CAPITULO XIII
LA INVASIÓN SOLAPADA

Puede ser que el lector se haya impresionado al conocer los detalles de lo que está sucediendo en las bases subterráneas de los hombrecitos grises de los que tanto se ríen los científicos. Pero todavía les queda por saber la parte peor de esta auténtica invasión que la raza humana está padeciendo.

Lo material y visible, como son los trozos de carne flotando en los estanques, las mujeres violadas, los fetos siendo extraídos por la fuerza del seno materno, la fabricación de robots vivos cuasi humanos a partir de tejidos de animales y hombres, etc., causa una profunda impresión y es en sí monstruoso. Pero hay otros hechos que por no ser tan materiales ni tan fácilmente visibles pasan más inadvertidos, aunque en el fondo tengan consecuencias más funestas.

Me refiero a la invasión que están llevando a cabo de nuestras mentes, implantando en ellas ideas que subvierten todo el orden social.

Pero antes de seguir adelante repetiré algo de suma importancia: La invasión a que nos referimos no sólo es llevada a cabo por los no-humanos, sino también por grupos secretos de humanos con una avanzadísima tecnología de control mental de masas y con una enorme influencia disimulada en la sociedad. Aparte de sus ambiciosos proyectos de dominio mundial, colaboran inconscientemente con los planes a largo plazo de los no-humanos.

 

Sin darse cuenta, les facilitan grandemente el trabajo a éstos.

El resultado de toda esta disimulada invasión es un mundo convulsionado por más de una docena de guerras, locales pero violentísimas, y una sociedad desquiciada en donde lo feo, lo estruendoso, lo esperpéntico, lo sexual-mente depravado y hasta lo repulsivo y lo hortera tienen primacía. Basta con ver algunos video-clips que los insensatos que dirigen la televisión les hacen tragar a todos los ciudadanos. Y basta con ver el criterio con que seleccionan a los presentadores de los programas de las mejores horas. Con demasiada frecuencia son sujetos «atípicos» con un descarado gusto por lo morboso.

Es cierto que la humanidad siempre ha estado sometida a la invasión de su mente. Desde la más remota antigüedad, otros seres más avanzados que nosotros se han encargado de meternos en la cabeza ideas que, inconscientemente, nos ponían al servicio de ellos. Las religiones y las patrias, tal como ya dijimos, son el mejor ejemplo de ello. El conjunto de ideas falsas, en el primer caso, y artificiales, en el segundo, ha consumido enormes cantidades de energía humana que hubiese sido mucho mejor empleada en otras causas más útiles y en evolucionar en otro orden de cosas.

En la actualidad estos nuevos invasores están tratando de implantar en el mundo otras ideas con el fin de que hagamos lo que a ellos les conviene.

Aparte de su interés en conseguir de nosotros proteínas para su alimentación, tejidos para sus androides y fetos para sus experiencias genéticas, quieren mantenernos divididos para que así seamos más débiles y ellos puedan lograr más fácilmente sus intentos.

En su trabajo de convicción y de penetración de las mentes de todos los habitantes del planeta usan métodos sofisticadísimos, y aun las mayores autoridades de este mundo, incluida la alta ciencia, son engañadas como niños.

La prueba la tiene el lector en el documento que reproducimos:

 

 

LA CIENCIA, ENGAÑADA POR LOS EBES Y POR EL GOBIERNO DE LOS EE.UU.

He aquí una fotocopia del documento emitido conjuntamente por el Consejo Nacional de Investigación, por la Academia Nacional de Ciencias y por la Academia Nacional de Ingeniería de los EE. UU., en el que admiten, borreguilmente, todas las mentiras que el doctor Condón dice en su informe. Da pena ver cómo la ciencia oficial, en éste como en otros casos en la historia moderna, ha estado servilmente al servicio del poder en contra de los intereses del pueblo.

La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos solemnemente acepta el «Informe Condon» preparado por la Universidad de Colorado, en el que se afirma, en resumen, que el «fenómeno ovni no existe y que no merece la pena investigarlo».

 

Hoy todo el mundo sabe que dicho informe fue un fraude total y estuvo viciado desde su inicio, pues fue hecho por encargo de la CIA para desprestigiar solemnemente todo lo que se refería a los ovnis y desanimar a los científicos de buena fe a que se dedicasen a su investigación.

