3 - Los Maestros Galácticos y Los Números del Destino


Cuando por primera vez confrontamos a los mayas, sentimos su magnificencia, pero extrañamos sus dioses, sus mitos y sus creencias.

 

Mientras los mitos y leyendas están aquí, ocultos en los textos, atisbando desde las enredaderas de la jungla, haciendo guiños desde las flores brillantes que brotan de la piedra cortada, lo que se centra sobre nuestra atención son los números. Como hemos visto, la persistencia de los números aparece en el cálculo de los tiempos de “origen”.

 

Los números también hablan cuando leemos los textos adulterados de los profetas del Chilam Balam, quienes al entrar en trance lo expresaban todo con números: El 1, el 13, el 7, el 9, el 4. ¿Son los números seres vivientes? ¿Son ellos entidades etéreas e intangibles, que ocupan dimensiones de la mente, y cuya existencia resulta insospechada para nuestro rígido pensamiento materialista?.

Limpiando nuestros ojos y aclarando nuestras mentes, es difícil creer que la totalidad del relato pueda decirse con números. Trece números y veinte símbolos, para ser precisos. ¿Y los mismos veinte símbolos, no son más que números disfrazados en formas ocultas llamadas jeroglíficos?

 

Aún más, ¿cómo podría la totalidad del relato, es decir, la ciencia, el mito, la medida galáctica, y la estrategia divina, estar contenida en una matriz cuya medida es de 13 X 20 unidades?.

No conocemos el nombre original de la matriz de 13 X 20, llamada por los arqueólogos el Tzolkin, y que literalmente es el conteo de los días, o realmente el conteo de Kin (= el sol, el día, la unidad armónica primaria). Igualmente, llamado Calendario Sagrado, el Tzolkin se parece a una de aquellas raras anomalías numerológicas.

 

¿Pero entonces, el I Ching le pareció algo diferente a Leibnitz, Hegel, o Jung, cuando ellos lo encontraron por primera vez?

 

Sabemos que el Tzolkin, al que llamamos módulo armónico, también es igual a la tabla de permutación llamada el Buk Xok. Sin embargo, cuando examinamos la tabla de permutación, tan divertida como ésta pueda parecer, su profundidad huye de nosotros. ¿Cómo puede esta medida de trece números en veinte series, hablar de la resonancia universal? ¿Qué significan pues los números mayas?

Por supuesto, el Tzolkin es sólo un código. Y así es el alfabeto con el que escribimos. No obstante, como ya lo sabemos, el alfabeto codifica un lenguaje, y la persona que sabe como escribir aquel lenguaje con el alfabeto - que consta de 26 letras - puede ostentar un poder formidable, y transmitir al menos un impresión del conocimiento y sabiduría del universo.

 

Del mismo modo, al conocer el lenguaje clave del Tzolkin, que es el módulo armónico de los mayas, se pueden abrir canales de entendimiento y comunicación con un poder igual o aún mayor que el que obtenemos a través del alfabeto. Porque el número, al no ser diferente del símbolo, es una condensación de los sobre-tonos altos y de niveles de significado.

 

Y cada número individual es un campo resonante para sí mismo. Esta es la razón por la cual solamente son necesarios trece números para describir el complejo total que llamamos ser galáctico -trece números que ocupan cada uno una posibilidad de veinte ubicaciones de posición, para un total de 260 permutaciones.

Con el objeto de explicar y apreciar los movimientos de la matriz Maya de 13 X 20, y la riqueza de sus aplicaciones reales y simbólicas, sería bueno obtener una percepción aún más profunda de la potencia mágica que los números tenían para los mayas.

 

Estos números, el 13, el 7, el 4 y el 9, en particular, como también el 20, penetran tanto en el pensamiento de los mayas, que es importante entender que cada uno de los números representa una multitud de cualidades, y la suma de las cualidades, al igual que la suma de los números, representa lo que llamamos “mundo”, o más bien “universo”.

En la actualidad pensamos generalmente que los números representan cantidades, como por ejemplo, 7 manzanas o 13 naranjas. Pero la cuantificación es sólo una función del número.

 

Para pensar en los números como cualidades armónicas, nos es muy útil la analogía musical. Puede decirse que cada tono musical representa un número o viceversa. El do podría estar representado por el 1, el re por el 2, y así. En el espacio de una octava hay un número fijo de tonos - 7 para ser exactos - do, re, mi, fa, sol, la, y si - siendo el octavo tono un do más elevado.

 

Cada tono de una octava determinada tiene sus sobre-tonos secundarios en las octavas superiores e inferiores. Son virtualmente infinitas las posibilidades de secuencias de tonos, como también de sostenidos y bemoles, la riqueza y el timbre de los tonos, la interpretación de rangos de octavas, y las sincronizaciones armónicas de dos o más tonos.

 

Y sin embargo, para empezar sólo hemos expresado un pequeño conjunto de tonos. Esta analogía demuestra que el número, al representar cualidades sensitivas como también cualidades simbólicas de la mente, es esencial, pues posee múltiples tonos secundarios de profundidad y significado, y es capaz de expresar la extensión completa de posibilidades universales.

 

La analogía también muestra que una cantidad muy limitada de números puede realizar todos estos fines. Para el Factor Maya, la función cualitativa y armónica del número es de suma importancia.

 

Así pues, mientras para nosotros la medida del tiempo es el conteo de una serie de unidades que expresan cantidad, sean éstas días o minutos, años u horas, para los mayas lo que llamamos tiempo es una función del principio de resonancia armónica.

