por René Salomé
09 Agosto 2023
del Sitio Web InfoBae

Información enviada por I.R.


 

 

En "Las fotos de Hitler después de la guerra",

el periodista Abel Basti afirma que

no solo "Hitler escapó y vivió en Suramérica",

sino que además

"gozaba de absoluta impunidad".

 

 

 

Abel Basti

ha dedicado su vida a investigar

la "segunda vida" del Führer

después de la Segunda Guerra Mundial.

De su paso por países de Latinoamérica

como Argentina, Paraguay y Colombia

a los vínculos con presidentes como

Juan Domingo Perón

y empresarios como Philip Citroën.
 

 

"En la Cancillería de la Wilhelmstrasse se encontraron los cadáveres de numerosos miembros del Estado Mayor nazi, jefes de las tropas de asalto y nazis de renombre, pero no el de Hitler", reportó la agencia de noticias Reuters el 6 de mayo de 1945, año en el que terminó la Segunda Guerra Mundial.

Y en una conferencia de prensa llevada a cabo el 9 de junio del mismo año, el mariscal soviético Gueorgui Zhúkov dijo:

"El cadáver de Hitler no ha sido identificado y es posible que el Führer haya huido en avión".

El relato oficial afirma que Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, se suicidó el 30 de abril en su búnker subterráneo en Berlín.

 

Pero hay quienes no confían en este desenlace y han dedicado su vida a investigar qué sucedió realmente con el Führer y los grandes jerarcas nazis después de la guerra.

 

El escritor y periodista argentino Abel Basti es uno de ellos.

Hace años que Basti viene reconstruyendo la historia de los nazis en Argentina y Latinoamérica. Ha llevado a cabo exhaustivas investigaciones, realizado incontables entrevistas y revisado numerosos documentos de la CIA.

 

Pero su trabajo no se limitó a los papeles.

 

También ha coordinado expediciones en el Atlántico Sur con el fin de encontrar los cascos hundidos de los supuestos submarinos utilizados por los nazis para escapar y lideró la expedición Eslabón Perdido que, en 2022, encontró una de estas naves.

Como resultado de una vida dedicada a su obsesión, ha escrito libros como,

  • Bariloche nazi

  • Hitler en Argentina

  • El exilio de Hitler

  • Tras los pasos de Hitler

  • Los secretos de Hitler

  • Hitler en Colombia

Su última novedad, 'Las fotos de Hitler después de la Guerra', rastrea los registros fotográficos que se habrían hecho del líder nazi después de su supuesto suicidio, en particular uno que lo muestra en Colombia en 1954 junto al empresario alemán Philip Citroën.

En Las fotos de Hitler después de la guerra, Basti suma pruebas a su hipótesis que afirma que no solo,

"Hitler escapó y vivió en Suramérica", sino que además "gozaba de absoluta impunidad".

¿Hubo una conspiración internacional para refugiar a los grandes jerarcas nazis tras finalizada la Segunda Guerra Mundial?

 

¿Cómo se explica que, luego de haber perdido, los alemanes pudieran negociar su futuro?

 

¿Qué rol tuvieron los gobiernos latinoamericanos como el del argentino Juan Domingo Perón o el colombiano Gustavo Rojas Pinilla?

Todo esto y mucho más en un libro imperdible para estudiosos del nazismo.

 

 

 


Así empieza "Las fotos de Hitler después de la guerra"


 

"Las fotos de Hitler después de la guerra",

de Abel Basti, editado por Planeta.



En el año 2014 publiqué en mi libro Tras los pasos de Hitler, documentos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) que hacían mención a la probable presencia del Führer en Colombia en 1954, esto es nueve años después de su supuesto suicidio en el búnker de Berlín, según la trillada versión oficial de su muerte que se ha repetido como una incuestionable letanía durante casi ochenta años.

 

En esos inéditos informes de inteligencia también se adjuntó la fotocopia de una imagen en la que aparecen dos personas, una de ellas de gran parecido al máximo jefe nazi, con su característico peinado partido en raya - denominado por la moda de época "Hitler Haircurt", imitado en todo el mundo por los fanáticos del Führer - y su peculiar bigotito, rasgos que inmortalizaron la fisonomía del líder del Tercer Reich.

En el texto del documento antes citado, respecto a ese individuo, la CIA - de manera sorprendente - manifestaba que podría tratarse de Adolf Hitler.

 

A su lado se observa un ignoto personaje, nunca citado en la historia, del que en ese informe se dice que era un alemán, ex-integrante de las SS, llamado Philip Citroën.

 

Se trata de una información realmente sugestiva, pero,

¿qué podía hacer más de medio siglo después de tomada esa fotografía, aparecida tras su desclasificación por parte de los estadounidenses para avanzar en la búsqueda de la verdad?

