Las Palabras del Señor Enki

 


Sinopsis de la Tablilla Decimotercera

Surgen ciudades reales con recintos sagrados para los dioses Los semidioses sirven como reyes y sacerdotes en palacios y templos Marduk promete a sus reales seguidores una vida eterna en el Más Allá
En Sumer, Inanna estimula la creencia en la Resurrección
Augurios celestiales y oráculos predictorios ganan partidarios
Marduk proclama la llegada de la Era del Carnero como su signo
Ningishzidda construye observatorios de piedra para mostrar lo contrario
Insurrecciones, guerras e invasiones desestabilizan las tierras enlilitas El emisario misterioso se le aparece a Enlil, le predice una calamidad Da instrucciones a Enlil para que seleccione a un Hombre Digno que lidere la supervivencia
Enlil elige a Ibruum, vastago de una familia real sacerdotal Los ejércitos puestos en pie por Nabu intentan hacerse con el control del espaciopuerto
Desautorizando a Enki, los dioses recurren a las Armas de Terror Ninurta y Nergal arrasan el espaciopuerto y las ciudades pecadoras La deriva de la nube nuclear lleva la muerte a todo en Sumer
El Dios de los Montes y el Hombre Elegido


 

LA DECIMOTERCERA TABLILLA

En la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo; Inanna desatendió lo que se le había confiado; en su corazón, codiciaba otros dominios, no los que se le habían concedido. Cuando, en la cuenta de mil años, se le retiró la realeza a Unug-ki, ¿quién hubiera previsto la calamidad que iba a acontecer al final del
siguiente milenio, quién hubiera prevenido el desastre?


¿Quién podía predecir que, en menos de un tercio de Shar, iba a caer una calamidad desconocida?
Inanna daría inicio al amargo fin; Marduk, como Ra, se enmarañaría con el Destino;
¡Ninurta y Nergal liberarían con sus propias manos el indecible final! ¿Por qué Inanna no se quedó satisfecha con los dominios que se le habían concedido? ¿Por qué siguió sin perdonar a Marduk?
Viajando entre Unug-ki y Aratta, Inanna no se sentía gratificada, estaba inquieta;
todavía lloraba a su amado Dumuzi, su deseo de amor seguía sin apagarse.
Cuando volaba, veía la imagen trémula de Dumuzi llamándola en los rayos del Sol,
por la noche, se le aparecía en visiones-sueños; ¡Volveré!, le decía.


Él le prometía las glorias de sus dominios en la Tierra de los Dos Estrechos.
En el recinto sagrado de Unug-ki, Inanna estableció una Casa para el Placer Nocturno.
A este Gigunu atraía con engaños y dulces palabras a los jóvenes héroes en la de sus bodas:
les prometía larga vida y un dichoso futuro; ella imaginaba que su amante era Dumuzi.
A la mañana siguiente, a todos se les encontraba muertos en la cama de
Inanna. ¡Fue entonces cuando el héroe Banda, al que se le había dado por muerto,
regresó a Unug-ki vivo! Banda había regresado de entre los muertos por gracia de Utu, de cuya
simiente era.


¡Milagro! ¡Milagro!, gritó Inanna excitada. ¡Mi amado Dumuzi vuelve a mí! En la morada de Inanna se bañó a Banda, con una faja se le sujetó un
manto con flecos. ¡Dumuzi, amado mío!, le llamó. Lo atrajo hasta su lecho, engalanado con
flores. A la mañana siguiente, cuando vio que Banda estaba vivo, Inanna gritó
alborozada:
¡Se ha puesto en mis manos el poder de no morir, a través mío se ha concedido la inmortalidad!
Después, Inanna decidió llamarse a sí misma diosa, implicaba el Poder de
la Inmortalidad. : Nannar y Ningal, los padres de Inanna, no estaban complacidos con su
proclamación; Enlil y Ninurta quedaron desconcertados con las palabras de Inanna; Utu,
su hermano, quedó pensativo;
¡No es posible revivir a los muertos!, se dijeron entre sí Enki y Ninharsag. En las tierras de Ki-Engi, el pueblo alababa la buena fortuna que tenían: ¡Los dioses están entre nosotros, ellos pueden abolir la muerte! Así se
decían unos a otros entre el pueblo. Banda sucedió a su padre Enmerkar en el trono de Unug-ki; Lugal,
Hombre Grande, fue su título.


La diosa Ninsun, de la simiente de Enlil, le tomó para que fuera su esposo, el héroe Gilgamesh, hijo de ambos, siguió a Lugal-Banda en el trono de
Unug-ki. A medida que pasaban los años y Gilgamesh se hacía mayor, él le hablaba
a su madre Ninsun de la vida y la muerte,
se preguntaba sobre la muerte de sus antepasados, a pesar de ser descendientes de los Anunnaki. ¿Los dioses mueren?, le preguntó a su madre. ¿También yo, aún siendo en dos terceras partes divino, treparé el muro como un mortal?, le preguntaba a ella.