 

De este modo, los días son en realidad tonos, y éstos se llaman Kin, y están representados por los números correspondientes; la secuencia de los días (kin) crea los ciclos armónicos, llamados vinal, tun, katunes, baktunes, etc... y las secuencias de ciclos armónicos, tomados como conjuntos más grandes, describen las frecuencias o calibraciones de un orden orgánico más grande, es decir, del modelo armónico del planeta Tierra en relación con el Sol y las galaxias que están más allá.

Sin embargo, para continuar con la analogía musical, mientras que un día representa un tono o número particular, éste también tiene sus tonos secundarios.

 

Cuando está debidamente afinado en su esencia, entonces, la cualidad de un día puede conducir a experiencias en otras octavas, o en otras dimensiones del ser.

 

Aunque esta perspectiva tiene alguna analogía con la astrología, el significado es algo diferente, porque los números señalan hacia los armónicos galácticos más que o lo mismo que hacia los ciclos planetarios. Como resultado de esta perspectiva, aquello que los eruditos han tomado como la obsesión Maya con respecto al tiempo, no lo es en modo alguno.

 

Más bien, las series de números que tan profusamente adornan los monumentos de los Mayas Clásicos, están destinadas a describir principalmente las calibraciones de la armónica galáctica, correspondientes a los ciclos del tiempo solar y terrestre.

 

Regresaremos brevemente a las implicaciones de esta afirmación.

Por consiguiente, para los mayas el significado del número no viene necesariamente de la relación secuencial, como por ejemplo, el diez es más grande que el nueve, ni las cantidades que indispensablemente pueda representar cualquier suma de números, sino que viene de las cualidades derivadas de las yuxtaposiciones, permutaciones y tonos secundarios de un determinado conjunto de números.

 

En otras palabras, el significado del número como representante de las series de armónicos, no es lineal o progresivamente cuantitativo, sino radialmente recíproco.

 

Pero, ¿qué queremos decir cuando decimos que el significado del número es radialmente recíproco?.

Con el término radial queremos dar a entender un campo dinámico de radiación, y de cualidades radiantes como un fuego artificial que explota en forma de estrella en el día cuatro de julio. la idea es que cada uno de los trece números es radial, y expresa sus cualidades simultáneamente en todas direcciones, pues cada número está contenido en todos los demás números y los penetra a todos a la vez.

 

El término recíproco significa que cada número retroalimenta a todos los otros números, y que como número se encuentra expresado en los demás dentro de un circuito que los incluye a todos.

Un circuito describe una comente de energía cuyo origen y terminación son una misma cosa.

 

Como un circuito gigantesco, la galaxia puede ser representada por una serie de comentes de energía, en las que cada una de sus pulsaciones radiales puede ser descrita mediante una de las series de los números primarios. Igual que en un circuito, todas y cada una de las comentes de energía vibratoria tienen un final y un punto de origen comunes, es decir, Hunab Ku, el núcleo galáctico.

 

El mismo circuito, tal y como es descrito aquí, es llamado por los mayas el Zuvuya, o sea la comente desde y hacia la cual todo brota y a la cual todo regresa, yendo y viniendo simultáneamente, a la fuente de origen.

Regresemos entonces al Hunab Ku, el núcleo galáctico cuya brillantez no puede expresarse con palabras.

Como el núcleo de un huracán, de Hunab Ku podemos decir que posee un movimiento simultáneamente de spin y contra-spin, e irradia hacia afuera desde un punto central de energía indescriptible, que pulsa a una frecuencia particular.

 

Digamos que las comentes de energía contrarias puede describirse mediante una serie de números que van en direcciones opuestas. Además de eso digamos que una comente pulsa en frecuencias representadas por las series del 1 al 13, y la otra pulsa en las series de frecuencias que van del 13 al 1. Es decir, la primera va desde una pulsación simple a una más compleja, y la última va desde una pulsación más compleja a una sencilla.

 

Si igualamos las pulsaciones de las comentes que van en sentido de spin y contra-spin, la serie que obtenemos es la siguiente:

El ciclo completo de spin y contra-spin, también puede ser descrito por los números que representan las diferencias entre cada uno de los números adyacentes de los dos ciclos, es decir, la diferencia entre 1 y 13, 2 y1 2, 3 y 11, etc..

 

La secuencia de las diferencias entre las dos series se expresa mediante la siguiente serie de números:

Vemos también que la suma de los números 1+2+3+4+5+7+8... +l 3 es igual a 91, que es igual a 13 X 7, mientras que los números d e las series representadas por las diferencias de los dos ciclos suman 84, o sea 7 X 12, la diferencia entre 84 y 91 vuelve a ser 7.

 

Aún como número par, el 12 también puede ser factorizado por 3 (3 X 4), y 84 es igual también a 3 X 28, mientras que el 28 está representado por 4 X 7.

En este ejemplo, es interesante observar que el 7, que es el número que está en la mitad de cada una de las series, representa una diferencia de cero. Al estar en el centro de una serie de 13 números, el 7 representa la plenitud mística0 o potencialidad. Sumando las 2 series de 13 números, en la forma en que están colocadas la una frente a la otra, 1 + 13, 2 + 12, 3 + 11, etc. en todos los casos la suma es 14, o sea de 7 X 2. El número total de los números en las series de spin y contra-spin, es de 13 X 2, o sea 26.

En este simple ejemplo vemos que desde el núcleo galáctico, los números pueden irradiar simultáneamente en por lo menos dos direcciones. También vemos que la relación entre el ciclo de números de cada línea de energía, da origen a una simple serie de relaciones recíprocas. También es evidente que el 7 tiene una relación peculiar con el cero, con las sumas de cada una de las series (= 91), con las sumas pares de las dos series (14), y con la suma de las diferencias entre las series (84).