Con los datos que aportaba esa documentación - escasos, pero muy sugerentes y, por lo tanto, suficientes para motivarme a buscar más pistas - inicié una investigación en Colombia con el objetivo, nada sencillo - por cierto - de encontrar evidencias que me permitieran comprobar que Hitler estuvo alguna vez en esa nación.

El razonamiento era sencillo:

si el jefe nazi nunca estuvo en Colombia - a esa altura de mi labor yo sí tenía suficientes elementos de prueba para saber que se había refugiado en Argentina, pero ninguna evidencia respecto a su presencia en dicho país caribeño - la foto sería un fraude.

Pero, si realmente podía comprobar que el fundador del nacionalsocialismo hubiera estado allí, mi investigación, en la que nunca antes se había contemplado esa posibilidad, tendría un giro imprevisto, ya que sería significativo que un fugitivo de esa envergadura pudiera realizar un viaje tan largo de un extremo de Suramérica, esto es de la austral Patagonia donde residía, al otro, a Colombia, la nación más al norte.

Para los nuevos lectores, aquellos que no han leído mis libros anteriores, seguramente les resultará fantástica la afirmación de que Hitler escapó y vivió en Suramérica.

 

Es lógico que así sea ya que la versión oficial de su suicidio se impuso al mundo como una verdad absoluta que solo algunos pocos "conspiradores" se animaron a cuestionar.

 

Pero durante mis últimos treinta años de investigación fui desgranando las piezas de esa falsedad urdida por el poder internacional para poner punto final a la historia del nazismo en general y a la de Adolf Hitler en particular.

 

De este modo, al caer el telón sobre los nazis, se dio por terminada toda posibilidad de polemizar sobre qué pasó realmente después de la guerra con los fugitivos, particularmente con los jerarcas como el Führer, Martin Bormann o Heinrich "Gestapo" Müller, entre otros peces gordos del Tercer Reich que, tras el conflicto bélico, continuaron gozando de buena salud, aunque oficialmente se consideraran como cadáveres.

 



Dwight D. Eisenhower,

presidente 34º de los Estados Unidos,

aseguró que Hitler todavía estaba vivo

después de la Segunda Guerra Mundial.



Ese punto final generó también un denso manto de tinieblas que impidió detectar los acuerdos alcanzados entre los nazis y los estadounidenses, tanto para reciclar expertos y veteranos de guerra y así transferir divisas a Norteamérica; como para formalizar convenios secretos entre los vencedores y los grandes holdings alemanas que habían contribuido al esfuerzo bélico de Adolf Hitler.

 

De este modo, el supuesto suicidio fue un gran acontecimiento que permitió cerrar definitivamente la historia de los nazis, los malos de la película.

 

Caído el telón se invisibilizó la trama posterior que los siguió teniendo como protagonistas, esta vez amparados por sus antiguos enemigos, convertidos ahora en sus socios.

 

Este fue el nuevo panorama internacional, ambos bandos unidos para combatir a los soviéticos durante la Guerra Fría y hacer grandes negocios.

Inicialmente, durante mi labor como biógrafo de Hitler en el exilio, me había concentrado en Argentina, donde el Führer llegó en 1945 junto a su mujer, Eva Braun, y también en Paraguay, país al que se trasladó diez años después porque el gobierno del general Juan Domingo Perón, su anfitrión y protector, fue derrocado por un golpe militar.

 

Comprobar la posible visita de Hitler a Colombia era todo un desafío para mí porque, a diferencia de otros países del continente americano, no existían antecedentes, al menos conocidos públicamente, de nazis que hubieran llegado a esa nación tras la Segunda Guerra Mundial.

 

Esa carencia de datos - constaté que no había libros, artículos periodísticos o documentación académica que se refiriera al tema - era un escollo a superar ya que a priori pensé que, si realmente Hitler hubiera estado en Colombia, debía de haber contado con una red de protección previa tejida por sus antiguos camaradas quienes, también escapados de Europa al terminar el conflicto, en algún momento se habrían establecido en dicho país.

Esta fue una especulación inicial que se convirtió para mí en una hipótesis a ser demostrada y además en una obsesión, ya que no podía dejar de pensar en esos documentos de la CIA y en esa foto tan particular que, por ser una fotocopia, no podía ser sometida a una pericia que permitiera evaluar la imagen con rigor científico.

 

Me preguntaba entonces sí, a pesar de los años transcurridos, en algún lugar del mundo existiría el original de dicha fotografía. Era una duda que me planteaba frecuentemente, aunque no encontraba ninguna pista en ese sentido.

No fue sencillo avanzar.

 

Primero me concentré en estudiar la historia de Colombia y, en particular, la de sus relaciones con Alemania.

