indefinidamente. Hay que 
	elegir (si se acepta el cuadro que acabo de trazar) quién puede sobrevivir 
	en un mundo que ya está bastante «en apuros».
	
	Los que piensan, incluso en el seno de la izquierda, en términos de «recuperación» 
	del viejo desarrollo (en el terreno económico) y que creen poder moderar las 
	pretensiones del Imperio (en el terreno político) están condenados al 
	estupor y la impotencia ante los trágicos acontecimientos que se anuncian.