 

Si hubiera dos números claves que resultaran de este ejercicio, ellos serían el 13 y el 7.

Este ejemplo demuestra lo que queremos dar a entender al afirmar que el número es recíproco en sentido radial. Lo que parecían ser sólo dos líneas de números apareados el uno con el otro, realmente ofrece una gama mágica de permutaciones y posibilidades.

 

Recordando que los números representan diferentes tonos de resonancia, pulsaciones de onda, o cualidades de energía radiante correspondientes a diferentes sensaciones y categorías mentales, podemos empezar a valorar el “significado” que los mayas dieron a los números.

 

Como agentes activos de los diferentes niveles de resonancia, los números son en realidad entidades mágicas, seres armoniosos que saltan las octavas, cambian de identidad, hacen pasar de una dimensión a otra, y viajan inexorablemente hacia atrás, con la misma facilidad con que se extienden al avanzar progresivamente hacia adelante. (Para más detalles sobre el código numérico radialmente recíproco de los mayas, véase el Suplemento A. Números Direccionales y Números Radiales).

El que los mayas le hayan acordado un significado radial a cada uno de los números, siguiendo un modelo Oriente, Norte, Occidente, Sur, repetido en cinco veces, contribuye a la riqueza del significado y simbolismo de cada uno de los 13 números. El resultado factorizado de las 20 posiciones direccionales y de los 13 números, es por supuesto, el Tzolkin 260 unidades.

Si continuamos suponiendo que esta matriz de 260 unidades de permutación es la matriz primaria emitida por el núcleo galáctico Hunab-Ku, y remitida de nuevo a él, entonces también podemos presumir que de una u otra forma esta matriz pulsante -la constante galáctica-penetrará y estará en todos los aspectos de las funciones galácticas a través de todos los remotos sistemas estelares de la galaxia. Hay que recordar que los números y posiciones direccionales, describen el rango total de las relaciones armónicas tonales, con todos sus tonos secundarios resonantes y con todas sus posibilidades transformadoras.

 

En resumen, el Tzolkin es un teclado o tablero de frecuencias periódicas de aplicación universal.

Y como la matriz galáctica primaria, el Tzolkin es radial; y simultáneo en su núcleo, entonces, tan disperso y distante del núcleo como pueda parecer algunas veces, el funcionamiento de la matriz de todos modos conserva siempre su integridad radial y simultánea.

 

Así, como los móviles brazos galácticos son expresados por los números que se mueven hacia atrás y hacia adelante en su mutua relación; lo que nosotros llamamos tiempo, por ejemplo, es realmente el movimiento simultáneo desde y hacia el núcleo galáctico.

 

En verdad, mientras estemos afinados con el movimiento del “tiempo” que va en una sola dirección, lo que percibimos de la galaxia y del universo es tan sólo la mitad de la imagen.

Para completar esta consideración general de la naturaleza cualitativa del número en el esquema de los mayas, no debemos perder de vista la función del sobre tono del número.

 

Esta función, que se llama en matemáticas el principio fractal, expresa la capacidad de un número para permanecer proporcionalmente constante. Por consiguiente, el 2 es al 10 lo que el 20 es al 100, y el 200 es al 1.000. Aunque cambie la cantidad del número, en esta serie la proporción es constante. Además, el todo puede reconstruirse desde la proporción.

 

En el código Maya uno se sorprende por la continua aparición de ciertos números que se refieren a proporciones holográficas específicas o fractales, incluyendo 26, 260, etc., y 52, 520, etc.

En verdad, es por las propiedades fractales que los números resuenan en diferentes octavas, trayendo a los sentidos y a las esferas mentales ciertos rangos de información superior, para ser decodificadas por medio de la afinación celular. (Para más información sobre fractales en el sistema Maya, véase el Suplemento B, Factores y Fractales mayas.)

Así pues, vemos que el propósito de la matemática Maya era comprender y registrar la constante galáctica, el Tzolkin que gira en sus interminables fractales armónicos y permutaciones de sus sobre-tonos.

 

El registro de números hecho por los Mayas Clásicos solo tuvo que ver secundariamente con los calendarios. Verdaderamente, lo que encontramos registrado en los grandes monumentos de piedra, y en algunos de los códices existentes o manuscritos pintados, es en realidad la habilidad que los mayas demostraron para expresar la relación entre la armonía galáctica y los ciclos anuales de la tierra, la luna y otros planetas del sistema solar.

Razón por la cual, en lugares como Copan, Quirigua y Tikal, los mayas erigían “marcadores del tiempo”, cada cinco, diez y veinte años. No eran años lo que ellos conmemoraban, sino números armónicos que aparecían en equivalentes factorizados de 5, 10 y 20 años. Así pues, cinco “años” son realmente una calibración de 1.800 kin.

 

1.800 kin es un holtun al cual le faltarían solo 25 días para los 5 años solares. 1.825 = (S X 365) días.

 

De igual manera, 10 “años” son 3.600 kin, y 20 “años” son 7.200 kin. Como punto de interés, vemos que cada uno de estos números 1,800, 3.600 y 7.200 tienen al 9 como su factor básico (18 = 9 X 2; 36 = 9 X 4; 72 = 9,X 8). Como veremos, el 9 es el número clave asociado a los cálculos que se correlacionan con lo que llamamos tiempo.

