3 - PROFECÍAS EGIPCIAS, DESTINOS HUMANOS

En los anales del Hombre en la Tierra, el siglo 21 a.C. vio en el antiguo Cercano Oriente uno de los más gloriosos capítulos de la civilización, conocido como el tercer período de Ur (Ur III). Al mismo tiempo la época más difícil y apabullante, ya que fue testigo del fin de Súmer bajo una mortal nube nuclear. Y después de eso, ya nada fue lo mismo.


Esos sucesos memorables, como veremos, fueron también las raíces para las manifestaciones mesiánicas centradas en Jerusalén cuando el ‘a.C.’ se cambia a ‘d.C.’ más o menos 21 siglos después.


Los eventos históricos de tal memorable siglo—como todos los hechos de la historia—tuvieron sus raíces en lo que había ocurrido antes. De ello, el año 2169 a.C. es una fecha importante de recordar. Los anales de Súmer y Acadia de ese tiempo registran una política principal manejada por los dioses enlilitas. En Egipto, la fecha marcó el inicio de cambios político-religiosos significantes, y lo que ocurrió en ambas zonas coincidió con una nueva fase de la campaña de Marduk para alcanzar la supremacía.

 

Ciertamente fueron las maniobras estratégicas de ajedrez de Marduk y sus desplazamientos geográficos de un lugar a otro lo que controló la agenda de la era del ‘juego de ajedrez divino.’ Sus movidas y movimientos comenzaron con su salida de Egipto, para convertirse (a los ojos egipcios) en Amón (también escrito Amun o Amen), “El Oculto.”


La fecha 2160 es considerada por los egiptólogos la marca del inicio de lo designado como el Primer Período Intermedio—un intervalo caótico entre el final del Viejo Reino y la surgente dinastía en el Reino Medio.


Durante los mil años del Viejo Reino, cuando la capital político-religiosa era Menfis en el Medio Egipto, los egipcios daban culto al panteón de Ptah, le levantaron templos monumentales, a su hijo Ra, y a sus divinos sucesores.


Las famosas inscripciones de los Faraones Menfitas daban gloria a los dioses y promesas de una sobre-vida a los reyes.


Reinando como dioses subrogantes, esos faraones calzaron la doble corona del Egipto Superior (al sur) y el Bajo Egipto (norte), lo que implicó no sólo la unificación administrativa sino además la religiosa de las Dos Tierras, unificación lograda cuando Horus derrotó a Set en su lucha por el legado de Ptah/Ra.

 

Y entonces, en 2160 a.C. esta unidad religiosa venía derrumbándose por completo.


Durante ese confuso período se vio el quiebre de la Unión, abandono de la capital, ataques desde el sur por príncipes para ganar control, incursiones extranjeras, desacración de los templos, un colapso de la ley y el orden, y sequías, hambrunas, y disturbios por alimento.


Esas condiciones están documentadas en un papiro conocido como las Admoniciones de Ipu-Wer, un extenso texto hieroglífico que consiste de varias secciones en las cuales da cuenta de una cantidad de calamidades y tribulaciones, se culpa a un profano enemigo de fechorías religiosas y males sociales, y se llama a la gente al arrepentimiento y a retomar los antiguos ritos. El papiro concluye con una sección profética que describe la venida de un Redentor, y otra que ensalza los tiempos ideales que siguen.


En su comienzo el texto describe el quiebre de la ley y el orden y de la funcionalidad de la sociedad—una situación en la cual,

“los guardias de puerta se fueron a saquear, los porteadores se niegan a llevar su carga… robo por todas partes… un hombre mira a su hijo como enemigo.” Aunque el Nilo se mantiene fluyendo e irriga la tierra, “nadie la trabaja… el grano ha muerto… los silos se hallan vacíos… el polvo cubre los campos… el desierto avanza… se agosta la tierra… las mujeres están secas, ninguna puede concebir… los muertos son arrojados el río… el río es de sangre.”

 

Los caminos son inseguros, el comercio ha cesado, las provincias del Alto Egipto ya no pagan impuesto; “hay guerra civil… bárbaros de todas partes han venido a Egipto… todo está en ruinas.”