 

Varios de los miembros que intervinieron en su elaboración la abandonaron cuando vieron los métodos que se empleaban, otros protestaron por la forma en que se hicieron las cosas y no quisieron firmar las conclusiones finales, y uno de ellos (el Dr. James MacDonald) se suicidó, o según muchos sospechan, «lo suicidaron» porque ante los hechos que conoció durante la investigación se convenció de que el fenómeno era real y sostuvo que había que decir toda la verdad.

La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, en cambio, tragó el anzuelo por pereza mental o por cobardía y emitió pontificalmente su encíclica infalible aprobatoria. La ciencia oficial es tan dogmática como la religión.

Al gobierno norteamericano lo hicieron caer en la trampa para que hiciese un pacto con ellos, prometiéndole tecnología avanzadísima para usos bélicos; y ciertamente la han recibido, pero mucha menos de la que se habían imaginado (entre lo recibido están tres ovnis viejos, de los que dos pronto quedaron inservibles y el tercero tuvo un serio percance en un pueblo de Texas, que ha puesto en un grave aprieto al gobierno).

En cuanto a los rusos, lo que se sabe es basado en rumores, debido a que la psicología paranoica del partido no permite la filtración de noticias. Pero según estos rumores, también han caído en la trampa, a cambio de recibir juguetes bélicos y científicos. Parece que son capaces de producir androides debido a sus grandes y súbitos avances en las ciencias biológicas. Y apoyados en sus conocimientos en estas mismas ciencias y en particular en la genética, están haciendo experiencias desbocadas como la que mostramos en el grabado adjunto.

 

De ser ciertas, uno se pregunta si el pago recibido de los EBEs no es semejante a las alas de la hormiga, que le sirven para volar pero también le sirven para acelerar su muerte.
 

El Dr. Edward U. Condon, de triste memoria en los anales de Ia ovnilogía,

ya que se prestó, presionado por la CIA, a la falsa investigación que se hizo sobre los ovnis y que lleva su nombre.
 

Sin apostar nada por la autenticidad de la noticia me limito a traducir lo que un periódico norteamericano, el «National Examiner», publicó en la primavera de 1988: «Los geneticistas soviéticos han creado una forma de vida mitad col y mitad humana».

 

La extraña criatura ha sido bautizada "plantimal" por los críticos.

«Esto es una ofensa más allá de lo tolerable» —les dijo a los periodistas en París, Louis Genestar, fundador del grupo «Ciudadanos vigilantes en pro de la cordura en la ciencia».

«Han tomado información genética de un ser humano y la han mezclado con la de una planta. Esto es un insulto a la vida, tal como la conocemos. Esta manera de jugar con los fundamentos de la vida es un crimen contra la naturaleza y el hombre.»

 

Genestar ha sido un critico acerado contra las formas nuevas y raras de vida desde que hace varias décadas se descubrió esa posibilidad. Debido a sus reacciones directas con muchos científicos de la URSS, dice tener información de primera mano sobre este experimento. »

«Empalmaron los genes humanos con los de la planta y resultó algo que parece externamente una col, pero que es algo mucho más complejo. Me dijeron que apartando las hojas de fuera aparece en el interior una especie de cara humana. Tiene además un rudimentario sistema de venas que contienen una especie de sangre verdosa, pero como no hay corazón, no circula. La planta depende siempre de la luz y de! dióxido de carbono; pero si los científicos soviéticos logran dar uno o dos pasos hacia arriba en la escala evolutiva, no se sabe dónde pueden llegar.»

Un miembro de la Embajada rusa en París no quiso afirmar ni negar nada acerca del experimento.

Si estos invasores han logrado convencer y engañar a los sabios y a los poderosos del mundo, ¿qué no harán con el pueblo indefenso e impreparado para enfrentarse con una tal amenaza, debido, sobre todo, a la mentira sostenida por más de cuarenta años por las dignísimas autoridades?

La gran invasión, por tanto, no es la que está teniendo lugar en las bases subterráneas de los Estados de Nevada, Nuevo México y Arizona, ni la que sucede cada noche en cientos de granjas y casas apartadas en todo el mundo en donde los EBEs secuestran cantidad de reses y personas; la gran invasión es la que está teniendo lugar en las mentes de la gente joven de este planeta.

Aunque lo que voy a decir suena a delirio de un alucinado, no me privaré de hacerlo, aunque sólo sea por la posibilidad de que yo pueda estar en lo cierto. Porque de estarlo, las autoridades y, mejor aún, todas las personas responsables del mundo —las autoridades no son necesariamente responsables y en este particular ya han perdido la credibilidad— tienen que empezar a tomar serias medidas para defender a sus subalternos más indefensos.