Estas calibraciones armónicas -1.800 kin, 3.600 kin, 7.200 kin etc...- corresponden a mensuras de un modelo galáctico o rayo de sincronización. Para pensar en esto, imaginemos un rayo que emana del núcleo galáctico. Imaginemos que esto es como el rayo luminoso de un faro, que mientras mayor sea la distancia, más ancho es el rayo. Imaginemos que un bote alejado en el mar pasa a través del rayo.

 

Aún cuando el bote y el rayo estén en movimiento, habrá un intervalo de tiempo durante el cual el bote sea realmente bañado por el rayo de luz. Así ocurre con la nave espacial Tierra, al pasar como un bote a través del rayo de sincronización galáctica. Desde la perspectiva de los armónicos mayas, este rayo tiene un diámetro de 5.200 tun. Esto se traduce aproximadamente en 5.125 años terrestres de diámetro. ¿Cómo es esto?.

El comienzo de nuestro paso por este rayo corresponde al 13 agosto del año 3113 A.C., que es la fecha Maya para el inicio. Teniendo, 5.200 tun de duración, el modelo armónico galáctico pertenece a una serie de fractales basada en el 52, y el 52 mismo está basado en 26 (X 2), y en 13 X 4. Ya que el 26 es fractal básico de 260, el número del Tzolkin, el rayo está totalmente marcado y saturado con la constante galáctica.

 

Debido a que el rayo está calibrado en 5.200 tun, y debido a que un tun de 360 kin, o el equivalente a 360 días, son 5 días menos de un vago año solar de 365 días, el modelo completo de 5.200 tun es en realidad el equivalente de unos 5.125 años de duración. De nuevo, estamos suponiendo que la intención principal de los Mayas Clásicos no era la de contar el tiempo, sino la de anotar las calibraciones armónicas del rayo de sincronización armónica de 5.200 tun.

Naturalmente, los expertos en cuestiones mayas en su mayoría están perplejos con lo que parece ser el uso de ciclos calendáricos de 260 y 360 unidades, que no corresponden de manera exacta con los ciclos planetarios perceptibles ya sean astronómicos u orgánicos.

 

La causa de este asombro, radica en el hecho de que los ciclos de 260 y 360 unidades no son ciclos originalmente calendáricos o para contabilizar el tiempo, sino que son índices fractales de la armonía galáctica. Como fractal, 260 es realmente un sobretono secundario de 26, o sea, de 2xl3, y 360 es un sobretono secundario de 36, o de 2xl8 y 4x9. Así pues, en los números 260 y 360 vemos los factores claves mayas 4, 9 y 13.

El “calendario” de 260 unidades es la constante galáctica.

 

El “calendario” de 360 unidades es el calibrador armónico. El 260 es constante porque representa la interminable ronda de permutaciones generadas por los 13 números y las 20 posiciones direccionales que definen el menor conjunto posible de cambios, que dan cabida al mayor número de posibilidades galácticas, desde frecuencias de onda, hasta arquetipos.

 

Tanto el 260 como el 360 son números de cálculo que se basan en la unidad más pequeña, que es un kin. 360 kin, o sea un tun, es el calibrador armónico en virtud de ser un múltiplo de 9, de su representación del número de grados en un círculo, y en su aproximación a los 365 días en un año solar. (Para una información más detallada sobre las progresiones armónicas de los “calendarios” de 260 y 360 unidades, véase el suplemento C, Armónicos del Calendario).

Equipados con un sistema numérico desalentadoramente simple aunque altamente flexible, el propósito de los mayas al venir a nuestro planeta era el de asegurarse que el modelo armónico galáctico, aún no perceptible para nuestra posición evolutiva en la galaxia, hubiese sido presentado y anotado. Por supuesto, puede que los mayas no hayan sido los primeros maestros galácticos en comunicar información desde fuera del sistema solar hasta nuestro planeta.

 

Los hechos señalan a otros que al menos sembraron semillas en el planeta, en otro tiempo o época cercana a la entrada en la comente del rayo armónico, en el año 3113 A.C.. Pero por su ubicación en la historia de la civilización global, la significación más grande y singular de los mayas radica en que ellos son la más reciente onda de maestros galácticos, que nos trajeron en su totalidad la matriz de información galáctica.

Los Mayas Clásicos demostraron con gran destreza y facilidad cómo nuestros ciclos anuales tienen relación con el modelo armónico galáctico. Esto es fácil de entender, si no nos consideramos superiores a los mayas. Pero si creemos que ellos estaban en la edad de piedra, o representaban una etapa más primitiva, menos avanzada de nuestra propia civilización, que luchaban por crear un calendario agrícola solar; entonces este punto será para nosotros muy difícil de entender.

Con el objeto de lograr un mejor entendimiento del asunto, encarnemos un poco más al escenario que empezamos a desarrollar en el capítulo anterior.

En Monte Alban, en las tierras montañosas de Oaxaca, al sur de Méjico, encontramos un fenómeno curioso. Allí, entre las ruinas primitivas, a las que los arqueólogos fechan en un período entre lo años 500 y 600 A.C., hay una serie de asombrosas figuras esculpidas; con cabezas de animal y con representaciones jeroglíficas alineadas verticalmente a través de los centros de sus cuerpos, estas figuras, que por otra parte tienen parecido humano, están acompañadas por lo que se considera es el más primitivo sistema notacional de la barra y el punto, que están relacionados con los “textos” matemáticos de la civilización Maya posterior.

 

En este sistema de numeración escrita, un punto es igual a una unidad, una barra a cinco unidades, y una concha estilizada a cero. Con estos tres símbolos notacionales los mayas realizaron milagros matemáticos.

