1 - EL RELOJ MESIÁNICO

Hacia donde uno mire, la humanidad se ve atrapada por el temor apocalíptico, el fervor mesiánico, y la ansiedad del fin de los tiempos.


El fanatismo religioso se manifiesta en guerras, rebeliones, y la carnicería de ‘infieles.’ Ejércitos acopiados por Reyes del Oeste están en guerra contra ejércitos de los Reyes del Este. Un choque de civilizaciones hace temblar las bases de los sistemas de vida tradicionales. Las matanzas sepultan pueblos y ciudades; los grandes y poderosos buscan seguridad tras muros de protección.

 

Las calamidades naturales y las cada vez más intensas catástrofes dejan a la gente preguntándose:

  • ¿Ha pecado la Humanidad, está siendo testigo de la Cólera Divina, es debido a otro aniquilador Diluvio?

  • ¿Puede haber—habrá—Salvación?

  • ¿Están llegando los tiempos mesiánicos?

  • ¿La época—siglo 21 d.C.—o fue en el siglo 21 a.C.?

La respuesta correcta es Sí y Sí, tanto en nuestra propia época como en aquellos tiempos antiguos. Es una característica del tiempo presente, al igual como una fecha hace más de 4 mil años; y tal asombrosa semejanza es debida a sucesos del tiempo al medio entre ambas—el período asociado con el fervor mesiánico en tiempos de Jesús.

 

Esos tres períodos cataclísmicos para la Humanidad y su planeta—dos en el pasado registrado (cerca de 2.100 a.C. y cuando a.C. cambió a d.C.), y uno en el futuro cercano—están interconectados; uno ha conducido al otro, uno puede ser entendido sólo mediante la comprensión del otro. El Presente deriva del Pasado, el Pasado es el Futuro. La Expectativa Mesiánica es esencial a los tres; y la Profecía los enlaza.

Cómo terminará este tiempo presente lleno de problemas y tribulaciones—cuáles son los augurios para el futuro—requiere penetrar al reino de la Profecía. Lo nuestro no será una mescolanza de predicciones nuevas cuyo principal atractivo es el temor a caer y el Fin, sino un acto de fe depositado únicamente en testimonios antiguos que documentan el Pasado, predicen el Futuro, y grabaron expectativas mesiánicas anteriores—profetizando el futuro en la antigüedad y, pueden creerlo, el Futuro está por llegar.


En las tres instancias apocalípticas—las dos que ya ocurrieron y la que está por suceder—la relación física y espiritual entre el Cielo y la Tierra fue y permanece como crucial para los sucesos.


Los aspectos físicos fueron expresados por la existencia en la Tierra de sitios focales que la ligan con los cielos—lugares considerados cruciales, que fueron focos de los eventos; los aspectos espirituales han sido expresados en lo que llamamos Religión. En las tres instancias, fue central un cambio en la relación entre el hombre y los dioses, en plural, excepto que, cuando cerca de 2100 a.C. la Humanidad que enfrentó el primero de estos eventos sobresalientes vivía una relación con ‘los dioses’, en plural. Cuando cambió esta realidad, es lo que el lector pronto descubrirá.


La historia de los dioses, los Anunnaki (“Aquellos que vinieron del cielo a la Tierra”), como los llamaban los sumerios, comenzaron su venida a la Tierra desde Nibiru por necesidad de oro.

La historia de su planeta fue relatada en la antigüedad en la Epopeya de la Creación, un largo texto de siete tabletas; usualmente es considerado como un mito alegórico, el producto de mentes primitivas que hablan de los planetas como dioses vivientes en combate unos con otros.

 

Pero como he mostrado en mi libro ‘El 12º Planeta’, los escritos antiguos son de hecho una sofisticada cosmogonía que relata como un planeta desviado, pasando por nuestro sistema solar, chocó con un planeta llamado Tiamat; la colisión derivó en la creación de la Tierra y su Luna, del Cinturón de Asteroides y los cometas, y en la captura del invasor mismo en una órbita muy elíptica que le toma unos 3600 años terrestre para completarla (Fig. 1).