En nuestro mundo actual hay muchas señales de que las mentes, sobre todo las mentes de los jóvenes y niños, están siendo bombardeadas; y la conducta de los ciudadanos de este planeta acusa ciertos síntomas sospechosísimos de una influencia externa.

La mayoría de la gente ve estos síntomas como algo normal, fruto de la época que nos ha tocado vivir y como una expresión natural de las inquietudes del hombre de hoy. Sin embargo, creo que hay algo más debajo de todas estas manifestaciones:

He aquí los síntomas a que me refiero:

  • La proliferación de sectas por todas partes y de todos los tipos y la cantidad de seguidores que tienen, por desquiciadas que sean sus prédicas.
     

  • La violencia estúpida y salvaje que se ha desatado en los estadios junto con el gamberrismo creciente que se manifiesta gratuitamente en muchos otros actos sociales.
     

  • Por el contrario, el "pasotismo" en que han caído muchos jóvenes a los que parece no interesarles nada que no sea terminar su carrera o su aprendizaje e instalarse en la sociedad con un seguro y fácil «modus vivendi».
     

  • El consumo de drogas, que acarrea tanto sufrimiento y que ha destrozado las vidas de tantos incautos.
     

  • El terrorismo sin causa y desproporcionado que no tiene inconveniente en matar a inocentes sólo por hacerse notar.
     

  • El arte esperpéntico y los mamarrachos pictóricos y escultóricos con su consabida corte de boquiabiertos papanatas y de compradores millonarios.
     

  • El gusto por las modas estrafalarias, cuyos mejores exponentes son los punks, en los que los pelos hirsutos son el contraste de una masa encefálica arrugada y encogida por la falta de ideas.
     

  • El rock duro, que con su estruendo, sus movimientos desenfrenados y sus dominantes cuatro ciclos por segundo, tanto daño causa a los tejidos cerebrales; aparte de que nos entronca con las danzas tribales de los trogloditas y los pueblos primitivos. Su difusión rapidísima y la vehemencia con que fue admitido por la juventud de todo el mundo, es algo que lo llena a uno de estupor.
     

  • El fundamentalismo religioso, que hoy tanto abunda y que tan funesto es para la evolución de la mente de los que lo padecen.
     

  • La corrupción gubernamental. Aunque con apariencia de personas honorables, en muchísimos países del planeta el poder ha caído en manos de políticos corruptos e ineptos, verdaderos enemigos de sus respectivas patrias, que lejos de buscar el bien del pueblo lo único que procuran es su propio enriquecimiento. Algunos de ellos no sólo son ladrones sino auténticos «gángsters» capaces de asesinar a quien sea, con tal, de mantenerse en el poder. En las jóvenes naciones africanas, artificialmente creadas por los europeos, es algo muy sospechoso ver la frecuencia con que llegan al poder verdaderos psicóticos que martirizan a sus pueblos con toda suerte de locuras.

Todavía podríamos citar otros síntomas de la callada pero profunda revolución que está teniendo lugar en las mentes de los habitantes de este planeta, especialmente entre los más jóvenes.

 

Repito que se me puede decir que tal revolución no es debida a causa ninguna extrahumana y que tiene sus raíces en la psicología del hombre de nuestro tiempo. Sin embargo, conociendo muchos otros hechos dentro de la vasta fenomenología paranormal y dentro del fenómeno ovni, que teniendo aparentemente una causa humana proceden, sin embargo, de causas extrahumanas, vemos con mucha sospecha todos estos síntomas arriba indicados. Y si bien se puede decir que en mayor o menor grado la mayoría de ellos han existido siempre en la humanidad, es muy extraño el arraigo y la rapidez con que en muy pocos años se han implantado en el psiquismo de casi todos los jóvenes del mundo.

Uno de los fenómenos sociales nuevos y repentinos que sintetiza varios de los indicados más arriba podrían ser los «festivales» de rock.

He asistido como observador atento a alguno de ellos y he observado con detención las películas y videos de varios y no puedo menos de sentir algo de terror y, sobre todo, una inmensa pena, pues me dan la impresión de estar ante una inmensa masa de posesos. Los músicos, por lo general, se retuercen frenéticos fuera de sí, como sacudidos por descargas eléctricas, mientras los oyentes escuchan en trance aquel horrendo fragor o simplemente se balancean al ritmo de sensaciones internas producidas por algún alucinógeno.