Al considerar que el Gran Ciclo comente va desde el año 3113 A.C., hasta el 2012 D.C., encontramos que su punto medio exacto 6.10.0.0.0, en el ciclo séptimo o intermedio de los trece ciclos baktún, que comprende el Gran Ciclo, correspondía a la fecha 550 A.C. Este representa la edad aproximada de las esculturas del Danzante en Monte Alban. Al transponer las calibraciones mayas desde el punto inicial, el 13 de agosto del año 3113 A.C., conocida como la cuenta larga, se utiliza una figura en cinco posiciones, es decir, 6.10.0.0.0..

 

El primer número, el 6, registra el número de baktunes que han pasado desde la fecha inicial; la segunda posición registra el comente período katún; la tercera posición el tun; la cuarta el vinal y la quinta, el kin.

En términos del número de kin o días transcurridos desde la iniciación del Gran Ciclo, la fecha 6.10.0.0.0., es igual a 936.000 kin. Como en todas las fechas claves mayas, el 9 es el factor clave del número 936.000, cuyo armónico es 936.

 

El 9 es el número que simboliza periodicidad y perfección, también es el número de los Míticos Señores del Tiempo, y es el número que representa a los mismos maestros galácticos mayas. La fecha del punto intermedio, 6.10.0.0.0., fecha en la cual fueron ejecutadas las esculturas de Monte Albán, se refiere a la “venida de los Nueve Señores del Tiempo”, y a la llegada de la medida galáctica al planeta.

Si esta primera oleada galáctica, representada por los “Nueve Señores del Tiempo”, llegó por el año 550 A.C., o si la fecha, que es exactamente el punto intermedio del Gran Ciclo, fue escogida para conmemorar su primera llegada, es una pregunta abierta. Basta con decir que las esculturas de Monte Albán conmemoran la primera oleada de los Mayas galácticos en Centroamérica.

Si contemplamos la escena cultural mesoamericana alrededor del año 550 A.C., lo que encontramos es el clímax de lo que se considera es la primera etapa avanzada de una civilización superior en esta parte del mundo, y esa civilización es la Olmeca.

 

El nombre Olmeca significa literalmente “gente de caucho”, porque fueron los olmecas los que supuestamente inventaron el juego ritual de la pelota, y el uso de pelotas de caucho.

 

Habiendo comenzado su ascenso a la civilización alrededor del año 1500 A.C., los olmecas se caracterizaron por sus poderosas esculturas de piedra y de jade, que representan jaguares con yelmos o criaturas con rostro de felino. Se supone que las bases religiosas de los olmecas surgieron de una cultura chamanística del Neolítico tardío, centrada en el nagual o espíritu del jaguar.

 

Los olmecas también incluían entre sus ritos la ingestión de psilocybina, un hongo alucinógeno llamado por los nativos teonánacatl, carne de los dioses.

Supongamos que después de su materialización en Mesoamérica, la cual se recuerda en las memorias del cuádruple Tulán, algunos de los mayas tuvieron una actitud amistosa frente a las órdenes olmecas de sacerdotes jaguares más adelantados, y se infiltraron en ellas.

 

El nombre que los mayas le otorgaron al sacerdote jefe durante los últimos tiempos fue el de Balam, que significa jaguar o sacerdote jaguar. Por medio de esas infiltraciones, los mayas fueron capaces de introducir el sistema notacional de la barra y el punto, como también el “Calendario Sagrado”; las permutaciones incesantes de los 13 números y de las 20 posiciones direccionales, fueron adoptados para utilizarlos en este planeta como signos jeroglíficos de carácter sagrado.

Mientras que los emisarios claves de los mayas galácticos se asimilaron en la cultura superior de los olmecas, siendo recordados como los Nueve Señores del Tiempo, otros establecieron sus 13 clanes guerreras y sus siete tribus en las tierras altas de Guatemala y en las junglas de las tierras bajas de Peten, situadas en las actuales Honduras y Guatemala.

 

Mientras tanto, después de la implantación de la armonía galáctica, representada por el Calendario Sagrado de 260 días, y conmemorado por la fundación de Monte Albán; un gran centro surgió en el México central: Teotihuacán.

Habiendo surgido en el siglo 111 antes de Cristo como el mayor centro ritual y civil, Teotihuacán se convirtió en el centro ceremonial más grande y extenso de toda Mesoamérica.

 

En realidad, Teotihuacán, -el lugar donde los dioses tocan la tierra-, igual que todos los demás centros importantes en Mesoamérica, fue construido como un recuerdo de la primera Tollan o Tulan, que era el lugar de origen, como también el lugar de entrada a este mundo. Dominada por la pirámide del Sol cuya base es casi exactamente de la misma medida de la gran pirámide de Giza en Egipto, Teotihuacán alcanzó un esplendor sin paralelo como ciudad de abundancia y de gloria artística.

 

La intensamente espiritualizada visión artística Teotihuacán llegó a ser conmemorada con el nombre Tolteca, que significa maestros constructores, artistas y videntes.

Teotihuacán también se convirtió en el primer gran centro de la religión de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada.

 

Como el más importante héroe cultural, Quetzalcóatl está relacionado con el cielo, las estrellas, el mar, el agua, la abundancia, y el cultivo de toda clase de artes y ciencias de la civilización. Representando la unión del Cielo y la Tierra, la imaginería de la serpiente emplumada, como también la del jaguar emplumado, abundan por todas partes en Teotihuacán, en vajillas de cerámica, en murales y en las grandes figuras esculpidas de la ciudadela de Quetzalcóatl.