¡Mientras vivas en la Tierra, la muerte de un Terrestre te arrollará!, le decía Ninsun a su hijo.
¡Pero si se te lleva a Nibiru, lograrás allí una larga vida! Ninsun le pidió a Utu, el comandante, que se llevara a Gilgamesh a Nibiru, Incesantemente se lo pidió Ninsun a Utu, un día tras otro se lo rogó: ¡Que vaya Gilgamesh al Lugar de Aterrizaje!, accedió al fin Utu. Para guiarle y protegerle, Ninharsag elaboró un doble de Gilgamesh.
Enkidu, Como por Enki Creado, se le llamó, no era nacido de vientre, no tenía sangre en sus venas.
Gilgames viajó con su camarada Enkidu hasta el Lugar de Aterrizaje, Utu supervisó su progreso con oráculos;
en la entrada del bosque de cedros, un monstruo que escupía fuego les bloqueó el camino.
Con trucos consiguieron confundir al monstruo, lo rompieron en pedazos. Cuando encontraron la entrada secreta a los túneles de los Anunnaki, les desafió el Toro del Cielo, una criatura de Enlil de resoplidos mortales.


El monstruo les persiguió hasta las puertas de Unug-ki; Enkidu lo derrotó ante las murallas de la ciudad.
Cuando Enlil oyó esto, lloró en su angustia; sus lamentos se escucharon en los cielos de Anu;
pues en su corazón sabía Enlil: ¡Realmente malo era el augurio!
Enkidu fue castigado a perecer en las aguas por haber dado muerte al Toro del Cielo;
Gilgamesh, por haber sido instruido por Ninsun y Utu, fue absuelto del crimen.
Buscando todavía la larga vida de Nibiru, Utu le permitió a Gilgamesh que entrara en el Lugar de los Carros.
Después de muchas aventuras alcanzó la Tierra de Tilmun, la Cuarta Región;
entró en sus túneles subterráneos, ¡en un jardín de piedras preciosas se encontró con Ziusudra!
Ziusudra le relató a Gilgamesh los acontecimientos del Diluvio, le reveló el secreto de la larga vida:
¡En el manantial del jardín crecía una planta que impedía que envejecieran Ziusudra y su esposa!
Era única entre todas las plantas de la Tierra; un hombre en su pleno vigor
la puede recoger, ¡el Hombre en su Ancianidad Es Joven de Nuevo! Ése es el nombre de la
planta, le dijo Ziusudra a Gilgamesh. ¡Un regalo de Enki, con la bendición de Enlil, se nos concedió en el Monte de la Salvación!


Cuando Ziusudra y su esposa estaban durmiendo, Gilgamesh se ató piedras a los pies. Se sumergió en el manantial, tomó y arrancó la planta de Ser Joven de Nuevo.


Con la planta en su bolsa, atravesó precipitadamente los túneles, se encaminó hacia Unug-ki. Cuando estuvo cansado, se durmió; y una serpiente se vio atraída por la fragancia de la planta. La planta hizo que la serpiente se aprovechara de que Gilgamesh estaba dormido; con la planta se desvaneció. A la mañana siguiente, al descubrir su pérdida, Gilgamesh se sentó y se echó a llorar.


Volvió a Unug-ki con las manos vacías, allí murió como un mortal. Después de Gilgamesh reinaron siete reyes más en Urug-ki; luego, su realeza tocó a su fin;
¡Fue exactamente cuando se completó la cuenta de mil años de la Tierra! La realeza de la Primera Región se transfirió a Urim, la ciudad de Nannar y Ningal. Marduk tenía muy en cuenta todos los asuntos de lo que acontecía en las otras Regiones. Ra estaba inquieto con los sueños y las visiones de Inanna que aludían
a los dominios de Dumuzi.
Estaba decidido a contrarrestar los planes de expansión de Inanna; encontró mucho que ponderar en cuestiones de resurrección e inmortalidad. Le resultaba enormemente atractivo el pensamiento de la divinidad, ¡de modo que se anunció a sí mismo como un gran dios! Ra se enfureció por lo que se le había permitido a Gilgamesh, en buena medida un Terrestre, pero estimó un camino más hábil con el cual conservar la lealtad de los reyes y del pueblo:
¡Si a los semidioses se les muestra el pórtico hacia la inmortalidad, que se le aplique a los reyes de mi región!
Así se dijo Marduk, conocido con el nombre de Ra en la Segunda Región: ¡Que los reyes de mi Región que sean descendientes de Neteru, viajen a Nibiru en la Otra Vida!