Figura 1

 

Ocurrió, señalan los textos sumerios, hace 120 de tales órbitas—432.000 años terrestres—antes del Diluvio (la ‘Gran Inundación’) que los Anunnaki llegaron a la Tierra.

 

Cómo y por qué vinieron, sus primeras ciudades en el ED.IN (el Edén bíblico), su fabricación del Adán y las razones para ello—han sido dichas en mi serie de libros ‘las Crónicas de la Tierra’, y no las voy a repetir aquí. Pero antes que viajemos por el tiempo a la época del siglo 21 a.C., es necesario retrotraer algunos famosos eventos pre-diluviales y otros post-diluviales.

 

La historia bíblica del Diluvio, que comienza en el capítulo 6 del Génesis, atribuye los aspectos conflictuales a una sola deidad, Yahveh, quién al comienzo se muestra determinado a barrer al hombre de la faz de la tierra, y luego abandona esta senda para salvarla mediante Noé y el Arca.


Las anteriores fuentes sumerias del cuento atribuyen el desafecto con la humanidad al dios Enlil, y el esfuerzo contrario por salvar a la humanidad al dios Enki. Lo que la Biblia maquilló en aras del Monoteísmo no fueron solamente las divergencias entre Enlil y Enki, sino la rivalidad y un conflicto entre dos clanes de Anunnaki que dominaron el subsecuente curso de los acontecimientos en la Tierra.


Ese conflicto entre ambos y sus descendencias, y las regiones de la tierra asignadas a ellos después del Diluvio, necesitan mantenerse en la mente para comprender todo lo que sucedió a partir de entonces.


Los dos medio-hermanos, hijos de Anu, regente de Nibiru; su conflicto en la Tierra tiene sus raíces en su propio planeta natal, Nibiru. Enki—entonces llamado E.A. (‘Aquel cuyo hogar es el agua’) —era el primogénito de Anu, pero no de su esposa oficial, Antu.


Cuando nació Enlil de Antu—una media hermana de Anu—Enlil se convirtió en el Heredero Legal del trono de Nibiru aunque no fuera primogénito. El inevitable resentimiento de parte de Enki y su familia materna fue exacerbado por el hecho que la subida de Anu al trono fue problemática en cómo comenzó: habiendo perdido en una lucha por la sucesión con un rival de nombre Alalu, más tarde usurpó el trono en un golpe de estado, forzando a Alalu a volar de Nibiru por su vida.

 

No eran sólo los resentimientos de Ea por los días de sus antepasados, sino también debido a otros desafíos al liderazgo de Enlil, como se relata en el texto épico ‘Cuento de Anzu’.

 

(Para las enredadas relaciones de las familias reales de Nibiru y los ancestros de Anu y Antu, Enlil y Ea, ver ‘El Libro Perdido de Enki’)


Me di cuenta que la clave para desentrañar el misterio de las reglas en la sucesión de los dioses (y el matrimonio) era que estas normas también se aplicaron a quienes fueron escogidos por ellos para servir como sus representantes ante la humanidad.

 

Fue el cuento bíblico del Patriarca Abraham explicando (Génesis 20:12) que no mentía cuando presentó a su esposa Sarah como su hermana:

“De verdad, ella es mi hermana, la hija de mi padre aunque no de mi madre, y se convirtió en mi esposa.”

No sólo estaba legítimamente casado con una media-hermana de una diferente madre, sino que un hijo con ella—en este caso Isaac—se convirtió en el Heredero Legal de la dinastía, en vez del primogénito Ismael, hijo de Hagar, la doncella de mano.


