por Ruben Torres
21 Mayo 2014

del Sitio Web LaCosechaDeAlmas
 

 

 

 

 

 


El Karma es el principio universal que nos dice que toda acción tiene una reacción.

 

Este principio viene a sugerirnos, que todo aquello que hagamos tendrá una consecuencia, ya que directa o indirectamente, alguien sufrirá por nuestras acciones.

 

Es por esto que hay que pensar antes que actuar y que quizás en la sociedad de hoy día es difícil escapar a este principio, ya que sin querer ejercemos influencias directas sobre otros seres, creando una cuenta kármica que se ira acumulando.

 

Estas cuentas kármicas son saldadas sobre nosotros directa o indirectamente, cuando nos quejamos de los avatares que nos ofrece la vida, no sopesamos las acciones pasadas y las consecuencias que de ello derivaron.

Lo peor de todo esto es que no tienes escapatoria y si creías que al morir quedabas indemne de saldar tus cuentas, estas en un grave error.

 

Tanto si crees o no en el karma, al final de tu vida tendrás una suma de cuentas pendientes, esas cuentas no son mas que acciones por las cuales terceras personas conocidas o no, sufrieron por tu causa.

 

Tú eres energía y con tus actos modificas y emites energía que repercute en los que te rodean, tus actos si son negativos, sea de palabra, pensamiento o acción, crearan una emisión energética que influirá a terceros, esta influencia se retroalimentará y tarde o temprano volverá a ti duplicada.

 

Este principio casa directamente con aquel que dice, que,

la energía ni se crea ni se destruye si no que se transforma.

Por lo tanto, esa energía en forma de karma, volverá a ti transformada y adaptada a tu realidad.

 

El perdón

hará que te deshagas

de esta pesada carga.



Al morir dejamos atrás el cuerpo físico y esa energía es transformada.

 

Nuestra alma es la esencia energética que habitaba el cuerpo y tras morir, lo único que conseguimos es un pequeño paréntesis, un periodo de descanso en el que nuestro karma volverá a nosotros en cuanto encarnemos de nuevo, para continuar saldando esa deuda y además seguir creando con nuestras acciones nuevas cuentas, creando una especie de rueda cíclica, en la que en principio pareciera no haber salida.

 

Esta rueda en conocida en las filosofías orientales como Samsara.

En estas filosofías orientales, se tiene muy en cuenta este principio y en algunos monasterios no es raro ver a monjes que deciden no cometer acción alguna para evitar crear karma.

 

Estos monjes llevan vidas contemplativas y procuran no afectar con su presencia a nada de lo que le rodea, procuran no matar accidentalmente a animal o insecto alguno, ni siquiera arrancar una brizna de hierba, para así eludir el karma y salir de ese Samsara.

 

Este modo, a mi parecer, es inútil y la inacción solo aplaza lo inevitable...

 

Basar toda tu vida en esta creencia, supondrá que estarás desperdiciando esa experiencia física, no habrás trabajado tu evolución espiritual y no habrás crecido en modo alguno.

Se puede escapar de esta rueda kármica.

 

El método, en su concepción es sencillo, pero en la práctica no lo es tanto. La forma más eficaz de huir de la rueda kármicaes el perdón.

 

Perdonándonos primeramente a nosotros mismos y seguidamente a aquellos que influyen en nosotros con sus acciones, conseguiremos saldar nuestras deudas kármicas, parece en principio sencillo, pero debe ser un perdón sincero emanado desde lo mas profundo de nuestro ser.

 

No basta con perdonar de forma liviana el daño que provocamos o nos provocan, ha de ser un ejercicio profundo de comprensión, compasión y perdón, el auto perdón en el que la culpa que nos ahoga salga de nuestra conciencia de forma limpia y para siempre.

 

Una vez logremos perdonarnos a nosotros mismos y aquellos que con sus actos influyeron de forma negativa en nosotros, limpiaremos esas deudas que hayamos ido sumando a lo largo de nuestras vidas.

 

Así, a la hora de abandonar esta encarnación, tener la opción de encarnar de forma física como vehículo de evolución espiritual basada en el conocimiento y la compasión y no como una forma de saldar deudas repitiendo una y otra vez acciones erróneas, como modo de aprendizaje.