Esto decretó Ra en su reino. Les enseñó a los reyes a construir tumbas orientadas al este,
les dictó un largo libro a los escribas-sacerdotes, en él se describía con detalle el viaje a la Otra Vida.
En el libro se contaba cómo llegar al Duat, el Lugar de los Barcos Celestiales,
cómo, desde allí, por medio de una Escalera al Cielo, viajar hasta el Planeta Imperecedero,
de la Planta de la Vida comer, beber hasta la saciedad de las Aguas de la Juventud.
Ra les habló a los sacerdotes de la llegada de los dioses a la Tierra,
¡El oro es el esplendor de la vida!, les dijo. ¡Es la carne de los dioses!, dijo Ra a los reyes.


Dio instrucciones a los reyes para hacer expediciones al Abzu y a los Dominios Inferiores para obtener oro.
Cuando los reyes de Ra conquistaron por la fuerza de las armas tierras que no eran suyas,
invadió los reinos de sus hermanos, hizo nacer y crecer en ellos la ira:
¿Qué está tramando Marduk, se preguntaban los hermanos entre sí, que viene a pisotearnos?
Apelaron a su padre Enki; a Ptah, su padre, Ra no escuchó.
Ra ordenó a los reyes de Magan y Meluhha que capturaran todas las tierras adyacentes,
el plan de su corazón era ser el señor de las Cuatro Regiones.


¡La Tierra es mía, para que la gobierne! Así, inflexiblemente, le habló a sü padre.
Viene ahora el relato de cómo Marduk declaró su propia supremacía y construyó Babili,
y de cómo Inanna, al mando de reyes guerreros, hizo correr la sangre
y permitió sacrilegios. Después de que se transfiriera la realeza desde Unug-ki a Urim, Nannar
y Ningal sonrieron sobre el pueblo. Como correspondía a su Rango de Treinta, a Nannar se le adoraba como
dios de la Luna; decretó doce festividades cada año, al igual que el número de meses de la
Luna en un año,
a cada uno de los doce grandes Anunnaki se le dedicó un mes y su festividad. Por toda la Primera Región, a los dioses Anunnaki, mayores y menores, se les construyeron santuarios y lugares de culto, el pueblo podía orar
directamente a sus dioses. En la Primera Región, la civilización de Ki-Engi se difundió a las tierras
vecinas, en las Ciudades del Hombre se designó a los gobernantes locales como
Pastores Justos; artesanos y granjeros, pastores y tejedores, intercambiaban sus productos
por todas partes,
se decretaron leyes de justicia, se honraron contratos de comercio, de desposorios y de divorcio.


En las escuelas, los jóvenes estudiaban, los escribas tomaban nota de himnos, proverbios y sabiduría.
Había abundancia y felicidad en las tierras; también había disputas y usurpaciones. Mientras tanto, Inanna vagaba con su nave celeste de tierra en tierra; cerca
del Mar Superior retozaba con Utu.


Fue a los dominios de su tío Ishkur, Dudu, Amado, le llamaba. Inanna le tomó cariño a las gentes que vivían en la llanura superior de los
dos ríos;
le resultaba agradable el sonido de su lengua, aprendió a hablar su lenguaje.
Ellos la llamaban por el nombre del planeta Lahamu en su lengua, Ishtar, a su ciudad, Unug-ki, le llamaron Uruk; Dudu, como Adad, pronunciaban
en su lenguaje.


Sin, Señor de los Oráculos, llamaron a su padre, Nannar; a la ciudad Urim la llamaron Ur.
Shamash, Sol Brillante, llamaron a Utu en su lengua, a él también le adoraban.
A Enlil, le llamaban Padre Elil, Nibru-ki era para ellos Nippur; Ki-Engi, Tierra de los Vigilantes Nobles, fue llamada en su lenguaje Sumer. En Sumer, la Primera Región, la realeza rotaba entre las ciudades; en la Segunda Región, Ra no permitía la diversidad, él deseaba reinar solo. ¡El mayor del Cielo, primogénito que está en la Tierra! Así quería que se le conociera entre los sacerdotes.


¡El principal desde los primeros tiempos! Así decretó que se le llamara en los himnos;
señor de la eternidad, el que ha hecho la eternidad, que preside sobre todos los dioses,
¡Aquél que no tiene igual, el gran solitario y único!


Así se situaba a sí mismo Marduk, como Ra, por encima de todos los demás dioses,
por sí mismo se asignaba sus poderes y atributos:
Soy como Enlil en cuanto a señorío y decretos, como Ninurta en la azada y el combate;
como Adad por el rayo y el trueno, como Nannar por iluminar la noche; como Utu soy Shamash, como Nergal reino sobre el Mundo Inferior;
como Gibil, conozco las profundidades doradas, de donde cobre y plata vienen;
como Ningishzidda mando sobre los números y su cuenta, ¡los cielos hablan de mi gloria!
Los líderes Anunnaki se alarmaron enormemente con estas proclamas, los hermanos de Marduk hablaron con su padre Enki, Nergal le transmitió a Ninurta sus preocupaciones.
¿Qué es lo que te pasa?, dijo Enki a su hijo Marduk. ¡Inauditas son tus pretensiones!
¡Los cielos, los cielos hablan de mi supremacía!, le respondió Marduk a su padre Enki.
El Toro del Cielo, signo de la constelación de Enlil, ha sido muerto por su propio descendiente,
en los cielos, la Era del Carnero, mi era, está llegando, ¡los augurios son
inequívocos!