(Cómo tales reglas de sucesión generaron la amarga contienda entre los descendientes del divino Ra en Egipto, los medio-hermanos Osiris y Set casados con las medio-hermanas Isis y Neftis, queda explicado en ‘Las Guerras de Dioses y de Hombres’)


Aunque estas reglas de sucesión parezcan complicadas, están basadas en lo que aquellos que escribieron acerca de las dinastías reales llaman ‘linaje’—que ahora deberíamos reconocer como una sofisticada genealogía de ADN que además distingue el ADN general heredado de los padres, del ADN mitocondrial (mtDNA) que es heredado por las mujeres sólo desde la madre.

 

La compleja aunque básica regla era así: la línea dinástica fluye por línea paterna; el primogénito es el siguiente en sucesión; una media-hermana podía ser tomada como esposa si tenía una madre diferente, y si de tal media-hermana nacía un hijo, ese hijo—aun no siendo primogénito—se convierte en heredero legal y sucesor dinástico.


La rivalidad entre ambos medio-hermanos Ea/Enki y Enlil en asuntos del trono se complicó por rivalidad personal en asuntos del corazón. Ambos deseaban a su media-hermana Ninmah, cuya madre era otra concubina de Anu. Ella fue el verdadero amor de Ea, pero no le fue permitido casarse con ella. Entonces Enlil se hizo con ella, de quién tuvo un hijo—Ninurta.


Aunque nacido fuera de matrimonio, las reglas de sucesión hacen de Ninurta el incuestionable heredero de Enlil, ya que es primogénito y nacido de una media-hermana de la realeza. Ea, como se relata en los libros de ‘Las Crónicas Terrestres’, fue el comandante del primer grupo de cincuenta anunnakis que vinieron a la Tierra para obtener el oro necesario para proteger la menguada atmósfera de Nibiru.


Cuando fallaron los planes iniciales, su medio-hermano Enlil fue enviado con más anunnakis para incrementar la Misión Tierra. Como si esto no fuera suficiente para crear una atmosfera hostil, también llegó a Tierra Ninmah, para servir como oficial médico en jefe…


Un extenso texto conocido como el Poema Épico de Atrahasis comienza la historia de los dioses y hombres en la Tierra con una visita de Anu a la Tierra para dejar establecido de una vez por todas (esperaba él) que la rivalidad entre ambos hermanos estaba arruinando la vital misión; incluso ofreció permanecer en la Tierra y dejar que uno de los dos medio-hermanos asumiera la regencia de Nibiru.

 

Con eso en la mente, nos dice el antiguo texto, mucho fue discurrido para determinar quién debería quedarse en la Tierra y quién debería sentarse en el trono de Nibiru:

Los dioses estrecharon sus manos,
habían repartido lotes y habían dividido:
Anu subió (de vuelta) al cielo,
[Para Enlil] la Tierra fue sometida;
Los mares, encerrados como por un lazo,
A Enki el príncipe le fueron dados.

El resultado de repartir terrenos, entonces, fue que Anu regresó a Nibiru como su rey. Ea, recibió dominio sobre los mares y aguas (en tiempos posteriores, ‘Poseidón’ para los griegos y ‘Neptuno’ para los romanos), y le fue concedido el epíteto EN.KI (‘Señor de la Tierra’) para calmar sus sentimientos; pero EN.LIL (‘Señor del Comando’) es quién fue puesto a cargo general:

“Aquel a quién la Tierra le fue sometida.”

Disgustado o no, Ea/Enki no podía desafiar las leyes de sucesión o los resultados de la división de loteos; y así el resentimiento, el enojo de la justicia negada, y una abrumadora determinación a vengar las injusticias a su padre y sus antepasados y así hasta él mismo, condujo a Marduk el hijo de Enki a entrar en la lucha.


Algunos textos describen como los anunnakis establecieron sus asentamientos en el E.DIN (la Sumeria post-Diluvio), cada uno con una función específica, y todos de acuerdo a una planificación maestra.


