CAPITULO VII
ESTRELLAMIENTOS DE OVNIS

En este capítulo le ofreceremos al lector una lista ordenada, en cuanto cabe, de los estrellamientos conocidos de ovnis, con la seguridad de que nos quedamos muy lejos de reseñar todos los que han ocurrido a lo largo de los años.

Nuestras fuentes son la «Nevada Aerial Research» y el doctor J.F. Gille, a cuyas listas hemos añadido alguno más, conocido directamente por nosotros y que no aparecía entre los de ellos.

 

Es posible que en las fechas haya inexactitudes, al igual que en el número de cadáveres.

Aunque a primera vista pueda parecer extraño que la gran mayoría de los estrellamientos sucedan en los Estados Unidos, es perfectamente explicable.

En primer lugar, los investigadores que han reunido estos datos son de aquel país y, por tanto, no tienen tan fácil acceso a las noticias de otros países. Que también ha habido estrellamientos en otras naciones, no hay duda alguna. Lo que sucede es que en otros continentes y naciones más atrasadas no hay tantos medios de comunicación y muchos de estos eventos permanecen desconocidos, bien sea por la escasez de periodistas y agencias noticiosas, o por la estúpida censura a que tan dados son los gobernantes microcefálicos que por desgracia tanto abundan en el planeta.

En el estrellamiento de Puebla (México) a que hice referencia en uno de los capítulos iniciales y que yo pude contemplar personalmente (aunque de lejos, debido a las restricciones militares), excepto en un periódico sensacionalista no hubo información ni reacción alguna por parte de la prensa, considerada «seria». Y cuando indagamos con las autoridades oficiales acerca del suceso, se nos dijo con todo aplomo que no había habido absolutamente nada.

Aparte de estas razones, hay que considerar que los alienígenas procedentes de otras regiones del Cosmos, lógicamente tenderán a entrar más en contacto oficial con aquellas naciones más avanzadas, sobre todo aquellos que tengan en mente alguna clase de dominio sobre el planeta entero. Vencidas las dificultades que les podrían presentar las naciones más poderosas, el resto les resultaría mucho más fácil.

No deja de ser sospechoso que la presencia de estos seres no humanos entre nosotros, si bien data desde siempre, se haya activado repentina y violentamente justo en el momento en que el hombre comenzó sus experiencias atómicas. Y esta sospecha se acrecienta cuando vemos que su presencia y, consecuentemente, sus estrellamientos, se hacen mucho más notorios en torno a los lugares donde los humanos comenzaron y continúan haciendo sus experiencias nucleares, que indudablemente pueden significar una amenaza para muchos de ellos.

No hay duda alguna de que todo lo que se refiere a cohetería espacial y a energía atómica les interesa grandemente a nuestros visitantes. En los informes filtrados últimamente, los militares confiesan su pasmo cuando vieron a un enorme ovni tragarse a un cohete entero en plena marcha con sus motores encendidos.

 

Y, en otro, reconocen con preocupación que los alienígenas han logrado distorsionar por completo todo el complejo sistema de disparo de algunas de las cabezas nucleares depositadas en silos, cambiando los blancos y hasta dejándolas completamente inactivas.

Otra razón para que la mayor parte de los estrellamientos conocidos haya sucedido en los Estados Unidos es que los militares de este país hace tiempo que tienen una guerra declarada contra estos intrusos o, por lo menos, contra algunos de ellos. Algunos de los estrellamientos no han sido casuales sino que sencillamente el ovni fue derribado por las armas del Ejército norteamericano.

En la mayoría de los casos, los ovnis, con una gran superioridad tecnológica, rehúyen con toda facilidad el hostigamiento a que son sometidos y hasta derriban a sus perseguidores, tal como hemos visto en páginas anteriores. Pero en otros, debido a las malas condiciones en que se encuentra el ovni por averías sufridas previamente, o por pura casualidad —tal como sucedió en el caso de un ovni derribado por un potente radar que lo rastreaba—, los visitantes del espacio son fácil presa de nuestros ingenios bélicos.

Tal como ya hemos indicado, en algunos lugares del planeta hay una guerra manifiesta entre nuestros militares y los intrusos del espacio. En concreto en el Suroeste de Puerto Rico, se han estado desarrollando verdaderas batallas (con el increíble silencio de la prensa y de las autoridades) entre aviones y barcos de la cercana base naval «Roosevelt Roads» y ciertos extraterrestres que allí tienen una base subterránea.

Las tremendas explosiones subterráneas que, repetidamente, se escuchan y que han causado infinidad de temblores y de resquebrajamientos en la superficie, son una prueba de que el «Proyecto Excalibur> está funcionando a todo vapor. Este Proyecto fue organizado en 1988 para crear un arma que tenga la capacidad de destruir bases subterráneas alienígenas. El proyecto está en la actualidad en pleno desarrollo en la División WX LANL, Los Alamos (N. México) y parece que uno de los sitios de prueba contra un enemigo real es la isla de Puerto Rico.

Por último, con referencia a estrellamientos de naves de otros mundos, tenemos que decir que ya en el siglo pasado hay en los propios Estados Unidos, y reseñados por la incipiente prensa de aquellos tiempos, relatos de incidentes similares a los que ahora investigamos.

En concreto me refiero al de Dundy County (Nebras-ka) en 1884 y al de Aurora en Texas en el 1897. Aunque hay todavía hoy una seria controversia sobre su autenticidad no se puede negar que muchos de los datos que han llegado a nosotros, provenientes de los periódicos en los que fueron reseñados, nos mueven a creer que fueron auténticos, pues se parecen mucho a los que conocemos de nuestros días.

A esto tendríamos que añadir que el famoso «meteorito» que estalló sobre la Tunguska siberiana en 1908, no fue tal «meteorito».

 

Tras largas investigaciones oficiales llevadas a cabo por un equipo de científicos de la URSS, llegaron no hace mucho tiempo al convencimiento de que el hecho se debió a la desintegración a baja altura de un ovni, del que pudieron describir la trayectoria, quebrada pero inteligente, que siguió en sus últimos mil kilo-metros antes de explosionar.

Como dato final le diré al lector que tengo en mi poder un trozo de lo que quedó tras la vivísima implosión de un ovni a muy baja altura cuando se disponía a aterrizar. Me lo entregó el contactado que fue testigo del suceso (en la serranía de Puebla, en México) y que, como en otras ocasiones, esperaba al ovni en el mismo sitio para comunicarse con sus ocupantes.

Cuando me lo contaba se le caían las lágrimas «por que había perdido a sus amigos» con los que ya le unía un gran afecto.

Yo pude ver en su casa el bloque de material brillante y cristalino, de varios kilos de peso, en que se convirtió el ovni tras la vivísima llamarada que lo desintegró.

He llevado a analizar el pedacito que poseo —que emite unos fulgores muy bellos de un color azul metálico— y el resultado ha sido un extraño material muy rico en titanio.

¿Qué hacer ante hechos como éste, en los que uno no puede dudar de la veracidad del testigo (al que considero un auténtico contactado por ciertas extrañas cualidades que posee y de las que he sido testigo) y que por otra parte son tan difíciles de probar?

 

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