 

Y aquí en la ciudadela de Quetzalcóatl encontramos otra vez el simbolismo del 13: Doce templos con plataformas bajas rodeando un decimotercer templo, que representa al mismo Quetzalcóatl.

Desde el siglo 111 al IV D.C., hacia finales del octavo baktún, la influencia de Teotihuacán había comenzado a extenderse por toda Mesoamérica. La presencia de los videntes toltecas y la imaginería de Quetzalcóatl se convirtieron en sinónimas. Y en las junglas de Peten, los videntes toltecas de Quetzalcóatl encontraron las tribus de los mayas. Y fue en Tilkal donde ocurrió el matrimonio de Teotihuacán y la presencia Maya. Infundidos con el brillo espiritual de Quetzalcóatl, a quien los mayas denominaron Kukulkán, los mayas comenzaron el ascenso de su civilización.

Aún con más energía que en Teotihuacán, los sacerdotes de Tikal comenzaron a construir templos en forma de pirámides. Pero mientras que las pirámides de Teotihuacán eran de cinco niveles, las de Tikal propendían a ser de 9, para recordar a los maestros galácticos originales, los Nueve Señores del Tiempo.

 

Y entonces vino la terminación del octavo baktún y el comienzo del noveno. Comenzando en el año 435 D.C., la fecha 9.0.0.0.0. representaba el armónico 1296 (1.296.000 kin o días transcurridos desde el año 3113 A.C.). Esto se supo en todos los templos mayas. Ahora es el momento de prepararnos para la segunda oleada galáctica.

 

El baktún 9, o sea el ciclo décimo, era una fase para efectuar una sincronización máxima. Este fue el período críticamente importante para registrar las correlaciones armónicas del rayo galáctico con el ciclo anual de la Tierra, el Sol, la Luna y los otros planetas del sistema solar.

Y así fue como los mayas, renovados espiritualmente por la infusión de la religión de Kukulkán, y recordando su misión galáctica, empezaron a construir y a registrar con un fervor nunca antes visto. La actividad se efectuó no sólo en Tikal, sino en Copan, Quirigua y Palenque, y en muchos otros centros. Todo tenía que estar listo. Y ello para que en el momento exactamente preciso, es decir, exactamente en la correcta calibración armónica se iniciase la segunda oleada galáctica.

Por supuesto, el momento no era un misterio. En la secuencia de los fractales armónicos, el gran número Maya de síntesis tal y como está registrado en el Códice de Dresde, y que fue redescubierto por Ernst Forstemann, es 13 66 560, un número fenomenal, divisible o con posibilidad de ser factorizado por todos los números claves correspondientes a todos los ciclos armónicos. (Véase el suplemento D. Números Armónicos).

Como número del kin transcurrido desde el año 3113 A.C., 13 66 560 corresponde a una fecha en el año 631 D.C.

 

Mientras que el 1,366, 560 Kin año 631 D.C., es también el equivalente de 3.796 tun o ciclos de 360 días completados desde la fecha de iniciación, el año 683 corresponde a 3.796 años solares transcurridos desde la misma fecha de iniciación. Es interesante observar que ambas fechas 631 D.C. y 683 D.C. tienen un número de armónicos que corresponden a 3.796, la primera como tun, y la última como años solares.

 

Además, es muy significativo que el lapso de 52 años entre estas fechas, corresponda a la duración de la vida terrestre de Pacal Votan.

Si hubiese una fase galáctica significativa de acuerdo a los armónicos mayas, ésta se encontraría en el periodo de 52 años calendáricos entre el año 631 y el año 683, o entre los armónicos 13 66 560 y 13 85 540. Verdaderamente, estas son las fechas exactas de la encarnación avatárica conocida como Pacal Votan de Palenque.

 

Su “tumba”, única en toda Mesoamérica, y la única que es comparable a la tumba de la Gran pirámide de Giza, está fechada en el año 683. Esta se encuentra en Palenque dentro del Templo de las inscripciones, que consta de nueve pisos.

En la cámara donde está la tumba hay representaciones esculpidas de los Nueve Señores del Tiempo. Sólo descubierta en 1952, la tumba de Pacal Votan se ha convertido recientemente en una de las más célebres y sensacionales maravillas de los misteriosos mayas.

 

La escultura que se encuentra en la tapa del sepulcro, y que ya mencionamos al final del capítulo anterior, ha sido interpretada de diversas maneras, ya sea como un astronauta en una cápsula espacial, o como la representación de un rey dinástico que al morir había descendido a las fauces del monstruo Tierra.

Aquí está, sin embargo, la leyenda de Pacal Votan, maestro galáctico, quien declaró que él mismo era una serpiente, un iniciado, un posesor del conocimiento.

 

Por mandato de sus superiores, Pacal Votan abandonó su “patria”, el misterioso Valum Chivim, para dirigirse a Yucatán, el país de los mayas en la Tierra.

 

Alejándose de Valum Chivim y pasando por medio del “Domicilio de las 13 Serpientes”, Pacal Votan llegó a Valum Votan, en el río Usuamacinta, no lejos de Palenque, la que supuestamente Pacal Votan había fundado. Al hacer varias visitas de regreso a su “patria”, Pacal Votan descubrió una torre, la cual hubo de ser destruida debido a una confusión de lenguas entre sus constructores.

 

Sin embargo, a Pacal Votan le fue permitido alcanzar la “Roca de los Cielos” por medio de un pasaje subterráneo que comenzaba desde la torre.

¿Qué hemos de entender con esta historia?