La crucial conexión espacial—la capacidad de estar constantemente en comunicación con el planeta natal y con el transbordador espacial y la tripulación—se mantuvo en el puesto de comando en Nippur, cuyo corazón era una cámara tenuemente iluminada llamada el DUR.AN.KI, “El Enlace Cielo-Tierra.” Otra instalación vital era el puerto espacial, ubicado en Sippar (“Ciudad Pájaro”).

 

Nippur queda al centro de círculos concéntricos en el cual las otras ‘ciudades de los dioses’ estaban ubicadas; todas juntas conformaban, para la llegada de un transbordador espacial, un corredor de aterrizaje cuyo punto focal era el rasgo topográfico más visible del Cercano Oriente—los picos gemelos del Monte Ararat (Fig. 2).

Figura 2
 

Y entonces el Diluvio “barrió la tierra”, arrasó todas las ciudades de los dioses junto al Centro de Control de la Misión y el Puerto Espacial, y enterró el Edin bajo millones de toneladas de barro y cieno.


Todo tuvo que ser hecho de nuevo—pero mucho ya no pudo ser lo mismo.

 

Lo primero y más importante, fue necesario construir una nueva instalación para puerto espacial, con un nuevo Centro de Control de la Misión y nuevas almenaras para un Corredor de Aterrizaje.

  • La nueva ruta de descenso fue una vez más, anclada a los prominentes picos gemelos del Ararat

  • Los demás componentes fueron todos nuevos: el puerto espacial mismo en la Península de Sinaí, sobre el paralelo 30º norte

  • Un par de picos gemelos como sitio de guía de vuelo, las pirámides de Giza

  • Un nuevo Centro de Control de Misiones en un sitio llamado Jerusalén (Fig. 3)

Fue un diseño que jugó un rol crucial en los acontecimientos post-Diluviales. El Diluvio marca una línea de división de aguas (tanto literal como figuradamente) en los asuntos de dioses y hombres, y las relaciones entre ambos: los Terráqueos, que fueron desarrollados para servir y trabajar para los dioses fueron desde entonces tratados como socios menores en un planeta devastado.

Figure 3

 

La nueva relación entre dioses y hombres fue formulada, santificada, y codificada cuando a la Humanidad le fue otorgada la primera civilización, en Mesopotamia, cerca del 3800 a.C.


El trascendental suceso tuvo lugar después de una visita de estado realizada por Anu a la Tierra, no sólo como el monarca de Nibiru sino además como cabeza del panteón, en la Tierra, de los dioses antiguos.

 

Otra (y probablemente la principal) razón de su visita fue establecer y afirmar la paz entre los dioses mismos—un arreglo de ‘vive y deja vivir’ que dividió las tierras del Viejo Mundo en dos clanes principales de anunnakis, aquellos de Enlil y los de Enki—porque las nuevas circunstancias post-Diluviales y las nuevas ubicaciones de las instalaciones espaciales requerían una nueva división territorial entre los dioses.


Esa división se halla reflejada en la Tabla de Naciones bíblica (Génesis, cap. 10), en la cual la propagación de la Humanidad, emanando de los tres hijos de Noé, fue apuntada por nacionalidad y geografía:

  • Asia para las naciones/tierras de Shem

  • Europa a los descendientes de Japhet

  • África para naciones/tierras de Ham

Los documentos históricos muestran que la división paralela entre los dioses entregaron las dos primeras partes a los enlilistas, y la tercera restante a Enki y sus hijos. La conexión vía Península de Sinaí, donde fue ubicado el vital puerto espacial, fue establecida como una Región Sagrada, neutral.


Mientras la Biblia simplemente listó las tierras y naciones de acuerdo a la división desde Noé, los primeros textos sumerios documentaron el hecho que la división fue un acto premeditado, el resultado de deliberaciones de los líderes anunnakis.

Un texto conocido como el canto Épico de Etana nos dice que,

Los grandes Anunnakis que decretan los destinos
se sentaron a intercambiar consejos en relación a la Tierra.
Ellos crearon las cuatro regiones,
establecieron las bases.

