por John E. Kovacs
Editor, "The U.S. Patriot News"
1º Junio 2003
artículo tomado de “El Educador Nacional”,

septiembre de 1990, septiembre de 1990, P. 9

del sitio Web 100777
recuperado a través del sitio Web WayBackMachine

traducción de Adela Kaufmann
Versión original

 

"La mayoría de los estadounidenses, incluso los profesionales universitarios, no saben prácticamente nada acerca de nuestro sistema monetario.

 

Se sorprenderían de saber que el Tesoro de los Estados Unidos hace 22 ½ centavos por cada moneda de veinticinco centavos que acuña, ya que sólo cuesta 2 centavos y medio acuñar esta moneda.

Beneficios similares son obtenidos en cada otra moneda (con la posible excepción de la moneda de un centavo), simplemente porque los Estados Unidos, cuando acuña monedas, simplemente está siguiendo su responsabilidad constitucional – únicamente el gobierno tiene el derecho de imprimir o acuñar nuestro dinero.

Este derecho ya no se puede delegar más que el derecho a declarar la guerra o recaudar impuestos.

Si es así como se pensó que funcionaría la Constitución, ¿por qué entonces permitimos que un grupo privado de banqueros extranjeros emitan nuestra moneda (que crean de la nada) y luego la "prestan a los Estados Unidos a un interés perpetuo, un interés que no puede ser extinguido?

Dos de nuestros Presidentes hicieron la misma pregunta y miren lo que les sucedió.

El presidente Lincoln se atrevió a hacer que los Estados Unidos emitiera sus propios billetes, respaldados con la buena fe del gobierno, y omitiendo los bancos centrales, evitando así el pago de intereses a los mismos. Por este acto patriótico fue asesinado por John Wilkes Booth, un agente de Rothschild y asesino a sueldo, que fue luego enviado a Inglaterra donde vivió su vida cómodamente con una pensión suministrada por los banqueros Rothschild.

Los billetes fueron inmediatamente detenidos y coleccionados, y rescatados a un precio ridículamente bajo fijado por los bancos centrales. Un punto conviene recordar: El banco Rothschild financió a la facción Norte y la sucursal parisina del mismo banco financió la facción del Sur, lo cual es la verdadera razón por la cual se encendió la guerra civil y se le permitió seguir su largo curso sangriento.

Mientras más americanos morían, más dinero hacían los banqueros Rothschild.

En nuestros días este control de emisión de nuestra moneda está en las ilegales manos de la Reserva Federal, llamada la Fed, y el principal propietario de las acciones de “clase A” de "la Fed" es - usted adivínelo - la familia Rothschild.

El otro presidente lo suficientemente valiente como para oponerse a los barones de la banca, cuyo valor se encuentra ahora en los trillones de dólares, fue el presidente John F. Kennedy.

Este primer presidente católico de nuestro país gozaba de una popularidad de profundas raíces - un carisma que no disfrutan la mayoría de los presidentes. El gobierno de Kennedy estaba tan seguro de que contaba con el apoyo de la mayoría de los votantes que ignoraba al lobby judío al saber los hermanos Kennedy (John y Robert, su Fiscal General) que no era necesario contar con el respaldo completo de cada judío en los Estados Unidos

El presidente Kennedy se comprometió a lo que era el mejor para Estados Unidos y no le importaba cómo sentían los codiciosos banqueros de la Fed. JFK, al igual que Lincoln en 1860, se atrevió a hacer que el Tesoro de los Estados Unidos Tesoro emitiera dólares estadounidenses y no billetes de la Reserva Federal, y los puso en circulación sin pagar intereses a ningún banquero, justo como se contempla en la Constitución de Estados Unidos.

Esto alarmó a los propietarios de la Reserva Federal como un temblor de cincuenta grados en la escala de Richter. Esto debía cesar de inmediato.

Los banqueros de la Fed se encontraron frente a una situación intolerable, una que les desafiaba y, al mismo tiempo por la cual no podían quejarse sin dejar salir al gato de la bolsa. Cualquier denuncia por parte de la Fed los pondría en una luz muy mala. El público pronto sería consciente de la gigantesca estafa con la que la Fed había llegado tan lejos desde 1913.

Este fraude permitió a la Fed evitar todos los impuestos sobre la renta e incluso las auditorías.

Su respuesta fue evidente en el Dealy Plaza en Dallas".