por Kingsley L. Dennis

07 Octubre 2016

del Sitio Web KingsleyDennis

 

 

 

 

 

 


"Estamos soñando un mundo simbólico,

sólo despertamos brevemente a lo que es real"
Arthur Deikman, M.D.
 


"Quien no está ocupado en nacer,

está ocupado en morir"
Bob Dylan

 

 

Algo no está del todo claro… lo sientes… puede que lleves mucho tiempo notando esa sensación, esa desazón.

 

Así que lo más probable es que sólo trates de ignorarla y esperar a que se vaya; pero antes o después ese agobio persistente termina por traer a tu mente una idea: hay algo muy extraño en cómo es el mundo.

 

Tal vez sientas como si estuvieras en el cine y percibieras que debe haber algo equivocado en la película que estás viendo.

 

Todas las imágenes están ahí, pero tienes la impresión de que hay algo fuera de secuencia, o de que los fotogramas se ubican fuera del intervalo "habitual".

 

No obstante, después de un rato uno se acostumbra al estilo de la película y sus sentidos se ajustan a su ritmo y pierde la sensación de extrañeza y se ve arrastrado al espectáculo y termina subiéndose al carro…

…la película te cuenta que el mundo no tiene mayor sentido, que la vida humana es una anomalía accidental.

 

Pero cuando caminas por la calle, convives con tus amigos, te enamoras, sigues tus sueños, experimentas sentido y significado… espera, otra vez ese fallo en la película: hay algo acerca de su "aleatoriedad" y su "carencia de significado" que no tiene sentido… tu experiencia personal te ha mostrado algo diferente… y entonces aparece de nuevo esa sensación molesta… en algún sitio: ¿no fue ahí?
 

La vida es la vida, y la mayoría de las personas la recorren con sufrimiento, alegría, aventura, desafío, amor y todo lo demás.

 

Es igual para todos, pero no siempre discurre en el mismo terreno de juego. Podemos adoptar una perspectiva, una posición diferente frente al mundo. Podemos ver el mundo en que vivimos solo como un fenómeno externo; o también podemos escoger verlo como una expresión de nuestra vida interior.

He llegado a considerar el Cosmos no sólo como la expresión de ecuaciones matemáticas, sino como la obra de fuerzas líricas que, como un ser viviente, está embriagada de amor y asombro, y de la gozosa curiosidad de la aventura.

 

Y a menudo me pregunto cómo sería vivir con la perspectiva de que la vida humana es el resultado de fuerzas aleatorias accidentales; un hecho sin sentido forzado a pasarse la vida en la espalda de una roca muerta lanzada a través de un universo sin vida.

 

Me acuerdo del "Mito de Sísifo", un personaje de la mitología griega condenado a repetir eternamente la misma tarea fútil de empujar una roca hacia arriba de una montaña, sólo para verla caer de nuevo, y volver a empujarla hacia arriba, indefinidamente.

 

Para mí, esta inánime visión exterior de la vida es realmente absurda. [i]

 

Y, sin embargo, las exigencias físicas de una vida normal nos obligan continuamente a enfocar nuestra mirada en lo exterior donde nuestra consciencia de la vigilia cotidiana tiene que vérselas con todos los impactos y el ruido que vienen desde fuera:

es una tarea muy física que puede, y a menudo lo hace, ocupar la totalidad del discernimiento y la percepción consciente de la persona.

Aún así en algunas personas hay otra mirada que observa el mundo desde adentro. Me refiero a lo que llamo la vida interior, conforme a la cual la persona siente profundamente, sabe intuitivamente, que hay otra perspectiva de la vida, mucho más rica, omnipresente, sutil, pero que debe buscarse con esfuerzo.

Hay muchas personas - de hecho puede que la mayoría - que jamás han buscado o han sentido un impulso hacia la vida interior.

 

Nunca se detienen a preguntarse no sólo,

"¿por qué estoy aquí?", sino también "¿cómo he llegado hasta aquí?".

Es una pregunta fundamental que parece preocupar a poca gente.

 

No es injusto decir que algunas personas solo se reconocen por el nombre que utilizan en su vida. Si se les presiona, encuentran difícil distinguirse realmente de otros que sostienen similares actitudes y opiniones condicionadas.

 

Con todo, esta comprensión a menudo se nos esconde. Quizá el impacto de tal reconocimiento alteraría profundamente nuestro equilibrio mental y emocional. Así que la mayoría de las personas continúa identificándose e individualizándose mediante el nombre de pila o el empleo que han elegido desempeñar.

 

Esto resulta evidente cuando a alguien se le pregunta quién es y contesta con su nombre o su ocupación. Es una pregunta muy inquietante y muchas personas solo pueden contestarla diciendo el trabajo que realizan o el nombre de pila.

 

También es verdad que la mayor parte del tiempo esta pregunta socialmente aceptada solo se realiza y se dirige a una persona al nivel más superficial y banal. Y por tanto, quién es realmente la persona continúa siendo un misterio toda la vida.

 

Es una situación común para la mayor parte de nosotros.

 

…Ahí está otra vez esa película, y te cuenta que tu experiencia consciente es simplemente la consecuencia del funcionamiento químico del cerebro: yo hago esto, hago aquello, veo esto, siento esto, pienso esto… pero el "yo" es solo un estado de consciencia que es consecuencia secundaria de un complejo de neuronas… pero espera un momento: ¿no acabo de estar observando mis propios pensamientos y emociones… al margen del "yo"?