En la primera región, las tierras entre los dos ríos Éufrates y Tigris (Mesopotamia), fue fundada la primera civilización conocida del Hombre, la de Súmer. Donde habían estado las ciudades prediluviales de los dioses, crecieron ciudades del hombre, cada una con un recinto sagrado donde residía una deidad en su zigurat—Enlil en Nippur, Ninmah en Shuruppak, Ninurta en Lagash, Nannar/Sin en Ur, Inanna/Ishtar en Uruk, Utu/Shamash en Sippar, y así.

 

En cada centro urbano un EN.SI, un ‘Pastor Honesto’—inicialmente un semidiós escogido—fue seleccionado para gobernar al pueblo en nombre de los dioses; su función principal era promulgar códigos de justicia y moralidad. En el recinto sagrado, el clero, supervisado por un sumo sacerdote servía al dios y su esposa, dirigía las celebraciones y festejos, y realizaba los ritos de ofrendas, sacrificios, y oraciones a los dioses.

 

El arte y la escultura, música y danza, poesía e himnos, y por sobre todo la escritura y la confección de documentos florecieron en los templos y se extendieron al palacio real.

 

De tiempo en tiempo una de esas ciudades era seleccionada para servir como la capital de las tierras; ahí el gobernante era rey, LU.GAL (‘Gran hombre’). Inicialmente y por largo tiempo desde entonces esta persona, el hombre más poderoso de la tierra, servía tanto de rey como de sumo sacerdote. Era escogido cuidadosamente, porque su rol y autoridad, y todos los símbolos físicos de la Monarquía, se consideraban venidos a la Tierra directamente desde el Cielo, desde Anu en Nibiru.

 

Un texto sumerio que trata el asunto indicaba que antes que los símbolos del reinado (tiara/corona y cetro) y de justicia le fueran otorgados a un rey terrestre, “eran colocados delante de Anu en el cielo.” En verdad, la palabra sumeria para ‘Real-eza’ era ‘Anun-eza’.


Este aspecto de ‘Realeza’ como la esencia de la civilización, un comportamiento ético y un código moral para la Humanidad, fue claramente explicitado en una manifestación, en la Lista de Reyes Sumerios, que después del Diluvio la “Realeza fue traída desde el Cielo.”


Es una profunda afirmación que debe ser sostenida en la mente a medida que avanzamos en este libro hacia las expectativas mesiánicas—en palabras del Nuevo Testamento, por el Retorno del “Reino de los Cielos” a la Tierra.


Alrededor de 3100 a.C. una civilización similar aunque no idéntica fue establecida en la Segunda Región en África, la del Río Nilo (Nubia y Egipto). Su historia no fue tan armoniosa como la del clan enlilita, porque las rivalidades y desacuerdos entre los seis hijos de Enki continuaron no sólo en las ciudades sino en toda la tierra asignada.


El escenario de fondo era un conflicto en curso entre el primogénito de Enki, Marduk (RA en Egipto) y Ningishzidda (Thoth en Egipto), situación que derivo en el exilio de Toth y un grupo de seguidores africanos al Nuevo Mundo (donde llegó a ser conocido como Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada). Marduk/Ra mismo fue castigado y exiliado cuando, oponiéndose al matrimonio de su hermano menor Dumuzi con la nieta de Enlil, Inanna/Ishtar, causó la muerte de su hermano.

 

Fue como compensación a Inanna/Ishtar que le fue entregado un dominio en la Tercera Región de civilización, la del Vale del Indo, cerca de 2900 a.C. Había una buena razón para que las tres civilizaciones—estando el puerto espacial en la región sagrada—estuvieran todas centradas en los 30º del paralelo norte (Fig. 4).