Algunos egiptólogos creen que al corazón de estos sucesos yace una simple rivalidad por riqueza y poder, un intento (exitoso al final) de los príncipes tebanos del sur para controlar y regir el país entero. Tardíamente, los estudios han asociado el colapso del Viejo Reino con un ‘cambio de clima’ que minó una sociedad fundada en la agricultura, causó escasez de alimentos y disturbios por alimento, desorden social, y el colapso de la autoridad.

 

Pero poca atención ha sido puesta a un principal y quizá el más importante cambio: en los textos, en los himnos, en los nombres honoríficos de templos, ya no fue más Ra sino Amon-Ra, o simplemente Amon, que fue desde entonces venerado; Ra se convirtió en Amon—Ra el Oculto—porque se había ido de Egipto. Fue de verdad un cambio religioso que generó el quiebre político y social, escribió el inidentificado Ipu-Wer; nosotros creemos que el cambio es que Ra se convirtió en Amon.

 

La agitación comenzó con un colapso de las observancias religiosas y manifestaciones mismas durante la profanación y abandono de los templos, donde,

“el Lugar de los Secretos ha sido dejado vacío, los escritos de augustos secretos han sido diseminados, los hombres comunes los rompen en las calles… la magia está expuesta, está a la vista de quién no la conoce.”

El sagrado símbolo de los dioses usado en la corona de los reyes, el Uraeus (la Serpiente Divina),

“se ha rebelado contra… las fechas religiosas se disturban… los sacerdotes son llevados sin razón.”

Después de llamar a la gente al arrepentimiento, “brindar incienso en los templos… mantener las ofrendas a los dioses,” el papiro llama a los arrepentidos a ser bautizados—para” recordar sumergirse.” Después las palabras del papiro se tornan proféticas: en un pasaje que los egiptólogos llaman ‘verdaderamente mesiánico’, las admoniciones hablan de ‘un tiempo que vendrá’ cuando un Salvador no identificado—un “dios-rey”, aparecerá.

Comenzando con unos pocos seguidores, de él ‘los hombres dirán:

El pone calma en el corazón,
es un pastor de todos los hombres.
aunque su manada sea paqueña,
él pasará sus días cuidándolos…
Luego él acabaría con lo diabólico,
estiraría su fuerte brazo en su contra.”

“La gente estará preguntándose: ¿Dónde está él, ahora? ¿Está acaso durmiendo? ¿Por qué no se ve su poder?” Escribió Ipu-Wer, y respondió, “Contempla, la Gloria del mismo no puede ser vista, (pero) la Autoridad, Percepción y Justicia están con él.”

Tiempos ideales aquellos, cuando Ipu-Wer inició su profecía, precedidos por sus propias punzadas mesiánicas:

“La confusión estará por doquier en la tierra, con tumultuoso ruido un rey matará al otro, los muchos matarán a los pocos.”

 

La gente preguntará: ¿Acaso el Pastor desea muerte?”

 

No, responde, “es la tierra que ordena muerte,” pero después de años de lucha, la rectitud y el culto adecuado prevalecerán. Esto, concluye el papiro, fue “lo que dijo Ipu-Wer cuando respondió a la majestad de Señor-Todo.”

No se trata sólo de la descripción de sucesos y las profecías mesiánicas, sino además la elección de redactar en esos antiguos papiros parece sorprendente; hay más por venir.


Los académicos están conscientes de la existencia de otro texto profético/mesiánico que nos llegó del antiguo Egipto, pero creen que fue compuesto realmente después de los hechos y que sólo simula ser profético al fecharse a si mismo en un tiempo anterior.


Para ser específico, mientras el texto pretende relacionar profecías hechas en tiempo de Sneferu, faraón de la Cuarta Dinastía (alrededor de 2600 a.C.), los egiptólogos creen que fue verdaderamente escrito en el tiempo de Amenophis I de la 12ª Dinastía (cerca del 2000 a.C.)—después de los eventos que pretende profetizar. Aun así, las ‘profecías’ sirven para confirmar esos hechos anteriores; y muchos detalles y la misma redacción de las predicciones puede ser descrita como escalofriante.