 

¿Entonces éste es el yo real?

 

O ¿este observador de mis pensamientos es solo otro subproducto neuronal que observa las operaciones de otro subproducto aleatorio? …ah, aquí está de nuevo la película, el fallo ha desaparecido…

 

También es cierto que muchas personas se rebelan contra su esencia natural, la conozcan o no.

 

La gente puede decir miles de cosas - o sólo una - y sin embargo cada vez que habla se aleja de lo esencial.

 

De nuevo,

  • ¿Qué es conocerse a uno mismo?

     

  • ¿Qué significa para la persona ordinaria crecer, desarrollarse, conseguir conocimiento y conciencia de uno mismo?

En el mejor de los casos, la sociedad ha convertido estas cosas en conceptos abstractos o en ilusiones.

 

Dentro de nuestras propias culturas estamos tan acostumbrados a vivir a un nivel primario, básico - de supervivencia - que dedicamos muy poco tiempo y atención al nivel interior.

 

De hecho, la noción de un mundo interior a menudo sigue siendo un lujo para unos pocos. Los demás tenemos que seguir gestionando y afrontando nuestras vidas normales.

Así que vivimos con muchos interrogantes desconocidos, sin reparar en ellos o sin despertarlos de su letargo dentro de nosotros.

  • ¿Alguna vez nos preguntamos por qué los acontecimientos se han desenvuelto de tal manera?

     

  • O ¿es que las fuerzas de la división, la polaridad y la ignorancia que gobiernan nuestro mundo son tan convincentes que no buscamos otra razón (¿o excusa?) para las rarezas del mundo y su realidad incongruente?

Quizá no sintamos la necesidad acuciante de querer ver las cosas de una manera diferente.

 

De hecho, algunas personas tratan enérgicamente de olvidar.

Es probable que la compulsión de olvidar se racionalice llamándola de otra manera. Buscando con el entretenimiento, los retos, o las búsquedas adictivas, diversiones y distracciones placenteras, la gente en verdad está tratando de olvidar.

 

La mitología griega nos cuenta cómo antes de que el alma humana se encarne en este mundo bebe del Lete, el Río del Olvido - uno de los cinco ríos del inframundo - de manera que no pueda recordar sus orígenes divinos.

 

De forma similar, hay una leyenda judía que habla de cómo antes de nacer somos golpeados en la boca por un ángel para que no podamos hablar de nuestros orígenes divinos prenatales.

 

Puede que procedamos de fuentes inspiradas y sagradas, pero cuando llegamos a esta realidad terráquea, lo hacemos estupefactos y necesitados.

 

O más bien, quizá sea sólo que carecemos de la llave, la guía crucial, para develar nuestras memorias y desencadenar nuestra mirada interior y nuestro conmovedor anhelo.

 

La verdad es que, de hecho, puede que más que para olvidar estemos aquí para recordar.

A veces el detonante para que una persona recuerde y busque respuestas es una tragedia o una catástrofe. A mayor escala, quizá la humanidad necesite llegar a un punto de crisis - en su materialismo, comercialismo, y sus sistemas sociales - para que desde ahí surja dentro de la gente la necesidad de algo más.

 

La vida interior reconoce que la naturaleza esencial del ser humano es buscar algo más, algo más allá.

 

Esta necesidad de comunión con algo más grande se ha alimentado en gran medida por el papel de las tradiciones religiosas y/o espirituales. No obstante, la necesidad del ser humano de una vida significativa de desarrollo todavía no ha sido atendida por nuestras sociedades, especialmente en nuestras culturas altamente industrializadas.

 

Hemos desarrollado nuestra fe, nuestra razón, nuestras actividades mentales; hemos instituido la industria y creado maravillosas tecnologías, pero no hemos trabajado en nosotros mismos.

 

No hemos cultivado nuestras almas.

Forjar y cuidar el alma de uno mismo no son actividades específicamente introvertidas o monásticas:

no requieren una introspección inalterable ni una retirada dramática del mundo.

El poeta romántico Keats dijo:

"Llama al mundo si te place 'el valle donde se fraguan las almas'. Entonces descubrirás su objetivo".

En mi opinión, ese "fraguar el alma" necesita volver a imaginarse y reintegrarse a nuestras sociedades.

 

No necesitamos volver al animismo o la alquimia para encontrarlo. Podemos hacerlo aquí, en el Ahora cotidiano. La expresión genuina de una verdad no adquiere una forma determinada. El auto-desarrollo, o auto-refinamiento si se prefiere, no es una ideología o una ciencia establecida.

 

Es un derecho humano básico. La vida interior debería reconocerse como una necesidad humana inherente, debería ser socialmente aceptable y se nos debería alentar a dirigir parte de nuestra mirada hacia ella.

 

Después de todo, si el sol exterior se eleva pero el interior no lo hace, no habremos logrado nada...
 


"Uno mismo

es un arquitecto de interiores

que trabaja en su arquitectura interna".
Anónimo
 


 

Referencias

  1. No me sorprende que Albert Camus, filósofo francés del absurdo, escribiese un ensayo titulado "El mito de Sísifo" (1942) describiendo la búsqueda infructuosa de sentido en un mundo ininteligible.