Figura 4

 

De acuerdo a los textos sumerios, los anunnakis establecieron la Monarquía—civilizaciones e instituciones, muy claramente ejemplificada en Mesopotamia—como un nuevo orden en sus relaciones con la Humanidad, con reyes/sacerdotes sirviendo tanto como un puente y un separador entre dioses y hombres.

 

Pero cuando se mira hacia atrás en esa al parecer ‘era dorada’ en los asuntos de dioses y hombres, se hace evidente que los programas de los dioses dominaron y determinaron de manera constante las cosas del Hombre y el destino de la Humanidad. Por encima de todo estaba la determinación de Marduk para deshacer la injusticia con su padre Ea/Enki, cuando bajo las leyes de sucesión de los anunnakis no Enki sino Enlil fue declarado Legítimo Heredero de su padre Anu, el regente de su planeta hogar Nibiru.


De acuerdo con el sistema matemático sexagesimal (“base sesenta”) que los dioses entregaron a los sumerios, a los doce grandes dioses del panteón sumerio les fue conferido una categoría numérica en la cual Anu tenía el supremo Rango Sesenta; el Rango Cincuenta fue otorgado a Enlil; el de Enki era cuarenta y así hacia abajo, en alternancia entre deidades masculinas y femeninas (Fig. 5).


Bajo las reglas de sucesión, Ninurta el hijo de Enlil estaba en línea con el rango de cincuenta en la Tierra, mientras Marduk tenía un rango nominal de diez; e inicialmente, estos dos sucesores-en-espera no eran siquiera parte de los doce ‘Olímpicos.’

Figura 5
 

Y así la larga, amarga y continua lucha de Marduk iniciada con la contienda Enlil-Enki enfocó más tarde en la contienda de Marduk con el hijo de Enlil, Ninurta, por la sucesión del Rango Cincuenta, y entonces extendida a la nieta de Enlil, Inanna/Ishtar, cuyo matrimonio con Dumuzi, el hijo menor de Enki, recibió tanta oposición de Marduk que terminó con la muerte de Dumuzi.


Con el tiempo Marduk/Ra encaró conflictos incluso con otros hermanos y medio-hermanos, además del conflicto con Thot que hemos mencionado recién—principalmente con el hijo de Enki, Nergal, casado con una nieta de Enlil llamada Ereshkigal.


Durante el curso de estas luchas, el conflicto a veces se convirtió en guerras encendidas entre los clanes divinos; alguno de estas conflagraciones son llamadas ‘Las Guerras de las Pirámides’ en mi libro Las Guerras de Dioses y Hombres. En una notable instancia la pelea derivó en un enterramiento vivo de Marduk dentro de la Gran Pirámide; en otro, llevó a su captura por Ninurta.

 

Además Marduk fue exiliado más de una vez—ambas como castigo y una ausencia auto-impuesta. Sus persistentes esfuerzos para alcanzar el estatus del que creía ser titular incluyeron el hecho documentado en la Biblia como el incidente de la Torre de Babel; pero el final, después de numerosas frustraciones, el éxito vino sólo cuando Tierra y Cielo estaban alineadas con el Reloj Mesiánico.

De verdad, el primer grupo de sucesos cataclísmicos, en el siglo 21 a.C., y las esperanzas mesiánicas que los acompañaron, son principalmente la historia de Marduk; también coloca al centro del escenario a su hijo Nabu—una deidad, el hijo de un dios, pero cuya madre era una humana-terrestre.


A través de la historia de Súmer que abarca casi dos mil años, su capital real cambió—desde la primera, Kish (la primera ciudad de Ninurta), a Uruk (la ciudad que Anu concedió a Inanna/Ishtar) a Ur (asiento de Sin y centro de adoración); de ahí a otras y de nuevo volver a las ciudades iniciales; y finalmente, por tercera vez, retornó a Ur. Pero en todo ese tiempo Nippur, ciudad de Enlil, su ‘centro de culto’ como quieren llamarlo los académicos, permaneció como el centro religioso de Súmer y de los sumerios; fue allí donde se determinó el ciclo anual para adoración de los dioses.