Las profecías se supone son contadas al Rey Sneferu por un ‘gran sacerdote-vidente’ llamado Nefer-Rohu, un hombre de rango, un escriba con ‘dedos competentes’.

 

Al pedido del rey a que le mostrara el futuro, Nefer-Rohu “estiró su mano hacia la caja del equipo de escritura, y sacó un rollo de papiros,” y comenzó a escribir lo que había visto, en una manera parecida a Nostradamus:

Contempla, hay algo acerca del cual hablan los hombres,
Es terrorífico…
Lo que será hecho nunca ha sido hecho antes.
La Tierra está totalmente deteriorada.
Los terrenos están dañados, ya no hay remanente.
No hay un amanecer que la gente pueda ver.
Nadie puede vivir con las nubes que tapan.
El viento del sur enfrenta al viento del norte.
Los ríos de Egipto están vacíos…
Ra debe iniciar de nuevo los fundamentos de la Tierra.

Antes que Ra pueda restaurar los ‘Fundamentos de la Tierra’, habrá invasiones, guerras, derramamiento de sangre. Después vendrá una nueva era de paz, tranquilidad, y justicia, y la justicia prevalecerá.

 

Será traída por lo que hemos llegado a llamar un Salvador, un Mesías:

Entonces es que vendrá un soberano—
Amon (“El Desconocido).
Será llamado El Triunfante.
Hijo de Hombre será su nombre para siempre y siempre…
La maldad será erradicada;
Su lugar será tomado por la Justicia;
Se alegran las personas de su época.

Es sorprendente encontrar tales profecías mesiánicas de tiempos apocalípticos y del final de la Maldad que será seguido por la venida—el retorno—de la paz y la justicia, en textos de papiros escritos hace unos 4200 años atrás; produce escalofríos encontrar en ellos terminología que es familiar en el Nuevo Testamento, como un Desconocido, el Triunfante Salvador, el ‘Hijo del Hombre,’

Es como veremos, un vínculo entre los interconectados hechos del milenio. En Súmer, un período de caos, ocupación de tropas extranjeras, profanación de templos y la confusión acerca de cual debería ser la ciudad capital y quién debería ser el rey siguió al final de la Era Sargónica de Ishtar en 2260 a.C.
 

Por un tiempo, el único refugio seguro en la tierra fue el ‘centro de culto de Ninurta’ en Lagash, de donde habían sido removidas las tropas extranjeras de Gutian [dinastía sumeria]. Consciente de las inexorables ambiciones de Marduk, Ninurta decidió reafirmar su derecho al Rango Cincuenta instruyendo al entonces rey de Lagash, Gudea, a levantar para él en el Girsu (recinto sagrado) de la ciudad, un nuevo y diferente templo. Ninurta—aquí llamado NIN.GIRSU, ‘Señor del Girsu’—ya tenía un templo allí, así como un recinto especial para su ‘Divino Pájaro Negro’ o máquina voladora.

 

Sin embargo la construcción de un nuevo templo requería el permiso especial de Enlil, lo que fue otorgado a su tiempo. Aprendemos de las inscripciones que el nuevo templo debía tener características especiales que lo ligaban a los cielos, al permitir ciertas observaciones celestiales. En ese tiempo Ninurta invitó a Súmer al dios Ningishzidda (‘Toth’ en Egipto), el Divino Arquitecto, y Guardián de los Secretos de las pirámides de Giza.

 

El hecho que Ningishzidda/Toth fuera hermano de quién Marduk forzó al exilio alrededor del 3100 a.C. no estaba ciertamente olvidado por todos los afectados…


Las asombrosas circunstancias que rodearon el anuncio, la planificación, construcción, y dedicación del E.NINNU (‘Hogar/Templo de Cincuenta’) están contadas con fino detalle en los escritos de Gudea; fueron desenterrados en las ruinas de Lagash (un sitio ahora llamado Tello) y están ampliamente citados en los libros Crónicas de la Tierra.

 

Lo que emerge de aquel detallado documento (inscrito en dos cilindros de arcilla en una clara escritura cuneiforme sumeria, Fig. 17) es el hecho que desde el anuncio hasta la dedicación, cada paso y cada detalle del nuevo templo fue dictaminado por aspectos celestes.