En ese sentido, resultaba notoria la importancia de esa nación europea como socia comercial de la latinoamericana durante los años treinta, así como la influencia política que tuvo Berlín en sectores civiles y militares.

 

Esto no era un hecho excepcional ya que, desde fines del siglo XIX, el expansionismo alemán había pergeñado y llevado adelante una estrategia de penetración ideológica cultural y comercial que apuntaba a Suramérica, con lo cual se establecieron fuertes relaciones políticas y mercantiles con prácticamente todos los países de esa zona del planeta.

Respecto a la ideología, caracterizada por un fuerte antisemitismo y por el rechazo a las ideas comunistas, se destacaba la simpatía y admiración de los dirigentes conservadores, los empresarios y oficiales de las fuerzas armadas colombianos por el Tercer Reich.

 

Por presión de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial Colombia se encolumnó detrás de los norteamericanos, y formó parte del bando aliado, tal como lo hicieron la mayoría de los países del continente y de este modo formalmente se convirtió en enemiga de la Alemania nazi.

 

Pero esta circunstancia coyuntural no significó que se rompieran los lazos amistosos, comerciales, financieros e ideológicos entre sectores de poder colombianos y alemanes, circunstancia que permite comprender, en parte, las motivaciones de la corriente migratoria de sajones a ese país tras terminar el conflicto bélico, así como también las razones de la radicación en territorio colombiano de grandes empresas germanas que habían sido claves para Adolf Hitler.

 



Hitler (izquierda) saluda al piloto Bela Angeloff,

en el Club Húngaro de Vicente López,

provincia de Buenos Aires, Argentina,

en la década del sesenta.

El aviador no pudo recordar la fecha exacta

en la que se sacó la fotografía que él conservaba,

aunque aseguró que se trataba del Führer.

(Fuente: "Las fotos de Hitler después de la guerra")



En este último sentido, es de destacar que aquellas compañías de capital alemán, que desde antes de la guerra tenían sucursales en territorio colombiano, luego de 1945 ampliaron y multiplicaron significativamente sus inversiones y negocios en esa nación que, a mediados de los años cincuenta, fue gobernada por un dictador militar:

el general Gustavo Rojas Pinilla...

Después de varias semanas de estudio, al consultar las más variadas fuentes, pude tener en claro aspectos salientes de la historia colombiana, en relación al Tercer Reich, hasta que Alemania se rindió en mayo de 1945.

 

Pero,

¿qué había ocurrido después?

 

¿habían llegado fugitivos nazis a Colombia?

Estos eran algunos de los interrogantes a contestar al comienzo de mi investigación.

 

En los documentos de la CIA desclasificados también se aporta un dato interesante cuando se indica que el mencionado Citroën opinaba que Hitler ya no podría ser juzgado porque habían transcurridos diez años desde el final de la guerra.

 

¿Podemos inferir que Citroën expresaba y repetía ante sus ocasionales interlocutores el pensamiento del mismo Hitler?

Hay que recordar que en esa época no existía la actual legislación internacional que impone la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra o de lesa humanidad y que, después del lapso de tiempo que mencionaba Citroën, contado desde la perpetración de un delito, los tribunales quedaban inhibidos de juzgar a los presuntos culpables.

 

Los comentarios de Citroën están registrados en documentos de inteligencia fechados en 1955, cuando efectivamente se habían cumplido diez años de la rendición formal del Tercer Reich.

 

Según la legislación vigente en ese entonces, a partir de ese momento ningún protagonista de la conflagración bélica podía ser acusado por crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial que terminó en 1945.

Por otra parte, debe destacarse que nunca existió una causa judicial en contra del Führer, razón por la cual no fue juzgado, ni siquiera procesado, y esto explica por qué estando fugitivo no se emitió una sola orden de captura para detenerlo. Gozaba de absoluta impunidad.

 

En cambio, al jerarca nazi Martin Bormann - cuyo paradero era desconocido tras el fin de la guerra - se lo juzgó en ausencia, se lo condenó a muerte y se emitieron órdenes de detención en el Tribunal de Núremberg; inclusive sus fichas dactiloscópicas se enviaron a Argentina para lograr confirmar su identidad en caso de que fuera aprehendido.
 

 

 

 

Quién es Abel Basti

  • Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1956.
     

  • Es escritor y periodista, especializado en reconstruir la historia de los nazis en Argentina y Latinoamérica.
     

  • Ha coordinado expediciones en el Atlántico Sur con el fin de encontrar los cascos hundidos de los submarinos utilizados por los nazis para escapar y lideró la expedición Eslabón Perdido que en 2022 encontró una de estas naves.
     

  • Escribió libros como Bariloche nazi, Hitler en Argentina, El exilio de Hitler, Tras los pasos de Hitler, Los secretos de Hitler y Hitler en Colombia.