Indudablemente, algo hay de maligno y negativo en estas aglomeraciones promiscuas; y mucho nos hace sospechar la turbia personalidad y el frecuente fin desastrado de muchas de las «estrellas» que en ellos intervienen, a las que millones de jóvenes de todo el mundo miran como auténticos ídolos. Los casos de Elvis Presley y John Lennon, dos pobres desgraciados convertidos en mitos, nos hacen caer en la cuenta del grado de manipulación a que están sometidas las mentes de los jóvenes.

Como algo curioso, vea el lector esta inquietante lista de artistas rockeros famosos:

  • Johnny Ace. Se suicidó de un disparo.

  • Florence Ballard. Murió a los veinte años, alcoholizado.

  • Tommy Bolin. Murió a los veinticinco años por sobredosis de heroína.

  • John «Bonzo» Bonham. Adicto a la heroína y cocaína. Murió a los treinta y dos años asfixiado por un vómito tras ingerir gran cantidad de vodka.

  • Tim Buckley. Murió a los veintiocho años por sobredosis.

  • Sam Cooke. Muerto a los veintinueve años de un disparo, tras haber violado a una joven.

  • Mama Cass. Muerto por sobredosis de heroína.

  • Ian Curtís. Se suicidó a los veinte años.

  • King Curtís. Muerto a puñaladas a los treinta y seis años.

  • Darby Crash. Muerto a los veintidós años por sobredosis.

  • Nick Drake. Muerto a los veintiséis años por sobredosis.

  • Pite Ham. Se suicidó a los veintiocho años.

  • Jimmy Hendrix. Muerto por sobredosis.

  • Al Wilson. Murió de sobredosis.

  • Les Harvey. Murió electrocutado en el escenario ante 22.000 personas.

  • Donny Hathaway. Se suicidó tirándose por la ventana de su hotel.

  • Gram Parsons. Murió de sobredosis. -Gary Thain. Murió de sobredosis.

  • Bob Hite (The Bear). Murió de un ataque debido a su abuso de las drogas.

  • Brian Jones (de los iniciales de los «Rolling Stones») murió por sobredosis.

  • Janis Joplin, murió por sobredosis de heroína.

  • John Lennon. Lo mataron de un disparo. Bebía mucho y tenía problemas con la heroína y otras drogas.

  • Frankie Lymon. Murió de sobredosis.

  • Jim Morrison. Murió por sobredosis.

  • Vinnie Taylor. Murió de sobredosis.

  • Jimmy Maccullough. Murió de una mezcla de drogas.

  • Keith Moon. Murió por sobredosis.

  • Klaus Nomi. Murió de SIDA.

  • Phil Ochs. Se suicidó.

  • Elvis Presley. Murió por sobredosis.

  • Danny Rapp. Se suicidó.

  • Sid Vicious. Murió por sobredosis.

  • Dennis Wilson. Murió bañándose porque estaba borracho.

  • Devon Wilson (la musa de Jimmy Hendrix), murió por sobredosis).

  • Paul Williams. O se suicidó o lo asesinaron a los treinta y cuatro años.

Como el lector puede ver, la lista no es muy edificante. Y todavía se edificaría menos si supiese que se podría completar con otros 90 nombres más de artistas rockeros que han muerto, de una forma u otra, a temprana edad.

 

¿Cuántos jóvenes anónimos han muerto debido a la influencia nociva que emana del mundo del rock?

René Laban nos dice que,

«según un reportaje realizado por la periodista Judy Argasony para la TV-40 de California, en un solo fin de semana murieron en Los Angeles 650 jóvenes en el transcurso de un «weekend rock festival».

Al parecer, las cámaras refrigeradoras de la funeraria de esta ciudad estaban llenas a rebosar y muchos de estos jóvenes ni siquiera pudieron ser identificados».

La verdad es que tal cifra parece un poco exagerada, tal como el mismo René Laban afirma, pero lo que sí es cierto es que hubo once muertos en uno de estos conciertos dado por los «Who» en Cincinnati (USA) en 1978 y diecisiete en Lesotho (Africa) debido a los desórdenes que en él se formaron. Y es cosa frecuente que tras un gran festival de rock haya algún muerto.

En los momentos en que escribo estas líneas (mayo de 1989) tengo a mi lado el periódico en que se reseñan los desórdenes y el caos —con muertos incluidos— que se produjeron en las ciudades mexicanas de Querétaro y Monterrey, tras la actuación de un famoso grupo en un festival de rock.