Los doce ‘olímpicos’ del panteón sumerio, cada cual con su pareja celestial entre los doce miembros del Sistema Solar (el Sol, la Luna, y diez planetas, incluyendo a Nibiru), fueron también honrados con un mes cada uno en el ciclo anual de doce meses. El término sumerio para ‘mes’, EZEN, realmente significa fiesta, vacación; y cada mes estaba dedicado a celebrar el festival de adoración a uno de los doce dioses supremos.

 

Fue la necesidad de determinar la fecha exacta en que tales meses comenzaban y terminaban (y no para advertir a los campesinos cuando sembrar o cosechar, como explican los libros de colegio) lo que condujo a la introducción del primer calendario de Nippur en 3760 a.C. Es conocido como el Calendario de Nippur porque fue el trabajo de sus sacerdotes calcular la intrincada tabla del tiempo y anunciar, a toda la tierra, el momento de los festivales religiosos.

 

Este calendario aún se mantiene en uso como el calendario religioso judío, según el cual el 2007 d.C. corresponde al año 5767.


En tiempos pre-diluviales Nippur sirvió como Control Central de la Misión, y Enlil ahí estableció el DUR.AN.KI, el ‘Puente-Cielo-Tierra’ para las comunicaciones con el planeta madre Nibiru y con las naves espaciales que los conectaban. (Después del Diluvio, estas funciones fueron reubicadas a un sitio más tarde conocido como Jerusalén.) Su posición central, equidistante de los otros centros funcionales en el E.DIN (ver fig. 2), era estimada como equidistante de los ‘cuatro rincones de la Tierra’ y le dieron el nombre de ‘Nave de la Tierra’.

 

Un himno a Enlil se refirió a Nippur y sus funciones así:

Enlil,
cuando delineaste los acuerdos divinos en la Tierra,
a Nippur pusiste como tu verdadera ciudad propia…
Fundaste el Dur-An Ki
al centro de los cuatro rincones de la Tierra

(El término ‘los Cuatro Rincones de la Tierra’ también se halla en a Biblia; y cuando Jerusalén reemplazó a Nippur como Control Central de la Misión después del Diluvio, también se le dio el sobrenombre de Ombligo de la Tierra.)

 

En sumerio el término para las cuatro regiones de la Tierra era UB, aunque también se halla como AN.UB—el cielo, los cuatro rincones celestiales—es en este caso un término astronómico conectado con el calendario. Está referido a los cuatro puntos de ciclo anual Tierra/Sol que llamamos hoy el Solsticio de Verano, el Solsticio de Invierno, y las dos cruzadas del ecuador—una al Equinoccio de Primavera y después el Equinoccio de Otoño. En el calendario de Nippur, el año se iniciaba el día del Equinoccio de Primavera, y tal cosa se mantuvo en los calendarios subsiguientes del antiguo Cercano Oriente.


Lo que fijaba la fecha del festival más importante del año—el de Año Nuevo, evento que duraba diez días, durante los cuales rituales detallados y canonizados tenían que ser seguidos.

Determinar el tiempo calendárico mediante la aparición solar llevó a la observación de los cielos al amanecer, cuando el sol comienza a elevarse en el horizonte oriental pero el cielo está aún lo suficientemente oscuro para ver estrellas en el telón de fondo. El día equinoccial fue fijado por el hecho que ese día el día y la noche tenían la misma duración; la posición del Sol durante su aparición fue entonces señalada por la erección de un pilar de piedra para guiar futuras observaciones—un procedimiento que fue seguido, por ejemplo, más tarde en Stonehenge en Bretaña.

 

Y, como en Stonehenge, observaciones de largo aliento revelaron que el grupo de estrellas (‘constelación’) del fondo no había permanecido igual (Fig. 6); ahí, la piedra de alineamiento llamada ‘Piedra Tacón’ que apunta al amanecer del Sol en el solsticio, señalaba originalmente el amanecer cerca del 2000 a.C.