En su morada, en Eridú, Enki examinó el círculo de las doce constelaciones, en el primer día de la primavera, el comienzo del año, se observó atentamente el amanecer;
aquel día se elevó el sol en las estrellas de la constelación del Toro. En Nibru-ki y en Urim, Enlil y Nannar hicieron las observaciones, en el Mundo Inferior, donde había estado la Estación de Instrumentos,
Nergal atestiguó los resultados: ¡El tiempo del Carnero todavía es remoto, sigue siendo la Era del Toro de
Enlil! En sus dominios, Marduk no se ablandaba en sus afirmaciones. Nabu le
ayudó, no envió a sus emisarios a los dominios, para anunciar a la gente que su
tiempo había llegado. Los líderes Anunnaki apelaron a Ningishzidda, cómo enseñar al pueblo
a observar los cielos. En su sabiduría, Ningishzidda diseñó estructuras de piedra, Ninurta e Ish-
kur le ayudaron a erigirlas.


En las tierras pobladas, cerca y lejos, le enseñaron a la gente cómo observar los cielos, le mostraron a la gente que el sol seguía saliendo en la Constelación del
Toro. Enki observaba con pesar estos acontecimientos, valoraba de qué forma el
Hado le estaba dando un giro imprevisto al orden legítimo: ¡Después de declararse a sí mismos dioses, los Anunnaki se han hecho
dependientes del apoyo de la Humanidad! En la Primera Región, los Anunnaki decidieron unificar las tierras bajo un
único líder, deseaban un rey guerrero. Se le confió a Inanna, la adversaria de Marduk, la tarea de encontrar al
hombre adecuado. Inanna le indicó a Enlil a un hombre fuerte al cual había conocido y amado
en sus viajes, Arbakad, comandante de cuatro guarniciones, era su padre, su madre era
una suma sacerdotisa.


Enlil le dio cetro y corona, Sharru-kin, Regente Justo, le designó Enlil. Como una vez se hiciera en Nibiru, se fundó una nueva ciudad corona para unificar las tierras,
Agadé, la Ciudad Unificada, la llamaron, no lejos de Kishi estaba ubicada.


Enlil le dio poderes a Sharru-kin; Inanna acompañaba a sus guerreros con armas de brillantez.
Todas las tierras, desde el Mar Inferior hasta el Mar Superior, rindieron obediencia a su trono,
sus tropas se estacionaron en los límites de la Cuarta Región, para protegerla.
Con ojo cauto observaba Ra, sin pestañear, a Inanna y a Sharru-kin; después, como un halcón, se abalanzó sobre su presa:
desde el lugar donde Marduk había pretendido construir la torre que alcanzara el cielo,
Sharru-kin se llevó suelo sagrado de allí a Agadé, para implantar en él el Objeto Brillante Celestial.
Enfurecido, Marduk se abalanzó sobre la Primera Región, con Nabu y sus seguidores llegaron al lugar de la torre.


¡Del suelo sagrado soy el único poseedor, por mí se establecerá un pórtico de los dioses!
Así, vehementemente, anunció Marduk, dio instrucciones a sus seguidores para que desviaran el río.
Levantaron diques y murallas en el Lugar de la Torre, construyeron el Esagil, Casa para el Dios Supremo;
Babili, el Pórtico de los Dioses, la llamó Nabu en honor a su padre,
¡Marduk se había establecido en el corazón del Edin, en medio de la Primera Región!
La furia de Inanna no tuvo límites; con sus armas infligió la muerte a los seguidores de Marduk.
La sangre del pueblo, como nunca antes en la Tierra, corría como ríos.


Hasta su hermano Marduk, llegó Nergal a Babili, para persuadirle de que abandonara Babili por el bien del pueblo:
¡Esperemos pacíficamente las verdaderas señales del cielo!, le dijo Nergal a su hermano.
Marduk aceptó partir, viajo de tierra en tierra para observar los cielos,
Amun, el Invisible, se le llamó a Ra a partir de entonces en la Segunda Región.
Durante un tiempo se aplacó Inanna, dos hijos de Sharru-kin fueron sus pacíficos sucesores.
Después, ascendió al trono de Agadé el nieto de Sharru-kin; Naram-Sin, Amado por Sin, se le llamó.
En la Primera Región, Enlil y Ninurta estaban ausentes, habían ido a las tierras de más allá de los océanos;
en la Segunda Región, Ra no estaba, viajaba como Marduk por otras tierras;
Inanna vio la oportunidad en sus manos para hacerse con todos los poderes, le ordenó a Naram-Sin que se apoderara de todas las tierras.