En otros libros míos he citado varios casos investigados por mí de jóvenes que se han suicidado después de haber recibido la visita de algunos extraterrestres que los convencieron de que si se quitaban la vida, los llevarían a su planeta en donde estarían mucho mejor de lo que estaban aquí en la Tierra. En uno de ellos, el niño víctima de este terrible engaño, incluso dejó una carta para sus padres que yo tuve en mis manos. En ella les decía que no se entristeciesen porque él iba a estar mejor y desde el planeta a donde lo iban a llevar se iba a ocupar de ellos.

Pues bien, he aquí lo que René Laban afirma en su libro «Música rock y satanismo» (Obelisco):

«El índice de suicidios entre la juventud ha aumentado estrepitosamente durante los últimos veinte años. En estudios realizados por criminólogos en todo el mundo referidos al tema del suicidio se ha observado que un gran número de suicidas tenían una estrecha relación con la música de rock. Algunos de ellos eran músicos, mientras que otros la escuchaban varias horas al día. En dieciocho casos de suicidio de jóvenes entre los quince y los veintiún años estudiados en Montreal, se observó que la única constante entre todos ellos era, curiosamente, la música rock».

Uno tiene derecho a sospechar que los que han hecho que el gusto por el rock se extienda por todo el planeta como un reguero de pólvora con las consecuencias auto-destructivas que hemos indicado en las anteriores líneas son los mismos que inducen directamente a algunos de sus contactos a que se quiten la vida.

Adam Knieste ha estudiado como médico los efectos de la música rock tanto psíquicos como físicos, y he aquí lo que afirma:

«El problema central causado por la música rock en los pacientes que he tratado se debe claramente a la intensidad del ruido, que produce hostilidad, agotamiento, pánico, indigestión, hipertensión y una extraña narcosis... El rock no es un pasatiempo inofensivo; es una droga...»

Como ya hemos dicho, las frecuencias muy bajas (VLF) y las extremadamente bajas (ELF), que son como una dominante en la música rock, tienen un efecto concreto y fulminante en el cerebro humano. En este particular, la CIA, en los años cincuenta y sesenta, hizo terribles experiencias sugeridas por los EBEs y como resultado del pacto hecho con ellos. Las noticias son de que se llegó a resultados escalofriantes.

 

Sobre esto se podría escribir mucho, pero me limitaré a transcribir unos párrafos de V. Valerian:

«El documento RHIC-EDOM constaba de 350 páginas y fue preparado por la CIA inmediatamente después del asesinato de John F. Kennedy. El informe describía la manera de convertir a los humanos en robots controlados electrónicamente y programados para matar cuando se les ordene.»

 

«En la fase RHIC el individuo es puesto en estado de trance, en el que se le dan sugerencias que son activadas en varios niveles mediante palabras clave o sonidos. En la fase llamada EDOM (que es la sigla de «Electronic Dissolution of Memory), la memoria del individuo es afectada de modo que los recuerdos de los eventos en que ha participado, o son alterados o borrados del todo. Cuando se congestiona electrónicamente el cerebro, la acetilcolina crea una estática que bloquea tanto la vista como el sonido. Este método puede ser usado tanto para bloquear o borrar la memoria como para hacerla más lenta, de modo que los sucesos parezcan haber sucedido después de cuando sucedieron en realidad.»

«El uso de sonidos VLF o ultrasónicos es algo que se ha estudiado y comprobado muy bien. Los VLF y los ultrasónicos pueden afectar el funcionamiento eléctrico del cerebro y los mismos tejidos cerebrales.»

«En la fase actual de la guerra (secreta) internacional de las frecuencias VL, se hacen rebotar pulsos de 7-12 Hz contra la envoltura ionosférica de 8 Hz que rodea la Tierra. Dentro de estos pulsos están embebidos programas extraños y aberrantes que producen efectos similares en la conducta de los humanos. En los Estados de Washington y California esta actividad electrónica ha producido ya muchos problemas.»

«En la Universidad de Illinois, en 1961 se hicieron experimentos con ultrasonidos que finalmente cayeron en poder de los militares.» (Es decir, que una vez más, la ciencia se puso al servicio de las mentes enfermas de los enemigos del género humano.)

«En los experimentos hechos en 1961 por los doctores W. Fry y R. Meyers se usaron ultrasonidos dirigidos para hacer lesiones cerebrales de un tamaño controlado. Su investigación demostró las ventajas de los ultrasonidos sobre las técnicas de psicocirugía que consistían en implantar electrodos en el cerebro.»

«En 1963, el doctor Peter Lindstrom, de la Universidad de Pittsburg, usó un haz sónico para destruir grupos de fibras cerebrales...»