Figura 17

 

Esos aspectos celestes especiales tenían que ver con la coordinación en la construcción del templo: Era el momento, según declaran las líneas de apertura, cuando son determinados en el cielo los destinos de la Tierra”:

Al tiempo cuando en el cielo
los destinos de la Tierra fueron fijados,
“Lagash levantará su cabeza hacia el cielo
En concordancia con la Gran Tabla de los Destinos”
Enlil decidió a favor de Ninurta.

Ese momento especial cuando los destinos en la Tierra son determinados en los cielos fue lo que llamamos Tiempo Celeste, el Reloj Zodiacal.

 

Que tal determinación estaba enlazada al Día del Equinoccio deviene evidente del resto del relato de Gudea, igual que en el texto de Toth egipcio llamado Tehuti, El Equilibrador (del día y la noche) que maneja la cuerda para orientar un nuevo templo. Tales consideraciones celestes vinieron a dominar el proyecto Eninnu de principio a final.

La historia de Gudea comienza con una visión en sueño parecido a un episodio de la serie de TV ‘La Dimensión Desconocida’, ya que mientras los varios dioses involucrados se habían ido cuando despertó, ¡los varios objetos que le mostraron en el sueño permanecían físicamente a su lado!


En aquella visión-onírica (la primera de varias) el dios Ninurta aparecía al amanecer, y el Sol estaba alineado con el planeta Júpiter. El dios habló e informó a Gudea que había sido escogido para construir un templo nuevo. A su lado estaba la diosa Nisaba; llevaba una imagen de la estructura del templo en su cabeza; la diosa sostenía una tablilla en la cual estaban descritos los cielos estrellados, y con una aguja comenzó a señalar las ‘constelaciones celestes favorables.’

 

Un tercer dios Ningishzidda (Toth), sostenía una tableta de lapislázuli donde estaba dibujado el plan estructural; tenía además un ladrillo de arcilla, un molde para su fabricación, y un canasto de carga de construcción.


Cuando Gudea despertó, los tres dioses se habían ido, ¡pero la tableta estaba en su falda (Fig. 18) y el ladrillo y su molde yacían a sus pies!

Figura 18

 

Gudea necesitó la ayuda de una diosa oráculo y un par de visiones oníricas más para comprender todo el significado.

 

En la tercera visión le fue mostrada una demostración animada similar a holográfica, de la construcción del templo, el tendido de las bases, la moldura de ladrillos—la construcción completa, paso a paso. Tanto el inicio de la construcción como la ceremonia final de dedicación tuvieron que esperar señales de los dioses en días específicos; ambas cayeron el Día de Año Nuevo, lo cual significa el día de Equinoccio de Primavera.


El templo ‘levantó su cabeza’ según los acostumbrados siete pisos, pero—inusualmente para los zigurats sumerios de tope plano—su cabeza debía apuntar, “en forma de cuerno”— ¡Gudea debió emplazar en la punta del templo un toque final! ¡ Su forma no está descrita, pero con toda probabilidad (y a juzgar por la imagen en la cabeza de Nisaba) fue la forma de pirámide—a la manera de los cabezales de las pirámides egipcias (Fig. 19).

Figura 19

 

Además, más que dejar expuesta la albañilería, se le pidió a Gudea que recubriera la estructura con un revestimiento de piedras rojizas.

“La vista exterior del templo era como la de un montaña en el lugar.”

Que levantar una estructura con la apariencia de una pirámide egipcia tenía un propósito se hace claro a partir de las propias palabras de Ninurta.

 

El nuevo templo, dijo a Gudea, será visto desde lejos; su aspecto impresionante alcanzará los cielos; la adoración de mi templo se extenderá a todas las tierras, su celestial nombre será proclamado en las naciones desde los confines de la Tierra—En Mahan y Meluhha causará que [la gente diga]:

Ningirsu [el ‘Señor del Girsu’],
El Gran Héroe de las tierras de Enlil, es un dios sin igual;
es el señor de toda la Tierra.

