12 Diciembre 2019 del Sitio Web PijamaSurf
prácticas más elaboradas y complejas, la espiritualidad tradicional enseña que uno debe meditar sobre la impermanencia, la más profunda, sencilla y poderosa de todas
las prácticas
contemplativas...
En la India encontramos un paralelo, en el que la filosofía,
Es probable que incluso
ciertas ideas indias hayan llegado a fertilizar el mundo griego
(como ha señalado Thomas McEvilley), pero no podemos
detenernos en esta fascinante hipótesis aquí.
En esto estarían de acuerdo tanto Platón como Heráclito, como Yajnavalkya y el Buda:
Sarvam duhkham, se dice en sánscrito, todo en el samsara, en el mundo cambiante es sufrimiento.
Para Platón, a quien podemos ligar de manera importante con Parménides, el cambio es irreal, el mundo sublunar es una ilusión, pero no por ello deja de ser una fuente de enorme sufrimiento.
Así pues, la labor del filósofo es esencialmente una meditación sobre la muerte.
El filósofo debe aprender a vivir de tal manera que al morir pueda trascender el mundo cambiante que lo condiciona a una existencia de sufrimiento.
Para esto debe desapegarse del cuerpo, cultivar la virtud y ser consciente de que la vida humana es una oportunidad enorme para depurar su visión y fijarse en el Sol del Bien, en la eternidad que relumbra a través del mundo de las apariencias.
Aunque en la filosofía de Platón el hombre tiene diferentes oportunidades de cultivar su alma, si no aprovecha esta oportunidad es probable que sus propias aflicciones e ignorancia lo inclinen a elegir una vida más grosera aún, donde le será mucho más difícil encaminarse hacia la realidad eterna de las ideas.
De aquí que toda
meditación
sobre la muerte sea también una
meditación sobre la impermanencia y la importancia de no
desaprovechar la vida persiguiendo éxito y placer en este mundo.
Al igual que el budismo, que no puede disociarse del todo de la matriz védica de la cual se origina, el vedantin nota que la principal razón por la que el ser humano sufre es porque se apega a cosas cambiantes e irreales y cree que a través de éstas puede obtener la felicidad.
Este es el error básico de cognición que en el vedanta se identifica con maya (ilusión) y en el budismo con el error de creer en un yo independiente.
El proceso soteriológico tiene que ver con la renuncia a estos placeres, a la cualidad efímera de la existencia, controlando el deseo para fijar la atención en la única realidad que es la luz de la conciencia.
No hay tiempo que perder:
Es, por supuesto, en el budismo donde es aún más claro este imperativo de considerar la impermanencia como punto de partida en el dharma.
El Buda enseñó famosamente que todas las cosas se caracterizan por tres marcas:
Uno de los sutras del Canon Pali señala que las últimas palabras del Buda fueron estas:
Y la tradición ha sido fiel a sus enseñanzas, pues la meditación budista esencialmente consiste en meditar de diversas formas en torno a esta impermanencia.
Se medita aquí en la insatisfacción innata del samsara, en la muerte, en la ley del karma y en la preciosa oportunidad de tener un cuerpo humano.
En todos estos objetos de meditación lo que subyace es la impermanencia.
El efecto que tiene meditar sobre la impermanencia puede dividirse fundamentalmente en dos:
A fin de cuentas, todas nuestras aflicciones, todos nuestros terrores y toda la aparente realidad de nuestra identidad existen por solo un momento, una especie de sueño pasajero, cuya sensación de realidad duradera no es más que la proyección reificante de nuestra nesciencia.
De la impermanencia el budismo derivaría, con sofisticación filosófica, la noción de la vacuidad, pues si una cosa es impermanente esto significa que no tiene sustancia, no tiene una realidad duradera, su aparición en el mundo es interdependiente, como un arco-iris.
Así que la impermanencia combina esta doble actitud:
El maestro tibetano del siglo XIV, Longchenpa, dijo sobre esto:
Y el gran enciclopedista de la tradición tibetana, Jamgon Kongtrul:
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