Por lo que podemos ver, ciertos sonidos afectan en gran manera al cerebro y, según nos dicen los entendidos, el martilleo resultante de un conjunto de rock —sobre todo cuando está a toda potencia— se encuentra entre ellos. Aparte de que ciertas frecuencias y ritmos también alteran el normal funcionamiento cerebral y pueden convertirse en una auténtica invasión destructora de la armonía neuronal y, en definitiva, mental.

Esta callada invasión que se está llevando a cabo en las mentes de la juventud es la que tiene que preocuparnos más profundamente. Más aún que las abducciones físicas de las que de una manera u otra podremos defendernos una vez que caigamos en la cuenta de su amenazadora realidad.

Pero esta manipulación sutil nos coge totalmente desprevenidos, y más, debido a la interesada y estúpida cooperación que le brindan los directivos de los grandes medios de comunicación, especialmente de la radio y la Televisión y hasta las mismas autoridades. (Aunque luego, muy frecuentemente, tengan que enviar policías para sosegar los ánimos alterados tras horas y horas de música violenta mezclada con todo tipo de estupefacientes.)

Algunos dirigentes de denominaciones protestantes en los Estados Unidos comenzaron a preocuparse hace ya algún tiempo cuando vieron que muchos de sus jóvenes, que por otro lado se consideraban fíeles seguidores del Evangelio, eran asiduos oyentes de la música de rock y asistían a festivales en los que actuaban grupos tan desenfrenados como los «Black Sabbath».

A estos jóvenes les sucedía exactamente lo que Ozzy Ouzbourne, el líder de «Black Sabbath», dice en la carátula de uno de sus discos, después de invocar a Satán:

«Y tú, hombre estúpido que tienes este disco en tus manos, has de saber que al haberlo comprado has vendido tu alma, pues pronto serás atrapado por este ritmo infernal y por el poder diabólico de esta música. Esta mordedura musical de tarántula te hará bailar sin fin y sin pausa.»

Aparte de lo preocupados que puedan estar los líderes protestantes al ver que el fanatismo religioso de sus jóvenes es suplantado por el fanatismo «satánico» del alucinado Ozzy Ouzbourne, no deja de ser inquietante el ver cómo personas equilibradas y sin fanatismo alguno se dejan igualmente arrastrar por estos ritmos desenfrenados y por estos «artistas» de voces estridentes y ademanes de simio que tanto distan de lo que hasta ahora se había tenido por artístico y armonioso.

Vea el lector esta, carta, aparecida en el diario «El Mundo» de la ciudad de San Juan de Puerto Rico, que resume varios aspectos de lo que estamos diciendo:

«Soy una joven de veintidós años que desea exponer una queja para ver si en futuras ocasiones no pasa algo que luego tengamos que lamentar. El sábado 24 de agosto mi hermana y yo quisimos disfrutar del concierto del afamado grupo inglés "Culture Club". Lo que allí encontramos fue una barbarie y una falta de respeto total: tiraban vasos vacíos y llenos de cerveza, rollos de papel sanitario, discos de plástico, bolas de playa inflables, petardos y, ¡señores, el colmo! un sostén, un calzoncillo y otros dos artículos indecorosos.

Unos jóvenes irrespetuosos estaban prácticamente encima de mi silla y la de mi hermana. Cuando les pedí que actuaran como gente civilizada nos insultaron. Se pusieron a fumar marihuana delante de nuestros propios ojos, por lo que tuvimos que desalojar obligatoriamente nuestros asientos.

Las medidas de seguridad fueron exclusivamente para los artistas, pero ¿y el público, qué? A mi hermana le cayeron unos petardos casi en los pies. Vi cómo algunos jóvenes le faltaban al respeto a una señora mayor; algo verdaderamente lamentable.

Le pido a las autoridades pertinentes que tomen acción sobre esto, ya que no todos los que vamos a ver este tipo de espectáculos somos "estrafalarios" y todo ser humano merece un respeto.»

Firma

D. R. M. Bayamón

Lo lógico, al terminar de leer esta carta, es hacer la consabida pregunta: ¿Y qué hacían unas chicas tan decentes como ustedes en un lugar tan «estrafalario» como aquél?

 

A las pobres les pasó lo que estamos diciendo: han sido víctimas de esta fascinación inconsciente que la música rock ejerce sobre las mentes de los jóvenes y que es, junto con las otras tendencias que señalamos más arriba, un síntoma de esta sutil invasión que la raza humana está padeciendo sin apercibirse de ello.

 

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