Dio instrucciones a Naram-Sin para que marchara contra Magan y Me-luhha, dominios de Marduk.
Naram-Sin cometió el sacrilegio de cruzar la Cuarta Región con un ejército de Terrestres,
invadió Magan, intentó entrar en el sellado Ekur, Casa Que Como una Montaña Es.
Enlil se enfureció con sus sacrilegios y sus transgresiones; lanzó una maldición contra Naram-Sin y Agadé:
Naram-Sin murió por la picadura de un escorpión, por mandato de Enlil fue aniquilada Agadé.
Esto sucedió en la cuenta de mil quinientos años de la Tierra.


Viene ahora el relato de la profecía de Galzu a Enlil, dada en una visión;
trataba de la supremacía de Marduk, de cómo elegir a un hombre para sobrevivir a una calamidad.
Después que Marduk se convirtiera en Amun, se desintegró la realeza en la Segunda Región, reinaron el desorden y la confusión;
Después de que Agadé fuera aniquilada, en la Primera Región reinaron el desorden y la confusión.
En la Primera Región, la realeza estaba sumida en el desconcierto, se trasladaban de las Ciudades de los Dioses a las Ciudades del Hombre,
Unug-ki, Lagash, Urim y Kish, Isin y lugares más lejanos, la realeza fue cambiando.
Después, Enlil, tras consultar con Anu, depositó la realeza en manos de Nannar;
por tercera vez se concedió la realeza a Urim, en cuyo suelo seguía implantado el divino Objeto Brillante Celestial.


En Urim, Nannar designó como rey a un Pastor Justo de hombres, su nombre era Ur-Nammu.
Ur-Nammu estableció la igualdad en las tierras, hizo poner fin a la violencia y los conflictos, en todas las tierras fue abundante la prosperidad.
Fue en aquel tiempo que, durante la noche, Enlil tuvo una visión:
Se le apareció la imagen de un hombre, era brillante y resplandeciente como los cielos;
se aproximó y se quedó de pie junto al lecho de Enlil, ¡entonces reconoció Enlil a Galzu, el del cabello blanco!
Sostenía en la mano izquierda una tablilla de lapislázuli, en ella estaban dibujados los cielos estrellados;
los cielos estaban divididos en los doce signos de las constelaciones, Galzu los señalaba con la mano izquierda.


Galzu dejó de indicar al Toro para señalar al Carnero; tres veces repitió el movimiento.
Después, en la visión-sueño, Galzu habló y le dijo a Enlil:
El tiempo justo de la benevolencia y de la paz vendrá seguido por la fechoría y el derramamiento de sangre.
El Carnero de Marduk sustituirá al Toro de Enlil en tres porciones celestiales,
el que a sí mismo se ha declarado como Dios Supremo se apoderará de la supremacía en la Tierra.
¡Por decreto del Hado, sucederá una calamidad como nunca ha ocurrido!
Como en los tiempos del Diluvio, hay que elegir a un hombre justo y digno,
¡por él y por su simiente se preservará la Humanidad Civilizada, tal como pretende el Creador de Todo!
Así dijo Galzu, el emisario divino, a Enlil en la visión-sueño.


Cuando Enlil despertó de la visión-sueño nocturna, no había ninguna tablilla junto a su lecho.
¿Era un oráculo del cielo, o lo he imaginado todo en mi corazón?, se preguntaba Enlil a sí mismo.
No le contó la visión-sueño a ninguno de sus hijos, Nannar entre ellos, ni a Ninlil.
Entre los sacerdotes, en el templo de Nibru-ki, Enlil inquirió sobre sabios celestiales,
el sumo sacerdote le indicó a Tirhu, un sacerdote oracular.


Era descendiente de Ibru, nieto de Arbakad, pertenecía a la sexta generación de sacerdotes de Nibru-ki,
estaban casados con las hijas reales de los reyes de Urim. Ve al templo de Nannar en Urim, observa el tiempo celestial en los cielos: Setenta y dos años de la Tierra es la suma de una Porción Celestial, ¡toma
cuidadosa nota del paso de tres de ellas!
Así le dijo Enlil a Tirhu, el sacerdote, le hizo contar el tiempo profetizado. Mientras Enlil reflexionaba sobre la visión-sueño y sus portentos, Marduk
iba de tierra en tierra.
A la gente le iba hablando de su supremacía, ganar seguidores era su objetivo.
En las tierras del Mar Superior y en las tierras de la frontera de Ki-Engi, Nabu, el hijo de Marduk, iba incitando al pueblo; su plan era apoderarse
de la Cuarta Región.