 

Valum Chivim es una referencia a una de las bases estelares de los mayas, quizás en las Pléyades, quizás en Arcturus. Por supuesto, estas bases habían estado supervisando la misión Maya desde la primera oleada de maestros galácticos, y entre ellos los Nueve Señores del Tiempo, que originalmente habían sembrado el planeta Tierra.

 

El maestro galáctico Pacal Votan, escogido por sus superiores para vigilar la iniciación de la fase final del proyecto terrestre Maya, también sería conocido como el agente galáctico 13 66 56, que corresponde al equivalente armónico de la fecha 631, época de su encarnación y manifestación en este planeta. Numerológicamente, la cifra 13 66 56, como todos los factores de 9, también suma 9 (1 + 3 + 6 + 6 + 5 + 6 = 27 =2 + 7 = 9).

El viaje de Pacal Votan por medio del “Domicilio de las 13 Serpientes”, se refiere al paso intergaláctico a través del Kuxan Suum.

 

Como la fibra de vida galáctica, sería natural representar al Kuxan Suum por medio de una serpiente, o forma de serpiente. El 13, número del movimiento, es también el número del más alto y elevado de los cielos o niveles de ser más allá de nuestro sistema solar; el más próximo a la información central, o Hunab Ku, el centro galáctico.

 

Seres en proceso de transformación que fueron esculpidos en forma de serpiente, y que son similares a los de Quirigua, adornan el templo de las inscripciones en Palenque, y son una inscripción plástica del Kuxan Suum como medio de transporte de Pacal Votan, el agente galáctico 13 66 56.

La llegada a Valum Votan, cerca al actual Palenque, significaría el lugar, bien de llegada como de nacimiento de Pacal Votan en el año 631, cuyo armónico es 13 66 56 0.

 

La fecha de su llegada también coincidiría con la expectativa del próximo avatar Kukulkán, cuyo papel asumiría Pacal Votan. En el desarrollo de este papel sólo seria natural fundar una ciudad, correspondiente a la Tollan mítica, que seria llamada Xibalanque, o en forma moderna Palenque. En el Popol Jul, Xibalanque correspondería a la mítica Xibalba, que es el lugar del mundo inferior, o mundo de manifestación y de la heroica prueba de la mortalidad.

 

Esto haría referencia a que el agente galáctico 13 66 56 tomó una forma humana y mortal, lo cual seria anotado y recordado como la “tumba” del mundo inferior, situada dentro del Templo de las inscripciones que tiene 9 pisos.

Conservando sus poderes después de la fundación de Palenque, Pacal Votan tuvo comunicación con Valum Chivim, o hizo algún viaje real hacia allá pasando por el Kuxan Suum. En Palenque hay otra estructura que es única entre la arquitectura Maya, y es la llamada Torre de los Vientos u Observatorio. Mirando hacia la Pirámide de las Inscripciones, esta torre hace referencia a la torre encontrada por Pacal Votan en la leyenda.

 

Ya que la tumba de Pacal Votan es la única que puede ser comparada con la tumba que está dentro de la Gran Pirámide de Egipto, es muy significativo que, en sentido arquitectónico, la Torre que mira hacia la Pirámide que contiene la tumba, posee una fuerte semejanza con la Cámara del Rey en la Gran Pirámide. Tanto la Torre como la Cámara del Rey, poseen cuatro niveles que se levantan sobre una base o arca elevada.

 

En cualquier caso, la torre representa la aspiración que rodea a la mortalidad, mientras que la confusión respectiva es nuestro fracaso en comprender nuestro inherente estado de no muerte o inmortalidad.

Finalmente, la referencia al pasaje subterráneo que conduce a la roca de los cielos, significa la tumba misma que está situada dentro del Templo de las Inscripciones. Al concluir el ciclo de 52 años en la manifestación terrestre de Pacal Votan en el año 683, cuyo armónico es 13 85 54, la tumba es una sola de nombre.

 

Desde el templo que está sobre la pirámide, cuya altura es de 52 pies, hay 26 peldaños que conducen hacia abajo tomando un giro brusco, descendiendo otros 22 peldaños, y llegando hasta la cámara.

 

Los 26 peldaños se refieren al número 26 = (13 x 2), que es fractal de la constante galáctica 260. Los 22 peldaños se refieren al número que representa la suma de 13 - las 13 serpientes en su domicilio u Oxlahuntiku, las trece divinidades de los cielos superiores y 9 - a los Nueve Señores del Tiempo, los Bolontiku, las nueve divinidades o maestros galácticos originales que precedieron a Pacal Votan en su misión en este planeta.

 

El número total de peldaños que es 48, es el equivalente de 6 octavas (8 X 6).

De hecho, el simbolismo de los Nueve Señores dentro de la cripta y el “árbol de la vida” que adorna la tapa del sarcófago nos dan la pista: Pacal Votan, agente galáctico 13 66 56, aunque en apariencia es mortal, realmente ha “regresado” a Valum Chivim su patria estelar.

 

Una vez allá, él informó que los mayas terrestres estaban capacitados para recibir números selectos de su kin galáctico, y de concluir verdaderamente la actividad armónica relacionada con el planeta Tierra en su paso a través del rayo de sincronización galáctica de 5.200 tun, que empezó el 13 agosto del año 3113 A.C..

 

Curiosamente, hay un “tubo parlante” que va desde la cripta hasta el templo que está sobre la Pirámide de las Inscripciones.