Magan y Meluhha eran los nombres sumerios para Egipto y Nubia, las Dos Tierras de los dioses en Egipto. El propósito del Eninnu era establecer, aun ahí, en tierras de Marduk, el desigual Señorío de Ninurta:

“Un dios que no tiene igual, Señor de toda la Tierra.”

La proclamación de la supremacía de Ninurta (en vez de Marduk) requirió características especiales en el Eninnu. La entrada del zigurat debía dar la cara al sol precisamente hacia el oriente, en vez del acostumbrado noreste. En el nivel superior Gudea debía levantar un SHU.GU.LAM—‘donde se anuncia el brillante, el sitio de la apertura, el lugar de la determinación,” desde el cual Ninurta podía ver ‘la repetición sobre las tierras.’

 

Era una sala circular con doce posiciones, cada una marcada con un símbolo zodiacal, con una apertura para observar los cielos—¡un antiguo planetario alineado con las constelaciones zodiacales!


En el frontis del templo, ligado a una avenida que enfrentaba la salida del sol, Gudea tuvo que colocar dos círculos de piedra, uno con seis y el otro con doce pilares de piedra, para la observación celeste. Dado que sólo se menciona una avenida, uno asume que los círculos eran concéntricos.

Mientras uno estudia cada frase, terminología, y detalles estructurales, se hace evidente que lo que fue erigido en Lagash con la ayuda de Ningishzidda/Toth fue un complejo aunque práctico observatorio de piedra, una parte del cual, enteramente unida a lo zodiacal, recuerda uno similar hallado en Dendera, Egipto (Fig. 20), y el resto, orientado a la observación de salidas y puestas, ¡un Stonehenge en los bancos del río Éufrates!


Figura 20
 

Como Stonehenge en las Islas Británicas (Fig. 21) el construido en Lagash proveía marcadores de piedra para observaciones solares de solsticios y equinoccios, pero la principal característica exterior fue la creación de una línea visual desde una piedra central, continuada entre los dos pilares de piedra, y luego por la avenida hasta otra piedra.


Tal línea visual, orientada precisamente cuando fue planeado, permitía determinar al momento de la salida del Sol en cual constelación zodiacal el Sol estaba apareciendo. Y eso—determinar la era zodiacal mediante la observación precisa—fue el objetivo principal de toda la compleja instalación.

Figura 21

 

En Stonehenge, esa línea visual corría (y aun corre) desde la columna de piedra llamada el Altar de Piedra en el centro, a través de dos columnas de piedra identificadas como las Piedras Sarsen número 1 y 30, de ahí a lo largo de la Avenida hasta la así-llamada Piedra Taco (ver Fig. 6).

 

Se acepta generalmente que Stonehenge con el doble Círculo de Piedrazul y la Piedra Taco de lo que es designado Stonehenge II data entre 2200 a.C. y 2100 a.C. Este es también la época –quizá más exactamente, en 2160 a.C.—cuando el ‘Stonehenge del Éufrates” fue construido.


Y eso no fue una coincidencia fortuita. Como ese par de observatorios zodiacales, otros observatorios de piedra proliferaron al mismo tiempo en otros sitios de la Tierra—en varios lugares europeos, en Sudamérica, en la alturas de Golán al noreste de Israel, aun en la lejana China (donde los arqueólogos descubrieron en la provincia de Shanzi una piedra circular con trece pilares alineados al zodiaco y fechado en 2100 a.C.).

 

Todas fueron contramedidas deliberadas de Ninurta y Ningishzidda al Divino Juego de Ajedrez de Marduk: mostrar a la Humanidad que la era zodiacal estaba aun en la Era de Tauro.

 

Varios textos de la época, incluyendo un texto autobiográfico de Marduk y uno más largo conocido como Erra Epos, arrojan luz en las correrías de Marduk más allá de Egipto, haciendo de él ahí El Desconocido.

 

También revelan que sus demandas y acciones asumieron una urgencia y ferocidad a causa de la convicción que su tiempo de supremacía había llegado.

‘Los cielos hablan de mi gloria como Señor,’ era su clamor.

¿Por qué? Porque, anunciaba, la Era del Toro, la Era de Enlil, se había acabado; la Era del Carnero, signo zodiacal de Marduk, ha llegado. Era, igual como Ninurta le contó a Gudea, el tiempo cuando se determinan en los cielos los destinos de la Tierra.