Hubo enfrentamientos entre los habitantes del oeste y los habitantes del este, los reyes formaron huestes de guerreros, las caravanas dejaron de discurrir,
se levantaron las murallas en las ciudades. ¡Está ocurriendo lo que Galzu predijo!, se dijo Enlil a sí mismo. Enlil puso su mirada sobre Tirhu y sus hijos, descendientes de digno linaje: ¡Éste es el hombre a elegir, el que indicara Galzu!, se dijo Enlil a sí mismo. A Nannar, sin revelarle la visión-sueño, le dijo Enlil: En la tierra entre los ríos, de donde vino Arbakad, funda una ciudad como
Urim,
sea para ti y para Ningal una morada-hogar lejos de Urim. ¡En su mitad, erige un santuario-templo, y pon a su cargo al Príncipe-Sacerdote Tirhu! Ateniéndose a la palabra de su padre, Nannar fundó la ciudad de Jarán en la tierra de Arbakad. Para que fuera sumo sacerdote en su santuario-templo envió a Tirhu, y a su familia con él; cuando se completaron dos porciones celestiales de las tres profetizadas, Tirhu fue a Jarán.


En aquel tiempo, Ur-Nammu, la Alegría de Urim, cayó de su carro y murió en las tierras occidentales.
Su hijo Shulgi le sucedió en el trono de Urim; Shulgi estaba lleno de vileza y de ansia de batallas.
En Nibru-ki, él mismo se ungió sumo sacerdote, en Unug-ki buscó los gozos de la vulva de Inanna;
enroló en su ejército a guerreros de las tierras montañosas, no obligados a Nannar,
con su ayuda, invadió las tierras occidentales e ignoró la santidad del Centro de Control de Misiones.
En la sagrada Cuarta Región puso su pie, Rey de las Cuatro Regiones se declaró a sí mismo.


Enlil se enfureció por las profanaciones, Enki y Enlil hablaron sobre las invasiones:
¡Los soberanos de tu región han sobrepasado todos los límites!, le dijo con acritud Enki a Enlil.
¡Marduk es la fuente de todos los problemas!, replicó Enlil.
Guardando para sí todavía la visión-sueño, Enlil volvió su atención sobre Tirhu.
Enlil había puesto la mirada sobre Ibru-Um, el hijo mayor de Tirhu.
Ibruum era de ascendencia principesca y valiente, y estaba familiarizado con los secretos sacerdotales;
Enlil mandó a Ibruum a proteger los lugares sagrados y permitir los ascensos y descensos de los carros.


Tan pronto como Ibruum partió de Jarán llegó Marduk a esa ciudad;
él también había observado las profanaciones, las consideraba como los dolores de parto de un Nuevo Orden.
Desde Jarán, en los umbrales de Shumer, planeó su golpe final,
desde Jarán, situada al filo de los dominios de Ishkur, dirigió el levantamiento de los ejércitos.
Después de pasar veinticuatro años terrestres de estancia en Jarán,
Marduk, con lágrimas en los ojos, hizo un llamamiento al resto de los dioses, fueran cuales fueran sus ascendientes;
Confesando sus transgresiones, pero insistiendo en su señorío, a ellos les dijo así:
¡Oh dioses de Jarán, oh grandes dioses que juzgan, conoced mis secretos!


Mientras me ciño la faja, recuerdo mis memorias:
Yo soy el divino Marduk, un gran dios, en mis dominios soy conocido
como Ra. Por mis pecados fui al exilio, a las montañas he ido, por muchas tierras he
deambulado,
desde donde el sol se eleva hasta donde el sol se pone he ido, hasta la tierra de Ishkur llegué. En medio de Jarán he anidado durante veinticuatro años, en su templo he buscado un augurio;
¿Hasta cuándo?, pedí un augurio en el templo acerca de mi señorío. ¡Tus días de exilio han terminado!, me dijo el oráculo en el templo. ¡Oh grandes dioses que determináis los hados, dejad que me encamine
a mi ciudad, que establezca en mi templo Esagil una morada imperecedera, que instale
un rey en Babili; que se reúnan en mi casa templo todos los dioses Anunnaki, aceptad mi
alianza!


Así anunció Marduk su llegada a los otros dioses, confesando y apelando. Los dioses Anunnaki se inquietaron y se alarmaron ante la llamada a la
sumisión hecha por Marduk.
Enlil convocó a todos a una gran asamblea para tomar consejo. Todos los líderes Anunnaki se reunieron en Nibru-ki; también fueron Enki
y los hermanos de Marduk.


Todos estaban inquietos por los acontecimientos, todos se oponían a Marduk y a Nabu. En el consejo de los grandes dioses, las acusaciones se desenfrenaron, las
recriminaciones llenaban la cámara. ¡Nadie puede impedir lo que se aproxima; aceptemos la supremacía de
Marduk!, únicamente Enki aconsejó. ¡Si se aproxima el tiempo del Carnero, privemos a Marduk del Enlace
Cielo-Tierra!, propuso Enlil iracundo.