Siendo claramente una manifestación de Kukulkán/Quetzalcóatl, la venida de Pacal Votan en el año 631 D.C., fue anunciada por la culminación del trigésimo sexto gran ciclo venusino desde la fecha de iniciación en el año 3113 A.C. El gran Ciclo Venusino representa la conjunción de 104 años solares de 365 días cada uno, con 146 ciclos de Calendario Sagrado de 260 días cada uno, y 65 ciclos venusinos de 584 días cada uno.

 

El número total de días o kin en dicho ciclo es 37.960. El fractal 3796 representa el número de tun transcurrido entre el año 3113 A.C. y el año 631 D.C. y el número de años solares transcurridos entre el año 3113 A.C. y el año 683 D.C..

 

El ciclo de 52 años (del año 631 al 683 D.C.) que representa la duración de la actividad vital de Votan en este planeta, corresponde por supuesto al “ciclo calendárico”:

la conjunción de 52 años solares con 73 ciclos del Calendario Sagrado. El siguiente avatar importante de Quetzacoatl, Quetzacoatl año 1 Caña, vivió también 52 años, desde el año 947 hasta el año 999 D.C.

Al considerar la armonía de los números que rodean la misión vital del maestro galáctico Pacal Votan, agente 13 66 56, podemos apreciar que su “tumba” es única, y es comparable sólo a la de Keops en la Gran Pirámide de Egipto.

 

Si la gran pirámide, cuya construcción empezó supuestamente en el año 2623 A.C., se sitúa en un extremo del espectro armónico que marca el ciclo normal de la civilización, entonces, qué diremos respecto al significado de la aparición de Pacal Votan, conmemorada con su Tumba Pirámide, acercándose al otro extremo de este ciclo?

 

Además, ¿es absurdo considerar que allí podría haber una conexión entre estos dos monumentos “fúnebres”?.

Con el paso de Pacal Votan en el año 683 D.C., y la culminación del Templo de las Inscripciones en el año 692 D.C. vino la segunda oleada de mayas galácticos, y el comienzo de un séptimo ciclo Katun - 692 a 830 D.C. - (140 tunes) o sea de 7 generaciones de una actividad armónica fantástica y sin precedentes; la arquitectura, el arte y sobre todo, la exacta calibración armónica para llevar los registros.

Este proceso se extendió desde Palenque hasta Tikal y hacia el sur, especialmente hasta Copan, y finalmente a Quirigua. Por el año 810 D.C.= 9.19.0.0.0., y con la consagración del Gran Templo en Quirigua, la labor había finalizado.

Las esculturas “zoomorfas” del último período de Quirigua, que culminó en la gran figura “zoomorfa P” (con un total de 10 metros de ancho), recuerdan el regreso de los mayas a su “patria” entre las estrellas.

 

En realidad estas figuras “zoomorfas” son representaciones de capullos galácticos, y de unidades de transformación serpientes/etéricas de doble cabeza, que facilitan el cambio de una forma galáctica a otra. A esto se debe el que una forma humana, a la que con frecuencia se representa sentada en meditación, aparezca saliendo de las fauces de uno de estos “monstruos”.

Si pudiéramos retroceder hasta la Quirigua del año 810 D.C., podríamos ver una asamblea en el patio del palacio ante el gran templo llamado Estructura 1. Los últimos maestros galácticos, quizás siete de ellos, cada uno acompañado de un gran cristal de cuarzo, sentados en intensa meditación en la plaza cubierta de hierba, repentinamente envueltos por una vibración zumbante, una resonancia que en parte es sonido, y en parte es visión.

 

Los capullos galácticos luminosos se están materializando en una visión. Los capullos primero se encuentran suspendidos sobre los maestros galácticos, y luego los van cubriendo lentamente; aumenta el zumbido vibratorio, mezclándose con la incesante sinfonía de la jungla omnipresente.

 

Al principio esto sucede imperceptiblemente, luego, como si fuera una escena que cambia durante un sueño, los capullos vibratorios se desvanecen y desaparecen. Un temor apaciguado domina la pequeña reunión, que se dispersa luego con un aire de propósito y dedicación solemnes.

En la época en que el ciclo décimo, el Baktún 9 llegó a un cierre, en el año 830 D.C. los maestros galácticos ya se habían ido. La palabra había sido dada para retirarse, para tomar El Libro Secreto de las Siete Generaciones y marcharse. La era de las tinieblas se acercaba rápidamente. Las ciudades fueron rápidamente abandonadas.

 

Vendría una oleada de invasores, y después de ellos vendrían otros, y finalmente otros más, hasta que la peste y las plagas arruinarían la región. Lo que los modelos armónicos indicaban era un período de creciente densidad. Desde la perspectiva de. la resonancia armónica, densidad es la incapacidad para percibir con todo el cuerpo las frecuencias armónicas y sus sobretonos secundarios.

 

Lo que esto implica es la llegada del materialismo, un sistema de creencia basado en un poderoso temor a la muerte.

A pesar de la llegada de esta época de tinieblas, en la que los Nueve Señores del Tiempo parecen haberse identificado perversamente con los temibles poderes de la noche, y la memoria de los maestros galácticos es considerada como un sueño infantil; quedan los números del destino - los trece números y los veinte signos.

 

Estos números permanecerán como una clave, y como un signo de que todavía ha de realizarse una tercera fase del proyecto Maya.

 

En algún lugar en aquella época lejana y distante, cuando los ejércitos combatieron con armas metálicas; y los químicos liberaron el fuego de Sol, el milagro de los mayas irrumpirá otra vez, liberando el misterio y mostrando el camino que indica el regreso en medio de los modelos de las estrellas.

BAKTÚN 10; AÑO 830 D.C.

ÉXODO Y PROFECÍA

 


 

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