Figura 6

 

El fenómeno, llamado precesión de los Equinoccios o sólo Precesión, resulta del hecho que cuando la Tierra completa una vuelta alrededor del Sol, no vuelve al mismo punto celeste. Hay una ligera, una retardación muy leve: suma un grado (de los 360 del círculo) en 72 años.

 

Fue Enki quién primero agrupó a las estrellas visibles desde la Tierra en ‘constelaciones’, y dividió los cielos en los cuales la Tierra circulaba al Sol en doce partes—lo que desde entonces ha sido llamado el Círculo Zodiacal de constelaciones (Fig. 7).

 

Dado que cada 12avo del círculo ocupa 30º del arco celeste, la retardación o cambio precesional de una Casa Zodiacal a otra tomaba (matemáticamente) 2160 años (72 x 30), y un ciclo zodiacal un ciclo zodiacal completo duraba 25.920 años (2.160 x 12). Las fechas aproximadas de las Eras Zodiacales—siguiendo la división de doce partes iguales y no las reales observaciones astronómicas—se han añadido aquí como una guía del lector.

Figura 7

 

Que esto fue un logro de un tiempo anterior a las civilizaciones humanas se halla atestiguado por el hecho que se aplicó un calendario zodiacal para las primeras estadías de Enki en la Tierra (cuando las dos primeras casas zodiacales tenían nombres en su honor).

 

Que no fue esto el logro de un astrónomo griego (Hiparco) en el siglo 3 a.C. (como muchos libros de texto aun sugieren), se atestigua por el hecho que las doce casas zodiacales eran conocidas por los sumerios milenios antes por nombres (Fig. 8) y descripciones (Fig. 9) de uso hoy en día.

Figura 8

 

En ‘Cuando Comenzó el Tiempo’ las tablas calendario de dioses y hombres fueron discutidas con largueza. Habiendo venido de Nibiru, cuyo período orbital, el SAR, significa 3600 años (terrestres), esa unidad fue naturalmente la vara de medición para el primer calendario de los anunnakis aun con el rotar acelerado de la Tierra.

 

De verdad, los textos que tratan de sus primeros días en la Tierra, tal como la Lista de Reyes Sumerios, designó los períodos de tal o cual líder en la Tierra en términos de sars. Llamé a esto Tiempo Divino. El calendario otorgado a la Humanidad, basado en aspectos orbitales de la Tierra (y su Luna), fue llamado Tiempo Terrestre.

Figura 9

 

Señalando que el cambio zodiacal cada 2160 años (menos de un año para los anunnakis) les ofreció una mejor proporción—la ‘proporción dorada’ de 10:6—entre los dos extremos; a este le llamé Tiempo Celestial.


Como descubrió Marduk, ese Tiempo Celestial era el ‘reloj’ que determinaba su destino.

  • ¿Pero cuál era el Reloj Mesiánico de la Humanidad, determinante de su sino y destino—Tiempo Terrestre, tal cómo la cuenta del jubileo de cincuenta años, una cuenta en siglos, o el Milenio?

  • ¿Era Tiempo Divino, enganchado a la órbita de Nibiru?

  • ¿O era—es—Tiempo Celestial que sigue la lenta rotación del reloj zodiacal?

Como veremos, el dilema que desconcertó a la humanidad en los tiempos antiguos, aún yace en el corazón del asunto actual del ‘Retorno.’ La pregunta propuesta ha sido formulada con anterioridad—por los sacerdotes observadores estelares y asirios, por los Profetas bíblicos, en el Libro de Daniel, en la Revelación del San Juan el Divino, por los seguidores de Sir Isaac Newton, por todos nosotros hoy día.
 

La respuesta será asombrosa.

 

Embarquémonos en la concienzuda búsqueda.

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