Todos, salvo Enki, acordaron arrasar el Lugar de los Carros Celestiales; Nergal sugirió para ello utilizar las Armas de Terror; sólo Enki se opuso: De la decisión, la Tierra pronunció las palabras a Anu; Anu repitió las
palabras a la Tierra. ¡Lo que estaba destinado a ser, fracasará por vuestra decisión de deshacer!
Así habló Enki mientras partía.

Para llevar a cabo la maldad se seleccionó a Ninurta y a Nergal.
¡Viene ahora el relato de cómo Hado o Destino llevó,
cómo paso a paso, alguno dado en tiempos ya olvidados, a que sucediera la Gran Calamidad!


Quede ahora registrado y recordado para siempre:
Cuando se tomó la decisión de usar las Armas de Terror, Enlil guardaba dos secretos para sí:
¡A nadie, antes de que se tomara la terrible decisión, le reveló Enlil el secreto de la visión-sueño de Galzu;
a nadie, hasta que se tomó la fatídica decisión, le había revelado Enlil su conocimiento del lugar donde se ocultaba el terror!
Cuando, a despecho de todas las protestas, el consejo permitió el uso de las Armas de Terror,
cuando Enki, enfadado y muy turbado abandonó la cámara del consejo,
Enki sonreía en su corazón: ¡Sólo él sabía dónde estaban ocultas las armas! Así lo creía Enki.
Pues fue él, antes de que Enlil llegara a la Tierra, el que ocultó las armas, junto con Abgal, en un lugar desconocido.


¡Enki no sabía que Abgal le había desvelado el lugar a Enlil durante su exilio!
Cuando Enki se enteró de este segundo secreto, dio refugio en su corazón a un deseo:
¡Que, después de tan larga estancia, el terror de las armas se haya evaporado!
Poco esperaba Enki que tan larga estancia iba a provocar una calamidad como nunca antes se había conocido en la Tierra.


Y así fue que, sin necesidad de Enki, Enlil reveló a los dos héroes el lugar de la ocultación:
¡Las siete Armas de Terror moran en una montaña!, les dijo Enlil.
¡Moran en el interior de una cavidad de la tierra, se requiere revestirlas con el terror!
Después, Enlil les reveló el secreto de cómo despertar a las armas de su profundo sueño.
Antes de que los dos hijos, uno de Enlil, uno de Enki, partieran hacia el lugar oculto,
Enlil les dio palabras de advertencia: ¡Antes de que se usen las armas, el lugar de los carros debe estar vacío de Anunnaki;
las ciudades deben ser perdonadas, la gente no debe perecer!


En su nave celeste, Nergal se dirigió al lugar oculto, Ninurta se retrasó por causa de su padre;
Enlil deseaba decirle una palabra a su hijo a solas, revelarle a él solo un secreto:
le habló a Ninurta de la profecía de Galzu y de la elección de Ibruum.
¡Nergal es irreflexivo, asegúrate de que las ciudades son perdonadas, hay que advertir a Ibruum!, le dijo Enlil a Ninurta.


Cuando Ninurta llegó al lugar de las armas, Nergal ya las había sacado de la cavidad,
mientras despertaba sus MEs del largo sueño, Nergal dio un nombre de trabajo a cada una de las siete:
a la primera arma la llamó La Que No Tiene Rival; a la segunda, la Llama Ardorosa;
a la tercera la llamó La Que Desmorona con Terror; Fundidora de Montañas llamó a la cuarta;
Viento Que Busca los Confines del Mundo llamó a la quinta; La Que Arriba y Abajo a Nadie Perdona fue la sexta;
la séptima se llenó con un monstruoso veneno, la llamó Vaporizadora de lo Viviente.
Con la bendición de Anu se les dieron las siete a Nergal y a Ninurta, para con ellas causar la destrucción.
Cuando Ninurta llegó al lugar de las Armas de Terror, Nergal estaba dispuesto para destruir y aniquilar.
¡Yo mataré al hijo, yo aniquilaré al padre!, gritaba Nergal con aires de venganza.


¡Las tierras que codician se desvanecerán, destruiré las ciudades pecadoras!
Valiente Nergal, ¿destruirás al justo con el injusto?, le preguntó Ninurta a su camarada.
¡Las instrucciones de Enlil son claras! ¡Yo llevaré el rumbo a los objetivos seleccionados, tú me seguirás detrás!
¡La decisión de los Anunnaki me es conocida!, dijo Nergal a Ninurta. Ambos esperaron la señal de Enlil durante siete días y siete noches.


