| 
			 
			 
			
			 
			 
			 
			
			
			  
			del Sitio Web
			
			Wikipedia 
			
			 
			Mediante el Principio de sincronicidad, C. G. Jung intenta dar 
			cuenta de una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la 
			realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no 
			presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional 
			lógica causa-efecto. 
			 
			  
			
			
			 
			Fundamentación  
			
			  
			
			Será a través de dos de sus escritos de 1952 
			como expondrá el concepto de sincronicidad: 
			
				
					- 
					
					Sincronicidad como principio de conexiones acausales, publicado 
			junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las 
			ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en 
			Interpretación de la naturaleza y la psique.   
					- 
					
					Sobre sincronicidad, conferencia pronunciada en los encuentros 
			Eranos.   
				 
			 
			
			 En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se 
			vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de 
			sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen 
			mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación 
			causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung, 
			sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen 
			mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo 
			tanto, Jung considera que las sincronicidades son "concordancias 
			significativas acausales".  
			
			  
			
			 Para él, la sincronicidad es,  
			
				
				"la 
			coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí 
			causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante...". 
			 
			
			 Una de las citas favoritas de Jung sobre sincronicidad remite a la 
			obra de Lewis Carroll A través del espejo, en la cual la Reina 
			Blanca dice a Alicia: Es mala memoria, la que funciona sólo hacia 
			atrás.[1] 
			 
			El surrealismo dio también una gran importancia a este tipo de 
			fenómenos, denominados por André Breton «azar objetivo». 
			  
			
			
			 
			 
			Casuística 
			
				
				-  Jung cita inicialmente en su obra dos casos 
			prototípicos, indicando en ellos no una explicación dirigida a hacer 
			cambiar de opinión a quien ve solamente casualidades, sino a modo de 
			exposición de la manera en que suelen presentarse en la vida 
			práctica las coincidencias de sentido:  
				
					
					Una joven paciente soñó, en un momento decisivo de su tratamiento, 
			que le regalaban un escarabajo de oro. Mientras ella me contaba el 
			sueño yo estaba sentado de espaldas a la ventana cerrada. De repente, 
			oí detrás de mí un ruido como si algo golpeara suavemente la ventana. 
			Me di media vuelta y vi fuera un insecto volador que chocaba contra 
			la ventana. Abrí la ventana y lo cacé al vuelo.  
					  
					
					Era la analogía más 
			próxima a un escarabajo de oro que pueda darse en nuestras 
			latitudes, a saber, un escarabeido (crisomélido), la Cetonia aurata, 
			la «cetonia común», que al parecer, en contra de sus costumbres 
			habituales, se vio en la necesidad de entrar en una habitación 
			oscura precisamente en ese momento. Tengo que decir que no me había 
			ocurrido nada semejante ni antes ni después de aquello, y que el 
			sueño de aquella paciente sigue siendo un caso único en mi 
			experiencia. C. G. Jung, 
					 
					
					Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2] 
					  
					
					 La mujer de un paciente mío de cincuenta y tantos años me contó una 
			vez en una conversación coloquial que, cuando murieron su madre y su 
			abuela, se congregó, ante las ventanas de la habitación de las 
			fallecidas, un gran número de pájaros, cosa que yo ya había oído 
			contar más de una vez a otras personas. Cuando el tratamiento de su 
			marido estaba a punto de concluir porque había desaparecido la 
			neurosis, le aparecieron unos síntomas leves que yo atribuí a una 
			afección cardíaca. Lo remití a un especialista que, tras el primer 
			examen clínico, me comunicó por escrito que no le había encontrado 
			nada que fuera motivo de preocupación.  
					  
					
					Cuando mi paciente regresaba 
			a casa tras esta consulta (con el informe médico en el bolsillo), se 
			desplomó de repente en plena calle. Cuando lo llevaron a casa 
			moribundo, su mujer ya estaba inquieta y asustada porque, al poco 
			rato de haber marchado su marido al médico, se había posado en su 
			casa una bandada entera de pájaros. Como es natural, inmediatamente 
			recordó los similares sucesos que habían tenido lugar a la muerte de 
			sus parientes, y se temió lo peor. 
					C. G. Jung, 
					 
					
					Sincronicidad como principio de conexiones acausales.[2] 
				 
				  
				
				- 
			Otro ejemplo clásico de sincronicidad apunta a un suceso acontecido 
			en la vida del actor Anthony Hopkins. Cuando éste fuera contratado 
			para actuar en la película La mujer de Petrovka, no consiguió 
			encontrar en ninguna librería londinense la novela de George Feifer 
			en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a 
			tomar el Metro para regresar a su casa.  
				  
				
				Estaba sentado en la 
			estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un 
			banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera 
			reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos 
			años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor 
			durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido su 
			ejemplar anotado.  
				  
				
				Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins 
			había encontrado en la estación olvidado sobre un banco. 
				 
			 
			
			  
			 
			Referencia 
			bibliográfica  
			
				- 
				
				Jung, Carl Gustav (2004), 
			Sincronicidad como principio de conexiones acausales (1952). Sobre 
			Sincronicidad (1952), Obra completa volumen 8: La dinámica de lo 
			inconsciente. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481645873. 
				  
			 
			
			  
			
			  
			Notas  
			
				- 
				
				A través del espejo, de Lewis Carroll, Capítulo 5, Lana y Agua. En 
			Carroll, Lewis (1999), Alicia anotada: Alicia en el país de las 
			maravillas. A través del espejo, 233, Madrid: Akal Ediciones. ISBN 
			9788473396943.  
				
					- 
					
					Es una mermelada muy buena –dijo la Reina. 
					 
					- 
					
					Bueno, de todos modos hoy no me apetece. 
					 
					- 
					
					Hoy no la tendrías aunque quisieras –dijo la Reina–. La regla es: 
			mermelada ayer, mermelada mañana... pero no hoy. 
					 
					- 
					
					Pero de vez en cuando debe haber «mermelada hoy» –objetó Alicia. 
					 
					- 
					
					No; no puede ser –dijo la Reina–. La mermelada toca al otro día; 
			como comprenderás, hoy es siempre éste.  
					- 
					
					No os comprendo –dijo Alicia–. ¡Lo veo horriblemente confuso! 
					 
					- 
					
					Es lo que pasa al vivir hacia atrás –dijo la Reina con afabilidad–: 
			siempre produce un poco de vértigo al principio... 
					 
					- 
					
					¡Vivir hacia atrás! –repitió Alicia con gran asombro–. ¡Jamás había 
			oído nada semejante!  
					- 
					
					Sin embargo, tiene una gran ventaja: la memoria funciona en las dos 
			direcciones.  
					- 
					
					Desde luego, la mía solo funciona en una –comentó Alicia–. No puedo 
			recordar cosas antes de que hayan sucedido.  
					- 
					
					Es mala memoria, la que funciona sólo hacia atrás –comentó la Reina. 
					  
					 
				 
				 
				- 
				
				Jung, Carl Gustav (2004), Obra completa volumen 8: La dinámica 
			de lo inconsciente. Sincronicidad como principio de conexiones 
			acausales, 433, Madrid: Editorial Trotta. ISBN 9788481645873. 
				  
			 
			
			   |