Las eras zodiacales, será recordado, eran causadas por el fenómeno de Precesión, la retardación de la Tierra en su órbita solar. La retardación acumula 1º (de 360) en 72 años; una división arbitraria del gran círculo en 12 segmentos de 30º cada uno significa que matemáticamente el calendario zodiacal cambia de una Era a otra cada 2160 años. Puesto que de acuerdo a los textos sumerios, el Diluvio ocurrió en la Era de Leo, nuestro reloj zodiacal comenzó cerca del 10860 a.C.


Aparece una sorprendente agenda si, en este calendario de año zodiacal matemáticamente determinada por 2160, tomamos como punto de partida el 10800 a.C. en vez de 10860 a.C.

  • 10800 a 8640— Era del León (Leo)

  • 8640 a 6480— Era del Cangrejo (Cancer)

  • 6480 a 4320— Era de los Gemelos (Gemini)

  • 4320 a 2160— Era del Toro (Taurus)

  • 2160 a 0 — Era del Carnero (Aries)

Dejando de lado el fantástico resultado final que sincroniza con la Era Cristiana, uno debe preguntarse si ¿fue mera coincidencia que la era Ishtar-Ninurta se esfumase en o cerca de 2160 a.C., justo cuando, de acuerdo al calendario zodiacal de arriba, la Era de Tauro, la Era de Enlil, también estaba terminando?

 

Probablemente no; ciertamente Marduk no lo pensó así. La evidencia disponible sugiere que de acuerdo al Tiempo Celestial, su momento de supremacía, su Era, ha llegado. (Estudios modernos de astronomía mesopotámica confirman de hecho que el círculo zodiacal estaba dividido ahí en doce casas de 30º cada una—una división matemática más que observacional).


Los varios textos que hemos mencionado indican que en sus desplazamientos, Marduk hizo otra incursión al corazón de la tierra enlilita, llegando de vuelta a Babilonia con una comitiva de seguidores.


En vez de reaccionar con un conflicto armado, los enlilitas enlistaron al hermano de Marduk, Nergal (cuya esposa era nieta de Enlil) a que viniera a Babilonia desde el sur de África y persuadir a su hermano que se fuera. En sus memorias, conocidas como El Erra Epos, Nergal escribió que el argumento principal de Marduk era que su momento, la Era del Carnero, había llegado. Pero Nergal contradijo que eso no es así de real: el Inicio Heliaco, le dijo a Marduk, ¡aun ocurre en la constelación del Toro!


Enfurecido, Marduk cuestionó la exactitud de las observaciones.

¿Qué ocurrió con los instrumentos precisos y confiables, de antes del Diluvio, que fueron instalados en tus dominios del Mundo Inferior? Le preguntó a Nergal, quién explicó que habían sido destruidos por el Diluvio.

 

Ven, mira por ti mismo cual constelación es vista al despuntar en el señalado día, le urgió a Marduk.

No sabemos si Marduk fue a Lagash para efectuar la observación, pero se dio cuenta de la causa de la discrepancia: mientras matemáticamente las edades cambiaban cada 2160 años, en realidad, observacionalmente no era así. Las constelaciones zodiacales, en las que las estrellas están agrupadas arbitrariamente, no eran del mismo tamaño.

 

Algunas ocupaban un arco celeste más grande, otras eran pequeñas, y como sucedía, la constelación del Carnero era una de las pequeñas, estrechada entre el más grande, Tauro, y Piscis (Fig. 22).

Figure 22

 

Celestialmente la constelación Tauro ocupa más de 30º del arco celeste, y alarga al menos otros dos siglos más allá de su medida matemática.


En el siglo veintiuno a.C., el Tiempo Celestial y el Tiempo Mesiánico fallaron en coincidir. Vete en paz y vuelve cuando los cielos declaren tu Era, dijo Nergal a Marduk. Cediendo ante el destino, Marduk se fue, pero no se alejó mucho.


Y con él, como emisario, diplomático, y heraldo, estaba su hijo, cuya madre era una mujer terrestre.
 

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