Tal como era su intención, cuando terminó su espera, Marduk volvió a Babili,
en presencia de sus seguidores, pertrechados con armas, declaró su supremacía;
la cuenta de años terrestres era entonces de mil setecientos treinta y seis. En aquel día, en aquel fatídico día, Enlil le envió la señal a Ninurta; Ninurta partió hacia Monte Mashu, tras él iba Nergal.
El Monte y la llanura, en el corazón de la Cuarta Región, inspeccionó Ninurta desde los cielos.
Con el corazón encogido, le hizo una señal a Nergal: ¡Quédate ahí!, le señaló.
Entonces, Ninurta soltó desde los cielos la primera arma de terror;
con un resplandor, la cima del Monte Mashu se resquebrajó, las entrañas del monte se fundieron en un instante.


Sobre el Lugar de los Carros Celestiales liberó la segunda arma,
con el resplandor de siete soles, las rocas de la llanura se convirtieron en una herida chorreante,
la Tierra se sacudió y se desmoronó, los cielos se oscurecieron después del resplandor;
la llanura de los carros se cubrió de piedras quemadas y trituradas,
de todos los bosques que habían rodeado la llanura, sólo tres troncos quedaron en pie.
¡Hecho!, exclamó Ninurta desde la nave celeste, su Divino Pájaro Negro.
¡Del control que Marduk y Nabu tanto codiciaban se les ha privado para siempre!
Entonces, Nergal deseó emular a Ninurta, su corazón le urgía a ser Erra, el Aniquilador;
siguiendo la Calzada del Rey, voló hasta el verde valle de las cinco ciudades.
¡Nergal planeaba aplastar el verde valle donde Nabu estaba convirtiendo a la gente, aplastarlo como un pájaro enjaulado!


Sobre las cinco ciudades, una tras otra, Erra envió un arma de terror desde los cielos,
destruyó por completo las cinco ciudades del valle, se convirtieron en desolación.
Con fuego y azufre fueron arrasadas, todo lo que allí vivía se convirtió en vapor.
Con tan terribles armas, las montañas se vinieron abajo, la barrera que contenía las aguas del mar se partió,
las aguas del mar se derramaron en el valle, el valle quedó inundado por las aguas;
cuando las aguas se derramaron sobre las cenizas de las ciudades, se elevó el vapor hacia los cielos.
¡Hecho!, gritó Erra en su nave celeste. En el corazón de Nergal ya no había venganza.


Inspeccionando su maligna obra, los dos héroes quedaron confundidos con lo que vieron:
los resplandores fueron seguidos por el oscurecimiento de los cielos, después se puso a soplar la tormenta.
Arremolinándose dentro de una oscura nube, un Viento Maligno llevaba la penumbra desde los cielos,
con el transcurso del día, el Sol desapareció sobre el horizonte con la oscuridad,
por la noche, un pavoroso resplandor dibujaba sus bordes, hizo desaparecer a la Luna cuando salía.


Cuando llegó el amanecer del día siguiente, desde el oeste, desde el Mar
Superior, se puso a soplar un viento de tormenta, la nube marrón oscura se dirigió hacia el este, hacia las tierras habitadas se
extendió la nube;
allí donde llegaba, traía sin misericordia la muerte a todo lo que vive; desde el Valle de Sin Compasión, engendrada por los resplandores, la
muerte fue transportada hacia Sumer. Ninurta y Nergal dieron la voz de alarma a Enlil y Enki: ¡Implacable, el
Viento Maligno lleva la muerte a todos! Enlil y Enki transmitieron la alarma a los dioses de Sumer: ¡Escapad!
¡Escapad!, les gritaron a todos. ¡Que se disperse el pueblo! ¡Que el pueblo se oculte! Los dioses huyeron de sus ciudades, como pájaros asustados escaparon de
sus nidos.


Las gentes de las tierras cayeron bajo las garras del Viento Maligno; inútil fue su carrera.
Sigilosa era la muerte, atravesaba los muros más gruesos como las aguas de una inundación,
no había puerta que pudiera dejarle fuera, ni cerrojo que pudiera impedirle el paso.
Aquéllos que, detrás de puertas cerradas, se ocultaron dentro de sus casas, como moscas cayeron,
aquéllos que huyeron a las calles, en las calles amontonaron sus cadáveres.


Los pechos llenos de esputos y flemas, las bocas rebosantes de saliva y espuma;
cuando el Viento Maligno atrapaba a la gente sin ser visto, sus bocas se empapaban en sangre.
Lentamente sopló el Viento Maligno sobre las tierras, cruzó de oeste a este sobre llanuras y montañas;
todo lo que vivía, tras él quedaba muerto y moribundo, la gente y el ganado perecían por igual.
Las aguas se emponzoñaron, en los campos se marchitó toda vegetación.


Desde Eridú en el sur hasta Sippar en el norte, el Viento Maligno arrasó el país;
Babili, donde Marduk había declarado la supremacía, se libró del Viento Maligno.

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